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artículos/ ensayos/ noticias

Carlos Lázaro O CTAVIO PAZ, SU CENTENARIO Y SU CASA EN MIXCOAC 5

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Fidencio Aguilar Víquez O CTAVIO PAZ, PASADO EN CLARO . EL INICIO

Proyecto de elpoemaseminal para conmemorar y dar seguimiento puntual a los textos, celebraciones, actividades y todo lo relacionado con el centenario del nacimiento del poeta y ensayista Octavio Paz Lozano, Premio Nobel de Literatura 1990, en México y por todas partes. Se trata de una recopilación permanente de publicaciones. En 2014 también se conmemoran los centenarios de Julio Cortázar, Efraín Huerta, José Revueltas y José Revueltas, todos ellos amigos cercanos de Paz.

Heriberto Yépez ESCRITORES MEXICANOS Y USA: HOY 8 Javier García O CTAVIO PAZ: EL GRAN DISIDENTE AMERICANO 11 Mónica Fernández Aceytuno A PROPÓSITO DE O CTAVIO PAZ 12 Martín Vivanco MI ENCUENTRO CON OCTAVIO PAZ 13 Mariano Nava Contreras O CTAVIO PAZ, TLATELOLCO Y LOS ESTUDIANTES 15 Álvaro Octavio Lara Huerta OCTAVIO PAZ: LA DUDA Y LA RESPUESTA 16 Gilberto Prado Galán O CTAVIO PAZ: LAS ALAS EN ROTACIÓN (I)

COMITÉ

EDITORIAL

Sergio Cárdenas Adolfo Castañón Leopoldo Cervantes-Ortiz (coord.) Julio César Félix Ricardo Hernández Echávarri Eduardo Langagne Santiago Montobbio Angelina Muñiz-Huberman

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Matsúo Basho SENDAS DE OK U 21 José Francisco Conde Ortega O CTAVIO PAZ. ¿ÁGUILA O SOL ? 23 Huberto Batis EL INGRESO DE O CTAVIO PAZ A EL C OLEGIO NACIONAL 24 Eduardo Lizalde OCTAVIO PAZ-JOSÉ REVUELTAS: CONVERGENCIAS DE DOS DISIDENTES

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29 Luis David García A 100 AÑOS DE OCTAVIO PAZ 34

EL LABERINTO DE LA SOLEDAD ES METAHISTORIA QUE LLEGA A LAS RAÍCES Y SE ALEJA DEL PASADO

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36 P RESENTAN LA SERIE VIDA Y OBRA DE O CTAVIO P AZ 37 REVISTA DE LA UAM DEDICA SU EDICIÓN DE MARZO A OCTAVIO PAZ


artículos

2014 marca el centenario del gran escritor mexicano, Octavio Paz, el único mexicano que ha obtenido el Premio Nobel de Literatura hasta nuestros días, y que es considerado el máximo galardón de las letras a nivel mundial, un mexicano universal por tanto y que no es el único que lo ha merecido, ya que si hablamos de la pléyade de mexicanos cuyas letras han sido muy importantes y su obra ha sido importante no solo para la lengua española podríamos citar a personajes tan connotados como Alfonso Reyes, Ramón López Velarde, José Vasconcelos, Xavier Villaurrutia, Juan Rulfo, Jorge Ibargüengoitia, Carlos Fuentes y José Emilio Pacheco, por citar algunas plumas primordiales y de altos vuelos de nuestras letras.

Todos ellos, además de sus obras escritas, tuvieron algún barrio dilecto, dueño de sus memorias más tempranas, páramos y rincones de ciudad, a los que venerar y desde los que iniciar aquella batalla y asombro por la vida. Decíamos, Octavio Paz y ese barrio primordial y originario es sin duda Mixcoac, una antigua villa vacacional de la Ciudad de México, un pueblo apartado desde siglos y que con el crecimiento amplio e imparable de la ciudad industrial del siglo XX, se vio absorbido por la ciudad a mediados del siglo. Pleno todavía de arquitectura antigua ha sido una villa de vida vibrante pero que ha sabido mantenerse todavía en sus silencios. No es por tanto ese barrio folklórico como es el caso de sus vecinos más próximos, Coyoacán y San Ángel.

Mixcoac, 1990. Plaza de San Juan

Nace Octavio Paz el 30 de marzo de 1914, en plena lucha revolucionaria, en la Colonia Juárez de la Ciudad de México, pero es

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en su casa familiar de Mixcoac en donde debajo de la higuera, árbol de la sabiduría y a la sombra de los fresnos de la plaza de San Juan Xochimanca, ve nacer sus primeros poemas y es Mixcoac un lugar de reiterativas apariciones a lo largo de su obra y de su vida. Desde la perspectiva pues de las letras mexicanas y por ser Octavio Paz el único Nobel de Literatura mexicano, Mixcoac se vuelve por tanto en un sitio importantísimo y merecedor de culto, respeto y conservación. Dice Octavio Paz en Los privilegios de la vista: “Yo crecí en Mixcoac, un pueblo que hoy es un suburbio de la ciudad de México. Los balcones de mi casa daban a la Plazuela de San Juan. Aunque la infame manía gubernamental le ha arrancado su viejo nombre, todavía están en pie los fresnos eminentes, el solar de muros rosados del siglo XVIII y la pequeña iglesia del XVII. Unos quinientos metros más allá se encuentra la blanca Capilla de San Lorenzo, que es la más antigua del barrio. Es una suerte de palomar para ángeles de juguetería. Hacia el sur, a quince minutos de marcha, hay otra plaza vasta y aireada; la limitan, en un costado, los muros rojos de una fábrica del siglo XVIII y, enfrente, las tapias y verjas de viajas casas del siglo pasado; al fondo se levanta un convento dominico del XVI. El claustro es noble y severo; la iglesia, esbelta y graciosa; el atrio enorme y con seis árboles venerables.”

Mixcoac 1990 – Plaza de San Juan

Aquellas plazas que relata Octavio Paz aún existen a pesar de que Mixcoac, es un barrio que, al igual que Tacubaya, sufrió el embate progresista de los años 60’s y 70’s que abrieron enormes arterias viales a lo largo de los antiguos pueblos ya para entonces, barrios conurbados, como bien los llama Paz. De tal manera se abrieron y ampliaron avenidas como Revolución y Patriotismo, ejes viajes como Félix Cuevas, se entubaron las aguas del Río Mixcoac y se creó a partir de ahí, la vuelta sur del Circuito Interior Río Churubusco que rodea la parte central de la Ciudad de México. No muy lejos, hacia el poniente, bordeando las faldas de la Sierra de las Cruces se trazó el Anillo Periférico en una posición paralela a veces, a veces convergente con las vías del antiguo ferrocarril de Cuernavaca.

La casa de Octavio Paz está todavía en pie, como una enorme posibilidad que la ciudad tiene para algún día proyectar el Turismo de Personajes y que bien hemos aprovechado en la ciudad al preservar y

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promover las casas y estudios de Diego Rivera, Frida Kalho, Dolores Olmedo, Luis Barragán y David Alfaro Siqueiros y donde también hemos dejado perder otras muchas, como la casa de María Félix en Polanco, por citar sólo un ejemplo.

Casa de Octavio Paz en Mixcoac, muy de mañana. Octavio Paz frente a su casa en Mixcoac

Aquella vieja casa que fuera de Ireneo Paz, abuelo de Octavio, perdura con sus tres fresnos venerables más otra cantidad de fresnos que atiborran de algún modo su fachada. La vieja villa de los Paz, funciona hoy en día como un convento de monjas, quienes venerablemente le han conservado, sin embargo, es necesario exhortar a la creación ahí del gran museo de Octavio Paz, por la memoria de la ciudad, por su alma viva y poética. Mixcoac es un gran barrio histórico, declarado Barrio Mágico en 2012, que carece de museos, la casa de Octavio Paz, es el motivo perfecto y justo para desarrollar este interés y recobrar en un sitio geográfico la memoria del gran poeta y ensayista mexicano.

Hace algunos años fui a Chile, es admirable el cariño que anteponen los chilenos en defender la memoria de Pablo Neruda, de quien sé se conservan y promueven poéticamente las tres casas de aquel gran poeta americano, casas que sin duda forman parte del patrimonio histórico y turístico de Chile. Así tenemos la Sebastiana en Valparaiso, Isla Negra por la costa, hacia el sur y la Chascona en Santiago de Chile. Hace poco más de un año se recuperó la plaza, se cambiaron las bancas y dispuso nuevo mobiliario y un atractivo paso vehicular con mojoneras que se han fracturado por breves accidentes vehiculares. Por la noche luce hermosa con su iluminación, el Instituto Mora, en la casa adyacente y que fuera casa del eminente Valentín Gómez Farías, forma un conjunto muy hermoso en el paisaje bucólico de Mixcoac. En uno de sus grandes poemas, “Vuelta”, Octavio Paz, estableció la permanencia de la memoria en aquel su viejo pueblo después de un viaje de muchas ausencias y muchos años. “Voces al doblar la esquina/voces/entre los dedos del sol/sombra y luz/casi líquidas/Silba el carpintero/silba el nevero/silban/tres fresnos en la plazuela/Crece/se eleva invisible/follaje de los sonidos/Tiempo/tendido a secar en las azoteas/Estoy en Mixcoac/ En los buzones/ se pudren las cartas/ Sobre la cal del muro/ la mancha de la buganvilla/ aplastada por el sol/ escrita por el sol/ morada caligrafía

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pasional/Camino hacia atrás/hacia lo que dejé/ o me dejó/ Memoria/ inminencia de precipicio/ balcón/sobre el vacío…”.

