Coordinación editorial: Mario Eduardo Ángeles. Jefe editorial: Erich Tang. Textos: Christopher Guadalupe Sánchez Pacheco. Fotografía: Miguel Escamilla (p.: 2, 7 y 10, Mo. Eduardo Ángeles (p.: 14, 19, 23, 38 y 42) y El Santo Pulpo (p. 31). Diseño: Mo. Eduardo Ángeles. Correctora de estilo: Lizeth Briseño. Consejo Editorial: Manuel Bañuelos, Miguel Escamilla, Salvador Huerta, Pedro M. Serrot, Erich Tang, Mo. Eduardo Ángeles, Jesús Reyes. Contacto: latestaduraliteraria@gmail.com latestadurliteraria@hotmail.com México, 2012. Los derechos de los textos publicados pertenecen a sus autores. Cuida el planeta, no desperdicies papel.
Christopher Guadalupe SĂĄnchez Pacheco 13/10/91 Chilpancingo, Guerrero Nick: No importa NingĂşn reconocimiento Estudio literatura en la UAG
A lo largo del dĂa El rescoldo del amanecer Historia de un hombre calvo al despertar Amores que se estiran con el tiempo La lengua de Arianna
Imparte: FLORENTINO CHĂ VEZ Informes: al 442 342 2513 Con Erich Tang o al correo: latestaduraliteraria @gmail.com
dise単o: manuel ortiz
A LO LARGO DEL DÍA
A LO LARGO DEL DÍA 7:15 am Él es Raúl y ella es Martha; sus relojes circadianos están sincronizados con una precisión tan exacta que ambos se levantan todos los días a la misma hora. Hoy es miércoles, el tintineo del móvil de cristal colgado en el pasillo ha llegado hasta la habitación matrimonial, donde ellos, ya despiertos, se encuentran sentados en bordes opuestos de la cama, dándose la espalda. Luego, una vez de de pie, se encuentran y se abrazan, se besan y murmuran cosas mirándose con gestos de ternura. La Testadura
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7:20 am “Te amo” dice él en voz alta, mientras se lava los dientes en el baño; en la habitación contigua, donde ella yace desnuda eligiendo el vestido que usará hoy, sólo se escucha un gruñido ininteligible que ella interpreta correctamente y sonríe. “Te amo”, vuelve a pensar Raúl frente al espejo, esta vez sin decir nada, mientras imagina la esbelta figura de Martha; su cabello rizado y sedoso, larguísimo; la delicadeza de sus manos y sus pies; la expresión inocente de sus ojos... 8:45 am Entre las ocho en punto y las ocho veinte ha surgido una fuerte discusión que ha dejado a ambos en medio de un denso y pesado silencio de disgusto. “Voy a hacer huevos, ¿quieres?” pregunta Martha, con el deseo apático de que Raúl no quiera. La Testadura
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“No, gracias. Es muy tarde, mejor me llevo un plátano para el camino” contesta Raúl, queriendo; luego, sobre la mesa donde aún reposan los platos utilizados en la cena de la noche anterior, coloca el plátano que acaba de tomar del frutero para poder ajustarse la corbata. Sabe que olvidará recogerlo. Faltando cinco para las nueve, se marcha dándole la espalda. Hubiera querido darle un beso. 9:17 am Sobre la mesa recién escombrada Martha sirve los huevos y los come a ritmo lento y desganado, la mirada baja y ausente; son los huevos con mejor sabor que se hayan cocinado nunca. Nadie lo sabrá jamás, ni siquiera Martha vomitándolos a las nueve vein-ticinco. 2:00 pm Martha está acostada sobre la hamaca La Testadura
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del zaguán; los dedos de su mano izquierda cuelgan por un costado y hacen caricias circulares en el piso de duela. Luego de colgar, tras casi media hora de charla telefónica, despeja su frente cubierta de bucles erizados, mientras suspira larga y hondamente: un exnovio de la preparatoria… dice que aún la ama. 3:45 pm Tus hijos y mis hijos nunca se conocerán, tus nuevos conocidos no sabrán de mí, y esporádicamente, con la memoria empañada por la bruma del olvido y la distancia, yo te recordaré en medio de personas que tampoco se enterarán de tu existencia…
Martha devuelve al alhajero aquel La Testadura
