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Bitácora de viaje V Iñaki Manero

Comunicador Twitter @inakimanero Facebook @inakimaneroofi cial

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Ojo por ojo y el mundo se queda ciego. - Gandhi.

Buscando el ángulo a la nota periodística, siempre habrá aristas borrosas que tienden a desaparecer, que se niegan, que no quedan claras al escrutinio y desde luego, abren la puerta a la especulación que, finalmente, no es mala siempre y cuando no se pierda gritando histéricamente por los pasillos de la desinformación. En ocasiones, los porqués no quedan claros para encontrarle una respuesta al fenómeno que nos ocupa. Me explico: el fenómeno es la violencia que acompaña, cada vez con mayor virulencia a las marchas, plantones y manifestaciones, antes circunscritas a Ciudad de México y hoy, haciendo complemento a la pandemia, se han extendido por regiones clave de nuestra geografía como Guadalajara y recientemente Cancún.

En este último caso, las autoridades municipales y estatales pagaron cara la novatada. Como decimos en el barrio, se los chamaquearon. ¿Quiénes? Ahí está el detalle, dijera el gran mimo mexicano. Lo que inició como legítima exigencia de justicia de una parte de la sociedad cansada de invisibilidad, se tornó en destrozos, corretiza, golpes y balazos con un saldo que pudo ser peor; mucho peor. Heridos, ninguno de gravedad, pero no es consuelo. Se retó y se probó a la autoridad y ésta, cual químico volátil, nunca pudo descifrar la mejor estrategia. En un momento, la inexperiencia y el miedo a perder el control, que finalmente perdieron, orilló a una detonación al aire. El descerebrado perpetrador parece que no fue a la clase de física en donde se dejó bien claro un principio: “todo lo que sube, tiene que bajar” y una bala de plomo, digamos calibre 38, a la hora de perder velocidad, ser atraída por la gravedad de la Tierra y su aceleración de 9.81 metros/segundo al cuadrado, alcanza, en su descenso, la velocidad terminal de unos 61 metros por segundo. Sí, suficiente para perforar un cráneo. Las muertes de muchas personas en el mundo por arma de fuego y en circunstancias misteriosas todos los días, dejan de ser tan raras luego de esta realidad producida por la inexcusable estupidez. Lo siento; me emocioné y abrí un paréntesis sin avisar. En resumen, cayeron en la provocación y si practicamos el fino arte de la especulación periodística, estuvieron a punto de otorgarle lo que deseaba a quien mueve los hilos de tan violentos y manejables títeres: un muerto. Parece mentira, pero un cuerpo humano exánime es capaz de manipular, doblegar, tirar sistemas. El fantasma del 68 nos sigue y seguirá persiguiendo; pagamos los pecados de nuestros padres.

Los profesionales de la disrupción mañosa, son maestros en el arte de la infiltración, la corrupción, la violencia y el desmán con daño calculado. Agregue un grupo de encapuchadas y encapuchados armados con bombas molotov, palos, piedras, improvisados lanzallamas, a una legítima manifestación pacífica que no llegaría más allá de gritar consignas y tal vez, en el atrevimiento de la efervescencia, daría a conocer gráficamente con spray sus exigencias en monumentos, banquetas y fachadas. Lo más notable es que no responden a un único amo. ¿O tal vez sí? Los gobiernos con más experiencia saben que no deben responder, no intervenir, “aguantar vara” a la crítica de medios y vecindarios cibernéticos. Ningún arrestado; no se les puede tocar ni con el pétalo de una macana. Han estado presentes, como demonios del aire, en contra de rojos, amarillos, azules y morenos. Son versátiles: lo mismo entran a saquear tiendas de conveniencia, que destrozan librerías y vandalizan fachadas patrimonio de la humanidad en universidades graznando absurdos sin sentido ni eco dentro de la lógica en la lucha social. Lo más patético es que tal vez no alcanzan, por su poca capacidad crítica, a entender que únicamente son y serán carne de cañón con pocas aspiraciones y sin metas en el futuro; desechables y reciclables. En esta macabra lotería, dudo que siquiera consideren la posibilidad de convertirse en el esperado muertito que vuelva locas de rabia a las irreflexivas redes sociales y provoque truenos, rayos y centellas en las bancadas de congresos locales y federal. Y desde luego, salen de su anonimato y cobran vida cuando a sus auténticos titiriteros les parece buen momento para envenenar y desprestigiar. ¿Quién o quiénes mecen esa oportunista cuna? Ahí entra la arista borrosa con la que iniciamos nuestra reflexión. Por supuesto, los perdedores siempre seremos la población civil y nuestras demandas de justicia social, equidad, alto al feminicidio, al secuestro, la corrupción, se pierden superadas por la estridencia de algo mucho más perverso, despiadado y miserable. Enemigos que no dan la cara y se acuchillan entre las sombras escondidos cobardemente detrás de sus embozados peones. No importa quién tenga hoy el poder; el juego nunca terminará; solo cambia de patrón. Hay sangre en el agua.

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