Octavio Paz en Mixcoac. Exposición en el Munal, 2009. http://vivedeviaje.com.mx/2014/03/octavi o-paz-su-centenario-y-su-casa-enmixcoac-carlos-lazaro/

Aunque el fin de semana me salió al encuentro como caballo brioso, veloz y galopante, como buen jinete, me le trepé y lo conduje al bosque intelectual tupido y de grandes frondas que no dejó de mostrarme diversos senderos, ora el texto de Miguel Martínez y de Manuel Mella, Partidos políticos y sistemas de partidos, o el de Sartori, Ingeniería constitucional comparada, ora don Quijote mismo y su

penitencia en Sierra Morena para hacerse digno del amor de Dulcinea. Sin embargo, el que sigiloso y cauto, como un ladrón en medio de la madrugada que realiza su cometido cuando su víctima duerme profundamente, llegó hasta mi mente casi sin que yo mismo me diera cuenta, fue el poema de Octavio Paz: “Pasado en Claro” de 1974. No quiero dejar de recordar, es decir, volver a hacer presente, lo que, en Paz, significa la poesía en los tiempos que corren, no ya la armonía del mundo, la analogía, la conexión entre este mundo y el que lo sustenta, invisible, escondido, latente, sino la percepción, la sensación, el percatarse de la ruptura, de que esos mundos están incomunicados, rotos. Lo que antes era orden, seguridad, sustento, ahora es caos, incertidumbre, hostilidad. El poeta, entonces, ante esa ruptura, muestra el miedo, la angustia, inclusive la blasfemia, la rebeldía y, pocas veces, dice nuestro poeta, reconciliación. La analogía se cubre de ironía, mejor dicho, se conecta con ella, se vuelve inseparable de ella y la empuja al extremo: la conciencia y acaso también la experiencia de la muerte misma como situación más allá de sí, al otro lado. Lo que acaece en un poema ocurre siempre, es como un eterno retorno, una vuelta de lo mismo a lo mismo; la vida humana es eso y el poema lo refleja. En ese sentido, la poesía es memoria, es decir, presencia de lo que ya ha pasado en otros tiempos. Y si se expresara mejor, no es eterno retorno, porque no se regresa hacia lo que ya pasó, sino eterno presente: lo que ha pasado se vuelve a actualizar. En tal sentido, Paz señala que el poema es la “casa de la presencia”. Releí, entonces, los primeros versos y hallé, como buzo que busca en el río el cuerpo desaparecido, los rastros de lo que había acaecido, de lo que ha acaecido en los últimos cinco siglos de historia intelectual. La modernidad, tal como la hemos experimentado, nos muestra el binomio analogía-ironía, esto es, el orden y correspondencia de una idea, una imagen, una cosa, una situación, un sujeto, y luego ver su ruptura, su discrepancia, su negación, su paradoja e incluso su muerte. Pasado en claro (1974) Oídos con el alma pasos mentales más que sombras, sombras del pensamiento más que pasos, por el camino de ecos

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que la memoria inventa y borra: sin caminar caminan sobre este ahora que, puente tendido entre una letra y otra. Como llovizna sobre brasas dentro de mí los pasos pasan hacia lugares que se vuelven aire. Nombres: en una pausa desaparecen, entre dos palabras. El sol camina sobre los escombros de lo que digo, el sol arrasa los parajes confusamente apenas amaneciendo en esta página, el sol abre mi frente, balcón al voladero dentro de mí.

pasarnos la noche en vela, pensando, estudiando, repasando, dejando que los pensamientos fluyan, que los pasos mentales se muevan y caminen, o en lenguaje quijotesco, cuando don Quijote se pasaba leyendo “de claro en claro”, hasta el amanecer, cuando el sol físico irrumpe y de deja ver, entonces me asomo al balcón al voladero: el abismo dentro de mí. Es verdad, no sólo es el sol físico, sino el lumen, la luz del alma, del entendimiento, que es lógico, ordenado, metódico, cuando profundiza, ante determinados temas o problemas, de repente, se encuentra en el balcón al voladero de la antinomia, de la paradoja, de la contradicción e incluso del absurdo. Como si la luz misma del entendimiento nos empujara al abismo, a la oscuridad del yo. ¡Oh, paradoja!: somos iluminados por la luz del entendimiento, pero el abismo se abre delante nuestro y nos muestra que, por mucho que se indague, por mucho que se hurgue, el abismo no es comprensión, no es luminosidad; es, por el contrario, vértigo, zozobra, angustia. Camino más adelante y me detengo en los versos 34 a 38:

Obras completas, t. 12, p. 75 Ni allá ni aquí: por esa linde

¿Cuáles son esos pasos mentales que sin caminar caminan y que, cuando el sol alumbra y abre mi frente me muestra y, acaso me lanza, al balcón al voladero que hay dentro de mí? El pensamiento, que también es movimiento, camina, marcha, se mueve, busca, relaciona, compara, une, separa. En ese caminar muestra o da sus pasos mentales, que son percibidos por el alma, oídos, dice, por el alma. Esos pasos mentales, sin caminar caminan, sin moverse alcanzan. Es la dinámica del alma misma, pensar, indagar, admirarse, moverse, encontrar, inventar. Nos hallamos ante la dinámica de la analogía que todo lo armoniza. Pero luego viene la ironía; casi como si dijéramos, después de

de duda, transitada sólo por espejos y vislumbres, donde el lenguaje se desdice, voy al encuentro de mí mismo. Obras completas, t. 12, p. 76

El pensamiento, mejor dicho, el alma, porque estamos en su abismo, en su terreno y en su vacío, el alma, digo, no está ni allá ni aquí; su espacio no es espacio; por eso camina por esa linde de duda: dudo, luego existo. Es que pensar es dudar, no pensaríamos si no tuviéramos dudas. Y la duda oscila: ve pero no ve, encuentra elementos para suponer una cosa y, al mismo tiempo, encuentra otros elementos para suponer la cosa contraria. La duda, en ese sentido, va por espejos y vislumbres. En estos cuatro versos encontramos más ironía que analogía. Ésta persiste, empero, en la dinámica del pensamiento: comprender. Pero inmediatamente emerge la ironía: no se comprende, el lenguaje se desdice. Y en esas oscilaciones de duda, de espejos y vislumbres, del lenguaje que se desdice, que se escribe y se borra y se vuelve a escribir, voy al encuentro de mí mismo: ¿Acaso no estoy yo en mí mismo que tengo que ir a otro lado para encontrarme?

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Esa es la dinámica del yo, que piensa, que duda, que se enfrenta al vértigo del abismo, que dice y se desdice, que muestra su carácter oscilatorio entre la analogía y la ironía, entre la certeza y la duda, entre el hallazgo y la pérdida. El yo que, por ese abismo, esa duda, esa pérdida, se vuelve no yo, algo desconocido, lo otro incluso. ¡Qué curioso! Yo, que soy lo que más tengo a la mano, a cuyo acceso tengo pase directo, yo, que me conozco desde que cobré conciencia hasta ahora y que, en cierto sentido, podría decir, me conozco mejor que todos; sin embargo, no me conozco, me conozco poco aunque conozca todo lo que he vivido y todo lo que he experimentado. Ese yo que cada mañana se mira al espejo, un buen día, se mira, me miro, y se dice, me digo, ¿quién eres tú? ¿Quién eres tú que soy yo? ¿Quién soy yo? De repente me encuentro en el balcón al voladero; me asomo y veo el abismo, negro, oscuro, me da vértigo, pero ya no puedo regresar, tengo que seguir adelante y no sólo mirar. Y recuerdo, entonces, ese texto de Helmut Tielicke que, palabras más, palabras menos, dice: busco desesperadamente ser lo que soy, pero al darme cuenta que no puedo, busco desesperadamente no ser quien soy en realidad. Regreso de mi bosque intelectual satisfecho de haber incursionado, pero ya sin el caballo a galope,

camino a mi propio ritmo, el sol a mi espalda muy pronto da paso a la noche; busco la luna pero no la encuentro, sigo caminando y escucho voces, entre ellas la de Lew Tolstoi, claramente dice: “Lo que has decidido hacer, hazlo cueste lo que cueste”. http://e-consulta.com/opinion/2014-03-03/octavio-paz-pasado-en-claro-elinicio

La semana pasada resumí cómo la crítica literaria mexicana se tapó ojos, oídos y boca ante teoría radical mundial. Pero, ¿qué anhela hoy importar? Octavio Paz dirigía la visión literaria en México. Y tachó la poesía norteamericana contracultural y sus lectores (“nuevos acólitos” les decía). Tuvieron que pasar años de su muerte, para que paceanos (de tercera generación) se acercaran a la poesía norteamericana. Los viejos paceanos siguen desdeñándola (y a la izquierda asociada a su ala radical). Pero los más jóvenes ahora sienten curiosidad; saltándose, claro, toda la poesía norteamericana que realmente pone en crisis el canon. Además, la tradición literaria mexicana está desgastada; se hizo repetitiva debido a su cerrazón, clasicismo (y clasismo) y dar la espalda al desastre social. Se volvió inevitable que el avestruz sacara la cabeza del hoyo. Sin el embargo poético que impuso Paz a los productos contrapoéticos foráneos, desde hace ya varios años reaparece el interés por la poética norteamericana. La literatura mexicana esperó que Paz muriera para no tener que enfrentarlo. Los escritores mexicanos, entonces, voltean fuera (hasta hoy) para no hacer la autocrítica interna pendiente. La principal condición estructural que ha impedido la democratización y renovación de la literatura mexicana es la concentración del poder intelectual (homogeneizador) que tienen

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ciertos líderes sindicales eternizados, que impiden cambios de fondo (a todos los niveles). Por ejemplo, los jóvenes poetas y prosistas no se atreven a romper con Enrique Krauze —heredero del aparato de Paz—, y para huir de la angustia de esa ruptura, el que no se hace guaje se hace pato o, por lo menos, cambia de plática. Nótese, además, que el interés en la literatura norteamericana reciente es muy conveniente: después de décadas de experimentalismo políticamente progresista, mucha escritura estadounidense actual dio pasos atrás. Retomar el contacto con Estados Unidos es ahora ideal: los jipiosos contraculturales ya fueron sustituidos por posmodernos exquisitos. En el siglo XXI, el experimentalismo se despolitizó de modo muy astuto. Por eso poetas hispánicos conservadores se interesan hoy en ubu.com. Antes las Letras Patrias necesitaban repeler la influencia yanqui; hoy —para mantener el poder— necesitan baños de novedad y cosmopolitismo traído de los Estados Unidos Chic–Retrógradas. El prestigio que se solía buscar en Paz hoy se busca en Podcasts. Observen cómo — paulatinamente— la nueva literatura mexicana está cambiando de referencias ¡para no cambiar de estructura!

