El libro de los juegos

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El libro de los juegos


Escritores marplatenses

El libro de los juegos

EDITORIAL MARTIN Colecciรณn DELAPALABRA


Ilustración de tapa: Verónica García / lvgrivero@yahoo.com.ar Diseño de tapa: María Laura Rago / mlau_rago@hotmail.com

Queda hecho el depósito que marca la Ley 11.723 de Propiedad Intelectual. Permitida la reproducción total o parcial siempre que se mencione al autor y la obra. EDITORIAL MARTIN editorialmartin@gmail.com Colección DELAPALABRA delapalabra@hotmail.com IMPRESO EN ARGENTINA - 2013 ISBN: 978-987-543-646 Se terminó de imprimir en los talleres gráficos de Editorial Martin sitos en calle Catamarca 3002 de la ciudad de Mar del Plata, en noviembre de 2013


Todos los juegos contienen la idea de la muerte Jim Morrison

Yo creo que habrĂ­a que inventar un juego en el que nadie ganara. Jorge Luis Borges



EL JUEGO DE LA OCA Ana María Labandal anamarial_@hotmail.com

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uando me ascendieron y caí en gerencia, hice un paneo general sobre la oferta masculina y un balance de posibilidades. Al llegar tiré los dados. Fue decisión a primera vista. Se me pasa el cuarto de hora y éste es el mejor partido. Se separó hace poco, dos hijos adolescentes: la edad de la rebelión con ganas de independencia y caída de imagen paterna. Está listo para empezar el juego. Un tierno; una oca a punta de pistola. Cambio de indumentaria y de estilista, algunos retoques aquí y allá y lo dejo bizco. Una inversión a mediano plazo. No hay nada que hacerle, a los tipos les gustamos llamativas, sensuales, putas. La blusa abierta, la pollera corta, taco aguja y medias negras. No falla, estoy en carrera. Lo busco, quiero que me vea; tengo que entrar en sus pensamientos y convertirme en obsesión. Una duda, cualquier pregunta, bien cerca para que me huela. El perfume me costó cien dólares. Una mirada inequívoca, con caída de ojos hasta la bragueta. Acá le traigo algo grande, contador. A ver qué le parece, necesito una opinión. Un balance poco interesante, números obvios con corte y quebrada de caderas. Avanzo dos casillas. La jugada está en mis manos: “De puente a puente, tiro porque me lleva la corriente” y de pronto me encuentro con el pescado en la red. O el pájaro en la mira. Una mañana tranquila. Hoy pinta para otra cita y en ésta le dejo meter mano. Es bueno hacerse desear un poco, que no me crea tan fácil pero ya es suficiente. Está hablando por teléfono. Lo llamó la ex, se nota en la expresión, le palpita la ceja. Parece que hay problemas con los chicos. No puedo 7


escuchar todo el diálogo pero le cambió la cara. Lo siento distante después de la conversación. Ojo, esa mujer todavía es peligrosa. Mi ficha cayó en el fantasma de la otra y regreso al punto de partida. No me doy por vencida y redoblo la apuesta. Mi estrategia se basa en tender finas redes, atraparlo sin cadenas, sutil acoso sensual. Una mirada, un toque al descuido, sonrisa fácil, la conquista cotidiana. De vuelta al ruedo con la lucha infalible: emoción sobre la rutina; ahí gano la contienda. Vestido negro con tajo hasta un punto oscuro que no se ve pero se adivina. Toca el portero eléctrico y bajo, me abre la puerta del auto. Disfrutá de la cortesía que esto se da en los primeros tiempos; en dos meses abrila sola, sentate rápido y si no arranca empujá. No, a éste no se le queda el auto, tiene plata para cambiarlo una vez al año. Como había imaginado, está que arde. De caliente, no de enojado. Una comida romántica con velas y rosas rojas. Le brillan los ojos y se le cae la mandíbula. Ahora la escena típica, de novela barata: lo invito a bajar, le hago un café, caemos en la cama y “de oca a oca tiro porque me toca”. Avanzo hasta la siguiente posta. Frente de tormenta en la casa. Los chicos lo vuelven loco con sus problemas en el colegio; la rebeldía les pegó por el estudio y la mala conducta. Parece que la ex habló con la directora, la maestra y el gabinete completo. La separación hizo mella en los dos adolescentes y recomiendan consulta y tratamiento psicológico. Ad hoc, Palabra Santa. Si fuera por mí, una buena penitencia y andá a cantarle a Gardel, qué tanta psicología. Pero no me puedo meter, no conviene. Está preocupado y por unos pocos días lo dejo tranquilo. Pierdo dos tiros. No tiene paz, pobre hombre. La mujer lo acosa con abogados, el juez le aumenta la cuota alimentaria y los chicos le hacen desplantes. Pasó por varios estados: preocupación, 8


enojo, tristeza. Ahora se lo ve malhumorado, irritable. Más que nada, cansado. Está harto de los problemas que le traen la ex y los hijos. Dice que conmigo se siente muy bien, que el tiempo que pasamos juntos son sus mejores momentos. Y sí, está claro. Soy su consuelo, su amparo, su recreo. Quién está acá para consolarte, papito. Me dejan el campo libre y muevo algunas casillas. Excelentes semanas, avanzo con viento de cola. “De dado a dado, tiro porque me ha tocado”. Estoy sorprendida de mi suerte; grandes días y mejores noches. Al fin se convence de que no hay cama como la mía. Me llena de atenciones y regalos: flores, un perfume, blusas de seda y hasta una cartera Luis Pistón. Vuelta al juego, con mis mejores armas y avanzo hasta el puente en el cielo, trampolín a la victoria. La mujer tiene un cólico renal, termina internada y él tiene que hacerse cargo de los hijos y la casa por una semana. Lo vuelven loco, controlan sus pasos y vigilan los movimientos. Pierdo tres turnos pero espero sin quejas, ejercito mi paciencia. Es bueno para templar el alma. Está en su salsa manejando el antiguo hogar y los pibes. Se mueve con soltura entre el trabajo y los deberes domésticos, la atención de los chicos y la visita a su ex. Ayuda con las tareas escolares, los lleva a fútbol y los trae de hockey. No me explico cómo hace, desconocía esas habilidades. Temo que lo taladre la conciencia y esté pensando en volver con la familia. Típico de los divorciados recientes. Caigo en un pozo, pierdo dos turnos y siento el retroceso como una pérdida de tiempo y de energía. Sin embargo, espero. Y lo fundamental, le muestro mi mejor cara. Vuelta a la normalidad, retomamos los encuentros. Mejora su relación familiar por lo que debo esmerarme y apostar a la artillería pesada. Apunto a su debilidad y gasto unos buenos pesos en lencería erótica y otros menesteres. Es momento de innovar, introducir juegos y juguetes. Sin inversión no hay 9


ganancia. Sembrar para recoger. Ya va a llegar el tiempo de la cosecha. Buena decisión. Son tiros afortunados, favorables para mí. Avanzo rauda por el tablero. Tengo el camino libre. Qué tiene esta gente. Primero la mujer y ahora él. Se sintió mal en la empresa. En un momento, sentado en su escritorio; al siguiente, en una ambulancia camino al sanatorio. Lo acompaño, por supuesto. Después de todo, ya lo nuestro es oficial y es lo que se espera de una novia en estas circunstancias. Unas horas de reposo, el cardiólogo que entra y sale del cuarto y es como si lo tocara el Espíritu Santo. Está más calmo, recompuesto, se lo ve entero. Le recomiendan frenar y ordenar su vida. Nos vamos con una batería de cajas milagrosas que van a ayudarlo en la recuperación. Avanzo sin prisa y sin pausa. Un esfuerzo más y llego a la meta. Al fin conseguí que se mude a mi departamento, pero pronto nos va a quedar chico. Dejé de tomar las pastillas. Me puse en campaña para convencerlo de comprar un piso con vista al río. Casi lo tengo. Avanzo hasta la antesala de la gloria, a las puertas del jardín de la oca. Sólo un pequeño problema enturbia el panorama, pero ya tomé cartas en el asunto. Los medicamentos cardíacos lo hacen fallar en los tiros fundamentales de nuestra relación. Consulté un especialista homeopático, que le da algunos remedios para contrarrestar los efectos no deseados de los anteriores y ya son quince los que toma. ¿No será mucho? A ver si le da un bobazo y me deja sola en mitad de la partida. Con lo que yo lo quiero.

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BATALLA NAVAL Cecilia Gillet ceciliagillet@hotmail.com

V

aleria no podía lograr que su mente se callara: tres llamadas perdidas al celular que su novio había olvidado en casa eran demasiado. Porque, además, el que llamaba –la que llamaba, se jugaba las naves- no había dejado mensaje y solo estaba agendada como “A”. A3, tocado. Qué básico sos, Hernán. Valeria aguzó su intuición y se puso a pensar qué hacer: era obvio que Hernán tenía una amante y si quería hundirle el barco de verdad no le convenía pedir explicaciones; más bien se haría la tonta (cosa que le salía de maravillas) para no arruinar el juego; juego que, estaba segura, iba a ganar. Por eso cuando llegó su novio con esa cara que ella conocía tan bien, una cara de boludo que parecía potenciársele, una cara que denotaba que alguna se había mandado, Valeria confirmó la traición. Te voy a mandar bien al fondo, Hernán, no vas a salir a flote. Sin embargo, supo callarse. Quería atraparlo del todo, y aunque ya no tenía dudas, no podía permitir que él se diera el lujo de negarlo y, encima, acusarla de loca. Ansiaba verlo naufragar entre excusas fútiles. Necesitaba vencerlo. Así que puso su sonrisa más ingenua y se abocó a diseñar una buena estrategia. Esa misma noche, mientras miraban una película, ella planificó con paciencia relativa la mejor manera de atinarle a la ingratitud sin ser derrotada en el intento. Todo era cuestión de fingir naturalidad y estar más atenta que nunca a los detalles nimios que la conducirían de modo inevitable a ganar la batalla. La ocasión no se hizo esperar: un par de días después, Hernán la llamó a la oficina y le dijo que llegaría dos horas más tarde porque hacía mucho que no salía con los muchachos y se iban a ir a tomar una cerveza por ahí. ¿Con qué mucha11


chos? Con los de siempre. ¿Quién, en concreto? Valeria sabía que estaba en una buena pista y no quería desperdiciarla. Cuando escuchó Agustín se sintió triunfal. Agustín, dos horas. Esperó con actitud zen el momento indicado para llamar a Camila, la novia de Agustín, con la excusa de que le pasara una receta cualquiera porque quería sorprender a Hernán (no podía arriesgarse a que él se enterara de que lo andaba vigilando). Ah, ¿y está con vos Agustín? Claro, salió con los chicos. Bueno, gracias, Cami. A2, agua. Aunque en los días siguientes Valeria pareció serenarse, no se iba a dar por vencida tan fácil. Se negaba a renunciar a la idea que le picoteaba la cabeza con insistencia. Hasta que la victoria empezó a navegar hacia sus dedos: Hernán dijo que estaba sacando pancita y que iba a empezar a correr. ¿Era este el mismo Hernán que se comía tres milanesas a la napolitana y después pedía postre? ¿El que volvía de un casamiento y paraba a comprarse un par de hamburguesas? No, definitivamente era más de lo que Valeria podía creer: si se cuidaba, era porque tenía una amante y lo que era peor, quizá ella entrenaba con él. Hernán declaró que iba a anotarse en un grupo de corredores, el que salía de la Base Naval a las 3 de la tarde. Valeria debió volver a su apariencia de sosiego para poder atacar. Aguantó un par de días y el miércoles apareció con sus calcitas y su mejor cara de candidez en la Base. Por supuesto, no había ningún grupo a esa hora. B3, tocado, infeliz. Ahora sí. Nada más le faltaba la certeza final que le daría el golpe de gracia para tenerlo a su merced. Valeria pensó posibles candidatas, descartó unas y sumó otras, buscó señales, situaciones y sospechosas. Hizo anotaciones, calculó y midió; no pudo llegar a ninguna conclusión firme, pero su olfato se volvió infalible. Bastaba estar en guardia; la oportunidad –y con ella la aniquilación- llegaría sola. Y llegó nomás. El jueves. Camila la llamó para preguntarle si sabía dónde había que encargar los disfraces para el acto del jardín de los nenes; es cierto que ella no era la mamá de 12


