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VIOLENCIA FAMILIAR Y VIOLENCIA DE GÉNERO

GENERANDO COMPETENCIAS


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ÍNDICE INTRODUCCIÓN ................................................................................................................................................... 4 DATOS Y CIFRAS ............................................................................................................................................... 4 ACERCA DE LAS CONSECUENCIAS DE LA VIOLENCIA CONTRA LAS MUJERES ............................................. 5 Depresión y ansiedad ...................................................................................................................................... 6 REVISIÓN DE LA LITERATURA SOBRE LAS CONSECUENCIAS PSICOLÓGICAS ................................................... 6 SINDROME DE INDEFENSIÓN APRENDIDA: ................................................................................................... 7 ILUSTRANDO EL SINDROME DE INDEFENSIÓN ............................................................................................... 9 LA PRESENCIA DE INDEFENSIÓN APRENDIDA EN LAS VÍCTIMAS DE VIOLENCIA ........................................... 11 Esta modificación de las respuestas de huida por comportamientos de sumisión se han observado en víctimas de malos tratos con indefensión aprendida. ............................................ 11 Leonore Walker realizó este estudio en víctimas de malos tratos en la pareja, realizando una evaluación similar del funcionamiento cognitivo, emocional y conductual. ........................ 11 DESAPRENDIENDO LA INDEFENSIÓN APRENDIDA ........................................................................................ 12 ¿CÓMO IDENTIFICAR A UNA MUJER QUE PRESENTA EL SÍNDROME DE LA MUJER MALTRATADA? ................ 13 REACCIONES PSICOLOGICAS Y DEFICIT EN LA VICITMA DE VIOLENCIA ........................................................ 15 Pasividad .................................................................................................................................................... 15 Ansiedad .................................................................................................................................................... 15 Resolución de problemas .......................................................................................................................... 16 Autoestima ................................................................................................................................................ 17 Depresión .................................................................................................................................................. 18 Asertividad................................................................................................................................................. 18 Agresión o rabia......................................................................................................................................... 19 EXTERIOTIPOS SEXISTAS Y VIOLENCIA DE GÉNERO .................................................................................. 19 ACLAREMOS CONCEPTOS LA IGUALDAD Y LA DIFERENCIA ...................................................................... 20 LA SOCIALIZACIÓN DIFERENCIAL Y SUS EFECTOS ....................................................................................... 21 LA TOLERANCIA SOCIAL DE LA VIOLENCIA HACIA LAS MUJERES ............................................................ 23 LOS MICROMACHISMOS COTIDIANOS Y SUS EFECTOS COTIDIANOS ......................................................... 24 2) Los micromachimos encubiertos (de control oculto o indirectos ......................................................... 25 3) Los micromachismos de crisis ............................................................................................................... 26 PRINCIPALES TRASTORNOS A CAUSA DE LA VIOLENCIA CONTRA LAS MUJERES .......................................... 27 * Dependencia de sustancias .................................................................................................................... 29 LA VIOLENCIA PSICOLÓGICA Y SU INFLUENCIA NEFASTA EN LA VICTIMA ................................................... 29

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VIOLENCIA FAMILIAR Y VIOLENCIA DE GÉNERO AUTOESTIMA Y GÉNERO.................................................................................................................................... 32 Tendencias políticas y autoestima ................................................................................................................ 33 La autoestima en la mira feminista ............................................................................................................... 35 El empoderamiento ....................................................................................................................................... 37 La autoestima ................................................................................................................................................ 38 MARCAS DE AUTOESTIMA ............................................................................................................................. 40 ANHELOS Y AUTOESTIMA .............................................................................................................................. 42 SINCRETISMO Y ESCISIÓN .............................................................................................................................. 42 ASINTONÍA Y SINTONÍA ................................................................................................................................. 44 EL SÍNDROME DE ESTOCOLMO EN MUJERES MALTRATADAS ...................................................................... 44 AUTOESTIMA Y COMUNICACIÓN ...................................................................................................................... 46 La relación entre Autoestima y violencia familiar ......................................................................................... 46 Las características de la autoestima .............................................................................................................. 46 Para reconocer las señales de un dolor emocional oculto ............................................................................ 47 Cómo se daña la autoestima en la infancia? ................................................................................................. 48 Cómo sanar la autoestima herida en la infancia. .......................................................................................... 48 Señales de la recuperación de la autoestima. ............................................................................................... 49 Mensajes que son contraproducentes y que hay que eliminar para no maltratar. ...................................... 49 REFERENCIAS BIBLIOGRAFICAS ......................................................................................................................... 52 CUESTIONARIO IV .............................................................................................................................................. 53

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INTRODUCCIÓN La violencia contra las mujeres continúa siendo una epidemia global que mata, lastima y perjudica física, psicológica, sexual y económicamente a millones de mujeres de todas las edades. Para decirlo alto y claro: es una violación de los derechos humanos negarle a las mujeres la igualdad, la seguridad, la dignidad y las libertades fundamentales. Este tipo de violencia está presente en todo el mundo; no hay un solo lugar que pueda decir que está libre de este grave problema social, más allá de diferencias culturales, religiosas, de educación o de nivel económico. Aún las sociedades más avanzadas que en la letra de la ley garantizan a las mujeres todos los derechos y tienen leyes específicas contra la violencia de género, tienen la asignatura pendiente de hacerlas cumplir en los hechos, en la transgresión cotidiana que se da en muchos hogares, que aún es aceptada mediante el silencio cómplice de muchas personas. Los niveles de tolerancia social son aún demasiado elevados hacia un problema del cual vemos sólo “la punta del iceberg” Según la Declaración de las Naciones Unidas para la Eliminación de la Violencia contra las Mujeres, Resolución de la Asamblea General, de diciembre de 1993: “La violencia contra las mujeres es la manifestación de relaciones de poder históricamente desiguales entre los hombres y las mujeres, que han llevado a la dominación y la discriminación contra las mujeres hecha por los hombres y a la evitación del completo avance de las mujeres…”. Asimismo, la Organización Mundial de la Salud, que desde hace años viene denunciando la violencia contra la mujer como un problema de salud prioritario, pide en su Informe Mundial sobre la Violencia y la Salud (2002) “Integrar la prevención de la violencia en las políticas sociales y educativas y promover además la igualdad entre los sexos y la igualdad social” (Recomendación 6) Ya es hora que tomemos conciencia de que esta no es una cuestión privada que le pasa a otros detrás de las paredes de su casa, es un problema que nos compete a todas y todos como integrantes de esta sociedad, y como testigos que estamos siendo del dolor ajeno. Debemos aunar esfuerzos y hacer oír nuestra voz para seguir trabajando aliviando el sufrimiento de las mujeres víctimas, y también para educar, movilizar conciencias y sensibilizar sobre este tema a todo el que todavía no haya abierto su mente y su corazón.

DATOS Y CIFRAS 

La violencia contra la mujer -especialmente la ejercida por su pareja y la violencia sexual- constituye un grave problema de salud pública y una violación de los derechos humanos de las mujeres.

Las cifras recientes de la prevalencia mundial indican que alrededor de una de cada tres (35%) mujeres en el mundo han sufrido violencia física y/o sexual de pareja o violencia sexual por terceros en algún momento de su vida.

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La mayoría de estos casos son violencia infligida por la pareja. En todo el mundo, casi un tercio (30%) de las mujeres que han tenido una relación de pareja refieren haber sufrido alguna forma de violencia física y/o sexual por parte de su pareja.

Un 38% de los asesinatos de mujeres que se producen en el mundo son cometidos por su pareja.

Estas formas de violencia pueden afectar negativamente a la salud física, mental, sexual y reproductiva de las mujeres y aumentar la vulnerabilidad al VIH.

Entre los factores asociados a un mayor riesgo de cometer actos violentos cabe citar un bajo nivel de instrucción, el maltrato infantil o haber estado expuesto a escenas de violencia en la familia, el uso nocivo del alcohol, actitudes de aceptación de la violencia y las desigualdades de género.

Entre los factores asociados a un mayor riesgo de ser víctima de la pareja o de violencia sexual figuran un bajo nivel de instrucción, el hecho de haber estado expuesto a escenas de violencia entre los progenitores, el maltrato durante la infancia, actitudes de aceptación de la violencia y las desigualdades de género.

En entornos de ingresos altos, hay datos que apuntan que los programas escolares de prevención de la violencia de pareja (o violencia en el noviazgo) entre los jóvenes pueden ser eficaces.

En los entornos de ingresos bajos, aparecen como prometedoras las estrategias de prevención primaria, como la micro financiación unida a la formación en igualdad de género y las iniciativas comunitarias dirigidas contra la desigualdad de género o tendentes a mejorar la comunicación y las aptitudes para las relaciones interpersonales.

Las situaciones de conflicto, posconflicto y desplazamiento pueden agravar la violencia, como la violencia por parte de la pareja, y dar lugar a formas adicionales de violencia contra las mujeres.

ACERCA DE LAS CONSECUENCIAS DE LA VIOLENCIA CONTRA LAS MUJERES Las consecuencias físicas y psicológicas para la mujer víctima de violencia son múltiples a nivel de su salud integral. Trastornos tales como dolor de espalda o de pelvis, trastornos ginecológicos, embarazos con complicaciones, enfermedades de transmisión sexual (ETS), dolores de cabeza, trastornos del sistema nervioso central y afecciones cardíacas o circulatorias son comunes, así como los “trastornos funcionales”, como por ejemplo el síndrome de colón irritable, la fibromialgia, los trastornos del aparato digestivo y diversos síndromes de dolor crónico. La salud reproductiva de las mujeres también puede verse afectada por la violencia. (Krug et al., 2002) Las secuelas provocadas por el maltrato físico son evidentes, pero el impacto a nivel psicológico y el deterioro en la calidad de vida de estas mujeres es más difícil de identificar y evaluar. Para poder establecer el impacto de los efectos de la violencia contra la mujer sobre la salud individual y sobre la salud pública, se ha establecido un indicador basado en la pérdida de Años de Vida

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VIOLENCIA FAMILIAR Y VIOLENCIA DE GÉNERO Saludables (AVISA). Este indicador permite calcular el número de años perdidos en relación a una esperanza de vida teórica, que determinaría el número de pérdida de AVISA que se producen como consecuencia de la violencia de pareja (Lorente, 2001). Se ha considerado que los daños físicos suponen el 55% de los AVISA perdidos, mientras que los “no físicos”, referidos a los psicológicos y a la salud reproductora, suponen el 45% (Lorente, 2001). La OMS considera el maltrato como uno de los mayores asuntos de salud y de derechos humanos. En el Informe Mundial sobre Violencia y Salud de la OMS (Krug et al., 2002) se resumen sus principales consecuencias psicológicas:

Depresión y ansiedad • Tristeza • Ansiedad o angustia ▪ Fobias y trastorno de pánico • Insomnio • Cambios del estado de ánimo • Ganas de llorar sin motivo ▪ Trastorno de estrés postraumático ▪ Trastornos de la conducta alimentaria y del sueño ▪ Trastornos psicosomáticos ▪ Sentimientos de vergüenza y culpabilidad ▪ Conductas auto líticas y autodestructivas *Abuso de alcohol y drogas • Irritabilidad ▪ Baja autoestima ▪ Suicidio o ideación suicida

REVISIÓN DE LA LITERATURA SOBRE LAS CONSECUENCIAS PSICOLÓGICAS Amor, (2000) y Echeburúa, Corral y Amor (2002) dicen que la situación de estrés crónico en que viven las mujeres maltratadas la responsable de la aparición de éstas y otras alteraciones. Los síntomas más frecuentes que encontraron son los de ansiedad, tristeza, pérdida de autoestima, labilidad emocional, inapetencia sexual, fatiga permanente e insomnio.

Amor, Echeburúa, Corral, Sarasúa y Zubizarreta (2001) Han llevado a cabo investigaciones para determinar qué características de la violencia podrían estar relacionadas con la gravedad psicopatológica de las víctimas. Lorente (2001) Afirma que un 30% de las mujeres maltratadas sufre agresiones durante el embarazo, siendo la provocación o amenaza de un aborto una de las posibles consecuencias. Las víctimas desarrollan también otros problemas psicopatológicos como trastornos de ansiedad, trastornos y estados disociativos, intentos de suicidio, trastornos

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de la alimentación, alcoholismo y drogodependencias. Villavicencio (2000). La depresión tiende a aparecer con más frecuencia en las víctimas de maltrato y hay también otros trastornos comórbidos al TEP, en especial los trastornos de ansiedad y el abuso de sustancias psicoactivas. Además de los anteriores, las mujeres víctimas suelen presentar patrones anormales en las relaciones interpersonales (irritabilidad, desconfianza, dificultad para sentir afecto), cambios en la imagen corporal y disfunciones sexuales. Echeburúa, Corral y Amor (1998). Otras respuestas habituales a consecuencia del trauma son las siguientes: - minimización de lo ocurrido o negación del peligro - distorsiones cognitivas (idealización de su agresor) - disociación - conductas de “cuidado”de su agresor como estrategia de afrontamiento (conductas de pena, - apaciguamiento, justificación, complacerlo, decirle que busque ayuda terapéutica) Corsi (1995 ) dice que vivir en la violencia suscita una ansiedad extrema con respuestas de sobresalto y alerta constante puesto que la mujer siente que su integridad y a veces su vida, está amenazada. Agrega a los síntomas anteriores el déficit en la resolución de problemas : Alexitimia, culpa por comisión u omisión, sentirse desbordada o agobiada, sensación de que ha cambiado su mundo, desilusión con respecto a la justicia y la autoridad, conductas autodestructivas, sentimientos de indefensión, problemas de memoria, problemas para relacionarse. Como consecuencia de una agresión se producen cambios en el sistema de creencias. Kilpatrick & Otto (1987) lo explican de la siguiente manera: la gente generalmente asume que su mundo es predecible, justo, legal y seguro, pero después de ser victimizado estos supuestos básicos son sacudidos, lo que produce un sentimiento de vulnerabilidad, rabia y una necesidad de comprender por qué fueron abusados. Cuando las personas han sido expuestas a hechos inesperados e incontrolables, reaccionan con pasividad (indefensión aprendida y desesperanza) El impacto psicológico en la víctima varía, según las características personales, el sistema de apoyo, y su historia pueden afectar cómo reacciona y su recuperación.

SINDROME DE INDEFENSIÓN APRENDIDA: La indefensión, es un aspecto estudiado por Martin Seligman, para comprender los procesos por los que somos incapaces de reaccionar ante situaciones dolorosas. Su teoría se basa en la idea de que la persona se inhibe mostrando pasividad cuando las acciones para modificar las cosas, no producen el fin previsto. Esta teoría fue investigada y desarrollada por el psicólogo Martín Seligman. Realizó experimentos con dos perros en una jaula, a los que se les daba choques eléctricos. Uno de ellos, tenía la posibilidad de cortar la corriente, con un golpe de hocico; el otro, no. El primer perro, mantuvo la alerta y la energía, mientras que el otro, vivió asustado, nervioso y cayó en una depresión. Su actitud fue de completa indefensión, aun cuando cambiaron las condiciones y ya tenía la posibilidad de cambiar la situación.