Cede el petróleo doméstico para asegurar el poder transnacional. La nueva literatura mexicana emplea varias tácticas para evadir realizar la autocrítica urgente. Una de sus evasiones favoritas es la hamaca del McExperimentalismo–Nafta. www.milenio.com/cultura/Archivo-Hache-Escritores-mexicanosUSA_0_258574141.html

El Premio Nobel mexicano fue una voz única, americanista y enemiga de cualquier totalitarismo. En su juventud apoyó a los republicanos en la Guerra Civil Española, pero en su madurez se enfrentó a Neruda y García Márquez. Polemista, venerado y odiado, diplomático, traductor, fundador de influyentes revistas, nieto de un escritor e hijo de un abogado, Premio Nobel de Literatura en 1990. Pero por sobre todo: un poeta y un intelectual que iluminó las raíces de Latinoamérica en una obra que sobrepasa el territorio de México, donde nació el 31 de marzo de 1914. Octavio Paz vivió en una dimensión histórica que incluye los hitos más relevantes del siglo XX: se alistó en el bando republicano para luchar en la Guerra Civil Española, compartió con André Breton y los surrealistas en París, se enfrentó a titanes como Pablo Neruda, Gabriel García Márquez y Carlos Fuentes, criticó al estalinismo cuando todos eran estalinistas, al régimen cubano, a la Revolución Sandinista y a los zapatistas de Chiapas. Próximo a cumplirse 100 años desde su nacimiento, Octavio Paz, fallecido en 1998 a los 84 años, es una figura central que dejó marcado su nombre en el fichero del canon de las letras del continente con títulos como El laberinto de la soledad, El arco y la lira y La llama doble.

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Admirador de la obra de Pablo Neruda, con 23 años Octavio Paz le envía al chileno su libro de poemas Raíz del hombre. “Neruda fue una revelación para mí”, diría Paz. Era 1937 y Neruda, entonces cónsul de Chile en Madrid, le envía un boleto para asistir al Segundo Congreso Internacional de Escritores Antifascistas, que se realizaba en Valencia. En la oportunidad se declaró al escritor francés André Gide enemigo del “pueblo español” y autor de “propaganda fascista”. El joven mexicano comenzaba a dudar del rumbo de la Unión Soviética. “Cuando pienso en Aragón, Eluard, Neruda y otros famosos estalinistas, siento el escalofrío que me da la lectura de ciertos paisajes del infierno”, escribió Paz a fines de los 70, ya convertido en uno de los enemigos más poderosos de la intelectualidad de izquierda. A García Márquez lo llamó “apologista de tiranos” por su apoyo incondicional a Fidel Castro. “Vi al comunismo como un régimen burocrático petrificado en castas”, señaló a la revista The Paris Review, en 1990. “Paz fue el poeta y el pensador de la libertad. Enfrentado a la crítica marxista de las sociedades burguesas modernas, supo hacer en forma incisiva la ‘crítica de la crítica’”, dice hoy el escritor nacional Jorge Edwards, quien compartió con Paz en México y España.

Su padre Octavio había apoyado la Revolución Mexicana y era cercano a Emiliano Zapata. Y su abuelo, Irineo, fue un intelectual allegado al gobierno de Porfirio Díaz. La huella sobre los hechos sociales y políticos del país marcaron al Nobel a fuego. Era 1968 y Octavio Paz estaba a cargo de la embajada de México en la India cuando ocurre la matanza de estudiantes en la Plaza de Tlatelolco. Su renuncia fue inmediata. “Fue su mejor momento, un gesto sin precedentes en México”, dice Enrique Krauze, amigo de Paz y director de Letras Libres, revista heredera de Vuelta, que Paz fundó en 1976 y que dirigió hasta su muerte. Antes había creado la revista Plural. “Cambiaba de la generosidad a la exigencia con mucha rapidez”, recuerda Christopher Domínguez Michael. El crítico mexicano trabajó con el autor de A la orilla del mundo en Vuelta y hoy prepara Octavio Paz en su siglo, biografía que saldrá en los próximos meses por el sello Aguilar. Además, una serie de actividades y reediciones de sus libros conmemorarán su natalicio. La búsqueda del autor de Corriente alterna se basó en descifrar una filosofía mexicana auténtica. En el inicio de El laberinto de la soledad habla del descubrimiento de la adolescencia asociada al crecimiento de los pueblos. Mientras, en La llama doble muestra los orígenes del amor y el erotismo en Occidente. El primer libro, una de las cumbres ensayísticas del siglo XX, también se advierte un claro americanismo. Coincidentemente en el mismo 1950 de su publicación, Neruda editaba Canto general. ¿Qué perdura de la obra de Paz en nuestros días? “Quedan sus ensayos que me parecen rigurosos y exigentes aunque demasiado anclados en las inquietudes y preocupaciones intelectuales de su época”, dice el escritor argentino Patricio Pron. “Su poesía me resulta poco brillante, pero como ensayista hay muy pocos como él.Fue una figura mayor y excepcional”, dice el autor chileno Rafael Gumucio, quien rescata sus textos sobre el surrealismo y Marcel Duchamp. Por el contrario, el narrador Mauricio Electorat cree que “Paz es el poeta filósofo, que nos enseña y muestra el mundo desde la poesía elevada a la categoría de pensamiento”. “Perdura en su obra su búsqueda apasionada, a veces angustiosa, en magnífica escritura, de la identidad mexicana y latinoamericana”, agrega Jorge Edwards.

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En 1998, el poeta Gonzalo Rojas fue uno de los oradores en el funeral de su amigo Octavio Paz, donde lo llamó “un humanista iluminador”. Sin embargo, sus opiniones políticas y enorme influencia sobre los autores mexicanos y del continente sacaban ronchas. A la vez que se peleaba con pesos pesados: Carlos Fuentes, Julio Cortázar, Carlos Monsiváis y José Emilio Pacheco. “Octavio Paz tiene en México sus más feroces y despiadados detractores, al par que sus adoradores más fanáticos. Ni una cosa ni otra le hacen bien a Paz”, dijo en su momento el poeta mexicano Efraín Huerta. En la década del 70 la juventud, en México, estaba dividida en los que estaban a favor y en contra de Octavio Paz. El autor chileno Roberto Bolaño describió esos días vertiginosos en su novela Los detectives salvajes (1998). En una escena imagina “una acción terrorista” contra Paz ejecutada por ese grupo de poetas que denominó los real visceralistas. “Los vi saliendo con Octavio Paz amordazado, atado de pies y manos y llevado en volandas o como una alfombra, incluso los vi perdiéndose por los arrabales de Netzahualcóyotl en un destartalado Cadillac negro con Octavio Paz dando botes en el maletero”. En sus últimos años, sin embargo, Bolaño destacaría el gran valor intelectual del mexicano: “Reconozco

a un escritor sobre todo en los ensayos, a un prosista más interesante que Carlos Fuentes como prosista”. México, España, Chile: charlas y libros El 29 de marzo arrancan las actividades para celebrar a Octavio Paz. En México, en la Plaza de la Ciudadela, se inaugurará Paz: una pasión bibliográfica, donde se expondrán las primeras ediciones de sus libros. En ese lugar, el premio Nobel de Literatura francés Jean-Marie Le Clézio, ofrecerá una conferencia magistral. Mientras, en el Palacio de Bellas Artes de México intervendrán dos premios Nobel, el nigeriano Wole Soyinka y el caribeño Derek Walcott. Además, habrá lecturas de sus poemas en el Zócalo y en la Alameda Central, en la voz de jóvenes poetas mexicanos. En España, en la embajada de México y en el Instituto Cervantes, participarán en una serie de charlas y debates el escritor chileno Jorge Edwards, el historiador mexicano Enrique Krauze, el autor hispano Fernando Savater y el premio Nobel peruano Mario Vargas Llosa. En la Biblioteca Nacional de España, en Madrid, se exhibirá -desde el 25 de marzo- la exposición Memoria de Octavio Paz conformada de manuscritos y grabados de una serie de artistas. Desde agosto, en Nueva York se podrá ver la muestra De la palabra a la mirada, figuras y figuraciones 1950-1998, en la galería Octavio Paz, sede del Consulado General. A su vez, en Chile, el próximo 10 de abril la académica francesa radicada en México, Fabienne Bradu, dará la charla Octavio Paz y Chile en la Biblioteca Nacional. Sobre los libros de Paz, editorial Fondo de Cultura Económica reeditará durante el año sus Obras completas divididas en 14 tomos. En Chile, el mismo sello, reeditará Octavio Paz, viajero del presente, de Roberto Hozven. www.latercera.com/noticia/cultura/2014/03/1453-568681-9-octavio-paz-elgran-disidente-americano.shtml

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Hay que soñar en voz alta, hay que cantar hasta que el canto eche raíces, tronco, / ramas, pájaros, astros. OCTAVIO PAZ

He recordado estos versos de Octavio Paz, al enterarme que se cumple a finales de este mes el centenario de su nacimiento. Jamás olvidaré que un día le llamé, y se puso al teléfono. Primero hablé con quien fuera su mujer, Mari Jo, y luego, se puso él, como si ella hiciera de filtro para sus llamadas, y la llave para que la puerta se abriera fuera una sola palabra: poesía. Porque llamé para pedirle que nos leyera un poema para la radio sobre la lluvia. No recuerdo ni una palabra de aquel poema pero no ha habido día en el que lloviera que yo no me haya acordado de Octavio Paz y de la manera, tan de verdad, en la que leyó por teléfono aquellos versos, como si le fuera la vida en que entendiéramos, a través de sus palabras cayendo, cómo era la lluvia. Si algo aprendí mientras realicé tareas de producción fue que los más grandes son mucho más accesibles que los mediocres. Y que también suelen ser más humildes. En una ocasión, y esto que voy a contar es una falta de humildad, puesto que yo no estoy entre los grandes, llamé a Augusto Roa Bastos para pedirle un

relato sobre la sombra de los árboles, y no sólo me dio el relato, sino que además me pidió permiso para incluir mi nombre como personaje en la novela que estaba escribiendo en aquel momento. Todo esto a kilómetros de distancia. Si no recuerdo mal él hablaba desde París, no estoy ahora segura, inmerso Roa Bastos en la redacción de una novela de encargo, lo cual es lo menos inspirador que existe, tener que escribir a la fuerza, con plazos y todo; pero sí recuerdo bien que la novela era para conmemorar el quinto centenario del descubrimiento de América. A mí, la verdad, me hizo mucha gracia pensar que estarían mi nombre y mi apellido en el argumento, sin saber siquiera de qué se trataba. Visto hoy desde la distancia, pienso que fue una imprudencia. Quizás pensó al final Roa Bastos lo mismo, porque al salir la novela resultó que no aparecía yo como personaje, y sí en cambio me nombraba al final del libro, recordando el día que le llamé desde España para que le contara algo de la sombra de los árboles. Años después, Concha García Campoy se sorprendió al leer mi nombre en Vigilia del almirante, que así se llama la obra, poco antes de entrevistar a Roa Bastos, por lo que Concha me pidió que volviéramos a conversar sobre la sombra de los árboles, pero esta vez en antena, yo desde Galicia. Concha García Campoy tenía estas cosas: siempre una gran generosidad con todos los que en algún momento estuvimos cerca de ella. Ahora pienso qué gran privilegio fue conocerla, así como conversar por teléfono con Augusto Roa Bastos y con Mari Jo y con Octavio Paz, mientras vigilaba cómo daba vueltas la cinta en la que se iba grabando su poema sobre la lluvia. Cuando en ocasiones me encuentro cansada, releo en mi memoria los versos de Octavio Paz que pertenecen al poema “El cántaro roto” que han iniciado este artículo: “hay que soñar en voz alta, hay que cantar hasta que el canto eche raíces, tronco, /ramas, pájaros, astros, /” …pero el canto, lo dejo para otro día. Buena semana. www.republica.com/2014/03/10/a-proposito-de-octavio-paz_776403/