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papelito roído y arrugado; nota entonces que la pequeña caja está llena de mil chucherías sentimentales entre las que sobresalen apenas unas cuantas de las prendas que le dan el nombre. 5:10 pm Martha sale a la calle; un vestido gris diametralmente distinto a aquel que había elegido con total seguridad y firmeza en la mañana, recubre su silueta hasta la mitad de las piernas. El viento de la tarde golpea frescamente su cara empujando el cabello liviano hacia su espalda. Sus tacones resuenan armoniosamente en el asfalto. Al pasar por un parque se detiene un momento para mirar a una triada de niños que juegan a la pelota, se sienta en una banca para contemplarlos mejor. A su espalda yace el jardín de los jazmines, y frente a ella un chico que la observa La Testadura
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estupefacto sin que ninguno de los dos se dé cuenta. En su imaginación él la desnuda como si la conociera: con los tres lunares en la espalda y la pequeña cicatriz detrás de la rodilla izquierda. 5: 37 pm Martha se encuentra en el interior de una farmacia, una mujer de su edad pero mucho más vieja en apariencia es quien la atiende. Martha tiene la sensación de haberla visto antes y recuerda vagamente un patio de vecindad lleno de charcos y macetas. Es muy extraño – piensa, siendo introspectiva- lo que se experimenta al evocar los recuerdos de la infancia. “Buenas tardes”, “Buenas tardes, ¿en qué puedo servirle?”, “Deme una prueba de embarazo por favor”. La mujer camina hacia el interior del pasillo y al cabo de un rato regresa con lo que Martha le ha La Testadura
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pedido entre las manos. “Aquí tiene”, “¿Cuánto le debo?”, “Cincuenta pesos”, “Tome, muchas gracias”, “De nada, vuelva pronto...”, “¿Sabe?, su rostro me resulta familiar, ¿ya nos hemos visto antes?”, “No lo creo...”, “Usted es Paty ¿verdad?” 7:00 pm “Buenas noches” dice Raúl, entrando por la misma puerta que cruzó hace varias horas; al llegar al comedor se quita el saco colocándolo sobre la mesa, sobre el plátano, y como su saludo no recibe respuesta decide caminar hacia la sala, donde se encuentra con Martha, que está sentada sobre sus propias piernas mientras mira la televisión. Se acerca, y postrándose a su lado le dice algunas cosas en voz baja, besa su mejilla y luego intenta abrazarla, pero ella no responde. Entonces, Raúl, molesto y frusLa Testadura
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trado, se pone de pie y se marcha rumbo a la habitaci贸n: d谩ndoles la espalda.
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EL RESCOLDO DEL AMANECER
EL RESCOLDO DEL AMANECER Está amaneciendo, el cielo conquista paulatinamente su primera claridad, cuatro hombres y tres mujeres yacen acurrucados a mitad del campo en torno a una desfalleciente fogata, un octavo los observa a todos mientras come un elote asado. No ha podido conciliar el sueño en toda la noche, los ojos le arden, también los labios a causa del frío; el simple hecho de estirarlos le hace sentir como si el rescoldo que el viento alborota le cayera sobre la boca. El aire es heladamente seco, le arde también al respirarlo. Se siente aburrido, así que toma un buche de mezcal La Testadura
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y lo escupe sobre las brazas, el fuego se reanima y él aprovecha para poner a asar un nuevo elote, mismo que saca del costal etiquetado con las iniciales de su nombre. Nadie despierta aún, si quisiera podría robar algunos cuantos de los otros costales, pero él es un hombre honesto. Apachurra con el huarache un chapulín que andaba por ahí, cerca del hombro de su amada que duerme profundamente envuelta en un sarape. Han anunciado su matrimonio para el mes entrante, los padres de ambos han designado que así sea. Sin embargo, el hecho de que el matrimonio se lleve acabo o no, depende enteramente de don Juan, el hombre que brinda el servicio de transporte a las personas del pueblo, puesto que si ha amanecido con resaca no podrá ir a recoger a tiempo a los diecisiete hombres que ya lo esperan La Testadura
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parados a orilla de la carretera, con bastimento y herramientas en mano, a ochenta kilómetros de ahí; mismos que la comisaria dispuso para construir la nueva escuela, y uno de los cuales (si la botella de aguardiente no surtió su respectivo efecto en el organismo de don Juan), enamorará a la futurible esposa de nuestro amigo y se fugará con ella. Mientras tanto, él yace tranquilo frente a la fogata, comiendo su elote, sin sospechar nada.
