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Ot o単o 2014
Staff Idea: Marcela Predieri (marcela.predieri@gmail.com) Director: Gustavo Olaiz (gsolaiz@gmail.com) Secretaria de redacción: Cristina Mendiry (cmendiry@hotmail.com) Realización: “DELAPALABRA” Grupos de Estudio y Creación Literaria Página WEB: www.delapalabra.com.ar Editor responsable: Ricardo Marcelo Martín Catamarca 3002 - 7600 Mar del Plata - Buenos Aires - Argentina e-mail: editor@editorialmartin.com Diagramación y armado: Gustavo Olaiz Foto de Tapa: “Salto cualitativo” - Max Costa Martínez Corrección: Silvia Politano (silviabpolitano@gmail.com) Colaboradores: Ana Labandal - Marcela Predieri Roberto Di Vita - Gabriel Cabrejas Rodrigo Ramos - Graciela Barbero
LA AVISPA (Versión digital): www.delapalabra.com.ar/revistaLA2.htm Colaboraciones a: avispa.mdp@gmail.com Libros y/o revistas a: Pellegrini 3637 - 7600 - Mar del Plata La dirección no se hace responsable de los conceptos vertidos por los autores. Permitida su reproducción por cualquier medio (es más se agradece) siempre y cuando se respete el nombre del autor y se cite la fuente.
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Edit orial Controvertidos y fundamentales. Aquellos encargados de abrir caminos se convierten en algo así como instituciones. Realizadores de lo popular abarcando a sus contemporáneos. Tienen fans y detractores, pero jamás pasan inadvertidos. Y hasta podríamos observar que los que se anotan en las filas de los detractores, también admiran en ellos alguna que otra “cosilla”. Gobiernan sueños y pesadillas. Tal vez, uno de los mayores equívocos en la historia. Más allá de las imágenes y los sonidos, quizá sean los que mejor han resistido el paso del tiempo, más abiertos a posibles lecturas e interpretaciones, aún contradictorias. Anticipan cambios, si no radicales, al menos, profundos. Indicios de que ya nada es “tan sencillo”. Tragicomedia, lo grotesco y lo circense. Una mirada impresionista que revela el interior más profundo de sus personajes. Como un neorrealismo italiano que genera esa impresión de horror y cuenta nueva. En todo caso, la idea central es la transfiguración espiritual a partir del sufrimiento personal. Como un plano nocturno de calles, plazas y fuentes donde vagabundean febrilmente las criaturas. “El mundo les queda chico”, se decía hace muchos años… ¿¡Y por qué les quedará chico!? Quizá sólo sea que ellos son los grandes, y dejan limpio el horizonte para nuevas aventuras. Cristina Mendiry - (Pilar) cmendiry@hotmail.com
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Ya por el número 60. Números redondos, más redondo que el cero no hay, y el seis con sus curvas elípticas también. Incorporando a nuevos escritores que no habían participando nunca en nuestra revista como el músico Juan Brando, Diego Puig, Federico Lenz y Rodrigo Ezequiel Ramos (no confundir con el profesor Marcos Rodrigo Ramos presente en muchos números de la revista). Los cuatro residentes en Mar del Plata. Integran nuestras páginas gente del resto del país como de otros países como es común desde hace años. Nuestra revista tiene su edición en papel, cuando se agota la tirada o bien se imprime otro número queda disponible gratis su versión digital en PDF en el sitio del Grupo DELAPALABRA con URL www.delapalabra.com.ar en menú revista. Este número es el decimocuarto en formato libro y el cuarto luego del fin del mundo de diciembre del 2012. Gustavo Olaiz - (Mar del Plata) www.nosehagaelartista.blogspot.com.ar gsolaiz@gmail.com
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Ent revist a
Cyberentrevista: a Gast贸n Ferrer por Max Costa Mart铆nez 5
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Entrevista •
Inicio de la conversación 14 de noviembre 14/11/2013 10:42 Max Costa Martinez
hola... Soy alguien de La Revista La Avispa me interesa hacerte una nota porque me voló la mente lo q haces, tu arte por lo menos lo que ví en La Prosa Mutante... tus performances en torno a lo poético... si estás de acuerdo nos juntamos en un café Abrazo 14/11/2013 11:07 Gaston Ferrer
hola, la hacemos por acá... estoy en México DF, desarrollando una performance poética. Estado Desértico. www.proyectoistmo.blogspot.com Cuando quieras, también tenemos nuestro eskipe o si querés la hacemos x acá... como gustes colega.
18/11/2013 13:24 Max Costa Martinez
Prefiero por chat, de hecho le estuve comentando al editor de poner el chat directamente... vamos a ver si se puede 19/11/2013 0:22
Gaston Ferrer
ok, mande nomás... 19/11/2013 10:51 Max Costa Martinez
¿Cómo llegas a México, Gastón, como parte de una gira o con la idea de plantear tu espectáculo allá? 19/11/2013 11:00 Gaston Ferrer
En Mayo, surgió la posibilidad de Hacer Proyecto Istmo, junto a Sol Besoytaorube... mi compañera ahora de ruta. El punto de encuentro fue Panamá, es ahí donde nació Proyecto Istmo... decidimos subir por tierra a Costa Rica, donde hicimos la primera Performance “El loco de Escazu”. Creíamos que el istmo era parte del viaje, por eso se llama Proyecto Istmo... arte sonoro y escénico. La Avispa 60 6
Entrevista
19/11/2013 11:03 Gaston Ferrer
Después de tres meses de residencia en San José, la intención era seguir subiendo y renovar la visa, habíamos bajado a Nicaragua, tierra de encanto, pero lo que más nos motivó era desarrollar una obra que hable del lenguaje, de la tierra, de la denuncia del ser... cruzamos 5 fronteras y llegamos a Chiapas... una ciudad fuera del tiempo, las lenguas se cruzan con el intelecto, la tierra manda, el simbolismo es parte del ritual de la vida... Cuando llegamos al Df, planteamos Estado Desértico... el aislamiento del hombre, la ironía al hombre moderno, y la pesadilla que vive el ser inmaterial... el Df es un caos donde el futuro come con el pasado del hambre del pueblo.
19/11/2013 11:12 Max Costa Martinez
Decís que creían que el istmo era parte del viaje ¿Ya no lo piensan así? 19/11/2013 11:15 Gaston Ferrer
Sigue siendo así... se entiende como istmo lengua que cubre dos orillas, franja alargada de tierra que une ciudades y continentes. Imagínate que viajamos 5 días hasta llegar a México, el ombligo de la luna, como se dice aquí 7
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Entrevista
19/11/2013 12:05 Max Costa Martinez
¿Que significa esa frase? No quiero irme por las ramas pero... 19/11/2013 12:20 Gaston Ferrer
En la mitología y tradición México para los aztecas era el centro de la tierra para los dioses, tanto la astrología y el conocimiento estaban en el centro de México. No quiero marearte... jajaja 19/11/2013 12:42 Max Costa Martinez
No, con lo q dijiste es suficiente. Debió ser una experiencia bestial esa q han vivido hasta ahora. Con personas inolvidables y otras no gratas. Proyecto istmo, ¿es una performance donde vos sos el protagonista o Sol Besoytaorube trabaja a la par tuya en escena? 19/11/2013 19:04 Gaston Ferrer
Estoy solo en escena, ella hace la producción, fotos en vivo. Hay tres estados, más dramaturgia poética. 19/11/2013 21:47 Max Costa Martinez
No entendí mucho. ¿Cómo sería eso?
19/11/2013 22:50 Gaston Ferrer
Que la obra se compone de tres actos. Acto 1 ser inmaterial, acto 2 hombre modelo, acto 3 brujo. Estos tres actos son los tres estados. 20/11/2013 8:48 Max Costa Martinez
¿Aparte de tu cuerpo y la palabra, que herramientas y objetos participan en la performance? 20/11/2013 11:40 Gaston Ferrer
Copal, base de cerámica donde pongo carbón... maíz, rallador... cremas... una cuerda donde manipulo la misma… con mi cuerpo, dos bases a modo de podio donde se descubre el ser de su traje y recita. 20/11/2013 23:14 Max Costa Martinez
¿Che, tenés algún contacto con el público en este espectáculo? La Avispa 60
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Entrevista
20/11/2013 23:16 Gaston Ferrer
Sep, les cubro los pies con tierra... les rallo maíz encima, idea de la traición a la tierra o denuncia. El público al entrar deja sus nombres escritos, luego los leo y los entierro... entierro su ego. 20/11/2013 23:17 Max Costa Martinez
¿De la cultura de México?
20/11/2013 23:18 Gaston Ferrer
Si, contar el olvido de quienes son. La sociedad de aquí, se emparenta más con los españoles... pocos recuerdan que ellos mataron el 90 por ciento de la población. 21/11/2013 0:38 Gaston Ferrer
El 9 de dic le entrego parte del nuevo libro a una edit de aquí a ver si me editan. 21/11/2013 0:39 Max Costa Martinez
Todo el éxito.
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Entrevista
21/11/2013 0:39 Gaston Ferrer
A esta altura con lo difícil que es... no sé… haré fuerza 25/11/2013 15:53 Max Costa Martinez
Contame un poco, de que trataría el libro ¿sería la autobiografía de proyecto itsmo? 25/11/2013 20:33 Gaston Ferrer
No, el libro lo vengo escribiendo desde hace dos años... Uorcs, Pensamiento del hombre sin cabeza. Es un ensayo poético y pensamiento en voz alta. Vuelvo a la poesía apócrifa... había un hueco que quería indagar... Seria la trilogía que arranco con “agonía y desvelo” poemas escénicos Desiderátum, secuencia de un viaje. 25/11/2013 23:25 Max Costa Martinez
Decime, ¿tenés algo más q me quieras decir o creas necesario hacerlo? 25/11/2013 23:26 Gaston Ferrer
Que estrenamos Estado desértico se estrena el 23 de Enero en ciudad de Puebla. Y que gracias a la poesía vivo, respiro. 25/11/2013 23:27 Max Costa
Martinez
Ok, muchas gracias por darnos la oportunidad de charlar con vos, sos muy humilde porque yo que te he visto actuar puedo afirmar que la poesía vive a través tuyo.
GASTÓN FERRER - www.proyectoistmo.blogspot.com MAXIMILIANO COSTA MARTÍNEZ - maxcosta33@gmail.com - www.nosehagaelartista.blogspot.com.ar
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Poesía HERNÁN CISTERNAS ANDREA MARÍN GABRIEL AVILÉS ANAMARÍA MAYOL ROBERTO DI VITA DEMIAN MAZUR GERARDO MOLINA OLGA BERTINETTI CRISTINA QUINTANA LOUDET RODRIGO EZEQUIEL RAMOS VICTORIA FREIJO VÍCTOR CLEMENTI ALFREDO VILLEGAS OROMÍ FELIPE ISSA ROSSY EVELYN LIMA 11
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Poesía
Ahí viene cabalgando la muerte Trastabillando por la esquina del ojo La muerte se presenta de a poco. La veo sumergida a su antojo y me mira cual dichosa bulímica a su presa . La veo con cresta y sus plumas de negro iridiscente. Y dos patas con tres dedos y la guadaña y sus dientes. Aquella me masturba la noche. Y su presa despierta, para verla de frente No me dejes soñar, revienta el silencio con un quejido y su última vez. el velo del ojo se marchita y su apertura se encabrita y el reposo del cuerpo se despierta, para escuchar el ultimo latido y su gesta. ahí viene cabalgando la muerte a caballo alquitrán sus patas y su señal
HERNÁN CISTERNAS
© cisternas.hernan@gmail.com (CHILE) La Avispa 60
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Poesía
COFRES DE SANGRE A la memoria de mi madre, Charito
Buscando un pendiente estaba al pie de la escalera —vieja costilla envuelta en cien capas de vida enmudecida— sujetando la ventana para que no le caiga encima la oscuridad como un monte calvario sobre su cabellera. Buscando un pendiente su tiempo se fue maquillando de sepia las metáforas de su mente eran autorretratos anónimos y su paso quieto buscó refugio fuera de sus carcomidos zapatos. Buscando un pendiente la manta que antes era alegría a su llegada se descosió junto con su piel mate y las hojas del otoño robando lágrimas y sueños rotos al amanecer. Buscando un pendiente los días tambalearon en el calendario vencido de asignaturas suspendidas una mañana cualquiera de mayo y el techo parió lluvia de anhelos recordados. Buscando un pendiente la escalera se hizo polvo en los ojos los anillos de los años se amotinaron y fueron pendientes en otros cofres de sangre.
ANDREA MARIN
andreamarin65@hotmail.com www.nosehagaelartista.blogspot.com.ar 13
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Poesía
DES- INTENTAR Des- intentar acercar la boca a tu cuerpo a tu orilla tu sombra destejer la trama del recuerdo deshacer beso por beso con la lengua los dientes la saliva el aliento des andar tu piel descascararse saliendo del follaje des vestir el dolor del desamor en cada llanto des guarnecerse en la intemperie de una misma des integrar la arena desde los ojos del fuego hacerse piedra nuevamente
ANA MARÍA MAYOL
(San Martín de los Andes, Neuquén) La Avispa 60
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AJUSTE
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Poesía Antipoema
“Por la crisis económica dos italianos se mataron a lo bonzo” “Por no ajustar renunció una ministra en soledad” “Un desocupado mató a su jefe frente al Empire State” ¿Cuántos ajustes se necesitan para ajustar las cuentas con los ajustadores?
En nuestro ático Sólo se izan Mancos Tuertos ROBERTO ROMEO DI VITA Tullidos robertoromeodivita@gmail.com Así la gonorrea (San Martín, Bs. As.) Manifiesta el calvario De nodrizas sin tetas Que derraman podredumbre Por la boca del niño no nato Mientras, el furor consume La sífilis en donde se une La sed de tu sorna Y mi estúpido morbo De POEMAS DE LA DECADENCIA
GABRIEL AVILÉS (Cancún, MÉXICO)
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Poesía
Amar El desatino bravo de no hallar otra salida… Graba en el amor tu desvarío ante lo injusto. Pero ama sin piedad por lo pasado y futuro. Aunque sepas, siempre el lecho se desarma. Ama sin la precaución de perderte sin sentido. Y te prive del consuelo de la soledad y la muerte. Aunque te fundas en la torpeza desconcertada. Y sea tu locura y el más profundo dolor, amar. Persiste en aquel error único como la lluvia. Entra en la tierra fértil a pesar de las rocas. Recrea perpetuo la eternidad del instante; Aprende y sostiene aún ante la fatalidad… En la oscuridad y en el absurdo, ansiosamente. De la prisa del desespero y el silencio del beso. Ama con la desdicha de saber sobre el amor… Y que aquello que ames te hunda en cada herida. MAZUR
DEMIAN MAZUR La Avispa 60
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(CABA)
Poesía
Sembradores Insomnes A Oscar Guiñazú Álvarez
La poesía es un arma cargada de futuro. Gabriel Celaya
Sembradores insomnes del verbo y de la vida, El mundo acaso vive porque ustedes vivieron Y enseñaron el canto de la paz y la siembra. Hay que plantar más árboles y libertar los pájaros, Hay que abrir las compuertas del corazón un día Y poblar todo el orbe de sana rebeldía Y llevar la palabra del amor a los pueblos. El poeta es el hombre vencedor de los tiempos, La riqueza se extingue, el poder se destruye Y caen los imperios y los héroes de barro. Mas su palabra sigue como filosa estrella Horadando el silencio, penetrando en las almas. La poesía es más fuerte que el odio y la metralla Y es verbo redentor la poesía en el tiempo. ¡Hay que plantar más árboles y libertar los pájaros, Hay que abrir las compuertas del corazón un día Y poblar todo el orbe de sana rebeldía Y llevar la palabra del amor a los pueblos! ¡Hay que plantar más árboles y libertar los pájaros!
GERARDO MOLINA
gerardomolina@adinet.com.uy (URUGUAY) 17
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Be
sam
e
sin lógica un domingo que duplique los jueves y los martes Arrojate en el trapecio de los cuerpos mirame a través de mis hilos de sangre besa mi sendero deshecho en lluvia Esclavo sumiso de esta alcoba invadime de silencios y de gritos que las lenguas acaricien las semillas excitantes y los labios apacigüen las demandas Dale permiso a mis manos dejalas correr. hacia el deseo blanco de la entrega al ritmo pausado al jadeo y al desmayo Sobre nuestras piernas un vaso de vino calme tu ayuno el dulzor amanezca mientras el verano siembra copos en mi vientre Nos amamos sin palabras en un río invisible precipitado de espejos más tarde las aguas dormidas golpearán tu espalda la nieve entrará en mi manta florecerá el ciruelo Durante el sueño seremos fieles como una gota de rocío en la punta de una hoja el viento soplará mi boca y apagará el incendio mientras el invierno pasa
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OLGA BERTINETTI (Mar del Plata) - pinochafiestas@yahoo.com.ar
Poesía
Poesía
Modorra en gris Hoy la tarde ha colocado en su solapa una mariposa de trajecito gris. El rocío murmura palabras que no sé mientras la lluvia arremolina hojas sobre la hierba y escribe ocres susurros de otoño. Una queja olvidada, lenta, enciende un tic tac. Su modorra acompaña un concierto de piano en la radio que con pétalos, perfuma la vereda. Yo me quedo, vivando, un suave tamborileo de agua.
CRISTINA QUINTANA LOUDET cristinaquintanaloudet@yahoo.com.ar (Mar del Plata) 19
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Poesía DA CAPO
Me caí del poema de alguien, por alguna razón se terminaron los renglones en algún tiempo (¿pasado? ¿futuro?). Entonces soñé que comenzaba a subir escalón por escalón de un pentagrama infinito, me trepaba por las corcheas, me hacía un sombrero con una figura negra, descalza bailaba en esos compases locos, en esas notas infantiles (cuidate nena tonta, es sólo un sueño…) Mañana cuando me levante Edith cantará que la vida es rosa y yo cerraré mis ojos con fuerza y huiré volando por el aliento de su garganta, cinco minutos más hasta abrir los ojos a esta realidad construida con recortecitos de otras, cosida al descuido, sin dedal, sin moldes ni tijeras, los pies en el piso y el frío que comienza a correr por mis piernas, que abraza mi espalda y mi cabello revuelto. Busco el pantalón y el saco, pero no recuerdo dónde dejé el amor. ¿Qué hora es? (¿importa acaso?) Muerde mis labios una realidad turbia, un vacío lleno de murmullos imperceptibles, la garganta con un nudo marinero, los ojos desvelados, la piel hecha de besos de antaño, un jardín que me espera con una guitarra, buscar un solo motivo para seguir que valga por mil excusas. Hay que aprender a figurarse salidas de emergencia que desembocan en llanuras donde el sol calienta las sienes con ternura y la brisa es a penas cálida, a penas terciopelo, a penas una mueca, una sonrisa, una caricia amorosa, el recuerdo más dulce y más inagotable que pueda existir.
VICTORIA FREIJO
(Mar Del Plata) - ladina17@hotmail.com www.flora-book.blogspot.com.ar La Avispa 60
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Poesía
Sueños Se anuncian y en ausencia del sol. ¡Centinelas! Por detrás de los postigos blancos, envejecidos, arriban. Por debajo de la luz tenue en retirada. Oscuros, a tientas, merodean las fronteras de la cama, a rastras, entre las sombreadas figuras de las paredes. Vigilan, esperan. Dan tormento en abismos oníricos, sumergidos, exhuman la muerte. Dando vida. Aquella, mínima, ingozable. Aquella que recuerda la falta de sí. Aquella que refuerza la negrura de la noche. Estrujan el alma y el temperamento doblegando la fe. Dan origen a las locuras de mañana; Y a las penurias que en la tarde se precipitan en un pasmado llanto de febrero cuando la noche retorna.
RODRIGO EZEQUIEL RAMOS
(Mar del Plata) ramosrodrigoe@hotmail.com www.unnuevoborrador.blogspot.com.ar 21
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Poesía
MEMORIAS DE ARAMINDA “Déjame sola: oyes romper los brotes... te acuna un pie celeste desde arriba y un pájaro te traza unos compases para que olvides...” Alfonsina Storni
Herida por el alba ella escribe. ¿Adónde van sus manos cuando le hablan del mar? ¿En qué piedra habrá tallado su voz y su memoria? Ella no lo dice. Cree que no lo sabe porque han sido todas, cada una: solitarias piedras en el agua. Las que ella, de mañana, sigue viendo desvestida por la luz que la rodea mientras escribe y seguirá escribiendo para ella.
Del libro MONTEVIDEO AL SUR Premio Único FUNDACIÓN MARÍA DEL VILLAR BERRUEZO 2005 – Tafalla – Navarra – España
ALFREDO MARÍA VILLEGAS OROMÍ
Argentina / Uruguay – amvillegasoromi@gmail.com (Punta del Este, URUGUAY) La Avispa 60 22
Poesía
Ella Ella me saluda con su vientre abierto de palomas bajo el tiempo dormido. Brevemente dispuesta a consolarme con sus manos trepando la lluvia. Ella me dialoga más allá de idiomas el instante único. Con sogas deshilachadas en el vientre y manos que desatan la espuma, ella hace esculturas con su aliento.
De “20 Poemas sin Amor y un Rock and Roll descerebrado”
VÍCTOR CLEMENTI
victorclementinasif@yahoo.com.ar www.lacocuzza.blogspot.com.ar
Conventillo derrumbado, sin hijos, ni una hebra de misterio. Las diez en un reloj que ya no existe y ella no aparece. Debería cuestionarme si ella alguna vez existirá o refinaré mi nostalgia para un poema definitivo. No sé si agradecer su ausencia, supongo que evitaría otra desilusión. Además, aquel conventillo que tampoco existe ya no sería excusa ni promesa de suicidio. 23
VÍCTOR CLEMENTI
Conventillo
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Poesía PEQUEÑEZ SOSLAYADA El rojo detiene la marcha, los autos ronronean en la esquina que choca la playa Y la niña avanza Una camperita a cuadros la protege de humedades exudadas de esos que pasean Esos que no la ven Esos que, en la metría de sus egos, crean universos paralelos Esos que no oyen los gritos de su panza entre el bullicio de sus ingestas Y la niña avanza Su nombre mordido estalla en la boca vacía de una mujer: Brenda… Glenda… Es igual. Siempre nena. Nadie sabe que está, solo esa mujer que quiere cruzar la calle Y la niña avanza. Una bolsa de pan duro cuelga de su mano, trofeo de su pequeñez soslayada Sus pasos son inciertos, breves y sus dientes de leche se clavan en el hambre que la hiere Ella también quiere cruzar pero en sus ojos se desdibuja la mirada Y zigzaguea mientras su nombre retumba en los silencios de esos que evaden las verdades Y la niña avanza. Su brazo es alzado con fuerza, sus pies caminan el aire, su apatía cruza el viento, la calle Como esos. Esos que no la ven. Esos que siguen su camino... Su camino de indiferencia. Esos con sus barrigas llenas y sus realidades enmascaradas Siempre mirando hacia arriba porque allí, abajo, no hay nada más que espanto El rojo desaparece, el verde cede el paso. Los motores escupen nubes de calor Y la niña avanza Del otro lado de la calzada La Avispa 60
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ANDREA MARIN
Una bolsa de pan duro cuelga de su mano… Y a cada paso retrocede hacia el precipicio de su alma.
