Ilustraciones por
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El Triรกngulo
Dirección General: Mario Eduardo Ángeles. Texto: Enzo “La Loba”. Ilustraciones: Yoyita. Consejo Editorial: Diana Enríquez, Bardo Garma, David Morales, Miguel Escamilla, Mo. Eduardo Ángeles, Erich Tang y Jesús Reyes. Agradecimientos especiales a Roxana Jaramillo, Flor de Liz, Tzolkin Montiel, Enrique Ibarra y José Manuel Bañuelos. Contacto: l ate st adur ali te r ar i a@g m ai l. com e lg all ode let r as @g m ail . com México, Abril 2015. Síguenos por
Los derechos de los textos publicados pertenecen a sus autores. ¡Qué corra la voz! La Testadura, una literatura de paso, hecha para olvidarse en los lugares públicos y salas de espera.
El triángulo Por Enzo “La Loba”
El triángulo Nunca había estado en terapia, estoy un poco nervioso, doctora. Nunca pensé que sería tan difícil expresar un sueño. El caso es que ha sido tan recurrente que me alarma. Aunque la verdad, siento mucha vergüenza. Usted me ve aquí, como una persona normal, y no quisiera que después de contarle mi sueño termine por diagnosticarme como enfermo mental. Aunque claro, yo lo comprendería, soy La Testadura no. 68
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un profesional de la salud. Soy médico cirujano. Llevo varios años ejerciendo. Todo estaba bien hasta que comencé con estos sueños. Creo que necesito ayuda psicológica. Cierto, como dice usted, el primer paso es haberme decidido a tomar terapia. Okey, entonces respiro y comencemos. Bueno, pues sucede que tengo un sueño recurrente, más bien una pesadilla donde soy algo así como un asesino. En mi pesadilla ataco a un hombre, corto su piel como si rebanara bisteces. Es enfermizo, lo sé. Sólo recuerdo llegar a casa, aunque no es mi casa. Me parece familiar pero no la reconozco. Es una casa senciLa Testadura no. 68
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lla de mampostería. Las casas aledañas parecen idénticas, creo que son casas de interés social. Adentro la televisión está prendida. Hay una película pornográfica. La casa está sucia, huele a podrido; veo a una mujer hincada restregando el piso. Me siento confundido y asqueado. Siento una presencia en la sala, en el sillón, avanzo hasta ahí pero únicamente hay un vaso vacío. La mujer parece notar mi presencia, friega lentamente el piso pero no me mira. Me viene mucho temor, no sé por que. La mujer derrama pinol y el ambiente, lejos de oler a pino, se inunda de un olor a alcohol. Reculo para alejarme y La Testadura no. 68
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salir, pero es ahí cuando una sensación de peligro y miedo se incrementa dentro de mí. Es como si presintiera una desgracia. Escucho un rumor, hay una estática, algo maligno acercándose, crispando mi espalda. Intento huir pero no puedo. Comienzo a sentirme tan pequeño, indefenso. Cierro los ojos y aparece en mi mente un rostro demoniaco. Tiene una mueca estúpida, burlona. Una voz cavernosa de ultratumba me habla. Por instinto retengo la respiración. El espacio se electrifica y el vaso en el sillón explota, siento las esquirlas rasgando mi garganta. ¿Qué si bebo?, pues comúnmente lo hacía en La Testadura no. 68
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ocasiones especiales, y en poca cantidad. He sido una persona alejada de los vicios. Me gusta el orden y la higiene. Sin embargo, las veces que asistí a alguna fiesta y tomé un par de copas, me relajé lo suficiente como para dormir sin tener esta pesadilla. Comencé a tomar un whisky antes de dormir, pero sólo funcionó durante un tiempo. La pesadilla comenzó a partir del décimo aniversario de la muerte de mi madre. Llevábamos una relación armónica. Ella era una persona tranquila, dedicada a su hogar y su familia. Era una buena mujer. ¿La relación con mi padre?, difícil. Para mí es un homLa Testadura no. 68
