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artículos/ ensayos/ noticias _________________________________ Proyecto de elpoemaseminal para conmemorar y dar seguimiento puntual a los textos, celebraciones, actividades y todo lo relacionado con el centenario del nacimiento del poeta y ensayista Octavio Paz Lozano, Premio Nobel de Literatura 1990, en México y por todas partes. Se trata de una recopilación permanente de publicaciones. En 2014 también se conmemoran los centenarios de Julio Cortázar, Efraín Huerta, José Revueltas y José Revueltas, todos ellos amigos cercanos de Paz.

COMITÉ

EDITORIAL

Sergio Cárdenas Adolfo Castañón Leopoldo Cervantes-Ortiz (coord.) Julio César Félix Ricardo Hernández Echávarri Eduardo Langagne Santiago Montobbio Angelina Muñiz-Huberman

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Christopher Domínguez Michael EL PRESENTE DE OCTAVIO PAZ 3

Braulio Peralta P AZ POR P AZ 4

Gonzalo Maldonado Albán N OTA URGENTE : LEER A PAZ 5

Germán Martínez Cázares O CTAVIO PAZ Y EL PAN

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Evodio Escalante PAZ, HUERTA Y REVUELTAS 10 Rubén Vargas V IDAS PARALELAS : OCTAVIO PAZ Y N ICANOR PARRA 13 Manuel García Verdecia O CTAVIO PAZ O LA LUCIDEZ RADIANTE

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17 Winston Manrique Sabogal 2014, EL AÑO DE O CTAVIO PAZ Y JULIO C ORTÁZAR 19 José Andrés Rojo O CTAVIO PAZ: BUSCAR ENTRE LÍNEAS 20 Carlos Rubio A BRE V ILLORO FESTEJOS POR PAZ EN ESPAÑA 21

11--1155 ddee eenneerroo ddee 22001144 qquuiinncceennaarriioooopp22001144@ @ggm maaiill..ccoom m

Sac-Nicté Calderón RECORDAR A O CTAVIO PAZ 21 Fidel Herrera Beltrán O CTAVIO PAZ LOZANO: EL POETA Y LA GRANDEZA DEL ALMA MEXICANA EN EL CENTENARIO DE SU NATALICIO


artículos

Hace 15 años, Gabriel Zaid publicó en la revista Letras Libres un artículo titulado “El futuro de Octavio Paz”, texto que además de dar las recomendaciones que el sentido común (y Zaid sabe, como pocos, que es el menos común de los sentidos) indicaba necesarias para la lectura y difusión de la obra del poeta tenía, me parece, una segunda intención, la de invitarnos a reflexionar sobre en qué medida somos responsables de la posteridad de un clásico. ¿Debemos dejarlo un poco a la intemperie para que el tiempo le haga justicia (o lo ajusticie) o sus lectores hemos de empeñarnos en defenderlo, curarlo, darle mantenimiento? El tiempo es el supremo juez, me respondo a mí mismo, pero mientras llega su veredicto (si es que ha de llegar como última instancia, ateniéndonos a la escatología cristiana), los lectores y los críticos debemos hacer nuestra tarea. Si no creyera en la necesidad y en la virtud de hacerla, no sería yo crítico literario. * Octavio Paz cumple 100 años de nacimiento el próximo 31 de marzo. El Fondo de Cultura Económica publicará una nueva edición de sus obras completas, más accesible y que hará concordar a la anterior

publicada en México por esa misma casa con la definitiva, terminada por Galaxia Gutenberg/Círculo de Lectores, en Barcelona, en 2004. El Conaculta, a su vez, organizará, entre otras actividades, un coloquio internacional que demostrará la vigencia de la obra de Paz, un clásico moderno desde hace casi 60 años cuando publicó El arco y la lira y Piedra de sol. También hay una comisión de diputados federales al parecer decidida a meter el hombro en los festejos, esperemos que obedeciendo a los que saben (el FCE, el Conaculta) y no adornándose con iniciativas chabacanas y domingueras. Finalmente, en la Ciudad de México, la llegada a la Secretaría de Cultura del poeta Eduardo Vázquez Martín, con una larga y exitosa experiencia práctica en la gestión cultural, es alentadora para que el centenario de Paz (y los de sus amigos y estrictos contemporáneos del año 1914 Efraín Huerta y José Revueltas, nacidos en Silao y en Durango, pero vecinos consuetudinarios de una ciudad abierta, la nuestra) sean memorables. Lo primero es que la ciudad de Paz, a la que dedicó varios de sus poemas mayores, se llene de sus poemas. Vázquez Martín sabrá cómo hacerlo. * A mí no me molestan los símbolos y creo que a Paz le importaban mucho. Creo que una calle importante de la ciudad (y no un pedazo de puente para automóviles en Santa Fe) que él festejó y festinó, debe llevar su nombre, sea en Mixcoac, el solar de su familia y no su sitio exacto de nacimiento (que fue la pequeña calle de Venecia en la Juárez), en las inmediaciones del Antiguo Colegio de San Ildefonso donde estudió en su inolvidable Escuela Nacional Preparatoria o en la Colonia Cuauhtémoc, donde vivió desde que regresó a México en 1971 hasta dos años antes de su muerte. * También debe corregirse la lamentable, por mínima, casi clandestina, mención de su nombre en el Memorial del 68 en Tlatelolco, noble empresa de la UNAM, sólo manchada por el escamoteo del nombre de Octavio Paz. No sé cuántos empleados públicos tenía el Estado mexicano el 2 de octubre, pero hasta donde sé el único que renunció protestando contra la masacre fue Octavio Paz, embajador en la India. Y quien revise la hemerografía internacional de aquellos días corroborará que el movimiento estudiantil (su brutal desenlace) sólo opacó los preparativos de las olimpiadas gracias a la combinación

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entre la matanza y la sonora y resonante renuncia de Paz. A la SRE, más allá de si le corresponde abrir el proyectado Instituto Octavio Paz en el extranjero, le tocaría declarar que, con su gesto, el poeta dignificó a un servicio exterior de suyo pleno en inteligencias fecundas y que fue, según lo documentan sus propios expedientes, un diplomático ilustre no sólo por su dedicación de un cuarto de siglo al trabajo sino por la dignidad con que renunció a él. * Pero todos estos reconocimientos y festejos, reparaciones y desagravios podrían no ocurrir y nada le pasaría, que fuese grave, a la obra de Paz. En su presente póstumo encuentro, empero, algo que me preocupa: en vida de Paz decían sus muchísimos enemigos ideológicos que valía como poeta pese a sus ideas políticas. Caído el Muro de Berlín en 1989, los mismos, condescendientes e inverecundos, le restaron importancia a su insistencia antitotalitaria de 40 años y la calificaron de obvia, de ordinaria. * Hoy día (no por predecible es menos triste) he escuchado decir a profesores que lo frecuentaron que en realidad Octavio era un poeta y que la política fue para él cosa secundaria. En efecto, en sus escasos momentos de desánimo, Paz incurría en la coquetería de decir que sólo

aspiraba a que de su obra quedasen, como de la Antología palatina, un puñado de versos. Pero casi todos los poemas largos de Paz son viajes entre el lecho de los amantes y el patíbulo de los ideólogos, dramas polares entre el erotismo y la historia, que para el poeta mexicano encarnó, en el siglo veinte, en el totalitarismo. Así como no se puede entender la Divina Comedia sin el catolicismo medieval, ni el Canto general de Neruda sin el comunismo, ni los Cantares de Pound sin el fascismo, es imposible leer al poeta Paz aislando, por pretendida higiene pública o desafección política antes oculta, su pasión antitotalitaria. * Si su principal personaje poético es la mujer y su ser natural más amado fue el árbol, también son esenciales, en su obra, el tirano y el inquisidor, el arrepentido y el disidente, o el campesino esclavizado por el dinero, esa abstracción para Paz, detestable. Hoy, como ayer, es legítimo y es estimulante disentir de las ideas políticas de Octavio Paz. Lo que a mí me es intolerable es pretender la mutilación de la unidad de una obra. www.am.com.mx/notareforma/5244

A Juan Wörner Baz (D.E.P.)

Un Bartolomé de las Casas que defiende a los indios de la dominación española es admirable. Trostski cuando escribe La revolución traicionada, es ejemplar… Vengo de una familia muy antigua en México, y mi abuelo, Ireneo Paz, y mi padre participaron en la vida política. Es un poco por herencia esta vocación, pero no hay que confundir acción política con vocación política… Tengo opiniones políticas y las expreso: eso es todo”. Octavio Paz cumple 100 años el 31 de marzo. A ver si ahora la izquierda se da la oportunidad de encontrar el lado izquierdo del poeta y lo reconoce porque, dijo: —Nací con la izquierda. Me eduqué en el culto a la revolución francesa y al liberalismo mexicano. En mi juventud hice mía la gran y prometeica tentativa comunista para cambiar al mundo… Lo que hoy

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llamamos izquierda comenzó en el siglo XVIII como un pensamiento crítico. La gran falla de la izquierda es que una y otra vez ha olvidado su vocación original, su marca de nacimiento: la crítica… No he sido ni soy más incómodo que Trotski, visto como un verdadero demonio… Cuando recibió el Nobel de Literatura en 1990 habló del reparto de tierras: parecía que hablaba para Enrique Peña Nieto. Dijo: —El ejido es bueno, pero hay que darles autonomía a los campesinos, sometidos económica y políticamente, permanentes menores de edad: de la monarquía española, de la iglesia… La revolución mexicana restauró las Leyes de Indias con la Reforma Agraria… Parte del poderío del PRI se debe a ese monopolio sobre los campesinos: Hay que devolverles a los campesinos la propiedad de la tierra. Tampoco estuvo de acuerdo con el subcomandante Marcos sobre las autonomías indígenas: —En México no ha habido nunca “reservaciones” para los indios. Hay que satisfacer las justas demandas de las comunidades con el resto de la sociedad mexicana, no hay que apartarlas y segregarlas. Esto último sería un arcaísmo suicida… Sería traicionar un proyecto nacional… México no es una confederación de naciones. Ahora que releí mi libro El poeta en su tierra. Diálogos con Octavio Paz, de 1996, quedé perplejo con las respuestas del poeta entrañable:

