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n135-136 elpoemaseminal [ago-sep09]

ulalume gonzález de león (1932-2009)/ eduardo lizalde: 80 años/ isabel fraire

sexto aniversario

atisbos

FFAALLLLEECCIIÓ ÓU ULLAALLU UM MEE GGO ON NZZÁÁLLEEZZ D DEE LLEEÓ ÓN N,, PPO OEETTAA,, N NAARRRRAAD DO ORRAA,, EEN NSSAAYYIISSTTAA YY EED DIITTO ORRAA CCaarrllooss PPaauull

Poeta, narradora, ensayista y editora, Ulalume González de León falleció en una clínica de Querétaro [México] el pasado viernes, alrededor del mediodía. La escritora padecía de Alzheimer desde hace tiempo y murió de insuficiencia respiratoria, informó su sobrina, Berenice González de León. Nacida en Montevideo, Uruguay, en 1932, y naturalizada mexicana en 1948, González de León perteneció a una generación de mujeres poetas, entre las que figuran Carmen Alardín, Isabel Fraire y Thelma Nava, cuyo quehacer en los años 70 destacó por enfrentar nuevas problemáticas de la mujer, el amor y la relación de pareja. Ulalume fue la poeta más sugerente de esa generación en cuanto a su propuesta poética, apuntó la investigadora Gloria Vergara, autora del volumen Identidad y memoria en las poetas mexicanas del siglo XX. La creación de Ulalume González de León –destaca Vergara en su estudio– “parte de la idea de que todo está dicho, lo que hace la poesía es un reacomodo, un plagio. En su poética el verdadero sujeto es la memoria, los cuerpos son sólo célula del cuerpo de la memoria, la memoria es el cuerpo lleno y vacío de sí. Todo se revierte en ella, todo se contrae, los cuerpos van y vienen: el cuerpo de la escritura, el cuerpo del tiempo, su cuerpo. En esa temporalidad (en la poética de Ulalume) el encuentro se vuelve un sujeto evocador; aparece como nostalgia y presiente la secuela de la fragmentación, el cuerpo es visto entonces como un plagio, una identidad definida por la encisión y la itinerancia. Por una sana distancia Para el poeta Eduardo Hurtado, el fallecimiento de Ulalume González de León es una lamentable pérdida. Entre los varones poetas de su generación, entre los que se podría mencionar a Gabriel Zaid, Eduardo Lizalde, Marco Antonio Montes de Oca, todos ellos, al igual que González de León, representan el primer intento de crear una sana distancia con la poética predominante, la cual predicaba Octavio Paz, comentó Hurtado. “La originalidad de Ulalume fue el haber reconocido que los poetas siempre estamos haciendo rescrituras, que el mito de la originalidad, el cual provenía de las vanguardias, no es tal. La idea de Ulalume es que estamos escribiendo un mismo, largo poema, y que en realidad hay una permanente continuidad y una permanente rescritura en la literatura, particularmente en la poesía.


“Ella llevó a cabo las rescrituras más interesantes y más cumplidas, y paradójicamente más novedosas, con un sello personal de cuantos pudo haber producido esa generación. El concepto de plagio, en cuanto a las rescrituras –coincide Hurtado– era una palabra cara a Ulalume.” Fue autora, entre otros libros, de A cada rato lunes (cuentos, 1970), Las tres manzanas de naranja (1996), de los libros de ensayo y traducción: El uno y el innumerable quién (antología de e.e. cummings), El riesgo del placer (sobre la obra de Lewis Carroll), y Plagios donde reúne los siete libros de poemas escritos de 1968 a 1979; González de León fue distinguida con los premios Xavier Villaurrutia, 1978; De poesía La Flor de Laura, 1979, otorgado por el Centro de Estudios Internacionales sobre Petrarca, de París, y Premio Alfonso X, en 1991, por su trayectoria como traductora (compartido con Julio Pimentel). Como editora fue integrante del consejo de redacción de las revistas Plural, Vuelta y Letras Libres, labor que también la distinguió, “pues jugó un papel muy importante, en la época de la revista Vuelta, para convocar a los poetas de todo el país y de otras latitudes, para establecer juegos con la poesía, a dejar la solemnidad y devolverle al trabajo de la escritura del poema su espíritu lúdico”. A la poeta Ulalume González de León le sobreviven sus hijos Berenice, Diego y Sofía. La Jornada, 21 de julio de 2009

TTO OD DO O EESSTTÁÁ D DIICCH HO O

JJuuaann D Doom miinnggoo AArrggüüeelllleess Ulalume González de León (Montevideo, 1932- Querétaro, 2009) tenía como consigna y divisa una famosa frase de Montaigne: “No digo lo que otros dicen sino para decirme mejor”. Es el epígrafe de sus Plagios, que reunió en 2001 y que abarcan trescientas páginas de una poesía atípica, plena de juego verbal pero no exenta de sentido. Su poesía cultiva el nonsense y es, por ello, travesura, diversión y solaz (a veces, incluso, niñería), pero también desafío, porque entre burlas y veras descubre el misterio oculto de la palabra: su significado. El absurdo deja de serlo cuando nos revela lo inesperado de las cosas. El escarceo es juego intelectual, pero también ejercicio lírico de conocimiento. La poesía de Ulalume González de León juega a jugar, lo cual ya es un artificio irónico, tal y como lo entendía Lewis Carroll, uno de los puntos más altos en la admiración de la escritora mexicana. “Brull nonsense” es un ejemplo de profunda seriedad juguetona: “Se parte en dos el silencio/ la luz se vuelve al revés,/ y sin manos, van las manos/ a buscar quién sabe qué,/ y en el minuto de nadie/ pasa lo que nunca fue...”. La inocencia en la poesía de Ulalume González de León juega a que se la crean, en una lúcida paradoja. En uno de sus mejores poemas, “Jardín escrito”, con el que cierra precisamente sus Plagios, nos ofrece espléndidamente su poética: “En el jardín que recuerdo/ sopla un viento que mueve las hojas/ del jardín donde ahora/ estoy escribiendo/ En el jardín que imagino/ sopla un viento que mueve las hojas/ del jardín que recuerdo/ Y en el jardín donde ahora/ estoy escribiendo/ sopla un viento que mueve las hojas/ sin jardín:/ armisticio/ de fronda imaginaria y fronda recordada/ pero también las hojas verdes/ del jardín donde escribo/ pero también las hojas blancas/ en que estoy escribiendo/ y nace otro jardín”. La paradoja y el absurdo cobran sentido y nos abren ventanas al entendimiento como cuando en la merienda de locos de Alicia, la niña dice: “Bueno... en todo caso, pienso lo que digo... por supuesto, es lo mismo”. “¡De ningún modo es lo mismo! —exclamó el Sombrerero—. ¡Vaya, así también podrías decir que ‘veo lo que como es lo mismo que como lo que veo’!” “¡O decir —agregó la Liebre— que ‘me gusta lo que tengo’ es lo mismo que ‘tengo lo que me gusta’!”. elpoemaseminal 135-136/ ago-sep, 2009/2


A esto jugaba Ulalume: al juego inteligente de la literatura que nos revela lo recóndito no sólo del lenguaje sino de la vida. Y, además de todo, con la conciencia de que “todo ha sido ya dicho” y de que, por lo tanto, “todo es plagio”, sumando a ello la noción filosófica y antropológica del juego intelectual que Ramón Xirau sintetiza del siguiente modo: “La reflexión no excluye el juego y el hombre que juega es ya un hombre que conoce”. Hija de poetas (Roberto Ibáñez y Sara de Ibáñez, uruguayos), hasta el nombre infrecuente de Ulalume era un plagio (“¡la tumba de tu pálida Ulalume!”, leemos en el poema en Edgar Allan Poe). Ulalume González de León no evadió siquiera el juego de la muerte, y en los epitafios de sus “Muertos breves” podemos leer estas dos maravillas que, ahora, vuelven a ella: “Es tu primera muerte/ y qué perfecta/ Se nota que estudiaste para muerto”; “(Poeta muerto)/ Fue perdiendo palabras/ hasta quedar en blanco/ y regresó al silencio”. Laberinto, supl. de Milenio Diario, 25 de julio de 2009

LLAA H HU UEELLLLAA TTRRAAN NSSAATTLLÁÁN NTTIICCAA D DEELL D DEESSEEO OD DEE PPAALLAABBRRAA AAddoollffoo CCaassttaaññóónn

Ulalume, Ulalume Ibáñez: Ulalume González de León nació con la estrella de la poesía marcada en la frente. Sus padres, los poetas Roberto y Sara de Ibañéz, decidieron ponerle a su hija este nombre acuñado por Edgar Allan Poe que suena como a jitanjáfora y tras cuyo velo vocálico parecería acechar una antigua deidad africana; suena a salmo o canción de encantamiento: “Ulalumbre: alumbra lumbre de alumbre”, para frasear el inicio de una célebre novela. Hija de poetas, le tocó en suerte ser heredera por su madre, Sara de Ibáñez, de un linaje lírico femenino de nuestras Américas que, para no remontarse a las afiligranadas letras virreinales, cabe desgranar en las cifras de Juana de Ibarborou, Alfonsina Storni, Gabriela Mistral, Silvina Ocampo y Fina García Marruz. La sagaz e inquieta Ulalume tiene más, mucho más que ver en su propuesta estética y poética con la lírica francesa e inglesa de la que fue una admirable conocedora. Le gustaba contar que, cuando el poeta Jules Supervielle visitó la escuela donde ella estudiaba sus primeras letras, se sorprendió al oírla recitar de memoria en francés un poema suyo. Supervielle, que conocía a los padres, se prendó de esa niña tan inteligente, que lo mismo sabía dar la lección de historia que resolver una complicada ecuación matemática o complejos, acertijos y sopas de letras con los ojos cerrados. Ulalume publicó sus poemas en la revista Diálogos –su cuna literaria–, dirigida por Ramón Xirau quien reconoció en ellos el comercio vivido y vivaz entre la ciencia, la filosofía y el juego. Xirau adivinó la forma en que la poeta situaba en el escenario del poema problemas y motivos de la filosofía para jugar con ellos. De ahí que no extrañe que cite a Montaigne y a Pascal, y que haya sido una buena conocedora de los moralistas franceses del siglo XVII y XVIII: de ellos está hecha, en parte, la madera de sus tableros, ludiones, juegos, anamorfosis y juguetes literarios. Muy joven se casó con el arquitecto y pintor Teodoro González de León cuyo apellido llevó como una prenda de su nacionalidad electiva: la mexicana. Al separarse, conservó el nombre del padre de sus hijos; y le dedicó la última edición de su obra al poeta Jorge Hernández Campos. Forma parte Ulalume de una emigración uruguaya que, desde el exilio, supo sentar sus reales permanente o transitoriamente en el corredor llamado México. Pero existe una familia más real a la que pertenece y en la cual la inscribe Octavio Paz, en las páginas certeras que le dedicó y que figuran como prólogo a Plagios (México, FCE, 2001): “Para otros poetas el lenguaje es una geometría, una configuración de líneas que son signos que engendran otros signos, otras sombras, otras claridades: un dibujo. Ulalume González de León pertenece a esta segunda familia; para ella el lenguaje no es un océano sino una arquitectura de líneas y elpoemaseminal 135-136/ ago-sep, 2009/3


transparencias. […] Al oírlos, los vemos: son una geometría aérea. […] La poesía de Ulalume no se toca: se ve. Poesía para ver”. ¿Qué ve Ulalume en sus poemas? ¿La realidad del Logos cristalizada en el lenguaje y ambientada en el espacio por excelencia del escritor: el cuarto, los cuartos? En las notas en prosa a Plagio, ¿no habla de esos “lugares del tiempo” que son sus “muchos cuartos” presentes, ausentes, manifiestos, latentes? En esos aleccionadores comentarios, expone una oblicua arte poética que deja entrever la agudeza de esta certera vaticinadora del acontecer interior quien, desde sus jardines errantes (¿no era un ser varias veces desterrado, expatriado?) y colgantes (¿no era como ciertas lianas, una orquídea capaz de caer hacia arriba?) podía contemplar con traviesa creatividad, a través del espejo, el incesante desmoronamiento y enamoramiento del mundo. El lugar de Ulalume está, como diría el poeta y crítico venezolano, Guillermo Sucre, en el espacio puro del poema. Por su voluntad y gusto por el juego, las aéreas armaduras verbales de Ulalume gravitan en un espacio estético donde las máquinas de cantar, como las de Antonio Machado y Gabriel Zaid, flotan en el aire hacia las máquinas deseantes de Marcel Duchamp. Ese gusto por el juego inteligente, lengua adentro y entre las lenguas, sella el porvenir de su obra entre poetas más jóvenes como Tedi López Mills o Tamara Kamenszain. Si la historia de la poesía se tejiese incluyendo en ella las traducciones hechas por los poetas de los poetas, la figura de Ulalume González de León, traductora sagaz y delicada de Lewis Carrol, e. e. cummings, Swinburne, Valery Larbaud, Yves Bonnefoy, Gérard de Nerval, Jules Supervielle, figuraría en primerísimo lugar. Sin su cortante silueta, la historia de la traducción poética en México, en la segunda mitad del siglo XX, sería inexplicable. Una de las voces que acompañaron con su aliento y entusiasmo esas venturosas aventuras literarias, las revistas Plural y Vuelta, animadas por Paz, fue la exacta suya y ahí obtuvo sus cartas credenciales en las letras mexicanas. Gran señora de la traducción, entre otras cosas, salvó para la lengua castellana a Lewis Carroll y a su Alicia maravillosa, junto con los monstruos (Snark et al) que la acompañan… En Ulalume la tarea de traducción transcendería la ancilar abnegación filológica para acceder al reino puramente lúdico del ejercicio cuasi-matemático. No es fortuito que esta mente cristalina se haya atrevido a traducir, alentada por Paz, las Obras escogidas de A. O. Barnabouth, escritas por Valery Larbaud, ese inmenso e influyente lector, precursor de los heterónimos. Alquimista alborozada de la palabra, Ulalume González de León deja, además de una huella transatlántica en la literatura mexicana e hispanoamericana, la herida irrestañable del deseo despierto en la poesía y en la muy alta poesía de la traducción. www.justa.com.mx/?p=9690