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Después de varias horas de viaje y pocas de descanso, abrí la puerta de la oficina de mi nuevo jefe en Santiago de Chile. Tras unas palabras de bienvenida, me encargó el proyecto. Un seminario que abordara de forma integral la obra del escritor mexicano Octavio Paz, en conmemoración al centenario de su natalicio en 2014. Hay que transmitir, me dijo, la riqueza del pensamiento de Paz, explicar que era más que un magnífico poeta, que era un pensador político profundo; un gran crítico de las artes visuales y un exitoso emprendedor cultural; dar cuenta de la actualidad de muchas de sus reflexiones. El seminario representaba mi primer proyecto cultural y tenía seis meses para organizarlo. Debía proponer la temática de las distintas mesas y los posibles ponentes que podrían exponer en cada una de ellas. Quizás pensando que entendía del tema, esbocé una sonrisa a

manera de asentimiento, le dije que yo me encargaba de todo y salí de su oficina. Al bajar las escaleras, empecé a hacer memoria. Había leído El laberinto de la soledad hace unos diez años; El ogro filantrópico, su ensayo político más conocido, durante la carrera y en mis últimos meses de la maestría, a propósito del pensamiento de Raymond Aron; intenté leer los poemas Piedra de sol y Blanco, pero no pasaron de ser eso: un mero intento de lectura. Al salir del trabajo, pregunté por la librería más cercana y compré Las palabras y los día, una antología introductoria a la obra de Paz, preparada por Ricardo Cayuela Gally. Éste es el relato de mi viaje por la obra de Paz. La historia de alguien que por ignorancia creyó poder entender en seis meses lo escrito, hecho, dicho y visto por Don Octavio en una vida. Es, en cierta forma, una apología de la ignorancia que transmuta en osadía y lleva a descubrir nuevos mundos. La organización del seminario fue mi entrada a la obra paciana y su legado intelectual. Lo que sigue es una crónica de lo que sucedió. Llegué al hotel donde me estaba quedando y eché un vistazo a aquel cuarto lleno de maletas y bolsas sin abrir. Sólo imaginar el tedio que acompañaría mi búsqueda de departamento, me cansó. No era tarde, pero estaba somnoliento. En menos de tres semanas había pisado dos continentes y tres países y todavía no lograba procesar lo ocurrido. Aventé lo que cargaba a un sillón. Abrí la ventana y divisé un cielo violáceo, varios edificios en construcción y algunas estrellas que empezaban a tiritar. Tiritar… recordé los versos de Neruda: la noche está estrellada y tiritan, azules, los astros, a lo lejos.

En ese momento Paz apareció de nuevo. Recordé que Neruda lo menciona en sus memorias. Es una mención casi al margen, cuando enumera a quienes participaron en el Congreso Mundial de Escritores Antifascistas en 1937 en España. Paz tenía 23 años. Sin siquiera quitarme saco y corbata, tomé el libro que acababa de comprar y me recosté en el sillón. Empecé a recorrer su primera página. Y en esa misma hoja encontré unos versos de “Nocturno de San Idelfonso”: El bien, quisimos el bien: enderezar el mundo No nos faltó entereza:

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nos faltó humildad

Cuando leí estos versos una ambivalencia se apoderó de mí. Racionalmente sé qué se refieren: la seguridad de tener todas las respuestas a la mano, formó una generación increíblemente aguda para detectar las injusticias del capitalismo (aún vigentes), pero ciega a las nefastas consecuencias de sus propios postulados ideológicos. La URSS y sus terribles prácticas estuvieron frente a ellos, y no las denunciaron porque no las quisieron ver, les faltó humildad. Pero esa compresión racional se acompañaba de una falta de comprensión más profunda. Dice la primera línea: “quisimos” el bien. Me llamó la atención el plural del verbo. El proyecto para cambiar el mundo era de corte colectivo. Pero no cualquier colectivo, era una verdadera generación, es decir, parafraseando a Ortega, no era un puñado de hombres egregios, ni simplemente una masa, era un cuerpo social íntegro; éste en particular, unido por la intuición de que era posible dotar de coherencia al mundo (a todo) y mejorarlo a través de las ideas. Si Octavio Paz era parte de esa empresa colectiva para cambiar al mundo, pensé, era necesario que yo entendiera en qué condiciones surgió esa generación y cómo y por qué él se integra a la misma. No sería tarea fácil. Hoy en día carecemos de referentes

generacionales remotamente similares. En una sociedad que ensalza la especialización, la realidad y el pensamiento se fragmentan, y sabemos más de menos cosas. Eso limita nuestra capacidad de comunicarnos: cada vez tenemos menos en común. Esa intuición global que compartían los coetáneos de Paz y les permitía comunicarse y entenderse, se ha difuminado. En el debate público, ha sido sustituida (con pocas excepciones) por la opinión especializada que cree poder explicar el todo, a partir del análisis de la parte. Bien dijo Jorge Castañeda: después de Paz y Fuentes, ya no queda una voz de México en el mundo. Y es que ser una voz de México en el mundo, presupone entender el mundo y no sólo una parte de éste. Ahí me di cuenta que para entender a Paz y sintonizar con la universalidad del seminario que organizaría, necesitaba saber más de la época que le tocó vivir. Si como un día escuché decir “experiencia es destino”, necesitaba conocer la experiencia de ese joven que a los 23 años se codeaba con la crema y nata intelectual de su tiempo. Y qué mejor que entenderlo a través su propia pluma. Tendría que leer “Pasado en claro” un poema en el que Paz describe sus primeros años de vida. www.lasillarota.com/component/k2/item/89588-mi-encuentro-con-octavio-paz

...y el olor de la sangre mojaba el aire JOSÉ EMILIO PACHECO

La semana pasada recordábamos aquello que Borges decía, que uno no escoge los temas, sino que por el contrario, los temas lo escogen a uno. Yo quería haber recordado a Octavio Paz, ahora que todos celebramos con admiración y afecto su primer centenario, desde una perspectiva más amable. Quería haber rendido homenaje, por ejemplo, al poeta desnudo y contundente, ése que no quiso entrar en la estrecha cintura de los manifiestos en Piedra de sol,

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por ejemplo. O al aguzado y exquisito ensayista, el de las brillantes reflexiones que buscaba explicarnos su México multiforme en El laberinto de la soledad, el sonoro milagro de la poesía en El arco y la lira, los artilugios del amor en La llama doble, para mí uno de los más hermosos libros escritos en el siglo XX. En fin, al biógrafo espléndido de esa monja increíble, delicada poetisa, la mujer irrepetible que fue Sor Juana Inés de la Cruz en Las trampas de la fe. Pero no. La dictadura de los acontecimientos se nos impone y la barbarie de estos días me trae con urgencia la memoria de un momento, hace ya casi cincuenta años, que fue crucial en la vida de nuestro maestro. El año de 1968 fue estelar para los movimientos estudiantiles de todo el mundo. En un pequeño texto titulado “Olimpiada y Tlatelolco”, el mismo Paz nos recuerda que ciudades como París, Chicago, Tokio, Santiago, Belgrado o Roma fueron escenario de revueltas ese año. Con su habitual sagacidad, Paz reflexiona acerca de los movimientos estudiantiles y la peculiar condición de los estudiantes en el entorno social. Su situación, nos dice, a medio camino entre la sociedad real y esa “suerte de laboratorio” aislado que es la universidad, les da una privilegiada posición desde la cual pensar, y sobre todo criticar al mismo sistema que a la vez los segrega y alimenta. Contradicción insalvable, nos dice,

pues si la universidad desapareciera, desapareciera con ella la posibilidad de hacer crítica de una sociedad en cuyo seno crece. Así, conciencia crítica y rebeldía estudiantil nacen de un entorno controvertido, y se erigen como una suerte de terapia social, cuya necesidad luce esencial y determinante especialmente en democracia. El año de 1968 fue también un año estelar para los mexicanos. Como reconocimiento al desarrollo que el país había alcanzado, el Comité Olímpico Internacional les acordó organizar los Juegos Olímpicos de ese año. Era la primera vez que unas olimpiadas se celebraban en un país hispanoamericano. Sin embargo, el virus de la rebelión juvenil se había inoculado meses antes. Al parecer, todo comenzó por un simple incidente entre estudiantes en un partido de fútbol americano. Sin embargo, la brutal represión policial ganó simpatías a los muchachos, y poco a poco se les fueron uniendo trabajadores, obreros, maestros y amas de casa, desmintiendo lo que afirmaban unos medios de comunicación absolutamente controlados por el gobierno. Ante la cruel reacción oficial, la protesta arreció liderada por los estudiantes, corazón y cabeza del descontento. El movimiento se fortaleció y tomó conciencia de sí. Tampoco pedía gran cosa: libertad para los presos políticos, derogación de los llamados “delitos de opinión”, en una palabra, más democracia. Como respuesta, la represión creció también, y el ejército no tardó en ocupar la universidad. El miércoles 2 de octubre, diez días antes de la inauguración de los Juegos, los estudiantes se reunieron en la céntrica Plaza de las Tres Culturas de Tlatelolco. Hacia las seis de la tarde, terminado el mitin, ya se disponían a regresar a sus casas cuando una fuerza combinada del ejército y un grupo paramilitar denominado “Batallón Olimpia” cercó la plaza e inició la matanza. La cifra oficial de los muertos se desconoce aún, pero se estima que más de 300 estudiantes cayeron en el mismo lugar donde el 13 de agosto de 1521 fueron masacrados los últimos mexicas bajo las armas de Hernán Cortés. Obviamente, el mismo gobierno se encargó de entorpecer las investigaciones, de modo que nunca pudieron establecerse las responsabilidades. La mañana siguiente, conocida la noticia, Octavio Paz renunciaba a su cargo de embajador de México en la India. Años después confesaría a Elena Poniatowska: “No podía seguir representando a un gobierno que había obrado de una manera tan abiertamente opuesta a mi forma de pensar”. Ese mismo jueves, junto a su carta de renuncia, Octavio Paz escribió un poema, “México:

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Olimpiada de 1968”. Allí hay dos versos que hoy merecen ser recordados: “la vergüenza es ira / vuelta contra uno mismo”. www.eluniversal.com/opinion/140307/oct avio-paz-tlatelolco-y-los-estudiantes

Las lenguas son realidades más vastas que las naciones.

