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[20.03.06]

elpoemaseminal

siete traducciones de “francesca” (e. pound)

www.teologica.org/elpoemaseminal

atisbos EZRA POUND (1885-1972)

Francesca” es uno de los poemas breves de Ezra Pound más traducidos, al menos al español. Forma parte de Personae (1920), uno de sus primeros libros, precisamente de la época en que el autor estadounidense se interesó por la tradición clásica. Aquí se presentan siete aproximaciones ordenadas cronológicamente. Formalmente un epigrama, “Francesca” es una lección de concisión y exactitud, ciertamente términos un tanto extraños para la poesía, pero tratándose de un experimento poundiano, nada ajenas a los postulados estéticos del gran poeta rebelde. ¿Poema de amor? No interesa catalogarlo de esa u otras maneras, pues el efecto que produce su lectura va más allá de las explicaciones superficiales. Adscrito al movimiento imaginista, Pound consiguió crear en este poema un auténtico manifiesto in situ, más allá de consignas y posturas.

testimonios FRANCESCA

YOU

CAME IN OUT OF THE NIGHT

And there were flowers in your hand, Now you will come out of a confusion of people, Out of a turmoil of speech about you. I who have seen you amid the primal things Was angry when they spoke your name IN ordinary places. I would that the cool waves might flow over my mind, And that the world should dry as a dead leaf, Or as a dandelion see-pod and be swept away, So that I might find you again, Alone. Ezra Pound, Collected Shorter Poems. Londres, Faber & Faber, 1990, p. 36. FRANCESCA

SALISTE

DE LA NOCHE

Con flores en las manos. Vas a salir ahora del tumulto del mundo,


De la babel de lenguas que te nombra. Yo que te vi rodeada de hechos primordiales, Monté en cólera cuando te mencionaron En oscuros callejones. ¡Cómo me gustaría que una ola fresca cubriera mi mente Que el mundo se trocara en hoja seca, O en un vilano al viento, Para que yo pudiera encontrarte de nuevo Sola!

Versión de Javier Calvo http://amediavoz.com/pound.htm#FRANCESCA FRANCESCA

SALISTE DE LA NOCHE

Y había flores en tus manos, Ahora saldrás de entre un barullo de gente, De entre un tumulto de conversaciones sobre ti. Yo que te había visto entre las cosas prístinas Me encolericé cuando decían tu nombre En sitios ordinarios. Quisiera que las olas frescas cubrieran mi mente, Y que el mundo se secara como una hoja seca, O como semillas de diente-de-león fuese aventado, Para que pueda encontrarte de nuevo, Sola. Ezra Pound, Antología. Ernesto Cardenal y José Coronel Urtecho, trads. Madrid, Visor, 1983 (Poesía, 93), p. 25. FRANCESCA

ENTRASTE

DE LA NOCHE

Y había flores en tus manos Ahora vendrás de un gentío confuso Y un tumulto de palabras. Yo que te he visto entre cosas primarias Me enojé cuando pronunciaron tu nombre En lugares comunes Desearía que olas frías anegaran mi mente Y que el mundo volara como una hoja seca, O como un cardo despojado de semillas, Para encontrarte de nuevo, Sola.


Isabel Fraire, sel. y pres., Seis poetas de lengua inglesa. México, SEP-Setentas, 1976, p. 20. FRANCESCA

SALISTE

DE LA NOCHE

y había flores en tus manos; ahora surgirás de una confusa muchedumbre, de un tumulto de rumores en torno a ti. Yo que te vi entre las cosas primordiales, me enfurecía al oír que te nombraban en sitios ordinarios. Hubiera querido que las olas frías inundaran mi espíritu y el mundo se secara como una hoja muerta o una vaina de amargón, y lo barrieran lejos, para hallarte de nuevo sola.

