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elpoemaseminal

gottfried benn: problemas de la poesía lírica (III)

[15.08.08]

QUINTO ANIVERSARIO

atisbos P PR RO OB BL LE EM MA ASS D DE EL LA AP PO OE ESSÍÍA AL LÍÍR RIIC CA A ((IIIIII)) G Goottttffrriieedd B Beennnn V Veerrssiióónn yy eeddiicciióónn ddee JJoosséé M Maannuueell R Reecciillllaass (El oscuro sendero del hombre. Antología conmemorativa, de próxima aparición en Ediciones Alforja)

¿

Qué tiene todo esto que ver con la poesía lírica? –me dirán. ¡Tiene muchísimo que ver con ella, tiene todo que ver con la poesía lírica! El poeta lírico nunca sabe demasiado, nunca trabaja suficientemente, debe estar en contacto con todo, debe poseer una idea del punto en el que se halla hoy el mundo, qué hora pasa en este 28 momento meridiano sobre la Tierra. Necesita combatir con el toro a corta distancia, afirman los grandes matadores, entonces tal vez llegue la victoria. Nada puede ser casual en un poema. Lo que Valéry escribió de Moltke: “Para este frío héroe el verdadero enemigo es el azar”, vale para el poeta lírico; él debe aislar herméticamente su poesía contra irrupciones, posibilidades de perturbación, herméticamente gracias a la lengua, y él mismo debe limpiar sus propios frentes. Debe tener narices ―mi genio está en mis narices, dijo Nietzsche―, narices en todos los puntos de partida y de ensillamiento, en el intelectual, allí donde la dialéctica material y la ideal se mueven en direcciones opuestas como dos monstruos marinos, lanzándose encima espíritu y veneno, libros y huelgas – y es allí donde la más reciente creación de la Schiaparelli preanuncia un cambio de dirección en la moda con el modelo de lino ceniciento y organdíes amarillo-ananás. De todas partes vienen los colores, los imponderables matices, los valores – de todo viene la poesía. De todo esto viene la poesía que acaso recoge una de estas horas laceradas –: la poesía absoluta, la poesía sin fe, la poesía sin esperanza, la poesía que no se dirige a nadie, una poesía de palabras que van montadas en sí mismas para fascinar. Y, para decirlo una vez más, quien tras esta formulación tan sólo ve nihilismo y lascivia, ignora entonces que detrás de la fascinación y de la palabra aun hay ocultos suficientes enigmas y abismos del ser como para satisfacer al alma más profunda; que en toda forma fascinante hay suficiente sustancia hecha de pasión, naturaleza y experiencia trágica.29 Pero esto naturalmente es una decisión, se abandona la religión, la colectividad 28

Referencia al pasaje inicial de la ya citada Roman des Phänotype, “El dios de la hora”. Sin duda, su más célebre formulación teórica, que sin embargo suele ser comprendida fuera de contexto debido al desconocimiento a la poética del autor. La perfección a la que hace referencia es la formulación final de una evolución poética que conduce a la autonomía definitiva del lenguaje y a su autogeneración, y que en muchos sentidos, anticipa la muerte del autor barthesiana y no pocos de los postulados teóricos de Derrida y la teoría crítica literaria posmoderna, según lo demuestra Susan Ray. En esta declaración se funden todos los conceptos expresados y desarrollados desde la década de 1910. Sin embargo, este largo proceso de formulación teórica aquí expuesto y considerado como definitivo, no fue siempre similar, e incluso no pocos de sus planteamientos iniciales se hallaban en las antípodas. Para una exposición más puntual al respecto, cfr. A. Manyoni, op. cit., en particular el primer capítulo, “Probleme der Lyrik: Benn’s ars poetica” y su primer sub-apartado, “Some misunderstandings”. 29


y se marcha por campos desiertos. ¿Pero qué sentido tiene este eterno hablar de crisis de los fundamentos y de catástrofes de nuestra búsqueda cultural a que estamos constreñidos a sufrir de forma tan insoportable, si no desean ver de qué se trata verdaderamente y si no toman ninguna decisión? ¡Pero ustedes deben tomar esta decisión! Las especies que no obedezcan su ley y en su orden interno pierden su tensión formal y perecen. Nuestro orden es el espíritu, su ley tiene como nombre expresión, cuño, estilo. Sea abstracta, sea atonal, sea surrealista, es la ley de la forma, la ananké de la creación expresiva que está sobre nosotros. Esta no es una opinión privada, un hobby del Yo lírico, la han dicho todos los que han trabajado en estos campos – “¡Una palabra pesa más que una victoria!” Aun este poema sin fe, aun este poema sin esperanza, aun este poema dirigido a nadie es trascendente, es, para citar a un pensador francés sobre estos problemas: “El cumplimiento de un devenir que está siempre referido al hombre, a quien no obstante lo sobrepasa.” Me he enterado que incluso en los círculos literarios de los poetas modernos se elevan voces que incitan una inversión de sentido. Es Eliot, en un ensayo aparecido en Merkur,30 quien sostiene que esta tendencia debe detenerse, o sea que el proceder de la autoconciencia, esta extrema exasperación de la conciencia de la lengua y de los esfuerzos en torno a ella son exagerados – pero Eliot combate incluso la televisión y quiere oponérsele. Sostengo que él se equivoca en ambos casos. Creo que se engaña radicalmente. Soy de la opinión que los fenómenos de los que hablamos son irreversibles y que más bien anuncian el inicio de una evolución. Me permitiré entonces realizar una breve digresión en otro campo, que arrojará nueva luz sobre nuestra tesis. Es la genética, la ciencia sobre el origen del hombre. Se puede ser perfectamente escéptico sobre sus teorías tan varadamente mutables a propósito de la naturaleza y origen del hombre, sobre interpretaciones tan variables y hábiles que proporciona sobre fósiles y repertorios de estadios intermedios, pero su punto de inflexión actual es que el hombre no ha evolucionado sino que desde el inicio fue hombre y que él representa una nueva fase de la creación.31 La esencia de esta fase es conciencia y espíritu. Los trabajos de Gehlen, Portmann, Carrel, tratan esta idea de forma sistemática. El hombre, dice Gehlen, es el animal aún no endurecido, abierto a las impresiones, capaz de desarrollo, incluso al inicio del destino de su especie. Ahora casi todo está concluido por la construcción del cuerpo, ahora son las cosas inmateriales las que se ramifican, se transmiten y se conservan. La plasticidad del devenir se dirige a una nueva dimensión, la emancipación del espíritu avanza a tientas en un nuevo espacio que se abre. No puede hablarse de una pérdida del “centro”, deducimos a propósito del tema: el “centro” es absolutamente inagotable, en las civilizaciones superiores apenas se presentaron sus primeros síntomas. Pero la dirección de este “centro” aparece hoy día con absoluta claridad, se dirige hacia las esferas de tensión: conciencia y espíritu, no en la dirección de instinto, calor de sentimiento, idilio interior botánico-zoológico cultivado en invernadero, sino en la de una concatenación de conceptos afinados, de una superación del elemento animal hacia construcciones intelectuales, en la dirección de un desplazamiento del misticismo interior hacia formas diáfanas e intramundanas – es la dirección hacia un mundo que desea conciencia y expresión y que deviene conciencia y expresión, en una palabra: hacia la abstracción. Lo que vendrá no podemos preverlo. Pero probablemente el hombre no terminará como desearían los actuales hipocondríacos de la civilización; si él se comporta según su especie, entonces se comporta según leyes creativas que se hallan más allá de la bomba atómica y de los yacimientos de mineral de 30

