elpoemaseminal 133-134

Page 1

n133-134 elpoemaseminal [mayo-julio09]

idea vilariño (1920-2009)/ jep: 70 años/ jorge enrique adoum (1926-2009)

atisbos M MU URRIIÓ Ó IID DEEAA VVIILLAARRIIÑ ÑO O,, U UN NAA D DEE LLAASS M MÁÁXXIIM MAASS VVO OCCEESS PPO OÉÉTTIICCAASS D DEE AAM MÉÉRRIICCAA LLAATTIIN NAA Montevideo, 28 de abril. La muerte de Idea Vilariño, este martes a los 88 años, implica la pérdida de una de las principales poetas uruguayas, que integró la emblemática generación del 45, aunque quedan al descubierto las raíces de su poesía. “La poesía de Idea era como un árbol crecido al revés, con las raíces al aire. Ese árbol seguirá estando”, manifestó el escritor uruguayo Eduardo Galeano, al comentar la muerte de la poeta. “Idea Vilariño es una de las voces poéticas más importantes no sólo de Uruguay, sino de América Latina”, había dicho el escritor Mario Benedetti –actualmente hospitalizado– en mayo de 2005, cuando fue distinguida con el título de Ciudadana Ilustre de Montevideo. “Es una poeta que tiene algo de misterio y de soledad, pero también muy expresiva en su cuota de amor [...] Yo la quiero mucho, hemos sido compañeros muchos años en varias empresas”, agregó el escritor uruguayo, de 88 años. Idea Vilariño —quien nunca se casó ni tuvo hijos— falleció en la madrugada del martes en un sanatorio privado, tras haber sido intervenida, informaron fuentes del centro asistencial Casmu. Vilariño había sido internada dos días atrás y no pudo superar una cirugía por una oclusión intestinal y arterial, indicaron las fuentes. Traductora y docente Nacida en Montevideo el 18 de agosto de 1920 en el núcleo de una familia de poetas, Idea Vilariño fue poeta, ensayista y crítica literaria. Integró la generación del 45 junto a autores como Juan Carlos Onetti, Mario Benedetti, Sarandy Cabrera, Carlos Martínez Moreno, Ángel Rama, Carlos Real de Azúa y Mario Arregui. La generación del 45, que surgió en el contexto de un incipiente proceso de deterioro económico, social y político de Uruguay, con perspectivas intelectuales diversas, fue uno de los movimientos más creativos de la literatura de ese país, impregnado de un culto al rigor, cierta autosuficiencia y el cuestionamiento a enfoques normalmente aceptados. Autora, entre muchas otras, de obras como La suplicante (1945), Cielo cielo (1947), Paraíso perdido (1949), Nocturnos (1955) y Poemas de amor (1957), Vilariño era además traductora, compositora —había estudiado piano y violín— y docente. Sus traducciones ganaron importante reconocimiento, como su versión de La tierra purpúrea, de William Henry Hudson, o sus traducciones de Shakespeare que han sido representadas en teatros de Montevideo. Como compositora se pueden mencionar dos canciones de la música popular uruguaya: “A una paloma” (musicalizada por Daniel Viglietti) y “Canción y el poema” (con música de Alfredo Zitarrosa). Fue


profesora de literatura de enseñanza secundaria desde 1952 hasta el golpe de Estado en 1973, y tras la reinstauración del sistema democrático en 1985 obtuvo la cátedra de literatura uruguaya en la Facultad de Humanidades y Ciencias de la Educación de la Universidad de la República. Figuró entre las fundadoras de las revistas Clinamen y Número, así como colaboradora de las publicaciones Marcha, La Opinión, Brecha y Texto Crítico. Fue galardonada con los premios más importantes de la poesía en español, como el Premio Iberoamericano de Poesía y Ensayo Octavio Paz (2001), el Premio Internacional de Poesía Ciudad de Granada Federico García Lorca (2006), y el Reina Sofía de Poesía Iberoamericana (2007). Autora del catálogo del Fondo de Cultura Económica y, funcionaria de su filial del Perú en los años 1974-1997; Varela es una de las escritoras más representativas de Iberoamérica en la segunda mitad del siglo XX; a quien Octavio Paz, Nobel de Literatura 1990, consideraba, "...una poeta que no se complace con sus hallazgos ni se embriaga con su canto. La Jornada, 29 de abril de 2009

IID DEEAA VVIILLAARRIIÑ ÑO O,, PPO OEETTAA EEN NTTRREE TTO OD DO OSS JJuuaann CCrruuzz

Idea Vilariño, que murió en Montevideo el 28 de abril a los 89 años, era poeta entre todos los hombres de su generación uruguaya, la de 1945, y su relación amorosa con Juan Carlos Onetti, a quien amó locamente, es ahora un mito de la literatura. Su poema “Ya no”, que celebra y deplora el fin de esa relación, es uno de los más desgarradores ensayos poéticos de una despedida. Después de leer ese poema, descubierto por él cuando trabajaba en Montevideo sobre Onetti, escribió Antonio Muñoz Molina: "Leer su poesía ha sido como llenar el nombre [de Vilariño] de contenido porque después de aquel inesperado poema que me asaltó el corazón de una forma brutal vinieron Poemas de amor y Pobre mundo, los dos libros que me traje a casa de vuelta". Poesía para viajar hacia adentro, y hacia el dolor. Conviene detenerse en ese poema para contemplar la profundidad de esa melancolía, tan montevideana, y tan onettiana: "Ya no será / ya no / no viviremos juntos / no criaré a tu hijo / no coseré tu ropa / no te tendré de noche / no te besaré al irme. / Nunca sabrás quién fui / por qué me amaron otros. / No llegaré a saber por qué / ni cómo nunca ni si era de verdad / lo que dijiste que era / ni quién fuiste / ni qué fui para ti / ni cómo hubiera sido / vivir juntos / querernos / esperarnos / estar. / Ya no soy más que yo / para siempre y tú ya / no serás para mí / más que tú. / Ya no estás / en un día futuro / no sabré adónde vives / con quién / ni si te acuerdas. / No me abrazarás nunca / como esa noche / nunca. / No volveré a tocarte. / No te veré morir". Profética y triste como poemas de Pablo Neruda o de César Vallejo, lo que dijo Idea en esos versos desesperados fue cumplido luego por la vida; hay una fotografía de 1987, de una visita que le hizo a Onetti en Madrid, en la que las miradas de ambos hablan ya de aquel desprendimiento que ella inició ahí como un desgarro.

elpoemaseminal 133-134/ mayo-julio, 2009/2


Fue, digo, la poeta entre los hombres; en su generación, la de 1945, la fecha de su primer libro, La suplicante, tuvo entre sus filas a Sarandy Cabrera, a Manuel Claps, a Emir Rodríguez Monegal, a Mario Benedetti... Ella fue la fundadora de Número, la revista que los aglutinó, y a partir de ahí se consolidó en el Cono Sur de América como la protagonista de los ecos poéticos del siglo. Amigos suyos fueron luego Juan Ramón Jiménez o Pedro Salinas. Así le escribe Juan Ramón al final de una de sus cartas: "Sí, querida Idea, sigo sintiendo su mano en mi mano contra su cadera derecha junto a un balcón de un hotel de una ciudad que la guarda. Y la seguiré sintiendo". La vida la fue llevando de la melancolía a la rabia amorosa, y también al compromiso político (Cuba fue, para ella, la cuna de una esperanza, y nunca pareció volverse de ese entusiasmo), que está más en su actitud que en sus versos (aunque no siempre). A Mario Benedetti, el amigo que le sobrevive en Montevideo, le dijo un día: "Escribir poesía es el acto más privado de mi vida, realizado siempre en el colmo de la soledad y el ensimismamiento, realizado para nadie, para nada. A menudo, a la mañana siguiente me olvidé y pueden pasar meses antes de que encuentre esas líneas, el poema, escrito de una vez, aunque a veces escrito ocho o diez veces seguidas". "¿Por qué he publicado?", se preguntaba. "La poesía puede ser como acto creador algo muy íntimo, pero una vez realizado podría darse la necesidad de comunicación". El poeta y la poeta hablaron al final de esa conversación (era 1971) sobre los cambios que se habían operado en sus vidas, aun antes del golpe que los desbarató, la asonada militar de 1973, e Idea dijo: "¿Quién se suicida, quién se retira del mundo, quién lleva un diario íntimo, quién, ahora?". Era como si profetizara el espejo cruel en el que se tachó del todo, el libro No, publicado por Arca. Decía ahí, en el poema Epitafio: "No abusar de palabras / no prestarle / demasiada atención. / Fue simplemente que / la cosa se acabó. / ¿Yo me acabé? / Una fuerza / una pasión honesta y unas ganas / unas vulgares ganas / de seguir. / Fue simplemente eso". Y aún más dijo en ese No sobre la muerte: "Quiero morir. No quiero / oír ya más campanas. [...] Simplemente no quiero / no quiero oír más nada". Idea ya no está. Están sus libros, algunos disponibles en librerías españolas: Poesía completa (Lumen, 2008), Vuelo ciego (Visor, 2004). El País, Madrid, 1 de mayo de 2009

PPO OEEM MAASS D DEE LLO OSS AAM MO ORREESS IIM MPPEERRFFEECCTTO OSS RRuubbéénn D Daarrííoo BBuuiittrróónn

En 1955 —recuerda el poeta argentino Jorge Boccanera—, el escritor uruguayo Juan Carlos Onetti regresa a Montevideo del brazo de Dolly, su cuarta mujer, con quien vivirá en el viejo edificio de la calle Gonzalo Ramírez, frente al río. Un día cualquiera, bajando por el ascensor, lee un poema escrito para él. Boccanera dice que esos versos hablaban de un enorme sentimiento que, apenas concluido, se quedaba sin memoria: “Hoy el único rastro es un pañuelo/ que alguien guarda olvidado/ un pañuelo con sangre semen lágrimas”. El poema estaba firmado por Idea Vilariño y estaba dedicado al amor más esencial de su vida: Juan Carlos Onetti. Idea amaba tanto al novelista que enfrentó todos los prejuicios sociales y no tuvo pudor alguno en expresar públicamente sus sentimientos.

elpoemaseminal 133-134/ mayo-julio, 2009/3


Sus biógrafos cuentan que siempre buscó la manera de estar cerca de Onetti, incluso a pesar de Dolly, incluso con la complicidad de Dolly: “Me enteraba dónde vivía Juan Carlos y alquilaba una casa lo más cerca posible, para estar junto a él”, contaría años después.“Yo no tenía celos de Dolly —decía—, ni ella tenía celos de mí”. Idea era un ser tocado por dos sentimientos cuya turbulencia nunca pudo controlar: la poesía y el amor. Sufriente, agónica, profunda, intensamente oscura, intensamente clara, Idea solamente pudo sostenerse gracias a su capacidad de escribir y volcar en la literatura, de manera simultánea, el fulgor y la devastación que le dejaban sus encuentros y desencuentros amatorios. Vilariño nació en agosto de 1920 y murió en abril de este año. Su vida y su poesía, que recién ahora se las empieza a valorar y reconocer, fueron un diálogo voluptuoso y desesperado con la soledad, con alguien que llenaba su soledad pero que no era tocable, que no era posible a menos que ella, Idea, admitiera la posibilidad de amar en la incertidumbre y el miedo: “Estás lejos y al sur/allí no son las cuatro [...]/ tirado en una cama/la tuya o la de alguien/ que quisiera borrar/ -estoy pensando en ti y no en quienes buscan/ a tu lado lo mismo que yo quiero...”. Apasionada y urgente, la poesía de Idea Vilariño desbordaba ansiedad y un inmenso deseo de luz, un inmenso deseo de oscuridad acogedora: “Sin él/ aquí/ sin él./ Su fuego susurrando”. Mientras Idea volcaba toda su inquietud de alma en la escritura, Onetti intentaba encontrar su lugar en el mundo, hallar su propio escenario donde existir desde la narrativa. La relación entre los dos caminaba por el hilo de lo impredecible —afirma Boccanera—. Un día que Onetti la visita, Idea le dice que no puede recibirlo, pues debe asistir a una reunión de militantes de izquierda. Onetti le advierte que si se va no lo verá más. Ella decide irse. Cuando vuelve halla una nota de despedida y sus propios poemas regados por el piso. Idea comentaba que Onetti fue el hombre más importante de su vida, pero confesaba que ese amor atravesó de tristeza su vida. “Ayúdame a entender lo nuestro”, le dijo un día Onetti. Pero el amor no tiene lógica, decía ella. El amor es imperfecto. Fue entonces cuando escribió la letra de un tango: “Tendrías que llegar y darme vida/ como un licor amargo, seco y fuerte”. En 1993, pocos días después de la muerte de Onetti, Idea recibió una carta. Jorge Boccanera describe así ese momento: “La voz estaba viva, sonando en esa carta, hablándole en voz baja, repitiendo un adiós nunca definitivo, diciéndole, en la última línea, ‘te pago sueño con sueño’”. Idea Vilariño, sin embargo, no fue sólo la amante de Onetti. Con poemas tan emblemáticos como “Ya no”, texto favorito de Onetti, Idea Vilariño rebasó su frustración y creó una poética donde la soledad, quizás más que la presencia, fue capaz de construir el amor más trascendente.

