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elpoemaseminal es un proyecto independiente de divulgación sin afanes de lucro ni de promoción de una sola línea estética o cultural. no está vinculado a ningún grupo o institución, por lo que abre sus puertas a todos los autores/as de México y de cualquier parte del mundo. reconoce que los espacios para la poesía, con todo y que ahora son muchos dentro y fuera de la red cibernética, siguen siendo reducidos. el criterio de selección es únicamente la calidad poética, debido a lo cual se aceptan aportaciones en todos los sentidos. se citará siempre la fuente original. invitamos a los lectores/as y amigos/as a compartir poemas, libros, presentaciones, novedades y todo lo relacionado con la poesía, así como nuevas direcciones.


atisbos AARRCCAA D DEE LLOOSS AAFFEECCTTOOSS,, U UN NH HO OM MEEN NAAJJEE AA AALLFFRREED DO O PPÉÉRREEZZ AALLEEN NCCAARRTT EEN N SSU U 5500ºº AAN NIIVVEERRSSAARRIIO O El próximo [pasado] 23 de enero, en la Sala de la Palabra del Teatro Liceo, se presentará el libro Arca de los afectos, una compilación de textos e ilustraciones en honor de Alfredo Pérez Alencart, que recibe este especial regalo en su cincuenta cumpleaños. Editado por Verbum y con un total de 448 páginas, Arca de los afectos ha sido compilado gracias a la labor de Verónica Amat, en colaboración con Jacqueline Alencar. Reconocido poeta El homenajeado es el poeta Alfredo Pérez Alencart. Llegó a Salamanca con veintitrés años, y es en esta, la que llama su CiudadPatria, donde ha cumplido cincuenta años. Tiempo en el que ha tendido puentes con la otra orilla del castellano y portugués, escribiendo una obra poética que los especialistas estiman importante. Entre otros reconocimientos por el conjunto de su obra, ha recibido el Premio Internacional de Poesía “Medalla Vicente Gerbasi” (Caracas, 2009) y el Premio “Jorge Guillén” dePoesía (Valladolid, 2012). En poesía ha publicado La voluntad enhechizada (2001), Madre Selva (2002), Ofrendas al tercer hijo de Amparo Bidon (2003), Pájaros bajo la piel del alma (2006), Hombres trabajando (2007), Cristo del Alma (2009), Estación de las tormentas (2009), Savia de las Antípodas (2009), Aquí hago justicia (2010), Cartografía de las revelaciones (2011), Margens de um mundo ou mosaico lusitano(2011) y Prontuario de infinito (2012). Además, tiene publicadas las plaquettes En nombre del Hijo (2008) y Good bye, Mr. President (2009). El escritor venezolano Enrique Viloria publicó un ensayo sobre su obra, Pérez Alencart: la poética del asombro (2006). También pueden mencionarse una antología hispano-alemana, Oídme, mis Hermanos (2009) y otra brasileña, Da selva a Salamanca (2012). Su poesía ha sido traducida a veinte idiomas. Alfredo Pérez Alencart nació en 1962 en la ciudad peruana de Puerto Maldonado, situada en la región amazónica de Madre de Dios, y es, desde 1987, profesor de Derecho del Trabajo de la Universidad de Salamanca. En 2005 fue elegido miembro de la Academia Castellana y Leonesa de la Poesía y, desde 1998, coordina los Encuentros de Poetas Iberoamericanos que anualmente organiza la Fundación Salamanca Ciudad de Cultura y Saberes. Un humilde homenaje Dice Verónica Amat en el prólogo de Arca de los afectos que “Alfredo Pérez Alencart se merece más de un homenaje: me refiero a su obra poética, ya reconocida en los últimos años, a pesar de la escasa difusión que él mismo quiso para la misma”. Reconoce Amat que Alencart se ha mostrado “generoso a la hora de difundir la obra de notables maestros o de jóvenes promesas” siendo su alegría “el despegue de los otros, el reconocimiento que se merecen aquellos de valiosas propuestas poéticas”.

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Sin embargo, entiende que “había llegado el momento de poder devolverle parte de lo mucho que ha sembrado en nuestros corazones, tanto en España y Portugal, como en su América que le sigue nutriendo el espíritu. Y qué decir de otros países del mundo, donde le van conociendo, reconociendo y traduciendo. Con esa meta, hace casi dos años emprendí la tarea de solicitar poemas, testimonios, ensayos, artículos sobre su obra o dedicados a él”. Esta labor de compilación la realizó Amat junto a la esposa de Alfredo Pérez Alencart, Jacqueline Alencar. “Ella, que compartía hasta correo electrónico con Alfredo, tuvo que crearse una cuenta propia para ayudarme en este arduo cometido, escribiendo a los buenos amigos sin que el homenajeado se enterara de lo que yo estaba preparando para celebrar sus cincuenta años de nacimiento”. “Hace pocos meses, el poeta y periodista Jesús Fonseca, entrañable amigo de Alfredo, me sugirió que debía comentarle de este homenaje, entre otras cosas porque se trataba de afectos, de simpatías, de admiraciones”, agrega Amat. El poeta, “viendo todo el material que habíamos recopilado, dijo que aquellos afectos bien cabían en el arca de su corazón”. De ahí el título de este extenso recopilatorio en homenaje a Alfredo Pérez Alencart. “La cultura salmantina debe mucho a la entrega apasionada de Alfredo Pérez Alencart, puente sobre el que pasan las relaciones literarias con América Latina desde hace veinticinco años”, agrega Amat. “En su voz poética (que es la misma que la voz del ser humano en su destino) hallaremos siempre el eco de un hombre preocupado por ser hombre. La poesía determina el carácter de quien la posee y le conduce hasta lo más alto y vital de un secreto iluminado por su voz. Sea para Alfredo Pérez Alencart el conocimiento verdadero de un estar presente y entregado entre las cosas”, concluye. Presentará el acto de presentación del libro la “Dama de la Cultura” de Salamanca, Pilar Fernández Labrador, reciente Premio Unamuno Amigo de los Protestantes. www.protestantedigital.com/ES/Cultura/articulo/15864/Arca-de-losafectos-un-homenaje-a-alfredo-p

SSAALLAAM MAAN NCCAA SSEE VVU UEELLCCAA CCO ON N AALLFFRREED DO O PPÉÉRREEZZ AALLEEN NCCAARRTT El pasado miércoles la Sala de la Palabra, en el Teatro Liceo de Salamanca, acogió la presentación del libro “Arca de los afectos”, con artículos, poemas y obras artísticas dedicadas al poeta Alfredo Pérez Alencart en su 50 aniversario. Un acto que sirvió también de homenaje a su figura y al que asistieron muchos amigos y colegas del escritor hispano-peruano. Cuenta Jesús Fonseca en su crónica del acto en La Razón que este estuvo “marcado por el entusiamo y la hondura de la mejor poesía. Por el buen humor, también, y la incancelable gratitud del mundo hispano”.

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Como animadora y presentadora de este encuentro estuvo Pilar Fernández Labrador, que “dio holgura al acto, puso sabiduría y ternura y habló una vez más contracorriente con palabras gozosas e inmenso cariño. Una cita, marcada por la pintura, la música y la palabra, protagonizada por Alfredo Pérez Alencart, como si del mismo Inca Garcilaso se tratara, mestizo como él, y al que Salamanca debe gran parte de los encuentros que con los primeros nombres de la poesía se han celebrado en los últimos años en la capital salmantina”. El libro Arca de los afectos, compilado por Verónica Amat con la ayuda de la esposa del poeta, Jacqueline Alencar, recoge escritos y obras de 230 artistas de todo el mundo, lo que habla del impacto de la figura de Alfredo Pérez Alencart en la poesía contemporánea. El acto lo cerró el mismo Alfredo con su poesía, a modo de acción de gracias, quien se declaró un poeta creyente y comprometido y expresó su amor y gratitud de manera muy especial a su esposa Jacqueline, así como al editor que lo acogió desde el principio, Carlos Palomeque, y al profesor Alfonso Ortega. Pérez Alencart portó una bandera de su Amazonía natal, evocando, en quechua, parajes de su Perú natal, para, a renglón seguido, reconocer que Fray Luis de León y Unamuno le guiaron en su viaje hacia la ciudad del Tormes. En el acto intervinieron las personas que han hecho posible esta "arca de los afectos", hacia una de las personas de más consolidado reconocimiento y popularidad en el ámbito de la cultura iberoamericana. Entre ellas, José María Muñoz Quirós, Miguel Elías, José Sánchez Carralero, Juan Ángel Torres, José Antonio Valle, José María Sánchez Terrones, Gloria Sánchez o Isaura Díaz. Recientemente, Alencart concedió una entrevista al diario El Adelanto de Salamanca, en el que agradecía la publicación de este libro homenaje. “Mi corazón está ocupado por el Verbo y el Amor, dos facetas de lo Mismo - decía el poeta -. Y estos testimonios contenidos en el Arca lo acrecen aún más. Verónica Amat ha logrado el milagro de reunir a unos 230 amigos y conocidos. Al margen de lo que me toca, debo decir que este libro es una gran victoria contra el cainismo literario y contra la orgásmica envidia que incuba en todos los rincones”. www.protestantedigital.com/ES/Ciudades/articulo/15902/Salamanca-se-vuelca-con-alfredo-perez-alencart

XXAAVVIIEERR O OQ QU UEEN ND DO O EEN NTTRREEVVIISSTTAA AA AALLFFRREED DO O PPÉÉRREEZZ AALLEEN NCCAARRTT Xavier Oquendo, en esta oportunidad, nos acerca al poeta y ensayista peruano español, Alfredo Pérez Alencart (Puerto Maldonado, Perú, 1962). Mereció distinciones como l Premio Internacional de Poesía “Medalla Vicente Gerbasi” y el Premio de Poesía “Juan de Baños”. Ha publicado poemarios como La voluntad enhechizada, Madre selva, Ofrendas al tercer hijo de Amparo Bidon, etcétera. ¿Cuáles son los tres títulos de la literatura universal a los que se acerca constantemente a releerlos? La Biblia, cuyos diversos géneros literarios alimentan diariamente mi fe poética y espiritual. El Quijote, cuya relectura por temporadas permite descreer de los envanecimientos. Las Odas, de Píndaro, el más difícil de los poetas griegos. La versión de Ortega Carmona me genera renovados asombros.

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¿Qué haría por obtener un ejemplar de la primera edición de algún libro famoso de la literatura y Cuál sería ese título? Por principios no sustraería el libro; pagaría –si tuviera dinero excedente- el precio comercial estipulado. Quisiera tener en mi modesta biblioteca un ejemplar primigenio y firmado de “España, aparta de mí este cáliz”. ¿En qué libro ha encontrado su definición de “vida”? En la Biblia, indudablemente. Los Salmos, los Proverbios, el libro de Job o el Eclesiastés, entre otros, contienen todos los vaivenes de la vida del hombre. ¿Qué historia de amor de la literatura le hubiera gustado vivir? La de Salomón y la bella sulamita. Y que ella siga susurrando: “Ponme como un sello sobre tu corazón,/ como sello sobre tu brazo,/ porque fuerte como la muerte es el amor”. O, también: “Apresúrate, amado mío,/ y sé como una gacela o un cervatillo/ sobre los montes de los aromas”. Perpetuo testimonio del amor en la Biblia del comienzo. ¿Qué obra de la literatura le gustaría ver en el cine? La guerra del fin del mundo, de Mario Vargas Llosa. Brasil es un mundo por descubrir, pues tiene mucho más que samba y futbol. ¿Con qué autor de la literatura le hubiera gustado conversar y compartir en una velada bohemia? Con Kafka, en Praga, un par de noches bohemias para imaginarme viviendo de otra manera, deshabitando los paisajes radiantes. ¿A qué autor de la literatura universal considera injustamente olvidado? A Alfredo Gangotena. Si además de escribir en francés, hubiese sido francés, una multitud de bocas corearían su nombre. ¿A qué autor de la literatura universal considera sobre valorado por la crítica y el tiempo? Abundan exageraciones de tal calibre. El listado sería extenso y cansino. Indicar el nombre de uno sólo podría considerarse hasta como un encomio. ¿Qué personaje de la literatura le hubiera gustado que exista, efectivamente? El licenciado Vidriera, de Cervantes. ¿En qué personaje de la literatura se ha visto reflejado en virtudes y defectos? Todavía no he encontrado un personaje semejante. Disculpen la falta de percepción o adecuación. ¿Cuáles son las cinco palabras que utiliza con obsesión en su literatura? Amor, tierra, tiempo, cántico, sol ¿Con qué está comprometida su literatura? Con el sol de los ciegos, con la madre selva, con la voluntad enhechizada, con la posesión entre luciérnagas, con las ofrendas al tercer hijo de Amparo Bidón… La literatura sólo debería estar en connubio con la creación libre, con las palabras que modulan el compás del universo creador. Y no hablo de purezas extremas, de ser aséptico ante lo que te rodea. Todo lo contrario: el poeta tiene puestos los pies en la tierra y procura extraer de su fondo ciego todas las ráfagas de luz posible.

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¿Cómo sería su vida sin la literatura? Si me quitaran a Horacio, empuñaría el fusil de las confusiones. Si me quitaran a Vallejo, mortal sería la eternidad del tiempo. Si me quitaran a Basho, caería por las laderas del sueño. Si me quitaran a Fray Luis, la desarmonía desataría sus vientos. Si me quitaran a Píndaro, Baquero, Salvado, Romualdo, Olga Orozco, Cernuda, Perse, Kavafis, Tundidor, Quevedo… tengan por seguro que me quitarían la propia vida. http://circulodepoesia.com/nueva/2012/07/xavier-oquendo-entrevista-a-alfredo-perez-alencart/

JJEESSÚ ÚSS FFO ON NSSEECCAA PPIID DEE LLAA GGRRAAN N CCRRU UZZ D DEE LLAA Ó ÓRRD DEEN ND DEE IISSAABBEELL LLAA CCAATTÓ ÓLLIICCAA PPAARRAA EELL PPO E T A A L F R E D O P É R E Z A L E N C A R T OETA ALFREDO PÉREZ ALENCART El poeta y director del diario La Razón en Castilla y León, Jesús Fonseca, pidió hoy en Salamanca el apoyo de las instituciones para lograr que el Gobierno le conceda a Alfredo Pérez Alencart la Gran Cruz Órden de Isabel la Católica por su labor en pos de la unión de España y América Latina. Así lo aseguró durante el homenaje tributado al rapsoda afincado desde hace tres décadas en Salamanca, donde imparte clases de derecho laboral. Bajo el título Arca de los afectos, escritores relacionados con Alfredo Pérez Alencart y unidos por el empeño de la mujer de éste, Jacqueline, reconocieron el papel de Pérez Alencart durante el último cuarto de siglo como dinamizador de la cultura y nexo entre idiomas y países diferentes, ya que también trata de tender puentes entre el castellano y el portugués mediante diversas actividades focalizadas en literatos brasileños y portugueses. Fonseca, que también pedirá el apoyo de la Junta de Castilla y León, trazó un recorrido por la personalidad del homenajeado para destacar su bonhomía “y grandeza de corazón” por lo que España tiene con él “una deuda incancelable” que, de algún modo, la distinción gubernamental podría compensar, estimó. El periodista y escritor dedicó un poema a la figura de Alencart, al igual que otros amigos y colaboradores llegados de diversas partes de España y varios países de diferentes, caso de Juan Ángel Torres, José Antonio Valle, José María Sánchez Terrones, Rubén Llanos, José María Muñoz Quirós, Gloria Sánchez o Isaura Díaz. En el acto también intervino su inseparable Miguel Elías, ilustrador de buena parte de las publicaciones promovidas por Alencart, quien subrayó que su amigo “vive y respira poesía”, un argumento con el que también coincidió la ex concejala del Ayuntamiento de Salamanca, Pilar Fernández Labrador, quien quiso poner, además, el acento en la sencillez del poeta públicamente reconocido hoy. Entre el público asistente, que abarrotó la Sala de la Palabra del Teatro Liceo, se encontraban representantes del mundo de la cultura, entre los que destacó la presencia del pintor José Sánchez Carralero, amigo también de Pérez Alencart, al igual que el director de La 8 de Castilla y León Televisión, Juan Carlos López Pinto, quien, como los demás, insistió en la deuda que Salamanca tiene con el homenajeado al que pidió que siga siendo el mismo, “aquel que atrae a poetas consolidados y empuja a quienes se están haciendo un nombre”. Emocionado ante lo que alguno de los invitados calificó como “acto de justicia literaria”, Alfredo Pérez Alencart aseguró sentir “una conmoción profunda” y, a través de varios poemas propios, fue relatando su periplo español desde su aterrizaje procedente de Perú. Enarbolando la bandera de su Amazonía natal, evocó en Quechua varios de esos pasajes mientras reconocía que Fray Luis de León y Miguel de Unamuno le guiaron para recalar a orillas del Tormes. De igual modo, recordó a los presentes la profunda vertiente social de su vida, que traslada a una poesía en la que dios también suele estar a menudo presente. www.eladelanto.com/index.php?news=37305

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TTRREESS O OBBRRAASS D DEE YY CCO ON N PPÉÉRREEZZ AALLEEN NCCAARRTT JJuuaann A Annttoonniioo M Moonnrrooyy

Este poeta nacido en Perú y renacido en España llegará a ser conocido pronto como el Lope de Vega de la poesía moderna en lo que a producción se refiere. Como Lope, también Alfredo Pérez Alencart llega con sus versos al alma del pueblo. También como en Lope, en los versos de Alencart hay emoción, ternura, honduras sugestionadoras, huellas del Eterno y de lo eterno. Sus poemas son expresión de sensibilidad espontánea, íntima, fuerte, sólida. La de Alencart no es la poesía del tumulto y del ruido, son estrofas serenas y apacibles. Su música invade la mente, recrea el espíritu, espiritualiza los sentidos. Alencart tiene claro que la poesía, en general, exige condiciones de Dios. La poesía, desde sus primeros balbuceos en las civilizaciones primitivas, se ha ocupado siempre de la Divinidad, sea Jehová, Osiris, Quetzalcóatl o Cristo. Aquí doy cuenta de las últimas publicaciones salidas de este fino poeta. Cristo da alma. Rio de Janeiro, Ediçôes Galo Branco, 90 páginas. Texto bilingüe, traducido y anotado por Cláudio Aguiar y publicado en Brasil. En este CRISTO DEL ALMA, explica otro poeta de aquellas tierras, Reynaldo Valinho, “Pérez Alencart anuncia la figura de un Cristo misericordioso, de brazos abiertos a la humanidad”. Por su parte, el traductor de la obra agrega: “la figura que el poeta añade como expresión mayor de sus argumentos no es, en rigor, el Cristo histórico, o sea, el Mesías, ni tampoco Aquél que, resucitado, volvió a sentarse en las alturas celestiales al lado directo del Padre, sino los ejemplos que resultan de las obras que realizó en los corazones, ojos y oídos de sus fieles discípulos. Para disfrute intelectual de quien lee ofrezco aquí dos fragmentos de este Cristo del alma. Ocupación del reino V JESÚS QUE NO TENÍAMOSTE POR CUÁNTAS SECUESTRACIONES ESCARLATAS. Cristianos somos de tremolante empeño parteando la nascencia, ya despellejados del gris parásito de la bestia. Vámonos por la niebla abierta hasta el talón de tu horizonte, Jesús nuestro que nos tienes cual hueste en perenne acoso. La paz nos cuesta más fosos con negros leones al alimón de espantajos en torbellino, en clave del despertar por los toldos de tu secreto. Venímonos de la flacura a salones tan enchapados: alumbrárannos tus luciérnagas para obviar a quienes síguente enterrando al ladrido de tus perros, ávidos zorros cosquilleándose ante incautos de quebrajosos ayes (llámante Señor por mohosa tradición, pero te crucificarían otra vez si llamaras al cambio). Cristianos somos sin dicho estiércol: sigues viviendo en el caudal de nuestra indignación. IX Estridencia de estos días estériles con ulceraciones en la garganta, vallas fronterizas y normas turbando la comunión Contigo

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y con muchedumbres desbrujuladas por el vacío en cuestión. Oímos voz heterodoxa encendiendo nuestro ánimo: debemos ser lumbre para este témpano: ¡ESCÁNDALO! si estamos en sincronía con Tu causa; ¡ESCÁNDALO! si movemos los bancos del local; ¡ESCÁNDALO! si nos manifestamos por calles y plazas con carteles diciendo: “Bienaventurados los que tienen hambre y sed de justicia, porque ellos serán saciados”. O “Fui forastero y no me recogisteis. De cierto os digo que en cuanto no lo hicisteis a uno de estos…, tampoco a mí lo hicisteis”. ¡ESCÁNDALO! dirán cuando nos vean más libres, amando al prójimo con cucharas en la mano, reconociéndole dignidades.

Prontuario de infinito. Madrid, Verbum, Madrid, 71 páginas. Otro texto bilingüe. Ahora, español-francés. La profesora Bernadette Hidalgo, de la Facultad de Letras, Lenguas y Ciencias Humanas de la Universidad Blaise Pascal en Clermont-Ferrand, Francia, traduce a la lengua de Víctor Hugo este bello libro inédito de Alencart. Al introducirlo, el autor confiesa: “Mi corazón de todos los días a veces hace huelga para que mi espíritu se destierre a territorios trasparentes”. Y en otros renglones: “Aquí expongo una poesía que jamás se deshila del todo. La he empequeñecido con paciencia para que así tenga otros nacimientos, como ese eterno milagro que irradia una fe inefable”. Alencart explica el título del libro en comentarios que hace a versos escritos por Fray Luis de León: “El Nuevo Testamento domina en Prontuario de infinito ya que viene centrado en la evocación de Cristo. El Amor de Cristo penetra en la carne del hombre, y el amor se vuelve experiencia sagrada desde el poema inicial, esta- bleciendo de entrada un clímax lírico. La Resurrección de Cristo es fuente de liberación, y de nueva vida tal como lo explica el siguiente verso: “Y de pronto no cesan los nacimientos, las Resurrecciones”; el plural utilizado revela la amplitud del fenómeno. La caída simbolizada por la manzana es totalmente redimida por el Amor de Cristo, Hijo de Dios hecho hombre”. El hilo conductor de Prontuario de infinito concluye en el último poema del libro, donde se presenta a Cristo como el puente –único puente- entre lo humano y lo divino: “En esta experiencia de transfiguración, el amor al hombre y el amor a Dios son inseparables; se compaginan para ser iluminados los dos con una nueva luz que es la fe en la eternidad, y en la caridad inspirada por una reflexión sobre el misterio de la encarnación de Cristo. La intensidad de tal vivencia lleva consigo una pura y honda alegría espiritual que descubre al yo poético horizontes sin límites. Si se celebra la vocación de Cristo como intermediario entre los hombres y Dios”. Di tú que he sido. Fundación Salamanca Ciudad de Cultura, 263 páginas. Esta es una obra mayor. Se trata de una antología recientemente publicada por la Universidad de Salamanca en homenaje a quien tantos años fue su rector, Miguel de Unamuno, al cumplirse setenta y cinco años de su muerte. Abren el libro cuarenta y dos poemas escritos por el propio Unamuno. Se suman al homenaje veintiséis poetas y poetisas. Figuran doce de la América hispana, seis de Brasil, dos de Portugal, una mujer de Rumanía y cuatro de la llamada madre patria. Director y coordinador de la antología es Pérez Alencart. En palabras finales de la breve introducción que escribe, dice con profundo suspiro del corazón: “todos, iberoamericanos, diremos en la Sala de la Palabra del Teatro Liceo, que Unamuno ha sido y será un patrimonio salmantino y americano. Espiritualmente don Miguel estará con nosotros, de fiesta, porque estamos haciendo lo que él mismo pidió quería hacerse en vida: “Hacerme, al fin, el que soñé, poeta”. A pesar de las muchas líneas ya aquí escritas, no resisto la evocación poética de Unamuno en uno de sus textos más leídos y discutidos: La oración del ateo Oye mi ruego Tú, Dios que no existes, y en tu nada recoge estas mis quejas, Tú que a los pobres hombres nunca dejas

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sin consuelo de engaño. No resistes a nuestro ruego y nuestro anhelo vistes. Cuando Tú de mi mente más te alejas, más recuerdo las plácidas consejas con que mi ama endulzóme noches tristes. ¡Qué grande eres, mi Dios” Eres tan grande que no eres sino Idea; es muy angosta la realidad por mucho que se expande para abarcarte. Sufro yo a tu costa, Dios no existente, pues si Tú existieras existiría yo también de veras.

En estas tres obras preciso es destacar las soberbias ilustraciones de Miguel Elías, uno de los grandes pintores de la España contemporánea. www.protestantedigital.com/ES/Magacin/articulo/5251/Tres-obras-de-y-conperez-alencart

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AASS RREEFFLLEEXXÕ ÕEESS EESSPPIIRRIITTU UAAIISS D DEE PPÉÉRREEZZ AALLEEN NCCAARRTT,, TTAAM MBBÉÉM M EEM M PPO ORRTTU UGGU UÊÊSS O livro de poemas Cristo del alma, publicado pela primeira vez em 2009 e escrito pelo professor peruano da Universidade de Salamanca (USAL) Alfredo Pérez Alencart, já se pode adquirir em uma versão traduzida ao português. Titulado agora Cristo da alma, se trata de uma edição bilingüe de Galo Branco Edições, na que os versos do poeta peruano foramtraduzidos ao português pelo “notável” escritor Cláudio Aguiar. Assim tem destacado o poeta Pérez Alencart no ato de apresentação desta tradução no Centro de Estudos Brasileiros de Salamanca, na que também estiveram os professores Vanderlei Padilla Machado (Brasil) eMiguel Elías (Salamanca), este último é o autor da ilustração da portada do livro. Pérez Alencart manifestou estar “muito contente” de sua tradução e anunciou que já conta com uma proposta de uma professora da Universidade de Bóston para realizar uma edição bilingüe ao inglês. Sobre o porque escreveu este livro, que se caracteriza por textos focados na figura de Jesus Cristo, indicou que foi “uma necessidade espiritual”e reconheceu sentir-se “surpreendido” pela repercussão da obra. Alfredo Pérez Alencart (1962) é poeta, professor de Direito do Trabalho da Universidade de Salamanca, membro da Academia Castelhana e Leonesa de Poesia e Presidente adjunto da Aliança de escritores e Comunicadores Evangélicos (ADECE). Publicou oito livros de poesia, entre os que destacam La voluntad enhechizada (2001), Madre Selva (2002), Hombres trabajando (2007), Cristo del alma (2009) o Savia de las antípodas (2009). É também colaborador habitual do diário Protestante Digital. Sua poesia, em outras publicações, foi traduzida ao alemão, japonês, árabe, italiano, coreano, inglês, romeno, búlgaro, indonésio, português, hebraico ou vietnamita. www.protestantedigital.com/PT/Cultura/articulo/13888/As-reflexes-espirituais-de-perez-alencart-tambem

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VVEERRSSO OSS Q QU UEE BBU USSCCAAN N LLAA LLU UZZ:: PPRROON NTTUUAARRIIOO D DEE IIN NFFIIN NIITTOO,, D DEE AALLFFRREED DO O PPÉÉRREEZZ AALLEEN NCCAARRTT D Deellffiinnaa AAccoossttaa El poeta y ensayista peruano-español Alfredo Pérez Alencart ha escrito un nuevo poemario que lleva el nombre de Prontuario de infinito. La obra ha sido traducida al francés y lleva un estudio de la profesora titular del Departamento de Estudios Hispánicos e Iberoamericanos (ClermontFerrand/Francia) Bernadette Hidalgo Bachs. El material literario recoge poemas que se proyectan hacia el infinito, hacia la esperanza y hacia la luz suprema. En los versos está presente en forma casi constante la naturaleza. El autor propone que el sentimiento humano, tan castigado desde siempre por la indiferencia y por la propia codicia del hombre, encuentre un momento siquiera de reposo, de paz y de regocijo interior en Prontuario de infinito. Cierto es que la poesía de Pérez Alencart no es fluida ni sencilla. Hay que leerla pues detenida y minuciosamente para entrar en la comprensión acabada de cuanto nos va diciendo línea tras línea. En su hermoso poema “Te estremeces por el lobo y el cordero” nos presenta al hombre como considera que es. Y el hombre, desde su humana óptica, clama desde hace largo tiempo por su orfandad, se revela contra los látigos opresivos y mantiene el don de ser el antes y el después. Mucho de cuanto nos va diciendo el autor en la obra está encerrado dentro de metáforas o imágenes que restan —ciertamente— claridad o transparencia a su mensaje. Pero lo que dice está expresado con tanta vivencia extática, con tanta pasión, con tanto convencimiento como conocimiento, que sus palabras van dejando huellas motivadoras en el ánimo del lector. En “Orbita del hombre” reconoce plenamente el paso fugaz del ser humano sobre la Tierra: “Yo soy pormenor apenas, fugacidad,/ voz trémula o salmo de advenimiento,/ o huésped celebrante cuyo destino/ enseña dos moradas y dos destinos”. Del mismo modo, Pérez Alencart también se reconoce a sí mismo como mortal materia que ha de depositarse en la ladera encendida o en la oscura caverna. Este reconocimiento, este saber entender las cuestiones relacionadas con la naturaleza humana y el aporte de su experiencia personal para que el entendimiento sea más convincente son una prueba fehaciente de su compromiso asumido con la causa del hombre. Indudablemente, la firmeza y la coherencia marcan la personalidad del autor del poemario. No entra en divagues, ni en vanidades. Compagina inteligentemente la experiencia del amor con el raciocinio. Armonía interior Una armonía interior alumbra su obra. Así escribe: ¡Oh Dios, qué desnudo afán el de este Amor/ avanzando eterno, dándose así, tan pródigo!”. En “Bandera blanca”, muestra a la paz, tan necesaria, por cierto, en estos caóticos tiempos que nos tocan afrontar, como si fuera un salmo infinito. Comprendiendo a cabalidad que los hombres se rebelan hastiados ya de vivir en condiciones penosas, sale al paso de tanta rebelión escribiendo las siguientes líneas: “Te atacan y no respondes: solo enseñas tu/ bandera blanca,/ hablándoles con ternura y con justeza,/ aunque estés encaramado a montañas de ceniza. Lo místico, lo esperanzador, la fe puesta en el Altísimo por encima de las circunstancias adversas que tantas veces aparecen en el camino del viajero, la luz que emerge aun desde los más profundos abismos marcan en forma constante su profunda y bella poesía. A pesar de lo hostil que se presenta el mundo y de la dolorosa historia de la humanidad, Alfredo invita al lector a conocer la experiencia del amor de Dios que redime, que hace más ligeros los pesares y que es un bálsamo para el alma. En otras palabras, se hace eco del equilibrio y de la plenitud que pueden ser hallados en el Creador.

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Lirismo vivo, ardiente, vivificador y pleno de armonía es el suyo. Se lee en el libro: Avecilla de la conmiseración en Divina entrega, eres./ Avecilla que se puede tocar sin morir eres./ Aquí estás para Darte, cual certera presa Sagrada. Como alegre saludo a un nuevo amanecer, como promesa de que los males de hoy serán borrados mañana, sus versos han sido escritos. Una voz poética singular y digna de respeto es la suya, desde luego. Es una voz que clama, que advierte, que susurra, que golpea puertas, que se estremece, que se levanta a sí misma y que busca — también— levantar a aquellos seres humanos que se encuentran abatidos y desamparados. No se detiene su palabra ante las adversidades propias de los tiempos que nos atosigan. Antes bien, animada y confiada, avanza contra el desánimo para proyectar ilusiones en dirección al infinito. Prontuario de infinito remite a la concepción de la música como atributo de la armonía cósmica y divina”, señala Bernadette Hidalgo Bachs. Donde vuela un corazón Este es el oscuro cielo por donde vuela un corazón o un pie descalzo que a veces se desorienta por anónimas comarcas. este es el canto que traspasa silencios y lejanías. Este es el pastor de humilde frente que pertinaz escruta a sus ovejas... Conoces el desierto no como simple destino. Atisbas florales primaveras del espíritu. Hallas el resplandor que te proyecta aquella algarabía y ahora delimitas lo que roza tu boca o triplica tu esparcimiento, tu signo interior. Ciervo libre, tus Dedos relampaguean. Príncipe modesto, la evidencia de tu poder convulsiona lo lánguido, generándole anhelos. “Vengan —dices— , y dejen fuera las angustias, los dividendos, las usuras; dejen fuera toda entrega que no abra vuestro Centro; dejen fuera cualquier doliente desmesura”. “¡Es la hora del encuentro, de abandonar la quietud!”, dices. Un bello suceso sorprende al alba, anuncia, ronda las estaciones, las tremendas soledades. No dejas que te vean porque Tú existes para ser sentido o Entrañado, para ser bálsamo terrenal en largos trayectos. Tú eres quien no inventa sus potencias. Lo tuyo es el ejemplo Entero que el mundo necesita para que no se emponzoñen los congéneres. Vuela un corazón por la pura identidad profunda, vuela entre el desconsuelo de la muchedumbre. Oh deslizante Plenitud que inflamas y apresas. Tú estás cuando los vellos se erizan y las entrañas se desatan. Detrás de los dramas se convulsiona el alma. Detrás del torvo paisaje circulan ángeles y demonios. Detrás del semblante de martirio queda la gratitud. Detrás el cauce, el deslumbramiento. Ascendiste tu humanidad después del Grito, después del Eco. ¿Cómo renacer sin glaciares en la Sangre? www.portalguarani.com/obras_autores_detalles.php?id_obras=20076

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AALLFFRREED DO O PPÉÉRREEZZ AALLEEN NCCAARRTT:: LLAA PPO OÉÉTTIICCAA D DEELL AASSO OM MBBRRO O ((FFrraaggm meennttooss)) EEnnrriiqquuee VViilloorriiaa VVeerraa He sido elegido para seguir las normas del amor, para rebanar honduras de un mensaje que no envejece, para seguir nombrando el asombro ante el misterio y la semilla sembrada en el pródigo corazón de los hombres que ven la estrella nueva. ALFREDO PÉREZ ALENCART

I. La selva amazónica: un verde origen Matriz del comienzo de mi aventura, resurgen los verdes inolvidables de las copas pintadas de los árboles, del aire limpio que cubre días de arco iris y privilegios.