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bre forjado a la antigua; una figura de autoridad; “el señor de la casa”. Es un tema aparte. Mejor continuamos. Recuerdo que luego de lo ocurrido en la casa, el escenario cambia, ahora estoy de pie observando a un hombre recostado sobre una mesa. Parece dormido, no se da cuenta que lo observo. No, no sé quien es. Es un hombre con la piel ajada, desaliñado, parece un indigente aunque esté vestido completamente de blanco. Ahora estoy en lo que parece un cuarto de cualquier casa, sin muebles, con las paredes descarapeladas por la humedad. Es en lugar poco iluminado. Se escuchan ruiLa Testadura no. 68
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dos de la calle, los coches, el clásico barullo de la gente. Recuerdo tener sed, llevarme un vaso vacío a la boca y, es extraño, pero luego de bajar el vaso todo cambia. El ambiente nuevamente está cargado de electricidad, de tensión asfixiante. Pero ahora no tengo miedo, es diferente, siento una mezcla de excitación y alivio. Otra cosa es que puedo oler algo parecido a la sangre, o eso creo, era como probar el sabor terroso y metálico en el aire, probaba sin probar, ¿me comprende? Pero creo que lo peor es reparar en el hombre: ahora se encuentra desnudo, amarrado, amordazado y con jirones La Testadura no. 68
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y jirones de piel colgando de su cuerpo. La sangre se mezclaba con el sudor provocando una mezcolanza de olores agrios y salinos. Intentó nuevamente beber del vaso vacío, y después veo caer sus manos cercenadas. Sí, veo en mi mano un machete goteando remiendos de piel. El hueso rojizo asoma en los muñones. ¡Ay doctora, es muy difícil decir lo que pasa después! Okey, respiro profundo. Bueno, pues, le amputo las piernas. Sí, también lo hago, hasta las rodillas. Mutilo manos y piernas, queda un harapo batido en sangre. Aquí me viene mucha lástima. No, doctora, no imagino lo que La Testadura no. 68
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pueda significar. No, tampoco sé porque haya tanta violencia. ¡No, jamás sería capaz de realizar algo tan abominable! Sí, a lo largo de mi vida si fui agredido, mucho. Pero nunca deseé algo tan vil para mis agresores. Hay algo que sucede en esta parte de la pesadilla. Recuerdo que dejo de pensar en la víctima como un hombre, lo veo como un objeto indeseado, incluso pienso que sólo destruido tendría una función en esta vida. No sé de donde surge esa idea. Aquí viene una ligera sensación de placer, más bien una sensación tenue de estabilidad. Creo que surge a partir de la idea de su desintegraLa Testadura no. 68
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ción mortal, pero siempre y cuando mantenga su espíritu. Siento como si fuera un castigo para toda esencia demoníaca. No, doctora. No lo percibo físicamente como un demonio. Sí, tal vez exista alguna relación con la imagen previa en la sala de aquella casa, pero en este punto las sensaciones son distintas. En la primera parte de la pesadilla hay miedo, asco, dolor, confusión. En cambio, en esta parte, me siento liberado aunque por momentos, triste. ¿Placeres en la vida, en los días comunes? Muchas cosas… supongo. ¿Cuales?, comer, una buena copa… que sé yo. Cierto, no soy La Testadura no. 68
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asiduo a las bebidas alcohólicas, pero no por ello niego el placer de un buen vino, una buena cena y buena compañía. No, no soy casado. Creo que tengo una vida plena así como estoy. Aunque nunca me negaría a conocer a alguien especial con quien compartir un poco de mi vida. Sí, sexualmente supongo que sí tengo plenitud. Con todo respeto, doctora, no creo que el origen de mi pesadilla se encuentre en mi vida íntima. No, no me incomodan para nada estas cuestiones, es sólo que me reservo comentarios en ese tema. Sí, me agrada mucho mi profesión. Tanto como obligado a salvar vidas, no. Pero La Testadura no. 68