elpoemaseminal 133-134/ mayo-julio, 2009/4


YA NO YA NO SERÁ

ya no no viviremos juntos no criaré a tu hijo no coseré tu ropa no te tendré de noche no te besaré al irme nunca sabrás quién fui por qué me amaron otros. No llegaré a saber por qué ni cómo nunca ni si era de verdad lo que dijiste que era ni quién fuiste ni qué fui para ti ni cómo hubiera sido vivir juntos querernos esperarnos estar. Ya no soy más que yo para siempre y tú ya no serás para mí más que tú. Ya no estás en un día futuro no sabré dónde vives con quién ni si te acuerdas. No me abrazarás nunca. Como esa noche nunca. No volveré a tocarte. No te veré morir. El Comercio, Quito, 1 de agosto de 2009 ***

EESSEEN NCCIIAALL YY D DEESSEESSPPEERRAAD DAA:: EEN NTTRREEVVIISSTTAA CCO ON N IID DEEAA VVIILLAARRIIÑ ÑO O EElleennaa PPoonniiaattoow wsskkaa

Visité a Idea Vilariño en su casa en Montevideo en 2001 cuando pude conocer Uruguay (apenas dos días) gracias al Premio Alfaguara. Montevideo estaba vacío y frente a las puertas cerradas de casas y edificios, hombres y mujeres veían fijamente el horizonte desde el malecón como si con la fuerza de su mirada imantaran a una nave que llegara a embarcarlos para llevárselos. Montevideo me pareció bello y triste. Anacrónico también. Helena y Eduardo Galeano, ausentes (en España o en Estados Unidos, no sé) mi imaginación los suspendió en el tiempo, como a Uruguay, el más europeo de los países de América Latina, suspendido entre Europa y América Latina, suspendido como una pompa de jabón entre el pasado y el futuro, suspendido como un paraíso perdido. elpoemaseminal 133-134/ mayo-julio, 2009/5


En Montevideo hice dos visitas importantes, una al admirable general Liber Seregni que pasó tantos años en la cárcel, otra a Idea Vilariño a quien Juan Carlos Onetti le dedicó Los adioses y cuya obra conocí porque la actriz Susana Alexander recitaba en escuelas y teatros un poema ("Ya no") que nos hacía llorar. Idéntica a su poesía, bella y triste, encontré a Idea Vilariño sola en su departamento de Anzani 2129 donde vive con su hermana llamada Poema. Idea y Poema son sus nombres de pila porque así las llamó su padre, el anarquista Leandro Vilariño, poeta injustamente olvidado que tenía una calera en la calle de Justicia en Montevideo. Los cinco hijos se llamaron Alma, Azul (hermano), Idea, Poema y Numen, el más pequeño y un muy destacado pianista. Además de escuchar música y de adentrarse en la literatura clásica, el padre les leía su propia poesía, la de Almafuerte, Herrera y Reissig, y Darío. Don Leandro tenía un oído infalible y podía reconocer la métrica de un poema aunque la ocultara su composición gráfica. Idea estudió piano pero lo que más le gustó fue el violín al que le dedicó 17 años. Idea se sentó frente a mí, frágil, retraída, delgada, muy bien peinada y supongo que escogió su sillón favorito e iniciamos en la penumbra una entrevista desencantada, quizá la misma que ha dado a lo largo de su vida, la única, la de la única respuesta porque Idea no concede entrevistas ni es protagonista de nada, ni siquiera de sí misma. Su gran amiga Inés Larre Borge (que preparaba un libro hermoso sobre ella) me había contado cómo Idea sobrellevaba los problemas de la vida cotidiana (en Uruguay el salario mínimo es de cuarenta dólares al mes) y los de su creación literaria, es decir, su alta poesía que inició de niña como un servicio a sus compañeras de clase porque al igual que nuestra Rosario Castellanos, Idea hacía poemas de amor que las quinceañeras entregaban a sus enamorados como si fueran propios. Esta Cyrana de Bergerac tempranera nunca se dio cuenta de su talento y tampoco creyó en él. Creyó en cambio en el sinsentido de la vida, en la muerte que crece junto a nosotros, en su mundo sin Dios, en el fracaso del amor y la belleza, la desolada inutilidad de todo esfuerzo. "En la arena caliente, temblante de blancura/ cada uno es un fruto madurando su muerte." La suplicante Un año antes comimos con el buen amigo argentino Luis Gregorich y su mujer en Buenos Aires y entonces, Idea, de anteojos negros, me pidió que la tuteara y lo hice con temor y respeto. También me explicó que no creía en las anécdotas, no se sabía una sola. "Por eso no concedo entrevistas." Ya Luis Gregorich me había advertido que Idea rechazó premios, se negó hasta a recibir la beca Guggenheim codiciada por todos, no hace apariciones públicas, no da conferencias y se mantiene al margen de la vida literaria. Sólo aceptó un reportaje que le hizo Mario Benedetti hace años. En cambio había escrito un poema a Guatemala a raíz del golpe de Estado contra Arbenz y en su libro Pobre mundo de 1988 hablaba de la violencia, la desaparición, la tortura y la muerte en América Latina. ¿Idea, cómo has vivido la poesía a lo largo de tu vida? En el único reportaje que consentí en publicar hasta ahora, le recuerdo a Mario Benedetti que hacía versos antes de saber escribirlos, antes de mis seis años. En esa casa se oía música, mucha ópera; mi padre, un fino poeta, nos decía a menudo –aunque supongo que esto fue algo después– poemas suyos o de otros. Pero lo que yo hice hasta la adolescencia no se parecía a nada de lo que escuché. No se me ocurría remedar, no asimilaba nada de aquello, no aprendía ni siquiera de los que más me gustaban –Juan Ramón, Darío, José Asunción Silva. Las pocas cosas que recuerdo de aquella niña analfabeta eran estrofas breves e ingenuas, que no decían nada mío; malas, pero perfectamente medidas y rimadas, aunque yo no supiera qué era eso. No las decía. Tampoco mostraba las de mis diez, doce años, aunque en casa ya sabían que "escribía". Creo que las cosas cambiaron a mis quince o dieciséis años.

elpoemaseminal 133-134/ mayo-julio, 2009/6


¿Por qué? A los once años me quedé mirando en un espejo mis ojos serios, adultos. Fue una conmoción profunda saber que estaba ahí – persona, no niña. Como estoy hoy. Los ojos siguen estando. Simplemente, hubo zonas que al ser tocadas se pusieron a vivir. Pero siempre supe todo. Se fueron sumando vida, madurez; el mundo fue cambiando. ¿Tu padre? Mi padre era un poeta y un gran conocedor de formas y de ritmos. Y tal vez el mejor lector de poemas que conocí: hacía oír también el sonido, los acentos. Ambas condiciones fueron una buena escuela desde temprano. Por otra parte diría que tengo algo de eso que llaman "espíritu científico" porque pensaba dedicarme a la investigación científica. Quise saber qué pasaba con los versos. Perdí mucho tiempo leyendo acerca de sáficos y anapésticos, de rimas femeninas y masculinas. Luego di con Servien y su método y, aunque él mismo no lo había desarrollado, fue lo que yo estaba buscando. Permite un estudio de los ritmos casi infinito y para mí apasionante. Es lo que sé hacer mejor. Alguna vez le dije a Ruffinelli que, si hoy no hubiera otras cosas más urgentes en qué trabajar, habría que pagarme para que me encerrara a trabajar en eso. Tal vez no importa demasiado; hoy importan más, y con sobradas razones, otras zonas del quehacer artístico. Sea como sea, a mí la poesía me interesa sobremanera. Habría que decir que Idea Vilariño es considerada según Natalia Gianini como la voz de toda una generación de resistencia a la dictadura. Escribió la canción de protesta más querida, "Los Orientales", y a menudo sale reseñada en programas televisivos y en periódicos con Mario Benedetti, sobre todo por su poesía de carácter político. Sin embargo, ella misma ha dicho que la poesía no tiene nada que ver con la política. En el documental "Idea" de 1997, dirigido por Mario Jacobs, Idea Vilariño comenta que detesta gran parte de lo que se llama poesía y declara que "Dios es un problema que no existe". Para ella la verdad última se encuentra en uno de sus poemas titulado: "Es negro". "Es negro para siempre/ las estrellas, los soles y las lunas/ y pingajos de luz diversos/ con pequeños errores/ suciedad pasajera/ en la negrura espléndida/ sin tiempo/ silenciosa." Su actitud recalcitrante le ha dado su fuerza pero también su debilidad. ¿Y la poesía, Idea? —pregunto por no dejar y porque en 1994 Cal y Canto publicó su Poesía completa con sus poemas de los veinte años que tienen la misma visión sombría de sus Nocturnos y de No y contienen ya la esencia de su poesía adulta. "El amor no es más que un pozo de agua oscura,/ los astros sólo son barro que brilla,/ el amor, sueño, glándulas, locura,/ la noche no es azul, es amarilla." Atada al mástil La poesía, Elena, fue una conmigo siempre. La viví naturalmente, como algo inevitable, privado, que no me daba ningún realce y la hacía sin deliberación, sin proponérmelo, como lo hice después, como lo he hecho siempre. Creo que nunca supe cómo iba a terminar un poema –hasta ahora es así. Necesito decir algo; eso es compulsivo. Pero no sé cómo lo diré, aunque al escribir tenga un dominio absoluto de lo que hago, pero desde la primera línea el poema, su ritmo, eso que es imperativo decir me lleva hasta el final, hasta el cierre inevitable. Sé que parece contradictorio. Bueno, es así. "Mi poesía soy yo". ¿Entonces qué es para ti la poesía? No sé cómo decirte qué es la poesía para mí. Es una forma de ser, de mi ser. Todo lo demás de mi vida son accidentes. Pude ser profesora o no. Sola o no. Música o no. Traductora de Shakespeare o no. Estudiosa de elpoemaseminal 133-134/ mayo-julio, 2009/7