Empiezan a sonar los probables ganadores de los premios Nobel 2014, aunado a esto comienzan a surgir los eventos para celebrar los 100 años de su nacimiento, me refiero a la gran gloria de las letras mexicanas: Octavio Paz. Pocas son las veces en que el reencontrarse con las obras literarias impacta y destellan con su redescubrimiento, así es la prolífica obra de Octavio Paz, inacabable (en motivos de estudio), universal y atemporal. La importancia de Octavio Paz en la literatura mexicana e internacional radica en transformar lo cotidiano, lo tradicional y lo habitual en algo maravillosamente bello y extraordinario por medio del lenguaje. Da un giro imposible al demostrarnos que un buen texto vale más que mil imágenes. Su extraordinaria poesía trata sobre la sencillez del agua, el árbol, el viento,

las plazas, pero con una profundidad que exacerba los sentidos. Su crítica y teoría literaria desbordadas de una incomparable reflexión que igual toca a Sor Juana Inés de la Cruz y a Pablo Neruda, como a Xavier Villaurrutia y Lope de Vega, se amalgama con la pasión por la plástica que genera la mejor crónica del arte en México con textos que recogen la creaciones prehispánicas, el muralismo (con el que tiene varios desencuentros), el arte moderno y su paso por la Generación de la Ruptura hasta llegar a la nueva escuela mexicana. De las mentes más lúcidas que ha dado la nación, su influencia de la cultura japonesa, sueca, francesa y en especial la hindú le llevaron a la cristalización de ensayos sobre la condición humana y su relación con los signos, los mitos, el amor, el erotismo, la muerte y el placer le convirtieron en relator de la conciencia moderna. Su conocimiento de distintas lenguas le llevó a reforzar su amor al lenguaje entendido como concepto abstracto y aplicado a su trabajo de traducción del cual concluyó que ninguna obra literaria tiene el mismo valor en “lengua extranjera”. Ganador del premio Villaurrutia (1957), Cervantes (1981) y el Nobel (1990) que constatan la excepcionalidad y universalidad de sus palabras, tan universales que hasta la fecha siguen vigentes como esa incansable Búsqueda del Presente en la que seguimos como mexicanos. A 100 años de su nacimiento le debemos a Octavio Paz, además del deleite intelectual de cada una de sus piezas literarias, la representación del México contemporáneo ante el mundo. Toda duda y toda respuesta sobre nosotros y los otros la encontramos en la prosa de Paz. Este es un humilde y corto tributo a su gran legado. www.imagenzac.com.mx/nota/la-duda-y-la-respuesta-octavio-paz-23-0005-pu

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En el instante El colibrí

El poema, afirmó Paul Valéry, es “el desarrollo de una exclamación”. Del conjunto de piezas breves escritas por Octavio Paz, desde “Tu nombre” o “Retórica” de Libertad bajo palabra hasta los numerosos haikús que pueblan Ladera este, elijo uno, reservorio de concentrada energía: “La exclamación”. En este poema son perceptibles una estética del movimiento, una puesta en marcha de los signos en rotación, una forma distinta de concebir el fenómeno creativo. El poema aparece en la franja central de Ladera este y su protagonista es el pájaro colibrí: el pájaro que bebe la sangre del sol (como nos recordó el mismo Paz en el homenaje a Alberti, tras el regreso del poeta gaditano a México) y que sobresale como metáfora de la palabra convocada en “Semillas para un himno” o fundido en los ojos de la amada en “Piedra de sol”: “el colibrí se quema en esas llamas”. “La exclamación” es una sucinta escalera de seis peldaños:

Algunos críticos han dicho que la exclamación refleja el movimiento del ánimo que advierte con azoro la presencia del colibrí al final del poema, pero el verso que corona la escalera no coincide siempre, como veremos, con la conclusión del texto. La primera estrategia de lectura nos muestra al colibrí en un movimiento desrealizador: desde lo más concreto -la rama- hasta lo más abstracto -el instante-, y es posible elipsar las líneas intermedias y reducir el poema a sólo dos: “Quieto/ el colibrí”. Mas la segunda estrategia de lectura nos ofrece, de abajo hacia arriba, un movimiento inverso que va de lo más abstracto -el instante- a lo más concreto -la rama-: El colibrí En el instante No en el aire En el aire No en la rama Quieto La tercera estrategia para leer este “cuasihaikú”, como le apodó Manuel Durán, consiste en leer el primer verso y todos los demás que no implican negación. Sin embargo, la poda de estos versos frustra la dialéctica que anima al poema, en el mismo sentido en que Paz vio, en Un coup de dés, un doble ritmo de contracción y expansión: “En su movimiento mismo, en su doble ritmo de contracción y expansión, de negación que se anula y se transforma en afirmación que duda de sí, el poema engendra sus sucesivas interpretaciones” (El arco y la lira, p. 273). A la oscilación entre el sí (implícito) y el no (explícito) corresponde el movimiento pendular del negro y el blanco, de la palabra y el silencio: Quieto En el aire

Quieto No en la rama En el aire No en el aire

En el instante El colibrí

Lectura de la primera columna más el verso final.

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La cuarta estrategia consiste en leer el primer verso y sólo aquellos que implican negación:

ensayos

Quieto No en la rama No en el aire El colibrí

Lectura diagonal o lectura de la segunda columna más el primer verso.

Obra esencial de la literatura japonesa del siglo XVII, Oku–No– Osomichi se publicó por primera vez en castellano en 1957, traducida por Octavio Paz y Eikichi Hayashiya. Los meses y los días son viajeros de la eternidad. El año que se va y el que viene también son viajeros. Para aquellos que dejan flotar sus vidas a bordo de los barcos o envejecen conduciendo caballos, todos los días son viaje y su casa misma es viaje. Entre los antiguos, muchos murieron en plena ruta. A mí mismo, desde hace mucho, como girón de nube arrastrado por el viento, me turbaban pensamientos de vagabundeo. Después de haber recorrido la costa durante el otoño pasado, volví a mi choza a orillas del río y barrí sus telarañas. Allí me sorprendió el término del año; entonces me nacieron las ganas de cruzar el paso Shirakawa y llegar a Oku cuando la niebla cubre cielo y campos. Todo lo que veía me invitaba al viaje; tan poseído estaba por los dioses que no podía dominar mis pensamientos; los espíritus del camino me hacían señas y no podía fijar mi mente ni ocuparme en nada. Remendé mis pantalones rotos, cambié las cintas a mi sombrero

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de paja y unté moxa quemada en mis piernas, para fortalecerlas. La idea de la luna en la isla de Matsushima llenaba todas mis horas. Cedí mi cabaña y me fui a la casa de Sampu1, para esperar ahí el día de la salida. En uno de los pilares de mi choza colgué 2 un poema de ocho estrofas. La primera decía así: Otros ahora en mi choza –mañana casa de muñecas.

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Salimos el veintisiete del Tercer Mes. El cielo del alba envuelto en vapores; la luna en menguante y ya sin brillo; se veía vagamente el monte Fuji. La imagen de los ramos de los cerezos en flor de Ueno y Yanaka me entristeció y me pregunté si alguna vez volvería a verlos. Desde la noche anterior mis amigos se habían reunido en casa de Sampu, para acompañarme el corto trecho del viaje que haría por agua. Cuando desembarcamos en el lugar llamado Senju, pensé en los tres mil ri de viaje que me aguardaban y se me encogió 4 el corazón. Mientras veía el camino que acaso iba a separarnos para siempre en esta existencia irreal, lloré lágrimas de adiós: Se va la primavera, quejas de pájaros, lágrimas en los ojos de los peces.

