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Primavera 2010
Staff Idea y dirección: Marcela Predieri - http://mpredieri.blogspot.com Vicedirección: Gustavo Olaiz Editor responsable: Ricardo Marcelo Martín Catamarca 3002 - 7600 Mar del Plata - Buenos Aires - Argentina e-mail: editor@editorialmartin.com Realización: “DELAPALABRA” Grupos de Estudio y Creación Literaria Secretaría de Producción: Alejandro Gómez Diagramación y armado: Gustavo Olaiz Diseñadora gráfica: Yamila Ache (yamih.dg@gmail.com) Página WEB: www.delapalabra.com.ar Colaboradores permanentes: Gabriel Cabrejas - David Fuks Gustavo Ciancio - Diego Orcoyen Augusto Munaro - Víctor Clementi Lidia Castro Hernando - Luis Escobar Daniela Riccioni - Débora Pereyra Diseño de Tapa: Gustavo Fogel Foto de Tapa: Javiera Miraglia Colaboraciones a: delapalabra@hotmail.com Libros y/o revistas a: Pellegrini 3637 - 7600 - Mar del Plata La dirección no se hace responsable de los conceptos vertidos por los autores. Permitida su reproducción por cualquier medio (es más se agradece) siempre y cuando se respete el nombre del autor y se cite la fuente. Versión digital o electrónica en www.delapalabra.com.ar menú Revista o bien www.delapalabra.com.ar/revistaLA.htm
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Edit orial
Sensación del vacío
A veces uno se levanta, prepara su rutina, desayuna y en la última pasada ante el espejo descubre que no se reconoce; los medios de comunicación han transformado nuestro rostro y pensamiento. Aquello que al despertar era un día más, se convierte en una salida a la jungla. Según los reportes, el caos reina en las calles. Anoche me acosté con poesía de Miguel Hernández, en sus letras el poeta narra desdichas propias y ajenas de una guerra que lo desgarró a él y a sus hermanos, al despertar los medios me inundaron con el apocalipsis de un conflicto cotidiano, absurdo e inadmisible. Habitamos una jungla extraña, y quienes ejercen el periodismo pareciera que necesitaran transmitir ese caos para sobrevivir, jamás una respuesta o una propuesta válida para mejorar nuestra vida. Y la pregunta reside. ¿En que falló esta generación a la que también pertenezco? ¿Es que seguiremos echando culpas al pasado? ¿O alguna vez nos haremos responsables de la porción que nos pertenece? Muchos de nosotros somos parte de ese pasado y si fuéramos sinceros deberíamos reconocer que en algún lugar la indiferencia nos comió el alma. No pluralizo pero, pocos… en millones no hacen a la diferencia. ¿Qué tiene que ver esto con la cultura? ¡Todo! Ya que están escondidas detrás de ella las respuestas primarias de todos nuestro males “A mal enseñado mal aprendido”. Alguna vez dije que esta era la guerra entre el tener y el ser, es obvio que el tener está ganando la batalla. Los adultos en particular han olvidado la diferencia; es más fácil dar que enseñar. Día día se gana en tecnología, ciencias y técnicas que se aplican a niños como si se buscara robotizarlos y se agranda una brecha peligrosa entre unos y otros… Los que pueden acceder a esos conocimientos y aquellos que nunca van a poder pasar de un estudio básico y a la larga van a ser parte de la extensa cola de los marginados. Pero en la fila de los primeros también se agranda la distancia 3
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entre referentes y referenciados, es más cómodo poner al niño delante de una pantalla, en diferentes talleres de seudocultura, o manipulación deportiva en donde se muestra que el éxito es mejor camino que el esfuerzo, en un intento costoso de lograr tiempo para recrear su propio stress, cuando lo ideal seria conversar, leer o compartir algo con ellos y tratar de ser el punto de referencia sano e interesado que el niño necesita. Luego se dice que los niños vuelan demasiado pronto hacia la calle y muy lento hacia las responsabilidades, creo que el vuelo se toma cuando en el hogar son pocas las cosas interesantes que a uno lo retienen, salvo el techo y la comida. “Mucho de nada, o todo de algo confunde” decía mi abuela. Desde que el mundo existe el adulto tuvo la necesidad de comunicarse con su descendencia con un lenguaje específico, que provocara en él un placer emocional en ese instante increíble del “Había una vez…”. Ese gesto aparentemente simple fundamentaba una vida futura. Los especialistas afirman que en los primeros años de vida de “cualquier” niño se modelan pautas de conducta y personalidad ¿Les dice algo esto…? Pese a estas advertencias la vinculación entre padres e hijos cada día es mas pragmática y superficial, los valores materiales han suplido a los valores culturales y hemos dejado en manos de los medios la crianza, educación y formación sin comprender por omisión o distracción que la cultura es también ampliar su mundo, su conciencia y afirmar su personalidad a través de diferentes disciplinas. Los adultos como formadores naturales de su identidad, tenemos la responsabilidad de acercarles bienes que involucren al niño en la libertad de opinar, elegir, conocer y disfrutar con conocimientos reales. Que los chicos lean ¿Es tarea de los grandes? Sí. Es una tarea importante y delicada como todas las grandes tareas de la vida. Obviamente es mucho más fácil vivir distraídos y luego quejarse de los grandes cambios morales que azotan a nuestra sociedad. No puedo dejar de recordar que la cultura de nuestra ciudad aún está de luto por la pérdida de uno de los mejores gestores que tuvimos. Un sincero y sentido homenaje a quién fue el Director del teatro Colón de Mar del Plata, Guillermo “Willy” Wullich. Alejandro Gómez (halegomez2003@yahoo.com.ar)
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Ent revist a
Entrevista a Robert Roth por Luis BenĂtez
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Entrevista
Desde Manhattan, Nueva York, habla el editor y escritor Robert Roth “Este es un tiempo particularmente duro” Entrevista y traducción: Luis Benítez Fotos: Bill Cofone Robert Roth nació en Nueva York en 1943 y es el coeditor de la revista “And Then”, una de las publicaciones neoyorquinas más conocidas entre las especializadas en letras, artes plásticas, movimientos sociales y actualidad. En esta entrevista Roth responde a varios interrogantes respecto de su actividad y asimismo se refiere a su reciente libro, titulado “Health Proxy” (Yuganta Press, Stamford, Connecticut, EE.UU.,2007), donde ofrece el relato directo de su encuentro con diferentes tipos humanos, residentes en la Gran Manzana; una interesante recopilación de apuntes sobre la desesperación, la enfermedad, el dolor y la esperanza en el mundo contemporáneo.
¿Qué puede decirnos sobre la labor de su revista, And Then? Este es un tiempo particularmente duro para mí y para la revista. Mi más cercano, querido y viejo amigo, Arnie Sachar –quien coeditó la revista conmigo durante 22 años– falleció el pasado septiembre. Comenzamos la publicación en 1987, con Shelley Haven y Marguerite Bunyan, trabajando los cuatro juntos, durante todos esos años. Shelley diseñó los primeros 13 números; Marguerite los dos últimos; ella se encargó de la edición desde el comienzo y Shelley todavía se encarga de la tapa. Ambas escribieron en la revista, además de brindarle su arte y relacionar a otras personas con la publicación. Mucha gente colaboró con nosotros durante estos años, pero ahora Arnie ya no está y resulta extremadamente doloroso para mí trabajar sin él; me siento incompleto y perdido en el océano. Nos telefoneábamos cinco o seis veces por día, cada día; ahora, cuando llegan nuevas colaboraciones, no puedo llamarlo para conocer su opinión. Si surge un problema, no puedo consultarlo; si nos felicitan por algo, no puedo decírselo. Ya no puedo consultarle el orden de publicación de los artículos ni conocer su criterio respecto de cuestiones políticas y sociales que nos plantean; tampoco puedo argumentar tan completa ni abiertamente como cuando contaba La Avispa 49 6
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con él. Nadie como él para discutir y nadie como él a quien pueda volver loco con cada una de las cuestiones que afectan a la revista. Arnie poseía una profunda imaginación profética, una mente extremadamente activa y políticamente perspicaz. El gran pacifista y anarquista Igal Roodenko (1) dijo que todos somos instrumentos de una sola orquesta. La presencia de Arnie persiste y forma parte de cada uno de nosotros. Pero ya no puede estarlo en su plenitud. Su sitio en la orquesta está en silencio. Y la música que hago suena metálica y muy aislada, absolutamente inadecuada sin él. Otros amigos –como Mirna Nieves, Carletta Joy Walker y Ralph Nazareth– han colaborado enormemente con la revista, a través de los años, pero nunca tanto como ahora. Los tres están entre los más extraordinarios escritores que he leído y enriquecen la publicación. Estoy muy conmovido por todo lo que están ofreciendo y los quiero muy profundamente, pero no habría manera de imponerles la compulsiva –y subrayo, compulsiva– ida y vuelta de opiniones que desarrollábamos Arnie y yo. Háblenos de la actividad de la revista, por favor... Respecto de la revista en sí, And Then es una mezcla de prosa y poesía, arte, fragmentos y música. Siento que hay algo parecido a un campo resplandeciente de libertad dentro de sus páginas. Nunca sabes qué sorprendente aporte te dará alguien ni qué forma de expresión tendrá: esperas un ensayo, te encuentras con un poema; aguardas leer un poema, recibes una composición musical. La gente, casi siempre, nos aporta algo de particular interés para ella. Muy raramente aparece alguien con la actitud de: “Bueno, voy a darles algo de lo que simplemente tengo más a mano”. El consejo de lectura de la revista es serio, comprometido, responsable y, también, juguetón. La gente sabe que lo que hacen tendrá un impacto. ¿Cómo son sus colaboradores? Pertenecen a muy diversos lugares, diferentes culturas, diversos estados de la mente. El rango de edad va desde los 5 a los 94 años. En cierto sentido, pueden ser llamados multiculturales. Pero pienso, a veces, que sería más adecuado denominarlos “multi-anticulturales”. Muchas de las colaboraciones provienen de gente que está tratando de liberarse de la represión y la opresión de culturas donde han crecido o de las que todavía forman parte, y esto incluye casi a cualquiera sobre el planeta. 7
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¿Cómo fue el comienzo de la revista? Antes de comenzar, le dije a Arnie que, más allá de lo que hiciésemos, la gente diría que la revista era despareja, que tal artículo sería apreciado como una secuela de otro y tal otro sí entendido como original; que la gente es compulsivamente crítica y generosa al mismo tiempo; que no habría forma de protegerse contra la negatividad. Déjennos disfrutar de lo positivo y dejen que las fichas caigan donde sea. Así que, con los años, la gente ha dicho que la revista es desigual, pero siempre por razones diferentes. Y no ha habido nada parecido a un consenso sobre ninguna de sus partes. Cada número de la revista adquiere una vida propia y es sólo al comenzar a ponerlas en un orden que tenemos una idea de lo que hemos conseguido. Corrientes múltiples pasaron a través de cada número de la revista. El volumen 1 fue, en parte, una especie de manifiesto. Muchos de los textos conforman una crítica interna de los movimientos sociales radicales (2). La revista apareció en escena: no era confusa y podía ser leída por todos, lo que resultó una sorpresa. ¿Cómo lograron editarla? Alguien tenía acceso a una máquina de composición tipográfica, en el seno de una gran corporación: Somos una revista underground (3), después de todo. Así que, durante un período, un montón de gente –los fines de semana y en la noche– se colaba en el edificio de esa gran corporación para tipiar sus artículos y los de otros. En cierto momento, la paranoia de ser descubiertos nos retrasó casi a paso de tortuga y pensábamos que nunca terminaríamos con esa parte de la edición. A veces yo me preguntaba qué pasaría si alguien apretaba el botón equivocado y todo este material de una revista radical terminaba siendo parte del informe anual de esa corporación... Además de tener este acceso a una máquina de composición tipográfica, otro amigo, Joel Cohen, que es impresor, se ofreció a imprimir hasta la cubierta de forma gratuita. Así resultó más barato para nosotros tener la composición tipográfica de las revistas profesionales y una cubierta muy bien impresa, que hacer nuestra publicación de otra manera. La primera edición fue, en cierto modo, la más dolorosa, aunque cada edición ha tenido sus serios problemas. Mi comunicación con los demás estaba totalmente mal: demasiadas personas entendían mal las cosas y se olvidaban de aquello que creía yo que habían entendido. Y viceversa. Era claro que yo estaba haciendo algo del modo equivocado. Cada una de La Avispa 49
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esas personas estaba haciendo todo absolutamente gratis, donando su tiempo, su energía y su entusiasmo. Sin embargo, teníamos que hacer el trabajo como si fuera un trabajo remunerado. Cualquier error en el desempeño de alguien podría arruinar toda la experiencia de esa persona. Después del fenómeno de la aparición de Internet, muchas revistas que primero se imprimían en papel, se pasaron al formato virtual. ¿Por qué ustedes insisten en el formato impreso? Hay muchas buenas razones para publicar online. Y un día lo haremos. Por ahora, seguimos haciendo lo que siempre hicimos. Por otra parte, me gusta cómo se ve y se siente la revista en su formato de papel. Cuando estuve en Argentina, en 1992, usted me presentó a muchos poetas, quienes me obsequiaron sus libros. Los libros de estos poetas argentinos eran hermosos y daban ganas de tenerlos. Me los traje conmigo a Nueva York y me encanta cómo se ven y 9
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cómo los siento en mi mano. Lo mismo me sucede con And Then: me encanta observar cómo la gente se siente cuando tiene en sus manos un nuevo número. El suspiro de agradecimiento por el hermoso trabajo de diseño gráfico que Margarita y Shelley han hecho. Pero lo que más me gusta es entregárselo en mano a un colaborador, cuando el número incluye un trabajo suyo; por eso sólo, ya vale la pena todo el trabajo que lleva cada edición. ¿Cómo se sienten ustedes, en conjunto, con cada aparición de And Then? Cuando la revista sale de la imprenta, organizamos una reunión en mi departamento (4) para aquellos colaboradores que pueden venir a recoger sus ejemplares. Es realmente un gran momento, viendo cómo se conocen unos a otros los colaboradores, mientras se celebra la aparición del nuevo número y, esperanzadamente, varios compran ejemplares extra. Un mes después, realizamos una gran fiesta... claro que también podríamos organizar una gran fiesta si hiciésemos una revista virtual: la gente podría hacer lecturas, tal vez habría una habitación llena de equipos portátiles abriendo la misma página... Pero es una sensación embriagadora ver una habitación llena de personas que tienen la revista en sus manos, mostrando sus trabajos y leyendo los de otros, y en algunos casos, yendo por todo el departamento para solicitar autógrafos. Siempre esperamos que la gente compre los ejemplares, para que la revista pueda volver a salir y mi casa no se convierta en un almacén de ediciones anteriores de And Then. Es más difícil vender ahora. Así que veremos qué pasa. ¿Qué cambios tuvo And Then desde que comenzó a ser publicada? Uno de los cambios es que muchos de los colaboradores se toman mucho más tiempo que antes –hace 23 años– para subir las escaleras de mi edificio cuando vienen a recoger a sus revistas. La última vez fue casi cómica. Yo vivo en el tercer piso. Me gusta oír la respiración pesada y los débiles movimientos que vienen de abajo. Esperé en la parte superior de la escalera –a veces durante bastante tiempo– para saludar a todo aquel que llegaba. Siempre me respondieron con una sonrisa de agotamiento cuando finalmente llegaron. Cuando empezamos con And Then, la gente podía estar ya a la puerta, incluso antes de que la hubiese abierto... Ahora, muchos de los contribuyentes tienen 60, 70 y 80 años de edad. Observando quiénes escribían para La Avispa 49 10
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la revista, Arnie y yo podríamos haber hecho nuestro propio estudio demográfico. Algunas de las categorías fueron bastante obvias, pero otras no tanto. Lo intentamos una y otra vez. Es muy fácil caer en patrones generales, de los que eres completamente inconsciente. Queríamos una variedad tan grande de colaboradores como fuera posible. La variedad en la edad, por supuesto, era una de nuestras búsquedas, y así el rango de edad entre nuestros colaboradores ha ido desde los 5 hasta los 94 años. Pero, a medida que la revista iba creciendo, no se producía el balance de edades que buscábamos, por lo que tuvimos que buscar conscientemente a más jóvenes para colaborar en ella. La diversidad de raza y género también fue un aspecto crucial para nuestro equipo de colaboradores. Pero hay otro aspecto no menos importante, relacionado con la calidad de autores éditos o inéditos en nuestro equipo. Hay muchos que son lo uno o lo otro, y cada uno es muy importante para nosotros. Una vez escribí un trabajo –que sólo le mostré a unas cinco personas– referido al componente demográfico de la revista y la gente que colabora en ella; titulado: And Then: La Ciudad / Un Estudio Demográfico. Esta es un área donde es muy importante estar obsesivamente atento porque, si no lo estás, aspectos muy perniciosos de la sociedad serán replicados casi inmediatamente, sin que te des cuenta de ello. Otro cambio importante fue que se incrementó el porcentaje de contribuciones de artes plásticas en cada número, desde aquel inicio. Esto causó un profundo impacto en la revista y su alcance. Asimismo, a partir del segundo volumen, casi cada edición ha incluido, cómo mínimo, un trabajo musical. ¿Qué tipo de colaboraciones buscan ustedes? Uno de los factores que nos pone nerviosos es la fijación de la atención de la gente respecto de qué clase de artículos buscamos. Ciertamente no existe aquello que podría llamarse “un tipo de colaboración determinado” para And Then. Ello significa que si alguien quiere colaborar con un serio análisis científico respecto de la composición de una hoja, será tan bienvenido como cualquier otro colaborador. Del mismo modo, si aporta un artículo académico. Existe el peligro de que la gente encasille la revista y diga “aquí es donde puedo expresar mis sentimientos profundos”. No es que no queramos que la gente haga eso; lo que no deseamos es que haga solamente eso. Respecto de los temas encarados, Arnie y yo tuvimos siempre un punto de vista político muy definido, tal vez excesivamente 11
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definido, a menudo –aunque no siempre explícitamente– reflejado en aquello que escribimos, pero los colaboradores proceden de un amplio espectro de opiniones, con una sección transversal cada vez más amplia de perspectivas. Y sobre esto último, algunos tienen actitudes sociales y políticas muy diferentes de las nuestras. Arnie y yo tuvimos que luchar contra nuestra rigidez ideológica, para responder adecuadamente a muchos de los artículos que los colaboradores nos presentaron. Afortunadamente, mientras nuestras posiciones fueron casi idénticas, nuestras rigideces no y pudimos sosegarnos el uno al otro. Algo que he apreciado es que nadie nos propuso conscientemente publicar un trabajo sabiendo previamente que no nos gustaría. Esto sucede particularmente así con algunos amigos cuyos criterios políticos difieren mucho de los nuestros. Ellos simplemente han evitado proponernos esos artículos, que canalizan a través de otras publicaciones. Una vez sucedió lo contrario, pero ese amigo –creo yo que como un acto de amor y bondad– finalmente retiró su artículo. Nosotros no queremos rechazar nada de nadie. Respecto del tiempo para contestar a favor o no... no existe un plazo estricto, sólo una básica guía de indicaciones sobre el material a publicar. Si hubiese algo para evaluar que nos fuera entregado muy descuidadamente, por ejemplo, lo señalaríamos. Sin embargo, eso nunca sucedió. Una vez que le pedimos a alguien que escriba para nosotros, estamos obligados a imprimir lo que nos acerque. Ese es el riesgo que hemos tomado. Si lo rechazamos, sería muy difícil pedirle después que escriba de nuevo para nosotros. ¿Qué hay de tratar de conseguir una beca o subsidio? No queremos una subvención. No queremos al Estado o una organización privada poniendo su marca en cualquier cosa que hagamos. De ninguna manera queremos formar parte de eso. Y en el caso del gobierno o de cualquier otra poderosa corporación, no queremos recibir el sello de aprobación de las mismas instituciones a las que cuestionamos. Esto es dicho sin establecer ningún juicio acerca de cómo alguien más puede hacer frente a esta cuestión. Así que nadie de los que participan en la revista –incluidos los correctores de pruebas, los escritores, artistas y compositores– recibe paga por su trabajo. Por una decisión política, ética, moral, otras personas están pagando un precio. Y esto constituye una forma de explotación. En verdad, el dinero que obtendríamos de una subvención –en el supuesto de que pudiésemos conseguir una– probablemente sería La Avispa 49
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muy pequeño y cualquier pago sería más simbólico que otra cosa. Pero sería algo. Y cualquier cosa podría ser mucho para alguien. Pero si esto fuera una subvención por la que realmente pudiésemos pagarles algo a los colaboradores, entonces la decisión de no pedir un subsidio sería más grave. Aunque el precio de conseguir una subvención es demasiado para mí. Preferiría no publicar. ¿Cuál es el futuro de And Then? ¡Nuevamente, And Then! Usted publicó un libro titulado Health Proxy (5). ¿Qué puede decirnos sobre él? Al escribirlo estaba dentro de él. No pensé en él como un libro. Era un mundo al que yo estaba entrando en cada día. Un mundo doloroso. Un mundo interesante. Un mundo hermoso. Yo no tenía ninguna expectativa o deseo de que se publicara. De hecho, pensé que era un trabajo en el que casi nadie estaría interesado, que ningún editor lo publicaría. Así que seguí escribiendo, totalmente perdido dentro de la creación del libro. De vez en cuando leía una sección a un amigo o en una lectura pública. En la presentación del libro de un amigo conocí a Ralph Nazareth, quien sería el editor del libro. Él con su esposa, Linda Nazareth, fundó la editorial Yuganta Press. Más tarde supe que ese sello comenzó a editar libros aproximadamente en la misma época en que empezó a editarse And Then. Poco después de conocernos, Ralph y yo dimos un largo paseo por el bosque cerca de su casa y él me dijo que la misión de su editorial era reflejar el movimiento entre los mundos; mi libro, Health Proxy, ciertamente no cayó dentro de esa categoría. Fue un gran alivio. Porque aquella parte de mí que lo veía como un editor potencial del libro desapareció de inmediato. Ello permitió que nuestra amistad tuviese un espacio aún más libre para crecer. Nos encantó leer el trabajo de ida y de vuelta entre nosotros. Él leía algo, entonces yo decía algo a cambio. Me gustaba leer las secciones de Health Proxy. En algún momento, él preguntó si Yuganta podía publicarlo como un libro. Como he dicho antes, hasta entonces yo estaba escribiendo mi libro, perdido en él. No tenía un propósito definido, era un mundo al que 13
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ingresaba. A partir de la propuesta de editarlo, tuvo un propósito. Tenía que terminar de escribirlo hasta el último párrafo. Aquello, hasta entonces, era como una imagen a la distancia o un espejismo. Y esa imagen estaba casi siempre a la misma distancia desde la última vez que me había sentado a escribir. Ahora tenía que llenar ese espacio, completar la obra y convertirla en un libro. Fue un proceso muy interesante. Fui de un estado de ánimo al otro. Y terminé el libro. Estoy muy agradecido a Ralph por la oportunidad. Fue muy gratificante y muy importante para mí que el libro tuviese una difusión pública, que dos personas como Ralph y Linda estuvieran detrás de él, y que Yuganta Press, un espíritu afín a And Then, fuera la editora. Pero, al mismo tiempo, me fui de un lugar de espectacular belleza, un lugar fuera del mundo real, un espacio creativo en el que no estaba solo. Escribir también me conectaba con la gente a través del tiempo y el espacio que estaba explorando, creando, buscando. Y me importaba muy poco si escasas personas podían acceder a lo que yo estaba escribiendo. Yo iba hacia el espíritu creativo que existe en todas partes y en todo momento. Desde que cambié de marcha, haciendo el trabajo que convirtió a Health Proxy en un libro, no he podido volver a entrar en el espacio de la creación en que me encontraba antes. De manera que algo muy importante se obtuvo y, con suerte sólo temporalmente, algo muy importante fue también lo que se perdió. No hubo absolutamente ninguna presión por parte de Ralph para hacer ningún cambio. Él hizo sólo algunas sugerencias, todas muy atinadas, entre ellas una muy importante, que hizo al libro infinitamente mejor. ¿Cuál fue la idea al escribir Health Proxy? Es muy difícil para mí hablar sobre mi propio trabajo. Algunas personas lo consideran una novela, otros, como un libro de memorias. Me incomodaba, inicialmente, cuando la gente hacía eso. Sentía que estaban luchando conmigo, intentando ganar control sobre el libro, a través de una definición, un encuadramiento. La expresión “libro de memorias” me molesta aún más que la de “novela”, constituye una noción vaga, indefinida, de lo que es. Pensé que aquello era realmente una cosa propia de la gente. Ralph, en su introducción, lo calificó como un “collage dinámico de la conciencia.” Sentí que era una especie de extensa meditación sobre la muerte, el dolor, el deseo y el amor. Se trata de personas de las culturas alternativas, tanto política como artísticamente, tratando de abrirse camino en el mundo. Se trata La Avispa 49
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de un montón de otras cosas también. La gente escribió comentarios interesantes y ensayos sobre el libro. Todo el mundo se centra en las distintas dimensiones del libro [http://tinyurl.com/healthproxy]. A veces tenía que leer los ensayos un buen número de veces. Ellos me ayudaron a comprender lo que había escrito. Los ensayos me dieron una gran satisfacción. Cuando estaba escribiendo Health Proxy estaba tratando de hacerlo de una manera que creara un espacio abierto, desde donde la imaginación del lector pudiera salir volando hacia alguna dirección y crear una obra paralela a la que estaba leyendo. Creo que esto sucedió con cierto número de lectores. Opina el editor sobre las razones para publicar el libro de Robert Roth “Mi esposa y yo fundamos Yuganta Press –expresa Ralph Nazareth– bajo el impulso de publicar a los escritores de nuestro círculo inmediato, con un criterio inconformista, interesado en dar voz a escritores extraordinarios que eran demasiado serios y talentosos y/o demasiado modestos para resultar de interés para las grandes editoriales. Se recogieron los escritores como quien junta las monedas –abolladas pero preciosas– que va encontrando accidentalmente por el camino. Al mismo tiempo, ya que había demasiados escritores de mérito que nos rodeaban, decidimos definir nuestra empresa de una manera que nos diera un significativo –aunque en última instancia, arbitrario– modo de elegir los manuscritos: nos propusimos buscar a aquellos escritores cuyo trabajo reflejara un movimiento entre los mundos. Esto sucedió durante el tiempo en que el multiculturalismo (6) 15
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estaba convirtiéndose en un imperativo ideológico. Como fundamos la editorial en una época –a mediados o finales de los 80– en que sentíamos miedo de un cataclismo nuclear originado en la lucha entre las superpotencias, impulsada por la insana doctrina de la destrucción mutua asegurada (MAD) (7), sentimos que debíamos buscar aquello que, escrito, estuviera a tono y conectado a un nivel profundo con la médula misma de nuestra apocalíptica imaginación cultural. Pensando en ello, decidimos llamar a nuestra editorial Yuganta, el término sánscrito que designa el final de una época. Cuando conocí a Robert Roth, Yuganta Press llevaba ya publicada una docena de libros y nuestro criterio de selección de manuscritos para publicar había evolucionado hasta el punto que estábamos abiertos a la escritura que fuera atrevida y dinámica, que se paseara impaciente en los márgenes de la sociedad y comprometida con un profundo sentido del término de las cosas. Los capítulos de Health Proxy que Robert periódicamente me leía por teléfono, conformaron, con el tiempo, una masa crítica en mi mente y poco a poco me di cuenta de que su escritura estaba muy en línea con lo impulsado por Yuganta, involucrado en una danse macabre (8) sostenida, en la que una incontenible pasión por el amor y la vida sirvió para aumentar la tristeza y la sensación de fatalidad en el corazón de nuestro tiempo, desentrañado ante nuestros ojos. A título personal –aunque experiencias tan diferentes fueron las de Robert respecto de las mías– sentí que los dos estábamos contemplando la misma visión, donde la esperanza y la desesperación, la inocencia y la experiencia, la meditación y el juego se volvieron una simbiosis. Secretamente, la publicación de su libro fue para mí una manera de hablar a través de mi otro yo. Evidentemente, Health Proxy resultó ser mucho más, algo que habla para una gran cantidad de personas, generando en ellas una gama de experiencias dispares, gente que ha leído y respondido a ello. Esto es para mí, como editor, un motivo de gran satisfacción. Health Proxy puede adquirirse a través de www. yuganta.com y también mediante www.amazon.com Cómo escribe Robert Roth El siguiente es un fragmento de Health Proxy (págs. 42-43). “Camino por el día. Camino por el año. Cada día, cada año, se mezcla con el siguiente. Me levanto de la cama. Quiero dar un paseo. Pierdo mi trabajo. Y, sin embargo si me concentro, yo comprendo que mi barrio ha pasado por cambios profundos. Hace años, cuando vivía La Avispa 49
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en el Lower East Side (9), quería mostrar a mis padres el barrio. Donde yo veía una tienda, mi padre veía una sinagoga. Caminando por ciertas calles de Greenwich Village es imposible no comprender qué tan profundos han sido los cambios. Y, por supuesto, cada persona tiene un entorno diferente, una relación diferente con las tiendas, los restaurantes, la gente. Pero los cambios aquí han sido profundos. Cuando me mudé aquí, era un barrio gay lleno de energía. De energía sexual. De energía política. Pero vino el SIDA y diezmó esa energía. Gente que yo no conocía y que tal vez casi nunca vi, fue el telón de fondo de mi conciencia sobre el barrio. Un día me daría cuenta de que alguien a quien difícilmente había visto alguna vez, ya no estaba a la vista. Durante dos, tres años, aparecieron cartelitos en los postes de luz y en los costados de los edificios, anunciando un servicio en memoria de alguien que había muerto.” Luis Benítez lben20032003@yahoo.com.ar .....................................................................................................