—En un poema, Elegía interrumpida, me pregunto, “¿soy el final de mis errores?”… Soy humano, una criatura falible… No cierro los ojos a la muerte, quiero tenerlos abiertos. Filosofar es prepararse a morir… Paz vive. www.milenio.com/firmas/braulio_peralta/Paz_18_226357398.html

Este año que empieza conmemoramos el centenario del nacimiento de Octavio Paz, uno de los escritores más universales que ha tenido América Latina. En la poesía y en los ensayos de este intelectual mexicano uno encuentra referencias permanentes a culturas, ideas, libros y autores de Oriente y Occidente. Se trata, a mi modo de ver, de una obsesión que tiene este escritor por ponerse en los zapatos del otro y vivir la vida desde perspectivas diferentes, a veces diametralmente opuestas a la suya. Experimentar al otro le permite a Octavio Paz no sólo apuntar las diferencias que los hombres tenemos entre nosotros sino, sobre todo, subrayar los elementos que tenemos en común. De esta forma, su obra poética y ensayística es una suerte de portal que retrata lo peor y lo mejor de la condición humana. La iracundia es uno de los defectos humanos que preocupa a Paz. Esa ira, a veces disfrazada de hambre de justicia pero que es, más bien, deseo de venganza le intriga especialmente al autor de Libertad bajo palabra. En su juventud, Octavio Paz también fue seducido por la furia revolucionaria que pusieron en marcha los bolcheviques; él también soñó con ser héroe y mártir de la revolución. Pero más tarde, gracias a sus abundantes viajes y lecturas, se dio cuenta que esa ira incontenible que desataba el pensamiento revolucionario sólo producía abusos iguales o mayores que los que se querían erradicar originalmente. Paz no quiso que América Latina repitiera el dramático destino económico, social y político de la Unión Soviética. Así que se enzarzó en un intenso debate con la izquierda revolucionaria latinoamericana de los años 70, aquella que creía —y sigue creyendo— que la violencia y el autoritarismo pueden traer justicia social.

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Polemizó como los grandes, a través de su revista Vuelta, publicando ensayos, críticas, reseñas y comentarios, no sólo suyos, sino de importantes pensadores y escritores contemporáneos. La introducción de Leszek Kolakowski, el filósofo polaco de Oxford que explicó, como pocos, el germen tiránico que anida en el pensamiento marxista, es una de las contribuciones más importantes y duraderas que hizo la revista de Octavio Paz. Una buena introducción a la vida y obra de este poeta está en Redentores, el libro de perfiles históricos escrito por Enrique Krauze. En aquellas páginas brilla nítidamente la sensibilidad moral que le permitió a Paz identificar anticipadamente —al igual que Orwell y Camus— los riesgos de justificar actos violentos, abusos o ilegalidades en nombre de una idea o de un proyecto político. En el Ecuador de hoy necesitamos leer la obra de Octavio Paz. El centenario de su nacimiento puede ser una buena excusa para reflexionar sobre sus ideas. www.elcomercio.com/gonzalo_maldona do/Nota-urgente-leerPaz_0_1064893571.html

“El PAN tiene una carencia grave, capital" —dijo Octavio Paz en una sentencia con sorprendente

actualidad— “por la falta de un programa no logra conquistar a los intelectuales, ni atraer a los profesores, ni a los estudiantes de las universidades”, y remató: “los intelectuales han sido y son el gran fermento político y moral de la Edad Moderna, sin ellos se pueden ganar votos pero no cambiar una nación” (Obras completas. FCE. Tomo 8, p. 404). ¿Así o más claro? En este año, centenario del natalicio de Paz, el PAN renovará su dirigencia nacional. ¿La contienda será un pleito personalista para exhibir su pudridero? Los panistas y millones de votantes merecen un debate franco sobre el nuevo rumbo del partido. Mostrar más aprecio por el talento que por el acarreo. Otros veredictos del Premio Nobel siguen vigentes. Quizá valga la pena exponerlos, pero la condición necesaria para redibujar al PAN es una crítica auténtica —“a la intemperie”—, que cierre la puerta a la mentira, la simulación, la apariencia y el cuidado de formas huecas, todas, “máscaras” retratadas por Paz en El laberinto de la soledad, y vergonzosamente cultivadas en un partido donde nadie debate, pocos dialogan, muchos cuchichean y otros chismean para mancillar a sus propios compañeros. El aliado es "digno", el adversario, "maloso". También deberá admitir la flexibilidad de sus tesis. "El único valor absoluto en política es la eficacia" (Ídem. p. 152). No engendra ningún entusiasmo la “simplificadora” manera en que los panistas recitan y reciclan su ideología, sin traducirla a un programa coherente y atractivo de gobierno. Inventar con imaginación una nueva modernidad panista, sin anclas fanáticas, debe ser la ruta. Con la veneración a las imágenes apolilladas de su pasado, sin duda heroico, no regresarán a Palacio Nacional. El PAN logró sus primeras victorias porque, según Paz, "no se presentó como un don caído del cielo universal de las ideologías, ni como un enviado del Gran Señor de México-Tenochtitlán" (Ídem. p. 404). Ni personajes soberbios, ni verdades absolutas; sólo rumbo para un horizonte realizable. ¿Hacia dónde?, el poeta lo dijo: el PAN “Debería modernizar y actualizar la tradición conservadora de México, viva todavía después de un siglo y medio de improperios e intolerancias de jacobinos y revolucionarios. Es una tradición que es parte de nuestra historia y que posee aspectos y personalidades admirables” (Ídem. p. 412). Y provocó: “Lucas Alamán no es menos central para México que Benito Juárez” (Ídem. p. 389). Sin embargo, el PAN prefirió engordar al “ogro filantrópico”, o para ser justos: domesticó al "ogro" al contribuir a su democratización, control y transparencia; pero se dejó encantar por

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las sirenas de la “filantropía” estatal. El PAN hizo lo mismo que el PRI y PRD: confundió gobernar con halagar al ciudadano, además, levantó "pirámides" humanas cimentadas en lealtades partidistas a cambio de recompensas, y en cuyo vértice reina un amo “especialista en la manipulación de masas” (Ídem. p. 300), que intoxicado por el gasto social busca el gobierno. Paz criticó a la izquierda entrevista de Carlos Castillo Perazapor “imponer la comunión obligatoria... e instalar la superstición y la esclavitud” (Ídem. Tomo 15. p. 229). Eso es exactamente lo que el PAN ha hecho con muchos de sus miembros activos: gavillas cautivas de asalto interno, para participar en la filantrópica encomienda de subastar su voto. El PAN debe dejar de ser una aglomeración rendida a los pies de un ogro sexenal o trianualmente ordeñado. Frente a la quimera comunista Paz optó por la libertad. (Por cierto, dudó del Estado para administrar el petróleo. Ídem. Tomo 9. p. 427). Denunció a los líderes castristas. Confió en la sociedad abierta. Por eso sus enemigos -los mismos del PANlo vilipendiaron. Octavio Paz les ganó la batalla de la trascendencia. ¿Habrá inteligencia panista para actualizar desde la libertad a la derecha mexicana? Paz vive. ¿El PAN también? www.am.com.mx/notareforma/3653

ensayos

A mediados de 1943, un joven escritor que se había formado y que había tenido sus primeros éxitos literarios en el sexenio de Lázaro Cárdenas (1934-1940), se siente a tal grado asqueado del giro conservador que ha dado la política nacional con la presidencia de Manuel Ávila Camacho y con el subsecuente ambiente de hipocresía y corruptela que domina en lo que él llama “la casta literaria y artística”, que, pertrechado por una beca Guggenheim que recién ha obtenido con el apoyo de Alfonso Reyes, se dispone a dejar el país. Pero no lo hace sin exponer en público su insatisfacción. Sostiene categórico que México se ha convertido en “el país de la falsificación y la mentira”, que los especuladores se enriquecen a costa de incrementar la miseria de “las clases pobres y medias” y que la crítica literaria vive, de plano, una época abyecta. Chantajistas e inquisidores, en palabras de este angry young man, los plumíferos mexicanos “incapaces de realizar una crítica creadora y honrada, ofenden e injurian a todos aquellos que piensan que la literatura no tiene nada que ver con la charla de los loros, con el mugido de las vacas o con las palabrotas de los matones y pistoleros.” Se simula la democracia en lugar de ejercerla. Cada jefecillo o caudillo literario tiene a su servicio “una diligente manada de perros literarios” listos para ladrar y morder a todo aquel que se opone a los caprichos del tiranuelo. Se trata, en suma, de una crisis de la literatura mexicana “que abarca no solo a los pobres pandilleros sino a todos, sin excluir a las víctimas de las injurias y provocaciones de los gangsters.” Los poetas chillan en lugar de escribir poemas, los pintores prefieren redactar manifiestos a pintar cuadros, y hasta los filósofos (supongo que se refriere a García Bacca y a José Gaos) dan gato por