Merkur. Deutsche Zeitschrift für europäisches Denken es la revista mensual sobre temas de política y estética más antiguo del continente europeo desde hace 57 años. Es editado en la actualidad por Klett-Cotta, Stuttgart. 31 Benn fue siempre un abierto opositor a las teorías darvinistas. Esta forma de oposición intelectual se manifestará a través de un recurso muy típicamente suyo, la aparición de conceptos opuestos por partes, como naturaleza-arte. En la exposición subsiguiente es posible hallar justamente la elaboración de esa autonomía a que aspira el arte en su sentido nietzscheano, como última actividad metafísica del hombre.

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uranio. Aun el hombre occidental, según este tipo de razonamientos, no sucumbirá; ha sufrido, es estable, y podría desplegar desde su parcial destrucción insospechadas fuerzas creativas. No porque necesite de un apoyo sino sólo porque estimulan, el Yo lírico sostiene esta teoría. Ella coincide con sus sustancias, y éstas sustancias del momento, obra de las Moiras, y ellas las conducen – puesto que para éste no existen más ni Meca ni Getsemaní, y aun el bajorrelieve del templo Khmer en Angkor Vat no se halla en sus latitudes – lo conducen hacia los senderos que llevan al Olimpo de la apariencia – donde sea que halla hombres, morarán también dioses. Ahora algunas irradiaciones sobre el Yo lírico y habremos acabado con él. Un rayo cae sobre los tiempos de transición – pensar en términos de épocas de transición se ha convertido en un cliché científico. No digan apocalíptico, escribí en Drei alter Männer [Tres viejos], no digan apocalíptico, “siempre ha existido la bestia de siete cabezas que viene del mar y la bicórnea que viene de la tierra”. El poema absoluto no tiene necesidad de épocas de transición, está en condiciones de operar sin tiempo, como desde hace mucho lo hacen las fórmulas de la física moderna. A propósito de esto es también de la opinión que la espuria unidad planetaria que la técnica extiende sobre la Tierra carece de significado existencial. Siempre hubo la técnica, sólo que los más no han estudiado suficiente para saberlo. Después de todo, ya César viajaba cómodamente en litera de Roma a Colonia en seis días, y el faro de Coruña, construido hace dos mil años, brilla aun hoy sobre Vizcaya. Si en la Roma imperial abrían el grifo, el agua del Mar Ligúrico, distante cuarenta kilómetros, fluía hasta sus piscinas – hoy no hemos sido capaces siquiera de llegar a tal punto. La primera embarcación hecha con un tronco, sobre la cual se pudo superar un curso de agua sin mojarse, fue un hecho mucho más sensacional para la civilización y para la historia de los pueblos que todos los sumergibles, y el instante en que por primera vez una flecha salió de una cerbatana y mató a un animal que ya no había necesidad de aferrar y abatir con las manos, dio al curso del tiempo un vuelco verosímilmente más brusco que los isótopos. Para el Yo lírico ni siquiera nuestro sentido de la vida es hoy más universal de lo que fue en las ciudades de Alejandro, cuando el helenismo se extendía desde Atenas hasta la India, o sobre las naves en las cuales los genoveses y españoles atravesaron por vez primera el Atlántico. Y ahora también este Yo lírico tiene otra impresión del todo heterodoxa, que la confiesa a sí mismo sólo con cautela. A veces no puede sustraerse a la impresión de que incluso los filósofos actuales querrían, en el fondo, ser poetas por medio de sus meditaciones. Ellos sienten que por el momento el pensamiento discursivo y sistemático ha concluido, desde el momento en que la conciencia soporta solo algo que piensa de manera fragmentaria, las meditaciones de quinientas páginas sobre la verdad, por cuan exactas puedan resultar sus frases, son equilibradas por un poema de tres estrofas – los filósofos advierten este silencioso terremoto, pero en ellos la relación con la palabra ha sido turbada o jamás ha estado viva, y por eso es que se volvieron filósofos, pero en el fondo desearían ser poetas – todos desearían escribir poemas. Todos desearían escribir el poema moderno, cuyo rasgo monológico está fuera de toda duda. El arte monológico, que se eleva del vacío verdaderamente ontológico que impera sobre todas las conversaciones y sugiere la pregunta si alguna vez la lengua ha tenido un carácter dialógico en un sentido metafísico, ¿está en condición de establecer relaciones, aporta superación y transformaciones, o es sólo material para conversaciones de negocios y en lo demás símbolo de una trágica decadencia? Coloquios, discusiones – no más que murmuraciones en una poltrona, un indigno enarcarse de estados de excitación privados, mientras en lo profundo está, inquieto, lo Otro, lo que nos ha hecho pero no vemos. Toda la humanidad vive de algunos auto-encuentros, ¿pero quién se encuentra a sí mismo? Solo pocos, y siempre en soledad. Estoy ya por concluir. Temo no haber podido decir mucho de nuevo. Frente a una facultad que, como he visto por la guía a los programas de estudios, tiene a su vez cursos sobre la poesía lírica alemana desde Klopstock a Weinheber, sobre exégesis poética y génesis de la expresión, y que organiza ejercicios de recitación de poesía moderna, frente a una facultad que en resumen está a tal grado up to date en cuanto a la poesía lírica, no puedo agregar nada interesante. Podría hacer al menos una observación que no me corresponde formular, pero que por mor de conclusión no deseo pasar por alto, y esto es que personalmente sostengo que el poema moderno es refractario a la recitación, sea en el interés del poema o en el del escucha. La lectura del poema facilita su recepción. El receptor elpoemaseminal 125/ 15 agosto, 2008/3