(1) Nota del Traductor: Igal Roodenko (1917-1991) fue un conocido activista estadounidense por los derechos civiles y la oposición a la guerra. Fue arrestado por primera vez en 1947, por violar deliberadamente la ley segregacionista del estado de Carolina del Norte, que prohibía que las personas de diferente raza viajaran juntas en los medios de transporte. Por dicho “crimen”, Roodenko fue condenado a tres meses de trabajos forzados, encadenado. En 1979 recibió el War Resisters League Peace Award (Premio de la Paz de la Liga de Opositores a la Guerra) por su destacada trayectoria en defensa de los derechos humanos y el pacifismo. (2) N. del Trad.: En inglés, “radical social movements”: corresponde a nuestra denominación de movimientos políticos de izquierda. (3) N. del Trad.: Prefiero conservar el término en su inglés original, porque no tenemos un equivalente muy adecuado en español (“subterránea”, se decía, por ejemplo, en Argentina) y el término en inglés, referido a cierto tipo de publicaciones, está lo suficientemente difundido como para que el lector comprenda adecuadamente su significado. (4) N. del Trad.: Robert Roth vive, desde hace muchos años, en el centro mismo del conocido barrio Greenwich Village, al suroeste de Manhattan, donde se encuentran numerosas galerías de arte y centros culturales. El movimiento norteamericano por la liberación gay dio comienzo en este barrio, con los disturbios y las manifestaciones de protesta tras una violenta redada policial en el pub Stonewall Inn, el 28 de junio de 1969. Las famosas Marchas por el Orgullo Gay se realizan conmemorando aquellos primeros alzamientos contra la discriminación sexual, conocidos como “los Disturbios de Stonewall”. (5) N. del Trad.: Primera edición publicada en 2007 por Yuganta Press, Stamford CT, EE.UU. ISBN 978-0-938999-23-0, 150 págs, rústica, en inglés.
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Entrevista
Al trabajo - Javiera Miraglia
(6) N. del Trad.: El término multiculturalismo alude aquí a una teoría que tiene por objetivo comprender las bases culturales de cada una de las naciones caracterizadas por la diversidad de su espectro cultural. Como tal, esta teoría originó políticas antidiscriminatorias, favorables a la expresión de las características de las diferentes culturas, y comunitarias, tendientes a la coexistencia de éstas en el mismo contexto social, en igualdad de condiciones para su desarrollo social, económico y político, según sus tradiciones étnicas, religiosas e ideológicas. Se fija su origen en la década de los 70, en las universidades de los EE.UU., aunque diversos autores niegan este hecho y otros critican, desde distintos puntos de vista, buena parte de las afirmaciones y las consecuencias del multiculturalismo. (7) N. del Trad.: Mutual Assured Destruction (MAD, según sus siglas en inglés) es una doctrina originada en la Guerra Fría (1940 a 1990), referida a la estrategia y la política de seguridad nacional y basada en la teoría de la disuasión, según la cual el empleo de armamento nuclear es esencial para amedrentar al bando enemigo y evitar que use el suyo. El empleo de este tipo de armas de destrucción masiva por parte de los dos bandos antagónicos daría por resultado la destrucción de ambos. Llamativamente, la palabra “mad”, en inglés, significa “demente”. (8) N. del Trad.: “danza macabra”, en francés en el original. (9) N. del Trad.: El Lower East End es un barrio de Manhattan que limita por su lado noroeste con el Village; era conocido como un barrio de la clase trabajadora, donde se asentaron primeramente los judíos emigrados de Europa oriental, luego los inmigrantes de América latina y también asiáticos provenientes de la cercana Chinatown.
Javiera Miraglia: fotógrafa, www.javieramiraglia.blogspot.com La Avispa 49
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Poesía Estela Posada Karina Cartaginese Ana Romano Juan Manuel Alfonsi Marcelo Parra Juan Miguel Idiazabal Nilda Barba Bárbara Campaneto Víctor Miguel Fontana Hernando Ardila-Alejandra Segovia Miguel Ferreira Rodolfo Leiro Yunier Riquenes García
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Poesía
El Viaje Desandando telarañas encuentro tu sombra enredada en ocasos obscenos de vigilias
sin lujuria
me escondo entre las faldas de los recuerdos para no sembrar espinos Volverán las golondrinas
(quizás)
arrepentidas de colores deshilachadas de cuentos innombrables mordidas por los lobos vacías de los besos de tu boca Como yo que me desgarro y me recojo después de desangrarme
tercamente
Estela Posada
(esmposada@yahoo.com.ar) (Mar del Plata)
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Poesía
Débora Pereyra
Cuña
* Debajo de una escalera obscena intemperie alas de mala muerte sueña al margen de los arrullos de un tren Su ángel de la guarda quedó pegado en una bolsa de plástico que hizo volar el soplido de un espíritu dañino
La matanza coagula El quejido secciona El soporte aflige escarba amputa Inocula –estéril roto perplejo– autonomía.
Ana Romano
(romano.ana2010@gmail.com)
Sin castillo un sueño herrumbrado la niña durmió sola quedó la torre sin princesa con un insomnio de ladrillo enmohecido perros de tristeza aúllan en el castillo y un lenguaje fantasma habla a viva boca lo que ha vivido
Karina Cartaginese
(karinacartaginese@yahoo.com.ar) 21
Débora Pereyra GRUPO DELAPALABRA
Poesía
La plaza
Juan Manuel Alfonsi - (manuelalfonsi81@gmail.com)
Combinar, sí. Veías. Variedad, puntos, todo eso sé. Sé de vista de otros cómo te ponen nombre, Gabriel. Parecías un ángel. Me dan asco las mariposas. Siempre. Rosario se murió y se pudre. Me da asco en la oscuridad, siempre, ese camino que se eleva cuando Rosario se pudre. Prefiero el día entonces. Seguro es una palabra fugaz. Me gusta darle vuelta a lo seguro. No sé. Claro es una palabra que siempre se usa para confundir a la gente. Toda palabra tiene su antónimo: estoy en la baranda, con los codos. Quiero decir: estoy en la baranda, mirando. Estoy de noche. Punto y aparte. Ahora: nada de la noche (del día tampoco, digámoslo) te pertenece, Gabriel. Parecías un ángel. De tarde, tardecita, ya rompía, y estabas. Puro. Tu piel no tenía más que viento polvo mediodía y apenas. Yo me sentía en tu sangre ardiendo. Al centro. Dijo: nos vemos en la plaza: (La plaza es fresca). Al centro. Claro, seguro.
Nos vemos en la plaza, dijo, un día desierto y nunca más he vuelto a ver dudas y principios. Solo la luz se fija en el aire, en el aire ya ignorado de viento. Me da asco la sal que pasa niebla en los faroles de la noche quieta, me da asco el pueblo. Tengo que esperar. Tengo que esperar. Dormir en el frío y soñar aterrado. Quejarse, Gabriel, me agrada el silencio si no es interrumpido. No debo dormir entonces, Rosario se pudre. La Avispa 49
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Poesía
Indescifrable En qué geografía de símbolos ignotos dejar caer este frágil arte que me subyuga Los vientos lo arrasan, lo borran como huella en la arena Es serena la noche sutilmente desnuda madre de todos los placeres de todas las soledades Qué historias contarme oblicuas a mi conciencia desgarradas sin nombre indescifrables Acaso solo dejar caer palabras al vacío parirlas y abandonarlas a su suerte no buscarlas más olvidarlas Orgia de sueños melancólicos divagar soltar todo amarre escribir contra cada domingo naufragar en la frontera de las lágrimas Laberinto de tabaco y alcohol estertor erótico en la piedra del sacrificio en una calle vacía de luna aullar el último verso.
Débora Pereyra
Marcelo Parra
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Poesía
Buen día Laberinto de pupitres, bocinazos de susurros, tachos llenos de sentimientos, sigo a Artigas por los cuadros enemigos, promesas de pasillo no hechas; giroscopios de arco iris, posas la perdición en mí, escapo por los cables de luz, caigo por un hueco en un ascensor; agujero negro, me escupen dentro de un aula, luces de emergencia una mosca me despierta al pasar; arco iris de giroscopios, posas la perdición sobre mí ¿ya no hay escapatoria? agujero blanco, me escapo por el jardín de tus ojos, rosarios de flores rojas, dieron las 9:30; ringtones antisueños, besos de dulce leche, abrazos sabor café, risas de pan y azúcar, buen día.
Juan Miguel (Chochi) Idiazabal (chaselon@hotmail.com)
Débora Pereyra
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Poesía
* las zapatillas saltan hay sapos adentro con los varones es mejor bicicletas en la pendiente sin manos una rama columpia almidones la casa es de hojas con los varones es mejor las ciruelas se comen en el árbol y son de sol las manchas en el vestido desde arriba se ven chiquitos los padres
Nilda Barba
(nildabarba@fibertel.com.ar) Débora Pereyra
Enigma Serpentea el olor a misterio en el plato del fruto prohibido. Voy a sucumbir irremediable al pecado. Observo la escena sin embargo, podría salvarme. Elijo corromperme fluir en la estela lasciva red mortal la intriga.
Bárbara Campaneto
(Mar del Plata) (barbaracampaneto@hotmail.com) 25
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Poesía
Plegarias de un viajante Mientras todas las plegarias del agua se clavaban sobre los hombros del viajero y todas las batallas del silencio rebotaban en sus pies y sus manos Recordé que día a día, la misma estrella raja la tierra y fecunda la lejanía sobre el polvo. Hoy la única batalla la libra la mirada la libra el agua con su chapurreo hombros y agua dialogan vanamente Y de cuando en cuando sube toda la sangre acumulada y tibia se desparrama hasta la cintura y forja su horizonte rojo en el hombre. Con el cansancio de una guerra lerda voy yendo bajo el líquido, que es sueño y puñal atesoro una vida invisible atesoro algo que ha de vencer a la muerte.
Víctor Miguel Fontana
(Misiones) (victormiguelfontana@hotmail.com)
Débora Pereyra
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Poesía
Saludo Comunero
¡Que no se incendien nuestras fronteras!
Vuela el cóndor, vuela el cóndor libre porque no reconoce fronteras Vuela el turpial, vuela el turpial feliz porque acepta libremente todas las voces Hermano tu hermano yo si pones una orquídea en tus manos te reconocen como si fueras de la tierra donde ella nació Araguaney árbol solidario cobija con tu sombra a la hermandad El olor de la guayaba con mariposas amarillas no reconoce acentos sabe sabe y vuela más que por tus labios por tu corazón Aterricemos contentos en la base fundada en paz Sin fracturar ni incendiar nuestras fronteras Venezuela y Colombia: Dos países un solo pueblo.
Alejandra Segovia
Hernando Ardila
(VENEZUELA) (alejas99@hotmail.com)
(COLOMBIA) (hargo821@hotmail.com)
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Poesía
FISGONES
Ellos ambos, los dos Asomados a la ventana de rejas En las mañanas oficinescas Elucubran sus arias de amor Sus despenas del lugar Asomándose a la ventana de rejas Mirando hacia la avenida larga En la parada de ómnibus amarillos A las damas de vaqueros ajustados Anteojos oscuros Cabelleras largas Tacos altos y paquetes En las manos. Ellos ambos Los dos Con sus historias personales Se hacen pájaro Vuelan a través de la ventana Y revolotean sobre ellas, las acarician En palabras dulces Las imaginan núbiles Desnudas en hoteles lejanos Amándolas en días de lluvia, O en parajes con árboles O en ciudades con casas De patios con ubeñas Frases de caricias amantes Cuerpos entrelazados en la danza La vida amorosa plena En esas mañanas, La Avispa 49
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Déjame rodar manzana en tu Sexo. Néctares de mango, Carne de fresas; Tu cuerpo son todas las frutas. Gioconda Belli
La espera - Javiera Miraglia
Después, regresan a través del ventanal Y se vuelven lo que son Entre las cuatro paredes de una oficina a la deriva En una mañana de otoño.
Poesía
Miguel Ferreira
Débora Pereyra
(Misiones) (lenardson52@yahoo.com.ar)
Estros perdidos: MI BOHEMIA De un pálpito bohemio, hedónico y jocundo, de los hitos precoces de antiguos trovadores, de adúlteros carmines, de labios pecadores, de risas o de lutos o de un ocio profundo; de brevas y de huertos o del surco fecundo labrado por los bíceps de recios sembradores, del iris de los salmos, de pérfidos dolores, de inopias y de llantos, de un pálpito rotundo; acaso mi bohemia provenga de otro mundo, de lávicos proverbios, del páramo en que fundo mi endeble catecismo de lírico extravío; del beso de una madre, de un niño que me mira, de los prestos cadalsos, de la rugiente pira o el rostro inolvidable que fuera el sueño mío.
Rodolfo Leiro
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Poesía
EMBARCACIONES
Para Alejandro y Yuny Han situado las embarcaciones en lo más oscuro de la costa, allí el viento es tranquilo y fiero. Levantaron faroles y velas para evitar las colisiones. Han tenido que borrar de la memoria el sabor del café, el portal de la casa donde se sentaban al atardecer y los álbumes. Es preciso olvidar, desterrarlo todo, desterrarse. No saben cuál será la embarcación, pero se mantienen a remo y vela. Ninguno sabe cuál empujará el viento, siempre aparecen ráfagas para confundir. Y ese viento no los arrastrará donde los hombres no saben de la tristeza. Ah, la tristeza, también los alcanzará en aquella esquina, querrán volver a otros rumbos, al punto de partida. Segundo a segundo se incorporan embarcaciones aunque no sople viento alguno ni tengan una luz para evitar las colisiones. Llegan muchos desde diversos flancos, hay que arribar a cualquier orilla, alejarse del pedazo que naufraga. tóquense el lado izquierdo, ya no se llama corazón, no queda en el pecho. Las aflicciones se han (in)vertido sobre ellos el amigo no es siquiera un vago recuerdo. Nadie sabe de mañanas con sol, de la neblina ya nadie sabe, nadie sabe nada.
Yunier Riquenes García (CUBA)
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(Jiguaní, 1982) Narrador y poeta cubano. Licenciado en Letras, Universidad de Oriente, 2006. Tiene publicado los libros de cuento La llama en la boca, ¿Quién cuidará los perros?, Lo que me ha dado la noche; la novela Los cuernos de la luna; el libro de poesía Claustrofobias, Letras Cubanas, 2009 al que pertenece el poema publicado
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Cuent os y relat os Daniel Battiston Gabriela Bruch Delfina Acosta Fernando Sorrentino Marcos Rodrigo Ramos Iván Medina Castro María Guillermina Sánchez Magariños Jairo Prieto Sergio R. Aznar 31
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Cuentos y relatos
Regreso
Daniel Battiston
La llave cede con gentileza en la cerradura, y Joaquín cree que no debería ser así. La casa le da la bienvenida con un bostezo rancio, le susurra de tiempos viejos, cubiertos de moho e historias por las cuales regresó; parece hundirse sobre sí misma, derrotada, vestida de tiempo. Entra, aún pensando en su padre, y los muebles se hacen a un lado para recibirlo. Con cada paso nubes de polvo se elevan desde el piso y se agitan las cortinas semejantes a palomas muertas en la quietud del cuarto. Se asoma a la cocina. Sobre la mesada algunos azulejos estallaron en un grito, un cucharón con el mango fracturado en una batalla contra ollas, sartenes y estofados, reposa sobre las hornallas cansadas de la espera por el calor que debía lanzarlas a la vida. Joaquín camina por la cocina amplia, recuerda la gran mesa junto al ventanal que da hacia el fondo que ya no es verde: aquella selva, donde podía ser Sandokán, es una pila de deshechos y plantas salvajes. Se apoya contra la mesada, que alguna vez fue demasiado alta para que él la alcanzase, y toma el cucharón. La cazuela se desprende del mango y rueda bajo la mesa. —¿Otra vez abajo de la mesa Joaco? —mamá lo mira desde la puerta que da al fondo poblado de verde, de manzanos, catorce gallinas y una tortuga que duerme en el rincón más quieto del galpón, allí donde papá guarda el Falcon ´70. El delantal abraza la cintura de mamá como agitado en la voz del aire de octubre. Joaco mira las piernas blancas e impacientes, el pie izquierdo que golpea el piso, las manos de mamá en la cintura semejantes a dos gallinas cluecas. Y Joaco sale otra vez gateando y riendo, mientras mamá mira hacia las tazas formadas en fila sobre la alacena y el mantel disfrazado de selva amazónica y Joaco escapa por entre sus piernas hacia la jungla que vive en el fondo, donde las gallinas son dinosaurios asustados que Joaco se encargará de cazar. De reojo vuelve a mirar el fondo de la casa, los matorrales calcinados por el sol, el gallinero retorcido en un ángulo imposible y de un tamaño ridículo, diminuto comparado con el de sus recuerdos. Las cartas llegaron cada semana, luego cada mes; cada una de ellas cubierta por una letra más apretada y vacilante. Tu padre está mal, le dijo alguna vez Julia, la hermana menor de papá, que pobló tantos La Avispa 49
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de sus sueños de quince años en las siestas de enero, cuando la tarde se abalanzaba sobre la casa. Las bicicletas esperan impacientes por llevarlos hacia el otro lado de la vía, en busca de los ciruelos que juegan a las escondidas en las quintas. Escapan con furia hacia donde el pueblo se deshace en calles de tierra y lotes poblados de frutales; tras ellos, una catarata de figuritas señala el camino hacia la urgencia de las ciruelas en este verano. Al pie de la escalera mira hacia el piso alto, y el silencio sacude las paredes de la casa. No la recordaba tan breve, esa no es la casa que aparecía en las fotos que decidió quemar en Madrid; un puñado de imágenes deslucidas que fueron sólo humo dos días después que la tía Julia lo llamó para decirle que su madre había fallecido preguntando por él, por Joaco. Apoya un pie sobre el primer escalón que cruje; toda la casa es un aullido en la cabeza de Joaquín, la casa gime, mamá preparando la cena, papá que esa noche tampoco irá a cenar; ¿porqué?, pregunta; papá trabaja lejos, en Buenos Aires, y mamá vuelve a hundirse en ollas y cazuelas que cantan al ritmo de platos y cubiertos que golpean, una danza exótica, alterada; y mamá sirve la carne asada, y la verdura fresca cortada por la tarde. Segundo escalón, y la casa se despereza, restos de pintura caen tras cada paso que lo conduce hacia los dormitorios. Donde el pueblo comienza a desdibujarse, más allá de las vías que trotan hacia el oeste, las quintas comienzan a crecer, al principio tímidas; luego estallan desde el suelo. Las bicicletas los llevan por la ruta de tierra pálida hasta las quintas. El Falcon roza la bicicleta del menor de los González, rueda, cae, y se alza con raspones en las rodillas y las manos, la cara vestida de polvo. El auto se detiene algunos metros por delante, cruzado en el camino. Alguien baja y camina hacia las bicicletas que parecen encogerse, se acurrucan frente a un temor que no es posible de explicar. Los mira desde lejos como esperando que se acerquen. —Pegan media vuelta y se rajan para sus casas. ¿Te acordás la fiesta que hicieron para despedirme cuando me fui a La Plata? Joaquín le habla a la cama, al colchón podrido, a los rincones engalanados de moho, desde el piso de madera oscura de años, la espalda contra la pared donde el empapelado poco a poco fue desapareciendo, las rodillas abrazadas. Lo quería ver abogado. En el pueblo no sabían si ponerse contentos porque el Joaco ahora iba a ser doctor, o porque ese año Argentina seguro saldría campeón, ¿cómo no vamos a ganar si lo hacen acá al mundial? Le habla a la 33
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cama a punto de derrumbarse, al colchón desnudo y apolillado que huele a muerte. En la universidad fue desapareciendo hasta hacerse invisible. Escucha y niega, se ahoga en apuntes y libros pesados como su silencio. Piensa en abandonar todo, ahora que mamá murió; piensa en una tarde de enero; en un camino de tierra que lleva la promesa de una sandía robada; en un Falcon como el de papá; piensa en el perfil larguirucho tras el volante, al que Joaquín se parece un poco más cada día. El pasaje de avión en un bolsillo. Con mamá muerta y el viejo escondido en los rincones más quietos de la casa, no existen razones para quedarse allí; hace meses que no se habla con el padre, ni siquiera en el cementerio se dijeron algo; el brazo sobre su hombro, la mano de papá apretando, apretando, lo deja sin aliento; sabe, Joaquín, el pequeñito Joaco, sabe. Las cartas llegan con regularidad, escritas con esa letra apretada y apenas infantil; pero ni siquiera las abre, un montón de papeles mudos en algún cajón olvidado, en el cesto de la basura, o cremadas junto a las pocas fotos que conservó. Hasta que la tía Julia lo llama para decirle que el viejo estaba enfermo, que se está muriendo. Aprieta con fuerza la llave de la casa vieja, lo único que aún conserva de esa otra vida. Se pone de pie, pero sigue apoyado sobre la pared torcida. La casa es un manojo de recuerdos podridos, otra víctima de los relojes y la memoria. Mira la cama y trata de imaginar al viejo ahí, el cuerpo reduciéndose poco a poco, devorado por el cáncer. ¿Sufriste? ¿Cuánto? Y vuelve a la pieza en La Plata, asomado a la ventana, y dos pisos abajo todo es celeste y blanco y Argentina campeón; y todo es negro, negro como el nombre del viejo, y lo peor es saber. ¿Podrías entenderme? No lo dice, no hay nadie junto a él. No hay nadie en la pensión de La Plata ni en el dormitorio del viejo. No hay nadie ya. Piensa en el dolor del viejo, en los gritos de aquéllos a los que el viejo pisoteó. Piensa en los compañeros con los que ya no puede discutir, ni abrazar, ni mirarse de un modo verdadero. ¿Supiste lo que es morir y que nadie te escuche? Y una mujer ya no lo espera más a la vuelta de la esquina, en la puerta del bar; y un pasaje para España y las palabras que son como un huevo rojo en la garganta. Una garganta desgarrada, sueños lanzados a la nada, una cama de hierro que poco se parecía a ésta en la que Joaquín se sienta. Apoya una palma en lo que queda del colchón, imagina al viejo deshecho, comido por los recuerdos de sus muchas muertes sin nombre; otras muertes tan solitarias como la de él, cadáveres La Avispa 49
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modelados con sus manos, cadáveres que estallaron en ese cuerpo esquelético y maloliente. Deja al recuerdo del viejo, el cuarto, la casa derruida, y echa llave a la puerta. Dos cuadras más allá la lanza a los pastizales.
Daniel Battiston - (Mar del Plata) (danielbattiston@gmail.com) Daniel Battiston: narrador y fotógrafo. Sus fotos son, a su modo, un intento por hacer poesía y pueden verse en www.lamiradasilenciosa.com Como escritor en www. unextrano.wordpress.com Como narrador publicó cuentos en las revistas La Avispa, Isla Negra y El Puro Cuento. Y en las antologías “Mar del Plata tiene Palabra” y “Sobre rieles”.
PERROS Seguro que los perros de la noche aullarán alrededor de las migajas y despellejarán al no inocente, al que ha dejado caer la palabra, babeante como en la boca de un loco, al que se ha dejado suspender en el silencio como si eso fuera bonito o quizás plácido. Los perros no perdonan al cobarde, hurgan en sus entrañas, lo quieren devorar pero despacio, para que sufra un poco en su carne lacerada, lo que otros sufrieron en un alma que creyó por un momento en algo. Castillo de arena en medio de la avenida más sucia del mundo, crepitar de la rutina que asfixia hasta hacerte morder el polvo de lo que hubiera podido ser tierra fértil para el abrazo, pero no lo fue, fue tierra pisoteada, ultrajada. Perros que deambulan con la añoranza bajo el pelaje de la desolación, porque así son, porque así somos. Porque nunca se puede estar lista para la nada. Cuando se precisa un hombre que vuele las distancias y apague el fuego con la mano y no que repte entre los tramos de la cobardía, la de no poder decir(me) NO.