Al confín de los confines, a su Madre Selva, regresa física y afectivamente el poeta Alfredo Pérez Alencart a buscar la sustancia nutriente, el amor primigenio, la esencia imperecedera, la fuente inequívoca de una intensa vida que lleva transitando, afanado en mil menesteres del espíritu, entre el recuerdo indeleble e imperecedero del verde variopinto de la selva de sus primeros y peregrinos asombros, y los dorados destellos de una ciudad salmantina que, a pesar de sus dones y virtudes, no podrá jamás sustituir en la más profunda emoción del escritor a esa "arborescencia que en mí habita. / Estas savias irrigando / para siempre (.) Este ayer de ojos asombrados. / Este hoy consumiéndose en los ojos. / Más calofríos, más hojas temblando, / más raíces que se abrazan a mi alma". El poeta es la selva, la selva habita plenamente en el poeta: "la selva es mía y bajo ella resucito: / soy de tierra caliente, no se olvide". Esa asimilación unívoca, ese binomio emotivo se transforma -a confesión del escritor- en plural, surtido, vario, múltiple, como suele ser la vida toda y la selva misma: "Pasen a ver el fondo vegetal de la Tierra, / sombras de felinos, sudores / de quienes son ya parte de mi sangre. / Miren conmigo monos y pájaros, cinturones de helechos o rostros cansados / de tenaces castañeros". Pérez Alencart, siempre generoso en sus muy variadas entregas vitales, experimenta ahora la urgencia de convertirse en guía, en baquiano espontáneo, en tutor amazónico de unos sorprendidos e indoctos alumnos que lo acompañan sin melindres en su apasionado recorrido vital, en las febriles aventuras de su más alborozada infancia. Al viento y a viva voz, nuestro escritor expresa sus ganas de que lo escolten prontamente y sin demoras para adentrarse apasionado en el verde centro de sus más íntimas turbaciones: "Entren, entren conmigo. / Les invito a un paseo enriquecido / por el destellar de las reminiscencias". Y menudo recorrido propone el escritor por las rutas físicas y los vericuetos existenciales de sus más iniciales y auténticos asombros: el Amarumayo, el legendario río quechua de la serpiente o de la culebra, el actual torrente Madre de Dios; el Manu, una de las reservas de biosfera más diversa e importante del planeta, y la ciudad de Puerto Maldonado, la capital del peruano Departamento de Madre de Dios, fundado en diciembre de 1912, le sirven de telón de fondo al poeta para explayarse en sentidas y genuinas confesiones: "Entren, entren conmigo por esta trocha, / bajo la tenue luz de la lluvia: / Entren, amigos, y constaten lo que se siente / cuando en los ojos se posa el verde de la vida".

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El escritor, sin necesidad de solemnes juramentos doctorales, de pomposos compromisos de plaza pública, de bandos oficiales, nos promete que abrirá de par en par sus recuerdos, que agitará intensamente su emoción, dejando atrás silogismos, conclusiones, argumentos y raciocinios, para ser humanamente capaz de: "Cerrar los ojos y ser dueño / repentino de cursos fluviales. / Liberarse de entumecidas vigilias / y sentir selvas aquerenciadas (.) Hablaré de la madre a toda prueba: / en su regazo me abono el porvenir. / Vengan a mí, destilando memoria, / la Madre Selva y la Rosa Madre". A su llegada a la Selva Madre, en un vértigo de alegrías, júbilos y contentos, el poeta pide, no por la boca, sino desde el corazón, y es ampliamente complacido por picaflores frenéticos, por lagunas generosas que realizan el inmediato prodigio de la multiplicación de los peces, por noches sin orgullo que se oscurecen más intensamente, por puntos cardinales que le brindaron al poeta el horizonte entero como un infinito cántico a la amistad sideral, por familiares copiosos que vinieron desde lejos para llegarle adentro al corazón del emocionado solicitante; la tierna luna -cómplice benevolente- le ofreció su tersa mansedumbre a fin de que el escritor divisara con otra luz su mundo de ensoñaciones y que sus ojos acariciaran largamente lo silvestre. En fin, llegó el escritor a su infantil casa sin techos ni paredes para pedir "naturaleza como se pide revolución: / surgieron filiaciones imprescindibles, alegatos iluminando trayectorias vitales, / succiones de afectos y de tiempos / que se maceran en el próspero corazón / de quien asigna amor a la gente viva / y a los lugares del recuerdo constante" . y todo esto y más le fue dado. […] II. Salamanca: más que un dorado cielo Pido perdón por las ausencias. Yo soy el que vuelve de lejos, el hijo pródigo que encontró cobijo en dorada ciudad de la vieja Castilla.

Joven, en esa edad en que los sueños revuelven a los hombres que van siendo, Pérez Alencart toma una de las más fáciles y difíciles decisiones de su precoz mocedad, dejar atrás lo amado y lo vivido a fin de iniciar lejos de su selva, de su puerto y de su río, de sus familiares y amigos- nuevas querencias e inéditas experiencias. El poeta en ciernes, el doctor en proceso, el promotor cultural en gestación, se asombra ahora, esta vez, ante la ancestral magnificencia de una ciudad dorada que hace sucumbir de pasmo y admiración a quienes la perciben con la piel y la recorren con la emoción. No puede el bisoño Pérez Alencart ocultar su sorpresa, su asombro originario que transformará luego en motivo lírico, en versos citadinos que irán más allá del cielo salmantino y de los monumentos de la vieja ciudad castellana para convertirse en genuino y sentido homenaje a su historia, sus piedras y sus gentes. Años después, libros después, versos después, en plena madurez vital y creadora, el escritor confiesa su holista embelesamiento, su integral hechizo ante tanta belleza alumbradora: "También se ama las piedras que están como vivas, / modelando inocente canción medieval, albergando / labios y cinturas al borde de noches que alientan bienvenidas / para la consumación de los sueños. / También se ama a las ruinas que no pueden escapar / de los golpes del mundo incansablemente áspero / pero con lágrimas posibles y belleza alumbradora / acosando con su lengua las ruinas que lo salpican. / También se aman modelos que entregan sus fulgores / en finos atavíos redentores de visión inagotable". Totalmente enhechizado ante la imponente majestad de Salamanca, el poeta confiesa: "Abro los ojos / y desamarro los límites / a dos mundos que comienzan / en el lugar exacto de la ausencia. / No sé si todo

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es adiós / o si las capas de luz y de sombra / fraccionan el horizonte ubicuo. / Pero esta vez me corresponde aprender. / (.) Abro los ojos para trazar el itinerario / que alimenta el corazón. / Aquí encontré un último rincón / donde me he demorado / tramitando el estatuto de las germinaciones.". Aprendizaje no exento de dudas y vacilaciones, de momentos de flaqueza y tentativas de renuncia, es el que le corresponde realizar arduamente al poeta, quien no se amedrenta ante la magnitud del reto de construir otro mundo en un reino que no ha sido el suyo y que terminará por serlo. En poema dedicado a su hijo José Alfredo, a su orgulloso legado sanguíneo en tierra salmantina, el escritor rememora, argumenta y concluye: "Y es que todo fulgor necesita de un cielo inextinguible / y de una voz de fondo que le vaya dictando / los perfiles de la ciudad unida a su destino (.) Entonces, / como un aprendiz de perspicaz entendimiento, / abro los ojos para redactar los fundamentos / concernientes a la vida y a las moradas de luz / de un territorio íntimo de la vieja Castilla. / Después, cuando ya sólo sea huesos o ceniza, / puede que este legajo de palabras fieles / me siga religando con la visión de lo querido". Ya en plena posesión de su nuevo entorno castellano, convertido, por efecto de la constancia y del entusiasmo, en un salmantino por convicción y no por adopción, el poeta se dedica a glorificar a la ciudad y sus alrededores, a demostrar su afecto a las nuevas querencias logradas en tierras ibéricas y, en especial, su gratitud a aquellos desprendidos samaritanos que le tendieron una mano solidaria. El poeta, agradecido y sin empachos, así lo declara: "Yo estaba allí, / en ese allí deslizado hacia el vacío / y el yo habitado por doloridos adioses / de mi patria. / Sin embargo, no faltaron apoyos felices / y un horizonte para siempre. / En Salamanca el pan y la palabra amistad / llegaron juntas, atentas al joven / sin vituallas". Transmutado en pastor físico y espiritual de los innumerables y variados peregrinos que acuden a Salamanca para beber de su ancestral sabiduría y recibir el óbolo de su inextinguible brillo, Pérez Alencart realiza su santo oficio ambivalentemente, generoso y pichirre, munífico y avaro, espléndido y tacaño, dadivoso y amarrete: "Con los ojos del amor / y la voz purificada por el tiempo. / Así la entrega de los dones, / el alcance de la ciudad que / -como guía- / ofrezco a los visitantes. / Pero siempre oculto algún tesoro. / No quiero que manchen nuestra mesa / al servirse a manos llenas". La ciudad, sus iglesias, sus torres, sus calles, su Plaza Mayor, su cielo, sus monumentos, conventos, calles, palacios y casonas ocupan la atención de nuestro escritor. Dejemos que Pérez Alencart nos conduzca de nuevo, esta vez, por la ciudad dorada que le brindó física y espiritual posada. Acompañado de sus versos nos introducirá el día de hoy en el brillo y en la oscuridad, en el fulgor y en las negruras, en la luz y en las sombras de esta ciudad sin tiempo que es ella, la que siempre ha sido, y la otra, aquella que se renueva cotidianamente cuando es recorrida con los ojos de la fogosidad y la exaltación, tal como lo hace nuestro poeta, para ofrendarle a Salamanca una fidelidad que sólo otorgaban las ancestrales tejedoras de Ítaca: "Voy a conducirles a lugares donde se pierde la luz del día, donde una antorcha alumbra el paso de quien busca penetrar en túneles de verdusca soledad. Bajo superficie adorable, la ciudad oculta pasadizos de evasión y terribles secretos de fe. Fuerzo los tabiques que separan estas regiones de penumbras y entro al tajo que comunica San Esteban con las Dueñas y el sótano de Clerecía. Algo me dice que voy pisando vestigios de amores enterrados por el olvido. También percibo huellas de voraz Inquisición. Pero no juzgo ahora, sometido al aletazo de la fábula y a la fuerza cierta del susto a dos manos. Cada historia tiene su marejada de fantasmas; cada sensación trajina por el pecho a temperatura diferente. En las entrañas de la ciudad hay un reguero de caminos, unos polvorientos y otros para ser visitados en barca. Vengan compañeros". Vayamos entonces. Salamanca: "No serás sino aquel hombre que celebre su ciudad / a cada instante, en todo campanario o torre / profanadora de los vientos. / No habrá fatigas. Ningún demiurgo / dictará qué tejados y qué terrazas / formarán parte de tus recuerdos. No descubrirás otro cielo como éste, propicio para las apariciones / de cuencos de luz y de escarcha (.) No podrás irte de ella / pues su sombra estará dispuesta a amanecer / en las cornisas de cualquier ciudad extraña / hasta saturar tu memoria con el fuego de tu nombre". […]

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Fray Luis de León: El escritor apostado en el aula que lleva el nombre del acontecido fraile en la Universidad de Salamanca, discreto y transido, expresa: "Soy / el rezagado que vuelve / para conservar este silencio / entre las paredes del instinto. / Llego y me siento, subrepticiamente, / en el incómodo pupitre / que guarda los años hurtados al maestro: / y el ayer se me hace un hoy / defendiendo su mañana". El Abad Salinas: "Consta en algún códice el peso de los sonidos / que rodeaban al maestro de la aritmética / metida entre los dedos del alma. / Sé que él enseñó / a conocer las antiguas raíces de lo intenso, / la fecunda fiebre de quienes escuchan la armonía obstinada del mundo". Francisco de Vitoria: Ante la lápida que cubre los restos del insigne jurista, inspirador del derecho de las gentes de la América castellana, nuestro escritor, el peruano-español, el de los dos lados de América, el que conoce bien la histórica realidad del indio y del mestizo, el también abogado, "empapado de su aliento", sentencia: "También existe una paz eternizable / decidida a garantizar el posible olvido. / De aquí salió una voz para calmar / los nítidos quejidos de otros semejantes. / De aquí salió una idea que comprendió / la índole del quebranto; una idea / que creció ante la exactitud de la tristeza. / Un hombre con los ojos puestos en el Supremo / no debe hacerse cómplice de torpes abusos". Carraolano de Urbieta: Se transmuta el escritor en su personaje para confesar sus saberes y sus placeres: "Yo, Carraolano de Urbieta, Bachiller por Salamanca, / no sé otra cosa hacer que sobresaltar las carnes, / rozarlas con la piedra filosofal, madurar las orillas / del amor y amanecer descifrando códigos, / mimetizado y sumiso al corazón de las doncellas". Miguel de Unamuno: "Sucede que nadie llegó a Salamanca a gritar blasfemias como él, soplando fuerte, tensando los músculos, con el pecho descubierto y la mirada terriblemente convulsa cuando destrozaban las entrañas de su España (.) // No haya quietud mientras el vasco indómito siga respirando en su Salamanca". Antonio de Nebrija: "Algo le decía al maestro Antonio / que su trabajo era para siempre, / que las palabras adecuadas son un poder, / no para hablar por encima del hombro / sino como una alianza labrada / desde el principio hasta el final. // Hoy su estela se asemeja / a una palabra / recién creada / pero obediente al gramático centinela / y con el aliento imperial tatuando los labios / de sus mortales portavoces". […] III. Una mujer en alma y cuerpo Una benigna carnalidad ha llegado como una ráfaga de mansas constelaciones para cubrir la epidermis del hombre con litúrgicos esmaltes de pasión intacta.

El ser humano es la pareja, confirma Pérez Alencart en los entusiastas y apasionados versos de amor que tienen como estímulo y poderoso detonante a una mujer de armonioso y sonoro nombre -Jacqueline- que se le metió en el alma y el cuerpo al poeta para ser-con- ella. Desde mucho antes de su periplo ibérico, de su estancia castellana, de su domicilio salmantino, de sus afanes por ser mejor, ya la que habría de ser su compañera de ideales y su sostén afectivo en los momentos de duda y vacilación, se había hecho presente en el asombrado corazón del escritor: "Enfrente de mí el perfil ardiente, la joven que llegó del país vecino para cambiarme la existencia, para quitarme el

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sueño y dejar huellas de su tacto. Un día tocaron a la puerta. Era ella, vaticinando amor con su cuerpo inmaculado. ¿Dónde estabas, centro de lealtad donde me cobijo? Mi sangre pedía plebiscitos. Paciencia sugerían sus grandes ojos. Ya no amanezco solo". Ella, Jacqueline, su amor de siempre, ha compartido las penas y las alegrías, las angustias y las tristezas, los triunfos cotidianos y las frustraciones motivadoras de un poeta que confiesa sin timideces ni subterfugios que su mujer es una verdadera diosa ex machina, el innegable élan vital que lo acompaña en las travesías, ¿travesuras?, de su inquieto espíritu. El escritor desentraña sin ambages la misteriosa energía alternativa que emana del amor de Jacqueline: "Muchos se preguntan de dónde sale tanta fuerza, / desconcertados ante el caudal de mis empresas / y el firme avance que sin trastabillar presento. / No puedo, aun queriendo, contestar a todos ellos. / ¿Cómo explicarles que es amor el combustible / de todos estos vuelos?". Es su mujer sonriente, alegre, entusiasta, la que empuja al aventurero de la poesía, al caballero andante del verso, al inusitado protector de poetas de diferente origen y diverso verbo, a emprender proyectos personales y colectivos, amistosos e institucionales, en una Salamanca donde sus vecinos se quedan atónitos y perplejos ante la aparente ilimitada capacidad de Pérez Alencart para planificar y ejecutar planes propios y ajenos en ese arisco y convulso mundo de la creación poética. A ellos -a los sorprendidos y a veces incrédulos testigos de sus impecables realizaciones- les reitera el poeta la invencible y única fuerza motriz que impulsa sus muy variadas andanzas en los territorios de la emoción poética. Así, un tanto pudibundo, el poeta expresa: "¿En qué lenguaje decir / que una sonrisa tuya abre en mí otro frente, / un impulso que de repente invita a caminar de nuevo? / No, no puedo ir por allí hablando de un sentimiento / que no se apaga, porque vives / y eres estación donde todo florece amable (.) / Allá ellos con su debilidad creciendo si el amor les falta". […] IV. Poetas y amigos: un homenaje Yo no soy yo, sino la voz de una hueste de poetas que levantan campamento en privilegiada parcela del Cristo de los excluidos. *** Antes de esculpir las palabras que nuestra lengua humeante silabea, necesitamos escuchar con fruición el eco que los poetas difuntos fueron dejando sobre la piel de cada siglo para que los aprendices no se llenaran de arena los oídos ni siguieran alejados de la enhorabuena de las revelaciones.

El corazón de Pérez Alencart es una probada Plaza Mayor de la amistad y de la poesía. No concibe la vida nuestro escritor sin sus amigos de diverso signo y sin sus poetas amigos, a pesar de que en algún arranque de eremita salmantino, de ermitaño amazónico, afirme tajante, categórico, concluyente, que se siente solo en medio de sus amigos. Nada más alejado de nuestra verdad, de la opinión de sus camaradas, al menos. Los que hemos disfrutado de su natural bonhomía, de su experimentada bondad, de su benigno candor, preferimos recordar una de sus tantas salmantinas despedidas sin lágrimas ni suspiros, en las que sólo se permite lloriquear adentro a la emoción recóndita y manuscrita del poeta: "Amigos. / Quedé sólo serenidad para adivinar / las lágrimas o alegrías / del hombre que sube el penúltimo escalón, / tanteando el aire, / resuelto a olvidar múltiples crucifixiones. / Tiempo de pálpitos infinitos, / ¡qué despacio te voy

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sintiendo! / Perímetro de crujientes luces, / ¡cuán grato el haberte cohabitado! / Ciudad donde el saber se manifiesta, / ¡nunca podrás desfallecer en mi memoria!". Amigos de diferente oficio y procedencia engalanan las dedicatorias de muchos de sus emocionados poemas: "La amistad es un imán encantado / donde dos seres se instalan / mientras el mundo gira / y gira". En buena parte de ellos palpitan sus colaboradores de siempre, algunos de sus hermanos como el poeta prefiere llamarlos para acercarlos no sólo a su afecto, sino también a su enternecida sangre. Allí se desvelan sus más íntimos apegos a muchos de aquellos que se hacen uno con él para que la vida vaya más allá de lo meramente biológico, y pueda llamarse verdadera existencia humana. A riesgo de quedarnos cortos en la enumeración, vayan algunos de los nombres que más hemos visto asomar en las simpatías y cariños del escritor: Alfonso Ortega Carmona, Carlos Palomeque, Pilar Fernández Labrador, Guillermo Morón, Pío E. Serrano, el difunto Luis Monzón, Miguel Elías Sánchez, Sebastián Battaner, Rafael Sastre, Vicente García, Lucinio López, Luis Frayle Delgado, Felipe Lázaro, Cláudio Aguiar, Miguel Domínguez Berrueta, Carlos Parra, José Luis Crego, Jesús Fonseca, Emilio Mozo, Tomás Peña, Ricardo González Vigil, Dionisio Fernández de Gatta, y tantos otros que escapan a quien esto escribe y que muy probablemente requieran de un inexistente y enjundioso addendum del que nos confesamos responsables. Sin embargo, con esta anuencia justificada en el desconocimiento y la ignorancia, con esta licencia que modestamente solicita el comentarista de este extenso y prolijo epítome de la amistad, permítasenos centrar nuestra atención en determinados afectos entrañables del poeta, a quienes de manera directa y particular les dedica personales versos, sentidos e intransferibles poemas, rotulándolos para la eternidad con el lacre que se estampa desde su corazón de compañero agradecido y justiciero, porque como bien lo afirma el propio Pérez Alencart: "a uno le gusta nombrar la gratitud / que inunda el corazón. Porque / como hombre cabalgo entre sentimientos / y lanzo telegramas / y vuelvo cada vez más a los recuerdos". […] Queda un pintor (Miguel Elías): "¿Cuál es, pintor amigo, el color / que sostiene tu alegría? / ¿Con qué seguridad / sin límites compones formas que convencen? / Tantos silencios en la entrega de tus dedos a punto, / tantos trazos para acicalar asediadas bellezas / que sorprenden con su suficiente luz / de mucho tiempo. / ¿Cómo es que no te cansas de mirar / el cuerpo de la esperanza / o el polen del asombro que fecunda los sentidos? / Se consuma despacio lo que no se despinta / y la demostración de tu historia / con signos en la carne u oraciones / sobre el lienzo". […] Larga, prolija, minuciosa, es la variada y plural lista de las devociones poéticas de Pérez Alencart. Dejemos entonces que sea la propia emoción del escritor el único criterio, la estricta categoría de análisis, que congregue y organice ese portentoso caudal poético que raudo, vertiginoso y espontáneo, fluye por los veneros emocionados del escritor. En efecto, de acuerdo con el peruano-salmantino: "Las palabras dejaron su poso / y establecieron la prelación / en el habla compareciente de los poetas". Como si bogásemos con Pérez Alencart en el inmenso río amazónico de sus querencias poéticas, iniciemos este largo y fructífero recorrido, esta expedición del espíritu, por los desemejantes autores de los versos meandros, de las palabras afluentes que inspiran y potencian la directa, la rauda poesía de nuestro escritor: Luis Cernuda: La reverencia, el homenaje, la ofrenda mediante la identificación con la palabra de otro, con el verbo distinto, puede ser un hecho creador, recreativo, propio y ajeno que -en su ambivalenciapone de lado ambigüedades para producir certezas tan ciertas como que Alfredo Pérez Alencart viva y reviva la palabra, la voz peculiar, el canto inquieto de Luis Cernuda y sea capaz de no alienar su palabra, de no hipotecar su propio verbo. Pérez Alencart promueve, escribe, organiza, disfruta de "la fiesta por uno de los míos". Festividad múltiple, polisémica -poema, música, canto, sonido, letra, pentagrama- se acompasan para celebrar a quien la poesía le otorgó voz eterna, a uno de "los suyos". Poeta secuestrado por nuestro poeta que lo libera por intermedio del verso rescate, del poema recompensa que otorga libertades definitivas a aquel otro bardo que se impuso el cautiverio que supone la diferencia de enfoques vitales y sexuales. Los poetas conviven más allá del cuerpo, "en la sola edad de la poesía", juntos se recuperan de nostalgias, enjugan lágrimas, uno que otro hipo, para reconquistar serenidades perdidas, el soplo

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benévolo del verbo inicial, la palabra primigenia, apoyados ambos en secretos sahumerios que alumbran corazones, incienso íntimo que perfuma los adentros del hombre y le otorga a su existencia ese "oxígeno irrenunciable" que permite al humano hacer más llevadera su travesía en descampado. Pérez Alencart nos salva del silencio que puede ser el peor de los castigos, rescata los contactos de cuerpos agradecidos que más que la palabra celebran los besos, la saliva, los mudos desvaríos, el beso cobijado en el bajo vientre, hace que sus Girasoles se tornen hacia la palabra luminosa de Cernuda, "luchando por ignorar la ausencia del ya partido". Nuestro poeta canta al suyo en medio de realidades suspendidas, de impunes episodios, de palabras huérfanas, para condenar juntos a quienes "ignoran éticas y estéticas", reconociendo áspero, explícito, que afortunadamente "queda todavía el amor que a veces salva". El poeta apuesta decididamente por el amor como también lo hizo el sevillano: "el amor es incendio de dos cuerpos con legítimos albedríos". Más allá del amor, de la pasión, del deseo, de los sentimientos legítimos y contrapuestos, del amor con h de heterosexual o de homosexual -"sabía de compañeros imposibles, / y de estrictas hermosuras / destiladas desde se profundo espíritu"- el tiempo y la muerte, déspotas, inexorables, intolerantes, llegan, trayendo al lejano y distante más allá para hacerlo pronto y cercano. Convencido está el poeta que su poeta fue convocado a la soledad de la luz, allí donde "se anclan alientos amasados / con palabras, el alma que no fallece pero se alucina con eternidad, pero logra paz en la sobremesa, / en la limpia posesión de los enigmas". Realizadas están las ofrendas. Puede Doña Amparo descansar en paz, pues su hijo, el tercero, el distinto, el que desafió convenciones y convencionalismos, resucita en la claridad sempiterna de la poesía. Asido de la mano de Pérez Alencart recorre ahora y por siempre "cierto jardín lejano donde imágenes germinan, / donde signos se aran, donde sólo se busca la práctica del sagrado oficio". […] Gastón Baquero: Hay adioses que duelen, que conmocionan el corazón para siempre, así es la despedida desgarrada que nuestro poeta le dedica a otro de los suyos, quizás el más suyo: "EN este cristal te me escabulles. / También mi voz se anega / de primavera, a ras, del suelo, / derramada. / Cruzan los abandonos / por el espejo vacío / ¿No estás? / Rompo la telaraña de este mundo con las piedras del deseo. / Así no quedarás / lejos para dar pisadas de viento / muy cerca de mis oídos. / Me adhiero a la luz que concibes: / sostenme". Más recientemente la remembranza del maestro lleva al poeta a convocarlo de nuevo "desde el sótano de la muerte", para rendirle renovado homenaje y formular una promesa: "Me acurruco junto al pálido rostro de Gastón Baquero / y con él sonrío, inocente ante la lumbre del infinito, / prometiendo llevarle al trópico donde su paladar / sabrá saciar los vapores volatilizados por la ausencia (.) Una zarza arde alumbrando su vuelo en soledad; / una rapsodia sincroniza los latidos de Gastón / con los tres latidos de mi casa. / ¡Oídlos!". Ramón Palomares: Otro de nuestros notables poetas es, asimismo, otro suyo del escritor. En efecto, no oculta el poeta su respeto y admiración por su colega mayor venezolano. Por ello, en un texto en prosa presentando la antología que hizo del poeta de Escuque, dice: "Ramón Palomares es el maestro que ensilla tierra de nubes y despierta nuestro gastado idioma recuperando su mejor caldo en la olla del mestizaje (.) Representa otro de los pocos ejemplos de magna poesía transustanciada desde las rendijas de los adentros, desde la dimensión de la naturaleza convocada para derramar bálsamos sobre la zozobra de los días". Para Pérez Alencart, "Palomares respira hacia el futuro con la despierta algarabía de quien atrapa mundos con una mirada de halcón que traspasa nubes locales y se vuelve universal de tanto besar árboles y pájaros del paisaje andino. Lo veo lleno de raíces de sus amplios dominios, acodado a la independencia de los vientos que conducen hacia un único destino: al amor sin dobleces, como corresponde al antitiempo de la poesía.". El también poeta nuestro -Pérez Alencart ha declarado muchas veces su pertenencia a lo venezolano- al escuchar la voz del poeta suyo implora: "Calla, viejo lobo tan querido. / Calla, que desfallezco en esta tierra de nubes / donde cantan pájaros de inquietante hermosura / y los dioses siguen abriendo caminos / a fieles espíritus que me tocan con su aliento helado". O, también, en otro poema, el peruano encaja a Palomares en su entorno, en las altas montañas andinas: "El viento de la mañana ensaya balanceadas piruetas / cuando las orquídeas brotan de los dedos sembradores / del viejo chamán que sabe ver las rendijas del cielo (.) A voz llena grita el chamán para que no se apaguen nubes / ni vientos, ni

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lluvias ceremoniosamente conjugadas para signar una geografía emergida desde la faena de los sueños (.) ¡Cuánta claridad sabe despertar pensando en el padre de todos los misterios! (.) Por tales alturas el pastor, chamán o profeta, moldea / oraciones con el verbo genésico prensado en su boca (.) Poeta o chamán, profeta o pastor, el hombre sencillo / sabe que el legado de Cristo pesa en su balanza / y ya no le asombran los milagros del agua o la clorofila. / En tierra de nubes los colores del cielo están abajo / de su voz, debajo de su maravillosa y auténtica voz". Claudio Rodríguez: Otra vez las despedidas no deseadas resuenan en los poemas de nuestro escritor, en esta ocasión se trata de prodigarle un dolido hasta luego a otro de sus fraternos poetas: "Entonces grité, a modo de último adiós: / ¡Toma el zurrón, Poeta, / y llévate una ración de vientos / con olor a tiernos pinos! / ¡Aquí te dejo la cantimplora / con unas gotitas del Duero / para humedecer tu eco". José Hierro: Pérez Alencart asiste también, a través de sus versos, a los postreros y escasos momentos de oxígeno del reconocido Pepe Hierro: ". camina delineando / su último rostro oxigenado, muriéndose / a capítulos después de muerto (.) Viene y va el poeta con sus letras de diferentes colores, / fumando sin permiso de médicos y parientes, / masticando geografías de su patria / hasta que la respiración se le va distorsionando / en presentimientos (.) Diciembre quita la vida a quemarropa, / sin ton ni son (.) Siempre faltan las penúltimas palabras; aún no se han leído todos los mensajes". Rosalía de Castro: Hasta la tierra de los pimientos y de la poesía femenina pionera, a Padrón mismo, se dirige el escritor para desear merecido descanso y paz eterna a una de sus poetas madres: "QUIERO que nada turbe tu descanso / bajo el músculo de tus palabras / que fuiste tiñendo de morriña, / tú, extranjera en tu propia patria (.) / (¡Adiante, madriña das magullas! ¡Adiante, pomba dos lóstregos!)". Rafael Alberti: El poeta pintor es retratado por Pérez Alencart en el momento mismo en que: "se apoya en un poema / mientras pinta palomas de la paz / con la generosa luz del destierro". Miguel Hernández: Una y única asimilación, ¿para qué más subrayaríamos nosotros? realiza Pérez Alencart para otorgarle especial distinción al humilde poeta de las cebollas: "Posees poesía / hasta en el furor / cóncavo de los sentidos / Poesía es tu palabra.". José María Valverde: Sin más el poeta de entrada y a palabra batiente comunica: "Yo lo declaro huésped de honor / de mi entusiasmo consecuente, / ajeno a cualquier privatización del espíritu (.) Pura es la verdad de todo latido arisco a las prebendas (.) Que las palabras sean benditas mordeduras". Olga Orozco: Canta nuestro poeta a otra paladina de su poesía, confiesa que mira y "ahí siguen los signos / de tus humeantes entregas, / el fósforo de un mundo que me hace compañía con su fantástica realidad. (.) Me echo tu sombra a los ojos, / me aromo con la melancolía de todos tus sueños, / me meto en el cuaderno de deberes de tu pecho / y me embriago en un río sonoro que guarda el canto / de los últimos pájaros solitarios". […] Antonio Colinas: Desde la llegada del poeta Colinas a Salamanca, Pérez Alencart ha desarrollado con el escritor leonés una fructífera y genuina relación amistosa que se asienta, además del afecto personal, en la admiración y respeto por esta voz mayor de la poesía hispana. Acompañado por el poeta de la mansedumbre durante una travesía por el Valle del silencio, nuestro escritor registra lo que ya ambos poetas conocían: "NO caben fronteras para el silencio, / para el blanco silencio inmutable / donde el hombre queda la víspera / de la confusión que nunca duerme (.) Entonces la carne se torna en verbo / e intentamos articular palabras / que no rompan la esencia del silencio / donde el hombre se funde con el Hombre". […] Emilio Adolfo Westphalen: Conmovido ante la ausencia definitiva de E. A. W., el poeta Pérez Alencart evoca y se lamenta: "Yo estuve en su casa, sobre el Pacífico y la garúa de Barranco (.) Allí me habló, / y sus palabras me queman todavía. / Allí regían ingrávidas profecías / que te injertaban al menor descuido. / Muerte tras muerte me acuerdo de sus salmos / por la frente y por el aire. / Ya no tengo a quien no se repetía (.) Tendré que revivirlo constante en el ojo del enigma". Enrique Viloria Vera: Para el poeta amigo que anhelante llegó a Salamanca en busca de la esperanza, el escritor -sabio- le transmite fraternos consejos y verdades: "Has sido y serás el que no espera grilletes, / el que desflora ciudades quemantes, / el que al alba sepulta sus lágrimas / mientras coloca las mejillas en

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el mapa / donde va deformándose su patria (.) Viajas por la anchura del mundo / con el equipaje de quien conoce fronteras, visados y múltiples lenguas. / Pero viajas con un sentimiento que te sigue / hasta el hontanar de la duermevela: / sabes bien que tu espíritu sólo podrá aquietarse / en medio de la plaza de tu ciudad enceguecida". […] Fernando Pessoa: Al inveterado e irreverente lusitano Guardián de Heterónimos, el poeta lo festeja diciéndole como si estuviera a su lado en la rígida e inmortal imagen de Lisboa: "NO muere el aire ni mueren los versos / que logran abrir el broche del tiempo. / No, nunca se apagan las soledades / que van poblando el cuerpo natural / del fértil ser de las palabras sólidas. / Alguien escribió signos contenidos: / ahora otros ojos ya son sus dueños". Eugénio de Andrade: Implorante Pérez Alencart le ruega, humilde, al poeta de poetas: "Despierta royendo las tinieblas / ahora que todo es invisible / y sólo el deseo indesmayable / hurga por las ruinas de tu cuerpo (.) ¡Despierta! Tal resulta el deseo / de quienes siguen leyendo tus versos". […] V. Con Cristo, por él y en él Volvimos a nacer el día que Cristo caminó sobre la intemperie de nuestras almas. Volvimos recontando sus huellas y parábolas desbordantes de amor y poesía. Volvimos con esa otra luz más pura alumbrando nuestro interior. Volvimos religados a su Palabra.