adopta por completo una actitud distinta hacia el poema si ve cuán extenso es y de cuántas estrofas consta. Cuando hace años recité poemas delante de la ex Academia Prusiana de las Artes, de la que soy miembro, decía antes de cada lectura: ahora viene un poema de, por ejemplo, cuatro estrofas de ocho versos cada una – según yo, el cuadro óptico favorece la capacidad receptiva. Un poema moderno exige tanto la impresión sobre el papel como su lectura; exige caracteres negros, adquiere mayor plasticidad si se puede ver su estructura externa, y se torna más íntimo cuando el lector se inclina silenciosamente sobre sus versos. Este inclinarse sobre el poema será necesario, y cito a propósito un ensayista francés que escribió recientemente sobre la poesía lírica francesa moderna. Él afirma: no hallo otra expresión para caracterizar a estos autores en su conjunto si no que son todos poetas difíciles. En esto que precede me he expresado quizá en términos un poco demasiado racionalistas, con un poco de excesiva claridad sobre ciertos vínculos, quizá también con un poco de excesiva dureza. Como sea, lo he hecho con deliberada intención. Según yo, no hay absolutamente ningún campo en el cual dominen tantos equívocos como a propósito de la poesía lírica. He observado cómo personas inteligentes, o críticos importantes en un artículo de un suplemento literario, han demostrado comprensión y han dedicado instructivas consideraciones a un poeta lírico verdaderamente grande, y en el siguiente han dedicado la misma atención y buena voluntad a un epígono más que mediocre. Se tiene la misma impresión de cuando alguien no es capaz de distinguir porcelanas de la dinastía Ming de esos platos irrompibles que ahora circulan en las familias numerosas bajo el nombre de Mepal. Los motivos de este comportamiento no deben buscarse en consideraciones de tipo exterior, sino en una ausencia de criterios internos de medida. Este crítico seguirá a tientas en torno a la concepción según la cual un poema trataría de sentimientos y debería difundir calor – como si un pensamiento no fuese sentimiento, como si la forma no fuese el calor por excelencia. Este crítico profundiza aún más en el anciano, con su cavilar y sutilezas a expensas de la poesía pura.32 Para el autor un poema nuevo significa cada vez domar un león, y para el crítico mirar a los ojos al león, cuando probablemente preferiría encontrarse con un asno. Pero también hay muchos atenuantes para estos críticos, lo admito, un poema es una estructura tan compleja que es en verdad muy difícil abarcarla en todas sus reacciones en cadena. Pero también en otro sentido mis palabras tienen un sonido demasiado severo y absoluto. Supongo que sobre una de estas bancas se halla sentado un joven que ha comenzado a escribir poemas y a quien ahora, por mis palabras, le ha caído escarcha33 sobre su lírica noche primaveral. Debo decirle que no fue esa mi intención. Sólo unos cuantos comienzan ya en estado de perfección, y para consolarlo deseo despedirme de él con una anécdota personal. Tenía dieciocho años cuando comencé a 32

Benn hace referencia a su propia circunstancia; no obstante esto, el lector no debe pasar por alto, como ya se indicó previamente, que sus postulados estéticos se modificaron con el paso del tiempo. Sin duda su testamento lírico, en el sentido más cercano a la poesía pura, es su volumen de 1948, Statische Gedichte, pero también, como señala apropiadamente G. Baioni, su ensayo Altern als Problem für Künstler, Envejecer como problema para el artista, y el volumen de poemas Aprèslude, en donde el tono de despedida, anunciado ya en el volumen precedente a través del poema Abschied, Despedida, está ya presente. 33 Nuevamente Benn hace una referencia oblicua a su propia obra. En efecto, uno de sus primeros dos poemas de 1910 lleva por título Rauhreif, Escarcha, y se trata de un ejemplo más, aunque el autor no lo haya mencionado cuando habló del saber callar, de la paciencia para utilizar recursos líricos previos. En efecto, la imagen de la nieve que cae, descrita en el poema, se transformará, en sus años de madurez, en la portentosa y memorable de la transfigurada avalancha de nieve que describe su célebre Sils-Maria, incluido en Statische Gedichte.