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Generalmente las mujeres afectadas por la violencia son incapaces de ayudarse a si mismas. Esto es consecuencia del desgaste psicológico que provoca la continúa exposición a la violencia y al desprecio. Las mujeres víctimas de los malos tratos, se sienten desamparadas e incapaces de lograr sus metas vitales, pasando a un estado de ausencia de motivación. Como resultado de un proceso sistemático de violencia, la víctima aprende a creer que está indefensa, que no tiene ningún control sobre la situación en la que se encuentra y que cualquier cosa que haga es inútil. “A la indefensión se llega cuando: se expone a la víctima a peligros físicos y no se le advierte o ayuda a evitarlos, se la sobrecarga con trabajos, se le hace pasar por torpe, descuidada, ignorante etc.; la falta de afecto unido a la repetición y prolongación en el tiempo de actitudes despreciativas, acompañadas con bruscos cambios del estado de ánimo del agresor, sólo es comparable a algunas torturas.” (Miguel Lorente Acosta) A pesar de esto, son muchas las víctimas de maltrato condenadas a oír, cómo se les cuestiona por el hecho de creer a sus victimarios El desconocimiento de la complejidad en el tema, muchas veces nos impide comprender qué ocurre en la mente de quienes sufren la violencia recurrente. Este síndrome provoca una “adaptación psicológica”, es una salida posible que encontraron las víctimas para procesar tanto dolor, sienten que es una situación sin salida ante la que no hay nada que pueda hacer. La incapacidad para reaccionar es consecuencia del deterioro psicológico que produce la violencia. Generalmente no basta con la decisión para poner fin a la violencia. Es necesario el apoyo de profesionales para romper con esa situación. Overmanier y Seligman en 1967 realizaron una serie de experimentos de laboratorio con perros a los que exponían a shock eléctricos inescapables o inevitables. Posteriormente, a las 24 hs. los perros fueron sometidos a una tarea de aprendizaje de conductas de escape/evitación en una caja de salto. La respuesta que se exigía a los perros consistía en saltar de un compartimento a otro de la caja de salto para evitar o escapar del estímulo adverso. Los resultados obtenidos indicaron que los perros sometidos a shock eléctricos inescapables mostraban graves deterioros en el aprendizaje de nuevas conductas para escapar o evitar el shock contingente a las mismas. Estos perros después del ensayo no hicieron ningún movimiento para escapar, aguantando pasivamente “shock” eléctricos. Así, estos autores propusieron el fenómeno de la indefensión aprendida que postula como nivel inicial investigar que cuando los organismos son sometidos a situaciones de incontrolabilidad, éstos posteriormente muestran un déficit en el aprendizaje de respuestas de éxito. La indefensión es un “estado psicológico que se produce frecuentemente cuando los acontecimientos son incontrolables”. En el caso de las mujeres maltratadas es frecuente que sufran el fenómeno de indefensión aprendida, adoptando la misma conducta de los perros sometidos a shock eléctricos incontrolables, no intentan ni siquiera escapar. “La mujer aprende y aprehende que haga lo que haga siempre será maltratada”. Conocer el concepto de la indefensión aprendida y el ciclo de la violencia contra la mujer permitirá entender el hecho de que muchas mujeres maltratadas no se vayan del hogar. “Acostumbrada a la oscuridad temerá el resplandor de la luz; pensará en el riesgo de que la cuerda se rompa; dudará de las propias fuerzas para resistir la remontada; el desaliento resoplará en el fondo; la seguridad del abrigo oscuro pujará para imponerse frente al futuro incierto…Esos y otros fantasmas pueden salir al paso para frenar los

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impulsos de liberación”. El estado de indefensión en que se encuentran la mayoría de las mujeres víctimas de violencia les impide con frecuencia, pedir ayuda y otras, prefieren resistir a esa situación de maltrato impidiendo así cualquier modificación de sus conductas frente a esas situaciones. Víktor Frankl afirma, que cuando el individuo se niega a aceptar el sentido de su vida basado en la repetición de un modelo trasferido e incorporado ordinariamente y comienza por sí solo la búsqueda de sentido de la propia vida, es cuando el hombre alcanza su madurez mental. El sobreviviente de los campos de exterminio argumenta que esto sólo se consigue transformando la tragedia en triunfo y esto sería aplicable también a las personas maltratadas que al sufrir situaciones límites propiciarían el desarrollo de sí mismas, descubriendo el infinito abanico de sus potencialidades, permitiéndoles vivir como sujetos independientes al fortalecer su autoestima. Cierto es que esta elección dependerá de la idiosincrasia y la fortaleza individual para poder renacer como personas nuevas del círculo de la violencia.

ILUSTRANDO EL SINDROME DE INDEFENSIÓN Una de las historias más escalofriantes que conocimos en México en 2011 fue la protagonizada por Jorge Antonio Iniestra, el llamado “Monstruo de Iztapalapa”, y Clara Herrera, quien después de denunciar las atrocidades cometidas por Jorge, su ex pareja, de víctima ha sido considerada como victimaria por las autoridades capitalinas. En 2004 Clara se enamora de Jorge, quien es 10 años menor que ella, y quien muestra un visible trastorno severo de personalidad claramente identificable para las y los profesionales de la salud mental. Establece con Jorge una relación codependiente de pareja, entregándole prácticamente su vida y la de sus hijas e hijo, a quien en un principio ella consideraba una buena persona. Clara, quien desde sus 10 años sufrió vejaciones, replica el patrón de violencia en una primera relación basada en el maltrato y el abandono de su pareja. Para entonces ya tenía a su hija Gabriela, su primogénita, después se casa y tiene a Rebeca y a Ricardo. Durante los años que estuvo casada sufrió toda clase de insultos, humillaciones y golpes por parte de su pareja alcohólica, quien también la abandona. En 2004 conoce a Jorge Iniestra, quien la invita a salir y comienza a cortejarla; la lleva a lugares que ella consideraba “lujosos” y que a Clara deslumbraban por no estar acostumbrada a visitarlos. Después de siete años de una “relación” en la que Clara fue obligada por Jorge a darle su dinero, y amenazada con matar a sus hijas e hijo si no le permitía abusar de ellas, violándolas y abusando física y psicológicamente de ellas, alejada de su familia y amistades, Clara ya no pudo más y en 2011 se arma de valor para pedir ayuda a una de sus hermanas y denunciar para rescatar a sus hijas de su secuestrador y violador. Quizás después de conocer la historia de Clara habrá quien le cuestione el hecho de por qué tardó tanto tiempo para tomar cartas en el asunto y denunciar; habrá otras y otros más quienes pudieran tacharla de cómplice en el abuso de sus hijas y maltrato de su hijo.

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Revisemos la historia desde una visión psicológica con perspectiva de género: El tema de la violencia es sumamente delicado y lo es aún más si no tomamos en cuenta que las personas expuestas a situaciones de violencia continua construyen un mecanismo inconsciente de defensa, que les lleva a aguantar todo tipo de situaciones. Lo anterior no justifica ciertas acciones, sin embargo nos permite comprender por qué a veces la víctima no es capaz de moverse de su encierro o de la situación violenta por terrible que ésta sea. Es importante aclarar que cuando me refiero a este tipo de mecanismos no hablo de una persona que sufrió aisladamente un hecho de violencia. Sino al contrario: me refiero a cuando la agresión y la mentira han sido parte de toda su vida; si somos conscientes de la humillación que esto implica entenderemos por qué les creen a sus victimarios y siguen a su lado. Este mecanismo tiene nombre, se llama “Síndrome de Indefensión Aprendida o Desesperanza Inducida”, y es una condición psicológica en la que la víctima de violencia aprende a creer que está indefensa, que no tiene ningún control sobre la situación en la que se encuentra y que cualquier cosa que haga es inútil. Como resultado de un proceso sistemático de violencia, la víctima permanece pasiva frente a una situación dañina, incluso cuando dispone de la posibilidad real de cambiar estas circunstancias. Los síntomas depresivos que padecen estas mujeres se manifiestan fundamentalmente en apatía, pérdida de esperanza y sensación de culpabilidad. Este síndrome es una “adaptación psicológica”, una salida que encuentran las víctimas para procesar tanto dolor a lo largo de toda su historia. Cuando se ha sufrido violencia de cualquier tipo, ciertas situaciones se presentan ante las víctimas como “sin salida”, y antes de intentar cualquier acción para revertirla se asumen en pleno convencimiento de que nada se puede hacer para mejorar dicha realidad, que no hay otra salida, más que la que han optado. Tras fracasar en su intento por contener las agresiones, prevenirlas, evitarlas o alejarse de ellas, y en un contexto de baja autoestima que se refuerza cotidianamente ante la incapacidad por acabar con esa situación, las víctimas asumen lo que les pasa como un castigo merecido. Nadie podrá ayudarlas a salir, ni a cambiar sus vidas… Y cuando lo hacen ayudadas como Clara por su hermana, se enfrentan a un sistema judicial que no toma en cuenta las subjetividades del caso y se deja llevar sólo por las capas más superficiales.

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El silencio es uno de los principales obstáculos a los que una mujer víctima de violencia se enfrenta, el silencio hacia sí misma y hacia las y los demás. Reconocerse como víctima y “traicionar” al que ha sido su compañero, asumir el juicio social, sentirse responsable de las agresiones, la falta de perspectivas personales y económicas, son factores psicológicos y sociales nada fáciles de encarar, que mantienen en la mujer el efecto de la terrible lacra que es la violencia. Será importante en el caso de Clara y de todas las mujeres víctimas de violencia que han logrado salir de esa situación y denunciar, que las autoridades encargadas del caso tomen en cuenta las particularidades de su historia de vida, el género al que pertenece viviendo en una sociedad patriarcal y los delgados hilos de los efectos subjetivos tan devastadores que las situaciones de maltrato y violencia pueden generar. Se debe evitar que las mujeres víctimas se conviertan en victimarias, para que a lo largo del caso se les proporcione el apoyo psicológico y psiquiátrico necesario y principalmente se respeten sus Derechos Humanos en un afán por no repetir patrones de violencia en nombre de la justicia.

LA PRESENCIA DE INDEFENSIÓN APRENDIDA EN LAS VÍCTIMAS DE VIOLENCIA Esta modificación de las respuestas de huida por comportamientos de sumisión se han observado en víctimas de malos tratos con indefensión aprendida. Leonore Walker realizó este estudio en víctimas de malos tratos en la pareja, realizando una evaluación similar del funcionamiento cognitivo, emocional y conductual. Los resultados mostraron que en el inicio de los malos tratos sus respuestas o comportamientos eran de evasión o huida. Sin embargo, la exposición continua a la violencia provocó una modificación de estas respuestas habían aprendido que podrían disminuir la intensidad del maltrato a través de diversas estrategias de afrontamiento tales como complacer al agresor, hacer lo que él quiere, mantenerlo calmado, etc. Así, la teoría de la indefensión aprendida aplicada a víctimas de malos tratos describe como una mujer puede aprender a ser incapaz de predecir el efecto que tendrá su comportamiento con respecto al maltratador. Esta falta de capacidad para predecir qué eficacia tendrá su propio comportamiento para evitar los malos tratos modifica el origen o la naturaleza de la respuesta de la víctima ante las distintas situaciones. Señales que indican que alguien es víctima de malos tratos y ha desarrollado indefensión aprendida Cuando las mujeres víctimas de malos tratos por parte de su pareja sufren indefensión aprendida, elegirán en una situación conocida o familiar, aquellas conductas que

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produzcan un efecto más predecible y evitarán comportamientos que les implique un efecto menos predecible, tales como respuestas de escape o huida. Esta investigación también permitió proponer determinados factores que permiten identificar la indefensión aprendida en víctimas de malos tratos. Los factores son: 

La presencia de un patrón de violencia, concretamente el Ciclo de la Violencia, con sus tres fases (acumulación de tensión, episodio grave de agresión y arrepentimiento cariñoso o ausencia de tensión), junto con la modificación o aumento observable de la intensidad y frecuencia de malos tratos.

El abuso sexual hacia la mujer.

Los celos, intromisión, sobre-posesión, y aislamiento de la mujer.

Los malos tratos psicológicos: degradación verbal, negación de facultades, aislamiento, indulgencia ocasional, percepciones monopolizadoras, amenaza de muerte, debilidad inducida por drogas o alcohol.

Presencia de comportamientos violentos de la pareja hacia otros (niños, animales u objetos inanimados).

El abuso de alcohol o drogas por parte del hombre o de la mujer.

Por último y no menos relevante, este estudio ha permitido que pueda emplearse para el tratamiento psicológico de las víctimas de malos tratos.

DESAPRENDIENDO LA INDEFENSIÓN APRENDIDA El proceso de desaprender la indefensión aprendida se caracteriza por la dotación de poder de estas mujeres dentro de la relación de pareja, que permitirá que las mujeres maltratadas comprendan y salgan del ciclo de la violencia, orientándolas en cómo se puede predecir la escalada de la violencia, a través de la distinción de las distintas fases del ciclo y la comprensión de que las fases del amor y del arrepentimiento es una forma de reforzar el ciclo y enseñándoles distintas habilidades para poder escapar. Sin embargo, es importante considerar que existen diferencias entre los estudios de laboratorio y la vida real y es necesario tener presente que en la vida real el maltratador puede volverse más violento cuando la mujer se enfrenta a él y/o cuando intenta separarse.

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¿CÓMO IDENTIFICAR A UNA MUJER QUE PRESENTA EL SÍNDROME DE LA MUJER MALTRATADA? Estas son algunas de las sensaciones que experimenta una mujer que de una manera u otra ha sido víctima de maltrato por parte de su pareja. 

Muchas prefieren callar, ya sea por miedo o vergüenza, huir lejos de todos o se mantienen en la relación.

La violencia de género es un problema que ataca a todos, sin importar el sexo y la clase social. Por lo tanto es tarea de todos combatirla, actuando o ayudando a las víctimas para que puedan salir del círculo de la violencia.

Es importante que toda mujer acepte que atraviesa por una situación difícil, que necesita ayuda para poder superarla y que debe tomar acción por su seguridad y la de sus hijos.

Expertos en comportamiento humano han identificado unas características o síntomas denominados como el Síndrome de la mujer maltratada que desarrolla la víctima basado en una indefensión aprendida tras ser sometida a ciclos de violencia constante.

Annette Ortiz, consejera familiar explicó que existen tres fases en el ciclo que toda mujer necesita entender e identificar.

“Primero está la acumulación de tensión, la que puede durar días, meses o años”, sostuvo Ortiz. Señaló que en esta fase el agresor busca tener el control de todo.

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La segunda fase es la agresión, donde comienza el abuso físico por incidentes insignificantes que pueden llegan a tornarse violentos o llegar hasta la muerte.

“Aquí la víctima busca ayuda para salir de ese túnel que parece no tener fin”, mencionó la consejera.

Es este momento en que la víctima acude a un hospital, a la Policía, y comienza un proceso de sanación y buscar una mejor calidad de vida para su familia.

En muchos casos las mujeres caen en la fase de la reconciliación o arrepentimiento, acción que las impulsa a perdonar a sus agresores, a quitar las órdenes de protección y a albergar la esperanza de que su agresor cambiará.

“Esta fase dura muy poco y regresarán al inicio de este ciclo vicioso”, añadió.

Indicó que las mujeres perdonan por dependencia emocional, económica, por evitar la ruptura de un matrimonio, por los hijos o por intentar cumplir con la sociedad.

“Es necesario enseñar desde niños la igualdad de género y dejar a un lado el sexismo tan marcado que es un detonante”, reiteró Ortiz.

Asimismo, exhortó a que busquen ayuda, que hablen sobre el problema antes de que pueda ser muy tarde.

Baja autoestima.

Tienen sentimientos encontrados; aunque odian ser agredidas, también piensan que se lo merecen porque se consideran la causa del problema.

Viven en la culpabilidad.

Se consideran fracasadas.

Padecen temor e incluso pánico ante cualquier tipo de cambio.

No tienen control sobre su vida.

Desean que haya una solución mágica para sus problemas.

Angustia, malhumor, depresión, sensación de impotencia, intentos de suicidio e insomnio.

Abuso de drogas y trastornos de la alimentación.

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Molestias en el cuerpo como: dolor abdominal crónico, dolor de cabeza o cansancio.

Problemas ginecológicos.

Creen que no merecen ayuda ni hay quien pueda o quiera ayudarlas.

REACCIONES PSICOLOGICAS Y DEFICIT EN LA VICITMA DE VIOLENCIA Por último revisaremos algunas reacciones psicológicas que aparecen en las mujeres que han sufrido maltrato, para que cuando tengamos en consulta a una mujer con conflicto de pareja, con una depresión o ansiedad, por ejemplo, sepamos que este tipo de trastornos pueden haberse originado como consecuencia del maltrato. Debemos añadir que suele ser de gran ayuda identificar, con las mujeres maltratadas, las consecuencias psicológicas de la victimización, ya que esto las ayuda a darle un sentido a su conducta, puesto que muchas no suelen comprender por qué reaccionaron de esa determinada manera, y llegan a pensar que están locas o que lo estuvieron en el pasado. En este apartado como en el anterior también se intentará señalar lo que se suele hacer en el área de intervención. Pasividad Se ha formulado que una de las variables que caracteriza a las mujeres maltratadas es la pasividad ante el maltrato (Walker, 1979; Telch y Lindquist, 1984; Launius, M. y Lindquist C., 1988). Wethington y Kessler (1991) han señalado últimamente que se puede asociar el perfil "pasivo" con un buen ajuste psicológico frente a situaciones estresantes que llevan a grandes pérdidas, por lo tanto, la eficacia de la pasividad en estas situaciones debe ser considerada seriamente en futuros trabajos. Por otro lado, sin embargo, Pearlin y Schooler (1978) sugirieron con anterioridad otra explicación: dado que algunas situaciones son tan problemáticas y van más allá del control de los individuos es más eficaz el resistir que la acción que generalmente es inútil o a lo mejor peligrosa, ya que disminuye la energía o aumenta la frustración. Esta interpretación es consistente con la conducta que presentan algunas mujeres que sufren maltrato. La pasividad se traduciría en la percepción de incontrolabilidad o en la creencia de que ella no puede hacer nada para controlar su seguridad. En primer lugar hay que aclarar la diferencia entre la idea de "no hay nada que pueda hacer yo para aumentar mí seguridad", de la idea "no hay nada que pueda hacer para poder predecir su violencia". Esto último sí es verdadero, pero no la afirmación anterior. Es importante que la mujer maltratada distinga la diferencia entre estas dos creencias y perciba que ella tiene alternativas legales, por ejemplo, para protegerse. Ansiedad Se ha podido observar, tanto a nivel clínico como de investigación, que las mujeres maltratadas presentan un alto nivel de ansiedad (Trimpey, M., 1989; Jaffe, P., et al. 1986). Hilberman y Munson (1977-78) estudiaron las respuestas de un grupo de mujeres que habían sufrido un solo episodio de violencia con consecuencias físicas y observaron que las víctimas se comportaban tras el incidente como "si estuvieran siempre en peligro". Esto puede deberse al hecho de que muchas de las mujeres maltratadas continúan conviviendo con los agresores o temen ser agredidas por sus ex compañeros. Muchos autores a partir