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liebre pretendiendo vendernos su vieja mercancía colonialista en la Facultad de Filosofía y Letras de la UNAM. ¿Y de la novela y la poesía que escriben sus coetáneos, qué dice? Transcribo su ácida opinión: “las divagaciones místico–indigenistas se visten con el ropaje de la novela y hasta del marxismo; anacrónicos Antonios Plazas confunden sus sórdidos conflictos eróticocabareteros con la poesía y pretenden hacernos creer que esa chabacanería de hampones es la expresión del sano espíritu del pueblo…”. Todo sería entendible y hasta compartible en el autor de estas líneas, un joven iracundo llamado Octavio Paz (1914-1998), si no fuera porque en este último párrafo se está refiriendo al narrador José Revueltas (1914–1976), cuya novela El luto humano acababa de ganar el primer lugar en el premio convocado por la Unión Panamericana de Washington, y el consiguiente derecho de representar a México en este concurso, y si no fuera porque el poeta aludido es ni más in menos que Efraín Huerta (1914-1982), sus dos amigos más cercanos de la revista Taller(1938-1941). ¿Cómo saber que alude a ellos, pese a que no menciona sus nombres? Además de que las referencias resultan transparentes, apenas tres semanas antes el mismo Paz había dado a conocer una severa nota bipolar acerca de El luto humano en el periódico Novedades, hospitalario entonces a sus

colaboraciones, en el que condenaba lo que a él le parece un intento frustrado de novela sin dejar paradójicamente de elogiar a la persona que la escribió. José Revueltas, en efecto, le parece talentoso, dotado de fuerza imaginativa y dueño de un vigor y una sensibilidad fuera de serie. Todavía más, reconoce que “es el primero entre nosotros que intenta crear una obra profunda, lejos del costumbrismo, la superficialidad y la barata psicología reinantes.” Lo anterior, empero, no le impide destrozar su texto. Sostiene Paz, resumiendo su juicio: “La novela, como se ve, está contaminada de sociología, religión e historia antigua y presente de México. Otro tanto ocurre con su lenguaje, a ratos brillante, a ratos extrañamente torpe, desaliñado y siempre con un lastre de lirismo sin empleo. También son notables su torpeza para relatar —que nace, seguramente, de esa incapacidad de ciertos escritores modernos para decir las cosas de un modo sencillo— y sus frecuentes confusiones de tiempo y espacio.” No acaba aquí el dicterio. Agrega: “A la novela le falta el sentido del tiempo, de la duración tanto como del suelo. Todo esto contribuye a que la acción deshilvanada transcurra en una atmósfera pantanosa, en la que a veces desaparecen sus fantasmales personajes.” Hay que decirlo de frente: Paz nunca fue un buen crítico de novela, y resulta curioso que le reproche a Revueltas una torpeza para relatar (sic), no saber manejar el tiempo, proponer una “acción deshilvanada” y que sus personajes desaparezcan como fantasmas, comentarios que pareció calcar Alí Chumacero un decenio después cuando reseñó la primera edición de la gran novela de Rulfo, Pedro Páramo. Más injuriante, si cabe, es el juicio acerca de Efraín Huerta. La comparación con el poeta populachero Antonio Plaza (célebre entre otras cosas por su poema “A una ramera”) tiene por supuesto un ánimo denigratorio. Huerta, según esto, confunde los “sórdidos conflictos eroticocabareteros con la poesía” y llevado por sus impulsos populistas quiere hacernos creer que esa “chabacanería de hampones” expresa el “sano espíritu del pueblo.” ¿Qué es lo que provoca esta descarga de moralina? Sin duda, la publicación en revista de “La muchacha ebria”, que Huerta incluiría en Los hombres del alba (1944), considerado por muchos críticos como su mejor libro de poemas. Trascribo el arranque: Este lánguido caer en brazos de una desconocida, esta brutal tarea de pisotear mariposas y sombras y cadáveres; este pensarse árbol, botella o chorro de alcohol, huella de pie dormido, navaja verde o negra; este instante durísimo en que una muchacha grita,

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gesticula y sueña con una virtud que nunca fue la suya. […] Ah la muchacha ebria, la muchacha del sonreír estúpido y la generosidad en la punta de los dedos, la muchacha de la confiada, inefable dulzura para un hombre, como yo, escapado apenas de la violencia amorosa.

Resulta bizarro que este poema que Paz abominaba sea uno de los que le habrá de merecer, treinta años más tarde, la admiración incondicional de la naciente tropa infrarrealista encabezada por Mario Santiago y Roberto Bolaño. Los infrarrealistas, que detestaban con fervor a David Huerta, y a todo lo que sonara a poesía exquisita, no solo adoraban a su padre, Efraín, sino que de algún modo lo “incorporaron” a su empresa de agitación cultural. La publicación del libro de Santiago Papasquiaro, Jeta de santo (Madrid, Fondo de Cultura Económica, 2008) no me deja mentir. Hay ahí cuando menos tres textos de homenaje a “Infraín Huerta (1914–1982)” elevado al rango de mentor y santo patrono del movimiento, como lo prueba este fragmento: Es 1 viejo jipi estalinista/ atlantista & erotómano Encerrado en su semidesnudez & sus libracos No posee joroba Pero sus hijos/ sembrados en el amanecer de los caminos Lo tenemos por sagrado

Menciono, así sea de paso, el “rescate” de los infras, que solían

frecuentar a Huerta en su departamento de Polanco, porque ellos han sido prácticamente los únicos hasta ahora que han reclamado ser no solo los herederos sino los “hijos” de su poética callejera y a menudo ríspida. Vuelvo a la historia inicial. Lo que llama la atención es que ni Revueltas ni Huerta le tomaron rencor a su amigo por estos ataques, ni hay huellas, hasta donde sé, que hubieran respondido a sus críticas. Al revés, siempre le guardaron enorme admiración y respeto. Un breve repaso a Aquellas conferencias, aquellas charlas (UNAM, México, 1983) de Efraín Huerta, permite corroborarlo. De nadie se expresa el Cocodrilocon mayor entusiasmo que de la figura de Paz. De sus años de juventud: “¿Qué era y cómo era? Era fervor puro, inquietud pura; era un alucinado, era un impetuoso, un hombre ardiendo, un poeta en llamas. Era un hombre animado por una pasión, consumido por una pasión.” Empero, es también un torbellino que lo mismo despierta veneración que repudio. Lo registra Huerta en estas conferencias de finales de los años sesenta: “Octavio Paz, como poeta nacido en México, tiene en México sus más feroces y despiadados detractores, al par que sus adoradores más fanáticos. Negarlo tercamente, es tan dañino como venerarlo.” El comentario final no podía ser más elogioso: “Octavio ha cumplido cincuenta y tres años. En estos segundos, en su hora, en su tiempo, es el más joven entre todos nosotros, sus más fieles contemporáneos; es el más joven entre los jóvenes, el más poeta entre todos los poetas de su tiempo.” Habiendo dimitido de la Embajada de México en la India a raíz de la represión contra los estudiantes orquestada por el gobierno de Díaz Ordaz el 2 de octubre de 1968, Paz, en su doble faceta de poeta y ensayista, se convirtió como por arte de magia en el Herbert Marcuse que teníamos a nuestro alcance: un faro moral e intelectual que podía orientarnos en nuestra resistencia contra el poder establecido. Despertaba una fascinación irrestricta en gran parte de los universitarios de aquella época. Anunciarse una lectura de Octavio Paz en el Auditorio Justo Sierra de la Facultad de Filosofía y Letras de la UNAM y presenciar un lleno completo era un símbolo de los tiempos, tan sencillo como esto. Me tocó estar en una multitudinaria lectura que debería tener lugar, precisamente, el 10 de junio de 1971. Estaba por iniciarse el acto cuando Paz anunció que le llegaban noticias de que grupos paramilitares estaban golpeando a los estudiantes en la Ribera de San Cosme, y que este hecho obligaba a suspender el acto. Nunca tuvo entre nosotros un rating como en esa época.

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Las posiciones políticas de Paz, una vez establecido en México, empezaron a identificarse con las de los neoliberales en el poder. Recuerdo mi impresión un día que pasé a saludarlo en su departamento de Paseo de la Reforma a principios de los años 80, ya en pleno régimen de Miguel de la Madrid, y lo primero que me dijo fue: “¿La estamos haciendo bien, no le parece?”. El implícito de su frase, al menos así lo interpreté, es que él se consideraba parte, así sea no oficiosa, del gabinete que entonces gobernaba el país. Este giro que desmentía su anterior posición disidente, por supuesto que afectaba su imagen pública. No es de extrañarse que los mismos estudiantes que lo veneraban en 1971 lo recibieran con rechiflas pocos años después, en mayo de 1977, cuando Hugo Gutiérrez Vega, entonces director de Difusión Cultural de la UNAM, organizó una lectura colectiva en el Palacio de Minería, en la que participarían los poetas más reconocidos del momento: Sabines, Bañuelos, Labastida, García Terrés, el propio Gutiérrez Vega, etcétera. Los poetas entraron en fila a ese auditorio que los aguardaba con expectativa… Cuando Octavio Paz, seguido inmediatamente por Efraín, entró en el lugar, fue abucheado por la multitud. La reacción de Huerta no se hizo esperar: se giró de inmediato y manoteando y haciendo gestos de que nos calláramos (una operación por un cáncer en las cuerdas vocales lo había dejado afónico) logró aplacar las muestras de disgusto. Lo

sorprendente aquí no fue que los estudiantes rechazáramos a Paz, sino que, muy obedientes, nos calláramos ante este decidido gesto de su gran amigo de juventud. En efecto, a Huerta, pasara lo que pasara, siempre le tuvimos ley, como se dice en el norte. José Revueltas, salvo una breve anotación en su Diario, donde a la letra afirma “el pensamiento de Octavio Paz se dispara al aire”, con lo que da a entender que como ensayista, sobre todo en su aspecto filosófico, Paz se deja llevar a menudo por impulsos rapsódicos, mantuvo hasta el fin una relación muy cordial con su compañero de generación. Las otras referencias que existen se remontan a los días en que Revueltas se encontraba en la cárcel de Lecumberri en calidad de preso político, castigado por su participación en el movimiento del 68, por supuesto. Le anota en carta a su hija Andrea: “El domingo pasado vino a verme Octavio Paz. Vino en compañía de Montes de Oca. Como siempre magnífico, limpio, honrado, este gran Octavio a quien tenía más o menos ocho años de no ver o algo así.” Más conocida es la carta pública que le envía Revueltas a Paz desde Lecumberri en 1969. Entresaco un primer párrafo indicativo: “Martín Dozal [este es el nombre del estudiante con el que José compartía su celda] lee a Octavio Paz; tus poemas, Octavio, tus ensayos, los lee, los repasa y luego medita largamente, te ama largamente, te reflexiona, aquí en la cárcel todos reflexionamos a Octavio Paz, todos estos jóvenes de México te piensan, Octavio, y repiten los mismos sueños de tu vigilia.” En el país del siniestro cacique de Cempoala, como se lee en el poema de Paz titulado “El cántaro roto”, esto es, en el México represor de Díaz Ordaz, de Echeverría y de Gutiérrez Barrios, los poemas y los ensayos de Paz son como una lámpara en las tinieblas. Por eso Revueltas añade ahí mismo, en clara alusión a este glorioso poema de La estación violenta del propio Paz: “No, Octavio, el sapo no es inmortal, a causa, tan sólo, del hecho vivo, viviente, mágico de que Martín Dozal, este maestro, en cambio, sí lo sea, este muchacho preso, este enorme muchacho libre y puro.” En medio de la desesperación más espantosa, “cuando ya creíamos perdido todo, cuando mirabas a tus pies con horror el cántaro roto”, parece agregar Revueltas, he aquí que existen los estudiantes rebeldes y he aquí que tus poemas confirman y alientan esta rebeldía. “Hemos aprendido desde entonces —asegura Revueltas ya casi para concluir— que la única verdad, por encima y en contra de todas las miserables y pequeñas verdades de partidos, de héroes, de banderas, de piedras, de dioses, que la única verdad, la única libertad es la poesía, ese canto lóbrego, ese canto luminoso.”