Joaquín, pero la ex de Hernán era intratable, y como era él el que desde hacía unos cuantos días se había hecho cargo de ir a buscar a su hijo y la que organizaba era Celeste, la mamá de… Vale, ¿me escuchás? Te decía, Celeste, la que siempre nos cruzamos cuando pasea esos perritos tan graciosos que tiene… Dale que falta poco para el acto, ¡hoy ya es 3! A Valeria se le marchitó el teléfono en la mano en el preciso momento en que Hernán entraba con un bolsito deportivo que pretendía disimular lo evidente y el pelo mojado, porque ahora también te podés duchar en la vereda, cuando terminás de correr. ¿Te creés que soy estúpida? Y, para completar la escena, en la radio empezó a sonar Vicentico: Culpaaable… Celeste, era ella, claro, ella, la que siempre se encontraban por casualidad porque salía a caminar con los perros, ¿cómo no lo vi hasta ahora?, con esa pinta de trola, claro, ¿ves que sos básico, idiota? Sos tan elemental que me siento boba por no haberme dado cuenta antes de cómo te babeabas cuando aparecía con esas extensiones y esas tetas y esos perritos insufribles! C3, hundido, ¡hundidísimo! Perdiste, Hernán, por imbécil. Valeria estaba, casi, satisfecha. Había ganado la batalla. Ahora debía pensar en la mejor manera de cobrar venganza. Esto de aguantar la furia al final había sido un aprendizaje que le podía traer grandes beneficios; el primero iba a ser pensar con tranquilidad en cuál era la forma que más le convenía de tomar revancha. En principio, necesitaba relajarse. Y ahí, con el pérfido enfrente, no podía. Entre aturdida y angustiada, agarró el abrigo y subió al ascensor, la mirada baja. Pero en el cubículo, se encontró con Valentín, el del primero. Valeria avizoró la victoria y le lanzó una segunda mirada. Él la invitó a tomar unos vinos, y luego de 3 copas, le devolvió las ganas de vivir, no es seguro que 4 veces, pero sí varias y en su cuarto. Y obviamente la habilidad de Valeria –o la de Valentín- para acomodar su nave fue muy superior a la de Hernán. V1-V2-V3-V4. Ahora sí: ¡gané! 13


EL POOL Geometría de la muerte de un ángel Marcelo Parra parramar@ciudad.com.ar

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entado a la mesa del bar “El Andén”, un hombre bebe su tercera copa mientras observa la foto de un pequeño niño rubio. Una ciega obsesión lo obliga a volver una y otra vez a esperar el tren, como si el milagro fuese posible, como si algo pudiese devolverle aquello que se llevó. Dentro de un rato una impávida rutina traerá, otra vez, el viejo tren hasta la estación. Pasa las horas viendo las formaciones llegar, pero vienen y se van vacías. Pocos trenes quedan ya como éste, de madera, con luminarias de bronce, tapizados con tachas doradas. Entre los coches, puertas manuales, con dos escalones enrejados. Hace un año, su pequeño hijo cayó a las vías por una de esas puertas. A un par de kilómetros de allí, el tren corre por las vías. En el primer vagón, unos pocos pasajeros: un hombre con un niño en brazos, un boxeador negro de rostro magullado, un linyera con un sucio sobretodo azul. En el bar, el hombre se levanta para irse, pero al pasar junto al pool, la luz sobre el paño verde se enciende, arrojando un cono amarillento sobre cuatro bolas que brillan: una blanca, una amarilla, una negra, una azul. Observa que el bar ha quedado en penumbras, solo el haz dorado sobre la mesa. No hay nadie jugando, pero las bolas comienzan a moverse, describiendo triángulos en una secuencia cuyo final se repite sin variantes: la bola blanca golpea a la amarilla, que cae a la tronera. Atónito mira a su alrededor, buscando algún jugador, pero está sólo en el lugar. La angustia crece mientras 14


observa la progresión de la jugada: una y otra vez la bola amarilla cae. Entonces surge de la sombra un hombre de edad indefinida, ojos acuosos, camisa y bastón blancos. El ciego llega junto a la mesa. Con un gesto detiene la acción cuando la bola amarilla iba a caer, otra vez, al foso. Cuando baja la mano, la jugada continua, pero esta vez hay una variante, la bola azul se interpone a la amarilla, que esta vez no cae. Ahora el tren está a unos cientos de metros de la estación. El ciego aparece en el vagón, se detiene junto al niño y espera. El chico lo ve y se asusta. Con un movimiento se escurre de los brazos del padre, se escabulle al pasillo, corre por el vagón. El ciego da un paso y hunde su bastón en la cara machucada del boxeador. La punta metálica se clava en el pómulo del negro, que duerme. Éste levanta la guardia para protegerse de los puños de un rival imaginario, saca la zurda en línea recta hacia adelante, se incrusta en la cara del linyera sentado enfrente. El niño se acerca a la puerta sobre las vías. En el fondo del vagón, su padre duerme con un ronquido áspero. El boxeador, ya despierto, putea al ciego que, imperturbable, escucha la escena. El linyera se levanta torpemente, se agarra del marco de la puerta y ahí se queda, tambaleándose. Sin quererlo, sus piernas atajan al niño que llega corriendo, evitando que caiga a las vías. Solo está ahí para que ese niño esta vez no muera. El ciego sonríe: el trabajo está hecho. El hombre solo puede desviar la mirada cuando escucha al tren llegar a la estación. El tipo sale del bar, mira a los pasajeros que bajan. Por un momento se vuelve a mirar la mesa, otra vez solitaria. Las bolas, terminada la jugada, brillan quietas sobre el paño. Entonces sucede: su pequeño desciende a tropezones del vagón, corre hacia él, toma su mano mientras dice: 15


–¿Vamos, pa? Estupefacto, el padre ve a su hijo, lo mira un instante antes de romper en llanto y abrazarlo. –¡Milagro, milagro! Exclama entre sollozos. La escena conmueve a los pasajeros, que se agolpan junto a ellos. El sujeto, en un clamor, levanta los ojos al cielo. Un rayo de sol ilumina al ciego, que esboza una sonrisa piadosa. El padre, loco de felicidad, alza a su hijo en brazos y da vueltas, mientras aprieta los ojos que no pueden contener las lágrimas. Los pies del niño giran describiendo un amplio círculo en el aire. Giran y giran, hasta que el ciego, a punto de levitar, interpone su cara en la trayectoria de los pequeños pies. El impacto es mínimo, pero suficiente para arrojarlo a las vías. Suficiente para que la rueda gire otra vez, especialmente las del tren, que arranca. La vibración de la máquina produce una imperceptible oscilación en la mesa de pool. La bola amarilla empuja a la blanca, que cae a la tronera, el cielo se nubla, la luz sobre el paño se apaga. Fin de la partida.

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LAS RONDAS De mi Infancia Elena Nuñez elenanoes@live.com.ar

Farol de la esquina festín de sapos noches de verano El patrón de la vereda nos atrapa Risa juegos, trenzas al viento Mantanterolirulá Carrera bajo los árboles crean sombras y misterios Arroz con leche alcen las barreras el coronel cuenta dos y dos son cuatro cuatro y dos son seis Mientras en el horno se cuece pan

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La farolera pasa con 21 y un quemao Yo quería una de sus hijas mantantirulirulá Yo soy la viudita me quiero casar Las doce han dado El farol se apaga cantan los sapos escarabajos y mariposas de luz se ocultan en los pajonales Rueda la rueda eco de juegos Los ogros se van a dormir a la lata al latero sueñan princesas y duendes La hija del chocolatinero mañana volverá.

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Arroz con leche Olga Bertinetti

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rroz con leche…Vení a comer nene, preparé arroz con leche como a vos te gusta. Acá tenés la canela, yo le puse

unos trocitos de cáscara de limón, queda tan rico, viste. Me quiero casar… Decime nene, ¿cuándo me vas a traer a tu novia, hablaron de casamiento?…No veo la hora de preparar la torta para la fiesta, y los adornos, y los regalos, y el ajuar me lo imagino todo de raso, pero a mí no me corresponde, yo sería la suegra. El traje de novia blanco es pureza, igual que las azucenas para la iglesia. Con una señorita de San Nicolás… Es esa chica que estudiaba con vos cuando ibas a la secundaria? no le vi muy bien la cara yo me doy cuenta cuando una mujer es buena y trabajadora, que sepa coser, que sepa bordar….A mí me gustaría que te cases con una chica que sepa cocinar para hacer las comidas que te gustan a vos, y sí sabe coser mejor porque la ropa comprada es cara y no es lo mismo, y ni hablar de planchar, viste que ahora nadie plancha, tejer podría ser, porque cuando vengan los nietos ya estaría el ajuarcito preparado, yo algo voy a tejer, las batitas se hacen con esa tela suavecita para que no le moleste a la criatura, y toda a mano, además una mujer tiene que estar en la casa, el marido trae la plata y ella tiene que administrarla, saber en qué gastar, y si le gusta trabajar que lo haga adentro, el diablo es chancho. Nene, ¿me escuchás?, qué tontería las mujeres de hoy, trabajan fuera de la casa y no le dan la teta a sus hijos, yo a vos te amamanté hasta los cinco años, ella tiene que conocer tus gustos, comprarte la ropa, arreglártela, cambiarle el cuello a las camisas, ah, sí, que tenga buen humor, pero ojo con las visitas, los chistes verdes son para los hombres, no hay cosa 19


más fea que las guarangadas en boca de una mujer, palabrotas no!!!, tu padre me fulminaba si me escuchaba decirlas. Y las polleras, fijate bien a quién traés a casa, polleras hasta la rodilla, eso de provocar a los vecinos no, el diablo es chancho, te lo digo yo que cuando me casé con tu padre teníamos una vecina que ¡mama mía! a tu padre se le iban los ojos, pero eso a los hombres se lo perdonamos, ellos son distintos. ¿Y?… no me contestate nene, ¿tenés novia o no? Que sepa abrir la puerta para ir a jugar…Ves nene, eso viene de hace muchos años, así tiene que ser, que sepa abrir la puerta porque cuando tengan hijos ella se queda atendiendo a los bebés y a vos, y yo entro a la casa de ustedes con mi propia llave, beso a mis nietitos y le enseño a tu esposa a preparar las papillas para que los nenes estén gorditos y sanos… Yo soy la viudita del barrio del rey... ¡Ah no! no me vengas con esas, la que tiene que irse de este mundo primero es ella, cómo te vas a morir vos Quién traería la plata para comprarle comida ropa y zapatitos a los chicos. Yo me encargo de cocinar, vos sabés que te conozco, sé lo que te gusta… Me quiero casar y no sé con quién…Si insistís con eso no te vas a casar nunca, es el miedo lo que te paraliza, pero ella se va a ir primero, lo dicen los noticieros, viste. Con ésta sí, con esta no, con esta señorita me caso yo…. Te dije que era tortillera nene, menos mal que no te casaste con esa prostituta.

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La farolera Graciela Noemí Barbero gracnobar@gmail.com

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a farolera tropezó y en la calle…/

¡Vamos, arriba, más rápido! Ay, bruto. Tenés la lengua larga y la vergüenza corta. Suban, locas Siempre tan ordinario, vos, y ahora qué, no era que acá se podía, por qué no hacen como en Suiza, una plaza completa para nosotras. Qué informada que estás, pero estamos en Argentina, son órdenes, limpiar las calles. Dale Moira, con vos zafamos El furgón policial se aleja cargado. Una noche más, una ganancia menos. La farolera tropezó y en la calle se cayó y al pasar por un cuartel. ¡Bajen y entren, rápido, no griten, parecen cotorras! A vos te llama el capo. Moira atraviesa el pasillo, moviendo la cadera con un taconeo sensual. Gira la cabeza y con un guiño entra en el despacho del jefe. Al pasar por un cuartel se enamoró del coronel / Hola, papi, hace rato que no te veo, me tenés olvidada. Sí, sí, por eso te mandé a buscar ¿Me mandaste a buscar? Si nos trajeron a todas. Bueno, hay que disimular. ¡Ah, no! ¿Hiciste semejante movida para ver21


me a mí? Sabés que no puedo verte en la calle. Ya te dije que te quedaras en tu casa. Para vos todo es muy fácil. ¿Cómo me mantengo? Siempre con excusas: tu mujer, los chicos y yo al final. A mí me conociste casado. Nunca te prometí nada. Vos sos el placer, ellos, la familia. Entonces, no me jodas, si querés verme, jugate. No me provoques, venípará acá. La toma por la cintura con un movimiento brusco. Ella se afloja, lo acaricia. Sabe cuáles son sus puntos sensibles. Debajo del uniforme hay un hombre que se entrega sin órdenes ni torturas. Por un momento se olvida del mundo hasta que golpean la puerta. El placer da paso al trabajo. Ella termina de arreglarse mientras él firma la salida. Gómez, Gómez. A la orden. Acompañe a la señorita y a todas las demás. ¿Señorita? Sí, señorita Alcen las barreras para que pase la farolera, de la puerta al sol // Los pájaros anuncian el alba. Por la calle húmeda camina rumbo a su habitación en ese hotelucho de mala muerte. Las piernas cansadas de montar tacos y hombres en celo. Sube las escaleras, y enciende el farol. Atraviesa la puerta verde con desquicio. El cuarto en desorden, ropa por el piso, sobre la mesa, la pava, el mate y algunos bizcochos. Moira saca los zapatos y se sienta frente al espejo, comienza el rito. Una noche más, un día menos en esa vida que ella eligió en un cuerpo que no le pertenece. Abre el tarro de crema con la parsimonia de un artesano. Los dedos con uñas rojas desparraman sobre el rostro de rasgos fuertes, angular, el ungüento lechoso, suave como una caricia de amor que nunca recibió. Se mira embadurnada, parece un mimo, payaso de la lujuria. “Vos sos el placer” Con un algodón empieza a quitar 22


el maquillaje extravagante. Primero la sombra plata y verde, retira las pestañas postizas, luego el labial morado intenso sobre la boca que no besa. Otro paño saca la base compacta, las franjas le devuelven el rostro masculino que odia. Su mente en un envase equivocado. A medida que demaquilla, recuerda. No puede no recordar los días humillantes en la escuela cuando era Mario, los golpes de su padre que nunca lo aceptó, la madre en debate constante, defenderlo o seguir al lado del hombre que la mantenía. Cada noche frente al espejo borra la máscara que se fabrica para deambular como diva por las esquinas oscuras de la ciudad. A la media noche me puse a pensar, a ver si las cuentas me salieron mal: dos y dos son cuatro, cuatro y dos son seis, seis y dos son ocho y ocho dieciséis. Imaginó otra vida cuando se fue de su casa. Ya está, la cara limpia, apenas una barba que se empeña en aparecer. Come un bocado, se tira en la cama. Un rayo de sol franquea la persiana entreabierta. Cierra los ojos, piensa, tal vez, en otro destino cuando despierte. Ánima bendita, me arrodillo en vos.