EELL D DEESSN NU UD DO O YY YYO O

UUllaalluum mee GGoonnzzáálleezz ddee LLeeóónn La piel, el termostato y la razón del hombre son, combinados, los culpables de los problemas que parecen plantear tanto el cubrimiento como el descubrimiento del cuerpo... y todos los grados intermedios entre ambos extremos. La piel humana es sin duda uno de los acabados menos resistentes del reino animal a las inclemencias del entorno. También deja mucho que desear el diseño del termostato de nuestra parte no pensante. Pero no cabe duda de que es la otra parte la que más claramente parece distinguirnos del resto de la fauna. Y aquí me refiero por supuesto a nuestra famosa razón, que lo mismo se caracteriza por sus elpoemaseminal 135-136/ ago-sep, 2009/4


aciertos (ya que nos sugirió remediar aquellas fallas convirtiéndonos de "monos desnudos" en "monos vestidos") que por sus sinrazones "morales" y "estéticas". Las leyes del termostato "moral" nunca han podido ser "racionalmente" explicadas —ya Montesquieu señalaba en sus Lettres Persannes que son desarmantemente relativas. Dios me libre entonces de emitir el más mínimo juicio moral en estas meditaciones sobre el desnudo. En cuanto a los juicios "estéticos", aunque el termostato que mide la belleza es igualmente caprichoso, me parecen menos imperdonables. ¿Y qué decir de la combinación de ambos? ¿Es "más moral" el desnudo en el arte porque lo redime —¿de qué?— la "búsqueda de la Belleza"? ¿Tardó tanto en aceptarse en el cine o la fotografía porque se parece demasiado al deplorable desnudo que anda suelto por donde no debe? ¿Hay algo que pueda ser "noblemente erótico" o "bajamente pornográfico"? ¿Qué es más erótico o pornográfico, el desnudo total o el vestido parcial? Tal discusión no tiene porvenir. A cada quien su dosis de desnudo —la que más convenga a su termostato personal. Eludiendo las reflexiones morales por impertinentes en los dos sentidos de este término, hablaré de mi propia actitud frente al desnudo, no exenta de cierta "deformación profesional" —la que se traduce en un rechazo de todo lo que coarta la "libertad de imaginación". * Aun en el acercamiento más mental del que sea capaz, el desnudo me parece teñido de afectividad: es imponente y tierno. Al pensarlo se me presentan los tres desnudos más desnudos que pueda concebir: el del hombre que nace y el del hombre que muere: dos ingresos diferentes del tierno cuerpo (el epíteto es de Villon, quien no podía concebir muerto al cuerpo femenino); y entre ambos, el desnudo de los amantes que triunfan —así sea momentáneamente— sobre ese desamparo. Y en seguida descubro que no todo desnudo es para mí fuente de erotismo y de curiosidad al mismo tiempo. Mi interés por el niño pequeñísimo fue tan vivo como efímero: hoy sólo me conmueve su imagen en el arte. Pienso en la estatua yaciente de algún rey muerto en Saint-Denis, o en algún cadáver de Cristo, como el desnudo terrible que pintó Mantegna. En cuanto al de los amantes, es el único que provoca en mí curiosidad y respuesta sensual a un tiempo, pero sólo en el arte —no pertenezco a la familia de los voyeurs... ¿o sí pertenezco? Ya no pensado sino visto, y ya no visto en un museo sino en plena vida, el desnudo en que se me unen esas dos respuestas posibles es el del cuerpo del hombre. Ante la mujer sólo soy curiosa, como si me mirara en un espejo y sólo para descubrir qué ve el hombre en mí. Pero estas reflexiones, que parecen no venir a cuento, no son sino un paso hacia una imaginación más exaltada. ¿A qué llamo, en mí, respuesta sensual y curiosidad ante el desnudo masculino? La respuesta es un tumulto de datos que me es imposible separar. No pertenezco a la familia del voyeur —si reducimos a éste, como en francés, al "individuo al que la sola vista excita"; pero si es voyeur el que usa el ojo para oír, tocar, percibir el aroma y el sabor de un cuerpo simultáneamente a la captación de su imagen, como si en ese mismo instante el ojo se hiciera también mental y prolongara los datos de los sentidos imaginando, entonces sí pertenezco a aquella familia. Más que dar prioridad a uno de los sentidos, ese "ojo" los combina en ecuaciones siempre diferentes en que el factor común imprescindible es la imaginación. Pero lo dice mejor la poesía cuando teje sus indisolubles redes de correspondencias, y uno de los primeros ejemplos que yo recuerde está en el soneto XIII de Shakespeare: "Oír con los ojos pertenece a la fina agudeza del amor" —traduzco "wit" por agudeza pensando en Gracián, en su unión de "los extremos cognoscibles" que "exprime las correspondencias" hasta su última gota, y sobre todo en ese nivel que va más allá de los sentidos y que él llama "agudeza por ponderación misteriosa". El "ojo" del erotismo se eleva imaginando al misterio; sin imaginación, ver acaba en un tedio absoluto. Pero el "ver" a que me refiero es doble: es un encuentro entre el que mira imaginando, y un objeto capaz de "imaginarnos", es decir de transformarnos al despertar nuestra imaginación. Y esto tiene que ver con lo que sigue: el desnudo en las artes visuales. elpoemaseminal 135-136/ ago-sep, 2009/5


Esculpido, pintado, filmado o fotografiado, el desnudo humano no es ni más ni menos erótico o sensual que el contorno de un fruta, o el de un florero, o el de un caballo, o los juegos de las formas más abstractas. Puede haber también desnudos que repelen, que congelen la sensualidad, como algunos de Bacon de monstruosa belleza; o desnudos ascéticos, negaciones de lo carnal, como los esculpidos por Giacometti, a los cuales podríamos oponer como expresiones carnales y sensuales las más abstractas esculturas de Moore o de Arp. Pero volvamos al cuerpo desnudo y también al tema que parecería determinar su presencia y cuya primacía en la atracción que ejerza lo visto acabo de rechazar. No basta una "lluvia de oro" entre unas piernas femeninas abiertas, ni un fauno de falo erecto raptando a una ninfa, ni todos los atrevimientos más "realistas" del cine o de la fotografía para que lo visto, después de un primer impacto que puede ser producido por la novedad de lo que no conocíamos, resista a la prueba del tiempo, pueda seguir manteniendo viva la respuesta sensual o la curiosidad. El desnudo, como el poema, debe ser un objeto que posea lo que llamo lo inacabado; ser lo visto, más lo sugerido; lo abierto cada vez a un juego inédito de la imaginación: lo que requiere una auténtica participación activa del que contempla (semejante a la del que lee una obra). Si un desnudo tiene eso no será nunca "pornográfico". Yo reservo ese término para el espectáculo impuesto por la falta de imaginación de otro, el cual congela totalmente nuestra posibilidad de imaginar; para el espectáculo que intenta, contrariamente al verdadero arte, reemplazar lo individual por una abstracción, lo vivido o por vivir por una forma propuesta y, lo que es peor, vendida como ideal y que poco tiene que ver con la realidad; todo aquello que nos impide reconocer que lo imperfecto de nuestra vida sexual de jóvenes, la más personal y la más íntima ya, es otra forma de la perfección. Añado que hay también "poemas eróticos", como los que le dedico al final de estas páginas a T. G. de L. El erotismo es para mí un mutuo hacer alma con los cuerpos y hacer cuerpo con las almas, un perder los cuerpos en un olvido como el que nos confiere el buen vino, para recuperarlos. Pero lo podría decir mejor, tal vez, con mis poemas para él y la fotografía que, etc., etc...

Letras Libres, junio de 2005

testimonios COMPROMISOS SEMÁNTICOS

RAVI EL ENCANTADOR sentado nunto a una canasta de palabras las encantó y se ordenaron en significados Obedecían al encantador Y significaban exactamente lo que él quería que

Humpty Dumpty preguntó a Alicia qué significaba su nombre y se rió tanto tanto que se le juntaron las comisuras a la vuelta de la cabeza

CUERPO ENTERO

SEPARAR EL TACTO DE LAS MANOS hacia un repertorio disidente de ejercicios de menos

significaran Una señora inventaba palabras tristes tristes para llorar todos los días

Tocar sólo tu voz Después: sólo tu olor Después: sólo tu luz elpoemaseminal 135-136/ ago-sep, 2009/6


Después: lo inacabado en tu presencia un desconocimiento. Y volver a calzarme el tacto para tocar tu cuerpo para tocar en tu desnudo lo desnudo también de desnudez.

TEDIO DE LA JARRA

CANSADA DE HABITAR en menos que su imagen, la jarra azul se aburre y hace estallar las sílabas de su cárcel rimada. Se aburre de su azul escrito, y a mis trampas azules -lapislázuli, Nattier, Vicapervinca, Brudulbudura- burla.

según el Canal 2, unos 14 grados. Aunque el agua está a 30, sería lo prudente no quitarse las batas antes de tres minutos de besos. Ya quitadas, tomarse medio más para verse desnudos a la luz (no habrá otra) de los cuerpos. Y así ganado grado y medio, clavarse en la piscina, nadar, nadar, nadar como desesperados 60 metros: sólo entonces no sabremos dónde comienza el agua ni dónde acaba el cuerpo. Y en prenatal tibieza y flotantes abrazos, lentos celebraremos nuestro primer encuentro de edénicos delfines aunque los submarinos besos sepan a cloro. Y juro que no habrá resfriados, querido: uniendo grandes toallas a malos pensamientos, sí, nos valdrán sombrilla viento, frío y distancia al cruzar el jardín hacia la regadera donde para empezar nos enjabonaremos el uno al otro... 2O/XI/89

IDILIO

UNA INCREÍBLE COINCIDENCIA

Se aburre de sus aguas que mi sed amaestra: cría nubes y llueve: salpica en mi cuaderno sus retratos de tinta.

y un pequeñísimo Accidente se enamoraron de repente. –Por qué?– se preguntaban constantemente. Un día se encontraron con una Explicación (inútilmente): era vieja, tan vieja y tan llena de arrugas y con tantos dobleces que los dos concluyeron: –Es una Adivinanza! (felizmente)

De su brillo se aburre y bosteza tan hondo que sorbe todo el negro del cuarto donde escribo y me quedo sin sombra. De su peso se aburre y cielo arriba, globo, en azul sobre azul ingresa en lo invisible arrojando su lastre: todo: arena de sueño.

EL AMANTE

MIENTRAS BESABA A ROSALÍA

Vuelta, núm. 142, septiembre de 1988 POEMA DE EL DIARIO ROJO (AÑO II) Para Mr. George H. Fields

ANOCHECE TEMPRANO, ESTAMOS EN INVIERNO, y a las 7 p.m. marcaran los termómetros,

notó que de ella nada había: ni tronco, ni cabeza, ni miembros… pero esos detalles olvidó y la cubrió de besos.

L’ESPRIT DE LA LANGUE

NO PODRÍAS HABLAR EN PÁJARO No podrías hablar en viento No podrías hablar en mar Te faltaría elpoemaseminal 135-136/ ago-sep, 2009/7


creo l’esprit de la langue Lo que han dicho la ola no admite discusión

el aire el mirlo

Tú en cambio tuerces retuerces las palabras

PROBLEMA

CALCULAR

(dado el producto de la multiplicación de las caricias el número de golpes de ala por segundo con que la pasión compensa el peso de los cuerpos la velocidad adquirida al pensarnos la resistencia del aire a todas nuestras iniciativas voladoras el intervalo admisible entre la temperatura

IISSAABBEELL FFRRAAIIRREE FFU UEE H HO OM MEEN NAAJJEEAAD DAA EEN N BBEELLLLAASS AARRTTEESS EELL D DO OM MIIN NGGO O 2266 D DEE JJU ULLIIO O PPO ORR SSU USS 7755 AAÑ ÑO OSS La poesía es una expresión vinculada a cada aspecto de la vida, opina Isabel Fraire, convencida de que no hay temas pequeños. Un buen poema, afirma, puede surgir al cruzar una calle, al observar un objeto o al abrir el periódico y despotricar contra las ocurrencias de los políticos. “Soy poeta porque desde joven he necesitado un medio sencillo, directo y expresivo que me permita plasmar mis ideas, pasiones, desazones, lo mismo en un autobús, que en la servilleta de la mesa de un café. La poesía es una buena compañía, siempre dispuesta a abrir sus brazos”. Isabel Fraire dijo sentirse emocionada con el homenaje que se realizará en su honor el próximo domingo en el Palacio de Bellas Artes con motivo de sus 75 años de vida. “Cuando miro hacia atrás me sorprendo por las imágenes, como si contemplara muchos cuadros colmados de recovecos y tramas. He vivido mucho”, afirmó la autora de Poemas en el regazo de la muerte, ganador del Premio Xavier

máxima y la temperatura mínima del deseo las intermitencias con que fabricamos nuestra continuidad el margen de error tolerable para un ingreso simultáneo en el olvido que sabes las probabilidades de reincidir por falta de recuerdo la mayor o menor necesidad de un postre metafísico al banquete carnívoro el porcentaje de limaduras virutas rebabas que pueden ser recicladas in situ y la fuerza de gravedad de toda alegría y la trayectoria asíntota al más estrellado techo) la condición necesaria y suficiente de este amor.

zonas Villaurrutia, durante la entrevista concedida a Conaculta en su casa de Coyoacán. Rodeada por centenares de libros que se extienden por los largos anaqueles de su estancia y mientras acomoda algunos periódicos, Fraire mira hacia el jardín de su vivienda, tratando de recordar cuando se inició en el oficio literario. “Mi primer poema se lo escribí a los 15 años a un novio de la secundaria que trabajaba como mandadero en una tienda. Un día le encargaron acomodar una biblioteca y me llevó porque según él no avanzaba. Entre todos esos libros decidimos escribirnos poemas como juego y desde entonces me di cuenta que tenía facilidad para las palabras”. De padre mexicano y madre norteamericana, Isabel Fraire afirmó que al estar en medio de las elpoemaseminal 135-136/ ago-sep, 2009/8


dos culturas se le facilitó la traducción de numerosos poemas por la compresión profunda de los modismos lingüísticos. Entre sus traducciones al español se cuentan autores como Ezra Pound, T. S Eliot, Wallace Stevens, E. E. Cummings, Wystan Hugh Auden y W.C. Williams, entre otros. “La poesía es un medio totalmente elástico, en cada lengua y nación se enriquece con diversas tonalidades y matices. En mi caso siempre escribo lo que veo en cada país y he tenido la suerte de haber vivido en muchos. Puedo decir que la constante entre las culturas es la presencia de la poesía como medio para dar voz al alma humana”. A la fecha Fraire ha radicado en España, Inglaterra, Francia y en los Estados Unidos donde es conocida entre la comunidad literaria de Nueva York. “El conocer muchos lugares es el mejor ejercicio para el poeta. En este oficio se necesita del contacto con la tierra, con la gente, de ahí surge la inspiración para esas obras que pueden ser de alabanza, de testimonio, de alegría o de profundo dolor y tristeza”. Entre su obra existen numerosos poemas sobre acontecimientos políticos a los que Fraire reconoce como otro de sus principales intereses. En la mesa de trabajo de su estudio se encuentra una edición de su antología Puente colgante, de la cual comparte algunos fragmentos de esa obra vinculada con movimientos sociales que ha seguido durante años. “Antes en Managua las calles no tenían nombre/había que preguntar para llegar a cualquier parte/ guiándose por puntos de todos conocidos: Hotel Intercontinental/ Mansión de Luis Somoza/ El retiro (Hacienda de Somoza)/ estatua del ingeniero Somoza/ Hospital de la guardia nacional/ hasta la geografía giraba en torno del único centro de poder político…” “La política me apasiona, cada día leo el periódico de principio a fin. En cada acontecimiento hay siempre material para ser plasmado en un poema. En México hay una gran tradición de poesía política, por alguna razón este medio de expresión está muy arraigado a nuestra cultura”. Confiesa que una parte vital de su proceso de trabajo es tomar como ayudante al tiempo. “Antes

de que mi gato hiciera destrozos tenía un cajón en el que guardaba cualquier poema que escribía y dejaba pasar un año para releerlo y ver si valía la pena”. En este sentido dijo que los hábitos y gustos del poeta, una vez arraigados, son prácticamente inamovibles. “A lo largo de los años no han cambiado mucho los temas que me interesan, ahí está el amor, las anécdotas de viajes, el arte, la política, la familia, tengo incluso poemas sobre mi abuelo gambusino que viajó a Alaska durante la fiebre del oro”. Y agregó: “Mientras hay vida hay temas para ser plasmados en palabras, me considero afortunada. He conocido gente, ciudades, he visto mis libros traducidos a muchas lenguas, incluso en Holanda convirtieron a mis poemas en canción. Este oficio corre a la par de la existencia y por ello continuaré ejerciéndolo con pasión”, concluyó Isabel Fraire.