Versión de Gerardo Gambolini Ezra Pound, Cantares y otros poemas. Sel. y trad. de Gerardo Gambolini. Buenos Aires, CEAL, 1988. http://miarroba.com/foros/ver.php?foroid=494697&temaid=4223666

FRANCESCA

SALISTE

DE LA NOCHE

Y había flores en tus manos, Ahora saldrás de una muchedumbre, De una confusión de habladurías sobre ti. Yo que he sabido verte entre las cosas esenciales Me enojé cuando pronunciaron tu nombre en lugares comunes. Quisiera que las frías olas fluyeran sobre mi mente, Y que el mundo se secara como una hoja muerta, O como una semilla de diente de león que fuera arrasada, Así tal vez pueda hallarte de nuevo, Sola.

Versión: Agustina Jojärt www.lamaquinadeltiempo.com/poemas/pound01.htm

FRANCESCA

BROTASTE

DE LA NOCHE

con flores en tus manos, ahora saldrás del tumulto, del alboroto de lenguas en cuanto a ti.


Como te vi entre prístinas cosas enfurecí al escuchar tu nombre en lugares comunes. Quisiera que las frescas ondas flotaran sobre mi mente y que el mundo secase cual hoja muerta o como vagina de diente de león y fuera arrastrado para volver a encontrarte sola.

Versión de Guillermo Rousset Banda Ezra Pound, Personae. México, Domés, 1981, p. 23. FRANCESCA

SALISTE

DE LA NOCHE

Con flores en las manos. Vas a salir ahora del barullo del mundo, De la babel de lenguas que te nombra. Yo que te vi rodeada de hechos primordiales, Monté en cólera cuando te mencionaron En burdos callejones. ¡Cómo me gustaría que una ola fresca cubriera mi mente Que el mundo en hoja seca se trocara, O en un vilano al viento, Para que yo pudiera encontrarte de nuevo, Sola!

Diarios. Blog de Arcadi Espada www.arcadi.espasa.com/2005_05_19.php?page=4

zonas SUNSET DRIVE SUITE Jorge Valdés-Díaz-Vélez DE

LAS POCAS MUJERES QUE AMÉ, NINGUNA TUVO

tatuado el nombre al aire, o el brillo de una alhaja pendiente del ombligo ni de un labio. Eran tiempos lacónicos entonces. No había rosas rojas al sur de alguna espalda, ni brazos con espinas y cóccix estampados con negros ideogramas, ni ángeles ocultos y terribles dragones en un pubis de trigo dorado por el sol. Las mujeres tenían cierto aire de tragedia romántica del siglo de los yuppies. Estaban al acecho de todo posible candidato a ser El buen partido, un hombre de negocios


con éxito y futuro, e ilustres apellidos para dar a tres hijos pesados y a una hija que tuviera el encanto y la gracia de su madre. No llevaban tatuajes visibles, ni lucieron un piercing de orgulloso y pulsante desafío. Sus marcas eran otras, más hondos los estigmas grabados en sus médulas con agujas violentas y tintas minerales que no fueron capaces de quitar con la pócima amarga de la vida. Era tiempo bruñido en azúcares de plomo el que lastraron. Ellas buscaban imposibles amores cristalinos en barras de caoba, en salones del tedio o abajo de las sábanas en tránsito hacia el día, igual que las muchachas que muestran sus diseños al viento que destrozan sus pasos de pantera, y miran con el ímpetu tribal de su artificio los ojos inyectados de príncipes efímeros. Las mujeres que amé se aherrojaron con otros, inscribieron alianzas en sus dedos nupciales, y tatuaron sus almas detrás de unos postigos con lentas hipotecas de un sueño que agoniza en alcázares en vela. En su piel hay dibujos de la máscara Revlon antiarrugas, de pobres resultados y ricas fragancias de algo tenue y etéreo, humo de orquídeas, vapores de borgoña, gotas de girasol que dejan al salir del cautiverio. Jorge Valdés Díaz-Vélez (Torreón, México, 1955) es autor de los libros de poesía La puerta giratoria (Premio Nacional de Poesía Aguascalientes) y Jardines sumergidos.