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Juguemos en el bosque

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Martha Conti l pie de la escalera de servicio.

−Rosita… −Sí, niño Adolfo. −¿Está mamá? −No, niño Adolfo, se fue a San Isidro. −¿Y Laura? −Su hermana fue a tomar el té a lo de Zandívar. −¿Y Roberto? −Tiene guardia hasta mañana, niño Adolfo. −Así que estamos solitos… −Solitos no, están los pajaritos en el parque. −Ajá. −Y Napoleón husmeando por toda la casa, como siempre. ¿Sabe a qué ahora se le ha dado por ladrarle al lechero? −Ajá…ya sé, me vas a decir que también está la gata. −Sí niño, también está la gata. −¿Y dónde está esa picarona? −En mi cuarto. Como siempre. La echo pero no quiere salir. Se va a enojar la niña Laura. −Tenés razón. Y no vamos a permitir que se enoje ¿qué te parece si vamos a buscarla? −Me parece bien, niño Adolfo, porque a mí no me hace caso. −Bueno, vamos… mirá, se te desprendió este botoncito de la blusa. −No, que va…lo desprendí yo porque tengo calor. −Entonces desprendemos este otro… −Sí, niño, porque tengo mucho calor. Suben la escalera. 24


RAYUELA Llegar al cielo Graciela Noemí Barbero gracnobar@gmail.com

Primera piedra: llega así, de pronto y en un salto la noticia es luz La alegría atropella las baldosas se desliza por las calles arrebata los árboles Late cada teja minúscula presencia en los casilleros de la vida Cuna de jazmines perfuman la espera tejen el abrigo Un nuevo salto abre las puertas del cielo Son inmortales.

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CON DISFRACES Lidia Castro Hernando castrohernando@gmail.com

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o había comprado en el Paseo Alcorta. Cuando se lo mostró a Gaby, adujo un impulso irrefrenable. Se habían reído a carcajadas intercambiando imágenes y escenas probables cuando lo usara. Prometió que iba a contarle todos los pormenores, y que además se lo prestaría para su próximo encuentro íntimo. Volvió a Chivilcoy con su bolsita roja enmoñada. Hola, llegué esta tarde; todo bien. ¿Querés cenar mañana? Ocho y media. Bueno, el postre, esta vez, lo pongo yo. El día siguiente se hace larguísimo. Una semana en Buenos Aires le bastó para darse cuenta de que, muy a pesar suyo, lo extraña. Se conocen desde hace poco. Le gusta por sus pocas palabras, su sensibilidad. Carlos llega puntual, como de costumbre, el mejor vino en una mano y un ramo de fresias en la otra. Ella le dice dame esas cosas que las pongo en la mesa, quiero un abrazo, ¡te extrañé! Yo también, contesta él y la encierra contra su cuerpo alargando el beso.La cena transcurre entre sonrisas cómplices, dedos que se acarician, mucha comida sin tocar en el plato y la botella, vacía. Voy a poner música y bailamos, ¿querés? No sé bailar, Ani. No importa, yo te llevo. Paz Martínez acerca sus cuerpos y en un minuto están en el dormitorio, por primera vez. Ella pide dos, para arreglarse, y en el baño se pone el conjunto de corpiño y medias leopardo. Se mira en el espejo. Bien, Ani. Eso, Ani. Parecés una puta, lo vas a matar. 26


Cuando vuelve del baño, él está en la cama, sin el pantalón, sin el suéter, sin la camisa, con unos calzoncillos blancos a lunares rojos, medias-tres-cuartos marrones y musculosa. Ana queda paralizada. Se miran. Él se levanta, se viste. Ella lo acompaña a la puerta. Se dan un beso en la mejilla. Se va. Para siempre.

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LA ESCONDIDA No debí ocultarlo Lilián Orlandi leila50mdp@hotmail.com

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uando mis escondites eran perfectos, la voz de mi madre interrumpía el juego y todos quedábamos al descubierto. Por mucho tiempo encubrí la nostalgia, pero una tarde de lluvia y orden, me sorprendió saltando desde el sobre de cartas y fotos viejas. También pensé que sería posible ocultar el amor para que no interrumpiera el juego de mis ambiciones y libertad hasta que la cartulina amarillenta me devolvió tu imagen de la mano de un niño, y me enfrentó a la soledad. Ese día, la debilidad le ganó a la fuerza que se disimulaba detrás de la omnipotencia, y me encontró ovillada por el dolor de la pérdida. La venganza salió rápida de su madriguera y se convirtió en deseo. Creí que al odio, solo había que negarlo para que no existiera, pero el recuerdo de esa amiga traidora lo dejó al descubierto. Debí aprender, hace mucho, tal vez una de aquellas tardecitas de verano en las calles polvorientas de mi pueblo, que nada se esconde para siempre.

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Los escondidos Alejandra M. Fisichella ¡Piedra libre para Claudia! La encontré en el campito a los diez días de empezar el juego. Ese 5 de mayo conté hasta cien. Era tarde, casi las nueve de la noche. Me dormí. Me desperté y ya todos estaban escondidos. Punto y coma, el que no se escondió se embroma. Abrí los ojos.No quedaba nadie. Empecé la búsqueda. De mi Edu nada por ningún lado. De los otros, tampoco. Al principio, me quedaba en la casa. No me alejaba por si veía a alguien. ¡Piedra libre para Ricardo! Ricardo volvió después de unas horas. Tuvo suerte. Es tiempo de abandonar “la base” y buscar más allá, pensé a los días de no encontrar más escondidos. Corría el riesgo de que algunos trataran de llegar a la base, pero no importaba porque estarían a salvo. Busqué en la otra cuadra, en el laboratorio. Caminé y caminé. Busqué en la escuelita. Tres meses más tarde encontré a María Ana en una cueva. ¡Piedra libre para Anita! Se la veía sucia y demacrada. Pensé que Eduardo se había escondido con vos, le digo con tono entre iluso y alarmante. No me contesta. Ocho, nueve, diez meses y nada. Momento para ser una buscadora más audaz. Me adentro en zonas más peligrosas. Busco en el club, en los cuarteles, en las comisarías. Encuentro uno más en el pozo. ¡Piedra libre para Hugo! Me dice que compartió refugio con Edu pero después se separaron. No bajo los brazos y sigo buscando. Quizá se perdió o abandonó el juego sin decirme nada. Probablemente esté escondido con Liliana. Sé que anda en algo con esa chica. Es 29


obvio que le gusta. Pero por más que busco, no los encuentro. Permanecen obstinadamente ocultos. Vuelvo a los lugares ya recorridos, empiezo a preguntar. Miro tras las rejas. Exijo respuestas. La patota del barrio dice no haberlo visto nunca. Ya han pasado veinticinco años. Por ahí salgo y grito por las calles, ¡ya podés salir Eduardo! ¡Ya terminó el juego! Me levanto todos los días y siento que está conmigo. Hasta pongo un plato en la mesa para él. Todos los jueves voy a la Plaza con una foto de mi Edu. Albergo la esperanza de decir algún día ¡Piedra libre para Eduardo!

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¿Vida estás? Cecilia Gillet ceciliagillet@hotmail.com

Soledad artificial contra la piel. Desfile de números con olor a vereda. Una erupción de cuerpos silenciosos duda aún. Dueños de sabiduría milenaria desafían al azar, se acomodan se aquietan como las aguas. Encuentros pendientes respiran hacia adentro; un gusto a ansiedad late hasta las pestañas.

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¿Qué hacer? ¿Dejar el refugio ante la llamada de lo impredecible y descifrar el pasaje? La vida reclama. El miedo vigila de cerca para devorarte. Búsqueda. Búsqueda que no consiente. Búsqueda indeclinable. Tropiezos y raspones manos y trampas señales y derrotas. Un combate encendido para quien se aferre al desafío de existir.

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No, así no vale Mariana Malbrán malbranmariana@gmail.com

E

ste juego hubiera sido perfecto de no ser porque cambiaron las reglas. Me ha tocado esconderme y también contar. Uno, dos,… veinte,…treinta y cinco… Los que deciden los cambios son especialistas en estimular los sentidos. Y arrastro esta obsesión de percibir lo que expreso. Porque en el arte, sentimiento e imagen forman un binomio. Y como las sensaciones no penetran al espíritu sino hasta que éste les da forma, debo abstenerme de las imágenes sensoriales. Sí, aquí las ópticas son tremendas. Aún con los ojos tapados, imagino lo peor. No vale, chicos. Está espiando. Las olfativas son imposibles: todos los fluidos en un extracto que anestesia. No hay gusto, entonces. Sísonido. Jamás falta sonido. Cincuenta y ocho. Cuento al son del goteo. Las gotas de los baños contiguos horadan mi paciencia. Esos tanques de agua que nunca cortan. Las llaves y las cadenas. Los gritos. No, con las chicas no. El llanto. Los aviones. Qué falta me hace el silencio. En otra época hubiera elegido este lugar como escondite. Sí. Me he desatado los pies con un pedaleo y a modo de pan, queso, pan, y a razón de ¿cuántos centímetros en mi cuarenta y dos?...he obtenido las dimensiones. Sesenta. Algo más de un metro por algo menos de dos. Ideal. Saben del asunto. Contá bien. No espiés. Faltan las táctiles. Las muñecas ligadas acoplan el pulso que interfiere el conteo. Abro las yemas para captar la humedad de los ladrillos, recorrer la junta deleznable. Intento una escalada por determinar la altura. El cielo es el límite. Y 33


amojono los rincones. ¿Quién está ahí? Es una zapatilla. Mía no es. No quiero saber del dueño ni de la compañera. Shhhh. No digás mi nombre, si no me descubrís. Yo no vi nada; si hace un rato me tumbaron, antes que a los mocasines y al pan duro. No sé qué me dolió más. Sangré: indicio de vida. Los mocasines no los entrego; me los calzo o me los como. Sin muebles, al ras del piso. Sí que lo tienen pensado. Así, son gigantes, asustan. Inferioridad de condiciones. Cumplen órdenes. Incondicionalidad con los superiores. Ahí están, otra vez, son ellos. Punto y coma el que no se escondió… Que no se me desmadejen las vendas de los ojos. Podría verles los borceguíes cuando me pateen. Mala para Pablo. Me llevan a su juego. No vale. Espiaste. Al fin agua, principio y fin de todo. Me lastiman los labios con la botella. Si aún fumara rogaría un pucho. Esto no es un campamento, ya lo sé. En calzoncillos, con mangas de goma en muñecas y pies, tirado en el catre. Me ajustan. Evoco rascarme. No vale. No me viste nada. Preguntas. Respuestas. ¿Dónde se escondieron los demás? Y cuanto más respondo más parece que les miento. Sí que saben cómo se hace. El de las preguntas y el maquinista. Juro que es como si te mordieran las pirañas. Las contracciones musculares. Así yo no juego más. Exhalo miedo. Por la trama de la venda se filtran los destellos del foco. La tensión varía con las mordeduras. Cómo se los imagina, tan enormes. ¿Dale que jugamos a Combate?Canto ser el sargento Saunders. Pero no, che. No tengo número de guerra; no insistan. Con esta rama hago la Thompson. ¡Ra-ta-tá!; ¡ra-ta-tá! Una ráfaga de ¡ra-tatá!; ¡ra-ta-tá! Entre los dos van a liquidarme. Y no es una hipérbole. ¿Fierros? ¿De qué fierros me hablan? Son a cebita son. Está el de los zapatos que me cuida. Tengo el botiquín y el casco de la cruz roja, ¿dale? Por ahora, muerto no sir34


vo. Pido, pido. Soy de los buenos. Qué servil, si me vieran los muchachos: sí señor, muérdame la oreja, adelante; ¿la boca? o ¿prefiere quizá las tetillas? Son más sensibles. Sí que los conozco. Yo iba a las reuniones por las minas. ¿Si tengo los libros? ¿Qué, ustedes no? Claro que leí a Marx. Bueno “leer”… Era para impresionarlas. No se les ocurra, en las axilas no. Justo ahí enganchaba los broli. Mejor no juguemos a esto. Es inútil buscar la belleza, sí...Voy a dejar la poesía. Si salgo la dejo, les aseguro. ¿Para qué elevar el sentimiento a la imagen? ¿Acaso hay lugar aquí para lo universal; para sacar a la luz a través de mi vida interior la experiencia del Hombre? Sólo pirañas, río abajo, por el esófago. Aflojen.No, la desembocadura, no. Yo no juego más. Miren que así no voy a seguir. Es peor si no me quejo. Creen que soy guapo. Te maté. Tenés que quedarte quieto, así no vale. Ya no soy nada. No, no soy la conciencia colectiva. Yo me hago el muerto. Siempre desde abajo. Che chicos, el pañuelo: ¡rendición! Lo que cuento ya no les importa. El de los zapatos se fue. Mala para mí. Mejor jugamos de nuevo a la escondida. Salvarse. Uno, dos…quince…Cincuenta y uno. Morir. Zapatilla de goma… Me quitan la venda que me ajusticia los párpados. Están todos descubiertos. No es que me indultan. Paren, paren que falta uno. Me condenan a lo inefable. Shhh…que no han advertido mi línea metafórica. Creen manejar este mundo… Picá, picá. Metele. Cantá piedra libre para los compas… este mundo que no existiría sin mi intuición creadora; sólo habría cosas oscuras e inmóviles, tinieblas.