Pérez Alencart se hace uno con Jesús, con Cristo, con Jesucristo; la necesidad de re-ligación con un Ser Superior, justo y bueno, habita también en su heterogénea y múltiple poesía. Salmos y cánticos, versículos y alabanzas, loores y aleluyas, devociones y saetas, antífonas y ofrendas le son ofrendados por el escritor a un Cristo doméstico, familiar, hogareño, que habitó, primero, a su solaz, en el corazón de la mujer del poeta, para luego proponerle al escritor cotidianos desafíos, inéditos credos a su afectivo y gozoso corazón de juglar de un dual y recién estrenado fervor, divino y mundano, carnal y espiritual: "Yo la amo con su Jesús de la abnegada entrega, / con su Jesús que también está dentro / de mi sangre, creciendo en toda mi alegría, / acarreando panales llenos de amor / para que la canción del hombre se arrime al milagro / y no falte dulzura al resto de la esperanza". Pérez Alencart exterioriza sus renovados bríos por la palabra múltiple. De la poesía, imagen hecha letra, de su mujer destilando maduros y encendidos amores, y del recién bienvenido Cristo de sus adentros -Dios hecho humano- nos habla abiertamente el escritor para establecer los certeros y delimitados límites de su triángulo afectivo más reciente: "Tú estarás viva en mí, / poesía de los dólmenes / y de las generaciones / que traerá el futuro. / Viva para convertirme / en raíz o mordedura, / salto mortal del rugido / imantado al vientre / desnudo de la esposa. / Viva estarás en la cruz / donde un pródigo Jesús / sigue fijando el amor / que embrujula al hombre. / Tú, ella y Él estarán / acompañándome dentro, / allí donde cosechamos / el fruto de las querencias". Un Cristo más humano, menos Dios inaccesible y más hombre solidario, es exaltado y requerido por un poeta que efectúa hondos reclamos contra un mundo cristiano que dejó de lado al cristianismo: "¡Ah con las hogueras desgastadas por los fríos opresores! / ¡Ah con las llaves perdidas por tantas lenguas castigadas! / ¡Ah con el lavado de cerebro para gravitar en la soberbia! / ¡Ah con la mala costumbre de no escuchar al desposeído! / ¡Ah con el polvo cegador de las celebraciones sin origen!".

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Al momento de establecer las bases, de sentar las premisas de su muy personal y sentido Credo, el escritor aprovecha su palabra para recriminar de frente y sin reservas a aquellos –cómplices, mercaderes, fieras en circo, falsas monedas, plañideras en vuelo– que se olvidaron del fundamento de la Palabra del Señor: "Creo en Jesús, / pero no en quienes regentan / iglesias de altas cúpulas / mientras compran acciones / o digieren manjares y dictaduras / con devoción pecaminosa (.) Creo en los presagios cumplidos / y en las revelaciones que tienen cobijo / en el asombro alumbrador / del tránsito humano". Pérez Alencart hace de Jesús un motivo privilegiado de su más reciente poesía. Innumerables versos le son dedicados por el poeta al Redentor para confesar a poema vivo, libre el corazón de culpas y opresiones que: "somos parábolas aparecidas con músicas y lágrimas / en días ungidos para ser tránsito hasta nuevas liturgias (.) aquí se demora el amor por el Cristo del alma, / aquí sigue derramándose su sangre germinal / y sus hechos que son llaves abriendo la puerta del reino. / Valga su gravitante ofrenda inalterable / y sírvanos también la suma de sus bienaventuranzas". La conciencia de su mortalidad lleva al poeta a tener más conciencia de la eternidad. Sabiéndose perecedero el escritor quiere apostar por una trascendencia luminosa asentada en la palabra y obra de Jesús el Redentor, de su Cristo del Amor, el Sol de los ciegos. Exaltado de fe, Pérez Alencart convoca al Señor para efectuar personales y bienvenidos bautismos y esponsales: "Venga a nosotros tu palabra / impregnada de amor y profecía. / Venga tu llama de adentro / y vengan tus manos a tocar nuestra frente / o sumergir nuestras almas descarriadas / en aguas bautismales (.) Aconteces, Cristo, como dádiva o reino / que todavía sigue siendo herida, / como sol de los ciegos de espíritu, / como sentido de continuidad al rojo vivo, / sobreviviente, siempre sobreviviente bajo la piel / de los hombres que asimilan tiernamente la Palabra". Despojado su corazón de las malquerencias, reconciliado consigo mismo y con su prójimo, el escritor experimenta una íntima y bienaventurada sensación de placidez, de concordia, de armonía que su poesía escatológica recoge con humildad y sabiduría: "La vida está llena de traiciones / y el cuerpo se quema bajo el carbón azul del raciocinio. / Pero ¿dónde se cobija la vida y dónde los huesos calcinados? / La única brújula es el amor enhebrado / al misterio de la amistad, a la comunión del sentimiento, / a las despiertas pupilas de un linaje que nos consagra / a buscar certezas en la inolvidable cruz de Cristo". La lectura directa y sin intermediarios, personal y meditada, introspectiva, de la Palabra de Dios, de las Sagradas Escrituras, de los Santos Evangelios, le otorga nuevos bríos al poeta y nueva savia a su poesía. Abreva el corazón del escritor en salmos y versículos, canta sin vergüenzas aleluyas y hosannas, recibe la paz de sus correligionarios, asiste al templo sin pretensiones y le otorga franca mano al necesitado de alimento y de justicia. Cristo lo ayuda, en esta compleja etapa de su existencia, a ser más él. En una nueva y eterna Alianza con el Señor de los desposeídos, con el Cristo del Amor, el poeta confiesa su perdurable religación, su unión firme y sincera que puso fin de una vez y para siempre a "las confusas resonancias, / los insulsos espejismos". […] VI. Los ancestros venerados, un hijo celebrado El brindis final va dedicado a mis padres, desviviéndose en una selva lejana: a ellos el fervor de las puras gratitudes a ellos los actos del amor que son perennes. Ahora, cuando me he convertido en padre, brindo por ellos para llenarme de raíces, de instantes que nunca fueron de hojarasca.

Pérez Alencart habita tanto en el recuerdo de los suyos en la verde selva de sus asombros como en el soplo de su hijo en la dorada ciudad de sus remozadas esperanzas. Todos, abuelos, tíos-abuelos, padre, madre, primos, sobrinos, parientes, y su amado hijo le brindan al escritor una oportunidad para celebrar el don de una familia numerosa que es objeto de versos entusiastas, de palabras afectuosas que conviven

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con algunas indistintas lágrimas de alborozo y de tristeza -"... unas lágrimas desbarrancan desde ojos / por penas sacudidos"- según el tono vital del poeta y la intensidad de las pasiones recogidas. A los que quedaron en la madre selva de su lejana Amazonía -a sus vivos y a sus difuntos, a los que permanecen en carne y hueso o reposan en desollado hueserío- el escritor les comunica: "Es momento de acusar recibo de incontables donaciones: Los admiro, los tengo, los preservo de mi vista de pájaro, en mis palabras construidas ignorando relojes y distancias. Sólo en sus rostros veo un hermoso mundo de ternura, una adorable costumbre, un viaje de luciérnagas tejiendo verdes fuegos en el aire. Atiéndanme. Éste es un cauce de sortilegios hundiéndose en la pupila de la selva". Muchos son los parientes convocados al intemporal homenaje que el escritor preside para celebrar el familiar afecto; un borbollón de memorias bulle y emerge de la caldera afectiva del poeta -"volteando el rastro, volviendo / por la huella estoy"- para que sus vivos y sus muertos vivan y revivan en una poesía que desafía a ese olvido que llamamos muerte: "La muerte ya no los necesita / pero sí el viril latido / de quien queda (.) Han madurado lágrimas, / han tocado campanarios / y han llegado a mis oídos. / El luto terminó hace años / pero sigo invocando a los muertos / que me vuelvan siempre. / Mandan sus sombras en el calor que no baja". Hasta su lejana posesión entre luciérnagas se enrumba el emocionado sentimiento de Pérez Alencart para que sus versos sean la más genuina expresión de un amor que se nutrió, allende los mares, de los más radiantes rayos de la bondad. El escritor les pide a todos y cada uno de sus querencias que "esperen su turno, ya les buscaré más tarde, que sigan embanderando mis huellas. Nunca olvido a mis fantasmas comunicantes ni sus prístinas apariciones". La poesía es propicia para festejar a la plural parentela de la emoción unánime del poeta. En afectuosa procesión le llega el turno a cada quien. El escritor desentraña sus insondables cariños, a cada uno de sus innúmeros afectos le arriba su esperada tanda, sin prioridades o jerarquías, el escritor rememora y rinde sentida distinción a: Rosa, la madre: "Vengan a mí, destilando memoria. / la Madre selva y la Rosa Madre". Así es la exigencia primaria de un amor filial que el poeta expresa solícito, requerido de urgentes besos y rememoradas caricias maternales: "LAS bendiciones más hermosas surgen / de los labios de una madre (.) Se acude a la madre cuando la noche se cierra / y crecen sombras que se acomodan / en medio del dolor (.) ¡Deja, océano, que me llegue al menos / la música de sus labios!", suplica el poeta. Un salmo infinito le consagra, desde la lejanía, el escritor a la madre de todos los desvelos: "Nada amargo se remueve en mi memoria / y sí un inventario de alabanzas confirmando sus nutrientes (.) Madre mía, me coso a ti con el hilo / indestructible del amor que no se evade, / el mismo amor que a los dos nos va sobreviviendo". Alfredo, el padre vivo: Reconociendo los dones recibidos y las deudas acumuladas, el poeta le regala conmovidos y emocionados textos a su progenitor que ha asumido la vida cotidiana como una "diaria victoria a cuentagotas". El escritor confiesa que su padre le dio "la levadura acoplada a las maderas de la abundancia" y que le debe "el largo porvenir de las cosas esenciales". La única exigencia que el escritor le demanda a su padre vivo es más vida. "Padre mío que estás en la selva de todos los esfuerzos (.) Ya no me debes nada, / pero tampoco te me pierdas todavía. / Ten paciencia, padre mío". Se ufana el poeta de cantarle a un padre vivo que poco conoció en vida al propio y de poder ofrecer afectivo remedio a una realidad sin solución. "Así es mi padre y así le canto ahora que puede escucharme (.) Inquiero a la memoria y ésta brinca desde el ruido mañanero de la infancia. Mi padre de todos los días careció del suyo desde niño. Por ello lo traigo conmigo al lugar donde vaya. Por ello reproduzco el nacimiento de ese amor en todos los tentáculos de mi poesía". La abuela muerta: El poeta, guardado el luto de rigor que todavía conserva en su afecto, revive a su abuela difunta y fumadora sin remedio para decirle bajito, en un filial susurro que: "ya pasó el sufrimiento / y que hoy levanto tu breve cuerpo / para que fumes por el aire puro / de estas desatadas claridades / escapando de tu memoria a la mía (.) Te digo que todos somos iguales / e igual se pudren la carne y las palabras. / Por ello te pido que humees mis salmos, / y así ahumados sirvan / para que otros muertos confiesen / vivir un poco más, cada noche, / junto a las palabras que edifiqué / para salvarles". […]

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José Alfredo llegó despacio para conmover de nuevo a un poeta conmovido. Hecho padre por Jacqueline, luego del parto de su recién nacido, el escritor reconoce sin vergüenzas que: "El hombre adquiere sentido de la resurrección / cuando un pedacito de ternura se hace cuerpo / y la sangre cumple así la parábola perfecta, / con la raíz de súbito creciendo, vibrando / en la mirada inocente del pequeño: / es la estirpe fulminando la noción de lo perdido, / acabando con la cruz de la soledad del hombre". Largos y amorosos versos le dedica el poeta a su hijo de la reconquista, a su retoño, al unigénito, a su victoria, al fruto feliz de mis deseos, a la savia de dos continentes, para intentar transmitirle un tanto de su sabiduría y experiencia de peregrino hombre de letras. Desde el moisés de la paternidad, el escritor le pide a su hijo que atienda a los desinteresados consejos que sólo un padre emocionado puede ofrecer: "Atiende, hijo: / deberás escuchar la melodía de los astros, / dejar que tu mirada escolte nubes / y abrirte al aguijón del pensamiento, / absorbiendo lo que el espíritu del hombre / encerró en el silencio de los libros". […] VII. Peregrino en todas partes ¡Ay del hombre que se queda sin hablas y sin patrias!

El destierro, la emigración, el ostracismo, la indiferencia, la soledad, son temas muy cercanos a un poeta que es doblemente emigrante, tanto por sus antepasados ibéricos y brasileños acogidos por el Perú natal del escritor, como por la ya larga estancia salmantina en su querida Iberia: "Me conmueve pisar un suelo donde no nací / pero cuya pertenencia reivindico / por la rotunda emigración de los ancestros", afirma. Sin embargo, el pedazo último de aquello, llámese patria, pronúnciese país, deletréese terruño, es el que el poeta lleva en el más oscuro recoveco de su corazón americano. En efecto, contemplando otro cielo y otra tierra también queridos y admirados, el escritor confirma paradójico que: "Así es como el corazón queda sin zona de seguridad, / como el gusto se resiente por los sabores perdidos, / como las pupilas se extravían ante paisajes diferentes, / como los pasos van frenándose en toda callejuela / no recordada por la memoria de tu mundo primero. / La contranoche dejó en tu cara el rastro de lágrimas / que apenas se adivinan. / Y es que te sabes pájaro del exilio / porque aún arde tu país en medio del pecho estremecido". Recorre Pérez Alencart los parajes que alguna vez vieron, transitaron, disfrutaron o sufrieron sus ibéricos antepasados con el fin de rastrear sus genes, sacudir otra vez su sangre originaria ante la contemplación de lo ya visto con y por otros ojos en aquellos penosos momentos cuando se impone dejar atrás un presente de penurias y hambre para construir un incierto futuro en medio del azar y la aventura. El escritor enjuga dulces lágrimas en la asturiana tierra del abuelo: "ME digo otra vez / si es puro latido lo que ahora canto, si / por altas montañas voy cavando / vetas de mi sangre primitiva, / humedeciéndome / de tristezas y puntuales marchas, / mamando aires que bailan / en silencio, sintiendo que el corazón se desvive por raíces / de otra mocedad, de otros / ojos soñolientos que también vieron hórreos / cubiertos de ocaso". […] Madrid, Verbum, 2006. ***

H HO OM MEEN NAAJJEE N NAACCIIO ON NAALL AA RRU UBBÉÉN N BBO ON NIIFFAAZZ N NU UÑ ÑO O EELL 44 D DEE AABBRRIILL EEN N LLAA U UN NAAM M El poeta, clasicista y universitario mexicano por antonomasia Rubén Bonifaz Nuño (Córdoba, 1923-Ciudad de México, 2013) será objeto de un Homenaje nacional el 4 de abril en la Sala Nezahualcóyotl de Ciudad Universitaria, "en una fiesta de poesía, música y alegría", adelantó Estela Morales, Coordinadora de Humanidades de la Universidad Nacional Autónoma de México (UNAM).

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La universitaria señaló en entrevista, que "va a haber charla y datos biográficos, pero lo importante será que, acompañados con música, se leerán fragmentos y poemas en su totalidad de Rubén Bonifaz Nuño". Explicó que la entidad convocante es la UNAM, y a la iniciativa se ha unido el Fondo de Cultura Económica (FCE), desde el infausto día de la muerte del poeta, el pasado 31 de enero. Por su parte, el poeta Vicente Quirarte subrayó que hablar de ese personaje representa una grata y triste encomienda. "No tuvo hijos, pero los tiene", advirtió, al hacer referencia de los cientos de los miles de alumnos que tuvo, los numerosos amigos y colegas que cultivó y cosechó en su tránsito por la vida, y las legiones de admiradores de su obra y su prosa, dentro y fuera de la geografía nacional. En tanto, el también vate Marco Antonio Campos, distinguido narrador y ensayista de alto nivel, recordó que para un poeta "lo más importante que puede dejar es su poesía y sus Obras Completas, publicadas por el FCE, nos dejan a Rubén Bonifaz Nuño y eso, nos deja mucho". Cabe señalar que el último poemario publicado por el que será centro del homenaje fue Calacas, hace ya 10 años. Bernardo Ruiz, traductor y escritor, recordó que Bonifaz Nuño dedicó la mayor parte de su vida al trabajo universitario, como docente e investigador, además de fundador de instituciones dependientes de la Máxima Casa de Estudios. Ponderó la edición que lanzó al mercado el FCE, la cual, dijo "está llena de aciertos", por lo que de manera consecuente la recomendó ampliamente a los lectores en español. Desde su perspectiva de escritor y, sobre todo como lector consumado, Bernardo Ruiz consideró oportuno emitir un consejo: "Para los jóvenes que actualmente tienen entre 18 y 24 años, edad ideal para iniciar la gran aventura de leer poesía para no terminarla nunca jamás, es una oportunidad maravillosa para acercarse a la obra poética de Rubén Bonifaz Nuño, una de las más hermosas". En su oportunidad, el escritor, ensayista, poeta y editor, Pavel Granados, se refirió en el sentido de que la obra de Rubén Bonifaz Nuño es compleja y extensa, cuan hermosa y entrañable. "Cuando leí por primera vez a este autor, su voz de poeta nunca se apartó de mí", comentó, y a partir de esa frase construyó un discurso (poético a todas luces) en el que enalteció la obra de Bonifaz Nuño y él se reveló como su admirados. Lo anterior aconteció en torno a la presentación, anoche en el marco de la XXXIV Feria Internacional del Libro del Palacio de Minería (FILPM). Los autores señalados se dirigieron luego a la Capilla del edificio enclavado en el Centro Histórico de la Ciudad de México para ampliar esos comentarios y añadir sus personales puntos de vista sobre la obra y la figura de Rubén Bonifaz Nuño. Notimex, Excélsior, 25 de febrero de 2013

RRU UBBÉÉN N BBO ON NIIFFAAZZ N NU UÑ ÑO O FFeerrnnaannddoo SSeerrrraannoo M Miiggaallllóónn Hay hombres que son, por sí mismos, todo un universo; sujetos cuyo genio radica en la sensibilidad con que leen la realidad y la hacen suya; artistas, en fin, que suelen ser hombres de aldea y, al mismo tiempo, de horizontes tan amplios como el mundo. Hablar de la muerte siempre es tan difícil, por lo absurdo, porque nos priva de lo mejor pero, sobre todo, porque en lo inexplicable que parece, resulta lo más natural de la existencia. Ahora le ha correspondido el turno a Rubén Bonifaz Nuño, magnífico poeta, hombre libre, independiente, comprometido sólo con su arte y con nuestra cultura. Hoy, cuando muchos desprecian lo clásico embelesados por las nuevas tendencias, cuando literatos van y vienen borrados por el vendaval de la

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siguiente temporada de best sellers, cuando los zombis se convierten en Jane Austen y los vampiros descafeinados enloquecen a las adolescentes; el ejemplo de un hombre dedicado a traducir la Ilíada o los poemas de Catulo, resulta casi de una insultante belleza y de una ejemplaridad a toda prueba. Vino a nacer Bonifaz Nuño en Córdoba, Veracruz, 90 años fueron sus días como dice el versículo de la Biblia; fue capaz de transmitirnos el sobrecogimiento que se apodera de cualquiera cuando contempla la naturaleza, la fuerza del desamor o la perfección de la arquitectura, al mismo tiempo, se dio al estudio de las lenguas clásicas, de los metros precisos y de las enormes expresiones; todo, porque se asumió a sí mismo, no como hijo de cierta o cual capilla, miembro de tal o cual cenáculo, sino simplemente hombre, mexicano, en la lisa de construir con palabras un mundo mejor e inédito. Su trabajo fue decir en español lo que otros dijeron hace miles de años, pesar y no medir las palabras como decía Alfonso Reyes, pero también escribir con pulcritud y perfección sin que ello fuera un desmérito para su expresividad o su grandeza. Neftalí Coria lo ha llamado un poeta de esplendores y es cierto, alejado de las pequeñas batallas que todos debemos librar cada día, de las mezquindades que nos oprimen como parte de nuestra naturaleza, se dirigió con una pluma que más parecía cincel, para lograr una poesía de una pureza magnífica, de un trabajo delicado, denotaba las horas de trabajo; es, para decirlo de un modo llano, un poeta con oficio, con maña de artesano y paciencia de benedictino como decía Gracián; pero igual es un maestro de la palabra. Don Rubén fue miembro de la Academia de la Lengua; en ella su trabajo versó mucho en pro de la defensa de las raíces idiomáticas; pareciera a veces como uno de aquellos monjes que, encerrados en sus bibliotecas, cuidaron de un legado que no fructificaría sino mil años después; sin embargo, Bonifaz estaba en la calle, volvía a su tierra, hablaba de amores y desamores con la misma pasión y con la misma fuerza; era un hombre en la sociedad, un hombre al que nos dirigíamos por su sabiduría y su conocimiento. Formado como abogado en la antigua Escuela Nacional de Jurisprudencia, conservó siempre el rigor intelectual que da el estudio del Derecho y lejos de aislarse en el Parnaso de sus adorados clásicos, enseñó y e investigó, estuvo presente en la Junta de Gobierno de la UNAM, en la Sociedad Alfonsina Internacional y en el Colegio Nacional. Le llamamos poeta porque así se llamaba él mismo, pero fue mucho más que eso, fue una cultura compactada en el breve lapso de una vida humana; le llamábamos maestro pero fue mucho más que eso, fue una enseñanza completa compendiada en el ejemplo de sus trabajos y sus días. Hoy se ha ido, no podemos sino decir: Gracias, Rubén. Excélsior, 7 de febrero de 2013

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EEN N EELL CCO ORRAAZZÓ ÓN ND DEE RRU UBBÉÉN N BBO ON NIIFFAAZZ N NU UÑ ÑO O AAlleejjaannddrroo TToolleeddoo Desde su espacio en la Biblioteca Central de CU, las secretarias del vate relatan cómo era trabajar con él y cómo llegaron a convertirse en sus confidentes En la planta alta de la Biblioteca Central de Ciudad Universitaria todo parece dispuesto para la llegada del poeta. Los objetos queridos están ahí: sus libros, sus bastones, una colección de chalecos confeccionados por su sastre particular con telas excéntricas traídas de Europa (o donde hubieran viajado sus amigos, que se las obsequiaban), una colección de figuritas de Charlie Brown, la gran lupa con la que continuó sus lecturas y su escritura pese a la enfermedad de la vista… Están incluso ahí sus secretarias, Paloma Guardia Montoya y Silvia Carrillo, como esperándolo, a las que al entrar solía pedir que pasaran con él, cuaderno en mano, para el dictado de una traducción o un poema.

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Lo imagina uno llegando a la oficina, elegantemente vestido, con su leontina, su moneda, plumas Mont Blanc en el saco, sus infaltables bandera nacional y escudo de la UNAM en la solapa, siempre de buen humor. No está Rubén Bonifaz Nuño pero sí sus historias, que son recordadas una mañana de febrero entre llantos, por su muerte reciente, y risas, por su temperamento jovial y luminoso.

El poeta y la bailarina Paloma Guardia Montoya es hija del poeta Miguel Guardia y la bailarina Magda Montoya. Bonifaz Nuño era amigo de la familia. “Desde que tengo uso de razón, a los cuatro o cinco años, él está parado junto a mí”, dice. Vivían en la colonia San Rafael, en la esquina de Serapio Rendón con Antonio Caso; Bonifaz Nuño acostumbraba ir los sábados a cenar. Cuando empezó a fallarle la vista (ya que él manejaba), el ritual se convirtió en una comida los domingos. “Para mí era muy natural ver a Rubén llegar a la casa.” Ella fue creciendo, pasó la adolescencia, tuvo su primer coche, a los 20 o 21 años. El poeta ya casi no podía conducir y Paloma iba por él a la casa de Frontera número 5, en San Ángel, la casa tradicional de la familia Bonifaz. A esa edad ya sabía a qué se dedicaba él, que era poeta y traductor, personaje importante en los ámbitos académicos y literarios. Cuando terminó Bonifaz su segundo periodo al frente del Instituto de Investigaciones Filológicas, el rector Jorge Carpizo le propuso darle una oficina con secretaria y chofer. Bonifaz no dudó y pidió a Paloma que fuera su secretaria. Así es como el 4 de diciembre de 1985 ambos tomaron posesión de ese espacio, en la planta alta de la Biblioteca Central, un sitio de trabajo y amistad. —¿Cuáles eran sus rutinas? —Él era una máquina de trabajar. Era un Rubén muy fuerte, bajaba y subía la escalera, salía, iba y venía solo. Venía en la mañana y en la tarde; se iba a las nueve de la noche. Con la edad y los achaques empezó a venir sólo en las mañanas, llegaba a las 10 y se iba a las dos de la tarde. Un problema es que recibía muchas visitas, gente que quería conversar con él y llorar con él en el hombro, por lo que a veces prefería irse a un departamento, en donde está su biblioteca personal, para trabajar sin interrupciones. Lo hacía hasta dos veces por semana. Llegaba luego a la oficina con sus cuartillas en bolsas de plástico de supermercado a las que llamaba portafolios, para que yo o Silvia Carrillo las pasáramos en limpio. De esas hojas con las que él llegaba a la página publicada, dice Paloma, pasaba un mes de correcciones; no las soltaba hasta que estuvieran bien puestas las comas, las interrogaciones, los puntos. —¿Cómo era su carácter? —Era terriblemente difícil. Nadie lo podía tocar. Si se tropezaba o se caía, nadie lo podía auxiliar. Nadie lo podía abrazar, al menos que él lo permitiera. Era muy altivo, muy digno. —Supongo que una de sus grandes tribulaciones fue perder la vista. —Lo agobió, sufrió mucho antes al pensar que se iba a quedar ciego. De siete hermanos, tres heredaron retinitis pigmentosa: uno murió muy joven, otra murió hace 13 años y don Rubén perdió la visión a los 80 u 81 años. Está boletinado mundialmente por haber llegado a esa edad, con ese mal, viendo aún; hay niños que a los 12 años ya están ciegos. Amigos y amores —¿Cómo eran las conversaciones de ustedes?, ¿se limitaban al trabajo?

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—Creo que fui la persona que más platicó con él, absolutamente de todo, a todas horas. Si esta boca hablara se escribiría todo un libro. Muchas cosas las callaré porque son secretos que a él no le hubiera gustado que se supieran. Sus conversaciones eran divertidas, ingeniosas y absolutamente llenas de sabiduría. Estar sentado junto a Rubén Bonifaz Nuño 10 minutos era como haber estado seis meses en una universidad. —¿Quiénes eran amigos cercanos? —Aquí debo pedirle que no omita a ninguno de ellos, de esta lista quiero que todos sean mencionados. El más querido: Fausto Vega. Los muy cercanos, que jamás lo abandonaron: Jorge Carpizo, Juan Ramón de la Fuente, Diego Valadés y Amparo Gaos. Los que jamás lo dejaron solo en los cinco meses que estuvo en cama: Bulmaro Reyes Coria, Lilian Álvarez Arellano, Marco Antonio Campos, Lolita González Casanova, Octavio Quezada, Raúl Renán, Jaime Sánchez (que le encuadernaba sus libros en piel roja), Carlos Ramos Padilla y Rosa María Villarello. De sus amigas muy queridas por él debo mencionar a Clementina Díaz y de Ovando, cuya muerte le dolió mucho, y Elisa García Barragán. —En su poesía siempre le habla a la mujer, ¿en las charlas se refería a su fascinación por lo femenino? —Era enamorado hasta la pared de enfrente. Al final de su vida, ya enfermo, ya ciego, ya cansado, llegaba alguien a verlo y se quedaban solos. Después entraba yo de chismosa y le comentaba: “Oiga, a esta persona la veo muy acabada”. Él decía: “Yo no la vi, nomás la sentí”. Estuvo rodeado de sus mujeres y de sus amores hasta el último minuto de su vida. Claro que por vanidoso no quiso que muchas de ellas lo vieran hasta el final, aunque pudieron haberlo hecho perfectamente porque se mantuvo muy sonrosado hasta el día que murió, muy don Rubén. No se enjutó, no enflacó… pero no quería que lo vieran. —¿Quién fue el amor de su vida? Hay aquella dedicatoria de El manto y la corona: “Aquí debería estar tu nombre”, ¿sería ella? —Sí, sé para quién es esa dedicatoria pero nunca lo divulgaré. Fue una mujer a la que don Rubén amó profundamente, muy bella, atractiva, llamativa… No bonita o guapa, atractiva de personalidad. Creo que fue un amor platónico. Fueron amigos toda la vida, hasta que ella murió. El último poema Silvia Carrillo fue secretaria de Bonifaz Nuño en el Seminario de Estudios para la Descolonización de México. Llegó a la oficina de la Biblioteca Central para apoyar a Paloma cuando ella tuvo que ausentarse por salud. Don Rubén le decía “la señora Carrillo”. —Señora Carrillo —le dijo el 5 de octubre de 2009—, traiga su cuaderno. Así lo hizo. Con el primer verso no hubo problema: “Viejo en su prisión de viejos huesos, coma”; sí los hubo con el segundo, pues ella escuchó: “me encontraste el corazón, punto, un punto”. —Un punto, sí. —Escriba: “Un punto”. —Punto, sí. —No quiero que escriba el punto sino “Un punto”… Tardó en entender que así seguía el poema: “me encontraste el corazón. Un punto, / al amor se abrieron sus ventanas”. Es el poema que cierra Calacas (2012), en donde el poeta le habla de tú a la muerte. Explica Paloma: “En la última etapa siempre decía que se iba a morir, que estaba tan fregado que al día siguiente se iba a morir. Así lo dijo por 10 años. Por eso escribió Calacas”. —¿Cómo vivió ese último proceso?, ¿tuvieron una última charla?