Babelia, supl. de El País, 4 de marzo *****

EL RITMO Y LA IMAGEN ENUNCIATIVA EN JAIME SABINES

Óscar Wong

L

a poesía de Jaime Sabines expresa categorías profundas de la existencia. Y llena vacíos emotivos. Por eso ocurre la identificación plena del espectador con esta obra vigorosa y contundente. Más que homenaje, la lectura de este poeta representa un reconocimiento a su enérgica vitalidad, a su hondura emocional. Y es que, según Octavio Paz, "leer un texto poético es resucitarlo, reproducirlo". Por ende, en la nueva lectura que ahora se hace, florece y se reproduce el universo lírico del poeta de Chiapas. El recorrido va desde su expresión cotidiana de las cosas, hasta llegar a Dios, concebido como eje central de su poética.


La propuesta discursiva de Sabines se basa en la imagen conceptual, con valor lógico desde luego, concatenada a la imagen intuitiva; sus enunciados metafóricos, distantes de los regodeos retóricos o preciosistas de otros autores, también reflejan la evolución temática del poeta. El carácter significativo del Poema, las fluctuaciones de las unidades rítmicas, conforman un agrupamiento cuantitativo que determina su propia naturaleza sonora. Esta necesaria cantidad silábica involucra el saber experimentado, la experiencia emotiva que descansa en la expresión, en los impulsos rítmicos, en los necesarios silencios que integran su expresividad. Asentado en el temor de no ser, Sabines no pretende transformar su poesía en mística teológica ni en un marcado quehacer metafísico. La lengua del poeta —"hostia petrificada"— evoca mitos, convoca símbolos: recurrencia de aspectos sagrados. Aquí la divinidad es, simplemente, una sensación del mundo, de la vida. Aquí la mujer se erige como una presencia primordial, única, ante los acontecimientos del mundo exterior. Entre lo tierno y lo trágico, el poeta enhebra y expresa con energía su condición humana. En la poesía de Sabines la muerte ofrece la verdadera orientación al sentido de la existencia. Y el hombre busca la eternidad en un leve parpadeo, puesto que existir representa, lírica, vitalmente hablando, conciencia de lo que acontece en el cosmos. El sentido de la emoción que se revela de manera explícita en el Poema, surge de combinaciones silábicas, de la significativa integridad dinámica, pero más que nada de silencios. Iracundia verbal, coloquialismo. Vocación para exorcizar las emociones con arrebatado desgarramiento, cual testimonio numinoso, confesional. La realidad del individuo sensible reflejándose en esos versos directos que combinan los diferente territorios de la desolación y la ternura y donde imagen y concepto se estructuran en una unidad única. Y aquí convendríamos en resaltar la persistencia de cierta resonancia cósmica emanada de la materia. Por algo los cabalistas hebreos estiman que el mundo es creación lingüística. Presencia de la metábolé, conversión de algo en otra cosa. Poesía, modificación de la sustancia misma, metamórfosis. Desde el tono confesional inicial, los versos van desgranándose, adentrándose en un territorio único, sagradamente cotidiano. La tierra primigenia y la raigambre espiritual, así como los interiores murmullos de la creación, tienen cabida en la dimensión salmódica del poeta. Aquí también el silencio representa un letargo obscurecido, aterradoramente sacro: el mutismo de la piedra no tocada. La poesía, reitero, está hecha de silencios. Y éste provoca una imagen sonora. De esta manera, el poema resplandece. Si la musicalidad se consigue en virtud de la combinación de sílabas y acentos, podemos inferir que la poesía no es más que la sagrada insonoridad de la memoria."El amor es el silencio más fino", musita Sabines. Y su poesía, sigilosamente, sublima la vida, exalta los deseos. Ritmo e imagen se concilian para conformar un equilibrio ineluctable. Siempre. La imagen como concepto se determina a partir de la revelación emotiva, con repecursiones estéticas de primer orden, sobre todo si consideramos la raíz griega: phainos, revelo, muestro, que involucra al término fanopea, multiusado por Ezra Pound en El arte de la poesía.(1) Así, esta proposición figurativa, que se revela en la mente del espectador, parte de la necesidad expresiva, no por el afán de embellecer al lenguaje. Así, la imagen se convierte en el concepto. Y aquí valdría la pena recordar a Vicente Huidobro, cuando explica la realidad lingüística del poema creado: el poeta chileno indica que el verso “Los pájaros anidan en el arcoíris”, eso, desde luego, no ocurre en la realidad real, puesto que nadie ha visto pájaros empollando en la refracción y reflexión cromáticos de los rayos solares. Y sin embargo el verso tiene una resonancia emotiva, con una repercusión estética