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Piedra libre Ana María Labandal anamarial_1@hotmail.com

1, 2, 3… Otro día que lo espero y no llega a comer a tiempo. Se olvida de avisar mientras yo con la mesa puesta quedo con el pollo secándose en el horno. Me imagino yo también en la asadera: seca, dura y vieja, igual que el pollo. Casi puedo verlo; de juerga, revoleando la corbata o mimando a una rubia en la barra del cabaret. 20, 21, 22…Niego los pensamientos y me sirvo otra copa. Enciendo la tele. Noticias de corrupción, los políticos en la mira, dos vedetongas pelean, un héroe que salva un perro. Nada me importa, me aburro, hiervo, exploto. 50, 55, 60… Dónde se habrá metido; hoy no es noche de peña y no hay partido de fútbol. Últimamente no hace falta una excusa, desaparece y ya. Qué esperás, no te das cuenta. Más clarito echale agua, decía mi abuela. Pongo una música lenta, me deprime, elijo un rock. Ensayo frente al espejo que aparece de repente: un puño que amenaza, una mueca con la boca, una mano que lo acaricia, mirada sugestiva, un gesto sensual, con movimiento de caderas y todo. Lo puteo como se merece, qué geisha ni geisha. Me pregunto qué tan geisha quiero ser para reconquistarlo. Por una maldita vez que el esfuerzo sea de él. 78, 90, 97…100. Basta, no espero más. Esto se termina y me va a escuchar, pero primero lo tengo que asumir yo misma. Estará con otra, de eso estoy segura, quién será, no me quedo con la duda. Subo al coche y a recorrer el pueblo. Tengo que seguir un plan en mi raid para no obviar ninguna calle: primero las de los próceres, después sigo con las provincias. Salgo y salí. 36


Empiezo por Rivadavia, vuelvo por Belgrano, retomo en Sarmiento. De punta a punta y no veo el auto. Ni un alma en el pueblo, la niebla es espesa y por un lado mejor que así sea, para que tampoco me vean en esta persecución de locos. Me imagino, vista desde el aire, una loca andando sola. Sigo la ruta de un correcaminos lento, que da vueltas cansado por un pueblo fantasma. Me reiría pero no; ésta es mi tragedia. Dónde está. Vuelvo a casa, toco piedra pero no llegó. Sigo buscando. Salgo y salí. Zapatilla de goma, el que no se escondió se embroma. Punto y coma. Siempre jugábamos en pareja, Julieta y yo. Ella era buena encontrando a los escondidos. Lástima que no está acá, no quiero involucrarla en esto. Mentiras. No querés reconocer que tu marido te engaña. Menos delante de Julieta, que siempre hace gala de su libertad cuando la quiero convencer de sentar cabeza. Moreno, Alberti, San Martín. Se me acaban los próceres y de Alejandro ni noticias. El club está cerrado; en el bar dos mesas con los borrachos de siempre. Parece que en el pueblo todos duermen. Todos menos yo, y Alejandro, y la mina que está con Alejandro. ¿Qué puede ser peor que encontrarlo con una mina? Encontrarlo con un tipo. La broma es vieja, ya sé. Ahora ya no estoy triste, estoy caliente. Empiezo con las transversales. Recorro algunas, en la oficina no está. Ya sabía que no es hora de trabajar. Pasé por las dudas, no más. Algún oficio de último momento, una entrega de apuro. Qué tonta, siempre justificando. La misma suerte y no hay señales de su auto. De ningún auto. Después dicen que la policía controla: ni un patrullero a la vista. Hasta los chorros duermen con este frío y la niebla que no deja ver a más de unos pasos. La niebla, que inunda mi auto y se mete por la garganta hasta ahogarme. Mejor me alejo del centro. Me veo a mí misma, de nuevo. Soy patética en esta carrera 37


contra nadie. Contra la niebla, contra el tiempo. Mañana hay que madrugar, hoy hay que madrugar. Ya es de madrugada y no madrugué a Alejandro. Siempre fue más astuto que yo, más inteligente, más exitoso, más lindo. Lo admiraba. Ya no. En realidad sí. En el cabaret del pueblo no está. Dos autos en el estacionamiento, los putañeros de siempre. Si la mujer de éste supiera… Estará durmiendo, ignorante y cómoda. La envidio. Quién me manda, yo también podría estar tranquila. Podría haber mandado mis ganas de saber al carajo, junto con el pollo y la ensalada, y el vino blanco que se habrá calentado. Estaría durmiendo en mi cama, con la ignorancia del cobarde que no quiere ver. Pero no. Ya no y nunca más. No me queda otra que terminar con las calles que comencé. Hago Tucumán, Buenos Aires y Entre Ríos, después lo prometo: me vuelvo a casa. Si estuviera Juli conmigo. Ella siempre tuvo buena suerte para “Piedra” y mejor vista que yo. Ni hablar de la intuición. Voy a llamarla. Es tarde, ya sé, pero es mi amiga y me va a dar una mano. Además, me atraganta esta verdad que no quiero reconocer. Ya está, no soporto guardarme para mí tanta sospecha, es hora de compartir el infierno. Freno y la llamo al celular. No. Estoy a dos cuadras de la casa, mejor voy hasta allá y hablo tranquila. Llego a la casa de Julieta, detengo el auto y apago las luces. Oscuridad total afuera y adentro sólo me ilumina la pantalla del celular. Dos llamadas y la voz dormida de Juli que atiende. Pregunta y contesta, no le entiendo. Balbucea, llorisquea, se disculpa, corta la comunicación y yo sin decir una sola palabra. Se enciende una luz que veo a través de las cortinas. Un portazo y la figura de Alejandro que asoma del garaje de Julieta. Julieta, con la bata negra que le regalé para el último cumpleaños. Para que estrenes con un amante, le dije. 38


A las carreras, enciendo el auto. Una idea fija: volver a casa y tocar Piedra para mi marido que estaba en lo de Julieta. Acelero. Lo saco arando. Gano la punta. Busco las llaves del portón de rejas. Freno. Restos de caucho en el asfalto humedecido por la niebla de la madrugada. Entro el coche, cierro. Me resbalo. El corazón que se sale por la boca. Me desvisto. Me meto en la cama. Todo para que él no logre gritar Piedra libre para mí y para todos mis compañeros.

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VEO VEO Marcela Predieri delapalabra@hotmail.com

¿Qué ves? Mamá ve los brotes de los prunus a punto de reventar, rosados, lúbricos. Mira las azaleas y los agapantos, se deleita descalza sobre el césped nuevísimo y retira con cuidado un poquito de musgo que se ha recostado sobre el rincón más oscuro. Toma un pedazo de soga y dibuja con ella una nueva bordura, más tarde va a pedirle al jardinero que la cubra con lamium para iluminar el sector; lo imagina y sonríe, después entra y sube hasta el cuarto para arreglarse y salir con las amigas. Definitivamente esas sesiones de radiofrecuencia y el pulido con punta de diamante la han dejado espléndida. Se delinea los ojos, la boca, sólo un toque de rubor color durazno. Ni un cabello fuera de lugar después del shock de keratina, lo peina hacia la derecha. Elige el jean con tachas y una remera animal print. El té es a las cinco. Ma, me podrías mirar el resumen de… No, por favor Gordi, ahora no puedo. …Una cosa. Esto es una cosa, masculla el padre, no es fútbol. Ni ese boludo es un dos, no la para ni por puta. El padre cambia de canal, mejor las noticias. La Cristina está dando su discurso número veintisiete. Esto es futbol para todos, declama. Sí, claro, para todos los infelices que habitamos el suelo argentino. ¿Para esto pago Direct TV? ¿Para hacerme mala sangre? Hace zapping hasta que desaparece la cara de la K. No puede ni verla. Una mina… No hay nada que hacer ¿por qué no se ocupa de cosas de minas? Sólo a nosotros se nos ocurre. Qué gente de mierda. Qué país de mierda. Se levanta del sillón, va hasta el escritorio, abre la correspondencia: una notificación dela AFIP. La puta que lo parió… Pa, ¿puedo llevarme al auto? No. Y golpeá antes de entrar. ¿No ves que 40


puedo estar con gente? …¿Qué cosa? ¿Qué cosa estaba buscando yo? Los ojos de la abuela saltan de una pared a otra del jardín de invierno. Se detienen en el canasto de la lana, en el almohadón de la mecedora, la manta, un pulóver a medio terminar, el último, el que le estaba tejiendo al viejo. Rojo. Rojo oscuro. Como la sangre que pasaba por el cañito de la transfusión, como la sala de terapia y los cortinados, como las venas que se le reventaban en los tobillos, oscuros como la infección. Púrpura, le habían dicho, pero las manchas eran rojas como la que vio en la sábana aquella mañana; fue su primer hombre, suele repetir, su único hombre. Por eso cada aniversario ocultaba la sonrisa tras un enorme ramo de rosas rojas. Rojo era ahora su dolor. Oscuro como seguir viviendo. Se agarra la garganta y se para frente al espejo. Entonces la ve. La aguja Nº 9 está pinchada sobre el costado izquierdo de la mañanita. Abuela, ¿No viste mi…? Sí, ya la ví, menos mal que le había pintado la punta de rojo. Últimamente no me acuerdo de dónde dejo las cosas, últimamente no me acuerdo de nada. …Maravillosa. Ana Clara mira la foto de Martín. Pone “Me gusta”. Le gusta. Y mucho. Después ve pasar las notificaciones, las clickea rápido. Entra al muro de su hermano, ahí puede ver más fotos de Martín, las del partido de hockey contra UNI. Mira esos bíceps contraídos, la bocha que definió el tanto con su golpe en pleno vuelo, se detiene en las piernas, en los cuádriceps. Agranda la foto…Tiene los ojos más profundos que haya visto jamás pero no la comenta, no puede hacerlo desde ahí. Vuelve a su face, al álbum de la reunión del sábado. Está con las chicas vestida de azul. Todas están vestidas de azul. Como los ojos de Martín. Ahí sí pone “Me gusta”, porque se gusta. Y porque le gustó que la besara, y está segura de que también le gustó cómo besaba ella. Esta noche la va a llamar. Es un divino: alguien que tiene en la 41


portada una foto de cuando era chiquito no puede ser sino un dulce. Y van a ser felices para siempre. Ana… ¿Qué mirás, boludo? ¡Cerrá esa puerta! Privacidad. ¿No entendés lo que significa privacidad? …De qué color. Blanca. La tiene sobre la mesa de luz. Ve que es poca. Se da vuelta y tapa la cara con la almohada. Se da vuelta otra vez. Mira el techo, es blanco. Todos los techos son blancos menos el de su hermana que está pintado de celeste con estrellitas. Pelotuda… Estira el brazo para agarrar la gillette. Mejor no, mejor dejarla para después. Pone música. ¡Bajá esa música! se escucha desde abajo. No va a bajarla. Se agarra las sienes, recoge las rodillas y apoya la cabeza sobre ellas. No da ni para una línea. Al apretarse los ojos todo pasa del verde al rojo al azul. Y otra vez blanco. ¡Bajá esa música! No otra vez. ¿Qué me tienen? ¿entre ojos? No, no esta vez. Arranca las frazadas, va al baño para buscar una benzocaina para cortarla. ¿Otra vez con dolor de garganta? le pregunta la abuela.Al salir se choca con la madre. ¿Por qué no mirás por donde caminás! Es que ese chico debe andar ojeado, intenta tranquilizarla. El chico hace como si no las hubiera escuchado y se encierra en el cuarto, con llave esta vez. Muele, mezcla, separa la línea en dos. Enrolla con cuidado un billete de dos pesos y esnifa. El polvo asciende por su nariz, baja por la laringe, se hunde en su tráquea. Se tira de espaldas, intenta tocar el techo pero ve cómo se aleja a medida que él hunde en la cama; sonríe ante la blandura de la almohada del colchón del cuarto entero. El efecto tarda, tal vez la cortó demasiado. Se levanta y va por las pipas; sabe que así durará menos pero lo necesita ahora. Elige la que tiene el dibujo del águila montada sobre la serpiente; falta el tigre, pero no se extraña, qué es lo real o cuánto vale. Mete lo poco que queda en la pipa y la enciende con el billete. La oreja izquierda de Mitre se desprende y cae sobre una hoja doblada del cuaderno Rivadavia 42


abierto al costado de la cama. Adiós monografía. Ve los dos rostros presidenciales arrugarse y fundirse. La coincidencia es absurda. Da para reírse y se ríe. Cuando trata de apagarlo con el pie, como la media es de lana, sola consigue avivar el fuego. Se quema. Se quema y ríe como loco mientras ve las llamitas subirle por la pantorrilla. Se la arranca y tira contra la ventana, observa extasiado cómo la cortina de voile se dispara en llamas hacia arriba. Es la esquina de los Echeverría. No. La de los Alzaga. La sirena destella en todos los colores. Todos lo ven. Nadie ve al chico. El humo es negro. Lo veo. Veo.