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soy un profesional, intento hacer mi trabajo correctamente, y resulta maravilloso si con ello puedo salvar la vida de las personas. Es difícil imaginar la causa del por qué tanta saña en mi pesadilla. Como lo acaba de decir, soy una persona cabal e íntegra. ¿Cuál creo que es la causa de cortarle las manos al hombre?, creo que tiene que ser la funcionalidad del individuo: sin manos nos privamos de realizar muchas cosas, haciendo una proeza llevarlas a cabo. Supongo que lo de las piernas es por la misma razón. Pienso que trataba de imposibilitarlo, hacerlo un objeto inservible. ¿Cómo imagino sentirLa Testadura no. 68
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me después de tal barbaridad?, tengo muchas sensaciones negativas. Veo al fulano ahí tendido, asfixiado, derrotado, cansado de la vida; extrañamente creo identificarme con él, aunque es absurdo. No, ahí no termina la pesadilla. De repente siento una gran ira. Necesito agredir ese cuerpo sanguinolento, prolongar su sufrimiento y trasminar su espíritu. Deseo que el hombre permanezca agonizante para sentirse totalmente vulnerable. No, doctora, no sé por qué. Quiero que esté temeroso del aire que respire, de su saliva, de cada voz escuchada, cada roce de otras manos. Siento como si debiera teLa Testadura no. 68
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ner pavor del contacto con otras personas. Lo que sucede después es que veo su rostro demacrado, fláccido, parece muerto; pero me alegra mirar su pecho hincharse levemente, tiembla apenas. En un acto repetido, vuelvo a llevar el vaso vacío a mi boca. A través del cristal veo un bulto rojizo sobre la mesa. Después la escena cambia, ahora me encuentro empuñando un escalpelo, cercenando los globos oculares del hombre. Los tendones unidos al cráneo resisten, pero un par de cortes más son suficientes. El hombre se agita, convulsiona; masculla con la mordaza en la boca; mueve los muñones La Testadura no. 68
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ensangrentados, intenta detenerme pero estรก bien amarrado a la mesa. Comienza a carraspear, al parecer se estรก asfixiando, debe tener la garganta desgarrada, la mordaza se torna rojiza y babosa. Tomo con ambas manos su rostro deformado y lo miro profundamente para guardarme la horrorosa imagen. Al verlo de cerca, odio su fuerza disminuida, su inutilidad, el olor rancio de su cuerpo. El hombre entra en shock, parece que morirรก pronto. Le quito la mordaza y veo su lengua saliendo como un gusano rojo en medio de sus dientes cariados. En un movimiento rรกpido meto mis dedos en su boca, jalo la La Testadura no. 68
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lengua y se la corto con la saña de un carnicero. El hombre reacciona instintivamente sólo para reventarse la garganta en alaridos, vomitando pedazos de piel antes de perder la conciencia. Luego contemplo un rato al monstruo sobre la mesa. Sus estertores parecen súplicas por un descanso eterno. Otra vez el vaso vacío, y la siguiente imagen es el bisturí sobre los genitales del hombre a modo de estocada. ¡Ay doctora entonces despierto cubierto de sudor y culpa!... Se disipa cuando su voz por las mañanas adquiere un significado angelical que bien puede significar mi muerte. Nada parece real La Testadura no. 68
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ahora. La muerte es algo que espero desde hace tiempo. Le rezo cada día, a veces parece venir, fervientemente espero que así sea, pero luego escucho tu plática, estoy vivo, maldigo estarlo. Aun así me esfuerzo para ponerle atención. Después de todo no tengo más que ella pero no logro captar detalles de su plática, ya no comprendo lo que dice. Su voz se ha vuelto un simple sonido; las palabras han perdido significado, su lenguaje es un código indescifrable. Ay pero el timbre de su voz es lo único cierto y perdurable ¡Cómo quisiera morir llevado por el timbre de su voz! En instantes quisiera tocarLa Testadura no. 68