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HISTORIA DE UN HOMBRE CALVO AL DESPERTAR
HISTORIA DE UN HOMBRE CALVO AL DESPERTAR Te despiertas una tarde de verano después de haber dormido todo el día, percibes la humedad en el aire y la opacidad en las cosas. Afuera está nublado, ¿lloverá o no lloverá? Dudas mientras te rascas el mechón de pelo que aún crees tener en la cabeza. Tatiana, la vieja gata que te regaló Laura, -tu sobrina favorita- cuando aún era una niña, yace igual que siempre sobre tu regazo, ella suele ser lo primero que ves, oyes, hueles y sientes cada mañana al despertar, todos los días su pelaje pardo acompañándote en la cama. Se frota contra ti en cuanLa Testadura
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to se da cuenta de que ya te has despertado; aunque por otra parte, cabe también la posibilidad de que sea todo lo contrario, y que seas tú el que se despierta al notar su cuerpo friccionando al tuyo; pero, para qué divagar, si afuera todo está nublado, si afuera va a llover o no, y todo lo gris que hay en el cielo es el preámbulo de una tormenta o una triste pantomima. Hoy has despertado y ella no se frota aún, esa quietud tenía que suceder tarde o temprano en uno de los dos antes que en el otro, y aunque lo sabías perfectamente, no puedes evitar asustarte y arrojarla al suelo reprimiendo un grito de espanto y de dolor, de terrible y repentina pérdida. Piensas que más que una muerte fue una huida… un abandono.
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AMORES QUE SE ESTIRAN CON EL TIEMPO
AMORES QUE SE ESTIRAN CON EL TIEMPO Has salido a la calle con una blusa de tirantes con la intención de exhibir tus inmaculados brazos, delgados y libres de toda cicatriz, incluso la de las vacunas, que suele empañar los hombros de la generalidad de la gente. Subes al camión cuatro, pasado un rato este se detiene ante el llamado femenino de un “bajan”, y frente a ti, a dos asientos de distancia, ves erguirse a una señora que se dispone a bajar con las manos cargadas de bolsas de plástico con el emblema impreso de una cadena de supermercados; la sigues con la mirada hasta el final La Testadura
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del pasillo, donde desciende la escalera de tres peldaños que tú ya conoces a causa de haberla ascendido previamente. En seguida se integra un nuevo pasajero, y tú piensas: “¿El chofer se habrá detenido porque la señora dijo bajan, o porque aquél chico dijo suben?”. El nuevo integrante de la tripulación no rebasa los veinticinco años, es apuesto y de aspecto bastante refinado, entrega al chofer la cuota de su pasaje y le sonríe. El tintineo de las monedas se escucha hasta la quinta ventanilla, donde tú estás y lo miras aproximándose mientras pronuncia un “buenas tardes” general. Se detiene a medio pasillo y aunque ve el lugar vacío que acaba de dejar la señora de las bolsas, opta por no sentarse y viajar parado. Ahora te preguntas: “¿Le darán asco los asientos, o quizá tiene hemorroides?”. La Testadura
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Sin que te hayas dado cuenta el camión ya atravesó la cuadra, y a dos esquinas de distancia alguien más lo aborda, se trata de otro chico que sin mayores atenciones deposita las monedas en las manos del chofer sin mirarle la cara más de dos segundos, luego avanza por el pasillo sin saludar a nadie y hace a un lado al chico que viaja parado; se sienta en el lugar que desocupó hace unos instantes la señora de las bolsas y dice mentalmente refiriéndose al asiento: “todavía está calientito”. Su melena enmarañada repugna a la señora que está sentada a tu lado, pero a ti te excita. Aunque lo miraste muy poco te ha parecido guapísimo y te has enamorado de inmediato de su sensualidad vulgar. Miras detenidamente sus manos grandes y delgadas, cuanto desearías ser tocada por esas manos sucias con manchas secas La Testadura
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de pintura acrílica, pasas cinco minutos de tu vida pensando inútilmente en el buen sexo que podrían tener juntos. Tiempo más tarde, el camión se detiene nuevamente, y desde tu lugar miras emerger una cabellera pelirroja, un cuello, un busto, una cintura y todas las partes que lógicamente se suceden de arriba hacia abajo, en el cuerpo de aquella mujer que finalmente ves erguida en su totalidad al otro extremo del pasillo, junto al asiento del chofer, del cual sólo divisas el brazo derecho alargándose para cobrar. La mujer en cuestión tiene veintisiete años, cuantos la ven ahí dentro asumen que tiene varios menos. Ella camina hacia el fondo, indeliberadamente hacia ti, y sin quererlo tampoco, te mira, casi tan fijamente como hubieras querido que te mirara aquel desLa Testadura