la prosodia o no. Todas las cosas que amé y que realicé en la medida que pude. La poesía no fue accidental. Mi poesía soy yo. Por eso no me interesaba publicar; es más, deseé no haber publicado nunca (hay poemas que jamás mostré). Escribir era otro asunto. Era, como te decía, compulsivo. Salvo las cosas políticas, y alguna carta, nunca escribí pensando que alguien lo leyera. Lo que decía era privadísimo y no buscaba llegar a otro, comunicar. Publicar fue tan contradictorio, tan poco coherente como seguir viviendo cuando sabía, y cómo, cuando pensaba lo que pensaba del hecho de vivir. Esas incoherencias fueron difíciles de sobrellevar. A esta altura ya nada importa. Empecé a hacer versos antes de saber escribir. Tonterías, pero muy cantables. Me parecían admirables los poemas de mi padre. De sobremesa le pedíamos que dijese nuestros favoritos. Julio Herrera: "Junio, el rey más blanco, blanco néctar bebe/ bebe blanca nieve; nieve blanca harina..." ¡Almafuerte! Darío: "El olímpico cisne de nieve...", "Margarita, está linda la mar..." A los diez años ya me sabía de memoria el larguísimo "Los motivos del lobo", de Darío, pero por mi timidez jamás me habría atrevido a decirlo en público. Pero no creo que hubiera muchos rastros de todo eso en mis malos poemas de entonces ni en los de mi primera adolescencia. Escribir era un acto privado y ni se me ocurría decir lo de otros o mejorar las cosas acordándome de lo que hacían. Si no tal vez lo hubiera hecho mejor. Tampoco vi en otras admiraciones que vinieron después ejemplos sino coincidencias en las vivencias. Verlaine: "Qu´as tu fait, ó toi que voilá,/ pleurant sans cesse,/ dis, qu´as tu fait, toi que voilá/ de ta jeunesse?" Zonas de Hugo, de Mallarmé, de Leconte de L´Isle: “Moi, je t´envie au fond du tombeau calme et noir/ d´etre affranchi de vivre et de ne plus avoir/ la honte de penser ni l´horreur d´etre un homme." Y Alexandre y Neruda y Jorge Guillén y los descubrimientos de Quevedo y Yeats y de Vallejo, que leí muy tarde. Y no habría que hablar sólo de los poetas. Supongo que es la historia de todos; supongo que todos nos modifican en alguna medida pero en zonas poco detectables. Tal vez rompen los ojos, pero no veo en mis cosas influencias claras de lo que más me importó. Escribir siguió lo más privado, auténtico, desgarrado mío, desligado, por otra parte, como acto creador, de toda voluntad o actitud "literaria". Lo que sabía y lo que hubiera incorporado ya eran yo. ¿Yo? Hubo cuatro libros que seguramente me hicieron algo, y son cuatro antologías que llegaron, me parece ahora, en un momento clave: las de poesía española de Domenchina, y las de poesía uruguaya de Zun Felde y de Brughetti. De esta última recuerdo ahora los impactos de Vicente Basso Maglio y del primer Juan Cunha. "Uruguay y América Latina me importan entrañablemente" ¿Qué América Latina? ¿Qué Uruguay? Qué América Latina, qué Uruguay. Están entre las cosas que me importan entrañablemente, como aquellas de publicar sin querer publicar, de vivir sin querer vivir. Están por un lado el amor, la congoja, la esperanza –a veces, cuánta– el imperativo moral que me llevan a ayudar, a actuar y, por otro, el escepticismo, el descreimiento. Uno de mis poemas comienza así: "Por qué no volará en cien mil pedazos/ esta escoria volante este puñado/ de tierra y de dolor/ aire y basura." Otro termina así: "este amor desgarrado por el mundo/ esta diaria constante despedida." Y ambos son verdad. ¿Cómo puedo explicarte estas contradicciones? Antonio Muñoz Molina escribió que Poemas de amor es un libro con argumento, con principio y fin, con episodios. "No creo que una novela con toda su retórica, pueda ofrecer una imagen más completa de una pasión." elpoemaseminal 133-134/ mayo-julio, 2009/8


¿Cómo definirías tu propia poesía dentro del contexto de América Latina? Definirla no sé. Es una pregunta extraordinariamente difícil. Soy una cruel lectora. A veces pienso que detesto la poesía, por lo menos cuando no se trata de los grandes fulgores de belleza, del canto serio. Tengo un implacable rigor conmigo misma cuando escribo, tal vez por eso no tengo que corregir después. Y lo tengo para los otros. Puedo equivocarme como el que más, aunque no lo creo; piso con tanta seguridad en ese terreno. Dedicas tus libros a J.C.O. Aunque este libro está dedicado a J.C.O., no todos los poemas son suyos. Lo son, sin duda, los más dolorosos o desolados. No porque aquel amor fuera así, sino porque fueron escritos en momentos así. ¿Escribes en versos libres? Nunca los ha habido menos libres. Un ritmo riguroso los ordena y sólo para los ojos parecen libres. ¿Qué significado tiene el ritmo? Es fundamental en todo hecho poético. En un poema puede fallar todo lo demás; hasta puede, en determinados juegos, faltar el sentido; nunca el ritmo. Es esencial; por él algo es o no lírico. Es difícil entrevistar a Idea, tal parece que no cree en las preguntas, no cree en las respuestas, no cree en nada. Hago las preguntas de cajón a las que responde sin entusiasmo, sólo por cortesía y porque finalmente todos nos vamos a morir y eso tampoco importa. Repaso mentalmente su poema: "Lejano infancia paraíso cielo/ oh seguro, seguro paraíso/ no quiero ya no quiero/ la sucia sucia sucia luz del día." ¿Las influencias? Sí, hay que pensar en los admirables poemas de amor de Salinas, tan intelectuales; en los juegos inteligentes y llenos de humor de Queneau. ¿Jiménez? Tal vez tenga yo influencia de Jiménez en los primeros poemas que publiqué, finalmente no creo que tenga muchas influencias. Como le dije al principio mi poesía soy yo. ¿La crítica? Así como me importa mucho el juicio moral sobre mi conducta –política, gremial, etcétera– nunca me importó lo que se dijera sobre lo que escribo. Ni nunca me sirvió de nada. Recuerdo haber atendido una observación de Juan Carlos Onetti, otra de Manuel Claps, una de mi hermana Poema. Eso es todo. La mayor parte de lo que se ha escrito sobre mi obra es en extremo comprensivo y generoso, salvo los malentendidos de siempre. Sin embargo, nunca lo miro sino muy rápidamente, y el sentimiento predominante es de violencia, de rechazo, porque está invadiendo mis fueros más privados. Naturalmente que la culpa es mía por publicar mis poemas. La propia índole de lo que escribo lleva al crítico a ocuparse de la persona más que de lo hecho. No sé si me reconocería por la calle o en cualquier circunstancia. Uno de mis problemas es hoy un problema de identidad. Tal vez porque no se puede ser tantas cosas y en tantos planos como estamos obligados a ser, y a seguir sabiendo quiénes somos. Recuerdo que una noche en Cuba me puse a leer mis propios poemas para saber quién era. "Yo./No sé quién soy./ Mi nombre/ ya no me dice nada./ No sé qué estoy haciendo./Nada tiene ya más que ver con nada/ Digo yo/ por decirlo de algún modo."

elpoemaseminal 133-134/ mayo-julio, 2009/9


"El acto más privado de mi vida" Escribir poesía es el acto más privado de mi vida realizado siempre en el colmo de la soledad y del ensimismamiento, realizado para nadie, para nada. A menudo, a la mañana siguiente lo olvidé y pueden pasar meses antes que encuentre esas líneas, el poema escrito de una vez, aunque a veces seguidas. Y, por supuesto, salvo raras excepciones, no lo muestro; en algún caso, por años. Entonces, ¿para qué publicas? ¿Por qué he publicado? La poesía puede ser como el acto creador algo muy íntimo, pero una vez realizada podría darse la necesidad de comunicación. Bueno, tal vez algo falla porque tampoco la siento. No tengo en ese campo los reflejos propios de un escritor y que funcionan cuando escribo ensayos, por ejemplo. Pero viviendo entre escritores, siendo yo misma un crítico, vi en algún momento que este o aquel conjunto de poemas –siempre poemas de cierto tiempo, como para poder considerarlos objetivamente, como si fueran de otro, casi– vi que tenían coherencia, que eran un libro. Y entré en el juego. No estoy segura de que esta sea la explicación correcta u honesta. Hay una evidente dicotomía. Sé que desearía no haber publicado nunca. No me importa ya cuando se trata de reediciones. Pero dado el carácter de dolorosa intimidad de la mayor parte de mis poemas, sentí, después, cada libro como un acto de impudicia, de exhibicionismo. Hay poemas que nunca publiqué ni mostré a nadie. Eso debería haber hecho con todos. O casi. A esta altura ya todo eso importa poco. Pero tu poema "Los Orientales" es un acto político que se canta en las plazas públicas de Uruguay y eres considerada una opositora, una contestataria, una combatiente. A ti te buscan los jóvenes, te admiran… Otra cosa pasa con los poemas de respuesta, con los de carácter político, con las canciones que buscan naturalmente un público. No creo que se trate de sacrificar sino de escribir en otra tesitura, dando voz a otros, diciendo lo que debe decirse, lo que la gente quiere o necesita oír. Cuando la lucha contra el Tratado Militar con Estados Unidos publiqué algunos poemas políticos –uno, que nunca más vi, "En archa"; otro, "A Guatemala" que no gustaron a nadie. Pero el Uruguay era otro. Con un poco de distracción todavía eran posibles el individualismo, el retraimiento, el trabajo intelectual reposado. Hubo la tarea absorbente de hacer la revista Número, hubo una buena dosis de enfermedad, dificultades, amor. ¿Qué significó Número para ti? ¿A quién puede importarle Número hoy? Éramos "escritores", gente distinta que irrumpía en una especie de vacío literario, y construimos nuestro vehículo. En un país que vegetaba, o se pudría opacamente, y en un medio literario que seguía el mismo camino teníamos una tarea cultural convencional y alineada, pero necesaria y creadora, entre las manos. Ayudamos a hacer, supongo, esa actitud crítica y rigurosa que saneó el ambiente, a crear público, a ponerlo un poco al día. En la segunda época no quise colaborar, entre otras cosas, porque entonces ya no tenía sentido, me parecía, una tarea puramente literaria, apolítica. Para mí, en aquel entonces, significó bastante: el trabajo en equipo, la obligación de escribir, pero ahora me parece cosa de otro mundo. Por el '60 andaba comenzando mi casa en "Las Toscas" para retirarme, salirme de todo. Y entonces empezó la lucha por Cuba, y después la nuestra. Entonces la revolución, como toda experiencia auténtica, fue dando sus poemas. De allí que hayas trabajado en letras de canciones políticas. El factor determinante fue, sin duda, la pléyade de excelentes cantores populares militantes y valientes que tenemos. Si no, me hubiera quedado en los poemas políticos. Pero había allí un vehículo inmejorable —llegan a donde nuestros libros no llegaron nunca, a todos— y, además, ellos elpoemaseminal 133-134/ mayo-julio, 2009/10


necesitaban letras. Y la gente necesita oírlos. Por eso me ha dado mucha más alegría oír cantar por ahí, más o menos anónimamente, "Los Orientales", que la edición de mis poesías completas que ni a mí ni a nadie importó nada. ¿El amor y la muerte son tus obsesiones? No son obsesiones sino certezas. Y creo que la actitud más lúcida, más sana, es tener presente que la vida y que el amor se acaban. Ver a los otros y a uno mismo caminando a la muerte, vivir el amor a término, tal vez hagan el amor y la vida más terribles, pero también digo que los hacen más intensos y más hondos. Viajé a Cuba en el '67, como jurado; en el '68, como delegada al Congreso Cultural de La Habana. Eso fue invalorable porque las dos veces recorrí la isla y vi el avance increíble –desde aquí no soñable– que puede hacer un país en un año, en ocho meses. Bueno, sacudió todos mis posibles escepticismos; se me hizo evidente la posibilidad de hacer una revolución con alegría, con articulaciones flexibles; la posibilidad de la recuperación de todo, de la tierra y sus bienes, de los seres humanos. Todo lo que uno sabía, creía, esperaba, recibía allá una hermosa confirmación, una cálida corriente de vida. Debe ser difícil relacionar el optimismo revolucionario con tu constante pesimismo. ¿Qué haría yo con mi poesía, con mi visión nihilista y escéptica más que pesimista y –angustiada– en medio de una revolución? Tal vez mi actitud más profunda sea un "producto" del sistema, como explicó Enrique Amorim a Ariel Badano que criticaba los que llamó mis "Nocturnos para suicidas". Tal vez, pero sea como sea, ya no tiene remedio. Sin embargo uno es más que su yo profundo, que su posición metafísica; hay otras cosas que cuentan: el dolor por la tremenda miseria del hombre, el imperativo moral de hacer lo posible por que se derrumbe la estructura clasista para dar paso a una sociedad justa. Aun cuando uno sea coherente con su actitud esencial –hay una sola coherencia posible– no puede evitar ver el dolor, no puede rehuir el deber moral. Y entonces se pone a compartir la lucha, a ayudar la esperanza. Como lo dices en tu poema: "…en cada esquina esperan los orientales…” Es el derrumbe del mito "arcádico", como diría Salazar Bondy, porque es tan estruendoso que por sí solo despierta a muchos, porque ya nadie puede ser, de buena fe, conservador. ¿De qué? ¿Quién se suicida, quién se retira del mundo, quién lleva un diario íntimo, quién, ahora? La poetisa Idea Vilariño nació en Montevideo, Uruguay en 1920. Influenciada por la poesía, el ritmo y la prosodia de su padre, el olvidado poeta Leandro Vilariño. Desde niña, Idea da muestras de una enorme sensibilidad a las palabras aunque es incierto el momento en que empezó a escribir poesía ya que fue una experiencia muy anterior a la escritura; sin embargo la poesía la vivió de una forma natural que hacía sin ninguna pretensión. No es consciente del tiempo a pesar de que son cuarenta años de escribir. Es contemporánea a la generación de los poetas uruguayos del '45, entre los que se encuentran Mario Benedetti, Manuel Claps, Emir Rodríguez Monegal, Ángel Rama e Ida Vitale. Para Idea, la poesía se convirtió en el "acto más privado de su vida realizado en el colmo de la soledad y del ensimismamiento, realizado para nadie, para nada". Su calidad literaria atiende a una cuestión existencial donde ninguna palabra sobra y ninguna alerta falta. Así como la poeta Rosario Castellanos dijo: "Hoy me miré al espejo, y no vi a nadie", Idea también toma distancia del espejo que nos mira y de la incógnita de lo que somos. En 1945 aparece La suplicante, su primer cuaderno de poesía. Su obra poética la integran: El paraíso perdido (1949); Nocturno (1955); Poemas de amor (1957); Pobre mundo (1966); No (1980). En 1967 elpoemaseminal 133-134/ mayo-julio, 2009/11