capital. De hecho, lo que en verdad el poeta expresa, de manera creacionista, es que el colorido de los pájaros se establece en el arco que presenta los siete colores del espectro, por lo cual el contenido es exacto, con el equilibrio señalado entre la imagen y el contenido. El aspecto formal se fundamenta, necesariamente, en una categoría estética. Sin ella, los textos son simples palabras, textos que buscan un centro vital. La emoción, desde los tiempos aristotélicos, determina el ritmo. Hay ritmos pausados, contemplativos. Pero también existe la expresión contundente, reveladora, como del mar frente a las rocas. Horal, por ejemplo, contiene otros poemas sólidos, sinceros, transparentes, perdurables.(2) En Sabines se advierten diversas actitudes fácilmente identificables: el de la intención sensitiva por cantar la emoción, descubriendo el mundo a cada instante, y el autor que cae en el ánimo desmitificador, en el tono desgarrado, en la inconsistencia formal, aunque siempre busca ofrecer, generosamente, su íntima singularidad sensitiva. Un Sabines que testimonia la creación del Universo y el otro que presencia con impotencia el aguijón de la muerte cotidiana.(3) Belleza e iluminación, instantes terriblemente desoladores, resplandecientes, impresionan y conmocionan. Por supuesto que estudiar la obra de un escritor es tanto como reconocer en él las propias preocupaciones y particularidades. Acaso es hacerle un guiño al lector que atisba, gozoso, desde las parameras del espíritu. ¿Por qué leer a Jaime Sabines? Y la respuesta se revuelve impacientemente intransigente: Porque en él observo, con justeza, la emoción de ese Yo poético trascendiendo su propia particularidad a partir de su visión singularizada del mundo. Busco a Sabines porque en gran parte de su discurso expresivo también reconozco mi intención particular, mi propia propuesta estética: invocar la existencia, conjurarla, exaltarla, como símbolo de transitoriedad. El rito de la lectura es individual, aunque a veces se comparta con otros fieles oficiantes. Cada obra complementa la búsqueda emotiva, espiritual; llena espacios anímicos, exterioriza la necesidad interna, intensa. Invariable, decepcionante en ocasiones, Sabines ha conseguido momentos luminosos de conmoción intensa, a través de una técnica que concilia el verso directo, con un ritmo enteramente estético y expresivo. Sabines logra significar, perpetuándolos, vigorosos instantes de su existencia, padeciendo el dolor y el desgarramiento, como ocurre en Algo sobre la muerte del mayor Sabines, o bien enhebrando la virtual confesión a la conciencia-hijo que es Tarumba. Por experiencia, Sabines sabe que la vida representa un concepto concatenado a la extinción. Vida y muerte constituyen una relación real, presente en todos los seres. Un poeta que exalta el cuerpo de la mujer y canta al amor, un hombre que, por lo mismo, se angustia ante la presencia de la degradación de la carne, ante el dolor mismo. Un poeta corporal, vitalista, que sabe de tragedias y de ternuras. Su poesía es una virtual indagación sobre la travesía que el individuo realiza internamente, buscando el objeto de su deseo de perpetuidad: la mujer, el amor, el erotismo. Corazón de la vida, de la muerte, de la existencia ulterior, la mujer representa el centro del cosmos: deidad que musita o aterroriza al cantor. La que excita e incita a obedecer. En este contexto se explica la función del poeta, la mujer y su relación con el Universo, con Dios. Entre lo tierno y lo trágico, el bardo chiapaneco enhebra con vigor y expresividad la condición humana y responde, con su obra, a la eterna interrogante: ¿por qué estamos en el mundo? De esta manera, la poesía de Sabines revela con sabiduría, categorías profundas de la existencia. Del amor a la muerte, el discurso lírico en Sabines va de la mano de su desarrollo y expresividad. Sus temas evolucionan sólo en cuanto a la intensidad. Certero, equilibrado en sus primeros libros, el poeta va intensificando su pasión por la existencia. Del estallido verbal, de la descripción erótica-amorosa, de la busca incesante de la Mujer —así, con mayúscula inicial—, del rechazo instintivo de la extinción,