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Teniendo tras de sí una larga carrera como novelista, cuentista, periodista, dramaturgo y guionista de cine, José Revueltas escribirá en Lecumberri lo que es sin duda su testamento y su obra maestra: El apando (1969). Yo había participado como estudiante por esos años en un movimiento popular en contra el gobernador del estado de Durango y había sido secuestrado por elementos del ejército federal, en compañía de algún otro estudiante y de un pintor de brocha gorda al que de cariño apodábamos “Siqueiros”. Desperté en el Campo Militar número 1 y fui interrogado por Miguel Nassar Haro. Entiendo que algunos periódicos dieron noticia de las manifestaciones que había en mi natal Durango, exigiendo a las autoridades que devolvieran a los “desaparecidos”. Como era, y desafortunadamente sigue siendo, la costumbre en la política nacional, estas “desapariciones” forzadas se realizaban al margen de la ley y por decirlo así “en lo oscurito”. Solo el gobierno, en dado caso, podría saber dónde estábamos. Por esas fechas, Revueltas había salido de la cárcel gracias a un indulto de Echeverría y se había internado en el Hospital de Nutrición de la Ciudad de México, con el fin de hacerse unos estudios pues padecía del páncreas. Ahí coincidió con una estudiante de Durango, internada igualmente en el hospital. Se hicieron de plática y Revueltas le preguntó si me conocía. A la respuesta afirmativa de la estudiante, Revueltas le dio un

ejemplar dedicado “de su puño y letra”, como luego se dice, de la segunda edición de El apando, para que me lo entregara al regresar a provincia. Esa dedicatoria fue para mí un regalo muy especial, pues Revueltas no me conocía sino de nombre. Rebosante de idealismo optimista, escribió en la dedicatoria: “Para Evodio Escalante y a través suyo, a los universitarios de Durango —valientes, intrépidos, insobornables. José Revueltas. Febrero, 1972.” Seis años más tarde, Efraín Huerta, cuyos “poemínimos” le habían labrado una nueva notoriedad entre la gallera literaria, me puso esta dedicatoria en un ejemplar de sus 50 poemínimos (Taller Martín Pescador, México, 1978): “Para Evodio, escalantemente poeta, ¡ay carajo! Efraín.” Mi nombre, por cierto, lo escribió con una caligrafía intencionadamente temblona, como si le evocara una película de horror. Sin duda era un tipo sumamente querible. Aunque conversé un par de veces con Octavio Paz, a quien en lo fundamental siempre admiré, nunca me pasó por la mente pedirle que me autografiara uno de sus libros. El cántaro roto (fragmento) Octavio Paz El dios–maíz, el dios–flor, el dios–agua, el dios–sangre, la Virgen, ¿todos se han muerto, se han ido, cántaros rotos al borde de la fuente cegada? ¿Sólo está vivo el sapo, sólo reluce y brilla en la noche de México el sapo verduzco, sólo el cacique gordo de Cempoala es inmortal?

La estación violenta (México, FCE, 1958, p. 50) www.milenio.com/cultura/Paz-Huerta-Revueltas_14_220317972.html

Ambos nacieron en 1914, hace cien años; con escrituras radicalmente distintas revolucionaron la poesía hispanoamericana Uno nació en Mixcoac, entonces un pueblo en los suburbios de la Ciudad de México y hoy uno más de sus incontables barrios, el 31 de marzo. El otro, en San Fabián de Alico, un pueblo cerca de Chillán, en

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la región de Biobío, la puerta del sur de Chile, el 5 de septiembre. Corría el año 1914. Uno creció en una “casa grande / encallada en un tiempo azolvado” a la sombra de su abuelo, un intelectual y escritor liberal, y de su padre, también abogado, apoderado de Emiliano Zapata en tiempos de la Revolución. A Sus 16 años ingresó en la Escuela Preparatoria Nacional, en el viejo palacio de San Ildefonso, en el centro de la Ciudad de México. El otro creció en su pueblo natal —“todo está como entonces, el otoño / y su difusa lámpara de niebla, / sólo que el tiempo lo ha invadido todo / con su pálido manto de tristeza”— junto a su padre, profesor de primaria y músico, a su madre costurera y a sus siete hermanos y hermanas —una de ellas llamada Violeta. A los 18 años se fue a Santiago a terminar sus estudios con una beca de la Liga de Estudiantes Pobres. Uno, en 1933, a sus 19 años, en México, publicó su primer libro de poemas al que puso por nombre Luna silvestre. En realidad fue una pequeña plaquette de apenas 75 ejemplares. De esos poemas su autor diría mucho después que fueron “pecados sin remisión”. Dos años después, el otro, a sus 21, en Santiago, también publicó su primer libro de poemas: Cancionero sin nombre. Se dice que la sombra del Romancero gitano de García Lorca pesa en este libro; lo cierto es que ahí ya está la voluntad de cantar

y contar al mismo tiempo y hacerlo, además, en tono popular. Ahí terminó, para ambos, una vida y se inició otra. Ahí, acaso sin saberlo del todo, comenzaron a ser los poetas Octavio Paz, uno, y Nicanor Parra, el otro. Pero todavía hay algunas cosas más que contar. En 1937, el joven Paz, dejó al mismo tiempo la casa paterna, los estudios universitarios y la Ciudad de México. Recién casado con Elena Garro, se fue a Yucatán, a enseñar en una escuela de obreros y campesinos en el México socialista de Lázaro Cárdenas. Y ese mismo año, en plena guerra civil, marchó a la España republicana como miembro de la delegación mexicana al Congreso Antifascista. Volvió a México y derrochó sus energías en la agitación política y literaria. (Sobre estos años de Paz se puede consultar con mucho provecho Poeta con paisaje. Ensayos sobre la vida de Octavio Paz, 2004, de Guillermo Sheridan.) Más adelante, en 1943, el poeta se fue a Estados Unidos becado. Poco después se incorporó al servicio diplomático de su país. Así comenzó un largo periplo por el mundo que lo alejaría de México por lo menos por diez años. Mientras tanto, el joven Parra, en 1937 ya era profesor de Matemáticas y Física en el liceo de Chillán y había recibido el Premio Municipal de Santiago por su contribución a esas ciencias. En 1943 también Parra se fue a Estados Unidos, becado para estudiar Mecánica Avanzada en la Brown University. A su regreso de ese periodo de formación, se incorporó a la Universidad de Chile como profesor titular de Mecánica Racional. Y el final de esa década, siempre en el camino de la ciencia y la academia, lo encontró en Oxford, Inglaterra, estudiando cosmología. Pero ni la vida diplomática en un caso, ni la vida académica en el otro, los distrajeron de su ocupación y su preocupación central: escribir poemas, buscando por todos los caminos la voz que el mundo que ya cada uno cargaba dentro de sí necesitaba para expresarse. Entonces ocurrió lo que tenía que ocurrir. En 1949, Paz —tenía entonces 35 años— revisó críticamente todo lo que había escrito hasta entonces, corrigió y ordenó ese material en un solo volumen dividido en cinco partes y lo publicó con el título de Libertad bajo palabra. Seis años después, en 1954, en Chile, después de haber guardado silencio durante casi dos décadas, Parra —el físico y poeta tenía entonces 40 años— publicó su segundo libro titulado Poemas y antipoemas.

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Desde entonces nada volvió a ser lo mismo en el ámbito de la poesía hispanoamericana. Pero, para medir los alcances de esta aseveración, es necesario explicar algunas cosas. En los años 20 y 30 del siglo XX, la poesía hispanoamericana vivió un cambio profundo: la irrupción de las vanguardias. En diversas partes del continente, estos movimientos se rebelaron contra el pasado —lo negaron— e hicieron del cambio y, por lo tanto del futuro, los objetos de una nueva religión pagana. A nombre del cambio, los poetas vanguardistas innovaron profundamente las formas de la poesía, rompiendo todos los moldes hasta entonces vigentes —la herencia del Modernismo— y se abrieron a una experimentación que aparentemente no tenía límites. A nombre del futuro, sintieron suyas las utopías sociales y políticas: los paraísos terrenales y terrestres. Estas utopías, con el triunfo de la Revolución Rusa en 1917, dejaron de ser ideas o postulados voluntaristas y se convirtieron en realidades que los pueblos podían alcanzar. La historia al fin estaba al alcance de las manos, y la poesía se comprometió con ese destino histórico que parecía inexorable. Altazor del chileno Vicente Huidobro, Trilce del peruano César Vallejo, Residencia en la tierra del chileno Pablo Neruda, Veinte poemas para ser leídos en el tranvía del argentino Oliverio Girondo, 5 metros de poemas del peruano Carlos Oquendo de Amat, para citar solo algunos libros centrales, expresaron