integra el jurado del Premio Literario Casa de las Américas. Ha desarrollado además una extensa obra crítica y ensayística donde resaltan los títulos: Julio Herrera Reissig (1950) y Grupos simétricos en poesía (1958). Idea Vilariño se consolida con Nocturno (1955) en una voz poética que es ajena a lo que se entiende por "lenguaje poético". La soledad es radical y la muerte una presencia en cada verso. A pesar del gran valor de su obra, de todos los poetas de su época, es la menos publicitada. Idea ha mantenido un hermetismo total respecto a su obra negándose a publicar sus libros pero al mismo tiempo los publica ante la necesidad de comunicar cuando el acto de creación cumple su cometido: reposa un tiempo y después sale a la luz, aunque en ella existe un sentimiento contradictorio que le dice que nunca debió publicar: "Pero eso a estas alturas ya no importa." La poesía era para Idea una forma de ser, para ella; todo lo demás en su vida fueron accidentes: "Pude ser profesora o no. Sola o no. Música o no. Traductora de Shakespeare o no. Estudiosa de la prosodia o no. Todas esas cosas que amé y que realicé en la medida que pude. La poesía no fue accidental. Mi poesía soy yo." Cada poema de Idea es una circunstancia que ubica a la poesía y a ella misma en un espacio y un tiempo. Su obra se alimenta de su pensamiento político que plasma en sus poemas, como Playa Girón, la muerte del Che, la tortura en la América Latina, Nicaragua. Son circunstancias que a ella la involucran como escritora. El ritmo es fundamental en todo hecho poético y en Idea la identidad es una constante ya que no se pueden ser tantas cosas en tantos planos. Se leía a sí misma para saber quién era. Las obsesiones no existen en la poesía de Idea Vilariño, sólo las certezas, como el que la vida y el amor se acaban. No está presente en el texto, el lenguaje la define, es nombre y sustancia a la vez, es el signo y la nada, es palabra y el ser. A su poesía le quita la voz y la vuelve sensación en un lenguaje arbitrario. Idea no se materializa y reniega de sí misma en "un yo que no soy". Rechazó premios, reconocimientos, entrevistas, becas, entre ellas la más codiciada Guggenheim. Es un árbol solitario del que sus frutos se saborean sin comerlos. Querida Elena: Nunca supe si te llegó mi carta con las respuestas a una preguntas que me dejaste. Pero me preocupó más que nada haberte abrumado con los problemas de mi vida, que a veces no sé cómo sobrellevar, pero que no tenía derecho a infligirte después de tu querido gesto de hacer tiempo para visitarme entre tus agotadoras jornadas de aquellos días. Te lo agradecía mucho, y te quise mucho, sabes. Ahora me llamó Ana Inés Larre Borges para saber si habías escrito aquella nota. Entiendo que te la pidió Cal y Canto que preparaba un libro hermoso sobre mí, con fotos, documentos, cartas, opiniones, etcétera. Irán cosas de Gelman, M. Molina, Galeano, Albistur, etc. J. Ramón Jiménez, Onetti... Tal vez no sepas que el director del Cal y Canto, mi queridísimo Alberto Oreggioni, murió en estos días. Pero Ana Inés está empeñada en que la editorial siga con cuanto él había comenzado; entre otras cosas, ese libro. De modo que si la hubieras hecho, ¿podrías enviármela? ¿Qué otra cosa me habrías preguntado? Respondo cosas en que tropezaron otros. Por ejemplo. Que son para mí más importantes, esenciales los Nocturnos, el No, que los Poemas de amor que llaman mis poemas eróticos. Hay entre ellos, algunos poemas eróticos, pero, cuando hablo de amor la potencia total del ser está en juego. La Jornada Semanal, núm. 492, 8 de agosto de 2004

elpoemaseminal 133-134/ mayo-julio, 2009/12


testimonios

CUÁNDO YA NOCHES MÍAS

ignoradas e intactas, sin roces. Cuándo aromas sin mezclas inviolados. Cuándo yo estrella fría y no flor en un ramo de colores Y cuando ya mi vida, mi ardua vida, en soledad como una lenta gota queriendo caer siempre y siempre sostenida cargándose, llenándose de sí misma, temblando, apurando su brillo y su retorno al río. Ya sin temblor ni luz cayendo oscuramente.

Después todas las cosas los amigos los libros los fracasos la angustia los veranos las tareas enfermedades ocios confidencias todo estaba marcado todo iba encaminado ciego rendido hacia el lugar donde ibas a pasar para que lo encontraras para que lo pisaras. ***

EL MAR NO ES MÁS QUE UN POZO DE AGUA OSCURA, los astros sólo son barro que brilla, el amor, sueño, glándulas, locura, la noche no es azul, es amarilla. Los astros sólo son barro que brilla, el mar no es más que un pozo de agua amarga, la noche no es azul, es amarilla, la noche no es profunda, es fría y larga. El mar no es más que un pozo de agua amarga, a pesar de los versos de los hombres, el mar no es más que un pozo de agua oscura. La noche no es profunda, es fría y larga; a pesar de los versos de los hombres, el amor, sueño, glándulas, locura.

***

***

TODO ES TUYO

TAN ARDUAMENTE EL MAR,

por ti va a tu mano tu oído tu mirada iba fue siempre fue te busca te buscaba te buscó antes siempre desde la misma noche en que fui concebida. Te lloraba al nacer te aprendía en la escuela te amaba en los amores de entonces y en los otros.

tan arduamente, el lento mar inmenso, tan largamente en sí, cansadamente, el hondo mar eterno. Lento mar, hondo mar, profundo mar inmenso... Tan lenta y honda y largamente y tanto insistente y cansado ser cayendo como un llanto, sin fin, pesadamente, tenazmente muriendo... Va creciendo sereno desde el fondo, sabiamente creciendo, lentamente, hondamente, largamente, elpoemaseminal 133-134/ mayo-julio, 2009/13


pausadamente, mar, arduo, cansado mar, Padre de mi silencio. ***

Tú, el negado, da todo, tú, el poderoso, pide, tú, el silencioso, dame la dádiva dulcísima de esa miel inmediata y sin sentido.

CUANDO UNA BOCA SUAVE BOCA DORMIDA BESA

como muriendo entonces, a veces, cuando llega más allá de los labios y los párpados caen colmados de deseo tan silenciosamente como consiente el aire, la piel con su sedosa tibieza pide noches y la boca besada en su inefable goce pide noches, también. Ah, noches silenciosas, de oscuras lunas suaves, noches largas, suntuosas, cruzadas de palomas, en un aire hecho manos, amor, ternura dada, noches como navíos... Es entonces, en la alta pasión, cuando el que besa sabe ah, demasiado, sin tregua, y ve que ahora el mundo le deviene un milagro lejano, que le abren los labios aún hondos estíos, que su conciencia abdica, que está por fin él mismo olvidado en el beso y un viento apasionado le desnuda las sienes, es entonces, al beso, que descienden los párpados, y se estremece el aire con un dejo de vida, y se estremece aún lo que no es aire, el haz ardiente del cabello, el terciopelo ahora de la voz, y, a veces, la ilusión ya poblada de muertes en suspenso. ***

CONCÉDEME ESOS CIELOS, ESOS MUNDOS DORMIDOS, el peso del silencio, ese arco, ese abandono, enciéndeme las manos, ahóndame la vida con la dádiva dulce que te pido. Dame la luz sombría, apasionada y firme de esos cielos lejanos, la armonía de esos mundos sellados, dame el límite mudo, el detenido contorno de esas lunas de sombra, su contenido canto.

ESO

MI CANSANCIO

mi angustia mi alegría mi pavor mi humildad mis noches todas mi nostalgia del año mil novecientos treinta mi sentido común mi rebeldía. Mi desdén mi crueldad y mi congoja mi abandono mi llanto mi agonía mi herencia irrenunciable y dolorosa mi sufrimiento en fin mi pobre vida.

SI MURIERA ESTA NOCHE

SI MURIERA ESTA NOCHE

si pudiera morir si me muriera si este coito feroz interminable peleado y sin clemencia abrazo sin piedad beso sin tregua alcanzara su colmo y se aflojara si ahora mismo si ahora entornando los ojos me muriera sintiera que ya está que ya el afán cesó y la luz ya no fuera un haz de espadas y el aire ya no fuera un haz de espadas y el dolor de los otros y el amor y vivir y todo ya no fuera un haz de espadas y acabara conmigo para mí para siempre y que ya no doliera y que ya no doliera. elpoemaseminal 133-134/ mayo-julio, 2009/14


zonas

N NU UEEVVO O EELLO OGGIIO OD DEE LLAA FFU UGGAACCIID DAAD D:: U UN NAA CCO ON NVVEERRSSAACCIIÓ ÓN N CCO ON N JJO OSSÉÉ EEM MIILLIIO O PPAACCH E C O HECO H Heerrnnáánn B Brraavvoo VVaarreellaa