Sabines se instala en el centro de su particular universo para dialogar dolorosamente con él mismo y con sus semejantes. El amor en tanto exaltación de la existencia; el desenlace como requisito para asegurar la supervivencia, en tanto que somos seres discontinuos.(4) Vitalidad y degradación carnal. Esta visión de la realidad circundante es, desde luego, crudelísima, lacerante, pero real. La expresividad emotiva de la poesía de Sabines se determina por la serie de recursos estilísticos que utiliza, basándose en el conocimiento del verso hispano. Acentos, pausas y cesuras. Y figuras de dicción y de pensamiento, apoyándose en la locución directa: símiles, metonimias y sinécdoques no son recurrentes en el autor, mas cuando las utiliza lo hace justamente como una necesidad, no como un artificio retórico. La métrica —por lo general endecasílabos y heptasílabos— es a veces desarticulada: versos irregulares cuando son agudos y esdrújulos con apoyos de encabalgamientos para completar la medida. Las construcciones gramaticales son homogéneas, cotidianas (sujetoverbo-complemento), con pequeñas variantes. Casi nunca recurre al hipérbaton. Una constante: el uso de gerundios y participios. Para lograr los apoyos rítmicos, también utiliza la asonancia y, de cuando en cuando, versos pareados. En el verso libre de pronto aparece la rima imperfecta y algún endecasílabo en su respiración, como si el autor intencionalmente deseara apartarse de la perfección formal. Básicamente Sabines se deja guiar tan sólo por el impulso emotivo: el poema es como un chorro de luz que surca raudo y de pronto estalla en chispas de colores. Un océano luminoso que deslumbra y enceguece; con perplejidad admiramos esta eclosión de golpes rítmicos con acentos coloquiales. Las condiciones que marca Jean Cohen a la lengua poética para diferenciarla de la prosa, son claramente marcadas en la lírica de Sabines: la respiración, el ritmo y la intención son definitivos en su verso.(5) El matiz emocional es, ciertamente, lo que provoca esa fuerza asimilativa que provoca el efecto estético. Esta dinámica articulada se apoya, necesariamente, en la acentuación, en la organización fónica del discurso en tanto aspecto estructural. Cohen precisa que la diferencia — “desviación” es el término que utiliza el autor — de la poesía con respecto de la prosa, estriba en los niveles fónicos, sintácticos y semánticos, de ahí que la función poética aparezca con estos tres niveles lingüísticos, aunque alcance preponderancia en el nivel semántico, la distinción sonoro-gráfica del verso se hace patente en el primer nivel.(6) Al respecto, Cohen explica lo siguiente: “Una página en verso se distingue al primer golpe de vista de una página en prosa por su composición tipográfica. Después de cada verso el poema continúa en la línea siguiente. Cada verso está separado del siguiente por un blanco que va desde la última letra hasta el extremo de la página”.(7) En cuanto al siguiente nivel, Cohen establece que la acentuación rítmica en el verso rompe la norma fónica del lenguaje usual, puesto que en la prosa —incluso en la poética, y aquí hay que precisar que Sabines recurre al verso en prosa con frecuencia—, las pausas de sonido coinciden con las unidades de sentido. La explicación la ofrece el propio Cohen: La frase es una unidad a la vez por el sonido y por el sentido. Pero esta doble definición sólo es posible cuando el lenguaje asegura el riguroso paralelismo entre las estructuras sonoras y semánticas. En consecuencia, no es válida más que en prosa. En el verso esta doble definición es inaplicable. Para que sea aplicable es necesario que la cadena verbal permita su división por ambos factores en los mismos puntos, que es lo que ocurre en la prosa. En el verso se rompe el paralelismo: lo que ofrece un sentido completo, es decir la frase, no queda comprendida entre dos pausas; y lo comprendido entre dos pausas, es decir el verso, no ofrece un sentido completo”.(8)