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—Estaba muy triste, lamentaba no poder venir a su Ciudad Universitaria. No sé por qué la vida me colocó en esta situación, don Rubén me escogió como hija, como persona más cercana… Llegó el momento en que empezó a dejarse caer. Era muy comelón, dulces, chocolates y pasteles, y cuando los rechazó pensé que en dos o tres días fallecería. Su cuerpo estaba muy cansado, muy agotado. Un día ella le dijo: —¿Qué me falta hacer por usted?, —Paloma, usted tranquila. Ya ha hecho usted todo, yo ya estoy muy viejo y muy cansado. Lo último que le dijo, pocos días antes de morir, fue: “Paloma, la quiero mucho y la espero siempre”. El Universal, 20 de febrero de 2013

RREEÚ ÚN NEEN N LLAA CCRRÍÍTTIICCAA D DEE AARRTTEE D DEELL PPO OEETTAA RRU UBBÉÉN N BBO ON NIIFFAAZZ N NU UÑ ÑO O La visión y análisis del poeta Rubén Bonifaz Nuño sobre el arte prehispánico y artistas contemporáneos mexicanos, y los puentes que unen estas dos manifestaciones alejadas en el tiempo pero que convergen en la identidad nacional, es lo que reúne el libro Elogio del espacio. Aproximaciones sobre arte de Rubén Bonifaz, dice el compilador Miguel Ángel Muñoz. Aunque también se debe destacar, dice, que esta obra “compila por primera vez todos los ensayos de Nuño sobre arte contemporáneo nacional, a excepción de uno de los tres artículos que hizo sobre Ricardo Martínez, además de su poética dedicada a la obra plástica de Elvira Gascón y sus esposa Ángela Gurría. Miguel Ángel Muñoz realiza su doctorado en Historia del Arte por la UNAM, y cuenta que el libro tuvo la supervisión del poeta recién fallecido. “Rubén estuvo contento con el índice y recibió el libro. Pero lo importante es que se rescataron textos que de alguna manera estaban dispersos en publicaciones y catálogos de difícil acceso, no sólo para el público, sino para los especialistas”. La obra Miguel Ángel Muñoz, quien también acaba de publicar la antología José Hierro: Los sentidos de la mirada (Síntesis, 2012), y que se presentará en junio en la Feria Internacional del Libro de Madrid, señala que este legado de Bonifaz Nuño se enmarca en la larga tradición de poetas que han escrito de arte como Baudelaire, Apollinaire, Mallarmé, Paul Valery y de España al escritor Rafael Alberti. El volumen de más de 200 páginas y editado por la UAM, la Universidad Autónoma Metropolitana y El Colegio Nacional, se divide en tres grandes apartados: Visión sobre los antiguos mexicanos, De la contemporaneidad a lo contemporáneo y Poemas para Elvira Gascón y Ángela Gurría. La primera sección, dice, son los ensayos sobre el arte precolombino, entre los que destacan los ensayos: La ciudad y el templo, La mal llamada Coatlicue, La calabaza, Cabeza de serpiente, Coyolxauhqui, Cihuatéotl, Felino de la Colina, Tláloc, Máscaras, Calaveras de piedra, Arte de Mezcala, Arte teotihuacano y Arte mixteca. En el tercer apartado se presentan dos poemas: uno dedicado a Elvira Gascón y otro, “El corazón de la espiral”, dedicado a Ángela Gurría. Puentes Miguel Ángel Muñoz señala que los dos primeros temas del volumen están hilados por los puentes que tendió Bonifaz sobre el arte prehispánico y contemporáneo. “Un vínculo que siempre tuvo Bonifaz para entrelazar nuestro pasado con nuestra actualidad, mediante una serie de correspondencias, pero sobre todo basado en el asombro. Él decía que no debemos ver al arte prehispánico como una imposición, sino

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como un descubrimiento, porque es lo que descubrimos de nosotros mismos y de lo que nos hace ser mexicanos: el idioma y nuestra filosofía. Y esta filosofía del ser nacional, en sus textos la vincula a la obra de Ricardo Martínez, donde analiza como el pintor retoma retomar la escultura prehispánica en su trabajo y la mezcla con ese toque de modernidad, que lo hizo diferente a muchos de sus contemporáneos, agrega. Y esa visión la tiene para los otros artistas plásticos, de quienes dice: hicieron una pintura muy moderna sin olvidar sus raíces. Pero esencialmente lo que tenemos en este libro, agrega, es a un poeta que escribe sobre las artes plásticas, la crítica desde su concepción personal y que en México sólo hubo otro escritor que la hizo de esta manera: Octavio Paz. La Crónica, 17 de febrero de 2013

RREEFFLLEEJJO OSS D DEELL ÁÁN NGGEELL JJaavviieerr GGaarrccííaa--GGaalliiaannoo Durante décadas, en los pasillos de la Facultad de Filosofía y Letras de la UNAM, en la Torre de Humanidades, caminando rumbo a la puerta junto a la que permanece un busto de Dante Alighieri, podía verse a un hombre elegante no sólo por el traje oscuro y la leontina, al que solía acompañar por lo menos una mujer, que mantenía un paso mesurado que no obedecía únicamente a su combate contra la ceguera, cuya presencia, a pesar de su voluntad y su discreción, se imponía como un espectáculo; ese hombre era Rubén Bonifaz Nuño. La universidad era uno de sus lugares naturales. Consideraba que era universitario desde que se inscribió en segundo año de primaria -no requirió cursar el primero porque su madre le había enseñado a leer, a escribir y las operaciones aritméticas elementales- en una escuela que era dependencia de la Universidad Nacional, en la cual también estudió derecho, fue profesor, investigador y editor; en ella leyó, escribió, tradujo, conversó y acaso se enamoró cotidianamente como una prueba de la fugacidad que lo obsesionaba; en ella perdura como algo más que un fantasma, como algo más que un hombre cuyo destino ha sido uno de los que han conformado el de la UNAM, como un escritor más leído que estudiado... En La letra e,, Augusto Monterroso lo recordaba en el Instituto de Investigaciones Filológicas; “sobre su escritorio, siempre lleno de cartas, telegramas, libros y folletos, distingo claramente un grueso volumen. Busco el título: “Tito Lucrecio Caro De la natura de las cosas”, en la versión de Bonifaz que ha venido trabajando desde hace varios años”. Monterroso escribió asimismo que “el título dice así, la Natura, no la Naturaleza, como se ha traducido tradicionalmente, pero Bonifaz prefiere, desde que comenzó a traducir a esos autores, usar hasta donde le es posible los términos españoles que ajustándose más a los latinos siguen siendo español, y de esta manera los Carmina de Catulo en su versión original siguen siendo Cármenes en la traducción de Bonifaz, y no “poemas” o “poesías”. Para él, pues, “De rerum natura” es la natura de las cosas, y el español, su español, es tan rico que puede ser latín y español al mismo tiempo, aunque en este caso uno se haya acostumbrado ya tanto a la natura de naturaleza que natura venga a constituir un lujo que Bonifaz ha adquirido todo derecho a permitirse, y se lo comento. Pero él sólo sonríe”... Con el rigor con el que traducía a Lucrecio, a Catulo, a Virgilio, a Horacio, la Ilíada, desde los sonetos que conforman su primer libro, La muerte del ángel, Bonifaz Nuño sonó deseosamente con la poesía; “la soledad te busca en mis sentidos”. En la entrevista que ensayó consigo mismo, incitado por Ignacio Trejo Fuentes e Ixchel Cordero Chavarría, confesó que “cuando escribo versos soy totalmente libre de hacer lo que se me da la gana, sin estorbar o molestar a nadie, sin pedir una recompensa por eso, es decir, es el acto completamente libre de mi vida y en muchos casos, el acto alegre”.

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Paradójicamente aseguraba que esa libertad procedía de la forma, que el soneto, por ejemplo” se hace solo, uno se plantea las rimas y los versos se van haciendo para llenar la forma”. Como un juego, Bonifaz practicó diversas formas, muchas de ellas populares y algunas adoptadas de las formas latinas. “Yo nunca escribo para los ojos”, decía, “sino para la oreja. Lo que considero fundamental de los versos es el sonido. Hay en latín una estrofa que se llama alcaica, formada por dos endecasílabos, alcaicos precisamente, un eneasílabo y un decasílabo. He tomado de esta estrofa los ritmos de los dos últimos versos, que son de nueve y de diez sílabas y prácticamente todo lo que he escrito en los últimos años va en esos ritmos que juegan armoniosa y fácilmente. No se siente que sean versos medidos, más bien pretendo que se sienta una especie de corriente rítmica con la combinación de nueve y de diez”. Rubén Bonifaz Nuño confesaba que el libro que más quería era Calacas; “ahí hice algo que me dio mucho placer: está escrito en un tono de pelado mexicano. Ahí están citados Horacio, Virgilio, Homero, Quevedo, el Anónimo Sevillano, Jorge Manrique, Manuel Gutiérrez Nájera, el Cantar de los Cantares; es mi poema más desnudo y más eruditamente de pelado mexicano”. Fue el último libro que publicó. Sin prescindir de un humor natural, en él no sólo convergen las obsesiones que cultivó pacientemente, sino que representa su combate contra la Calavera, la Dientona, que embestía “en guerra contra un montón de harapos”, y que lo atacó con parsimonia con El vacilón de tus bacilos, la virulencia de tus virus, tus reumas, tus arterioesclerosis el resbalón y la caída en el baño, pones en alerta ante mí, maldita Dientona.

Rubén Bonifaz Nuño murió el pasado jueves 31 de enero a los 89 años de edad en el Distrito Federal mexicano. El Mundo de Córdoba, Veracruz, 22 de febrero de 2013

EELL H HO OM MBBRREE Q QU UEE SSAABBÍÍAA D DEEM MAASSIIAAD DO O H Heerrm maannnn BBeelllliinngghhaauusseenn Cuando se hayan disipado los últimos inciensos, los homenajes nacionales y las-loas-interminables, su obra seguirá ahí. Si México es afortunado y dentro de 50 o 100 años alguien lee aún poesía, es muy posible que atesore, y bien, los numerosos iluminados versos de Rubén Bonifaz Nuño, poeta mayor donde los haya. La posteridad, esquiva y rara, da sorpresas, obedece leyes propias, pero no podrá sino ser generosa con él. Ni fundador ni culminación de nada, simplemente en la médula de lo más logrado y digno de nuestra tradición, la de, ustedes disculparán, nuestros clásicos. Un poeta en estado natural. Si sólo hubiera dejado tras de sí De otro modo lo mismo y Versos, los razonables volúmenes que recogen su obra poética (como hizo Alí Chumacero, por ejemplo), Bonifaz Nuño ya tendría ganado su lugar en la construcción de la belleza en las mejores alturas de nuestra lengua. Pero como saben mejor quienes lo frecuentaron, fue un hombre complejo, lleno de matices y subterfugios. Y sobre todo, autor de muchas otras obras admirables. Reconocido como uno de los grandes latinistas de nuestra era, y helenista también, convirtió en una escuela la Bibliotheca Scriptorum Graecorum et Romanorum Mexicana, y se dio a traducir desde joven a Horacio, y se siguió con Lucano, Virgilio y los demás, y ni Homero lo detuvo. Se señaló en algún momento que algunas traducciones suyas pecaban de solemnes, por mantener apego íntimo con el original. Como sea, sus versiones de Catulo y Ovidio debería leerlas aquel que lea deveras. Hombre de instituciones hasta devenir institución él mismo, fue también y por largo tiempo funcionario en la cúpula de una burocracia poderosa, la que controla la Universidad Nacional Autónoma de México (UNAM) hace 41 años. Bonifaz Nuño fue, de principio a fin, puma como el que más. Allí hizo su

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casa y su larva. Quizá ningún otro académico ocupó tantos cargos directivos sucesivamente dentro de la UNAM. Eso lo hizo asiduo del Consejo Universitario, bien vestido como nadie, corbata, fistol y reloj de cadena, escudado en una timidez que, inteligente como era, aprendió a usar de arma y plug-in/plug-out del mundanal mundo. Poseyendo como poeta una sensibilidad social envidiable, un ánimo de bolero y drama nada elitista, a la intemperie de los pobres, siempre estuvo con el poder, académico y conservador en este caso, y decidió ser parte de él. Y no sólo. De manera menos vistosa y expansiva que otras figuras dominantes de la literatura mexicana, como Octavio Paz o Carlos Monsiváis, ejerció un verdadero poder cultural. De su tronco crecieron poetas y latinistas de diversas generaciones, muchos ocuparían cargos directivos en bibliotecas, universidades, institutos nacionales, revistas, colecciones, centros culturales. Hay que decir que fue un maestro generoso, como pocos. Alguna vez oí a un pupilo suyo quejarse de que se pasaba de barco en su laissez faire; usaba palabras más fuertes. Ah, la UNAM. El hecho es que sus herederos son bastantes y notables, empezando por Carlos Montemayor, uno que se le adelantó, quien con el tiempo adoptaría compromisos sociales impensables en su maestro. En años que la ceguera lo comenzó a rodear, se creó una especie de cofradía de sus conjurados, los Calacas, que se reunían cada semana en la taquería La Lechuza, cerca de Ciudad Universitaria, en la mesa del humor irresistible del maestro. Mitigaban esa soledad que, a la vista de todos, pues fue un hombre público, siempre lo acompañó (y quien lo lea lo verá). Como todos, él sólo quería que lo quisieran. Pero el romántico, melancólico, agudo poeta, dio para más. Por elección personal y sin timidez alguna, se hizo mesoamericanista cardinal. Polémico, pues confrontó a los arqueólogos principales (de Caso para abajo) y el trabajo de campo de El Chamaco Covarrubias, respecto de su interpretación del arte y el pasado olmeca, y escribió algunas de sus páginas más finas bien clavado en la iconografía mexica y olmeca, con una obsesión por el detalle casi, o más que borgeana, pues fue académica y científicamente real. Pertenece al pequeño grupo de autores que nos enseñaron a pensar en las civilizaciones originarias de otro modo, a ver a los indios muertos como seres vivos, allí donde los arqueólogos no se atreven, sólo escritores de verdad como Miguel León Portilla y Alfredo López Austin. De los olmecas admite: Lo indudable es que alguna vez vinieron a salir en estas tierras; sin noticia de sus posible y necesarios antecedentes, los vemos, por eso mismo, surgir entre las marismas y las selvas, como un hongo pensante producido por una noche sin dimensiones. Y no obstante temieron, amaron, gozaron, padecieron (Hombres y serpientes, 1989). No lo sepultarán bustos de mármol, letras de oro ni Obras Completas. Arrabalero y jugador en el verso, perfecto en el soneto moderno, y clásico como los clásicos, nos deja Fuego de pobres, Albur de amor, Siete de espadas y el sensacional logro que es El ala del tigre. Ya con eso. La Jornada, 11 de febrero de 2013

EEN N EELL PPRRIIN NCCIIPPIIO O EERRAA LLAA PPO OEESSÍÍAA RRiiccaarrddoo YYááññeezz “Oscurecido como el viento de noche, por ti me es concedido hacer eterna y fácil mi amargura. Llegas inesperada hasta tu misma voz, flor inmóvil, perfecta, insospechada rosa. En el umbral del corazón se afina el sentimiento, y aunque es nada la música que limitada dije y determina tu estancia en mis horas, todo está. La soledad te busca en mis sentidos. Ven”. Tal, cruelmente puesto en prosa, el principio anhelante (dos sonetos de diez) de La muerte del ángel, primer y redondo trabajo del temprano Rubén Bonifaz Nuño (tenía 22 años) que aunque en una de sus vertientes puede leerse como amoroso (poesía eres tú, para decirlo con Bécquer) en la principal, explícita, es búsqueda, realización y despedida satisfecha (en o desde el silencio) de la voz lírica.

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Sentir y formar puede decirse que son los principios del poema. La soledad invoca y la música responde (no hay música sin forma), todo a través de la voz, del canto. No sé nada, confiesa o más bien confía Bonifaz en el tercer soneto, pero en otro de la misma época declara: Sabe el alma el secreto de las cosas. En la agitación, de esa confianza parte: claro en el sobresalto del olvido/ me encuentro fuerte, solo y descubierto (soneto 4), y decidido: Hoy emprendo/ los viajes anunciados, hoy acudo. Decidido al o en el desvarío (un desvarío controlado, precisamente, por la decisión), hay poesía/ que crece de mi boca y se destruye, pero: Canto. Mi sangre viene amanecida (S5). Pájaro siempre vivo, mi voz sube/ hasta los bordes claros de tu voz (S6) que surge y se deshace cada instante/ para volver a ser la misma rosa (S7). Solicita (S8): Dame el cristal desnudo, iluminado, y tras el acallamiento, el no decirte nada, la poesía regresa, siendo la claridad/ término del camino que amanece. Y ya en el S10 advierte: “Si la luz que no fue desaparece/ queda la misma luz…/ y la viva presencia del poema/ que se vierte en tinieblas”. Aun cuando el ángel muere, “Su canto, su invisible/ música en la garganta que la entona/ …al encontrar el fin se hace posible”. De un año después es el soneto Jacob, que muy bien podría ser un resumen de los diez de La muerte del ángel. La Jornada, 13 de febrero de 2013

RRU UBBÉÉN N BBO ON NIIFFAAZZ N NU UÑ ÑO O:: EELL D DEESSTTIIN NO OD DEELL CCAAN NTTO O ((FFRRAAGGM MEEN NTTO O)) JJoosséé FFrraanncciissccoo CCoonnddee O r t e g a Ortega Cuando, en 1945, aparece La muerte del ángel, se inicia una de las obras poéticas más consistentes en español del siglo xx. Su autor, Rubén Bonifaz Nuño, ha sostenido desde entonces, libro a libro, que la poesía es un desmesurado acto de amor, un arrebato total de generosidad y un alarde de sabiduría. Y estos tres atributos - tan extraños aisladamente- son el sustento de una poesía que, entre otras virtudes, posee, quizás, la mayor: la capacidad de conmover y trasformar. Efectivamente, el lector de Rubén Bonifaz Nuño no puede quedar ileso después de haber encontrado en sus líneas ecos de su propia vida. Bonifaz Nuño demuestra que el amor es algo más que una palabra o un verso más o menos bien medirlo. Con su actitud, con su constancia, enseña que el amor es una ofrenda definitiva a lo más humano de la existencia. Por eso esa entrega sin límites al oficio poético; por eso ese labrar el verso y cuidarlo hasta la perfección; de ahí, también, la capacidad para llenar cada estrofa con la experiencia más compartible de su propio tránsito por la vida. Fondo es forma es también la divisa del poeta cordobés --del mismo modo que lo fue para el otro cordobés, al otro lado del Atlántico y de los siglos-; por eso la apropiación de esa sintaxis tan peculiar, de esa forma estrófica que tanto le debe, por igual, al ritmo del habla de todos los dlas y a sus poetas latinos tan amorosamente traducidos. y digo que hay una deuda porque ésa es la historia de la poesía a través de todos los siglos: la deuda del poema único escrito en códigos rabiosamente personales: decir "de otro modo lo mismo", para citar al propio Bonifaz. Y en el camino de la forma tres han sido sus fidelidades más acendradas a partir de su formación humanlstica y vital: el amor a las lenguas griega y latina, como confirmación de ese humanismo que quería Alfonso Reyes para nuestro tiempo; el amor, a partir de lo anterior, de ese mundo prehispánico que forma parte de nosotros y que pocos han sabido entender, y el deslumbramiento ante la mujer, único motor válido y definitivo de la poesía y de la vida. Muchos de los poemas de Bonifaz son memorables; y entre ellos, los más entrañables son los que hablan del amor por la mujer. Aun en la incertidumbre de la pasión no correspondida, o en la nostalgia y el dolor de una ruptura, la razón del poema es Ella. Y séame permitida una digresión: las anécdotas son muchas y se parecen; sin embargo, algunas son dignas de ser contadas, como aquélla del poeta joven que, antes de estrechar lazos amistosos con Bonifaz, devoraba sus libros y lloraba en los momentos más dolorosos de la separación leyendo El manto y la

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corona, y se disgustaba cuando alguien tocaba la puerta de su departamento en "La casa de las brujas" e interrumpía su homenaje al amor y al poema. O aquella otra, cuando Bonifaz Nuño leía poemas en la cantina "Las Américas" y un asistente, perfectamente borracho, dijo uno de los poemas mayores de la lengua española: "Amiga a la que amo, no envejezcas...", y consiguió que a todos se les (nos) rasaran los ojos de lágrimas, confirmando un momento inigualable de comunión gracias a la poesía. Acaso el aspecto más distinguido de la generosidad sea la fidelidad a sí mismo. En este sentido, Rubén Bonifaz Nuño ha sido sumamente generoso. Por su amor desmesurado a la poesía ha sabido ser maestro de muchos jóvenes y no tan jóvenes. Y no sólo en el aula, sino donde es más importante: en la calle, donde ocurren los hechos de la vida. Allí, en el momento de saborear unos tacos o disfrutar una copa, una broma del poeta, un comentario a tiempo, una reconvención cariñosa han sido lecciones de hombría, honestidad y oficio verdaderamente inapreciables. Y como el ser generoso no necesita acólitos, el poeta Rubén Bonifaz ha sabido ser amigo y maestro. Otro rasgo que no puede dejar de mencionarse es la sabiduría de Rubén Bonifaz Nuño. Pero no la sabiduría que exhibe el erudito —y Bonifaz es un erudito— para deslumbrar a sus escuchas, sino aquella que se comparte porque es experiencia vital y dolor en algunos recodos del camino; y es, también, las mejores palabras en el mejor orden en una de las obras poéticas más durables en nuestra lengua. Por eso Bonifaz Nuño sabe cómo escribir sonetos a una estrella de la farándula y cómo recuperar el habla de casi todos los días del hombre de la calle, del hombre que sabe que el amor es una justificación de la existencia. Y, asimismo, el poeta ha sabido encontrar las íntimas correspondencias entre la lengua latina y la española; y entregamos una lengua poética novedosa y renovada, original y compartible. Pero el poeta sabe, sobre todas las cosas, que el amor, todo amor, todo acto de amor, es siempre un gozoso albur. En 1963, en su discurso de ingreso a La Academia Mexicana de la Lengua, con el título de "Destino del canto", Rubén Bonifaz Nuño se pregunta: "...la poesía, ¿para qué servirá? ¿Cuál es en la tierra el destino del canto?”. Líneas más adelante el poeta comienza a develamos ese misterio que ya ha hecho suyo: “Un solo y mismo aliento impulsa los versos trasladados: la seguridad de que el poema superará con mucho el plazo de la vida terrestre. Cambia el modo de los autores, pero queda uno, en el fondo, el canto”. Y éste es, entre muchos otros afanes, el que ha podido singularizar la obra del autor de El manto y la corona. Por eso la búsqueda de tonos y registros. Por eso la apropiación del saber que se encuentra en los libros de la historia humana —arte, filosofia, literatura, magia...—; y la asunción de la sabiduría que ofrece el vivir a todo corazón y a plena sangre. Se habla mucho -y con razón- de la justeza de los versos del poeta; y de esa inaudita capacidad para conmover al ofrecemos un espejo verbal en el que, sin dificultad, nos reconocemos; de la sabia construcción de ritmos, hipérbatos y figuras retóricas: de la originalidad en un discurso sin alardes de oscuridad. Y es que el trabajo con la lengua española ha sido, valga la obviedad, el modo de ir respondiendo a las preguntas citadas líneas arriba. Así, el canto como búsqueda final, el poema como puente necesario y los trabajos y los días que cada libro de poemas erigen son la apuesta de Rubén Bonifaz. Muchas son las armas del poeta. Una, desde luego, es la maestría en la versificación; otra, la riqueza léxica. De los sonetos y otras formas cerradas, a la incorporación de nuevos acentos y ritmos para esas mismas formas, el poeta tuvo que indagar y cuestionarse el oficio. La traducción de los clásicos grecolatinos; la lectura de los españoles del Siglo de Oro; el descubrimiento de las posibilidades del soneto en autores cercanos a su tiempo; el oído dispuesto a admitir la melodía peculiar de las canciones populares, y, en fin, la costumbre de frecuentar autores de otras lenguas, como la náhuatl, fortalecieron la agudeza de su oído poético. […] http://espartaco.azc.uam.mx/UAM/TyV/16/222014.pdf

Antología de Rubén Bonifaz Nuño. Selección y nota introductoria de Carlos Montemayor: www.materialdelectura.unam.mx/images/stories/pdf5/ruben-bonifaz.pdf

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BBEELLLLAASS AARRTTEESS RRIIN ND DEE H HO OM MEEN NAAJJEE AA M MAAN NU UEELL PPO ON NCCEE Como un autor desconocido pero original, interesado en la música refinada y difícil, y con sentimientos religiosos, amigos y colegas recordaron este domingo al poeta y religioso Manuel Ponce Zavala (1913-1944), en el Centenario de su natalicio. En la Sala Manuel M. Ponce del Palacio de Bellas Artes, Javier Sicilia, Armando González Torres, Hugo Gutiérrez Vega y Gabriel Zaid, celebraron con una charla, la vida y obra del sacerdote católico, poeta, periodista, catedrático y académico mexicano. El editor Joaquín Diez-Canedo leyó un texto del escritor Gabriel Zaid, en el que éste hace un recorrido cronológico por la obra de Ponce, pasando por su infancia y la publicación de sus primeros textos. Zaid, en voz de Diez-Canedo, lo recordó como un joven sacerdote que desde la edad de 11 años ingresó al Seminario Tridentino de Morelia, lugar donde comenzó a escribir su poesía. Asimismo, dijo, se trata de un artista original y único, que en 1940 publicó su primer cuaderno poético titulado Ciclo de vírgenes, el cual sorprendió por su atrevimiento. Comentó que tras ese cuaderno Ponce publicó Quadragenario y segunda pasión en 1942 y Misterios para cantar bajo los álamos en 1947, los cuales llamaron la atención en la época. Destacó que Ponce fue un autor que promovió que el arte moderno ingresara en la vida religiosa. Por su parte, el escritor Hugo Gutiérrez Vega centró su discurso en la poesía religiosa de México, al tiempo que recordó a algunos de los poetas clásicos como por Sor Juana Inés de la Cruz, hasta los neoclásicos como Dolores Castro. Sobre la llamada Décima Musa evocó sus "odas" a los sacramentos, sobre todo a Divino Narciso. "Es importante tanto su poesía profana como religiosa, pero yo gozo la juguetería de sus villancicos, las celebraciones de vastos religiosos o civiles", dijo. Habló también sobre el poeta Francisco González León, "El boticario de Lagos de Moreno", a quien calificó como uno de los vates más refinados de México. Para Armando González Torres, la importancia de esta actividad radica en que servirá para que mucha gente conozca la obra de este autor formado en la fe católica, quien mantuvo un bajo perfil en las letras a lo largo de su vida. "Hay tres razones por las que sigue vigente. Primero, su enorme calidad y calidez poética; segundo; su rigor experimental, su novedad e innovación; y tercero, por este panteísmo inteligente que se convierte en una perspectiva de la vida. "Aunque se trata de un poeta de fe católica, no quiere decir que responda a ninguna ortodoxia, sino que es poeta que experimenta en la técnica: la métrica y lo mismo puede mezclar arcaísmo que neologismo, usar formas canónicas e improvisar", señaló. Lo calificó como un autor ejemplar para alguien que quiera leer o escribir buena poesía con toda libertad. "La lectura de Manuel Ponce es fundamental", agregó. Recordó que tras la muerte de su padre en 1918, Ponce fue internado por su madre en el Seminario de Morelia en 1924. Dos años más tarde el presidente Plutarco Elías Calles comenzó la tercera persecución religiosa en México. "Aunque Manuel Ponce tuvo una infancia difícil y sufrió persecución, por los resabios de la Guerra Cristera, el poeta logró transmitir en su obra todo lo contrario a lo que vivió; una celebración y una jovialidad; una capacidad de amor hacia el prójimo y el mundo. Esta capacidad y agradecimiento a la vida son evidentes en la poesía de Manuel Ponce", concluyó. http://noticierostelevisa.esmas.com/cultura/564631/bellas-artes-rinde-homenaje-manuel-ponce

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M MAAN NU UEELL PPO ON NCCEE,, U UN N PPO OEETTAA CCAATTÓ ÓLLIICCO OD DEE VVAAN NGGU UAARRD DIIAA RRaaffaaeell CCaallddeerróónn

Sacerdote, periodista y catedrático, la trayectoria de Manuel Ponce fue renovadora para la escena literaria del siglo XX. Su obra poética se decantó por la religiosidad, la devoción popular y la celebración de la vida y la libertad. A Ponce, quien nació el 15 de febrero de 1913 en Tanhuato, Michoacán, y falleció en la Ciudad de México el 5 de febrero de 1994, lo recordamos con los siguientes ensayos que nos hablan no solo del escritor, también del hombre que solía asombrarse con la cotidianidad. El caso de Manuel Ponce es, ante todo, inédito pero revelador en la tradición de la poesía en lengua española. La prolongación estética de su obra fue exaltada con contundente claridad por Alí Chumacero en su contestación al Discurso de ingreso de Ponce a la Academia Mexicana de la Lengua, cuya obra comenzó con la colección de poemas Ciclo de vírgenes y culminó con Elegías y teofanías: “Manuel Ponce llega con el ánimo resuelto de continuar en sus empeños literarios y contribuir a dar esplendor a nuestra lengua”. La revelación poética sucede por esa secuencia rítmica que logra establecer con el idioma. Pero antes hay que preguntarse: ¿la originalidad y su revelación lírica consistirán solamente en la manifestación religiosa? ¿El tema comprende todos sus poemas como ejemplo dominante del rigorismo conceptual o hay que resumir el legado con los títulos de su poesía publicada en el lapso de un cuarto de siglo? Ponce es un poeta de lenguaje cambiante, creador de una obra viva aún y que lo distinguió de los escritores su generación. Sus versos a veces medidos, otras basados en el verso libre y la escritura bajo el dominio del soneto, son marca de identidad. Es un Yo de la manifestación religiosa y teológica, no se detiene ni con el disparo de las palabras que revelan el fusil. Más bien, con sus versos manifiesta un canto y una musicalidad y, por esos rasgos específicos, es un poeta rebelde: abre con el verso un cauce de ríos que se vuelven manantial y agua cristalina, para definir su propia identidad. La canción pequeña la hizo multitud: temas que van del recuerdo y la distancia para ejercer plenamente el renacimiento del idioma entre modalidades de sonidos y momentos o para regirse por el verso denso y profundo: ejerce seguimiento puntual de las sombras que revelan las palabras vivas, deja sentir la musicalidad del idioma: “Nos han traído una lengua lejana/ a este puro silencio de bosque partido,/ en el canto de ayer que se delata en nido,/ en el silente nido que cantará mañana/. Callamos por la luz que se rebana, / por la hoja que se ha distraído/ y cae…”. La contemporaneidad de Manuel Ponce lo lleva a ser parte de la manifestación literaria de mediados del siglo XX. Su lugar, al margen de la Generación de Medio Siglo y de los autores de la revista Taller, entre ellos Octavio Paz y Efraín Huerta, que nacieron por los mismos años que el michoacano, son solo una coincidencia. Con quien se le encuentra mayor cercanía es Rubén Bonifaz Nuño: la pasión lírica los llevará a leer con disciplina y goce envidiable a los clásicos griegos y latinos. Esa fuente de gobernabilidad de su dominio poético los distinguirá de otros autores de su generación pues, desde temprano, abrevan en la herencia clásica para más tarde escribir con el caudal de la tradición y la identidad, hasta llegar a una poesía moderna que evidencia el clasicismo en su consolidación. No obstante, ambos superan el pasado para ejercer una modernidad en el verso que aún no puede llamarse de vanguardia. Ponce sigue la huella de una búsqueda que lo lleva a beber el idioma de Góngora y agotar el apasionado descubrimiento del ritmo coloquial. En sus poemas destacan la musicalidad con el verso libre, visible también a través del soneto como modelo clásico, inconfundible en los resultados que aporta en sus poemas. La voz es una seducción que se mezcla con la unidad del tema coloquial, una incitación que casi simula voluntad divina y, a la vez, presenta ese mar pasional de imágenes con la libertad que surge desde una juventud rebelde, casi siempre en movimiento y sin detenerse:

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A su primer suspiro, nadie tendió la mano; solo el abismo. Después mil brazos corrieron al auxilio, pero ya entonces ella no quiso.

Ponce vive en provincia. Los títulos que emplea en sus libros registran una sonoridad religiosa, ejemplo de libertad con el lenguaje que, en el mejor de los términos y para toda la tradición de la literatura religiosa, son elementos terrenales del mismo idioma: agua, montes, ángeles, tardes, gorjeos. Agrega aquellos componentes a sus versos para que sean identificados con la personalidad del sacerdote que mantuvo su religiosidad como asunto de vida o para recordar que en su vida adulta se dedicó a escribir poemas con una profunda vocación religiosa. Otra supervivencia que surge en versos: traduce casi todo Dante por placer, para cantar los versos del poeta italiano en nuestro idioma. Publica casi toda su poesía cuando vive en Morelia. Su último libro, Elegías y teofanías se edita en 1968, año en que decidió abandonar esa ciudad. No obstante, a la capital michoacana no la olvida. Muchos lectores hemos gozado el poema dedicado a Morelia cuyo tema es la Catedral. De éste, Manuel González Galván escribió: “La belleza de la Catedral moreliana y su religiosa sugestión inspira la elevada fuerza poética y reverencial”. Veamos: Música de la piedra más baldía espiga su creciente partitura, y música del cielo la más pura en la piedra sus módulos enfría. Sismo de tierra, sube a melodía; aura de cimas, colma la llanura; y se respira tal arquitectura…

La poesía católica de vanguardia de Manuel Ponce, renueva el canon de la poética confesional. El resultado de la búsqueda hermética que emprendió desde sus primeros poemas, quedó configurado en El jardín increíble, resumen del esplendor en la tradición de la poesía mexicana del siglo XX. Su trayectoria será reconocida como un antes y un después con ese libro, porque “una de las direcciones destacadas de la poesía contemporánea es el hermetismo”, y éste será, precisamente, uno de sus elementos sustanciales. Es decir, la vanguardia como atributo de un sacerdote católico que concibe una poesía originalísima. Aunque escribe poemas en un periodo de medio siglo, su obra no supera los doscientos poemas, reunidos en torno a siete títulos. Los primeros versos datan de la década de los treinta. Desde 1942 —según Adolfo Sánchez Vázquez un poco antes— queda establecido el ritmo que, con el tiempo, Manuel Ponce logra establecer en la poesía; José Luis Martínez señala que a partir de la lectura de las dos obras iniciales —Ciclo de vírgenes y Quadragenario y segunda pasión— Ponce “empieza a labrarse un prestigio minucioso en esta dirección de la poesía”. Es decir, la línea que parte posiblemente de Mallarmé y la tradición hermética, porque sorprende con sus versos y confirma la predominancia del tema religioso, “pero su expresión poética es de diversa textura” y esa consideración empieza a clarificar el camino de un poeta católico de vanguardia. Ya no queda duda: “recurre a las fuentes bíblicas para estructurar su poesía. Pero lo importante es que trata de reducir a poesía esos símbolos, y que ellos son al mismo tiempo un vehículo no arbitrario de su expresión”. Sin dejar de lado su formación religiosa y la diaria meditación teológica, “pretende que su poesía tenga el máximo de precisión verbal”. Esto nos lleva a concluir, al igual que José Luis Martínez, que son temas apenas abordados entre los poetas de su generación y, a fin de cuentas, lo que define su personalidad: el acento poético y los aspectos entrañables que determinan su

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escritura de vanguardia, con poemas que van desde el soneto o por algunos que son a un tiempo, haikú a lo divino, como en Misterios para cantar bajo los álamos cuyas imágenes y alegorías religiosas, remiten al más allá de sí mismo y constituyen, para nosotros, motivos de indagación lírica. Manuel Ponce reflexiona y establece por el verso breve y conciso, figuras originales y perdurables para el idioma: ¡Qué suplicio más atroz que una cruz para la daga, un amor para la llaga, una mies para la hoz y un precio para la paga!