Este poema fue el primero de mi viaje. Me pareció que no avanzaba al

caminar; tampoco la gente que había ido a despedirme se marchaba, como si no hubieran querido moverse hasta no verme desaparecer. Sin muchas cavilaciones decidí, en el segundo año de la era de Genroku (1689), emprender mi larga peregrinación por tierras de Oou. Me amedrentaba pensar que, por las penalidades del viaje, mis canas se multiplicarían en lugares tan lejanos y tan conocidos de oídas, aunque nunca vistos; pero la violencia misma del deseo de verlos disipaba esa idea y me decía: ¡he de regresar vivo! Ese día llegué a la posada de Soka. Me dolían los huesos, molidos por el peso de la carga que soportaban. Para viajar debería bastarnos solo con nuestro cuerpo; pero las noches reclaman un abrigo; la lluvia, una capa; el baño, un traje limpio; el pensamiento, tinta y pinceles. Y los regalos que no se puedan rehusar… Las dádivas estorban a los viajeros. 5 Visitamos el santuario de Muro–no–Yashima. Sora, mi compañero, me dijo que la diosa de este santuario se llama Konohana Sakuyahime (Señora de los Árboles Floridos) y que es la misma del 6 monte Fuji. Es la madre del príncipe Hikohohodemino–Mikoto. Para dar a luz se encerró en esa casa tapiada y se prendió fuego. Por eso el santuario se llama Muro–no–Yashima, que quiere decir “Horno de Yashima”. Así se explica la costumbre de mencionar al humo en los poemas que tienen por tema este lugar. También se conserva una 7 tradición que prohíbe comer los peces llamados konoshiro. El día treinta nos hospedamos en una posada situada en la falda del monte Nikko. El dueño de la posada me dijo que se llamaba Gozaemon y que, por su rectitud, la gente lo nombraba Gozaemon del Buda. “Reposen sosegados esta noche”, nos dijo, “aunque su almohada sea un manojo de hierbas.” Preguntándome qué Buda había reencarnado en este mundo de polvo y yerros para ayudar a tan pobres peregrinos como nosotros, me dediqué a observar la conducta del posadero. Aunque ignorante y tosco, era de ánimo abierto. Uno de esos a los que se aplica el “Fuerte, resuelto, genuino: un hombre así, 8 está cerca de la virtud”. En verdad, su hombría de bien era admirable. El día primero del Cuarto Mes oramos en el templo de la montaña sagrada. Antiguamente la montaña se llamaba Futara, pero 9 el gran maestro Kukai, al fundar el templo, cambió su nombre por el de Nikko, que quiere decir “Luz del Sol”. El gran sacerdote adivinó lo que ocurriría mil años después, pues ahora la luz de esta montaña resplandece en el cielo, sus beneficios descienden sobre todos los 10 horizontes y los cuatro estados viven pacíficamente bajo su 11 esplendor. La discreción me hace dejar el tema.

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Mirar, admirar

Cascada – ermita:

hojas verdes, hojas nacientes

devociones de estío

entre la luz solar.

por un instante.

La niebla envolvía al monte Cabellera Negra y la nieve no perdía aún su blancura. Sora escribió este poema: Rapado llego a ti, Cabellos Negros: mudanza de hábito.

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Sora es de la familia Kawai y su nombre de nacimiento es Sogoro. Vive ahora cerca de mi casa, bajo las hojas de Basho,13 y me ayuda en los quehaceres diarios. Deseando ver los panoramas de Matsushima y Kisagata, decidió acompañarme y así prestarme auxilio en las dificultades del viaje. En la madrugada del día de la partida afeitó su cráneo, cambió su ropa por la negra de los peregrinos budistas y cambió la escritura de su nombre por otra de caracteres religiosos.14 Estos detalles explican el significado de su poema. Las palabras con que alude a su mudanza de hábito dicen mucho sobre su temple. En la montaña, a más de veinte cho de altura, hay una cascada. Desde el pico de una cueva se despeña y cae en un abismo verde de mil rocas. Penetré en la cueva y desde atrás la vi precipitarse en el vacío. Comprendí por qué la llaman “Cascada vista de espaldas”.

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Tengo un conocido en un sitio llamado Kurobane, en Nasu. Por buscarlo, atravesé en línea recta los campos en lugar de ir por los senderos. A lo lejos se veía un pueblo pero de pronto empezó a llover y se vino encima la noche; me detuve en casa de un campesino, que me dio alojamiento. Al día siguiente crucé de nuevo los campos. Encontré un caballo suelto y a un hombre que cortaba yerbas, a quien pedí auxilio. Aunque rústico, era persona de buen natural y me dijo: “Es difícil encontrar el camino porque los senderos se dividen con frecuencia; un forastero fácilmente se perdería. No quisiera que esto le ocurriese. Lo mejor que puede hacer es tomar este caballo y dejarse conducir por él hasta que se detenga; después, devuélvamelo”. Monté el caballo y continué mi camino. Dos niños me siguieron corriendo durante todo el trayecto. Uno era una muchacha llamada Kasane: nombre extraño pero elegante. ¿Kasane, dices? El nombre debe ser del clavel doble.

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A poco llegué al pueblo. En la silla de montar puse una gratificación y devolví el caballo. Notas 1 Sugiyama Sampu (1648–1733). Comerciante acomodado de Edo (Tokio), protector de Basho y discípulo suyo. Fue poeta de cierta distinción. 2 Más exactamente: una serie de ocho poemas (renga haikai). Basho cita solamente el poema inicial (hokku). Era costumbre colgar en un pilar de la casa el renga. 3 Las familias con niñas celebran la Fiesta de las Muñecas el día tercero del Tercer Mes de cada año. En esa fecha se colocan las muñecas tradicionales, que se conservan de generación en generación, en el salón principal de la casa, adornado con flores. Basho piensa en la metamorfosis de su choza, hasta entonces habitada por un poeta que hacía vida de ermitaño.

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Senju era la primera posada en el camino del norte. Ri: medida antigua de longitud; cada ri estaba compuesto de 36 cho; un cho equivale a 109 metros y un ri a 3,92 km. Tanto en la poesía china como en la japonesa, la expresión “tres mil ri” equivale a “gran distancia”. 5 Iwanami (después: Kawai) Sora (1649–1710), discípulo de Basho. Lo acompañó en este viaje y en otro anterior (Una visita al santuario de Kashima). 6 Hohodemi–no–Mikoto es el nombre del Primer Emperador (Jinmu), antes de su ascensión al trono. Según el relato mitológico (Nihon–Shoki, primera cronología de Japón), la gran diosa–sol, Amaterasu, envía a su nieto, el príncipe Ninigi, a gobernar las islas japonesas. Ninigi contrae matrimonio con la princesa Konohana–Sakuya y ésta concibe la misma noche de la boda. El príncipe duda de la legitimidad de su hijo; la princesa se encierra en una cueva tapiada y se prende fuego; si el ser que va a nacer no es hijo de Ninigi, se incendiará; si lo es, ni el fuego podrá hacerle daño. Así nació el príncipe Hohodemi (“Nacido del Fuego” o “Visible por el Fuego”). 7 En el siglo VII, al ser descubierta una conspiración contra el emperador, se destierra al príncipe Arana, a Shimotsuke. Allí se enamora de la hija de un rico, prometida ya al gobernador del lugar; el príncipe visita con frecuencia a la joven, hasta el día en que se descubre que la

muchacha está encinta. Mientras tanto, el gobernador apremia al padre para que se lleve a cabo el matrimonio. El rico no encuentra otra excusa que decir al prometido que la joven ha muerto repentinamente. Para consumar el engaño colocan en el ataúd, en lugar del cuerpo de la muchacha, un pescado que al quemarse despide un olor parecido al que se desprende del cuerpo humano al ser incinerado. Desde entonces a esta clase de pescados se les llama konoshiro, que quiere decir “en lugar del niño”. 8 Cita de las Analectas de Confucio. 9 Kukai (774-835), más conocido por su nombre póstumo: Kobo Daishi. Fue el fundador de la secta Shingon y es uno de los grandes santos del budismo japonés. 10 Los cuatro estados o clases del Japón en la época medieval: los samurái o guerreros, campesinos, artesanos y comerciantes. 11 En este monte, hoy santuario Toshogu, se venera al primer shogún de la familia Tokugawa, Ieyasu. Dice el poeta que “la discreción le hace dejar el tema” por tratarse de un antepasado de la familia del shogún reinante. 12 Antes del viaje Sora se afeita el cráneo, a la manera de los bonzos budistas. Los dos viajeros llegan al monte Kuro Kami, que quiere decir Cabello Negro, justamente en la época de cambiar el hábito de primavera por el de verano. 13 Juego de palabras: Sora vive cerca de la casa del poeta y bajo su protección; Basho, seudónimo del poeta, también es el nombre de un árbol parecido al banano. 14 Transformado en peregrino, Sora escribe su nombre con signos distintos y que poseen una significación religiosa aunque la pronunciación sea la misma. 15 La segunda línea alude a la época en que dan comienzo los ejercicios espirituales de verano de los bonzos, periodo de encierro total. 16 Kasane: quiere decir doblar o doble. VIDA DE MATSÚO BASHO Matsúo Basho (o a la occidental: Basho Matsúo) nació en 1644, en Ueno. Basho fue su último nombre literario; Kinsaku fue su nombre de nacimiento. Su padre era un samurái de escasos recursos al servicio de la poderosa familia Todo. A los nueve años Basho fue enviado a casa de sus señores, como paje de Yoshitada, el heredero de los Todo; el joven Yoshitada era apenas dos años mayor que Basho, de modo que pronto los unió una estrecha amistad, originada y fortalecida por

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su común afición a la poesía. Los dos muchachos estudiaron el arte de la poesía con Kitamura Kigin (1624– 1703), discípulo de Teitoku y él mismo poeta de distinción. Se conservan poemas de esa época firmados por Sengin y Sobo, nombres literarios del joven señor y de su paje y amigo. Sengin muere en 1666 y Basho, apenado por esta muerte prematura, pide separarse del servicio de la familia; rechazan su petición y el poeta huye a Kioto. Nuevos estudios de poesía y caligrafía; lectura de los clásicos chinos y japoneses; amores con Juteini, aunque poco se sabe de este episodio y casi nada sobre ella. En 1672 Basho se instala en Edo (Tokio). En 1675 conoce al poeta Soin y durante algún tiempo es miembro de su escuela poética (Danrin). Cambia su nombre literario por el de Tosei y su lenguaje poético por uno más fluido y menos literario. Publica varias antologías. Ya libre de influencias, crea poco a poco una nueva poesía y pronto lo rodean discípulos y admiradores. Pero la literatura es también y sobre todo experiencia interior; intensa búsqueda, años de meditación y aprendizaje bajo la dirección del maestro de zen, el monje Buccho (1643–1715). Uno de sus admiradores, Sampu, hombre acomodado, le regala una pequeña casa cerca del río Sumida, en 1680. Ese mismo año otro de sus discípulos le ofrece, como presente, una planta de banano