Poesía
andreamarin65@hotmail.com - (Mar del Plata) www.nosehagaelartista.blogspot.com.ar
Con su brazo dolorido y alejada de esa mujer que bien puede ser una madre Entre ojotas y piernas bronceadas. Entre el desamparo. Entre la desilusión de no saber... de no tener remedio Y la niña avanza Con sus piecitos descalzos.
*** A Mar del Plata, Argentina
En su lápida, los mares deciden ser apologías, Anagramas de su historia Menos párvulos dibujando catástrofes De Hemingway que se arraiga al delirio Tampoco hipérbole del sargazo Ni apoplejía del bastardo Que se enfurece Como voluta resignada a evaporarse Y repite incansable: Siempre Mar, Mar Oxidado, Lejano pero Mar.
GABRIEL AVILÉS (Cancún, MÉXICO) 25
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Poesía SIMIENTE este poema abrasará ese árbol que paciente regaste una vida hará que sus ramas se disparen en savia de luz crepitará la corteza arderá el follaje desatará el viento rugirá la tierra y el tronco estoico parecerá morir en eterno ritual habrá mil incendios tantos como se escuche la palabra arderán miles de bosques tormentas y huracanes de letras romperán el orden de las cosas mas en la tierra yerma humeantes confundidas las certezas pilares de la nada ruina horizonte desolado —que si hay esperanza... —tú eres la esperanza —en esa tierra busca verás brotar verde una semilla se nutrirá mineral ciencia de tu árbol en cenizas y esta incertidumbre que te corroe ahora deberás hacer crecer el retoño en nuevas vidas simiente de la palabra ella capitana de los fuegos La Avispa 60
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Poesía
tendrás que velar su sueño —ya no dormirás contarle estas otras verdades que buscarás entre los negros ladrillos y el más allá de tus nuevos rojos afiebrados del azul profundo que bucearán del ocre del desamparo —averigua tú solo no preguntes romperás los espejos ningún sueño será refugio ya no querrás otro mundo, solo éste —sabrás de Boccanera y cuando vuelvas de tu viaje incierto escombros gemidos dioses boqueando desnúdate y abraza ese tronco aún frágil en su promesa y dile que nació de tus entrañas y su padre es el fuego de la palabra.
FELIPE ISSA
fisapel@gmail.com (Mar del Plata) 27
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Poesía
Caminando Traigo el ritmo de un elefante en estampida sobre un valle de sombras, son transparentes mis patas mas no mi paso, tengo el ritmo de un elefante, me estoy meciendo, el tiempo se esconde plácido en mis grietas, se descuelga en mi piel, me estoy meciendo, mi huella pesada es una marca imborrable.
En el asfalto soy pluma de ave y guardo en una esfera la floresta pulverizada de todas las criaturas. El viento que me traslada es la poesía que habita enterrada dentro de mi pecho pues soy más tierra que nube. La Avispa 60
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r.e.limapadilla@gmail.com (Texas, USA)
Vivo como chicharra, guiándome por el sonido de mis alas, sonido cardinal de mis destinos, sonido de madera, sonido que se alterna en el espacio fulminante de mil cuevas, sonido que me parte por la mitad como cuchillo sonido que tal vez sea llanto.
ROSSY EVELYN LIMA
Soy fugaz como luciérnaga, un relámpago verde brota de mis ojos para iluminar la vereda, voy silenciosa entre las ramas, busco mi hogar en todo lo tibio, vuelo bajo, sin mirar arriba pues soy más tierra que nube.
Cuent os y relat os
ROBERTO ROMEO DI VITA ROBERTO MOSCOLONI AARAON CRUZ SOTO OLGA BERTINETTI FEDERICO LENZ DIEGO PUIG MARCELA PREDIERI MARCELO PARRA SUSANA TRAJTEMBERG
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Cuentos y relatos TARUCA
“Así que vos sos el famoso Taruca, el capo de la hinchada, el que pisa fuerte en el Oeste. Vas a quedar livianito como una paloma, ya vas a ver cuando te pasemos por la picadora.” Las palabras del comisario todavía resonaban en los oídos de Taruca, tirado en el suelo, con las manos atadas. Intentaba sentarse sobre el portland helado del tubo donde estaba metido, un dolor fuerte en la espalda se lo impedía, tal vez la patada de uno de los tiras que no pudo ver le había entrado hasta los riñones; el resto del cuerpo era una masa de moretones y de sangre coagulada. “Firmá, hijodeputa, de una vez y te dejamos tranquilo por unos días.” Otra vez la lámpara con su voz que se acerca y su luz que se pierde. “Dale pibe, shee piola, decí lo que hiciste y portate bien.” Ahora es esa voz grasienta como una bolsa de ruinas machacando la noche. Y están los otros, los que se dicen amigos, quizá los peores, con sus consejos, sus palabras a medias, sus risitas cómplices, sus pasos que resuenan en los cuatro costados. Se va lentamente la noche, otras horas oscuras que se discurren entre los dedos, nadie que llega desde el conocimiento para hacer más sensible la soledad, el dolor, la amargura de la derrota. Taruca piensa en su casa. “Tarde para pensar ya en los míos”, se dice, mordiéndose los labios; piensa en los mellizos que no están junto a él, y por los cuales no quiso irse, la recuerda todavía a Bety, y se estrecha contra la puerta de hierro hasta fundirse de plomo y estaño. Después de tantos años de locura, de perderse en ese metejón sin sentido, la que lo batió lo dejó forfai para siempre. Siguen doliendo los golpes y lamenta no tener mandunga para soportarlo y poder dormir, irse de ese lugar, piantar de la naca que esta vez será de por vida. Las dos hinchadas están trenzadas como nunca y ya salieron a relucir las denacas, las javanas y las mangueras. Taruca, Pajarito, El Linye y Roly, que eran invitados especiales de la platea, aguantaron todo lo que pudieron, pero cuando los suyos se vieron acorralados, empujaron a los pelucas y saltando asientos se pusieron al frente de la barra local; entonces la pelea fue más pareja y se dieron con todo, se dieron como en la guerra, se dieron para siempre. La Avispa 60
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Cuentos y relatos
Los ojos de Taruca son dos hoyuelos marrones que al intentar abrirlos quedan cegados por el aire fétido del tubo donde está encerrado. Pediría por Dios o por Jesús para paliar en parte tantos golpes recibidos, y al pensar en la cruz, una mueca casi sarcástica se le forma en la cara. Taruca tiene relación con la barra que va a recibir al Tío cuando se de una vuelta por el barrio, lo apoya toda la Juventud y la mayoría del Movimiento, y si quieren cagarlo, para eso están ellos, que no tendrán todos los ñocas que tienen los capos, pero Taruca le prometió a Corvalán que pueden contar con la barra, y si hay que defender al Tío, lo van a defender a muerte, para eso están, para jugarse como buenos soldados del General. “Soldados del General”, si no fuera por el dolor del cigarrillo que no tiene, ya se hubiera cagado de risa, pasó tanto tiempo de aquello, que no vale la pena pensarlo, se perdieron tantos por derecha y por detrás. Fueron tantos los que se jugaron de frente, los que se vendieron, los que no se entregaron, los que bajaron los brazos, que solamente quedan muy pocos para respetar, como él, que no sabe qué carajo es, qué carajo fue toda su vida, un tiro al aire, perdido entre lealtades, golpes y corridas; pero eso sí, siempre de frente como buen men, y tal vez eso lo consuela un poco.
Ocho años pasaron desde aquel día que la conoció, los pibes hacían trabajo en la Villa, cerquita estaba la parroquia de las hermanitas. Ella pertenecía a esa cofradía y, como se estilaba, tres de sus compañeras, monjas como ella, se unieron al trabajo; él iba como siempre, ganado por la idea de ayudar y de paso cuidar a los pibes 31
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de los embates de la pesada. Pero otra vez el celular que lo lleva a otra guardería, casi perdió la cuenta por las que pasó. Y otra vez los estúpidos interrogatorios y las trompadas y las patadas que hacen goles olímpicos en su carne magullada. Y la noche que se acostó con Sor Irene, a decir verdad se buscaban los dos desde hacía meses, él quizás por esa pasión morbosa de fifarse una monja, ella tal vez por el misterio de entregarse al más leal de los muchachos que ayudaban en la Villa, las velas y los candelabros estaban de más. A través de un hilito de sol que filtra por la ventanita de la nueva celda, Taruca ve las manchas borrosas de los que lo acaban de interrogar nuevamente, ve la noche en que hace tiempo se llevaron a cinco pibes de la barra que conocían la imprenta donde hacían los volantes para la orga, todavía entre brumas que forman las pelusas de los hilitos de sol, puede divisar a la monjita Angélica, que desapareció misteriosamente del convento y un año atrás dijeron en Francia que murió de sed en el Pozo de Quilmes. Ese día hubo una batida, las sospechas ahora eran más evidentes. Sor Irene se dejó acariciar aquella tarde en la piecita del Negro Díaz, donde estaban calentando el chocolate para los “compañeritos” de la Villa, después todo fue más fácil, las manos que se buscan nerviosas, los labios que se muerden, los pechos desnudos de Sor Irene, como dos palomas que no son de paz, la fina piel, sus piernas y la curva de su vientre que lo atrae, lo atrae, lo hunde en un pozo profundo, luego el rechazo, producto de la victoria consumada entre dos. Taruca recuerda que esos combates duraron ocho años, pero tan distintos a las podridas entre barras bravas, que la única semejanza estaba en la excitación del peligro, en el abandono de la muerte, en el consuelo de volver a empezar. Y después, la apretada de Sor Irene: “No aguanto más verte así a escondidas, o largás ya a tu señora y los mellizos y te venís conmigo, o te atenés a las consecuencias.” Taruca que dice que no, que ni borracho destruye su “hogar”, que ni mandungado se separa de los mellizos. Taruca que promete, Taruca que sigue fifando, Taruca que dice que sí, Taruca que dilata la cosa, Taruca que se quiere piantar pero no sabe cómo, Taruca taruqueado a golpes en ese calabozo inmundo. Domingo de fútbol, domingo de novios, domingo de fife, domingo La Avispa 60
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de choque entre dos barras bravas que se las tienen juradas. Y el anciano de la barra rival que aparece jubiloso con la revista en la mano y que les grita a los suyos: “Muchachos, hoy los reventamos a todos, Taruca está preso, lo denunció una monja, dice que la violó.” Glosario:
apretada: extorsión. barra: grupo de iguales unido por una causa. barras bravas: grupo de fanáticos de un equipo de fútbol. batida: delación.- batió: delató. cagado de risa: reírse sarcásticamente. cagarlo: perjudicarlo, hacerle daño. capos: jefes. denacas: cadenas. fifar: hacer el amor. forfai: destrozado. javanas: navajas. mandunga: droga. mangueras: cachiporras. men: hombre. metejón: apasionamiento. naca: cana, policía. ñocas: caños. orga: organización política. pelucas: pelados con bisoñé. pesada: parapoliciales. piantar: escapar. pibe: chico, joven. picadora: picana eléctrica. podridas: peleas. shee piola: sé piola, sé vivo, sé astuto. tiras: policías. villa: población humilde.
ROBERTO DI VITA
robertoromeodivita@gmail.com (San Martín, Bs. As.) GRUPO DELAPALABRA 33
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Son cuatro casas sin ventanas Cuatro cadáveres que van A renacer entre los muertos Las ilusiones del final… Charly Garcìa Tango en segunda
Siempre me gustó caminar las calles de Bs As, tal vez sea producto del tango ese que dice “Las callecitas de Bs As tienen ese que se yo…”, no sé, lo cierto es que a pesar de ser rockanrolero y latir solo con un riff de guitarras, cuando caminás Bs As algo te lleva a sentir ese Goyeneche que todos llevamos dentro. Los viernes me gusta irme para el lado del Abasto al ciclo Maldita Ginebra, esa irreverencia poética del Vasco Urruspuru donde se encuentra lo mejor y lo peor de la poética porteña sin poder diferenciar bien cual es una y cual es la otra. Uno de esos viernes que llegué temprano se me dio por recorrer las calles del Abasto y ver como suenan bandoneones en cada bar, amparados en el viejo mercado de laburantes ahora cuna de la derecha nacional con su shopping. Me bajé en la estación Carlos Gardel en el último de los subtes de ese viernes y me metí por Anchorena y sus recovecos. Mezclas raras en esas zonas de turistas de varios idiomas, cartoneros, negros salseros, prostitutas de buen nivel o de bajos recursos que uno detecta según los zapatos que usan y de pronto me vi parado frente a una tanguería, a media luz y la descubrí en medio de la gente… Una mujer de una belleza inusual, de unos 40 años largos, pelo entrecano, un cuerpo trabajado y una forma de bailar que parecía flotar en el piso. Me asombró, lo reconozco, y me quedé en esa ventana viendo como bailaba con uno y otro parroquiano. En un momento la vi caminar como gacela, ponerse un sacón largo y salir. Me hice el distraído, no era mi punto el levante en esa noche y me marché. Durante toda la semana me acompañó aquella imagen y casi creí adivinar el color de sus ojos. Fue tan fuerte el recuerdo que volví al otro viernes, pero mi insolencia fue tal que entré al bar, me senté en un costado, me pedí un vaso de vino y una papas fritas y me quedé observándola…definitivamente esa mujer flotaba en su andar. Algo me llamó la atención, los viejos bailarines le pedían tangos y La Avispa 60 34
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ella se dejaba llevar por todos. —“Mi Refugio” —dijo uno— y más tocado por Atilio Stampone —y ella se entregó a sus brazos… bailaba tan pero tan bien. Y eso hacía que no dejara de mirarla. —“Rondando tu esquina”, es mío —y ahí iba ella… dejaba caer su pelo sobre los bailarines y se entregaba… ¿Sería una copera… una prostituta de lujo que sólo entusiasmaba a los viejos para ganarse unos pesos? No sé, pero su andar en la pista era algo que no podía dejar de admirar. En un momento, como la cenicienta del cuento, ella caminaba firme con la cabeza gacha hasta una silla, tomaba su abrigo negro y se marchaba. Irrefrenable comencé a ir cada viernes a sentarme siempre en la misma mesa y a tomar mi vasito de vino mientras la veía bailar. —“Don Juan” y si es por el Cuarteto Palais de Glace, más aun —y ella iba y giraba, se contorsionaba, hacía que latiera mi alma viendo a esa mujer tan hermosa. —“Jirón porteño” chiquita —y allá iba. Jamás había visto a alguien sentir un baile como a esa mujer. Un día cuando me trajeron el vino me animé a preguntarle al mozo y sólo respondió —Es la hija del Negro Alonso, el mejor bailarín del Abasto de todos los tiempos. Cada viernes fue una cita, cada viernes la veía bailar con los parroquianos, pasar de brazo en brazo y marcharse mágicamente en silencio, enfundada en su sacón negro. Sus ojos eran del color que había pensado, su boca tenía el color de la sangre caliente y bailaba tan bien…. Una noche, después de bailar El Choclo, giró sobre ella misma, tomó su sacón negro y cuando caminaba para la salida se detuvo frente a mi… —¿Ipa? —¿Perdón? —¿Qué pasa chiquito que desde hace dos meses no me sacás la vista de encima, te debo algo? —No quise molestarla, debo confesarle que desde hace dos meses vengo los viernes a verla bailar. —Vas por mal camino, porque yo no bailo… —Perdón señora, le digo esto con respeto, vengo a verla bailar 35
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porque me fascina la forma en que lo hace. —Y yo le digo esto con respeto, yo no bailo. —Señora… la veo cada viernes. —Yo no bailo… me entiende. —No, como entenderla si la veo. —Yo no bailo señor, solo paseo la pena en el hombro de los amigos de mi padre, que está desaparecido y ahora me voy, suena Melodía de arrabal y ese tango, sólo lo bailaba con mi papá.
ROBERTO MOSCOLONI
(La Plata) – moscoloni@
FANTASÍA CHARRA Todas las noches tenía un extraño sueño: me encontraba en un autobús, junto a un charro vestido de negro que me apuntaba con una pistola con la intención de asaltarme. Sin embargo, no recuerdo qué se llevaba. Al despertar siempre me dolía la muela. Fui a consulta con el dentista, pensando que la muela del juicio —que nunca me quitaron— por fin se manifestaba. Pero resultó que mi dentadura se hallaba sana. Estuve pensando varios meses sobre el significado de aquellos sueños y su relación con el dolor de muela. La Avispa 60
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Descarté varias hipótesis, pero la más convincente relacionaba un molar heredado por mi padre. La pieza bucal había llegado a mi papá, durante los años cincuenta. Contó a la familia que lo consiguió en un viaje a Mérida. Según mi padre, lo compró a un paramédico que atendió a Pedro Infante. El paramédico le aseguró que tal pieza era del actor y cantante. La muela llegó a mí al morir papá. Pero desde hacía dos años no encontraba trabajo, así me vi en la necesidad de exhibirla en una feria que se montaba en Texcoco. La exhibición de la muela era parte de una colección de objetos raros que mostraban al público. La exposición tuvo buena recepción, la gente hacía cola para verla y el molar de Infante era la atracción principal. Esto me generaba mucho dinero; la gente pensaba que de verdad era de su ídolo. La autenticidad de la muela no me preocupaba, creo que a la gente tampoco. Sólo eran fetichistas. Lo importante era que ese diente molar tenía una especie de vinculación extrasensorial conmigo. Aquella muela, mi muela y Pedro Infante, eran elementos de los que estaba seguro ocasionaban mis sueños y mi dolor bucal. Pero también pensé que eran sólo tonterías mías. Que esas ideas eran de personas poco racionales. Mi colección tuvo mucha fama, por lo que me llamaron de Los Ángeles, en California, Estados Unidos. Querían que llevase mi exposición y especialmente el diente molar del Ídolo de México. Un grupo de mexicanos, residentes ahí, habían escuchado la noticia de la reliquia dental y organizado una feria en honor a Pedrito Infante. La idea de internacionalizar mi exposición me entusiasmó, el culto hacia Infante se mundializaba. Aún así, seguía sorprendiéndome el amor del pueblo a Pedro. Para mí, exageraban. En fin, no era seguro que la muela fuera auténtica. A pesar de ello la gente lo creía. Yo era un escéptico que pensaba que ello era retomar el machismo de los años cincuenta. Claro, no le iba a decir eso a la gente, de cualquier manera me estaban dando de comer. En el avión, rumbo a Los Ángeles, me senté junto a un hombre de no más de cincuenta años, con entradas en el cabello, ojos pícaros y varias cicatrices en el rostro. Durante parte del viaje estuvo observando un álbum de fotos en blanco y negro, mientras alternaba con la lectura de una monografía del cine mexicano. Cuando concluyó, me preguntó si creía que Pedro Infante no había muerto. Le conteste que no, “En cualquier situación ya está muerto”. “Bueno, eso es seguro”, dijo. El hombre se calló un 37
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tiempo, después me habló: “No importa, yo sé que vive”. Le tuve desconfianza, así que ya no le hice caso. “Yo soy Pedro Infante, no morí en Mérida, no he muerto”, expresó. Pensé que era un loco, pero él siguió insistiendo. Argumentaba que nunca había muerto, que tenía el don de la inmortalidad. “La gente cree que morí el 15 de abril de 1957, pero se equivoca. Las personas cercanas a mí sabían la verdad, pero callaron”, dijo. La forma en que habló me convenció. Parte del público de Infante nunca creyó en su muerte. Así que le pregunté por la inmortalidad. “Cuando tuve mi famoso accidente de avión en Mérida no morí, sino que estuve en recuperación durante un largo tiempo. Ya de viejo, me fue negado el pase al descanso eterno. Todo gracias a mi fama, no querían verme muerto. Las ánimas fueron las que me negaron el paso. Hicieron mi cuerpo eterno y mi espíritu inmortal para dejarme aquí.” El hombre mostró una gran satisfacción al ver que le creía. “Voy a Los Ángeles por mi hijo que está muy enfermo. Tiene tiempo que no lo veo. Me enteré de su estado hace unos días, en la televisión”, comentó. Le pregunté si podía acompañarlo; se negó. Al terminar el vuelo, salió rápidamente. Lo vi en la sala de espera con una mujer que le ayudaba a cargar su equipaje. Pensé en darle su molar, pero decidí que no. Porque esa inmortalidad que Infante tenía podía verse alterada por la muela. Además, estaba ganando bastante dinero con ella. En Los Ángeles, ya instalada mi colección, el dolor de muela, el remordimiento y el sueño asaltaron mi cabeza. Con desesperación y la intención de acabar con aquello, dejé mi exposición y llevé la muela al hospital donde se suponía estaba hospitalizado Pedro Infante hijo. Quería devolverle la muela y liberarme. Reaccioné tarde, cuando llegué el vástago ya había sido enterrado. Estoy seguro que Infante hijo está en el más allá. La muerte fue generosa con él, algo más democrática que con su padre. A su padre lo veo ahora como el charro que me asalta en el sueño. He intentado darle la muela varias veces, pero siempre se lleva otras cosas.