esa radical ruptura con el pasado y la voluntad de fundar un futuro. Víctima. Sin embargo, el ímpetu de las vanguardias acabó siendo víctima de su propia dinámica. La innovación se convirtió en dogma —esa paradoja que mucho después el propio Octavio Paz pudo formular como la tradición de la ruptura—. Y la fe en el socialismo, la gran utopía del siglo XX, sólo podía mantenerse a condición de cerrar los ojos ante las atrocidades del socialismo real. Para los poetas hispanoamericanos, la guerra civil española fue la prueba de fuego de los alcances de su fe. En esas tensiones transcurrieron los años de formación de Nicanor Parra y Octavio Paz. Décadas después, este último, en un ensayo en el que reflexiona sobre la poesía moderna —Los hijos del limo, 1974—, apunto lo siguiente: “Hacia 1945 la poesía en nuestra lengua se repartía en dos academias: la del ‘realismo socialista’ y la de los vanguardistas arrepentidos. Unos pocos libros de unos cuantos poetas dispersos iniciaron el cambio... Todo comienza — recomienza— con un libro de José Lezama Lima: La fijeza (1944). Un poco después (no tengo más remedio que citarme) Libertad bajo palabra (1949) y ¿Águila o sol? (1950). En Buenos Aires, Enrique Molina: Costumbres errantes o la redondez de la Tierra (1951). Casi en los mismos años, los primeros libros de Nicanor Parra, Alberto Girri, Jaime Sabines, Cintio Vitier, Roberto Juarroz, Álvaro Mutis... Estos nombres y estos libros no son toda la poesía hispanoamericana: son su comienzo”. A diferencia de los vanguardistas de los años 20 y 30, esos poetas no actuaban colectivamente ni respondían a consignas compartidas. Fue más bien, como apunta Paz, una “acción clandestina, casi invisible y que muy pocos tomaron en cuenta”. “En cierto sentido — continúa— fue un regreso a la vanguardia. Pero una vanguardia silenciosa, secreta, desengañada. Una vanguardia otra, crítica de sí misma y en rebelión solitaria contra la academia en la que se había convertido la primera vanguardia...” Es hora de volver, entonces a Libertad bajo palabra de Paz y a Poemas y antipoemas de Parra. Son al mismo tiempo puntos de llegada y puntos de partida. Concentran en su más alto punto de maduración lo que estos poetas habían hecho hasta entonces y, al mismo tiempo, abren amplios espacios en los que no solo habitará su poesía sino también las de otras generaciones. Con Libertad bajo palabra la poesía de Paz se define, para usar una palabra suya, como una poesía de convergencia. Paz apuesta por una poesía crítica, es decir, a una poesía consciente de que la materia de que está hecha, el lenguaje, no es ya una fuente de certezas

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inmediatas sino un surtidor permanente de interrogantes. Cuando el poeta habla no solo se pregunta por el sentido del mundo o de sí mismo sino también se pregunta por sus propias palabras, por su sentido o sinsentido. Este gesto es al mismo tiempo una ética y una estética: es una moral crítica frente a las fáciles certezas y, por otra parte, le devuelve al leguaje su materialidad, su condición de objeto en el mundo. El otro rasgo es el socavamiento de la concepción del tiempo lineal que lleva al futuro. Paz subvierte el tiempo: ni pasado ni futuro sino la revelación del instante, del presente, del único tiempo humano real. Pero también una subversión del tiempo que intenta reinscribir la historia en el poema. Parra. Por su parte, con Poemas y antipoemas Parra instaura una poética que rompe con la poesía o, mejor, con una manera de entender la poesía. El antipoema es, precisamente, la negación del poema. Su gesto de negación en su radicalidad es similar al de Duchamp respecto a la pintura o al de Cage respecto a la música. “Todo es poesía, menos la poesía”, escribirá en un libro posterior. Parra rompe también con la figura idealizada del poeta como demiurgo —Vicente Huidobro decía que el poeta es un pequeño Dios—, como mago que revela verdades ocultas al común de los mortales o como profeta que habla en nombre de los otros: la naturaleza, el pueblo o la historia. Para Parra el poeta no existe, lo que

hay es un incesante juego de máscaras (o de voces) que todo el tiempo ponen en cuestión a la propia poesía y con ella al poeta. Frente a la solemnidad de la poesía, Parra antepone el habla cotidiana, el descaro del giro popular y el humor. El humor es el gran disolvente de un mundo enajenado. En el resto de su obra, no hará sino intensificar a grados cada vez más extremos estos rasgos. Nacieron el mismo año, 1914. Atravesaron prácticamente todo el siglo XX con sus tensiones, glorias y miserias. Escribieron poemas totalmente diferentes. Paz murió en la ciudad de México en 1998. Parra, en su retiro del pueblo de Las Cruces, frente al mar Pacífico, en septiembre cumplirá cien años. Vidas paralelas, también vidas para leerlas. www.la-razon.com/suplementos/tendencias/Vidas-paralelasOctavioPaz-Nicanor-Parra_0_1973202763.html

Uno de los creadores a los que el mundo dedicará este año su mirada admirativa y reanimadora es Octavio Paz al cumplirse cien de su nacimiento. Con más de veinte libros de poemas, otros tantos de ensayos, así como numerosas conferencias, charlas y entrevistas, es un autor de imprescindible compañía para entender la historia y la cultura del siglo veinte. Sus textos sobresalen por su desbrozadora lucidez y por la penetración en zonas de la realización humana desde una perspectiva sumamente singular y reveladora. Todo cuanto su palabra transformó en obra se convirtió necesariamente en rumbo y referencia. El papel de la historia en la conformación de la conducta humana, los rejuegos políticos para someter y prevalecer, la palabra como modeladora de la realidad esencial, la poesía como reanimadora de sutiles experiencias, el mundo maravilloso de correspondencias entre lo uno y lo otro, fueron algunos de sus temas obsesivos. Solo para ofrecer un somero asomo a algunas de sus ideas, pasaré revista a un puñado de citas surgidas de su esclarecida mente. Las he tomado de esa suerte de biografía afectuosa y confesional que ha escrito Elena Poniatowska, Octavio Paz, Las palabras del árbol. Como casi todo (digo así para no incurrir en la falacia de lo absoluto) en Paz, su operación sobre, en, el mundo y la existencia se basa en una significativa oposición. Se trata de la que se establece

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entre el silencio y la palabra. Todo silencio presupone una palabra y viceversa. La palabra es la cicerone entre el mundo y los hombres. Es la que posibilita que la realidad en sí se convierta en algo asible, asimilable, operable deviniendo realidad para el hombre. Ya el lenguaje al apropiarse de los disímiles elementos de la existencia y hacerlos entendibles y expresables, pues convierte el mundo exterior en otra cosa, realidad humanizada, obra lograda. El silencio es el hiato entre el pensar y el apropiarse de la realidad. Es germinación de la palabra. Paz recuerda sus años en que asistió a una escuela norteamericana. Las clases en inglés eran algo totalmente ajeno. Así describe su actitud: “Aterrorizado por mi incapacidad de comprender lo que se decía, me refugié en el silencio.” De manera que el silencio es nuestro cobijo ante lo incognoscible así como nuestra confirmación en lo conocido. Es de este modo como Paz entiende el silencio de Buda frente a lo obvio: “Yo creo que significación y no significación son trampas lingüísticas y que el silencio disuelve esa falsa disyuntiva. Pero el silencio después de la palabra. O sea lo que está después del saber.” El silencio opera en el descifrado, en la potencialidad de la palabra, neutraliza la falsa oposición pues reúne toda significación con sus contrarios. Lo que ha pasado a ser parte de nuestra intelección se rodea de silencio pues ya es mundo incorporado.

Como pensador afincado en lo mejor de los sistemas filosóficos tanto del occidente como del oriente, no excluye parte alguna de la realidad. Esta es siempre incluyente. Toda verdad para serlo no puede establecer una separación de lo uno o lo otro. La verdad es solución de lo uno y lo otro. Dice: “La palabra es dialéctica: si afirma algo, niega algo.” Moneda de doble cara todo sentido es dos, uno que se afirma y otro que se refuta, solo que este viaja oculto a la sombra de lo afirmado. El sí lleva el no, el día la noche, el todo la nada. Al ser una apropiación y resurrección de la realidad tiene que incluir sus disyuntivas. Paz llega a una conclusión principal para entender el lugar del lenguaje entre los hombres. Es su medio de ser en el mundo y de ser unos con otros. Es por eso que nadie tiene propiedad sobre él. Nos asevera: “La palabra es lo único que está totalmente socializado en la sociedad humana.” O sea que en el lenguaje ya el hombre ha llegado a su aspiración de eliminar las barreras de propiedad, clase u otros distingos sociales. Necesariamente cada palabra es pan repartido entre todos, de no ser así no habría comunicación. Es por eso que es lo más socializado del hombre. Incluso cuando el hombre habla consigo mismo está hablando con todos los hombres que han empleado esas voces. Es de aquí la relevancia del vínculo entre cultura y lenguaje. El elemento que es apropiación, adaptación y complementación de la existencia para hacerla más generosamente humana es la cultura. Necesita del lenguaje en tanto este descifra y asume la realidad para tornarla vivencia del sujeto que a partir de ella puede transformarla. Por eso Paz dice: “La cultura comienza con el lenguaje y el lenguaje es esencialmente traducción.” No resulta casual que el intelectual mexicano practicara devota y eficazmente la traducción y que, además, dejara iluminadoras páginas en torno a ella. Para ser en el mundo, asumirlo y convertirlo en objeto a su medida, el hombre debe pasar esa realidad de una forma a otra, de una sustancia a otra, que es lo que significa traducir. Volver la realidad objetiva a obra mental, lógica. De aquí que afirme: «El hombre no inventa el universo. El hombre traduce al universo.» Entonces debemos entender que toda creación humana es una versión de algo ya existente que el hombre, para fines de conocimiento y comunión, lleva a otra constitución haciéndolo más cercano, factible de ser expresado y compartido. Así la literatura no es más que traslación de lo que acontece y afecta al hombre a un modelo a escala más accesible y comprensible hecho de palabras.

