Latitud21 No 223 Octubre 2021

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Ingeniero de profesión, Marcos Constandse Madrazo, además de ser uno de los pioneros en el Caribe Mexicano e impulsor de conceptos únicos para la atracción del turismo, es un escritor que comparte su filosofía de vida, fragmentos de la historia y crecimiento de este destino. Una de sus obras es “Ecología y Espiritualidad”, en la que aporta su interesante visión y propuestas para avanzar en el desarrollo económico de la región, privilegiando acciones que moderen y regulen el consumo, para reducir la huella ecológica, a fin de preservar lo más valioso de la humanidad y que está bajo profunda amenaza: el medio ambiente. Hoy más que nunca este tema cobra relevancia, por lo que en cada edición de Latitud 21 incluiremos fragmentos de esta publicación. Búscalo completo en nuestra web: www.l21.mx.

Ecología y espiritualidad

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s difícil hablar de ecología, pues en realidad se trata de una ciencia multidisciplinaria, que, aunque es joven aún, avanza a una velocidad increíble y quizás en el muy corto plazo sea conceptualmente la ciencia más analizada y controversial, así como políticamente incómoda. Según algunas corrientes de pensamiento, con las que coincido, la evolución es el proceso que transforma a la bestia en hombre, al ser material en ser espiritual. Hemos evolucionado de clanes a tribus, a comunidades, a ciudades, a países y, ahora, a la integración de naciones. El desarrollo de las sociedades depende de su nivel de integración: entre más integrada esté, más desarrollada será. Con la globalización actual caminamos hacia la integración espiritual. Los procesos son largos y dolorosos, pues toda la humanidad se ve cuestionada en su visión del mundo, desde las comunidades más primitivas hasta los países más civilizados; y la sociedad en su conjunto se convulsiona ante la diversidad de influencias culturales, políticas, religiosas y de todo tipo que la globalización prodiga a cada momento. La biosfera es el hogar de la humanidad, y ahora ya sabemos que un fenómeno natural como “El niño” altera toda la situa-

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Prólogo ción climatológica del mundo, o que las quemas de la selva amazónica cambian el contenido de oxígeno de la atmósfera y que la emisión de CO de los coches favorece el calentamiento de la tierra y los aerosoles debilitan las capas de ozono que nos protegen de los rayos del sol; sabemos que la contaminación de los mares daña la flora y la fauna marina y que los derechos de las ciudades contaminan áreas inmensas y mantos freáticos, etcétera. De esta manera, el ser humano se va concientizando rápidamente de la urgencia de tomar las medidas pertinentes. Cada día se confirma más el riesgo de calentamiento global y todas las consecuencias trágicas que eso puede acarrear. Nunca antes el egoísmo humano había enfrentado un reto tan grande como el de la contaminación actual: todas las viejas estructuras políticas, económicas y sociales se resisten a incorporar en los productos de consumo un costo por concepto de equilibrio ecológico; es decir, prefieren que los productos sean baratos aunque dañen el ambiente, cuando podrían ser un poco más caros si incluyeran un costo destinado a lograr que en su producción se cuidaran los aspectos ecológicos. Las consecuencias de esta actitud reacia son imprevisibles.

Aunque en las reuniones internacionales, como la Junta de Río o el Protocolo de Tokio, ha habido divergencias de criterios, son éstos los primeros pasos para globalizar la ecología y tomar medidas de conjunto. Se pregona que la solución al problema podrá venir del amor, o de la conciencia del imperativo ético, pero hasta ahora esos argumentos no han motivado a las sociedades a responder; todo el mundo oculta o disimula su responsabilidad y no suele importarle al individuo hacer un mal común con tal de obtener un bien particular, sin darse cuenta de que ese mal común lo afecta también a él y a las personas que ama. Estoy convencido de que será el temor, si no es que el terror, lo que en su momento (muy próximo, por cierto) convencerá a la gente de actuar, de hacer algo para salvar el ambiente de la catástrofe que sobre él se cierne. Es en este punto donde la ciencia de la ecología se cruza con la espiritualidad. El imperativo ético no sólo es científico, sino profundamente espiritual, y es, en esencia, darse cuenta de que todos formamos un todo, que está en estrecha relación entre sí por razones que han sido ya demostrados en términos científicos. Los pobres, los ricos, los amarillos, los negros, les se-

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