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la, acariciar nuevamente su cara que vuelvo a imaginar de niña. Su sonrisa sincera, tierna, buscando mi aprobación en cada gracia que hiciera. Recuerdo su mirada llena de vida, emocionada, inquieta por descubrir el mundo. Como quisiera recorrer con los dedos su cabello, enredarlos en ellos, retener la sensación de ligereza y suavidad; y retirar de su frente el mechón que oculta la luz de su mirada. Reposa mi niña su rostro en mi regazo. Todavía persiste el fantasma sensorial de sus mejillas en mis manos ¡Las manos que ahora ya no tengo! Por eso aquella dulzura no debería guardar ninLa Testadura no. 68
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guna significación ahora, no por mi condición de mierda: un cuerpo inmóvil, inútil, sin poder ver ni hablar, sólo escuchar. Y a veces ni siquiera eso. El penúltimo sentido que me queda se atrofia al paso de los días. Mi cerebro ha decidido desvariar con los sonidos que percibe. Ha preferido encontrarle un nuevo sentido a las palabras, las expresiones, los tonos, todo. Cada vez son más los lapsos de pelea entre lo real y lo abstracto. Peleo conmigo mismo, con mi mente y con los recuerdos. Por eso aún retengo la intención de su voz, me aferro a su gracia lejana que no veo ni percibo. Pero cada vez La Testadura no. 68
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resulta más doloroso. Es como tener una linterna apuntando en total oscuridad. Cuando ella está aquí, cuando habla, enciendo la luz que se proyecta hasta perderse en la nada. Y no importa cuanto intente mirar en lontananza el rayo de luz, flanqueado y limitado por la negrura, siempre pierde. Pero tan sólo el intento conlleva la esperanza de permanecer un día más cuerdo. Aunque a veces ya no sé para qué. Me estoy rindiendo mientras ella continua hablando, procura darme paz en medio de esta puta desgracia. ¡No, no es paz sino martirio! Me enfurezco y pienso que ella debe gozar con mi La Testadura no. 68
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condición. Tal vez hasta blasfeme en mi contra al darse cuenta que ya no comprendo sus palabras. Es mejor hacerlas sonidos insignificantes e irme lejos en mi vacío, desaparecer de alguna manera de esta pocilga. No puedo hacer otra cosa, arrebatado del mundo, muerto con el alma enclaustrada en un cuerpo, ¡Qué digo cuerpo!, un amasijo de piel y sangre. ¡Pero no, ay mi pobre niña!, la culpa no es tuya, ¿Cómo puedo pensar algo así? Es sólo que recluido en mi propio cuerpo soporto lo indecible. No hay peor castigo que saberse vivo en una tumba que caga y mea. Paso los días tumbado como un La Testadura no. 68
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bulto llenándome de silencios y oscuridades, sintiendo como me bato en mis excrementos y llegar a darme cuenta de esta asquerosa manera que aún respiro. Miserable es el alivio cuando meo porque los orines tibios reconfortan las escaras en mis nalgas. Pero luego, cuando la humedad se torna fría, sólo me remiten al abandono por todo sentimiento caritativo. Dios mío ¿por qué el castigo ha sido tan severo? Sumergido en mi propio cuerpo sólo espero la muerte. Quisiera morir para ver la luz que me han arrancado. Así sea la luz infernal ¡Quisiera ver algo! ¿Por qué duele tanto la purificación de mis La Testadura no. 68
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pecados? Quisiera saber cuanto tiempo le resta a este martirio, regalaría mi alma a quien lo supiera. Pero nadie quisiera un alma tan podrida en este calabozo de mierda. Ya hasta he perdido la noción del tiempo, no sé cuando debo despertar o dormirme. Lo peor es que también comienzo a confundir los estados de conciencia. A veces creo estar soñando, sueño que mi alma ha salido del cuerpo y desde arriba veo la cotidianidad. Pero luego, los calambres en la espalda me recuerdan que estoy despierto. El supuesto vuelo místico no fue más que una trampa de mi cerebro para salir de esta priLa Testadura no. 68