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aliñado que la antecedió; y al contemplar tu fisonomía con detenimiento, te reconoce como la niña chimuela que leía las efemérides de la semana en los homenajes de la escuela. Nunca fueron compañeras de grupo pero se conocieron muy bien a causa de contemplarse cada lunes a primera hora sin falta. Ahora que la tienes más cerca, la miras de nuevo para juzgar sus senos como ya estás acostumbrada a hacerlo con todas las mujeres con las que te topas; es entonces cuando no-tas que ella ya te estaba mirando fijamente, y ante tu reacción -ligeramente brusca-, gira la cabeza hacia otra parte y contrae los labios hacia el interior de su boca en un gesto de mucha vergüenza. Al ver esto, tú la reconoces inmediatamente como la niña de rodillas peladas que todos los lunes durante los homenajes, mientras tú La Testadura
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leías las efemérides de la semana, hacía exactamente el mismo gesto ruborizado cuando la sorprendías mirándote de arriba abajo como una máquina de escáner, y recuerdas, muy a propósito, que a causa de esto solías turbarte en tu lectura. Luego de un rato, mientras tú te pierdes en los recuerdos del colegio su vergüenza se esfuma y vuelve a mirarte sin que te des cuenta, con el mismo morbo de cuando tenían diez años. Paralelo a esto, el tipo mugroso con el que te soñabas copulando se levanta de su asiento y extiende la mano frente a tu observadora en señal de cortesía, porque pese a su facha de vagabundo él es todo un caballero. Entonces ella siente como si súbitamente le arrancaran los ojos de tu cuerpo, y lejos de querer agradecerle, se molesta comprendiendo que aquel acto La Testadura
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ha extinguido toda posibilidad de seguir mirándote; sin embargo, accede a la urbanísima oferta sonriendo con una falsedad apenas notable, debido a llevar años practicándola, y se sienta. Al ver esto, el chico educado que abordó saludando a todo el mundo, lamenta mucho el padecer hemorroides, pues de no ser así habría sido él quien se sentara tranquilamente en el lugar que dejó desocupado la señora de las bolsas (a la que él mismo ayudo a bajar), y de este modo, al subir la pelirroja también habría sido él quien le cediera el lugar, y no ese harapiento, al que a pesar de todo reconoce como hombre noble y autentico caballero: un perdedor ante tus ojos a partir de este momento. Dos cuadras más tarde bajas del camión, tu centinela personal vigila tu descenso desde su sitio; pegada a la ventaniLa Testadura
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lla sigue tu andar con la fijaci贸n de una ventosa mientras el cami贸n sigue su marcha contraria a la de tus pasos, suspira hondamente al ver c贸mo te pierdes de su vista en medio de la gente que transita esa calle claroscura a las siete cuarenta y cinco de la noche. Mira hacia atr谩s: el hueco helado que has dejado en el asiento... en su vida.
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LA LENGUA DE ARIANNA
LA LENGUA DE ARIANNA Esta tarde, mientras Joaquín exponía su tema de mitosis frente a la clase de biología, Arianna le sacó la lengua desde la butaca que ocupa en el rincón derecho del aula; ante el sorpresivo gesto de su compañera, Joaquín perdió el hilo del discurso que había memorizado la noche anterior. Lo que Arianna hizo fue como atravesarle el pie a alguien que va corriendo a toda marcha, y como sucedería en tal caso: Joaquín se calló. Se quedó callado, pues el coherente monólogo que hasta ahora había desarrollado se fue al caño por la ocurrencia de una muchachita melenuda. ¿Qué más podría sino ir La Testadura
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a ocupar su asiento sin decir nada más que el balbuceo de una disculpa? ¿O a caso acusaría a Arianna por haberle sacado la lengua? Eso significaría decirle a la maestra, al resto del grupo y a la misma Arianna que en ningún momento había dejado de mirarla, aunque seguramente ella ya estaba enterada. Todo el grupo se rió a costa de sus nervios, y nadie notó que ella observaba la escena que ella misma había provocado, muy a propósito, sentada desde su rincón. Sonó el timbre que anunciaba la hora del receso y rápidamente el salón comenzó a llenarse de ausencias que llegaban con carcajadas que se iban y se escuchaban cada vez más lejos; murmullos que se marchaban en grupos de tres y cuatro rumbo a la cafetería. Al cabo de un rato, ahí no hubo nadie además de Joaquín, que yacía tendido de frente La Testadura