AARON CRUZ SOTO
eliezer_cruz@hotmail.com (Oaxaca, MÉXICO) La Avispa 60
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ECLIPSE DE PALABRAS
En diciembre del año pasado, despedí a Manuela en el aeroparque. Con el jugoso premio del loto que ganó, se fue a Brasil, más precisamente al norte y, a partir de allí, no volví a tener noticias de ella. Sin embargo no he podido olvidarla, fue mi amiga desde la adolescencia hasta que ocurrió. Hay método en la locura, los vendedores secretos venden, en realidad, las mentiras que algunos quieren comprar. De algún modo presentí el final porque su amor propio no era la principal elaboración psicológica de Manuela. Según me contó, ella tuvo una niñez dispersa y silenciosa, apoyada sólo en sus ganas de estudiar y cantar. Creció tambaleándose al compás de lo que la vida le ofrecía, alternada con momentos de ternura y frialdad. Pero había algo en ella que la hacía querible: su habilidad creativa y esa voluntad de construir un universo coherente. Nuestra amistad comenzó en la secundaria y cuando nos recibimos de Maestra Normal Nacional, la invité a vivir conmigo. Nuestra convivencia fue bastante buena, lejos de la opresión de los adultos y sus consejos. Las dos trabajábamos además de divertirnos. Compartimos aventuras con unos y otros hasta que se enamoró y se casó. Luego seguimos y entre obligaciones hogareñas, Manuela encontró tiempo para asistir a talleres de distintas disciplinas. En medio de este orden casi perfecto, ella comenzó a mostrar su lado vulnerable a través de discursos de frases atropelladas y a veces sin sentido. Su tono de voz era agotador, monocorde y ella notaba cierto aturdimiento producido por tanta verborragia, de manera que los escuchas terminaban por alejarse con excusas que ni yo me las creía. Empecé a darle consejos, ya que como amiga la escuchaba, a veces más de lo que podía soportar. Me inspiraba piedad. Me contó que su marido no le permitía hablar en presencia de su madre. El tenía un hobby muy particular: coleccionaba cuchillos que el mismo producía en forma artesanal. Facones, dagas, puñales, de caza eran exhibidos en un mueble de campo antiguo que ocupaba un buen lugar de su escritorio. Cada día Manuela se tornaba más aturdida y temerosa. Con el tiempo nos quedamos ella y yo fuera de todo grupo; la acompañaba y veía sólo el movimiento de sus labios perderse en un túnel cargado de letras pesadas que no lograban producir palabras. A pesar de estos momentos, seguí al lado de ella. Un día cualquiera, se separó de su marido y sus hijos ya grandes, 39
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dejaron el hogar materno. Manuela entonces consiguió trabajo en una librería. Ordenaba los libros, les quitaba el polvo y luego se ponía a leer. Los miércoles y los domingos, verificaba el sorteo del loto. Eso la distraía. En medio de esa sociedad bien anónima, Manuela acumuló las voces de sonido interminable que a lo largo de su vida la habían atormentado: callate un poco…bajá la voz…. vos no tenés filtro. Mientras escribo en mi diario me pregunto si vale la pena tanto aislamiento para no escuchar el acorde penetrante de su voz. Sin embargo era un gran diccionario abierto. Cuando ella hablaba se le iluminaba el rostro, para luego apagarse en medio de la impaciencia general. Su boca ovalada era la representación del Guernica; transmitía ese miedo insoportable de aquel cuadro. A veces la invitaba a conversar cuando se metía en sus ausencias sonoras, pero ella entre palabras cruzadas, borboteaba con rumores el momento sin escuchar. Era dura y rígida con ella y exigente con el mundo Las palmadas en la espalda la ponían tensa, luego en un soliloquio peligroso decía: es una suerte que nadie me escuche, me alimento de música…nada más peligroso cuando se necesita ayuda, que recibir ayuda. Después de siete meses, un domingo la visité en su casa; habíamos programado tomar un té bajo la pérgola. En el jardín que tanto amaba, las plantas y arbustos se morían descuajados por el viento. La puerta del living estaba abierta y pude ver en medio de la penumbra, su escritorio como una selva de libros algunos inmensos, otros viejos con las hojas amarillentas que olían mal, junto a un viejo mueble de campo donde se exhibían cuchillos, verijeros, facones, dagas. Noté un espacio vacío y sentí en leve escalofrío. Me sorprendió que no me recibiera su voz acampanada. Al llegar al comedor un sonido gutural se apoderó del recinto. Allí sobre la mesa oscura destacaba un espejo; Manuela estaba sentada en una silla con el brazo izquierdo caído hacia el costado. La miré….fue el momento más descarnado que viví: de su boca colgaba un pedazo de carne y la sangre le corría por el mentón como un río liberador… Yo seguía conmocionada entre silencios cómplices mientras recordaba su mano derecha de donde asomaba un cuchillo artesanal que le había regalado su marido.
OLGA BERTINETTI
pinochafiestas@yahoo.com.ar La Avispa 60
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FOTOS
Bebió el whisky de un solo trago sin disfrutarlo, y volvió a llenar el vaso. La luz que entraba por la ventana del balcón, iluminando la pared de las fotos, lo detuvo con el vaso a mitad de camino entre la mesa y la boca. Se acercó a las imágenes enmarcadas y, mirándolas, bebió en sorbos cortos. Ahí estaba la primera, la que inició todo. Es curioso, pensó. No sé dónde fue, ni quién jugaba, ni como fui, ni quien ganó. Sin embargo, esos tres segundos los recordaba claramente, llenos de detalles. Acababa de corregir el diafragma para compensar la sombra de los árboles que tapaban el sol. Cuando el delantero se inclinó hacia adelante para correr, supo que algo iba a pasar. Nunca entendió como se le revelaban esas cosas. Simplemente lo sabía. Todas las opciones de lo posible desaparecieran de repente, y unos pocos segundos del futuro inmediato se le presentaban como un cuadro terminado. El nueve ya estaba en velocidad cuando el arquero empezó a adelantarse. Entendió que entre ellos había un punto que a ninguno le convenía pasar, y del que era peligroso quedarse lejos. A ese punto llevo el zoom y esperó. Cuando el arquero se paró en esa marca invisible que solo él veía, ajustó el foco y escuchó la patada, seca y terminante. Aun le quedo tiempo para pensar: “Todavía no... Todavía no… todavía no… AHORA”. Ese ahora convirtió en un para siempre un gesto imposible: el arquero flotando en el aire, como un paréntesis a la deriva, y la pelota congelada en el tiempo, a centímetros de las manos que ya no la detendrían. El viejo López miró la foto un rato y fue a hablar con el jefe de redacción: “El Pibe tiene pasta… No lo hagas perder tiempo, déjamelo a mí”. Un rato después el viejo lo había sacado de la redacción y lo había llevado al buffet. “Lo primero que tenés que aprender pibe, le dijo mientras revolvía el café, es a ser un canalla. Si la vieja se cae en la calle y la pisa un auto, primero la foto y después el auxilio. Y si hay alguien que la ayude, entonces otra foto. El mundo, pibe… siempre está en el fuera de campo. No entra todo en la lente. Por eso, el pedacito que fotografíes tiene que ser significativo. Tiene que mostrar lo que no se ve” Mientras vaciaba el vaso y volvía a llenarlo repitió para sí, como 41
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otras miles de veces antes “Lo primero que tenés que aprender es a ser un canalla…” El viejo sabía lo que decía pero… ¿entendía lo que eso significaba? Volvió a la pared y miró las fotos de nuevo. Esta vez reconstruyendo para cada una esos segundos previos en que veía todo con claridad. Todas esas veces que había podido adelantarse a los hechos, ver antes para disparar a tiempo. Ahí estaban la mueca de dolor del maratonista que cruzaba la meta quebrado, con la exposición justa para que el fondo se vea borroso. El policía que descargaba su escopeta en el pecho del obrero con los brazos en alto. El gobernador caminando sonriente, segundos antes de darse cuenta de que su maletín se había abierto y los billetes verdes caían al piso… Si eso hubiese sido todo, pensó, no sería tan difícil. Terminar el día, volver a casa y hablar de otra cosa habría sido una buena vida. Pero él nunca quiso una buena vida. Él quiso aventura, peligro, emoción y, si fuese posible, una misión. Una tarea que justifique todo, que haga al mundo mejor. Mostrar para entender, predicaba hace años. Ver para ser parte. Ahora, tantos años y tantas fotos después, ya no estaba tan seguro. El mundo seguía siendo una mierda, la gente no entendía nada, y él era un canalla. El mejor de todos. Ahí estaban los premios que lo certificaban. Todo a su alrededor era la demostración de cuan bien había aprendido la lección. Moviéndose en la oscuridad se dejó caer en el sillón. Apoyó las palmas de las manos sobre el tapizado y miró a su alrededor. Todo estaba suave, liso, brillante, limpio. Esa casa en la que casi no había vivido le era totalmente ajena, como las de una revista de decoración. Una falsedad, un montaje para otro tipo de fotos, esas que no muestran nada. Pensó en el contraste de las texturas. En todos estos años se había sentado sobre piedras, arena, troncos, barro, nieve, tanques y escombros. Sintió que la incomodidad era la única realidad concreta, mientras que todo lo suave y limpio era falso. Un breve intermedio donde la gente normal vivía simulando sus normalidades. Como si los pensamientos se condujesen solos, una idea llevo a otra y se encontró mirando de nuevo las fotos. Allí estaban las de Sarajevo, cuando los diarios de varios países se peleaban por su trabajo, y pagaban fortunas por cualquier cosa que les enviara. Recordaba muy bien todo eso. Era como un gran juego de adrenalina y locura. Correr, caer, disparar y correr de nuevo. Nunca fue tan rápido y tan efectivo: ajustaba el diafragma antes de ver la luz, La Avispa 60
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movía el zoom mientras caía, hacia foco sin mirar el objetivo. Todas las imágenes eran impecables y terribles. Lo suficientemente elocuentes como para que los lectores en Nueva York, en Madrid o en Buenos Aires dijesen que barbaridad antes de buscar los resultados del fútbol. Con ese trabajo pagó el departamento y casi todo lo que contenía. Y esta noche, desde cada rincón, decenas de nenas violadas, ancianas degolladas y soldados agonizantes lo miraban desde cada rincón. Lo acosaban, pero no como una abstracción. Cada fantasma era alguien a quien recordaba con claridad: el hombre que caminaba llevando en las manos sus propios intestinos, el tanquista carbonizado mientras salía por la escotilla, la chica rubia tendida sobre la nieve roja… Se alejó de las fotos y volvió al bar. La botella estaba vacía, y al ir a buscar otra pasó por la puerta del dormitorio. Se detuvo a mirar la silueta de su esposa que dormía, apenas iluminada por la luz que se filtraba por las cortinas. Parece un dibujo en tinta, pensó. Media cama apenas blanca, y media totalmente oscura, con la frontera sinuosa que nacía en las piernas, trepaba por la cadera y terminaba difusa en la cabellera. Podría retratarla así: el diafragma bien abierto, el balance de blanco manual y una exposición no muy larga, para que la luz no invada la oscuridad. Siempre era así: primero la foto, después el resto. Esa mujer era casi una desconocida, alguien que arrastraba desde otra vida anterior. Alguien que no entendía su necesidad de correr hacia los peores lugares del mundo, ni su mutismo creciente a cada regreso o su insatisfacción ante todo. Varias veces había intentado hacerlo cambiar de trabajo: hacer sociales o volver al diario. Él no podía creer lo que escuchaba… vivir fotografiando quinceañeras obesas vestidas como paquete de regalo, y borrachos bailando con la corbata en la cabeza no era ni vida ni trabajo. Mucho menos ir detrás de los políticos, para retratarlos mientras se aplauden a sí mismos. Tuvieron esa discusión cuando regreso de las Antillas. Él intentó explicarle su trabajo mostrándole la foto de la mujer que hacía frente al huracán con su bebe en brazos, mientras la choza en que vivía volaba por los aires. Ella no entendió nada, y él se gastó en explicaciones que jamás la convencieron. Esa foto estaba también en la pared, rodeada de detalles recordados a la perfección. Lo había impresionado la belleza trágica de la mujer que se asomaba a mirar la tormenta que destrozaba su ciudad, y quiso retratarla. Hubo un movimiento leve en las paredes, algo casi imperceptible 43
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en las ramas del techo, que lo hicieron esperar. Corrigió el plano para incorporar la casita y esperó. El viento empujaba a la mujer que no se movía, mientras protegía el rostro de su bebe de todas las cosas que volaban. Aun no, pensó. Todavía no… todavía no… Sostuvo la cámara inmóvil, como si el mismo fuese una fotografía. Disparó al escuchar el crack de los troncos, y supo que sería perfecta. La joven madre enfrentando la furia del universo rodeada de escombros, y a su espalda, cada una de las piezas de su casa detenidas en el aire, en el mismo instante en que dejaba de existir. Varias portadas de revistas, un par de premios y muchas felicitaciones. Se recordó odiando a todo editor que lo elogiaba, a todo crítico que le cuestionaba el enfoque. Ellos llamaban éxito a lo que en realidad era una familia sin casa en una ciudad arrasada. La madrugada seguía su camino lento mientras él deambulaba por la casa con el vaso en una mano, y la segunda botella a medio vaciar en la otra. Afuera, varios metros hacia abajo, la vida de los noctámbulos se desarrollaba casi en silencio, mientras que alrededor, todos dormían ajenos al drama del mundo. Sentía algún respeto por los noctámbulos. Ellos sabían del vacío, la soledad y la falta de esperanza; y la enfrentaban en las calles. Podría hacer una serie sobre ellos. Blanco y negro, alta sensibilidad, un poco de sobre exposición. Putas, borrachos, taxistas, caminantes, callejones, gatos… Un libro artístico… e inútil. Esa gente no compra libros de arte, y los demás le escapan a la sordidez. Un poco está bien, en el canal de documentales o en la sección internacional del diario, pero nada más. Siendo más joven había pensado que se podía hacer que la gente entendiera algo. Los años le habían enseñado que nunca nadie aprendía nada. Ya no pensaba con claridad. El whisky y la depresión lo estaban enfureciendo, y los fantasmas ocupaban cada vez más espacio en la casa. Este insomnio torturador se repetía cada noche desde hacía semanas. Había empezado a su regreso de Somalia, cuando las editoriales duplicaron los cheques, mientras los premios de las organizaciones de prensa se acumulaban en sobres que no había abierto. Levantó uno del escritorio y miró el remitente. No necesitó abrirlo para saber qué contenía: seguramente una placa dorada, una carta protocolar que le decía que era el mejor y esos ojos que volvían a mirarlo. Todo aquello también lo recordaba con claridad. Había terminado el asunto de la revuelta en El Cairo y estaba listo para volver a casa, cuando se cruzó con los muchachos de REUTERS. La Avispa 60
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“Nos vamos a la hambruna de Somalía, parece que este año es grave”. No le gustaban esas cosas, y había visto demasiadas. Pero como siempre se puede mostrar algo más, y sus últimos regresos habían sido difíciles, aceptó ir. Al principio fue lo usual. Millones de personas de miradas vacías esperando la muerte o un milagro, rodeados de cadáveres que nadie enterraba porque nadie tenía fuerzas para romper la tierra seca y estéril. Ese día habían hecho una parada en un hospital de campaña, y unos cuantos cientos de esqueletos vivientes se desparramaban en torno a las carpas donde los voluntarios confirmaban, muerto a muerto, su futilidad. Estaba sentado en unas cajas, mirando al niño de edad indefinida que se arrastraba por el suelo. Lento, cada vez más lento, mientras los buitres se reunían a su alrededor. En algún momento dejó de moverse, pero él no se inmutó. Cientos de veces había visto la muerte, y esta no era la peor. Sin embargo, cuando uno de los buitres se paró sobre la panza del chico inmóvil, de nuevo supo que algo iba a pasar. Con mucha calma abrió el estuche y saco la cámara. Ninguno de los tres tenía ningún apuro, y hacía demasiado calor para moverse rápido. Hizo el encuadre, ajustó la cantidad de luz y puso el foco en la cabeza del buitre: el ave daba picotazos cortos tratando de romper la piel deshidratada. No disparó en el momento: el pico del animal se hundía en el pequeño vientre y salía manchado de rojo. Todavía no, le dijo al buitre. Todavía no… Todavía no… la yema del índice rozaba el botón del obturador mientras el tiempo se estiraba aumentando el peso de cada detalle. Entonces el ave se irguió, y una fina línea blancuzca y sanguinolenta se estiró desde su pico, bajando hasta la pequeña panza agujereada. Recién entonces la imagen estuvo madura. Recién entonces dijo AHORA. 45
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Pero mientras el dedo apretaba el botón, y antes de que la luz se detuviera para siempre, el pequeño giró la cabeza y, en un último gesto, clavó su mirada brillante, resignada y hueca en el fotógrafo. De un solo trago terminó la botella y de un tirón abrió el sobre. Allí estaba todo, tal como lo había imaginado. Una asociación de algo lo nombraba fotógrafo del año, había un cheque cuyo monto no miró, y la reproducción enmarcada de su foto. La prueba máxima de su vileza, que de nuevo lo miraba acusador. “Vos no me ayudaste” decían los ojos del chico muerto. “Vos sos el buitre que se alimenta de mí, sos el cuerpo que alimenta a los buitres del mundo”. Apenas contuvo las náuseas al arrojar por la ventana el diploma y el cheque. Un mareo de vértigo creció en su mente mientras rompía la foto. Desde el suelo, cada fragmento de papel multiplicaba los ojos que seguían mirándolo, por lo que juntó los pedazos y los quemó en el cenicero del escritorio. A la luz de las llamas, sintió cómo el mismo rostro lo observaba desde cada imagen de la casa. Esos ojos estaban en la foto del casamiento, en la de sus padres, en la de la escuela. Tambaleándose, trajo una bolsa plástica de la cocina y comenzó a meter adentro todas las imágenes de las paredes. La de la revuelta en el Líbano, la del motín de la cárcel, la de las inundaciones en la India, la del bombardeo en Chechenia… En todas ellas el pequeño somalí giraba su cabeza para mirarlo y reclamarle lo que de todas maneras no hubiese podido hacer. Arrastró la bolsa que pesaba como mil vidas hasta el balcón pensando en arrojarla pero, de nuevo, la luz lo detuvo. La luna multiplicaba las sombras que nacían de las luces de la calle. De nuevo, como siempre, supo lo que iba a pasar. Vio la foto antes de que la escena estuviese lista. Pero esta foto no la sacaría él. El que viniese del diario a cubrir la noticia tendría que abrir mucho el diafragma y aumentar la exposición. Parado sobre la baranda miro hacia abajo y vio las luces de los autos en la avenida... Le convendría poner la cámara cerca del suelo, para que la silueta del cuerpo tendido siga las líneas de fuga de la vereda.
FEDERICO LENZ
www.nosehagaelartista.blogspot.com.ar lenzfe@yahoo.com (Mar del Plata) La Avispa 60
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La Cerca
Caminamos por lomas verdes ondulantes, bordeando la pendiente de los pastizales, siguiendo los límites de la cerca. Milo, mi padre, acababa de cumplir veintidós años y yo todavía no tenía diez. Parecía mortificado y caminamos a un paso sediento y yermo y Milo daba la impresión de ser más joven en sus harapos de pastor y yo hubiese querido abrazarlo y consolarlo. Cuando llegamos al arroyo paralelo a los linderos, me habló de sus ovejas. Dijo algunos nombres curiosos y no supe escuchar más. Contamos los animales. Yo lo hice sumando los pequeños grupos desperdigados en mi cabeza. Mi padre se confundía y volvía a empezar. Mientras él contaba, calculé el peso de las ovejas más grandes y pensé en dónde les pegaría si tuviera que derribarlas, en caso de que me atacaran. Subimos una cuesta suave. El camino levemente marcado por andares ancestrales. Mi tatarabuelo y su hijo y el padre de Milo y Milo. Las nubes amenazantes cubrían el cielo y el viento empezó a soplar más fuerte y pesado. La copa quebrada de un árbol arreciaba. Tuve miedo y ganas de llorar. —Va a llover.
Nunca sé qué decir, cómo contestar. Incluso hoy no encuentro las palabras para hablar con mi padre. Pero en mi corazón no hay nubes ni lluvia, ni tampoco ovejas ni pasturas. Tampoco está negarlas exactamente. Ni mi amor por él. Seguimos caminando en silencio. El verde más verde por el plomo del cielo y por la desolación y la ausencia de otros hombres en más de ocho leguas. El día tan suave al tacto de mi vista. Mi padre se sentó sobre una roca y yo lo imité. Contemplamos los lomos zigzagueantes de las orugas en las que pastaban sus ovejas. Vi las puntas de los pastizales más altos doblándose con el viento. Sentí paz y calor en la proximidad del agua, en la oscuridad de la tierra, en el 47
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zumbido eterno. Me hubiese gustado ser como mi padre. —Es bueno ser pastor. Callamos por un largo rato, el valle nos acogía. —Vos vas a ser un buen pastor. —¿Yo? ¿Qué había creído? Miré mis manos muy grandes para mi edad. Y me acordé de lo bien que me había sentido peleando con Noé, Virmak y Rómulo después de las lecciones. Me hubiese gustado preguntarle si creía que yo podría haber sido un buen soldado. Pero mis oraciones tenían demasiados condicionales, conjugaciones compuestas. Incertidumbres. Mañana buscaría a Noé y a Virmak y los golpearía de nuevo. —Mi primer día llovió fuerte y perdí tres ovejas. —¿Tres? —No es lindo. Pero uno aprende. ¿Este era mi primer día? No estábamos haciendo nada. Milo me miró con dulzura y se buscó en mí. Pero no se encontró. Y puso su mano en mi hombro. —Dicen que sabes pelear. Bajé la cabeza avergonzado y temeroso. Asintió. —Vas a empezar con quince —habló como un padre, aunque no pude dejar de ver sus años y la mañana en la que lo hice padre y lo raro qué debió haber sido abrazar a su otro tan chiquito. Ser objeto de felicitaciones de los hombres y digno de un sorbo de aguardiente de cebada. En las próximas noches habría una celebración en la aldea. Daríamos gracias por el pan, por el trigo. Bailaríamos en rondas y nos sentiríamos cerca. Cuando fuese soldado me lo perdería. Quizá podría volver cada dos temporadas. Era momento de decírselo. Quince ovejas. Quince ovejas. Quince ovejas. —¿Yo solo? No quería quedarme solo. Aunque no me molestaba andar sin compañía a veces. Sabía cruzar el Nú hasta el burgo, pateando piedras, tropezando con las raíces, resbalando en el pasto. Al fin y al cabo era un guerrero. A veces dudaba de poder cumplir con lo que me encargaban. Tenía miedo de romper el paquete, de demorar demasiado. O muy poco. Sentía la desconfianza, la ansiedad y el desafío en mi barriga. Y así me lanzaba a la aventura con más fuerza que La Avispa 60
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nunca. Con el páramo a nuestros pies, mi padre me indicó dónde estaba el agua y la sombra, el buen pasto y el barro traicionero. Me explicó gentilmente los cambios de las estaciones que yo sabía de las lecciones. Aunque precisó horarios y los movimientos del tiempo. Y mientras me concedía su sabiduría derramó algunas lágrimas que no entendí. Y las dejó ahí, sin secarse la cara, ni acomodarse sus rulos largos y brillantes. Yo no quería ser pastor. No quería quedarme solo, aunque supiera hacerlo. Y tampoco quería abrir la puerta alguna mañana y averiguar qué camino me llevaría al campamento de soldados. Y una vez allí, no hubiese querido descubrir que las peleas con Virmak eran más divertidas que la vida de soldado y que no tenía una historia a la que culpar. Entonces pensé en lo difícil que era ser padre y en lo fácil que era ser hijo y miré el hilo de agua que bajaba junto a la cerca, pero del otro lado, y vi los arboles agitándose y me sentí cómodo y un poco adormecido y como amparado por una luz gris y divina.