Lo dice con precisión todavía mayor Francisco Serrano: cuando le llega la revelación, Ponce resulta ser un caso excepcional en las letras mexicanas, ya que es un poeta que cree en la poesía, la verdadera poesía, como en un milagro. Abunda todavía más: autor de rara perfección, dueño de un oído finísimo: “Sus poemas, pequeñas obras maestras, joyas simultáneamente de fervor y de prosodia, son, literalmente, epifanías en que la materia verbal se ha convertido en un luminoso reflejo de lo inefable”. Lo dicen también Javier Sicilia y González de León en Manuel Ponce y su obra poética; Patricia Basave, citando a José Luis Martínez, escribe: “formado en el estudio y la diaria meditación de la teología, sus vuelos poéticos se le dan necesariamente en esta base alegórica. Más que mística es una poesía teológica, como filosófica es la de Gorostiza”. No termina ahí esa búsqueda de fuentes con la poesía de Ponce: “Tal vez desde los Padres Latinos no se había escrito una poesía eminentemente teológica. Sin embargo, lo que sorprende no es el elemento teológico (se puede escribir una poesía teológica que termine por ser más teológica que poesía, es decir, como sucede con mucha poesía política, volverse sierva de su argumento), sino la manera que tiene Ponce de abordar las tesis teológicas y empujarlas al extremo en que el argumento se rompe y surge de él una palabra, una imagen que lo desborda”. Quizá sea aquí donde radica la complejidad de Ponce y que nosotros intentamos explicar, pero reconociendo que él escribe con un misterio de silencios: la palabra va descifrando la unidad constante, otorga vivacidad al poema para destacar con éste el cambio de significados. Lo que más llama la atención por la sencillez de su vida, es que Manuel Ponce nació en Tanhuato, Michoacán, el 15 de febrero de 1913 y murió en la Ciudad de México el 6 de febrero de 1994. A los once años ingresa al Seminario de Morelia y estudia para sacerdote, donde vive 37 años, pues se queda como profesor de literatura hasta 1961. En 1939 publica “Ocho poemas inéditos”, presentados por Gabriel Méndez Plancarte, para ya no detenerse en la escritura, y termina por desarrollar una obra originalísima: Ciclo de vírgenes; Quadragenario y segunda pasión; Misterios para cantar bajo los álamos; Cristo (recital poético); María (recital poético) y Elegías y teofanías. En 1950 publica El jardín increíble —que bien puede ser el título general para agrupar toda su obra— y ese mismo año, Alfonso Méndez Plancarte, escribe: “allá en el año de ´39, la revista Ábside de esta capital lanzaba Ocho poemas inéditos de un estrenado lírico —oscuramente ignoto, a la sazón, pero llamado a esplendor muy alto— cuyas luces ‘querían quebrar albores’ desde Morelia”, iniciándose el reconocimiento pleno a su trabajo, entonces ya “camino en creciente” de una poesía diáfana, poesía del alma y de Dios. La descarga poética, simbólica y artística de Ponce, en buena medida, le llega de San Agustín, de Garcilaso de la Vega, y trasluce algo de Horacio más que de Virgilio, y termina en el altísimo sentido de la poesía de fray Luis y de Luis de Góngora. En 1980, con selección y el prólogo de Gabriel Zaid, se publica Antología poética y, un año

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después, Manuel Ponce, otra breve antología de Jorge González de León y Javier Sicilia, con prólogo del último, y en el que se manifiesta un resumen apretado del diálogo pausado que culmina con el verso fino y pulido. En 1988, para conmemorar sus 75 años de vida, se reunieron todos sus poemas bajo el título de Poesía. 1940-1984, con prólogo de Javier Sicilia y Jorge González de León, que agrega una sección intitulada: “Poemas dispersos”. Ese mismo año salió la edición del disco Manuel Ponce lee sus poemas, presentado por Vicente Quirarte. Aunque las razones para seguir leyéndolo son varias, debemos destacar que se trata de un autor cuya inspiración vocacional contribuye a la renovación de la lengua y al rigor de la musicalidad profunda, pues sus poemas son para ser leídos como ejemplo de la herencia poética que proviene de San Juan de la Cruz y otros clásicos. Es decir, los ojos que se pasean por la lectura de sus poemas, como escribe Gabriel Zaid, serán —todavía— los que “hacen falta para ver ese extraño jardín, que aparece o desaparece en la poesía de Manuel Ponce”. Laberinto, supl. de Milenio Diario, núm. 505, 16 de febrero de 2013 http://sclaberinto.blogspot.mx/p/sacerdote-periodista-y-catedratico-la.html

Primera edición de El jardín increíble (1950). Disponible en: http://dgb.conaculta.gob.mx/cerebro/coleccion/pdf_conservacion/1049145.pdf

Antología poética y algunos textos críticos: http://issuu.com/lcervortiz/docs/manuel_ponce__1913-2013_

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testimonios AALLFFRREED DO O PPÉÉRREEZZ AALLEEN NCCAARRTT LLO OSS RRUUM MBBO OSS D DEELL VVIIEEN NTTO O El viento sopla de donde quiere, y oyes su sonido; mas no sabes de dónde viene, ni a dónde va. JUAN 3. 8

Uno N NOOEESSAAZZAARRQQUUEEEESSTTEEVVIIEENNTTOODDEETTOORRM MEENNTTAA derive hacia mi rostro: ya acompañó al amado galileo en la colina de las calaveras, al Che Guevara en la quebrada del Yuro o al César cuando recibió viles puñaladas. Desde muy atrás se pronuncia el viento porque pisa cielos en carne viva y nunca pierde el llavero de los aposentos donde sabe dejar constancia de su mordedura. Cada caricia, cada zarpazo: formas de un reencuentro después de éxodos inevitables. Un pulso del viento con el hombre; una visita sin gota de cansancio a quienes lo esperan o se desesperan con su largo aliento. Cada viento vuela sobre el paisaje que más adeuda, sobre las cumbres donde solemnemente traza la ruta de sus peregrinaciones. Me cubre un viento de tormenta, un viento negro como salido del fondo de la noche para presidir el tribunal de los espantos. ¿Por qué se demoran los ingratos? ¿Acaso sus puñales no están suficientemente afilados? A estas alturas tengo los ojos abiertos a mi falaz condena. A esta realidad el viento me trae noticia de vergonzantes asambleas. A esta memoria no hay cascotes que la silencien. ¿Adónde pretendes marcharte, viento de tormenta, si aquí, en mi cuerpo, tienes piel y huesos para no saciarte jamás?

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Dos H HUUSSM MEEAAEELLVVIIEENNTTO O,, acecha por los rincones hermosos de la primavera, se torna dócil entre tus manos porque parece pertenecerte. En vano le convidas amor hasta en los sueños. ¿No ves que el viento está hecho de lejanías? ¿No comprendes que repentino se torna el viento salido del vientre de los mares? Una copa puedes derramar entre tantos presagios, un brindis por el viento legado por milenios de probar mundo, una oración para que bellos pájaros se suban a su hombro y contentos canten al pasar por nubes llenas de agua, guitarreando cara al cielo, de espaldas a la lluvia parturienta de vida. Después te descuelgas del pendiente de las adivinas, posándote en la nada, en el emborrachado aletazo del viento que todo lo destapa porque no se acuerda de su sombra cobijada en el pasado, contrabandista de sueños inútilmente vivos, de raíces de infinito alimentando múltiples eternidades. ¿Qué come el viento si no partículas de polen vagabundo? Así hace germinar sus venas, así se desparrama para no apagarse nunca, así va en blanca caravana junto a infinitas golondrinas. Lo encontrarás luego de cualquier desalojo, pisando cenizas por si obtiene pálido vino que libará en ardorosos ceremoniales, bailoteando con bulla jubilosa o marcando el paso en la alta cúpula de los cipreses. Cuando ya estés quieto, mira los ocasos cayendo asustadizos al fondo de la meseta, más allá de las montañas, yéndose con el viento

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para volver mañana con el almíbar del día. Recuéstate en la hierba, recuenta lunas extraviadas y embalsama tu vida con la brisa del amor que invade los sentimientos.

((PPO ORR EEXXTTEEN NSSIIO ON NEESS VVÍÍRRGGEEN NEESS)) R REECCUUEESSTTAASSTTUU CCAABBEEZZAAPPOORREEXXTTEENNSSIIOONNEESS

vírgenes y de pronto no cesan los nacimientos, las Resurrecciones. cada quien sabe de aquello que desciñe y fecunda. Así el jardín donde se salta, donde se vuela, donde el cuerpo es raíz nutriéndose más acá de las promesas, fiel espiga alumbrando abismos o fuentes de agua semejante al zumo que gotea de delicioso fruto. No hay ligereza cuando quemas miedos que malviven en el bosque de las reprensiones. Salvas o vivificas por la armoniosa unión que desborda vorágines sentimientos. Dos almas acercan sus labios para el instante de gloria. Dos soledades se confunden por el cielo del asombro. Dos palabras se demoran siglos. Dos lejanas orquídeas tiemblan, ¡cómo tiemblan! las campanas son del otro reino que idolatra la materia. Prevaleces revoloteante, desdoblado en el congénere, yendo y volviendo por su inocencia. No entierro y sí fiesta, sí respiración besando la viña, sí el turno que corona con súplica alegre. Giras tu cabeza de crucificado y la pasión no muere. Vuelve el rocío, la cueva se abre con vida adentro. Hay que celebrarlo todo, olerlo todo al interior del cáliz o del misterio gozoso que echa chispas sobre la manzana. Te hospedas al fondo, obediente de atentas consideraciones. Te levantas pastoreando el fuego encendido. Te acuestas arrodillando los besos. Está tejida tu voluntad para demorarse en el origen,

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en el espaldarazo de la sangre sin mortaja, en el entusiasmo del tallo sucesivo, otra vez en la niñez creciendo deprisa, otra vez en la madurez de las esencialidades. Una voz errante progresa entre pechos y manos en alabanza: así la brújula enloquece por el pozo constelado, por el insistente llamamiento.

FFO ORRAASSTTEERRO O TTIIEERRRRAASSDDUURRAASS,,¿¿DDÓÓNNDDEEUUNN HHUUEECCOOPPAARRAAEESSTTEE paria que no se resiente ni a la menoscuarto? ¿Dónde un catre roto para tiritar lento otra amanecida?

¡Aquí acudo, mis murmuradores! ¡Aquí perforo la tela en pos de trashumancias! ¡Aquí, pisando cepos, trastabillo y aprieto los dientes y hambreo hasta roer la piedra! ¡Aquí resiembro espinas que me torturarán más allá de la extremaunción! ¡Sí, gentes huidizas del abrazo o del desangre, vine para deambular por el hedor de la basura! Tierras duras, ¡ni baratijas traigo ni lujos pido al hosco secano de vuestro corazón! Amados prójimos, ¿por qué huyen de mi faz mendiga? ¿Mías las fronteras, los visados? ¡Nada es mío salvo el horizonte boreal no sujeto a la muerte o la aguja que de continuo taladra el minutero! Tierras duras, tierras empinadas por los siglos, ¿dónde unos granos de trigo?, ¿dónde el zumo de dulce viña? ¿Dónde un colchón de paja vieja para posar mi fatiga sin brecha o mi día cardal? ¡Creo en el maná que veo en la mano del Amor! ***

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RRUUBBÉÉN N BBO ON NIIFFAAZZN NUUÑ ÑO O A AM MIIGGAAAALLAAQ QUUEE AAM MO O:: NNO O EENNVVEEJJEEZZCCAASS.. Que se detenga el tiempo sin tocarte; que no te quite el manto de la perfecta juventud. Inmóvil junto a tu cuerpo de muchacha dulce quede, al hallarte, el tiempo. Si tu hermosura ha sido la llave del amor, si tu hermosura con el amor me ha dado la certidumbre de la dicha, la compañía sin dolor, el vuelo, guárdate hermosa, joven siempre. No quiero ni pensar lo que tendría de soledad mi corazón necesitado, si la vejez dañina, perjuiciosa cargara en ti la mano, y mordiera tu piel, desvencijara tus dientes, y la música que mueves, al movere, deshiciera.

tal como fui al cantarte, cuando era yo tu voz y tu escudo, y estabas sola, y te sirvió mi mano. ***

A ALLGGOOSSEEM MEE H HAAQ QUUEEBBRRAAD DO O EESSTTAAM MAAÑÑAANNAA de andar, de cara en cara, preguntando por el que vive dentro.

Y habla y se queja y se me tuerce hasta la lengua del zapato, por tener que aguantar como los hombres tanta pobreza, tanto oscuro camino a la vejez; tantos remiendos, nunca invisibles, en la piel del alma. Yo no entiendo; yo quiero solamente, y trabajo en mi oficio. Yo pienso: hay que vivir; dificultosa y todo, nuestra vida es nuestra. Pero cuánta furia melancólica hay en algunos días. Qué cansancio.

Guárdame siempre en la delicia de tus dientes parejos, de tus ojos, de tus olores buenos, de tus brazos que me enseñas cuando a solas conmigo te has quedado desnuda toda, en sombras, sin más luz que la tuya, porque tu cuerpo alumbra cuando amas, más tierna tú que las pequeñas flores con que te adorno a veces.

Cómo, entonces, pensar en platos venturosos, en cucharas colmadas, en ratones de lujosísimos departamentos, si entonces recordamos que los platos aúllan de nostalgia, boquiabiertos, y despiertan secas las cucharas, y desfallecen de hambre los ratones en humildes cocinas.

Guárdame en la alegría de mirarte ir y venir en ritmo, caminando y, al caminar meciéndote como si regresaras de la llave del agua llevando un cántaro en el hombro.

Y conste que no hablo en símbolos; hablo llanamente de meras cosas del espíritu. Qué insufribles, a veces, las virtudes de la buena memoria; yo me acuerdo hasta dormido, y aunque jure y grite que no quiero acordarme.

Y cuando me haga viejo, y engorde y quede calvo, no te apiades de mis ojos hinchados, de mis dientes postizos, de las canas que me salgan por la nariz. Aléjame, no te apiades, destiérrame, te pido; hermosa entonces, joven como ahora, no me ames: recuérdame

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De andar buscando llego. Nadie, que sepa yo, quedó esperándome. Hoy no conozco a nadie, y sólo escribo y pienso en esta vida que no es bella ni mucho menos, como dicen los que viven dichosos. Yo no entiendo.

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Escribo amargo y fácil, y en el día resollante y monótono de no tener cabeza sobre el traje, ni traje que no apriete, ni mujer en que caerse muerto. Fuego de pobres, 1961

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¿¿YYHHEEM MO OSS D DEE LLLLO ORRAARR PPO ORRQ QUUEE AALLGGÚÚNN D DÍÍAA sufriremos? Sobre los amantes da vueltas el sol, y con sus brazos. Amigos míos de un instante que ya pasó, regocijémonos entre risas y guirnaldas muertas.

Aquí las águilas, los tigres, el corazón prestado; en préstamo dados el gozo y la amargura; la muerte, acaso para siempre, por hacerte vivir; por alegrarte tengo, entre huesos, triste el alma. ¿Y habremos de sufrir, entonces, sólo porque un día lloraremos? Giran los amantes libertados con la noche en torno. Entre guirnaldas de un instante, amigos, mientras dura lo que tuvimos, alegrémonos.

¡Ay, ninfa descarnada! ¡Ay, muerte más florida! Se prende una rosa, se prende una tarde pequeña en el risueño plantel de su boca. 2 Entre dos continentes amarillos y una marcha de perlas hacia dentro, asomaba su prístina palabra como semilla de su limpio mundo. 24 De sus labios colgaban los jardines, gozosos de su alegre despedida, y envueltos en su túnica sonora, desflecaba los iris de su lengua. ¡Oh muerte, paraíso doloroso, en tu mercadería de perfumes anda luzbel de simple mariposa! Pero en tus sienes, que las horas hacen urna depositaría de sus mieles, no tejeré ni una sola frase. 3 Después, cuando la sangre se gloríe de haber ensortijado fieramente millares de kilómetros febriles en el pequeño huso de la estatua

El ala del tigre, 1969 ***

M MAAN NUUEELL PPO ON NCCEE ¡¡AAYY,,M MUUEERRTTEE M MÁÁSS FFLLO ORRIID DAA!! 1

N NOOSSHHAATTRRAAÍÍDDOOUUNNAALLEENNGGUUAALLEEJJAANNAA

a este puro silencio de bosque partido, en el canto de ayer que se delata en nido, en el silente nido que cantará mañana. Callamos por la luz que se rebana, por la hoja que se ha distraído y cae. Yo estoy herido de muerte, una muerte venial y liviana. Cuelga en la luz, cuelga en la rama vencida, en cuevas perfumadas se despeña, y en dondequiera pienso y amo, me provoca.

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y, rito silencioso el olvido, trace por último su atenta firma, para la identidad de la materia, botín de pajarillos seculares: reducirás a polvo el argumento que tuve para hollar con pies altivos los dorados insectos de la tierra. Pero mientras ocurren los narcisos a cegarme la fuente de los sueños, tu enigma es floreciente margarita.

YY EEN N PPO OSS D DEETTII IINNEESSCCRRUUTTAABBLLEEYYPPUURROO,, por hallarte de veras, ¡oh Señor! ando en busca de tus afinidades.

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De no verte se sigue, oh Señor, no buscarte; me supongo a tu sombra sin más indagaciones. Ese valle da paños verdes que pisan simples animales, nacidos en ello. ¿No eras Tú? Esa voz deslizada que pregona entre orillas una finalidad sonriente. ¿No eras Tú? En los campos. Empero, en las ciudades, hechas de puro afán caduco y llanto. ¿No eras Tú? Allí donde agoniza en un vaso funesto la formalidad última de la flor. ¿No eras Tú? Donde apenas se salve la esencia de tu rostro, la noción de tu risa delicada… Te busco.

AAUUN NAA BBO ON ND DAAD D RREELLAATTIIVVAA YYOOBBEENNDDIIGGOOAALLSSEEÑÑOORRPPOORRQQUUEETTEEHHIIZZOO aproximadamente dulce y bella: en cuanto pudo te acercó a la estrella para que recibieras su bautizo. Yo bendigo al Señor por el hechizo que recatadamente se destella de tu barco mortal, por esa huella de eternidad sobre tu ser huidizo.

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Y lo bendigo con la certidumbre de que tu gracia es nada más probable, amenazada de inminente herrumbre. Y aunque carezca de razón tu hechizo sólo por un imperativo amable, yo bendigo al Señor porque te hizo.

EELLM MAARR O OHH M MAARR,, AATTUUSS O ORRIILLLLAASS M MEE PPRREESSEENNTTO O,, y participo del común asombro.

La misma novedad que no envejece haces rodar en tu solemne disco. Como la mano del Buen Dios, se abaja tu inmensidad y nuestra piel alisa. En superficies de violines lloras, cantas, sin revelarnos el misterio. De la riqueza inmemorial que ocultas nos salpican minúsculos fragmentos. Barriendo resonancias nos arrojas de tu infinito las basuras blancas. Tranquilamente por el aire sube haciendo círculos el pensamiento. La noche que se yergue a tus espaldas prende su lámpara de mano, sorda. A su silencio ilimitado añaden su mecanografía las estrellas. De El jardín increíble

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zonas EELLEEN NA A JJO OR RD DA AN NA A ((11994400--22000088)) Elena Jordana nos dejó físicamente el 22 de diciembre de 2008. Poeta genuina, mujer sensible y lúcida, de exquisita charla. Amiga. Durante su residencia en México fundó la editorial “el mendrugo” donde publicó a decenas de autores, entre ellos, Octavio Paz y Ernesto Sábato, para dar referentes conocidos. De su autoría son los poemarios: S.O.S. aquí New York, Cartas no mandadas, Poemas no mandados, Mujer al sol, Diré lo mío, De mares y nómades navegantes. Umbrales, su último libro se terminó de imprimir en una edición limitada, el día de su muerte. Los que tuvimos la suerte de compartir su amistad, queremos recordarla con esa cara de niña pícara con que atrapaba y confrontaba los desaciertos de la vida y de ciertas gentes (como a ella le gustaba decir) y en su poesía. Nació en Buenos Aires, Argentina, el 25 de Septiembre de 1934. Poeta y narradora. Radicó en México de 1972 a 1994. Estudió filosofía y letras en la Universidad de Buenos Aires y lengua y literaturas hispánicas en la Universidad de Columbia, Nueva York. Fundadora de las ediciones de El Mendrugo en Nueva York; directora y fundadora de Cantares de España y Cancionero de América. Colaboradora de Casa de las Américas, El Día, El Nacional, Excélsior, El Sol de México, Los Universitarios, Plural, Revista Universidad de México y Unomásuno. Premio Nacional de Poesía Aguascalientes 1978 por Poemas no mandados. Premio Nacional de Teatro Ramón López Velarde 1982 por Mujer al sol. Su poemario Poemas no mandados se incluye en la compilación Premio de Poesía Aguascalientes 30 años, 1968-1977, Joaquín Mortiz/Gob. del Edo. de Aguascalientes/INBA,

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1997. Obra publicada. Cuento: En un reinado fabuloso, El Mendrugo, 1984. Poesía: S. O. S., aquí Nueva York, El Mendrugo, 1972. Cartas no mandadas, El Mendrugo, 1974. Poemas no mandados, Joaquín Mortiz, 1978. La maga de Oz, El Mendrugo, 1983. Diré lo mío, ISSSTE–Cultura/EMU, 1986.

EESSEE M MIIN NU UT TO OD DEE LLO OCCU UR RA A el delicado equilibrio que había entre tú y yo graduada en letras y filosofía y los camioneros que dicen rubia los compadritos que miran descaradamente las caderas de las chicas que pasan los tipos e cualquier lugar y a cualquier hora dicen puta E.J.

Me pregunto por qué en México —y quién sabe si en otros puntos del continente— los argentinos tienen fama de soberbios. Claro que debe haberlos. Como de hecho hay mexicanos monstruos de soberbia. Japoneses, incluso. Será ese peregrino concepto que tenemos los mexicanos de “humildad”… mismo que pudo haber desgarbado hasta la pusilanimidad a la bella Elena Jordana, llegando al grado de declararse jodida a voz en cuello y son singular alegría. “No ejerzo de argentina”, dicen que decía. Nacida en Buenos Aires, Argentina, el 25 de septiembre de 1940 —su gran amigo mexicano, el poeta Dionicio Morales da un año distinto: 1934 ¿Pensaba Elena que entre más joven, más querible? — para, ateniéndonos a la versión de la poeta, contaba 32 años al momento de trasladarse a la ciudad de México tras nueve de habitar — ¿hibernar?V en Nueva York, en cuya universidad de Columbia se graduó en literatura española y latinoamericana. No se atrevió a escribir poesía hasta bien entrados los 27… y no en Argentina, que por entonces vivía una de las más crueles dictaduras de las que se tenga memoria, ambiente en el que difícilmente pudo haber escrito alguien con la hipersensibilidad de nuestra poeta. Ocurrió en Nueva York, y el título de aquel primer librito con que llegó a México bajo el brazo, junto con su prestigio como editora-maga de El mendrugo — venía “jugando” a la edición de revistas literarias

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desde los quince—; primera de las editoriales cartoneras de nuestro continente, no puede ser más elocuente respecto a su conflicto con la página blanca: S.O.S, Aquí Nueva York. Pero pareciera que todo se le escatima a Elena: desde su calidad indiscutible de precursora de las editoriales cartoneras… ¡hasta un premio que obtuvo en 1978, en pleno 2007! Nada menos que el Nacional de Poesía Aguascalientes —siendo, por cierto, primera fémina en ganarlo desde la institución del certamen en 1968, con el libro Poemas no mandados. Y sin venir al caso, a raíz de la polémica desatada al declarársele desierto por primera vez en su historia, se le citó en un artículo como ejemplo de triunfo ilegítimo, pues, se insinuaba, había sido favorecida por un jurado compuesto por tres amigos de la poeta: Efraín Huerta, Jaime Sabines y Roberto Fernández Retamar. Tal ligereza fue ferozmente desmentida por las también poetas Thelma Nava y Raquel Huerta Nava, viuda e hija respectivamente de Efraín Huerta. El error de los autores de dicho artículo, los poetas Luis Aguilar y Armando Alanís Pulido, fue prestarle oídos a un señor —poeta— en estado de ebriedad, Rolando Rosas Galicia. El nombre de Elena Jordana salía nuevamente a relucir, cuando sin duda se encontraba ya enferma —sólo nos queda esperar que no se haya enterado de semejante afirmación— pues dejó este mundo el pasado 22 de diciembre de 2008, oculta en algún rincón de su natal Buenos Aires. Justo el día de su muerte, por cierto, terminó de imprimirse en una edición muy limitada un libro destinado a ser póstumo y aún no conocemos: Umbrales. Publicó un total de siete libros prácticamente inconseguibles, sin contar el antes citado: S.O.S. aquí Nueva York, Cartas no mandadas, Poemas no mandados, Mujer al sol, Diré lo mío, De mares y nómadas navegantes. Su currículum la señala, sin embargo, como triunfadora de otra certamen no menos prestigiado en el que Sabines no tenía mínima injerencia, el Nacional de Teatro Ramón López Velarde, con el monólogo Mujer al sol, en 1982. Ella, de hecho, solía cambiar el tema cuando los premios salían a relucir, “mi mejor texto nunca lo voy a publicar. Es un relato titulado “El principado de Mónaco”. Escuché hablar de ella mucho antes de la tardía “denuncia” de un poeta en una cantina. Me la

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mencionó la poeta Dana Gelinas, cuyos ojos se humedeciero n ante la sola mención del nombre: Elena Jordana. Elena Jordana. Como cuando recuerda uno la pérdida de una valiosa prenda: el camafeo de la abuela. El inconseguible libro de un autor olvidado, “algo fuerte debe haberle pasado para marcharse de México tan intempestivamente –me dijo Dana, calificando su poesía de sencillamente extraordinaria. La entrevista que con ella recoge Dionicio Morales en su libro Concierto para varias voces y un intérprete (UAM, 2009), nos deja entrever a una mujer con tendencia a la depresión, aunque él la califica –me parece que injustamente- de “masoquista”: “(…) La vida está formada por etapas; la de México ha sido maravillosa para Elena Jordana aunque se las arregla siempre para sentirse jodida de alguna manera -¿masoquismo?- Lamenta poner punto final a su etapa en México y siente que abre otra en Argentina. Toma la decisión por cosas más prácticas: tiene donde vivir, no paga alquiler, conserva algunos afectos, lo mismo que en México: por eso se siente dividida.” (p. 113). Por desgracia en esta entrevista, la única disponible con la poeta hasta donde sé, su interlocutor le brinda muy poca oportunidad para emplear sus propias palabras y explicar por qué a veces el hecho de no tener que pagar alquiler no basta para sentirse bien en un lugar. El poeta más bien la describe según su muy particular percepción: ¿Será acaso que estamos ante una mujer en exceso reservada, que habla con la misma frugalidad con la que come? Escuchémosla a través de uno de sus Poemas no mandados, donde es posible visualizarla con su impeinable melena castaña, adherido a las mejillas, mientras hurga entre desperdicios de cartón y otros materiales que adquirirán la forma de los poemas de Octavio Paz, Ernesto Sábato, Jaime Sabines… XIII. Tango Soy esa borrachera que necesitás a mitad de año cuando el aguinaldo

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las vacaciones el ascenso aún está lejos soy la nota disonante que te ayuda a sobrellevar esa armonía monótona que decís que es tu vida soy ese minuto de locura que te permite aguantar el resto de la hora el elogio dicho con firmeza tal que descarta tu duda la urna en que depositarás tus lastimeros “vos no sabés” tus pequeñas frustraciones cotidianas tus el café está frío quien me abrió esta carta otra vez la cuenta del gas soy la que despierta los rincones más inéditos de tu piel la que te hace decir: con vos me siento otra vez un colegial. Soy en otras palabras esa mujer que te llevás a un hotel en una noche de borrachera y a quien olvidarás de preguntar su nombre o si podrás volver a verla algún día.