PPO ORR SSU U PPÉÉSSIIM MAA M MEEM MO ORRIIAA,, M MÉÉXXIICCO ON NO O VVAALLO R A L A O B R A D E I S A B E L F R A I R E : ORA LA OBRA DE ISABEL FRAIRE: AAVVIILLÉÉSS FFAABBIILLAA FFaabbiioollaa PPaallaappaa Q Quuiijjaass

Los poemas de Isabel Fraire no emplean palabras novedosas o raras; sus aparentes desplegados amorosos y vivenciales son los mismos que utilizan otros poetas, pero su expresión lúcida y certera sintetiza magistralmente la vida, sostuvo el escritor Dionicio Morales, durante el homenaje que se le rindió este domingo en el Palacio de Bellas Artes a la autora de Poemas en regazo de la muerte, con motivo de su 75 aniversario. Morales destacó que Fraire ha tocado los dos extremos de la gran poesía: la que nace del corazón, pero saca los hábitos de la conciencia hacia adentro, y la que nace del corazón, pero se apropia de la música celeste para convertirla en canto. Por su parte, el escritor René Avilés Fabila deploró que en México, por su pésima memoria, no se valore la obra de la Premio Xavier Villaurrutia 1978: tendría que ser leída como la mejor poeta de versos, como dice Bonifaz Nuño. La voz de Isabel es poética, y a pesar de su éxito internacional, apenas la leemos en el país. elpoemaseminal 135-136/ ago-sep, 2009/9


Avilés Fabila definió a Fraire como periodista de altos vuelos, por su interés en los temas políticos; comentó que la Universidad Autónoma Metropolitana (UAM) prepara una antología con los textos periodísticos. Es una mujer que escribió ensayos significativos, y una reportera que ejerció un periodismo poco frecuente en México, indicó el director del Museo del Escritor. Por su parte, el escritor Jesús Quintero detalló que la poeta escribe de aquello que le conmueve, asombra o irrita: el amor, la calle y la ciudad, el arte, la política y la familia. Y lo hace con el don del artista que en unos segundos traza con la guía del pulso un círculo perfecto. Mas no se dejen engañar: la sencillez de sus poemas es aparente. Cada uno es fruto de la depuración y de la exigencia. Al final de la ceremonia, Isabel Fraire leyó algunos de los poemas que incluye el libro Puente colgante (1997), cuyo eje temático es el peligro que implica emprender un proyecto. La vida misma me parece un puente, dijo la poeta.

La Jornada, 27 de julio de 2009

VVAARRIIAACCIIO ON NEESS SSO OBBRREE EELL AAM MO ORR IIssaabbeell FFrraaiirree

Un estar endiosado, arrobado, fuera de sí de felicidad.

Las novelas, la poesía amorosa, las películas románticas, las canciones populares y, sobre todo,

las aspiraciones de la familia nos educan desde la infancia a esperar lo imposible del amor y nos inculcan una idea de lo que debe ser el objeto amoroso. De alguna manera añaden a la inevitable atracción sexual de los adolescentes el deseo del amor perfecto, el temor a la separación o pérdida del ser amado, la ilusión de eternidad y, por otro lado, la exigencia de perfección en la amada o el amado, y la desilusión cuando se constata que no es precisamente el dechado de virtudes del cual se había enamorado. Y sin embargo, por debajo, persiste la esperanza y sigue la búsqueda del amor verdadero, el amor con mayúscula. En la novela de Juan Vicente Melo, La obediencia nocturna, una de las más importantes que se han escrito en México, el personaje principal persigue desde la infancia a Beatriz (la que hace feliz), que siempre, en el último momento, se le escapa para presentarse de nuevo fugazmente bajo otra apariencia, en otra edad y en otras circunstancias. En el capítulo final la busca desesperada e interminablemente entre las sombras y arbustos del Paseo de la Reforma, llevando en la mano, como prueba de su existencia, la zapatilla de cristal que Beatriz ha dejado caer en su huida. La persecución del amor que nos dará una felicidad perfecta, el cielo en la tierra, es algo más que un mito creado y recreado por la literatura desde Homero, Platón y Dante hasta la fecha. Es, al parecer, una aspiración permanente del ser humano, un ingrediente inseparable y disfrazado con la máscara del misticismo en la vida conventual, el deseo instintivo de todo novel enamorado y, con más razón, de toda niña incauta que se enamora perdidamente por primera vez. Todos ellos desean, buscan, se imaginan la perfección en el otro, el perfecto complemento de sí mismos, el espejo alucinante que confirma su propio ser y vuelve resplandeciente al mundo. En la película Shakespeare enamorado se logra un contrapunto perfecto, en donde el ideal y la realidad se contradicen sin oscurecerse. Una heredera joven y bella se disfraza de hombre para poder hacer teatro, pues en los tiempos de Shakespeare los papeles femeninos se encargaban a adolescentes bien parecidos. Al leer en voz alta elpoemaseminal 135-136/ ago-sep, 2009/10


las palabras de Julieta se enamora del autor quien, a su vez, se enamora de sus propias palabras y de la falsa Julieta de verdad... Jugándose la vida realizan su amor en el lecho esa misma noche pero, aunque ellos desean prolongarlo para siempre casándose, entra en escena la reina y los separa para siempre. Pero el amor los une eternamente, como indica el mismo Shakespeare al decir en voz alta el soneto donde le anuncia a su amada que sus palabras la salvan de la muerte, será siempre bella, joven y amada, a través de los siglos. Mientras haya lectores leerán sus palabras y sentirán nuevamente el amor eterno que inspiró al poeta. Amor eterno que nos describe Quevedo en su soneto "Amor constante más allá de la muerte": venas que humor a tanto fuego han dado/ médulas que han gloriosamente ardido,/ su cuerpo dejarán, no su cuidado;/ serán ceniza, mas tendrá sentido;/ polvo serán, mas polvo enamorado. Pero la eternidad, el ideal, pertenecen al mundo del arte, no al de la vida. Cuando se desciende de las nubes y se enfrenta al amor cotidiano, una vez logrado su propósito primero, de poseer físicamente al amado o a la amada sin sobresaltos y en forma permanente, el amor se convierte en algo diferente. En un aprendizaje. Un comenzar a cambiar, a adaptarse a la realidad del otro y del nuevo escenario que hay que enfrentar todos los días. ¿Qué se espera del matrimonio? En cuanto a los novios el matrimonio es el final feliz, la coronación del amor. Ya no tendrán que esconderse para besarse y acariciarse. Pueden hacerlo todo el tiempo si se les da la gana. ¿Tener hijos? Sí, claro. Es posible que también quieran tenerlos pero eso no es el principal motivo que tienen los jóvenes para casarse. El deseo de tener hijos es más bien propio del hombre maduro, que desea, a falta de otra eternidad, perpetuarse en un doble de sí mismo. La mujer también puede desearlos. Probablemente con el fin de educarlos a su propia imagen y semejanza y la de sus padres. Los padres lo que desean es perpetuarse mediante el nuevo matrimonio que les dará nietos, y comprobarán su éxito como educadores siempre y cuando repita sus modelos de vida.

¿Y cómo se prepara a los niños y jóvenes de ambos sexos, ya no para enamorarse, sino para vivir en común sin destrozarse? Cuando menos hasta hace poco no se les preparaba en absoluto. Se les ocultaban los hechos más simples de las relaciones entre los sexos, mientras se les embutían ideales imposibles por vías inesperadas. En las familias católicas, por ejemplo, se les separaba rigurosamente desde la primaria en "colegios" o "institutos" para varones o para niñas en donde se impartía una educación "religiosa". Si las niñas se resistían a la vida conventual, la que se consideraba más perfecta, se les aleccionaba respecto de sus futuros deberes con sus futuros esposos e hijos y se les enseñaba, cuando mucho, a cocinar y a trapear, como preparación para el matrimonio. Las revistas femeninas, los anuncios y las amigas mayorcitas les enseñaban a pintarse, a peinarse y a vestirse. Por otra parte, la imagen repetida de la virgen María, las loas continuas a ésta, la pertenencia casi obligada a "Las hijas de María", remachaban en la niña púber que ansiaba tener un novio para poder lucirlo y enamorarse, la necesidad de la virginidad... algo de lo cual, a pesar de haber oído la palabra virgen tantas veces, muchas jovencitas educadas en colegios y por monjas no sabían exactamente a qué aludía, puesto que las clases de anatomía se saltaban cuidadosamente la ilustración y estudio de las partes inmencionables de la mujer y del hombre. Lo que se lograba muchas veces, quizá sin quererlo, era infundirle pánico de lo desconocido. (Curiosamente, de acuerdo con la tradición hebraica, es la mujer quien le ofrece la manzana al hombre, tentándolo con el conocimiento de lo prohibido, y no, como sucede en la realidad, Adán el que seduce la mayoría de las veces a una Eva ingenua.) Los hombres no sufren este tipo de castración mental. Inevitablemente conocen al menos su propio sexo, si no el de la mujer. Su aprendizaje de las relaciones sexuales suele ser imperfecto, prematuro y completamente alejado de la idea del amor. ¿Cómo negar que en muchos casos la preparación para el matrimonio es más bien una desinformación intencionada? elpoemaseminal 135-136/ ago-sep, 2009/11


Pero tampoco puede negarse que tenemos una experiencia directa de lo que es el matrimonio mucho antes de llegar al altar. La forma como nuestros padres se tratan mutuamente (con tolerancia amistosa, con frialdad y odio resignado, con súbitas explosiones seguidas de arrepentimiento, a golpes, a regañadientes y miradas fulminantes o con besos y abrazos que no ocultan, con ausencias prolongadas o definitivas) todo esto nos prepara y alecciona diciéndonos: esto es el matrimonio. Por algún motivo el hombre suele ser el más fuerte, el que se impone, ya sea tiranizando a la familia, o huyendo de ella y formando otra. La mujer es la destinada por la sociedad a sacrificarse por los hijos, resignándose a todo, pues la buena educación le inculca un sentimiento de responsabilidad y, por lo tanto, de culpa, del cual la mujer difícilmente se escapa. Se siente responsable del mal humor del marido, del mal comportamiento de los hijos, de los malos pasos de las hijas, hasta de la salud misma de toda la familia. Y si el marido desaparece, es ella quien se enfrenta a los problemas de supervivencia, ya sea poniendo un negocio o trabajando de lo que se pueda. En cuyo caso se siente culpable de haber escogido un mal marido. Pero la abnegada esposa mexicana no lo es del todo, sino que le exige al marido de acuerdo con sus posibilidades. Empuja al hombre a ganar más dinero para que la atienda mejor, le compre una casa o al menos la rente y la amueble de acuerdo con sus gustos y le exige que eduque a sus hijos de acuerdo con sus pretensiones. Les inculca a los hijos sus propias aspiraciones y los empuja a realizarlas. Finalmente, si tiene éxito, efectuará a través de ellos, de segunda mano, su ideal de felicidad. ¿Y cuáles son los defectos de las mujeres según los hombres? Quizá la queja más frecuente es que hablan demasiado. ¿Será cierto? No. Son ellos los que hablan incesantemente y que, si se les interrumpe, proclaman que las mujeres hablan demasiado, que no se callan la boca nunca, y por lo mismo se retiran al estudio, a la cantina o a algún otro lugar en donde se reúne con sus amigos. Allí también se habla demasiado, pero al menos no de

cosas que no les importan, como las dificultades domésticas, lo mal que se portó Juanita, o lo bonitas que están las cortinas nuevas de la vecina. Si examinamos los ideales de las mujeres encontramos que predominan los diseñados por los hombres o por una sociedad diseñada por ellos: aparte de los poetas, que enamoran con bastante facilidad a las mujeres intelectuales y sensibles, pero que no recomienda precisamente la sociedad, están los militares. Los uniformes vuelven locas a las jovencitas de los países imperialistas y, desde los primeros tiempos, los grandes capitanes enamoran a las reinas. Últimamente las actrices de cine se enamoran de los millonarios. Pero la mujer también suele enamorarse de los caudillos rebeldes... Para no ir más lejos baste recordar el inmediato pegue que tuvo el subcomandante Marcos, que le valió largos poemas enamorados de mujeres encumbradas... y allí, hay que confesar, no fue por su bonita cara porque no se le veía. Ya en la práctica, y hablando en plata, la preparación de los jóvenes para el matrimonio se reduce a enamoramientos y desenamoramientos... afortunadamente, la mayoría de las veces, sin consecuencias graves, tales como embarazos o suicidios, ni depresiones de las cuales no se recuperen. Pasan de este amor al desencanto o al rompimiento del noviazgo y proceden a otro nuevo que desplaza al anterior. Como Romeo, que estaba enamoradísimo de Rosalinda, de cuyos temblorosos muslos habla panegíricos antes de toparse con Julieta por primera vez y, a la primera mirada, cambiar totalmente de objeto amoroso. Lo que pasa, probablemente, es que el deseo persiste, trátese del sexo del cual se trate, y exige satisfacción, pero al mismo tiempo también persiste la necesidad de idealizar al objeto amado. Y, no hay que olvidarlo, el hecho de que el AMOR con mayúscula, por fugitivo que sea, produce una liberación sin paralelo que da la sensación de ver el mundo por vez primera. No sólo el amado o la amada son maravillosos, hasta las flores, los árboles, los paisajes, las calles, los otros seres humanos son vistos como la primera vez. Hay un hálito de misticismo en todo esto. Un estar endiosado, arrobado, fuera de sí de felicidad. elpoemaseminal 135-136/ ago-sep, 2009/12


Enamorarse de verdad es acceder, de alguna manera, al cielo en la tierra, a la satisfacción plena de todos los sentidos y a la vibración de todos los átomos del propio cuerpo y de lo que nos rodea. Es la revelación del mundo. Queremos, por lo tanto, atrapar esa sensación y hacer que dure. Perderla y caer en la rutina es deprimente en extremo y se intenta siempre recuperarla. Por eso tantos pleitos y reconciliaciones maravillosas entre amantes, incluso después de casados y enfrentados a la rutina y la imperfección concreta del ser amado. Por algo sabemos que el instante, en estas circunstancias, es eterno

beso, me gusta besarte esto y esto, me gusta, lentamente acariciando el escandalizante peluche de tu eléctrico vello, y el qué-es-eso que asoma entre la carne dividida... y tus ojos grandes amorosas migajas de amor, y posiblemente me guste la emoción espeluznante debajo de mí tu cuerpo tan deveras pero completamente pero nuevo. Etcétera, núm. 363, 13 de enero de 2000