DIEGO PUIG
arbiternet@gmail.com (Tucumán en MDP)
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Cuentos y relatos Yo soy el que estaré Le habían enseñado que había un solo Dios pero ocho bochazos en la Facultad de Teología de la UCA —más un poquito de calle por cierto—, le demostraron lo contrario. Los hindúes adoraban a Brahman, Shiva y Vishnu, los musulmanes a Alá; y a la Marga, los muchachos de la esquina; eso era una trilogía o una orgía, como lo de Dios uno y trino. Y cuentan que trinó el terceto tía, abuela y madre a su llegada, y le hizo creer que él sería especial, único en el mundo. Pero se llamaba Carlitos, igual que el gordo de la otra cuadra, Gardel y el primo más chico; ni siquiera Carlos como su padre o Don Carlos como el abuelo materno. Por eso, apenas alcanzó la altura de la mesa del comedor, supo que tendría que hacerse notar. Así que empezaron las trepadas a los árboles, luego las amonestaciones en el colegio, y por último la carrera de técnico superior en sismografía planetaria. Al pedo, siempre al pedo. Porque Carlitos era Carlitos por mucho que quisiera diferenciarse. ¿Qué Carlitos? Él tenía que hacer algo en la vida que lo transformara en un ícono, en el nombre de una calle por lo menos. No fue así. Como sismógrafo terminó trabajando de oficinista en el correo, como oficinista de correo —a pesar de coleccionar y vender estampillas— siempre ganó poco; y sólo pudo comprar una casita igual a todas con el plan del banco hipotecario para casarse con una chica, común y corriente, del barrio Chauvín. Él creyó que ese amor sí sería único en el mundo, y fruto de ese amor tuvo un hijo único… hasta que llegaron los otros seis. También creyó que ella sería la única mujer de su vida, pero cuando murió de una bronquitis común recién cumplidos los treinta y cuatro, como los hijos no podían quedar sin madre, se volvió a casar. La nueva resultó ser tan buena esposa y madre como lo había sido su mujer anterior. Y también la amó. Tanto como amaba el olor a tinta de los sellos, las postales de viaje sin sobre, los encabezados comunes, tipo Querida Martha: te escribo estas líneas…, o los formalismos: Sin otro particular saluda a Usted… Eran simples. Igual que los telegramas o las cartas de renuncia, igual a la que él mismo mandó una tarde setiembre, de esas tan sentimentales como suelen ser las tardes lluviosas de setiembre. Carlitos se sintió entonces dueño de todo el tiempo del mundo para concebir una forma de llegar a la inmortalidad. Si no podía ser una calle, por lo menos una placa en la biblioteca el barrio; así que se La Avispa 60
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dispuso a escribir su historia. No podía ser igual a otras, de modo que compró y leyó cuanto libro de memorias, diario o autobiografía encontró en las tiendas de usados, más las que le prestaron y aquellas que le costaron fortunas —por ejemplo las de los famosos que siempre cuestan demasiado sobre todo si son no autorizadas—. Todo había sido escrito. Uno quiere ser distinto y la suma de los distintos es innumerable… Primero se desmoralizó, después se dijo ¿por qué no? y fue entonces cuando le pasaron con un skate por encima del pie. Miró al jovencito con rabia y dolor. Cuando al primer hombre sobre la tierra le pisaron un pie ¿habrá gritado? Tal vez sí podría marcar alguna diferencia: No gritó. Tal vez por lo mismo “Qué tal López” figuraba en Wikipedia ¿O habrá sido porque lo escribió Cortázar?
Para la época en la que el libro iba tomando forma murió su segunda esposa. Él tenía 57 años y algunos de sus amigos empezaban a faltar a las reuniones de los jueves. Uy ¿te acordás de Pancho? Y qué tipazo el Rubén… tan joven. Que un infarto, que un cáncer de colon, que no tendría que haber salido a la ruta con esa niebla. De todos se acordaban un tiempo. Y después: nada. Aquella tarde, poco antes de las seis, hora a la que cierra el cementerio de La Loma se le ocurrió ir a dar una vuelta. Había una leyenda en la que no había reparado hasta entonces: Aquí descansan los que nos precedieron en la vida. Las inscripciones en las lápidas poco se diferenciaban unas de otras. No importaba si sus ocupantes habían dejado el reino de los vivos en 1879, 1946 o 2005. ¿Se destacaría la suya algún día? Allí estaban también las de sus dos mujeres, una en la galería de la izquierda al fondo, la otra a la derecha, tercer pasillo; las dos con los bronces opacos y el pasto crecido. A 51
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la salida encontró a la que sería su tercera esposa. A ella también la quiso. Y la quiso tanto como a las otras, con ese único amor único. Cómo puede uno amar, no más de una vez sino, tres veces. ¿Qué era el amor? Decidió dejar de lado sus memorias y encarar otro género: el ensayo. ¿Sería original ese cuestionamiento filosófico? Sabía que no era dueño de las respuestas pero sí de las preguntas. ¿Acaso muchos no las habían formulado ya? Él no haría lo mismo. Le vino a la cabeza el nombre de una telenovela que miraba su madre: El amor tiene cara de mujer. No, el amor no era buen tema; había pasado ya por muchas manos. Igual que Marga, igual que él. Así que Carlitos, o Carlos, un tipo con nombre común, con una historia común, con las mismas preguntas que se han hecho desde hace milenios todos los mortales, se preguntó sobre la muerte y encontró que no había forma de hacerlo sino en plena vida. Con la minuciosidad de un arqueólogo, Carlitos hizo autopsia a los recuerdos, recorrió los lugares de su infancia, investigó, abrió heridas y mortajas, enterró desengaños, resucitó juegos, sufrió otra vez las pérdidas y revivió la gloria de sus pocos logros; compró momias en el mercado negro, coleccionó obituarios, transcribió, definió, esbozó su testamento y redactó su epitafio. Cuando sintió que estaba logrando plasmar una obra que estaba seguro lo haría merecedor de un lugar en el Parnaso, la mujer lo incineró con la mirada, dio un portazo y se fue. No se inmolaría. Por fin era el único habitante de la casa. Recién ahora, con más de ochenta años todo cobraba sentido: Esa vida, igual a la de los muchos Carlitos que habían llevado o no su nombre, era única e irrepetible. Esa noche lo internaron. Dicen que hablaba de tiempo y eternidades. De otros sin rostro, de disolverse, de fundirse, de un nombre impronunciable. Cuando le preguntaron el suyo, simplemente calló. Algunos afirman que eligió una cama cualquiera de la sala general, otros que fue la nº 7 del séptimo piso. Que se acostó a dormir, por última vez, con un NN atado al dedo gordo del pie izquierdo. Y que no tuvo miedo. Al fin y al cabo, su muerte sería igual a cualquier otra.
MARCELA PREDIERI
delapalabra@hotmail.com
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El óxido en la cruz
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A las tres y cuarto de la mañana, con una nueve milímetros en la mano, el Chueco mira una foto por última vez, apoya el cañón en su sien derecha y se vuela la cabeza. Frente a él, una mujer se repliega en un grito. Se la trajeron 24 horas antes. El Turco y Ángel llegaron nerviosos. El trabajo no salió del todo limpio. —Acá está la mina jefe, pero tuvimos una complicación —el Turco empuja a una mujer amordazada. —¿Qué pasó? —Había un tipo con ella, la quiso defender —el Turco apaga un pucho en el piso—. Lo tuve que abrir al medio —los ojos de Ángel lo miran helados. —¡La puta madre! No habrán dejado huellas, me quiero imaginar. —Todo limpio, jefe. No hay testigos. —Quédese tranquilo. Mire cómo se la trajimos, estaban en la cama, le pusimos una camisita para no dársela en bolas de una, jaja. El Chueco observa a la mujer amordazada. Agarra a Claudia de un brazo, la lleva a la pieza. El cuarto es un cubículo oscuro, los postigos cerrados, un camastro fijado al piso. En la pared, un crucifijo oxidado. En un extremo, una mesa de madera, una botella de caña, un arma. De un cable roñoso, cuelga una lámpara mínima. El Chueco mira la hora: dos y cuarto. Empuja a la mujer a la cama, la esposa a un barrote del respaldo. La mujer lo mira atónita. —Si te quedás quietita ahí y no jodés, la vas a pasar mejor. Se toma un trago de caña de la botella, la mira de reojo. —Estás buena pendeja, se ve que tu papá te cuida; nosotros también te vamos a cuidar. Si papi pone la guita, claro. Si no... —con una sonrisa señala el arma sobre la mesa. Revisa la cartera, saca unos mangos, encuentra el celular, lo apaga. Va hasta la cama, prende un pucho. Le pasa la mano por las piernas, la mujer se resiste hasta que recibe un bife, se toma la cara, llora. —Portate bien, borrega. Si me hacés enojar va a ser peor. Se lleva la botella a la sala. Ángel reparte cartas, la vista fija en el Chueco. —Linda hembra. El Chueco se levanta lentamente de la silla, cuando pasa junto a GRUPO DELAPALABRA 53
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Ángel, con un movimiento rápido lo toma del pelo con la mano derecha, la izquierda se ciñe sobre la garganta. —¡Ni se te ocurra, esa mina es para mí! —¡Tranquilo jefe! El Chueco lo suelta con asco. —Si estuviera el Hernán, se la regalaba. No sé qué le pasa al pendejo, no viene nunca a casa. A veces la llama a la vieja, pero la turra no me cuenta nada. Me dice que está bien, nada más. Desde que salí de la cárcel no me habla, el boludo. Hunde los ojos en el vaso, se mete en el baño. Los dos en la mesa se miran. Ángel se toma del cuello. —A éste habría que matarlo ya. —No, primero hay que cobrar, no enquilombes más las cosas, después nos encargamos de los dos. Más tarde, en la cocina, el Chueco saca dos porciones de pizza fría de una caja, un vaso de agua, las lleva a la cama. Claudia, que todavía sangra por la nariz, mira el plato, levanta los ojos hasta él. —Te voy a sacar la mordaza. Llegás a gritar y te mato, ¿me entendés? Ah, y te comés eso, conchudita. Claudia niega con la cabeza, se retuerce, lo patea. El hombre la toma de la cara, le aprieta los pómulos. La mano baja hasta el cuello se desliza hasta los pechos por debajo de la camisa. Claudia se estremece, quiere gritar, pero otra vez la mano de hierro le aprieta la garganta. El Chueco se enfurece. —¡Me parece que todavía no entendiste, pendeja! ¡Acá se hace lo que digo yo, carajo! El sopapo estrella plato y vaso contra la pared, los vidrios se desparraman por el piso. La agarra por las piernas y la acuesta boca abajo, las rodillas en el suelo. El brazo cuelga del respaldo, la muñeca esposada empieza a sangrar. Le arranca la camisa. —Así que no querés comer, putita de mierda. Ahora te vas a comer ésta. La agarra de los pelos, espera a que grite, le gusta, se calienta más. El alarido de Claudia llega entonces, la mano libre inútilmente trata de apartar al hombre que le abre las nalgas, presiona, vence su carne, la ensucia para siempre. A cada arremetida, la cabeza golpea la pared. Alcanza a ver al cristo oxidado, que la mira desde la cruz. La herrumbre ha manchado la mirada triste, los ojos piadosos han muerto, hay una mueca anodina en su lugar. El redentor no redime, toda piedad ha desaparecido. El Chueco le aplasta la cara contra el La Avispa 60 54
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colchón hasta que la mordaza se corre. —Tomá, puta, tomá. Descarga su furia en espasmos, un espeso caldo que la quema. En el living el Turco y Ángel siguen jugando a las cartas. —Escuchá cómo se la coge. —Dejalo que se divierta, le queda poco, después nos toca a nosotros. El Chueco se retira. Se abrocha el pantalón mientras va hasta la mesa a buscar la botella. Claudia llora, pequeños espasmos entrecortados, el brazo en el aire sigue intentando apartar al hombre. Lentamente se da vuelta, mira al Chueco. —¿Ahora entendés, borrega, me vas conociendo? —Pero yo ya te conocía, Alberto. —¿Cómo sabés mi nombre?, la puta que te parió. —Andá, fijate en mi cartera, hay una foto. —Qué mierda me importan tus fotos a mí. —Ésta te va a importar, andá y mirala. El Chueco revisa la cartera hasta que encuentra una foto en el bolsillo interior. El rostro se congela cuando la ve. Una pareja abrazada en la plaza. —¿Qué haces vos con el Hernán? —Soy Claudia, la mujer de tu hijo, Hernán. Un día te vimos por la calle, me habló de vos. Esos dos lo mataron anoche, cuando me trajeron. El Chueco se desfonda como un canasto podrido, las rodillas se doblan, golpean el piso. El llanto ahora es del hombre; la mirada helada, de la mujer. Lentamente se incorpora, toma la pistola, va hasta living donde los otros siguen la partida. Alcanzan a mirarlo con sorpresa, ven el arma, levantan manos inútiles. Sin decir palabra dispara cinco tiros, dos para el Turco, tres para Ángel. El último para él, frente a la cruz oxidada.
MARCELO PARRA
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La herencia bordó
Desde que papá se marchó ella comenzó con aquellas rarezas que por ser niños debíamos soportar y obedecer. Por las tardes, sacábamos a pasear a la maceta del geranio bordó, ésa que había trasplantado papá, un día antes de entregarse a las vías. Vagábamos con ella por el barrio como si fuera una mascota. Se comportaba como un perrito moviendo los pimpollos con compases propios. Diseñamos con el chasis del camioncito viejo, un carrito de paseo al que sujetamos una correa de perro, descubierta entre restos de mudanzas, en el galpón del fondo. Así, el paseo con el geranio subió de categoría. Lo chicos ya no se burlaban, sino, por el contrario, nos daban unas moneditas para poder hacerlo ellos, y nosotros como grandes empresarios lo controlábamos todo de reojo y de lejos, como hacían los capataces con los peones del ferrocarril. Después nos turnábamos, mi hermano se quedaba con los chicos y casi siempre yo, por ser el mayor, la vigilaba, a la vieja, claro, porque entre tantas manías, se le dio por ir todas las tardes a la estación. Cada día se acercaba más al tren en el que llegaba papá. Me pareció que no tenía buenas intenciones. Recordé cómo, después de que lo echaron del trabajo, lo vi hacer lo mismo, pero me había hecho el tonto, hasta el último día en que lloró por primera vez y me prohibió que lo acompañara empujándome entre hosco y melancólico. Cuánto nos costó hacer el segundo carrito para llevar a mamá; por el peso se nos iba para ambos lados. Al principio, le provocaba alguna que otra sonrisa, aunque por poco tiempo, después se fue secando mientras el geranio florecía y vendíamos gajitos y nos encargaban cada vez más. Ella se achicaba como una ramita seca, mustia. El recorrido cada vez se tornó más fácil porque al perder peso era como pasear una nube. Sentimos alivio a medida que se resecaba. Nuestra madre iba transformándose en un geranio de pimpollos muertos.
SUSANA TRAJTEMBERG
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sushka1970@hotmail.com - (Mar del Plata) 56
Not as y ensayos
MARCOS RODRIGO RAMOS GUSTAVO OLAIZ CRISTINA MENDIRY
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Un viaje al universo marino de Edgar Allan Poe Una mirada sobre Narración de Arthur Gordon Pym
Por el Profesor MARCOS R. RAMOS Uno de mis designios principales fue la máxima diversidad de temas, pensamiento y, sobre todo, tono y presentación. Si todos mis cuentos estuvieran incluidos en un gran volumen y los leyera como si se tratara de una obra ajena, lo que más me llamaría la atención sería su diversidad y variedad. Se sorprenderá usted si le digo que, con excepción de uno o dos de mis primeros relatos, no considero a ninguno de ellos mejor que otro. Hay gran variedad de clases y esas clases son más o menos valiosas; pero cada cuento es igualmente bueno en su clase. (1) Así se expresaba Edgar Allan Poe acerca de sus cuentos. En concordancia con lo dicho anteriormente Julio Cortázar en su introducción a los Cuentos completos del autor que tradujo sostiene que sus relatos se pueden clasificar en estas categorías generales de las cuales introduciremos un ejemplo: 1. Cuentos de terror (Ligeia) 2. Sobrenaturales (La máscara de la muerte roja) 3. Metafísicos (El coloquio de Monos y Una) 4. Analíticos (Los crímenes de la calle Morgue) 5. De anticipación y retrospección (Mellonta nauta) 6. De paisaje (La isla del hada) 7. Grotescos y satíricos (Hopfrog) Pese a la gran variedad que abarcó, los cuentos de terror constituyen su obra más conocida junto a los relatos de detectives que influyeron en autores posteriores como Arthur Conan Doyle, cuyo Sherlock Holmes está inspirado en el Auguste Dupin de Poe. Su obra abarca también la poesía, probablemente de no haber tenido que trabajar de periodista se hubiera dedicado en exclusiva a ese género en el que supo ser controvertido por sus colegas recibiendo las peores críticas. En su ensayo El principio poético manifestaba que el objetivo de un poema es estético, su fin último es la belleza (2), dejando en claro que descreía de la poesía didáctica y alegórica; y que el poema no debía ser nunca producto de la pasión, La Avispa 60
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Notas y ensayos
aunque muchos autores como Cortázar sostienen que varios de sus grandes poemas como El cuervo, Israfel, La ciudad en el mar y tantos otros nacen más de la pasión que de la razón. Al descartar el didacticismo moralizante como objetivo de la obra de arte (tanto en cuento como en poesía), Poe la libera de criterios de verosimilitud externos y da rienda suelta a aquellos elementos fantásticos y formales que la configuran estéticamente. También se dedicó al ensayo y a la crítica literaria, tarea esta última que le dio cierto prestigio. Elaboró su propia poética, su propia teoría de la literatura, que aparece diseñada en su obra crítica y en ensayos. Creía que el sentido en literatura discurre bajo la superficie expresa. Las obras con un sentido demasiado obvio, escribió, dejan de ser arte. Opinaba además que aquéllas debían ser breves y enfocadas a causar un efecto muy concreto, para lo cual el escritor debía calcular cada efecto e idea. En otro conocido ensayo sobre la materia, Filosofía de la composición, el escritor describe el método que siguió en la escritura de El cuervo, afirmando que fue dicho sistema tan frío el que utilizó. Muchas veces se ha cuestionado, si esto es cierto, como manifestamos antes en los dichos de Cortazar. Escribe en una nota periodística Jorge Luis Borges: Poe indisolublemente pertenece a la historia de las letras occidentales, que no se comprende sin él. También, y esto es más importante y más íntimo, pertenece a lo intemporal y a lo eterno, por algún verso y por muchas páginas incomparables. De éstas yo destacaría las últimas del Relato de Arthur Gordon Pym de Nantucket, que es una sistemática pesadilla cuyo tema secreto es el color blanco. (3) Nos habla así Borges de la trascendencia de su obra en la literatura mundial, hecho que no pueden negar ni siquiera sus más acérrimos detractores, extendiéndose su influencia no sólo en lo literario sino también en otros ámbitos como la música, la pintura, el cine y el teatro. Destaca así también el final del único abordaje al género de la novela que hizo con su Narración de Arthur Gordon Pym, obra en la cual centraremos nuestro análisis. En primera instancia debemos hablar de antecedentes de la novela. El primero que se destaca La Balada del viejo marinero, poema escrito por el poeta inglés Samuel Taylor Coleridge en 1799 que en su traducción al español ha recibido diversos títulos (La balada del marinero de antaño, Balada del viejo marinero, La oda del viejo marinero). Relata la fantástica aventura de un marino durante un largo viaje en el mar. Éste se inicia con el marinero abordan59
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do a un hombre que va a un matrimonio, pidiéndole que escuche su historia. La historia se inicia con una partida venturosa, pero luego seguida de fuertes tormentas. El barco es llevado hacia el sur, llegando cerca de las costas de la Antártida. Es ahí cuando la tripulación ve a un albatros, augurio de buena suerte. Sin embargo y sin razón alguna, el marinero dispara al ave con su ballesta. La tripulación se inquieta, culpando al marino de un futuro desastre. Sin embargo, luego que el tiempo mejora y desaparece la niebla, la tripulación cambia de parecer, felicitando al marino por su acción. Navegando a la deriva y sufriendo la escasez de agua, la tripulación vuelve su ira contra el marino, castigándole a colgar en su cuello al ave, como señal de culpabilidad. Con el transcurrir del tiempo, el barco tiene un encuentro fantasmal con la muerte y la muerte-envida. Éstos juegan con los dados la vida de la tripulación, siendo la muerte-en-vida quien gana el alma del marinero. El castigo de ver a la tripulación perecer, hace que el marino cambie de actitud y bendiga a las criaturas del mar que encuentra. Es allí donde el ave que colgaba de su cuello cae, librándolo de la maldición. Después el marino es rescatado del barco varado donde se encontraba, para luego ser perdonado por un ermitaño, poniéndole como penitencia el relatar su historia donde quiera que vaya. El segundo antecedente es la leyenda de El holandés errante. Según la tradición, es un barco que no pudo volver a puerto, condenado a vagar para siempre por los océanos del mundo. El velero es siempre oteado en la distancia, a veces resplandeciendo con una luz fantasmal. Si otro barco lo saluda, su tripulación tratará de hacer llegar sus mensajes a tierra, a personas muertas siglos atrás. Las versiones de la leyenda son innumerables, pero la original comenzó con el capitán de un barco holandés, un capitán burgués de Holanda llamado Willem van der Decken, quien hizo un pacto con el diablo para poder surcar siempre los mares sin importar los retos naturales que pusiera Dios en su travesía. Pero Dios se entera de esto y en castigo lo condena a navegar eternamente sin rumbo y sin tocar tierra, por lo que recibe el nombre de El holandés errante. El tercer y principal antecedente importante son los relatos de Benjamín Morrell que fue un marino y explorador estadounidense. Entre 1823 y 1831 realizó cuatro viajes de relevancia, principalmente por el océano Antártico, las islas del Pacífico y las costas orientales de América. Escribió un libro de memorias sobre sus viajes titulado Narración de cuatro viajes (1832) y, a raíz de las informaciones La Avispa 60