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de la década de los ochenta consideran al "Estrés Postraumático" como un constructor de diagnóstico eficaz para poder medir el trauma de victimización que sufren muchas mujeres maltratadas (Janoff-Bulman, 1983; Ochberg, 1988; Dutton-Douglas, 1989; Kemp et al. 1991). Existen una variedad de síntomas en las mujeres maltratadas que están relacionados con la ansiedad, como por ejemplo, trastornos del sueño, respuesta de alarma exagerada, evitación a cualquier estímulo asociado con el trauma, un aumento de ansiedad cuando se enfrenta a cualquier estímulo que le recuerde el trauma, etc. A pesar de que éstos trastornos pueden haber precedido a esta problemática, a menudo reflejan el alto nivel de ansiedad generado por la violencia. Los pensamientos recurrentes y la reexperimentación del trauma mantiene a la mujer maltratada en un nivel de ansiedad bastante elevado. Esto afecta presumiblemente a su proceso de razonamiento. Dado que muchas víctimas experimentan este tipo de síntomas, no hay que sorprenderse si estas mujeres tienen problemas a la hora de tomar decisiones y resolver luego sus problemas. En el área de intervención, se suele entrenar en relajación, ya que ésta facilita la reducción de los síntomas de ansiedad. Un entrenamiento en defensa personal suele también proporcionarles un sentimiento de control de su seguridad física, reduciendo generalmente los síntomas de miedo y ansiedad. Estas intervenciones se suelen hacer en cuanto la violencia ha desaparecido. Sin embargo, si la violencia continua, la ansiedad y el miedo son reacciones normales frente al peligro. En el caso de presentarse síntomas de estrés postraumático se recomienda derivarlas a un especialista (Dutton, 1992). Resolución de problemas Según Walker (1979), la presencia de maltrato continuo llevaría a la percepción de que se es incapaz de afrontar o resolver su situación. Este sentimiento de indefensión crearía un trastorno en las habilidades de resolución de problemas. En el estudio de Claerhout, et al. (1982) se investigó las habilidades de resolución de problemas de las mujeres maltratadas en una zona rural. Estos autores encontraron que las mujeres maltratadas generaban muy pocas alternativas de resolución de problemas ante situaciones de maltrato y que las alternativas que producían eran generalmente ineficaces. Launius y Jensen (1987) encontraron que las mujeres que habían estado en una situación de maltrato presentaban déficit en las tres habilidades necesarias para una resolución de problemas eficaz: la habilidad para generar un gran número de alternativas o soluciones (brain-storming), la habilidad para generar soluciones eficaces y la habilidad para seleccionar una alternativa eficaz ante un problema. Estos autores encontraron que el déficit en resolución de problemas era más bien general. En un siguiente estudio Launius y Lindquist (1988) volvieron a confirmar estos resultados. Mitchell y Hodson (1983) intentaron analizar si estas mujeres mostraban, como Claerhout, et al., (1982) sugirieron, un déficit general en estrategias de afrontamiento, Para investigar esto, les pidieron a las mujeres de su estudio que puntuaran el grado en que habían utilizado una variedad de respuestas de afrontamiento ante incidencias de no maltrato y de maltrato recientes, Al analizar los resultados se encontraron diferencias significativas entre las estrategias de afrontamiento frente a incidentes de maltrato vs. No maltrato. Estas mujeres respondían particularmente en incidentes de no maltrato con estrategias conductualmente más activas. Esto nos sugiere que el patrón ineficaz mostrado por las mujeres que sufren maltrato en otros estudios puede no representar adecuadamente el cómo ellas generalmente hacen frente a los problemas. Debemos de reflexionar y pensar que tanto las mujeres que se enfrentan a una situación de maltrato, como aquellas que se enfrentan a un grave conflicto

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marital (sin agresiones físicas) deben tomar no una, sino muchas decisiones (cambio de domicilio, nuevo trabajo, pérdida de amistades, abogados, demandas, etc.). Además se tiene que tener en cuenta que la decisión de permanecer o abandonar al maltratador puede cambiar con el tiempo. Creemos al igual que Strube y Barbor (1988), que esta decisión es de tipo "racional" y que se basa en un análisis de la Información" disponible. Estas decisiones pueden parecer un tanto "anormales", pero no siguen un proceso patológico. En este apartado se suele introducir técnicas de toma de decisiones y de resolución de problemas. La meta de esta intervención es ayudarlas a tomar sus propias decisiones, estando muy bien informadas. Autoestima Muchas investigaciones afirman que el maltrato físico y psicológico disminuye la autoestima de las mujeres maltratadas, es decir, aumenta las creencias de autoevaluación negativa, disminuyendo esto su capacidad para poder afrontar adecuadamente la situación de maltrato (Walker, 1. 1979; Campbell, J., 1989; Trimpey, M., 1989; Hotaling y Sugarman, 1990). Cada agresión hará más difícil que la mujer pueda sentirse valiosa, competente. Otro factor que afecta es el hecho de que las mujeres maltratadas han entrado voluntariamente en la relación y que se encuentran unidas emocionalmente a sus parejas mucho antes de la aparición de los malos tratos, Cuando la persona que ella ha elegido convivir la maltrata, esto pone en entredicho su capacidad para elegir relaciones adecuadas. También el tipo de atribuciones (Abramson y col. 1978; Janoff-Bulman, 1979) que la mujer maltratada haga con relación a su situación, afectará o no a su autoestima. Por ejemplo, sí se culpa (atribución interna) por los resultados negativos no controlables, aparecería un decremento en su autoestima (Abramson et al. 1978). Janoff-Bulman (1979) añade otra dimensión y sugiere que si la culpa se dirige a la propia conducta ("cometí un error"), esto no traerá un déficit en la autoestima, ya que se percibe la "conducta" como algo manejable, cambiable y controlable. Por el contrario, sí la culpa se dirige al propio carácter ("soy una tonta"), esto sí traerá consigo déficit, ya que el "carácter" por definición algo fijo, estable y de difícil control. Tenemos también que señalar que la autoestima puede verse tanto como un factor que aumenta la vulnerabilidad para responder a la violencia que se sufre o como una consecuencia directa de la violencia (Walker, 1984). A pesar de que la violencia física ha sido más señalada en las investigaciones sobre maltrato, se afirma que el maltrato psicológico se percibe como más doloroso que el maltrato físico (Follingstad, 1990). El maltrato emocional tiene aparentemente una función de control y va disminuyendo progresivamente la autoestima de las víctimas. El daño que sufre la autoestima de las mujeres maltratadas se asemeja al de otro tipo de víctimas, como por ejemplo: víctimas de violación, secuestros, desastres ecológicos, personas indefensas, etc. En el área de intervención es esencial que la mujer maltratada rechace el sentirse responsable por la violencia que sufre. Mientras ella asuma la responsabilidad de la violencia o de la rabia, continuará buscando en sí misma la solución, por ejemplo intentando cambiar para que el maltratador no la siga agrediendo. La mujer maltratado debe reconocer que ni ella, ni su terapeuta y tampoco su abogado pueden controlar la conducta del maltratador, sólo el propio maltratador puede hacerlo y esto no se logra sin una intervención multidisciplinar, tanto psicológica como legal (Douglas, 1987). También se

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trabaja con técnicas de autocuidado y técnicas específicas para mejorar la autoestima en mujeres. Depresión Parece ser que la depresión es una de las categorías de diagnóstico que mejor representa a la población de mujeres maltratadas (Walker, L., 1979; Hilberman y Munson, 1977-1978; Jaffe, P., et a 1. 1986; Campbell 1, J., 1989). Frieze (1979) encontró, en su investigación sobre atribuciones, que aquellas mujeres que percibían la causa del maltrato como estable tendían con mayor probabilidad a estar deprimidas y en estado de indefensión, debido a la creencia de que su situación no cambiaría. En el estudio de Mitchell y Hodson (1983) se observó que el nivel de violencia y las estrategias de afrontamiento estaban altamente relacionados con las medidas de depresión. Estos autores encontraron, como esperaban, que la depresión estaba relacionada con la falta de recursos personales, con el haber recibido poca ayuda por parte de las instituciones, como también, por haber observado en los amigos respuestas de evitación al solicitar ayuda. Finalmente, se puede señalar que las mujeres cuyas redes de apoyo no coincidían con las de sus maridos mostraban menor depresión. Otro dato muy significativo es que la depresión no sólo puede aparecer en las mujeres que permanecen en la relación, sino que también aparece, muchas veces con mayor intensidad, en aquellas que ya han abandonado la relación. Estas últimas presentan en algunos estudios índices de depresión aún más altos (Andrews y Brown, 1988; Walker, 1984). Recientemente, Andrews y Brewin (1990) encontraron que la atribución de culpa caracteriológica estaba altamente relacionada con haber experimentado maltrato o haber sufrido una violación en la niñez y que se presentaba un alto índice de depresión una vez abandonada la relación de pareja donde aparecía maltrato. Por el contrario, estas autoras no pudieron encontrar relación entre la atribución de culpa caracteriológica y la depresión en aquellas mujeres que continuaban en la relación, Andrews y Brewin consideran que puede que la depresión sea realmente consecuencia de la frecuencia y severidad del maltrato que sufren, independientemente del tipo de atribuciones que se hagan, y que el hecho de que la depresión persista tras la separación de la pareja puede explicarse por otros factores más bien sociales, como por ejemplo, la falta de recursos económicos o también por la pérdida o deterioro de las redes de apoyo social que se tenían durante la relación. Generalmente, para disminuir la depresión se utilizan estrategias cognitivoconductuales, donde la mujer aprende que ella misma puede realizar cosas que le proporcionen placer, sin "pedirle permiso a nadie para ello". Asertividad La falta de asertividad es una de las características que con mayor frecuencia aparece en las mujeres maltratadas (Rosenbaum y O' Leary, 1981; Telch y Lindquist, 1984; Launius y Lindquist, 1988; O' Leary y Curley, 1986; Morrison, Van Hasselt y Bellak, 1987). En el estudio de Rosenbaum y O' Leary (1981) se utilizaron dos tipos de medidas de asertividad, una general y otra específica (en la pareja). De los cuatro grupos estudiados (mujeres maltratadas, en terapia individual; mujeres maltratadas, en terapia de pareja; mujeres con conflicto de pareja no violentos y mujeres satisfactoriamente casadas), las mujeres maltratadas en este estudio mostraron un índice de asertividad significativamente menor en ambas medidas, que las que estaban satisfactoriamente casadas. Morrison, et al. (1987) evaluaron la asertividad en parejas donde aparecía maltrato contra la mujer, Sus resultados indicaron que aquellas mujeres que sufrían maltrato se mostraban más complacientes que el grupo de las satisfactoriamente casadas, pero no diferían significativa

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mente del grupo que presentaba conflicto marital. Como ha indicado O' Leary et al. (1985), la falta de asertividad generalmente en las mujeres maltratadas es más bien una respuesta adaptativa ante su situación de maltrato, aunque puede que hayan podido haber entrado en la relación ya con un déficit, El no mostrarse complacientes con sus compañeros podría ponerlas en peligro de sufrir maltrato físico aún más severo. Estos autores encontraron que las mujeres consideraban la conducta asertiva y los desacuerdos como un factor desencadenante de maltrato físico. Agresión o rabia Algunos investigadores afirman que las mujeres maltratadas suelen a menudo negar sus sentimientos de rabia (Hilberman y Munson, 1977-1978) y que difícilmente la llegan a expresar, incluso inmediatamente después de haber sido maltratadas (Bergman, et al., 1988). Por el contrario, generalmente informan sentimientos de miedo, lástima o amor por el agresor (Dutton y Painter, 1981). Carmen, E., et al. (1984) explican que la mujer maltratada generalmente no manifiesta rabia contra el agresor debido a que percibe que esta emoción puede ser muy peligrosa e incontrolable, por lo que la dirige contra sí misma, Estos autores encontraron que un 66 % de las mujeres maltratadas informaban introyectar su rabia, por ejemplo, con un estilo pasivo, sobrecontrolado, mientras que solo un 22% informó dirigir su rabia de una manera más abierta y activa, Existe el riesgo de que la mujer exteriorice su rabia y termine acabando con la vida de¡ maltratador (Walker, 1989). Si no se hace una intervención eficaz, la mujer maltratada puede permanecer con mucha rabia durante un buen período de tiempo. Es importante que la mujer maltratada reconozca la ira, la clasifique como tal y la exprese de modo eficaz. Es necesario para esto un ambiente seguro, para disminuir el miedo que generalmente sienten a futuras agresiones.

EXTERIOTIPOS SEXISTAS Y VIOLENCIA DE GÉNERO La socialización enseña la violencia de género mediante la misoginia y las creencias sexistas. La misoginia representa el odio y el miedo a las mujeres. El sexismo es un conjunto estructurado de creencias compartidas dentro de una cultura acerca de los atributos que deben poseer los hombres y las mujeres. Se define como una actitud dirigida a las personas en virtud de su pertenencia a un determinado sexo biológico en función del cual se asumen diferentes características y conductas que le corresponden a cada sexo y que describen a hombres y mujeres. Los estereotipos sexistas no sólo describen las características asignadas a cada sexo, sino que también las prescriben, o sea, que imponen cuales son los sentimientos, emociones, conductas o actividades que puede desempeñar cada sexo. Segun el pensamiento sexista, a la masculinidad le corresponde la fuerza, la dominancia, el control, la inhibición de los sentimientos y de la empatía, la independencia (el-ser-para-sí-mismo). Los valores de la feminidad son la sumisión, la debilidad, la sensibilidad, el afecto, la empatía, el cuidado de los demás (el-ser-para-otros). Cada sexo puede sentir y expresar las emociones prescriptas y tiene prohibidas las del otro. (Alberdi, 2002). Además, la distribución de tareas para cada sexo que propicia la división del espacio en "público" y "privado" como ámbitos que deben estar separados, garantiza y perpetúa la

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supremacía masculina, favoreciendo la discriminación de las mujeres por razón de género. Los estereotipos de género sientan las bases para el desequilibrio de poder que se plantea en la relación de pareja, porque los comportarnientos son regulados por esta normativa cultural que legitima el uso de la fuerza como instrumento de poder.(UNIFEM,2000) Los estereotipos de género pueden ser entendidos como los mitosque compartimos en nuestra cultura y una de las características del mito es su resistencia al cambio y a las explicaciones racionales. Un mito no es más que una creencia, pero formulada de tal manera que aparece como una verdad y es expresada de forma absoluta y poco flexible. Este tipo de creencias suelen poseer una gran carga emotiva, y ayudan a crear y mantener la ideología del grupo. En el caso de la violencia de género, los mitos cumplen las siguientes funciones: a. culpabilizan a la mujer ("ella lo provoca") b. naturalizan la violencia ("hay que aguantar”, "si te cela es porque te quiere", "el que te quiere te hará sufrir") c. impiden a la víctima salir de la situación (creencias románticas acerca de la familia, el amor, la maternidad) Es necesario destacar que los estereotipos influyen en el procesamiento de la información y esto afecta a las percepciones y las interacciones, teniendo importantes implicaciones para nuestra conducta hacia los miembros del grupo estereotipado. Los estereotipos también influyen en las dinámicas de poder. La cuestión del poder como ya se explicó, tiene un peso muy grande en la perpretación de violencia de género. Cuando un hombre siente que pierde poder o control puede usar la violencia o la amenaza para mantenerlo. (Hamilton & Sherman, 1994). Múltiples estudios señalan la vinculación entre los estereotipos rígidos de género y la perpretación de violencia. (Schissel, 2000; Schmidt et al, 2007; Moore et al, 2008) Superar las creencias sexistas y los estereotipos de género es requisito imprescindible para erradicar la violencia, por eso son tan importantes las técnicas e intervenciones que enfatizan la reelaboración de la identidad masculina en los niños, jóvenes y adultos y la educación de niñas y niños en igualdad de valor.