Gabriela Bruch (Temperley, Bs. As.) Revista La Iguana (revlaiguana@yahoo.com.ar) www.laiguanarevistadepoesia.blogspot.com GRUPO DELAPALABRA 35
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ORQUÍDEAS PARA CLARA Delfina Acosta Por un camino de polvo uno iba a la Farmacia Lázaro, y ahí, el farmacéutico, que llevaba una vida sedentaria, te contaba algún chisme, cualquier zoncera, porque gran cosa no ocurría nunca. Todo era un asomarse a la ventana, y mirar a la calle, que al atardecer traía un color sombrío y apagado, y luego, cansado del triste espectáculo volver a meterse en la casa para esperar que cayera la noche y echarse sobre el lecho. En la casa de enfrente vivía una adolescente paralítica. A las seis en punto de la tarde, una mujer robusta, con el cabello recogido en un pañuelo de colores, la sacaba al patio que daba a la calle, y la adolescente, de rostro pálido y pecoso, se quedaba como un ave sobre un tendido eléctrico, ansiosa por volar, pues había que ver cómo se le quitaba el rostro triste, y la elocuencia, las palabras en pleno aleteo, le dibujaban un semblante feliz. En las otras casas, que eran pocas, las puertas permanecían cerradas. La gente no caminaba al atardecer por la calle. Y aquella conducta de sacar al perro para que paseara no existía pues las personas eran de vivir adentro, y escuchar la radio que pasaba música internacional, pero las salidas del fuelle de un acordeón, del viento de un trombón y de los marfiles de un piano, y no las que alcanzaban los pulmones de un vigoroso tenor italiano pues la tendencia era oír sólo el clamor de los instrumentos musicales. Clara se aburría. Era demasiado largo el tiempo que transcurría entre los cuerpos celestes, con fogonazos y apagones de luz; ella daría lo que fuera por atraer la atención de alguien, y luego pedirle que le contara todo, desde el principio hasta el final, o sea el alfa y el omega, y seguir así, dale que dale, y que fuera tarde para continuar hablando, y aparecieran las primeras luciérnagas del crepúsculo, pero continuar lo mismo. Mientras comía, a la hora del almuerzo, su invariable porción de chuleta de cerdo y su ensalada de puerro y de perejil, pensaba qué haría después de la siesta, en qué distracción haría vagar sus horas blancas, pero terminaba sentada en el sillón del patio, leyendo alguna revista ajada. La Avispa 49
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Durante una tarde de sol que picaba, y mucho, alguien golpeó las manos en su portón. Fue a atender. Era un hombre oriental. Dijo llamarse Kato Akagi. Y bajo el sol inclemente y picante como un sello salino en la frente, le fue diciendo, con suma delicadeza, que traía orquídeas de las mejores y de las más exóticas especies, y que se contentaría, en caso de que lo tomara como jardinero, con un lecho para dormir y comida. Conocía bastante de plomería y de instalaciones eléctricas, además. Clara sabía que no podría mantenerlo, pero ya le vendría una invención, una idea, una chispa hija del apuro, y lo contrató. El oriental, que resultó ser japonés, tenía su edad: 30 años. A los quince días Kato ya había terminado bajo la enramada de la vid un sitio rectangular y parejo para las orquídeas, que él llamaba “su pueblo”. A menudo lidiaba contra las abejas, que venían atraídas por el líquido dulzón de las frutas, con un heroico sentido del humor. Clara se sentía contenta. Por fin alguien con quien charlar. Después de cenar (el japonés comía en un cuarto grande destinado a los cachivaches), le pidió que viniera a sentarse a su mesa. Jamás supo lo que era darse aires, ni inyectar un cuarto de ampolla de maldad a la gente, porque en ese pueblo de diaria consumación de la indiferencia, el necesario placer de odiar a una persona nunca había tenido su proceso ni su ocasión. Sin embargo, ante la mirada de Kato, saboreó ronroneando su postre, y le comentó que lo hizo a la tarde y lo dejó enfriar, y luego, sorbiendo el jugo de durazno que hacía perfecto maridaje con el zumo de piña, cerró sus ojos larga, eternamente, como si fuera que estuviera viajando, y le contó que podía sentir no sólo los sabores sino también los colores. —Esto es un manjar de los dioses. Ambrosía pura —suspiró. Temiendo que Kato tomara de un salto su postre, se animó a tragar un durazno entero, y le fue contando, dale que dale, que se sentía contenta con su trabajo aunque el rociado de las flores le parecía excesivo. Pero en el momento le pidió perdón porque qué podría ella saber de orquídeas. Y se levantó de la mesa chupándose el dedo índice y vio los dientes sanos de Kato mostrando una sonrisa obediente en señal de despedida. Clara se sintió triunfal. En los días sucesivos charlaba de cuando en cuando con Kato. Le observaba hacer las cosas (vestía siempre una camiseta de frisa y pantalones a rayas) con la cabeza inclinada sobre el objeto de 37
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su propósito. Y ella pensaba, pensaba, y no se le ocurría con cual maldad darle un maltrato porque nada más se le cruzaban por la mente preguntas, que él contestaba hacendoso. Y cuanto más se volvía respetuoso y puntual y preciso en su comunicación, más Clara se irritaba. Un día, estando la tarde calurosa, vio dos escorpiones junto a la rejilla del cuarto de baño. Los tomó con papel y los dejó dentro de un viejo tarro de pintura donde Kato guardaba un aditivo para el abono común. Se sentó a esperar mientras escuchaba música de la radio. Y cuando ya la música le iba dejando en un estado de sopor, sintió, sobresaltándose, la respiración del japonés. Le mostró los insectos acercándolos cuidadosamente a su rostro, y los bajó sobre una baldosa, y una vez que los desesperó y los indujo a muerte prendiendo fuego a su alrededor, los recogió y los llevó bien muertitos a su boca; hizo un buche con ellos, para después escupirlos lejos. —Estos bichos salen cuando hace calor —dijo. Una sonrisa burlona le blanqueó e iluminó la cara.
Pero hubo cierta hora de ese día en que Clara sentía el calor agobiante de la noche. Se imaginaba corriendo, desnuda, con el cabello suelto. Los insectos nocturnos buscaban su rostro, sin embargo ella seguía corriendo, descalza, afiebrada y ligera, y algo de la brisa y del sudor La Avispa 49
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se prendían, confabulados, de su larga cabellera suelta. Y fue sin darse cuenta que paró de correr, pues estaba ya en el cuarto de Kato, quien dormía desnudo. Ella le dijo cosas tibias en el oído para que despertara. Y él despertó, y nombró a su esposa y a su hijo pequeño varias veces, levantando una barrera. Pero ella no quiso escucharlo. Esa manera suya, como de serpiente, de deslizarse, de desprenderse de la fuerza de los brazos de Clara, hasta llegar al suelo, era su forma de pedirle disculpas por no poder atender a sus requerimientos. Tocando su sexo, lamiéndole las orejas, hablándole como desde un lugar secreto y lascivo de la noche, siguió insistiendo. Repasó con su lengua furiosa su cuerpo y rozó con sus largos dedos finos su rostro hasta llegar a sus tetillas. En un momento mordió juguetonamente sus manos. Se oyó a sí misma ronronear. Fue entonces cuando bajó su capullo oscuro sobre el sexo masculino y besó en la boca a Kato. Empezó a hacer leves movimientos; ellos parecían dibujar una flor oscilante de una rama. Y aquellos movimientos sin posibles errores, aquellas olas altas y bajas, aquel placer que empezaba a formar parte de un viento y parecía haber perdido el control de sí mismo, comenzaron a escurrirse como el zumo del mar librado a la arena. La quietud de la noche era grande. Ella dibujó en el cuerpo amante la forma de un círculo. Suspiró satisfecha mientras observaba, bajo la luz blanca de la luna, la silueta de un gato sobre el tejado. Los gatos le inspiraban desconfianza, pero aquel minino despertó su ternura. Todavía su cuerpo tenía memoria del placer cuando vio a Kato, parado frente a ella. Un ave chistó dos veces a lo lejos y voló huyendo. El hombre sujetó fuertemente sus brazos mientras hundía un cuchillo en su cuello, su largo y suave cuello de cisne, que empezaba a manar sangre tibia. Muerta, con algunos espacios rojos de la sangre sobre su piel blanca, Clara parecía una rara y exquisita orquídea. Delfina Acosta (Asunción, PARAGUAY) (delfina@abc.com.py)
Foto: Javiera Miraglia
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El conejo de Ushuaia
Fernando Sorrentino
En un diario acabo de leer que, “tras largos meses de intentos fallidos y de diversas expediciones, un grupo de científicos argentinos logró dar caza a un ejemplar del ‘conejo de Ushuaia’, especie que se daba por extinguida desde hacía más de un siglo. Los científicos, encabezados por el Dr. Adrián Bertoni, lograron capturar un ejemplar en uno de los bosques que rodean aquella ciudad patagónica…”. Como prefiero lo específico a lo genérico y lo preciso a lo evanescente, yo habría dicho “en el bosque tal y tal que se encuentra en tal sitio con respecto a la capital fueguina”. Pero no debemos pedir peras al olmo ni inteligencia alguna a los periodistas. El doctor “Adrián Bertoni” soy yo, y por supuesto tuvieron que escribir de manera equivocada mi nombre y mi apellido: me llamo exactamente Andrés Bertoldi, y, en efecto, soy doctor en Ciencias Naturales, con especialización en Zoología y Fauna Extinguida o en Peligro de Extinción. El conejo de Ushuaia no es, a pesar de todo, un lagomorfo y, mucho menos, un lepórido, y tampoco es cierto que su hábitat sean los bosques de Tierra del Fuego; más aún, ni siquiera un solo individuo ha vivido nunca en la Isla de los Estados. El ejemplar que yo capturé –yo, yo solo, sin ningún equipo ni ayuda de nadie– apareció en la ciudad de Buenos Aires, junto al terraplén del Ferrocarril San Martín que corre paralelo a la avenida Juan B. Justo, a la altura de la calle Soler, en Palermo. Yo no estaba buscando al conejo de Ushuaia, sino que tenía otras preocupaciones y caminaba un poco cabizbajo. Me dirigía, bajo el calor de noviembre y por la vereda de Juan B. Justo, hacia la avenida Santa Fe, a un banco donde debería realizar trámites molestos y hasta inquietantes. Entre el terraplén y la vereda hay una verja de alambre tejido sobre una base de mampostería; entre la verja y la base del terraplén estaba el conejo de Ushuaia. Lo reconocí al instante –¿cómo no iba a reconocerlo?–, pero me llamó la atención verlo tan quieto, pues es animal movedizo y saltarín. Pensé que tal vez estuviera herido. Sea como fuere, me alejé unos metros de donde se hallaba el conejo de Ushuaia, escalé la verja y bajé con sigilo junto al terraplén. Caminé con pasos cautelosos, temiendo a cada instante que el conejo de Ushuaia huyese espantado, y, en ese caso, ¿quién podría alcanzarlo? Es uno de los animales más veloces de la creación y, La Avispa 49 40
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aunque de modo absoluto el guepardo es más rápido que él, no lo es en términos relativos. El conejo de Ushuaia giró la cabeza y me miró. Pero, contra lo que yo imaginaba, no sólo no huyó sino que quedó inmóvil, con la única excepción del airón plateado, que se agitaba, como desafiándome. Me quité la camisa y quedé con el torso desnudo. —Tranquilo, tranquilo, tranquilito… —iba diciendo. Cuando estuve a su lado, desplegué con lentitud la camisa, como si fuera una red, y, de repente, en un solo movimiento brusco, cubrí con ella al conejo de Ushuaia, envolviéndolo por abajo y formando un paquete de regulares proporciones. Con las mangas y los faldones practiqué un fuerte nudo, que me permitió sostener el envoltorio con sólo mi mano derecha, mientras la izquierda me quedó libre para ayudarme a escalar de nuevo la verja y volver a la vereda. Desde luego, no podía presentarme en el banco con el torso desnudo ni con el conejo de Ushuaia. De manera que me dirigí a casa; resido en un octavo piso de la calle Nicaragua, entre Carranza y Bonpland. En una ferretería adquirí una jaula para pájaros, de tamaño más bien grande. El portero estaba lavando la vereda de nuestro edificio. Al verme con el pecho descubierto, con una jaula en la mano izquierda y un envoltorio blanco, que se agitaba, en la mano derecha, me miró con más asombro que reprobación. Mi mala suerte quiso que, al entrar en el ascensor, me siguiera una vecina que traía de la calle a su perrito, un animal feo y antipático que, al captar el olor –más allá de la percepción del ser humano– del conejo de Ushuaia, rompió a ladrar ensordecedoramente. En el octavo piso pude librarme de aquella mujer y de su estentórea pesadilla. Cerré la puerta del departamento con llave, preparé la jaula y, con infinito cuidado, empecé a desenvolver la camisa, tratando de no irritar, y mucho menos de herir, al conejo de Ushuaia. Sin embargo, el encierro lo había hecho enojar y, al liberarlo del todo, no pude impedir que me clavara en el brazo un aguijón. Tuve la suficiente presencia de ánimo para que el dolor no me hiciera soltarlo y logré, por fin, ponerlo a buen recaudo dentro de la jaula. En el cuarto de baño me lavé la herida con agua y jabón, y, en seguida, con alcohol medicinal. Luego me pareció que lo más sensato era llegarme a la farmacia y hacerme aplicar el suero antitetánico, y eso fue lo que hice sin dudar. 41
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Desde la farmacia me fui directamente al banco para concluir el maldito trámite que había quedado postergado por culpa del conejo de Ushuaia. En el camino de regreso adquirí víveres. Puesto que, durante el día, carece de aparato masticador, consideré lo más práctico cortar el bofe en pequeños trozos y mezclarlo con leche y garbanzos; revolví todo con una cuchara de madera. Tras olfatear la combinación, el conejo de Ushuaia la absorbió, sin dificultad pero con mucha lentitud. A la caída del sol empieza su proceso de dilatación. Trasladé entonces los pocos muebles del living –dos sillones simples, uno de dos cuerpos y una mesita ratona– al comedor, apoyándolos casi contra la mesa grande y las sillas. Antes de que no cupiera por la puertecita, lo hice salir de la jaula y, ya libre y cómodo, creció lo suficiente. En este nuevo estado había perdido por completo la agresividad, y se mostraba abúlico y perezoso. Cuando le vi brotar las escamas violetas –indicios de somnolencia–, me metí en mi dormitorio, me acosté y di por terminado ese día. A la mañana siguiente, el conejo de Ushuaia había regresado a la jaula. En vista de esa docilidad, no me pareció necesario cerrarle la puertecita: que él decidiera cuándo permanecer dentro o fuera de su prisión. El instinto del conejo de Ushuaia es infalible. Desde ese primer día, y al anochecer, se habituó a dejar la jaula y a extenderse, a modo de un flan de cierta consistencia, por el suelo del living. Según se sabe, evacua sus heces las medianoches de los días impares. Si uno coloca (por ánimo de jugar, claro está) esos pequeños poliedros metálicos y verdes en una bolsa, y los agita, suenan de una manera muy simpática, con algo de ritmo caribeño. En realidad, poco tengo en común con Vanesa Gonçalves, mi novia. Es bastante diferente a mí. En lugar de admirar las tantas cualidades positivas del conejo de Ushuaia, le pareció que lo mejor era desollarlo para hacerse confeccionar un tapado de piel. Eso puede practicarse de noche, cuando el animal está dilatado y la superficie de su piel es lo bastante extensa para que las crestas cartilaginosas se desplacen hasta los bordes y no dificulten las tareas de incisión y corte. No quise ayudarla en la operación; Vanesa, sin otros instrumentos que una tijera de sastre, despojó al conejo de Ushuaia de toda la piel del lomo, la llevó a la bañadera y, bajo el agua de la canilla y con detergente, cepillo y lavandina, eliminó por completo los restos de La Avispa 49
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ámbar y bilis que la cubrían. Luego la secó con una toalla, la plegó, la guardó en una bolsa de plástico y, muy contenta, se la llevó a su casa. Esa piel no necesita más de ocho o diez horas para regenerarse por completo. Vanesa imaginó un gran negocio: desollar cada noche al conejo de Ushuaia y vender sus pieles. No se lo permití; no quería convertir un hallazgo científico de tanta importancia en algo groseramente mercantil. Sin embargo, una entidad ecologista denunció el hecho, y en los diarios se publicó una solicitada en la que se acusaba a “Valeria González” –y, lateralmente, también a mí– de ejercer crueldad hacia los animales. Tal como yo sabía que iba a ocurrir, la llegada del otoño restituyó al conejo de Ushuaia su lenguaje telepático y, aunque su mundo cultural es limitado, pudimos tener agradables conversaciones y hasta establecer una especie de, ¿cómo diré?, de código de convivencia. Me dijo que Vanesa no le caía simpática, y yo comprendí perfectamente sus calladas razones: le pedí a mi novia que no viniera más a casa. Tal vez por gratitud, el conejo de Ushuaia perfeccionó un modo de no dilatarse tanto por las noches, de manera que pude traer de regreso al living todos los muebles. Duerme sobre el sillón de dos cuerpos y defeca sus poliedros metálicos sobre la alfombra. Nunca fue de excesivo comer y, en esto, como en todo lo demás, su conducta es mesurada y digna de elogio y de respeto. Su delicadeza y su eficacia llegaron al extremo de preguntarme cuál sería, para mí, su tamaño diurno más cómodo. Le dije que habría preferido el de la cucaracha, pero advertí que esa misma pequeñez volvía al conejo de Ushuaia peligrosamente imperceptible, con el consiguiente riesgo de herirlo (ya que no de matarlo). Tras algunos ensayos, llegamos a la conclusión de que, durante las noches, el conejo de Ushuaia continuaría dilatándose hasta adquirir el tamaño de un perro muy grande o de un leopardo. Durante el día, lo ideal consistía en las proporciones de un gato mediano. Esto me permite, mientras miro televisión, por ejemplo, tener al conejo de Ushuaia en mis rodillas y acariciarlo distraídamente. Hemos forjado una sólida amistad y, a veces, con sólo nuestras miradas nos entendemos. No obstante, durante los meses fríos se mantienen vigentes sus facultades telepáticas, que desaparecerán apenas lleguen los primeros calores. 43
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Ya estamos en agosto. El conejo de Ushuaia sabe que, desde septiembre hasta febrero o marzo, no podrá formularme preguntas ni plantear sugerencias ni recibir mis consejos o felicitaciones. En los últimos tiempos ha caído en una especie de manía repetitiva. Me dice –como si yo no lo supiera– que él es el único ejemplar sobreviviente de conejo de Ushuaia en todo el mundo. Sabe que no tiene la menor posibilidad de reproducirse, pero –aunque se lo pregunté muchas veces– jamás me dijo si esto le preocupa o lo deja indiferente. Además de estas afirmaciones, me pregunta –todos los días y varias veces al día– si vale la pena seguir viviendo, así, solo en el mundo, en mi compañía pero sin congéneres. No tiene manera de morir por su propia voluntad, y yo no tengo manera –y, aunque la tuviera, jamás lo haría– de matar a un animal tan dulce y afectuoso. Por estas razones, mientras perduran los últimos fríos del año, converso con el conejo de Ushuaia y continúo acariciándolo distraídamente. Cuando llegue el calor de septiembre, sólo podré limitarme a acariciarlo. [De El crimen de san Alberto, Buenos Aires, Editorial Losada, 2008.] Fernando Sorrentino - (fs_literatura@yahoo.com.ar)
Daniel Battiston
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Osiurus
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Marcos Rodrigo Ramos
Escribo esta carta para el primero que la encuentre, no tiene otra razón de ser más que explicar lo incomprensible para sus ojos. Calculo que habrá encontrado este sobre cerca de una masa repugnante llena de gusanos. Esa masa me temo que será mi propio cuerpo. Es inevitable. Disculpen la desprolijidad de la letra pero mis fuerzas se están yendo. Le pido que notifique a la autoridades a fin de que hagan algo para destruir el mal que habita la casa de mi amigo Oscar Sosa y que se extiende cada vez más sobre mi desgraciado cuerpo. Fue al regreso de mi viaje a Miami. Prendí el contestador automático para saber quiénes me habían llamado en este mes en el que estuve ausente. Entre los mensajes me sorprendió el del “gordo” Oscar Sosa, su voz se escuchaba débil y me pedía que fuera urgente a su casa. Intenté comunicarme con él pero nadie contestaba. Las amistades que tenemos en común me dijeron que nadie lo había vuelto a ver desde hacía más de quince días, incluso había dejado de ir al trabajo por motivos de salud según informó la empresa. Aparentemente hizo una dieta que le permitió bajar treinta y cinco kilos en menos de dos semanas y eso le habría provocado una descompensación. Sabiendo que el gordo era un tipo solitario y prácticamente no tenía familia decidí ir a visitarlo esa misma noche. Su casa quedaba a varios kilómetros de la ciudad metida en un bosque. Cuando llegué todas las luces de la vieja casona estaban prendidas. Golpeé pero nadie atendió. Entré por una de las ventanas del frente que estaba abierta. Todo se encontraba lleno de polvo como si nadie hubiera estado por bastante tiempo. En la cocina encontré bolsas de basura llenas de moscas. Vencí el asco y las llevé afuera. Subí al segundo piso, el cuadro era igual, polvo y abandono por doquier. En el dormitorio encontré una bandeja con unas frutas parecidas a ciruelas pero de color rosado. Llevaba más de doce horas sin comer así que después que probé la primera no pude detenerme hasta dejar la bandeja vacía. A pesar de la cantidad que había comido me sentía más liviano y con hambre. Bajé a la cocina y comí como un desaforado lo que encontré en la heladera y las alacenas que no fue demasiado pero el estómago me seguía crujiendo. Fue cuando vi mi reflejo en la ventana que me asusté, prácticamente no me reconocí. Corrí rápido al baño y frente al espejo comprobé lo que 45
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me habían hecho intuir mis ropas cada vez más flojas. Estaba flaco, yo que con miles de dietas y pastillas jamás podía bajar mis 109 kilos tenía la apariencia de un hombre de ochenta. El milagro había ocurrido y no sabía cómo. Comencé a recapitular todo lo que había hecho en lo de Oscar y comprendí que algo habían tenido que ver esas extrañas ciruelas rosadas. Recordé el propósito de mi visita y subí al altillo que era el único lugar que no había revisado. Al entrar encontré al gordo Oscar acostado en el sofá-cama. Tapado con una manta hasta el cuello me sorprendió ver su rostro extremadamente flaco, parecía una calavera con piel y pelo. Me acerqué a despertarlo y noté que una de sus pestañas era de color blanco y se movía ondulándose, era un pequeño gusano. Al tocar el párpado para quitarlo de los orificios de donde deberían estar sus ojos comenzaron a salir cientos de gusanos. Horrorizado retrocedí enganchando mi pie con la frazada que lo cubría y al dejarlo al descubierto vi que debajo del cuello su cuerpo ya no estaba y había una masa repugnante de miles de gusanos blancos. Salí mareado, la náusea me venció y vomité en la pileta del baño. Al ver lo que salió de mi estomago comprendí todo. Ahora estoy débil, me cuesta seguir moviendo mi huesudo brazo. Recién acabo de toser y los acabo de ver de vuelta en mi pañuelo, como los vi en el cuerpo de Oscar y lo que vomité en el baño: a los malditos gusanos blancos.