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aportadas en esa obra, se ganó una pésima reputación como fabulador por las inexactitudes que contenía y también por la forma un tanto fantasiosa de exponer sus experiencias. Con posterioridad, se demostró que muchos de los descubrimientos geográficos sobre los que informó no existían, especialmente los realizados en la Antártica. La narración de Morrell sobre los siguientes meses de travesía por aguas del océano Antártico es muy controvertida. Sus informes sobre distancias recorridas, latitudes y descubrimientos han sido tachados de inexactos o imposibles. Dio vívidas descripciones sobre las características de la costa, observando que había abundante vida salvaje. En realidad no existe tal tierra, y los avistamientos realizados en la misma área también comprobaron que eran imaginarios. No se han encontrado referencias de la acogida que tuvo el libro al ser publicado, salvo el comentario del periodista y explorador Jeremiah Reynolds acerca de que en el relato de Morrell había más poesía que verdad. Sin embargo, unos años más tarde, Edgar Allan Poe se basó en su libro (y en otros relatos de viajes por mar) para escribir en 1838 la obra de ficción La narración de Arthur Gordon Pym. Julio Verne sostiene que Poe ha creado un género aparte, que sólo procede de él mismo, y del cual me parece que se ha llevado el secreto; se le podría identificar como el fundador de la escuela de lo extraño; ha hecho retroceder los límites de lo imposible; él tendrá imitadores. Éstos intentarán ir más allá, de exagerar su estilo; más de uno creerá que le sobrepasará, pero no logrará ni siquiera igualarlo. (4) Narración de Arthur Gordon Pym es quizás más humana que sus Historias extraordinarias y no por eso es menos insólita. Poe presenta situaciones que no se encuentran en ninguna parte y de naturaleza esencialmente dramática. Poe primeramente comienza por citar una carta del mencionado Gordon Pym, con el fin de probar 61
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que sus aventuras no son de ningún modo imaginarias, como se había querido hacer creer al público al firmarlas con el nombre del señor Poe; reclama en favor de su autenticidad. Desde su niñez, él tenía obsesión con los viajes, y, a pesar de cierta aventura que casi le cuesta la vida, no desistió de su propósito. En este episodio es embestido por un barco de gran tamaño, cuestión ya tomada en Manuscrito hallado en una botella. En el cuento el protagonista sale en un barco pero una poderosa tormenta hace que zozobre sobreviviendo él solo. En medio de la tempestad ve aparecer un extraño barco gigante con aspecto antiguo que casi lo embiste. Sube a ese barco. Allí la tripulación es grande en edad y cuando los cruza parecen ignorar su presencia. El barco avanza por una zona repleta de hielos y al final llegan a un torbellino en donde se hunden en el Polo Norte en una profundidad que los llevará al mismo centro de la tierra. El protagonista cuenta todo en un manuscrito dejado en una botella. Volvamos a la novela. Decide el personaje cierto día, en contra de la voluntad y sin el conocimiento de su familia, embarcar en el bergantín Grampus, destinado a la pesca de ballenas. Uno de sus amigos, Augustus Barnard, que formaba parte de la tripulación, debió apoyar este proyecto preparando en la bodega del barco un escondrijo donde Gordon permaneció hasta que el barco partiera. Todo se ejecuta sin dificultad, y nuestro héroe percibe pronto cómo el bergantín comienza su marcha. Pero, después de tres días de cautividad, su mente comienza a confundirse; los calambres se apoderan de sus piernas; además, sus provisiones se echan a perder; las horas pasan; Augustus no aparece; la inquietud comienza a apoderarse del prisionero. Este tema del encierro y la claustrofobia provocada por el mismo había sido abordado por Poe en cuentos como El entierro prematuro. En este relato el protagonista está obsesionado porque tiene ataques de catalepsia y cree que confundidos lo puedan enterrar vivo. Luego de uno de ellos se despierta con maderas arriba y a oscuras pensando que está enterrado pero se durmió en una canoa y como llovía habían puesto maderas para taparla. En la novela Pym descubre luego que su perro Tigre lo había seguido a bordo. Al principio lo acompañará bien pero luego por la falta de agua y alimento el perro tiene rabia, logra encerrar al animal en la caja que le servía de refugio y luego cayó desvanecido. Un ruido, un susurro, su nombre a medio pronunciar, lo sacaron de La Avispa 60
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su aturdimiento. Augustus estaba a su lado, acercando una botella de agua a sus labios. Le cuenta que hubo un amotinamiento de la tripulación, Augustus se había salvado, gracias a la inesperada protección de un tal Peters, marinero de una fuerza prodigiosa. Después de esta terrible escena, el Grampus había continuado su ruta. Barnard le revela a Peters la presencia a bordo de Gordon. Entonces, planean apoderarse del barco. La muerte de un marinero les ofrece bien pronto la oportunidad esperada. Gordon representará el papel de fantasma y los conspiradores sacarán provecho del pavor causado por la aparición. La representación tuvo lugar; produjo un terror glacial, la lucha comenzó; Peters y sus dos compañeros, ayudados por Tigre, triunfaron y se quedaron solos a bordo con un marinero de nombre Parker, que, al no haber perecido, se unió a ellos. Pero entonces sobrevino una terrible tempestad; el barco, víctima del balanceo, se da vuelta y queda boca abajo. Aquí llegan las extrañas escenas de hambre, y todos los intentos fallidos por llegar al depósito de alimentos; son descritos de una forma arrebatadora. En el más terrible de los sufrimientos, se produjo un incidente aterrador, muy propio del genio de Poe. Un barco es avistado por los náufragos, un gran bergantín-goleta, de aspecto holandés, pintado de negro, con un mascarón de proa llamativo y dorado, se acerca poco a poco, luego se aleja, y más tarde regresa; parece seguir un rumbo incierto. Los náufragos pueden ver su puente. Está cubierto de cadáveres. No hay a bordo un ser viviente. Solo un cuervo que se pasea por entre todos los muertos; luego el extraño barco desaparece, llevándose consigo la incertidumbre horrible de su destino. Este episodio remite en primera instancia a la leyenda de El holandés errante de la que ya hemos hablado y a varios textos de Poe que toman como temática la peste como El rey peste y La máscara de la muerte roja y su célebre poema El cuervo. El rey peste transcurre en Londres en época de peste. Dos ladrones se aventuran hacia zonas abandonadas por ese motivo. Allí se encuentran con una corte compuesta por seres deformes afectados por la peste comandados por el rey Peste I a quien reconocen como un viejo actor. Los ladrones se niegan a beber con ellos y luego de defenderse de su ataque salen por la ventana escapándose. La máscara de la muerte roja ocurre en época de peste. Un príncipe decide aislarse con su corte de la ciudad viviendo de fiesta en fiesta. Realiza así un baile de disfraces apareciendo un desconocido vestido como la muerte roja. 63
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El príncipe intenta quitarle la máscara pero muere en el intento. Debajo de la máscara no hay nadie y la peste termina con todos. Volvemos a la Narración. Los días siguientes, los sufrimientos del hambre y de la sed se duplican, se discutió fríamente acerca de emplear los recursos del canibalismo, y se tiró a la suerte; estuvo contra Parker. Finalmente, el seis de agosto, fueron recogidos por la goleta Jane Guy de Liverpool, al mando del capitán Guy que iba a emprender una exploración hacia el Polo. La Jane Guy se encontró en el medio de los bancos de hielos. La tripulación pescó el cuerpo de un singular animal, evidentemente terrestre. Luego fue descubierta la tierra de unos salvajes de raza desconocida y piel de un negro azabache, vinieron al encuentro de la goleta, que evidentemente tomaron por una criatura viviente. El capitán Guy, animado por la buena disposición de los indígenas, decidió visitar el interior del país; y, acompañado de doce marineros bien armados, llegó a la aldea de Klock-Klock luego de tres horas de marcha. Gordon formaba parte de la expedición. La tripulación de la Jane Guy y los nativos se llevaban bien. Un segundo viaje al interior del país fue preparado; seis hombres permanecieron a bordo de la goleta, y el resto se puso en marcha. El grupo, acompañado por los salvajes, se deslizaba entre los sinuosos y estrechos valles. Un muro de rocas elevado a una gran altura donde destacaban algunas grietas, llamó la atención de Gordon. Cuando examinaba una de ellas con Peters dice: Sentí de pronto —dijo— una sacudida que no se parecía a nada que me resultara familiar, y que me provocó una vaga idea de que los cimientos de nuestro macizo globo se agrietaban de repente, y que había llegado la hora de la destrucción universal”.(5) Estaban enterrados vivos; los dos infortunados se encontraban en el medio de una colina sepultados por un cataclismo, pero por un cataclismo artificial; los salvajes habían derribado la montaña sobre la tripulación de la Jane Guy, todos habían perecido, excepto Peters y Gordon. Excavando un camino en la roca blanda, llegaron a una abertura por la cual vieron el país lleno de salvajes atacando la goleta que se defendía con su cañón; pero al final la goleta fue tomada, e incendiada, y pronto voló en pedazos en medio de una terrible explosión que hizo perecer a varios miles de hombres. Durante largos días, Gordon y Peters vivieron en el laberinto, alimentándose con avellanas; Gordon llegó a conocer la forma exacta del laberinto, que desembocaba en tres abismos; proporciona el dibujo de los tres abismos en su narración, así como la La Avispa 60
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reproducción de ciertas muescas que parecían haber sido grabadas sobre la piedra pómez. Después de varias tentativas sobrehumanas, Peters y Gordon consiguieron volver a la llanura; perseguidos por una vociferante horda de salvajes, felizmente llegaron hasta un bote, donde un indígena se había refugiado, y pudieron hacerse a la mar. Estaban, entonces, en el océano Antártico inmenso y desolado, en una latitud más allá de los 84 grados, en una frágil embarcación, sin otras provisiones que tres tortugas (6) Hicieron una especie de vela con sus camisas; la vista de la tela afectaba singularmente a su prisionero, quien nunca se decidió a tocarla, y parecía tener horror a lo blanco; sin embargo, avanzaban siempre y llegaron a una región nueva y asombrosa. Ocurría un fenómeno más extraño aún, la temperatura del mar parecía aumentar y pronto se volvió excesiva; su tonalidad lechosa se hizo más evidente que nunca. Gordon y Peters llegaron a conocer finalmente por boca de su prisionero que la isla, teatro del desastre, se llamaba Tsatal; el pobre diablo caía presa de convulsiones cuando se le acercaba algún objeto blanco. Estábamos casi cubiertos por el aguacero de blancas cenizas que se acumulaba sobre nosotros y sobre el bote y se fundía con el agua al tiempo que caía. La cima de la catarata se perdía completamente en la oscuridad y en el espacio. Sin embargo, era evidente que nos estábamos aproximando con una velocidad asombrosa. A intervalos, se podían ver en toda su extensión inmensas aberturas, que sólo eran momentáneas, y, a través de estas aberturas tras las cuales se agitaba un caos de imágenes flotantes y confusas, se lanzaban poderosas corrientes de aire que silenciosamente arañaban a su paso un mar inflamado (7). Situación similar aparece en Un descenso en el Maelstrón. El relato trata sobre unos pescadores que aprovechan la bajada de la marea para pescar donde otros no se atreven guiándose por los horarios donde el Maelstrón no está (un especie de torbellino que hunde todo lo que pasa). Un huracán provocará que se queden más tiempo del indicado y son atrapados por el maelstrón. Haciendo cálculos el protagonista se aferra a un tonel cilíndrico y así logra que el maelstrón lo expulse. La novela finaliza de esta forma extraordinaria: nos precipitamos en el seno de la catarata, donde un abismo se abría para recibirnos. Pero entonces se alzó en nuestro camino una velada figura humana, de proporciones muchos más grandes que las de cualquier habitante de la Tierra. Y la piel del hombre tenía la perfecta blancura de la nieve...” (8) 65
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La Narración se interrumpe al llegar a este punto. ¿Quién la retomará algún día? Se pregunta Julio Verne y afirma: Alguien más audaz que yo y más resuelto a avanzar en el dominio de las cosas imposibles. (9) Paradójicamente fue él quien escribió la continuación de esta novela bajo el título La esfinge de los hielos. Sin embargo, es necesario creer que Gordon Pym se libró de aquella situación puesto que él mismo fue quien hizo esta extraña publicación; pero murió poco antes de haber terminado su obra. Poe parece sentirlo vivamente, y rechaza la tarea de llenar este vacío. Narración de Arthur Gordon Pym no carece de ese elemento que distingue tanto su obra: el misterio. Sin embargo, éste, curiosamente, no se hallará sino hasta el desenlace de esta narración. Mientras que la mayor parte del desarrollo de la Narración de Arthur Gordon Pym —tal vez dos tercios de la novela— carece de vitalidad y emoción, la última fracción se nos muestra como un giro increíble que rompe con la monotonía del relato, para transformarse en un misterio. Este hecho ha conmovido a los estudiosos de la obra de Poe y ha promovido un largo debate donde no se logra aún formular una respuesta. Las respuestas son demasiado tímidas, casi ingenuas; los misterios están por descifrarse, pero jamás se logra desvelarlos; pues, al final de Narración de Arthur Gordon Pym, Poe comienza otra historia, otro relato. Una historia que, por supuesto, jamás escribirá. Sin embargo hay un misterio que, en el desenlace, se descifra. A saber; Poe nos señala aquello que provoca terror en los negros: temían al blanco, la ausencia de todo color que llenaba toda aquella región y al desesperado grito de Tekeli-Li, pues es el presagio nefasto de su pronta manifestación. Mas el misterio pronto volverá a cubrirnos con su manto: Una terrible visión, la última imagen de la novela, será la emersión de un gigante blanco cuyas proporciones eran mucho más grandes que las de cualquier habitante de la tierra (10), visión aterradora que fulmina al negro Nu-Nu. ¿Quién es este ser? ¿Cuál es el origen misterioso de Nu-Nu y los otros aborígenes? ¿Qué se oculta en el miedo a lo blanco? ¿Qué nos quiso decir Edgar Allan Poe con todo esto? Una lectura profunda de la novela centrada en aquellos signos con mayor denotación, tal vez nos señale la senda correcta de la interpretación. No cabe duda que la esencia del misterio de la Narración de Arthur Gordon Pym reside en lo siguiente: el blanco como fuente de terror. He aquí el elemento que hace de esta obra algo La Avispa 60
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más que una simple novela. Veremos, entonces, el significado del blanco en el código de Poe y en su novela. Pero antes debemos conocer el significado de este no-color. Negro y Blanco son expresiones de lo No Manifestado y de lo Manifestado, respectivamente. Sin embargo, esta regla tiene excepciones y, a veces, nos encontramos en la situación inversa; o sea, donde el negro corresponde a lo Manifestado y el blanco a lo No Manifestado. La Antártida, según nuestro Juicio, sería uno de estos casos excepcionales. El blanco polar es lo No Manifestado, el velo que esconde el Secreto. El blanco, al significar lo indefinido representa, en definitiva, lo misterioso por antonomasia. Y de allí viene el miedo que el blanco provoca en nosotros, pues nos hallamos indefensos ante un velo misterioso que oculta otros misterios. Volviendo a la obra de Poe, recordaremos que el blanco causa el miedo de los habitantes de Tsalal, isla cercana a la Antártica, ocupada por indígenas de piel negra. No importa si se trata de un simple pañuelo blanco o de un inofensivo polvillo blanco, lo que sea, la reacción de horror de los negros no tardaba en llegar. En la página final de la tragedia de Pym leemos: Muchos pájaros gigantescos, de una blancura fantasmal, volaban continuamente viniendo de más allá del velo blanco, y su grito, mientras se perdían de vista, era el eterno Tekeli-li.(11). Este acontecimiento causará la muerte de Nu-Nu, el habitante de Tsalal, el prisionero de Pym. El terrible Tekeli-li! de las aves, es imitado por los indios cada vez que se hallan ante la presencia del blanco o cuando están muy próximos a su poderosa influencia. Ellos anunciarán el último terror para los negros: vendrá figurado en el Gigante Blanco. Se especula que su gusto por la narrativa del miedo nace con las historia que escuchaba de los esclavos en la cocina de su casa cuando era un niño: Y esos temores le habían inculcado los negros y negras esclavos de su tutor, en los relatos de aparecidos que constantemente tenían en la boca, y que el niño Edgar iba a escuchar en la cocina (12) Incluso se asegura que la influencia narrativa de los negros sobre Poe es aún mayor. pues la musicalidad de su composición literaria —los ritmos, complicados y llenos de matices— es, en cierta forma, una 67
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imitación de los cánticos de los esclavos. Sea o no cierto, es importante considerar estas opiniones como hipótesis, las cuales pueden ayudarnos a arrojar luces en el caso Poe. Desde su publicación en 1838 y hasta principios del siglo XX, los análisis sobre La Narración indagaron temas relativos a su forma narrativa. En consecuencia, la obra fue definida como una historia fraudulenta, una bitácora de viajes ultramarinos, el relato novelado de un hecho real o literatura de exploración. El acercamiento de Poe a su propia Narración enfatiza un tratamiento narrativo que no es del todo claro ni concluyente respecto a sus límites ficticios. En este sentido, la complejidad de la novela no sólo deriva de las fisuras narrativas, sino que también de su propia ambigüedad debido a la combinación de tipos de texto que exhibe. En cuanto a la trama, ésta trata sobre las vicisitudes que el joven Pym encuentra en su travesía hacia los mares del sur a bordo del bergantín Grampus en junio de 1827. El Capítulo IV, por ejemplo, presenta abundantes referencias navieras en lenguaje altamente técnico haciéndonos olvidar que leemos una novela de aventuras. Un efecto similar produce el Capítulo XVI, esta vez con la acabada descripción de islas cercanas al Cabo de Buena Esperanza. ¿Leemos una bitácora, una crónica, un recuento técnico-científico? La narración adopta las convenciones estilísticas y retóricas propias de otros textos y, por momentos, deja de ser lo que es. La nota introductoria a La Narración ilustra el cuestionamiento deliberado de los niveles de ficción y realidad. Al explicar las circunstancias que originan el relato, Arthur Gordon Pym menciona la intención del señor Poe de narrar su travesía: Luego me propuso que le dejase contar, con sus propias palabras, una narración sobre la primera parte de mis aventuras, alimentada con hechos que yo mismo le suministraría, para publicarla en el Southern Messenger haciéndola pasar por ficción. Consentí, sólo estipulando que mi nombre real no se diese a conocer (13). Con el propósito de crear un tono pseudo-verosímil, Poe hace que su personaje Pym se refiera a la publicación del relato en los siguientes términos: Dos números de esta supuesta ficción aparecieron, en consecuencia, en el ‘Messenger’ de enero y febrero (1837), y, a fin de que realmente pareciera una ficción, se incluyó el nombre del señor Poe en la tabla de contenidos de la revista (14). De este modo, Poe transforma deliberadamente su ficción, La Narración de Arthur Gordon Pym, en la historia real de Pym. Dicha La Avispa 60
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Prof. Marcos Ramos
transformación, sin embargo, estará sujeta a la ilusión momentánea de creer que leemos un hecho verídico.