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estudiar aquí en Marburgo. Estábamos en la primera década de este siglo. Entonces estudiaba filología y asistía a un curso del profesor Ernst Elster, curador [herausgegeber]34 de la primera gran edición de Heine; su curso se intitulaba “Poética y metodología de la historia literaria”. Se trataba de un curso estimulante y, para los criterios actuales, incluso moderno. Hoy los métodos de la ciencia literaria resultan ciertamente más sublimes, y adicionalmente son increíblemente sublimes, particularmente en lo relativo a la prosa, en el sentido del análisis estilístico y de la exégesis lingüística; si uno deviene personalmente objeto de estudio, como me ha sucedido, en una tesis de grado en Bonn en donde se analiza mi prosa juvenil, entonces se tiene la sensación de ser viviseccionado. Entonces, frecuentaba las lecciones de Elster, las del profesor Wrede sobre la poesía lírica medieval, y a muchas otras me inscribí; y mi gran deuda por los dos semestres cursados en esta Alma Mater Philippina, tan fundamentales para mí, deseo pagarla con esta conferencia. Pero retornemos al señor que está sentado en su banca. Entonces estaba aquí, vivía en la Wilhelmstraße 10, y en Berlín-Lichterfelde había una revista que se llamaba Romanzeitung. Tenía una sección en la que se comentaba poemas enviados de manera anónima. Entonces envié algunos poemas y por algunas semanas permanecí en vilo en espera del juicio. Finalmente llegó, y tenía el siguiente tenor: “G.B. – serena la inspiración, débil la expresión. Envíe algo de vez en cuando.” Ha transcurrido mucho tiempo, y ahora ven que, después de decenios de trabajo, soy colocado entre los llamados poetas de la expresión, mientras por el contrario mi inspiración a menudo es definida de cualquier forma menos serena. Un talento se puede expandir a través del trabajo, y un talento se puede agotar.35 Mi enseñanza es: arribar tarde, tarde a sí mismo, tarde a la fama, tarde a los festivales. Por tanto, continúe escribiendo tranquilamente poemas, si cree poder recorrer el nuevo sendero jamás recorrido que lo llevará a los seis poemas de los que hablé. Recoja la lanza donde la dejamos, para utilizar esta imagen de Flaubert. Le aseguro fracasos exteriores, destrucciones internas, días en los cuales casi se desconocerán del todo, noches en las cuales no alcanzarán a ver más allá de sí mimos. Pero vayan por su camino, y acojan como despedida y consuelo – usted y todos los que han tenido la bondad de escucharme – una grandiosa frase de Hegel, una frase verdaderamente occidental que, pronunciada hace cien años, abraza ya todas las complicaciones de nuestro destino en esta mitad de siglo. Hegel dice: “No la vida que tiene miedo de la muerte y se mantiene pura ante la devastación, sino la que la soporta y en ella sabe conservarse, ésa es la vida del espíritu”.36 Fechado 4 VII 51, y firmado G.B. Leído en la Universidad de Marburgo el 21 de agosto de 1951

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Aunque la palabra herausgegeber suele traducirse como editor, en términos reales es mucho más que ésta. Entre nosotros, E. Ocaña así lo traduce, en tanto S. Gallardo y E. Bulygin usan el término compilador. Por su parte L. Zagari lo traduce como curatore, término que entre nosotros se aplica más en un contexto museográfico que literario, pero que resulta más próximo al verdadero sentido del término alemán. Sigo, por tanto, el criterio de mi amable colega italiano. 35 Referencia, nuevamente sesgada, a su ensayo de 1930 Das genieproblem, El problema del genio, en donde expone, en el mismo tenor, una de sus concepciones fundamentales sobre el desarrollo de la personalidad creadora y su relación con el medio social en que vive: “No se nace genio, sino que se deviene tal; esto es, no son suficientes ni la disposición biológica ni el talento, ni siquiera el éxito, para convertirse en genio, sino por el contrario es necesario agregar algo más, y ese algo más es la recepción en un grupo humano, el pueblo, la época, y muy a menudo por una época subsecuente. El genio debe ser vivido. Entonces se debería hablar no tanto de genio como de un devenir genio, pues es un proceso totalmente sociológico, el cual tiene poco que ver con una indefinida maduración metafísica de la época con respecto a personalidades e ideas; es un fenómeno colectivo de transformación, pues al principio está la figura histórica y al final el genio”; cito de acuerdo a la traducción aquí incluida. Este pasaje aparece, con ligeras variantes, en mi traducción Aforismos. La palabra es el falo del espíritu, Verdehalago, México, 1999, p. 44. 36 Esta frase de Hegel está tomada del “Prólogo” a la Fenomenología del espíritu. Traducción de Wenceslao Roces. Fondo de Cultura Económica, México, 1973, p. 24. Debo la referencia a Evodio Escalante.

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testimonios OLÍMPICO SEPÁRATE AHORA DE LA FILA

de las mujeres que llenan de flores el país entero, sales, llevas la consagración de los llamados a lo alto al fuego del amor. Sepárate de la estirpe y de los tiempos, de ancestros, pueblos, mezcla y extinción, ahora eres tú la figura -serenidades, expectativa, reclamo llevas tú, pero, ¿a quién esperas para tu escalofrío?, ¿quién te bebe así y quién te reconoció en tu eternidad de placer y tristeza? ¿esperas al dios -? Espérame.

PALABRAS SOLO: TÚ Y LAS PALABRAS, y solo de verdad, clarines y arcos de triunfo no están en este ser. Tú les miras el alma, su primer rostro buscas años y años - mátate, no vas a encontrar nada. Y allí lucen antorchas, en aquel dulce hogar donde moran los hombres, y de labios rosados, cuelga, de labios húmedos, cual perla, inofensiva, la palabra. Mas tus años se ajan de un modo diferente, hasta los sueños: silabas mas tú, callado, te vas yendo.

Confluye en ti desde la nada todo, viene de cosas sueltas, de un potpourri; coges allí cenizas, allí llamas, las esparces, apagas y proteges. Sabes bien que no puedes abarcarlo, rodéalo, el verde seto en torno a aquello y esto; relajado, pero también proscrito en el recelo. Estás en juego día y noche, también te esculpes en domingo y en la juntura incrustas tú la plata, la dejas luego, es ella: es el ser.

POSTLUDIO TIENES QUE SUMERGIRTE, QUE APRENDER, unas veces es dicha, otras oprobio, no te rindas, no debes alejarte cuando a la hora se le fue la luz. Aguantar, aguardar, estando hundido, desbordado unas veces, otras mudo, es una ley extraña, no hay centellas, no estás solo, mira a tu alrededor: La tierra quiere dar sus fresas en abril, aunque tenga pocas flores, mantiene sus pepitas, callada, hasta que lleguen buenos años. De dónde se alimentan las semillas nadie lo sabe ni si alguna vez va a echar flores la copa aguantar, aguardar, no reservarse, oscurecer, envejecer, postludio.

ÚLTIMA PRIMAVERA TOMA EN LO HONDO DE TI LA CAMPANITA CHINA

POEMA ¿QUÉ SIGNIFICAN ESTAS COMPULSIONES,

y cuando llegue la lila, mezcla ésta también con tu sangre, tu dicha y tu miseria, con el oscuro fondo del que dependes.

palabra, imagen, cálculo -a medias?, ¿qué hay en ti?, ¿de dónde estos impulsos de un callado sentir entristecido?