MI AMOR DESCUBRE OBJETOS…

MI AMOR DESCUBRE OBJETOS sedosas mariposas se ocultan en sus dedos sus palabras me salpican de

e.e. cummings (fragmento, traducción de Isabel Fraire)

PRIMAVERA OH DIOSA OMNIPOTENTE TÚ sutil astutamente induces al descuidado escarabajo y al frívolo gusano a cruzar las aceras eres tú, sí, tú la que impulsas al gato musical a llevar serenatas a su dama, tú llenas a reventar los parques de caballeros prematuramente crecidos y cubiertos de espinillas y doncellas hilarantes masticando chicle, y no te basta con esto, oh Primavera, también cuelgas canarios en las ventanas de las salas oh primavera oh descuidada cortesana tienes las piernas sucias y la falda enlodada, adormilada está tu boca tus ojos pegajosos de sueños y tú tienes el cuerpo flojo y descuidado por haber dado a luz a tantas flores Otro poema de Cummings (versión de Isabel Fraire, completo)

ME GUSTA MI CUERPO CUANDO ESTÁ CON TU cuerpo. Es tan deveras completamente pero nuevo músculos mejores y más nervios. Me gusta tu cuerpo. Me gusta lo que hace, me gustan sus cómos. Me gusta sentir las vértebras de tu cuerpo y sus huesos, y la temblorosa firme-blanda-lisura que me gusta y otra vez y otra vez y otra vez

estrellas bajo los dedos de mi amor la noche brilla como relámpago mi amor inventa mundos en que habitan serpientes cuajadas de brillantes mundos en que la música es el mundo mundos en que las casas con los ojos abiertos contemplan el amanecer mi amor es un loco girasol que olvida pedazos de sol en el silencio www.geocities.com/poesiamsigloxx/fraire/ fraire.html

***

D DIISSTTIIN NGGU UEEN N CCO ON N LLAA M MEED DAALLLLAA BBEELLLLAASS AARRTTEESS LLAA O B R A OBRA YY TTRRAAYYEECCTTO ORRIIAA D DEE EED DU UAARRD DO O LLIIZZAALLD DEE CCaarrllooss PPaauull

Por su obra y extensa trayectoria en las letras mexicanas, y con motivo de su cumpleaños 80, el pasado 14 de julio, este domingo se le otorgó la Medalla Bellas Artes al poeta Eduardo Lizalde (ciudad de México, 1929), en la sala Manuel M. Ponce del Palacio de Bellas Artes, la cual fue elpoemaseminal 135-136/ ago-sep, 2009/13


colmada por familiares, colegas, discípulos y amigos. En un video que se proyectó durante la ceremonia, los poetas Hugo Gutiérrez Vega, Marco Antonio Montes de Oca, Enrique González Rojo y José Ángel Leyva reconocieron la brillantez literaria de Lizalde; mientras, en la sala, los escritores Evodio Escalante, Vicente Quirarte y el maestro y lingüista Ernesto de la Peña destacaron de igual manera la originalidad e importancia de la obra poética del autor de El tigre en su casa. Con el título El hambre y la saciedad: la poesía de Eduardo Lizalde, el maestro De la Peña disertó en torno a la obra del “poeta verdadero”, como se refirió al creador homenajeado. “Poeta verdadero” Lizalde –destacó– “ha comprendido que la contradicción es el principio del acierto; que las cosas son simultáneamente su propia negación, y que a fin de cuentas afirmación y negación son términos de una relación superior que escapan a nuestros sentidos y a nuestra capacidad de designación, como se escapa el cubo, el hipercubo, cuyas aristas son a su vez cubos. “Poeta exigente para los demás y sobre todo para sí mismo, Lizalde se plantea el universo desde su origen metafísico y no detiene su tarea ante cualquier hallazgo. “La función más inteligente del arte, en especial de la poesía, es añadir entes a la realidad, como si se propusiera poblar de nuevo las innumerables esferas del cosmos. “El poeta verdadero tiene que estar absorto siempre en sí mismo, sin que esto signifique que no pare mientes en todo lo demás; ha de maridar el acontecer interior y la fiera incitante de lo otro, de los otros. Todo poeta verdadero –abundó De la

Peña– tiene una sola verdad que revelar a los demás, pero es definitiva y cambia para siempre la estructura de la comprensión del mundo; el universo cotidiano, los hechos de la vida, el amor, los desmanes, el sexo, la muerte, el olvido, la desdicha y el oprobio son dolidas estaciones en los poemas de Eduardo Lizalde, quien jamás a transigido con la facilidad del enunciado ni ha permitido que sus palabras formen parte de la tribu humana.” Juicios con precisión de silogismo En su participación, Quirarte definió al autor como “poeta esencial”. Recordó a Lizalde como maestro “riguroso e inteligente”, en un taller público de poesía que, junto con Beatriz Espejo y Salvador Elizondo, realizó en el Museo de San Carlos. “Su manera de exponer siempre estaba coronada con ejemplos que daban a sus juicios precisión de silogismos.” Quirarte, entre otras reflexiones, destacó la importancia de algunos libros del poeta para la literatura: El tigre en su casa, “el cual reúne autenticidad y tensión verbal; es despiadado y por lo mismo posee auténtico sentido del humor”; Autobiografía de un fracaso, “donde el poeta salda cuentas con las ideas políticas y literarias de su juventud, con lo cual demuestra el derecho del artista a contradecirse y rehacerse”, y Cada cosa es Babel, “manifiesto de la poesía como trabajo que busca el sentido profundo de la materia que enfrenta”. Crítico de Paz Por su parte, en su papel de moderador, Evodio Escalante recordó a Lizalde como maestro de marxismo, y evocó aquella conferencia en la que “criticó la figura de Octavio Paz, cuyo detalle sorprendente fue que entre el público se encontraba el propio Paz. Relación antagónica, que luego se transformó en amistad en la etapa de madurez poética de Lizalde”. En su momento, Consuelo Sáizar, presidenta del Consejo Nacional para la Cultura y las Artes, y Teresa Vicencio, directora del INBA, resaltaron la labor y entrega del poeta, su pasión y responsabilidad; luego, lo distinguió con la presea. elpoemaseminal 135-136/ ago-sep, 2009/14


Para concluir, Lizalde agradeció a familiares, colegas y amigos. Celebró los homenajes a José Emilio Pacheco, y reconoció como sus maestros a José Revueltas, a Octavio Paz, a Rubén Bonifaz Nuño y a Alí Chumacero. “Eso de ser llamado gran poeta en un continente de tan extraordinarios poetas y en un país de poetas como el nuestro... ya ser llamado poeta es una honra”, expresó Lizalde. La Jornada, 20 de julio de 2009

U UN N RREESSCCO OLLD DO OD DEE SSO OLLEED DAAD D JJoosséé M Maarrííaa EEssppiinnaassaa

Una mirada atenta sobre la trayectoria literaria de Eduardo Lizalde es la que nos ofrece Espinasa en este texto que también recuerda la militancia política del escritor, al lado de sus amigos Juan de la Cabada y José Revueltas. Lo que mide la calidad de un poeta está tan sujeto a variables que, por más que se quiera crear una ciencia literaria, siempre se regresa a razones subjetivas, y a ellas me acojo. Eduardo Lizalde es hoy, a sus 80 años, un poeta celebrado y querido. No hay duda de que se lo merece. Comenzó en este asunto de la literatura a finales de los cincuenta. Acompañado de Enrique González Rojo y Marco Antonio Montes de Oca se embarcó en la aventura del poeticismo, de lo cual daría autocrítica cuenta en su libro Autobiografía de un fracaso. Que en aquel movimiento lo acompañaran dos poetas tan distintos en estilo y temperamento muestra ya lo

dispuesto que estaba a aceptar las diferencias, a defender la pluralidad, incluso desde su época de militancia política. Una virtud de Lizalde es ser capaz de mirarse a sí mismo y reconocer los errores, tanto en el nivel estético como en el ideológico. Eso es fácil de entender desde la lectura de Cada cosa es Babel, extenso poema reflexivo en la tradición del Sueño de Sor Juana, Muerte sin fin de Gorostiza y Piedra de sol de Octavio Paz. Lizalde era entonces —lo es aún ahora— un hombre de ideas, su formación teórica es sólida y sus intereses diversos. Y la poesía es, lo sabe, lo sabía entonces, una forma del pensamiento o, incluso, un pensamiento otro, frente al de la filosofía o la ciencia. No sólo un pensamiento alterno, sino un pensamiento otro, es decir, que puede pensar no sólo lo que piensa la filosofía sino cosas que ella no puede, y así dejar hablar a la otredad misma, porque en su lírica están presentes no sólo Kant, Hegel y Marx, sino también Heráclito, Nietzsche y Kierkegaard. No fue, sin embargo, Cada cosa es Babel el libro que yo leí primero de Eduardo Lizalde, sino el díptico —recuerdo su literatura como simultánea— formado por La zorra enferma y El tigre en la casa. Este último, de 1970, aportó un nuevo tono a la poesía mexicana, misma que abundaba en pesimismos ontológicos, pero que rara vez manifestaba una vitalidad pesimista real. Y Lizalde lo hacía de una forma extraordinaria en ese libro. Jugaba con una tradición epigramática que se remonta a los griegos para plasmar no un plañir sino un reír de la desilusión, y eso es lo que le da más filo a su palabra. No se queja, no reclama, sino que, de forma literal, echa en cara, nos pone delante del hecho. Y basta una ligera variante para desnudar el vacío que hay detrás de ese hecho. Pero, además, afirma su derecho a seguir siendo poesía en ese vacío de sentido. Así el poeta sabe que no es verdad que el que espera desespera, sino que en todo caso el que desespera, espera. Porque esa condición, la de la espera, puede ser dolorosa, pero es la que otorga legitimidad a sus palabras. Los dos libros mencionados le dan un tono distinto a la poesía elpoemaseminal 135-136/ ago-sep, 2009/15


mexicana, son claro ejemplo del desencanto posterior al movimiento estudiantil de 1968, pero también son la parte más alta de una corriente que tendría en esa década importantes representantes y sus más notables libros, como el José Emilio Pacheco de No me preguntes cómo pasa el tiempo (1969) o el Alejandro Aura de Volver a casa (1974) o el Francisco Cervantes de Cantado para nadie. El lirismo de El tigre en la casa y de La zorra enferma es preciso, hiriente, ya se dijo, y no sólo quedan como testimonio de una actitud en un determinado contexto, sino como la subsistencia de esa actitud desaparecido ya el contexto. Con el tiempo Lizalde agregará a su condición de cirujano del alma la de un virtuoso de la forma, por ejemplo en Tabernarios y eróticos, un libro posterior en 15 años, donde hace ya un virtuosismo de su virtud, pero sin ceder al engolamiento, no va hacia los clásicos para rendirles homenaje sino que los invita a reunirse con él en la cantina, tal vez en la ya desparecida (creo) La Curva, para beberse un par de tequilas. Que un poeta acometa la esgrima verbal fulgurante pero también poema extenso, de esfuerzo mantenido —no sólo en Cada cosa es Babel, también en Caza mayor, en Nueva Tenochtitlan—, es señal de que su fulguración aspira a durar en esa condición siempre frágil del tiempo que en poema toma forma, como debió pensar su admirado José Gorostiza. Incluso incursionó con fortuna en ese resbaladizo terreno que es la novela con Siglo de un día, obra que lamentablemente se ha dejado en el olvido y con la cual los críticos tenemos una deuda por saldar. Lizalde sabe modular la voz, alzar el tono y mantener el do de pecho, es de todos conocida su afición por la ópera, pero no cede en cambio a la tentación de lo operático, puede susurrar desde el fondo del escenario una maldición que escucha no sólo el que está en gayola, sino incluso quien está en otro teatro. Porque el pesimismo de ciertos pasajes de su obra más que contrastar complementa al hombre que sabe vivir, que disfruta de los buenos vinos, de la comida y los paisajes, de la compañía agradable, que está en el mundo.

Esta condición del pesimismo vital es lo que hace que una experiencia individual sea a la vez y sin menoscabo experiencia compartida. El poeta puede tener pocos lectores o muchos, Eduardo afortunadamente tiene muchos, aunque nunca suficientes, pero siempre los necesarios. Puede estar acompañado de amigos y enemigos, entrañables ambos, puede gozar del amor y de la compañía de mujeres bellas e inteligentes, pero siempre guardará un rescoldo de soledad, y no porque quiera estar solo sino porque es desde la soledad como su voz se hace oír. Extraña paradoja: en medio de la plaza llena el poeta será siempre un individuo, escondido en su holderliniana torre de marfil será siempre una multitud. Lizalde tuvo, se sabe, una militancia política importante en los años sesenta, y junto a Juan de la Cabada y a José Revueltas hizo de la escritura una manera de resistir a las tentaciones de la burocracia y de los dogmas. En buena medida su vocación de editor —y señalo rápidamente su paso por la Revista de la Universidad en los años gloriosos de esa revista, su trabajo, junto a José de la Colina en La letra y la imagen, y recientemente, esa lectura obligada de la prensa periódica mexicana que es la Biblioteca de México. Publicar es poner en juego lo que se escribe o dice ante la comunidad y estar dispuesto a equivocarse. Una de las características formales que me llama la atención en su poesía es que tiene un oído privilegiado para aprovechar los efectos del habla popular, de las frases hechas, de todo aquello que sin conseguirlo del todo, queremos nombrar cuando decimos “ingenio del pueblo” o bien, ya más pretenciosos, “genio de la lengua”. Lizalde aprovecha como nadie esos giros para crear una especie de familiaridad con su lector, lo tutea, no con el pronombre sino con el ritmo de la frase. Se pone bajo el palio de su admirado López Velarde o de sus amigos, Efraín Huerta, Jaime Sabines y Rubén Bonifaz Nuño. El lirismo tradicional de la poesía amorosa, digamos el de las veinte canciones de amor de Neruda, se rompe en arrebato gracias a una sabia combinación de procacidad y cursilería. El éxito de Tabernarios y eróticos —pocas veces ocurre que un libro de poemas tiene rápidamente varias ediciones— se debe en buena medida a eso. elpoemaseminal 135-136/ ago-sep, 2009/16