Además de las mencionadas, existen otras razones que explican la inclinación de Poe hacia un relato ambiguo y la anulación de su rol como autor. Al leer la nota introductoria a La Narración, nos preguntamos sobre la motivación que impulsa a Poe a atribuir la articulación de su relato al testimonio de un Arthur Gordon Pym ficticio. Como he venido sugiriendo, la respuesta debe tomar en cuenta el juego de la ficción dentro de la ficción generado por el autor. Este distanciamiento que Poe asumió respecto de La Narración también lo explica el hecho que, al escribir su primera novela, el autor se alejaba de los principios básicos que él mismo formuló en relación a la comunicación de verdad artística: brevedad y unidad de efecto. Estos conceptos constituirán el argumento central del ensayo El principio poético de 1848. De este modo, tanto la longitud como la secuencia fracturada de eventos en La Narración contradecían en la práctica las teorías artísticas del autor. Esta contradicción involuntaria respecto de El principio poético estuvo inducida por aspectos pecuniarios que pesaron fuertemente sobre 69
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el autor. La frágil e inestable situación económica de Poe es una marca constante a lo largo de su carrera literaria, hecho que se agudiza en 1836 al contraer matrimonio con su prima Virginia Clemm. Debido a que le demandan la creación de una historia atrayente para aumentar la circulación de la revista en la que trabajaba, el autor accede a popularizar el relato, satisfaciendo así tanto a los editores como a un público ansioso de aventuras y exotismo. Para los lectores crédulos o complacientes, la vertiginosa sucesión de aventuras que Poe entreteje representa uno de los mayores aciertos del relato. Es el apetito persistente por lo bizarro e inusual el que Poe, muy a su pesar, se ve en la obligación de satisfacer. El pasaje que cito a continuación es una muestra clara de la inclusión de este tipo de elementos. En el Capítulo XII, después que Parker es apuñalado en la espalda, tanto Peters, su ejecutor, como Pym proceden a alimentarse de la víctima. El tratamiento formal del episodio, expresado en el tono naturalista de la descripción del comportamiento antropófago, recrea en términos sobrecogedores una experiencia que el propio narrador califica de indecible. Como ya se mencionó anteriormente, la crítica, a pesar de las divergencias en planteamiento y perspectiva, ha concordado en calificar el final abrupto de La Narración como un error estructural imperdonable. Hecho agravado por el supuesto cuidado que caracteriza el manejo ficticio de las obras de Poe. Sin embargo, el término de la narración sin una resolución formal refleja la utilización sistemática de recursos por parte del autor. De este modo, Poe manipula la narración con el fin de propiciar actos interpretativos divergentes dependiendo de la competencia del lector. Por un lado Poe hace que Pym se enfrente a una aparición inescrutable cuya presencia es precedida por una serie de fenómenos atmosféricos en el paisaje polar. La desnaturalización del paisaje, sugerida ya en la progresión del viaje hacia los mares del sur en el Capítulo XIV, alcanza con la aparición de la figura blanca su mayor fuerza. Es probable que el final de la narración deje al lector crédulo, aquel cuya lectura se ha centrado en el nivel ficticio de la novela, en un estado de asombro y perplejidad. Aún, así, sus expectativas en cuanto al relato de aventuras extraordinarias se han cumplido. Por otro, Poe utiliza la aparición de la figura blanca como un mecanismo que aludiría al carácter inconcluso de los textos. Es evidente que a la última nota en el diario de Pym le falta algo. Tal como está, La Avispa 60
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la nota parece ser la mera introducción a uno de los eventos más intrigantes de La Narración: Y ahora nos dirigíamos al encuentro de la catarata, donde un abismo se abría para recibirnos. Pero entre nosotros se interpuso una figura humana envuelta en un velo, de proporciones muchísimo mayores que las de cualquier mortal. Y la tonalidad de la piel de la figura era de la perfecta blancura de la nieve (15). En la nota final del editor esperamos encontrar, si no una explicación detallada, por lo menos conjeturas sobre la aparición de la figura. Cuando leemos: “La pérdida de los dos últimos o tres capítulos (ya que existían sólo dos o tres) es un hecho que lamentamos profundamente (16) de inmediato pensamos que el valor de la pérdida se debe a la imposibilidad de conocer el origen de la figura. A continuación, sin embargo, el editor nos informa que el valor de dicha pérdida se debe a que estos capítulos contenían información relativa al Polo, o a las regiones próximas a él (17) La significación de la figura, por tanto, es un asunto que el propio lector deberá dilucidar. Según Cortázar, la obra posee el doble valor de un libro de aventuras lleno de episodios “vividos” y a la vez de una corriente subterránea evasiva y extraña, un trasfondo que cabría considerar alegórico o simbólico, de no tener presente la tendencia contraria del autor, y sus explícitas referencias en este sentido (18). Poe trató de lograr el estilo «plausible y verosímil» que admiraba en Robinson Crusoe, y que se documentó astutamente mediante mapas, cuadernos de bitácora, crónicas e informes marineros. La obra no puede evitar ser receptáculo de la obsesión claustrofóbica del autor, que se encarna incluso en el marco del océano abierto; en cuanto a su final, para Cortazar si Poe hubiese sido más un alegórico que un materialista, estaríamos tentados de contemplar la salvación de Pym en términos teológicos (19). Poe dejó inacabada otra novela de aventuras: El diario de Julius Rodman, aparecida en la revista Burton’s Gentleman’s Magazine por entregas. Solo salieron las seis primeras, de enero a junio de 1840. En esta obra se narra un viaje ficticio a las Montañas Rocosas en tiempos de la conquista del Oeste, temática que sería muy frecuentada por la literatura estadounidense. H. P. Lovecraft sentía auténtica veneración por esta obra, cosa que se echa de ver en su pieza más larga, de parecida extensión: En las montañas de la locura, la cual se encuentra anegada, de principio 71
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a fin, por citas extraídas de La narración de A. G. P. Su también admirador Julio Verne, por su parte, escribió una secuela: La esfinge de los hielos que trata de la búsqueda del desaparecido Pym en el polo Sur. A pesar de que, anteriormente, en el estudio biográfico Edgar Poe y sus obras (abril de 1864), Verne hace mención de lo inconcluso de la historia y él mismo se pregunta: ¿quién será tan osado como para continuarla? (20) 33 años después, sería él mismo quien la continuase. A diferencia de Poe, en La esfinge de los hielos Verne buscaría un desenlace lógico y científico a la esfinge y al misterio de las islas Tsalal. Verne logra darle lógica con el polo magnético de la isla. A pesar de estas referencias, Verne presenta una historia bastante creíble, muy sencilla de leer y con un desenlace que deja satisfechos a los lectores de ambos autores. Conclusión Narración de Arthur Gordon Pym es una novela singular por muchos motivos. Hay crudos elementos en ella que invitan a la especulación y a la polémica: sanguinarias escenas de violencia, de cadáveres en descomposición, incluso de canibalismo, todas ellas, según era propio en el autor, muy bien dibujadas y llenas de detalles escabrosos. En una sociedad pacata y puritana como la suya, es llamativo que Poe se atreviera a llegar literariamente tan lejos con sus obsesiones. Ante el cúmulo de conocimientos de viajes y de detalles técnicos marineros que surgen en el relato, la crítica se ha preguntado con frecuencia dónde pudo el autor obtenerlos, dado el caso de que el único viaje de importancia que emprendió fuera de su país ocurrió en su niñez, con su familia adoptiva, en dirección a Inglaterra. Del mismo modo se ha señalado la coincidencia entre las entonaciones del nombre del personaje y del propio Poe. En cuanto al sombrío y prodigioso desenlace de la obra, se trata de uno de los más enigmáticos que se recuerdan en la historia de la literatura. Si bien la crítica fue demasiado dura con él como poeta, justo es reconocer su valor para las letras universales. Según su admirador H. P. Lovecraft, Poe inició un camino en la literatura, fue el primero en darles ejemplo y enseñar un arte que sus sucesores, con el camino abierto y con su guía, pudieron desarrollar mucho más. Pese a sus limitaciones, Poe realizó lo que nadie había realizado o podía haber realizado, y a él debemos la novela de horror moderna La Avispa 60
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en su estado final y perfecto (21) Sobre la fuerza de las imágenes de Poe, añadió: De esta manera los espectros de Poe adquirieron una malignidad harto convincente que no poseían los de ninguno de sus antecesores y fundó un nuevo modelo de realismo en los anales del horror literario (22). Poe tenía una visión instintiva de lo que podía atraer y mantener la atención de un público lector recién formado. Comprendía las virtudes de la brevedad y de la unidad del efecto; se daba cuenta de la necesidad del sensacionalismo y de explotar las “modas pasajeras”. A lo largo de su vida a menudo fue tachado de mero “revistero”; pero esta actividad arriesgada y mal retribuida sería el detonante de su genio. Como hemos observado en el trabajo realizado Edgar Allan Poe no se quedó estancado en un solo género o forma. Escribió poesía, ensayo, crítica y narrativa. Se destacó en el cuento pero no se quedó estancado en una forma efectista de los mismos, sino que dentro del género experimentó con éxito diferentes formas del mismo. Llamativo es el caso de esta novela que hemos analizado que aparentemente parece ir en contra de los principios por él expuestos en su poética de concisión. Seguramente Poe escribe la novela guiado por influencias de sus editores y con la esperanza de lograr fama y la seguridad económica que siempre le fueron esquivas. No es de lo mejor que escribió el escritor, sin embargo tuvo la fuerza de trascender su contenido en obras de grandes autores como Julio Verne y Howard Philip Lovecraft, autores que a la vez son precursores de infinidad de escritores que los siguieron en temáticas y estilo. Jorge Luis Borges escribió en 1949 que la neurosis de Poe le habría servido para renovar el cuento fantástico, para multiplicar las formas literarias del horror (23) y también agrega sobre él indisolublemente pertenece a la historia de las letras occidentales, que no se comprende sin él. También, y esto es más importante y más íntimo, pertenece a lo intemporal y a lo eterno, por algún verso y por muchas páginas incomparables (24). Rubén Darío, en su libro Los raros, calificó a Poe como “príncipe de los poetas malditos”. Añadió: La influencia de Poe en el arte universal ha sido suficientemente honda y trascendente para que su nombre y su obra sean a la continua recordados (25). Uno de los grandes conocedores del autor, Julio Cortázar, subraya en la obra de Poe un rasgo esencial: De la totalidad de elementos que integran su obra, sea poesía, sean cuentos, la noción de 73
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anormalidad se destaca con violencia. A veces es un idealismo angélico, una visión asexual de mujeres radiantes y benéficas; a veces esas mismas mujeres incitan al entierro en vida o a la profanación de una tumba, y el halo angélico se cambia por un aura de misterio, de enfermedad fatal, de revelación inexpresable; a veces hay un festín de caníbales en un barco a la deriva, un globo que atraviesa el Atlántico en cinco días, o la llegada a la Luna después de asombrosas experiencias. Pero nada, diurno o nocturno, feliz o desgraciado, es normal en el sentido corriente, que incluso aplicamos a las anormalidades vulgares que nos rodean y nos dominan y que ya casi no consideramos como tales. Lo anormal, en Poe, pertenece siempre a la gran especie (26). Pese a no ser el género en que más se destacó, Edgar Allan Poe con su Narración de Arthur Gordon Pym, continúa siendo faro de una literatura occidental que no puede despegarse, felizmente, de su sombra rectora. Cerramos nuestro trabajo con el consejo para los escritores del famoso escritor uruguayo: Cree en un maestro —Poe, Maupassant, Kipling, Chéjov— como en Dios mismo (27). Amén. BIBLIOGRAFÍA BORGES, Jorge Luis. Edgar Allan Poe. Publicado en La Nación (Buenos Aires). Domingo 2 de octubre de 1949, Segunda sección. COLERIDGE, Samuel Taylor. La canción del viejo marinero, Traducción de Karina A. Maccio, febrero 2001. CORTÁZAR, Julio. Obra crítica 2, “Vida de Edgar Allan Poe”. Madrid, Alfaguara, 1994. DARÍO, Rubén. Los raros. Buenos Aires, Editorial Losada, 1994. LOVECRAFT, Howard Philip y otros. Los mitos de Cthulhu, Estudio preliminar de Rafael Llopis. Madrid, Alianza Editorial, 1981. LOVECRAFT, Howard Philip. En las montañas de la locura. Madrid, Alianza Editorial, 1986. LOVECRAFT, Howard Philip. Necronomicom II, Ensayo “El horror sobrenatural en la literatura”. Barcelona, Barral, 1973. MORREL, Benjamín. Narración de cuatro viajes (1832) POE, Edgar Allan. Narración de Arthur Gordon Pym. España, Editorial Edaf, 2005. POE, Edgar Allan. Cuentos completos, Traducción de Julio Cortázar. España, Editorial Edhasa, 2009. POE, Edgar Allan. Ensayos y crítica. Madrid, Alianza Editorial, 1987. POE, Edgar Allan. El cuervo y otros poemas. Madrid, Alianza Editorial, 1990. La Avispa 60
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Notas y ensayos
POE, Edgar Allan. Poemas, prólogo de Rubén Darío. Sevilla, Publicaciones de Aula de Letras, 2012. QUIROGA, Horacio. Decálogo del perfecto cuentista. STOPPELMAN, Gabriela. Edgar Allan Poe para principiantes, Ilustraciones de Jorge Hardmeier. Buenos Aires, Editorial Era Naciente, 1999. VERNE, Julio. La esfinge de los hielos, Nota preliminar de Jorge Sánchez. Madrid, Edicomunicaciones, 1996. VERNE, Julio. Edgar Allan Poe y sus obras. Barcelona, Biblioteca Popular Salvador Bayani, s/f.
CITAS BIBLIOGRÁFICAS (1) POE, Edgar Allan. Cuentos completos, Traducción de Julio Cortázar. España, Editorial Edhasa, 2009, p. 10 (2) POE, Edgar Allan. Ensayos y crítica. Madrid, Alianza Editorial, 1987, p. 24 (3) BORGES, Jorge Luis. Edgar Allan Poe. Publicado en La Nación (Buenos Aires). Domingo 2 de octubre de 1949, Segunda sección, p.1. (4) VERNE, Julio. Edgar Allan Poe y sus obras. Barcelona, Biblioteca Popular Salvador Bayani, s/f, p. 12 (5) POE, Edgar Allan. Narración de Arthur Gordon Pym. España, Editorial Edaf, 2005, p. 63. (6) Ibid., p. 84. (7) Ibid., p. 101 (8) Ibíd., p. 106. (9) VERNE, Julio. Edgar Allan Poe y sus obras. Ob.cit., p. 16. (10) POE, Edgar Allan. Narración de Arthur Gordon Pym. Ob.cit., p. 126 (11) Ibíd., p. 140 (12) CORTÁZAR, Julio. Obra crítica 2, “Vida de Edgar Allan Poe”. Madrid, Alfaguara, 1994, p. 42 (13) POE, Edgar Allan. Narración de Arthur Gordon Pym. Ob.cit., p. 153 (14) Ibid., p. 162 (15) Ibid., p. 170 (16) Ibid., p. 190 (17) Ibíd., p. 196 (18) CORTÁZAR, Julio. Obra crítica 2, “Vida de Edgar Allan Poe”. Ob.cit., p. 12 (19) Ibíd., p 16 (20) VERNE, Julio. Edgar Allan Poe y sus obras. Ob.cit., p. 22 (21) LOVECRAFT, Ho-ward Philip. Necronomicom II, Ensayo “El horror sobrenatural en la literatura”. Barcelona, Barral, 1973. p.22 (22) LOVECRAFT, Ho-ward Philip. Necronomicom II, Ensayo “El horror sobrenatural en la literatura”. Ob.cit., p 24 (23) BORGES, Jorge Luis. Edgar Allan Poe. Ob.cit., p. 1 (24) Ibíd., p. 1 (25) DARÍO, Rubén. Los raros. Buenos Aires, Editorial Losada, 1994, p.4 (26) CORTÁZAR, Julio. Obra crítica 2, “Vida de Edgar Allan Poe”. Ob.cit., p. 122 (27) QUIROGA, Horacio. Decálogo del perfecto cuentista, p. 1
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Notas y ensayos EDGAR ALLAN POE Y LA NOCHE Cuando cae la hipótesis geocéntrica no era más necesaria la esfera exterior que transportaba las estrellas fijas. Su movimiento se explicaba con la rotación de la tierra. Se empieza a sospechar que están a distancias variables de nosotros. Entonces Giordano Bruno habla de un Universo con infinitos soles y tierras habitadas. Así le fue. Surge la paradoja de la oscuridad de la noche. Si en un bosque tupido no podemos ver el “afuera” ya que mirando en cualquier dirección nuestros ojos se toparían con un tronco, mirando el cielo en todas direcciones habría una luz de una estrella llegándonos al ojo. Es otro desagradable encuentro con el infinito. Las explicaciones variaban: debilidad de la luz para llegar a grandes distancias, estrellas remotas muy pequeñas o resistencia del espacio al paso de la luz. Que el universo sea finito en vez de infinito no resuelve el problema de la noche oscura, debería ser clara. Un año antes de morir en su ensayo Eureka Edgar Allan Poe acierta con la solución. La luz de las estrellas “no nos ha llegado aún”. Porque las estrellas tienen una vida limitada en el tiempo y la luz tiene una velocidad finita, enorme pero no infinitamente grande. Poe relaciona esos tres hechos por primera vez, es el primero que se da cuenta. La noche oscura, la vida limitada de las estrellas y la velocidad no infinita de la luz. Estaba ahí nomás la idea que el Universo mismo tiene una edad limitada (de unos 14 mil millones de años se sabe hoy en día), ahí nomás el big bang. Poe (o el inspector Dupin) explicaba la paradoja de la noche oscura, oscuridad compañera que tanto le ayudaba en sus historias de terror, de suspenso, de miedo. Poe en los límites de la poesía, la narrativa y la cosmología.
Eureka, en versión digital, se puede conseguir fácilmente en Internet. La Avispa 60
GUSTAVO OLAIZ 76
gsolaiz@gmail.com (Mar del Plata)
Notas y ensayos “POESÍA SOCIAL” o EL MUNDO SEGÚN LOS POETAS SOCIALES La poesía, como forma particular del pensamiento lógico-intuitivo, responde siempre a las necesidades objetivas de una época. En la llamada década del ´20 , en nuestro país, los escritores se nucleaban bajo la tendencia vanguardista de Florida o la socializante de Boedo —con la revista “Claridad”—; pero siempre representaban a las clases medias de la sociedad. Aquellos a quienes llamaban ‘poetas sociales’, pretendieron fundar un arte proletario, comprometido con los humildes por oposición a todas las tendencias existentes en materia política. Sus asuntos fueron interesarse por denunciar la miseria, la explotación laboral, la injusticia, las condiciones precarias o inhumanas de vida. Pero lo hicieron siempre desde una insalvable distancia con la realidad social que criticaban. Ellos hablaban en tercera persona, lamentándose por la situación de los desheredados. No compartían con ellos un lenguaje común porque seguían perteneciendo a la cultura oficial. Martinfierristas y boedistas provienen ambos del Iluminismo en que se funda el pensamiento liberal y manifiestan prejuicios contra el proletariado industrial producto de las migraciones internas. En los años ’60 —dice N. Jitrik— la poesía se socializa paulatinamente. Comienza un rescate cada vez mayor de elementos populares. La poesía de J. Gelman, en aquellos momentos, iba en la misma dirección de los vanguardistas que anteponen la comunicación a la fiebre experimental. “Violín y otras cuestiones” (1956) es ejemplo del humildismo boedista acercándose al Vallejo de “Poemas humanos” (1939). Francisco ’Paco’ Urondo parte del postinvencionismo de la revista “Poesía Buenos Aires”; perfil vanguardista, cercano a Ungaretti, llegando a un discurso conversacional. Desaparecen los prejuicios que suponían que la experimentación vanguardista y la intencionalidad político-social eran irreconciliables. La poesía posterior al frondizismo es más tangible, más concreta, más convincente. La gobierna una consecuente preocupación por lo cotidiano. Ironía, sarcasmo y humor corrosivo. Se los clasificó como poetas del realismo crítico en el verano del ’66. La más adecuada clasificación posible para un poeta social, sería 77
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Notas y ensayos
la del compromiso ideológico, postura política, amor al hombre, deseos de cambio hacia la libertad y la justicia, y un rescate de lo nacional-popular. La España de la Guerra Civil aporta innúmeros ejemplos, como Cayetano Cordova Iturburu y su poema “Flores en los fusiles”: ¿Oyó silbar usted una granada? ¿Vió entre los niños el obús del crimen? ¿Calles anduvo de ceniza y polvo? Pero ellos llevan flores en los fusiles La América de Ernesto Cardenal, masacrada: HORA 0 “Noches tropicales en Centroamérica, Con lagunas y volcanes bajo la luna Y luces de palacios presidenciales, Cuarteles y tristes toques de queda. ………………………….......................…….. Los campesinos hondureños traían el dinero en el sombrero Cuando los campesinos sembraban sus siembras Y los hondureños eran dueños de su tierra. Cuando había dinero Y no había empréstitos extranjeros Ni los impuestos eran para Pierpont Morgan & Cía. Y la compañía frutera no competía con el pequeño cosechero. Pero vino la United Fruit Company Con sus subsidiarias la Tela Railroad Company ………………………………………………………………………” Leonel Rugama
LA TIERRA ES UN SATÉLITE DE LA LUNA El apolo 2 costó más que el apolo 1 el apolo 1 costó bastante. El apolo 3 costó más que el apolo 2 el apolo 2 costó más que el apolo 1 el apolo 1 costó bastante. La Avispa 60
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El apolo 8 costó un montón, pero no se sintió porque los astronautas eran protestantes y desde la luna leyeron la Biblia, maravillando y alegrando a todos los cristianos y a la venida el papa Paulo VI les dio la bendición. El apolo 9 costó más que todos juntos junto con el apolo 1 que costó bastante.
Leonel Rugama
Notas y ensayos
El apolo 4 costó más que el apolo 3 el apolo 3 costó más que el apolo 2 el apolo 2 costó más que el apolo 1 el apolo 1 costó bastante.
Los bisabuelos de la gente de Acahualinca tenían menos hambre que los abuelos. Los bisabuelos se murieron de hambre. Los abuelos de la gente de Acahualinca tenían menos hambre que los padres. Los abuelos murieron de hambre. Los padres de la gente de Acahualinca tenían menos hambre que los hijos de la gente de allí. Los padres se murieron de hambre. La gente de Acahualinca tiene menos hambre que los hijos de la gente de allí. Los hijos de la gente de Acahualinca no nacen por hambre, y tienen hambre de nacer, para morirse de hambre. Bienaventurados los pobres porque de ellos será la luna. Juan L. Ortiz
VI DOS HOMBRES… Vi dos hombres que se daban la mano, alegres. Oh, vi saltar la luz de esa alegría Como un ligero fuego nuevo. La noche, aún iluminada, de la calle no existía. Era la noche primera y era la noche para mi jugada de esos fuegos. 79
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Notas y ensayos ¿Bastaba el encuentro, el puro encuentro, para que la chispa brotara? Y vi los otros hombres, todos los hombres encontrándose En la fiesta revelada de una todavía tímida unidad. Las manos se unían fuertes para que el calor no escapara Y fuera ese el hálito de la creación conjunta… ¿Pero las otras criaturas? Ah, todas esperan. No es sólo “el hombre y las piedras”. Los otros también esperan, también viven, y pueden “colaborar”. Desde el hombre, y fuera del hombre, para volver al hombre, quizás, Al ser que será todo, aunque humilde, en el absoluto del amor… (De La brisa profunda)
POESÍA SOCIAL DE MAR DEL PLATA Gastón Sequeira y Max Costa Martínez en la radio.
No todo es vanidad, de Gastón Sequeira desaparece el mundo cuando la abstracción me chupa y me tira en ensueños enemigos de lo real acoso del dinero del consumismo hartador tráiganme flores y jardines ejecuten la soberbia con un disparo certero de belleza estoy agonizante de hastío La Avispa 60
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Notas y ensayos
camino con la piel escamada y no puedo ver la matriz urgente de un mundo nuevo los veranos se extinguen y los crucifico como si fuesen a esperarme ahí estaqueados hasta mi regreso no tenemos los días contados si no leídos y hay que buscarlos para ralentizar el tiempo nos quedan escasos ahoras y pichones en su primer vuelo mis pies están lejos de acá debajo del asfalto viendo pasar infamias siento las vibraciones del yo primero del yo mejor celular yo mejor auto mejor ropa como si la tierra los fuese a tragar de manera más elegante quiero poesía palabra igualdad no vengan a traerme hermosas plantas carnívoras denme verdad y días nuevos yo con mi birome los voy a regar.
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Notas y ensayos CAUTIVA, de Max Costa Martínez Es dueña solo de sus fantasías cuando puede volar entre hadas, al estar sola no es otro chiche de la cama. El hombre sin cara apuñala su sexo y poco a poco, como desde dentro... Cuando acuerda su sensatez con la desolación que la rasga ese vacío estrangula el valor amarra tendones, la frustra. Es títere enmarañado en esas poleas que ya no expresan su angelical suplica. Deambula por el pasillo busca miradas que la liberen hasta arrastrar el suelo contra sus rodillas, palpa las culpas entre los aciertos lacrimosos Unos vivos la rozan de improviso mientras pisan a sus amigos imaginarios. Otros, la tocan como a la muñeca que a veces sueña. Y le agarra años perdidos a esas hojas secas que meciéndose con el vaivén otoñal en su primavera de flores arrancadas despiertan y ensueñan mi palabra. Muy dentro se perpetúa en su cuentito ciego donde baila entre rondas de luz, ella busca el fruto mágico tan lleno de verdad, ahí el sol es un hueco sucio y profundo las estrellas le clavan asco en las manos maltrato al humor cuando su piel es horizonte inalcanzable. La Avispa 60
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Dossier Cortázar CONTINUIDAD DE CORTÁZAR Novela: Divertimento (1988), Diario de Andrés Fava (1986), El Examen (1986), Libro de Manuel (1973), 62. Modelo para armar (1968), Rayuela (1963), Los Premios (1960) Cuentos: Deshoras (1982), Queremos tanto a Glenda (1980), Alguien que ande por ahí (1977), Octaedro (1974),Todos los fuegos el fuego (1966),Historias de cronopios y de famas (1962), Las armas secretas (1959), Final del juego (1956), Bestiario (1951) Otros textos: Cartas (2002), Imagen de John Keats (1996), Adiós, Robinson y otras piezas breves (1995), Obra crítica (1994), Salvo el crepúsculo (1985), La fascinación de las palabras (1984), Alto el Perú (1984), Nicaragua, tan violentamente dulce (1983), Los autonautas de la cosmopista (1983), París - Ritmo de una ciudad (1981), Un tal Lucas (1979), Territorios (1978), Silvalandia (1975), Fantomas contra los vampiros multinacionales (1975), Prosa del observatorio (1972), Paemos y meopas (1971), Buenos Aires, Buenos Aires (1968), Último round (1969), La vuelta al día en 80 mundos (1967), Los reyes (1949).