Marcos Rodrigo Ramos - (Moreno, Bs. As.) (letrasrojas21@yahoo.com.ar)
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Sor Gratia y el milagro apícola Iván Medina Castro
Me and my clan against the world; Me and my family against my clan; Me and my brother against my family; Me against my brother. Somali proverb There are no devils in Hell. They are all in Rwanda. A Roman Catholic missionary, quoted in Time, 16 May 1994
El mismo mes en fundarse el Frente Patriótico Ruandés por antagonistas al general Habyarimana, la casa de las religiosas; “Sagrado Corazón de Jesús”, dio la bienvenida a Sor Gratia, monja benedictina que apegada a los preceptos de humildad y sacrificio, dejaría su ciudad natal, Padua, para ayudar con sus conocimientos de apicultura y profunda espiritualidad, a paliar la desnutrición existente en nuestro orfanato ubicado en el poblado de Rukara, al este de Ruanda. En ese momento, nadie podía vaticinar que años después, bajo la cabalgadura de los jinetes del apocalipsis, el país de las mil colinas se sumergiría en una densa niebla capaz de enmudecer al mundo, fúnebre en su grávido silencio. Sor Gratia era una mujer firme y visionaria capaz de cumplir con su prometido; luego de instaurar un extenso apiario y explotar sus derivados, la retribución económica y alimenticia del monasterio aumentó considerablemente, permitiendo con ello brindar una mejor atención a nuestros infantes, y con la grey hacinada día tras día en el umbral de la capilla, a combatir su pobreza endémica. A pesar de las bondades de Sor Gratia, había dos aspectos intrigantes en su vida: un voto de silencio, y un culto férreo a dos doctores de la iglesia desconocidos para todas las religiosas, incluso hasta para la madre superiora. Estos eran: San Ambrosio de Milán y San Bernardo de Claraval. Pero era tanto el cariño de las hermanas proferido hacia Sor Gratia, que ni siquiera la priora dio mayor importancia a la aparición repentina en las paredes del orfelinato, de iconografía hierática con la representación de uno y otro bienaventurado, pues ella se excusaba aseverando: “Todo hombre de fe canonizado, es 47
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parte de la sagrada familia”. Si bien el sigilo en un principio parecía entorpecer la organización apícola –por cierto, Sor Gratia se empeñó contraria a toda propuesta, en bautizar al apiario con el nombre de San Ambrosio–, en pocos meses bajo una enseñanza empírica y muchos piquetes, aprendimos con maestría a producir bastidores, alzas, atender a las abejas y extraer suficiente miel, jalea real, polen y propóleo para el consumo interno, donación, así como para comercializar en el mercado de la capital, Kigali. En relación con la cera obtenida, fundamos una pequeña fábrica de cirios y velas tan próspera que logramos vender el excedente a otros conventos. A la factoría, Sor Gratia la denominó San Bernardo. A razón de ello, nos llamó la atención la persistencia de bautizar todo lo referente a las abejas con sus santidades, por lo tanto, nos dimos a la tarea de investigar los atributos de aquellos seres beatificados. ¡Lo encontrado fue revelador, ambos santos son patronos de los apicultores! A los pocos años de nuestra próspera empresa, el régimen iniciaría un holocausto de baja intensidad contra la población tutsi y hutu moderada, que la comunidad internacional prefirió ignorar. Nuestra casa de expósitos, ajena a cualquier involucramiento político, continuó operando junto con su templo, sin embargo, al paso de los días la destilación de sangre de los cuerpos sin piel apilados en exuberantes montículos, era el vestigio diario en los empedrados arriates de crueldad y abandono, desamparo infinito. En los meses siguientes, una vez introducido el mandato a portar el carné étnico –recuerdos del pasado–, permitió al terror apoderarse por completo de los lugares públicos: plazas, parques, escuelas. En todo sitio se transmitía con potentes bocinas la estación de Radio Télévision Libres des Mille Collines, con su difusión cada vez más explícita de odio étnico capaz de sofocar el resuello: “Vamos hermano hutu, empuña el machete y tiñe con sangre las rocas cubiertas de musgo, nutre de vida nuestros ancestrales árboles con las extremidades mutiladas de esas cucarachas. Sí, de esos negros más oscuros que tú”. Ante evidente vileza de días desolados e impasibles, nos atrincheramos a piedra y lodo dentro de la casa de Dios, pero eso no evitó que el ángel del mal reptara por sus pasillos. Un domingo, justo en la hora última de luz, la milicia extremista autodenominada Interahamwe, irrumpió en el cenobio al derribar las puertas del pórtico. Tras darnos cuenta de aquella transgresión, salimos al patio para impedir que entraran dentro la inclusa a La Avispa 49
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exterminar niños tutsis; una vez frente a ellos, enmudecimos al mirar los machetes desenvainados y de sus filos gotear sangre. Únicamente se escuchaba el golpeteo de piedrecillas contra las hojas metálicas que el viento hacía sonar. En eso, Sor Gratia al observar el estado pétreo de la prelada, se abrió paso entre nosotras y caminó resuelta hacia el dirigente de mirada vítrea para entrevistarse con él. Rostro con rostro, casi imperceptible, el tibio vaho del aliento de Sor Gratia se manifestó como un sutil zumbido. Intercambiaron palabras y el ruin, de un empellón la hizo caer. Ella pronto se inclinó ante él, cerró los ojos e inmediatamente juntó sus palmas de manera vertical lo más pegado posible al pecho. Su cuerpo, a lo lejos parecía estremecerse, sin embargo, sus brazos permanecían firmes, con el mismo fervor que siempre mostró cuando rezaba a sus santos. El líder alzó el machete y de la muñeca a lo largo del antebrazo se veía tatuada una mamba con la boca abierta que hacía temible la amenaza, aún más que la propia arma. Inexplicablemente, las esquilas del campanario comenzaron a repiquetear. Por un momento creí que algún niño al ver en peligro a Sor Gratia las había hecho tintinear para distraer a los agresores, pero no fue así, pues dos esbirros del comando fueron a revisar y no encontraron nada. Molesto el comandante, tomó del cabello a Sor Gratia y justo al volver a alzar el machete para propinar un golpe certero, un concierto incesante de sonidos en armonía a un único, lento y poderoso aleteo de abeja se escuchó tras la iglesia. Todos allí giramos la cara hacia el sur, dirección al apiario, y de manera milagrosa, enjambres en tropel similares a pepitas de oro que zigzagueaban sobre la espadaña, prestos arremetieron con sus potentes aguijones contra los ojos de los paramilitares haciéndolos huir a rastras mientras gemían clemencia. Débora Pereyra
Iván Medina Castro (D.F., MÉXICO) (imc_grozny@yahoo.com) 49
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LA DESPEDIDA
—Esta noche me caso —dijo sin expresar ninguna emoción. Continuó revolviendo con el índice los cubitos de hielo en la copa de vino. De pie frente a la chimenea, le daba la espalda a propósito, para que le mirara el culo. En el silencio del living, sólo se oía el crepitar de los leños y el tic tac del antiguo reloj de pared. Dejó que el segundero avanzara unos minutos y se dio vuelta despacio. Encontró sus ojos enrojecidos por el reproche mudo. No esperaba respuesta, se conocían demasiado. Luego de tres años de encuentros furtivos sabían que, en cierta forma, llegaría ese momento. Se acercó al diván y acarició lentamente esa piel hermana, amiga y que tantos placeres le diera, sin pedir nada a cambio. Sus hormonas se excitaron. La despedida era una espada candente de doble filo: le partía el corazón y a la vez, despertaba su deseo sexual volcánico. Se deslizó entre las mantas, enredó sus piernas sobre el cuerpo solícito e introdujo la lengua en esa boca resignada y eternamente suya. El vestido de novia mostraba un profundo escote velado por el encaje. Se colocó los guantes de raso hasta los codos. La modista cosía el corsé, mientras hablaba de cosas que para ella no tenían la más mínima importancia. Su mente aún permanecía anclada es esa despedida de soltera tan particular de la mañana. Le pidió a la sirvienta una copa de vino torrontés. —Sin hielo, por favor. “La seda del baby doll resbalando por sus muslos. Sus pechos firmes imantados de besos” Ya estaba casi lista. La bocina anunció que había llegado la hora. Empinó la copa hasta el fondo. Sonrió, los cubitos de hielo sobre los pezones eran afrodisíacos. La maquilladora retocó sus mejillas con polvo volátil y le puso una leve capa de brillo labial. Tomó el bouquet de rosas blancas y salió al porche. El chofer aguardaba con la puerta trasera abierta del flamante Ford 35. Las últimas luces de la tarde se estrangulaban en las cortinas. Así sentía su garganta, con el dolor anudado en el cuello. No había almorzado, rehusaba salir de la ternura de las frazadas que retenían el perfume de ella. La pensó en los brazos del otro y las lágrimas le suplicaron salir. No lo permitió, se había jurado no llorar. Volvería sin atormentarse a su antigua vida solitaria. Bueno, en La Avispa 49 50
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realidad, le quedaba la compañía de su gato fiel. Desde la cocina le llegó el insistente maullido del animal, pidiendo el tazón de leche acostumbrado. Sabía lo doloroso que era tener una necesidad insatisfecha. Se levantó, recurriendo a todas sus fuerzas, se vistió con el baby doll y desapareció tras la puerta.
María Guillermina Sánchez Magariños (guiller48mina@yahoo.com.ar) www.poetisamayor.fullblog.com.ar
Débora Pereyra
JUICIO Él acostumbraba a soñar. La noche era seca. No hacía viento.
La calle estaba vacía. Sólo a lo lejos se escuchaba el cantar de un gallo. Noctámbulamente el hombre realizaba lo que soñaba. Estaba desnudo. Su rostro tembloroso, pálido y sucio. No se afeitaba desde hacía tres meses. Tenía días sin salir, sin bañarse. La habitación olía a marihuana y humedad. Hace algunos años su intención era viajar por el mundo. Vivir seis meses en cada ciudad, vivir, vivir junto a María. Deja los caballos, los bingos –le decía María. Él se reía, la miraba con amor y prepotencia. Yo apuesto lo que me de la gana amor mío, real es lo que me sobra. Diez horas antes, regresando a su casa, chocó el carro. No sufrió heridas. Llamaba y llamaba a María y nunca le contestó. Le dieron ocho horas para desocupar la casa. ¿María dónde estás cuanto más te necesito? Estaba tirado en el suelo, miraba por la ventana abierta que apuntaba a la luna. El cielo estaba astillado de estrellas. Ya no le quedaba “Valium”. Esa noche soñó que se suicidaba. Jairo
Prieto Caracas, 2009 (oriajronald@hotmail.com) www.cuevazul.es.tl
Jairo Prieto: (Ocumare del Tuy, 1987 VENEZUELA) Fundador del grupo de arte y letras “Cueva Azul”. Ha publicado las obras de poesía: Cuánto pesa un río (2006), Primicia de huesos (2010). Como guionista “La caja de plomo”, “Hombre infinita muerte” y “Un amor llamado amanecer”.
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El hipertérmico señor Andrés
Sergio Aznar
Cualquier persona en sus cabales podría haber declarado (y con justa razón) que Andrés era un hombre poderoso. Un tipo de aquellos que con sólo arquear una de sus dos pobladas cejas lograba que todos los que estuvieran a su alrededor salieran a cumplir con sus obligaciones esforzándose mucho mas allá del simple esmero. No por nada sus varios emprendimientos comerciales habían dado increíbles frutos... Empero, en Andrés, luego de cumplir los sesenta años cobró vida una doble personalidad, insana e imprevisible para todos aquellos que creían conocerlo acabadamente: en él habitaba un espíritu pervertido, esencialmente masoquista. Ello, sumado a los circunstanciales achaques propios de su enfermedad física (pasaba en aquellos días por una fuerte amigdalitis) acabaría por dejarlo muy mal parado. Fue una tarde cualquiera, donde el cielo mostraba los tonos de siempre y los niños corrían alegremente por las plazas el momento en que Andrés optó por entrar en ese lugar especialmente sombrío. Una vez dentro, los olores que allí reinaban le resultaron sumamente desagradables, al punto de provocarle leves arcadas. Él, inmutable, decidió ir directamente al lugar donde le cobrarían por adelantado el desagradable trabajo. —¿Qué le debo por esto?, preguntó con simpleza a la mujer que hacía las veces de cajera. —Lo mismo que ayer, Don Andrés… respondió ella, haciendo gala de una voz altamente sugestiva—. Espere dentro por favor, que pronto será atendido… Andrés atravesó la puerta. El gabinete frío, libre de cuadros y de cualquier artefacto a simple vista amigable se hallaba pintado en color gris claro y no poseía ventana alguna. El único mueble que quebraba la soledad del sitio era una camilla cubierta con una sábana color crema al mejor estilo hospital. La misma se hallaba apoyada contra la pared derecha, la cual (a juzgar por las viejas huellas de sudores corporales no muy bien borradas) dejaba bien en claro que por allí había pasado mucha gente con similares necesidades. Una solitaria bombilla que colgaba del techo aportaba mínima luz, tal vez la estrictamente necesaria para este tipo de casos. La Avispa 49
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Excitado, aunque tieso por sus propios temores, Andrés quedó parado en el medio del estar. Repentinamente a sus espaldas, escuchó moverse el picaporte y casi al segundo entró ella. Andrés la observó: sus movimientos eran gatunos, tremendamente femeninos. Su rostro todo pero particularmente su sonrisa (digna de ser retratada en la portada de la mejor de las revistas de espectáculos) era fascinante, aunque delataba cierta repugnancia por la tarea a realizar. Su cuerpo, enfundado dentro de una entallada vestimenta deportiva color negro era dulcemente curvilíneo… sencillamente perfecto… —¿Como te llamas?, preguntó él. —Camila, respondió ella sin mirarlo a los ojos y de inmediato le dijo que desabrochara su cinto y se bajara los pantalones. A estas alturas, la fiebre de Andrés podría haber logrado volar la punta del termómetro. Sin mediar otra palabra, él decidió que lo mejor era hacerle caso. —Recuéstese en la camilla, sentenció ella, dominante. —Podés tutearme. Hazlo… ¿Si?, deslizó él a modo de imploración, mientras notaba su imposibilidad por quitar ese maldito botón que suele complicarnos por encima de la bragueta. —Bueno, bueno… ¿Qué pasa?, ¿No podés?, preguntó Camila—. Parece mentira: hombre grande y poniéndose nervioso en un asunto tan sencillo como este…, remató al fin con fina gracia—. Dejá: yo te ayudo, enseguida lo quitamos… Camila tomó el botón y lo desprendió con facilidad. Acto seguido, Andrés bajó sus pantalones. Para Camila el espectáculo no resultó en nada agradable: la erección de Andrés era intensa, pero por sobre todas las cosas, inesperada. No era la primera vez que una cosa así le sucedía, y sabía por sus compañeras que esto era relativamente usual, aunque muy dentro de ella no lograra acostumbrarse a este tipo de sorpresas. Como fuera, ella era una profesional y, por sobre todas las cosas, debía cuidar su puesto de trabajo. Decidió, entonces cambiar el método. 53
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Cuentos y relatos —¡Por favor, Señor, baje de una vez sus pantalones y recuéstese allí boca abajo! pronunció entonces, llena de ira. Andrés sentía que el acto de dominación era el que en verdad necesitaba y, aunque deseaba que resultara infinito, decidió apurar el trámite. Por su mente pasaban cosas extrañas. Imaginaba cueros negros, látigos y sus muñecas atadas, pero por sobre todas las cosas el pelo suelto de la muchacha rozándole inclemente sobre sus nalgas. —Bueno, quietito… ¿Eh?, la escuchó decir. Andrés cerró los ojos y luego notó algo así como una serie de cachetazos suaves, más tarde un pinchazo y junto a ello el dolor sordo e inaguantable de una penetración violenta y desgarradora. —¡Basta, por favor!, susurró él sintiendo la piel hirviendo y su sexo a punto de estallar: Andrés, merced a la martirizante sensación se hallaba experimentando un aberrante e inusitado clímax. —Un poquito más. Ya termino, dijo ella, fríamente mientras intentaba apurar la cosa—. Ya está. Ahora cámbiese tranquilo… Camila se retiró de la habitación tan suavemente como había llegado, aunque definitivamente mucho mas asqueada. Desde allí fue directamente hacia la caja. —Es la última vez que atiendo a ese viejo degenerado, dijo exasperada a su compañera. —¿Por qué?... ¿Qué te hizo?, preguntó la cobradora del servicio. —¡Ese tipo está loco!, que se yo... Se habrá pensado que esto era un prostíbulo… —No… Pobre Don Andrés. Está con mucha fiebre y tal vez sólo se quiso tirar un lance contigo. Mirá que el viejo vale la pena: tiene mucha guita… y encima, deja buenas propinas… —¡Válgame Dios! Yo ni loca le acepto nada a ese tipo. Mandá a los de limpieza a cambiar la sábana que ahí viene más gente… El muy estúpido la dejó toda manchada y la próxima vez… ¡La próxima vez andá vos a aplicarle esa maldita inyección contra la bronquitis! Sergio R. Aznar (alasvidasalvaje@hotmail.com)
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Dossier México Julio Ramírez Marco Antonio Acosta Berta Cenobio Armando Alanís Raúl Renan Irán Francisco Vázquez Hernández Norma Salazar Aleqs Garrigóz Aaraon Cruz Soto Armando González Torres Clyo Mendoza Ángel Morales 55
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Dossier México
De taberna
A Miguel Ángel Hernández Rubio, nuestro Mike.
Julio Ramírez - (j_juramo@hotmail.com)
¿Por qué ladran los pájaros de arcilla? Cirros de ambulantes fantasmas merodean. Mesero, búho de todas horas, lléname este silencio con tu mejor bebida, mi vidrio suda en el desasosiego. Aquí el reloj de sol sombrea de luna. Un alfiler ceniza me ha pinchado el costado. ¿En qué buzón postal deposito mi rabia? ¿Cómo le arranco sus colmillos de hiena en celo a la amorosa muerte? ¿Qué cordero de pasto debo ofrendar a la azarosa vida? No entiendo nada: la cordura es un tren de juguete arrumbado en la infancia. Siempre sembramos en los despeñaderos, alimentamos ciervos de papel, cavamos en el viento, fincamos nuestra casa en la memoria fértil de las manos que buscan otras manos, nos tatuamos de puntos y seguido para avanzar hacia ninguna parte. La vida es sólo un vaso de agua de temporal, la miramos pasar frente a nuestra ventana y a veces le aplaudimos, le tocamos las nalgas, la ensalzamos debajo de las sábanas que son nuestra mortaja, le bautizamos nombres y apellidos. Y el espejo nos encuentra más solos cada día. Mesero, coyote en la vereda, ¿qué le ha pasado al aire que no canta?, ¿al baile, que tropieza? ¿Qué murmura el asfalto de las calles vacías? Cazador de naguales, ¿por quién aúllan, tan lejanas, las nubes? Leído en Hacedores de palabras 2010, en memoria del poeta jalisciense. La Avispa 49 56
Dossier México
SIMBAD
Voy a olvidar la arquitectura en el azul del mar dejo recuerdos en la estatua de los días abro las puertas de mi corazón enciendo y paso Voy a retirarme de mórbidos espejos para conquistar como Simbad aventuras marinas y tesoros de almejas (Ay, marinero yo fuera de algún barco pirata de banderas desplegadas al viento enfurecido Ay, marinero yo fuera del fuego de la Aurora) Voy a olvidar por algún tiempo la costumbre de mirar lo mirado Quiero crecer como una antorcha en el cielo de tus ojos Quiero esa mirada de olas del océano y el sueño sueño del horizonte Quiero la soledad del tiempo y del espacio pero sin la aguja del reloj que va midiendo mis pasos de lodo y de cartón Marinero de algún barco soñado por la infancia mi corazón bogara hacia sus días vividos… fuera por mundos insospechados ajeno a este correr y bajarse de intrépidos piratas legendarios Pero me voy, marinero astral o de tierra hacia otros puertos hacia el tiempo indetenido de las alas de futuros albatros 57
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Dossier México
(Marinero yo fuera pero en el corazón de una sirena que habita los mitos de la historia) Pero me voy de estos lugares desolados donde reinan los marineros de la luna pero me voy de esta alfombra de pasos que perdieron su viaje Me llevo el latir del corazón de los peces de río dulce Me llevo el sentimiento de una madre cuando reencarna en su hijo Alguien me extrañará en el paisaje de la garza pintado por manos invisibles En el parque-jardín inolvidable crecerán las mariposas de ausencia y de olvido (Marinero yo fuera pero en el corazón) Buscara yo un puerto de albas donde anclar con mi barco encontrara una isla donde esconder el tesoro de mis aventuras encontrara un mar de olas plateadas por la luna del cuento un mar para mi cuerpo de pez un cielo para mis alas de pájaro incendiado encontrara una noche sin temores sin sospechas ni dudas Buscara en el tiempo un día sin calendario y no volver a ese templo invisible donde la inocencia recala a un destino sombrío La Avispa 49
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Dossier México
Buscara esa palabra madre donde se pudre y renace la poesía del poema Yo creo por esto que crece ante mis ojos es la belleza extrañando su pasado de orquídeas y jacintos Yo creo en esa belleza que el poeta capturó en el mar de palabras que decimos a diario, escribiéndolas, sintiéndolas, viviéndolas sólo por la belleza existe el mundo y esta vida resume su existencia.
Marco Antonio Acosta
1956, Cárdenas, Tabasco. (mapa310922@yahoo.com.mx)
Débora Pereyra
Débora Pereyra: es artista plástica y poeta, debpey@hotmail.com
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Dossier México
Divinidades
Eva Déjame llorar, al fin y al cabo ya me has expulsado del paraíso. Sara Me has hecho vagar por los confines de la tierra sólo con tu afán de procrear un hijo que jamás llevará tu sangre.
he pagado por mi juramento y por su promesa. Dalila Vino y me leyó la suerte en el sueño. Jezabel He terminado la repartición de los males, he decidido marcharme. Ruth Si me dejas que te ame, iré contigo. Donde tu murieres, moriré yo. María Al acto de amor, le sucede el abandono. María Magdalena Odio a los nombres Que aman a la especie La Avispa 49
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(b_cenobio@hotmail.com)
Rahab Una voz desconocida me conduce A la luz de la luna.
Bertha Cenobio - (Oaxaca)
La mujer de Lot ¿Por qué vuelves la mirada? Los perros están muertos.
Dossier México
MINIFICCIONES
Armando Alanís
Cuesta abajo
Al adentrarse en el túnel, los pasajeros tienen la impresión de que van de bajada. Unos minutos después, esa primera impresión se convierte en certeza: el metro se precipita hacia abajo como por la rampa de un tobogán. Cada vez van más rápido y cada vez se siente más calor. El túnel no tiene anuncios luminosos, ni llegan a estación alguna; todo es un puro descender y descender en medio de la oscuridad absoluta. Ya no van por un riel parejo sino dando tumbos por un camino oblicuo y pedregoso. ¿Qué les espera al fondo del abismo? Los pasajeros apenas tienen tiempo de hacerse esa pregunta cuando el tren abandona el camino de piedras, cae en picada hasta el centro mismo de la Tierra y un calor insoportable los atenaza como un chaleco de fuego.
El color del deseo
—De rojo me gustas más —dijo el hombre todavía con el puñal en la mano.
Pesadilla azteca
Se ve a sí mismo sobre la piedra de los sacrificios, atado de pies y manos. El sacerdote, la ira instalada en sus pupilas, levanta el cuchillo de obsidiana y lo deja caer con fuerza. Siente un agudísimo dolor en el pecho. Después, nada. —Ataque fulminante al miocardio —dictamina por la mañana el médico forense.
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Dossier México En la hoguera
Soñó que era un monje de la Santa Inquisición, en plena Edad Media, y que Elvira era una bruja a la que sorprendía en un aquelarre y condenaba a morir en la hoguera. —¿Qué pasa, cariño? ¿Tuviste una pesadilla? Despertando súbitamente, abrió los ojos. Pero en vez de contarle a su mujer el terrible sueño, decidió demostrarle una vez más qué tanto la amaba. Unos minutos después sintió que el cuerpo de Elvira, atrapado entre sus brazos, ardía como lamido sin misericordia por ávidas lenguas de fuego. Armando Alanís (aralanisc@yahoo.com.mx)
Es autor del libro de cuentos La mirada de las vacas, de las novelas Alma sin dueño y La vitrina mágica, y del libro de ficciones súbitas Fosa común. En septiembre de este año de 2010, Planeta publicará su novela Las lágrimas del Centauro.
Raúl Renan Advenedizo
Lo encontré en el fondo (ad bene dizo) abandonado al tiempo. Cruento lo extraje a punta de lápiz con la ayuda impoluta de una hoja. Roja, víctima de una línea enredadera con roturas a saltos rasguñando por darse a poema. Tema loco el que de sí asomo con razón y entre dientes. ¿Sientes –dijo– dónde más duele el callo del alma? Calma –le devolvió– revuelvo entre mis dedos la puntilla por hallarte. Parte en Dios para gloriarte y parte en mí mortal. Total que sí eres poema, lo sé, se oye el tacto suave. Ave del paraíso con revuelo de hoja que cae.
Altura de miras
Lo más alto de la vida rebasa el pino. Fino rasgo el que sienten las rachas del aire. Caire les forman las nubes de referencia cirrus rosamarillas. Millas que dan medida a la extensión del orillante límite con los ojos en fila. Retahila de burós guardadores de rebaños. Años La Avispa 49
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y años de acumular balidos en forma de bolitas marcapasos. Casos de exagerada minucia pues son la negación de las cosas palpables al intacto. Acto contiguo donde las miras de la altura ruedan a granos en los rostros tiernos de la humana vida. Pida a quien quiera que le sea dada.
Pervivencia
Hora en que la tarde disuelve las alas del día para darse a volar. Hogar en vuelo se dice porque el sol por fuera copa a los que se acogen parientes. Entes de diurna vocación. Acción de pervivencia.
Vuelo entero
En reducto alto aposentado un plumaje empolla breve. Elévese el color compuesto para pintar la revelación del viento. Tiempo alegre de olores y de picos en las plantas. Tantas que la versión celeste es perfecta según manda el instinto. Distinto alado, el mayor en el mundo a piedra bruta labrado. Habrá lo indigno: respiros que amanecen de noche. Derroche de luz como el piar de la canción en rama. Ama al cielo la Tierra, complemento del vuelo que celebra el brote. Trote de la nube sobre ramas con alas abiertas. Ciertas palabras atraen pájaros de vuelo entero. Cero consideración al mandato que declina la perecedera caída. Raúl Renan
Nació en Mérida, Yucatán, en 1928. Poeta, narrador y editor. Ha sido coordinador de talleres literarios; editor de Papeles (pliego seriado de literatura); autor de la colección Fósforos (cajas de poesía breve) y de la revista Ensayo; ha sido coordinador del consejo técnico editorial del INBA; subdirector del CNIPL; subdirector del Periódico de Poesía; fundador de El Gallo Ilustrado; director fundador y editor de La Máquina Eléctrica Editorial. Obra Publicada: Cuento; Una mujer fatal y otra, Los niños de San Sebastián, Serán como soles, Ambulavio. Ensayo: Los otros libros. Distintas opciones en el trabajo Editorial, La sagrada familia Sabines. Novela: El río de los años. Los pateadores de San Sebastián. Poesía: Lámparas oscuras (haikai), Catulinarias y sáficas, De las Queridas cosas, Gramática fantástica, Pan de tribulaciones, Los Urbanos, Rama de cóleras, Volver a las cosas, Parentescos, LunArena, Rostros de ese reino (ilustrado con imágenes inéditas del Fondo cristológico de estampas grabadas y litografías “Los Venados”), Educación de la línea, Mi nombre en juego, entre otros.