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TROMPOSANDO Laura Noemí Giraldez giraldezlaura@hotmail.com

Para Santiago Ángel

En el recogiro me sostengo me deslizo me oblicuo me bailo me circundo mi cuerpo mi juguete rígido-cónico-simétrico me arrollo me lanzo. roto sobre mi puntapié

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PALABRAS CRUZADAS Olga Bertinetti 1- En el rostro se le notaba un pliegue, como un rizo capcioso. Era una bolsa en el ceño que daba la impresión de estar enojado. Un surco que le marcaría la vida hasta el final. 2- Tenía una apariencia anticuada, con cierto olor añejado, su ropa vieja lo hacía un ser obsoleto y primitivo. Se había detenido en el pasado. 3- Su experiencia fue acumulando privaciones y distancias. Añoraba aquella niñez acompañado, pero emigró como tantos, y ese exilio lo marcó produciéndole vacío y abandono. 4- Comenzó a sentir flojedad, decaimiento. Su cuerpo entró en un estado de debilidad y cansancio. Se quería morir a punto de preparar su propio ataúd. 5- Cada día, mientras las herramientas se gastaban en sus manos, recordó a sus padres y hermanos, de origen humilde pero con un abolengo respetable. Su familia era de buena cepa, como el árbol de donde extraía la madera para sus artesanías. 6- Con el correr de los años se tornó mordaz. Su carácter áspero lo alejó de los pocos habitantes del pueblo. Por momentos esa violencia le hacía destrozar todo lo que se cruzaba por el rancho. Imposible entablar algún diálogo con él, su actitud pendenciera y belicosa, producía miedo. 7- A veces aprovechaba el sol para realizar mi gimnasia diaria. Ese día en un equilibrio perfecto, la naturaleza ayudó para verlo. El viejo en una contorsión brusca, me vio, yo pegué un salto hasta quedar a su lado. Le mostré mis habilidades acrobáticas, hice algunas cabriolas y volteretas y caí de narices en la tierra. El viejo lanzó una carcajada que se perdió 45


en la galería verde del bosque. 8- A los tres meses volví al rancho y lo noté desequilibrado, sus movimientos eran torpes e inestables. En un momento lo sostuve para que no cayera. Inquieto y lelo, articulaba palabras incoherentes y caminaba por el rancho como atolondrado. Yo no estaba mejor, parecía abombado, no sabía qué hacer. Pensé en llamar una ambulancia, entonces vi sobre la mesa destruida y maloliente, un frasco marrón con una etiqueta manchada con sus huellas digitales donde decía: veneno, ponzoña, tóxico metaloide, ante su ingesta llamar… Cuando me di vuelta, el viejo había muerto. 1Arruga 2 aRcaico 3 auSencia 4 astEnia 5 asceNdencia 6 agresIvo 7 acrobaCia 8 aturdidO

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ROMPECABEZAS Laura Noemí Giraldez giraldezlaura@hotmail.com tomo-coloco-empujo-combino-tomo-coloco-empujo-combinot c o monto siluetas acoplo paisajes y rostros o m busco fronteras reconstruyo imágenes cortadas l o cúbicas-planas-irregulares o descifro enigmas c c encastro pentónimos o o figuras l tangram t o corrompocabezas. o c m o o tomo-coloco-empujo-combino-tomo-coloco-empujo-combino

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Puzzle Lidia Castro Hernando castrohernando@gmail.com

—Marcela, ¡no encuentro la agenda! Estaba acá sobre el televisor y ahora no está. En esta casa debe haber un poltergeist ¿Puede ser que cada vez que necesito algo no lo encuentro donde lo dejé? –¡Calmate un poco! Vení tomate un café que ya despaché a los chicos al colegio. –Sí, para vos todo se arregla con un café…a ver…decime cómo era el programa para hoy, si podés, y del fin de semana. ¡Hasta que encuentre la agenda! –-Hoy los tuyos van con la mamá y yo me quedo con los míos y los nuestros. El domingo nos quedamos con los míos y los tuyos, y los nuestros se van con los abuelos. –Vos sos de las que siempre resuelven todo y yo un tipo simple al que estas cosas le rompen la cabeza. A ver si entendí bien. ¿Los míos se van hoy? Me parece que yo tenía otra cosa en la maldita agenda. ¿Me cambiaron las piezas? –Sí, lo arreglamos así con Elvira. El sábado no puede. Tiene que llevar a los hijos de su marido a un cumpleaños. Pero la semana que viene me aseguró que todo vuelve a la rutina de siempre. –¡Ché, te olvidaste que la semana que viene nos vamos al campo los dos solos!… ¡Vos y yo! –No me olvidé. Sencillamente no va a poder ser…El benemérito padre de mis hijos planeó unas mini vacaciones de Semana Santa antes que nosotros. Nos ganó de mano; y encima… ¡no te pongas como loco! tenemos que cuidarle los tres chicos. 48


–¿Qué? ¿Y nosotros donde encajamos en todo esto? ¿Todo lo resuelven los demás? –Y sí, a veces para lograr ubicar los chicos en su lugar, hay que sacrificarse. Te voy avisando que el domingo de Pascua seremos nosotros dos más los cuatro tuyos, más los tres míos, más los dos nuestros, más los tres de Esteban. Sin contar que seguro caen tus viejos y los míos. Respirá hondo y anotá todo para no hacer descalabros. ¿Ya captaste el esquema total de los próximos días? –¡Creo que sí, arquitecta! Lo tengo en este papel. Escribir el esquema no pude; tuve que dibujarlo. –Pero, ¿no estás contento, mi amor? Vos siempre quisiste una familia numerosa. –¡Muy contento! ¿No se me nota? Me llegan a mover una pieza y se me va todo al diablo. Lo único que espero es que los chicos no se peleen porque, salvo los míos, todos son unos lieros.

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LAS DAMAS Olga Bertinetti “también el jugador es prisionero” Jorge Luis Borges

peones de la vida juego que esclaviza negras por izquierda y derecha blancas dilatan encuentros en territorio enemigo algo ocurre vientos de batalla se estrellan insurgentes negros y blancos en ataque diagonal lanzados a la intemperie en el límite ruedan los desplazados destino de reina la dama cuánto vale ser libre un golpe de suerte no agotará el juego el mundo mueve fichas y hombres tablas 50


TUTTI FRUTTI Basta para mí Cecilia Gillet ceciliagillet@hotmail.com

S

iempre me gustó la letra O. No sé bien por qué –no sabía, ahora sí sé- pero es tan redonda, tan amable, tan abarcativa. Oculta un mundo la O. Mi mundo. Hasta hace poco solo me generaba atracción, una especie de simpatía de misterioso origen, y no es porque me llamo Ofelia, eh, no, no. Había algo más, yo lo sentía, pero pensé que estaba loca. Debí haberle hecho caso antes: querer condenarla al olvido nada más retrasó lo obligatorio. Fue un otoño que la descubrí: ahí, obliterada bajo una negación que no hacía más que arrojarme al oprobio. Pero ese día, opté por asumir mi destino. ¿Osadía? No, simplemente ocaso de una omisión. Tengo presente que me desperté a las ocho y miré por la ventana: las hojas ondulaban por el parque. Entonces ocurrió: pensé qué color era el que ostentaban. Ocre. Inmediatamente los recuerdos ocuparon mi cabeza: me acordé de cuando, hacía muchos años, jugábamos al tuttifruti en el colegio. Yo era buena, qué digo buena, óptima era. Me cansaba de ganar, y nadie objetaba que hacía trampa, porque era solo obsequio de la observación y obra de la oratoria. Algunos se ofuscaban, obvio, y me tenían ojeriza, pero yo disfrutaba de lo que ya era casi un oficio. “Ocre” era una de mis palabras preferidas porque a nadie le venía a la cabeza cuando había que poner un color con O. Bobos. Ociosos. Obtusos. Tenían oxidado el ojo y el oído. Entonces comprendí: el ocre de las hojas era un mensaje para que encontrara mi norte, era, tal vez, una orden: la O se convirtió en mi objetivo, en mi orientación y mi obsesión. Empecé a organizarme: primero la ropa, decidí vestirme 51


casi exclusivamente en tonos ocres, como correspondía, era mi color. En la oficina no parecieron notarlo, me ignoraban olímpicamente. Pero a mí no me importaba, por primera vez sabía lo que hacía y lo que tenía que hacer para ser feliz, para salir de la orfandad y pasar a la opulencia de sentimientos, para no dejarme ganar por el odio. Como una confirmación del camino elegido, llegó Orestes. Sí, este Orestes, mi osito. Me lo compré en Orfei. ¿Te molesta que esté sentado con nosotros? Tiene nombre de héroe, Orestes. Algunos dicen que más bien parece un orangután, pero me da lo mismo. Yo lo quiero como es. Por ahí te da impresión que le falte el ojito, pero es que a veces se pone obcecado Orestes y hay que hacerlo entrar en razón. ¿O no? Cuando lo conocí ya no dudé y me compré este departamento, en la calle Olavarría. Tenía unos ahorros de la herencia, más algunas cositas de oro que pude vender y no fue difícil conseguirlo. Es un poco oscuro pero me gustó la forma oblonga, y la orientación es excelente. Bueno, ¿qué te estaba diciendo? Ah, sí, no quiero perder el orden. Justo ahí apareciste vos, Omar, en octubre, qué oportuno. ¿Te das cuenta? Huyeron las vacilaciones que obstruían mis anhelos. Me sentía en órbita. Hasta consideré comprarme una oveja. Y plantar un olmo en una maceta ovalada. La vida ya no era opaca. Es que había completado todos los casilleros: nombres, colores, calles, cosas, comidas (ya vas a ver qué opípara la cena)… Sé que algunos me consideran poco menos que orate, pero yo hago caso omiso. Y vos, vos sos diferente. Sos otro. Yo sé que vos me entendés, porque sos igual que yo. Ahora somos, ¡sí, todo con O! ¿No es romántico? No, lo que pasa es que todavía no lo descubriste. No ocultes tu orgullo. ¿Nunca pensaste en lo linda que es la O? Pero no me digas que sí por obsecuencia. Es nuestra gran oportunidad para salir de la opresión. Seamos optimistas. Cerrá los ojos. Es hermosa la O, es oronda. No seas obstinado. Metete para adentro. Dale, po52


nele onda. Hacete un ovillo. Fijate qué palabras empiezan con O: oda, oropel, ópera, onírico, óbito, ofidio, orgasmo. Hasta su sonido solito “oh” es musical y tiene sentido, jojo. Te noto tenso, ¿no vas a comer? ¿Querés otra copita de oporto? Está todo limpito, ¿viste? Le pasé Odex esta tarde. Y puse orquídeas en el florero de opalina. Dale, mirá las ostras que te preparé. Especialmente para vos. Bueno, para vos y para Orestes. Yo me dije: con once alcanzan. Se hacen refácil: agarrás una olla y las salteás, y nada más las servís con un poquito de oliva, para que no pierdan su olor. Por ahí hubieras preferido osobuco. Pero las ostras son más finas, ¿qué opinás? No me ofendas. ¿Y ahora qué hacés? ¿Orás? ¿Querés que ponga un poco de música? ¿Te gusta la Oreja de Van Gogh? No, mejor algo más romántico: Arjona, “Olvidarte”. Y si no, puedo tocar el oboe para vos. O bailar como una odalisca. Mirá. ¿No merezco una ovación? ¿No es maravilloso que amor y love, en dos idiomas diferentes tengan la O? ¿Y corazón? Tiene doble O, ¡jo! ¿Qué me contás? Dejemos de oscilar, Omar. Te ofrezco mis ósculos, mis órganos, mis óvulos. Seré tu oasis. Podríamos irnos a vivir a Oklahoma –por eso me puse la camisa a cuadros, ¿te habías dado cuenta?, ¿te fijaste que son oblicuos?-. Es nuestra ocasión. Omar, haceme el honor. Mi olfato se enajena cuando me acerco a tus orejas. ¿Puedo tocarte? Así nos conectamos, y por ósmosis llegás hasta mis ovarios. Omar, sos mi ozono. Me gustaría ver tu ombligo. Quiero obtener tu objeto. ¿Te vas? No, volvé, Omar. Obedeceme. Sos mi Oriente y mi Occidente. No habrá obstáculo que se nos interponga. No seas ordinario. Sos un ogro, Omar. Me hacés sentir una oruga obesa. Me oprimís hasta el occipital. Sé que vas a volver. ¿Omar? ¿Omar? Okey. La orilla del mar será mi testigo: me voy a obsequiar al océano, a las orladas olas. No me olvides, Omar. 53