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De aquí su condición eminentemente simbólica. Nunca es posible expresar toda la realidad. Es necesario, para que sea transmisible y digerible en un tiempo condensado, que se reduzca a sus elementos más significativos. Dice Paz: “La obra de arte en sí no es sino un medio para comunicarnos con otro tipo de realidad. Las obras sólo son símbolos de otras realidades.” Y aquí por supuesto establece una distancia de aquellos que quieren hacer de la obra artística un fin en sí mismo. El hombre hace obras para entender y entenderse mejor, para llegar a esencias de otro modo inexplicables y replantearse el curso de su viaje vital, para mitigar carencias, nunca como un acto ocioso. Es por esto que Paz considera que es imposible una literatura pura en el sentido que se ha querido dar al término. El hecho de ser obra de sujetos modelados y urgidos por vivencias para ser consumida por sujetos semejantes, cuya comprensión está condicionada no solo por el lenguaje (que ya se ha visto no es de nadie) sino por sus propios trasfondos vitales, hace imposible esa puridad. Señala el autor mexicano: “... la literatura tiene dos condiciones esenciales: por una parte es un espacio donde la imaginación es libre, y por otra, esa imaginación tiene contacto con la realidad que describe.” La imaginación es parte de esa traducción de la realidad. Ninguna imaginación supera los límites de su

contexto existencial. Ella es básicamente una manipulación de la vida, operación que solo combina, transforma y reelabora lo que conoce del mundo. Por eso toda literatura estará contaminada de realidad. Es allí donde alcanzará su sentido último. Estas convicciones lo llevan a pensar en la singularidad del escritor y el vínculo que establece con su realidad. ¿Qué hace a un escritor distinto de sus semejantes? ¿Es un ser especial, alguien dotado con la gracia de los dioses? ¿Es acaso un sujeto que está capacitado para ver lo que otros no alcanzan a distinguir? Tal vez haya una disposición perceptiva particular. No obstante, el autor cree que todas las personas entran en contacto con asuntos que son traducibles a literatura. Expresa, “Todo el mundo tiene experiencias, pero son poquísimos los que pueden transformarlas en obras.” De hecho hay miles de temas de obras que tratan sobre seres que por sí mismos no pueden explicarse ni explicar sus vidas. He aquí el punto de inflexión. Todos vivimos y en lo vivido hay mucho que puede servir para explicar y aumentar los horizontes cognoscitivos y proyectivos de lo vital. Sin embargo hay que tener una posibilidad y una voluntad de convertir lo vivido en comunicable. Traducirlo en otras formas inteligibles y asimilables para convertirlo en experiencia compartible. Por supuesto esta capacidad de volver en obra lo vivido ya establece una diferencia entre el escritor y el resto de la sociedad. Por demás, si el escritor expone en lo que crea una visión particular, que implica determinados conceptos y esencias de difícil comprensión para quienes tienen una mirada más al uso, templada por la costumbre, esto puede conducir a determinado rechazo. Afirma Paz: “...creo que toda la sociedad opone dificultades a quien escribe, entre otras razones porque el escritor dice cosas nuevas o que están fuera de la ley, del lenguaje, del juego.” Fuera del moho de la costumbre podríamos decir. El genuino creador, por serlo, mira las cosas desde otra perspectiva y con otra intencionalidad. No quiere simplemente entender sino perfeccionar. Por eso considera que en él la escritura tiene una función progresiva. Aclara: “No escribo para saber lo que soy, sino lo que quiero ser.” Escribir es querer ser otro, un devenir anticipado en el verbo. De aquí el desfase entre lo que escribe un autor y lo que pueden comprender sus semejantes. Por decir algo distinto, nuevo, perspectivo, no siempre sus contemporáneos establecen comunicación con el escritor. Afirma Paz: “...ninguna sociedad acepta a sus escritores hasta que ha asimilado lo que dijeron.” Es decir que

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media un proceso de digestión y asimilación de la realidad en el texto que demanda tiempo y superación mental. Sin embargo, el vínculo con la sociedad no solo se establece a través de los lectores. Toda la estructura de la misma entra en contacto y contrapunto con el autor. Por exponer asuntos trascendentales para todos y discernir de modo especial sobre aspectos medulares dentro de una perspectiva mejoradora, el escritor suele entrar en contradicción con su medio. Paz es consciente de que quien escribe no puede aspirar a un entorno especial aparte, despojado de los dilemas y vicisitudes que caracterizan su espacio. Expresa: “...los escritores no pueden aspirar a que la sociedad sea paradisíaca con ellos, si no lo es con los demás.” Sin embargo, si bien no pueden pretender una sociedad paralela, benéfica para con ellos, puede establecer con aquella una relación especial de tensión sanadora. Es su función crítica. Escribir no solo es afirmar lo posible sino discriminar lo indeseable. El escritor expone los males que dañan su mundo porque quiere cambiarlo a mejor. Entonces dice el ensayista: “Yo creo que tienen razón los escritores en expresar su indignación, su descontento. Sin rebeldía no hay gran arte...”. La rebeldía en toda creación no es más que la negación de lo que lastra alcanzar una posibilidad más hacia la realización humana.

En esto el pensador mexicano, tras una larga vida militando a favor de la transformación redentora llega a una conclusión más moderada y por tanto más humana. Una y otra vez los escritores e intelectuales se consideraron a sí mismos los portavoces del pueblo, la voz de los sin voz, los que podían lograr volver el estado de cosas. Paz llega a la conclusión de que es una tarea desmesurada para un autor, pues el tejido social es demasiado denso y complejo. Entonces se plantea un nuevo enfoque de su tarea: “Tal vez, me dije, no se trata tanto de cambiar a los hombres como de acompañarlos y ser uno de ellos.” No se trata solo de un acto de humildad, sino también de solidaridad y responsabilidad. Expresar y criticar pero acompañando a los otros como uno más. Esto no solo nutre la obra con más vida real sino que hace más fiable y cercana la voz del autor. Es de esa percepción que surge su personal criterio sobre la denominada función social del escritor. El concepto de militancia desfiguró bastante, agigantándolo y por tanto haciéndolo humanamente inviable, el papel del escritor en su entorno humano. Por supuesto que el escritor puede sumar ideas, agilizar voluntades, incitar sentimientos, pero para que esto alcance una cifra crítica hacia el cambio favorable le faltarían ocasión y tiempo de vida. Por eso Paz concluye: “Yo no creo que los escritores puedan salvar a la sociedad; creo que un escritor es bastante modesto y lo que tiene que hacer es cumplir con su deber y su deber es hablar con honradez...”. Hablar con honradez, o sea, revelar, exponer, refutar, impugnar con toda la vocación de verdad y la responsabilidad ética que pueda. Curiosamente Martí decía que “La poesía vive de honra”. Ya es una tarea altamente ardua y hondamente servicial hablar con honra. Esto es lo que puede ayudar a ver, a entender y a obrar debidamente. Sirvan estas glosas a algunas ideas principales del pensamiento de Octavio Paz para incitar a su lectura. Es la mejor celebración, el encuentro con su obra que es la sombra más generosa de su paso por el mundo. La traducción luminosa y esclarecedora que de éste nos legó. www.radioangulo.cu/columnistas/bitacora-de-odiseo/21334-octaviopaz-o-la-lucidez-irradiante

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noticias

En 2014 se conmemoran los centenarios de nacimiento de dos de los escritores hispanohablantes más importantes del siglo XX. Biografías, libros sobre sus obras y recuperaciones de títulos, más múltiples homenajes especialmente en México y Argentina. También son los centenarios de Bioy Casares y Nicanor Parra, y 50 años de la muerte de Luis Martín-Santos Es el año de dos rebeldes exploradores literarios: Octavio Paz: "No lo que pudo ser: / es lo que fue. / Y lo que fue está muerto" (de “Biografía”); y Julio Cortázar: "En el silencio que lo envolvía trató de repetirse las preguntas no contestadas..." (de “Instrucciones para John Howell”). Son las voces que resuenan en el centenario del nacimiento de dos de los escritores latinoamericanos más influyentes de la literatura en español del siglo XX, 31 de marzo, Paz, y 26 de agosto, Cortázar. El efecto de sus lecturas en la gente y su semilla en los escritores es imborrable, de tal manera que buena parte de la creación literaria en español de la segunda mitad del siglo XX los tiene como padrinos secretos. Ya sea como motivadores o como autores a seguir por su inconformismo literario, como

oteadores de la creación que buscaron más allá de los horizontes conocidos. Paz en la poesía y el ensayo, Cortázar en la narración. Pero ambos unidos, además del ánimo rebelde literario, por haber desandado el camino de otros grandes escritores a través de la traducción que hicieron de sus libros y porque el camino emprendido ya por ellos nunca fue uno solo, sino que tuvieron varias estaciones. Senderos paralelos en ellos, pero trenzados de manera determinante en la vida de escritores como Antonio Colinas. Para el poeta español, las obras de Paz (como El laberinto de la soledad, Libertad bajo palabra o Árbol adentro) y de Cortázar (como Los premios y Rayuela) “junto a la de Neruda quizá, fueron esenciales en la encrucijada formativa y rupturista”" de sus veinte años. De Paz, Nobel de 1990, lo hechizaba “el sentido de universalidad de su poesía, el fértil diálogo entre culturas, la interrelación de conocimientos, que en él se enriquecía con sus brillantes ensayos”. Demostró, según Colinas, que se podía ser avanzado dialogando con las civilizaciones primitivas y a la vez anunciando “la muerte de las vanguardias”. Y mucho más. Para José Manuel Caballero Bonald, el poeta mexicano penetró como pocos en los secretos de la realidad con la sola potencia de su poesía. “Exploró con mano maestra en esas posibilidades expresivas y supo canalizar una estrategia poética admirable: aquella en que las palabras significan algo más de lo que significan en los diccionarios”. Recordando a Bioy Casares, Nicanor Parra y Martín-Santos Pero las conmemoraciones de Octavio Paz y Julio Cortázar no son las únicas del mundo literario hispanohablante este año. También son los centenarios del nacimiento del poeta chileno Nicanor Parra (5 de septiembre), muy popular por su anti-poesía y ganador del premio Cervantes 2011; y del argentino Adolfo Bioy Casares (15 de septiembre), narrador de literatura fantástica y policial y ganador del Cervantes en 1990. Entre los autores españoles a recordar está Luis Martín-Santos de quien se cumplirán 50 años de su muerte el 21 de enero. Psiquiatra de profesión, Martín-Santos fue detenido y perseguido por la dictadura de Francisco Franco entre los años 50 y