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FUERA DE TIEMPO
Por Irán Francisco Vázquez Hernández El Tiempo es la forma en que Dios evita que las cosas sucedan en un solo instante. Ian Stewart
Me dice que es verdad. Que cuando viaja es como extraviarse por una carretera que se pone cada vez más fría hasta llegar a su destino final. Me animo a preguntarle qué había antes de que Dios creara el Universo y dice que la pregunta es imposible de contestar porque el antes no existe, ya que implica la noción misma del tiempo y éste nació cuando Dios creó todo. Me río y sigo manejando. Son las seis de la tarde y el tráfico está espantoso. El sol todavía quema a pesar de que comienza a regarse por detrás de los cerros. Mi turno acaba en media hora así que puedo regresar a tiempo para estar con mi familia. Le pregunto si trae dinero para pagarme porque el traslado desde donde lo levanté hasta las afueras de la ciudad no es gratis. Dice que sí y saca de su cartera un billete de cincuenta pesos; me lo da. Su cartera es una pieza desgastada de piel que sólo se encuentra en las tiendas de antigüedades. Y aunque su ropa es vieja y corroída, el sujeto tiene porte, como si perteneciera a una buena familia. Me surge una duda y se la planteo: si usted viaja a través del tiempo por qué ha tomado un taxi. Se ríe. Dice que una cosa es viajar en el tiempo y otra muy distinta es transportarse de un lugar a otro. Le digo que es lo mismo, que llevarlo a las afueras de la ciudad requiere de cierto tiempo. Se vuelve a reír. Pregunto cómo es que lo hace y dice que es un don que se transfiere de una persona a otra. Asiento con la cabeza y nos quedamos en silencio por un momento. Después me cuenta que viajó al tiempo de Jesús y que hasta conversó con él. ¿Y cómo es Jesús?, pregunto riéndome. Simpático, no es como lo pintan en los cuadros. Es flaco y moreno, similar a Osama Bin Laden. Se ríe. Pregunto si sabe arameo. Dice que no. ¿Por qué? No le contesto. Hay un Chevy adelante que me hace frenar a quemarropa. Le miento la madre al cabrón. Veo por el retrovisor la cara de mi pasajero y sigue riéndose. Me parece ver al mismo diablo. Nunca lo he visto, pero ha de tener la cara de un adulto que acaba de cometer una travesura. Le vuelvo a pitar al Chevy para que avance y él dice La Avispa 49
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que no apresure las cosas, que todo lleva su tiempo. Pinche viajero del tiempo, ha de fumar de la buena, pienso. Le digo que en la época de Jesús se hablaba arameo. Me río y él me corresponde con una sonrisa no muy franca. Se ve molesto. Cambio de conversación: están remodelando las calles del centro histórico y por eso todos los conductores buscan rutas alternas a esta hora. Le vuelve la sonrisa sincera. De nada servirá, dice, en unos años toda esta ciudad perecerá en un terremoto y las remodelaciones serán en vano. No le respondo. Odio los terremotos. La última vez que estuve en uno fue en el 98 o en el 99, no recuerdo el año. El tiempo es difuso a veces. Estuvo de la chingada. Me molesta recordar eso. La carretera poco a poco se va despejando y el tránsito se hace fluido. Le digo: si no sabe hablar arameo, ¿cómo putas habló con Jesús? Se queda callado por unos instantes y después contesta: Jesús lo sabe todo, por eso es Dios. Él conoce todos los idiomas habidos y por haber, pasados y futuros. Me río. El Chevy enciende sus direccionales y dobla a la derecha. Me dice que siga por el carril de la izquierda hasta que comience la terracería. Es un camino desolado. No quiera robarme este cabrón porque entonces sí que va conocer a Jesús. Le digo que si habló en español con Jesús pero no contesta. Parece que reza una oración o algo parecido. Ya no me parece ver al diablo sino a un ángel que ha sido desterrado de los brazos de Dios. Dice: Jesús habla muy bien el español, todos los tipos de españoles. Me río. Usted sabe que hay diferentes tipos de españoles porque el lenguaje cambia con el tiempo. El español que hablamos hoy no es el mismo que se hablaba hace dos o tres siglos. En el pasado lo correcto era decir fermosura en lugar de hermosura; y en el futuro se dirá ermosura, sin h, en lugar de hermosura. Se queda callado un momento y continúa: aunque no sé si a usted le toque este cambio porque posiblemente ya estará muerto. ¿Por el terremoto? Le pregunto. Se ríe. Su risa me hace sentir frío. Insisto: ¿Por el terremoto? No, caballero. Entonces, por qué estaré muerto. No para de reírse. La noche comienza a extenderse en el horizonte y no se ve ningún automóvil en la carretera. Usted morirá antes del gran terremoto. Y su muerte, caballero, será cruel, muy cruel. Vuelvo a sentir frío. Quiere asaltarme y después matarme el cabrón. Se me vienen a la mente las notas del periódico de hoy: «tres acribillados en menos de un mes en las afueras de la ciudad». ¿A dónde va exactamente? Le pregunto. A mi casa, ya falta poco. ¿Vive solo? Sí. ¿Y a qué se dedica? No contesta. Se ríe. ¿Conoce usted esta carretera?, pregunta. Claro. Aunque jamás había entrado 65
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por estos lugares. Veo por el espejo y la ciudad ha desaparecido a nuestras espaldas. El tiempo es como esta carretera, me dice. Toda ella se distiende desde un inicio hasta un final que se repite y se repite eternamente. Es una carretera circular. Se pone serio. Continúa: desde ella, se pueden acceder a diferentes lugares, épocas, sería el nombre correcto. Sólo basta saber entrar y salir de la carretera. ¿Por qué estaré muerto?, le vuelvo a preguntar. Sigue serio. El hecho de morir en realidad no es tan trascendente como usted piensa, caballero. Es un acto natural. Se puede morir en cualquier lugar. Lo que importa es el tiempo en que morimos porque eso determina la forma. ¿Por qué será cruel mi muerte? Se ríe. Me pongo nervioso. Hacia donde volteo todo está desértico. Siento más frío. Busco la navaja suiza debajo de mi asiento y la coloco encima de mis piernas. ¿Por qué voy a morir cruelmente? Porque he visto su futuro, amigo. No soy su amigo. Todos somos hijos de Dios. A la chingada con Dios. Se avienta una enorme carcajada. Es la primera vez que lo hace. Parece la carcajada del diablo y me da miedo. Paro el coche en seco. Le digo que se baje. No deja de reírse. Bájate cabrón y le enseño la navaja suiza. Se baja. Deme mi cambio, por favor. Y señala el taxímetro. Treinta pesos. Sin dejar de verlo busco en la bolsa del pantalón el billete de cincuenta pesos que me dio. Se lo devuelvo. Toma mi mano y su tacto es frío, más frío que un hielo. El tiempo se detiene y el instante en que me sujeta un aluvión de imágenes de mi pasado y mi futuro camina frente a mí como un espectro. Reacciono. Le pongo la navaja en la garganta y siento cómo se desliza por su cuello. Ya no se ríe. Me suelta. Acelero el coche y doy vuelta como loco. Por el retrovisor alcanzo a ver una figura que se pierde en el abrazo siniestro de la oscuridad. Regreso a toda prisa. No sé si son los nervios pero el camino que recorro es irreconocible. Estoy perdido y un frío insoportable baña todo mi cuerpo. Son las siete de la noche y no llegaré a tiempo a casa. A lo lejos, las luces de una ciudad desconocida me dan la bienvenida.
Irán Francisco Vázquez Hernández - (iran.vazquez@gmail.com)
Poeta y narrador originario de Orizaba, Veracruz, México. Ganador del Concurso Nacional de Ensayo en Derechos Humanos en 2002. La Avispa 49
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EL HOMBRE DE NIEVE
Dossier México A Bernardo Sánchez
Hubo una vez un hombre. Eran tiempos distintos. Distintos como todos, pero estos tiempos eran distintos en la distinción que hacen las abuelas. Este hombre era distinto. Estaba fijamente pegado a la tierra. Tenía una enorme bola por vientre, redonda y fría como la luna. Su nariz era una zanahoria y sus ojos dos rodajas de pepino. En la cabeza tenía un sombrero de pico donde los pájaros se detenían de vez en vez. Nunca hablaron con el hombre, sólo se detenían, daban dos respiros y continuaban el camino. El hombre miraba a los pájaros y soñaba en ir con ellos. Algún día (pensaba), quizás yo pueda ir con los pájaros y volar toda la tarde. Sin embargo, el hombre nada podía. Su cuerpo blanco, frío y redondo, se mantenía fijo al suelo. No sé por qué el hombre estaba así. Quizás fue un dios y se olvidaron de él. Quizás él se olvidó de sí mismo. O quizás un día de ocio se convirtió en estatua de sal. Un niño llegó y vio al hombre. Le atrajo lo anaranjado de su nariz y el enorme vientre blanco, frío y redondo. —¿Por qué tienes esa nariz tan roja? —dijo el niño. —No es roja, es anaranjada. —Es roja. Yo la veo roja y es roja. El hombre no respondió. Sólo miró al niño. Lo miró con sus redondos ojos de pepino. —¿Qué hay detrás de las montañas? —dijo el hombre al niño—. Allá, adonde van los pájaros. ¿Qué hay? —¿No sabes? Es un lugar mágico, hermoso. Allá es donde mejor se come y donde mejor se juega. Es el mejor lugar que he conocido. —Quiero ir. —Ve. —He olvidado cómo moverme. —De todas formas no puedes moverte. No tienes piernas. —Dame tus piernas. —¿Mis piernas? Si te doy mis piernas, ahora no podré moverme yo. —Entonces llévame. —Eres muy pesado —dijo el niño y se fue a jugar. 67
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El niño corría alrededor del hombre. Brincaba y corría lo más rápido que podía. Giraba, daba marometas y demostraba lo lindo que es tener piernas mientras se reía del hombre. Un pájaro llegó y se posó en el hombre. —Pájaro, llévame atrás de las montañas. —Es un lugar hermoso —dijo el pájaro—. Es donde mejor se come y donde mejor se vuela. —Quiero ir. —Yo también —dijo el pájaro y salió volando hacia atrás de las montañas dejando un poco de mierda en el hombre. El niño fue con el hombre. Miró una vez más su nariz anaranjada. —Tu nariz es roja —dijo el niño, rió y dio la vuelta para irse. —Dame tus piernas —dijo el hombre al niño. —¿Quieres mis piernas? —Dame tus piernas. El niño fue y dio una fuerte patada al vientre del hombre. El blanco, frío y redondo vientre del hombre dio un crujido y estalló. El niño salió corriendo temiendo que alguien lo regañara. El hombre vio cómo su blanco, frío y redondo vientre se deshacía y volaba con el viento en un manto que alcanzó al niño y al pájaro. El niño miró el manto blanco que el cielo llevaba, quiso agarrarlo y con el frío se le puso la nariz roja. El pájaro vio el manto blanco, quiso agarrarlo y con el frío se le congelaron las alas. El pájaro tuvo que emigrar alejándose del lugar mágico y hermoso que fue cubierto por el polvo blanco del hombre. El hombre sonrió. Miró cómo su vientre seguía volando, volando… llegando más allá del niño, más allá del pájaro más allá de este cuento y más allá de las montañas.
Ilustración: Débora Pereyra
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Francisco Reyes
(gentesinquehacer@hotmail.com) 68
Dossier México
El Hilador Inmóvil Mira vuelvo a mí te digo que no soy
Exhorto a mis entrañas que evaporen manías enmohecidas
Soy extranjera deshilo el canto de los grillos
Muerdo el anzuelo en la turba incivil dejo a los elfos
Invité a tu oído auscultar una sonrisa clandestina
Necedad ignominia instintivo silencio sibilina calma Desembarco las campiñas cargadas de versos canutillos de prosa
¿Dónde podrá escuchar al cancerbero de mirada etérea? 69
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Dossier México Gruñe el hilador inmóvil Soy un libro de Pernambuco me aferro a mi tronco con días de aquí y de allá
Que narre lo cáustico y aliente a cuentagotas mi historia
Imploro un vino que pinte el aliento y saboree la vida fecunda con retoños de sal cobije mi sol bendiga el tapiz sombrío de la tierra
Después del vacío los astros matizan la dorada oscuridad
Norma Salazar (nsalazar.norma521@gmail.com)
Poeta, ensayista. Actualmente esta a cargo del Archivo de Francisco Cervantes. Colaboradora del Diccionario crítico literario en las letras mexicanas del siglo XIX dirigido por el maestro Emmanuel Carballo, (México, Océano/CNCA, 2000). Publicaciones: Cariátides Mudas (Grupo Generación Espontánea, 2009), Cuadro al Óleo (ediciones ST, 2005) y Cantos Lejanos (colección La Hoja Murmurante, 1999). La Avispa 49
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TÚ Y YO
Como un potro salvaje eres, que devora la hierba pequeña de mis actos, que bebe de las aguas inquietas de mi placer y cuyas pisadas se han quedado grabadas como hierros candentes en mi corazón. Somos ramas del mismo árbol cuyas hojas ebrias de savia nunca caen, a cuya sombra se acercan dorados niños a cantar coros de alabanza a la tierra. Soy para ti como un sudor abundante que escurre por tu torso mientras trabajas, y como un pozo de agua fresca y risueña en la que desnudo nadas. En tus manos he sido un arco siempre en tensión apuntando hacía la eternidad del cielo. Débora Pereyra Y tus pisadas van transfigurando la uva roja de mis entrañas en un mosto espeso, dulce y aromático, del que bebes para comulgar con otros hombres en la festividad de las cosechas.
Aleqs Garrigóz - (regresoalestadodegracia@hotmail.com)
(Puerto Vallarta, México 1986) empieza su carrera literaria publicando Abyección (2003). Trabajos posteriores son: Luces blancas en la noche (2004), Perturbación de la mente (2004), La promesa un poeta (2005), Muestras de urbanidad (2006), De naturaleza amarga (2007), Los muchachos (2008), Páginas que caen (2008), Descargas eléctricas ligeras (2009), El primo (2009). Premio de Literatura Adalberto Navarro Sánchez 2005, otorgado por la Secretaria de Cultura de Jalisco.
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Opus última
Aaron Cruz Soto
Ya antes le había explicado a mi tío lo peligroso que era para él estar pintando símbolos en las paredes durante la noche y que yo lo estuviera cuidando. Aún así seguía haciéndolo. Yo entendía su necesidad de mantener la comunicación con la gente, pero resultaba muy peligroso salir por la noche, más cuando los perros andaban de caza. Creo que la situación en la que estaba, es decir, ser el único hombre capaz de escuchar en toda la ciudad, le llevaba a la conclusión de que tenía que escribir los sonidos para que la gente los recordara. En una ocasión escribió una sonata. Recuerdo que inició con un Allegro Moderato; era audaz, tenía vigor, evocaba a violines y chelos, recordaba a los sonidos de la ciudad. Después un Adagio contaba el inicio de la epidemia que había dejado sordos a los habitantes. La gente culpó a los perros de la enfermedad; así empezaron a matarlos para después comérselos y de esa forma pensaron curarse. Al final un Allegretto combinaba sonidos de arpeggione, sintetizador y chelo; ese híbrido que en un inicio era tonal, terminaba siendo atonal. Los sonidos del sintetizador tenían una clara influencia del trans que llegaba a dominar la pieza. Esta evolución era urbana, demográfica, tecnológica, metálica. La había hecho así porque intentaba decir cómo estaba la ciudad en los últimos días. Demostraba, además, que al momento en que el autor de la sonata muriera, la ciudad también lo haría. Cuando terminó de escribir salió corriendo, creo que había visto antes que yo a los perros. Él me hablaba, no se acordaba que yo también era sordo. Un momento después dejó de hacerlo, agarró mi brazo y me jaloneó para que corriera con él, mientras un perro se le abalanzaba, vengaba a los canes muertos; le arrancaba pedazos de carne, los devoraba, disfrutaba, ingería, esperando la llegada de más perros para comerse a la ciudad. Aaron Cruz Soto (eliezer_cruz@hotmail.com)
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Sobre perdonar
I Hablo de ese mal, tan desconocido al común de los corazones, que exige la invención de una nueva lengua. Porque el mal tiene, finalmente, una implicación lingüística: deja corta la palabra, fuerza la imaginación y el horror más allá del lenguaje. Perdonar, entonces, no es un acto que pueda recurrir a la palabra. No existe, en consecuencia, ninguna frase convencional para perdonar, tampoco para pedir perdón. Quizá ronronear sea un principio apropiado para pedir perdón. Y quizá se pueda perdonar con un exabrupto gutural, con una violenta salida del lenguaje y de uno mismo. V Quien eterniza al culpable se eterniza como víctima. Porque el odio es una especie de avaricia, una retención contranatural de la ofensa. Entonces seríamos bestias vengativas en busca de ofensores, degustadores de afrentas que guardan sus agravios en la cava. VII Estando ahí frente a nuestras miradas, al alcance de la mano, en la punta de la lengua, es como el mal se vuelve invisible. Hay mucha oscuridad, una sombra, ¿juez o verdugo? pide que nos identifiquemos: ¿Tirado en Tula? ¿Masacrado en Auschwitz? ¿Triturado en Treblinka? ¿Arrojado de un avión en el Atacama? ¿Desollado ante una piedra de sacrificios? ¿picada con bayoneta? ¿putrefacta en el desierto? ¿Rapado? ¿Abusada por todos sus carceleros? ¿Botín de guerra? ¿Despojo? ¿Deformidad? ¿pieza de cambio? ¿carne de cañón? ¿Cómo confiar en un lenguaje capaz de denominar todo aquello que ocurrió? Dios, habría que decretar una suspensión del significado de esa palabra, hasta que sean redimidos todos los crímenes cometidos en su nombre.
Armando González Torres 73
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Armando González Torres (agonzale@banxico.org.mx) (México, D.F.) (1964) Poeta y ensayista. Es autor de cuatro libros de poesía La conversación ortodoxa, (Aldus, 1996), La sed de los cadáveres, (Daga, 1999), Los días prolijos (Verdehalago, 2001) y Teoría de la afrenta (Consejo Nacional para la Cultura y las Artes, 2008); de los ensayos Las guerras culturales de Octavio Paz (Colibrí, 2002) ¡Que se mueran los intelectuales! (Joaquín Mortiz, 2005) y El crepúsculo de los clérigos, (Terracota, 2008) y del libro de aforismos Eso que ilumina el mundo (Almadía, 2006).
Mendigo Hay trucos que tienen sabor a tierra, manos que cambian de color bajo la noche, encuentros de trompetas que se rompen en un callejón. Luego hay momentos, hay vida, nada. Tú y el poste son uno, te duele el mundo, me dueles tú en el sigilo. A media palabra te escurres de las lenguas. Cuando se desviste el día, tocas el acordeón para la luna, ruedas por las banquetas, tiendes tu mano pidiendo luz, y te adivinas muriendo como un eclipse. Eres tiempo, el paso entristeciéndose, la música que ya no viene a cuidar al empedrado. Unos dedos moldeados con harina te acarician. La noche está llena de nubes que agazapan grillos, que sueltan alacranes con cada llovizna. El dios se carcajea, te lleva entre sus zancos.
Clyo Mendoza
(Oaxaca) (clyo10@hotmail.com) La Avispa 49
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Palíndromos
Ángel Morales ¿Quieres seguir oyendo cosas? Podría seguir así días y días. Creo que sé por qué has venido, pero quiero que seas tú quien me lo diga. Raymond Carver
Pasando el puente a mano derecha justo después del faro hay un hormiguero. Mi casa está enfrente del hormiguero. A veces me entretengo jugando con las hormigas, las aviento desde la azotea y no las mata la caída sino el rebote. Después de revisar el texto pensó que era una mierda; qué importaban las hormigas y quién era él para hablar de su vida. Querer escribir de uno mismo era meterse a un laberinto para dar marometas. No tardó más de cinco segundos en apretar la tecla delete y enfrentarse otra vez con la página en blanco. —O dejas de adelgazar o me vuelves a querer —refunfuñó el hombre sin soltarla de la mano. Luego pensó en la reacción de ella. Él sabía que de un momento a otro podría ser sorprendido por la palma de la dama. De ser así, él no podría hacer nada. Una vez escuchó que incluso a Bruce Lee lo golpeaba su mujer. Cada letra iba colgada una de otra y él seguía tejiendo palabras; pero no bastaban las palabras, no tenía que escribir, tenía que escribirse, abandonar sus ideas y dejar que sobrevivieran por sí mismas. Personaje y escritor encerrados en el mismo cuerpo se golpeaban el espíritu y seguían de todas formas. Antes de terminar el párrafo el teléfono se adelantó al punto final. —¿Dóndehasestado?todoeldíaestuvemarcándote. —Habla más despacio, no te entiendo nada. —¿Por qué no contestabas? ¿Te fuiste a la calle enfermo? —Estaba escribiendo mi novela. —Como sea, llegaré a tu casa a las diez con la cena. —¿No puedes llegar antes? —Pero si siempre cenamos a las diez. —Sí, pero desde las ocho ya tengo hambre. —Estaré ahí en media hora. —Si puedes trata de conservar la comida caliente. —¿Cuándo pasé de ser tu musa a ser tu moza? 75
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—Cuando brotaron tus primeras várices. —Ni porque estás enfermo te compones, creo que deberías… —Espera, espera carajo, voy a anotar eso que dijiste. —Te veo más tarde. Después de colgar anotó la frase en una servilleta persiguiendo una idea. Eiffel, sumergido en su mundo, nunca lograba apreciar los detalles de Bedani que, vistos después, crecían como regados por el tiempo. Él prefería estar solo y conocía tan bien a su soledad como si fuera un familiar; en la mesa desayunaban juntos, igual que a un hijo le tendía la mano para cruzar la calle. Además, necesitaba estar solo para poder escribir. Cosa que Bedani no entendía. ¿Qué sabía ella acerca de la creación y la literatura? Intentar explicárselo era lo mismo que hablarle a un pez acerca de la lluvia. Eiffel estaba condenado a vivir como escritor y lo sabía. Se dio cuenta cuando era un niño abandonado en su casa durante horas: varillas que asomaban por el techo, el cartero huyendo en bicicleta de los perros, aves posándose sobre los cables. Y su mano empañaba el cristal de la ventana. Ese paisaje era un poema ilegible para las demás personas. Mientras resuelvo el crucigrama de los domingos pienso en la mujer que jamás he mencionado. Me pregunto si estará abrazando a sus hijos o, peor aún, a su marido. Aunque sé que ella jamás me amó, esta vez no lloro. Sólo la imagino recargada en los brazos de su marido recorriendo la ciudad, preparándose por si algún día ocurre nuestro encuentro. Hola amor, dirá sin ponerse nerviosa, te presento a mi marido. Y es que su matrimonio importaba poco, jamás hemos tenido respeto por las leyes. Nuestra relación se regía por usos y costumbres; ella usaba mi cepillo de dientes y mi maldita costumbre, según ella, era no levantar la tapa del inodoro. Desde hace tres meses no hablo con ella. Ya estoy listo para verla a los ojos, para desafiarla, para convertir cada respiro en una frase y pedirle de una vez por todas otra oportunidad. Reconozco que a su lado soy sólo un chico, pero ése es un problema que se resuelve con el tiempo. Sé que al cruzar la calle aún voltea a ambos lados por temor a que le robe un beso. Y ella sabe con seguridad que, aunque no puedo decir su nombre, todavía puedo decir que la amo. Y si tuviera que hacer un crucigrama de mi vida, de las verticales, la última palabra sería ella. La Avispa 49
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Una vez más la inspiración se había marchado. Así que se entretuvo colocando comas y conjugando verbos hasta que decidió abandonar la batalla. Primero iba a desenredar toda una maraña de ideas y en seguida las ocuparía para hacer malabares. Finalmente, se volcó sobre su colchón y fue envuelto por una avalancha de recuerdos. No sabía de qué parte llegaban pero llegaban: las cosas estúpidas que había hecho, las mujeres que lo habían abandonado por hacer cosas estúpidas, las estúpidas mujeres que lo habían abandonado por hacer cosas. <<Alguien te contó mal esa historia. En los cuentos de hadas la princesa que vive en el castillo no se queda con dos príncipes. La mujer que se queda con dos hombres no es exactamente una princesa y los dos hombres no son exactamente unos príncipes. Ahora, amor, adivina ¿cuál es tu personaje?>> Recitar en voz alta de algún modo sosegaba su ira. Porque las memorias venían acompañadas nada más de eso. De ira. De todas las gotas que caían del cielo una golpeó su nariz. Su mano derecha se alzó para señalar las nubes y ningún auto se detuvo. Luego de diez minutos, en la ventanilla de un taxi se reflejó una mujer morena de cabello corto. Bedani abordó el auto que la llevaría lejos de la ciudad. Por la ventanilla se filtraba un aire frío. “Aquí por la trece y traigo un veintisiete conmigo, pero tú comenta qué cincuenta. ¿A dónde la llevo, señorita?” Bedani respondió sin voltear a ver al chofer. Él encendió el estéreo para que ella no escuchara la conversación por la radio, pero la lluvia hacía que por momentos el taxista elevara su voz. En la oscuridad del auto Bedani especuló qué pasaría con Eiffel. Él estaba entrando a los treinta, se había marchado de la casa de su madre, no tenía trabajo, se aprovechaba de las mujeres a pesar de ser poco atractivo y, lo que era peor, vivía con la esperanza de convertirse en un gran escritor. Ser escritor, estúpida idea. Ella sabía que el maestro de Eiffel era una mala influencia y que Eiffel nunca llegaría a ser como su maestro. Todos, excepto Eiffel, lo sabían. El curriculum del maestro era más grande que la obra completa de Eiffel, su maestro había escrito más con su vida que él con su computadora. “Hay un cuarenta cerca de la avenida, justo en la rotonda, avísale a los dieciochos no sea que se los vayan a treinta y dos” Cada vez que pensaba que en los días próximos se iría sin despedirse, venían los recuerdos. 77
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—Hace una semana te vi. —¿Dónde? —En una foto. Estaba poniendo veneno para ratas y me encontré un periódico donde hablaban de ti. Eran bromas que hacía para molestarlo, pero de cierta forma también era en serio. Bedani quería que él renunciara a su vida y comenzara de nuevo. “Échale ganancia… Diez nueve… ocho… ocho… enteradito.” Pero Eiffel se merecía que lo abandonara sin darle explicaciones. Cuando intentó hablarle de su beca para irse a estudiar a Barcelona, Eiffel la interrumpió con la historia de un concurso “Al leer los resultados, por supuesto, apareció mi nombre. Pero alguien había cometido un error y mi proyecto de novela aparecía en el de ensayo. Hacían una aclaración diciendo que lo cambiaron para juzgarlo entre las demás novelas. Pero entre los ganadores no apareció nada.” Desde ahí no volvió a contarle alguna otra cosa y en su mente sólo se formaba la idea de irse en cuanto tuviera la oportunidad. Ella no se afligía porque en ocasiones había mantenido a Eiffel; sin embargo, cada vez que podía se lo echaba en cara. Él tenía como costumbre justificar el hecho de permanecer acostado y no trabajar “Te digo que no iré otra vez a la campaña. No puedo viajar. No. No. Incluso el sabor de la pastilla para el mareo me hace vomitar. Además, en la última charla éramos cinco para un grupo de veinticinco y un niño pequeño se durmió”. Bedani empezaba a cuestionarse cómo había podido ser tan indulgente tanto tiempo. Y encontraba las razones, pero ya no tenía sentido preocuparse por eso. Ya estaba preparada para ver este momento como un adiós; abrazaría las sábanas por última ocasión, dejaría impreso su perfume en el baño, lanzaría una mirada triste hacia el espejo y en un suspiro guardaría todas las memorias. “Veinte, veinte. Usted me va diciendo por dónde, señorita.” —En el puente, a la derecha. Aquí está bien, en el faro. Tocó y nadie abrió la puerta. Se paró de puntillas. Al final del corredor había una luz encendida. Ésa era la última vez que lo vería. No diría nada, fingiría ser la mujer sumisa que había sido los últimos meses. Fingiría que aún sentía un poco de amor. Un silbido nocturno disolvió los recuerdos. Una presencia se distinguía en la entrada y Eiffel fue a su encuentro. —Afuera no pasaba ningún taxi. Dentro de poco tendré suficiente La Avispa 49
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dinero para comprar un carro. Por cierto, ¿por qué dicen comprar un carro cuando tardan veinte años en pagarlo? ¿No debería existir otro término para eso? —Sí, claro. Lo correcto sería “acabo de empezar a deber un carro”. A lo largo de la charla Eiffel intentaba no abrir la boca porque temía a los reclamos. Él sabía que querer a una mujer del piso al cielo ya no era suficiente. Además de eso, tenía que prestarle atención. —Voy a contar cuántas veces bostezas al día. Hay que andar cuidando que no te duermas. —Sabes que no puedo evitarlo… Pero sólo me duermo en lugares estratégicos. —Una vez te dormiste en el gimnasio. —Ah, es que, esos aparatos son muy cómodos. Pero tú sabes que para mí diez escalones son cincuenta, apenas y puedo moverme a la velocidad de las personas, los párpados me pesan como si estuvieran mojados y cuando despierto ya es tarde para algo. Un día de estos no voy a despertar, me quedaré envuelto entre las sábanas como las momias. —Deberías ir a un grupo de ayuda humanitaria para buscar la felicidad. —Para qué buscar la felicidad cuando puedo comprar alcohol. —Ya estoy harta de tu actitud ¿Cuánto tiempo más vas a seguir aquí? ¿Por qué te fuiste de tu casa? —Porque mi padre fue un alcohólico, porque mi madre no tuvo padre, porque todos los hombres tienen mierda en la cabeza y, porque las mujeres no necesitan de los hombres. —Eso qué tiene que ver, no me parece que por algo así uno deba irse de su casa. —No, eso no era el problema, el problema era que cada diez minutos mi madre siempre me lo recordaba. Entre tanto, Bedani organizó las vajillas y de un papel arrugado sustrajo los ingredientes. Seguramente los compró a mitad de precio o con sus cupones, pensó Eiffel mientras la veía. De las manos de Bedani nació un emparedado y el emparedado era de jamón y el jamón no tenía mayonesa y la cena no podía llamarse cena. Lo único rescatable del emparedado es que era de cuatro pisos. Inexpresivo ante las acciones de Bedani, Eiffel dio la primera mordida y hasta que unas botellas de cerveza fueron alcanzadas por la luz de la lámpara dijo gracias. 79
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—A veces creo que no me quieres. —Por supuesto que sí. En mi novela te pondré al lado del personaje principal. Ese es un lugar muy importante. —¿Hablas en serio? Por cosas como esa te quiero mucho mucho. —Aprecio que me digas que me quieres, pero a qué precio —musitó sin que ella lograra escucharlo. —Quizá exageré con lo de mucho mucho. ¿Y tú eres ese personaje principal? —No, sólo un idiota narraría mi vida. Mientras ella hablaba de origamis y de cisnes y comía y lo veía comer entre libros y papeles, Eiffel devoraba su emparedado sin darse cuenta que gotas rojas escurrían sobre su rostro. —Acabas de mancharte con salsa. Bedani caminó rumbo a la mesa y tomó unas servilletas colocadas sobre unos libros. Al voltearlas pudo leer en ellas: acá vale la vaca, atar a la rata, odio ese oído, además esa me da, Aries a la mala se irá. —No toques esas servilletas, son unos palíndromos que escribí y algún día los usaré. Es sólo que, por ahora, no sé dónde ponerlos. Bedani le entregó las servilletas y merodeaba buscando otras. Si son malas las películas de la noche, tendré que acostarme con ella, pensó Eiffel mientras se atragantaba. Para él, seguir o no en la relación no hacía ninguna diferencia. Aunque le gustaría terminar con Bedani, dejaría las cosas así hasta que ella lo decidiera. Sabía que el final estuvo a la mitad de su relación y no en esta última etapa. No había razones para apresurar las cosas. —Creo que debajo del ropero hay pedazos de tela. Cuando Bedani se inclinó buscando algún trapo, Eiffel se dio cuenta que ella necesitaba algo contra las várices y él necesitaba escribir un primer capítulo. Luego bebió en pequeños sorbos su cerveza y, finalmente, decidió limpiarse con las servilletas pensando que, al fin y al cabo, con los palíndromos, jamás haría literatura. Ángel Morales (nomeodiesporser@hotmail.com)
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VĂctor Clementi David Alberto Fuks Alberto Noguerol
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Notas y ensayos
Las Cosas que no se tocan Hay conceptos tales como raza, territorio y posesión que resultan inherentes al Hombre; más que arraigados, diría, son el harem de la memoria genética. No alcanza con acusarnos de mezquindad desigualitaria sólo por mantener el rango de especie dominante Ni las mejores intenciones humanistas ni la ¨Danza Cósmica¨ de Carl Sagan podrán evitarlo. Atribuibles tales conductas, quizás al sedimento animal que nos acompaña desde homínidos, efecto de la Evolución o simplemente de una teoría bíblica sepulta por la propia arqueología, afirmo que están, a pesar de la ira mesiánica y su jerga de napalm. Transeúntes de una escala intermedia (sin tironear demasiado el piolín infinito, utópico u alegórico) en tanto Hombres, estamos más cerca de los ángeles que de las amebas; pero esa meada intelectual que demarca algunos cómplices y esclavos de la fascinación, nos delata la bestia, nos acerca colmillos, como un residuo tóxico y controversial. Acaso descendientes de un eslabón por suerte perdido, apenas existimos monos que juegan con sarcasmos, no más que en la frontera del deseo. Sería sensato alcanzar un grado de levadura hacia una transición o referencia más exacta de cómo deberíamos suceder por este mundo. Hay ejemplos: Cristo, Buda, Gandhi... En tanto Hombres podemos cerrar los ojos y respirar ese tramo de memoria genética, cuando antaño caminamos las aguas bajo el árbol de la eterna contemplación. Siempre lloverán manzanas para tentar nuestro centro de gravedad, nuestra pequeña paz Allí, y sólo allí, por un momento hallamos reposo, un recreo; porque sólo caminando nos crecerán alas, porque sólo el volver a la inocencia nos recupera magia... Exactamente la magia que nos hace falta para bajar del árbol y meditar, sólo meditar alejados de incongruencias ilusorias. Que así sea. PD: En lo posible recomiendo leer esta imprudencia y escuchar a la vez ¨Las cosas que no se tocan¨ por Intoxicados.
