elpoemaseminal 139-140

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n139-140 elpoemaseminal [dic09-mar2010]

mi hermano rimbaud/ roque dalton

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IIssaabbeellllee RRiim mbbaauudd TTrraadduucccciióónn yy pprróóllooggoo ddee RRiiccaarrddoo H Heerrnnáánnddeezz EEcchháávvaarrrrii Prólogo La obra del poeta Arthur Rimbaud sigue seduciendo a sus lectores. Verdadero enfant terrible de la poesía, escribió Una temporada en el infierno e Iluminaciones cuando apenas frisaba los 19 años. Vivió un viaje pasional con Paul Verlaine (Cernuda, en “Births in the night”, un hermoso poema, revive esos días tormentosos que la rara pareja pasó en Londres). En una carta dirigida a Georges Izambard y en otra a Paul Demeny traza el programa del poeta moderno: éste debe convertirse en alquimista del verbo y en un verdadero vidente: “El poeta se hace vidente por un largo, inmenso y razonado desarreglo de todos los sentidos”, dice anunciando la irrupción de lo oscuro y lo irracional que con el tiempo pregonarán los surrealistas. A los veinte años había cambiado la poesía de su tiempo y, como un adolescente desdeñoso, decide abandonarla. Viaja a África y nunca más vuelve a escribir poemas. Allí vive en Aden y en Harar. Se dedica al tráfico de mercancías y de armas para el rey Melenik (la leyenda negra dice que traficó esclavos, pero nadie ha probado eso), cruzando en caravanas las inmensas tierras desérticas de África. Su vida en África está poco documentada: vivía con una nativa, tenía un harem, abrazó la fe islámica, escribía ensayos geográficos, apuntan sus comentaristas. A los 37 años regresa enfermo (había perdido una pierna a causa de la gangrena) a la granja familiar en Roche, cerca de Charleville, donde lo atiende hasta su muerte su hermana Isabelle. Ella escribió un pequeño diario: Mi hermano Rimbaud que narra los últimos días de la vida del poeta. Lo hizo con sus propias palabras y desde su visión. Muchos le reprochan a Isabelle haber difundido la idea de la “conversión” de Rimbaud. Paul Claudel quedó muy conmovido con esa imagen de poeta casto y piadoso. César Moro prefería la imagen del poeta blasfemo, en rebeldía con la divinidad, verdadero poète maudit como lo llamó Paul Verlaine. Lo cierto es que Isabelle, por confesión propia, jamás leyó las obras de su hermano. Sin embargo, gracias a su pluma podemos leer los días en que ve partir a su querido Arthur por primera vez de Charleville, a las penas sólo atenuadas con infusiones de amapola durante su enfermedad, a la devoción que el poeta profesaba a Djamani, su criado, a los recuerdos de sus largas travesías en camello o en mula por Etiopía o Abisinia que lo obsesionaban aún en su agonía. Escrito con la veneración del amor fraterno, el diario donde Isabelle, la hermana embustera de Rimbaud, cuenta candorosa el retorno al hogar de su hermano mayor, nos acerca a los últimos días de un ser excepcional que fue tocado con el don de la palabra poética. Isabelle alcanzó a vislumbrar la verdad: “Hay en ti un genio excepcional”. La misma que proclamó René Char cuando dijo que Rimbaud fue “el primer poeta de una civilización aún por nacer”.


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