Presencia ineludible de las letras mexicanas, José Emilio Pacheco entra en su séptima década rebosante de textos y proyectos. Presentamos un recorrido por su vida y obra a través de una entrevista, tres poemas inéditos del propio autor y la recreación de uno de sus textos más emblemáticos por cinco poetas novísimos. Un dossier en tres palabras: ideas, versos, influencia. Del poema, la novela, el cuento y el artículo periodístico a la traducción, el ensayo y la antología, José Emilio Pacheco (ciudad de México, 1939) ha cultivado todos los géneros imaginables de la literatura. Sus casi treinta títulos, sometidos a un riguroso artesanado formal y a una limpieza extrema de sus contenidos, lo prueban como una de las voces más inconfundibles de las letras iberoamericanas contemporáneas. Además de su importante labor en el campo editorial, Pacheco posee una destacada trayectoria en el periodismo cultural en nuestro país. Ha sido catedrático en distintas universidades de México, Canadá, Estados Unidos y Gran Bretaña. Miembro de El Colegio Nacional desde 1986, ha recibido innumerables distinciones por su trabajo literario:

el Premio Nacional de Lingüística y Literatura en 1992, el Premio José Asunción Silva 1996 al mejor libro de poemas publicado entre 1990 y 1995, el primer Premio Iberoamericano de Letras José Donoso en 2001, el Premio Internacional Octavio Paz de Poesía y Ensayo 2003, el Premio Iberoamericano de Poesía Pablo Neruda y el Premio Internacional Alfonso Reyes en 2004, así como el Premio Internacional de Poesía Ciudad de Granada-Federico García Lorca 2005. La presente conversación tuvo lugar en su casa, dos días antes de ser galardonado con el prestigioso Premio Reina Sofía de Poesía Iberoamericana 2009. En tu poema “Contraelegía” escribiste: “Mi único tema es lo que ya no está./ Sólo parezco hablar de lo perdido./ Mi punzante estribillo es nunca más.” La “estética de la desaparición” (Paul Virilio) que predican estos versos ha regido tu escritura desde hace más de medio siglo. Sin embargo, la presencia de tu obra en la literatura iberoamericana de hoy es evidente y sustancial. ¿Encuentras contradictoria esta deriva o, por el contrario, ha reforzado tu conciencia del mundo y la escritura en tanto creaciones efímeras e irrepetibles, en peligro de extinción? En la naturaleza efímera de las cosas no todo es negativo. Sería terrible que el mundo se hubiera detenido el 5 de mayo de 1862. Todo debe cambiar sin tregua. Estamos aquí porque desaparecieron los que estaban antes. Nos vamos para que otros ocupen nuestro lugar. Un paréntesis: ¿por qué escogiste ese día específico? Por la fecha de hoy: 5 de mayo, aniversario de la batalla de Puebla. En nuestra historia de humillaciones y derrotas es una gran excepción la victoria contra el ejército francés. De vuelta a la primera pregunta, ¿de qué manera caracterizas un trabajo como el tuyo


que, aun reunido en una obra voluminosa pero estricta, retrata la disolución y el caos? Si divides la suma de las páginas entre medio siglo de trabajo, la obra (me parece muy arrogante hablar de “obra”) es todo menos voluminosa. No soy el inventor de la disolución y el caos. Además la poesía no es un manual de autoayuda. Más bien sirve para llamar la atención sobre las cosas menos agradables del mundo. Me parece asombrosa la capacidad de Neruda para celebrar lo grato y lo placentero. La dicha y el placer son mudos. Sólo la desgracia y el sufrimiento hablan. En otro poema tuyo, titulado “Paisaje”, acuñaste la expresión “el museo de un segundo”. Así, la mirada poética está a cargo de la curaduría de las piezas y objetos del instante. Si para Neruda el instante es motivo de celebración de una Tierra, un hombre y un lenguaje inmediatos, en tu poesía permite advertir la descomposición súbita e irreversible de los tres. ¿Obedece a este hecho el que tu poesía se haya ido tornando cada vez más despojada con el paso del tiempo? ¿Es ese el decurso de tu poesía: haber partido de la lírica para llegar a la confesionalidad? Nunca he hecho ni haré textos confesionales. No sé hablar de mí mismo, aunque es nuestra ocupación predilecta. Observa el éxito de los confesionarios, los bares y los consultorios sicoanalíticos. Me limito a escribir. Celebro la facilidad con que los escritores comentan e interpretan sus libros. Para mí tener una excesiva conciencia de lo que se escribe es paralizante. Siempre recuerdo la historia del ciempiés que se desplaza libre por la pared hasta que el entomólogo le pregunta cuál patita mueve primero. El ciempiés nunca lo había pensado. Al hacerse consciente queda inmóvil, cae al suelo y muere.

El texto sabe lo que el autor ignora. Una ensayista norteamericana me envió un brillante análisis sobre cómo la novela Morirás lejos está compuesta sólo a base de fórmulas matemáticas que se ajustan como una suma. No le contesté, no me atreví a confesarle que fui el peor alumno en esta materia y sigo siendo torpísimo. En el poema “Carta a George B. Moore en defensa del anonimato” defiendes la abolición de conceptos como autor y autoridad. ¿Crees que el destino de la poesía es el anonimato, el dominio público? Me horroriza hablar de esa “Carta”. Fue un gran error y lo he pagado muy caro. A menos de treinta años de distancia el contexto ya es ininteligible. Por ejemplo, los telegramas ya casi han dejado de existir. Octavio Paz me reprochó en su momento: “No quieres darle la entrevista y se la das y en verso. Le hubieras dicho simplemente que no.” ¿Cómo explicar ahora que en 1982 un estudiante norteamericano me envía cien preguntas en un telegrama de no sé cuántas páginas que debe de haberle costado muchos dólares? Me pareció una descortesía y una ingratitud la simple negativa. Y cometí el disparate. Leo con enorme interés las entrevistas ajenas. El problema es que no sirvo para ellas. Necesito ver las palabras para enterarme de qué estoy diciendo. No tengo la menor facilidad de expresión oral. Y si me pongo a contestar por escrito lo que me preguntan, ¿a qué horas leo y trabajo cuando ya cada día tengo menos tiempo en todos los sentidos? Hay autores muy interesantes como persona. No soy uno de ellos. Por lo demás, detesto escucharme y verme en fotos y videos. ¿Qué objeto tiene sufrir por algo que además siempre vas a hacer mal? Pero una cosa son las buenas intenciones y otra la implacable realidad. Me dan un doctorado. Recibo un diploma y leo un discurso. Al retirarme un funcionario me dice: “Lo está esperando la hija del señor rector para entrevistarlo en la televisión universitaria.” Se necesita ser un héroe, y no lo soy, para contestarle: “No doy entrevistas. Lea usted mi carta a George B. Moore.” elpoemaseminal 133-134/ mayo-julio, 2009/16


No deja de ser curiosa la anécdota anterior y, más todavía, la solicitud de ese poema por algunos lectores durante tus presentaciones: “Que José Emilio lea el poema sobre el anonimato”. Pero que sea él, con nombre y apellido, quien lo haga. Sí, es el colmo que te pidan, y tengas que aceptar, leer en persona ¡una defensa del anonimato! Defiendo el anonimato sobre la base de que uno está siempre plagiando sin querer a los demás. Trato de compensar un poco esta circunstancia mediante los seudónimos, heterónimos y apócrifos. Pero en todo momento bajo una mínima ética: no escribir nunca nada que no firmaría con mi nombre. La parte agradable del anonimato es lo ocurrido con el cuento “Tenga para que se entretenga” [de El principio del placer, 1972.] Como sabes, tiene dos interpretaciones posibles. Lo puedes ver como un cuento de fantasmas o como un relato de la corrupción política y policial en México. Es mi mayor éxito literario porque he desaparecido como autor: me lo han contado como si fuera real y sin saber que yo lo escribí. Recuerdo al menos dos versiones muy superiores al original: la de un niño repartidor de periódicos y la de un taxista. La Historia es un fantasma que recorre obsesivamente tu obra, tanto en su reconstrucción como en su fabulación. La Historia es vista y juzgada desde diferentes perspectivas, como desde un panóptico, pero también abraza el principio físico de incertidumbre; es decir, los hechos humanos se modifican con su sola observación. ¿Dónde ocurre la Historia para la literatura? ¿En la tragedia, cuando sucede por primera vez?, ¿en la farsa, cuando se repite al infinito, o entre ambas? La Historia con mayúscula no tiene forma ni principio ni fin. Lo que llamamos Historia es la historiografía, su expresión escrita. Lo que no está escrito es como si nunca hubiera sucedido. Y aquí se muestra en su verdadera dimensión la frase de que “una imagen vale más que mil palabras”. No es un proverbio chino como nos dicen, sino la idea de

un publicista de Nueva York que la inventó para sostener su tesis de que la mejor propaganda para la Coca-Cola era presentar la imagen muda de la nueva botella que se lanzó a comienzos del siglo pasado. Un diseño maravilloso al que no hicieron falta elogios. El ejemplo contrario es la célebre fotografía de Jerónimo Hernández en el Archivo Casasola. Durante casi cien años la foto de esa mujer asomada a la puerta de un vagón pasó a representar a “La Adelita”, la compañera del revolucionario, el símbolo de la lucha del pueblo mexicano contra la tiranía. El gran investigador Miguel Ángel Morales la encontró y la publicó en su totalidad hace dos años: la “Adelita” no es una revolucionaria ¡sino una cocinera del ejército con que, Victoriano Huerta, el futuro golpista y asesino de Madero, salió a combatir a los rebeldes del norte! ¿Qué sucedió? No estábamos leyendo bien la imagen sino ilustrando con ella en nuestro interior las novelas de la revolución. Dar testimonio a partir de los grandes acontecimientos históricos o de los aparentemente nimios en la biografía de un hombre cualquiera es una impronta de tus narraciones, poemas y artículos. Pero ¿quién testimonia por el testigo, como sugería Paul Celan? ¿Quién testimonia por ti? Por mí sólo pueden testimoniar, para absolverme o condenarme, mis propios escritos que no tienen la menor pretensión a este respecto. Escribo lo que puedo y todo está determinado por el año atroz de mi nacimiento: 1939. Es increíble todo lo que he visto desaparecer, por ejemplo la ciudad de México. Me alegra que muchos jóvenes rechacen la piedra funeraria que me oprimió por muchos años: la de ser un escritor “nostálgico”. La nostalgia es la invención de un falso pasado. A ella se opone la mirada crítica. Estoy en contra elpoemaseminal 133-134/ mayo-julio, 2009/17


de la idealización de lo vivido pero totalmente a favor de la memoria. La maduración de una experiencia sentimental o intelectual colabora decisivamente en la elección de un género determinado. ¿Cómo escoges, por tanto, entre el verso y la prosa? No puedo hacer planes sobre escribir en verso o en prosa. La idea que se me ocurre trae consigo su forma. No tengo una mentalidad teórica y otra razón por la que me disgustan mis entrevistas, en modo alguno las entrevistas, es porque me avergüenza repetir siempre las mismas cosas. A los seis o siete años me llevaron al Circo Atayde. Me fascinó a tal punto que pedí regresar el otro domingo. Mi decepción fue muy honda: todos los actos eran iguales a los de la semana anterior. Lo mismo me pasa al ser entrevistado. Gracias a que el espectáculo se repitió sin variantes al domingo siguiente, ¿qué costumbres humanas descubriste ahí? El circo es el tema de dos relatos en El viento distante (1963), “Parque de diversiones” y el que da título al libro, además de los poemas que integran la sección “Circo de noche”, incluido en El silencio de la luna (1994). Tienes razón y no lo había pensado. Esa experiencia remota debe de ser el origen de esos dos cuentos y el ciclo de poemas. Ahora ni bajo amenaza de muerte iría a un circo ni a una corrida de toros. Al revés de James Joyce y su artista adolescente, Stephen Dedalus, el protagonista y narrador en primera persona de Las batallas en el desierto, Carlos, no sale al encuentro de la manifestación espiritual del mundo, sino que se topa con puras revelaciones materiales –y, por ello, transitorias– de cuanto lo rodea. En Las batallas... lo encontrado es lo perdido desde siempre. ¿Toda epifanía trae consigo un acta de defunción? Tal vez para escribir ese libro fue necesaria otra de las muchas muertes de la ciudad de México: la

apertura en 1977-1978 de los llamados “ejes viales” que no sirvieron sino para enriquecer aún más a los ladrones que en aras de la codicia han hecho de verdad inhabitable este lugar. Coincidió con que en la exposición Recuerdos de Vicente Rojo me preguntó Armando Ponce, el jefe de la sección cultural de Proceso, qué pensaba de los amores infantiles. Le contesté con una frase de Graham Greene que me ha impresionado desde que la leí: “Los verdaderos amores trágicos son los amores de los niños y de los viejos porque no tienen esperanza.” El reverso de Las batallas en el desierto es el cuento en cinco actos y en verso “El señor Morón y La Niña de Plata o Una imagen del deseo” que publiqué hace unos meses en la Revista de la Universidad y ahora abre la primera sección de Como la lluvia. A partir de la conversación con Armando Ponce se me ocurrió todo lo que narra Las batallas en el desierto. El ambiente es real pero la historia es por completo imaginaria. No tuve una adolescencia tan interesante como la de Carlos, su protagonista. En toda actividad humana hay algo horrible y en este caso es que ya no puedo disculparme ante mis padres porque muchas personas que me hacen favor de leer el libro creen que fueron como los padres de Carlos, cuando en realidad eran todo lo contrario. Y contra tus expectativas, se convirtió en tu obra más leída y reeditada... Eso te demuestra que nadie puede buscar el éxito. Pensé que Las batallas en el desierto sólo iba a interesar a las personas que fueran mis contemporáneas y hubiesen vivido en la colonia Roma. Sin embargo, la inmensa mayoría de sus lectores han sido jóvenes y muchachas. Supongo que había algo en el aire de la época. Una chica española me habló de algo en lo que no pensé jamás: las coincidencias entre mi libro y las series de televisión Los años maravillosos y Cuéntame cómo pasó, cuyo protagonista se llama también Carlos.