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sión. Mi mente desvaría trayéndome imágenes bizarras: miro dentro de mi cuerpo porque al extirparme los ojos la mirada se ha vuelto inversa. Analizo cada recoveco de mi garganta, de mis pulmones, recorro venas y arterias como si fuera el hilo conductor hacia la salida. Puedo pasar horas perdido en mi biología. Y luego vienen otros desvaríos como una cadena de absurdeces donde me pierdo: las lágrimas son piedras rodando por las mejillas, cinturones negros como serpentinas laceran mi sombra que se desgañita de dolor, los sonidos son mineros enanos que entran y salen de mis orejas, la cara de mi La Testadura no. 68
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niña hace muecas para espantar zombis detrás del espejo, animales con lengua de víbora, cuerpo de toro, ojos de murciélago y garras de tigre corren asustados por ladridos y maullidos de gatos en lo que creo es la noche. Después de tanto enloquecer, cuando el hambre me atosiga, comienzo a mover la lengua faltante pensando en comida que quizás no tengan la apariencia ni el sabor que recuerdo. ¡Qué suplicio ser un bulto esperando ser alimentado! Siento la cuchara entrar a mi boca y verter grumos insípidos. Ya no puedo paladear nada y con ello la posibilidad de saber lo que trago. No basta que La Testadura no. 68
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el olfato sea más aguzado para advertirme de alimentos incomibles, termino tragando cualquier cosa. ¿Y tú mi niña, cómo sobrellevas este martirio? Aun conservo recuerdos cuando te alimentaba, cuando destapaba la papilla y balbuceabas emocionada. Ahora yo trago papillas y me siento asqueroso. De nada sirvió el intento de morir de inanición, de negarme a abrir la boca porque siempre soy obligado a comer. ¿Cómo puedo defenderme si no tengo manos, ni piernas, ni ojos o lengua para maldecir la crueldad que me prodiga la actual vida? ¿Cómo puedo morir con dignidad, en mi situación, sino La Testadura no. 68
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es a través de la inanición como último recurso del suicidio? Discúlpame mi niña, yo sé que sólo tratas de cuidarme. ¡Ay mi niña que siempre vienes y posas la mano en mi frente! Procuras darme ánimo aunque no entiendo para qué. Es tu espíritu piadoso el que te motiva a cargar con este saco de porquería. Mi niña, piedad sería matarme. Ojalá pusieras la almohada en mi rostro hasta asfixiarme. Pero es inútil comunicarme contigo por más que bufe. Tú no entiendes y aunque lo hicieras sé que tú no me asesinarías. ¡Ay, pero el silencio dentro de mí!, y la poca conciencia que me queda surge La Testadura no. 68
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como un demonio estridente reventándome el cerebro y el alma ¡Perdóname hija, perdóname por haber sido así contigo! ¡Perdóname por haberte causado tanto daño! Aquí están de nuevo ¡Ay, los recuerdos y la culpa no me dan tregua!… Que hubiese deseado, que rogué a todo lo divino en algún instante ahora muy lejano. Cuando tus pisadas retumbaban como truenos imaginándome romperían el piso que me sostenía. Tus manos como fuetes castigaban mi rostro y mis nalgas mientras imploraba por la tregua que reiteradamente prometías, y que rompías a cada botella vacía. Tú que dentro del La Testadura no. 68
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amor engendrabas la semilla del mal. Tus demonios corroían tus entrañas mientras los consentías. ¡Maldita la hora que buscaste exorcizar a tus demonios ahogándolos en alcohol! Pensando que para ver la luz tendrías que tocar el fondo de la noche. Fueron años, papá, años de golpes y vejaciones que hicieron llagas en mi inocencia. Pretendías ocultar la mala entraña bajo los efectos del alcoholismo. Odiabas a la vida pero hiciste de la mía un refugio para tus derrotas. Sobrio eras el hombre taciturno que encontraba motivación en mi sonrisa. Aferrado a mi inocencia esperabas un milagro que nunLa Testadura no. 68
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ca llegaría. Borracho eras el diablo, pero sólo mientras durara la borrachera, porque siempre volvías a la mediocridad por la mañana. ¿Cuándo decidiste dejar tu marca de tirano en mi piel, maldito estúpido? Derramaste tu maldad contra mi madre continuamente, marcaste su rostro con verdugones, ocultaste tus molestias humillándola. La carencia de tu espíritu no podría ser mayor que la de alguien más, ¿verdad? Pobre de mi madre. ¿Y para qué tanta violencia? ¿Para despotricar luego contra su enfermedad, cuando el único culpable eras tú y la manera cobarde de imponer tus miserias? ¿Cómo La Testadura no. 68