Víctor Marcelo Clementi
www.lacocuzza.blogspot.com - (victormarceloclementi@yahoo.com.ar) La Avispa 49 82
Notas y ensayos
¿Qué significa desesperarse? Acerca de Jugar a la desesperación (Ed. Juglaría) de Guillermo Ibáñez1
Nous ne sommes pas en mesure de penser les commencements. Ce son les commencements qui, successivement, nous pensent. Edmond Jabès2
Quizás la expresión jugar a la desesperación es un sinsentido. El solaz de lo lúdico se suspende allí donde el juego se repite y se torna anticipable. En la expansión amorosa no hay ganadores si no hay regocijo y se expulsa –o se ausenta– la ternura, ternura que diluye el poder que se ejercita en algunos juegos, delicada entrega para sortear el dominio. Sin azar no hay sorteo. El deseo de dominio –se sabe– está detrás de algún trastorno del control de los impulsos pero el juego también es una estrategia para aliviar sentimientos de desesperanza. Hay variantes adictivas que conducen a dilapidar fortunas y a cometer fraudes. ¿Qué goce puede existir en un juego signado por la desesperanza y la decepción? Hay, pues, goce en el perpetuo comienzo-para-el-desencuentro de los protagonistas y este relato de Guillermo Ibáñez puede ser leído como un ensayo que pivota sobre la cuestión jabesiana de los comienzos que nos piensan. El recurso narrativo de Ibáñez –la brevedad del género nouvelle– contrasta con la anchurosa totalidad (“toda su vida”) que introduce al presente del héroe. Jugar a la desesperación satisface los principales requerimientos del género: pocos personajes centrales, un solo acontecimiento que vertebra y un final que cae en pocas líneas. “Estamos ante una novela corta –escriben Gilles Deleuze y Félix Guattari3– cuando todo está organizado en torno a la pregunta ‘¿Qué ha pasado? ¿Qué ha podido pasar?’ El cuento es lo contrario de la novela corta, puesto que mantiene en suspenso al lector con una pregunta muy distinta: ¿Qué va a pasar? (…)”. En la nouvelle –agregan– “Algo ha pasado, pero ¿qué exactamente?”. Por momentos, en Jugar a la desesperación, la lengua franca GRUPO DELAPALABRA 83
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coloquial, el despliegue de la cartografía urbana de la infancia, con referencias a sitios y a personas reales, incorporadas como personajes, desvanecen los límites entre lo ficcional y lo ensayístico como historia de vida. Sociología de la vida común del ser humano que se auto reproduce al auto relatarse echando un haz de luz fragmentario que lo alumbre como sujeto protagonista de un momento significativo de su devenir. Ibáñez recurre, incluso, a la inserción de autorreferencias bibliográficas. Como diría Georges Bataille4 en referencia al escape hacia lo real imposible (a lo real en tanto que es real pero desafío de lo posible):”Lo imposible es la literatura”. Maurice Blanchot5 diría de Ibáñez que escribir “no es renunciar sino anunciar lo ausente acogiéndolo sin reconocerlo o bien, mediante las palabras en sus ausencias, estar relacionado con lo no recordable, testigo de lo no probado, respondiendo no sólo al vacío en el sujeto, sino al sujeto como vacío, su desaparición en la inminencia de una muerte que ya tuvo lugar fuera de todo lugar” y agrega más adelante que “tal vez no hay discurso amoroso, sino amor en su ausencia, ‘vivido’ en la pérdida, el envejecimiento, vale decir, la muerte”. El texto se organiza en capítulos muy breves en torno a frases articuladas por personajes psicológicos problemáticos que soportan enunciados –creemos– intencionalmente iterativos. Los acontecimientos se producen en un proceso en el cual se interpreta la existencia de por lo menos dos categorías de personajes. Están sus lecturas, los educadores, cofrades, amigos y familiares, “homenajeados”, aquellos que retornando al presente de la memoria del héroe narrado, desde el pasado de la niñez y de la adolescencia, funcionan como acelerados viajeros idealizados del tiempo, quienes, precisamente, en la velocidad con que son enunciados en breves listas, expresan la idea de desasosiego. Ante algunos de ellos, el personaje más que discutir se enoja, se desgarra y descobija. Es que nos hallamos ante un escritor que, por momentos, descifra demasiado a sus personajes. Luego están el personaje narrador y su interlocutora. El protagonista es escritor, pero también padre e hijo quien, consciente de su consternación, reflexiona sobre su orfandad y su paternidad concebida como postergación de la muerte y ejercitación para la libertad. En ésta historia hay más de una orfandad en juego, desamparo que la promesa del reencuentro no logra mitigar. Supuestamente, estamos ante la presencia de una mujer, con un sórdido episodio en La Avispa 49
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su pasado, que pretende ser soberana de sus pasiones (“no quiero sufrir más”)… ¡evitándolas! “Soy tuya y sos mío”, ella dice, en el contexto de la indefinición por la continuidad y la permanencia. Su amante no quiere consentirle ni consentirse su emancipación de ella, nodo imaginario alrededor del cual se organiza su sistema de imposibilidad. ¿Va en ello su propia libertad e ideal de felicidad? Cuando, finalmente él se libra para salvaguardarse, su renuncia no es verosímil. Por eso nuestro autor escribe, y por eso escribe el personaje. Escrituras para conjurar la llegada de lo fatal: “Esa noche temió que fuera la noche final”. Para Sören Kierkegaard6 desesperación es perdición, el presente se esfuma en pasado real, el desesperado lleva todo lo posible pasado como un presente. Quizás ésta sea la razón por la cual los actores de Jugando se aferran a lo perdido, merma que, mediante el exorcismo literario, deviene materia no melancólica. Volvamos a la pregunta ¿Qué ha pasado y qué ha podido pasar? Curioso: los protagonistas se desesperan porque temen perder una esperanza de calidad dudosa, construida con materiales poco nobles que anclan en el pasado de modo algo ilegítimo. Pudiendo estar a las puertas del amor, retozando junto a la muerte, los intérpretes de estas existencias interesantes renuncian a una vida de amantes divertidos jugando al todo o nada. Se invocan los celos como obstáculo, se exigen demasiados avales, todo corre por carriles trágicos. ¡La vida está tan impregnada de historias así! y sin embargo Ibáñez logra holgadamente aquello que se espera de la literatura y nos obsequia –avivando en los lectores– la preciosa sensación de excepcionalidad de la circunstancia narrada. El libro se presenta el 11 de septiembre en Rosario junto con Pequeño Guille ilustrado del mismo autor.
David Alberto Fuks
(Rosario) (fuksdavidalberto@gmail.com)
Guillermo Ibáñez (Rosario, 1949). Editor y escritor. Director de la Revista Internacional Poesía de Rosario. Algunos de sus libros fueron ilustrados por destacados plásticos y fotógrafos: Tiempos (1968), Las paredes (1970); Introspección (1973), El lugar (1973), Contornos de juego (1979,1980), Poema último (1981,1992), Poema del ser (1986), Los espejos del aire (1989), Las voces de la palabra, Sombras sonoras (1992, ed. bilingüe, 2005), La noche es un mito de esperas, El arte del olvido (2000), Árbol de la memoria (2002), El personaje y otros 1
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Mariana Garrido
cuentos (2004), De la metáfora, el mito (2007), Libro del viento (2007), Pequeño Guille ilustrado (Ed. Narrativa de Rosario, 2010), La octava esfera, Tema de sung o uno y otro uno mismo, Libro del amor y del olvido (2010). 2 L’attente en Le Livre de l’Hospitalité, Éditions Gallimard, Paris, 1991. 3 Mil Plateaux (capitalisme et schizophrénie), Les Editions de Minuit, Paris,1980. 4 L’Impossible. Histoire de rats suivi de Dianas et de L’orestie, Les Editions de Minuit, Paris,1969. 5 L’ecriture du desastre, Éditions Gallimard, Paris, 1983. 6 Tratado de la desesperación, Ed. Fontana, Barcelona,1994.
Mariana Garrido: poeta y fotógrafa amateur, marianaegarrido@hotmail.com www.borronyversonuevo.blogspot.com La Avispa 49
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Un intento de unir Filosofía y Poesía
Por Alberto Noguerol EXPOSICION EN “REUNIÓN DE VOCES” en el Encuentro Iberoamericano de Poetas - Buenos Aires, mayo 2010.
Cuando presenté el libro “Filopoesías” poemas con filo, dije que era: un intento de unir poesía y filosofía. ¿Por qué? Porque la poesía, en opinión de mucha gente que me rodea, estaba o está ubicada en una especie de romanticismo vulgar. Habla de mundos endulzados, de flores, mariposas, y primavera. Quizás estoy influenciado por mi madre, que cuando escribo algo nuevo me dice “nene ¿escribiste otro versito?”. Por otro lado, opiniones sitúan a la filosofía en el lugar del pensamiento abstracto, accesible sólo para una élite, como si hubieran quedado herméticamente guardados para los que habitan la acrópolis. Se percibe como si hubiera una disociación entre Pensar y sentir. Como si no se pudiera Pensar con todo el cuerpo. Tal como si hubiera una fractura entre Cuerpo y espíritu o dicho metafóricamente, entre Cerebro y corazón, entre la Idea y el sentimiento. Los humanos nos seguimos preguntando sobre todo, por aquellas preguntas iniciales de la filosofía: ¿Cómo se originó el mundo? ¿De dónde viene el mundo? ¿Quiénes somos? ¿De dónde venimos? ¿A dónde vamos? ¿Qué es la vida? ¿Qué la muerte? Y nos seguimos preguntando, por qué aún no encontramos las respuestas definitivas o satisfactorias a estas preguntas. Ese deseo inacabado de hallar las respuestas conlleva a encontrarnos con nuevas preguntas que a veces se convierten en angustiantes: Si la poesía nos puede ayudar a soportar la angustia de la vida y sus interrogantes más profundos. Si nos permite preguntarnos y repreguntarnos. Si la poesía en tanto reunión asamblearia de palabras, logra acercar la estética a la ética de aquellos enigmas, auténticas piedras basales de la filosofía. 87
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Es como si una congregación mágica transformara el pensamiento en una metáfora poética y lo pusiera en marcha frente a un desfile de imágenes, en tanto suelta vuelo la imaginación y se resignan las fronteras. ENTONCES AMBAS NOS EMPIEZAN A RESULTAR INDISPENSABLES EN ÉSTA AVENTURA QUE ES LA VIDA. Nos hacen más llevadera la muerte de las certezas. Nos enseñan a convivir con las incertidumbres. “No podrás sumergirte dos veces en el mismo río” decía HERÁCLITO. La filosofía no es simplemente pensar, el filósofo es también un artista responsable de aportar a la transformación del hombre y del mundo, de construir nuevos valores y romper con la quietud y el conformismo, y para ello también se sirve del pensamiento poético. Para que la filosofía salga de ser una abstracción y un producto de los momentos en que nos invade una especie de ocio desvirtuado. El poeta como todo artista tiene mucho de filósofo, también construye, experimenta, deconstruye y vuelve a construir, se hace eco del acontecer (externo e interno) y lo devuelve con un lenguaje emotivo. La filosofía y la poesía dan que pensar, pero también nos hacen sentir. PARMÉNIDES decía “Lo mismo es pensar y ser”. Así en este andar caminos podemos encontrarnos con lo bello y lo sublime de Immanuel Kant. Con la belleza de Apolo y lo sublime de Dionisio. Con la belleza de lo existente o con la apariencia de que lo que percibimos es tal cual lo percibimos, que resplandece, está visible, flota en la superficie. Pero también con lo sublime que tiene lo que está opacado, nubloso, subterráneo, desconocido o bien que nos es inexistente. Y entonces en la poética ubicamos por caso: la belleza en el día y lo sublime en la noche. Lo bello en el fluir de las aguas del río hacia su desembocadura y lo sublime en los peces que aguas abajo navegan contra la corriente. Nos cruzamos con NIETZSCHE y podemos situarnos más allá del bien y del mal. Quizás Despedazamos el placer para sentir el goce de la mano de ROLAND BARTHES. O tal vez Pensarnos para reconocernos existentes junto a RENE DESCARTES. O reducir dialécticamente las diferencias para alcanzar la idenLa Avispa 49 88
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tidad tal como lo anunciara HEGEL. O dejar tan sólo de describir al mundo para luchar por transformarlo confraternizando con CARLOS MARX. Para ir terminando quisiera hacer dos referencias. Rescatar a ARISTÓTELES cuando en su poética nos dice: “No corresponde al poeta decir lo que ha sucedido, sino lo que podría suceder, esto es, lo posible según la verosimilitud o la necesidad. En efecto, el historiador y el poeta no se diferencian por decir las cosas en verso o en prosa (...) la diferencia está en que uno dice lo que ha sucedido, y el otro, lo que podría suceder. Por eso también la poesía es más filosófica y elevada que la historia”. Y de un breve escrito que suscriben Schelling, Hölderlin y Hegel, hacia 1795, algunos fragmentos: “… El filósofo debe poseer tanta fuerza estética como el poeta (...) La filosofía del espíritu es una filosofía estética…” Desde que literatura y filosofía no difieren en el origen, en lo simbólico deviene el espacio de una verdad que se desenvuelve como proyecto histórico, una “verdad” en la comunión de un ethos (1) y una sensibilidad común: “En tanto no hagamos estéticas las ideas, no tendrán interés alguno para el pueblo y a la inversa: en tanto la mitología no sea razonable, deberá el filósofo avergonzarse de ella.” Según Hölderlin (1770-1843). “Los poetas echan los fundamentos de lo permanente y según Martín Heidegger, quién analizó el carácter de la poesía a partir de lo escribo por Hölderlin sostenía que: “El Dasein (2) del hombre es, en su fondo, poético.” La poesía no agrega conocimientos. Pero los valores subjetivos tienen en la poesía un medio para acceder al conocimiento. Al conocimiento que no se mide por la supuesta contundencia de una objetividad compacta, sino por su profundidad e intensidad afectiva. LA FILOSOFÍA Y LA POESÍA pueden abandonar sus aspectos formales, pero se conservarán como manifestaciones artísticas. Dicho de otro modo, filosofía y poesía pueden dejan de lado al artificio, pero seguirán sosteniendo su arte. Dice Friederich Nietzsche “La superación de la moral… ha quedado reservada a las más sutiles y honestas, también a las más maliciosas de las conciencias de hoy, por ser éstas vivientes piedras de toque del alma” En el libro hay 60 poesías que intentan unirse a otros tantos pensamientos filosóficos, voy a leer uno: 89
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LA MORAL DE LA CEBOLLA: La cebolla esconde al linaje tras centenares de pétalos como alma generosa como corazón con coraje protectora de secretos y misterios que atesora mientras se cosechan fracasos y se acumulan victorias como resultados antiguos y engaños puestos de moda, tal vez reinvertidos por novedosas morales procedentes y proclives a prejuzgar intenciones a clasificar las bondades y las maliciosas acciones, hasta que la cebolla desgaje sutilmente su coraza libere nuestras conciencias y termine con la trampa
Alberto Noguerol (noguerol@ift.com.ar) Javiera Miraglia
(1) La palabra “ética posee dos sentidos fundamentales el más antiguo, ethos signi-ficaba ‘residencia, morada, lugar donde se habita’. Se usaba, sobre todo en poesía, con referencia a los animales. Después, se aplicó a los pueblos y a los hombres para referir a su país o patria. Pasaría a significar, en la época aristotélica, el lugar que el hombre lleva en sí mismo, el de su actitud interior. El ethos sería el suelo firme, la raíz de la que brotan todos los actos humanos. (2) Vocablo alemán, designa existencia. Ser = estar ahí. La Avispa 49
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Talleres
Sueños cercanos “Apaguen la mecha marginal” (graffiti)
¿Qué hacen dioses falsos En los sinuosos caminos urbanos? Banales modelos para los interminables rencores. Las garras de la noche trituran el pensamiento, el temor aniquila cualquier impulso, zona peligrosa para la pequeña revolución. Un vaivén de brillos filosos, caras cortadas, en los pechos golpetea el odio que fluye como lava de hiel. Fantasma base que atormenta Deseo de furia y sangre Corta es la vida, el tiempo no existe Un cuerpo cae La risa cadavérica del triunfo es un secreto a gritos. Mano dura, silencio a la fuerza. Despertamos al afuera, un muerto solo. Somos ambiciosos Buscamos inclusión, moneda limpia, Dignidad en nombre de aquellos Que enmudeció la ignorancia.
Graciela Barbero
(gracielabarbero@hotmail.com)
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Un cuento para el taller literario
Martes, mañana; taller… y yo sin nada. La consigna es: Encuentro de dos amantes, preferentemente al anochecer. Empecemos el cuento: La noche, solapada, los sorprende… No, la noche es siempre la misma, a lo mejor un poco más nublada o calurosa o húmeda, pero ¿Solapada? No, así no va. Además ¿Quién se va a sorprender? en cuanto oscurece, si no hay eclipse, es de noche. Dijera el Inodoro. No, empiezo otra vez… La tarde caía y José Arnaldo la… ¿Atajó? ¿De dónde se cae la tarde? ¿Estaba arriba del techo? ¿Arriba del ropero, atrás de una valija? ¡Cómo empiezo el cuento! Al medio día no va, duda existencial y milanesas. El protagonista besa a la chica, la mira a los ojos y le dice, en un susurro tenso: Ayelén Delia, sos mi vida —¿Comiste ajo? ¡Asqueroso! ¡Lavate los dientes antes de besarme! El clima hace mutis por el foro y el cuento se muere sin un suspiro. No queda otra, la cosa va a ser a la tarde, sí o sí. Rosalía Epifanía, despierta amada mía ¡Rosalía Epifanía! Largá la almohada che, tenemos que decidir nuestro futuro. Si Pablo Gabriel, pero antes ¿Nos chupamos unos mates? ¿Compraste medias lunas? ¿Y si hay bolas de fraile? Ordinario como sudor de ojete, dijera mi nuera, la abogada. No, mejor hacerlo intemporal, que el lector lo sitúe en el momento del día que más le guste. Veamos: Edelmiro Adelfo la miró a los ojos, Gladys Lorena tenía una legaña verdosa en el izquierdo. A lo mejor no hace a la tensión del relato, pero es bien realista. Solo que las minas relatadas no usan legañas, no se depilan, no tienen esos días. Salgamos de acá, eliminemos diálogo: Quería decirle tantas cosas. Pero se quedó mirándola ¿Y? ¿Le hizo una seña? ¿Le guiñó un ojo? ¿La mina le hizo caso? ¡Dale! ¡Que deje de pensar! ¡Que meta mano de una vez! ¿Pensarán así las minas? Ya me pasó antes, yo le di importancia al auto flamante y en el taller me dijeron que lo único que vale es que sirva para llevar a los chicos al colegio. ¿Cómo piensan las mujeres? ¿Piensan las mujeres? Mejor, usar un tono casual, sin aspavientos: Bueno, resulta que José Alfredo y Margarita Azucena, están en los prolegómenos del amor desenfrenado y loco. José le susurra… No, demasiado lenteja ¿todo listo y se va poner a hablar? El macho argentino, la agarra de un brazo y le ordena ¡Pasá pa’ dentro! ¡Así! Más macho y guapo que los de Borges. ¡Con perdón maestro! Vuelvo a lo mío, corto, nervioso. ¡Puro verbo! Se miraron, se besaron y, cuando salieron del telo, ya era de noche. Si, puede ser… pero no. Demasiado poder de GRUPO DELAPALABRA 93
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síntesis, y un montón de guita ¿De la mañana a la noche en el telo? ¿A cuánto está la hora y media? No va, así no va. Con metáforas, con vuelos, soy escritor. ¡Que joder! Los dos recorrieron el mundo que va desde la puerta hasta la cama y él era ella y ella que… No, él, ella, ella, andá a saber. Me van a decir que es muy Kundera. Descriptivo ¡eso! Se encontraron de casualidad después de mucho tiempo de andar cada uno de acá para allá en las cosas de todos los días que… No, un renglón y medio sin comas, el que lea se atraganta, y si llega a estar resfriado, se queda sin aire. Tampoco. ¿Y si pruebo por el lado de…? Allá, donde termina la frontera artificial de los modales, los caminos se borran. Empieza a poblarse la noche de urgencias sin palabras, la respiración los envuelve… Nooooo, ni soñando, alguien va a decir que Octavio Paz escribió algo parecido y que él tiene un cuento mas o menos así ¿Y el tono ciudadano? La gente normal ya no poblaba las calles… Nnno, van a cuestionar “normal”. Ya lo veo, a los gritos ¿POR QUÉ NORMAL? Frases contundentes que atrapen. ¡Vamos ahora carajo! El quería a Deolinda Creolina, pero esta mujer que lo envolvía con sus ojos celestes era otra, besó a Deolinda Creolina, mientras la miraba irse con el amigo… ¡Tampoco! me van a mirar por arriba de los anteojos con cara d e no entender nada. ¡Ma’ si! Carlos y Julia se encontraron, y después se despidieron, entre una cosa y la otra, la pasaron de diez. Y la tarde no se decidía a irse, la echó la noche.