elpoemaseminal 133-134/ mayo-julio, 2009/18


Aunque es muy anterior, dudo sinceramente de que sus guionistas lo hayan leído. Mi libro se difundió en España y en Estados Unidos pero no tuvo ningún éxito. Le fue mucho mejor en Francia y en Italia, aunque en términos bastante modestos. No me representa Carmen Balcells, no pertenezco al boom ni al crack, no publican mi narrativa las grandes y poderosas editoriales. En Francia, Las batallas en el desierto ha vuelto a salir este año en libro de bolsillo, en España está fuera de circulación desde hace muchos años, en Estados Unidos lo convirtieron pronto en pasta de papel. En lo tocante a las reediciones, cada nueva salida de tus títulos lleva detrás un arduo e interminable proceso de corrección. ¿A qué se

debe? Ramón López Velarde afirmaba que “retocar el pasado es superchería”. Mi práctica de corregir y aun reescribir algunos libros (no todos) y mi idea de la versión poética me han hecho tolerante de las opiniones extremas. No hay manera de congraciarse y llegar a un nivel medio de acuerdo. Las aceptas o las rechazas como adoras a los gatos o te alejas de ellos horrorizado. No creo en el autor intocable. Si puedo mejorar lo que escribo lo haré como se mejoran y actualizan los libros de texto. Muchos autores lo hacen, pocos se dan el valor de confesarlo. Tienen razón porque muchas personas creen que la reescritura las agrede: “No corregiste el texto, me traicionaste a mí.” Mi idea es muy sencilla: si publico ahora, digamos, La sangre de Medusa no pienso que van a releer este libro quienes lo leyeron en nuestra juventud. Hay cada vez más libros y menos tiempo. Trabajo para quien se acerca a él por vez primera. Sin embargo, persisto sin esperanza, acepto que la reescritura es una causa perdida. Te esfuerzas mucho por hacer un poco mejor lo escrito y siempre hay alguien que te dice: “Me gusta más tu versión original. Tenía mucha frescura.” No es algo voluntario: me releo y no puedo evitar el impulso de cambiarlo. Me encantaría preguntarle al joven que fui qué piensa de las modificaciones que le he hecho a su trabajo. Cada generación traduce a sus clásicos, pero un autor maduro es la suma de las generaciones por las que ha atravesado y que coexisten en él. En la literatura ¿existe el pasado?, ¿todo es presente? Ningún taller de escritura dramática podría enseñarle hoy a nadie una construcción tan actual y tan perfecta como la estructura en espiral de Edipo rey. Siempre he tenido el temor de que la destrucción del mundo clásico fue tan brutal que nada más sobrevivieron las obras de las que los copistas habían hecho gran cantidad de ejemplares, es decir los best sellers. A lo mejor hubo autores más grandes que Sófocles y Virgilio que se perdieron para siempre. Pero lo que tenemos es un tesoro inabarcable y no alcanza la vida entera para acercarse a él. elpoemaseminal 133-134/ mayo-julio, 2009/19


He concluido, y espero publicar en 2010, la última versión de Aproximaciones que empieza con los epigramas griegos y termina con los haikús japoneses. En medio están los románticos y los poetas del siglo XX. Es un libro que se ha llevado medio siglo. Empecé con las traducciones escolares y he seguido con todo lo que me interesa leer atentamente. La mejor forma de hacerlo es traducirlo. Sufrí un trauma severo con el fracaso de mis labores de dos décadas en los Cuatro cuartetos, las versiones inéditas que siguen a la que conoces y publicó el Fondo de Cultura Económica en 1989. No podrá publicarse por conflictos que me son del todo ajenos. José Ramón Ruisánchez asegura que no existe ni siquiera en inglés una edición crítica como la que intenté en español. Octavio Paz fue un gran defensor de esta versión. Dejé de escribir varios libros por dedicarme tan obstinadamente a Eliot tantos años. Trabajos de amor perdidos. ¿A qué obedece la comunión tan especial que surgió entre el último Eliot y tú? Uno podría pensar que tu poesía, monumento fúnebre al tiempo, se corresponde más con el primer Eliot, el autor de La tierra baldía (1922), que con el de Cuatro cuartetos, convertido a la gracia de la fe anglicana y en un espíritu monárquico, un clásico autoproclamado. Extrañeza suprema de la poesía: nos puede encantar aunque estemos totalmente en contra del autor y sus ideas. Me fascinan los Cuatro cuartetos y El Aleph y Ficciones y los poemas finales de Borges pero no me sentaría a la misma mesa con sus autores. Eliot en persona me parece casi tan abominable como el espantoso Borges que emerge del libro arrasador y finalmente suicida de Bioy Casares. Qué horrible ver cómo suelen terminar las amistades. Preferiría no haberlo leído. Pocas cosas me han causado tanta tristeza y tan amarga impresión sobre lo que somos todos los seres humanos, no nada más los escritores. Habrá más de un lector superficial convencido del fondo autobiográfico de tus relatos y novelas...

Todas mis narraciones son imaginarias, sólo en algunos poemas como en “La Niña de Plata” me he dado valor para enfrentar episodios autobiográficos y aun así están muy ficcionalizados. Por supuesto, parten de mi experiencia, la única que tengo, pero nada es literalmente verídico. No tengo ninguna esperanza de sobrevivencia. Nadie se acordará de mí al día siguiente de mi muerte. Si por azar alguien lo hiciera le rogaría que en vez de aumentar con inéditos cada edición las disminuyera hasta dejar libros de muy pocas páginas. Sin embargo, tus libros de narrativa son tempranos. Una de tus primeras publicaciones fue “Tríptico del gato”, en 1956. Es una iniciación rara porque casi todos comienzan escribiendo versos aunque no vuelvan a hacerlo. Mi proceso fue distinto. Desde niño me gustaba mucho la poesía y la miraba con gran respeto por la extrema dificultad que hay en escribirla, mejor dicho en hacerlo bien. Es, como diría Beckett, algo al mismo tiempo fácil e imposible. Vuelvo a lo que llamó Scott Fitzgerald “el incomunicable pasado”. Nadie en tu generación ni en las posteriores se imaginaría que en los años cuarenta la radio era una máquina de contar historias, un gran instrumento narrativo. No sólo trasmitían radionovelas, sino cuentos, adaptaciones de los clásicos, leyendas de las calles de México y obras hechas específicamente para ese medio con autores y actores que ya no encontraron cabida en la televisión. Por otra parte, si no la poesía, el verso era algo cotidiano. Nuestros padres y abuelos solían improvisarlos sin ninguna pretensión literaria para referirse al acontecer local y nacional. Todos los periódicos publicaban epigramas, algunos tan certeros e injustos como el de Tomás Perrín sobre los boy scouts: Es, si al vestuario tan sólo me ciño, un pobre niño vestido de bobo al que dirige con celo y arrobo un pobre bobo vestido de niño.

elpoemaseminal 133-134/ mayo-julio, 2009/20


Me duele ver en qué terminaron las “calaveras”, los epigramas del día de muertos que hoy se practican con un desconocimiento absoluto del metro y de la rima. Claro, en las escuelas se enseñaba declamación. Yo era malísimo para ella y sigo siendo un pésimo lector en voz alta. Pero declamar te daba vocabulario y un sentido del idioma que ya perdimos. He escrito muy pocos versos rimados y nunca he hecho un buen soneto pero defiendo estas cosas con base en mi experiencia de haber vivido en el puerto de Veracruz, donde hasta hoy se hacen décimas perfectas incluso por autores que no saben leer ni escribir. Mi trabajo debe mucho a mis años de Veracruz y a la cultura del verso oral. En la rima el niño descubre la magia del lenguaje. En vez de las órdenes, regaños, lecciones y consejos en prosa (“Cómete eso”, “Lávate las manos”, “Ya duérmete”), un día escuchan que su idioma canta y danza, sirve también para decir: A un panal de rica miel dos mil moscas acudieron que, por golosas, murieron presas de patas en él...

Como sabemos, los grandes escritores mexicanos del siglo xx tuvieron una relación conflictiva –a menudo imposible– con el género dramático. Ahí están las obras de Xavier Villaurrutia o Salvador Novo, El tuerto es rey (1971) de Carlos Fuentes o La hija de Rappaccini (1956) de Paz, incisos poco afortunados del teatro moderno de nuestro país. Háblanos de tu etapa poco conocida como dramaturgo y traductor teatral. Uno de los grandes privilegios de mi infancia fue convivir con mi prima Thelma Berny. En realidad Thelma era mi hermana mayor porque fue criada por mis padres hasta los diez o doce años. Thelma

se casó en 1955 con el gran actor Carlos Ancira. Son los padres de Selma Ancira, nuestra admirable traductora del ruso. Muy generosamente me llevaban a las funciones y me permitían asistir a los ensayos. El gran éxito de los jóvenes Emilio Carballido, Sergio Magaña y Luisa Josefina Hernández puso de moda el escribir teatro. Nada más natural que yo también quisiera intentarlo. Me inscribí en la clase que en la UNAM L.J. Hernández había heredado de Rodolfo Usigli e hice muchas obras detestables. Sin embargo, Carballido advirtió que yo tenía suma facilidad para el diálogo y me aconsejó escribir versos con objeto de mejorarlo. Lo hice con tanto entusiasmo que antes de cumplir dieciocho años le entregué el manuscrito de todo un libro que él se negó a devolverme y espero se haya perdido entre sus papeles. Sería terrible que salieran a la luz esas puerilidades. Gracias a ellas poco después escribí “Árbol entre dos muros” y los demás poemas que abren Los elementos de la noche y sin quererlo me fui alejando de la dramaturgia. Pienso que para intentarla tienes que hacer la vida del teatro y yo tuve que dedicarme a otras cosas: las revistas, los suplementos, las crónicas, las clases, los trabajos editoriales para encontrar los medios que me permitirían mantener a mi familia y escribir mis versos y narraciones. Soy, pues, un autor teatral frustrado como soy también un crítico frustrado. No obstante, para mitigar mi fracaso he hecho traducciones y adaptaciones teatrales y guiones de cine, los escritos con Arturo Ripstein y muchos otros no filmados. Tuve un gran éxito de segunda mano con Un tranvía llamado Deseo de Tennessee Williams, en dos temporadas: 1983 y 1998, y un inmenso desastre con El cerco de Numancia en 1973. Fernando Benítez y yo competíamos con saña por decidir quién había fracasado más por meternos de intrusos en la escena: si él con su Cristóbal Colón (1952) o yo con mi Numancia en versos rimados que, a pesar de todo, estuvo bien dirigida por Manuel Montoro. Dijiste que de niño tocabas, mal que bien, el piano. Sin embargo, has confesado tu elpoemaseminal 133-134/ mayo-julio, 2009/21