(Basho). La planta da nombre a la ermita y luego al poeta mismo. Período de meditación y de lenta conquista, contra angustia psíquica y males del cuerpo, de una siempre precaria serenidad. Su influencia crece, lo mismo que el renombre de sus libros y de las antologías que publica con sus discípulos: Kikaku, Sora, Sampu, Boncho, Kyori, Joso, Ransetsu… Viajes, solo o acompañado; viajes a pie como un monje pero asimismo como un extraño “sembrador de poesía”. En 1683 publica su primer diario de viaje; en 1687 escribe un relato de su excursión al santuario de Kashima y un poco después emprende una nueva y larga excursión de once meses, origen del tercer y cuarto diario. En 1689 se inicia la peregrinación que relata Oku no Hosomichi. Basho tenía cuarenta y cinco años y el viaje duró dos años y medio, aunque el texto tiene por materia solo los seis primeros meses. Para darse cuenta de lo que significó esa expedición debe señalarse que para los japoneses del siglo XX esa región es considerada todavía como un país remoto y abrupto. En 1691 Basho regresa a Edo. Nuevas ermitas: Choza de la Visión, Cabaña de la Anonimidad… En 1694, otra excursión, ahora a Nara y Osaka. En esta última ciudad cae enfermo, en el curso de una comida en casa de Ono, su discípula; sus amigos lo transportan a casa de un florista, donde muere, el 12 de octubre. Está enterrado en Otsu, a la orilla del lago Biwa. O. P www.milenio.com/cultura/Sendas-Oku-laberinto-octaviopaz_0_257974783.html

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Amigo, discípulo, compañero de luchas, búsquedas y encuentros de Octavio Paz y de José Revueltas, Eduardo Lizalde revisa las profundas líneas paralelas de aquellos "dos disidentes mayores de la generación mexicana de 1914", a la luz de su firmeza moral y su consecuente posición ante los hechos de la política y la historia. La última vez que hablamos largamente con Octavio Paz, nos hallábamos mi esposa Hilda y yo con él en la casa de Francisco Sosa, que fue su final residencia, y es sede hoy día de la Fundación que lleva el nombre del poeta. Era la segunda quincena de noviembre de 1997. Nos quedamos con él a solas. Acababa de irse de la pequeña reunión otro amigo que lo había dejado con el tema de la política mexicana en la boca, y a él retornó Octavio sin vacilar, con la extraordinaria lucidez de todos los meses y días anteriores, de la que hacía alarde en extensas conversaciones telefónicas, furioso con su enfermedad, pero con ánimo de abordar cualquier asunto de su interés. Volví a verlo y a charlar con él muy brevemente en tres o cuatro ocasiones. La última de ellas, el día

en que se decidió otorgar el Premio Octavio Paz de Poesía al chileno Gonzalo Rojas, en la segunda quincena de marzo de 1998, cuando su salud empezó gravemente a decaer y sus más cercanos amigos procuraban importunarlo menos frecuentemente. Pero ese día de noviembre estuvimos 40 o 50 minutos en la casa. Continuó hablando sobre la compleja política mexicana, sobre la situación económica del país y sobre los deplorables incidentes jurídicos y criminales que habían llevado a la quiebra de la "familia revolucionaria" en el poder, al margen de los proyectos razonables y defendibles que en distintos aspectos legales y sociales había trazado la administración presidencial pasada. No me propongo hacer de memoria desleal (ni viene al caso) el recuento de la conversación entera, pero sí anotar lo que casi al despedirnos dijo, como un colofón de sus ensayos sobre la política y la historia mexicanas, risueñamente y con aire un poco melancólico: "Yo fui crítico severo de la Revolución Mexicana, pero llegué a creer que tenía futuro. ¡Una tontería!", y se rió. Esa última conversación, y esa depresión de ver al poeta, al amigo y al maestro al borde previsible de la muerte, me retrotrajo al recuerdo de todos los compromisos de redacción incumplidos por mi parte en relación con esos temas, esas ideas y esa lucha de Octavio Paz y de otros escritores y pensadores. Después de tantos años de hablar y de discutir con él los grandes dramas morales no sólo de México, sino muy especialmente de las atroces tropelías ideológicas, genocidas, autoritarias, consumadas a lo largo del siglo XX por dictaduras marxistas-leninistas de Oriente, de Occidente y de América Latina, muy poco hemos hecho los de mi generación (y en particular los que teníamos la específica experiencia y la formación política necesaria) por defender en nuestro país las ideas y las causas políticas por las que Paz y muchos otros escritores del mundo se jugaron la vida y padecieron la animadversión de los ciegos de siempre, de los ignorantes y de los arbitrarios de costumbre, aparte del rencor de los escaladores y los acomodaticios de todos los regímenes.

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Algo hemos publicado y dicho algunos de mi edad y otros más jóvenes sobre el tema (en las propias revistas Plural y Vuelta, que el poeta dirigió y fundó, y en muchas otras publicaciones, libros, conferencias y coloquios), pero jamás logramos en nuestro país, ni en otros de América Latina, la repercusión ni la aceptación que en grandes sectores universitarios, políticos y aun intelectuales consiguieron con su antigua letanía progresista-marxistaantiimperialista los enemigos rabiosos de las ideas de Octavio Paz, así reconocieran todos, como lo siguen haciendo después de su muerte, su genio excepcional de poeta y de ensayista. ¿Por qué?, me preguntaba yo en algún reciente homenaje sobre la obra de Paz que se realizara en la Universidad de Guanajuato. ¿Por qué contra nuestro mayor poeta e intelectual en el siglo XX, contra el más brillante innovador de nuestros escritores y pensadores, tales explosiones del más largo encono irracional que hayamos conocido en nuestras tierras, tal odio enfermo y tales afanes de linchamiento público contra un hombre de intachables convicciones personales, de valor civil ejemplar, de moral firme y de inteligencia en tal medida iluminadora para sus mismos enemigos? Ya ocurrió en Grecia —lo decía con agudeza hace unos años un inteligente crítico peruano, que no era personalmente muy cercano a

Octavio—, con el padre de la filosofía ateniense y universal. Efectivamente, ningún escritor mexicano (o extranjero que viviera en el país), coludido abiertamente con regímenes reaccionarios, usurpadores o dictatoriales de la historia, así se llamara él José Zorrilla, Federico Gamboa, Salvador Díaz Mirón, Victoriano Salado Álvarez o José Juan Tablada (sólo por dar algunos nombres de personajes conspicuos y respetables), fue víctima constante, y durante varias décadas, de semejante furia huracanada, republicana, populista, ignara y descabellada, como lo fue Octavio Paz en la segunda mitad del siglo. ¿Por qué? Vuelvo a preguntarlo para intentar una vez más decir en pocas palabras lo que ya hemos dicho en muchas: porque puso el dedo en la llaga moral de nuestro país y del mundo, como ya lo habían hecho antes algunos de sus predecesores en otros países donde también fueron maldecidos, perseguidos, llevados a la miseria física, al exilio y muchas veces a la muerte: Gide, Breton, Isaac Babel, Boris Pilniak, Trotski, etcétera, etcétera, etcétera. Como después lo fueron y lo siguen siendo muchos otros pensadores, artistas y escritores. Lo anterior me conduce a otras memorias, constreñidas por la extensión de este simple artículo, y que se refieren a José Revueltas, el narrador más dotado, el revolucionario de mayor arrojo y, junto a la de Octavio Paz, la inteligencia más visible entre los escritores que nacieron en ese año de 1914. Soy curiosamente, en mi generación y en cualquier otra, creo yo, el único escritor que compartió convicciones, batallas trágicas, también diferencias políticas, relación personal y en menor grado, aunque los hubo (eso es curioso), intereses literarios con esos dos personajes, Paz y Revueltas, y durante mucho tiempo: casi dos décadas con Revueltas, casi tres con Octavio. Ambos fueron mis maestros en el campo de la crítica, las singularidades ideológicas y el conocimiento de las utopías marxistas-leninistas, en distintos periodos de mi vida. El otro disidente mexicano del género mayor, no de signo tan contrario, sino de vida y trayectoria diferente, es precisamente José Revueltas, asimismo autor de una obra literaria y política vastísima, que se caracteriza por las irregularidades tanto de los libros extensos como de los ensayos, los artículos, las notículas y aun los mensajes que son propios del activista integral, del militante comunista de 24 horas al día, como lo eran los legendarios fundadores de la estirpe. Aparte de todo eso, Revueltas vivió inmerso en etapas de violencia

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represiva, y de heroísmo personal, que lo convirtieron, entre los años de sus reclusiones en las Islas Marías y su último encarcelamiento en Lecumberri (1969-1971), en el campeón mexicano de los pesos completos en materia de prisiones padecidas por razones de conciencia y actividad subversiva. Revueltas murió en 1976, 22 años antes que Octavio Paz, y en 1979, cuando publicábamos el primer número del suplemento La Letra y la Imagen, Octavio me autorizó la publicación de un viejo artículo suyo, aparecido en 1943 en la revista Sur, dirigida por Victoria Ocampo, sobre, a favor y contra la novela El luto humano, de José Revueltas, sobre la que ya apuntaba: “Algún crítico marxista lo ha acusado de pesimismo...” “Seguramente Revueltas no ha escrito una novela, pero en cambio ha hecho luz dentro de sí... De su obra no quedará sino el aliento, ¿no es eso suficiente para un joven que apenas se inicia y nos inicia en la misión de crearnos un mundo imaginativo, extraño y turbadoramente personal?”. El crítico y el autor cumplían 27 años de edad. Por eso en su “Complemento” redactado para esa publicación en 1979, Paz declaraba: “Es la crítica de un principiante a otro principiante, además, es demasiado tajante y categórica”. Al término de su artículo y tras de hacer un análisis de la pasión marxista, atea, pero metafísica, mesiánica y

cristiana de Revueltas, Paz afirmaba: "Revueltas, en nombre de la filosofía marxista, emprendió un examen de conciencia que San Agustín y Pascal habrían apreciado y que me impresiona doblemente por la honradez escrupulosa con que lo llevó a cabo y por la profundidad y sutileza de sus análisis". Y para cerrar el artículo decía: “Vasconcelos terminó abrazado al clericalismo católico; Revueltas rompió con el clericalismo marxista. ¿Quién fue de los dos el verdadero cristiano?”. Revueltas fue en algún momento un personaje y un escritor casi tan odiado como Octavio Paz (aunque nunca alcanzó su celebridad mundial, como sabemos), particularmente por los círculos de la izquierda democrático-burguesa (que practicaba el "demo-marxismo", decía Revueltas), por la izquierda militante y por los partidos marxistas-leninistas en ejercicio durante el periodo 1957-1963. Tuve el honor de ser expulsado junto a él del PCM, del POCM y de la Liga Espartaco, que habíamos fundado y dirigíamos. También gocé de la parte alícuota de ese odio —vicios de la terminología marxista de El capital—, que modestamente me correspondía por ser su amigo, su defensor y su partidario. También he gozado de esa cuota honrosa de rencor por parte de los que delatan en su piel las marcas de la viruela negra del sectarismo, esos cacarizos del estalinismo, por mi cercanía y mi defensa de las ideas y las posturas de Octavio Paz, que no son nuestras, sino de la humanidad, creo yo. Los trotskistas mexicanos, y otros del mundo, era natural, se acercaron a Revueltas desde nuestra expulsión del PCM en 1960, como se acercaron a Paz, aunque arrastraban vicios sectarios estalinianos y leninianos de víctimas del PCUS. Hay una carta redactada en abril de 1969 por Revueltas, y firmada en la cárcel preventiva de Lecumberri, que dirigía al “III Congreso (después de la reunificación), de la IV Internacional”. Interesa señalar el siguiente párrafo: El marxismo revolucionario está compareciendo —y comparecerá en el más inmediato futuro— ante un contexto de cada vez más profundas y generalizadas convulsiones revolucionarias. La ley de tendencia de estas convulsiones implica, en primerísimo lugar, la subversión de la conciencia socialista en el estado actual en que se encuentra, mediatizada y deformada por los partidos comunistas en la mayor parte de los países del mundo. (México 68. Juventud y Revolución. México, Era, 1978, p. 206).