EL SOLITARIO Olga Bertinetti

Estoy solo completamente solo sometido al nĂşmero siete Enciendo los espacios con los sonidos apagados desnudo soy un hombre sin hojas estiro mi mano en otra mano acomodo el alma sobre la mesa En la hora de zapatos perdidos de escaleras robadas arrojo los reyes de la suerte hoy es el dĂ­a de la partida voy hacia los barrotes de mi jaula entre borracheras de ruina y polvo

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PIEDRA PAPEL O TIJERA El juego de la vida Andrea Marín algmarin@hotmail.com

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s el momento. Nunca imaginó que sería tan doloroso. Se refugia en el recuerdo de su niñez, encuentra a su madre y juega con ella… Piedra, papel o tijera. PAPEL Y PIEDRA. Papel. Un espasmo la envuelve, la hace suya, es todo uno. Las luces, borrosas giran en su cielo. Giran. No cesan. Un largo lamento, repleto de ayes, apaga las voces que aconsejan calma. Su mano se aferra a la manga de alguien. Tironea. Clava las uñas en su palma a través de la tela. Su cuerpo está tenso como un papel a punto de rasgarse por tanto dolor. Sólo unos segundos se detiene la agonía. Cree que no tolerará otra más. –Una más y muero -dice, exhausta-. No quiero estar acá, mamá -piensa… Piedra, papel o tijera. PIEDRA Y TIJERA. Piedra. El aire pesa, duele respirar. Aunque no deja de dar vida. Otra vez, las contracciones se suceden, sin escalas, infinitas. La dilatación es completa, dicen. Escucha. -Ahora, ¡pujá!le ordenan. El falso jadeo se quiebra en un grito; siente que nada le 55


podrá cortar el sufrimiento. La cabeza del pequeño es una piedra que se abre paso. La masa de sangre, huesos y carne no deja de moverse. Tira. Agita. Puja. Empuja. Es un juego entre su cuerpo y el cuerpecito del bebé, que alternan ritmos. Siente como se abre con cada contracción. Los pujos son intensos, ya no los controla. -No pares, seguí, seguí- le susurra, con ternura, una enfermera mientras le acaricia la frente, como lo hacía su madre. Piedra, papel o tijera. PAPEL Y TIJERA. Tijera. -Vamos, un poco más, ya lo vemos… Levanta la cabeza, aprieta los dientes, cierra sus puños en las barras de sujeción y toda la fuerza, fuerza que jamás pensó que tendría, la concentra en un solo punto. -¡Sí! ¡Ya lo tenemos! El dolor desaparece, como si nunca hubiese existido. El llanto de su bebé, ahora colocado sobre su pecho, le saca lágrimas de felicidad. Ya no estará sola nunca más. Tendrá por quien vivir y con quién jugar. La tijera corta el cordón umbilical y el papel de la creación se da por finalizado.

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LOS OPUESTOS Olga Bertinetti barrios cerrados villas miserias y favelas fronteras alambradas calles abiertas al murmullo de las sombras ventanas de hastío ventanas luminosas apuestan dormidos matan despiertos se muestran y ocultan hasta el hartazgo riqueza pobreza mutilada por el hambre se roban historias entre aceptación y regateo espaldas de fábricas tierra afeitada de un muro cotización del trigo: sube y baja Ya es hora de empezar abrir puertas cerrar miserias lo que ayer los juntaba hoy los separa un vientre de vida bebe la fuente de la muerte el niño pobre no sabe qué hará el rico sabe qué hacer 57


EL TRUCO Instrucciones para aprender a guiñar un ojo Roly Salvatierra rfsilva66@hotmail.com

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ea mi amiga, no es que me haya especializado en el tema (mucho menos en enseñarlo por este medio), pero intentaré ayudarla en esto que usted me dice que no sabe hacer ni le sale. Por empezar, para consagrarse como la mejor guiñadora del barrio, debe tener en cuenta algunas pocas pautas que procuraré transmitirle, ponerlas en práctica unas siete u ocho veces, verificar y evaluar los resultados (si es posible conmigo, y por acá mismo), y finalmente, olvidarlas por completo y salir a matar. En primer lugar, elija al destinatario. Hágalo con detenimiento y sutil minuciosidad, pero hágase el tiempo de elegirlo (no es todo lo mismo, usted bien lo sabe).Identifíquelo, obsérvelo, imagínelo. Y por sobre todo, imagine la cara que pondrá cuando usted le haga eso, y siga de largo como si nada. Tiene que estar preparada para todo, por ejemplo para que el fulano se desvíe de su camino y la siga hasta donde sea, o que vaya como un nerd y le pregunte “¿Nos conocemos de algún lado?”, puede pasar que la intente besar a la fuerza; o todo lo contrario, que el tipo no le dé bola, haga como que no la vio (le haya gustado o no, lo haya creído o no), o que directamente no la haya visto. En todos los casos, usted debe seguir caminando indemne, con la frente bien alta, la espalda erguida pero elástica a la vez, y caminando a toda elegancia, orgullosa de sí misma, como si fuera una vendedora de perfumería de un shopping caro; y por sobre todo desapegada, o directamente desinteresada de todo resultado final. Su meta en este momento va por otro lado. 58


En segundo lugar, lea en voz alta y estudie en detalle las instrucciones. Practique, ejercite, ensaye lo que dice este texto delante del espejo. Si es posible ponga de fondo “Betty Davis Eyes”, de Kim Carnes. Si se anima, puede ponerse a bailar sola. En tercer lugar, le voy describir en profundidad una de las instrucciones que más recuerdo. Párese bien, ponga el cuello lo más derecho que pueda, levante el cráneo, relaje el rostro, encuentre el más exacto término medio entre una sonrisa natural y la llamada cara de póker, pero eso sí, por favor: evite emular tanto a Federica Pais como a la Gioconda. No deje de ser usted… Si no le resulta sencillo, coloque el dedo anular y el mayor de su mano derecha sobre uno de los extremos de su mentón. Sobre el otro extremo, complete la presión con el dedo pulgar de la misma mano. La idea es que ejerza presión hacia abajo. ¿Se da cuenta? ¿Lo está experimentando? ¿Nota la diferencia? No es lo mismo, ¿vio? Lo que acabo de pasarle es un ejercicio bioenergético que ayuda a las personas a liberar la sonrisa independientemente de su voluntad (la otra es decir “Tres”, y prolongar la pronunciación de la ese, una tres veces más). En cuarto lugar, vuelva al espejo y mírese a los ojos. Recuerde aquellas partidas de truco donde ligaba un siete de espada o de oros (me dirá que es más fácil y más obvio, si fuera un ancho de bastos, pero no, no es lo mismo acá tampoco). Cierre muy despacio, si puede en cámara lenta, su ojo derecho. En simultáneo, acompañe ese mismo movimiento que está haciendo al cerrar el ojo, estirando, en forma casi espontánea o refleja, su boca hacia ese mismo costado hacia el que se dirige el ojo que se le está cerrando. No se avergüence de su mejilla, dicen que los que tienen esos hoyuelos que seducen a Dios y María Santísima, son los que lograron no avergonzarse de sus mejillas al hacer este ejercicio. A ver, 59


practique. Pruebe tres, cuatro, cinco veces. Las que sea necesario… Éste es el momento, ¡éste es su momento! A cada guiñada frente al espejo en un principio, en cualquier lugar de la casa en una segunda instancia, y luego en cualquier lugar del espacio exterior; en todos los casos, créase, y a la vez haga de cuenta, que va aumentando gradual y progresivamente el nivel de encanto y potencial de seducción que usted siempre fue capaz de alcanzar. Todo gracias al efecto facial provocado por la seña del siete de espada o de oros, según el lateral que corresponda… Todo esto no debe durar más de medio segundo. Su ojo izquierdo debe permanecer definitivamente abierto. Si sigue todas estas instrucciones, en unas pocas semanas el barrio será suyo. Si no sabe jugar al truco, jódase. Si encima que la magia no existe, jamás se le dio por aprender a jugar, lo lamento. No puedo hacer nada por usted, ¿qué quiere que le diga? Sin truco no hay guiños que valgan. Mucho menos, si pretende que se los enseñe por chat.

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Apostó Claudia Gabriela Morro claudiagabrielamorro@hotmail.com

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l aire huele a alcohol. La oscuridad de la pieza apenas deja ver la mano que cuelga de la sábana. La mano pálida, tiesa. La sábana mojada, roja. Tirado ahí, un vidrio grueso, forma de vaso, vino y parisienes. Había caminado la noche entre las luces del parque de diversiones y con esa mueca apenas perceptible en los labios, como una sonrisa mustia, pensó en la idiotez de una partida de truco. Comió espumas de azúcar y chupetines. Recordó las tardes de pochoclo, espalda apoyada en el limonero que habían plantado los viejos. Sí, ¿y qué? Al fin y al cabo es mi vida. Se pintó los labios. Falta envido. Veintinueve. Treinta y tres son mejores.

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SALTAR CON LA SOGA Olga Bertinetti “Soy la reina de los mares…” salto palabras entre hilos trepadores las manos se mecen telegrafían historias “…si ustedes me quieren ver” me elevo cuesta empinada árbol sin hojas “…tiro el pañuelito al aire” el temblor sacude mi eternidad infantil “…y lo vuelvo a recoger” solitaria sumerjo el cuerpo en apnea pierdo la voz de mi canto “…a la una” desnuda salto sin red sobre la cuerda retorcida “…a las dos” caigo “…y a las tres” entre octogenarios latidos “…que salga la niña bonita que va a perder.”

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EL MATADOR Claudia Gabriela Morro claudiagabrielamorro@hotmail.com

Agazapada, ligeramente inclinada hacia adelante, rodillera y buzo gris, Verónica sabe que el equipo de enfrente no le dará ventaja, pero está lista para esquivar el pelotazo. Si la bocha toca la cintura o más arriba no saldrá del juego, ya verá entonces la estrategia, quizás correrse, agacharse. La pérdida es abundante, te interno —dice el obstetra— así te puedo monitorear. La cesárea es inminente. Verónica siente el pelotazo en el estómago, le falta el aire. Nico, tan pequeño, se pierde en la incubadora, los cables, los sensores respiratorios, los sensores cardíacos toda la tecnología lo envuelve, el apenas respira. Verónica es dos pechos que no puede vaciar. Pero Verónica no puede, no quiere quedar en el juego, sola. Con un padre fuera de juego, tiembla. El sudor caliente le baja a las manos y se confunde con el mar profundo y azul de sus ojos. En un rato le sacamos el respirador artificial —dice el pediatra. Entonces Nico entreabre los párpados, aferra la palma de su manito a la tibieza de Verónica y la bocanada de aire puro lo inunda, con un jadeo de ritmo lento pero seguro. Ningún jugador sale de la cancha. Después de una pésima temporada la dueña de la boutique piensa en una liquidación: pantalones y remeras a menos del costo. Lo lamento, Verónica, te indemnizo y con el mes de preaviso vas buscando algo. Verónica recibe el pelotazo a la altura del hombro. Tenés experiencia, vas a conseguir. Ella 63


rebota, gira, compra el diario, lo abre en la sección empleos, vuelve al rectángulo, no baja los brazos, por el contrario los sube, se agacha, salta y esquiva. En el juego del matador como en la vida, Verónica debe seguir en el juego y va a volver a empezar. ¿Inundados en pleno barrio de la terminal? Dicen que la tormenta vino del mar. Sudestada le llaman. Otros dicen los desagües mal hechos. Algunos fueron evacuados. Justo en el quinto cumpleaños de Nico. Quedan pocos jugadores pero Verónica resiste las embestidas. No hubo tiempo más que para subir el televisor al mueble laqueado y salvar algunos libros. Los del primer piso le preguntan por el perro. Ellos tuvieron suerte: no perdieron las fotos. Perder las imágenes es como perder los recuerdos. Nico estaba con Tango, le dicen. Duele. Duele como pensar en las fotos, el empleo, los libros… El agua sube, sube, Verónica se agacha e intenta mover la heladera. Duele en la espalda, en la cintura. Ya no va a servir. Escucha ladridos que vienen desde el ascensor. Está atrapado. ¡No puede salir! ¿Alguien me ayuda? Es casi un pelotazo en las rodillas ¿Nico está con Tango? Abrazado al cuello del perro, entre gritos, ya su boca se llena de agua. Y Verónica, rápida, vuelve al rectángulo, ágil esquiva aquí y allá, intenta abrir la puerta, pedir ayuda una vez más. Silencio. Sobre la marcha cambia de estrategia. Quiebra la cintura, salta. Empuja el fuelle que es la puerta trabada del ascensor, sus brazos se vuelven fuertes y se le enredan los gritos y las lágrimas. La voz cortada de Nico la estremece. Siente el impacto del agua que la ahoga. Aguanta la respiración. Con firmeza separa al nene del cuerpo inerte del perro y ensaya palabras tranquilizadoras. Entre náuseas, a pesar del dolor en el pecho, se zambulle otra vez, y otra vez, y otra. y otra vez y otra… 64