Julio Florencio Cortázar nació en Bruselas el 26 de agosto de 1914. Planteó problemas de la generación siguiente y encontró a sus lectores entre los jóvenes. Ese fenómeno se ha venido manteniendo a lo largo de los años. Novelista, poeta, cuentista, traductor, periodista, docente. Firmando con el seudónimo Julio Denis, comenzó a publicar sus relatos en 1938, hasta que en 1949 empezó a hacerlo con su propio nombre. Tradujo a Gide, Chesterton, Daniel Defoe y Henry Bremond, y la obra en prosa de Edgar Allan Poe y “Memorias de Adriano”, de Marguerite Yourcenar. Él mismo se describía: “Si yo no fuera un escritor, sería un traductor”. En 1966 asume, con la publicación de su artículo “Para llegar a Lezama Lima”, su compromiso con la izquierda latinoamericana y su lucha de liberación. Decía Abelardo Castillo que, con Cortázar, la literatura argentina había empezado a dejar de ser tan provinciana; con una prosa soberbia y una historia inolvidable. Carlos Fuentes consideró que “él fue un hombre que siempre se reservó un misterio”. Con su inteligencia extrema, combinaba sabiamente exigencia, rigor y simpatía. Lo vio como el latinoamericano en Europa que sabía algo más que los europeos. “Y ese algo más —el nuevo mundo americano— era lo que los propios europeos inventaron pero no supieron imaginar: La Avispa 60
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el hombre tiene dos sueños, hay más de un paraíso”. Revolucionario como su imaginación, aún sin saberlo. Cortázar era un surrealista en su intento tenaz de mantener unidas lo que él llamaba “la revolución de afuera y la revolución de adentro”. Carlos Fuentes lo describió como la mirada inocente en espera del regalo visual incomparable. “El Bolívar de la escuela latinoamericana”. Nos liberó liberándose, con un lenguaje nuevo, airoso, capaz de todas las aventuras. Rayuela es uno de los grandes manifiestos de la modernidad latinoamericana, en ella vemos todas nuestras grandezas y todas nuestras miserias, nuestras deudas y nuestras oportunidades, a través de una construcción verbal libre, inacabada, que no cesa de convocar a los lectores que necesita para seguir viviendo y no terminar más. Fue considerada como la novela latinoamericana más influyente del siglo XX. En Guadalajara se instituyó la Cátedra Latinoamericana Julio Cortázar para que refleje los intereses de Julio —literatura, arte, sociedad, política— que sirva de estímulo a la espléndida juventud universitaria a la que va dirigida. Él se definía a sí mismo, allá por 1972, como un latinoamericano que lo quiso leer todo, saber todo, que ha devorado muchas páginas, pero que también ha cambiado, porque su vida dejó de ser lo que era antes. “Ahora no puedo leer y escribir exclusivamente todo el día, porque estoy en reuniones, haciendo contactos, coordinando otras cosas, no literarias. Me interesa bastante más que antes la política de nuestros países, y eso quita tiempo, viejo”.
EL ENCUBRIDOR Ese que sale de su país porque tiene miedo, no sabe de qué, miedo del queso con ratón, de la cuerda entre los locos, de la espuma en la sopa. Entonces quiere cambiarse como una figurita, el pelo que antes se alambraba con gomina y espejo lo suelta en jopo, se abre la camisa, muda de costumbres, de vino, de idioma. 85
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Se da cuenta, infeliz, que va tirando mejor, y duerme a pata ancha. Hasta de estilo cambia, y tiene amigos que no saben su historia provinciana, ridícula y casera. A ratos se pregunta cómo pudo esperar todo ese tiempo para salirse del río sin orillas, de los cuellos garrote, de los domingos, lunes, martes, miércoles y jueves. A fojas uno, si, pero cuidado: un mismo espejo es todos los espejos, y el pasaporte dice que naciste y que eres y cutis color blanco, nariz de dorso recto, Buenos Aires, septiembre. Aparte que no olvida, porque es arte de pocos, lo que quiso, esa sopa de estrellas y letras que infatigable comerá en numerosas mesas de variados hoteles, la misma sopa, pobre tipo, hasta que el pescadito intercostal se plante y diga basta. Antes, después como los juegos al llanto como la sombra a la columna el perfume dibuja el jazmín el amante precede al amor como la caricia a la mano el amor sobrevive al amante pero inevitablemente aunque no haya huella ni presagio aunque no haya huella ni presagio como la caricia a la mano el perfume dibuja el jazmín el amante precede el amor pero inevitablemente el amor sobrevive al amante como los juegos al llanto
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como la sombra a la columna
como la caricia a la mano aunque no haya huella ni presagio el amante precede al amor el perfume dibuja el jazmín como los juegos al llanto como la sombra a la columna el amor sobrevive al amante pero inevitablemente
NOCTURNO Tengo esta noche las manos negras, el corazón sudado como después de luchar hasta el olvido con los ciempiés del humo. Todo ha quedado allá, las botellas, el barco, no sé si me querían, y si esperaban verme. En el diario tirado sobre la cama dice encuentros diplomáticos, una sangría exploratoria lo batió alegremente en cuatro sets. Un bosque altísimo rodea esta casa en el centro de la ciudad, yo sé, siento que un ciego está muriéndose en las cercanías. Mi mujer sube y baja una pequeña escalera como un capitán de navío que desconfía de las estrellas. 87
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Hay una taza de leche, papeles, las once de la noche. Afuera parece como si multitudes de caballos se acercaran a la ventana que tengo a mi espalda. (esto de los caballos me recuerda a cierto relato)
CONTINUIDAD DE LOS PARQUES Había empezado a leer la novela unos días antes. La abandonó por negocios urgentes, volvió a abrirla cuando regresaba en tren a la finca; se dejaba interesar lentamente por la trama, por el dibujo de los personajes. Esa tarde, después de escribir una carta a su apoderado y discutir con el mayordomo una cuestión de aparcerías, volvió al libro en la tranquilidad del estudio que miraba hacia el parque de los robles. Arrellanado en su sillón favorito, de espaldas a la puerta que lo hubiera molestado como una irritante posibilidad de intrusiones, dejó que su mano izquierda acariciara una y otra vez el terciopelo verde y se puso a leer los últimos capítulos. Su memoria retenía sin esfuerzo los nombres y las imágenes de los protagonistas; la ilusión novelesca lo ganó casi en seguida. Gozaba del placer casi perverso de irse desgajando línea a línea de lo que lo rodeaba, y sentir a la vez que su cabeza descansaba cómodamente en el terciopelo del alto respaldo, que los cigarrillos seguían al alcance de la mano, que más allá de los ventanales danzaba el aire del atardecer bajo los robles. Palabra a palabra, absorbido por la sórdida disyuntiva de los héroes, dejándose ir hacia las imágenes que se concertaban y adquirían color y movimiento, fue testigo del último encuentro en la cabaña del monte. Primero entraba la mujer, recelosa; ahora llegaba el amante, lastimada la cara por el chicotazo de una rama. Admirablemente restañaba ella la sangre con sus besos, pero él rechazaba las caricias, no había venido para repetir las ceremonias de una pasión secreta, protegida por un mundo de hojas secas y senderos furtivos. El puñal se entibiaba contra su pecho, y debajo latía la libertad agazapada. Un diálogo anhelante corría por las páginas como un arroyo de serpientes, y se sentía que todo estaba decidido desde siempre. Hasta esas caricias que enredaban el cuerpo del amante como queriendo retenerlo y disuadirlo, dibujaban abominablemente la figura de otro cuerpo que era necesario destruir. Nada había sido olvidado: coartadas, azares, posibles errores. A partir de esa hora cada instante tenía La Avispa 60 88
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su empleo minuciosamente atribuido. El doble repaso despiadado se interrumpía apenas para que una mano acariciara una mejilla. Empezaba a anochecer. Sin mirarse ya, atados rígidamente a la tarea que los esperaba, se separaron en la puerta de la cabaña. Ella debía seguir por la senda que iba al norte. Desde la senda opuesta él se volvió un instante para verla correr con el pelo suelto. Corrió a su vez, parapetándose en los árboles y los setos, hasta distinguir en la bruma malva del crepúsculo la alameda que llevaba a la casa. Los perros no debían ladrar, y no ladraron. El mayordomo no estaría a esa hora, y no estaba. Subió los tres peldaños del porche y entró. Desde la sangre galopando en sus oídos le llegaban las palabras de la mujer: primero una sala azul, después una galería, una escalera alfombrada. En lo alto, dos puertas. Nadie en la primera habitación, nadie en la segunda. La puerta del salón, y entonces el puñal en la mano, la luz de los ventanales, el alto respaldo de un sillón de terciopelo verde, la cabeza del hombre en el sillón leyendo una novela.
I Jornada Homenaje “Por el año 100 del nacimiento de Julio Cortázar” Mar del Plata - Facultad de Humanidades-UNMDP 26 de agosto de 2014 En su homenaje, los grupos de investigación del Celehis, Teoría y Crítica de la Cultura y Cultura y política en la Argentina convocan a la realización de la I Jornada de Celebración para honrar la memoria de quien se convirtiera en uno de los más importantes escritores argentinos. Inscripción para participar (hasta el 26 de junio) a: homenajeacortazar2014@gmail.com
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Dossier Cortázar QUEREMOS TANTO A JULIO 30 años del fallecimiento de Julio Cortázar Se nos fue el 12 de febrero de 1984 con su imagen querida de muchacho bueno y solidario, este Julio Cortázar tan nuestro y tan del mundo todo. Se nos fue para jugar en otra dimensión con sus cronopios, sus famas, sus “Autopistas al Sur”, con su “Bestiario”, de “Todos los fuegos el fuego”, en “La vuelta al día en ochenta mundos”, en su “62 modelo para armar”, en “Libro de Manuel”, en “Octaedro”, en “Alguien anda por ahí”, en “Territorios”, “Queremos tanto a Glenda”, con sus “Deshoras”, que se los llevó como un “Premio” para llegar a ese Cielo que tanto le gustaba. REPORTAJE INÉDITO A JULIO CORTÁZAR: Noviembre de 1970. Lo conocí en Santiago de Chile y como un tesoro querido que se saca de un cofre guardado de recuerdos, volvemos a publicar la entrevista a uno de nuestros más grandes escritores. Muchos argentinos, estábamos en forma clandestina en Chile (una de las tantas dictaduras militares en la Argentina) (1970). En ese tiempo escribía para la revista Juventud, de la FJC y para el periódico del ENA. Entrevista que no pudo ser publicado en ese tiempo, circuló en forma también clandestina. A mitad de la mañana lo encontramos en el hall del Hotel Emperador reunido con un grupo de estudiantes chilenos. La charla era animada, hablaban sobre arquitectura y los nuevos proyectos para este Chile que se empezaba a construir. De a poco, logramos introducirnos en la conversación y le preguntamos a Julio Cortázar: ¿Qué te llevó a venir a Chile? El resultado de las elecciones, si hubiera sido otro el resultado no estaría aquí. Además, creo necesaria mi presencia como intelectual en este proceso, ya que hubiera sido muy cómodo de mi parte haberme quedado en Francia y desde allí enviar un telegrama de felicitación. Me parece que el hecho de estar presente en estos casos es más que todo una obligación y un reconocimiento al pueblo chileno. La Avispa 60 90
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(En ese instante, los estudiantes rompen el fuego y le responden a Julio detalles sobre la nueva arquitectura y la incidencia económica sobre este tópico) Creo –decía Cortazar–, que los países latinoamericanos en su mayoría no ofrecen perspectivas de trabajo a los jóvenes arquitectos egresados, ya que los que tienen dinero en estos países prefieren para sus construcciones el estilo de épocas pasadas, de 1890 ó 1900, y los egresados en estas disciplinas no pueden aplicar las nuevas formas aprendidas, de allí que tengan que emigrar hacia Europa. Además –proseguía Cortázar–, hay un hecho que sucede en la Argentina y creo que en otros países también: el hombre que dispone de unos pocos pesos, para construir una casita, no tiene para pagar a un arquitecto y por ello contrata a un constructor, de esa forma al pobre hombre le hacen un cubo económico, sin aire, lo pintan de verde y eso es una jaula, donde se ahoga, sin gracia ni confort. (Luego el tema de conversación es la burocracia) Eso –respondía Cortázar– fue lo que estaba sucediendo en Cuba hasta hace poco, por eso Fidel Castro ha tenido que hablar con algunos funcionarios que con su actitud estaban desvirtuando el proceso. Como todas las cosas, las revoluciones los primeros años hacen durar el fervor de la gente, pero luego viene el cansancio, y esto se comprueba en la actualidad (1970) Yo estuve hace poco en La Habana y vi ese dejarse estar en la gente grande, pero hay que reconocer que los primeros años de ese proceso fueron los más difíciles y el pueblo se tuvo que exigir bastante, pero eso se compensa con la reserva de los jóvenes. (Posteriormente el tema gira alrededor del papel del ciudadano en la vida diaria) Hay un hecho –decía el escritor– que sucede en la Argentina, la gente tiene la costumbre de echarle la culpa al gobierno por todo lo que pasa, ese es un modo de desligarse de responsabilidades y es muy perjudicial para los gobiernos de nuevo tipo, o sea, populares. 91
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Julio, ¿quedó algo de la agitación de mayo de 1968 en Francia? Del clima de revolución logrado en el ’68, no ha quedado nada. ¿Y en la juventud? A la juventud se la ve desilusionada, aunque continúan algunos sectores con sus ideales del mayo francés. La impresión es que al no poder lograrse el diálogo entre obreros y estudiantes, cosa muy difícil por cierto, en la actualidad (1970), en Francia, el cambio no se ha podido realizar. ¿Te has encontrado con Nicolás Guillén? Sí, a Guillén lo veo a menudo, casualmente lo saludé ayer acá, estaba muy cansado, además ¿saben que Guillén está enfermo? ¿Qué opinás de la posición de Sartre en estos últimos tiempos? Se está portando bastante bien, está cada vez más ubicado y está hecho todo un joven por su entusiasmo. ¿Pensás volver a la Argentina? No sé, eso no te lo podría decir ahora.” Y como rara paradoja Julio Cortázar volvió a nuestro país en 1973 y 1983, en esas dos oportunidades ningún organismo oficial tuvo tiempo para recibirlo.
Di Vita: Argentino. Egresado del Círculo de la Prensa. Escritor. Periodista de INFORMACIONES revista Generación Abierta , Letras Rojas de Moreno Oñondivé: Autor de los libros ‘’Once y uno, cuentos”; “La pasajera de la ciudad”, novela; “Mayo en la sangre” y “América en el corazón”, relatos históricos y prosa poética, “Homenaje de amor y otras yerbas”, ”Áspero quiero que mi verso sea”, e: “De Patria, emboscadas y muertes”, novela ;”Un millón de años”, poemas;. “Relatos de un viejo cajón”, cuentos;”Homenaje de amor y otras yerbas!!”; novela “La conjura de los libros. Un fragmento de este reportaje fue publicado en la revista literaria “Generación Abierta a la Cultura” (Nro 10, abril – julio de 1992). Permitida toda su reproducción con sólo mencionar la fuente –Roberto– ENTREVISTA DEL ESCRITOR Y PERIODISTA ROBERTO ROMEO DI VITA, ARGENTINA, éramos tan jóvenes.
ROBERTO ROMEO DI VITA La Avispa 60
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Ciney
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Gabriel Cabrejas
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Los premios de la Academia 2013 Delivery de Oscars
Hubo para todos los gustos (atrofiados) del Sistema Argumental Americano. La lucha del hombre contra las corporaciones (Dallas Buyers Club), el biopic de autor (El lobo de Wall Street), el retrato familiar con pase de facturas (Agosto), los efectos especiales con pretensiones dramáticas (Gravity), el cine indie de actor en blanco y negro (Nebraska), la historia de estafadores (American Hustle), y a todos le cupo su salomónica estatuilla. La más salvable, la reflexión tecno-metafísica de Her. Excepto ésta, no premió más que pizza cara.
Martin está de vuelta. Después de una tramposa jugarreta psicologista (La isla siniestra, 2010) y el homenaje al cine-apto-todoOscar (La invención de Hugo Cabred, 2011), el gran Martin de New York is back. Un Scorsese grandilocuente, como el de los últimos años, rodeando expansivamente a Leonardo di Caprio, su nuevo De Niro. The wolf of Wall Street interactúa con el vilipendiado, y atrabiliario, mundo de las finanzas pero lo hace a su personal modo, y sobre todo, sin perder tiempo en condenarlo, sólo en procura de sacarle las entrañas a través de un actor real de su subcultura, que pegarle es fácil y ya se hizo bastante, desde la casi homónima y pionera Wall Street de Oliver Stone al didáctico documental Inside job (Charles Fergusson, 2010) o el drama de una bancarrota oculta de Margin call (J. C. Chandor, 2011). Detalle no menor, Jordan Belfort narra en raconto su biografía (auto: se basa en las memorias reales del especulador de ese nombre), sin brizna de arrepentimiento, como la semblanza de una orgía perpetua que, ay, derrapó cuando se puso a husmear la justicia, pero que bien pudo seguir ad infinitum. Versión posmo de Goodfellas (Buenos muchachos, 1990) no falta la caterva de amigotes-cómplices, en este caso lúmpenes y drogones, a los cuales Belfort adoctrinará convenientemente en el arte de engañar a incautos compradores de acciones vía teléfono. “Dénmelos jóvenes, hambrientos y estúpidos y los haré ricos”, proclama, como un profeta bíblico. La persuasión parlante, el trampolín vertiginoso a la vida glamorosa y las portadas de Forbes, que ensalzan al ganador sin importarle el modo; la fiesta sexual y falopera ilimitada y colectiva, son expuestos de manera acrítica, una psicodelia de los 90 fervorosa a la que interesa menos condenar que expresar la La Avispa 60
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Cine y TV
plataforma tardía, final del american dream. El lobo, eso sí, no se entendería sin la actuación lisérgica del gran Leonardo di Caprio, o la comparsa todavía más zarpada del típico actor indie Jonah Hill —capaz de tragarse crudo un carassius de pecera por una calentura, masturbarse delante de decenas de invitados o mear de pie en un escritorio sobre un telegrama del FBI—. O la breve aparición de Matthew McConaughey, mentor inicial de Belfort, que lo adentra en el oficio menos escrupuloso del mundo. “Los inversores también son adictos. Creen que se enriquecen comprando papeles, pero nosotros nos llevamos el cash”. Durante los primeros diez minutos, Jordan snifea merca del culo (literalmente) de una puta, y otra se la chupa mientras él maneja una Ferrari. Coger encima de una montaña de dólares, sacudirle ostras a los agentes de la policía financiera, pastillearse con un psicotrópico prohibido y vencido, arrojar al blanco a un enano como si fuera una ballesta: arman el álbum de familia hazañas de adultescentes a los que regalaron las llaves de la ciudad, Jackasses de Park Avenue. Casi todo el tiempo, El lobo funciona como una parodia de las películas judiciales o políticas del cine yanqui, porque este atildado saqueador arenga con discursetes exitistas y ejemplarizadores a su mesnada, la misma a la que no titubeará en delatar cuando deba negociar la reducción de su pena a la cárcel —otra vez Buenos…, o Casino (1995)—. Lo resaltable del film de Scorsese es la naturalidad impune, casi de travesura, con que se edifica una trayectoria ilícita de cabo a rabo. Experto en contramodelos y personajes moralmente inciertos, se decide hacia lo políticamente incorrecto. Delinquir en masa, pero bajo los fluorescentes de un rascacielos perfumado, no se emparienta a afanar de caño en Harlem. “Malo es si te atrapan”, diría Homero Simpson. El libertino encorbatado en Armani parece el nuevo héroe de una América otoñal, el que sólo puede cumplir su ascensión social mediante la estafa, ley selvática definitiva de una sociedad que dejó de ser lo que prometía. Que Jordan termine preso se ve un accidente imprevisto por pura falta de cautela, y no por inmoralidad. Mucho, demasiado para un cine mensajista y ñoño dispuesto a apuntalar, nostálgico, lo ya derrumbado. La corrección política. Era hora de que un director negro (con nombre de star rubio), Steve McQueen, filmara una historia vinculada a su propio pasado esclavo, en vez de emprenderla un com95
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pasivo, identificado blanco bienpensante. McQueen, aclaremos, no es Spike Lee, que descree de la integración, ni Antoine Fuqua, mulato y habilidoso para la acción sin detalle racial. 12 años de esclavitud (Twelve years a slave), otro producto basado en una true story, retoma el texto de un autobiógrafo, Solomon Northup, y su lucha por recuperar la libertad en 1841, lejos de la sanguinaria Guerra de Secesión que, les gusta creer a los americanos (blancos), se libró en su nombre.
Como Solomon efectivamente retornó a ser liberto, su biopic se distancia de la hiperrealista denuncia histórica de Raíces, la miniserie fechada en 1977, años todavía progres en los USA de Jimmy Carter, que no temía narrar la infructuosa batalla de generaciones de esclavos, vista sin concesiones por un novelista negro, Alex Haley. Se sabe: Hollywood se conmueve hasta el llanto con las edificantes contorsiones de un ayer superado, de nuevo apologiza al apóstol individualista en busca de su independencia y, catártico, se enjuga las lágrimas y reparte Oscars, no importa si el film vale poco y nada. El dejá vu regurgitante que provoca en el espectador 12 años vuelve la estatuita a película de la temporada carente de justificación estética, y sin embargo se aplaudió ardorosamente; que el mejor director no fuese McQueen sino el latino Alfonso Cuarón (Gravedad) y el guionista Spike Jonze (Ella) demuestra a la larga la falta de convicción de los votantes, el hecho de que nadie La Avispa 60
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colmó expectativas. Solomon (Chiwetel Elfojor), víctima de una trampa tendida por traficantes, cae preso de una red que devuelve supuestos prófugos a las medievales plantaciones del Sur, no tiene papeles consigo demostrativos de su condición de hombre libre y pasará los doce años del título boyando de amo en amo, apaleado y cruzado a latigazos, oscilante entre ayudar a sus congéneres de desgracia o sobrevivir a solas. Normal en estos casos, los blancos dueños de algodonales son invariablemente crueles y mesiánicos, convencidos de su superioridad antropológica y lectores obsesivos de la Biblia. Paul Dano, capataz envidioso, y Michael Fassbender, que le toca otro nazi pero avant la lettre, ponen la cara y el cuerpo y meten miedo. Dijimos, reverberancia manifiesta: ya vimos al señor feudal tener de amante a una esclava, la rebelión de ella —Lupita Nyong´o ganó mejor actriz de reparto y se llora todo, pero olvidó su origen al agradecer el Oscar—, la tortura, los linchamientos de fugitivos. Ex machina, el bueno de Brad Pitt, que para algo es coproductor, viene del Norte y en los últimos cinco minutos, liberal e igualitario, se compromete a llevar la carta de Solomon a sus amigos de Washington y de paso salva el honor de su raza. Solomon escribe, lee y toca el violín, y su diferencia cualitativa no interesa en el medio ambiente, donde el color de la piel manda y somete. Sin otro particular, estrújese el pañuelo, difúndase y archívese. Un telefilme de HBO les habría ahorrado dinero y no habría que ir al cine. Muy grave, Alfonso. Querer trasvasar una aventura espacial — mejor que de ciencia-ficción: se supone sucede en cualquier momento actual de la esfera supraterrestre— en Drama de Actriz suena a disparate: Y de verdad lo es. Gravity no tiene gravitación, y flota en la nada pura como los personajes. Uno se pregunta cómo la pasarán los actores prácticamente sin referentes materiales, sobre un ciclorama verde atrás sobre el cual se proyectarán, en el montaje, las fotografías y efectos especiales, que aquí sí son fundamentales, o lo único. Adviértase, Gravedad pinta desde el comienzo para aburrida, imperdonable pecado de semejante género. La dra. Ryan Stone, una médica con seis meses de entrenamiento en astronáutica, repara un escaner orbitando la Tierra, junto al galán bromista y seductor, quién sino George Clooney, y de pronto todo sale mal y termina náufraga, incomunicada y sola, en el espacio estelar. La sapiencia técnica del mejicano Alfonso 97
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Cuarón, acreedor del Oscar a dirección, consuela del desacierto de esta Robinson Crusoe que, señal de los tiempos, debía ser mujer y llamarse Sandra Bullock. Administrados los primeros detalles, la misión quedará abortada, y a la doctora no le quedará otra que pensarse una Ulises de regreso a una Ítaca global, caiga donde caiga. Clooney-Kowalski, solterón e irónico hasta en los peores momentos, se sacrifica: los dos no podrán llegar a una cápsula Soyuz rusa, posta en el camino y vehículo a su vez para que Stone se relance a una estación china, y de allí, soltando lastre, a la atmósfera humana. En un mundo sin enemigos (los fedayines musulmanes adolecen de esta tecnología) algo ha variado, y destruído el transbordador americano, por ahí no más anda uno de los hermanos rusos y otro de los hermanos amarillos. Cáspita, arribó al cine la certeza del planeta multipolar, aún cuando el héroe, o la heroína, siga hablando inglés de Illinois y lo auténticamente humano le acontezca a ella.