Osvaldo Pampin
(oopmdq@gmail.com)
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Débora Pereyra
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EL CRIMEN PERFECTO
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La mañana de su cumpleaños número treinta lo sacude con otro pensamiento negativo, uno más en su existencia rutinaria, vacía y sin futuro. No hice nada, nada, nada, repite de forma mecánica, contagiado por el ¡fire!... ¡fire!.. ¡fire! del juguete que aún lo acompaña. Un movimiento involuntario levanta su ceja. En unos días se volverá parpadeo, o mueca en los labios. No quiere envejecer detrás del mostrador, sonriendo mientras siente cómo sus ojos enfocan con dureza o indiferencia a las clientas, viejas pintarrajeadas en busca del cosmético que realice el milagro imposible. Tiene que hacer algo que le demuestre que es grande, un genio; si es reconocido por la sociedad, bien, pero lo que más le importa es alcanzar una autoestima mayor. Desde niño le atrajeron las novelas policiales, ya adulto se transformaron en un pasatiempo obsesivo, casi no lee otros géneros, a pesar de haber sido un gran lector. Un crimen perfecto, se le ocurre, ahí está, eso puede ser, dice en voz alta. No es necesario asesinar; un gran robo, un ataque en la oscuridad de una calle desierta, raptar una mascota, sigue elaborando en susurros. Como es haragán decide tomarse su tiempo, hay que ser prudente, no puede resolverlo hoy y salir. Un paso por vez. Dedicará al plan una hora al día. Y así continúa sin darse cuenta de que esa forma de actuar durante toda su vida lo llevó a tal punto de estancamiento. Busca en internet música china de relajación, no llega a escuchar un tema completo, su impaciencia lo hace salir de la página para correr a tomar apuntes de ideas que surgen. Un buen crimen, se dice, no es necesariamente el que no se descubre, lo grandioso es que no pueda ser castigado. Esa idea ocupa gran porcentaje del tiempo dedicado a planear. Su empeño anula el pensamiento reflexivo, la razón no sigue una ruta coordinada, sólo se encamina a un fin: la excelencia del crimen sin castigo. El entusiasmo le da coraje, si es necesario puede llegar a matar, eso sí, elegirá una persona que no tenga padres ni hijos, nadie que lo llore, ni un hermano, alguien que no lamente dejar de vivir; hay tanta gente triste en las calles, tantos vagabundos con la mirada perdida arrastrando los pies como dirigiéndose a la muerte… No desea ver sufrimiento, deberá ser rápido y efectivo. Su fin no es GRUPO DELAPALABRA 95
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dañar, su crimen le demostrará que puede cometer el mayor delito sin que la sociedad lo castigue. Sin castigo, repite a toda hora. Compra un arma. La noche es suave, sombras misericordiosas lo acompañan. Anda sin prisa, disfruta cada segundo del camino, huele la pureza de los fresnos, acaricia las flores que escapan por las rejas, susurra la canción que le cantaba su madre. Ningún tic lo molesta. Será en la plaza, frente a la iglesia. El verano brinda innumerables caminantes a esa hora. Una calma inesperada lo conduce. Se acerca al destino, ahora su paso es más rápido. El corazón abandona su ritmo tranquilo. Las manos comienzan a temblar. Las domina. Siente un frío inexplicable. Quiere llegar de una vez. Avanza repitiendo: Sin castigo. Perfecto. Un retortijón hiere su vientre. Necesita evacuar. Se controla. Falta poco. Se detiene entre dos bancos colmados. Respira hondo, ya casi. Ahora. Apoya el arma en su boca. Con mano firme, aprieta el gatillo. Un bebé comienza a llorar a gritos. Dos perros Daniel Battiston huyen veloces.
Silvia Politano
(silviabpolitano@gmail.com)
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Tres argentas en el año del Bicentenario La ternura y la violencia
A un ritmo anual de dos films por semana –y me quedo corto—la pantalla nacional se sigue llenando, vía fondos del INCAA y prácticamente nula aclamación del público. Hay un promedio estimable de espectadores cautivos, que suele llevarse puesto el tanque semitelevisivo (Igualita a mí, Adrián Suar y Floricienta Bertotti), y el resto se divide en partes desiguales entre los mimados de la crítica y los premios internacionales. Lo siguiente, tan arbitrario como cualquier selección, revisa las muestras del botón. Si se enteró de una sola de las tres, avise.
La familia Burman. Desde que empezó a llamar la atención, Daniel Burman (36) se (pre)ocupa por un cine familiar, pero no en el sentido de los bochornos de Enrique Carreras, ni las tan de moda familias monstruosas que cuajan las marquesinas teatrales. Frente a, un ejemplo, Géminis, de su colega generacional Albertina Carri, (2005), el director ausculta en cambio conflictos cotidianos, de convivencia, desencuentros que aún concluyendo bien no dejan de navegar, sin sumergirse mucho, las aguas de la soledad compartida, los temperamentos incompatibles, las pequeñas frustraciones identitarias de nuestra clase media. Narra lo que conoce, con ternura, y apela a la experiencia vital del nosotros: lo suyo es un discurso de susurros, no de gritos. Emotivo, nunca trágico; de medio tono, nunca grandilocuente. En El abrazo partido (2003) el hijo buscaba al padre, en Derecho de familia (2005), el hijo se convierte en padre y en El nido vacío (2008) los hijos se fueron; al revés, en Dos hermanos se fueron los padres, de muerte natural, y quedan, exactamente, los hermanos. Tema común a todos los textos, quiénes son como resultado de la familia que los trajo al mundo y en relación a la que traen, hijos de y padres de, en simultáneo o sucesivo, y en el último caso, hermanos de, condenados a mirarse a los ojos después de fallecer la mater anciana y quedar ése, un par de célibes maduros cuya vida no se puede tildar menos que de estéril. Dos aclaraciones pertinentes: es el segundo Burman con estrellas, Antonio Gasalla y Graciela Borges, después de El nido, donLa Avispa 49 98
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de reunía a Oscar Martínez y Cecilia Roth, y el primero de estructura aleatoria, de escenas zurcidas sin un criterio narrativo que aguarde un crescendo y su fatal desenlace. No significa que sea esquemático, sino más bien halló el personaje para el actor y se dejó llevar, entonces, por el jugoso intercambio de personalidades cinematográficas que constituye el atractivo mayor de su película. Aquí, claro, una disparidad se pronuncia, en cuanto Gasalla acepta un rol sin travestismo ni tics de su cosecha, compositivo, y la Borges termina empaquetada en su clásica funda de glamorosaaristócrata desclasada –casi una autoparodia. Eso sí, le sale espléndidamente. A Susana (ella), narcisista, peyorativa hacia lo que se le cruce y fastidiosamente quejosa, se la ve activísima, celular en la oreja y grandes negocios en ciernes, inmobiliarios, artísticos, financieros, pero al escucharla adivinamos que no tiene nada excepto un cholulismo poco selectivo –va de la embajada alemana a una pasión kitsch hacia Mirta Legrand–, la inmoderada afección al trago y un desprecio sistemático por el hermano al cual cargosea onda amo/esclavo. A Marcos (él), orfebre solterón al cuidado de su madre hasta que ésta muere apenas iniciada la trama (la gran Elena Lucena, y sus luminosos 95 años), reprimido y, como es previsible, todo lo contrario de Susana, no le queda sino tolerar la desconsideración y el maltrato, aunque tienen sus momentos de ayuda recíproca, fricciones y convivencias obligadas que aportan los episodios memorables de Dos hermanos. Se disfruta mucho a dos gigantes de la interpretación escuchando al vecino, vaso mediante, a través de la pared; el lunch en la embajada coqueta que aprovechan para saquear la mesa de saladitos; o el cumpleaños de “la tía Lala” cuando Susana, de puro ebria, basurea a la anfitriona. No debe esperarse el estallido del sumiso Marcos: a lo sumo insulta 99
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a la hermana (“guaranga, grosera, borracha, roncás como una ballena muerta”) mientras ella duerme la tranca. Burman tampoco pretende originalidad. El buenazo de Marcos se instala en una aldea uruguaya, tan congelada en el tiempo –como él, rutinario y resignado—y allí se mete en un teatro vocacional, que dirige otro refugiado de la vida (“En Milán llenábamos dos veces la noche” y ahora pernocta en un hotel del pueblo: Osmar Núñez). La obra a estrenar, cuál podía ser, Edipo Rey, en versión trucho-vanguardista. Marcos viabiliza en el escenario su necesidad de expresarse, su afán de realización, una ficción más honesta que las mentiras inútiles de su hermana. Uno crece, la otra derrapa. Basada en la novela Villa Laura (nombre de la localidad uruguaya inventada), de Sergio Dubcovsky, y coescrita por el propio autor junto a Burman y su ya fructífera sociedad con Marcelo Birmajer, los diálogos suman puntos. “Este velorio es un fracaso”, resopla Susana ante la falta de asistencia a las excequias de su madre; “En Villa Laura vas a pasar tus últimos años, un lugar de ensueño”, convence a Marcos, y son síntesis de personaje y situación. El baile final, entre los créditos, de Gasalla y compañía sobre la escenografía de la obra, homenajea al actor y cierra el sentido. Se trató de una comedia, no hace falta ser trágicos ni testimoniales si se cuenta bien, también hace cine el que no elige el cañamazo político o social. Daniel Burman confirma dotes raras en nuestros celuloides. Un artesano preciso y modesto, de estilo reconocible y fuera de norma –la de los cráneos de las Escuelas de Cine. El suburbio Trapero. En las antípodas de Burman, Pablo Trapero (39) se afinca en lo disfuncional, pero en su caso toda la sociedad cae bajo su diafragma. Creador de un modelo regurgitado hasta el cansancio por el nuevo cine argentino, oscila entre el documental cámara en mano y el relato ficcional, éste indivisible de aquél, el ojo espía que parece estar captando imágenes de reality pero adherido a actores profesionales. Visceral como una autopsia y descarnado como un osario, el director puede posarse en el anecdotario del desempleado en los años neoliberales (Mundo grúa, 1999), planear sobre la trayectoria del policía de la Provincia y la radical radiografía de su contexto (El bonaerense, 2002), desbrozar la grotesca malicia de un familión de medio pelo en viaje forzoso (Familia rodante, 2004), el desbarranque de un exitoso y su penuria incógnita (Nacido y criado, 2006), la durísima coexistencia carcelaria (Leonera, 2009) La Avispa 49
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y, finalmente, ésta, la explotación de las víctimas de accidentes de tránsito (Carancho). Cuando se escriba la retrospectiva de nuestro cine, quizás solo Trapero represente el mural más abarcativo del país contemporáneo. El que supura corrupción y crueldad desde los cuatro costados, y al mismo tiempo, el íntimo, el del dolor inconfesado, del silencio culposo, el desgarramiento del perdedor invicto. De nuevo, el reality ensayado, que deja al receptor la virtualidad de descubrir lo que sufren, todos y cada uno, por dentro. En un reportaje (LaNacionline, 5/5), Trapero propugna un debate sobre “el universo absurdo y descomunal de los accidentes”, engarzándolo a “una historia de amor privada entre personas, no personajes”, y contraviene lo que asumió en Leonera “una pretensión social, no de denuncia” (www.casamerica.es). Carancho presenta primero un letrero: “22 muertos al día, 683 al mes, 100 mil en una década. La principal causa de muerte en menores de 35 años. Un negocio millonario en indemnizaciones”. Esto mientras al abogado sin matrícula Sosa lo apalean en una calle de ese suburbio que el cineasta ya pintó en El bonaerense: fantasmalmente naranja de neón, una jungla abandónica tenebrosa incluso de día. Ricardo Darín, en otra máscara a su medida, el rufián melancólico, chanta de buen corazón siempre a punto de reivindicarse, es Sosa, el pajarraco negro del título, que cuervea cuando huele sangre fresca y pulula alrededor de los hospitales, olfateando el juicio a las aseguradoras, y aportante de las organizaciones leguleyas que cobran fortunas y dejan migajas a los deudos. Fatal que se cruce con Luján (Martina Gusmán, mujer del director, proteica y fotogénica, muy distinta en Nacido y revelación de Leonera), otro insecto nocturno, paramédica 101
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de ambulancia y doctora de guardia, adepta al klosidol inyectable y, claro, baqueana en tutearse con la urgencia y la muerte. “Si se podía evitar no es accidente, es incidente” perora como un mantra Sosa antes de encarar al cliente, al que encontrará invariablemente desesperado, e inhábil, dada la circunstancia, para espantar tábanos. El horror que se nos avecina entra gradualmente en un espiral demoníaco. Sosa y Luján serán pareja pese a la desconfianza y la moral asimétrica: cuanto más intentan alejarse del crimen, más se encharcan en sus arenas movedizas. La galería estremece de sólo nombrarla: el tipo que se hace romper una pierna y se arroja delante del auto, los esbirros desfigurando a Sosa una y otra vez, el rival del estudio jurídico que perdió toda ética, el jefe de ambos más parecido a un gangster que a un abogado, la policía comprada. Y pacientes insomnes llorando justicia, ñatos apuñalados todavía de camorra en la guardia, drogones. El minizoo al aire libre del conurbano, a media hora de Retiro, cloaca humana multiclase que hiede durante la noche y se pudre durante el día. Trapero se aferra a la cámara subjetiva, lo cual le aplica una proximidad abismada a los planos secuencia, como un corresponsal televisivo en el lugar de los hechos. El tremebundo final, casi dentro de los autos que se accidentan, nos retransmite a pleno rostro los añicos de vidrio, las salpicaduras, el grito y los ruegos. El método lo inició década y pico atrás Pizza, birra y faso (Caetano/Stagnaro, 1998) y es el apropiado para el film crónica. ¿La película argentina del año? Ninguna le proyecta sombra. La ciudad Rafecas. Diego Rafecas (40) sabe filmar y contar. Su problema es cómo, o mejor dicho, cuánto. Da la sensación de que tiene muchísimo por decir y que, como cualquier film puede ser el último, empuña el calzador y lo atosiga, con resultados irregulares. Queda clara su voluntad referencial: los hijos de desaparecidos en su opera prima Un Buda (2005), los conflictuados de Rodney (2009) y los yonquis de Paco. Por un lado, a Rafecas lo tienta el elenco colectivo, onda Altman pero sin farsa; por el otro, su formación religiosa zen le instiga filtrar el mensajismo, ya un componente de sus guiones. Claro, esta doble naturaleza, protagonista individual-clan/ compromiso social-autoayuda, corre el riesgo de desequilibrarse, de manera que algunos personajes se diluyan o carezcan de inserción y La Avispa 49
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asimismo no convenzan las soluciones, tanto provengan de la acción mancomunada o del albedrío. Técnicamente impecable en los rubros fotografía y música –lo último tan descuidado en los directores nuestros–, Rafecas cree demasiado en su capacidad de libretista, pecado original de su generación; el déficit de buenos escritores es todo un tema que no trataremos aquí. “Paco” significa la pasta base, auténtica droga de exterminio, “diseñada para eliminar a una clase social y fabelizar el conurbano”, afirma la senadora Blanc (Esther Goris); también, apodo de Francisco, el hijo de ésta (Tomás Fonzi) que, enamorado de una ordenanza del Congreso, termina adicto. Actores veteranos y jovenzuelos integrarán la entidad de rehabilitación. Los unos, Norma Aleandro, Luis Luque, Juan Palomino, Salo Pasik, especialistas en la cura; más padres de los pacientes: Claudio Rissi, Willy Lemos. Los otros, Fonzi, Romina Ricci, Sofía Gala Castiglione, Leonora Balcarce, Guillermo Pfening, María Ucedo, etc. A través de semejante team se intenta abarcar a pobres, ricos y clase media, muchachos de avería, chicas putificadas, díscolos, obedientes, apáticos. Como toda rehab perfecta, a pesar del dictum del dr. Del Solar-Luque –“se puede cortar con las drogas; con la adicción, nunca”–, los faloperitos se recuperan y salen llenos de sueños, no importan sus patologías; la película no tiene tiempo de comprobar un después. Ciertos ex machina no cierran, como adquirir una bomba en Sudáfrica, (¿Trasunto de una coproducción? ¿Promo subliminal del Mundial de fútbol?), o la honestidad de Paco-Fonzi de entregarse a la justicia, una vez egresado del Centro y de practicar la meditación yoga sin indicios previos de que alguien lo instruya. Como debe solucionar tantas historias, los personajes culminan asemejándose. Nadie le cree a la Aleandro cuando confiesa que, años ha, fue consumidora de heroína y de allí pasó a reconvertir 103
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drogómanos. Entrar en el inverosímil es fácil, salir… Así de esperanzada, Paco no padece la hipertrofia de violencia de Carancho, una violación sólo se sugiere y no le interesa profundizar en la subcultura del dealer, visto al soslayo. En conjunto, se tiene la impresión de un paquete ceñido, de demasiadas cosas para decir, incompleto por exceso. Directores cercanos a la cuarentena, el balance no desentona. Coherente Burman, firme en su huella Trapero, prometedor Rafecas. En ellos subyace lo mejorcito de nuestro séptimo arte.
Mariana Garrido
Gabriel Cabrejas - (gabcab2003@yahoo.com.ar) www.lacocuzza.blogspot.com
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Entrevista a Vicente Heca por Gloria Mariño
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Entrevista al pintor Vicente Heca Por Gloria Mariño
Vicente, cuéntanos ¿de dónde eres, cuánto hace que pintas? Mi lugar de nacimiento es Valencia, España el 28 de marzo de 1945. Valencia es conocida popularmente como “Tierra de artistas”, Valencia es famosa por sus “Fallas” y su “paella”. Valencia es cuna de grandes artistas como: Joaquín Sorolla, Mariano Benlliure, Ignacio Pinazo o José Ribera, entre otros. De todas formas pienso que todos los lugares del planeta son “Tierra de Artistas” y eso esta demostrado a lo largo de la Historia. Respondiendo a la segunda parte de tu pregunta te diré que prácticamente me dedico a la pintura toda la vida, comencé a pintar de adolescente en el colegio como una actividad extraescolar, el arte poco a poco se convirtió en una necesidad vital y afortunadamente a mis padres que en un principio querían que estudiase medicina, logré convencerlos para que me permitiesen dedicarme a la pintura, ellos me exigieron como condición que debía estudiar seriamente y obtener el Diploma de Profesor de Bellas Artes. Sé que has dado o continúas dando clases de pintura… ¿qué has podido rescatar de esta experiencia? La enseñanza y la pintura son dos vocaciones diferentes, son como un sacerdocio, tienes que entregarte completamente, para ofrecer lo mejor de ti mismo, debes de elegir entre una y otra, ciertamente que algunos artistas tienen la capacidad de poder ejercer las dos vocaciones, Gloria. Como bien dices de vez en cuando imparto talleres pues tengo la obligación moral de enseñar lo poco que conozco y naturalmente me entrego al 100%; la experiencia que tengo de estos talleres al comunicar a mis alumnos los secretos técnicos y conseguir que puedan realizarlos con facilidad y logren sus objetivos es una gran satisfacción, pero la pintura me reclama con más fuerza y es la vocación a la que dedico más tiempo e intensidad. Vicente tu estilo hiperrealista, pone un énfasis especial en la manera de expresarte en tus obras, tu arte, lo que haces es especial, diferente a todo. ¿Cómo lograste diferenciarte del resto de los hiperrealistas, hubo mucha investigación o sólo sucedió? La Avispa 49
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Comencé pintando de forma tradicional, más bien académica, poco a poco influenciado por Sorolla y Monet me interesé por la pintura impresionista, pintaba con soltura y color cuadros muy luminosos de escenas cotidianas, disfrutaba saliendo con el caballete a la calle a pintar los personajes que en esa época aun vestían las ropas típicas en España, especialmente en los pueblos. Más tarde viajé a Santo Domingo y la intensidad de la luz y el color aún propició más mi afición al impresionismo, pintaba pequeños cuadros muy rápidamente con temas de jardines, con flores y el sol bañando las hojas de las plantas y los árboles, la exuberante vegetación me cautivó, los bellos colores del mar, los pescadores reparando sus redes o construyendo barcos artesanalmente, me fui a vivir a un pueblecito de pescadores sin luz eléctrica, qué auténtico, qué maravilla; podía pasar horas contemplando la naturaleza, me preguntaba a mi mismo como me atrevía a pintar tanta belleza, me sentía insignificante ante el grandioso espectáculo, pero disfrutaba pintando y respirando la brisa del mar y conviviendo con la amable gente del lugar. Como para casi todas las personas la felicidad completa no existe, y acontecimientos muy dolorosos han sucedido a lo largo de mi vida, que de la alegría constante he pasado a un ensimismamiento y una tristeza que desgraciadamente influye inconscientemente en el resultado de mi pintura; en mis obras casi siempre encontramos un fondo gris, el detalle casi hiperrealista es debido al mencionado ensimismamiento, intentando poner color a un mundo gris, lamentablemente no se debe a ninguna investigación, ni a seguir ninguna 107
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norma académica, pues mi pintura aunque realista no sigue los cánones establecidos, aunque sí creo tiene una característica personal que la diferencia de los otros pintores realistas, un componente emocional que es característico de cada artista, pues todos tenemos nuestros propios dramas y momentos de felicidad y lo expresamos a través de nuestro Arte. Al observar tu obra, puedo descubrir pequeños tesoros de la niñez, los niños suelen guardar como verdaderos tesoros, papelitos y caracolas, piedrecillas de colores junto con las canicas que sus seres queridos en algún momento le regalaron, ¿tienen algo de niñez guardada en tu caso también? La verdad que añoro mi adolescencia cuando no teníamos tantos juguetes electrónicos, y en las calles no circulaban casi vehículos, nos reuníamos a jugar en las plazas y jardines, disfrutábamos haciendo travesuras y con imaginación, las canicas era uno de nuestros pasatiempos preferidos; por alguna razón siempre me voy encontrando canicas en los lugares más inesperados y parece que me hablan y dicen por favor píntame, también teníamos nuestros tesoros, como muy bien dices, las piedrecillas y humildes caracolas que encontrábamos paseando por la orilla del mar; piensa que soy de Valencia una ciudad de España bañada por el mediterráneo y en verano pasábamos mucho tiempo en la playa, esos tesoros los podíamos ganar o perder jugando a las canicas, estos juegos eran apasionantes pues intercambiábamos nuestros preciosos tesoros, muy divertido y emocionante. También mi abuelo se encargaba de proporcionarme otros tesoros, como billetes de los que se usaban para montar en los antiguos tranvías y trenes que eran de cartón bastante grueso con diferente diseño y colores dependiendo del trayecto, cada tipo de billete de tren usado tenía un valor, estos billetes de tren también los intercambiábamos jugando a las canicas o al trompo, peonza de madera que enrollábamos con una cinta y la lanzábamos haciéndola girar sobre si misma y dependiendo de la pericia y habilidad conseguíamos sacar los billetes usados del tren de un círculo dibujado con tiza sobre el asfalto o de un círculo marcado sobre la tierra. Rememorando estas cosas estoy pensando en pintar una nueva serie de cuadros relacionados con esa feliz etapa de mi vida, incorporando otros elementos como arquitecturas, camiones, trenes de madera, muñecos, etc. La Avispa 49 108
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¿Qué significa para ti el arte? Básicamente creo que los artistas tenemos desarrollada una sensibilidad que nos permite comunicarnos con el cosmos, en realidad pienso que hacemos un trabajo de traductores, captamos las vibraciones y ondas del universo y las traducimos en imágenes, formas y colores que faciliten a las demás personas entenderlo, en ocasiones ni nosotros mismos conocemos el porqué. Desde tiempos inmemoriales el pintor comunicaba a su tribu con los dioses y a los dioses con su tribu, esto creo que ha cambiado bien poco y en nuestros días continúa sucediendo, el artista de forma espiritual viaja por el espacio y lleva y trae información, que en muchos casos aun no hemos conseguido descifrar pero que esta plasmada en cavernas prehistóricas, en Nazca, Perú, en las pirámides Mayas y en diferentes museos clásicos y modernos. Todas las personas tenemos la capacidad de hacer arte, pero es necesario un aprendizaje, una iniciación, el arte es un sacerdocio que requiere de una entrega y renunciar a muchas cosas, y no todo el mundo está dispuesto a pagar ese tributo, pero la compensación ciertamente vale la pena, dedicarse al arte es apasionante, al menos así pienso. Leí por ahí que “tampoco quieres ser un robot”, ¿nos cuentas un poquito de qué se trata? A lo largo de la historia los poderosos han querido someter a los artistas a su capricho, precisamente para sentirse poderosos para sentir que estaban en posesión del talento y la magia de los artistas, en 109
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nuestros días continua sucediendo lo mismo, los poderosos de ahora, las instituciones, los críticos de arte y las galerías, naturalmente carentes del talento del artista y cada uno de ellos por diferentes razones pretende someter a los artistas. Las instituciones, para que los artistas apoyen sus causas o ideas políticas, los críticos pretenden imponer modas y tendencias en el arte y las galerías de arte quieren que los pintores que exponen en sus salas muestren un trabajo que sea vendible. En muchas ocasiones por diferentes motivos o razones, generalmente por necesidad o por falta de personalidad los artistas claudican ante las exigencias de los que ostentan el poder. “Yo no quiero ser un robot” es una reflexión que la artista mexicana Aly De Villers expuso en su blog y estas son mis conclusiones que probablemente no coinciden con sus ideas, pero que ambas son respetables. ¿Cómo se llevan a tu criterio: la globalización y el arte? La globalización, realmente no sé exactamente lo que significa, pues dependiendo de la definición del grupo pro-globalización o anti-globalización parecen cosas muy diferentes. Con respecto al arte, según mi criterio lo ideal es que en todos los rincones y pueblos del planeta se pueda vivir dignamente y se pueda preservar, difundir y compartir con los demás pueblos el arte y la cultura. Gloria Mariño (aguacateyfresas@yahoo.com.ar) www.aguacateyfresas.blogspot.com La Avispa 49
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Alejandro G贸mez Entrevista a Mario Carneglia 111
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Mario Carneglia Dramaturgo-director-actor-Coordinador de talleres teatrales Egresado de la Escuela Municipal de Arte Dramático Mar del Plata. Este hombre joven ha ampliado sus conceptos sobre el teatro alternando a través de los años a maestros como el caso de Franco Rufini de Italia, Bruno Bert de México, César Brie de Bolivia, Ricardo Bartís, Alfredo Zemma, Carlos Gandolfo, Vivian Acosta y J. González del Grupo Galiano 108 de Cuba, Antonio Mónaco y Silvia Urquía y Edmee Aran entre otros. Es constante su entrenamiento y búsqueda de su propia cuerda dentro de las diversas líneas que ofrece un escenario; Teatro Antropológico, Dirección teatral, Puesta en escena, Improvisación, Clown, etc. En su rol de dramaturgo ha escrito y recreado una interesante cantidad de obras, todas estrenadas con singular éxito y su intervención como actor y director en más de cuarenta obras en 20 años de carrera hablan no solo de su versatibilidad para encarar diversos géneros y personajes, sino que también nos muestra la pasión de alguien que ha dedicado su vida y energía al sueño de pulir, entrenar y presentar con dignidad los personajes que un guión oculta como un desafío de poder ver más haya de lo escrito. Conoce de diferentes premios con que ha sido distinguido a través de su carrera por ejemplo: 1992 Ganador del Concurso de salas del Centro Cultural Juan Martín de Pueyrredón. 1996 /1997 Ganador del Concurso de Salas del Centro Cultural Juan Martín de Pueyrredón. 1999/2000 “Humaitá” Dir. H. Martiarena. Ganador del Primer Premio en el Concurso de Proyectos y Antecedentes de la EMAD. Espectáculo que obtuvo el Premio Estrella de Mar como Mejor Espectáculo Marplatense y Mención Especial en el Premio José María Vilches. 1999 “La Irredenta” Premio Escudo de Teatro 2000. Premio Estrella de Mar para Laura Federico, como Mejor Actriz Marplatense 2001. 2006 “Amor en Irak” Premio Estrella de Mar 2006. Eduardo Alías nominado Mejor Actor Marplatense. Merceditas Elordi ganadora Mejor Actriz Marplatense. 2008 “Según Zicka” Premio Estrella de Mar 2008. Nominado Mejor Director Marplatense. Si uno se pone a mirar con atención en la progresión de sus actores se puede ver la mano de un director atento que los ha llevado a lograr personajes únicos a través de su búsqueda constante de aquello que no está La Avispa 49
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escrito, pero que él intuye que es lo que en verdad importa. Es conocido que un texto teatral consta de tres visiones, la del dramaturgo, la del director y la del actor, de Mario Carniglia se puede decir que abarca esas tres visiones ya que transita a cada momento por una de ellas con el afán de revelar “algo” más; como él dice: “existe en cada texto algo que no está escrito” y es su labor encontrar junto a sus actores el nudo de ese misterio oculto. Exprime la letra, su intelecto y a los actores con la firmeza de quienes saben lo que buscan y con la humildad de querer aprehender a cada momento algo más de aquellos a quienes dirige. Desde hace años dirige un taller de perfeccionamiento para actores en EL CLUB DEL TEATRO - Mar del Plata, también en la actualidad dirige “El patio de atrás” de C. Gorostiza y “Criminal, psicología de un asesinato” de Javier Daulte. Obras con las cuales logra semana a semana un éxito importante pero no inesperado ya que existe un público que lo sigue y conoce la trayectoria seria y humilde de un trabajador del teatro. Aquí alguna de sus respuestas a preguntas de La Avispa. ¿Cómo llega usted al teatro?: En el año 1991, vi “La Lección de Anatomía” y quedé muy impresionado, comencé un taller y no lo pude dejar más, fue un vicio instantáneo, a los 4 meses estaba debutando en el Teatro Colón de Mar del Plata haciendo un personaje secundario de Macbeth. De los fracasos... ¿cuál es el que más te ha afectado?: Hace unos diez años hice una obra que se llamaba “Homo Videns” suspendí más funciones de las que hice, y las que hice tenían entre 5 y 10 espectadores por noche, fue mi peor fracaso. ¿Recuerda el primer guión que leyó?: Amé mucho una obra que se llamó “Según Zicka” y me dolió mucho no lograr que trascendiera, no tuvo el recorrido que yo siento que merecía ¿Qué rol juega el teatro en el ámbito intelectual argentino?: Es mínimo el impacto del teatro artístico, porque es mínima su convocatoria, el teatro comercial y el oficial “culturoso” tienen una resonancia efímera y sin consecuencias perdurables, no hay en este momento –que yo vea– vanguardias revolucionarias, aunque si muy buen teatro ya en la madurez de algunos grandes autores-directores. 113
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¿Dramaturgos favoritos?: Juan Carlos Gené, Javier Daulte y Susana Torres Molina. Está en este momento leyendo alguna obra y si fuera así ¿Cual y Por qué?: Leo constantemente varios autores a la vez, en busca de material para mis talleres, para las muestras y por placer. Ahora por ejemplo estoy enamorado de ¿ESTÁS AHÍ? de Daulte, la obra que estoy ensayando y se estrenará en poco tiempo.