ACLAREMOS CONCEPTOS LA IGUALDAD Y LA DIFERENCIA Con la entrada en vigor del Tratado de Amsterdam en 1999, el principio de igualdad de oportunidades se convierte en un principio básico y fundamental en la Unión Europea. Una de los puntos que sostiene es que "con el objeto de lograr una igualdad real en la práctica, el principio de igualdad de trato no impide que los estados miembros mantengan o adopten medidas que supongan ventajas específicas para facilitar al sexo menos representado el desarrollo de una actividad laboral o para prevenir o compensar ventajas en la carrera profesional" (art 141 TCE) consagrando así las denominadas acciones positivas. Se ha de ha de dejar claro que pedir igualdad de oportunidades no significa que se niegue la diferencia entre los sexos, que es real. Sólo que esta diferencia ha tenido históricamente MODULO IV

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el sentido de una jerarquía en la cual prevalece lo masculino, aunque se presente disfrazada de neutralidad, y esto es lo que se busca cambiar. En los últimos años se intentó avanzar en la equiparación hombre-mujer, pero el problema es que se ha concebido la igualdad como equivalencia, tomando como parámetro el ser humano hombre, cuando la diferencia sexual es mutua. Ahora bien, la lucha por esta igualdad (que era necesaria y que aún en los hechos no se ha conseguido totalmente) significó que la mujer tuvo que entrar en un mundo masculinizado. Este ámbito público no ha cambiado sus esquemas y estructuras construidas para los hombres y los hombres (en general) aún no han hecho el camino inverso hacia el ámbito privado. Para conseguir vivir nuestras diferencias en condiciones de igualdad se ha de educar la sociedad en todos los sentidos, mediante políticas transversales que incidan en todas las áreas de nuestra vida. El igualitarismo real no llegará sin cambios profundos, sin una alteración de las relaciones de poder, sin un discurso centrado en las mujeres, que reconozca nuestra diversidad y especifidad, y que las mujeres y los hombres somos igualmente diferentes y necesitamos políticas diferentes. Por eso se aconseja la coeducación en la infancia, que consiste en el desarrollo de todas las capacidades, tanto de niñas como de niños, a través de la educación. Coeducar no significa conseguir la igualdad sexual, porque cada niño o cada niña tiene derecho a ser diferente, y cada mujer y cada hombre también. Igualdad de oportunidades, en el respeto por la diferencia y la especificidad de cada persona.

LA SOCIALIZACIÓN DIFERENCIAL Y SUS EFECTOS La socialización se inicia en el momento del nacimiento y perdura durante toda la vida. Es un proceso en el cual las personas en la interacción con otras personas aprenden e interiorizan los valores, las actitudes, las expectativas y los comportamientos característicos de la sociedad en la que han nacido y que le permiten desenvolverse en ella (Giddens, 2001). Estas pautas socialmente compartidas regulan el comportamiento de todas las personas, que según las cumplan o no, tendrán sanciones o recompensas sociales. Según la Teoría de la Socialización Diferencial, las personas adquieren identidades diferenciadas de género que conllevan estilos cognitivos, actitudinales y conductuales, códigos axiológicos y morales y normas estereotípicas de la conducta asignada a cada género.A lo largo de la vida se escucha la repetición de mensajes socializadores diferentes para cada sexo, se introyectan y se termina actuando en consecuencia (Walker &Barton, 1983). Estos mensajes provienen del sistema educativo, la familia, los medios de comunicación y la religión y tienden a asociar la masculinidad con el poder, la racionalidad y la vida pública y la feminidad con aspectos de la vida privada y la subordinación al hombre. De esta forma se recibe un mensaje androcéntrico, en el que lo masculino tiene más valor que lo MODULO IV

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femenino. A los niños se les educa para la producción y para el éxito en el ámbito público, potenciando su independencia y sus ambiciones y reprimiendo la expresión de los afectos. Además se socializan en una cultura de violencia a través de los juguetes, juegos, videojuegos o películas que consumen. Se establece una relación entre agresividad y masculinidad desde pequeños y se fomentan estas conductas como prueba de virilidad. A las niñas en cambio, se las socializa para la reproducción y para el éxito en el ámbito privado, se reprime su libertad y su ambición, y también cualquier conducta de dominio o agresividad. Esto puede favorecer una futura situación de victimización, pues las niñas se desarrollan en mujeres carentes de poder y de confianza en sí mismas. A pesar de que ha habido muchos cambios en los últimos años y hay más actitudes igualitarias entre hombres y mujeres, queda aún mucho trabajo por hacer. Para ilustrarlo se presentarán las conclusiones de una investigación del Ministerio de Igualdad (De la Fuente, 2007) que ha medido con una serie de instrumentos la estereotipia de roles, de rasgos, de valores (instrumentales y finales) y de actitudes hacia la igualdad de géneros. Se ha tratado de averiguar si las ciudadanas y ciudadanos son proclives a una participación de las mujeres en situación de igualdad, en todos los ámbitos sociales. Es decir, se midió su predisposición a que las mujeres cambien el rol tradicional de madre de familia y ama de casa. Resultados de la investigación sobre estereotipos de rol- la estereotipia en rasgos masculinos se mantiene en todos los rasgos. - hay una mayor estereotipia de rol familiar a medida que aumenta la edad o desciende el nivel de estudios terminados. Según la estereotipia de rol familiar, hombres y mujeres deben desempeñar tareas diferentes dentro del hogar y, según la estereotipia de rol laboral, la mujer está más limitada para poder desempeñar ciertas profesiones. Los resultados obtenidos permiten concluir, en cuanto a las diferencias por género, que: - El sexo tiene una incidencia significativa, en la dirección de una mayor estereotipia en los hombres. - En los hombres existe mayor estereotipia, en las dos dimensiones: rol familiar y rol laboral. - La dirección de las diferencias por sexo es la disminución de la estereotipia con el aumento del nivel de estudios y en las mujeres. Haciendo un análisis cronológico de todo el periodo estudiado (1993-2006) este estudio concluyó que: - Hombres y mujeres siguen presentando una pauta de asignación diferencial a cada género muy distinta.

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- Las actitudes igualitarias están más presentes a medida que desciende la edad y aumenta el nivel de estudios terminados - El nivel cultural más alto también se configura como un elemento claramente diferenciador de las actitudes igualitarias - Entre las mujeres, no existen diferencias significativas en los valores medios de todo el periodo estudiado: 1993-2006, indicando que las actitudes hacia el trabajo extradoméstico no han cambiado en todo este tiempo - Entre los hombres, la situación es aún más preocupante puesto que el valor medio de 2006 es el más bajo desde 1996 aunque las diferencias no son estadísticamente significativas. Como se puede apreciar, aún hay mucho trabajo por hacer a través de la educación en materia de igualdad de oportunidades.

LA TOLERANCIA SOCIAL DE LA VIOLENCIA HACIA LAS MUJERES Las actitudes tolerantes hacia la violencia contra las mujeres están entre los factores de riesgo socioculturales para la ocurrencia de maltrato. Entre los predictores más importantes de estas actitudes se encuentran el género y las actitudes de rol de género. Conclusiones de los principales Estudios sobre las actitudes de tolerancia hacia la perpretación de violencia contra la mujer: * Sugarman & Frankel en 1996 describieron un constructo al que llamaron "ideología patriarcal" relacionándolo con las puntuaciones de las actitudes hacia la violencia, los roles de género y las puntuaciones de los rasgos de género. Los resultados obtenidos fueron que las actitudes hacia la violencia estaban fuertemente asociadas con su perpetración. Entre las conclusiones de estas investigaciones se observa una mayor tendencia de los hombres a culpar a las mujeres víctimas. * Sakalh (2001) y Nayak, Byrne, Martín & Abraham (2003) sostienen que los hombres tienden a aprobar el uso de la violencia contra sus parejas también tienden a echar la culpa a la víctima en los casos de violencia física y sexual, y se muestran de acuerdo con la existencia de privilegios masculinos en mayor medida que las mujeres. * El estudio de Nayak et al. (2003) antes citado, analizó muestras de mujeres y hombres estudiantes de cuatro países. Ya la OMS en 2000 consideraba el fenómeno de la violencia contra las mujeres como un problema universal. * Los resultados de Sakalh (2001) mostraron que los hombres que tenían actitudes más favorables hacia el patriarcado y que habían puntuado alto en sexismo hostil, eran los que tenían actitudes más favorables hacia la violencia contra la esposa, y culpaban a las mujeres por provocarla. * Nabors, Dietz & Jasinki (2006) hallaron que más de la mitad de la muestra de su

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investigación llevada a cabo con estudiantes estaban de acuerdo con la idea de que cierto grado de violencia es causada "por el modo como las mujeres tratan a los hombres", resultados consistentes con los de Carlson & Worden (2005). * Fararnarzi & Esmailzadeh (2005) por su parte observaron que las mujeres que tenían actitudes positivas hacia la dominación masculina habían experimentado más maltrato físico y psicológico que aquellas con una actitud negativa hacia la dominación. * Por su parte, Bhanot & Senn (2007) señalan que una educación escasa está relacionada con una más alta aceptación de la violencia contra la mujer, ya que se vincula a creencias más restrictivas y conservadores acerca de los roles de género. Esto coincide con el estudio internacional de Nayak et al. (2003) antes mencionado y muestra la importancia de diseñar programas con perspectiva de género que permita a las mujeres tomar conciencia de sus derechos. * En estudios realizados en España con población adolescente (Díaz-Aguado, 2003) y con población universitaria (Ferrer et al., 2006) y también en investigaciones del Eurobarómetro ( “La opinión de los/as europeos/as sobre la violencia doméstica de la que son víctimas las mujeres”, Comisión Europea, 1999) se han encontrado resultados similares a los de otros países. En suma, las creencias sobre los roles de género, sobre la subordinación de las mujeres a los varones, sobre la restricción de los derechos de las mujeres y en apoyo a la dominación masculina están relacionadas con la tendencia a culpabilizar a la víctima, a legitimar las actitudes y comportamientos de los maltratadores y a sostener mitos sobre la violencia de género.

LOS MICROMACHISMOS COTIDIANOS Y SUS EFECTOS COTIDIANOS Jorge Corsi, dice que "la violencia hacia las mujeres se estructuró socialmente mediante un proceso de invisibilización (falta de percepción social) y la naturalización de la misma (como un medio para "educar" a menores y mujeres)". Las víctimas no tenían conciencia de que sus derechos eran vulnerados ni había leyes que las protegieran. Este proceso de invisibilización y naturalización de la violencia lo ha estudiado en detalle Luis Bonino, quien acuñó el término "micromachismos" para describir los "pequeños" comportamientos deviolencia cotidiana que ejercen los hombres en la pareja para coartar la autonomía personal femenina, de manera continuada, sutil e insidiosa. Los define como "pequeños, casi imperceptibles controles y abusos de poder cuasinormalizados que sin ser muy notables, restringen y violentan insidiosa y reiteradamente el poder personal, la autonomía y el equilibrio psíquico de las mujeres, atentando además contra la democratización de las relaciones. Dada su invisibilidad se ejercen generalmente con total impunidad." "Son de uso reiterado aún en los varones "normales", aquellos que desde el discurso social no podrían ser llamados violentos..." El objetivo de esas conductas sería, según Bonino: " ejecutan estas maniobras para conservar su posición de género, intentando mantener o reafirmar los lugares que la

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cultura tradicional asigna a mujeres y hombres: ellos con más derechos a definir la realidad, a la libertad, a tener razón, al uso del tiempo y del espacio, a ser cuidado y a desimplicarse de lo doméstico; ellas con menos derecho a todo ello y disponibles para el varón...Las ejecutan también como una afirmación de su identidad masculina, sustentada en las creencias de superioridad sobre la mujer y de autonomía auto afirmativa con negación de la vincularidad intimista y la reciprocidad."

Dichas maniobras son casi invisibles por estar naturalizadas y sostenidas por las normas patriarcales de género que les otorga su aval social. Este autor los clasificó en las siguientes categorías: 1) Los micromachismos coercitivos (o directos), son aquellos en los que el hombre usa la fuerza moral, psíquica, económica o de su carácter, para intentar doblegar a las mujeres y convencerlas de que no tienen razón. Entre los micromachismos coercitivos, Luis Bonino describe los siguientes: Intimidación: Comportamiento atemorizante (mirada, tono de voz) que se ejerce cuando ya se tiene fama de persona abusiva o agresiva. Se dan indicios de que si no se obedece algo pasará. Toma repentina del mando: Anular o no tener en cuenta las decisiones de la otra persona, incluyendo tomar decisiones sin consultar, ocupar espacios comunes, opinar sin que se lo pidan o monopolizar la conversación. Apelación al argumento lógico: Recurrir a la lógica y a la "razón" para imponer ideas, conductas o elecciones desfavorables para la otra persona Insistencia abusiva: Obtener lo que se quiere por agotamiento de la otra persona que al final acepta a cambio de paz. Control del dinero: Maniobras para monopolizar el uso o las decisiones sobre el dinero, limitando el acceso de la otra persona o dando por descontado que se tiene más derecho a ello. Uso expansivo del espacio físico: Ocupar los espacios comunes impidiendo que la otra persona los emplee. 2) Los micromachimos encubiertos (de control oculto o indirectos), incluyen aquellos en los que el hombre oculta su objetivo de dominio. Algunas de estas maniobras son tan sutiles que pasan desapercibidas, y por ello pueden llegar a ser más efectivas que las anteriores. Este tipo de actuaciones impiden el pensamiento y la acción eficaz de la mujer, llevándola en la dirección elegida por el hombre y aprovechan su dependencia afectiva y su pensamiento "confiado", provocando en ella sentimientos de desvalimiento, confusión, culpa y dudas que favorecen el descenso de la autoestima y la autoconfianza.

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Entre los micromachismos encubiertos, Luis Bonino señala los siguientes: Maternalización de la mujer: Inducir a la mujer a dar prioridad al cuidado de otras personas (hijos/as, familiares) promoviendo que ella no tenga en cuenta su propio desarrollo personal o laboral. Maniobras de explotación emocional: Generar en la otra persona dudas sobre si misma, sentimientos negativos y dependencia usando dobles mensajes, insinuaciones, acusaciones veladas, chantaje emocional, etc. Terrorismo: Comentarios de descalificación (de sospecha, agresivos) repentinos, sorpresivos que dejan indefensa a la otra persona por su carácter abrupto. Paternalismo: Hacer sentir a la mujer como si fuera una niña que necesita cuidados. Creación de falta de intimidad: No reconocer las necesidades de afecto de la pareja, la resistencia a hablar de sí mismo, invadir los espacios de intimidad de la otra persona, etc. Engaños: Desfigurar la realidad al ocultar lo que no interesa que la otra persona sepa. Autoindulgencia sobre la propia conducta perjudicial: Eludir la responsabilidad sobre las propias acciones, negarlas o no darles importancia (Hacerse el tonto, "No me di cuenta", "Quiero cambiar, pero me cuesta"), justificarse apelando a las obligaciones laborales ("No tengo tiempo para ocuparme de los niños"). 3) Los micromachismos de crisis, suelen utilizarse para restablecer el reparto previo y mantener la desigualdad de poder en momentos tales como el aumento del poder personal de la mujer por cambios en su vida o por la pérdida de poder del hombre por razones físicas o laborales. Entre los micromachismos de crisis, Luis Bonino señala los siguientes: Seudoapoyo en las tareas de la casa: Se anuncia el apoyo pero sin hacerlo efectivo. Se evita así mostrar una oposición frontal pero no se colabora en el reparto de la carga doméstica Desconexión y distanciamiento: Se utilizan formas de resistencia pasiva, incluyendo falta de apoyo o colaboración, no tomar la iniciativa y luego criticar, amenazar con abandonar o abandonar realmente la relación. Hacer méritos: Maniobras consistentes en hacer regalos, prometer comportarse bien o hacer cambios superficiales, sobre todo frente a amenazas de separación, sin cuestionarse la situación de base o sus causas. Dar lástima: Comportamientos autolesivos como accidentes, aumento de adicciones, enfermedades, amenazas de suicidio, que inducen a la otra persona a pensar que sin ella él podría terminar muy mal.

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PRINCIPALES TRASTORNOS A CAUSA DE LA VIOLENCIA CONTRA LAS MUJERES Muchas mujeres que son violentadas en cualquiera de sus formas desarrollan a lo largo del tiempo cuadros m víctimas como consecuencia de la violencia sufrida. * Trastorno de Estrés Postraumático (TEPT) * Depresión. La depresión es el diagnóstico que se hace con más frecuencia a las víctimas. Golding en 1999, llevó a cabo un meta-análisis en el que se revisaba la relación entre depresión y violencia de género (física), encontrando una prevalencia del 15% al 83 %. La gravedad de la depresión se asociaba de forma directa a la gravedad o duración de la violencia. * Ansiedad Fobias específicas, agorafobia, trastorno de ansiedad generalizada y trastorno obsesivocompulsivo. * Baja autoestima. La autoestima de las mujeres (Lagarde, 1999), se ve dañada en una relación en la que es constantemente descalificada por su agresor con el fin de minarla psicológicamente. El maltrato provoca un deterioro en su autopercepción, un aumento en las creencias negativas con respecto a sí misma y porque disminuye la capacidad de la mujer de afrontar la situación de violencia (Echeburúa et al.1997) Algunos estudios señalan además que es el maltrato psicológico el que provocaría un mayor deterioro en la autoestima de estas víctimas, debido a las continuas descalificaciones y agresiones verbales de su agresor, que contribuye a esa autoevaluación negativa, y también porque el aislamiento a que es sometida la pone en una situación de privación de contactos sociales que mejoren esa autoimagen. Por tanto, una red social de apoyo es importante para cambiar esta situación y consideramos esencial tratar este aspecto en la intervención terapéutica. Para lograr su recuperación, es importante realizar acciones en favor de la autoestima de las mujeres víctimas. Dichas acciones se enfocan en concientizar a la mujer de que tiene recursos internos propios, a ayudarla a desarrollar habilidades subjetivas y prácticas que le permitan apreciar sus cualidades y potenciarlas y ayudarla a crearse una red de apoyo que la sostenga. * Distorsiones cognitivas Las mujeres víctimas de violencia de pareja utilizan ciertas estrategias cognitivas de supervivencia que suponen una distorsión de la realidad y varían en función de las diferencias individuales y de la fase evolutiva del maltrato.