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pudiste convertirte en un golpeador de mujeres? Nunca comprendiste que tus sentimientos de inferioridad sólo enterraban la poca dignidad que pudo haberte sacado de la nefasta vida que creaste. Deseabas un mundo prehistórico, donde la muerte y la agresividad son caras de una misma moneda, y yo sin tener atisbos de ellas, comencé a tenerlas presentes. Sí, yo era tu niña, lo sé, pero me enseñaste que el dolor prepondera la existencia. Mi rutina fue verte borracho, primero ver golpear a mi madre, y luego a mí. Para que al final cuando la borrachera te hubiese pasado, escucharte pedir perdón La Testadura no. 68
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deshecho en lágrimas. Y yo, estúpidamente alucinada de ti, sólo podía perdonarte. Ni siquiera las marcas en las piernas y espalda me hicieron odiarte. Mi mente infantil justificaba tus arranques sádicos con actitudes de “gente grande” que yo no podía comprender entonces. Sólo tuve de ejemplo la derrota del espíritu trasminando en mi inconsciente: tumbado en el sillón con un cuarto de ron barato en la mano, mirabas las tetas de Sasha Montenegro en una de tantas películas de ficheras; con ojos rojizos, enfermos, lujuriosos, calculando el tiempo para salir del agujero y volverte el despiaLa Testadura no. 68
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dado que se lleva a la puta más buena, cuando en realidad sólo estabas cavando una tumba cada vez más profunda. Fuiste olvidando tus prioridades por imaginaciones arrabaleras. Perdiste tantos trabajos por estar pensando que eras mejor persona para esa clase de empleo. Te sumiste en la mediocridad de los mitómanos. Durante años debilitaste la salud de mi madre hasta destrozar su cuerpo, sus nervios, su espíritu. Un infarto cerebral fue el regalo más ruin que le diste. Falleció después de estar confinada a una cama. Ahora no puedo dejar de pensar en ella. En su actitud sumisa, tolerante, simLa Testadura no. 68
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biótica. Parecía una extensión de tu miseria. Respiraba por si sola pero el nexo contigo era más fuerte que su propia sobrevivencia. Me pregunto que hubiese pasado si hubiera tenido un momento de lucidez o valentía y te hubiese abandonado. Seguramente hubiese roto el encierro social al que fuimos objeto. Poco a poco los tres nos atrincheramos, incomunicándonos de otras personas, nadie debía involucrarse en nuestra burbuja de autodestrucción. Retrocedimos a una época primitiva y patriarcal, dispusiste de la vida de mi madre, y yo, en una extensión de la simbiosis también fui tomada. RomLa Testadura no. 68
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piendo con el tabú de la sociedad y los sentimientos de culpabilidad. Transgredimos el complejo de Electra. La vida se volvió un triángulo padre-madre-hija con un alto grado de narcicismo. Me convertí en la prolongación de la pareja, la receptora de amor y odio, sin dejar a un lado las características de hija y niña de papá. ¿En que momento se formaron los mecanismos psicológicos de desinhibición y tendencia edípica mal canalizada? Por eso al crecer, gracias a un efímero instinto evolutivo, luché para alejarme de ti, tenía que olvidar cuales eran mis raíces. Pero la sangre llama y la tuya me hipnotiLa Testadura no. 68
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zó para encerrarme en la caverna de tus vicios. Ahora también soy alcohólica, acostumbrada al dolor, la depresión y la derrota como para arriesgarme por otra vida. Fui corrompida desde niña por tu deplorable ejemplo. Hoy escucho los problemas de otros, me dicen doctora, y sólo pienso que si en verdad tuviera dotes para sanar el alma, al primero que hubiera sanado hubieses sido tú. Ay, papá, yo me siento como el bote de basura donde todos vienen a escupir sus mierdas. Así cada vez fui sintiendo más cerca tu sombra. Por mucho tiempo me negué a aceptar que muchos aspectos de nuestra hisLa Testadura no. 68