Lentos días. Todo superado. Y no preguntas si principio o fin, elpoemaseminal 125/ 15 agosto, 2008/6


luego tal vez te llevarán las horas todavía hasta junio, con sus rosas. Versión de Eustaquio Barjau

débil y vacilante; venid, moved los labios, quien habla no está muerto. Versiones de Eustaquio Barjau

VENID VENID Y CONVERSEMOS,

SÓLO DOS COSAS A TRAVÉS DE MIL FORMAS TRANSIDO

quien habla no está muerto, mas se agitan ya llamas junto a nuestra penuria.

-nosotros, tú, yo- sólo sé que en todas hemos sentido la eterna cuestión: -¿Para qué?

Venid, "azul" digamos; venid, digamos "rojo", oímos, escuchamos, miramos, quien habla no está muerto. Tú solo en tu desierto, en el espanto de tu Gobi te vuelves solitario, sin un busto, sin nadie a quien hablar y sin mujeres, y cerca del rompiente tú conoces la barca,

Pregunta pueril que no oíste, pues sólo tarde supiste que dado te fue padecer -o razón, o locura, o mitotu estigma fatal: el deber. Del árbol, la nieve y el mar nacer y morir es el sino; dos cosas habrán de quedar: la nada y mi propio destino. Versión de Otto de Greiff

zonas FERNÁNDEZ GRANADOS, UN POETA CIENTÍFICO Jesús Alejo Foto: Omar Meneses

Ghosts of de Palace of Blue Tiles, A

título de su primer libro traducido al inglés. inicios del siglo XX, uno de los padres de la física cuántica, el alemán Werner Heisenberg, aportó a la investigación científica el llamado “Principio de incertidumbre”, que habla de la imposibilidad de llegar a una certeza en el estudio del comportamiento de la materia. “Si uno quiere ver qué hay adentro de un átomo, ese sólo acto lo altera, de manera que nunca podremos ver a ciencia cierta lo que hay adentro: al acercarse a la vida de una persona,

uno termina cambiando la vida de esa persona y la propia, porque interactúan ambos seres.” La explicación viene de Jorge Fernández Granados, autor del poemario Principio de incertidumbre (Ediciones Era, 2008), término que deja de pertenecer al ámbito de la física cuántica para convertirse en una manifestación “de nuestra manera de conocer las cosas”. “Mi vocación literaria siempre estuvo muy cercana a la ciencia. Si no hubiera sido escritor me habría encantado ser físico o químico: mi manera de entender las cosas se aviene muy bien con la ciencia, me gusta ese método de exploración, de investigación, esa mentalidad racional y lógica que debe ser imaginativa y curiosa.” El poeta se muestra seguro de que, en los últimos 100 años la ciencia nos ha cambiado la visión del mundo: Einstein la forma de entender el tiempo, “la gran astronomía nos transformó la idea que tenemos de las dimensiones, la química los conceptos que tenemos de la vida”. De ahí provino su manera poética de acercarse a la vida por medio de Principio de incertidumbre, título que vino a ratificar su elpoemaseminal 125/ 15 agosto, 2008/7


convicción de que todo poema debe tocar una verdad humana, una desnudez última de la condición humana. “Ahí se encuentra la verdadera poesía, la que, además, parte de lo particular para convertirse en colectivo, porque no se trata de contar la vida de uno, sino de encontrar aquello que toque la vida de todos: la fragilidad del cuerpo, el dolor, la muerte, pero también el asombro, los procesos de aprendizaje, la memoria como una forma de conocimiento, la presencia de los ancestros, la sensación de lo invisible.” Traducido al inglés Autor de poemarios como Resurrección o El cristal, así como del volumen de cuentos El cartógrafo, Jorge Fernández Granados por vez primera es traducido al inglés bajo el título Ghosts of de Palace of Blue Tiles –Los fantasmas del Palacio de los Azulejos- (Tameme Chapbooks, 2008) “Tengo la convicción de que en un mundo globalizado, donde las fronteras políticas pierden importancia frente a la tecnología y a la comunicación, un texto que pueda ser leído por otros lectores, en otra lengua, permite ingresar a otra dimensión. “Y la traducción es un trabajo de coinvención o de segunda creación, que de ninguna manera hay un autor y sus traductores, sino son varios autores que crean el texto en otro código: un buen traductor puede hacer que un texto viva y uno malo lo puede matar para siempre.” El volumen es resultado de una selección de poemas de los libros Los hábitos de la ceniza y de El arcángel ebrio, a cargo de John Oliver Simon (también encargado de la traducción). “La relación entre ambos países es como la de dos hermanos que han tenido muchas dificultades, que se necesitan y, al mismo tiempo, están distanciados, por eso me parece importante que se produzca este diálogo mediante la poesía.” La literatura, en general las artes, tiende a ser como la parte menos política del asunto, lo que puede contribuir a salvar el gran conflicto existente entre los latinoamericanos y Estados Unidos: “si algo nos puede salvar es el intercambio cultural, si algo nos pierde es la economía y los conflictos sociales”. Fernández Granados apuesta por establecer un puente en el cual se puedan atrapar ciertos

rasgos de la poesía estadounidense, donde la vanguardia es una tradición y ser experimental y rebelde es uno de sus principales flancos. “Me he dado cuenta de la importancia de aprender la enorme capacidad y rebeldía de los poetas estadunidenses, esa era una fuente inagotable que le hacía mucha falta a la poesía mexicana. Por mi parte, aunque no creo que sea una aportación sólo mía, puedo llevar una poesía con una carga muy grande de historia, con siglos de tradición.” Ghosts of de Palace of Blue Tiles y Principio de incertidumbre se presentan hoy, a las 19:00 horas, en la Casa Refugio Citlaltépetl con los comentarios de María Baranda, Josu Landa, John Oliver Simon y Jorge Volpi. Milenio Diario, 12 de agosto de 2008