Aventuro también una hipótesis peligrosa: hay escritores cuyo erotismo es compartido por mujeres y hombres por igual (pienso en Neruda, desde luego, en Pellicer, en Segovia), pero el de Lizalde es, creo, notoriamente masculino, aunque no machista. A la vez el escritor también tiene un tino privilegiado para la cita culta, la referencia abstrusa, la imitación de lo antiguo como si en realidad fuera el presente. No creo que ese recurso tenga que ver con la hoy traída y llevada intertextualidad, sino con la idea de que para vivirla el poeta se apropia de toda la historia literaria. Elimina el tiempo y pone a dialogar por igual a los autores de hace milenios y a los de hace un par de días. El tiempo deja de ser sucesivo para ser simultáneo. Y lo es, claro, en la pluma del tigre. No me remite esta expresión —un tigre con pelaje de plumas— a ningún bestiario fantástico a lo Arreola, sino a la más pura realidad. Eduardo es un tigre con buena pluma. Supongo que el sobrenombre de Tigre, como lo conocen muchos de sus amigos, proviene de su libro El tigre en la casa, aunque el sentido de la palabra no sea el mismo en el libro y en la persona. Cuando se utiliza el término para nombrarlo yo pienso por igual en el tigre de Borges y el de Blake, pero no tanto en los de Salgari y de Rudyard Kipling. El de su libro tiene algo, aunque no sea mucho, de lo escurridizo y traicionero de Shere Kan. Él nunca. A veces sus rayas son fruto de una escritura sagrada, a veces marcas de fango en un pantano que cruza justamente para marcarse: es de esos seres que no le tienen miedo a las manchas del plumaje, a las palabras. Por eso su sobrenombre, El Tigre, se viste de sus cualidades y no sólo a la inversa, como ya ocurría antes con El Cocodrilo Efraín Huerta. Lizalde se ha interrogado a lo largo de sus más de 50 años de escribir poesía sobre el sentido de las palabras de la tribu. Asumió plenamente la tarea que Mallarmé destinó al escritor: conservar el fuego que Prometeo robó a los dioses y nos hizo así no divinos sino realmente humanos, ese fuego que adopta todos los días el aspecto de una amenaza: extinguirse entre nuestras manos, leve llama de aquel incendio y sin embargo aún plenamente fuego, memoria de nuestra capacidad

de rebeldía y de soledad, de solidaridad y de ternura. Por eso al Tigre, al poeta de La zorra enferma, al de los Tabernarios, al que comparte generosamente su conocimiento, al que nos habla en la mesa o escuchamos en la radio, a ese hombre que este año cumple ochenta […], hay que felicitarlo siempre. Texto leído el pasado 21 de agosto en la ceremonia de entrega a Eduardo Lizalde del Segundo Premio al Mérito Literario del Quinto Festival Internacional “Letras en San Luis Potosí”. José María Espinasa, poeta, crítico y editor. Ha publicado Cuerpos, Hacia el otro y Cartografías, entre otros libros. Milenio Diario, 31 de agosto de 2009 ***

LLOO QQUUEE PPAASSÓÓ EESSTTOO FFUUEE,, D DEE EED DU UAARRD DO O LLAAN NGGAAGGN NEE M Mééxxiiccoo,, LLaa CCaabbrraa EEddiicciioonneess--CCoonnaarrttee Ésta es la declaración que hace Eduardo Langagne en un conjunto de poemas que dan cuenta del rigor de un oficio cultivado durante ya más de tres décadas. Como se anuncia en el epígrafe, lo acontecido está aquí, hoy, siempre. Este nuevo título de Langagne es el presente, pero forjado en la fragua de 15 libros anteriores de vital ejercicio de la poesía; escritura abierta a la exploración, guiada por una sensibilidad poética irreductible y siempre en el hallazgo de la forma exacta que reclama el poema. Lo que pasó esto fue es el recorrido sereno de un poeta que alcanza el punto donde es posible observar el trazo que han dejado sus pasos. En las huellas no sólo está la experiencia vital, sino las preocupaciones estilísticas y formales, las reflexiones sobre asuntos delimitados por la realidad y los que la imaginación sobrepasa. Saúl Juárez

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NUEVO CUMPLEAÑOS

ACERTABA EL CENTAURO CON SU FLECHA al centro del destino. Nací un año después de aquel hermano muerto. Un amigo adolescente, testigo de dolorosas semanas compartidas, pereció en el camino: el sol sinuoso escasamente se exhibía.

Es el amor también quien la armoniza. Mi amor es reposado como el mar en la ensenada, sereno espera el transcurrir del día. Es revuelto otras veces y revienta en las rocas de la playa abierta. Algunas veces más trae olas y espuma tempestuosa. Mi amor es como el mar, va y viene, ve viajar y siempre permanece. Su lealtad lo hace agitarse. Es a veces fugitivo, pero fiel.

¡EUREKA! Cuando empezaba apenas a ser hombre no atendí al cuarto menguante, la luna me dio una hija y de mí las tinieblas la ocultaron. Dos hijos nacieron de mis sueños: —uno al norte otro al sur— de una mujer que aún hoy quiere enseñarme a comprender la rosa de los vientos. He transitado por los puntos cardinales del amor; ya recorrí su luz, lo umbrío, sus claroscuros. Una noche llorosa de aquel irrespirable mes nublado se me murió mi padre como un árbol partido por la luz fulminante. Bajo mi techo hay vino y pan en este día: hoy vendrán mis amigos.

DECLARACIÓN DEL TESTIGO

HE VENIDO TEJIENDO LA CANCIÓN QUE CANTARÉ en los días de mi vida por venir. ¿La verdad existe y deja de existir de acuerdo al tiempo? El agua del río arrastra o lleva las verdades al mar. El mar se va y regresa, regresa y va. No viaja —sabe Gómez de la Serna—, ve viajar. Es fiel —sabe Camus— y aventurero; se va y regresa. La vida en cambio se va y no vuelve. Acaso pueda permanecer nuestra canción. Cuando amo nace la melodía de mi canción.

CUANDO ELLA SUMERGE SU CUERPO EN LA bañera, no experimenta el agua el empuje hacia arriba que equivale a la fuerza del líquido desalojado. Arquímedes no se desespera. Se dispone a demostrar que un ángel pesa igual a la dicha de quien abraza ese cuerpo húmedo y alado.

EL OFICIO DEL RÍO

ES OFICIO DEL RÍO

descifrar el secreto del agua. A los hombres del mundo, las mujeres, los niños, corresponde también descifrar el oficio del río. Como un río nacemos, sorteamos peligros, nuestro cauce se ensancha. Otras aguas nos hacen crecer: manantiales y lluvias, hilos de agua, nos nutren el cauce imperfecto que avanza y avanza extendiendo su curso. Y aquí vamos al encuentro de un mar que es el sueño de todos.

FUENTE DE LA ETERNA JUVENTUD

YA QUE LA FUENTE DE LA ETERNA JUVENTUD NO está en Mesopotamia, ni la circunda un brocal de octaedros de mármol de Carrara y el agua purísima de su ideado manantial tiene el polvo de elpoemaseminal 135-136/ ago-sep, 2009/18


sus propios años, vengo al poema. Vengo al poema porque siempre ha sido generoso, ha escuchado las oscuridades que cada edad ofrece al hombre; ha exigido ir más allá, pues no hay brebajes mágicos ni ambrosías ni elíxires, ni fuente mágica. Sólo el poema. ***

CCAARRLLO OSS O OQ QU UEEN ND DO OD DEE AAM MAATT:: 55 M MEETTRROOSS D DEE PPOOEEM MAASS M Maarrííaa ÁÁnnggeelleess VVáázzqquueezz

La primera edición de este singular libro es del año 1927, en Lima por la Editorial Minerva, donde se recogen los dieciocho poemas de los 5 Metros de poemas. Es la única obra conocida de su autor. Se trata de un libro-acordeón con claros componentes cinematográficos: páginas desplegables horizontalmente, que se extienden como una película. La especial organización del texto nos aclara incluso la palabra "intermedio" (uno de los componentes poemáticos), a modo de las viejas películas divididas en dos partes. Según Carlos Germán Belli, la concepción de este libro tiene su punto de partida en el pensamiento de Jean Epstein, quien, en un estudio sobre la poesía vanguardista afirmó: "Antes de cinco años se escribirán poemas cinematográficos: 150 metros y 100 imágenes en rosario en un hilo que seguirá la inteligencia". Si algo define a nuestro libro, es la visualización estética que nos propone el autor en un arrebato de originalidad, pero con coherencia interna y como una lógica consecuencia del sentido general de la obra. Oquendo muere en España en un patético año, 1936, tan patético como el estado actual del sanatorio para enfermos tuberculosos de

Guadarrama donde pasó los últimos momentos de "asfixia permanente", tan patético como su solitaria tumba (1), apenas visitada por algunos estudiantes que aman tanto su poesía como él amó la vida. Fue Carlos Meneses, el primer biógrafo de Oquendo, capaz de trasmitir esta pasión a través de su arduo y concienzudo trabajo tras la búsqueda de los restos de este gran poeta peruano, al que los bombardeos de la guerra civil española habían dejado sin identificar. Carlos Oquendo de Amat desarrolla su inquietud literaria en un momento en el que la represión del dictador Augusto B. Leguía, la influencia presurrealista del dadaismo y la surrealista de Bretón, lanza a los jóvenes intelectuales peruanos a manifestar sus registros culturales en un intenso número de revistas con un marcado carácter social y literario, donde se pretenden combinar los últimos acontecimientos históricos europeos y lo autóctono peruano, como es el caso de Amauta, que dirigiría José Carlos Mariátegui hasta el fin de sus días. Su poesía se gesta con las primeras voces ultraístas que llegan a Perú en los años veinte, pero especialmente se nutre de Bretón, Tzára, Eluard y de sus inspiradores Rimbaud, Mallarmé, Valery y Apollinaire, influencia recibida de la exquisita educación que su padre le proporcionara. Por supuesto y como tónica general de los poetas de su generación, tuvo también la influencia siempre presente de José María Eguren y en menor grado, de César Vallejo. Sin embargo, encasillar el estilo de Oquendo sería lo mismo que pretender medir sus Cinco metros de poemas y pretender que los mida. Construye un universo poético para el que no necesita más que la libertad creativa que le ofrecen los "ismos" y es por ello que juega incesantemente, experimenta y vive. Y lo hace con vehemencia y con estrecheces. elpoemaseminal 135-136/ ago-sep, 2009/19


Son diversas las anécdotas recogidas en el citado trabajo de Carlos Meneses, muchas de ellas tan festivas, que nos acercan a un Oquendo picaresco y bohemio y que según el poeta Luis de Rodrigo, le hicieron caer en "las garras del alcohol y los paraísos artificiales". Carlos se introduce en el ambiente literario limeño a través de Xavier Abril gracias al cual conoce a Manuel Beingolea, una de sus amistades más duraderas, quien durante años cubre las necesidades alimenticias del poeta desde que decidiera abandonar definitivamente, a la muerte de sus padres, su ciudad, Puno, e instalarse en Lima en la más absoluta penuria. Mendech Dorich narra que "tras meses de proporcionarle dinero y alimentos, llegó un día en el que el viejo y bondadoso escritor no estuvo en condiciones de hacerlo y a la salida de su trabajo, en la biblioteca del Senado, no atinó sino a comprar dos chancays y dos pepinos y cuando encontró a Oquendo, que lo esperaba en un bar cercano, le dijo mostrándole una libretita que sacó del bolsillo: -Son apuntes de mis gastos mensuales. Te los voy a leer: gasto de casa 300 soles, lavado 25 soles, ropa 100 soles, putas 80 soles, Oquendo 195 soles, lo que hace un total de 700 soles; yo gano 650, de modo que tengo que robar 50 para cubrir mi presupuesto y además tengo que gorrear el tranvía para movilizarme. Como tú comprenderás, hay que resolver esta clamorosa situación. Tu lunch en adelante habrá de ser de una franciscana frugalidad ...- A lo que Oquendo respondió con una vocecilla de falsete: -Eres injusto Manuel, pero no me dejas otra alternativa y no tengo más remedio que aceptar-". A los 21 años ya está listo para la imprenta su único libro, Cinco metros de poemas, además de la publicación de algunos poemas editados en diversas revistas de la época y una pequeña composición llamada Nueva crítica literaria que divulga en la revista limeña Rascacielos en 1926, donde realiza una crítica a los poetas de su tiempo, entre los que se incluye, autodefiniéndose como: "Carlos Oquendo de Amat -es un imbécil. Carlos Oquendo de Amat" . Su colaboración en el desarrollo de revistas de vanguardia es

fundamental para entender el espíritu de nuestro autor. Cinco metros... desde el título supone una provocación directa al lector (¡quién no ha caído en la trampa de medir el texto! -4,16 ctms- que según indicación del autor se debe abrir "como quien pela una fruta"). Tomará el título del poema escrito en 1923 "Reclame" o "Réclam" de su último verso "compró para la luna cinco metros de poema", siendo por otra parte uno de los textos más innovadores y donde logrará con absoluta maestría plasmar los juegos tipográficos prototípicos de los movimientos de vanguardia vigentes. Debemos destacar, dentro de estos juegos, la enorme plasticidad que nos ofrecen sus representaciones visuales, ya sea a través de los reclamos publicitarios, de la doble imagen que ofrecen los espejos o de las secuencias cinematográficas que nos muestran el asombro y la fascinación del poeta ante el progreso y la potencia de la gran metrópolis, tendencia por otro lado absolutamente surrealista. Emilio Goyburu diseña en la carátula del libro con buriles y grabados- cuatro rostros de teatro delante de un telón y Oquendo idea la emisión de unos "bonos literarios de suscripción" para conseguir la cantidad que le permitiera editar el texto, a pesar de hallarse ya en una situación anímica de poeta harapiento y fanático. Pero consigue, a través de esta curiosa e insólita preventa, el dinero necesario para la edición de los 300 ejemplares que le publicaría la Editorial Minerva.(2) Bibliografía resumida sobre el autor 1968 Arriola, Maurilio. Diccionario literario del Perú, Barcelona, p. 364. 1970 Ortega, Julio. Figuración de la persona, Barcelona, Edhasa. elpoemaseminal 135-136/ ago-sep, 2009/20


1973 Belli, Carlos G. "El auge de 5 Metros de Poemas" en El Comercio, Lima, 28 de mayo, p. 6. 1973 Meneses, Carlos. Tránsito de Carlos Oquendo de Amat, Las Palmas de Gran Canaria, Inventarios Provisionales. 1974 Adolph, José. "El peso de la flor" en La Nueva Crónica, Lima, 20 de marzo, p. 12. 1975 Basadre, Jorge. La vida y la historia, Lima, Editorial Ausonia Talleres Gráficos, pp. 252258. 1977 Adolph, José. "Se llamó Carlos Oquendo de Amat. ¿Qué es lo que hay en el poeta que insiste en encantarnos ...?", en Variedades (suplemento dominical de La Crónica), Lima, 15 de enero, p. 30. 1982 Meneses, Carlos. "Carlos Oquendo de Amat, vivir para soñar" en Quimera, Madrid, marzo, pp. 26-30. 1983 Meneses, Carlos. "Oquendo de Amat en holandés", en suplemento dominical de El Comercio, Lima, 8 de abril, p. 7. 1986 Meneses, Carlos. "Cinco metros en cincuenta años", en El País, Madrid, 6 de marzo. 1987 Elmore, Peter. "Carlos Oquendo de Amat: El poeta como cineasta", en La República, Lima, 8 de noviembre, pp. 30-32. 1990 Milla, Rodolfo. "Oquendo de Amat y las mujeres", en Página Libre, Lima, 8 de julio, p. 16. 1998 Ayala, José Luis. Carlos Oquendo de Amat. Lima, Editorial Horizonte. Otras ediciones del texto 1968 5 metros de poemas, Lima, Editorial Decantar. 1969 Vuelta a la otra margen (contiene 5 Metros... más cuatro poemas no publicados en libro), selección de Mirko Lauer y Abelardo Oquendo, Lima, Casa de la Cultura del Perú. 1980 5 metros de poemas, Lima, Editorial Ausonia Talleres Gráficos, S.A. (edición facsimilar realizada por Petróleos del Perú). 1986 5 metros de poemas, Madrid, Editorial Orígenes, prólogo de J.M. Gutiérrez Souza. 1990 Voz de ángel. Obra poética completa y apuntes para su estudio (edición facsimilar de 5 metros de poemas, Lima, Editorial Minerva,