La diferencia rítmica en el verso, al igual que la selección y combinación de palabras, figuras de construcción y de pensamiento, por ejemplo, le dan el carácter definitorio al poema. En Sabines ocurre lo anterior, lo cual acerca el sentido comunicativo de su lenguaje: el discurso enunciativo, con los apoyos rítmicos, predomina frente a los tropos; esta característica ya fue señalada por Cardoza y Aragón: “Acentos distintos, muchos ecos; pero hay una voz, un fulgor Sabines ( sic) por encima de todo y, principalmente, en lo que podría antojarse de mal gusto. De inmediato pensamos en lo de ´mal gusto´. Lo importante es su sensibilidad, el ímpetu, su gran temperamento poético. Y entonces lo que se antojaría mal gusto se descubre que son aristas que nos orientan para conocer la sustancia de sus ásperos cantos rodados y sus nubes...”.(9) Cardoza y Aragón intuye algunas peculiaridades en el verso del autor estudiado: “Sabines se revela siempre: su dificultad para decir lo que le desborda, el exceso de su amargo deslumbramiento. Penetramos dando tumbos, tropezándonos en sus versos, más sintiendo un pulso propio y profundo”.(10) El poeta de Chiapas, de acuerdo con este juicio, no busca la excelencia formal, puesto que no es un estilista brillante y apenas explota la función semántica-sintáctica del lenguaje, aplicando las pausas y cesuras del verso —y a veces la intensidad silábica y la acentuación—, para destacar el aspecto sonoro. El poeta olvida la función valorativa de la lengua poética (emotiva, connotativa) y le proporciona una intención referencial, propia del discurso comunicativo. A esto denomino imagen enunciativa. Notas E. Pound, El arte de la poesía. México, Joaquín Mortiz, 1970 (Serie del Volador), 131 pp. "El estilo es el punto de partida de todo intento creador; y por eso mismo, todo artista aspira a trascender ese estilo comunal o histórico. Cuando un poeta adquiere un estilo, una manera, deja de ser poeta y se convierte en constructor de artefactos literarios", destaca Octavio Paz en El arco y la lira. 2ª ed. México, FCE, 1953, p. 17. Sabines acaso abusa de su estilo y limita su capacidad innata para transfigurar el lenguaje literario 3 Cf. Marco Antonio Campos, "Jaime Sabines; por la vida y por la muerte", en Señales en el camino. México, Premiá, 1983, p. 52. 4 Cf. Georges Bataille, op. cit., passim. 5 Cf. Jean Cohen, Estructura del lenguaje poético. Madrid, Gredos, Madrid, 1970. Apud, Esther Hernández Palacios en La poesía de Jaime Sabines, Universidad Veracruzana, Xalapa, Ver., 1984, passim. 6 Ibid. op. cit. 7 Ibid, p. 35 8 Op. cit., ibid. Apud, Esther Hernández Palacios en La poesía de Jaime Sabines, Xalapa, Universidad Veracruzana, 1984, passim. 9 Véase “Jaime Sabines”, en Círculos concéntricos. Xalapa, Universidad Veracruzana, 1967 (Cuadernos de la Facultad de Filosofía, Letras y Ciencias, 38), p. 225. 10 Ibid., op. cit. 2

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