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Si la violencia comienza de forma sutil y es de tipo psicológico, la víctima suele tender a la negación o minimización del problema, así como al autoengaño y a la atención selectiva hacia los aspectos positivos de su pareja. Los comportamientos violentos pueden llegar incluso a justificarse. (Echeburúa, Amor y de Corral, 2002) Muchas veces la mujer se aferra a la creencia de que su agresor "cambiará" y se autoinculpa por no poder complacerle para que no le agreda. Además, las víctimas también modifican su sistema de creencias debido a que la violencia la padecen dentro del hogar (el lugar supuestamente más seguro) lo que rompe su sensación de seguridad y la hace sentir que el mundo es un lugar peligroso. Miller & Porter (1983) distinguen tres tipos de cogniciones de autoinculpación en mujeres maltratadas: por creer que son ellas las causantes de los episodios de violencia, por no ser capaces de detenerlos y por tolerar la violencia. Estos pensamientos causan un gran deterioro emocional. Echeburúa et al (2002) señalan que es frecuente encontrar las siguientes creencias distorsionadas entre las mujeres víctimas: a) sentir vergüenza de hacer pública en el medio social una conducta tan degradante; b) creer que los hijos necesitan crecer y madurar emocionalmente con la presencia ineludible de un padre y de una madre; c) tener la convicción de que la víctima no podría sacar adelante a sus hijos por sí sola; d) considerar que la familia es un valor absoluto en sí mismo y que, por tanto, debe mantenerse a toda costa; e) creer que la fuerza del amor lo puede todo y que, si ella persevera en su conducta, conseguirá que el maltrato finalice; f) pensar que su pareja, que, en el fondo, es buena persona y está enamorado de ella, cambiará con el tiempo; g) estar firmemente convencida de que ella es imprescindible para evitar que él caiga "en el abismo * Déficit en resolución de problemas Launius & Jensen (1987) afirman que las víctimas de violencia muestran un déficit general en estrategias de afrontamiento, al encontrar que presentaban dificultades en las tres habilidades para una resolución de problemas eficaz: la habilidad para generar un gran número de alternativas, para generar soluciones eficaces y para seleccionar una alternativa eficaz ante un problema. Al parecer la experiencia repetida de los episodios violentos, la percepción de incapacidad para hacer frente a la violencia, la sensación de indefensión que se deriva de ello y el deterioro que a nivel emocional sufren serían algunos de los factores que podrían explicar este déficit. * Inadaptación a la vida cotidiana

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Las mujeres víctimas presentan un índice muy alto de inadaptación a la vida cotidiana, sin que haya diferencias significativas en función del tipo de maltrato experimentado. (Echeburúa et al. (1997). * Dependencia de sustancias Algunas mujeres víctimas recurren al consumo de sustancias adictivas como forma de tolerar el dolor físico o emocional generado por la violencia constante (drogas, alcohol, psicofármacos) utilizados a los efectos de reducir la ansiedad y bloquear el malestar físico y emocional derivado de la situación de estrés crónico que provoca el maltrato (Echeburúa y Corral, 1998) Golding (1999) (Clark &Foy, 2000). * Suicidio o ideación suicida En el estudio meta-analítico de Golding (1999) la tasa de prevalencia de suicidio en mujeres víctimas de malos tratos encontrada oscila entre un 4.6% y un 77%, con una media que se sitúa en un 17.9%, muy por encima de la media de la población normativa. Stark, Flitcraft & Frazier (1979) en sus estudios, encontraron que un 29% del total de mujeres ingresadas en el servicio de urgencias de un hospital por intento de suicidio eran mujeres maltratadas, habiéndolo sido ese mismo día la mitad de ellas, y el 75% restante durante los seis meses anteriores. Lorente (2001) ha sugerido que en España entre el 20% y el 40% de las mujeres que se suicidan cada año tienen antecedentes de malos tratos. Entre los factores de riesgo del suicidio, Blaauw, Arensman, Kraaij, Winkel & Bout (2002) afirman que es la situación de aislamiento a la que están sometidas las víctimas la variable que mejor predice la decisión de estas mujeres de acabar con su vida, como la única solución para escapar del sufrimiento que están viviendo. Los estudios cuestionan la creencia popular según la cual el hogar es el lugar donde las mujeres están más seguras, demostrando que es donde están más expuestas a la violencia de género que en ningún otro lugar.

LA VIOLENCIA PSICOLÓGICA Y SU INFLUENCIA NEFASTA EN LA VICTIMA “Nunca imaginé que cuando me separara iba a transformarme en una mujer completamente diferente, y hasta descubrir aspectos que desconocía en mí en todo ámbito. Es increíble cómo la imagen que tenía de mí misma, se transformó con el tiempo y la terapia en un espejo donde ya no me pude mirar más”. De esta manera, Eugenia (26), una reciente recibida abogada cuenta parte de su percepción y cambio, que se dio con el tiempo, luego de separarse de su pareja de cinco años. “En mi caso, la violencia fue siempre psicológica, nunca física, pero es igual de importante, y se nutren de alguna manera. Recuerdo que llegó un momento en que se me hizo insostenible sentirme tan ínfima, torpe e insignificante como mi ex pareja me había hecho creer que era. Por suerte tengo buenos amigos y pude pedir ayuda para reencontrarme con mi autoestima”.

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Pero la denominada violencia psicológica no es privativa del ámbito hogareño, se ejerce y expande también a lo social, mediático e institucional. El delgado hilo “naturalizado” hace que sea más complejo poder apreciarla. La socióloga Silvina Anfuso analiza la problemática y concluyó en estas formas de violencia psicológica: “Sutilezas” letales Como una gota que no cesa y apunta siempre al mismo lugar, de esta manera la violencia ejercida desde lo psicológico en cualquier mujer, destruye su autoestima y autonomía. Es fundamental tener claro que este tipo de violencia tiene la característica de ser sostenida en el tiempo, dándose una agresión psíquica cuando el comportamiento de un individuo atenta contra la dignidad de otro, no sólo en el ámbito privado, sino en todos los ámbitos. Como explica la socióloga Silvina Anfuso: “tanto la violencia física, como la sexual o patrimonial, de alguna manera vienen tomadas de la mano de la violencia psicológica; es decir que esta última es parte de la violencia física, sexual y económica y también antecede de alguna forma a las mismas”. ¿Cuál es la base de la violencia psicológica hacia la mujer? Tiene que ver con lograr la desvalorización de ella, y materializar la misma, es decir hacerla sentir que “vale menos” y a partir de esto, utilizar estrategias que podríamos llamar “sutiles” y que se pueden ver en la práctica. ¿Ejemplos? las descalificaciones, la ridiculización, los desprecios, insultos, amenazas, el juzgamiento, no tener en cuenta las creencias de ningún tipo a las que adhiera la otra persona y hasta exigirle (en caso de la violencia psicológica en una pareja) mantener relaciones sexuales aunque la mujer no tenga ganas). Se suma el bloqueo social que implica generarle a la persona cierto aislamiento respecto a las relaciones sociales que tiene desde hace tiempo, ya sea familia, amigos, o grupo de interés. ¿Estas actitudes del agresor terminan en lo físico siempre? No siempre. Pero la violencia psicológica, aunque no termine en la física sí funciona como una forma de “disciplinar más”, que tiene que ver con el ejercicio de la autoridad y la legitimidad de la posición de ese varón en tanto “ordenador de la relación, vida y deseos de la mujer”. Ahí incluso, se siente con la legitimidad de acudir a la violencia física para lograr este disciplinamiento y “dominación”. Pero el ataque al mundo femenino traspasa las fronteras privadas... No es privativo de esa frontera. Se trata de un proceso que se puede ejercer de manera individual, pero también social, es decir si lo puede llevar a cabo una pareja es porque hay cierto consenso social que legitima esta práctica, que definitivamente va en detrimento de la autonomía de lo femenino.

Los cuerpos de las mujeres, tan sexuados difundidos en medios diversos de comunicación, por ejemplo, son mensajes que terminan reduciéndolas a objetos que tienen que estar “disponibles” para el consumo de un otro, y en esta despersonalización de las mujeres es

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donde se da también la violencia hacia lo femenino. Pero no sólo sucede en los medios, también puede verse en instituciones garantes del derecho, que frente a alguna situación que afecta a la familia, exigen a la mujer, en tanto madre, muchas más responsabilidades respecto a los hijos que a un papá; naturalizando el hecho de que es ella quien tiene que garantizar el bienestar de los niños, desligando de ciertas responsabilidades a los padres.

¿Cuál sería el inicio del cambio que podría proponerse desde la mujer misma? Tenemos que confiar un poco más en las palabras de las otras mujeres. Se trata de desarrollar un concepto de solidaridad entre el género y para eso hay que empezar a construir esas relaciones solidarias, basándose en la empatía femenina, para luego cada quien, pueda construir caminos de cambio. Desde lo institucional deben existir recursos y capacitación sobre todo de las asimetrías de género existentes, traducidas en formas de violencia en todos los ámbitos, respecto a las posibilidades y deseos. Por último, la profundización del debate abierto en los medios en materia de género, sería muy importante que pudiera lograrse. Son todos puntos que confluyen a generar los motores de cambio que tanto cuesta poder poner en marcha, de manera integral.

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AUTOESTIMA Y GÉNERO (Por Marcela Lagarde y de los Ríos)

Un nuevo paradigma Este libro corresponde con el nuevo paradigma, gestado y amasado en la cultura feminista a través de la historia de más de tres siglos de feminismo, y conforma una tradición profunda. Al final del siglo XX el referente político, un analítico/a del feminismo, se ubica, simbólica y políticamente, en la Conferencia Mundial sobre las Mujeres realizada en Pekín a convocatoria de la ONU, y en el Foro de Mujeres que se realizó de manera paralela. En ambos eventos participaron más de 40.000 mujeres que representaban a decenas de miles de mujeres con autoridad y conciencia de género, y tomaron la palabra en nombre de las mujeres del mundo. Ellas llevaron su propia voz que recogía las voces, las propuestas, los logros y las acciones de la tradición feminista de tres siglos, y las actualizaron. Las debatieron frente a visiones tradicionales y fundamentalistas en una dura confrontación política cuyo objetivo era legitimar acciones de intervención en la vida de las mujeres de todo el mundo. De un lado, los gobiernos, las instituciones, los organismos civiles e internacionales y las iglesias; del otro, las mujeres civiles que hicieron, con algunos aliados de las instancias mencionadas, una defensa de los derechos humanos de las mujeres. El resultado no fue establecido sólo por las mujeres de avanzada, sino por todos esos actores en negociaciones complejas. Con todo, los diagnósticos realizados por mujeres, gobiernos e instituciones, antes de la Conferencia, la Plataforma de Acción emanada de ella, y el hecho de que los gobiernos y las instituciones pactaran con las mujeres, constituyen un hito en la historia social de nuestro tiempo. En Pekín las feministas reiteraron que los derechos de las humanas deben ser universales y que su real existencia sólo se confirma en la vida personal de cada mujer. En mi libro Género y feminismo. Desarrollo humano y democracia' expuse el paradigma feminista del umbral del siglo y del milenio con una perspectiva macrosocial. El presente libro trata de lo mismo. Sólo que ahora mi perspectiva es personal, de acuerdo con la tesis feminista lo personal es político. La dimensión no es el mundo sino la vida de cada mujer ubicada en el mundo. El análisis teórico es la perspectiva sintetizadora de género como base del análisis de la vida personal y, ubicada así, de la autoestima. Desde el paradigma feminista, lo primordial es el desarrollo de cada mujer concebido como la construcción de los derechos humanos de las mujeres en la vida propia. Implica continuarla más radical de las revoluciones históricas: la transformación compleja de la sociedad y la cultura para construir la convivencia de mujeres y hombres sin supremacía y sin opresión. Se trata de una revolución radical, porque su perspectiva es la de trastocar el orden del mundo patriarcal, derribar sus estructuras, desmantelar sus relaciones jerárquicas y construir un nicho social que acoja a todos los sujetos en condiciones de equiparación. Por eso esta construcción ha llevado varios siglos y llevará más tiempo aún. Una parte fundamental de esta revolución ocurre a las personas mismas que la promueven y a quienes son tocadas por su incidencia histórica'. Es posible, sin embargo, que algunos

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avances y logros que provienen de ese semillero no alcancen para que las mujeres se constituyan en sujetas del mundo. Hoy es una prioridad feminista que los cambios radicales involucren la subjetividad tanto como la vida cotidiana, la conciencia y la cultura personales.

Tendencias políticas y autoestima En la actualidad hay dos grandes vertientes de la autoestima. La más difundida por la mercadotecnia y las tecnologías educativas conservadoras es idealista, conservadora y fundamentalmente patriarcal. Forma parte de los estímulos ideológicos al individualismo y al voluntarismo psicologista. Elude el análisis de las causas concretas de los problemas de autoestima. Y pretende crear métodos terapéuticos o de autoconsumo para mejorar la autoestima sin cambiar el mundo. Su objetivo es sólo cambiar hábitos, imágenes, formas de hacer algunas cosas, actitudes y comportamientos para adaptar a las mujeres al sentido conservador de la modernidad: ocuparse de sí mismas, para tener éxito de acuerdo con los valores hegemónicos y para sentirse dichosas con ese sentido de realización personal. Desde esta visión light es posible incluso afirmar la autoestima en la servidumbre familiar, laboral, conyugal. Se concibe la autoestima como una experiencia intrínseca e ideológica basada en la voluntad. Se considera a la autoestima como universal y por ello se trata de manera indistinta a mujeres y a hombres. No se reconoce la importancia de la diferencia sexual y tampoco de las configuraciones de género no sólo en la conformación de la autoestima sino de la vida misma. Está ausente en esta concepción la perspectiva sociopolítica que relaciona la autoestima con el género y la clase, la etnicidad, la condición cultural. Se trata, en cambio, de una visión esencialista y ahistórica, y conduce a visiones reduccionistas en cuanto a la atención de la problemática vital. Contribuye, asimismo, a despolitizar la existencia y así fomenta el conformismo y una experiencia omnipotente. Desde luego, desde esta tendencia se enfocan y atienden problemas de relación, se analizan, por ejemplo, algunos problemas de relaciones hostiles o nocivas como enfermedades o adicciones, se atribuye un origen natural a problemas de seguridad y confianza, las dificultades para alcanzar metas y objetivos son definidas como fracasos, y se le apuesta al autocontrol como recurso disciplinario que conducirá a la asertividad y a la valoración. A esta visión la conocemos como Enciende tu vida, o Cree en ti, o cosas similares. Desde su propio mercadeo, ofrece el control total de tu vida, la elevación de tus cualidades espirituales y el logro de tu felicidad. La influencia de esta tendencia se da a través de terapias, cursos, seminarios, revistas para mujeres, de modas y del hogar; también a través de programas de radio y televisión. Incide sobre todo en personas ricas o que aspiran a ascender. Y, a pesar de que no están dirigidos específicamente a mujeres, acuden a su llamado sobre todo mujeres que sufren y encuentran en esta tecnología alivio a muchos problemas que las agobian. La atención de la autoestima les conduce a ocuparse de sí, a reflexionar y mejorar, a cambiar algunas de sus conductas. Este tipo de terapia condiciona, de hecho, formas de adaptación funcional al mundo, e impide el desarrollo de una conciencia de sí, de una conciencia crítica de género. La autoestima ubicada en la perspectiva feminista tiene otros contenidos. La reflexión sobre esta problemática proviene de la crítica deconstructiva de concepciones que colocan las transformaciones externas a la persona y las metas sociales y políticas colectivas por MODULO IV