1927), prólogo y colofón de Carlos German Belli, edición de Jorge Eslava, Lima, Editorial Colmillo Blanco, Colección de Arena. Notas 1) Quienes tengan la posibilidad de visitarlo se encontrarán con un hermosísimo y entrañable cementerio. 2) Datos obtenidos de José Luis Ayala, Carlos Oquendo de Amat. Cien metros de biografía, crítica y poesía de un poeta vanguardista itinerante. De la subversión semántica a la utopía social, Lima, Editorial Horizonte, 1ª edic, 1988.

www.babab.com/no00/carlos_oquendo.htm

PPO OEETTAASS CCO ON N LLAA M MÚ ÚSSIICCAA BBAAJJO O EELL BBRRAAZZO O XXuurrxxoo FFeerrnnáánnddeezz

Desde Safo, en la Era Arcaica griega, la poesía ha ido de la mano de la música con cierta frecuencia. Más tarde, poetas de la talla de Virgilio fueron cantados en los foros, en las calles, ante las mesas bien surtidas de los césares o en las granjas limítrofes del Imperio Romano. Trovadores y troveros (los cortesanos, los callejeros) divulgaron las bellísimas canciones de Aimeric de Belenoi o de Alfonso X El Sabio. Luego ya vendrían los apasionados románticos, y con ellos estallaría la revolución definitiva, al conseguir hacer cuajar un género que habría de cambiarlo todo ya para siempre. Esa nueva arma de la poesía sí que estaría como diría Gabriel Celaya en su Poesía urgenteelpoemaseminal 135-136/ ago-sep, 2009/21


realmente cargada de futuro. Eran los lieder. ¿Cómo describir la grandeza de una canción cuya letra es de Johann Wolfgang Von Goethe y la música es de Franz Schubert? Imposible. O Heine y Schumann. O Eichendorff y Richard Strauss (aquél Im Abendrot, tan ígneo...). Hoy, los poetas siguen recurriendo a la música. Y es su propia música. Bob Dylan, miembro de la generación beat junto a Ginsberg, Burroughs, Kerouac o nuestro Oroza, sería un buen ejemplo. Otro sería Nick Cave, el lírico autor de “Your Funeral, My Trial”. Y otro, puede que el más grande, es un canadiense taciturno llamado Leonard Cohen. No es oro todo lo que reluce. Suele haber una notable confusión cuando hablamos de poesía. Si bien existen grandes poetas como los citados Dylan, Cohen, Cave-, la mayor parte de las canciones del género que llamaríamos música popular, y en la que incluiríamos el jazz, el blues, el rockroll o el pop- tienen letras muy sencillas. No tendrían más valor que la sencilla copla, y fueron hechas así con una intención obvia: que sean fáciles de recordar. Para lo cual, el letrista habitual procura, ante todo, jugar con la capacidad nemotécnica. Pongamos casos concretos. The Beatles jugaban con la sencillez. En toda la obra de The Fab Four, juntos o por separado, hay muy pocos ejemplos de letras muy trabajadas. Se nos ocurren unas cuantas: A Day in the Life, de Seargent Pepper's, Blackbird, del Álbum Blanco, Imagine, de Lennon ya en solitario. El resto seguiría la pauta de éxitos facilones como “With a Little Help From My Friends” o bien “Obladi-Oblada”. Cuando lo fácil se convierte directamente en ramplón. A pesar de todo -ni Lennon ni Macca fueron idiotas en ningún caso-, el mérito de que sean piezas cantadas, repetidas hasta la saciedad, significa que el truco funcionó toda la vida. Cuando uno escucha con atención las letras de Nirvana, se le ponen los pelos de punta. Eran francamente malas. De delito. Kurt Cobain tampoco era idiota. Pero sabía que estaba currándose a un público que no tenía precisamente un nivel intelectual sobresaliente. En este caso, habría que recordar el consejo que le

daba Franz Joseph Haydn a Georg Friedrich Haendel cuando se instaló en Londres: "No sea usted sutil. Meta todo el ruido que pueda. Los ingleses son muy duros de oído, y si no los ensordece no le harán ni caso". El amigo Cobain, por supuesto, usaba la misma técnica. Mucho ruido y pocas nueces. En el blues hay un factor determinante: su público original es casi iletrado o totalmente analfabeto. Sin embargo, la mayor parte de las piezas más conocidas tienen una extraña y muy apreciable belleza. Cualquiera de las canciones de Robert Johnson, por poner uno de los casos más conocidos, son de una belleza realmente impactante, y nos hace creer en serio que para llegar a ese extremo de efectividad hay que haber hecho -como siempre se dijo de él, al menos como decía su leyenda negra- un pacto con el Diablo en una encrucijada. En el jazz hay de todo, como es lógico. Triunfan las letras sobre el amor o el desamor. Pero hay joyas de una categoría sublime.Si hacemos un recorrido por la obra de Billie Holiday, nos encontraremos con uno de los poemas más descarnados de que tenemos noticia: Strange Fruit. En él oímos que "extraños frutos cuelgan de los árboles del sur", y comprendemos al instante que nos está hablando en presente de los linchamientos masivos que se están dando entonces en Alabama, en Georgia, en Mississipi. Lo que canta es de un dramatismo sobrecogedor. Existe una versión en directo, en un bar de Chicago. Al comenzar la canción oímos al fondo conversaciones sueltas, ruidos de copas y platos entrechocando, carcajadas; casi nos parece oler el aroma del bourbon y del puro barato, y sabemos que es una noche de sábado porque el ambiente no puede ser más distendido. Conforme Billie va cantando, el ruido de fondo va apagándose, hasta convertirse en un silencio sepulcral. Estamos seguros de que ninguno de los presentes en aquél concierto olvidará jamás ni esa noche ni el impacto demoledor que le produjo esa canción. Y nosotros les invitamos desde aquí a que se hagan con ella (está disponible en la obra completa de la Holliday en la casa Verve). Eso sí es poesía. elpoemaseminal 135-136/ ago-sep, 2009/22


En la actualidad permanecen los citados. Dylan puso toda la carne en el asador en discos como Freewheelin, y en canciones como “A Hard Rain's A Gonna Fall”, seguramente una de las canciones más hermosas de la historia. Stevie Winwood hizo una canción enormemente triste y desesperada en “Blind Faith”, donde se acompañaba de Eric Clapton, Rick Grech y Ginger Baker. Era Can't Find My Way Home. Cave rezumaba pesimismo romántico en la ya citada “Your Funeral, My Trial”. Y Leonard Cohen alcanzó un nivel casi sobrehumano en Songs of Love and Hate. Aunque un amigo me contaba que se contentaría con poder escucharle en directo su célebre “Hallelujah”...

El Correo Gallego, 9 de agosto de 2009 ***

KKOORRAA,, D DEE RRO OGGEELLIIO O GGU UEED DEEAA EErrnneessttoo GGaarrccííaa LLóóppeezz

Si echamos un vistazo a la historia del Premio Adonáis nos encontramos que en sus 66 años de trayectoria sólo seis autores latinoamericanos (contando con el autor que nos ocupa) han obtenido dicho galardón. Uno cada 10 años, aproximadamente. Antonio Fernández Spencer en 1952 (República Dominicana), Roberto Sosa en 1968 (Honduras), Laureano Albán en 1979 (Costa Rica), Luis Enrique Belmonte en 1998 (Venezuela), George Alexander Portillo en 2006 (El Salvador) y ahora Rogelio Guedea en 2008 (México). Quizá una de las razones de tan extraña situación sea que, durante demasiado tiempo, el Adonáis estuvo inextricablemente unido a las preocupaciones, tensiones y aislamientos propios de la poesía

española, convirtiéndose en una especie de cuerpo extraño a los ojos de la plural y casi siempre cosmopolita literatura latinoamericana. Pero con la concesión en apenas tres años de dos primeros premios a autores del otro continente, parece que esta realidad empieza a tambalearse. No estaríamos ya ante un recinto con fuerte sabor nacional, sino más bien delante de una intentona (con sus virtudes y defectos, consciente o inconscientemente) por el diálogo en lengua española, en línea con otros esfuerzos como la antología Las ínsulas extrañas de los españoles José Ángel Valente y Andrés Sánchez Robayna, y los hispanoamericanos Blanca Varela y Eduardo Milán. Más allá de la verosimilitud o no de esta afirmación, ¿qué señas de identidad presenta este libro y en qué medida esos ejes participan de ese hipotético diálogo transoceánico? Para empezar habría que decir que, del mismo modo que la propia lengua española es ya un patrimonio multicultural, desprovisto de esencialidades, proyectado hacia la contemporaneidad mediante numerosas líneas de fuga, el caso de Rogelio Guedea es el de un extrañamiento. Si nos atenemos a su biografía, nos topamos con un mexicano que vive en Nueva Zelanda, inserto en un idioma y un país que no es el suyo, y que por voluntad decide presentarse a un premio español, alejado también de su rica genealogía literaria. La patria propia, lejana, en nebulosa casi, se incorpora a buena parte de sus poemas en forma de símbolo, con especial énfasis en su primera parte (“Mañana es un país que no existe”): “Una mujer sentada en una banca, parecida a mi país cuando me despedía. / Parecida al adiós de mi país”. La evocación del origen no parece devenir en linaje, sino en veladura, telón de fondo de una temperatura emocional constante a lo largo del poemario. La “extranjeridad”interior del poeta (obsesiones, imágenes, tristezas, errancias) encuentra en la propia distancia una metáfora solapada de su propio extrañamiento. Nos encontramos aquí con el que sería, a mi juicio, primer rasgo identitario del libro. Extrañamiento de la lengua que es también extrañamiento del hombre. elpoemaseminal 135-136/ ago-sep, 2009/23


Ahora bien, Kora se arpegia en tres movimientos de muy distinto signo. El primero de ellos (ya señalado) concentra su mirada en la reflexión metapoética, autorreferencialidad y ahondamiento en las contradicciones del sujeto que escribe. Como apoyatura de esa mirada la mujer, entendida más como interlocutora pasiva (“Mujer portátil”), oidora de las propias inconsistencias de la vida (lo cotidiano y su posición dentro del mundo). Esta sección, a mi juicio, es la más desigual, no exenta en cambio de momentos de fuerte intensidad conceptual (como, por ejemplo, en el poema “Cota I”). El segundo movimiento, “Isla al sur”, constituye (también a mi juicio) el corazón del libro, su mayor hallazgo. Tomando como punto de partida una contundente cita de Roberto Juarroz (¿hay algún verso de Juarroz que no lo sea?): “Me están dictando cosas, / pero no desde otro mundo u otros seres, / sino, más humildemente, desde dentro”; Rogelio Guedea levanta un apasionante y fragmentado discurso donde se condensa lo mejor de su lírica: emotividad, convivencia de lo cotidiano y lo imaginativo, lenguaje puesto al límite, delante del umbral que licua lo estrictamente narrativo y poético, dando lugar a una mixtura experimental de cierto alcance, y sobre todo la sabia traslación a palabras de ese extrañamiento del que dábamos cuenta al principio de la reseña: “atado a sus abismos (un abismo puede ser también la suma de dos caras) / y a su sombra (una sombra sin pijama ni martillo), / recorriendo los pasillos de la memoria, / su ruta incierta, / un día y más allá, / hasta llegar (su mano) a mi país, para decir –de nuevo, otra vez–: / padre, / estos huecos que dejaste”.“Isla al sur” se comporta como enclave del libro; almendra desolada de su poética. La última sección, “Conversaciones”, teñida de una tristeza en vilo, casi transparente, pero que empapa cada uno de sus versos, se levanta en forma de diálogos ausentes con la compañera, reflejando las porosidades de la vida o sus debilitamientos más íntimos. Este apartado (a modo de cierre) viene también a adensar todo lo abordado durante las secciones anteriores para hacerlo desembocar en una suerte de monólogo al vacío donde el lector,

interpelado, tiene la sensación de estar ahí, junto al poeta, observando “el contorno de sus derrotas”. Con este libro Rogelio Guedea pone nombre a la “tristura”, a la soledad y la extrañeza, uniendo para ello los cabos de la lírica y las asperezas de la narrativa. Poemas sincopados que dialogan con los ritmos, también sincopados, de nuestra contemporaneidad. Quizá por todo ello, la poesía de Guedea puede inscribirse dentro de esa misma latencia transoceánica que mencionábamos al inicio. Una lengua que se va ensanchando a medida que se extraña a sí misma (véase fenómenos como la literatura chicana); unas poéticas que, más allá de sus contextos sociohistóricos diferentes, observan cada vez con más perplejidad su participación en el mundo a través de posiciones liminares, mestizas; una literatura que da cuenta del sujeto postmoderno, latinoamericano o europeo, da igual, fragmentado y sometido a la disciplina de la individualidad; una voz que no se aferra al antagonismo clásico entre figuración y abstracción y que sabe poner en juego (cabeza bifronte, recursiva) las laderas de la realidad y la imaginación. Quizá por todo ello, este libro de Rogelio Guedea continúa la estirpe de otros autores que alimentaron y alimentan, día a día, el intercambio en lengua española. Otro Lunes. Revista Hispanoamericana de Cultura, año 3, núm. 9, agosto de 2009

PPU UBBLLIICCAAN N TTRREESS LLIIBBRRO OSS GGAALLAARRD DO ON NAAD DO OSS CCO ON N EELL PPRREEM MIIO OD DEE PPO E S Í A " O L G A O R O Z C O " OESÍA "OLGA OROZCO" Tres libros galardonados con el Premio de poesía "Olga Orozco", acaban de ser publicados en Buenos Aires: Conejos en la nieve, de Eugenio Mandrini, que ocupó el primer lugar y dos obras que resultaron finalistas: In movimiento, de Gigliola Zecchin y Trilogía de la tristeza, de María Malusardi. elpoemaseminal 135-136/ ago-sep, 2009/24