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sobre la paleta de su butaca, empañando el hueco que los demás habían dejado; estaba completamente dormido, esto a causa de haberse desvelado preparando la exposición de la cual dependía su calificación semestral. El cielo está oscuro, el salón desaparece y se vuelve explanada en pleno homenaje, todos se encuentran uniformados y dispuestos en hileras, igual cada inicio de mes; la bandera de la serpiente + águila = a Quetzalcóatl ondea en el aire mientras es paseada por la escolta en su pequeño radio, mientras ellos mismos, el resto del alumnado e incluso los profesores, piensan en cosas que nada tienen que ver con la patria. Todos murmuran. La banda de guerra toca su pieza con tambores y trompetas, los que se encuentran cerca tapan sus oídos para mitigar el dolor, en tanto que los árboles La Testadura
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se interponen a los rayos de la luna con sus esqueléticas ramas para que estos no desciendan sobre nadie más allá de sus vegetales existencias; sin embargo, el esfuerzo es inútil, pues en la frente de Arianna se divisa el plateado, y Joaquín, que también se encuentra formado entre el resto, se sirve del favor de la luna para ubicarla; yace parada frente a él del otro lado de la explanada. Mil ideas se maquinan en la mente de Joaquín, ahora lleno de rabia, con respecto a Arianna, figuran entre ellas la de darle un beso o una puñalada; ambas, llevadas a la práctica tienen la finalidad de consumar una venganza: una para satisfacerse a costa de ella y otra para lastimarla. Piensa que sería justo hacer ambas cosas a la vez, besarla y apuñalarla en el momento preciso para que no pudiera gritar ni oponer resistencia, La Testadura
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o mejor una fusión acrobática y riesgosa: meterse la daga en la boca e ir a besarla y mutilarle la lengua en el acto para que nunca más en ninguna exposición vuelva a sacarla. Después de varias etapas la idea evoluciona a lo siguiente: sin daga y sin más arma que los propios dientes, ir hasta Arianna y darle un beso feroz, una mordida que le arranque la lengua. Ya está resuelto, solo hay una docena de puntos en contra que bien pueden resumirse en uno solo: los prefectos, ¿cómo cruzar hasta el otro lado sin ser detectado por los prefectos? Seguramente en los primeros diez pasos del trayecto seria interceptado por algún hombre calvo que lo tomaría por el brazo con firmeza y lo llevaría a la dirección: otro problema, otro ridículo, y nuevamente por causa de Arianna. Esta suposición no conLa Testadura
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sigue otra cosa que incrementar la ira que se revuelve como un enjambre de avispas dentro de Joaquín, quien ahora, más decididamente, camina hacia ella sin pensar en otra cosa que en su lengua y en el vacío que está a punto de dejar en el interior de esa boca. 1, 2, 3, 4, 5… 10 pasos; Joaquín siente la ligera presión de una mano rodeando su brazo, gira la vista hacia un costado, y efectivamente: hay calvicie. De esta forma el osado vengador es llevado rumbo a la dirección en medio de la burla de todos, incluso la del águila en el escudo nacional, que soltó tan ominosa carcajada que en el acto dejo caer a la serpiente de su pico, y ésta a su vez, comenzó a deslizarse por el suelo dejando a su paso muecas frías y múltiples desmayos... Joaquín despierta y nota que todos sus compañeros han regresado del receso; La Testadura
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aún puede percibir la tenue sensación de que le han sujetado el brazo, como si acabaran de soltárselo. “Otra vez por ella”, dice entre ronroneos de somnolencia recordando a aquél prefecto onírico, sin sospechar siquiera que quien lo ha sujetado no ha sido un hombre calvo, sino una mujer de abundante cabellera llamada Arianna, quien se ha acercado a él únicamente para despertarlo, pues la clase ya ha iniciado.
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Con textos de: Bastet, Francisco Enríquez Muñoz, Isdra Zu, Mo. Eduardo Ángeles. Fotografía: Francisco Enríquez Muñoz. Imágenes: Pirateadas de filmes y revistas pornos.
de mano en mano de pantalla en pantalla
¡¡¡Que la voz corra!!! La Testadura. Literatura de paso hecha para olvidarse en lugares públicos y/o salas de espera
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