Ateniéndonos por el momento a los expresado en el poema, que revela una autoestima nula a la vez que la aceptación festiva de ser ocasionalmente “atendida”… “usada”, la reacción de la lectora contemporánea —y quién sabe si del lector— podría no corresponder a la súplica implícita en la voz poética de ser querida, compadecida acaso. Pero si atendemos al hecho de que la poesía de esta autora, alumna por cierto de Nicanor Parra, exalta la minusvalía de hombres y mujeres poco favorecidos por la suerte; lo poquita cosa, la vulnerabilidad no propia de la autora sino de un sinnúmero de personajes, la cosa cambia. La voz poética de “Tango”, por ejemplo, se asume una cosita pequeña, carne de hoteles de paso, pero igual valora a los descobijados –metafóricos y no- que parecen formar parte de su vida cotidiana: la mujer del parque, abrazada a una botella como a una última esperanza; el flaco que acosa “rubias” sin esperanza, más por fastidiarlas que por esperar algo de ellas; al hombrecito que se siente obligado a pedir disculpas por existir; al poeta clandestino con la barriga semi-vacía…los seres sin casa y sin destino inflaman la vena poética de Elena Jordana, la bella pepenadora que convierte en poesía la

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basura que toca… la Elena que se estremece de emoción ante lo que otros consideran despreciable: “Y tú que te creías el rey de todo el mundo/ jodido como el olor a humedad/ las uñas comidas/ las masturbaciones nocturnas/ o los llantos nocturnos/ desamparado como un adolescente fumando espero/ en una esquina/ solo como un gerente de banco los fines de semana/ como un ex presidente/ o un viudo/ patético como un buzón vacío/ como no ganar –otra vez- la lotería/ como querer ensayar una sonrisa frente al espejo/ y ni siquiera encontrar un espejo/ lírico como manos de monja bordando las iniciales/ de Cristo en un pañuelo….” (“Cantar”, p. 26). No sé si está de más aclarar que me topé con un ejemplar de Poemas no mandados (Joaquín Mortiz, 1979) en una librería de viejo. Que apenas abrirlo me aguardaba el primer detalle revelador de la personalidad de la poeta: una dedicatoria meticulosamente tachada con plumón negro, como quien no quiere que se sepa… o se arrepiente de haber escrito lo que escribió. Adornito más que arrepentimiento: el nombre negado de alguien que pudo ser quien expulsó su corazón de México… alguien que no quiso jugar con la niña aficionada a las cuerdas y al dulce amargo. Y aún en la negación se advierte la mano acuciosa, artesanal… amorosa que se solaza en la miniaturización de las enormes penas, único sentimiento que admite el fasto en la poesía de Elena Jordana: la nostalgia, toda ella elaborada con piedras e incrustaciones que no por artificiales dejan de ser genuinas: “esta noche tan de allá/ va a ser larga sin tus manos/ sin un mate/ sin un sueño al que asirse/ sin otra cosa que los poemas de Vallejo/ a quien ya no le sirve que yo le grite.” (pp. 21, 22). Las múltiples dedicatorias… la rasposa ternura con que alude a sus amigos –Gelman, Artl-, o sus autores, hace pensar en una mujer que necesita el amor con desesperación. Ser algo para alguien más allá de los afectos amistosos. Pero jamás se atreverá a pedirlo. A sugerirlo, siquiera. Sus poemas son

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hechos, no súplicas. Y dudo que tenga algo que ver con el orgullo: más bien se trata de una vocación de soledad, propia de los condenados a resignarse al amor inalcanzable para que la poesía no se agote. Una amorosa en toda la extensión del término: Sabines dijo: A la chingada las lágrimas y se puso a llorar como se ponen a parir. Yo le dije: al carajo la poesía y me puse a escribir como se ponen a vivir

Lista de títulos de Ediciones el Mendrugo  Nicanor Parra (Chile), Los profesores  Varios, El taller con Nicanor Parra  Elena Jordana (Argentina), S.O.S. aquí New York  Ernesto Sábato (Argentina), Carta a un joven escritor  Octavio Paz (México), Vuelta  Stella Calloni (Argentina), Los subverdes  Igor Delgado (Venezuela), Ephephetae  Leonel Góngora (Colombia), 4 poemas íngrimos en Hardley retread  Marco Antonio Montes de Oca (México), Astillas  Juan de la Cabada (México), Vieja muestra: una chamaca y dos gringuitas  Fayad Jamís (Cuba), Poemas del fin del mundo  Iris Zavala (Puerto Rico), Poemas prescindibles  Manuel Durán (España), Cámara oscura  Varios (Nicaragua), Premio de poesía Leonel Rugama  Elena Jordana (Argentina), Poemas no mandados, Cartas no mandadas, En un reino remoto

M MEEN NSSA AJJEE D DEE LLA A PPO OEET TA AR RA AQ QU UEELL H U E R T A N A V A , A P R O P Ó S I T HUERTA-NAVA, A PROPÓSITO OD DEE EELLEEN NA A JJO OR RD DA AN NA A Es una pena que no me hayas comentado a mí o a mi madre sobre Elena Jordana. Ella era una mujer muy fuerte. Qué pena que Dana se imaginara algo raro, qué pena pues nunca la conoció. Elena se fue de México porque su madre estaba muy enferma y deseaba estar con ella en sus últimos días. A mí me dejó material, revistas antiguas, a Dionicio Morales

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le dejó todo el material, cartón y papel, de sus ediciones del mendrugo que él seguramente tiró a la basura... Nadie la lastimó como para que se fuera, aunque es cierto, no fue afortunada en amores, pero el motivo de su partida fue la enfermedad de su madre. Los misóginos no la querían nadita. En 2006 mi mamá la vio en Buenos Aires. No era una mujer débil ni misteriosa. En Nueva York consiguió un prestigio y una presencia muy destacados y era conocida en todo el continente, no hibernó precisamente. Tuvo muchos amigos que la conocieron bien y que te podrían haber dado más información, material, etcétera. Mi madre sabe quiénes fueron algunos de sus amigos. Por lo demás tu trenza está muy bien y es un hermoso recordatorio de ella, de su personalidad y un poco de su trabajo. Te mando un abrazo!!! http://trenzamocha.blogspot.mx/2009/11/eseminuto-de-locura.html

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PPO OEET TA ASS IIN NVVIISSIIB BLLEESS D DEE LLA AT TIIN NO OA AM MÉÉR RIICCA A D Daarrííoo JJaarraam miilllloo

Gracias a los premios y a la labor de algunas editoriales españolas, entre las que se destacan Visor, Renacimiento y Pre-Textos, la poesía escrita en castellano en la orilla occidental del océano Atlántico es más o menos conocida en España. Los principales nombres del canon actual, por lo menos, son familiares en la república poética. Es difícil que la poesía supere esos límites de difusión. Incluso la gente de la literatura, de la academia y de la prensa cultural se mueve con más familiaridad con los

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nombres de los narradores y hasta de los ensayistas que en el iniciático mundo de los poetas. Pero, hoy por hoy, poetas como Nicanor Parra (1914), Álvaro Mutis (1923), Fina García Marruz (1923), Ernesto Cardenal (1925), Tomás Segovia (1927-2011), Rafael Cadenas (1930), Juan Gelman (1930) y José Emilio Pacheco (1939), son conocidos gracias al Premio Reina Sofía, al Premio Cervantes y al Premio FIL de literatura. Los que hay más allá es pura niebla. Nombres familiares en cada país e ignorados en el resto del vecindario, poetas secretos, de culto, individuos de todas las edades que, no obstante su valor, apenas son mencionados. A Fina García Marruz, por ejemplo, la saca del anonimato el Premio Reina Sofía; pero su esposo, otro grande poeta, Cintio Vitier (1921), permanece a la sombra. Y, sin salirme de Cuba, todavía más secreto es el simpar Rafael Alcides Pérez (1933). Entre la generación de los nacidos en el tercer decenio del siglo XX están las uruguayas Ida Vitale (1923) e Idea Vilariño (19202009), los peruanos Jorge Eduardo Eielson (19242006), Blanca Varela (1926-2009) y Carlos Germán Belli (1927), los argentinos Perla Rotzait (1920) y Joaquín Giannuzzi (1924-2004) y los mexicanos Eduardo Lizalde (1929), Ramón Xirau (1924) y Rubén Bonifaz Nuño (1923). Entre los nacidos después de 1930 hay algunos poetas que murieron sin alcanzar el cenit de reconocimiento que tanto merecían y que, ahora, son cada vez más leídos y admirados, como el venezolano Eugenio Montejo (1938-2008) y el colombiano José Manuel Arango (1937-2002). Entre los vivos de esta misma generación destaco, en México, a Gabriel Zaid (1934), de quien sus magistrales ensayos han opacado la excelente obra poética; están también los chilenos Oscar Hahn (1938) y Pedro Lastra (1932) y el colombiano Jaime Jaramillo Escobar (1932). Por obvias razones, conozco más el paisaje colombiano que el de otros países. El mío, ha sido un país autista, mediterráneo, volcado hacia adentro. El más interesante poeta colombiano del siglo XX, Aurelio Arturo (1906), muerto en 1974, es todavía de consumo interno. Algo parecido sucede con el nadaista que comenzó firmando como X-504 y después con su nombre propio –no es mi pariente- Jaime Jaramillo Escobar, un poeta

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versicular, de una inusitada fuerza, de un humor único. Ya las generaciones nacidas en el decenio de 1940 tienen sus propios mártires: los colombianos Raúl Gomez Jattin (19451997) y María Mercedes Carranza (1945-2003), los peruanos José Watanabe (1945-2007) y Antonio Cisneros (19422012). Y acaso sea en este segmento en donde haya más grandes poetas desconocidos o casi. Pienso, sobre todo en los mexicanos Francisco Hernández (1946), que acaba de ganar el Premio Nacional de Literatura de México, y David Huerta (1949), en el boliviano Eduardo Mitre (1943), en el colombiano Juan Manuel Roca (1945), en los venezolanos Alejandro Oliveros (1948) y Armando Rojas Guardia (1949), en los argentinos Arturo Carrera (1948) y Daniel Samoilovich (1949). A medida que avanzo en el recorrido se me aparece más reveladora la imagen de que recorro un camino lleno de neblina, donde los nombres son desconocidos y los textos son borrosos. Entre los nacidos en el decenio de 1950 destaco al colombiano Rómulo Bustos (1954), a los chilenos Diego Maquieira (1954) y Raúl Zurita (1950), a los venezolanos Yolanda Pantin (1954) y Gustavo Guerrero (1958) –además de poeta, autor de la más completa antología de poetas hispanoamericanos nacidos después de 1960, Cuerpo plural-, al argentino Alejandro Bekes (1959), al uruguayo Rafael Courtoisie (1958), a los mexicanos Coral Bracho (1951), Vicente Quirarte (1954), Jorge Esquinca (1957), José Luis Rivas (1950) y Fabio Morábito (1955) A medida que avanzo hacia los más jóvenes, desde un principio, el enunciado tiende más a parecerse a una conjetura y la sensación del redactor es que puede estar omitiendo nombre que olvidó o que, simplemente, desconoce. No están todos los que son, pero los que están, son. Después de 1960 nacieron los mexicanos María Baranda (1962), Jorge Fernández Granados (1965), Julio Trujillo (1969), Luis Felipe Fabre (1974) y Hernán

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Bravo Varela (1979); el costarricense Luis Chaves (1969); los colombianos Ramón Cote (1963), John Galán (1973), Juan Felipe Robledo (1968) y Catalina González (1976); el salvadoreño Jorge Galán (1973), el peruano Eduardo Chirinos (1960), el cubano Antonio José Ponte (1964), los argentinos Edgardo Dobry (1962) y Fabián Casas (1965), los argentino-españoles Andrés Neuman (1977) y Mariano Peyrou (1971); el guatemalteco Alan Mills (1979); los venezolanos Luis Pérez Oramas (1960), Luis Moreno Villamediana (1966), Erika Reginato (1977) y Jorge Vessel (1979); el dominicano Frank Báez (1978)… Imposible abarcar todos los nombres que se insinúan como excelentes poetas y, por eso, este párrafo destaca a algunos y comete involuntarias injusticias. Enunciada mi –incompleta- lista, la que aparece como primera y mejor conclusión, es la diversidad de voces y de tendencias. Hay de todo. Desde autores de sonetos hasta las más informales formas, con el mérito de que hay versos libres que, no por ser libres, dejan de ser versos. Hay poesía conversacional, narrativa, barroca, surrealista, en fin, un extenso y contradictorio menú. Y, en todos, talento; más visible, más comprobable con la obra consolidada de los mayores. Pienso que una poesía tan personal en todos sus registros, tan poseída de un lirismo hondo y claro a la vez, como la de Francisco Hernández, está en las vísperas de su consagración definitiva y de su más amplia divulgación, al que ha dado impulso en premio recién recibido en México. Y, aunque distinta, mis afirmaciones también caben para referirse a la poesía de David Huerta. Entre los muy jóvenes no caben juicios tan nítidos como los que pueden hacerse alrededor de Hernández y de Huerta. Son más bien apuestas, intuiciones, acaso reflejos del gusto personal. En

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todo caso se distingue por su reconocimiento y por las ediciones en varios países –cuatro- de su libro Postales (premio nacional de su país), la voz desenfadada y lírica, imaginativa y lúdica del dominicano Frank Báez. http://cultura.elpais.com/cultura/2013/01/08/actua lidad/1357651304_979881.html

““LLA APPO OEESSÍÍA AEESSIIN NFFIIN NIIT TA A””::M M..A A..CCA AM MPPO OSS YYaanniivviiss IIzzaagguuiirrrree

Narrador, ensayista, traductor e investigador, con numerosas obras publicadas y acreedor de grandes premios literarios, el escritor mexicano que visitó Honduras habla sobre el oficio de ser poeta. Marco Antonio Campos ha traducido libros de Charles Baudelaire, Arthur Rimbaud, André Gide, Antonin Artaud, Giuseppe Ungaretti, Salvatore Quasimodo y Carlos Drummond de Andrade, entre otros. El poeta mexicano Marco Antonio Campos arribó por primera vez a Honduras para formar parte del jurado del Tercer Premio Iberoamericano de Poesía “Juegos Florales de Tegucigalpa”, patrocinado por la Alcaldía Municipal del Distrito Central, visita que aprovechó para hacer una lectura de su poesía en el Centro Cultural de España en Tegucigalpa y, por supuesto, para hablar con la revista dominical Siempre sobre lo que más sabe, poesía, y otros temas que se colaron en la plática. “Honduras es ante todo un país de poetas”, dijo al recordar su amistad con Rigoberto Paredes, y agregó que la comunidad de poetas siempre acaba encontrándose por el mundo. A continuación, una entrevista en la que pretendemos conocer qué hay en los campos de Marco Antonio. ¿Qué siente un poeta al leer su poesía, darle el matiz, el sentimiento, la entonación adecuada? Tengo cuarenta años de leer mis poemas, pero no es lo mismo leerlos en público. Lo que intento hacer es lo que hacía un gran poeta italiano, Giuseppe

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Ungaretti, quien leía de tal forma que cada palabra se iba enlazando con el verso, darle a cada palabra la entonación y el significado preciso. Es decir, si hay una angustia, sentir que hay una angustia; si hay tristeza, sentir que hay tristeza; si hay un momento de exaltación, igualmente; creo que eso permite la comunicación más viva con el público, porque, al fin de cuentas, uno lee para emocionar al público. Es muy distinta la lectura directa de los poemas en el estudio de su casa, por ejemplo, que en público, porque es la emoción más inmediata, a eso se debe el auge de los festivales de poesía por el mundo, en México deben haber cuatro o cinco internacionales, por ejemplo, hay unos muy famoso como el de Medellín, como el de Rotterdam, también el de Granada que ha ido creciendo, pero por qué, porque aunque no sea posible captar del todo el poema, puede comunicar la emoción, porque si usted lee un cuento es más difícil que la gente resista quince o veinte minutos leyendo la trama del cuento y menos si es un fragmento de novela, aunque en la práctica se lea más el cuento y se venda mucho más la novela. Usted sabe mucho de comunicar emociones a través de un poema, pues también es traductor, ¿qué se le hace más complejo, traducir poemas o prosa? He traducido alrededor de 30 libros, de los cuales 27 deben ser poesía. A mí ya se me dificulta más traducir prosa que poesía. La prosa cualquiera puede traducirla, en cambio la poesía es un mundo de ecos, resonancias, de insinuaciones, de sugerencias, hay muchos matices, las imágenes deben cobrarse lo más posible. Claro, toda traducción es una aproximación, la traducción perfecta no existe. Pero hay momentos, que son muy pocos, en los que el traductor puede mejorar al autor, casi siempre, si le falta una sílaba o una letra, la música ya no es la misma. De esas 30 obras que ha traducido, ¿cree que en alguna ocasión superó a la original? En momentos sí, pero no por pedantería, sino porque se oía mejor en español. Hay muchos tipos de traducciones, he tratado de hacer la traducción literal, es decir, que se parezca lo más posible a la música y al sentido original. Hay otros, por ejemplo, Octavio Paz y José Emilio Pacheco, el propio Giuseppe Ungaretti, partían del poema pero lo traducían muy libremente. Paz a veces sólo buscaba

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el espíritu del poema, porque a menudo parecía más un poema de Paz que del autor original. Decía José Saramago que la pintura no es más que literatura hecha con pinceles, ¿cree usted, por ejemplo, que la poesía tampoco necesita de pinceles para recrear las más bellas y nítidas imágenes? La poesía es infinita, en la poesía cabe todo. Por ejemplo, los parnasianos en Francia en el siglo XIX trataron de hacer pintura, yo he hecho recreaciones sobre cuadros tratando de darles un complemento humano, si no se vuelve literatura de literatura, o literatura sobre arte. Es un problema estetizante. La poesía, cuando tú la lees, sientes y te da tristeza, sientes el dolor, la angustia ajena, ves el mar y al mismo tiempo ves otras cosas, los dobles, triples o cuádruples sentidos, la poesía no puede convertirse en prosa, por ejemplo. ¿Ha pensado en musicalizar sus poemas, como lo hacía Mario Benedetti, por ejemplo? No soy admirador de Benedetti, me parece un autor para preparatorianos, todo aquel que sepa poesía sabrá que le cojean mucho los versos, no tiene un buen oído, sabe contar sus historias exactamente para tener los efectos que busca en determinados lectores no muy avisados, pero también entre los lectores avisados tiene un público, pero sus escritos están muy ideologizados, yo admiro mucho a tantos que lo han hecho (narrativa política), pero esas cosas hay que darlas implícitas, no explícitas, y con sus escritos él trata de mostrar que es un hombre de izquierda dura y que solo están los buenos y los malos, y esa literatura en blanco y negro me aburre un poco, me pone de males, entonces suelo dejarla de lado. Todo el mundo pone el ejemplo de La tregua, pero siempre si alguien escribe mil poemas, pues a lo mejor le salen cuatro o cinco buenos... Bueno, al parecer Benedetti no es santo de su devoción... Pasemos entonces a Octavio Paz y a Carlos Fuentes, ¿cuál cree que merecía más el Nobel? Yo creo que el premio a Paz es lo más bien dado que se pudo hacer. Digo, Fuentes lo merecía, pero creo que lo merecía mucho más Paz, en él es muy raro o casi imposible encontrar un libro malo, y Fuentes al principio fue un gran narrador, pero después me parece que muchas de sus novelas pecan de oficio. Ahora, fue también un gran

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ensayista, fue un hombre preocupado por los problemas de su tiempo, como toda esa generación (la de Gabriel García Márquez, Mario Vargas Llosa, Julio Cortázar...), todos estuvieron fascinados por el poder, como también lo estuvo Paz... ¿A su criterio, hay en este momento algún escritor mexicano que merezca un Nobel? En este momento para un premio Nobel no, pero para un Cervantes sí, podría ser Eduardo Lizalde. ¿Y ya fuera de México, en Centroamérica, un Sergio Ramírez qué le parece? Claro que sí. A propósito, hice un ensayo sobre los cuentos de Sergio Ramírez en la revista cultural centroamericana Carátula, titulado: “Sergio Ramírez, el cuentista”. Sergio es un extraordinario cuentista, merecería el Cervantes, sin duda, es uno de los grandes cuentistas latinoamericanos del siglo XX y XXI, como novelista no, es mucho mejor como cuentista. Y ya dejando a México y a Centroamérica, ¿por quién se decantaría para un Nobel? Creo que el latinoamericano más viable era Fuentes, de cualquier manera. No encuentro otra figura como él. ¿O sea que México, o más bien el mundo, perdió a un futuro Nobel? Sí y no. Sí porque lo merecía, y no porque todo es cuestión de geografía en el Nobel... ¿Cómo se lleva la cultura mexicana con el nuevo presidente Enrique Peña Nieto? Creo que se va a llevar bien. Peña Nieto ha vuelto a poner a una persona culta en el ministerio de Cultura, que ya estuvo y demostró su eficacia. México es el país de Latinoamérica que más produce cultura y que más la fomenta, usted no solo la encuentra en los institutos culturales de los Estados de la República, sino también en las universidades, la UNAM, por ejemplo, es una potencia cultural, la coordinación de difusión cultural de la UNAM produce mucha cultura. Producen cultura los ministerios, Hacienda tiene muchas de las mejores obras pictóricas del país, usted encuentra que se fomenta la cultura desde los municipios, las alcaldías, el gobierno, no solo las instituciones culturales, en México la cultura es lo que sobra, de su fomento no podemos quejarnos. Si usted lo compara con Chile, Perú, Argentina, vea la cantidad de premios que tenemos en México, hay

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tantos o más como en España, nada más que no están tan divulgados y tampoco tenemos un premio como el Cervantes, o el Reina Sofía, o el Príncipe de Asturias. Pero ya tenemos cuatro fortísimos, el Carlos Fuentes, por ejemplo, o sea que España y México están a punto de equilibrarse, si no es que ya están equilibrados en grandes premios. El Carlos Fuentes son 250 mil dólares, el Tomás Segovia de traducción literaria son 100 mil dólares. También está el premio de la Feria Internacional del Libro de Guadalajara, que son 50 mil dólares, y el premio Octavio Paz, que son 150 mil dólares. Y hablando de México como promotor cultural, Jacobo Cárcamo y Rafael Heliodoro Valle fueron dos hondureños que hicieron parte de su carrera en ese país, ¿conoce algo sobre sus obras? Desgraciadamente solo tengo la buena opinión que tuvieron mis maestros de ellos, sobre todo de Heliodoro Valle, pero no he tenido la oportunidad de conocer sus obras. Como mexicanos nos enorgullece mucho que buena parte de los grandes poetas, escritores y pensadores han vivido en México una gran parte de su vida. Por ejemplo, los tres narradores más importantes de Colombia han vivido más de la mitad de su vida en México (García Márquez, Álvaro Mutis y Fernando Vallejo), además de otros exilios que nos han llegado. Se dice que cuando un escritor alcanza una obra cumbre, con la que llega a obtener el Nobel, se vuelve casi imposible superarla, ¿usted qué piensa? Bueno, en relación a eso, por ejemplo a García Márquez le fastidiaba que le dijeran que su obra cumbre era Cien años de soledad, porque él quería defender El otoño del patriarca, pero digamos, El amor en los tiempos del cólera, o esa brevísima obra maestra que es Crónica de una muerte anunciada es una obra perfecta, como novela corta, las perspectivas, el lenguaje, cómo trata un tema que además ya sabe de antemano, como El túnel,, de Ernesto Sábato, de qué va a tratar y lo hace de todas maneras emocionante, va creando las expectativas. Yo creo que García Márquez fue quien de todos siguió escribiendo buenas obras. En fin, no va a superar esa obra maestra, pero la puede igualar. Pasa como cuando comparaban a Jaime Sabines con Octavio Paz sobre quién es el

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mejor poeta, quién influye más, y la verdad es que era una discusión bizantina, eran distintos, y a la larga ya muertos pues sí se igualan, digamos, es decir, hay quince o diez poemas de Sabines que vamos a leer para siempre y hay diez o quince poemas o veinte de Octavio Paz que vamos a leer para siempre. Estudió derecho... Pero no lo vuelvo a hacer... Sí, hizo esos estudios con la idea de iniciar una carrera política, luego se arrepintió, ¿cree que esos fueron años perdidos y que durante ese tiempo se pudo enfocar a una carrera más afín a las letras y el arte? Yo creo que si hubiese estudiado letras no hubiese sido escritor. La carrera de letras no hace escritores, hace maestros. Aunque han salido muy bubuenos escritores, la generación de Jaime Sabines, por ejemplo, tiene a Rosario Castellanos, a Sergio Magaña, Emilio Carballido, Dolores Castro, son promociones muy especiales de escritores que además estudiaron letras. Pero en general hay generaciones y son cientos y cientos de estudiantes que de pronto resultan escritores de la medianía para abajo. Creo que me hizo mucho bien estudiar derecho, lo volvería a hacer en su momento... pero no lo continuaría. Acaba de mencionar que no lo volvería a hacer... Bueno, cuando estudié derecho casi a los 19 años, empiezo a escribir y leer mucho, al inicio pensaba en la política, y no en ser ni investigador, ni maestro, ni jurista o bien abogado, pensaba en la política, siempre me ha apasionado la política y, por ejemplo, en las novelas, cuentos y poesía que he hecho está metida la política, pero como crítica. También he escrito muchos artículos políticos, pero jamás, ni por asombro, se me ha ocurrido pensar en militar en ningún partido. Estudié por esa causa, pero en el 68 mismo, en el primer año, me di cuenta de que yo no iba a ser abogado, primero porque ya me había devorado la literatura, esa era la primera causa, y ya veía que mi destino, para decirlo como Borges, iba a ser un destino literario. La segunda es que durante el movimiento estudiantil del 68, que culmina con la matanza del 2 de octubre, dije: ‘Yo nunca voy a trabajar para un gobierno de asesinos, y lo cumplí’.

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¿Entonces no ha militado en ningún partido político? No. Tengo simpatías de izquierda, pero la izquierda en México tiene también una parte muy primitiva. Y hablando de injusticias, luchas sociales, izquierdas y derechas, ¿cómo ve usted el proceso de Chiapas? ¿Han influido, de alguna forma, estos temas en sus poemas? No, en lo más mínimo, pero es imposible no simpatizar con los desheredados de la tierra, es imposible no estar al lado de los pueblos originarios. Yo nunca he estado físicamente con ellos, pero los indígenas y campesinos gozan de toda mi simpatía y creo que merecen mucha más justicia social, cosa que se les ha negado. También, en este contexto de luchas, surge por primera vez la figura de Marcos, ¿qué opina de él como actor social y como escritor? Me parece que utiliza un lenguaje pseudopoético y pseudoliterario, es muy mal escritor pero se cree muy buen poeta, muy buen cuentista, está muy bien que sea uno de los líderes más carismáticos que ha habido en los últimos veinte años, pero que no escriba. ¿En qué está trabajando? Uno siempre escribe varios libros a la vez. Como uno no es poeta de todos los días... además sería muy aburrido, imagínese 365 poemas al año. La poesía debe ser cuando debe nacer, cuando hay una emoción auténtica, cuando hay inspiración. Uno siempre está trabajando y hay cosas que resultan y no. Para mí la inspiración es un mejor momento de nosotros. En ocasiones uno siente que está en más condiciones de hacerlo, pero como uno no sabe cuándo llegará ese momento, pues se sigue leyendo mucho, poesía, ensayos, historia, novelas, lo que no es tanto de la emoción. Lo que uno siempre puede escribir son crónicas o ensayos, sin necesidad de sentir esa emoción auténtica que es lo que hace nacer la poesía, porque como oficio yo le puedo escribir 30 poemas diarios y estarán bien hechos, porque uno tiene el oficio, pero para mí no dirán nada, esa es la impresión, por ejemplo, que me dan algunas novelas de Fuentes, que estaban escritas por oficio, pero que no había emoción. www.elheraldo.hn/Publicaciones/Revistas/Siempre/ Crimenes66/La-poesia-es-infinita

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LLA A PPO OEESSÍÍA A LLA AT TIIN NO OA AM MEER RIICCA AN NA A A ACCT TU UA ALL R REECCR REEA AU UN NM MU UN ND DO O PPLLU UR RA ALL YY M Ú L T I P L E MÚLTIPLE M Maarrttaa LLóóppeezz LLuuaacceess

Aunque hoy día resulte difícil agrupar a los poetas latinoamericanos en movimientos específicos, tomando como referencia al chileno Raúl Zurita y a la argentina Mercedes Roffé, pueden extrapolarse algunas características comunes a todos ellos, como la confrontación con el poder desde el lenguaje mismo, el cuestionamiento de la autoría o la expresión de una realidad múltiple y multicultural que se asume. En estos autores estaría latente, además, la preocupación por el lugar del poeta en la cultura contemporánea, así como los efectos de la políticas económicas neoliberales en el mundo en vías de desarrollo. Creo que hoy en día resultaría más difícil que en otras épocas agrupar a los poetas en movimientos específicos. En Latinoamérica, los poetas que comienzan a publicar en los años 80 —como en Argentina Mercedes Rofféé, María del Carmen Colombo o Eduardo Mileo; en México, Victor Toledo o en Chile Raúl Zurita, por mencionar algunos—, no se adhieren a ningún movimiento o grupo en particular. Sin embargo, a pesar de que entre ellos podríamos encontrar muchas diferencias, hay ciertos temas o preocupaciones que son recurrentes. En la poesía de Zurita, esa preocupación es de corte social: los desaparecidos de Chile; y también el cuestionamiento del poder de la palabra poética en el mundo contemporáneo. En la poesía de Roffé, encontramos la problemática de la historia y de la comunidad humana, que se entrelaza con la de la autoridad de la autoría misma, de la firma del autor.

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Pero, más allá de las diferencia, desde los distintos espacios culturales que cada uno de estos poetas ocupa, lo que encontramos es una preocupación recurrente: cómo legitimar el discurso poético o, por decirlo de otra manera: cuál es el lugar de la poesía en el mundo de hoy. Confrontar el poder desde el lenguaje mismo La postmodernidad implica la reformulación del pacto social, a nivel tanto nacional como transnacional, para buscar nuevos esquemas de cooperación, y poder así reformular el diálogo nacional y global, de modo que este sea lo más incluyente posible, a diferencia de lo que sucedía en los viejos parámetros totalitarios. Desde el momento en que se restituyen las políticas democráticas en muchos de los países latinoamericanos, se inicia la búsqueda de estructuras más amplias, que puedan crear espacios sociales y culturales equitativos, que incluyan a las comunidades a las que históricamente se había excluido. Un importante sector de la nueva poesía latinoamericana a partir de los años 80 nos muestra que el poder no solo se deja permear de ciertas ideologías políticas, sino también de prácticas y esquemas discursivos que abarcan y regulan los espacios y los cuerpos: historia, filosofía, ciencias, medicina, literatura, mitos, religión etc. Por eso, para muchos, repensar las identidades desde la postmodernidad implica confrontar el poder desde el lenguaje mismo. En su libro La actualidad de lo bello, Gadamer argumenta que el arte siempre ha necesitado legitimarse a través de otros discursos o prácticas culturales. Así, por ejemplo, en la Edad Media, las artes plásticas lograron legitimarse poniéndose al servicio de la explicación bíblica, como luego la poesía y la novela del siglo XIX lograron legitimarse a través de los discursos ideológicos o políticos ligados al positivismo.

Cuestionamiento de la autoría y del yo poético Si pensamos en el panorama de la poesía latinoamericana actual, tanto Mercedes Roffé como Raúl Zurita crean ciertas figuras poéticas a través de las cuales legitimar su discurso poético. En la

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poesía de Raúl Zurita encontramos la voz del visionario. En Anteparaíso, Zurita crea la figura de su alter ego, Zurita, que en ciertos momentos habla por Chile y, otras, por los desaparecidos. Mercedes Roffé, publica El tapiz en Buenos Aires, en 1983, bajo el nombre de Ferdinand Oziel, y el postfacio del libro bajo la máscara JRB, iniciales del nombre de un reconocido crítico de arte argentino. Para su propio nombre reserva un lugar en la tapa, en calidad de recopiladora de la obra cuya autoría le atribuye a Oziel. En el postfacio, JRB escribe, para esclarecimiento del lector, una breve biografía del autor del libro, el pintor argelino decadente Ferdinand Oziel. JRB señala que Oziel era pintor, de padre judío, nacido en Argelia en 1876, y que habría escrito El tapiz entre finales del siglo y 1902, el año de su muerte. Se cuestiona así la preocupación por la autoridad del nombre y la firma de autor. De este modo, ciertos representantes de la poesía latinoamericana actual, tales como Roffé en esta obra, subrayarían aquellas situaciones donde se produce la ambigüedad y donde se ponen en evidencia los deslices, los fallidos de esa performance que ha sido, tradicionalmente, el nombre del poeta y la autoridad del autor. Los poetas de la posmodernidad latinoamericana también comienzan a cuestionar las figuras del poeta que se crearon a partir del Romanticismo --el visionario, el bohemio, el dandy, el decadente etc.,-- creaciones producidas por lo general a posteriori, por la crítica más que por los poetas mismos. En sí mismas, estas figuras son lecturas, interpretaciones de los críticos, de la vida del poeta que luego, para bien o para mal, sirven para encontrar significados en las obras de éstos. Mercedes Roffé pone este cuestionamiento en escena en su libro El tapiz. En las obras de Zurita o de Roffé estos sujetos — tales como el poeta visionario o el decadente— se erigen en figuras fragmentadas cuya construcción incluye tantas fallas como interrupciones. Ambos poetas están conscientes de que estas figuras ya no tienen la autoridad cultural que en un momento tuvieron. Es por eso que en la obra de Mercedes

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Roffe o de Raúl Zurita el yo lírico se encuentra escindido. Estas figuras no pueden escapar a una nueva realidad que les obliga a entrar en unos discursos que cuestionan las identidades tradicionales del poeta. Así, la reflexión de las diferentes figuraciones del "yo" poético se transforma en una reflexión del lugar poético en la figura del poeta contemporáneo. Tensión entre el sujeto clásico y el posmoderno Si, como argumenta Derrida, no existe un original sino la copia de una copia, la obra de estos poetas muestra que la realidad, en estas figuras, son una copia deformada de una textualidad. De este modo ellos renuevan estas figuras desde otros discursos para legitimar o dar autoridad a la palabra poética. En la obra de Zurita, la conciencia de un sujeto lírico en crisis, en constante cambio, se muestra a través de una tensión lingüística en la que se pone en evidencia la ambigua posición de la primera persona en el espacio textual contemporáneo. La primera persona masculina, visionaria, de Raúl Zurita intenta retomar la autoridad tradicional capaz de transformar su yo en un nosotros que pueda hablar por toda la comunidad, la voz de los desaparecidos, o la de un Chile dolido por esa historia. Sin embargo, en esta primera persona, tal como Zurita la articula, se representa la tensión de este sujeto posmoderno y un yo más tradicional. Así podemos percibir la tensión y las rupturas entre las nuevas identidades masculinas y un “nosotros” tradicionalmente masculino, que tenía la autoridad de hablar por un nosotros nacional. Es así que, por un lado, encontramos la nostalgia por la identidad lineal y coherente de lo masculino que nos llega desde del siglo XIX y, por otro, la nueva realidad histórica que confrontará esta identidad. Hoy esa identidad fragmentada, no siempre coherente, no mantiene ya la misma autoridad social. La obra de Zurita negocia esa nueva coyuntura a través de un discurso social que necesita apoyarse en una performance dirigida a los medios de comunicación. En el Chile de los años 80, Zurita transforma la figura del poeta en un espectáculo. Primero se echa ácido en los ojos para reivindicar a los

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desaparecidos bajo la dictadura de Pinochet, luego escribe un poema en el cielo de la ciudad de Nueva York. Cada uno de los versos del poema mide entre siete y nueve kilómetros de largo. Un sujeto poético polisémico, como la realidad La mirada poética de Mercedes Roffé nos presenta un sujeto poético polisémico. En la poesía de Roffé y, específicamente, en su libro El tapiz, de 1983, encontramos que todo concepto de identidad incluye y excluye, al tiempo que posiciona a los sujetos sociales ante el poder político, cultural y económico, y define con mayor o menor posibilidad su relación con estas tres esferas. A diferencia de Raúl Zurita, la poesía de Roffé no desea instituir un yo que hable por un nosotros, si no que va de un yo que parte de la marginalidad a un nosotros que se mantiene dentro de una marginalidad similar. La periferia, y no sólo el centro, también se sirve de un “nosotros”, de un imaginario compartido para combatir su marginalidad y poder situarse en una posición social, cultural y económica más equitativa. La democratización del ámbito de la cultura se da a partir de ese “nosotros”, de ese nosotros periférico. Los nuevos conceptos de identidad y las redefiniciones de las antiguas identidades no pueden entonces partir de la antigua fórmula, “yo soy todo lo que ‘el otro’ no es”, manteniendo así el sujeto en el centro y creando, a la vez, la marginalidad “del otro”. A través de una voz polifónica, estos poetas ponen en práctica lo que Barthes, —como luego Foucault, Derrida o Deleuze y Guattari, plantean—: el rechazo del modelo dialéctico para remplazarlo por un modelo plural, múltiple y multicultural en el que lo heterogéneo se asume, no como algo negativo ni positivo, sino como una realidad. A modo de conclusión Solo de este modo, parecen decirnos, se puede desplazar el centro de modo de percibir cómo se ha dispersado el poder a través de las distintas vías discursivas. En estas nuevas poéticas esta exploración va acompañada por dos motivos recurrentes: la preocupación por el lugar del poeta en la cultura contemporánea y la problemática de

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las políticas económicas neoliberales, y su impacto en el mundo en vías de desarrollo. El primer motivo lleva a estos poetas a cuestionar los límites entre géneros literarios, a cuestionar las figuras y las voces poéticas tradicionales y la autoridad habitualmente atribuida a la figura del “Autor”. La segunda los lleva a cuestionar la función reguladora de la literatura y el arte en tanto instituciones culturales. Encontramos así una reflexión sobre los diversos espacios de los campos de las humanidades en el mundo contemporáneo y el nuevo lugar que les corresponde dentro de lo que se ha llamado la posmodernidad. Es por eso que la cosmología de la poesía actual latinoamericana remite a toda la cultura — literatura, historia, mitología, filosofía, leyendas, topografía e historia del arte-. Todo tiene cabida y se yuxtapone en estas obras, de tal modo que parecerían querer recrear una visión del mundo. www.tendencias21.net/La-poesialatinoamericana-actual-recrea-un-mundo-plural-ymultiple_a14148.html

M MEER RCCEED DEESS R RO OFFFFÉÉ M e m o r i a l d e a Memorial de aggrraavviiooss ((22000022)) I Más aún. Pensemos en la reproducción mecánica. Casi una montaña rusa. Casi una noria. Un ensayo de poética circular. Una cascada como una piedra, un bloque, un cuento de nunca acabar.