El primer premio fue publicado por la editorial Colihue, mientras que las obras finalistas fueron editadas por Paradiso (Zecchin) y por Alción (Malusardi). El concurso convocado por la Universidad Nacional de San Martín a través de su revista Nómada y la Cátedra Abierta de Poesía Latinoamericana lleva el nombre de Olga Orozco en homenaje a la poeta argentina. El jurado del certamen, fallado en 2008, estuvo en integrado por los poetas Antonio Gamoneda de España, el chileno Gonzalo Rojas y los argentinos Juan Gelman y Jorge Boccanera. El premio, abierto a libros inéditos de poetas de habla castellana, reunió a casi 800 participantes que enviaron su trabajo desde prácticamente de 18 países de América, y de Israel, Gran Bretaña, Suecia, España, Alemania y Suiza. De Mandrini -poeta, guionista de historietas, autor de los libros "Campo de apariciones" y "Criaturas de los bosques de papel"- dice el poeta chileno Gonzalo Rojas en el prólogo: "Me gusta este libro, que le dijo adiós a la fanfarria verbal y a las viejas trampas vanguardistas y al humorismo facilón". Agrega Rojas, que ofició de jurado: "Reconozco en Mandrini a un veedor de Mundo, de esos que ya no hay o ya no quedan: frescor expresivo singularísimo, rigor y gracia en cada uno de los textos. A cada instante me fascina ese manejo único de un idioma español que casi no es de este mundo, libérrimo, limpio, noble". Sobre una herramienta recurrente en su poesía, el martilleo de las preguntas, asegura el autor de "Conejos en la nieve": "De niño he sido martillado por mi padre, de grande martille a mi hijo. El amor hizo lo mismo conmigo, y yo con él. Ni hablar de

los martilleos dados y recibidos cada vez que me detuve a sobrevivir". En su libro se cruzan diferentes lenguajes: del pasaje lírico a la narrativa, de la imagen restallante al pasaje reflexivo. Asegura Mandrini que ello obedece a su "voracidad ecléctica de lectura y al hecho irracional de negarme a publicar durante décadas. Curiosa mixtura, que me permitió escribir novela, cuento, guión de historieta, poema y (hoy) micro ficción". Se percibe en "Conejos en la nieve" una búsqueda del interlocutor, una urgencia por comunicar, una demanda de diálogo "Creo ser un buen y variado dialogante pero en la poesía mi interlocutor es tan brumoso que he terminado por ser yo él mismo, con otras voces y mascaras". Por su parte Gigliola Zecchin, autora de In movimento y de otros títulos como Paese, Arte povera y La piedra de la paciencia, sitúa su hacer en: "La necesidad de no soltar las raíces, esa pequeña ciudad amurallada donde vi la luz del 'mattino' en un diciembre cubierto de nieve. Los recuerdos de la infancia atraviesan mis sueños todavía y en ellos busco las caricias que no recibí". En un texto de contratapa Boccanera, también jurado del "Olga Orozco" sostiene que: "El orden secreto de lo cotidiano y el eros de la nostalgia, son las marcas de esta poesía que elude lo enfático y se afirma en una economía de lenguaje". Al respecto señala Zecchin: "Me basta con pensar en la velocidad con la que fluye mi sangre, ese recorrido demente que nos sostiene con vida. En el misterio del aire que se convierte en palabras que nos atan a otros destinos y que nos libran de la soledad, para que la poesía encuentre su cauce". Entre los pliegues de In movimento asoman versos en italiano, la lengua madre de Zecchin, ¿se reconoce la poeta entre los paisajes de la memoria de Quasimodo y la textura de sombras de Ungaretti?: "Por alguna razón se me impone, siempre, el paisaje, pero un paisaje metafísico, despojado que me obliga a economizar palabras. En cuanto a Ungaretti allí está, en esa misma brevedad oscura y lacónica". Sobre el papel de la mirada, lo visual, lo entrevisto, en su poesía, Zecchin sostiene: "Mi educación sentimental está marcada por el rigor el elpoemaseminal 135-136/ ago-sep, 2009/25


miedo y la alegría; extraña combinación. Me gustan las rendijas (de la vida) por las que se puede mirar sin ser vistos". De su parte Trilogía de la tristeza, de María Malusardi, alude a claustrofobia, a destino alambrado: "Diría que se habla 'desde' el encierro. El encierro, que es anterior, es el origen del poema, es la imposibilidad una vez más. Y sólo la poesía puede romper el alambrado, no los hombres .O más bien, los hombres a través de la poesía, de la creación". La atmósfera de libro, ¿es un "Auschwitz" que va más allá de una guerra y un tiempo específico, para representar las pérdidas, la sobrevivencia, "los muertos que vendrán"?: "Es así. Agregaría que el hijo que está presente desde su ausencia, desde su inexistencia, en el yo poético, en el espacio íntimo del poema, confluye con la imposibilidad de sobrevivir en el campo de concentración". Y agrega: "Auschwitz va más allá de Auschwitz. Y el dolor es, de tan extremo, imposible". El lenguaje escueto de Malusardi parece aludir a un tiempo sin palabras: "Creo que cualquier poema, debe llegar a ese instante. Paradójicamente, la poesía es revelación, es el paroxismo del lenguaje sostenido en la fugacidad. Esta inversión de sentidos habla de la belleza que cabe en la revelación de lo imposible. Desde esta perspectiva intento hacer poesía", finaliza Malusardi. Mendoza On Line, 11 de agosto de 2009

AALL CCAARRAAJJO O CCO ON N LLAA PPO OEESSÍÍAA JJaavviieerr RRooddrríígguueezz M Maarrccooss

"Alguien muere cada cuatro minutos / en el estado de Nueva York... / Al carajo contigo y con tu poesía... / Te pudrirás y esfumarás / en el próximo sistema solar / junto con el resto de los gases... / ¿Qué carajo sabes tú al respecto?". Así son algunos de los poemas que escribió William Carlos

Williams (1883-1963). Otros son así: "La Rosa se marchita / y es engendrada de nuevo / por su semilla con naturalidad / pero adónde / acudirá / salvo al poema / para no sufrir merma / en su esplendor". Ambos pertenecen a dos de sus grandes libros. El primero, a La primavera y lo demás (1923). El segundo, a Cuadros de Brueghel (1962), que le valió el Premio Pulitzer. "No hay ideas sino en las cosas". Williams repitió y aplicó cuanto pudo esa consigna. Fiel a ella, su obra huye de las grandes abstracciones para ahondar en lo concreto y encontrar la poesía lejos de lo poético. "Objetivismo" es la etiqueta que él mismo puso a su trabajo. No es, pues, raro que se le considere el maestro de los maestros del realismo (más o menos sucio): de Robert Lowell, Carver o Bukowski. Él es, sin duda, uno de los grandes de la lírica estadounidense del siglo XX junto a nombres como su amigo Ezra Pound, Wallace Stevens o Marianne Moore. Pediatra de profesión, sus libros tardaron en traducirse al español. Durante años estuvo en manos de francotiradores más o menos ilustres como Octavio Paz, Ernesto Cardenal o Carmen Martín Gaite. En los últimos años, no obstante, las editoriales españolas han ido poniéndose al día. Este mismo año, por ejemplo, se publicó Viaje al amor en Lumen, que hace dos editó el citado Cuadros de Brueghel. Entre tanto, Visor tiene en su catálogo dos antologías a las que viene a sumarse ésta, bilingüe, preparada por Juan M. López Merino. Aunque hay libros representados con un solo poema -es difícil resumir dos decenas de títulos y medio siglo de escritura-, el resultado es una buena introducción a la obra de un poeta cuya voz se nutrió tanto de las vanguardias como de la experiencia urbana. Sus poemas son muy estadounidenses sin dejar de ser a veces universalmente clásicos. Tienen toda la crudeza de la modernidad menos sentimentaloide y la elpoemaseminal 135-136/ ago-sep, 2009/26


delicadeza del impresionismo oriental. El único libro no representado en la selección de López Merino es Paterson -hay traducción de Margarita Ardanaz en Cátedra-, un ambicioso poema único con tintes épicos que Octavio Paz criticó con unas palabras que bien podrían ser un elogio: "La reducción de los Cantos de Pound al formato provinciano". No suena tal mal.

Babelia, El País, 8 de agosto de 2009

EELL VVÉÉRRTTIIGGO OD DEE LLO O SSAAGGRRAAD DO O JJaaiim mee SSiilleess

Rainer Maria Rilke, Poemas a la noche. Pról. de Clara Janés,Trad. de A. Janés y C. Janés. Madrid, Ediciones del Oriente y del Mediterráneo. 2009. Rainer Maria Rilke,Sonetos a Grete Gullbransson. Ed. de Antonio Pau. Madrid, Visor. 2009. El origen y evolución de los poemas es algo que ni su propio autor puede presuponer -sólo cuando el desarrollo de éstos es sincrónico y se produce u organiza en series resulta posible intuir cuál vaya a ser su dirección. La filología rilkeana entendiendo por tal no tanto la que le ha aplicado una difícil y en ocasiones abstrusa hermenéutica, sino la que ha intentado comprender su sentido a la luz del texto y de su ordenación- ha chocado con el escollo que, dentro de su inconfundible estilo, representan los Poemas a la noche, que ni Rilke mismo pudo clarificar. La razón de que los diera a conocer a amigos, pero no a la imprenta, se debe entre otras cosas- a que, como conjunto, están constituidos por dos y muy distintas series, que adelantan rasgos característicos de la que será la última etapa de su obra, pero que lo hacen por separado y sin llegar a constituir una unidad. Entre Ronda y París En los Poemas a la noche hay -en el XI, el XII, el XIII, el XIV, el XVII y el XVIII- una formulación muy

próxima a la de las Duineser Elegien, mientras en el resto la dicción oscila entre las convenciones del fragmento en la estela de Novalis y una forma de soneto incompleto, del que se adivina que está sin concluir. Escritos, en su mayoría, en París, entre enero de 1913 y febrero de 1914, salvo los dos primeros, que lo fueron en Ronda, entre el 6 y el 14 de enero de 1913, su cronología coincide con la de los Sonetos a Grete Gullbransson, cuyo tono como advierte muy bien Antonio Pau- es el mismo. Lo que los une, más que los unifica, es su carácter agónico y visionario: eso que Clara Janés ha definido como «el vértigo de lo sagrado» y que Stephens describió como «la necesidad de transcendencia», que enlaza aquí tres temas recurrentes en la imaginería rilkeana: el ángel, la noche y la amada, vividos como mediación con la divinidad. Asistimos aquí al taller y a la intimidad creadora de Rilke, que es lo que estos poemas nos acercan y, en cierta manera, incluso nos dan. Estamos, pues, ante esas «celestes imágenesespejo» que él descubrió en la pintura del Greco y que, como el ángel, son “ascenso y precipitación”. Althen y Masson subrayaron su diferencia con las Elegías: según ellos, los Poemas a la noche son algo así «como la repetición indefinida de un mismo tema y sus armónicos». Y no les falta razón, porque, pese a la fuerza de su arranque, no llegan más allá de su primer impulso y se quedan truncados, como un esbozo de algo cuyo proceso se ve que es poéticamente importante, pero que no tiene continuidad ni conclusión. Eso constituye también su atractivo, porque nos permite ver la obra aún no terminada, y el poema todavía en su borrador. Rilke está aquí entrando en una nueva etapa que él mismo ignora cuál va a ser. De ahí que titubee y que sea incapaz de decidirse. Y es que no sabe ni la forma que el libro pueda llegar a tener. Por eso ensaya diversos tipos de poema que luego se articularán en dos: las Elegías y los Sonetos, o al revés. Pero tardará aún diez años en llegar a ello. Y eso es lo que estas dos series que ahora comentamos, cada cual a su modo y como intento y germen, pretenden fijar: lo que nos hacen ver es lo que Rilke llamó la obligación de lo imposible, que, elpoemaseminal 135-136/ ago-sep, 2009/27


en su caso, se tradujo en un nuevo lenguaje, primero, y en otro modo de poetizar, después. Rilke alude a ello en su estar a la espera y apresar con símbolos «de círculos en círculos»: es decir, bajo formas poéticas diferentes, que es como entendía él «la esencia y el cambio de los nombres». Titánico rigor Los cinco Sonetos a Grete Gullbransson — independientemente de la concreta circunstancia que los motivó— participan del clima de Poemas a la noche, en cuya cronología se inscriben y al que por su naturaleza pertenecen. En el primero aparecen citados los sentidos a los que en 1919 alude en su texto “Rumor originario”. La lección poética de Rilke es doble: es de búsqueda y es, sobre todo y también, de exactitud: el poema era para él «lo exacto que se opone a la vida imprecisa». Y eso le exigía tan gran esfuerzo perceptivo como titánico rigor. Lo que no siempre tenía recompensa: como sucede en este ciclo suyo en que ciñe el objeto, lo rodea, lo enmarca, pero la realidad de lo aprehendido queda en parte fuera de la realidad de la composición y, por lo tanto, fuera de la realidad del arte en la que Rilke deseaba engarzarse «como las piedras en la pura figura», que, como la divinidad en lo alto, «sostiene / la leve bóveda de su impasibilidad». Y este no lograrlo ni conseguirlo es lo que hace que estos poemas tengan una relativa y precaria existencia, faltos no de arte ni de vida pero sí de lo que el poema XIII -el que mejor expone su sensación de crisis- llama su «señal» y su «olor». Una y otro tardarían una década aún en producirse, pero su protohistoria está transcrita aquí.