¿Qué obra suya o de otro director le gustaría reponer?: Esta respuesta cambia a cada momento, a veces fantaseo con hacer una puesta nueva de HUMAITÁ, de Hector Martiarena, en la que participé hace años, otras veces quisiera hacer textos que he visto en puestas que no me gustaron y siento que tienen potencial, pero siempre termino encarando cosas nuevas; en general obras de las que no he visto antes otras puestas. ¿Cómo ve usted al nuevo teatro argentino?: Por suerte, el “Nuevo Teatro Argentino” ha dejado atrás esa etapa en la que la fragmentación del texto, la búsqueda de la ruptura con el realismo y toda esa obsesión por romper con cualquier estructura hacían cada vez más grande la brecha entre la vanguardia y el público común. Ahora, La Avispa 49
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el teatro de Daulte o de Bartís por ejemplo. Es un teatro que construye puentes, un teatro vivo, intenso, sin divismos ni solemnidades. Pero con pretensiones de encontrar, en estructuras conocidas, los caminos que lleven al descubrimiento de nuevos mundos incluidos y escondidos en la esencia del teatro de todos los tiempos. Se juega con la idea que el teatro no comercial o under siempre lleva adherido a su espalda un tinte político o una idea muy hacia a la izquierda ¿Por qué se piensa eso y si es verdad a que se debe?: El Under es el teatro de los jóvenes, y los jóvenes, por suerte, siguen teniendo un marcado deseo de cambio y rebelión que es innato de la izquierda y el progresismo, pero no creo que TODO el Under sea político o de izquierda, mas bien es la disconformidad con el orden establecido lo que subyace en la mayoría de estas expresiones. Pero eso va fluctuando con los movimientos, los nuevos hacedores del teatro, y hasta con las modas. ¿Cómo inserta en lo cotidiano su labor teatral?: Para mi lo cotidiano ES mi labor teatral, o estoy jugando con mis hijos o estoy haciendo o pensando teatro. Comer, dormir, hablar y hacer o pensar teatro son igualmente cotidianos y comunes para mí. ¿Cuál es su límite ante una escena o un texto?: El buen gusto es el único límite. ¿Actuar o dirigir?: En este momento dirigir, pero de vez en cuando un poquito de pisar las tablas es bueno para mantener aceitada la máquina y da mucho placer.
Playa - Demian Mazur
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DIEZ PREGUNTAS SIMPLES
Una Obra: Manifiesto vs. Manifiesto de Susana Torres Molina. Un Autor: Susana Torres Molina. Un Docente: Antonio Mónaco (mi maestro como actor). Un Escritor: Guillermo Yanícola. Un Actor/Actriz: Laura Federico. Un Libro: Todos los fuegos el fuego, de Cortázar. Un color: Blanco con una franja roja cruzando en diagonal. Una Fecha: 27 de abril de 2002 (nació mi primer hijo y me cambió la vida). Un Sueño: Que River no se vaya al descenso. Un amigo: Pocos… pero buenos. Alejandro Gómez (halegomez2003@yahoo.com.ar)
Demian Mazur: poeta y fotógrafo aficionado, talleresbeta@yahoo.com
Pobreza - Demian Mazur
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Guión: hecho bastante real Dibujo: Débora Pereyra
Gustavo Araujo María Emma Acha 117
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REPORTAJES LOCALES
Por Gustavo Araujo
A pesar de la enorme cantidad de mails recibidos en la secretaría de redacción y también en el mío propio apoyando la eliminación total y absoluta de esta columna, decidimos con el apoyo total de la dirección de la revista, continuar regalando a todos ustedes estas semblanzas de los vates marplatenses ignorados por las marquesinas del establishment literario de la ciudad. En esta ocasión vamos a presentar la figura enorme e injustamente empequeñecida de quien nos ha entregado las más inflamadas poesías efímeras de todos los tiempos. Tanto es así que su labor ha trascendido los pequeños límites de nuestra escena poética para llegar a los confines del mundillo literario americano y porque no, mundial. Lectores fieles de La Avispa, respondiendo a sus deseos, hoy reporteamos a Didascalio Segurola, el famosísimo denostador serial de la ciudad de Mar del Plata. Convenimos con Didascalio encontrarnos en el clásico café de la diagonal, un lugar discreto donde pudiera lograr que mi entrevistado desgranara sus experiencias con la soltura del que se sabe ignorado. Didascalio llega a la mesa que ocupo contra la pared y toma su lugar sin que yo lo note. Así es él, si uno no lo busca pasa desapercibido. Su arte está en la sorpresa, en lo súbito e inesperado. Viste pantalón beige muy elegante y camisa haciendo juego. Lleva una cartera de mano pequeña que delicadamente pone sobre la mesa al lado del cortado con una salada. Su figura es menuda, de cabello entrecano y su característica voz aflautada. Parece una ardilla inquieta. Luego de acordar las minucias de la entrevista comienzo con un buen ataque: Didascalio, ¿usted cree en la poesía? Estimado señor, me sorprende con esa pregunta. Obviamente que creo. Sería un necio si negara la existencia de algo tan claro. Creo en la poesía pero también pienso que es como creer en la modestia de los políticos, es una cuestión de fe. Me parece que me expliqué mal, permítame hacerla de nuevo ¿usted cree en la poesía como un valor en sí, como algo que tiene su propia entidad? La Avispa 49
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Sigo sin entenderlo amigo mío, me parece que hoy no está muy claro, quizás sea muy temprano para usted, pero voy a tratar de contestarle. Creo en la poesía como un bien intangible que nos pertenece a todos porque nos da belleza, la olvidada belleza de las palabras. Por eso y nada más que por eso digo que creo en la poesía. Es algo tan obvio como decir que creo en la belleza. ¿Se considera poeta? No, la verdad no. Ese título me queda grande. De todos modos es muy loable que tantos seguidores que tengo en la ciudad me consideren así. ¿Qué es ser poeta? Para evitarle poner algo que no se corresponda con sus cultos lectores prefiero que guarde esa pregunta para alguien que de verdad lo sea. Pero en su corazoncito alguna esperanza debe tener… Si, mi querido, mis veleidades tengo, pero la prudencia me ha infor-mado que más vale callar aquello que no se conoce bien. Qué bien nos vendría que algunos hicieran lo mismo (pienso en algunos libros que he leído y me corre un escalofrío por la nuca). Sigo con mi intento. Usted que ha sido y es perseguido por sus expresiones artísticas, lo cual es muy lamentable por supuesto, ¿considera que el poeta es o debe ser un paria? Mire querido, si nos ponemos a considerar mi historial debería concederme que bien puedo ser un paria. Por largos períodos me ha sido difícil hasta caminar por la peatonal sin que me insultaran algunos energúmenos, mi pasión por la libertad de pensamiento me ha traído grandes dificultades con aquellos que no la soportan para otro que no sea de su cuño… Se lo concedo pero usted debe admitir que defenestrar a un intendente en funciones frente a todo el Concejo Deliberante no es algo que le traiga buenos amigos, seguramente usted lo sabe. Si, es verdad pero ¿porqué debo callar mi verdad?, o mi arte si usted lo considera así. Además peores cosas se han dicho y nadie se enojó, yo solamente tuve la mala fortuna de decirlo delante de su familia, pero era algo por todos sabido. ¿Recuerda concretamente lo que dijo esa tarde? 119
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Foto: Javiera Miraglia
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No como debiera, mi capacidad está en la improvisación y en el olvido, por eso duermo siempre como un bebé. Pero admito que estuve pensando un rato mientras esperaba que los lamebotas de siempre terminaran con sus discursos y me hicieran un espacio. Lo lindo fue que nadie me veía, la altura no es una de mis ventajas. Dije algo sobre el tamaño de su pene y su necesidad infantil de medirlo en cuanta mujer se acercara al despacho. ¿Recibió algún golpe? No, para nada, solo me pasó cerca el zapato de la secretaria de Cultura, buena puntería, teniendo en cuenta que ya me estaba yendo. Por supuesto que tuve que llevar el traje a la tintorería debido a los escupitajos de los correligionarios, pero no pasó a mayores. ¿En qué se inspira? En lo patético, en lo estúpido, en lo abusivo, en la mentira evidente y ocultada por todos para quedar bien, como cuando la dediqué una cita al obispo sobre lo horrendo que le quedaba el peluquín. Lástima que fue en la misa de Pascuas, pero eso hizo más linda la anécdota, ese día recibí catorce huevos de chocolate, la mayoría en el rostro. Me atinaron bien porque me había subido a un banco. Menos mal que estaba cerca de la salida de Mitre, las chupacirios pueden ser muy violentas. Mientras trato de imaginarme al obispo y su peluquín me pido un whisky doble, Didascalio solo me acepta otro cortado con un sobre de edulcorante. Pasan dos adolescentes y uno le grita un ¡GRANDE DIDASCALIO! que retumba en el café. El vate les agradece con un gesto incómodo. Aprovecho el giro de la situación y le apunto a la frente. ¿Tiene alguna idea de las repercusiones de su figura entre los jóvenes?, es algo evidente. Algo sé, mi nieto me contó que puso en Internet un video de mi regalo a Maradona cuando vino por la Davis y que lo han visto muchos seguidores. Me imagino que vino por ahí. Lástima que se ve cuando me patean la cabeza los patovicas, si fuera más alto al menos me habrían apuntado al pecho. ¿Le molesta que los chicos le griten por la calle, que lo alienten? Para nada querido, para nada. El día que no me pase eso me tira del Havana sin paracaídas. Ellos son lo mejor, no tienen filtro, dicen lo que sienten. Mientras sea con respeto acepto todo y lo uso como impulso. Piense usted en todas las mentiras que decimos los adultos para quedar bien, para ser aceptados, para conseguir algo. Me quedo La Avispa 49
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con la impulsividad de los jóvenes. Cuando le regalé mi poesía al decano de la Facultad de Letras los únicos que aplaudieron fueron los estudiantes. Es verdad, lo sabemos todos. Pero tenga en cuenta que los académicos no son muy afectos a lo popular, menos aún si les habla de Fontanarrosa, de Soriano, eso es mala palabra. Quizás compararlo con Paulino Tato fue un exceso. Fueron pecados de juventud mi querido, ya han pasado muchos años y le pedí disculpas, pero ellos no me revocaron la expulsión de la Facultad, nunca más pude volver a estudiar el profesorado. A esta altura de su vida, ¿se imagina como profesor de Literatura enseñando poesía en las escuelas a un montón de pendejos que no lo escuchan? … Cortésmente declina la respuesta y se va, solo con su pequeñez por la Diagonal. En la servilleta encuentro algo dedicado a mí y a La Avispa pero por delicadeza lo guardo para nuestro archivo. NdlR: Didascalio Segurola tiene más de quinientas visitas diarias en su blog. Se encuentran videos caseros en Youtube. También posee dirección en Facebook y en Twitter. Todo esto armado por su nieto, pichón de zorro, que tiene vendidos los derechos de los trabajos de su abuelo a una conocida marca de remeras de Mardel. Parece ser que Didascalio no lo sabe.
¡PATÉTICO PINTOR! Piensen, por poca plata pobre pintor popular, pero prestigioso, pinta patéticos paisajes para pequeñas postales (para perversos primates), pero privadamente persigue perfeccionarse. Parece pasivo pero pelea por progresar, posee personalidad. Presiente prestigio..., postergados premios, prepara pinturas para posible pinacoteca... ¿promesa? —“Pronto podrá pintar para prestigiosa presentación”— pero..., posee pésimas posibilidades. 121
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Prosigue plasmando pobres pinturas, pájaros, papagayos, parajes profanos, praderas, parcelas primaverales ¡Parques provinciales! para poder permutar por plata, pocos pesos para papas, pan, panchos, puerros, palmitos, pasteles, panqueques ¿Pepsi? pues precisa proteínas para prevenir padeceres. Pero paralelamente profesa pueril pasión por Picasso (¡Perdurable paladín! ¡Pincel perpetuo!). Piensa, persevera, persiste; pero pútridas pústulas psicológicas precarizan profundamente, parten parietales, producen parálisis. ¡Ponzoña! ¡Peste!, permutan personalidad por pena, posible paranoia persecutoria. Pandemonium. Permítese proferir plegarias para pedir perdón, por parásito, por perverso, por pusilánime, por pacato, por papanatas..., por poner pigmentos policromáticos patinados para pérfidas postales, ¡Puras patrañas! ¡Paupérrimo patrimonio! pide... ¿piedad? Paciencia... Pronto podrá, párpados pesados, profundas pupilas... Piensa. Paga precio plus, presionado por padecer pobreza, pero... posee proyectos, paleta plagada por pardos, púrpuras, pálidos pasteles, plomizos, plateados, profundos punzó; peleará... pues posee pabilo prendido profundamente. Perseverará. Pugnará por permutar pésimo panorama por poder parir prodigios pictóricos. Posteriormente, primaran pensamientos. Paulatinamente, peldaño por peldaño procurará pretendido pedestal, poseerá pináculos presagiados, principalmente Paris. Potestad. ¡Paz! Paradójicamente pérfida parca pegará puñalada, precipitará partida. ¡Panteón! Pastor protestante predica, positivas palabras, prudente panegírico. ¡Percibirá póstumos premios! Podrá perecer plácidamente. Periódico popular publica: “Profundo pesar por pronta partida...,” prosigue parlamento... posteriores párrafos publicitan por pantagruélicos precios: pintorescas postales pintadas por prestigioso pintor. ¡Pardiez!
María Emma Acha
(Punta Alta) (mariaemmaacha@yahoo.com.ar) La Avispa 49
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Elba Tesoriero Máximo Ballester Daniela Riccioni Gustavo Olaiz 123
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SERIAL WRITER - ARGENTINO SERIAL de Jorge Goyeneche editado por Gárgola Autor: Jorge Goyeneche nació en La Plata, donde reside actualmente. Es profesor de letras (UNLP). Colaboró entre otros medios, en las revistas Humor y Satiricón (1980-1990). Cofundó la revista Oliverio. Condujo el programa de radio: Toda la delantera en orsay (humor y literatura), escribió guiones televisivos y teatrales. Tradujo Sonetos a Orfeo de Rilke, Poesías completas de Poe, La Metamorfosis y El Proceso de Kafka. Es coautor de la Agenda de los escritores en el tiempo. Bibliografía: Toda la delantera en orsái (Último Reino), 2001), Semblantes de bestias (De los cuatro vientos, 2003), Que algo quedará y Mala Praxis. La dos últimas inéditas al salir la edición del presente libro en el año 2008. Tema del Libro: Los últimos veinte años de gobierno en la Argentina. Opinión: El sarcasmo y la sátira son ejercidos con profesionalismo. El autor maneja muy bien los hilos del humor de revista, medio en que se expresa en forma aguda, punzante. Acotado a un espacio en el que no hace falta dosificar ni crear la complicidad que obligue a leer la página siguiente. El intento de sostener la comisura de los labios hacia arriba durante 190 páginas lo hace caer en reiteraciones que terminan con el interés del lector antes de finalizar la lectura. En el siguiente al ocho o sea el capítulo diez (no entiendo por qué está salteado el capítulo nueve) página 124 dice textualmente: “Al cabo de una semana, como de costumbre, el meteorito informativo languideció dando paso a cinco días muy tensos con las imágenes de un ángel que había sido atrapado en Garmendia, un pueblo situado a ocho kilómetros de la Cordillera y a tres de la zona fronteriza. Un periodista estrella fue enviado al pueblo hermano para reportear al ser alado, que resultó ser muy viejo, con unas alas enormes y que hablaba en una lengua extraña, noruego tal vez. Mientras tanto pasó desapercibido el suicidio de varios testigos del caso Juampi. El filósofo Hoguer analizó sesudamente en el programa televisivo dominical las posibilidades de que el ser que descendiera tras una tormenta en Garmendia fuera realmente un ángel” La Avispa 49
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Sin duda el autor tomó argumento y título prestados y se olvidó de agradecerle a su autor, Gabriel García Márquez haber escrito el cuento “Un hombre muy viejo con una alas enormes”, que se basa, oh casualidad, en la aparición luego de una gran tormenta, de un raro pájaro que podría ser un ángel que habla en un idioma incomprensible. No creo ser imprudente cuando señalo que un profesor de letras como es el caso de Jorge Goyeneche no puede escribir, como se lee en el párrafo transcripto “Pasó desapercibido” por “pasó inadvertido”. Si el propósito del libro es usar el humor para contrabandear la tragedia, está muy bien, el tema lo merece pero lástima grande, se quedó a mitad de camino. Elba Tesoriero (eteaqui@copetel.com.ar)
Del otro lado, lo ausente Marcela García Ferré Editorial Vinciguerra, CABA. 2010, 64 páginas
En Del otro lado, lo ausente, Marcela García Ferré logra plasmar delicados instantes, sueños de párpados abiertos e inquietudes de su alma mediante poemas que se dejan leer como si pasara agua por nuestras manos. Son búsqueda inquebrantable, manotazos a la nada para extraer jugos sagrados de cuestiones y misterios. Desde su interior, Marcela nos habla de lo oscuro y echa luz; nos señala el otro lado y abre puertas como conjuros; nos conmina a entrar por caminos en los que sólo ella parece tener una palabra encendida para guiarnos. Máximo Ballester (maximoballester40@hotmail.com) GRUPO DELAPALABRA 125
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María Montserrat Bertrán - AGUA DE AMAR Edición Araucaria Editora - Serie Arte y Literatura - Buenos Aires e-mail: ma_montserrat@yahoo.com.ar Profundos pensamientos flotan y deslizan de manera diáfana, desde la fuente que entrega gota a gota este “Agua de Amar”. AGUA DE AMAR = AGUA DE VIDA Este pequeño pero hermoso libro, es un canto a la vida y al renacer, en todas sus páginas. Reafirma esto en la gota, el agua que corre, la tierra en la resina, la hierba, la primavera símbolo del renacer; la lluvia que se integra al río que incansable sigue su curso y a la vez es vida y sueño de vida. Esto se mezcla con la incógnita del origen de la propia vida. El no tener memoria de la generación y fusión iniciales, pero sin dudas, ser. Agrega, además, el sentido que le da a la palabra río, como latido, que vuelve a ser sinónimo de vida. Y el amor, sentimiento supremo e infaltable “para nacer de nuevo… y en tus manos”. O cuando afirma “sólo una hora y una piel/ acarician los límites azules”. El amor de mar y arena “cómo abraza y consuela…” , “cabe en un solo ojo…” “Cara a cara con la luna, en este único paisaje circular”.. María Montserrat Bertrán es poeta y cuentista nacida en Haedo, (Pcia. de Buenos Aires), en el año 1957. Editó sus poemarios: Aproximaciones (1986), El Arco de la Mirada (1990) y En el Mar de su Nombre (2000).
Mujer - Javiera Miraglia
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Daniela Riccioni (leonital307@yahoo.com.ar)
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La AMANTE de MOZART Gabriella Bianco Editorial Biblos, 2006
Mientras una de las “Pequeñas tragedias” de Pushkin, la ópera “Mozart y Salieri” de Nikolai Rimsky-Korsakov y la obra de teatro “Amadeus” de Peter Shaffer (luego película de Milos Forman), se basan en la hipótesis de un envidioso Salieri que causa la muerte de Mozart esta novela de Bianco trata el tema como un drama pasional. Las cuatro obras de arte minimizan el hecho que la vida era muy frágil en esa época al explicar la muerte del músico a un poco más de un mes de cumplir los 36 años (por ejemplo solo dos de sus seis hijos superaron el año de vida). Narrada desde la vida de la esposa de un compañero de Mozart en la francmasonería (la logia Esperanza Coronada), mujer y alumna a quien el compositor dedicó el concierto K595 “Para Magdalena”. La novela habla de las infidelidades mutuas de Mozart y su mujer Constanza, de los años finales de la vida del músico. De los acontecimientos que provocaron su muerte. Y de un hijo no reconocido del genio.
Firma de Mozart La ciudad: Viena. La época: la de la revolución francesa. El amor: entre Magdalena Pokorny y Wolfgang A. Mozart. La novela comienza con Magdalena viuda, madre de un hijo de Mozart y con graves cicatrices en su cara y su cuello. Ha prometido a Constanza no revelar que el padre de su hijo es el compositor fallecido. Nos dice Carlos Vera en la contratapa de libro: “una arrolladora historia pasional con un final tan romántico que propone el amor más allá de la muerte, amor contra el que la muerte nada puede, amor ineluctable, inmenso, eterno e infinito, a pesar de sus consecuencias terrenales y contingentes.”
Gustavo Olaiz (gsolaiz@gmail.com) 127
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Índice Editorial ...................................................... pág 3 Entrevista Robert Roth por Luis Benítez .......................... pág 5 Poesía ........................................................ pág 19 Posada / Cartaginese / Romano / Alfonsi / Parra / Idiazabal / Barba / Campaneto / Fontana / Ardila-Segovia / Ferreira / Leiro / Riquenes García / Cuentos y relatos ................................................. pág 31 Battiston / Bruch / Acosta / Sorrentino / Ramos / Medina Castro / Sánchez Magariños / Prieto / Aznar / DOSSIER MÉXICO ................................................... pág 51 Ramírez / Acosta / Cenobio / Alanís / Vázquez Hernández / Reyes / Salazar / Garrigóz / Cruz Soto / González Torres / Mendoza / Morales / Nota y ensayos Las cosas no se tocan Víctor Clementi .......................... pág 82 ¿Qué significa desesperarse? Acerca de Jugar a la desesperación de G. Ibáñez por David Alberto Fuks ....... pág 83 Un intento de unir Filosofía y Poesía por Alberto Noguerol ................................................ pág 87 Talleres .................................................................... pág 91 Cine y TV por Gabriel Cabrejas ............................. pág 97 Plástica ............................................................... pág 105 Vicente Heca por Gloria Mariño Teatro ................................................................... pág 111 Mario Carneglia por Alejandro Gómez Humor con Araujo y Acha ...................................... pág 117 Reseñas ................................................................. pág 123