IV Transparencias. Fugas. Esmalte. Brillos. La superficie agotada,

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estallada. Toda latitud habitada. Toda pasión… (Violette, no huyas). El sobresalto del gato: a cada rechinar de la madera, la montaña pare un ratón. VI La nave sin timón y el pez sin espada. Algo se mueve bajo los pies, que algunos llaman Duda. Como si la tierra se encaminara a algún lado. Reacción de inercia. Oxímoron, o más: paradoja. Ooooooops. Sentada en la cresta de la ola, una pluma en el sombrero del huracán. Asociación ¿libre? Te diré. ¿Quién eres? Lo que seas lo serás por un error de cálculo. No necesariamente una equivocación sino, más bien, lo que se dice un margen. www.eldigoras.com/eom03/2004/2/aire31mrf01.htm

EELL R RA APPT TO O EEXXIISST TEEN NCCIIA ALL EEN N LLA A PPO E S I A D E H A N N I O S S O T T OESIA DE HANNI OSSOTT M Maarrííaa CCrriissttiinnaa SSoollaaeecchhee

Aguarda, hasta que nunca más se sienta el cansancio y escalando como si sólo existiese el ascenso del vuelo que deshace” ELIZABETH SCHON

Hanni Ossott es una de las voces fundamentales de la poesía venezolana contemporánea; nace en Caracas el 14 de febrero de 1946 y fallece en esta capital, el 31 de diciembre de 2002. Licenciada en Letras en la Universidad Central de Venezuela y Profesora de la Escuela de Letras en dicha casa de estudios, donde dicta durante veinte años, varias asignaturas, todas ellas, enmarcadas dentro de su propia visión del existir, en el área de la poesía y la reflexión poética y filosófica: Necesidades expresivas, Poesía y poetas, Literatura y vida, Poesía y pensamiento, nos dice: “la obra no sólo como un trabajo sino como el resultado de un estado del alma y de un vivir” (1). Recibió el Premio Nacional de Poesía Francisco Lazo Martí, el Premio Nacional en la II Bienal de

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Poesía José Antonio Ramos Sucre (1972), por su primer libro Formas en el sueño figuran infinitos, Premio Municipal de Literatura Mención Prosa (1987) y el Premio CONAC de Poesía (1988). Es una unidad indisoluble su vida y su obra. Su poesía nos da una límpida versión de sí misma, sin escamoteos, sin mistificaciones ni falsos idealismos. Vivió su verso como su mundo en su existencia, en actitud de incesante perplejidad, de asombro vital ante el existir, de indagación de la vida; su voz poética arraigada siempre en una experiencia vital, es la que habla, en los extremos, hacia los peligros del límite, en el borde: Al borde de la tierra al ras tragando durezas (2) (“Por el vivir”)

Sus poemas, son espacios ceremoniales donde se exalta la nostalgia de los imposibles, los riesgos internos del adolecer, la tentación nocturna, el placer, la muerte y los espejismos, con un aguijón que desgarra y cauteriza al mismo tiempo. Su obra, ahonda en contenidos filosóficos de la mano de las llamadas por María Fernanda Palacios sus “voces tutelares”, las de Rilke, Nietszche, Heráclito, Heidegger, Lawrence, Bataille, Hölderlin, Broch, Virginia Woolf, Thomas Mann, Blanchot, Goethe, Kavafis, Borges… mas, si queremos situar a Hanni Ossott en algún epicentro poético, éste será la figura señera del poeta austriaco Rainer María Rilke (de él tradujo la obra “Elegías de Duino”). Todo esto nos deja en su extensa bibliografía poética, en un lenguaje punzante, revelador de un temple que embarga provocando perplejidad y desazón; en la poetisa no es cuestión solamente de oficio, dedicación, agrado o don; es una pasión con todas las exigencias e implicaciones que comparte esta palabra. Hay en su obra poética, términos recurrentes, emblemáticos, nudos del entretejido, dominios del vértigo creativo, y a ellos queremos referirnos en esta ponencia: la herida esencial, el abismo, lo otro, la extrañeza, la noche, la nada, la muerte, la cura y el amor. Son a la vez, palabras-signos que reitera sin cesar, sin tregua, que conviven en sus espacios tratando de conjurar, exorcizar y sanar. Ellos nos recuerdan, la herida fundamental, la desgarradura, el viento, la noche, el silencio y la nada, de la poetisa

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argentina Alejandra Pizarnik (1936-1972), con quien guarda no pocas semejanzas en su cosmovisión lírica. El acto inquietante del vivir, graba la escritura de la poetisa Hanni Ossott con lo que ella llama la herida esencial : La herida en el abrazo el miedo la contención el beso en el miedo la fuga, los regresos (2) ( “El cuido”)

La existencia es elusiva, abrumadora, apabullante, y hay que intentar descubrirla desde el misterio. La herida, nos coloca ante la realidad de un cuerpo dionisiaco, nietszcheano, con su plena carnalidad, su ardorosa sensualidad, su anhelo y embriaguez, pero, un cuerpo herido, escindido: Los hombres se van como a pedazos de a ruinas de a despojos. (…) atrás, siempre atrás hacia nada. (2) (“Muerte”)

Es la herida la que reclama la conciencia de la pérdida y el ansia del recobro, en una naturaleza despedazada en individuos, en una remoción psíquica dominada por la desolación, la vulnerabilidad, las limitaciones y las formas de morir; y en ella, nos dice la poetisa, reside la creatividad. La herida, es huella de la pérdida y su vacío, del duelo y el enigma de la ausencia, del amor y su coraje, el centelleo de la caricia y su inmolación, de la rebeldía como antesala poética y la ardorosa pregunta de cara al misterio del vivir, a la contradicción del tiempo, lo insólito que se oculta siempre. Para la poetisa, la palabra es ascua y fuego crepitante que se erige desde la herida misma, afirma: “de la literatura me importa el fuego” 1, es asomarse al abismo, donde el ser muestra su escisión, su fragilidad, es ese abismarse como opción vital, esa su fuerza inmanente del existir frente a lo otro:

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Prevalece que haya los otros y lo otro la “otredad” el más allá de mí y el más allá de ti la extrañeza de lo que nunca puede alcanzarse (3) (“Prevalece lo raro”)

La fragmentación de la conciencia, la del inconsciente, de la simultaneidad de los tiempos, de lo originario y lo ignoto, de la desmesura y la excedencia, de la experiencia y lo raro, el extrañamiento, en otra palabra-signo la extrañeza: Mis piernas flaquean mi corazón arde mi sacralidad me mata Oh Dios ¿cuál será mi camino? Escucho voces pero ¿cuál es para mí? ¿qué puedo decir ante tanto extrañamiento? (3) (“Extrañamiento”. A Rainer María Rilke)

Hanni enfrenta su mundo poético con su trasgresión, su rebeldía, todo aquello que para la conciencia “normalizada” pasa inadvertido, para esa conciencia sometida, ahogada en vivencias estériles y condenada al disparate de la cotidianidad: “La paz apática.” 3 como la llama, que nada teme tanto como a la exaltación, a la lucidez exasperada, al lugar donde el límite de lo posible es transgredido y lo vedado se confronta, a las sombras interiores , a todo aquello que salga del riel de lo habitual. Nos habla de la nocturnidad poética, de cómo la noche alberga el alma, la inspiración, la locura, el amor y la muerte, de cómo estas formas son por las que la poética nocturnal se expresa, de cómo el poema surge y se alimenta de la noche en un intento del dominio de la oscuridad y el convivir con ella. Escribir desde la febrilidad nocturna y jamás desde esas zonas intermedias y neutras. La Noche se va haciendo en mí profunda revocable como una estación La oscura esfera de lo oscuro ha inundado mi ámbito y se cierra como el beso de dos cúpulas Ya yo no sé cuál es mi fondo Soy ahora la noche entera (4) (“La noche y la luz”)

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La nada, otro de sus vértices del pensamiento, entrelazada siempre con las imágenes del abismo y la extrañeza, congregando un espacio, el abismo, y un estado, la extrañeza, donde el cuerpo se silencia para regresar a su íntima esencia. Contra la nada, la poetisa conjura la creatividad, desde la nada, le es posible el encuentro que permite tolerar lo que se nos niega. Su poesía habla de lo inexpresable, lo por asumido nada conocido, lo inusual, captando el colapso del instante, ocupando el lugar del espacio inexistente, sintiendo la herida del desgarramiento que siempre causa la extrañeza del existir. Estoy en una playa sin fin mi alma se despliega inconsulta hacia una rara nada (5) (“Ser”)

En la muerte, la poetisa se atreve a morir más allá de la muerte física, cavila sobre el morir del individuo, ese morir parsimonioso, anónimo, indiferente y eterno: Mira cómo de mí mismo todo se separa se me deshabita seré ahora lo eternamente desplazado Y mis escombros... ¿dónde? ¿Y la sensación de roce entre mis dedos y una superficie lisa? Lo posible... ¿dónde? (6) (“Lo desalojado”)

El perenne y oscuro contraste irresoluble entre la vida y la muerte, está siempre presente en la poesía de Hanni, siente el anhelo angustiado de acabar y no ser y un ansia de crear y de ser, cruzando el límite del sobresalto, de la espera sin término: Ahí va la urna Y yo no tengo lágrimas sólo besos y un puño alzado, erecto por el misterio, por la rabia (3) (“Sólo un cuerpo”)

Un constante aprender a perder suave o bruscamente con el vivir, pérdidas que demandan memorias y olvidos, ausencias, abandonos, extravíos, el desvanecerse de las cosas, del dejar de ser instalándose frente a la rareza del existir, donde el ser humano se religa a lo infinito y lo nimio, al

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asombro y a un Dios, al deseo y a la esperanza, al vacío y al grotesco absurdo de lo eterno, imposibilitado de pactos fáusticos. Morir no es solamente “irse del mundo”, es también padecer la relatividad de la existencia, la flaqueza de los hechos, la extenuación de lo circunstancial. Mas, Hanni Ossott, anhela también curar la herida, así, denomina a la poesía, la cura, el poeta debe vivir en una continua cura al mantener la tensión lírica y la presión del sentir de su espíritu; en este sentido, el quehacer poético conjura e intenta sanar. Escribir, es intentar curar la herida esencial, porque todos estamos heridos: Porque también hay risas junto a la zozobra extrema tensión de la alegría desbordes para la noche oscura éxtasis colmación. (5) (“El reino donde la noche se abre”) Debo pensar en el espacio más luminoso del mundo Delfos, lugar nocturno hecho luz Es preciso es preciso realizar de la Noche la Luz. (4) (“La noche y la luz”)

Su palabra creadora celebra desde la ruina, ilumina desde la sombra, es esa luz nigromántica de la que nos habla Héctor A. Murena en “La metáfora de lo sagrado”, es un querer hacer posible lo imposible, es movimiento en algún espacio, es instante, ráfaga, impulso; escribir poesía para Hanni, es trazar una geografía del alma desde la memoria que guarda cual vasija las visiones, las rachas de sentimientos, las imágenes y las tensiones. En ella, la poesía es escucha y receptividad. La pasión y el error, la enrancia y el esplendor, la signan, siempre cerca del “duende” o como diría Rafael López Pedraza, cerca del “toque dionisiaco”. El hecho poético entra por la piel, es una efervescencia un “yo soy otro” en palabras de Rimbaud, no existe en ella la certidumbre, en su lugar la intuición, ese saber no racional que

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preconizaron los románticos, las visiones, los delirios, el desgarramiento interior para alcanzar lo invisible y así llegar a la otredad, en un espacio de inspiración donde la fertilidad y ebriedad del sentir se transfiguran, celebrando poéticamente, reteniendo fugaz y desesperadamente la vida con el verso, sosteniendo la palabra en la lucha con el silencio y girando al contrario del remolino de la nada. En su escritura emocional conmueve y seduce su palabra dolida. Y en el amor, del deseo la imagen suena, es palabra sonora: extender infinitamente el beso Que dure toda una noche toda una eternidad. (3) (“El beso”) Por asalto el amor sin preguntas por asalto el cuerpo los cuerpos y comienza la danza (…) rotación de cuerpos canto elevado canto a la sacra pasión del cuerpo.” (3) (“Cuerpo”) Hay una mordida profunda incisiva en el centro de mi sexo por la cual yo me erijo como yo misma y soy, y poseo y dono (…) Me cruza una pendiente me traza un precipicio en el amor… y en todas mis secretas junturas con cuido, con recelo, tú te avienes a mí (3) (“La mordida profunda”)

Es Hanni Ossott, un espíritu que padece su herida, se asoma al abismo, siente profundamente la extrañeza frente a lo otro, a la muerte, a la nada, al amor, y busca infatigablemente en el alma de la noche, la cura en cada uno de sus poemas. Es su poesía un rapto existencial que cautiva con su visceral insistencia en desentrañar instantes que prolongará en el verso, momentos abiertos al tanteo continuo en sus poemas: Y todos buscando a sus propios dioses. Los dioses de las rocas son los ríos. Los dioses del río: el cristal. Los dioses de los hombres: lo que no somos, nuestros nombres situados en otras zonas, nuestros nombres

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incompletos y nuestros actos hechos de piel y de sueño. (7) (“Espacios para decir lo mismo”).

Notas 1. H. Ossott, Poemas selectos. Caracas, Editorial Latina bid & co., 2004. 2. H. Ossott, Cielo, tu arco grande. Caracas, Tierra de Gracia Editores, 1989. 3. H. Ossott, El circo roto. Caracas, Monte Ávila, 1993. 4. H. Ossott, Hasta que llegue el día y huyan las sombras. Caracas, Arte, 1983. 5. H. Ossott, El reino donde la noche se abre. Caracas, Mandorla, 1987. 6. H. Ossott, Espacios de ausencia y de luz. Caracas, Monte Ávila, 1982. 7. H. Ossott, Espacios para decir lo mismo. Caracas, Universidad Central de Venezuela, 1974 (Letras de Venezuela, Serie poesía). www.canasanta.com/2008/05/15/el-raptoexistencial-00001

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EELL G GR RIIT TO OD DEE LLO OSS M MA AR RG GIIN NA AD DO OSS EEN N U N A N U E V A C O L E C C I Ó N D E P O E S Í UNA NUEVA COLECCIÓN DE POESÍA A La voz de los poetas Juan L. Ortiz, José Portogalo, Fernando Birri y César Vallejo es rescatada en la serie "Campanas de Palo", una colección que recupera el poder de la escritura como resistencia a través de la palabra de estos autores que ponen su calidad estética al servicio del compromiso político y social. Editada por Serapis, la serie retoma el primer libro en prosa "Escalas melografiadas" del peruano Vallejo; la antología poética "Hoy voy a las riberas de la lluvia" del santafesino Birri; la selección literaria "Estas primeras tardes y otros poemas para la revolución", del entrerriano Ortiz y el perseguido "Tumulto" del italiano que adoptó Argentina como su tierra, José Portogalo. El título de la colección, "Campanas de Palo", hace escala directa en el gran poema nacional "Martin Fierro". Es que el trasfondo de los versos gauchescos y la escritura de estos autores se traducen en una misma marca: "el grito del pobre, del desposeído, del marginado o maltratado desde muchos puntos de vista", explica a Télam, Julia Sabena, directora

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del grupo editorial Serapis, junto a Guadalupe Correa y Carolina Lieber. "La idea de la serie -señala- tiene que ver con ese grito en sentido amplio: la puesta en cuestión del sistema capitalista o neoliberal, a la vez que poner de relieve lo que ese sistema deja de lado o quiere ocultar. De los autores elegidos fueron seleccionadas las producciones orientadas hacia estos supuestos". Si bien no está teñida de una cosmografía latinoamericana del siglo XX -más bien proyecta una propuesta universal capaz de galopar a otros horizontes-, en estas primeras publicaciones las protagonistas son las plumas de nuestro continente. "Este querer `insertarse por el ojo de la aguja´, no se comparte de manera casual por los pueblos de la región..", desliza Sabena. "Una historia común de desposeimiento y violencia continuos conforman una identidad compartida -dice-pero que mantiene las particularidades de cada idiosincrasia. La serie no descarta la incorporación de algún autor por fuera de Latinoamérica ni la posibilidad de retrotraernos al XIX o abarcar el incipiente XXI", Las ediciones, en formato apaisado debido a las demandas de la escritura de cada autor, se mantienen fieles al espíritu de sus primeras publicaciones. Están acompañadas por estudios preliminares, ilustraciones y hasta manuscritos. En cada caso, la selección de los textos fue realizada por un editor especializado. En el volumen de Birri (1925), el prólogo y la selección de los poemas los hizo el peruano José Antonio Mazzotti; en el de Ortiz (1896-1978), el recorte de casi dos décadas de su producción responde al objetivo de Agustín Alzari de reflejar la relación del autor con el Partido Comunista. En cambio, las obras de Vallejo (1892-1938) y Portogalo (1904-1973) aparecen completa, sin selección de textos. "Escalas", prologado por Mazzotti, reflexiona con un lenguaje auténtico y profundo sobre la injusticia, la libertad, los problemas humanos más vitales. Mientras que "Tumulto" representa una obra visionaria revolucionaria, que fue prohibida y perseguida en los años 30.

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El libro de Portogalo está acompañado por ilustraciones originales del artista Demetrio Urruchúa, lo que "corresponde a la intención de respeto a la literatura y a las interrelaciones entre ambos lenguajes, fruto de conciencias beligerantes y políticamente combativas, y de una calidad estética, que en conjunto constituyen un diálogo rico", explica la editora. La literatura comprometida (social y política) es la matriz que recorre la escritura de estos cuatro poetas a la vez que la excede con interrogantes sobre la existencia misma del hombre: "La pregunta por lo político implica ineludiblemente un planteo respecto a qué es lo que nos hace seres colectivos", opina Sabena. "Lo social y lo existencial no son términos contradictorios, sino inherentes ambos a la indagación del escritor interesado en abismarse a estos terrenos. Tras poco andar, quienes acometen las temáticas sociales o políticas deben enfrentarse a la visión del hombre explotando al hombre: esta cruda conciencia es la que aúna a los partícipes de la colección", argumenta. Situados en una Latinoamérica sometida, estos grandes poetas escriben desde puntos de vista disímiles pero bajo una esencia "que gira en torno a dos grandes cuestiones de las que derivan las demás: el problema de la identidad y la integración". "Responden a la tónica de una frase que de Terencio a Marx ha sido un principio generalmente admitido: `Nada de lo humano me es ajeno´. Este, quizá, podría ser el lugar que consolide la base común de los cuatro títulos que incluye la serie, más allá de sus diferentes respuestas y de las múltiples disidencias que haya entre uno y otro", analiza la editora. Los textos no sólo revelan incomodidad, también reflejan una identidad literaria y la puesta en valor de la palabra. "Por encima del nivel temático que hace suya la experiencia del oprimido, a estos escritores los guía una búsqueda estética capaz de desandar el viejo dualismo forma-fondo: sus voces pugnan por alcanzar una expresión original, un lenguaje orgánico", destaca. Recuperar estas obras de versos complejos en esta época de cánones pragmáticos es una decisión editorial, que reivindica su vigencia. "Es que hablan

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de problemáticas universales: la injusticia, la desigualdad, pero también la soledad, el amor, la orfandad, la nostalgia por la infancia perdida, la memoria, la identidad y el arte". www.telam.com.ar/nota/44576

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EED DIICCIIO ON NEESS ““LLIIT TIIPPU UT TIIEEN NSSEESS””,, PPO OEESSÍÍA A A A PPEEQ QU UEEÑ ÑO OSS SSO OR RB BO OSS CCrriissttiinnaa N Núúññeezz Un enorme océano separa Europa del mundo latinoamericano en lo físico, un abismo que también toca lo cultural, a pesar de que redes sociales y ordenadores acortan el camino. El poeta José María Cumbreño se ha propuesto acercar los dos ámbitos y ha lanzado 'Ediciones Liliputienses', un pequeño capricho bibliográfico con una misión muy clara, dar a conocer lo que escriben los poetas contemporáneos y jóvenes (de como mucho 50 años) del otro lado del charco. «En España es muy difícil estar al tanto de lo que hoy en día se escribe en Latinoamérica, como mucho hay antologías colectivas, hay alguna editorial centrada en Latinoamérica, pero sacan pocos títulos al año» explica Cumbreño, que señala el dato de que en España está sólo 10% de la población mundial que habla español. El nombre de la editorial juega con lo pequeño y lo grande. «Estamos en la periferia de la periferia, es una editorial muy pequeñita y con una distribución muy escasa pero que se dedica a poetas enormes». Las tiradas son de 70 ejemplares, con la posibilidad de imprimir bajo demanda. Hay librerías como 'El Buscón' de Cáceres o 'La puerta de Tannhausser' en Plasencia que distribuyen estas obras, y también se pueden solicitar vía Internet. Hace año y medio creó la asociación cultural que da respaldo a esta producción literaria. El periodo ha sido muy fértil y en estos meses se han llegado a publicar 23 títulos. Ayer se presentó en la biblioteca

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pública de Cáceres las últimas novedades de la editorial, que firman los argentinos Mario Arteca, Sergio Raimondi y Marcelo Díaz, la mexicana Mónica de la Torre, el ecuatoriano Edwin Madrid y el español Aitor Francos. Cumbreño valora el carácter híbrido y “arriesgado” de la poesía latinoamericana, y cree que el libro, en plena era digital, es un elemento con valor añadido y que “siempre tiene cobertura”. www.hoy.es/v/20130207/sociedad/edicioneslitiputienses-poesia-pequenos-20130207.html

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H HA ACCEE 4400 A AÑ ÑO OSS N NA ACCIIÓ Ó LLA A IIN NQ QU UIIEET TU UD D PPO OR RU UN NA A SSEEM MA AN NA A PPO OÉÉT TIICCA A LLeettzziirraa SSeevviillllaa BBoollaaññooss Si se busca el embrión de lo que hoy es el Festival Internacional de Poesía de Granada, es necesario ver muy atrás en el tiempo. El escritor nicaragüense y catedrático de Literatura Latinoamericana en la Universidad de Cincinnati desde hace nueve años, Nicasio Urbina, recuerda que fue en el año 2000 cuando empezaron a hablar sobre la posibilidad de realizar un evento en el que se pudiera reunir a los mejores exponentes de la poesía internacional. Sin embargo, él considera que los albores de esa iniciativa tienen raíces profundas en la idea de un grupo de estudiantes de secundaria del Colegio Salesiano y del Instituto Nacional de Granada, de organizar en 1973 una semana cultural en esta ciudad colonial. Sin embargo, él considera que los albores de esa iniciativa tienen raíces profundas en la idea de un grupo de estudiantes de secundaria del Colegio Salesiano y del Instituto Nacional de Granada, de organizar en 1973 una semana cultural en esta ciudad colonial

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Treinta años después, en febrero de 2003, un grupo de poetas nicaragüenses sorprendió al hacer de Granada un punto neurálgico para la poesía mundial, donde por primera vez coincidían creadores de 23 países, que desafiando las barreras idiomáticas dieron vida al I Festival Internacional de Poesía granadino. Urbina es miembro fundador de la junta directiva de este proyecto en el que quizás pocas personas creyeron al inicio y que él considera es muy importante porque logra mostrar una faceta diferente de Nicaragua. Esta iniciativa cultural es considerada exitosa, pues ha logrado permanecer durante diez años y esto, según Urbina, ha sido gracias a que desde su fundación cuenta con la misma directiva. “Esto le da al festival mucha estabilidad, todos tenemos nuestras funciones y debo decir que “Chichí” (Francisco de Asís Fernández) es quien ha impulsado el festival día a día”. Según Urbina, en la organización del FIPG no hay centralización de tareas sino que el grupo de trabajo es bastante grande porque las actividades son muchas. En ese sentido explica que desde que termina el festival se empieza a trabajar en la organización del siguiente, sobre todo en la selección de poetas invitados y en conseguir el patrocinio, que para él es lo más difícil pero que hasta el momento es un desafío que ha sido bien librado por Fernández. “Todos tenemos nuestras tareas porque de ser organizados depende el producto del trabajo. En mi caso siempre me he dedicado a establecer contacto con algunos poetas internacionales y a hablar del festival con personas a las que les puede interesar, también organizo la mesa de discusión sobre la obra del homenajeado. Eso lo he hecho desde que se inició el festival”, aseveró. Preguntamos a Urbina si al decidir homenajear a Ernesto Cardenal tomaron en consideración el hecho de que por su ideología política podría verse mermado el patrocinio. Respondió: “Dada la naturaleza controversial de él, quizás podría surgir

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algún obstáculo, pero por dicha no ha sido así, todos lo admiramos y es excelente cultivar las cosas buenas, por lo tanto creo que ha sido una actitud madura de todas las empresas que decidieron apoyar a pesar de que en su poesía él habla contra la iniciativa privada”. Aportes El Festival de Poesía de Granada cuesta cerca de un millón de dólares. Los medios de comunicación televisivos, radiales y escritos donan miles de dólares en espacios publicitarios. De los 60 países invitados, 27 embajadas asumen el costo del boleto de sus poetas. Los organizadores del festival alquilan 130 habitaciones en diferentes hoteles de Granada, para hospedar a los invitados. Patrocinio e invitados especiales Francisco de Asís Fernández es el presidente del festival, un evento que, afirma, se hace con mucho trabajo, sacrificio y voluntad. En vista de que algunas instituciones del Gobierno, como el Instituto Nicaragüense de Turismo, no dieron aportes este año, preguntamos a Fernández qué repercusión ha tenido el hecho de que el festival haya sido dedicado a Ernesto Cardenal, desde el punto de vista del patrocinio. “Es probable que algunos no estén de acuerdo ni con su poesía ni con sus ideas políticas y por ello no patrocinaron, pero nadie ha dicho ‘yo no patrocino porque no estoy de acuerdo con Ernesto ni con sus ideas ni con su calidad’. Tampoco ha venido ningún nuevo patrocinador por ser dedicado a Cardenal, no hay ningún nuevo patrocinador por ese motivo; sí hay nuevos, pero están por la calidad del evento”, aseveró. Destacó que este año el mayor patrocinador es la Asamblea Nacional, además de empresas privadas y embajadas, destacando aquí el apoyo de la Unión Europea. –Han surgido especulaciones por la aparición de invitados especiales, sobre todo por Bianca Jagger. “Este año es la primera vez que tenemos invitados especiales, como Bianca Jagger y también la gran escultora doña Maruca Gómez, que nos donó la escultura de Rubén Darío que se develizará

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al finalizar el evento”, explicó Fernández. “Quiero aclarar que de ninguna manera ellos están pagando, en el caso de Bianca ella y yo somos amigos desde hace muchos años y es una mujer que tiene muchos méritos para ser invitada de honor, pues es una personalidad en el mundo”. www.elnuevodiario.com.ni/festival-depoesia/277837-40-anos-nacio-inquietud-semanapoetica

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EELL PPO OEET TA A LLA AT TIIN NO OA AM MEER RIICCA AN NO O YYA AN NO O H HA ACCEE LLA AR REEVVO OLLU UCCIIÓ ÓN N CCaarrllooss SSaalliinnaass

La nueva lírica de la región se ha vuelto nihilista e individualista, a contrapelo de la poesía comprometida con los grandes cambios políticos registrados en Latinoamérica Ernesto Cardenal apretó el puño y sacudiendo el brazo en el aire gritó al público que lo escuchaba: "¡Viva Sandino!"La noche era fresca en la colonial ciudad nicaragüense de Granada, sede anual del Festival Internacional de Poesía más grande América Latina. Corrientes de aire provenientes del Gran Lago de Nicaragua zigzagueaban entre la gente, levantando sombreros, erizando los pelos de la piel. Decenas de personas se congregaron para homenajear al poeta revolucionario, posiblemente el último de una casta de creadores latinoamericanos comprometidos con el cambio político en la región. “Soy poeta, sacerdote y revolucionario”, se definió el hombre que en Nicaragua usó la cultura para enfrentarse a la

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dictadura de Somoza. Cardenal obtuvo el año pasado el Premio Reina Sofía de Poesía Iberoamericana. La poesía de Cardenal sigue inspirando a la nueva generación de poetas latinoamericanos, pero la lírica de la región ha experimentado una transformación radical. A decir de escritores y editores, la poesía latinoamericana se ha vuelto individualista, minimalista, nihilista. Los poetas jóvenes han dejado atrás el compromiso político, que caracterizaba a vates como Mario Benedetti o Pablo Neruda, para cantar historias más personales. “La poesía ya no es un instrumento del cambio político como hace 30 años, al menos no de la misma manera”, explicó la escritora Gioconda Belli, también poeta, y quien en abril presentará en España su nuevo libro de poesía, En la avanzada juventud. “Ahora los cambios políticos van a ser mucho más lentos, ya no son procesos románticos, porque las revoluciones eran procesos románticos, heroicos, épicos”, dijo Belli. Los jóvenes han dejado atrás el compromiso que caracterizaba a vates como Benedetti y Neruda En América Latina los poetas alzaron su voz para ayudar a los movimientos revolucionarios que hace treinta, cincuenta años, germinaron en la región. La revolución cubana inspiró a decenas de poetas, que con sus versos apoyaron la caída de Fulgencio Batista. Luego vino la revolución nicaragüense, quedó la épica del Che Guevara, la lucha guerrillera en El Salvador. Ahí estaban los poetas para mover a la gente, para hinchar, sobre todo en los más jóvenes, la idea del compromiso con el cambio político armado. Pero el deterioro de los regímenes revolucionarios, su involución y la llegada de la democracia a Latinoamérica cambiaron la forma de hacer poesía en la región. “La poesía comprometida coincidió con el auge de las revoluciones de los setenta, ochenta; esa poesía tuvo un eco enorme porque estaba identificada con lo que la gente estaba viviendo. Ahora la poesía es más nihilista, es más preciosista, cultiva más la creatura verbal, que es más de consumo entre poetas. Ha habido una desconexión entre la poesía y la gente, lo que tiene que ver con una poesía más individual, más hermética, más cerrada”, dijo Belli.

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Carla Pravisani es una joven poeta argentina, radicada en Costa Rica. Ella participó como invitada en el Festival de Granada, dentro de una nueva generación de poetas de la región. Coincide con Belli en relación a la nueva lírica de la región, principalmente de Centroamérica. “Hay una nueva mirada que no es tan social, sino basada en los pequeños acontecimientos personales que nos definen”, dijo. “Ya no estamos en ese momento político que caracterizó a la poesía”, agregó Pravisani, aunque reconoció el peso y la influencia que poetas como Cardenal tienen en esta nueva generación. “Ernesto Cardenal es una estrella a seguir, como poeta, como ser humano, como persona que se ha dedicado a ser consecuente. Cada proyecto que hace sigue produciendo fenómenos de cambios culturales. Y es ahí como persona donde yo mejor me nutro, en cómo Cardenal ha utilizado el arte como herramienta para mejorar el mundo”, dijo la poeta. Hubo un tiempo en la que la poesía latinoamericana era muy seguida en Europa, aseguró Lutz Kliche, director de Verlagsdienstleistugen, de Alemania, y editor de Cardenal al alemán. “Todos los de mi generación leíamos a Mario Benedetti, pero la poesía en Alemania, y me atrevo a decir que casi en toda Europa, ya no es un género de acogida entre el público. La gente prefiere leer grandes novelas o autores que se leen fácil y rápido. Lo que más se vende es una buena mezcla de tensión, de suspenso, de crimen. La poesía es un género muy difícil”, explicó. Kliche cree que ya termino la época en la que la literatura, y principalmente la poesía, era un instrumento al servicio de los grandes cambios políticos. “En Europa algunos autores se han editado por situaciones circunstanciales, pero creo que van a surgir nuevos escritores y nuevos poetas alrededor de nuevos temas, porque los temas cambian, ahora es la violencia, la pobreza. La literatura no debe ser panfletaria, comprometida, debe dedicarse a los temas de los seres humanos, los grandes temas de la condición humana, que afectan a la vida de cada uno de nosotros”, dijo el editor.