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historia personal se repiten por la relaciones entre padres e hijos. En los niños el aprendizaje por imitación se vuelve más intenso y desgraciado cuando las conductas son nocivas; siempre lo malo es atractivo. Consecuentemente, debido a una infancia difícil, la personalidad se forja de manera endeble. No posee los mecanismos psíquicos adecuados para enfrentar la realidad. El súper yo del individuo permite al inconsciente apoderarse del control. La parte bestial y oscura predomina, quebrando el equilibrio que todo sujeto debe tener. Hoy tengo tu vicio, escucho con resaca a los miserables en La Testadura no. 68
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mi consulta que creen ser los únicos sufriendo. Cuando ni se imaginan que estando sola únicamente quiero destruirme. Las pulsiones de muerte son demasiado intensas. El yo busca el mecanismo de represión idóneo para frenar el embate de la locura: niego que sea alcohólica, racionalizo el por qué de mi desesperación, sublimo mis deseos hacia algo benéfico para evadir la naturaleza de mi espíritu. Pero al final, cualquier intento se queda corto. Me embriago hasta perder la noción de tiempo y espacio. Después incluí a mi destrucción el aspecto sexual. He fornicado con hombres que apenas La Testadura no. 68
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conozco en algún bar. No importa su condición o características físicas. Simplemente necesito sentirme humillada en cualquier calle oscura, en el auto, en el baño de algún bar o en moteles donde al despertar lloro hasta llenarme la garganta de moco y saliva, sintiendo la vagina y el ano dolorido; la carne magullada y el sabor amargo en mi lengua escoriada por el alcohol. He agredido a mis amantes ocasionales, en un episodio neurótico disfrazado, sólo para recibir maltrato y golpes que me hacen sentir insignificante. Hundida en un agujero conocido del cual ya no deseo salir. Sin embargo, llegó La Testadura no. 68
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el momento que el alcohol y los maltratos ni siquiera me sosegaban. Intenté ser violenta, agredir al mundo, confundir a mis pacientes con consejos malintencionados. Utilicé el momento de la transferencia entre medico-paciente para satisfacer mi degradación sexual con hombres y mujeres por igual. Algunos intentaron suicidarse al no saber como lidiar con sus pulsiones de vida y muerte. Mientras tanto, el paliativo que les daba era mi sexo indolente, ellos lo tomaban sin percatarse que sólo incrementaba su neurosis y psicopatologías. Entonces conocí a alguien con el cabello relamido y las mejiLa Testadura no. 68
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llas perfumadas. Jamás hubiera pensado que dentro de él estuviera lo peor de nosotros. Era en apariencia un hombre íntegro, exitoso, autosuficiente. Pero en realidad, en su interior habitaba un espíritu reprimido, desconocido. Sufría de unas pesadillas terribles. Comenzó a beber en demasía. Perdió su trabajo. Sus malestares psíquicos se incrementaron. En su mente se mezclaron los recuerdos infantiles, traumáticos y deprimentes, con un estado actual y real que le produjo una disgregación psíquica. Desarrolló todos lo síntomas de un psicópata en potencia. Su adicción alcohólica desinhibió sus La Testadura no. 68
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conductas agresivas y violentas. Esta conducta se relacionó a trastornos de personalidad, sentimientos pananoides, inseguridad y un marcado sentimiento de inferioridad. ¡Cómo no, si tuvo un padre alcohólico que asesinó a su madre! ¿Encuentras similitud con alguien? Ahora el padre pretende expurgar su culpa en una gran cárcel. En cambio yo, para ti, decidí construirte una cárcel a tu medida. ¿Cómo? Pues te diré que tuve varias sesiones con aquel demente antes de percatarme del monstruo en su interior. Vi en sus pupilas enrojecidas algo más que desesperanza. Entonces decidí ayudar a La Testadura no. 68