DIARIOS ÍNTIMOS, CARTAS, FOTOS Y TESTIMONIOS DE IDEA VILARIÑO

Jorge Boccanera Una memoria repartida en diarios íntimos, testimonios, cuadernos, cartas y fotografías resuena en las páginas de un libro-álbum de la poeta uruguaya Idea Vilariño La vida escrita, que acaba de distribuirse en librerías de Buenos Aires. Trascendiendo el mero espacio biográfico, el libro publicado por la editorial uruguaya Cal y Canto conjuga el registro de imágenes sugerentes en una valoración múltiple de ensayos, entrevistas y textos diversos que alumbran la obra de una de las poetas vivas más relevantes de la poesía hispana. Concurren en «La vida escrita», además de los textos de Idea, diversos escritores y críticos, entre ellos Eduardo Galeano, Hugo Achugar, Mario Benedetti, Elena Poniatowska, Juan Gelman y Ana Inés Larre Borges, ésta última editora de Cal y Canto y responsable del libro. El volumen bien podría tomarse como homenaje a 50 años de publicados sus Poemas de amor: «El tipo de homenaje que injustamente se tributa a los grandes poetas cuando mueren, quisimos hacerlo antes. Además de homenaje es elpoemaseminal 125/ 15 agosto, 2008/8


testimonio, cosas antes no dichas», comenta Larre Borges en diálogo con Télam. El título «La vida escrita» -registro iconográfico y autobiografía- da idea de cruce de escritura y vida: «En una carta, Emir Rodríguez Monegal le dice a Idea que sus poemas perdurarán no por la técnica ni la felicidad de las imágenes, sino porque muestran ’la persona que usted es’ y que solo por serlo pudo escribirlos». «Este libro -expresa Larre Borge- es un poco sacrílego porque vuelve presente el tiempo de Idea, las circunstancias que dieron lugar a los poemas, su historia». Esa constelación de materiales funciona como el «costado iluminado» de sus poemas. La gran poesía nace de circunstancias precisas, experiencias personales, historia y tiempo, pero precisamente porque es gran poesía, olvida todo eso y como lo olvida permite que cada vez que alguien lee un poema sienta que sobre distancias, tiempo, circunstancias, habla de él, del lector». «La vida escrita», al recuperar un murmullo que circula en papeles, ¿devela una intensidad secreta?: «Sí -dice la compiladora- mientras lo hacíamos le decía a Idea: tiene gusto a poco. Algún día se publicarán sus diarios y correspondencia completos. El libro parece una culminación, pero es siempre un inicio. Si alguien lo lee, querrá ir a los poemas. Es una promesa, una invitación a descubrir algo». A Idea se la vincula siempre al poema de amor. «Bueno, muchos nos enamoramos y desenamoramos con sus poemas. Es inevitable. Tiene ese raro privilegio hoy de no ser una poeta de poetas. Los poetas la admiran, la respetan, pero ella escribe por todos». No cabe duda que en esta obra el amor es un núcleo fundamental. Ella misma señala que en el amor está en juego «la potencia total del ser». Según Larre Borge: «Idea escribe del amor pasión y su efímera intensidad, por eso toca los límites y la angustia; puede decir el éxtasis, no la paz. La paz solo la encuentra, a veces, en el paisaje, en el mar». En la relación amorosa entre la poeta y el narrador Juan Carlos Onetti subyace un tema que les es común: la soledad, el desamparo, esa «sed de absoluto que se sabe perdida». «Son unos escépticos sin remedio;

escritores nihilistas y, a la vez, profundamente morales, sombríos, desesperados. Y ambos, tal vez a consecuencia de todo eso, en el amor, unos jugadores de póker», compara Larre Borge. Por último, la ensayista habla del erotismo en esta poesía: «Se ha dicho que fue audaz para su época: aquel verso ’un pañuelo con sangre semen lágrimas’. Yo diría que sigue siéndolo aún hoy. La veo en la línea de las grandes poetas del eros sombrío, como Delmira Agustini, la audacia está en que el deseo no espera, toma». Y concluye el tema: «Perturba porque no termina en el cuerpo, llama al amor, le exige todo. ’Te estoy llamando amor, como a la muerte’, eso nada menos». Por su parte la indagación existencial de Vilariño tiene que ver con un viaje a Francia en los ’50 y la frecuentación de obras de Sartre y Simone de Beauvoir. Las claves de la poética de Idea, que son sus obsesiones, la crítica uruguaya las resume así: «Solo la intensidad y la verdad pueden salvar algo en un mundo fútil, sin ninguna esperanza. A eso, a no mentirse y a vivir sin concesiones creo que Idea ha ofrendado su vida y sus versos y la manera antirretórica y el laconismo con que administró cada palabra, cada edición, y también cada silencio». En palabras de la propia poeta, ella escribe siempre al borde: «en el colmo del dolor o la desesperanza», motorizada por los opuestos: escepticismo y pasión, una vida entre el «siempre» y la mentira. www.eldiariodeparana.com.ar/textocomp.asp?id=151514

BRINDIS POR EL POETA ALEJANDRO AURA (1944-2008)

Eduardo Vázquez Martín Alejandro Aura, como muchas personas de vida prolija y sustanciosa, no fue uno sino muchos: un hijo del barrio de San Rafaél que escapó de la rutina de una escuela triste para hacerse hombre y recorrer las calles sin un peso; un joven elpoemaseminal 125/ 15 agosto, 2008/9


poeta que asistió a la Casa del Lago para aprender de Juan José Arreola a pasearse por la lengua cada verso; un rebeldeque en el año de 1968, con la camisa abierta, el pecho al descubierto y ampliada su voz por un megáfono, llamaba a su generación a defender la vida y la alegría del odio de las armas, mientras en los muros de algunas fachadas universitarias los estudiantes reproducían sus versos; un mexicano curioso a quien su primera mujer, la poeta Elsa Cross, invitó a conocer el mundo; un escritor joven que recorría los cafés literarios de la Zona Rosa sin dinero para el capuchino, pero que ganaría el Premio Nacional de Poesía Aguascalientes, porque se declaraba desde el verso “Listo para vivir/ a todo viento,/ libre de la desdicha y de la dicha”, y había confesado que los suyos, los de su generación, los de la plaza del 2 de octubre, los del pelo largo y las canciones de protesta, los del amor libre y las utopías fecundas, no eran la amenaza beligerante que la paranoia diazordacista inventaba, sino personas “libres/ como el zorro;/ aguzados,/ famélicos a veces,/ perdedizos/ y con suaves y ondulantes colas/ para menear el viento.” Aura fue también el actor y dramaturgo del Salón Calavera, maestro de ceremonias en la noche del drama y el deseo, en la fiesta de la vida que bailan rumberas y homicidas, y junto a Enrique Lizalde, Claudio Obregón y otros compañeros se embarcó en la aventura de fundar un sindicato de actores independiente de las mafias que han asolado ese gremio –como tantos otros en nuestro país. Pero fue además el ciudadano que abrió un bar en el centro de Coyoacán para convocar a sus contemporáneos al diálogo entorno a la mesa, en libertad, en su tinta, con la copa llena y un inagotable menú de intereses y curiosidades. En las dos casas que albergaron a El Cuervo y el Hijo del Cuervo, Alejandro, junto a su gran cómplice, la escritora Carmen Boullosa, ejerció de noctámbulo, y acompañó, de ambos lados de la barra –con tacuche de galán y sonrisa de pájaro– las nieblas y los amaneceres de elocuentes dipsómanos y mujeres encantadoras.