melomanía en poemas como “La primera canción de Agustín Lara”, “Mozart: Quinteto para clarinete y cuerdas en ‘la’ mayor, K. 581”, “Ragtime” y “Sobre las olas”, un homenaje al vals de Juventino Rosas. ¿Tu relación con la música ha sido la más plena o ideal que has tenido con las artes? Tuve clases de piano que me sirvieron para mostrar mi absoluta falta de talento. Digamos que soy un ignorante de la música apasionado por ella. Tampoco he podido escribir libretos ni letras de canciones. La melodía del verso es una reminiscencia de la música que lo acompañaba antes de la aparición de la imprenta. Ahora estamos volviendo a los orígenes. Sea como fuere, para mí un poema es también una experiencia visual y auditiva. Tengo plena conciencia de ser, insisto, un pésimo lector en voz alta. Escucho, eso sí, muy bien en silencio y no me gusta que declamen mis poemas. Juan José Arreola era un gran lector público porque cumplía el requisito esencial: le encantaba escucharse a sí mismo. Yo detesto hacerlo al punto de que ni siquiera me he atrevido a poner los discos que he grabado. Menos todavía me gusta ver mis fotos. De modo que estoy perdido en el mundo de los medios y al mismo tiempo no puedo esquivar mi participación en ellos. Llama la atención que prácticamente todos tus libros están dedicados a la memoria de parientes, amigos y “compañeros de viaje”: Luis Cernuda, José Carlos Becerra, Efraín Huerta, Luis Cardoza y Aragón, Enrique Lihn, Jaime García Terrés, Paz, José Agustín Goytisolo, Rulfo y tu madre, Carmen Berny Abreu, por citar sólo a algunos. Tus dedicatorias construyen una rotonda personal de hombres ilustres, un memorial de palabras... Los muertos se volvieron famosos cuando ya hacía tiempo que les había dedicado el texto. Ahora en efecto las dedicatorias parecen una rotonda pero sólo es cuestión de haber compartido viejos tiempos y antiguos espacios. Al entregar los dos nuevos libros, Como la lluvia y La edad de las

tinieblas, suprimí las dedicatorias no por ingratitud sino por acumulación fúnebre. Cuando llegas a esta edad no pasa una semana sin que te avisen de la muerte o la enfermedad mortal de alguien cercano. Contra la máxima de La Rochefoucauld que Swift consideró el texto más vil del mundo y la más grave afrenta contra la humanidad (“De mi gran amigo la mayor desdicha/ me causa en el fondo regocijo y dicha”), no pienso: “Qué alivio, me salvé, al menos por ahora no fui yo.” Al contrario, tengo la certeza de ser el próximo en la lista. ¿Te acuerdas de lo que decía el actor George C. Scott?: “Cada mañana lo primero que hago es leer los obituarios y si mi nombre no aparece en ellos entonces me levanto de la cama”.

Letras Libres, junio de 2009

EELL LLAABBO ORRIIO OSSO O PPO OEETTAA D DEE ““IIN NVVEEN NTTAARRIIO O”” P Peeddrroo G Goonnzzáálleezz O Ollvveerraa**

Narra José Emilio Pacheco que, una noche de noviembre de 1995, en San José, Costa Rica, varios poetas (él mismo, Juan Gelman, Jorge Boccanera, Carlos Ortega, Ángel García, Osvaldo Sauma y María Montero) realizaron una sesión de “electromultimedium” auxiliados por la “Spooknet que conecta con el Ciberparnaso”. Con María Montero como médium, contactaron a grandes escritores, como Rubén Darío, el arcipreste de Hita, Lope de Vega, san Juan de la Cruz y Ramón López Velarde. Durante el trance, la médium recibió dictados de los “muertos”, quienes elaboraron poemas para festejar a sor Juan Inés de la Cruz en el tercer centenario de su nacimiento. Junto con los poemas, aquella historia apareció en la columna “Inventario”, que durante años y años elpoemaseminal 133-134/ mayo-julio, 2009/22


ha sido una de las más asombrosas e ilustrativas fuentes acerca de la cultura mexicana y universal que pueden encontrarse en cualquier medio de comunicación escrito en español. Nacida en 1960, primero con el nombre de Simpatías y Diferencias, las páginas de la columna del mexicano José Emilio Pacheco (JEP) ofrecen una gama tan amplia de temas que sólo pueden ser escritas por alguien con una vasta cultura en casi todos los ámbitos de la actividad humana. En las miles de páginas del “Inventario” han aparecido también profundos estudios sobre diversos aspectos de la historia del siglo XX, aun en la brevedad que supone una columna semanal. En una de esas columnas llama, al siglo XX, la centuria de “los asesinos”, para lo cual sitúa el inicio de los “tiempos vigesémicos” en 1888, cuando Jack el Destripador inició sus violentos ataques contra mujeres indefensas y se convirtió en parte central de la industria del entretenimiento. Su mirada a la realidad nacional y mundial está lejos de ser complaciente. La vena crítica de Pacheco es intensa cuando analiza los efectos de las medidas económicas y políticas en los seres humanos de carne y hueso, a quienes los “profetas del neoliberalismo” aplicaron recetas “como en conejillos de Indias”. JEP plantea que, cuando esas recetas demuestren su inoperancia total, los neoliberales escribirán obras contra el “nuevo dios que falló”, y que, al igual que los ex comunistas elaboraron sus obras con la divisa de “Mi fe se perdió en Moscú”, los ex monetaristas las harán con la de Mi fe se perdió en Taiwán. Muchas veces, el espacio de “Inventario” sirvió a Pacheco para lamentar la destrucción gradual, por la mano del hombre o con la ayuda de la naturaleza, de la ciudad de México, lejos ya de aquella “ciudad de los

palacios” conocida por Alexander von Humboldt. Sus referencias a lo que ha desaparecido de la ciudad de México –destruida, dice, por una atroz especulación inmobiliaria–, no son un recurso de la nostalgia sino de la memoria. Los bajos niveles de la educación que reciben los jóvenes en muchos lugares –como en México– son motivo de alarma para Pacheco. En “Inventario”, él “transcribe” varios escritos estudiantiles entregados para un curso de historia de México. No se sabe si tales escritos fueron una creación propia en el género de la non fiction o si de verdad fueron redactados por alumnos de secundaria y enviados por un profesor al autor de “Inventario”. La cantidad de disparates contenidos por dicha historia llevan a Pacheco a reflexionar si se trata de un grito de alarma de ese profesor (tal vez él mismo) ante los abismos de desinformación a la que todos hemos descendido, o si, por el contrario, es un elogio a la calidad de la escuela mexicana, tan buena que ya forma una precoz generación de escritores satíricos, varios de los cuales podrían estar entre quienes den forma a las letras de México en el Siglo XXI. Por medio de Inventario, José Emilio Pacheco divulgó la obra de poetas y escritores desconocidos en idioma español, como alguna vez lo fueron Heaney, Milosz, Brodsky y uno de los últimos poetas yugoslavos, Vasko Popa. En un momento culminante –por ejemplo, cuando la Academia Sueca anunciaba un premio Nobel de Literatura, o cuando un escritor moría–, ahí estaba JEP para dar a conocer al público información esencial sobre la vida de muchos otros autores y una muestra breve de su obra. Con el mismo humor que creó la “spooknet” (red de fantasmas) y el “ciberparnaso”, Pacheco dio vida a una máquina: If (por el si condicional en inglés), que le permitía conocer lo que hubiera sucedido en determinados episodios de la historia si los factores que los produjeron hubiesen sido otros. Así, Pacheco ha sido un asiduo ejercitador de la llamada “historia contrafactual”, que busca

elpoemaseminal 133-134/ mayo-julio, 2009/23


respuestas a la pregunta “¿Qué hubiera pasado si…?”. A veces lo ha hecho en un tono de parodia, como en la columna que escribió en 1980, cuando Ronald Reagan ganó la Presidencia de Estados Unidos. En tal oportunidad, Pacheco imaginó para México una Presidencia encabezada por Rafael Baledón, un actor de segunda línea de la época de oro del cine mexicano, en cuyo gabinete figuraban secretarios como Cantinflas en Gobernación, Chespirirto en Educación, María Félix en Relaciones Exteriores, la vedette Olga Breeskin en Turismo y el bronco Indio Fernández en Defensa Nacional. En otras ocasiones, su historia no es contrafactual, sino pura realidad, más inverosímil que si fuera ficticia. En estos relatos verdaderos, JEP rescata facetas desconocidas de sucesos harto estudiados o personajes del bajo mundo que influyeron en el curso de la historia, como aquellos que –bajo las sombras del anonimato– instigaron el asesinato, en 1928, del caudillo de la Revolución Mexicana y presidente electo Álvaro Obregón. Pacheco también aprovecha su columna para difundir algunos de sus poemas, relatos cortos o traducciones, firmados con su nombre o con un seudónimo. En una muestra de que no se toma muy en serio, nos brinda una historia del invento que, para algunos ingleses, es la máxima creación del segundo milenio: el sandwich. A este, Pacheco opone la torta mexicana, en una muestra de nacionalismo con humor: “Sólo habría una manera de hacer que el autor del invento del milenio abandonara su mesa de juego: invitarlo a probar una torta compuesta mexicana”. Si José Emilio Pacheco no hubiese escrito una de las mejores novelas mexicanas, Las batallas en el desierto, o varias de las colecciones clásicas del cuento mexicano (El viento distante, El principio del placer y La sangre de Medusa), si no fuera autor de una de las más esplendorosas obras poéticas contemporáneas en idioma español, si no hubiese ganado todos los premios hasta ahora recibidos, si no hubiera enseñado a los jóvenes aspirantes a

escritores que toda obra es perfectible, aún así bastaría con las páginas de Inventario para asegurarle un lugar en el Parnaso contemporáneo. Escuela de periodismo cultural, tarea titánica de difusión, escaparate de lo mejor de su obra, iniciación a la buena lectura de varias generaciones de mexicanos; todo esto y más constituye Inventario, en el conjunto de la obra de José Emilio Pacheco. Por ello, resultan más que merecidos los homenajes que se le hacen en el mundo por haber cumplido su septuagésimo aniversario. * El autor es diplomático mexicano y director del Instituto de México en Costa Rica. www.elfaro.net/secciones/el_agora/20090810/ ElAgora1_20090810.asp

NUBES

EN UN MUNDO ERIZADO DE

PRISIONES Sólo las nubes arden siempre libres. No tienen amo, no obedecen órdenes, Inventan formas, las asumen todas. Nadie sabe si vuelan o navegan, Si ante su luz el aire es mar o llama. Tejidas de alas son flores del agua, Arrecifes de instantes, red de espuma. Islas de niebla, flotan, se deslíen Y nos dejan hundidos en la Tierra. Como son inmortales nunca oponen Fuerza o fijeza al vendaval del tiempo. Las nubes duran porque se deshacen. Su materia es la ausencia y dan la vida.

EXPIACIÓN QUÉ SOLA HA DE SENTIRSE LA LUCIÉRNAGA En el suburbio que era campo. Arde sin nadie entre las casas tristes. La repudió el enjambre intolerante Que exige sumisión igual que todos. No sé cuál fue su error o su pecado. Acaso las luciérnagas también Castigan sin piedad a las insumisas

elpoemaseminal 133-134/ mayo-julio, 2009/24


Y les cortan la luz y el aire. Tal vez la usó la tribu como chivo expiatorio. Murmuradas las culpas a su oído, La enviaron a perderse en el desierto Para morir por la vileza de otras. En la altura contrasta su brillantez Con esos fuegos fatuos tan rastreros Que hacen teatro de espectros en la noche Y nos llenan de miedo. No es verde de esperanza el mal color De la pobre luciérnaga extraviada. Su vuelo dice adiós a todo aquello Que acaba de morir en este instante.