TELÉFONO DESCOMPUESTO Olga Bertinetti tertulia imaginaria

¡hola, me escuchás? “debajo del farol” bla, bla, bla interminable intriga tu cuerpo resbaladizo ahoga el sonido “quemado por el sol” carencia y falsedad déjame el sol cruzar el límite obtuso de palabras sin arraigo “encanto de fagot” espacio cuestionado donde un guión diferente se instala en tu cuerpo todo es demasiado rápido la grieta auditiva de la noche endosa el final: “escapo de vos” 65


ANTÓN PIRULERO Una prenda para Rosa Graciela Varela gracielavare@yahoo.com.ar

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sa noche llegó a horario, lo que no era habitual en Rosa. Saludó a todos con una sonrisa, casi una mueca ensayada. Sin ningún apuro se puso el obligado guardapolvo, que cubría con dificultad su cuerpo obeso. Se miró como al pasar en el espejo del baño y se despreció malhumorada. Esos zuecos blancos en sus pies, se veían muy cansados de recorrer habitaciones. Con el desgano habitual se dispuso a su rutina. La misma rutina que desde hace meses llevaba a cabo sin entusiasmo alguno. Cambiaban los rostros de los pacientes o de los médicos, pero su tarea era siempre igual. Nunca la hubiera elegido pero su amiga Beatriz la había recomendado y allí estaba. El doctor Menéndez le pidió que se ocupara de la señora de la 209. Debía controlar su presión, su medicación y por supuesto tratarla con mucho afecto. Le explicó que estaba sumida en una severa depresión por la muerte de su marido en un accidente de tránsito. −Esa habitación no me corresponde −le dijo con el rostro encendido de rabia. −Lo sé pero hay que cubrir a Sarita que llegará más tarde. −Yo no puedo doc. Ya tengo demasiado con las mías. −Alguien tiene que hacerlo. Rosita se alejó rumiando: −Veré qué puedo hacer, después de todo no es mi área. Transcurrió su jornada entre agujas, tensiómetros, vendas y desinfectantes. Dejó para el final la habitación 209, pen66


sando que tal vez Sarita se ocuparía cuando se dignara llegar. Oyó corridas y voces. Se asomó al pasillo con su taza de café humeante y preguntó qué pasaba. −La de la 209 se arrancó todo. Parece que intentó suicidarse. La llevaron a terapia intensiva y tratan de compensarla para salvar su vida. –¿Y Sarita? –preguntó con un hilo de voz. −No vino, está muy descompuesta −sintió que iba a desmayarse cuando la llamó el Director. Escuchaba entre nubes que él le reprochaba su conducta negligente−. Cualquiera podía haberla asistido −dijo llorando. −El caso es que por pensar que lo haría cualquiera, nadie se dio cuenta de que alguien no lo haría. −Aquí cada uno debe atender sus cosas. Cada cual, cada cual atiende su juego… Y el que no, el que no, ¿una prenda tendrá?

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JUEGO TEATRAL Soltar el cuerpo Gustavo Olaiz gsolaiz@gmail.com “No sé cuál de los dos escribe esta página”. Borges y yo

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ran las primeras clases de teatro a que concurría. Fui sin mucha vocación, más por probar algo diferente y porque me habían dicho que “iban flor de minas”. En esa clase Karina, la profesora del curso, nos propuso un juego teatral. El objetivo era “soltarnos” según dijo. Un ente maligno o una posesión diabólica manejarían una mano o alguna otra parte del cuerpo y nos atacaría. Como en esas pésimas películas de terror que miraba cuando era chico. Para poner un ejemplo ella llevó su mano bien alto bajo la escasa luz de la sala. Como una garra de águila destacaba sobre las paredes negras de ese cuarto convertido en sala independiente. La mano bajaba en dirección al cuello ante la resistencia de la otra mano. Todo ocurría en forma pausada, queda. –El monstruo siempre debe moverse más despacio que las víctimas –decía Karina, un poco en serio y un poco en broma, que era una máxima de las películas de suspenso. Luego paró el ejemplo y nos pidió que jugáramos con la idea. Es eso, un juego, pensé mientras un flaco se daba tacazos como un borracho que intenta hacer el “cuatro”. Una compañera ensayaba aparatosos tarascones a brazos y manos como el hombre-lobo. Quedé un momento inmovilizado pero entonces reaccio68


né. Mi escasa creatividad me llevó a repetir el ejemplo de la profe, mi mano izquierda en lo alto bajaría intentando auto ahorcarme. Entonces sucedió. Un mínimo desplazamiento, un insignificante sismo de la conciencia y realmente mi mano me atacó. Una parte de mí mismo. No fingía como los otros. Por suerte mi mano agresora era la izquierda, así la mayor fuerza de la derecha lograba detenerla. Tenía las muñecas blancas, cortada la circulación por el esfuerzo. Los pensamientos me dolían No me sé defender criticaba burlona mi parte atacante. La parte defensora le contestaba No me sé atacar. En ambos casos mi autoestima caía al piso. Y no solo la autoestima, porque entre tanto forcejeo mi cuerpo visitó el piso cuando la pierna izquierda se rebeló. Conseguí trabarla contra la pared con ayuda de la pierna derecha. Inmovilizándola. Un pensamiento algo alejado de mí mismo logró imaginar en ese forcejeo que el hemisferio derecho era mi parte agresora y el hemisferio izquierdo me defendía de mi ataque. Entonces el brazo izquierdo forzaba para golpearse contra la pared o alguna superficie dura. Un ataque de urgente masoquismo. Claro, el dolor sería mío, sería de ambos bandos, bandos que compartían la misma inteligencia además. En un momento noté que los demás formaban un semicírculo a mi alrededor. Habían dejado sus ejercicios para observarme. Alcancé a ver algunas sonrisas, no comprendían lo que me pasaba. Aprovechando la situación me vomitaba pensamientos mi hemisferio derecho Estoy haciendo el ridículo. Mi dignidad se evaporaba. –Esta muy bien che, pero terminala que seguimos con otro juego –me apuró Karina. No respondí, no podía. Mis pensamientos me dolían, al escuchar risas me auto provocaban mucha vergüenza. 69


Sentía en las piernas la sangre caliente que pegoteaba el pantalón. –Debe ser epiléptico –arriesgó una voz femenina. Mientras escuchaba el final de otra frase: “... cualquier cosa por llamar la atención.” Me dijeron luego que estaba crispado, las mandíbulas apretadas, el pelo encrespado, transpiraba mi frente y tenía enrojecidas las orejas. También elogiaron mi estilo, todo un “actor de carácter”. Aunque mi lucha conmigo mismo podría parecer un empate, lo prolongado de la situación era ya desesperante. Y en forma tan misteriosa como había aparecido, se fue. Un desperezarse de la conciencia y mi parte atacante se retiró. A una existencia más invisible, más solapada. Una fuga a un segundo plano, como esos programas de la computadora que están corriendo sin que nos demos cuenta. Se fueron aflojando los músculos, como si se “durmiera” mi lado izquierdo. Tiempo después reflexioné sobre estos hechos. Como esas sumergidas negatividades del inframundo de mi mente se manifestaron, un magma de autocrítica encontró el volcán para surgir a la luz, a la superficie. Y me surge un pensamiento revelador, una teoría arriesgada: no tendrían otra oportunidad de pasar inadvertidos como en este juego teatral. Aprovecharon la ocasión con gran éxito. Nadie se dio cuenta. Liberado de mí mismo me reincorporé, me arreglé el pelo y la ropa lo mejor que pude. –Demasiado sobreactuado –dijo la profe. Quizás entendió que debía aportar algo. El siguiente juego fue fingir que soportábamos climas muy cambiantes cada pocos segundos. Lo que me provocó un fenomenal ataque de asma. 70


LA MANCHA VENENOSA Del tren fantasma Roly Salvatierra rfsilva66@hotmail.com

Quien vaya caminando Mar del Plata, más precisamente Calle Perú al 1300 mano derecha, antes de llegar a la intersección con 9 de Julio, se encontrará con una curiosa serie de pintadas que dejan entrever una sucesión de eventos bestiales jamás vistos ni vividos. Sin embargo, a imagen y semejanza de las pinturas rupestres de Altamira, esos mismos hechos están inscriptos ahí nomás. Como si se viera una filmación antiquísima, se leyera el primer papiro, o se evocara el Nombre de la Rosa; aquí y ahora o allí y entonces, todo podría ser más o menos idéntico. En la zona por donde sus miembros viven, la banda descontrolados, hizo una primera pintada en azul. A los dos días, en color negro, letra minúscula, y exactamente encima, alguien agregó por la pija. No tardó en hacerse esperar la respuesta after punk, atacando en forma personalizada y sin piedad al negro Cacho. Un personaje que labura en la verdulería de la otra cuadra, que se estima sería el responsable de la segunda pintada, y del que todo el mundo sabe que acostumbra a contratar esos servicios sexuales que se ofrecen a la altura de Luro y Chile. Siempre en el azul original, se podía leer con obscena nitidez: a cacho un travesti le dio el vuelto. Noches después, el negro retrucó: todo el barrio sabe que son putos. Acompañando la pintada con una ridiculísima flecha dibujada que pretendía delatar la presunta condición sexual de los Descontrolados. 71


Acto seguido se inició un fuego cruzado de acusaciones acerca de cuál era más cornudo, culo roto o cagón. Le siguieron tres, cuatro, o tal vez cinco, seis o siete putos más, en todos los colores, letras y hasta dibujos pornográficos de pésima calidad. El contra-ataque en azul hacia Cacho sumó entre sus refuerzos a un grupo de egresados del Mineva, y Cacho a su vez reclutó a un par de chabones de la barra brava de Alvarado. El paredón se fue volviendo un absurdo apocalipsis troglodita. Mientras los muchachos prosiguen aquella guerra sin cuartel, uno se pregunta qué diría Galeano si leyera lo que dicen las paredes de este ignoto y olvidable barrio por el que alguna vez pasaron, a tan sólo unos cien metros: Chávez, Evo, Silvio, Manu Chao y hasta el Diego, la tripulación del tren del alba. Una pincelada fulgurante que nos dejó el paso de la historia.

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Soy tu presa Cecilia Gillet ceciliagillet@hotmail.com Miradas detenidas.