Recuerdo también a Aura en Veracruz, habano de San Andrés entre los dedos, a punto del danzón y el entusiasmo, bailando y cantando a Agustín Lara; y al dóberman, como él mismo se definía, que agarraba el micrófono con la avaricia de un perro por su hueso; y al que miraba a la cámara buscando tras ese ojo inexpresivo los ojos verdaderos de todos nosotros. Además de un padre enamorado, generoso y libertario –le debo para siempre los ojos de María y Juan, y la amistad de Pablo y Cecilia–, Aura fue un lector gozoso, que despilfarraba las palabras y que fundaba, acompañado por Pablo Boullosa y Arturo Beristáin, cofradías de lectores para abrir las puertas de los libros a todo el vecindario. Fue divulgador de la cultural por vocación –así en el oficio como en el vicio–, y recuerdo con especial admiración y cercanía, al servidor público, al lúdico e irreverente: hasta donde me alcanza la memoria, el mejor funcionario cultural que la ciudad se haya dado a sí misma, y que renunció a la dirección de su política cultural cuando la autoridad mostró desinterés por el arte y la cultura, porque él deseaba, como su querido amigo Efraín Huerta, un mundo más justo, más libre y más generoso, y para luchar por eso no le era imprescindible un puesto en ningún gabinete. También compartí un Alejandro que vivía en el barrio madrileño de las musas, vecino de Lope, Cervantes, Góngora y Quevedo, donde no perdonaba el fino de Jerez del viernes en La Venencia, con la fotógrafa Valentina Siniego, y que del brazo de Milagros Revenega, su última y amada compañera, participaba con desenvoltura en la zarzuela cotidiana que sucede a diario en las aceras de esas calles, donde divulgó con entusiasmo la diversidad de la cultura mexicana y fue capaz de transformar la rutinaria y rígida vida de embajada, en una continua conmemoración de los lazos y los afectos, y las desavenencias también, que unen las culturas de México y España – todo ello gracias, en un primero momento, al apoyo de Gerardo Estrada y al de su estimado amigo elpoemaseminal 125/ 15 agosto, 2008/10


Gabriel Jiménez Remus, entonces embajador de México en España, hoy en Cuba, así como al interés y solidaridad, después, de Amalia García, gobernadora de Zacatecas, quien invitó al poeta a promover a ese estado, tan querido por él, en tierras españolas. Aura no podía dejar de conversar, y si en los primeros años en España echó a andar el programa de radio Hora México en la estación del Círculo de Bellas Artes de Madrid, y más tarde volvió a sus tertulias literarias de sobremesa transmitidas aquí por canal 22, ya menguada su salud por la enfermedad, abrió en el ciberespacio una ventana para contarnos lo que estaba viviendo, para compartirnos su lucha contra la muerte, sus poemas y reflexiones. Fue desde ahí que se despidió este verano con las palabras justas, con valor y dignidad, pero sobretodo, amablemente, amantísimamente. Todos estos rostros, y mucho otros, tuvo Alejandro Aura, porque como él mismo dijo en Volver a casa: “Las máscaras/ que supimos hacer/ no eran para ocultar/ sino para que resaltaran/ nuestros rostros/ verdaderos”. Para Alejandro Aura, la palabra fue presencia: su poesía no evocó solamente: convocó, nos convocó. Fue su manera de pertenecer al mundo, de descubrirlo, de hacerse de él. Porque Aura es un poeta que nos hizo oír su voz no para imponer su punto de vista, ni su gusto, ni su poética, sino para participar, por el profundo placer de convivir. Su poesía es elocuente y a veces teatralmente exaltada, mas non tropo, porque su alma es de jardinero y cocinero: terrenal, doméstica, inaugural, interior y fraterna: pura afirmación del hecho sorprendente de la vida. En sus últimos poemas, como en sus últimos días, Aura se impuso un rigor formal, una conciencia crítica de su escritura, lúdica y contenida a la vez, donde le ofreció al dolor del cáncer clases magistrales de humor y de estoicismo. Nada de autocompasión frente a las sombras de la muerte: Aura nos dejó de testamento, como su amigo y colega

Víctor Hugo Rascón Banda, la heroica, por sencilla y cotidiana, defensa de la vida. Nadie como Aura para salir a cosechar los frutos del mar y de la tierra en los mercados, para batirse en el fuego de las cocinas y regalar a sus amigos la fe en los alimentos, el culto al vino y los mezcales, su inquebrantable lealtad a la amistad. Para Alejandro, el banquete comenzaba debatiendo el precio del pescado y solo terminaba cuando la conversación se hacía ceniza y se apagaban las colillas del tabaco, tras el desfile de las palabras en las pasarelas del humo. Aura amaba conversar casi con cualquiera, y ser saludado por todos, incluso por los insulsos, a los que agradecía con una sonrisa bien interpretada. Pero el verdadero placer narcisista de Alejandro era ser reconocido en los portales de Veracruz, en el zócalo de la ciudad de México, en el malecón de la Habana, por el camarero del café, por la vendedora de verduras, por los músicos de la orquesta, por el bodeguero del vino y el afilador de cuchillos: amaba el ágora de las calles, las que son de todos, las que no tienen más dueño que el que las camina, el que las goza y padece, el que las vive y enamora. Aun cuando compartí con Aura su alegría de andar por las calles y las plazas, y tomados del brazo trabajamos, junto con tantos otros (Enzía Verduchi, Andrea González, Crisanto Cacho, Jorge Legorreta, Roberto Vázquez, Marcos Rascón, Víctor Meza –quien nos dejó apenas unos días antes de que Alejandro se marchara, y fue el arquitecto que hizo realidad el deseo de Aura de construir una red de mil Libro-Clubs en la Ciudad de México–, Inti Muñoz, Benjamín González, Agustín Estrada, Fabrizio Mejía, Conrado Tostado, Ernesto Lumbreras, Jorge Lépez, Magali Tercero, Marcos Deli, Evangelina Ocio, y muchos, pero muchos, más), convocados todos por Cuauhtémoc Cárdenas para hacer de la democracia recién inaugurada en la ciudad una fiesta de renovación para la cultura, y demostrar así que es posible una política cultural de izquierda para México, pensada para integrar y no para excluir, libre de la dictadura comercial que venda los ojos del gusto y deforma la sensibilidad, defensora de las libertades, de la diversidad, del libro y la lectura, de las altas manifestaciones del espíritu humano, que lo mismo se producen en las aulas y los conservatorios, que en los barrios, los pueblos y elpoemaseminal 125/ 15 agosto, 2008/11