Barcelona y junto a otros poetas, sus versos ante la multitud que llenaba el Palau de la Música: "Ese otro que también me habita, / acaso propietario, invasor quizás o exiliado en ese cuerpo ajeno o de ambos, / ese otro a quien temo e ignoro, felino o ángel, / ese otro que está solo siempre que estoy solo, (...) / eco o palabra, esa voz que responde cuando me preguntan algo, / el dueño de mi embrollo, el pesimista y melancólico y el inmotivadamente alegre, / ese otro, / también te ama". Es cierto que los 600 espectadores instalados en el auditorio diseñado por Domènech i Muntaner son pocos al lado de los 85.000 que abarrotaban el Estadio Olímpico romano, pero su presencia allí es todo un síntoma de que las minorías, como quería Juan Ramón Jiménez, también pueden ser inmensas. Un dato a tener en cuenta en tiempos en los que la cultura ha terminado como las manifestaciones callejeras: midiéndose con el criterio de la masa, ya se trate de los clics de una página web o de las entradas a un museo de arte. "Al salir, la ciudad estaba desierta. Todo el mundo viendo la tele. Pero la sala estaba llena", recuerda Jaramillo. "Además, ¡habían pagado entrada para escucharnos! ¡Seis euros!". El autor colombiano, uno de los referentes de la lírica latinoamericana viva y autor de títulos como Aunque es de noche y Cantar por cantar (editados por Pre-Textos), nació en la región de Antioquia, pero ha pasado buena parte de su vida en Medellín. En esa ciudad tiene lugar el festival de poesía más popular en lengua española. En julio

ABCD, núm. 913, 25 de julio de 2009

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El pasado 27 de mayo, poco antes de que Samuel Eto'o marcara en Roma el primer gol del F. C. Barcelona en la final de la Liga de Campeones frente al Manchester United, el escritor colombiano Darío Jaramillo leía, en la propia elpoemaseminal 135-136/ ago-sep, 2009/28


pasado celebró su 19ª edición, en la que, durante siete días, participaron 65 autores de 43 países. En ese festival, el leonés Antonio Colinas, que acaba de publicar la antología Nuestra poesía en el tiempo (Siruela), recuerda haber leído, en una edición anterior, ante 10 000 personas en un campo de futbol. En su opinión, en América la poesía tiene mucha más presencia en la vida de la gente: "Aquí tal vez la intelectualizamos más y eso nos ha hecho perder un poco la conexión con la calle. Se ha ido quedando como materia de estudio". Más allá del festival, el propio Jaramillo relata una lectura organizada en 1989 en el Centro de Convenciones de Medellín. Y de nuevo, con futbol al fondo: "Los poetas pensábamos que nadie concurriría, porque a esa misma hora se retransmitía la semifinal de la Copa Libertadores, que jugaba un equipo de Medellín. Para colmo, desde dos horas antes se largó un aguacero inmisericorde sobre la ciudad. Pero ni el futbol ni la lluvia fueron obstáculos para que el aforo fuera completo: más de 6 000 personas". Además, muchos autores latinoamericanos recuerdan como un hito el festival que tuvo lugar en Caracas en 1997. Por allí pasó durante tres días otro escritor colombiano, Jaime Jaramillo Escobar, para impartir un taller titulado “Método fácil y rápido para ser poeta”. El último día la organización tuvo que poner altavoces fuera del complejo en el que se celebraba el acto: mucha gente había pasado la noche en tiendas de campaña para coger sitio. En opinión de Colinas, "la poesía interesa a más gente de lo que parece. Puede, eso sí, que tenga más lectores que compradores". Las últimas encuestas sobre hábitos de lectura en España reflejan, en efecto, que tal vez no pase por los libros el futuro de un género que durante siglos representó la esencia misma de la literatura: la novela era un mero entretenimiento. Hoy parece increíble que la poesía fuera tradicionalmente parte decisiva en la formación de cualquier persona culta, incluidos los poderosos de la Tierra. Según los datos más recientes, referidos a 2008, de la Federación de Gremios de Editores de España, el 80% de los lectores habituales lo son de

literatura. De éstos, casi el 95% lo es de narrativa. El resto se lo reparten, el ensayo (2,9%), la poesía (1,9%) y el teatro (0,9%). Según los mismos datos, la tirada media de una novela es de 6.700 ejemplares (la mitad en el caso de los títulos más estrictamente literarios). Un libro de poemas es casi un best seller si pasa de 2 000. "No sé explicar la supuesta contradicción entre que haya lecturas públicas multitudinarias y escasez de lectores, pero intuyo que es apenas una contradicción aparente", dice Darío Jaramillo. "Pienso que los compradores de libros de poesía leen más los libros que compran que los compradores de novelas". Suele decir Francisco Brines, recordando al citado Juan Ramón Jiménez, uno de sus maestros: la poesía no tiene público, tiene lectores. Con todo, parece que también empieza a tener lo primero. Sobre todo gracias a la proliferación en nuestro país de festivales como los de Barcelona, Granada o Córdoba. En esta última ciudad surgió hace seis años Cosmopoética, convertido hoy en uno de los festivales literarios de mayor prestigio en España, por el que, durante tres semanas, pasan desde premios Nobel hasta autores emergentes, a los que acude a escuchar cada año una media de 20.000 espectadores. Como recuerda su coordinador, el escritor Carlos Pardo, "dicha, la poesía no asusta tanto como escrita porque mucha gente la asocia a los penosos exámenes del bachillerato. Las lecturas de poemas muestran muy bien la doble faceta del género: íntima, pero universal, que apela al yo de las sociedades". No obstante, Pardo insiste en que un festival, por muchos que sean los asistentes, debe mantener "el respeto a la poesía como arte de lo pequeño, el detalle y el matiz". Y se pregunta si no hará falta "una buena dosis de efectismo" para sacudir grandes auditorios: "Muchos autores latinoamericanos me cuentan su sufrimiento para encandilar a un estadio (lo más parecido a un jurado popular) con poemas escritos para un lector, un único tú que apela a lo más íntimo. Y lo pasan mal". En el fondo, la salida de la poesía fuera de los libros tiene mucho de vuelta al origen. El género nació asociado a la música y los versos son mucho elpoemaseminal 135-136/ ago-sep, 2009/29


más antiguos que el papel. Y que la escritura. Al hablar de la tradición poética, el académico Francisco Rico, que acaba de publicar la antología bilingüe Mil años de poesía europea (Backlist), lo expresa así: "Tan importante o más que la letra eran la música, la calidad de la ejecución y la mímica. Regía ahí el mismo principio que certifica que la inmensa mayoría de los aficionados a la ópera o el rock no entiende el italiano ni el inglés". La subida a los escenarios y su asociación con la música son, precisamente, otros de los canales que están sacando la poesía del terreno de su reserva india. Y lo hacen bajo nombres que tienen sus propios festivales -polipoesía y Spoken Word-, dos maneras de nombrar un híbrido que conjuga lectura, improvisación, audiovisuales, performances y música. En el Centro de Cultura Contemporánea de Barcelona nació un importante festival polipoético en los años noventa y, actualmente, en La Casa Encendida de Madrid, se celebra anualmente otro más, Yuxtaposiciones. Silvia Grijalba, que dirige desde hace cinco años el festival Spoken Word -que empezó desarrollándose en Sevilla, este año se extendió a Gijón y podría seguir sumando sedes en el futuro-, sostiene que su intención ha sido siempre "que la gente le pierda el miedo a la poesía sin perderle el respeto". Al hablar de un evento por el que han pasado nombres como Nick Hornby, Alessandro Baricco, Irving Welsh o Marlango Grijalba insiste en que la música en él es algo secundario: "Nuestro festival es sobre todo literario, no Benicàssim. Pero tampoco sirve que un escritor lleve sólo acompañamiento musical. Por bueno que sean el escritor y el músico. El spoken word es un género en sí mismo, un espectáculo total. No basta sólo con leer un texto, hay que interpretarlo". En su opinión, la fórmula sirve para que los no habituados a la poesía se acerquen a ella. Y para ganar lectores. Para ello las armas del espectáculo son tan buenas como las mejores: "Recuerdo la actuación de Julian Cope. Fue una mezcla de tradición y punk. Intervino vestido con un pantalón militar y sin camiseta, pero recitó un poema épico perfectamente clásico sobre unos yacimientos megalíticos".

La poesía, en efecto, es más antigua que los libros. Puede que parte de su supervivencia esté en la vuelta a momentos como aquellos en los que, mucho antes siquiera de pensar en escribirla, un griego empezó a darle vueltas en su cabeza a una frase que empezaba: "Cuéntame, Musa...". Y hasta hoy. Vacío pero histórico Mario Benedetti, tal vez el poeta más popular de América Latina después de Pablo Neruda, murió en Montevideo el 17 de mayo pasado. Semanas antes, la Biblioteca Nacional de Madrid le había dedicado un homenaje al que la gente acudió masivamente a leer sus poemas o, simplemente, a escuchar cómo sus amigos hablaban del poeta. Dos días después de su muerte, el poeta Antonio Gamoneda presentó sus memorias. La pregunta cayó por el peso de la actualidad: "¿Qué opina usted de Mario Benedetti?". El poeta leonés y premio Cervantes respondió: "Su muerte me ha entristecido. Era un hombre necesario que destacó por su honradez intelectual y capacidad de crítica. Lo que intentó hacer lo hizo bien. Cumplió su propósito ampliamente. Respeto su manera de entender la poesía pero no la comparto. Para mí, la palabra meramente informativa y la crítica moral tiene su lugar en los periódicos, en la televisión, en los púlpitos si se quiere, pero la modalidad esencial del pensamiento poético no es ni reflexiva ni crítica sino un tipo de otra naturaleza, y determina un lenguaje que también es de otra naturaleza". Aunque mucha gente prefirió leer en blanco y negro los grises de esas declaraciones, la polémica que provocaron -la gran minipolémica literaria del curso pasado- era sólo un capítulo más en la vieja disputa entre una poesía que busca comunicarse con el lenguaje cotidiano porque lo considera el lugar ideal del entendimiento humano y la que busca subvertirlo porque lo considera el sitio en el que se encarnan todas las inercias que someten a la humanidad. La irresoluble disquisición estética, no obstante, conlleva también un choque entre la claridad y el hermetismo, la mayoría y la minoría. Lo curioso es que, popularidades como la de Benedetti aparte, clara o hermética, la poesía carga elpoemaseminal 135-136/ ago-sep, 2009/30


desde hace décadas con el sambenito de ser eso, poesía, una palabra que rima con minoritario. Y de minoritario a residual no hay más que un paso. La supuesta falta de importancia que se deriva de ese carácter termina, así, siendo un clamor. Sobre todo cuando la cultura queda presa de la estadística y el número de ejemplares vendidos de un libro deja de ser un asunto sociológico para convertirse en criterio estético. Contra esa tendencia siempre quedarán escenas como aquélla de la película 24 hour party people, de Michael Winterbottom, en la que alguien recuerda el concierto que los Sex Pistols dieron en Manchester el 4 de junio de 1976. "Yo diría que fue histórico", dice el personaje. "¿Cómo pudo ser histórico si sólo había 42 personas?", le responde otro. Y el primero contestaba: "¿Y eso qué importa? ¿Cuánta gente hubo en la última cena?".

El País, Madrid, 12 de agosto de 2009 ***

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Barcelona, 13 de agosto. En los últimos quince años, la producción del campo poético argentino ha adquirido una vitalidad inédita. La convivencia de diferentes líneas estéticas, que además trafican y comercian entre sí, dota de aún mayor vigor a esa fortaleza. La editorial Perceval Press ha recogido en un volumen una selección de la llamada Generación de los 90, que ya está a la venta con ese mismo título. Al ímpetu cultural que la salida de la dictadura militar desató a mediados de los ‘80 se sumó la tarea de editoriales y revistas literarias, entre las que se destaca 'Diario de Poesía', publicación que repondrá nombres de obras y autores silenciados o poco considerados por efecto del exilio y la

chatura impuesta en los años oscuros. Así, Leonidas Lamborghini, Joaquín Gianuzzi, Ricardo Zelarrayán y Juana Bignozzi comienzan a formar parte del proceso de mestizaje al que los jóvenes poetas someterán a la tradición, recuperando además la poesía latinoamericana contemporánea, la poesía objetivista norteamericana y la línea del neobarroco, así como varios lenguajes de otras disciplinas del campo cultural, de los medios de comunicación, de la política, del barrio y, por supuesto, del propio sistema de obsesión, formación y subjetividad de cada poeta. La crítica especializada denominó a este movimiento Generación de los 90. Más allá de la dificultad de dar cuenta de esta emergencia en términos de décadas, hay que reconocer en este movimiento una genealogía sin duda más extensa, así como una proyección que llega hasta nuestros días: en los últimos años se han venido consolidando muchos nuevos poetas, por lo que esta analogía ya ofrece –como suele suceder– un panorama incompleto y caprichoso. Los poemas han sido seleccionados por Gustavo López, fundador de la revista y las ediciones de poesía de Vox, y editor del semanal digital infoVox. La poesía argentina ha tenido un lugar bien establecido y respetado desde hace mucho tiempo en la literatura castellana. Los artistas presentados en esta antología continúan la larga tradición de respeto y desafío que siguen compartiendo los escritores y lectores de poesía en la Argentina. He aquí un ejemplo, de Patricia Guzmán: Cuántos corazones he podado los lanzo al río si quiero que me encuentren Los echo contra el piso si quiero que me perdonen Les doy de comer si quiero que me amen * El cielo tiene un lado sordo Mi esposo me ha dicho que no le siga hablando Que si yo quiero él va y le pregunta qué le pasa elpoemaseminal 135-136/ ago-sep, 2009/31


Mi esposo prefiere que yo mire para abajo Aquí los vínculos son más fecundos Aquí si tengo que orar me perfumo (Los perfumes se ofrecen como oraciones) Aquí tengo un libro lleno de lamentaciones, gemidos y ayes (Yo no he querido comerme el libro que me ofrece el ángel) Aliméntate, me pide mi esposo Aliméntate Aliméntate El cielo tiene un lado sordo Aquí si tengo que orar me perfumo

www.tribunalatina.com/es/notices/los_nue vos_poetas_argentinos_19873.php ***

NOVEDADES Julio Trujillo, Pitecántropo. Oaxaca, México, Almadía, 2009 Pitecántropo confirma el interés de Julio Trujillo por sondear las posibilidades plásticas y sonoras del poema. En cada uno de los apuntes que conforman este diario de perplejidades, el eslabón perdido que se oculta o revela en el follaje de estas páginas ofrece al mismo tiempo el relato de los instantes más agudos que ha vivido y el retrato de una transformación interior. El resultado es un poema dictado por un ser verbal que da cuenta de su instinto animal. Francisco Hernández, La isla de las breves ausencias. Oaxaca, México, Almadía, 2009 Luego de imaginar las cartas y poemas que pudieron haber escrito Robert Schumann, Friedrich Hölderlin, Georg Trakl o Charles B. White, Francisco Hernández entrega esta fascinante colección de poemas que puede leerse como el diario secreto de Robinson Crusoe. Al registrar sus visiones, el autor descubre un

archipiélago donde los fantasmas que pueblan el alma humana encarnan en fuerzas de la naturaleza y se vuelven faunas fabulosas, metáforas alucinantes y agrestes. No es raro que el lector se tope con un doble del autor, ni que sienta que le fueron dirigidos los extraños mensajes que aparecen en un montículo fantasmal. Llevado por su siempre

certero humor negro, el poeta intuye un mapa huidizo, que conduce hacia las trampas gemelas de la memoria y el olvido. José Eugenio Sánchez, Escenas sagradas del oriente. Oaxaca, México, Almadía, 2009

Este regocijante libro de José Eugenio Sánchez implica un disparo letal a las mitologías más desgastadas de la poesía solemne, un certero gancho al hígado que sintoniza al lector con el mundo desencajado de uno de nuestros poetas más peculiares. Saboteando a la cultura pop, el autor renueva y demuele elementos archiconocidos del cine, la televisión, la música: los cowboys, las películas policíacas, las actrices porno, la proverbial tristeza de los artistas, los covers de melodías que todos tarareamos. Escenas marcadas por un sentido del humor que revela la ternura y la desazón que construyen la realidad: vacas perplejas ante el desastre urbano, el amor en sus más extrañas manifestaciones, noticias sueltas que documentan el caos de nuestra época. Irónico e inquieto, escenas sagradas del oriente vincula con mordaz aliento imágenes que rebosan desfachatez. Con la edición mexicana de este libro, la obra de Sánchez, de sobra conocida y celebrada en el extranjero, entra definitivamente a ocupar el lugar que le corresponde como un hito en la poesía de nuestro país. elpoemaseminal 135-136/ ago-sep, 2009/32


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