Expectación. Calma. Entonces un ardor se enciende y empuja tus nervios. Te sumergís en la nube eufórica que se desgrana y s e f u g a. Estampida de gritos; profusión de piernas en escape desatinado. Buscame asustada. Soy calle y cobardía. Dejo que te acerques un poco más. Tu mano casi en mi espalda y una borrachera de olor desconocido. Mi timidez retrocede y me escabullo en el aire que se ahueca. Pero vuelvo y consiento en que llegues. 73


Tocame. Soy solo torpe ansiedad que se detiene para esperarte. Sos poder y perdición. Soy quietud y brazos y blandura. Ante la tibieza de tu insistencia elijo la derrota porque tu mano me cuenta de tu carácter. Tocame que el tiempo se derrama, que la agitación no obedece. Tocame hasta encontrarnos en el fondo de la noche y perder el camino de vuelta. Rescatame de mis certezas; soy cadencia envuelta en la seguridad de tus palmas. Inquieta. Transformada. Aunque después una vez más necesite salir hacia otro cuerpo. 74


RULETA RUSA Aurora Di Biasi auromar@hotmail.com.ar

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espués de dar los últimos retoques al coqueto departamento y depositar con cuidado cada uno de los regalos que ya habían recibido de familiares y amigos, (el casamiento sería al día siguiente), salieron y cerraron la puerta de entrada. Bajaron por el ascensor. Una vez en la calle decidieron ir, como despedida de solteros, a tomar un café al barcito de Palermo donde habían tenido la primera cita. Tomándolo cariñosamente del brazo ella dijo: Ahí me vas a decir de una vez por todas, con cuántas... Sin dejarla terminar, fastidiado exclamó: ¿Otra vez con eso? A mi no me importa con cuántos vos… No te enojes va a ser como un juego. Ah, es un juego, bueno yo pongo las reglas: a la respuesta con cuántos quiero que agreguemos con quiénes…Ella dudó un instante pero terminó aceptando el reto. Que quede claro que vos has aceptado las reglas de este juego que tiene sus peligros. Bueno no des más vueltas. Tiremos una moneda para saber quién empieza. ¡Cara! ¡Ceca! La suerte estaba echada. Mi primera fue Laura, la hija del sastre de Parque Patricios.¿Esa gorda? Bueno, ya está casada y tiene cuatro hijos, no es problema. Ahora te toca a vos. Mi primero fue Rubén, el que le llevaba los libros a papi. Él comenzó a reírse a carcajadas. ¡Sos una mentirosa, si es gay! Entonces no lo era. Con una sonrisa pícara él continuó: mi segunda fue Nené, en realidad fueron Nené y Gloria Díaz, las hermanas que trabajaban en la rostisería de los Bianchedi. Siempre ligaba algo rico. Ah, no te privabas de nada. Ahora que recuerdo, mi segundo fue Alonso, un dulce que me iba a esperar 75


todos los días a la salida del cole. Así fueron sucediéndose, uno tras otro los nombres. Algunos fueron pronunciados con algún temor, otros ocasionaron comentarios graciosos o un suspiro de alivio. Como lo estaban pasando bien y hasta el momento cada uno se venía salvando de reclamos y reproches siguieron hasta que él dijo: Bueno, ahora para mí, viene la última: Bety, la menor de los Lauría. ¿La que fue compañera mía del secundario? ¡Ah! no lo sabía. Qué no lo vas a saber si fue compañera y muy amiga mía. Nos pasábamos todo el día juntas. Tonta no te enojes, si ahora vive en España y con una mano tomó la cara compungida de su novia y le dio un beso. El nombre de “ Bety, ” la más bonita, la que siempre elegían reina de los estudiantes, la que todos los chicos querían enamorar, quedó flotando en el aire. Los celos, el resentimiento y las ganas de revancha, le hicieron perder el tino. Y ese nombre que ella no pronunciaría porque estaba prohibido, salió disparado sin control. Ahora me toca a mí, dijo en voz alta: mi último fue… Juan. ¿Qué Juan? Ay, no te hagas el tonto. Juan…Bien, te vuelvo a preguntar. Qué Juan. Juan…tu hermano. El nombre se disparó y llegó certero.

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Pido gancho Silvia Beatriz Politano silviabpolitano@gmail.com

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iempre me dijeron que al jubilarme podría hacer lo que quisiera. Y siempre me pareció que para entonces mis aspiraciones serían otras y las posibilidades se iban a limitar. Pagando cómputos logré retirarme a los cincuenta. Ahora, sola, contenta y aburrida frente a este maravilloso oleaje, voy a redactar mi plan de acción. Lo tengo que cumplir sin parar, día a día y juro no volver a aburrirme jamás. Mis padres nunca vieron en mí muchas luces, yo notaba la diferencia en el trato hacia mí y hacia Julia, la más chica. Hasta de adulta me retaban, nada les caía bien. Que cuando seas grande harás lo que quieras. Que cuando vivas sola harás lo que quieras. Después seguían insistiendo en que cuando te jubiles. Bien, ahora ya no están y haré lo que se me cante. Primero, anotar todo lo que me molestó en la vida. Recuerdos más lejanos: Papá y mamá, ya no están. Anular. Julia, vive en Córdoba. Dejar en suspenso. En la escuela: Seño Delia en tercero, no recuerdo a las de primero y segundo. “Delia bruja gorda cara de culo”. Como no se animaba a pegarme me retaba apretándome el hombro. Me dolía. Compañeritos de primer grado, no recuerdo los nombres. Anular. Segundo grado. Joaquín, terrible, me torturaba riéndose de mis orejas. Vive a ocho cuadras, lo veo siempre. Esperame Joaquín. 77


Tercer grado. Las preferidas de la maestra, Ofelita, Mirtita y Federiquita. Cuarto grado. Como actué con diplomacia y las dejé a todas solas, no me molestaron más. Los varones tampoco, me resultó lo de ignorarlos. Les debe haber dolido que no los mirara, pero se hicieron los indiferentes. Quinto grado. Al que no pude tolerar en todo el año es al flaco Gutiérrez. No es que me molestara a mí directamente, pero se lo pasaba diciéndoles cosas a las otras y seguro que a ellas no les debía gustar eso. No eran cosas feas, al contrario, les hablaba con mucho cariño, además les regalaba caramelos. Creo que las chicas se los aceptaban para no ofenderlo, pero seguro que les caía mal el flaco. Menos mal que a mí ni me saludaba. Sexto grado. Estaba sola, en el subibaja. Se veía que me había hecho respetar porque cuando veían que estaba yo sentada ahí, nadie se animaba a venir. Una chica nueva se acercó a hablarme. Esa chica se llama Cory y es mi mejor amiga. Su papá me consiguió trabajo en el Super cuando terminamos el secundario. Séptimo grado. Nos dijeron que fuéramos a jugar con ellos,decidimos probar pero no resultó. Eran aburridos, se hablabanbajito. Los dejamos. Entonces jugábamos entre nosotras, a la mancha venenosa. Cómo nos gustaba. Seño Amalia, “Bruja flaca cara de Boby”, prima de la seño Delia. Cuando termine de divertirme con todos estos voy a seguir con los del secundario. Averiguar si Cory quiere divertirse conmigo. Los titulares de los diarios van a ser más o menos así: -Delia Rodríguez, maestra jubilada de ochenta y dos años, viuda, sin hijos, fue encontrada muerta en la mañana de hoy 78


por su prima Amalia Beltramo. La occisa había recibido un impacto feroz en un hombro que destrozó la clavícula, desconociéndose hasta el momento la causa exacta de su muerte. La anciana que la encontró declaró haber sido también atacada días antes por una persona que no pudo identificar. Se presume una cuestión familiar. -Tres mujeres de edades que oscilan entre los cincuenta y cincuenta y cinco años fueron sorprendidas al cruzar una calle céntrica, por una persona de sexo indefinido que desde una moto les arrojó pintura gritando “ Ahora a quién le chupan las medias” y palabras soeces. -Desconcierta al ámbito local el ataque a Joaquín Mendoza, cincuenta años, comerciante, que fue sorprendido el sábado en horas de la noche al cerrar su local de venta de productos dietéticos. Lo extraño del hecho es que al mismo le fue seccionada la parte superior de la oreja derecha y la inferior de la izquierda, por lo que se sospecha que el atacante ha querido dejar un mensaje, a la víctima o a la población. -En horas del mediodía, en inmediaciones del barrio El Sosiego, fue hallado el cuerpo sin vida de un hombre de edad mediana, de extrema delgadez, cuya identidad aún no se ha podido establecer. El mismo, herido en el pecho por arma blanca a la altura del corazón, presentaba sobre la herida una flor amarilla y una bolsita con caramelos, supuestamente dejadas por su agresor. -Esta redacción no tiene aún pruebas concretas pero fuentes confiables aseguran que una lluvia de cartas anónimas ha caído sobre la ciudad desatando rupturas matrimoniales y discusiones entre amigos que terminaron en agresiones, algunas de ellas de cierta gravedad. Encuestada una vecina, comentó que hasta a una ciudadana de esta localidad, ahora residente en la ciudad de Córdoba, le ha llegado la infame nota, causando que su cónyuge, en un arrebato de furia le propinara unos 79


golpes que lo obligaron a llevarla al hospital. Falluta, Cory, no quiso saber nada de engancharse. Parece que se le subieron los humos. No entiendo cómo puede hablar así, igual que los otros. Si yo siento que es la misma, vi cómo le sonrieron los ojos cuando le contaba mi plan. Querido diario de mi ex amiga Juana: Tu dueña debió enloquecer, no entiendo por qué se enojó tanto cuando le dije que no quería jugar más con ella. Lo que pasa es que ya estamos grandecitas. Además de infantil es peligroso. Los otros no perdonan. Lamento haber tenido que tomar una medida tan drástica pero no podía arriesgarme. Mi vida actual es segura y no me iba a comprometer con algo que me hubiera llevado al encierro. Pero le hice un último regalo. El martillazo se lo di en la frente, el lugar donde ayer me besó al despedirse enojada.

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LA CANASTA Ana

Claudia Knöpfler

aknopfler@mccain.com.ar

Se barajan dos mazos de cartas y va lo que te toca en suerte. Tendrás que combinarlas de a siete iguales, como si el siete no tuviera ya bastante carga: las siete notas musicales los siete días de la semana los siete colores del arco iris las siete maravillas del mundo los siete sacramentos los siete pecados capitales las siete vidas del gato. Cuando te veas sin salida podrán aparecer los comodines que te salvarán más de una vez. Más allá de las circunstancias está tu astucia para saber jugar el juego, hay que tener memoria y agilidad mental. 81


A veces tomar el pozo te conviene, y si el mismo es muy valioso todo vale para defenderlo, otras tantas deberás dejarlo pasar. Tomar dos cartas del mazo tirar una, buscar alternativas descartar las que no te sirvan. Sumar puntos mientras dure, tres colorados, tres negros, ganar, perder alcanzar las metas o desviarse de ellas. Cerrar canastas, puras valen más aunque impuras también sumen. Cumplir etapas, poner todas las cartas sobre la mesa. Irse del juego, que te mantiene siempre alerta como te mantiene la vida.

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Índice EL JUEGO DE LA OCA........................................................... 7 Ana María Labandal......................................................... 7 BATALLA NAVAL.................................................................... 11 Cecilia Gillet.................................................................... 11 EL POOL................................................................................... 14 Geometría de la muerte de un ángel / Marcelo Parra . .... 14 LAS RONDAS ......................................................................... 17 De mi Infancia / Elena Nuñez.......................................... 17 Arroz con leche / Olga Bertinetti..................................... 19 La farolera / Graciela Noemí Barbero.............................. 21 Juguemos en el bosque / Martha Conti............................ 24 RAYUELA................................................................................. 25 Llegar al cielo / Graciela Noemí Barbero........................ 25

CON DISFRACES.................................................................... 26 Lidia Castro Hernando..................................................... 26 LA ESCONDIDA...................................................................... 28 No debí ocultarlo / Lilián Orlandi.................................... 28 Los escondidos / Alejandra M. Fisichella........................ 29 ¿Vida estás? / Cecilia Gillet............................................. 31 No, así no vale / Mariana Malbrán................................... 33 Piedra libre / Ana María Labandal................................... 36 VEO VEO.................................................................................. 40 Marcela Predieri............................................................... 40 TROMPOSANDO..................................................................... 44 Laura Noemí Giraldez...................................................... 44 PALABRAS CRUZADAS........................................................ 45 Olga Bertinetti.................................................................. 45 83


ROMPECABEZAS................................................................... 47 Laura Noemí Giraldez...................................................... 47 Puzzle / Lidia Castro Hernando....................................... 48 LAS DAMAS............................................................................ 50 Olga Bertinetti.................................................................. 50 TUTTI FRUTTI......................................................................... 51 Basta para mí / Cecilia Gillet.......................................... 51 EL SOLITARIO......................................................................... 54 Olga Bertinetti.................................................................. 54 PIEDRA PAPEL O TIJERA....................................................... 55 El juego de la vida / Andrea Marín.................................. 55 LOS OPUESTOS....................................................................... 57 Olga Bertinetti.................................................................. 57 EL TRUCO................................................................................ 58 Instrucciones para aprender a guiñar un ojo / Roly Salvatierra................................................................ 58 Apostó / Claudia Gabriela Morro.................................... 61 SALTAR CON LA SOGA......................................................... 62 Olga Bertinetti.................................................................. 62 EL MATADOR.......................................................................... 63 Claudia Gabriela Morro................................................... 63 TELÉFONO DESCOMPUESTO.............................................. 65 Olga Bertinetti.................................................................. 65 ANTÓN PIRULERO................................................................. 66 Una prenda para Rosa / Graciela Varela.......................... 66 JUEGO TEATRAL.................................................................... 68 Soltar el cuerpo / Gustavo Olaiz...................................... 68 LA MANCHA VENENOSA...................................................... 71 Del tren fantasma / Roly Salvatierra................................ 71 Soy tu presa / Cecilia Gillet............................................. 73 84


RULETA RUSA........................................................................ 75 Aurora Di Biasi ............................................................... 75 Pido gancho / Silvia Beatriz Politano.............................. 77 LA CANASTA........................................................................... 81 Ana Claudia Knöpfler...................................................... 81

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