las comunidades; aún cuando creo que fue justo entonces cuando lo vi más feliz, más pleno, más convencido de lo que estaba haciendo mientras bailaba a Celia Cruz en el Zócalo, recorríamos el Faro de Oriente en construcción o inaugurábamos un Libro-Club en la colonia Guerrero, tengo que reconocer que nada me ha dado tanto placer de su persona como compartir con él la mesa, y verlo disfrutar del gozo que su oficio cocinero procuraba a sus invitados. Confieso que durante años pasamos del plato al digestivo, y que gocé muchísimo escucharlo leer en la sobremesa sus poemas –incluso los que no me gustaron–porque su amor a la poesía, a la oralidad de la poesía, le devolvía a ésta su valor ritual, civil, colectivo, familiar. Me disculpo si la siguiente imagen transgrede alguna nueva ordenanza contra los fumadores; pero yo siempre voy a recordar a Alejandro fumando un puro y con una copa de ron o de mezcal, con esos ojos cargados de picardía, humor e inteligencia, y no encuentro una forma más precisa de darle las gracias al amigo que el brindis, que levantar la copa para desearle: buena viaje, poeta. Puerto de Veracruz, 1 de agosto 2008

DESPEDIDA

A

sí pues, hay que en algún momento cerrar la cuenta, pedir los abrigos y marcharnos, aquí se quedarán las cosas que trajimos al siglo y en las que cada uno pusimos nuestra identidad; se quedarán los demás, que cada vez son otros y entre los cuales habrá de construirse lo que sigue, también el hueco de nuestra imaginación se queda para que entre todos se encarguen de llenarlo, y nos vamos a nada limpiamente como las plantas, como los pájaros, como todo lo que está vivo un tiempo y luego, sin rencor, deja de estarlo. ¿Se imaginan el esplendor del cielo de los tigres, allí donde gacelas saltan con las grupas carnosas esperando la zarpa que cae una vez y otra y otra, eternamente? Así es el cielo al que aspiro. Un cielo

con mis fauces y mis garras. O el cielo de las garzas en el que el tiempo se mueve tan despacio que el agua tiene tiempo de bañarse y retozar en el agua. O el cielo carnal de las begonias en el que nunca se apagan las luces iridiscentes por secretear con sus mejillas de arrebolados maquillajes. El cielo cruel de los pastos, esperanzador y eterno como la existencia de los dioses. O el cielo multifacético del vino que está siempre soñando que gargantas de núbiles doncellas se atragantan y se ríen. Lo que queda no hubo manera de enmendarlo por más matemáticas que le fuimos echando sin reposo, ya estaba medio mal desde el principio de las eras y nadie ha tenido la holgura necesaria para sentarse a deshacer el apasionante intríngulis de la creación, de modo que se queda como estaba, con sus millones, billones, trillones de galaxias incomprensibles a la mano, esperando a que alguien tenga tiempo para ver los planos y completo el panorama lo descifre y se pueda resolver. Nos vamos. Hago una caravana a las personas que estoy echando ya tanto de menos, y digo adiós

SOLO Y MI ALMA

E

s tan grato el silencio de la noche, alma mía, a solas tú y yo sin que interrumpa nadie, en íntimo coloquio de cómplices armados, tú tan inexistente como mi pobre cuerpo del que nada de nada quedará ya en breve, alma mía tan lábil, sutil, resbaladiza que me haces renegar de ti a todas horas y que junto conmigo te habrás de evanescer en tan pequeña proporción del tiempo. ¿Te imaginas que fueras inmortal, que tuvieras la facultad de prevalecer sin mí en una dimensión distinta, sin arraigo? elpoemaseminal 125/ 15 agosto, 2008/12


¡Qué honor! ¡Qué privilegio para nosotros dos! Y quién no se ha de imaginar tan alta gloria y pensar que es la primera, la inaugural, la uno, cuando ve que su vida es peculiar y ha dado tales productos que no son banales o comunes: un poema, un gol, una estrategia, una severa ley. Pero alma mía, tú y yo sabemos, no sé por qué, que ni tú ni yo tenemos prevalencia en el espacio y que el tiempo nos guardará como comprobación de que no hay nada que pueda perdurar sobre la muerte.

LA ROSA AMARILLA

S

e encendió la rosa fulgurante afuera de la ventana,

ha estallado una rosa, parecemos las víctimas del incendio, azorados, ávidos de su belleza. Ahora todo tiene color, contraste, vuelo.

para golpear el cielo, vengan a la rosa amarilla que nos dejó perplejos vengan a ver la rosa mía.

TRISTE

N

o se puede escribir si se está triste, el oficio se atasca, predomina la línea pedregosa por la que no puede fluir ni una palabra cierta, el paisaje es escombro de nombres sin sentido y los ojos erráticos no se pueden fijar en cosa alguna, transcurre un coche despacio por el siglo pasado de la ventana y se lleva arrastrando la poca magia que la imaginación, sirvienta remolona del deseo, estaba queriendo construir y queda sólo un tiradero de añicos vidriosos y salados, no hay nada tan triste como un poeta triste tratando de escribir en su tristeza.

Vengan a ver la rosa, vengan, tiene un grito amarillo despiadado, es un lujo, es una enhiesta vara

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