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60, por apoyar y ser miembro del Partido Socialista Obrero Español, es autor de una importante novela innovadora como Tiempo de silencio. Un aliento de la misma estirpe impulsaba a Cortázar, “uno de los grandes creadores de la lengua literaria española del siglo XX. Si se exceptúan algunos juegos retóricos excesivos, alguna innecesaria pirueta del ingenio, su prosa narrativa dispone de un dinamismo creador ciertamente ejemplar”, asegura Caballero Bonald. Eso hizo que se quedara en el corazón de muchas personas. Como en el de Colinas que en el otoño de 1968, cuando vivía en París, como el escritor argentino, una de las primeras cosas que hizo fue ir a visitarlo. Porque otro hechizo de entonces fue el que sintió tras la lectura de Rayuela, “ese texto que quiebra el dogmatismo de los géneros y que atmosféricamente se mueve entre la poesía y la prosa. Paz y Cortázar fueron, sin más, creadores puros que nos sacaron del simplismo, de lo plano y del realismo pobre en literatura”. Ya empiezan a sonar los homenajes, lecturas, estudios, exposiciones, coloquios y demás tributos que se prolongarán este año en rutas bifurcadas. La primera tiene como destino a todos los lectores a través de libros (el Fondo de Cultura Económica de México prepara ediciones especiales y nuevas sobre Paz, mientras de Cortázar se presentará una biografía, editorial Circe, y un libro diccionario sobre su obra y pensamiento, editorial

Alfaguara). La otra ruta de celebraciones está relacionada con eventos concretos, entre los que destacarán las ferias del Libro de Buenos Aires, en primavera, y de Guadalajara, en otoño, donde Argentina será el país invitado, entonces la cita mexicana se convertirá en un puente de dos universos literarios cuyas voces se entrecruzan: “Nace de mí, de mi sombra, / amanece por mi piel, / alba de luz somnolienta. / Paloma brava tu nombre, / tímida sobre mi hombro” (Paz, en Bajo tu clara sombra). “Soy yo, soy él. Somos, pero soy yo, primeramente soy yo, defenderé ser yo hasta que no pueda más” (Cortázar, en Rayuela) Cortázar, el cronopio más querido Y aunque el primer centenario es el de Octavio Paz (31 de marzo), todo empezará con Julio Cortázar, el hombre de juventud indestronable que trabajó en una distribuidora de libros antes que ser un autor querido y que escribió una de las novelas más importantes del español en la segunda mitad del siglo XX. Los homenajes arrancarán el 12 de febrero cuando se cumplan 30 años de su fallecimiento. Un Cortázar que en el último año, con motivo del medio siglo de Rayuela en 2013, ha sido recordado por muchos escritores y lectores con palabras que retornan en puzle cortazariano para crear su retrato: Mario Vargas Llosa: “Una de las personas más inteligentes que he conocido y con ideas muy originales sobre la literatura”; Santiago Gamboa: “La gran revolución de Cortázar fue proclamar que la vida cotidiana debía considerarse bajo presupuestos estéticos”; Javier Cercas: “Una de las formas de aquilatar la importancia de un libro consiste en preguntarse qué hubiera ocurrido si no existiese; la respuesta, en este caso (sobre Rayuela), parece obvia: sencillamente, una parte nada desdeñable de la mejor literatura escrita desde entonces en español no existiría, o al menos no existiría como la conocemos”; Sergio Ramírez: “El espíritu de Cortázar flotaba sobre esas aguas revueltas de la historia que los cronopios querían tomar por asalto, porque los seres humanos quedaban implacablemente divididos en cronopios, esperanzas y famas. Se trataba de un cuestionamiento a fondo, no de doble fondo”;

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O Jordi Gracia: “El secreto de Rayuela es la fusión de dos hierros: la pulsión absurda e inocente de un humorismo más blando que ácido y la ternura del amor como montaña rusa con risas y perplejidad”; La leyenda y el mito rodearon pronto a Cortázar, su invitación a la revolución de la vida en general, a apostar por lo que cada uno creía que era mejor hizo una invitación a la no conformidad ni resignación. Todo dentro de una modestia también legendaria. Aurora Bernárdez, su viuda, solo recordó, en El Escorial el año pasado, un atisbo de vanidad en el autor de Historias de cronopios y de famas, con el espíritu humorístico propio del narrador: “Recién llegados a París trabajó en una distribuidora de libros y un día llegó a casa, y muy serio, me dijo: ‘Yo soy el que hace mejor el paquete de libros’. Y era verdad”. Vuelven así las palabras que escribió Juan Cruz hace un par de años: “Como decía un viejo eslogan, ‘Hay que leer a Cortázar’. Y otro: ‘Queremos tanto a Julio…’. En 2014, el centenario de Cortázar, el cronopio propiamente dicho”.

En Teatro de signos/Transparencias (Fundamentos), Julián Ríos hizo a principios de los años setenta una apasionante propuesta: seleccionó un montón de fragmentos de distintas

obras de Octavio Paz y los dispuso en el libro buscando que cada texto, ya fuera un trozo de poema o un trozo en prosa, potenciara su sentido al encontrarse con los otros. Se podía saltar de aquí allá, morder en cualquier sitio, dejarse llevar por los juegos de referencias que las piezas convocaban al interactuar una con otra. El efecto que provocaba la lectura de tan singular artefacto era devastador: las ideas que se hubieran tenido hasta entonces sobre las cosas sufrían una brutal sacudida. Ya fuera la poesía o el sexo, el lugar de la política, los estragos del poder, el sentido de la fiesta, la imaginación o el amor, Octavio Paz tenía la facultad de poner todo patas arriba, pero con la elegancia del que pasa el plumero para quitar el polvo que se acumula en los tópicos con que cada uno se relaciona con el mundo. Al mismo tiempo, sin embargo, lo que concedía Paz a sus lectores a través de esos fragmentos era una radical libertad para empezar a moverse sin corsés de ningún tipo. Una especie de alegría del pensamiento, de permanente celebración. “Escribo sin conocer el desenlace / De lo que escribo / Busco entre líneas / Mi imagen es la lámpara / Encendida / En mitad de la noche”. Esos versos tomados de un poema incluido en Ladera Este acaso resumen bien lo que Octavio Paz se dedicó a hacer todo el tiempo: buscar entre líneas. En otro sitio, de Puertas al campo, escribió: “El sentido de una obra no reside en lo que dice la obra. En realidad, ninguna obra dice; cada una, cuadro o poema, es un decir en potencia, una inminencia de significados que sólo se despliegan y encarnan ante la mirada ajena”. Hace no mucho, en una conversación con varios escritores mexicanos, referirse a Octavio Paz tuvo algo de haber mentado la bicha. El rechazo de un libro como El laberinto de la soledad tenía en ellos algo de visceral. Alguien llegó a decir que no era sino una burda colección de ideas ajenas que había copiado sin masticar y que resultaban por completo falsas. Vinieron a decir que Octavio Paz no tenía ni idea de México. E igual tienen razón, aunque no resulta muy creíble que el autor de El mono gramático hubiera pretendido fijar una posición definitiva para establecer así la esencia inmutable de lo que fuera su país. Quién sabe si no escribió, también ahí, en medio de la oscuridad, procurando tan solo iluminar unos cuantos rincones oscuros. Ninguna obra dice: sólo propone un haz de significaciones que arma cada lector. ¿De qué manera han leído esos escritores mexicanos a Paz para tratarlo con ese mayúsculo desdén? “Le pedimos al amor —que, siendo deseo, es hambre de comunión, hambre de caer y morir tanto como de renacer— que nos dé un pedazo de vida verdadera, de muerte verdadera”, escribió Paz,

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precisamente en El laberinto de la soledad. “No le pedimos la felicidad, ni el reposo, sino un instante, sólo un instante, de vida plena, en la que se fundan los contrarios y vida y muerte, tiempo y eternidad, pacten”. Igual Octavio Paz no sabía gran cosa de México (lo que resulta francamente dudoso). Lo que sí es seguro es que conoció a fondo la condición humana y que supo dar forma a esos interrogantes que siguen latiendo impertérritos, de manera incansable, una y otra vez. Y que, con su escritura, dio alas a sus lectores para empezar a pensar. Limpiar el polvo de los prejuicios, buscar entre líneas. http://cultura.elpais.com/cultura/2014/01/0 5/actualidad/1388908964_340104.html

Las celebraciones por el centenario de Octavio Paz encabezarán las actividades del Instituto de México en España (IME), según confirmó su director, el escritor mexicano Pablo Raphael de la Madrid. Para esta celebración habrá un ejercicio de cooperación donde se suman el Fondo de Cultura Económica, la Residencia de Estudiantes, el Centro de Estudios Mexicanos de la UNAM, el Instituto Cervantes, la Biblioteca Nacional de España y la Casa de América de Madrid.