El problema consiste en que la tal heroína sea Sandra Bullock, triste por morírsele una hijita y, en cuanto tal, más dispuesta a dejarse morir que a luchar el retorno. Una lágrima suya se le derrama, y flota en la cabina de gravedad cero. Alucina a Clooney entrando allí y su fantasma le da el sacudón de consejos, y entonces retoma el comando y la resolución de volver. Como James Franco en 127 (Philip Noyce), atorado en una hendidura de roca y pleno desierto, sin celular ni auxilio, pero unos miles de kilómetros arriba, la astronauta B. decidirá si le importa o no la vida, y el guión alrededor se trastea en fábula moral, de prepo. No extraña que ambos actores bailoteen en una historia cantada de antemano como chupetes en La Avispa 60
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el ombligo. Doce nominaciones, la excelente dirección de Cuarón, apto todo terreno y merecedor de su premio: Hollywood desespera. A la hora de nominar no encuentra candidatos y sale a postular una verdura de invernadero que, lo sabemos, no crece en el vacío. Todos hablan de Ella. En 2002 Andrew Niccol, autor insuficientemente valorado, arrojó al ruedo una agorería llamada Simone (apócope de Simulation One). Un productor cinematográfico bebedor y ruinoso, Al Pacino, recibía un presente griego, un programa de pc que proyectaba rostro y silueta de una mujer, Simone, sin rastro alguno de virtualidad, tan high definition que podía creerse en su absoluta realidad. Mutada en laser, Simone cantaba para miles en un estadio, como pasaría con la imagen del rapero Tupac Yappur, asesinado en el 2000, sobre un teatro en el 2012. Harto de tanta impostura, Pacino finge un suicidio de su mujer inexistente, y se queda a punto de ir a juicio por asesinato. Atrás quedaron Hal, la compu con instintos de supervivencia de 2001; Kitt o el personalizado Auto fantástico, o el sarcástico tartamudo catódico Max Headroom, y faltaba poco para la saga Matrix. Ya hubo un terapeuta inhumano que desenredaba traumas psicológicos on line sin ir a la consulta y Deep Blue, un ajedrecista sin cuerpo había derrotado, en 1996, al campeón mundial Kasparov. Her, de Spike Jonze (que se traduce equívocamente ella y debiera ser suya) no es anticipatoria, o no del todo, y se sitúa en un ambiguo futuro, demasiado semejante a nuestro presente. No se denomina Simone sino Samantha y no tiene cara sino voz: un sistema operativo pago, que funciona como pareja audible del taciturno y solitario Joaquin Phoenix. Ver deambular parloteando solos a nuestros vecinos mediante el móvil sin manos disuade de profecías; Her acontece en el omnipresente no lugar de las megalópolis desangeladas de cristal y acero, y la gente que trabaja de algo se observa ocupada, también, en labores fractales. Theodore Twombly (Phoenix) redacta cartas cursivas pero dictándolas a una pantalla, sin usar lapicera, cuyo uso se ha reducido a firmar los papeles del divorcio, y su amiga Amy Adams diseña videojuegos. Novedoso, el hecho de que ya no se utilice teclado ni mouse sino la simple y pura voz dando órdenes al ordenador. Si se trata del mañana inminente, ya nadie escribirá nada, será menos esforzado hablar y la vagancia tantas veces predecida del universo computado dará 99
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su última pirueta. La susurrante y sensualísima voz de Scarlett Johansson-Samantha no envía a engaño. Es un DOS (“más que un operative system, una conciencia”, dice la publicidad del producto), y como tal entra en el rígido, lee velozmente y descarta archivos, dibuja sin ser dibujante y manda mails incluso sin autorización. La diferencia, siente amén de razonar, pero no como una mujer escogida al azar: conoce previamente a su amado y será todo lo ideal, valga la ironía, que Twombly pudiera desear. El problema surge cuando aquél se percata de que no está tan solo como imagina, que centenares de usuarios han elegido a Samantha y, promiscua autómata, les brinda sus servicios en simultáneo. El texto no supone la situación inversa —mujeres dialogando con hombres fotónicos— pero la infidelidad forma parte del contrato, lo mismo que, en algún instante, el término de la relación. Película yanqui al fin de cuentas, la experiencia la asimilará Twombly para iniciar otra, de carne y hueso, no todo se perderá en el futuro, se resetea la vida-ram y nuevamente a llenar el aljibe existencial. Phoenix, actor del Método, que pone el semblante en cada toma de un desarrollo semiteatral, enriquece de matices expresivos un libreto a su turno rico en complejidad, justo ganador en su rubro. Supera las atormentadas propedéuticas de los intérpretes hollywoodescos, que se internan con los enfermos o los discapacitados, o lloran como Magdalenas, y así obtienen el galardón. El diseño, afecto a los horizontes estrellados de neón o los monoblocks que dan vértigo y acentúan la intimidación y la soledad de la gente, o el rojo de la camisa que lleva Phoenix y se antoja lo poco colorido de su tránsito gris. Jonze se especializó en el estudio de lo virtual y la identidad: ¿Quieres ser John Malkovich? (1999) fantaseaba sobre el cambio de almas y destinos, que en Ladrón de orquídeas (2002) profundizaba en dos hermanos gemelos. Bagaje propio que rescata a Jonze como uno de los pocos artistas definibles en un mercado cada vez más reacio a las hazañas autorales. Pasó otro show bussiness con delivery de pizza y glamour. La pregunta, qué hay de nuevo, viejo.
Mag. Gabriel Cabrejas
lacocuzza@gmail.com www.lacocuzza.blogspot.com.ar La Avispa 60
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Rincón de
los bajit os MARISA NÚÑEZ OLGA BERTINETTI
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El rincón de los bajitos PRIMER DÍA DE CLASE La mañana del primer día de clase, mi abuela Elena, me entregó un paquete envuelto en papel reciclado. Estaba arrugado, se notaba que lo había usado varias veces. Como ella era desprolija para vestirse, peinarse, no me extrañó. Solía regalarme chucherías que sacaba de repisas, cajones olvidados, del ático. Yo adoraba visitarla. Un brillo cómplice en su mirada me hacía sentir especial entre todos los nietos que nos disputábamos su amor, repleto de extravagancias y locuras. Ese día en particular estaba ansioso. Los dos primeros años tuvimos a la señorita Isabel y ahora nos tocaba otra maestra. Faltaba sólo una hora para que mi vida cambiara y conociera a la señorita Susana. La abuela se acercó hasta mi habitación, sacó un paquete de su bolsa de compras y me lo dio. El ritual era que yo cerrara los ojos y adivinara de qué se trataba. Si acertaba; ese mismo día se comprometía a darme algo más. El papel apretaba el contenido, y dije: —Una bufanda de tela. —¡No adivinaste, Ji Ji! Rompí el envoltorio. Frente a mis ojos se zarandeó una gorra verde esmeralda con rayas amarillas y rojas, tenía un pompón violeta en la punta, y cuando la sacudí, apareció el resto de los colores escondidos. Quedé fascinado, me la coloqué y me sentí súper. Cuando fui a la cocina, mi mamá me había preparado chocolatada con varias tostadas a las que había untado con manteca y mermelada, una de cada color como me gustaban; pero la sonrisa se le borró, cuando vio la gorra con los pocos pelos anudados que asomaban por debajo. —Martín, ¿te peinaste hoy? —No, es que este gorro no quiere. Dice que así le es más fácil porque puede agarrarse de mis nudos. —¿Qué? Andá a peinarte rápido, que se te enfría la leche —me contestó. En ese momento mi abuela me hizo un gesto con la cabeza y salí disparado para el baño antes que siguiera la perorata. Cuando mi mamá pedía algo, había que hacerle caso o me volvía loco. Cuando llegamos a la escuela, Mamá quiso que dejara el abrigo, la mochila y la gorra en el perchero antes de ir a cantar. No quería dar una mala impresión, así que le hice caso. Después salí corriendo La Avispa 60
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a buscar a mis amigos. Antes de que el timbre sonara, como por magia, la gorra se me apareció y se infló en mi cabeza. Estaba encantado de tenerla, esta vez parecía que nadie se daba cuenta que la llevaba puesta. Sólo la podíamos ver la abuela Elena y yo. Después entramos al aula. La seño dijo que se llamaba Susana y nos pidió que a medida que nos nombrara, nos paráramos al lado del banco. Empezó: —Que se levanten a los que el rojo les encante. Nosotros nos miramos. —¡Vamos, animarse! —Ahora los que tengan un perro en casa... los altos…los que tienen el pelo lacio —y siguió enumerando. Nos fuimos parando a medida que escuchábamos algo que nos gustara. Varias veces me levanté. La seño siguió diciendo: —Ahora los petisos, los de pelo color rojo —y siguió con su lista loca y a mí me hizo acordar a mi abuela—. Que se paren los que usan anteojos, a los que les encanten las cosquillas, los que tengan chiquitos los dientes, los que se divierten en las plazas, los que no cuidan las plantas —y siguió con su lista infinita. Pero cuando pidió que nos paráramos los que tenían ganas de divertirse, de saber, de hacerse de amigos, nos paramos todos. Ella rió, después se acercó a mi banco y dijo: —Por último, quiero que se levanten los que tienen una ropa, o una mascota que sepa hablar —el gorro me susurró, ¡otra vez es nuestro turno! Y esa vez sólo nos levantamos tres chicos. Ya los dos estamos viejos. El tiempo dejó pocos pelos en mi cabeza y mi gorra no puede agarrarse bien. Tiene algunos agujeros que mi esposa repara con puntos invisibles. No se le notan, pero cuando tose, se escapa un poquito de aire y se desinfla. Ahora que sabés este secreto, no le digas nada a mi gorra porque nos pondríamos tristes.
MARISA NÚÑEZ
terapiamarisa@gmail.com (Bahía Blanca) 103
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Comentario de “DOÑA DÍRIGA, DÁRIGA, DÓRIGA Y OTROS POEMAS” De ediciones Ciccus, el libro de poesía del epígrafe, pertenece a la colección de los libros de María Chucena, compilados por M. Victoria Morana. Con placer me detengo en sus autores y descubro que varios textos son Anónimos y algunos me recuerdan canciones cantadas en mi niñez como: “achumba caracachumba… achumba chulé”, y otras que despiertan emociones por su simpleza cuando “érase una viejecita sin nadita que comer…” El uso de las esdrújulas produce la fuerza necesaria en párrafos llenos de inventiva. Al continuar leyendo nos encontramos con Haykus que tienen autor, entre los cuales los pequeños pueden leer: Tarde en la noche/ sólo un pájaro canta/ mueve la rama. Este ejemplar de cuentos poéticos y versos rimados, tiene la particularidad de resultar ameno y de fácil lectura para los pequeños. En sus páginas encontramos varios autores quienes son mencionados al final del libro con una breve reseña de sus actividades literarias. Entre ellos figuran Pablo Ingberg, Mario Méndez, Romina Pizzorno, Susana Campos, María Laura Dedé, Analía Fernández Fuks, María de la Paz Fernández, María Victoria Morana, Silvina Reinaudi, Gabriel Yeannoteguy, Natalia Shapiro, Patricia Suárez y como un broche de lujo, en la mitad del volumen sorprende un Germán Berdiales con sus versos sencillos: A mi negrito/ yo no lo cambio/ ni por un negro/ ni por un blanco. Las voces diferentes atrapan al lector, “es un secreto” que invita a cantar leyendo en un ritmo musical de “ovisueño” o el paisaje litoral que está “cerca del Paraná”, y el juego continúa con onomatopeyas y juego de palabras al querer “hablar”. No son sólo palabras, también hay ilustraciones que enriquecen cada página, cada poesía, cada pequeña intención de niño. Motivo suficiente para pensar en nuestro pequeño mundo de ilusiones.
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Olga Bertinetti (Pinocha) pinochafiestas@yahoo.com.ar
Humor
Dios tiene un plan para cada uno... (humor negrísimo)
Víctor Clementi Juan Brando Gustavo Olaiz 105
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Humor
Sueño perfecto Nerón siempre lo supo, esto no sirve, sin embargo, hay obstinados en reconstruir el mundo.
Envenené a mi madre por tóxica decapité a mi padre por dictador acuchillé a mi hermano por estúpido ahorqué al perro por chumbar fuerte ahogué al canario por desafinar destripé a mi vecina por antiestética asfixié a su hija porque nunca la chupó bien luego… corrí a la calle y enloquecí peor, demasiada gente demasiado ruido demasiados coches demasiado smog demasiada basura demasiados demasiado… y decidí restaurar el orden del planeta: acribillé al carnicero al panadero a los jubilados a los pendejos llorones a los abogados tránsfugas a los sindicalistas corruptos a los crotos maté, maté y seguí matando torturé milicos, políticos y otros represores luego los empalé a todos mientras escuchaba AÍDA… ¡OH, qué bellas muertes arrancó mi mano! maté a mi maestra por abusiva, maté curas y psicoanalistas con morbosidad… maté a mis amigos para no discriminar maté a casi todos. Ahora por fin concluí: a empezar otra vez el mundo con tres quinceañeras de piel inédita ávidas de orgasmos azules. De “20 Poemas sin Amor y un Rock and Roll descerebrado”
VÍCTOR CLEMENTI
victorclementinasif@yahoo.com.ar www.lacocuzza.blogspot.com.ar La Avispa 60
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El Tiburón que quería ser vegetariano
Humor por Juan Brando
El pescador se alertó al ver la aleta del tiburón. —No tengas miedo —dijo el tiburón— no ataco a los pescadores. —¿No? —preguntó, tenso, el pescador. —No, porque soy un tiburón Peregrino de la costa de Inglaterra. —¿Y qué se te ofrece? —Quisiera pedirte un consejo. Resulta que he decidido adoptar una forma de vida vegetariana. En general, me alimento de zooplancton, que se compone de microorganismos animales, y quisiera pasarme al fitoplancton, que es esencialmente vegetal. —Eso sería difícil —respondió el pescador— porque el zooplancton y el fitoplancton suelen estar mezclados. No podrías discernir uno de otro. A no ser, claro, que aprendieses a identificar los gases que despide cada uno. —Ya veo Muchas gracias —dijo el tiburón sin convicción. —Pero, ¿Por qué te da pena comer animales y no plantas? —inquirió el pescador. —No lo había pensado. Después de todo, razono como un tiburón —dijo el tiburón— pero supongo que como soy un animal y no me gustarla que me comiesen, puedo ser más empático con los animales. Además, las plantas crecen. —¿Por qué no vas a la costa de Escocía? —sugirió el pescador— ahí el frente de marea levanta mucho fitoplancton. —¿Escocia? ¿Y eso para dónde es? —Para el norte. Si vas nadando llegas en seis, siete u ocho días —lo alentó. —Tenés razón. Me va a venir bien un cambio de aire, o mejor dicho, de agua —contestó el tiburón—. Hasta pronto. —Chau, buen viaje —dijo el pescador. La aleta del tiburón se achicó en el horizonte. El pescador recogió red y enfiló hacia la costa. Mientras caminaba barranca arriba, el sol se iba retirando en el litoral de Gloucester.
JUAN BRANDO
www.facebook.com/juanbrando (Mar del Plata) GRUPO DELAPALABRA 107
Humor DISTINTOS NARRADORES según ALDO ORSO El Profesor A. Orso, compuso un tratado de las distintas voces narrativas. Qué podemos decir del maestro que no se haya dicho ya, de aquel que estudiara literatura por correspondencia a esta excelsa luminaria de las letras. A continuación el listado propuesto:
Narrador porotagonista (NP): narra los hechos que ha porotagonizado el mismo narrador. Narrador testigo (NT): narra lo que ve, está cerca de los hechos, no sabe de la totalidad de los hechos, ni del futuro, ni puede leer la mente de los personajes. Narrador Testigo de Jehová (NTdJ): igual al anterior pero además recurre a intertexto de las revistas Atalaya y Despertad. Narrador Juez (NJ): además de narrar condena las acciones de los personajes Narrador Obsesivo Compulsivo (NOC): narra todo lo que ve o sabe de la mente de los personajes. Narra todo lo que puede. Narrador Obsesivo Compulsivo Diez (NOC10): narra todo pero de manera escueta, sobria, minimalista, reducida... Narrador Omnisciente (NO): el narrador sabe todo lo que ocurrirá y lee la mente de los personajes. Narrador Quasi Omnisciente (NQO): el narrador sabe quasi todo lo que ocurrirá y lee la mente de algunos personajes. Narrador Super Omnisciente (NSO): el narrador es más que omnisciente, por ejemplo el narrador de ambos génesis bíblicos que sabe todo lo que ocurrirá y lee la mente incluso del omnisciente Dios creador. Ve desde arriba a todos los personajes incluyendo a Dios como personaje. Narrador Astral: el narrador se ve a sí mismo desde afuera, desde arriba (como los sueños en las películas) Narrador Austral: se dice del narrador frío, distante, desapasionado. Narrador en primera: cuenta desde la primera persona. Narrador en tercera: nos narra todo en tercera persona. Narrador contra terceros: su lectura puede dañar la salud psíquica de los lectores. Narrador desconocido (NN): no sabemos quién es el narrador ni desde dónde narra.
GUSTAVO OLAIZ La Avispa 60
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Rese単as
Graciela Barbero
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Reseñas
TEMBLOR DE TÉ Josefina Veiga Ediciones EL Mono Armado Buenos Aires, 2013 Dedicado “Al mejor pescador de mis ríos”, inicia el camino poético con una primera parte titulada Encarne del agua. Labores cotidianas en la cocina amplia, el abrazo, el deseo “y una busca el ardor la llamita/ que abrase…” Los mares extraños, el río de vino, las manos de lluvia, en los barcos se amaban. El líquido y lo sólido en el juego constante. “Viajábamos/ en el rezo de los muelles”, la búsqueda de los cuerpos en un tiempo que parecía eterno. La palabra no sería deliciosa si no significase una calidad dijo en otro tiempo Gabriel Miró. Las palabras de Josefina son deliciosas, sencillas y nos aroman con la calidez. En Pespuntes, una suerte de segunda parte, “de la lana y el ropaje / prende el hilo que cosas…” y se deshila; “y el té frío, y la tarde se ha roto en dos”. La soledad, la ausencia y la necesidad del otro. Entre el amor y la muerte, “y nada es más árido / que la informe caverna del tiempo/ y su desierto de inicio”, existe un ritual: la mesa, el té que rozan el vacío, penetran “con la concavidad de la cuchara/ …con sigilo al agua mansa del té con leche” Llegamos a El banquete de Martha. Prosa poética, metafórica, plagada de imágenes bellas: naturaleza en flor y fruta, mujer deseo, el agua y el arca “para salvarnos vos y yo de esta estúpida inundación” Dos en el pasado, y la mujer y el dolor, a solas, en el presente, en la poesía de Josefina Veiga. Para saborear como el más aromático té. Graciela N. Barbero gracnobar@gmail.com
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Reseñas
CUENTOS ATEOS Antología Editorial Martín Mar del Plata, 2013
Hijo de un certamen literario organizado por la asociación civil Ateos Mar del Plata. La finalidad era incentivar los sentimientos y pensamientos del ateísmo. La mayoría de los cuentos participantes del concurso integran esta antología. El jurado priorizó la calidad literaria por sobre la claridad de opiniones favorables al ateísmo, que era el tema de los cuentos. Ateos Mar del Plata decidió publicar a la casi totalidad en orden alfabético. El principal interés de la asociación no es detectar nuevos valores de la literatura o de la ideología atea sino abrir un simple ámbito de opinión donde se expresen sentimientos comunes sesgados hacia el ateísmo (mientras que para la religión esos ámbitos son muchísimos). Así los autores editados son (con uno o más cuentos): José Aristóbulo Ramírez Barrero, Pedro Manuel Ribeiro Toledo, Santiago de la Torre, Nora Beatriz Albalat, Jorge Nicolás López, Arturo Belda, Yolanda Herren, Lisandro Torre, Fernando del Río, Rubén Oscar Leva, Roberto Carlos Torós, Alberto Clemente de la Torre y Matías Pascual. La Asociación lleva cuatro Congresos Nacionales de Ateísmo en nuestra ciudad. Esperemos que el concurso de ateísmo se repita. (www.ateosmardelplata.com.ar) Gustavo Olaiz gsolaiz@gmail.com
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Índice Editorial ...................................................................... pág 3 Entrevista ..................................................................... pág 5 Gastón Ferrer por Max Costa Martínez Poesía ......................................................................... pág 11 Cisternas / Marín / Avilés / Mayol / Di Vita / Mazur / Molina / Bertinetti / Quintana Loudet / Rodrigo Ramos / Freijo / Clementi / Villegas Oromí / Issa / Lima / Cuentos y relatos ..................................................... pág 29 Di Vita / Moscoloni / Cruz Soto / Bertinetti / Lenz / Puig / Predieri / Parra / Trajtemberg / Notas y ensayos Un viaje al universo marino de Edgar Allan Poe por Marcos Ramos .................................................. pág 58 Edgar Allan Poe y la noche por Gustavo Olaiz ............... pág 76 Poesía social o el mundo según los poetas sociales por Cristina Mendiry ............................................ pág 77 Dossier Cortázar ....................................................... pág 83 Continuidad de Cortázar por Cristina Mendiry Entrevista a Cortázar (1970) de Roberto Di Vita Cine y TV por Gabriel Cabrejas ..................................... pág 93 Rincón de los bajitos ................................................ pág 101 Humor .................................................................. pág 105 Clementi / Brando / Olaiz / Reseñas ................................................................... pág 109
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