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encima de las necesidades y la realización personal. Algunas ideologías de la vieja izquierda han sobrevalorado a los sujetos colectivos y sus causas en detrimento de los sujetos individuales, y han promovido una moral sacrificial: no importa el estado de las personas, sino el logro de transformaciones colectivas. Más aún, hicieron depender de los grandes cambios sociales y culturales la mejora de las condiciones individuales. Desde esa ideología han promovido una mentalidad idealista al omitir a la persona en el análisis político o reducirla a receptáculo de las condiciones sociales. La tesis es muy simple: al mejorar las condiciones, mejora automáticamente cada quien y además lo hace en cumplimiento de la doctrina y de realizar una utopía. La omisión de la persona tiene su fundamento en la crítica al individualismo excluyente e inequitativo asociado a intereses de clase egoístas, y a la derecha. Desde esa izquierda, reivindicar a la persona es un atentado a la cohesión grupal o comunitaria y se considera muestra de insolidaridad. En tal esquema, la individualidad y la persona se oponen al colectivo y a la solidaridad, como valor antagónico e incompatible con la colectividad. La anulación de la persona corresponde con una visión profundamente autoritaria del poder en la que no hay personas, sino grupos y corporaciones que viven en pos de ideales y, por ende, de los fines colectivos. Desde cualquier autoritarismo, de izquierda o de derecha, es posible anteponer intereses generales, colectivos o públicos, a los intereses particulares, individuales, personales y privados. Mujeres de diversas épocas han participado en movimientos sociales y políticos que han buscado transformar el mundo en beneficio de las mayorías. Anhelantes de transformar sus Propias vidas, de eliminar las injusticias en carne propia, han encontrado en esos movimientos el discurso de la equidad, la configuración de la libertad, la convergencia con otros seres sedientos de alcanzar los mismos fines. A pesar de haber concretado algunas de sus aspiraciones sociales y políticas, la mayoría de las mujeres comprometidas no logró transformar positivamente sus existencias de manera integral. En ese camino muchas murieron, otras expusieron sus vidas o perdieron su libertad, otras más asumieron formas de vida precarias y peligrosas. Según las épocas y los procesos, algunas consiguieron cambiar condiciones sociales, ideologías, hasta regímenes políticos, y mejoraron sus condiciones sociales. Sin embargo, algo ha faltado. Hay una carencia: ¿De esto se trataba? ¿Para lograr esta estrechez vital hemos vivido tanto pesar? La reflexión sobre lo personal proviene de la crítica a esa forma de participar con la creencia de que automáticamente al ganar un partido, al desmontar un régimen político o un sistema económico, o cualquier cambio social promovido por un movimiento puntual, todo mejoraría y, al sobrevenir, la misma vida cambiaría en aquellos aspectos íntimos, profundos, personales, que han impulsado a muchas mujeres a apoyar pequeñas y enormes causas y a realizar grandes acciones. Por el contrario, para participar así, muchas mujeres han debido truncar su propio desarrollo y traicionar sus deseos por sí mismas, a favor de la causa y vivir ignominias en pos de ideales, incluso por parte de sus compañeras y compañeros o de las organizaciones que han contribuido a formar. Tras un tiempo resurge en algunas de ellas el anhelo de sentirse bien internamente y la necesidad de que ese anhelo sea legítimo. El feminismo de los años 60 y principio de los 70 recogió en muchos países el deseo de las mujeres que padecen el malestar sin nombre'. En aquel entonces, se refería a mujeres

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norteamericanas, clase medieras educadas, que cumplían con todos los anhelos matrimoniales, familiares, incluso de buen nivel de vida y, no obstante, vivían depresión y malestares sin fin. Se sentían atrapadas y paralizadas. Vivían como viven millones de mujeres en el mundo, para apoyar el desarrollo y la realización de sus seres queridos, eso las deprimía. Eran tratadas por la psicología y no bastaba. Ellas fueron, en parte, quienes se rebelaron y participaron en movimientos sociales, sexuales, pacifistas y feministas; al emanciparse, proclamaron que lo personal es político. Un aporte radical de los feminismos de las últimas décadas del siglo XX y principios del XXI, consiste en que la participación de estas mujeres no ha tenido que ver con causas generales y difusas: al dirigir la política a las mujeres mismas, como categoría social y como individuas, se conectan desde ahí con otros procesos sociales y políticos. Han hecho de la causa de las mujeres su prioridad. Han colocado el tiempo y el espacio como parámetros de realización utópica y han dicho: aquí), ahora. Han ubicado su ámbito y lo limitan entre la vida cotidiana, las redes de relaciones sociales y el Estado. La causa avanza y se extiende a mujeres de todos los confines, muchas de ellas provenientes de tradiciones históricas y procesos políticos muy diversos. La dimensión personal de la realización trascendente define la innovación del feminismo del siglo XX, y complejiza la profunda tradición social de compromiso ético con las mayorías y por eliminar formas de dominación como la explotación y la opresión, prevalecientes en períodos anteriores. "Ha llegado la hora de invertir el lema feminista y proclamar que lo político es personal`. No se cambia una prioridad por otra, sino que el feminismo se enriquece y abarca todas las dimensiones: desde lo individual hasta lo colectivo, lo privado y lo público, y va de la sociedad al Estado, de la cultura a las prácticas sociales. Unas feministas ponen el acento en unos ámbitos y otras en Otros. Todas han acertado. Otra vertiente más reciente en la reflexión sobre la autoestima surge de la participación social de mujeres en procesos de desarrollo y de intervención política. Mujeres que luchan (así se conciben) por distintas causas, incluso por la causa de las mujeres que tras unos años de grandes esfuerzos continúan viviendo los mismos problemas y afrentas personales, mujeres que tras liderar procesos, en momentos cruciales, dimiten; mujeres que con toda la convicción no han tenido la fuerza para participar o que han sido muy lastimadas con el asedio, la competencia y un sinfín de obstáculos. Se ha desvanecido la ilusión de que la fuerza de las convicciones es suficiente para tener fortaleza personal, o de que el éxito y los avances políticos de género se traducen en mejoras personales de quienes los impulsan. Se reconoce que aun mujeres que están en posiciones de avanzada viven formas de opresión y violencia que las dañan, y no tienen recursos para evitarlo ni para superarlo. La participación política a secas ha dejado de ser la piedra filosofal. Hoy hacemos una crítica a la participación política en condiciones de desigualdad y minoría en espacios políticos y con las maneras y estilos, los usos y las costumbres patriarcales, idealizada con el velo de la igualdad.

La autoestima en la mira feminista Como corolario de las experiencias referidas, feministas de todo el mundo descubren que vivir en condiciones patriarcales daña a las mujeres y que eso requiere atención. Y también que, aunque sean indispensables, no bastan las acciones educativas, laborales y políticas MODULO IV

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para transformar positivamente la autoestima de las mujeres: es preciso intervenir específicamente. Lo que no significa prescindir de esas acciones ni salir de esos espacios. Sino que urge modificar los espacios y lo que ahí sucede. Por eso, desde hace dos décadas, uno de los ejes del trabajo feminista consiste en realizar acciones a favor de la autoestima de las mujeres, en primer término al promover una nueva conciencia del mundo desde la autoconciencia feminista de la propia individualidad. Un segundo eje, un aporte práctico al mejoramiento de la autoestima y de la vida de las mujeres, es la práctica ética que define al feminismo actual: la acción política para eliminar las causas de la opresión de las mujeres, articulada con la acción reparadora de los daños en cada mujer. Gran parte de las energías de las mujeres de organizaciones, movimientos e instituciones se destinan, al inicio del siglo XXI, a crear instituciones, establecer normas, valores y leyes para ilegitimar y desautorizar la desigualdad, la inequidad y la violencia contra las mujeres, y, al mismo tiempo, a crear nuevas pautas de convivencia social para pemear la cultura en todas sus manifestaciones con esta ética. Es notable ver, de manera paralela, la acción reparadora de unas mujeres con otras, cuando legitiman, apoyan y tratan de manera solidaria, terapéutica y ciudadana, a otras mujeres, víctimas de la violencia sexual, la guerra, la explotación, el maltrato conyugal y familiar, la discriminación política, la pobreza y la precariedad. Hoy dedicamos gran parte de nuestras energías vitales a nuestro fortalecimiento personal, porque todas estamos dañadas por vivir en un mundo que coloca a las mujeres bajo dominio. Hoy sabemos que estamos en riesgo y por eso también nos preparamos para evitarlo y eliminarlo. Por esa voluntad, decenas de miles de mujeres en todo el mundo, en particular mujeres carenciadas, pobres, desplazadas, refugiadas o marginadas que impulsan procesos de desarrollo, han participado en reuniones de conciencia y reflexión, en seminarios, talleres y actividades ligadas a la autoestima. Forman parte de esta acción política, mujeres que ejercen liderazgos y, como parte de su formación política, participan en Procesos de autoconciencia y de fortalecimiento de la autoestima. Esta nueva dimensión de la política feminista se da en concordancia con la línea ético política del feminismo contemporáneo que promueve la participación de las mujeres en Mejores condiciones. Estas acciones buscan eliminar la tendencia sacrificial de las mujeres en la política y en otras esferas vitales. El interés por la autoestima parte, asimismo, de la conciencia de que cada mujer tiene recursos propios, ha desarrollado habilidades y capacidades subjetivas y prácticas para vivirlas, que son parte de ella misma, la constituyen. La conciencia de la autoestima conduce a que cada mujer visualice y aprecie sus cualidades y habilidades vitales, las potencie y las comparta en procesos pedagógicos con otras mujeres. Destacamos la importancia de una pedagogía entre mujeres en la que cada una puede ser maestra de otras y a la vez ser discípula de otras maestras. Esta visión en que se reconoce la posibilidad de aprender algo de las otras, tiene por lo menos dos bases: una consiste en reconocer los saberes de las mujeres y los saberes concretos de cada una'; la otra consiste en conceder rango de autoridad a las mujeres por su sabiduría intelectual, sus conocimientos, sus habilidades subjetivas para vivir, sus hallazgos y sus descubrimientos. Implica también la visibilización de los aportes de cada mujer a su propia vida y a su

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mundo. Como el esfuerzo es grupal y colectivo, al valorar y reconocer a cada mujer y sus aportes, contribuimos a crear la autoridad de las mujeres': dimensión simbólica legítima de identidad, cimiento de autoestima personal y colectiva. Todo ello contribuye a favorecer un clima de aceptación y reconocimiento de las mujeres. Así, contribuimos a poblar la cultura, la conciencia colectiva, las representaciones sociales, los análisis, la historia y la memoria, con los hechos de las mujeres, con las innovaciones, con los descubrimientos y con todo aquello que las mujeres hemos conservado para beneficio personal y social. De la autoestima de género personal a la estima del género como categoría social no hay ni un paso. De manera dialéctica, al ir de la autoestima personal a la estima de género, contribuimos a la estima social de las mujeres como legítimas habitantes de esta tierra que valoramos las muy diversas maneras de vivir y ser mujeres. Hoy los procesos pedagógicos de autoestima impulsados desde una perspectiva de género buscan la reeducación feminista de las mujeres en correspondencia con los modos de vida que anhelamos; busca también crear nuevas formas de liderazgo que expresen, aquí y ahora, una política de género, una especificidad feminista. Cada liderazgo es ejemplar, y sintetiza y promueve nuevas maneras de vivir, de enfrentar los problemas del desarrollo y la democracia en la esfera privada y en lo público, de convivencia en la vida cotidiana y de convergencia al imaginar grandes alternativas sociales, nuevas actitudes y, sobre todo, nuevas formas de relación democrática de las mujeres con las demás mujeres y con los hombres'. Pero, sobre todo, se trata de que las acciones vitales redunden siempre en el desarrollo personal y el fortalecimiento de cada mujer.

El empoderamiento La diferencia entre las visiones tradicionalistas y la visión feminista de la autoestima, además de ser filosófica, es política y ética. El objetivo de la política feminista a favor de la autoestima de las mujeres es lograr que los cambios que propugnamos en el mundo correspondan con cambios internos en la subjetividad y esto potencie la incidencia de las mujeres en su propia vida. Se trata de ir siendo, aquí y ahora, las mujeres que queremos ser. Al relacionar la autoestima con las condiciones objetivas y subjetivas de existencia, y con los modos de vida, se cimenta una base tangible de la autoestima. Lo fundamental desde la Perspectiva feminista es que fortalecer la autoestima consiste en lograr el empoderamiento personal y colectivo de las mujeres, y en potenciar nuestra capacidad democratizadora en el mundo. Un Objetivo de las agendas políticas de mujeres de todo el mundo que actúan a favor de diversas causas, es lograr el empoderamiento de las mujeres al modificar las pautas políticas que coartan la vida personal y colectiva al crear condiciones para eliminar los poderes personales y sociales que oprimen a las mujeres. El empoderamiento se concreta, al mismo tiempo, al lograr que cada mujer consolide los poderes personales que ya tiene, y cada día se haga de más poderes vitales y los conecte de manera integral.

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Empoderada, cada mujer es la primera satisfactoria de sus necesidades y defensora de sus intereses, y la principal promotora de su sentido de la vida, de su desarrollo y enriquecimiento vital, de sus libertades y de su placer. En la perspectiva feminista, la relación entre cada mujer y las mujeres es fundamental: la mejoría de las condiciones de vida sólo puede lograrse socialmente, y los derechos de las mujeres sólo son derechos si son reconocidos como tales. Por eso tener derechos individuales como mujeres depende de los derechos de género y pasa por la autoestima de género y la identificación con las otras mujeres en dos sentidos: la aceptación de pertenecer al mismo género, de compartir la especificidad o diferencia -sexual y la aceptación y el reconocimiento de las otras mujeres como merecedoras de los mismos derechos y las mismas libertades a las que aspiramos. Ambos sentidos son esenciales en la sororidad como conciencia de género y experiencia política, para ir en el camino del género, con las otras mujeres, las más semejantes entre todos los seres vivientes y con quienes es factible coincidir en el sentido de alternativas nodales. Al quedar colocadas en el mismo compartimento, las mujeres compartimos con las otras mujeres un sendero por asignación política patriarcal. Sin embargo, la sororidad implica una decisión y una elección. Hemos decidido que para salir de ese compartimento vamos juntas y nos elegimos como legítimas equivalentes.

La autoestima La autoestima es el conjunto de experiencias subjetivas y de prácticas de vida que cada persona experimenta y realiza sobre sí misma. En la dimensión subjetiva intelectual, la autoestima está conformada por los Pensamientos, los conocimientos, las intuiciones, las dudas, las elucubraciones y las creencias acerca de una misma, pero también por las interpretaciones que elaboramos sobre lo que nos sucede, lo que nos pasa y lo que hacemos que suceda. Es una conciencia del Yo en el mundo y, por ende, es también una visión del mundo y de la vida. Y en la dimensión subjetiva afectiva, la autoestima contiene las emociones, los afectos y los deseos fundamentales sentidos sobre una misma sobre la propia historia, los acontecimientos que nos marcan, las experiencias vividas y también las fantaseadas, imaginadas y soñadas. Como la subjetividad es un todo complejo articulado, lo que en realidad constituye la autoestima son percepciones, pensamientos y creencias ligados a deseos, emociones y afectos. ¿Qué nos enoja o entristece de nosotras mismas? ¿Qué nos enternece y conmueve, y qué nos moviliza para damos apoyo? ¿Qué tanto conocemos nuestras necesidades más urgentes, y cómo reaccionamos ante ellas? ¿Por qué posponemos lo que más necesitamos o qué nos hace anticipar a la necesidad misma? ¿Dónde radica el goce de ser? ¿Qué nos hace sentir vulnerables? ¿En qué reducto anidan el desánimo, el abandono y el desaliento? ¿En qué signos depositamos nuestra confianza? ¿Qué valoramos de nuestra persona? Como experiencia subjetiva, la autoestima puede ser consciente, pero es, sobre todo, inconsciente. El deseo está allí y empuja la experiencia como lo más entrañable e imprescindible, sin importar nuestras propias objeciones, o bien las objeciones triunfan y eluden el deseo.