“Con estas instituciones presentaremos una agenda de actividades a lo largo del año que consistirán en conversatorios de autores y artistas que reflexionarán sobre la vida y la obra del poeta; una exposición de fotografía, y la relación de la obra de Paz con otras disciplinas, en donde habrá conciertos asociados a la obra del poeta, así como alguna puesta en escena teatral”, dijo De la Madrid. El plan completo de actividades se presentará a finales de enero y arrancará con una conferencia sobre Paz a cargo de Juan Villoro. “Lo mismo haremos a lo largo del año con los centenarios de José Revueltas y Efraín Huerta, actividades que tienen que ver con el área de Humanidades”, indicó. Por otro lado, avanzó que se están diseñando una serie de exposiciones en la galería de la sede. “En la mira tenemos autores como el artista plástico Carlos Ranc, una muestra con las fotos de Juan Rulfo o una exposición de Rafael Cauduro, y hacia afuera vamos a participar muy de cerca con los contenidos de la exposición de Matías Goeritz que se está preparando en el Museo Reina Sofía, así como en la exhibición de la pieza que ganó la Bienal de Venencia de 2013 de Daniel Guzik (“Cordiox”)", en listó. Otros proyectos del IME son la realización de un ciclo de conciertos y la presentación del libro sobre Shostakovich del maestro Carlos Prieto, así como el impulso a la participación mexicana en foros y espacios culturales españoles como el Festival de Teatro de Málaga o el Grec de Barcelona. En la agenda de la diplomacia cultural de este año también hay dos temas pendientes concretos, explica: la firma de un convenio entre el Instituto Cervantes y la SRE "para aprovechar no solo la red de consulados que tiene México en Estados Unidos, sino para que México tenga unidades culturales en zonas como Asia y África, donde nuestro país no tiene apenas presencia; y la firma de un convenio entre el Instituto Cervantes y la UNAM sobre el desarrollo del examen de certificación del idioma español". www.am.com.mx/notareforma/4213

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Juana Inés de la Cruz, Hermenegildo Bustos, José María Velasco y Silvestre Revueltas, serán algunas de las obras exploradas en los círculos de lectura. La selección fue realizada con la asesoría de Óscar Jiménez Luna, y las inscripciones ya están abiertas para los estudiantes de secundaria, y quinto y sexto de primaria. www.elsiglodedurango.com.mx/noticia/485597.recordar-a-octavio-paz.html

Círculos de lectura 2014 es un año para la literatura. Grandes escritores nacieron hace cien años, y por el legado que dejaron, nuevas formas narrativas y obras emblemáticas, alrededor del mundo se celebrarán sus centenarios. Los círculos de lectura de la Biblioteca Pública Central Estatal “José Ignacio Gallegos Caballero” serán parte de la celebración, y seleccionaron a Octavio Paz, Efraín Huerta, Julio Cortázar y José Revueltas para protagonizar sus actividades durante todo el año. Octavio Paz, uno de los intelectuales más influyentes del siglo XX, será el primer escritor recordado en las Salas de Lectura con niños y jóvenes. Bajo la guía de María del Socorro Olivas Soto, María Rosa Olivas, Beatriz Ledezma y Teresa Soto, las actividades comenzarán el 8 de febrero, y se realizarán cada sábado, de las 11:00 a las 13:00 horas, hasta finalizar en abril. Águila o sol, Árbol adentro, “Piedras sueltas”, y los trabajos de Paz sobre figuras culturales como Sor

1. El 31 de marzo del año 1914 nació en la ciudad de México quien habría de significar para las letras mexicanas uno de sus máximos exponentes. Galardonado con el Premio Nobel de Literatura 1990, Octavio Paz, abogado, diplomático, poeta, ensayista y traductor puso a nuestro país en el mapa de los grandes hombres de la literatura universal. 2. Este año se cumplen cien años de su nacimiento. México y el mundo se preparan para recordar la obra y vida de este mexicano insigne, que supo profundizar en la esencia del ser mexicano para descubrir sus características últimas, las que lo identifican y lo hacen único respecto a otros pueblos. El alma de México y lo mexicano están magistralmente descritos en El laberinto de la soledad. 3. Hombre de amplia cultura, de trato amable y mirada serena, Octavio Paz fue generoso a la hora de reconocer el talento de otros hombres de letras. En Cuadrivio, Paz retoma las obras de Rubén Darío, Ramón López Velarde, Fernando Pessoa y Luis Cernuda, donde su análisis resalta la ruptura que estos cuatro poetas significaron con sus escritos a la tradición del lenguaje, estética e incluso moral de su tiempo, condición que le significó un contenido original e invaluable a sus obras. 4. Como servidor público, Octavio Paz formó parte del servicio exterior mexicano. Fue embajador en Francia, India y Japón, y funcionario en la Secretaría de Relaciones Exteriores, experiencia que le significó conocer modelos culturales y corrientes literarias que habrían de impactar su estilo literario y definir su posición política respecto a otros sistemas de gobierno. Fue uno de los primeros

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defensores de los derechos humanos con una concepción global de su salvaguardia. 5. Esa misma originalidad, Paz la ejerció en la creación de nuevos espacios literarios. En 1976 inauguró la revista Vuelta, que habría de convertirse en sinónimo de calidad literaria y seriedad analítica, así como un foro para la corriente liberal y el impulso a los valores democráticos y la libre competencia del mercado, veinte años antes de que este proceso fuera aceptado a nivel global. 6. Multifacético, inquieto, atrevido, supo conquistar diversos medios de comunicación, condición que le permitió mantenerse vigente a través de sus publicaciones y los videos en los que abordó temas de trascendencia, al lado de entrevistados de gran calidad y trayectoria profesional. 7. Son múltiples las actividades que harán del 2014 el año de Octavio Paz. En octubre pasado la Cámara de Diputados integró una Comisión Especial para la conmemoración del natalicio del poeta, la cual es presidida por la diputada Sonia Rincón Chanona, y se hizo la propuesta de declarar a éste el “Año de Octavio Paz”. Por su parte, el Senado de la República, en colaboración con la Secretaría de Educación Pública y el Consejo Nacional para la Cultura y las Artes, editarán un libro para destacar la obra de quien es considerado uno de los más grandes escritores del siglo XX.

8. El Banco de México acuñará una moneda conmemorativa, la Lotería Nacional emitirá billetes alusivos en sus sorteos y el Fondo de Cultura Económica reeditará la obra completa de este gran escritor mexicano. 9. En América Latina destaca la décima edición de la Feria Internacional del Libro de Venezuela, Filven 2014, que también celebrará el octogésimo aniversario de la creación del Fondo de Cultura Económica. 10. Recordar al hombre que encumbró con su pluma las letras mexicanas, es celebrar la creatividad, la imaginación y el valor de las ideas que dan forma a los proyectos y las obras de individuos extraordinarios. www.elgolfo.info/elgolfo/nota/225333-octavio-paz-lozano-el-poeta-y-lagrandeza-del-alma-mexicana-en-el-centenario-de-su-natalicio/

Cien años: Octavio Paz, José Revueltas, Julio Cortázar y William Burroughs. Héctor Anaya editó un anuario que evoca a los grandes autores que nacieron en 1914, como Octavio Paz, José Revueltas, Efraín Huerta, Julio Cortázar, Adolfo Bioy Casares o William Burroughs Más de una docena de genios del mundo de las letras, escritores y editores nacieron en 1914, año en el que el mundo se convulsionaba en distintos puntos y por diversas causas, aseguró esta tarde Héctor Anaya, escritor, docente y promotor cultural.

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“Por lo mismo, este año cumplirían 100 años Octavio Paz, José Revueltas, Efraín Huerta, María del Carmen Millán, Julio Cortázar, Marguerite Duras, Adolfo Bioy Casares, Julián Marías, William Burroughs, Martín Riquer, Romain Gary, Dylan Thomas, Oscar Lewis y Howard Fast, entre otros", dijo. Durante una entrevista, Anaya destacó que él, de manera personal, se ha sumado a los festejos centenarios con la edición, modesta y de tiraje limitado, artesanal pero llena de profesionalismo, de un calendario de escritorio. Explicó que en 1914, el mundo era como una bomba. "En México se llevaba a cabo la lucha armada de la Revolución; Europa estaba en el trajín de la Primera Guerra Mundial; Estados Unidos vivía un fuerte colapso económico que llegó a 1929, y Argentina e Inglaterra peleaban en las Malvinas". Con esa efeméride colectiva ideó hacer una edición especial del calendario de pared que publica desde hace 11 años, "pero las instituciones oficiales de cultura, que estarían obligadas a producirlo, me retiraron el apoyo este año". Se trata, dijo el entrevistado, "de una iniciativa nacida de un particular, quien le rinde reconocimiento a los autores nacionales y extranjeros, y promueve su imagen, sobre todo su pensamiento y las muestras de su genialidad literaria, mediante citas e información sobre su obra en un calendario ilustrado".

Ese apoyo era fundamental, señaló Anaya sin perder el buen talante, "para garantizar, por lo menos, los costos de su elaboración, con lo cual yo podía aventurarme por los caminos de la competencia comercial, frente a inanes producciones extranjeras, sin mayor aportación, que exhiben las librerías". Así, el maestro Anaya permitía, a través de esa publicación anual, conocer los natalicios de los escritores importantes, enterarse de quienes han ganado el Premio Nobel de Literatura y las vicisitudes de la obra y el autor, así como un sinfín de datos anecdóticos y graciosos sin dejar de ser valiosos. Este año no circulará ese calendario de pared, pero con parecido propósito de promover a los autores, elaboró lo que ha llamado Calendario de escritores, pero para el escritorio, en un formato accesible de 12 x 14 cm, que se presenta en un singular estuche y con el cual rendirá homenaje a reconocidas figuras. Autores que nacieron en 1914 y por eso celebrarán su centenario en 2014: Octavio Paz, José Revueltas, Efraín Huerta, María del Carmen Millán, Julio Cortázar, Marguerite Duras, Adolfo Bioy Casares, Julián Marías, William Burroughs, Martín Riquer, Romain Gary, Dylan Thomas, Oscar Lewis, Howard Fast y otros. Este calendario prácticamente no está a la venta en librerías, excepto algunas del Fondo de Cultura Económica (FCE), porque su producción es limitada, apenas un millar de ejemplares. Y con el ánimo de siempre, Anaya lo presentará el 18 de enero en el teatro Wilberto Cantón, de la Sociedad General de Escritores de México (Sogem). Aprovechará la ocasión para dar a conocer, también, su nuevo libro, "El patrimonio intangible. Hábitos, costumbres y expresiones populares". Este mes también, pero en la última semana, abrirá el primer trimestre de sus cursos de Redacción Literaria y Lectura de los Clásicos. www.eluniversal.com.mx/cultura/2014/calendario-centenarios-escritores977037.html

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