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Kliche cree que la poesía debe aprovechar nuevas formas de difusión, basadas en la música y las nuevas tecnologías. “Las nuevas generaciones, en Europa por lo menos, ya no son tan afines a la poesía, son más afines a la música. Todos los estilos de música abren nuevas formas, incluso literarias, porque creo que la frontera de las distintas expresiones artísticas tienden a desvanecerse y hacerse más permeables, y creo que ahí radica la esperanza de los poetas, de no solo pensar en un libro, sino publicar su poesía en blogs, hacerla más accesibles para un público que no está tan acostumbrado a leer”, dijo Kliche. La escritora Gioconda Belli piensa igual que el editor alemán. Belli aseguró que ve con fascinación cómo una nueva generación de músicos nicaragüenses utiliza el bagaje literario creado por la poesía para hacer arte. “He visto en Nicaragua varias voces importantes, gente que está haciendo cosas nuevas, aunque todavía no se puede decir que exista ya el relevo a nivel tan conocido. Quizá va a tomar más tiempo conocerlos, que en los tiempos en los que el cultivo de la poesía y los libros circulaban a un nivel más amplio, pero la poesía latinoamericana siempre ha tenido un vigor muy especial, aun ahora que la poesía está más concentrada en la interioridad, todavía hay una característica peculiar de la poesía latinoamericana, que tiene que ver con la capacidad que hemos tenido de reflejar eso que llaman la realidad mágica de América Latina, no mágica por bella, sino por exagerada, por loca, por casi imposible, porque viola todas las reglas de la realidad”. http://cultura.elpais.com/cultura/2013/02/26/actu alidad/1361898152_693903.html

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LLA AM MA AD DR REE N NA AT TU UR RA ALLEEZZA AT TEE B BEEN ND DIIG GA A,, H HEER RM MA AN NO OQ QU UEER RIID DO O LLuuccyy O r t i z Ortiz El jueves 20 de febrero del 2013, en un acto de justicia, la Asamblea legislaba de El Salvador nombró Hijo Meritísimo al Poeta José Roberto Cea, honorable luchador por la justicia, la paz y la dignidad; hijo fiel a su patria, confidente de su pueblo, del cual conoce su historia de principio a fin. Sabe de sus quehaceres y pensamientos. Sus anhelos más profundos, sus preocupaciones y temores; lo comprende en todo y por todo esto, sentimos una inmensa dicha, todos tus hermanos estamos disfrutando tu nombramiento, estamos de regocijo. Sabemos que esto no es tu cumpleaños, sino un pasito al cumplimiento de la responsabilidad de los que dirigen la marcha de tu pueblo. Por todo el trabajo que has dedicado y dedicas a tu gente, a la educación en busca de un camino digno. En fin… querido amigo José Roberto Cea, reconocido poeta de nuestro siempre querido El Salvador. Recibe un fuerte abrazo de todos los sures, de la dignidad cultural, de los luchadores por la identidad. José Roberto Cea nació en la ciudad de Izalco, departamento de Sonsonate, el 10 de Abril de 1939. En El Salvador es unos de los autores más prolíficos de la actualidad. Ha escrito poesías, narraciones, novelas, cuentos, teatro, ensayos. De este último género, dos trabajos muy importantes son; uno sobre la pintura y otro sobre el teatro en El Salvador. Algunos críticos señalan que mientras un sector de la poesía hispanoamericana sigue los movimientos europeos, otro sector ha buscado incorporar a la misma un indigenismo más o menos auténtico, sin tratar de caer en la imitación, lo cual se logra percibir en la obra de J. R. Cea. “La poesía de Cea es un tipo de construcción que está marcado por el sello de la originalidad. El país de cada escritor define, sin duda, el lenguaje y José Roberto Cea tiene a su modo de expresarse un rico léxico de palabras de allá, con las que abarca lo telúrico y lo

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mágico, el toque de lo prodigioso, que alcanza el verdadero arte en su esfuerzo por acercarnos a lo inefable”. Es un autor que ha preferido ser americano apoyándose en fascinantes orígenes. Su obra conduce a tomar conciencia de lo nacional. Cea ha ganado muchos premios, entre los principales figura: Premio Internacional de Poesía del Círculo de Poetas y Escritores iberoamericanos de Nueva York, 1965; Premio 15 de Septiembre en Guatemala, 1965 y 1966; Premio Centroamericano de Teatro, en Quezaltenango, Guatemala, 1965; Premio Italia 1972; Primer Premio en el Certamen Latinoamericano de Poesía “Pablo Neruda” en Lima, Perú, 1974; y muchos más. Algunas de sus obras son: Poetas jóvenes de El Salvador (antología poética), 1960. Escenas cumbres (teatro), 1968. Códice liberado (poesía), 1969. Letras I, II y III (Para estudios de bachillerato). Antología general de la poesía en El Salvador, 1971. Mester de picardía (poesía erótica), 1977. Los herederos de Farabundo (poesía); Premio Latinoamericano de Poesía “Ruben Darío”, Nicaragua, 1981. Ninel se fue a la guerra (novela); Premio Froylán Turcios de Novela, Honduras, 1984. Los pies sobre la tierra de preseas..., (poesía) Premio Único de Poesía Certamen Latinoamericano de EDUCA, Costa Rica, 1984. Dime con quién andas y... (Novela). En estepPaisito nos tocó y no me corro (novela); Premio Guatemalteco de Novela, 1989. De la pintura en El Salvador (ensayo) 1986. De la Guanaxia irredenta (cuentos); Premio General Omar Torrijos Herrera en Cuento, del Certamen del Instituto Nacional de Cultura, 1987. Pocas i buenas (antología poética). La guerra nacional (narrativa). El Cantar de los Cantares y otros boleros (poesía), 1993. Teatro en y de una comarca centroamericana (ensayo) 1993. Sihuapil Tatquetsali, (novela), 1997. La generación comprometida (narrativa), 2002. Gracias por darnos la oportunidad de decir, nuevamente, un poquito de la historia biográfica de un legítimo hijo de El Salvador. www.diariocolatino.com/es/20130228/proyecto_cul tural_sur_vancouver/113231/La-Madre-Naturalezate-bendiga-Hermano-querido.htm

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PPO OEESSÍÍA A PPU UR RA A,, CCIIEEN NCCIIA A PPU UR RA A VVííccttoorr H Huurrttaaddoo O Ovviieeddoo Las explicaciones –sus Comentarios– de la poesía de san Juan de la Cruz escritas por san Juan de la Cruz son cien veces más largas que su poesía. Esto confirma que los poetas deberían ser ministros para que al menos ellos nos den explicaciones; prueba también la compulsión de algunos artistas por explicar sus obras. Deberían pensar en los críticos pues, mientras estos padecen por entender la obra, el autor ya la ha explicado. Eso no se hace. “Es un pecado explicar un poema propio”, dijo cierta vez Octavio Paz. “Usted ya ha pecado antes”, le replicó un periodista; es decir, alguien de esa gente que nunca falta. Como fuere, de san Juan de la Cruz pueden decirse dos cosas, una más incierta que la otra: 1) parece que ya no hace milagros porque 2) su milagro supremo es su poesía. En su libro Política poética, el aedo Juan Ramón Jiménez insiste en que son pocos —apenantemente pocos— los vates que son “poetas puros” en el idioma español, y uno de ellos es san Juan de la Cruz; otro, Gil Vicente, quien ya en el siglo XVI se puso multicultural y antihegemónico pues escribió en portugués y en castellano; y, si uno sigue la pista, terminará ante don Juan Ramón Jiménez esperándolo al final de su libro como un autopersonaje. La poesía pura no siempre ha tenido buen ambiente, acusada como ha sido de ser huidiza de la realidad y evasora del impuesto del compromiso social; pero esta condenación no debe preocuparnos demasiado pues va y viene con el tiempo, que no tiene cuándo acabar, y por esto se aburre de sí mismo y se la toma con la poesía pura. Los propios aedos del Romanticismo solían estar felices de languidecer a plazos bajo un balcón punteado de golondrinas, pero algunos de ellos – como Espronceda y Victor Hugo– supieron dar lecciones de civismo en las luchas por la libertad. En cualquier momento de un domingo –como este– cabría preguntarse si del otro lado del arco iris de la cultura –la ciencia– hay un hermano gemelo y lejano de la poesía pura; y quizá lo sea la ciencia pura, soñadora, cavilosa y levitante, a la que

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la ciencia aplicada y la tecnología le esconden los lentes. En Europa, el primer científico puro fue Pitágoras, quien –sin tener dinero– se puso a hacer números; mas los pitagóricos mostraron un lado obscuro, autoritario, en las ciudades que cayeron a sus pies. Más tarde, Demócrito formuló el epítome de la curiosidad científica per se: “Preferiría comprender una sola causa que ser el rey de Persia”; y, para los griegos, Persia era el paraíso alucinante del derroche. En su libro Cuando la ciencia nos alcance, II, 54), Shahen Hacyan menciona la tragedia de Lev Landau, físico soviético fascinado por el “inútil” cero absoluto. “Por defender el ejercicio de la ciencia pura, Landau fue despedido”, dice Hacyan, y poco después fue asesinado por el régimen estalinista. ¿Para qué sirve la poesía pura?, ¿para qué sirve la ciencia pura? “¿Para qué sirve un recién nacido?”, preguntó/ respondió Michael Faraday cuando alguien quiso saber para que servía su “inútil” electrificación de los imanes: nuestra electricidad. Áncora, supl. de La Nación, San José, 24 de febrero de 2013

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N NO O VV EE D DA AD D EE SS U URRD DIIM MBBRREE,, D DEE A U R E L I O A S AURELIO ASIIA AIIN N

M Mééxxiiccoo,, FFoonnddoo ddee CCuullttuurraa EEccoonnóóm miiccaa,, 22001122 Decía Octavio Paz que los poemas breves de Aurelio Asiain son frutos verbales, transparentes. Es cierto: en ellos hay sensualidad, vigor e inteligencia. Los objetos y los lugares urden una trama vital en la que lo breve juega a favor de las ideas, sin artificios. En ello la concisión es sugerente, la ironía y la reflexión alcanzan una contundencia poética que supera la del simple aforismo; incluso alguna elegía destinada a otro poeta no aterriza en el dolor, sino que nos envuelve

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con las palabras más certeras para revelarnos la precariedad natural y la esencia de la vida. La poesía de Aurelio Asiain ha sido reconocida con varias distinciones, desde la juventud del autor. En 1978 obtuvo la Beca Salvador Novo del Centro Mexicano de Escritores. Fue parte del Sistema Nacional de Creadores de 1994 a 1996, y en 1990 obtuvo el III Premio Internacional de Poesía Fundación Loewe. También ha publicado ensayo y traducción literaria. Urdimbre es un entramado de asombros, el hilo maestro es el lenguaje, la poesía: "Soy la lengua y no sabría / de qué modo se escriben los poemas".

M MÍÍSST TIICCA AD DEELL PPO OEET TA A R REEVVO OLLU UCCIIO ON NA AR RIIO O FFrraanncciissccoo JJaavviieerr SSaanncchhoo M Mááss Ernesto Cardenal es quien encarna mejor las dos naturalezas de san Juan de la Cruz: la de poeta y la de religioso

EELL CCÁÁN NTTIICCO OM MÍÍSSTTIICCO O D DEE EERRN NEESSTTO O CCAARRD DEEN NAALL,, D DEE LLU UCCEE LLÓ ÓPPEEZZ--B BA AR RA ALLT T M Maaddrriidd,, TTrroottttaa,, 22001122

El presente estudio sobre la dimensión mística de la escritura de Ernesto Cardenal implica una reinterpretación radical de la obra del célebre poeta nicaragüense, fundador de la literatura mística moderna en Hispanoamérica. Ernesto Cardenal, tan afín a la poética de Ezra Pound y de Walt Whitman, forma escuela no sólo con Teilhard de Chardin y Thomas Merton, sino con Meister Eckhart y san Juan de la Cruz. Todo ello, sin olvidar el asombroso aggiornamento al que el poeta somete su discurso contemplativo, que lo lleva a dialogar con la astrofísica y la cuántica de Einstein y Niels Bohr, con el Tao te Ching de Lao Tzé, con cosmólogos como Boecio o Fray Luis de León, con el enigmático Heráclito y con las ideas evolucionistas de Darwin. No cabe duda de que Ernesto Cardenal es uno de los místicos cristianos más originales del presente, galardonado con el Premio de Poesía Reina Sofía 2012.

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Si se mira bien, no hay otro poeta, de entre todos los clásicos castellanos, que haya influido tanto en la literatura contemporánea como san Juan de la Cruz. Pero aún se necesitan más estudios sobre la huella del autor de Noche oscura en obras tan importantes como las de T. S. Eliot, Paul Valéry, Juan Ramón Jiménez, José Ángel A. Valente o Juan Goytisolo, entre otros. Quizá, Ernesto Cardenal es quien encarna mejor las dos naturalezas de san Juan de la Cruz: la de poeta, y la de religioso y místico. Pero también la del enamorado, la del sensual, y la del perseguido político-religioso. La vertiente mística de Cardenal, mucho menos investigada que la de su compromiso religioso y revolucionario, resulta tan excitante e intensa como las imágenes de un encuentro erótico con Dios. Después de haber recorrido a pie muchas leguas entre Castilla y Andalucía, cimentando la reforma carmelita, san Juan de la Cruz solicitó permiso para emprender el que con toda probabilidad sería su último viaje: fundar el primer convento descalzo en México. Las inquinas de algunos de sus hermanos y la enfermedad le impidieron realizar ese viaje. Agonizando ya en una celda de Úbeda, interrumpió los rezos por su alma y pidió que le leyesen, a cambio, el Cantar de los cantares, a pesar de los problemas que el epitalamio bíblico había causado a quienes osaron traducirlo al castellano del siglo

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XVI. Pero san Juan de la Cruz era un poeta que reivindicaba su relación erótica con Dios, así que no imagino palabras más apropiadas que estas de los primeros versos del Cantar para antes de morir: “Que me bese con los besos de su boca”. Aunque el carmelita descalzo no llegó a pisar nunca tierra americana, hoy contamos con la obra de este discípulo aventajado, compatriota de Darío, su “paisano inevitable”, como lo definió Coronel Urtecho. La concesión del premio Reina Sofía de poesía iberoamericana a Ernesto Cardenal coincide este año con la publicación de un estudio esencial de Luce López-Baralt sobre la dimensión mística de la obra del poeta nicaragüense. La especialista en literatura mística ha sido clave para Cardenal, no solo como interlocutora, al estilo de las religiosas y seglares con las que san Juan de la Cruz dialogaba y a las que dedicaba sus versos más encendidos, sino porque López-Baralt le descubrió la enorme influencia de la mística sufí y de las lenguas semíticas en la obra del carmelita, siguiendo los primeros apuntes de Asín Palacios. López-Baralt se adentra en las consecuencias de lo que le sucedió a Cardenal aquel 2 de junio de 1956. Por decirlo de un modo que quizá resulte demasiado simplista y burdo (siempre fracasaremos al tratar de decir lo indecible): después de aquel día, Cardenal pasa de hacer el amor con las mujeres a hacerlo con Dios. “Yo tuve una cosa con Él, y no es un concepto”, reclama. “Si oyeran lo que digo a veces / se escandalizarían. Que qué blasfemias / Pero vos entendés mis razones. / Y además bromeo. / Y son cosas que los que se aman se dicen en la cama”. A partir de entonces, el corpus de su obra mística, aunque tiene presencia en casi todos sus escritos, se empieza a gestar en Gethsemani, Ky., y en Salmos, pero se concentra principalmente en Vida en el amor (libro de fragmentos de tipo ensayístico tras su paso por el monasterio trapense de Merton); se eleva más tarde en su monumental Cántico cósmico (en particular en sus últimas cántigas); y es esencialmente en Telescopio de la noche oscura (que iba a ser parte del Cántico, pero se publicó independientemente) donde Cardenal describe en versos sensuales su encuentro radical con Dios, que empezó aquel 2 de junio. En Versos del pluriverso y en El origen de las especies se

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prolonga su canto místico y su diálogo permanente con los descubrimientos científicos. El interés por la ciencia (que también le vincula a los místicos) para él supone una magia añadida al misterio del Dios del bosón y de los astros. Y también al Dios de las células o el sexo: “Poeta, Dios está en el coño de las mujeres. / Está en todas partes dice el catecismo. / Pero no está lo mismo en todas partes”. Se ha leído y atendido más al Cardenal del exteriorismo, al de las influencias de Pound, Salinas o Neruda; al revolucionario de Solentiname, al de la bronca legendaria de Juan Pablo II en el aeropuerto de Managua cuando lo tuvo delante (el único ministro sandinista arrodillado), o incluso al de los epigramas a sus antiguas amadas, el del “Al perderte yo a ti tú y yo hemos perdido”. Pero me temo que será su obra mística la que pasará el filtro del olvido. Ya es el principal exponente de la literatura mística de Latinoamérica, y eso lo dota de las virtudes duraderas de los clásicos. San Juan de la Cruz, tras un largo viaje de siglos, pisa tierra. Francisco Javier Sancho Más es periodista, escritor y filólogo. Autor del libro de relatos Si estuvieras aquí (Icaria). Actualmente investiga la influencia de san Juan de la Cruz en autores de nuestro tiempo. http://cultura.elpais.com/cultura/2012/11/15/actua lidad/1353012866_513646.html?rel=rosEP

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Michel Houellebecq, autor de provocadoras y subyugantes novelas, que le han convertido en una controvertida estrella mediática internacional, es uno de los narradores más contundentes y transgresores de las últimas décadas, y también un destacado poeta. Su poesía establece vasos comunicantes con su narrativa, y es un corpus literario imprescindible para construir el mapa completo de uno de los pocos escritores verdaderamente radicales de la literatura

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contemporánea. Este volumen reúne sus cuatro libros de poesía —Sobrevivir, El sentido de la lucha, La búsqueda de la felicidad y Renacimiento— y permitirá al lector adentrarse en las claves literarias de Houellebecq. Rabiosamente anclados en la contemporaneidad, alternando sin complejos verso libre, verso clásico y prosa, estos poemas parten de la observación de lo cotidiano para ofrecernos una mirada subjetiva, implacable, tragicómica y lírica sobre el mundo en el que vivimos.

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Mario Santiago Papasquiaro era un poeta marginal, pero también podría considerarse uno de los mitos de la poesía mexicana: de esos personajes que hicieron todo lo posible por construir una leyenda a su alrededor. Conocía el juego en el que participaba, aunque lo más importante es que más allá de sus actitudes, fue el creador de una obra poética que aún tiene mucho por compartir con los lectores contemporáneos, como se refleja en el volumen Arte & basura (Almadía, 2012), una compilación desarrollada por Luis Felipe Fabre. “Como persona no sé quién fue: toda persona es un misterio y él fue mucho más misterioso. Mi lectura no es la que te pueden decir sus amigos o sus enemigos; la mía es básicamente literaria, y yo creo que Mario Santiago es una construcción literaria hecha por él mismo. “Él se llamaba José Alfredo Zendejas, pero decía que José Alfredo solo hay uno. El Santiago Papasquiaro es un homenaje literario a José Revueltas, a quien admiraba mucho (así se llama el pueblo donde nacieron los Revueltas); él colabora con el mito todo el tiempo, un mito ya previsto en la literatura: la del marginal, el maldito, el de los

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caminos de los excesos”, dice Fabre en entrevista con Milenio. La compilación que Fabre hizo de poemas vertidos, muchas veces garabateados, en forma compulsiva y salvaje por Mario Santiago Papasquiaro en diversos elementos, como servilletas, portavasos, facturas, en los márgenes de libros ajenos y en sus propios manuscritos, contribuyen a definir a un personaje que, más allá de su forma de ser, de sabotear presentaciones de libros o lectura, tenía una actitud ante la vida. “Habría que empezar a entender la leyenda como parte de una obra: yo la llamo como una especie de performance sostenido, y creo que sí, el autor es hijo de sus poemas. Mi lectura de lo que era el infrarrealismo —movimiento al que pertenecía el poeta—, más que desde una perspectiva estética o poética, parte de su actitud vital: una actitud de inconformidad ante el statu quo literario, ante la institución literaria.” Mario Santiago Papasquiaro era una de las cabezas más visibles del movimiento infrarrealista, al lado del escritor chileno Roberto Bolaño — incluso uno de los personajes de su obra emblemática, Los detectives salvajes, cuenta con un personaje llamado Ulises Lima, en referencia al poeta, quien falleciera en 1998, tras publicar solo dos libros: Beso eterno y Aullido de cisne. En Arte & basura se reúne una serie de poemas recuperados de cajas pertenecientes a los herederos de Mario Santiago, lo que permite un acercamiento diferente a una obra en constante diálogo y lucha con su realidad. “Los poemas de Mario Santiago tienen mucho que decir en estos momentos, dialogan con lo que están haciendo los poetas más jóvenes; en los noventa había una crítica hacia la poesía mexicana, sobre todo desde Sudamérica, porque decían que ‘le faltaba calle’. Si uno lee a Mario Santiago, le sobra calle… bueno, no es que sobre, pero aquí hay toda la calle que quieras. “No son correctos los poemas de Santiago Papasquiaro, y justo en su incorrección radica su

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valor”, reconoce Fabre, el compilador del libro; pero quizá hay en el volumen otro aspecto importante: demuestra que en la poesía mexicana hay diversidad, hay formas diferentes: “No solo está la tradición exquisita que solemos ver en la lírica nacional”. www.milenio.com/cdb/doc/noticias2011/a914402d7 da41d1caacdc2d226e3b788

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A nadie debe molestar que Almadía sea una de las mejores editoriales mexicanas actuales (quizá la mejor); Luis Felipe Fabre, un poeta notable y Arte & basura de Mario Santiago Papasquiaro —editado por él— a la vez un buen libro de Papasquiaro y un libro sangrón de Fabre. Recoge poesía inédita de Papasquiaro, uno de los poetas infrarrealistas —aún despreciados— desenterrados porque Bolaño los novelizó, lo que muestra que crítica y academia mexicanista fallan demasiado. Un ismo pasó de noche. Lo interesante del libro es que puso a un discípulo de los Contemporáneos a editar póstumos de un fanático de los Estridentistas. Desgraciadamente, a obra desconocida de Papasquiaro, Fabre —cuya eufonía cultiva la tradición nacional— añadió un prólogo arrogante. Fabre, en lugar de abrirse a una poesía opuesta a la suya, cató desde su elegante estética una poesía contracultural. En el prólogo, al menos cuatro veces declara que compila poesía y “basura”, que elogia ambivalentemente y, a final de cuentas, apachurra. Sobre el infrarrealismo dice: “Resulta difícil definir en qué consistía... tal vez ni ellos mismos lo sabían con claridad”. Si leemos los documentos de la época, su (o)posición es clara. Pero Fabre decide fuchironizar.

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Una y otra vez, reitera que “la obra de Mario Santiago permanece... en su calidad de borrador”, en cuyos textos “descuidados” —que le “sientan bien”— “el trigo no está separado de la paja... el hallazgo deslumbrante aparece rodeado de versos fallidos... arte y basura”. ¿“Arte”? ¿“Basura”? Repite que hay “autocomplacencia y repetición acrítica” en Papasquiaro, de quien determina que “nunca escribió un libro. Escribió sin parar poemas... O versos sin parar. Pero libros no... Su poesía será siempre incompleta”. Al evaluar la marginación de Papasquiaro, Fabre condesciende, como si fuese mero personajazo: “El papel del outsider, del marginal, que Mario supo cumplir a cabalidad”. Caballeroso soslayo históricamente falso y que viniendo de un poeta protegido por de las Letras es soberbia. Fabre coloca su poética —literalmente paceana— por encima de una poética que tiene otra visión; exquisitamente la redime y denigra, en un vaivén que deja a Papasquiaro mal parado, entrelíneas retratado como autor amateur, feral. Y a Fabre como amigo parcial de la paja de los locos y amigo, sobre todo, del trigo canónico. Al leer Aullido de cisne o Jeta de santo (¡editado en España!) de Papasquiaro, lo dicho por Fabre resulta el gusto de un refinado y autonombrado “curador” que usa su pulgar (des)aprobatorio con un poeta que no es una “invención” —como Fabre prestablece— sino un escritor que mezcló metro del DeFe y posmométrica, 1 contrapoeta en-chinga-punketa que suena “mal” a la tradición, afortunadamente. Arte & basura se divide en 2. La poesía mexicana y el infrarrealismo. http://archivohache.blogspot.mx/2013/01/arte-ybasura-fabre-y-papasquiaro.html

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San Juan de la Cruz le da 1 aventón a Neal Cassady en la frontera entre el mito & el sueño. MARIO SANTIAGO PAPASQUIARO

Uno se imagina la calle y la carretera, las noches de Jack el destripador y los días de Jack Kerouac. Uno se imagina que Mario Santiago Papasquiaro y Roberto Bolaño hicieron del Café la Habana un Manhattan providencial, una sucursal de la gran fábrica de la poesía. Bolaño es Kerouac (él hubiera querido ser Allen Ginsberg), Neal Cassady es Mario Santiago. Uno piensa que quizá Bucareli de noche se transforma en el Rothschild Boulevard de Tel Aviv, en la Diagonal terrible de Barcelona que se cruza con la Javier Prado en Lima. Quién sabe. Se fueron por el mundo pero aquellos años juveniles se les quedaron grabados a fuego. Toda literatura surge de la infancia y se completa en la adolescencia: no se deja nunca de narrar la adolescencia. A estas alturas del poema es hasta ingenuo descubrir a Roberto Bolaño, convertido en un santón contemporáneo. Escritores y escribidores, todos han leído a Bolaño y los que no lo han hecho de todos modos tienen una opinión sobre él. Una opinión, por cierto, que suele ser militante y dogmática. Bolañistas y antibolaños son los nuevos bandos de las letras hispánicas. No quisiera sólo hablar de Bolaño. Quien quiera una buena semblanza del autor que se lea la excelente El hijo de Míster Playa de la periodista Mónica Maristain (Almadía). Hablemos de aquellos que le acompañaron en sus años mexicanos. La historia de Roberto Bolaño, Mario Santiago et al (ese et al abarca a todos los poetastros astrosos y bravucones que se hicieron llamar infrarrealistas) se antoja para leerse caminando o en la carretera o en cualquier situación de tránsito porque es la historia de espíritus en tránsito perpetuo.

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Pasajeros en trance, a los infrarrealistas les daba por andar siempre en la calle: del Café La Habana a una fiesta en una azotea, de ahí a un librería de viejo en Bucareli y luego a pelearse en los recitales de Casa del Lago con los poetas güeritos de Octavio Paz, sus enemigos naturales, ontológicos. Y caminar, mucho. Bolaño y Mario Santiago (muchas veces acompañado por Bruno Montané) eran adictos al paseo. Muchachos pobres que robaban libros y caminaban cuando no les alcanzaba para el camión. Es fácil y hasta huevón comparar a los infrarrealistas con los beatniks. La crítica anglosajona que descubrió y endiosó a Roberto Bolaño tras la publicación póstuma en inglés de Los detectives salvajes se ha dado vuelo con ello: que si Bolaño se acabó el hígado a base de alcohol y heroína, que si era un energúmeno, que si orillaba a sus mujeres a la decadencia sexual, moral, física... Nada es cierto. No importa. El Bolaño del éxito era un señor clasemediero de Blanes, Cataluña, padre amoroso, casado hasta su muerte (aunque mujeriego). Fue sus últimos años muy amigo de Javier Cercas, Rodrigo Fresán y Juan Villoro, tres señores muy normales, admirables todos, pero autores de obras mucho más convencionales que las del chileno-mexicanocatalán. La leyenda del Bolaño rebelde y aquellos amigos suyos de juventud sobrevivirá durante muchas décadas (uno quisiera decir que para siempre, pero Bolaño tiene razón: en mil años hasta Shakespeare será olvidado) el mito que él mismo recogió y embelleció en Los detectives salvajes, su obra cumbre, su preciosa novelita imperfecta, su atlas de un DF que va de Lindavista a la Condesa con Bucareli en el corazón, un DF hasta entonces desconocido por la literatura. Pero qué será de Mario Santiago Papasquiaro, el Ulises Lima de Los detectives, el poeta total al que no cuesta imaginarse robando coches compulsivamente como el Dean Moriarty de On the road y llorando en la noche porque el tiempo se va y se va. Del DF se fue a Lima y de ahí a Tel Aviv, Barcelona, París. Regresó a México, se casó, tuvo hijos, se bebió mil botellas y al final murió atropellado.

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Es inexacto decir que Mario Santiago era un poeta, dicen sus fanáticos, que ahora se cuentan por montones. No: Mario Santiago era un poema. Dicen que hasta daba miedo: muy violento, dado a exabruptos, inestable como dinamita. Escribía siempre, todo el tiempo, pero al parecer no tuvo ese impulso, acaso demasiado racional, de publicar su obra de manera sostenida. En vida, solo un par de libritos: como si no fuera nada. Almadía acaba de publicar Arte & basura, una antología de su poesía escrita en servilletas, márgenes de libros, etiquetas de cervezas. Me sigue resultando increíble que esos dos, Bolaño y Mario Santiago, hubieran existido en México y los hubiéramos ignorado. No los reconocimos sino hasta que una novela publicada en España, Los detectives salvajes, nos explicó quiénes fueron en aquellos años. De todos modos, no son ídolos populares en un país que insiste en seguir leyendo Aura de Carlos Fuentes y otras obras muertas hace décadas. El Economista, 25 de febrero de 2013

R RO OB BEER RT TO OB BO OLLA AÑ ÑO O SSO OB BR REE M MA AR RIIO O SSA N T I A G O Y E L I N F R A R R E A L I S M ANTIAGO Y EL INFRARREALISMO O Ahora, de esa primera estadía tan joven en México ¿hay algún personaje de la literatura mexicana con quien tú te relaciones y que te influya de manera importante? De manera importante, importante, Mario Santiago. Para mí es el mejor poeta que he conocido en mi vida, de una capacidad impresionante. Luego Efraín Huerta, con quien tuve una buena amistad y me ayudó muchísimo. Básicamente esos dos: Mario Santiago y Efraín Huerta. Roberto, tu partes de nuevo a México y te incorporas a un actividad más literaria. Viene el tiempo del grupo infrarrealista. Yo sé una definición de estos personajes, medio

intratables, medio salvajes. ¿Santiago estaba contigo en esa experiencia? Santiago y yo fundamos el infrarrealismo. ¿Qué los definía, cuál era la actitud rupturista que en ese momento ustedes asumían? Yo creo que éramos bastante irresponsables y nuestra línea teórica muy incoherente. Básicamente, lo que molestaba mucho al status de la literatura mexicana era que no estábamos con ninguna mafia, con ningún grupo de poder. En la literatura mexicana de aquella época, y supongo que en esta también, siempre ha habido parcelas y clanes, señores de la guerra con sus samuráis y nosotros no estábamos con ninguno. No estábamos con la izquierda, una izquierda stalinista, dogmática, dirigista, una izquierda espantosa, vaya. Ni con la derecha exquisita, que de exquisita prácticamente no tenía nada, una exquisitez llena de polvo. Ni con los vanguardistas, que lo único que les interesaba era ganar dinero y además hacían una vanguardia periclitada hacía mucho tiempo atrás. Nosotros lo que hacíamos era molestar. Recuerdo que alguien, en su único minuto de gran inspiración, llegó a publicar un texto donde decía “Que Bolaño se vaya a Santiago y que Santiago también”, porque no nos aguantaban en México, de verdad, era un odio total, no nos querían para nada. Eso fue el grupo de infrarrealistas. Lo que pasa es que yo cuando me voy de México ya no vuelvo. En cambio Mario se fue de México, estuvo viviendo en Europa y Medio Oriente pero volvió, y a él se lo hicieron pagar caro, pero muy caro. Ahora, después de su muerte, han salido como zetas todo el mundo diciendo que era un gran poeta y que Mario Santiago tiene una obra maravillosa, pero han esperado que muriera. Fragmentos de una entrevista del periodista chileno Fernando Villagrán www.elortiba.org/ms.html

Comité editorial luis alberto alfaro (costa rica)/ cruz benítez/ fabienne bradu/ sergio cárdenas/ luis cortés bargalló/ miguel jorge castillo/ evodio escalante/ julio césar félix/ alfredo giles-díaz/ jesús gómez morán/ armando gonzález torres/ saúl ibargoyen/ josé kozer (eu)/ eduardo langagne/ hernán lavín cerda/ lucía de luna/ floriano martins (brasil)/ josé manuel mateo/ santiago montobbio (españa)/ angelina muñiz-huberman/ jorge ortega (españa)/ armando oviedo/ george reyes (ecuador)/ manuel silva acevedo (chile)/ felipe vázquez/ óscar wong/ elsa zeferino/ editor web: ignacio simal (españa) coordinación: leopoldo cervantes-ortiz/ ricardo hernández echávarri elpoemasem@yahoo.com.mx

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