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Nuestra creatividad, lo que hacemos y creamos con nuestro cuerpo, con nuestras ideas y pasiones, y lo que inventamos al vivir, son autoestima en acto y de facto. La autoestima es memoria y olvido de lo que hemos sido y de quién hemos sido. Somos devenir y, salvo el instante del presente, todo en nosotras está en el pasado y en el porvenir. La identidad con una misma es el hilo finísimo que le da sentido a nuestra vida como existencia continua en el tiempo. El Yo ha sido y antes fue; al principio de nuestras vidas inició su transcurrir. Todo lo que hemos sido está en nuestro cuerpo, en nuestra subjetividad; algo de cada una está en el mundo, está en los otros. La autoestima es síntesis del tiempo y conexión con otras y otros. Saber que provenimos de madre y padre, de qué madre y de qué padre, es un hecho de conciencia y de ubicación en la historia. Pero saber que somos nacidas de mujer`, de una mujer, de ella, es el hecho nodal de la filiación y la identidad, ambas fundidas en una sola dimensión de la autoestima: nuestro lugar en la genealogía materna. Como práctica de vida, la autoestima es la manera en que vivimos y convivimos, y también en la que experimentamos nuestra existencia, nuestra corporalidad, nuestras formas de reaccionar y de relacionamos; están ahí la conmoción de los otros en nuestra intimidad, nuestra proyección y la incidencia de nuestro hacer en el mundo. La autoestima es nuestros lenguajes inscritos en nuestro cuerpo y en los espacios que, amueblamos de recuerdos o de signos y enseres, de anhelos y deseos. Los silencios vitales que se producen cuando no hacemos, y también con nuestro hacer y quehaceres, concretan nuestra autoestima. Nuestros modos de vida y nuestras maneras y estilos de vivir son la materialización concreta de nuestra autoestima, aunque, en síntesis, la autoestima sea significativamente elocuente en nuestra manera de ser. De manera más puntual, la autoestima significa la estima del Yo. ¿En qué grado y de qué manera se experimenta esta estima ¿Prevalecen en nosotras afanes de autocuidado, ganas de hacer cosas para nosotras mismas, pensamientos apegados a una visión profunda y concienzuda sobre nuestra vida, actitudes y comportamientos afines? ¿Son nuestras las explicaciones complejas y basadas en nuestro saber y en nuestra autoridad? ¿Qué entramado afectivo constituye o da una entre amores, odios, envidias y gratitudes hacia sí misma?11 ¿Qué esperamos cada una de sí misma y qué de las otras y los otros en cuanto a nuestra propia realización? ¿Del lado de quién estamos en las tensiones por la vida que nos incumben? ¿Somos justas con nosotras mismas? La autoestima, como amor a sí misma y como amor propio, l2 es el respeto a una misma, la capacidad de recabar para sí misma todo lo bueno, y de cuidar vitalmente el propio Yo en su integralidad corpóreo- subjetiva, como ser-en-el -mundo, como -mujer-en-el-mundo con su territorialidad, su incidencia y su horizonte. Es decir, la autoestima tiene como definición una conciencia, una identidad de género y un sentido propio de la vida. La autoestima es, de hecho, una experiencia subjetiva y práctica filosófica asentada en una ética. ¿Sentimos empatía hacia nosotras y somos capaces de valorarnos aunque no encajemos con el simbólico prevaleciente en el mundo? ¿Somos capaces de hurgar donde sea para encontrar con quienes sí encajamos y vinculamos para sentirlo? ¿Tenemos juicios propios y valores surgidos de nuestra experiencia o nos regimos por los valores vigentes y los juicios de las otras y los otros? ¿Decidimos los hitos sustantivos de nuestra

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vida cotidiana y de nuestra existencia? ¿Velamos por nuestras libertades y por nuestro bienestar? Como no es posible responder siempre de manera afirmativa a la apuesta por el Yo implícita en la ética de la autoestima, Y como lo que vivimos no impacta de manera homogénea la mentalidad y la experiencia vivida, la pregunta se refiere a las claves nodales de la autoestima y al estado de la autoestima. Asumimos que la autoestima es contradictoria y diversa, cambiante Y dinámica, y que en la vida hay peores momentos y épocas refulgentes. Pero decidimos que es posible para las mujeres lograr una cohesión importante y una correspondencia entre la filosofía del Yo y la práctica de vida. Esta concordancia se manifiesta como fortaleza, solidez y firmeza de la autoestima y se da cuando integramos. En acto, desde una visión propia, la subjetividad y la corporalidad, la afectividad, el eros, la razón y el saber. Al hacerlo afirmamos nuestra existencia. La autoestima es, consecuentemente, una experiencia ética de fidelidad a una misma: una experiencia que fluye y se transforma en permanencia. Simboliza la máxima transgresión del orden hegemónico que prohíbe tal autoestima a las mujeres en rango de tabú. Construir la autoestima es vivir, de hecho, bajo las pautas éticas del paradigma feminista, es ser libre. La política feminista plantea como aspiración a que, además de ser libres, las mujeres vivamos en libertad.

MARCAS DE AUTOESTIMA La autoestima es una dimensión de la autoidentidad marcada por todas las condiciones sociales que configuran a cada mujer y, de manera fundamental, por la condición de género. Conformadas como seres-para-otros, las mujeres depositamos la autoestima en los otros y, en menor medida, en nuestras capacidades. La cultura y las cotas sociales del mundo patriarcal hacen mella en nosotras al colocamos en posición de seres inferiorizadas y secundarias, bajo el dominio de hombres e instituciones, y al definimos como incompletas. Así pues, nuestra autoestima se ve afectada por la opresión de género y es experimentada en la cotidianidad como la discriminación, la subordinación, la descalificación, el rechazo, la violencia y el daño, que cada mujer experimenta en grados diversos durante su vida. Es evidente el cúmulo de desventajas que derivan de la real supremacía de los hombres y de la posición subordinada de las mujeres en la sociedad. El enorme poder de los hombres y de las instituciones sobre todas las mujeres -poderosas o pobres, educadas o analfabetas-, daña la autoestima de las mujeres Este daño se convierte en marca de identidad femenina sobre todo cuando se cree en la natural precariedad de género o, por el contrario, cuando se cree que la igualdad entre mujeres y hombres es real. Por caminos diferentes, las dos creencias conducen a las mujeres a su propia desvalorización y a la experiencia constante de estar expuestas a la injusticia sólo por ser mujeres. La autoestima se integra también con la valoración, la exaltación y la aprobación adjudicadas a las mujeres cuando cumplimos con los estereotipos patriarcales de ser mujer vigentes en nuestro entorno y además aceptamos el segundo plano, la subordinación y el control de nuestras vidas ejercido por los otros. Corresponder con los estereotipos y ser valoradas como bien portadas, muy trabajadoras, jóvenes eternas,

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bellas escultóricas, silenciosas admiradoras de los hombres, obedientes e inocentes criaturas en las parejas, las familias, las comunidades y el Estado, produce en la mayoría de las mujeres estados subjetivos de goce y autovaloración por el cumplimiento del deber y por la aceptación personal y social. El prestigio de género, sintetizado como ser una buena mujer o estar muy buena, es una fuente muy importante de la autoestima femenina Sin embargo, como seres sincréticas, todas las contemporáneas somos definidas, además, por la modernidad de género. El estereotipo social y los modos de vida sociales construidos a lo largo del siglo XX nos asignan un conjunto de valores identitarios que definen una nueva dimensión del deber ser simultáneo al enunciado más arriba: el de ser afirmadas e independientes, educadas, trabajadoras, económicamente independientes y comprometidas en la participación social. Nuestro deber es hoy desarrollamos y avanzar en nuestras vidas a estadios económicos, sociales, culturales y políticos superiores y ascendentes. Las mujeres modernas somos convocadas a ser ciudadanas con derechos (limitados), y con altas responsabilidades personales sociales y políticas, así como a contentarnos con pocos y menores poderes en las relaciones personales, en nuestro desempeño y en las instancias políticas de la sociedad. Más aún: a las contemporáneas progresistas nos constituye la relación entre una ética del bien y una política de libertades acotadas. Y esta doble configuración impacta la autoestima como experiencia constante de discernimiento en la toma de decisiones y la experiencia de falta de libertades. La construcción moderna de género da las bases para que cada mujer se individualice, pero no del todo; para que se afirme sin autonomía en una sociedad donde prevalecen la desigualdad y las inequidades de género articuladas con otras, surgidas de las condiciones nacional, de edad, de clase, de etnia, de salud, de casta y de raza. La articulación de estas condiciones históricas se conjuga en las mujeres particulares, con características simultáneas de avance pero también de inequidad derivadas de las condiciones lingüística, religiosa, ideológica o política. A ellas se suman las pautas que marcan los modos de vida definidos por la ruralidad, la vida urbana, la fronteriza, la capitalina, la provinciana, la pueblerina, la aldeana, la desértica o la selvática, la costera, la montañosa o la lacustre. El inventario no se agota aquí: incluye, desde luego, las pautas derivadas del estado de salud, de la precariedad y las debidas a la enfermedad, en las variadas necesidades especiales, y a la posesión o la carencia de los recursos sociales y culturales de la modernidad. Las inequidades contenidas en la pobreza, la violencia cotidiana o la guerra, se funden con las implícitas en el estado de pertenencia y el tipo de vida cotidiana de las migrantes, las desplazadas, las avecindadas, las encarceladas, las hospitalizadas, las mujeres en servidumbre, las mujeres sin hogar, las mujeres en prostitución, las ilegales. Como es evidente, todas las inequidades son de claro signo patriarcal. En cambio, los avances se desprenden de la eliminación de condiciones patriarcales de vida. El mundo en el que vivimos es sincrético y complejo, y no ofrece a las mujeres suficientes oportunidades para el propio desarrollo. En comparación con los hombres, es evidente la profunda discriminación de las mujeres en cuanto al desarrollo personal. Más aún, el tipo de relaciones con los hombres, los lugares y las funciones de las mujeres en las familias y en la sociedad obstaculizan e impiden el pleno desarrollo de las mujeres. Las condiciones

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hegemónicas imponen, aún a las mujeres que tienen mejores condiciones de vida, una instrumentalización y un horizonte limitado y en sujeción. Esta condición política de género de las mujeres incide radicalmente en la falta de libertad de las mujeres y en la definición identitaria de las mujeres como seres-no-libres.

ANHELOS Y AUTOESTIMA En consecuencia, las contemporáneas anhelamos en la propia vida experiencias que emanan de la utopía moderna y de la construcción real de la modernidad: desarrollo personal como avance y complejidad, mejoría, bienestar y calidad de vida. En la conciencia de la mayoría de las contemporáneas están presentes la convicción y el anhelo del progreso de género entendido como el fin de las arbitrariedades e injusticias de género en la propia vida. El bienestar es imaginado por las mujeres como la superación de los obstáculos vitales y el logro de metas personales concordantes con la época en que vivimos. Eliminar la injusticia y los conflictos desgastantes, gozar y disfrutar de la vida, vivir en libertad, son los más caros anhelos de autoestima de más y más mujeres cada día. Por ello, las marcas de la desigualdad, la inequidad y la falta de libertades impactan profundamente el desempeño de mujeres que en su modernidad aspiran a la realización personal ubicadas en un conjunto de experiencias, prácticas y relaciones ambivalentes, que en parte siguen siendo conservadoras y opresivas. El sincretismo de género nos obliga a movemos entre lo público y lo privado, entre la tradición y la modernidad, con algunos poderes y derechos limitados y, al mismo tiempo, con déficit y brechas sociales. De acuerdo con la moral tradicional actualizada, todo esto debe ser vivido por las contemporáneas de manera simultánea y sin inmutamos. Las ideologías del siglo XX convierten en un valor y un deber ser la capacidad de las mujeres de compatibilizar estos antagonismos en nuestras vidas, y así ser felices y exitosas".

SINCRETISMO Y ESCISIÓN Las mujeres nos movemos entre exigencias, alabanzas y reprobaciones que son función de contenidos existenciales modernos y tradicionales. La autoestima femenina derivada de este sincretismo genérico es muy compleja. Se caracteriza en parte por la desvalorización, la inseguridad y el temor, la desconfianza en una misma, la timidez, el autoboicot y la dependencia vital respecto de los otros. Y también por la sobreexaltación y la sobrevaloración en el cumplimiento de la cosificación enajenante, de la competencia rival o de la adaptación maleable. Paradójicamente, al mismo tiempo, la autoestima de las contemporáneas se caracteriza también por la seguridad, la auto valoración, la confianza en las capacidades y habilidades propias, en los saberes y en las cualidades. Destacan en esta vertiente la independencia y la autonomía en varios planos. No corresponder con los valores hegemónicos se concibe como un valor positivo. No obstante, vivir así conduce a las mujeres a experimentar sensaciones, afectos y pensamientos de escisión, al menos en hitos claves de la vida. La composición contradictoria de la identidad de las contemporáneas hace de la autoestima un conjunto de experiencias antagónicas que producen inestabilidad emocional y valorativa, y refuerza

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formas de dependencia vital aun cuando los afanes personales sean por la autoafirmación. Mientras más binarias sean la composición de género y la vida cotidiana, las mujeres experimentan más la sensación de estar partidas y contrariadas por necesidades e intereses opuestos pero imprescindibles. La disyuntiva es entre Yo y los otros, o entre unas necesidades y otras, unas actividades, unos espacios, un uso del tiempo y de los recursos, y otras actividades, otros espacios y otro uso del tiempo y de los recursos. La experiencia de escisión vital integra el núcleo del conflicto interior que sintetiza las contradicciones externas producidas en las relaciones, en los ámbitos y las esferas de vida, en las ideologías y en la política. Cada mujer debe enfrentar en el mundo las contradicciones entre modernidad y tradición y, al mismo tiempo, sus propias contradicciones internas producto de esta escisión entre valores, estilos y decisiones personales basadas en la dimensión subjetiva, tradicional o moderna, y en el modo de vivir, que reproducen o replican las contradicciones externas. No es extraño, pues, que la mayoría de las mujeres afirme tener la sensación de inestabilidad y experimente a menudo cambios notables de estado de ánimo y de autopercepción. El sincretismo y la escisión de género en los procesos de vida hacen que el estado y la calidad de la autoestima sean relativos a períodos, etapas de la vida y situaciones que a cada paso redefinen el estado vital de cada mujer, según las condiciones predominantes en su experiencia. Es evidente que las crisis y los conflictos derivados del sincretismo en la autoestima implican un doble esfuerzo vital. Muchas mujeres no logran salir de esta problemática a lo largo de su vida Porque no tienen recursos para hacerlo., lo que las mantiene en condiciones graves de sujeción, mala vida y daño. Muchas sucumben. Otras logran destrabar este conflicto por breve tiempo, pero el conflicto reaparece y se actualiza en cada crisis vital. La pérdida constante de energías vitales hace que no fluya la experiencia, y que los avances no fortalezcan de manera permanente la autoestima femenina. Esta manera de vivir no es adecuada para las necesidades de las mujeres que se esfuerzan en preservar su integridad, en estimular el amor a sí mismas y la seguridad personal; por más, esfuerzos que hagan, no obtienen las respuestas anheladas. Por el contrario, sus condiciones de vida o sus relaciones no mejoran, se dificulta el desarrollo de su asertividad y se lesiona la conformación de una autoidentidad positiva y de una autoestima sólida. No obstante, es sorprendente que a la par del déficit de autoidentidad y de autoestima de muchas mujeres, la fortaleza defina cada vez la identidad de más contemporáneas. No es que ellas no hayan vivido este conflicto; tampoco se trata sólo de mujeres ricas, con recursos o de posición acomodada. Son mujeres de diversas condiciones sociales, incluso precarias, con distintos grados de educación, que realizan diferentes actividades, trabajos y oficios. Son mujeres de edades y estados sexuales diversos y que pertenecen a una amplia gama cultural, nacional y étnica. La marca de identidad genérica que las distingue es que han enfrentado los conflictos del sincretismo y la escisión vital y se han movilizado para enfrentar las crisis y solucionar su problemática vital. Han convertido cada contradicción en recurso vital dinamizador, y han potenciado sus alcances. Han suturado y cicatrizado la escisión al integrar todas sus dimensiones y moverse sin antagonismos internos y sin sentirse partidas. Ha prevalecido en ellas el Yo, y desde él se relacionan con

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los otros. Y algo muy importante: se valoran, reconocen su propia autoridad y no se colocan en posición de subordinación. Redefinen, a pulso, cuerpo a cuerpo, subjetividad a subjetividad, su lugar en las relaciones y en el mundo, desde la centralidad en su propia vida. Son mujeres libres aunque la sociedad no legitime sus libertades. De mujeres así se nutre la teoría feminista de la autoestima. De ellas aprendemos maneras de enfrentar experiencias adversas o complejas, en las que despliegan la creatividad e inventan alternativas prácticas que devienen en solidez personal.

ASINTONÍA Y SINTONÍA Vivir en un mundo androcéntrico y patriarcal daña la autoestima de las mujeres y produce, en muchas mujeres que están en desacuerdo con esas condiciones, una profunda experiencia identitaria: la de ser asintónicas al no corresponder con valores, mandatos, tradiciones, condiciones y modos de vida, y al disentir de creencias colectivas y verdades naturales. No es casual que muchas mujeres que han enfrentado la vida a favor de ellas mismas sean asintónicas y, en vez de sentirse abrumadas por no corresponder con el mundo, asuman su diferencia filosófica como un nuevo ubis de autoidentidad. La asintonía de género abre a muchas mujeres el camino para el fortalecimiento de la voluntad propia y la redefinición de las bases de su autoestima. Transformar la asintonía de malestar en bienestar requiere un lenguaje, un discurso, ciertos valores y una ética. Precisa de una visión del mundo alternativa que corresponda con un nuevo paradigma, Al asumirlo se experimentan goces filosóficos: la concordancia interna con una manera propia de ver la vida, y la externa, con referentes históricos: otras personas sienten y piensan y anhelan cosas semejantes, están en la misma onda. No compaginar con lo hegemónico enajenante y descubrir que otras personas han sido disidentes en sus ideas, sus propuestas, sus experiencias y sus maneras de vivir permite sentir las afinidades y reconciliarse con una parte del mundo, así como autorizar por coincidencia, nuestra propia visión de las cosas. La identificación positiva con quienes han objetado maneras de vivir y han innovado la sociedad y la cultura produce la experiencia subjetiva de estar en sintonía. Ampliar los conocimientos sobre tales disidencias permite pertenecer a tendencias históricas, a comunidades imaginarias de coincidentes. Con ello se transforma la identidad referencial y es posible decantar la autoestima: el estigma desaparece, se convierte en un valor y en afectos positivos de pertenencia.

