Las caras de Gabito, lejos del culto a la personalidad

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Lunes 29 de enero de 2018

Cultura

Las caras de Gabito, lejos del culto a la personalidad

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Los mexicanos pueden conocer distintas facetas de Gabriel García Márquez a lo largo de su vida, en la muestra ‘El realismo de lo mágico’, en Casa Colombia. LAURA GUZMÁN DÍAZ - EL TIEMPO

Más allá del maestro, del nobel y del escritor que logró traspasar fronteras con su pluma realista, pero sobre todo mágica, María del Pilar Rodríguez siempre ha visto en Gabriel García Márquez a Gabito, el hombre que jamás dejó de ser niño. Con tono enérgico y una sonrisa que no la abandona, la investigadora y guionista oficial de la Ruta Macondo, proyecto con fines turísticos enfocado en la vida y obra de García Márquez por encargo de él mismo, siempre se refiere a él como Gabito –con una ternura especial y cercanía entrañable– o como lo ha dejado plasmado en sus escritos, como “el nieto de papá Lelo y Mina y el sobrino de la tía Pa”. Para Rodríguez, esta forma de ver al escritor también es un propósito de que otros vean en él a ese “ser inmensamente humano que era”. Esta es la intención de la exposición ‘El realismo de lo mágico’, alojada en Ciudad de México. Es así como, entre el imponente Palacio de Bellas Artes y El Zócalo (plaza de la

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Constitución), en la Casa Colombia, se exhiben retratos icónicos del premio nobel y de su obra, los cuales fueron tomados por los colombianos Carlos Duque, Mauricio Vélez, Samuel D. Tcherassi, Ruven Afanador, Efrén Isaza, e imágenes prestadas del archivo de EL TIEMPO. Las fotografías originales fueron llegando una a una a la vida de Rodríguez, quien curó la muestra de la mano de Elvira Moreno. Las paredes de la Casa Colombia, que se encuentra ubicada en el Centro Cultural El Rule, son testigo del ingenio de cada fotógrafo para poder retratar a García Márquez. Es el caso de la icónica imagen de Mauricio Vélez, que trató de capturar por más de 20 años, en la que Gabo aparece con su usual guayabera, mientras en sus manos reposa un ramo de rosas amarillas como homenaje a su esposa, Mercedes Barcha, quien todos los días las ponía en la mesa del escritor, como un amuleto. “Me enfrenté a que tenía un compendio de imágenes

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1. Retrato de Mauricio Vélez, para ‘Retratos de sociedad’. 2. Maqueta de ‘Parque de hielo’, que está en la Alcaldía de Aracataca. 3. Muestra ‘El realismo de lo mágico’ en Ciudad de México. FOTOS: EFE, RAMIRO CUELLO Y MARÍA DEL PILAR RODRÍGUEZ

originales de fotógrafos colombianos que nunca se habían mostrado en un mismo lugar. Ese es el realismo de lo mágico, originalmente hablando”, dice Rodríguez. La muestra, que se exhibirá hasta el 10 de marzo, también incluye un homenaje a Cien años de soledad, a través de la obra escultórica El parque de hielo de Macondo, del samario Ramiro Cuello, inspirada en el sueño de José Arcadio Buendía de ver a Macondo convertida, algún día, en una ciudad invernal.

La obra de 60 centímetros de alto simula ese sueño en acrílico y resina sobre unas bases de acero satinado. Ahora, la meta es construir esta escultura a gran escala (seis metros), una vez que se consigan los fondos necesarios, con el ánimo de que la calurosa Aracataca tenga un parque de hielo en su plaza central y así cumplirle a José Arcadio Buendía. “La plaza tiene unos árboles de mango bastante altos y al ser la obra traslúcida, la

idea es no pelear con el entorno, sino actuar como una lente que refleje el verde de la naturaleza. Será una pieza de mucho impacto. Se espera generar microclimas dentro del espacio virtual de la pieza y así tener una apreciación más clara del hielo”, cuenta Cuello. “En Aracataca, el conocimiento de las juventudes sobre Gabito es muy somero, así que el proyecto busca que conozcan al hombre de a pie como ellos. Él no quería el culto a la personalidad

o ser alguien distante. El realismo de lo mágico es ver ese lado humano, que vean al hombre por las calles de Cartagena, sonriente y con flor en la mano”, dice Rodríguez. Por el momento, se planea adónde irá ‘El realismo de lo mágico’ luego de que finalice en Ciudad de México, pues cuenta con invitación para exponer en Unasur, en Quito, Ecuador; en la Universidad de Veracruz, en México, y en la Universidad de Beijing, en China.

jos, audio, infografías y un planteamiento de seis capítulos, recoge cuatro años de investigación del Centro Nacional de Memoria Histórica a través de la cual se contrastan testimonios ilustrados en pancartas que afirman cómo “en el pasado nuestros mayores dieron la vida por nuestra madre Tierra, en el presente la damos nosotros, para que en el futuro nuestros hijos vivan de ella”. En el 2010, la Organización Nacional Indígena de Colombia nombró los 32 pueblos en riesgo de desaparición física y cultural, lista que –dicen ellos– podría estar llegando a los 64.

La exposición entonces da la posibilidad de entender las situaciones precarias de supervivencia que sufren estas culturas y sociedades específicas que, sin embargo, se niegan a darse por vencidas. Representa también una oportunidad para aprender de los indígenas en un momento que sigue siendo crucial para el futuro de Colombia. Que cerca al final del recorrido se encuentre la frase nasa “los muertos no están muertos, ellos van adelante mostrándonos el camino” es demostración de la necesidad de rescate de memoria histórica y disposición a la escucha de todos.

COLUMNA SIN TÍTULO Una invitación a aprender de la memoria indígena NELLY PEÑARANDA Crítica de arte

nelpenara@gmail.com

La exhibición ‘Endulzar la palabra: memorias indígenas para pervivir’, en el Museo Nacional de Colombia, lista los siete mandatos que surgieron en 1991 en el primer congreso zonal en el resguardo de Jambaló, Cauca, y que buscaron dejar claras las pos-

turas de esta comunidad indígena frente a afectaciones económicas, políticas y sociales en su territorio. La frase “por la autonomía de los pueblos indígenas frente a los conflictos que atentan contra nuestro proyecto de vida” recoge una actitud hacia el res-

cate de los saberes y tradiciones de la cultura ancestral como herramienta para sanar, construir, resistirse a la destrucción y seguir adelante. La muestra parte de la premisa e invitación hacia la disposición a la escucha, donde la palabra caliente se asemeja a lo negativo y la fría (y dulce) a lo positivo. El visitante puede asistir a narraciones y ejercicios de recuperación de memoria de ocho pueblos nativos del país: awa (Nariño y Putumayo), wiwa (Sierra Nevada de Santa Marta), bari (Norte de Santander) y bora, ocaina, muinane y uitoto mïnïka de La Chorrera (Amazonas). En video, fotografía, dibu-


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