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liberarlo ¿Para qué perder el tiempo proponiendo carceleros, construyendo prisiones para el Ello, la entidad más oscura, irrefrenable, instintiva de nuestra mente? ¿Para qué realizar un exorcismo psicoanalítico si la expresión demoniaca demuestra una parte vital de algunos seres? ¿Para qué reprimir nuestra propia naturaleza? ¿Qué no sería mejor confrontar la oscuridad en plena comprensión de su existencia? ¿Por qué temer a aquello reprimido por considerarlo negativo cuando ni siquiera lo hemos visto? Él poseía la personalidad que nosotros nunca tendríamos aunque estuviéramos cerLa Testadura no. 68
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ca. Sin embargo, como hubiese sido, ahora soy más tu hija que nunca. Al fin reconozco que mi personalidad es producto de una relación incestuosa, sadomasoquista y alcohólica. Al escuchar las terribles pesadillas de mi paciente, deseé convertirte en un animal totémico, aquel que asesinado en manos de su estirpe se vuelve más poderoso, con la variante que encausaría tu jerarquía en un fetiche al cual amara y temiera sin que los impulsos afectivos, el remordimiento y la culpabilidad, fueran una loza paralizante sobre mi deteriorada alma. Sólo me hacía falta la forma, el valor y un ápice de locura para La Testadura no. 68
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realizarlo. Entonces apareció él, con traumas similares pero pulsiones destructivas mayores. Y regresé para renovar la única forma triangular que conozco de la vida. El resto de la historia ya la conoces. Ahora me recuesto a tu lado, pareces dormido. Tengo los sentidos embotados, estoy borracha otra vez. Él me toma muy fuerte de los brazos, me lastima. Me besa con violencia, nuestros alientos mezclan su amargura. Su violencia me trae recuerdos de la infancia: tu sonrisa estúpida y mi alegría por saberte mi padre. Él levanta mis piernas, las pone sobre sus hombros. Siento como me penetra. Tomo una sábaLa Testadura no. 68
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na y me cubro contigo el torso y la cara. Giras la cabeza al contacto con la tela, no estabas dormido, sólo veo el vacío en la cuenca de tus ojos. Mi respiración se excita, jadeo herida. Tú ni siquiera te alteras, estás derrotado. Acaricio con el dorso de la mano tu mejilla. Él arremete una y otra vez. Es nuestro demonio personal sometiendo con sus garras a tu niña. Nadie puede salvarnos. Estamos conectados en un nuevo triángulo que por sus ángulos resbalan gotas de alcohol y locura.
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Ilustraciones:
Yoyita Nació en Suramérica, estudió el doctorado de Ciencias de la Comunicación en España, 1998. Publicó una temporada varios libros de poesías y relatos en Internet. Autora de los trabajos “Pensares de Ciudad Arrilxtugvín” y “Cuentos y poesías de Bandiakjmmá”. Trabaja en Medios de Comunicación.
La Testadura es una publicación que promueve el ejercicio literario. Es gratuita pero puedes dejar una cooperación, la cual es voluntaria. Tus donativos sirven para imprimirlas y para organizar lecturas literarias, también gratuitas. DONATIVOS: Banamex, Sucursal: 7007; cuenta: 4483907; CLABE interbancaria: 002680700744839077 a nombre de: Mario Eduardo Ángeles González.
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Eder León Camarillo (Orizaba, Veracruz 1982) “Enzo la Loba” Mención honorífica en el Premio Nacional al Estudiante Universitario “Sergio Pitol” 2007. Finalista del concurso internacional de microficción “Garzón Céspedes” 2008, convocado por la Cátedra Itinerante Iberoamericana de Narración Oral Escénica con sede en Madrid, España. He sido promotor, camillero, auxiliar administrativo, auxiliar de almacén, docente en área social y humanidades, asesor comercial, abogado, desempleado y lo que se acumule.