EL SÍNDROME DE ESTOCOLMO EN MUJERES MALTRATADAS A pesar de que en la actualidad las cifras de incidencia en lo relativo a la violencia contra la mujer ejercida por esposos o compañeros sentimentales, o en el marco de relaciones afectivas de otro tipo, están ganando en publicidad progresivamente con respecto a épocas anteriores, lo cierto es que aún queda mucha realidad oculta por conocer. Al tiempo que varios son los factores que han contribuido a que los contornos del fenómeno se expongan a la luz pública denunciados por la mujer, diversos son también los elementos que ayudan a que el silencio de la víctima sea un obstáculo en la búsqueda de vías de solución para numerosos casos de violencia contra las mujeres. Entre estos últimos, entre los elementos que mantienen a la mujer en silencio sobre el maltrato que está sufriendo, se pueden contar diversos procesos paralizantes relacionados y generados

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por el miedo, la percepción de una ausencia de vías de escape o salida por parte de la víctima, y la carencia de recursos alternativos, sobre todo en el caso de mujeres con hijos que no vislumbran, por causas variadas, un apoyo externo viable. Sin embargo, quienes trabajan buscando explicaciones y líneas de actuación para sofocar el fenómeno de la violencia y atajar sus consecuencias, conocen que en no pocas ocasiones mujeres a las que se supone una independencia personal o económica y una posibilidad de acceso a recursos alternativos continúan en relaciones donde sufren violencia. Estas mujeres, que desarrollan actividades que hacen pensar que no están sometidas a una parálisis o retracción por miedo y que incluso llegan a emprender con éxito iniciativas en varios ámbitos de sus vidas, parecen sin embargo incapaces de denunciar a sus agresores, con quienes siguen conviviendo, y mucho menos de abandonar la relación. Por otra parte, este tipo de mujeres, de perfil social considerado más independiente, y aquellas otras de dependencia más ligada a un núcleo familiar del tipo que sea, comparten la reacción paradójica de desarrollar un vínculo afectivo todavía más fuerte con sus agresores, defendiendo sus razones, retirando denuncias policiales cuando han tenido un momento de lucidez y las han presentado, o deteniendo procesos judiciales en marcha al declarar a favor de sus agresores antes de que sean condenados. Estos efectos paradójicos se producen y quizás sea tiempo de ir buscando sus mecanismos y líneas de intervención. Algunos teóricos han tratado de arrojar luz sobre la ocurrencia de estos vínculos paradójicos entre víctima y agresor, fundamentalmente apelando a claves afectivas o emocionales que aparecen en el contexto del entorno traumático. Dutton y Painter (1981) han descrito un escenario en el que dos factores, el desequilibrio de poder y la intermitencia en el tratamiento bueno-malo, generan en la mujer maltratada el desarrollo de un lazo traumático que la une con el agresor a través de conductas de docilidad. Según Dutton y Painter, el abuso crea y mantiene en la pareja una dinámica de dependencia debido a su efecto asimétrico sobre el equilibrio de poder, siendo el vínculo traumático producido por la alternancia de refuerzos y castigos. Sin embargo, esta teoría descansa aparentemente sobre la base del condicionamiento instrumental que, desde nuestra perspectiva, es válido para dar cuenta de algunos aspectos del repertorio de victimización (principalmente de aquellos referidos a la indefensión aprendida), pero falla en cubrir el complejo aparato psicológico asociado con este tipo de vínculos paradójicos. Según nuestro entendimiento, la incertidumbre asociada a la violencia repetida e intermitente es un elemento clave en el camino hacia el desarrollo del vínculo, pero no su causa única. Además, la teoría no toma en consideración que alguna esfera de desequilibrio de poder es en cierta medida inherente a muchas relaciones humanas: en las parejas traumáticas no parece ser una consecuencia sino un antecedente al abuso. Otro modelo que busca una explicación para el comportamiento paradójico de las mujeres maltratadas es el tratamiento factorial de Graham sobre reacciones tipo síndrome de Estocolmo en mujeres jóvenes que mantienen relaciones de noviazgo (Graham, Rawlings, Ihms, Latimer, Foliano, Thompson, Suttman, Farrington y Hacker, 1995). Su modelo factorial toma la forma de una escala de evaluación de 49 ítems alrededor de un núcleo caracterizado por distorsiones cognitivas y estrategias de coping, y dos dimensiones secundarias denominadas „daño psicológico‟ y una más ambigua „amor-dependencia‟. La teoría de Graham, de propósitos evaluativos, perfil topográfico y metodología correlacional, fue diseñada para detectar la aparición de síntomas del síndrome de Estocolmo en mujeres jóvenes sometidas a abuso por parte de sus compañeros sentimentales, y está basada en la idea de que el síndrome es el producto de un tipo de estado disociativo que lleva a la víctima a negar la parte violenta del comportamiento del agresor mientras desarrolla un vínculo con el lado que percibe más positivo, ignorando así sus propias

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necesidades y volviéndose hipervigilante ante las de su agresor (Graham y Rawlings, 1991). Sin embargo, mientras esta explicación puede ser válida para describir alguno de los procesos globales implicados en el síndrome, no proporciona una hipótesis teórica sobre la naturaleza del proceso traumático más allá de algunos de sus elementos constituyentes.

AUTOESTIMA Y COMUNICACIÓN Aprender a valorar a las personas empezando por uno mismo, es una de las formas de prevenir la violencia familiar y toda forma de maltrato entre seres humanos.

La relación entre Autoestima y violencia familiar. Una persona que no tiene una autoestima fuerte se transforma en alguien que puede ser maltratado porque no pone límites o no se da cuenta de que está siendo abusada. Por otra parte alguien puede compensar su baja autoestima, maltratando y abusando de su poder ante otra gente, pues es una manera de compensar lo inferior que se siente por dentro. En la violencia familiar tanto las víctimas como los victimarios tienen muy baja autoestima. Sólo que se manifiesta de diferente forma. Por eso es una manera fundamental de prevenir que alguien sea maltratador o maltratado es criarlo dándole el estímulo necesario para fortalecer su autoestima. Y si el daño ya está hecho, uno de los caminos para la recuperación es ayudar a que su imagen y su autovaloracion se afirmen. De esta forma ya no se pondrá en situaciones de sometimiento o ya no necesitará someter a otros. Muchas experiencias infantiles nos dañan y nos quitan de apoco el conocimiento sobre lo que realmente somos y valemos. Por eso necesario también aprender conocernos y valorarnos si no nos criaron transmitiéndonos una buena imagen o nos compararon con los otros sin que nos demostraran nunca que estaban satisfechos con nuestro rendimiento. Hay gran cantidad de personas que aprendieron que tenían que obedecer, sacrificarse, complacer o someterse a cualquier situación para ser aceptados. Y otra gran cantidad que aprendió a creer que la única manera de que se le preste atención es gritando, insultando, golpeando y produciendo temor en quienes los rodean. Tanto unos como otros les transmiten a sus hijos e hijas ese modo de comportarse, pero también les están estimulando la formación de una autoestima deficiente. La buena autoestima se manifiesta porque podemos decir que no o que si a lo que se nos presenta, sin aceptar presiones ni abusos; Podemos pedir lo que necesitamos sabiendo que los demás también tienen derecho a negarse, podemos comunicar nuestros sentimientos, pensamientos y emociones sin temor y de manera natural, sin maltratar ni ofender a nadie, podemos aceptar que los demás no piensen o actúen igual que nosotros sin por eso creer que son malos, etcétera.

Las características de la autoestima · Flexibilidad: es poder adecuarnos a los cambios y a los imprevistos sin perder la confianza y sin caer en el pesimismo. · Creatividad: es no tener miedo a probar algo nuevo.

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· Ambición: es poder proponerse metas maneras de conseguirás sin causar daño a nadie. · Construcción: es buscar siempre lo positivo, lo que se aprende aun en las peores experiencias o pérdidas. · Vitalidad: es saber que tenemos la fuerza y las ganas de probar todo lo que la vida trae, poner las energías en lo creativo y constructivo. · Respeto: es cuidarnos y saber que nuestro cuerpo, nuestro tiempo, nuestro dinero, nuestros deseos, nuestras aspiraciones merecen respecto y consideración. · Alegría: es poder rescatar algo lindo en todo, aun en los peores momentos poder aplicar un poco de humor.

Para reconocer las señales de un dolor emocional oculto: El dolor y los resentimientos ocultos que nos siguen carcomiendo por dentro se pueden manifestar en la adolescencia y en la adultez de esta manera: · Estallamos o nos irritamos por cosas insignificantes. · Nos sentimos amargados y casi nada nos satisface. · Sentimos la tentación de pelearnos con todo el mundo. · Tenemos pensamientos negativos acerca de la vida y de la gente. · Decimos cosas hirientes a las personas y luego nos arrepentimos. · No entendemos por qué reaccionamos con tanta furia. · Tenemos peleas con frecuencias o necesitamos tener a todos bajo control. · Nos sentimos ignorados, marginados, muy solos. · Nos comparamos o competimos con nuestros hermanos o hermanas. · Nos tragamos el enojo con los demás para que no nos abandonen.

Una prueba típica de la baja autoestima es no poder aceptar elogios ni felicitaciones. Alguien con una buena autoestima no necesita competir, hacerse notar, no se compara, no envidia, no se desmorona frente a un error, no-se autocondena con crueldad, no se justifica por todo lo que hace, no actúa como si “pidiera perdón por existir”.

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Cómo se daña la autoestima en la infancia? Existen padres, madres, docentes, o cuidadores que humillan, desprecian, no prestan atención, se burlan o se ríen del niño o niña cuando pide ayuda, siente dolor, tiene un pequeño accidente, necesita que lo defiendan, expresa miedo, pide compañía, se aferra buscando protección, tiene vergüenza, etcétera. Estas actitudes se alteran con otras en las que se les demuestra cariño, lo cual confunde y crea inseguridad: se pasa de ser “malo y culpable” a ser “querido y bonito”. El mensaje que final que queda grabado es: “somos mayores y podemos hacerlo. Vos no. Cuando seas grande podrás hacer lo mismo que nosotros”. Por lo tanto, cuando crezca, a la primera oportunidad traspasará la humillación o el maltrato a otros más pequeños o vulnerables. Esta es la cadena de poder y abuso de poder que se traslada de una generación a otra. El desprecio y la vergüenza vividos en la infancia son la fuerte de la mayoría de los problemas que afectan la vida adulta y los componentes más negativos de la baja autoestima. La principal y más generalizada forma de violencia es el maltrato emocional. Aunque no nos hayan pegado físicamente, nos han asustado de muchas maneras en nuestra infancia y nos hemos sentido culpables e intimidados. Un niño o niña que esta se está desarrollando con una autoestima herido se atormenta con pensamientos o sentimientos que –por lo general- no pude comunicar ni compartir con nadie y aprende a soportar en silencio. Los padres y madres que dañan la autoestima de los hijos e hijas no lo hacen de manera intencional, es el modo en que también los educaron a ellos. Pero es necesario aprender a cortar esta cadena generacional de actitudes y mandatos que destruyen durante la infancia la imagen interna de nosotros mismos. La autoestima y la comunicación están íntimamente ligadas: según cómo nos digan algo, así será el efecto positivo o negativo, de aprendizaje o de resentimiento que nos deje por dentro desde nuestra infancia hacia el futuro.

Cómo sanar la autoestima herida en la infancia. · Realizo mis elecciones y acciones con responsabilidad y sin temor. · Me aplico a mí trabo con responsabilidad pero, si algo no va bien, no es porque yo sea un fracaso sino que todavía tengo que aprender más. · El cuidado o la falta de cuidado con que trato a mi cuerpo depende de mí, aprendo a quererlo y aceptarlo, nadie tiene derecho a criticarme.

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· Me hago responsable del modo como trato a los demás y evito repetir lo que a mí me hizo sufrir. · Ahora yo soy responsable de mi felicidad y no dependo de que otros me hagan sentir bien o mal. · Yo alimento mi vida en lo material, lo emocional, lo intelectual, lo espiritual. · Tengo confianza en poder resolver lo mejor posible cualquier situación. · Aprendo a comunicar mis sentimientos y respeto lo de los otros. · Acepto y agradezco que me aprecien, que me feliciten, que me regalen. · Cambio mis opiniones sin temor si me doy cuenta de que eran erróneas.

Señales de la recuperación de la autoestima. · Cambia nuestro rostro, reímos más, estamos más distendidos/as. · Somos capaces de hablar de nuestros logros tanto como de nuestras equivocaciones, con naturalidad, sin soberbia ni falsa humildad. · Estamos más abiertos/as a aceptar limitaciones y errores, ya que la autoestima no está atada a la “perfección”. · Nos sentimos más cómodos y libres para dar y recibir elogios, afecto, reconocimiento. · Tenemos más armonía entre lo que decimos y hacemos: el modo de hablar y de movernos se vuelve relajado, flexible, sin agresividades.

Mensajes que son contraproducentes y que hay que eliminar para no maltratar. Los principales ejemplos son: Amenazas: producen miedo, hostilidad, sumisión, o una escalada de violencia. Ordenes: demuestran autoritarismo, estimulan la rebeldía o una obediencia temerosa. Otras formas de reaccionar: · Criticas · Insultos · Deberías o tendrías que

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· Interrogatorios · Interpretaciones · Cambiar de tema · Negarse a escuchar · Restar importancia · Negar el problema · Traer acusaciones del pasado · Reproches · Monólogos · Generalizaciones · Defensa · Doble mensaje · Incluir a otros · Suposiciones · Frases ambiguas · Resentimiento oculto · Interrumpir, burlarse, ironizar, acusar, manipular: son otras de las formas tan frecuentes y negativas de enfocar las conversaciones. Para comprender la esencia de la comunicación. · Afirmación: es buscar y establecer una afirmación, una seguridad. La meta de la persona que habla, en este caso, es hablar del problema. · Explore el problema con el fin de revelar la dificultad con más profundidad, si el tiempo lo permite. · Verifique los sentimientos de la persona, además de los hechos. · Utilice comentarios para expresar los sentimientos y tal vez el contenido del problema en una frase o expresión que indique reconocimiento. · Pruebe de nuevo. Si no entendió, haga una pregunta aclaratoria.

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· Reconduzca la conversación si la otra persona se aparta del tema. Esto ayuda a focalizar el tema. · Utilice la frase “lo comprendo” con discreción. · Guarde la información confidencial. Deberá asegurarse de que realmente le quieren contar el problema. En este caso tendrá que explicarles que lo que le cuentan es confidencial. · Trate de centrar la conversación en el tema en cuestión. · Permita que los silencios ocurran naturalmente en la conversación. · Fíjese en los movimientos corporales o en los suspiros, indican discernimiento o aceptación. Recuerde que oír y entender activamente ayuda a la otra persona a ampliar el enfoque que tenía de los demás no resueltos: al hablar con usted está resolviéndolos.

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REFERENCIAS BIBLIOGRAFICAS - Amnistía Internacional. Está en nuestras manos. No más violencia contra las mujeres. Madrid: Editorial, 2004. - Balta Varillas, José. Acoso sexual en las relaciones laborales privadas. Lima: Ara editores, 2005. - Centro de la Mujer Peruana Flora Tristán. La violencia contra la mujer: Feminicidio en el Perú. Lima: EFT, 2005. - Sumando Voces. Boletín N° 6, Edición Estado Laico y Fundamentalismos. Lima: Ediciones Flora Tristán, 2003. - Propuestas al Proyecto de Reforma del Código Penal. Lima: Ediciones Flora Tristán, 2003. - Centro de la Mujer Peruana Flora Tristán y Movimiento Manuela Ramos. Violencia familiar y sexual. Diagnóstico sobre servicios de atención. Lima: EFT y MMR, 2003. -Dutton, DG; Painter, SL (1981). Traumatic bonding: the development of emotional attachments in battered women and other relationships of intermittent abuse. Victimology: an International Journal, 6:139-155. -Graham, DL; Rawling, EL (1991). Bonding with abusive dating partners: dynamics of -Stockholm syndrome. In B. Levy (ed) Dating Violence, Women in Danger. Seattle, WA: Seal Press. -Graham, DL; Rawlings, EL; Ihms, K; Latimer, D; Foliano, J; Thomson, A; Suttman, K; Farrington, M; Hacker, R (1995). A scale for identifying Stockholm syndrome reactions in Young dating women: factor structure, reliability and validity. Violence and Victims

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VIOLENCIA FAMILIAR Y VIOLENCIA DE GÉNERO

VIOLENCIA FAMILIAR Y VIOLENCIA DE GÉNERO PROGRAMA DE ACTUALIZACIÓN PROFESIONAL Desarrolle el siguiente cuestionario y entréguelo a nuestras coordinadoras académicas, envíelo a nuestras oficinas de enlace académico a nivel nacional o enviar al siguiente correo: administración@capacitacionacis.org.pe

CUESTIONARIO IV 1.- Menciones las consecuencias de la Violencia hacia las mujeres 2.- Haga un comentario acerca lo que refiere la literatura con respecto a las consecuencias psicológicas de la violencia hacia la mujer. 3.- ¿Qué entiende por Síndrome de Indefensión? Defina. Ya haga un comentario acerca de cómo afecta a la víctima de violencia. 4.- Características de una mujer con síndrome de Indefensión y su relación con el ciclo de la violencia familiar. 5.- Cómo afecta los micromachismos a la mujer en su vida cotidiana? Según su condición de varón y mujer señale Ud. que actitudes de micromachismo genera con su pareja y sus hijos? 6.- Señale los principales Trastornos que causa la violencia hacia las mujeres. Comente de qué manera afecta a la familia y la sociedad. 7.- Qué Opinión le merece el nuevo paradigma de la autoestima? 8.- Señale su importancia de la autoestima y del empoderamiento para contrarrestar la violencia 9.- ¿Cuál es la relación entre autoestima, comunicación y violencia familiar? 10.- Mencione ud. las características de una mujer con alta autoestima y baja autoestima.

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