Como la lluvia, México, Era, 2009 ***

M MU UEERREE JJO ORRGGEE EEN NRRIIQ QU UEE AAD DO OU UM M,, IICCO ON NO OD DEE LLAASS LLEETTRRAASS EECCU UAATTO ORRIIAAN NAASS Jorge Enrique Adoum falleció de un paro cardiorrespiratorio a los 83 años de edad. El escritor había topado todos los géneros literarios, pero, sin duda, la poesía es su mayor legado. Estaba extremadamente delgado. En una noche de abril llegaba a la Casa Benjamín Carrión de la mano de su hija Rosángela e infundía respeto entre los presentes, como un gurú. Una mirada volátil se diluía en los parpadeos que nosotros debíamos presenciar ante sus lánguidas palabras. Él era Jorge Enrique Adoum, presentando su última antología poética: Claudicación intermitente. Mientras autografiaba los ejemplares, Diego Oquendo Sánchez y Raúl Vallejo estaban a su lado. Se abrazaron cálidamente, como cuando uno tiene que viajar lejos y despedirse de su padre. Conmovidos todos al pensar en el escritor de 83 años y en las arrugadas manos que escribieron El amor desenterrado y Entre Marx y una mujer desnuda, una de las novelas más importantes de la literatura ecuatoriana, según el escritor Bruno Sáenz-, reían ante el mínimo humor pronunciado: "Debo criticarme y arrepentirme de haber creído que tengo pocos amigos. Que casi todos estén aquí y hayan llenado esta sala me conmueve

profundamente. Prometo no volver a decir que tengo pocos amigos". Así se presentó esta obra, que evocaba ya un final para el laureado escritor Casa de la Américas 1960, que nació en Ambato en 1926. "Topó casi todos los géneros literarios, desde el teatro pasando por la poesía, la novela, el ensayo, el periodismo, etc.", manifiesta el escritor Edwin Madrid. No obstante, el legado para la literatura ecuatoriana que deja Adoum es la poesía, concuerdan Paola de la Vega, autora de la obra Jorge Enrique Adoum, y el mismo Madrid. "Adoum es un poeta de cuerpo entero. Es allí donde se encuentran sus mayores preocupaciones y desde donde responde a las preguntas ¿quién soy? y ¿qué hago? Por allí discurren su pensamiento y su literatura", añade Madrid, quien lo había entrevistado en 2004 para el libro Versos comunicantes que recoge varias entrevistas a prominentes escritores. "Fue un privilegio hablar con él. Lo invité a mi casa y, entre tragos de vodka y cigarros, elpoemaseminal 133-134/ mayo-julio, 2009/25


conversamos sobre sus inicios y, una cosa que hasta entonces me parecía a mí que no se había topado, sobre la relación con su padre, el famoso Mago JEFA". Su padre era un personaje, un médico naturista que dominaba las ciencias esotéricas. Adoum, según cuenta Madrid, habló de él como su primer maestro en la escritura y quien lo obligaba a afrontar las críticas de donde viniesen. Así, el escritor empezaba a leer. Había leído en su adolescencia las revistas Billiken y El Peneca, y las novelas de Alejandro Dumas, Julio Verne y Dostoievski. De esta forma se acercaba a la creación literaria. Su profesor de Literatura en el Colegio Nacional Mejía, Humberto Salvador, le hizo conocer a Joyce, Proust y Kafka, además del marxismo y el psicoanálisis. Se exilió en Chile antes de los 20 años por participar contra el Gobierno de Carlos Arroyo del Río. Allí conoció a Pablo Neruda, que era senador de la República, y llegó a ser su secretario particular. "El trabajo tenía dos vertientes: la poética y la política, puesto que él era senador. De modo que, por igual, me dictaba un discurso o yo copiaba poemas, porque siempre escribió a mano. No creo que él haya escrito jamás a máquina", había contado el escritor. En 1952, Neruda lo llamó el mejor poeta de América. "Yo me molesté mucho. Recuerdo que me enteré en Viena. Asistíamos juntos a un congreso de escritores, y yo le dije: "Mira, yo te ruego no hacerme las cosas más difíciles. Tú sabes que el más grande poeta de América eres tú", había dicho Adoum ante esto. Su amistad con Neruda se vio fragmentada por sus profundas diferencias ideológicas. Así, el poeta

contaba anécdotas con sus amigos, algunos muy íntimos, como Alejo Carpentier, Julio Cortázar, Oswaldo Guayasamín, Miguel Ángel Asturias, Roberto Fernández Retamar, Augusto Roa Bastos, Joaquín Gutiérrez y Mario Benedetti. Para Madrid, el poeta ecuatoriano deja "un vacío que no se lo puede llenar y que muestra su obra para intentar ser mejores. Nadie cabe en ese lugar y cualquier poeta cuerdo sabe que Adoum es Adoum como Neruda es Neruda". Adoum, autor de 27 obras, inéditas y antologías, entre poesía, novela, teatro, ensayo y biografía, es, en palabras de De la Vega, el escritor que le faltó al boom. "Aunque eso ahora ya no importa, es lo más representativo del país", concluye Sáenz. (PCG) “La poesía se va quedando huérfana” "Quien conocía a Jorge Enrique Adoum resalta su calidad humana, la cual en otros seres se pierde cuando el "triunfo" llega", comenta Edgar Freire, librero de Sur Libros, a quien Adoum enviaba sus textos con dedicatorias especiales, como lo hacía con sus amigos. Freire recuerda que el cardiólogo Eduardo Villacís, quien atendía a Adoum, era uno de sus mejores amigos, que incluso lo llamaba desde lejos con el fin de que le recetara alguna medicina para el corazón y que Villacís recitaba de memoria los poemas de su amigo. El impacto por la pérdida, además de por su buena literatura, es porque Adoum era un hombre accesible, que al final tuvo predilección y creyó en la literatura joven, según Freire. "En este canibalismo literario, Adoum reconoció a los jóvenes escritores y les puso fe. Fue el que a más de uno le dio la palmadita. La poesía se va quedando huérfana", dice. Además, añade que, con la muerte de Adoum, la generación de los treinta se marcha. "Adoum se va lúcido, con la alegría de tener los libros cerca y su buen habano, el cual ningún médico pudo prohibirle", comenta el librero. Paola de la Vega, autora de la obra Jorge Enrique Adoum, que nació a raíz de su cátedra con Iván Carvajal, Entrevista al autor literario-, lo elpoemaseminal 133-134/ mayo-julio, 2009/26


recuerda absolutamente generoso con el que está siguiendo el mismo camino de él alguna manera. "Eso lo aprendió de Joaquín Gallegos. Le abre las puertas a quien tiene ese mismo sentimiento hacia la vida", cuenta. Para De la Vega, Adoum es uno de los poetas más grandes de la literatura ecuatoriana. "Se le ha considerado un poeta oficial por su preocupación por el país, por los temas sociales". Añade que Adoum dejó un trabajo de la palabra que muy pocos han logrado. "Era capaz de encontrar faltas hasta en los libros de Vargas Llosa, siendo miembro de la Real Academia. Cuando le regalaban un libro, él tenía un lápiz a su lado para hacer las correcciones", indica. De la Vega asegura que su trabajo y su conocimiento en lenguaje eran profundos. "Hace poco murió Francisco Granizo; ahora, Adoum. Queda Efraín Jara, de los poetas más importantes vivos. De los jóvenes ¿quién hereda ese lugar? Con el tiempo lo llegaremos a saber", finaliza. (MINGPCG) Breves De su obra, Bruno Sáenz rescata Los cuadernos de la tierra: I, Los orígenes. II. El enemigo y la mañana, que mereció el Premio Nacional de Poesía (Quito, 1952). La tercera parte, Dios trajo la sombra, le valió el premio Casa de las Américas en 1960. El Ministerio de Cultura le iba a hacer un homenaje en la Casa de las Américas, en España, pero él no pudo viajar y el Premio Cervantes no se le llegó a conceder. Se planeaba el homenaje en octubre. Saskia Guayasamín indicó que hoy se le rendirá una conmemoración en la Capilla del Hombre, la gran obra del maestro ecuatoriano Oswaldo Guayasamín, fallecido en 1999 y gran amigo del poeta. La hija de Guayasamín señaló que cumplirán el deseo de los dos artistas de ser enterrados juntos, por lo cual las cenizas de Adoum se depositarán hoy por la tarde al pie del Árbol de la vida, donde se encuentran las del pintor, en la Capilla del Hombre, en Quito. (PCG)

VIRGEN

SUBLUNAR, YACENTE, SUBYACENTE DONCELLA te enamoraste de la piel y no de la llaga del que gritaba debajo de la herida. Lastimándote podías parecerte al merecido. Sangrándote, ¿iba a seguir durmiendo el tigre todavía azul de tu deseo, tu inconfesable tigre? Le llamabas con tu vocación de sed culpable que bebía en tus manos, decías querer ser feliz en su debajo y que nunca tendrías otro esposo "Te he sido fiel, señor" No sé cuándo te echaste los cerrojos, dónde me quedé amándote por encima del hábito esperándote a que fueras un poco más desnuda, no tan niña. Tal vez no me debías fidelidad ninguna, con él no era pecado aquello que conmigo, pero en cada altar encuentro tu fotografía con muchos más vestidos y con una aureola que veo solo yo, subterráneo. www.hoy.com.ec/noticias-ecuador/muere-elescritor-que-le-falto-al-boom-356429.html

Sitio oficial de Jorge Enrique Adoum: www.jorgeenriqueadoum.cce.org.ec

elpoemaseminal 133-134/ mayo-julio, 2009/27


RREECCIIBBEE EEVVO OD DIIO O EESSCCAALLAAN NTTEE PPRREEM MIIO O D DEE PPO OEESSÍÍAA LLÓ ÓPPEEZZ VVEELLAARRD DEE Al recibir el Premio Iberoamericano de Poesía Ramón López Velarde, el crítico literario Evodio Escalante señaló que el poeta de Jerez, Zacatecas, fue un parteaguas en el arte de nuestro país y lo esencial fue que resumió el alma de la nación en sus versos. La decisión de entregar el galardón fue por su contribución a la difusión de la obra del escritor zacatecano y se suma a nombres como José Emilio pacheco, Juan Gelman, Emmanuel Carballo y Carlos Monsiváis. Explicó que en la obra lopezvelardeana, la poesía y crítica pueden ser sinónimos, porque su capacidad intelectual así lo denotaba en su análisis poético y social. En ese sentido, señaló que en estos momentos no hay poetas que realicen este papel en la nación. “Que no hable de su tristeza, sino también del entorno en que vive y no es el ideal”.

Señaló que López Velarde, como pocos, logró capturar en sus versos la nacionalidad, para luego derivar su significado a otros espacios y tender una serie de puentes al futuro, “porque él sí pudo vislumbrar lo que podía acontecer”. Mencionó que ante los tiempos difíciles y de desorientación en el país, de caos social y político, la obra de López Velarde sigue viva y permite un reencuentro con lo que significa México. “Justamente en momentos de crisis tenemos que decir que no estamos huérfanos, tenemos nuestra literatura en la que se concentran los valores del alma nacional; entre ellos, sin duda, el primero es López Velarde”. El premio fue entregado ayer en la capital zacatecana y a la ceremonia asistieron personalidades del ámbito cultural y académico. La Crónica, 20 de junio de 2009 ***

Armando González Torres, nuevo integrante del Sistema Nacional de Creadores del Fondo Nacional para la Cultura y las Artes (México)

____________________________________________ Comité editorial luis alberto alfaro (costa rica)/ cruz benítez/ fabienne bradu/ sergio cárdenas/ luis cortés bargalló/ miguel jorge castillo/ evodio escalante/ julio césar félix/ alfredo giles-díaz/ jesús gómez morán/ armando gonzález torres/ ricardo hernández echávarri (eu)/ saúl ibargoyen/ josé kozer (eu)/ eduardo langagne/ hernán lavín cerda/ lucía de luna/ floriano martins (brasil)/ josé manuel mateo/ santiago montobbio (españa)/ angelina muñiz-huberman/ jorge ortega (españa)/ armando oviedo/ george reyes (ecuador)/ manuel silva acevedo (chile)/ felipe vázquez/ óscar wong/ elsa zeferino/ editor web: ignacio simal (españa)/ coordinador: leopoldo cervantes-ortiz

elpoemaseminal es un proyecto independiente de divulgación sin afanes de lucro ni de promoción de una sola línea estética o cultural. no está vinculado a ningún grupo o institución, por lo que abre sus puertas a todos los autores/as de México y de cualquier parte del mundo. reconoce que los espacios para la poesía, con todo y que ahora son muchos dentro y fuera de la red cibernética, siguen siendo reducidos. el criterio de selección es únicamente la calidad poética, debido a lo cual se aceptan aportaciones en todos los sentidos. se citará siempre la fuente original. invitamos a los lectores/as y amigos/as a compartir poemas, libros, presentaciones, novedades y todo lo relacionado con la poesía, así como nuevas direcciones.

www.elpoemaseminal.lupaprotestante.com, www.elpoemaseminal.blogspot.com elpoemasem@yahoo.com.mx, elpoemaseminal2009@yahoo.com.mx correodepoesia@yahoo.com.mx

elpoemaseminal 133-134/ mayo-julio, 2009/28


Turn static files into dynamic content formats.

Create a flipbook
Issuu converts static files into: digital portfolios, online yearbooks, online catalogs, digital photo albums and more. Sign up and create your flipbook.