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Los dos disidentes mayores de la generación mexicana de 1914 convergen aquí, en estas ideas clarísimas y esos años. Lo que Revueltas anuncia, aparte de algunos párrafos consoladores para sus amigos de la III Internacional, es lo que ya hemos visto de 1989 a la fecha: el cisma catastrófico de la utopía científica, que los fideístas del pasado se empeñan en defender con otra utopía: “el socialismo real no era ése”. Ojalá llegue el tiempo del real. En una de sus últimas cartas en Lecumberri, donde lo visité en varias ocasiones (es de mayo de 1971, y está dirigida a su hija Andrea), escribe Revueltas: "El domingo pasado vino a verme Octavio Paz. Como siempre magnífico, limpio, honrado, este gran Octavio a quien tenía más o menos ocho años de no ver, o algo así... Nuestro tema fue, por supuesto, Heberto Padilla”. (Las evocaciones requeridas. México, Era, 1987, p. 218). Claro está: la disidencia es Cuba, las represiones castristas que empezaban entonces y continúan. Un funcionario cubano acaba de declarar en México que la palabra "disidencia" es una simple invención, literatura y demagogia pura para denominar a los enemigos del régimen cubano. Es posible que la palabra sea una invención, pero los disidentes cubanos perseguidos, reprimidos, torturados, injustamente encarcelados, y a veces fusilados, son reales, no son materia de retórica alguna.

Si Revueltas hubiera llegado en vida al final de la década de los ochenta, habría estado orgullosamente sentado junto a Octavio Paz en esas mesas de la reunión convocada bajo el rubro “La experiencia de la libertad”, que también resultó abominable para la izquierda utópica y científica, renqueante y militante, pero cuyos materiales se encuentran felizmente editados y videograbados, aunque continúan sin ser leídos ni entendidos, como las extensas, apasionadas y brillantes obras de Revueltas y de Paz, sobre asuntos políticos e ideológicos, por nuestra recalcitrante y prehistórica izquierda mexicana que no se ha enterado, por cierto, de que hoy representa en nuestro país y en el mundo la vanguardia de la derecha extrema. Letras Libres, núm. 4, abril de 1999, www.letraslibres.com/revista/convivio/octavio-paz-jose-revueltasconvergencia-de-dos-disidentes

Ahora que lo escribo, no lo creo: de pequeño, mi familiaridad con Octavio Paz era absoluta. Recuerdo levantar el auricular del teléfono y escuchar su voz nasal preguntando por mi padre. Nunca fue una petición inmediata. Jamás sentí que mi presencia en la línea —la voz de un niño de 6 o 7 años de edad— le molestara o le resultara inoportuna. Seguramente más de una vez tuvo prisa: yo nunca la percibí. Paz siempre tenía una pregunta: “¿cómo te ha ido?”, “¿qué has hecho?”. Había en el diálogo un tinte de formalidad que, para él, resultaba irremediable. Yo siempre lo agradecí: me hacía sentir mayor, digno de ese trato. Mentiría si dijera que recuerdo a detalle alguna de nuestras conversaciones. Solo sé que le hablaba de mi familia, del principio de la escuela y de otras cosas. Cierto día me preguntó por mis juguetes. Le platiqué de una maravillosa empresa recién fundada de nombre Mattel. A los pocos días me envió, a nombre suyo y de su esposa Marie Jo, un juego de video portátil. Sin envoltura, sin tarjeta. Sólo así: una muestra espontánea de afecto y, más importante todavía, de atención a los intereses de su pequeño interlocutor. Alguna vez, en el colmo del atrevimiento, quise leerle un poema que había yo escrito. “Si me das/ te doy más”, declamé sentado en el banco de mimbre del

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antecomedor. Paz hizo una pausa y me dijo: “me gusta, me gusta”. En la infancia siempre le llamé “Octavio”; nunca “señor Paz”. Le hablé de tú; nunca de usted. Ese desparpajo infantil se debía, creo, a tres cosas: la amistad que unía a Paz con mi padre (quien, incluso así, nunca lo tuteó), a la familiaridad que otorga la presencia constante y, por supuesto, a la completa ignorancia de quién era realmente mi amigo “Octavio”. Con el paso de los años y la llegada de la curiosidad intelectual, poco a poco fui abriendo los ojos al alcance de su figura. Empecé a leer a Paz en la muy temprana adolescencia. Comencé — como seguramente terminaré— en su poesía. Leí después El laberinto, Posdata, El ogro filantrópico. Leí, leí y leí. Naturalmente, para los 13 o 14 años de edad, las llamadas de Octavio a casa comenzaron a ponerme nervioso. Ya no era sólo el hombre generoso que me escuchaba por teléfono en la infancia: de manera inevitable, era ya el gigante. Recuerdo el momento cuando comprendí el tamaño real de Paz. Fue durante el Encuentro Vuelta de 1989, donde lo vi recibir el afecto y la admiración de todos los extraordinarios intelectuales, escritores y artistas que coincidieron en la Ciudad de México para aquel congreso memorable. Me acuerdo, por ejemplo, de la reverencia amistosa (pero reverencia al fin) con

la que lo trataba Mario Vargas Llosa, quien ya era, a su vez, uno de mis héroes literarios. Durante el cóctel de inauguración del congreso me acerqué a Paz para una fotografía juntos. Todavía la conservo. Llevo en el rostro una sonrisa franca y, todavía ligeramente infantil. Paz me abraza apenas; su mirada no está en el ojo de la cámara. Mira a alguien más allá, no tiene tiempo para concentrarse en el instante amistoso. Sería absurdo decir que guardo algún resentimiento por la distracción del poeta. Más bien la achaco a un doble reconocimiento: al niño que poco a poco cedía a una justificadísima veneración y al poeta, cuya comodidad con el niño que había conocido se había transformado en ligera inquietud, quizás ante el enigma de la adolescencia. No lo digo ni con sorpresa ni con melancolía, pero aquella noche “Octavio” se volvió “don Octavio”. Pero ese cambio abrió otro capítulo: la identificación intelectual. El recuerdo de la amistad infantil se conjugó con la voraz lectura del poeta para dar pie a una filiación indeleble. Asimismo, conforme descubrí la grandeza de Paz, me encontré con la furia de sus detractores. Recuerdo a uno que, no por menor, deja de ser ilustrativo. En los primeros años de preparatoria me topé con un maestro de matemáticas que, por razones que nunca comprendí, detestaba a Paz. Alguna vez, sin la menor provocación, comenzó a agredirme. “Claro, Krauze va a defender a su padrino Octavio Pus”, espetó. No sé qué me pareció más absurdo, la ridiculez aquella de “tu padrino” (Octavio Paz… ¿padrino?) o el pésimo chiste del “pus”. Lo cierto es que estuve, lo juro, muy cerca de golpearlo. Recuerdo que le respondí furioso. Explico mi reacción desde el cariño amistoso, pero también desde la más genuina admiración: Paz se había vuelto mi brújula. Nada de esto implica que se me escaparan sus defectos. Lo vi ser poco generoso. Me acuerdo, por ejemplo, de los días que vivimos juntos en Oviedo en 1993, cuando Paz —que ya era Nobel— invitó a su grupo de colaboradores a la entrega del Premio Príncipe de Asturias a Vuelta. Subrayo a los colaboradores porque Vuelta, como cualquier otra revista, nacía precisamente del trabajo conjunto de un grupo pequeño pero muy dedicado. El esfuerzo colectivo habría merecido, creo, un reconocimiento, digamos, en plural. Pero el poeta, de sobra universal para entonces, decidió recibirlo solo. A ese Paz, indigno de su grandeza, prefiero olvidarlo. Hoy, cuando pienso en él, vuelvo a su obra. Lo imagino cogiendo las palabras del rabo, exigiéndoles que chillen, “putas”. Lo veo

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escribiendo. Pero sobre todo vuelvo al libro que, siendo yo todavía un niño, me dedicó. Ahí, en la primera hoja de El arco y la lira, alcanzo a leer: “A León, el poeta cuentista, para que algún día, ya grande, le dé un vistazo a estas páginas”. Hay, después, un garabato inconfundible.

Dice “Octavio”. Así, sin Paz. www.milenio.com/firmas/leon_krauze _epicentro/VislumbresOctavio_18_262953737.html

noticias Poeta, narrador, ensayista, traductor, editor y gran impulsor de las letras mexicanas, Octavio Paz es uno de los escritores más representativos del siglo XX, se mantuvo siempre en el centro de la discusión artística, política y social del país. Su poesía se adentró en los terrenos del erotismo, la experimentación formal así como la reflexión sobre el destino del hombre. Han transcurrido ya 100 años desde el nacimiento del premio Nobel de literatura 1990 y en ese sentido la senadora y presidenta de la Comisión de Cultura en el Senado de la República, Blanca Alcalá Ruiz, describió en entrevista para Milenio Puebla la importancia del legado que dejo Octavio Paz para la sociedad mexicana. El próximo 31 de marzo, Octavio Paz cumpliría un siglo de vida, y a manera de homenaje Alcalá Ruiz impulsó en la Cámara de Senadores la realización de un libro que recopilará el pensamiento político del escritor mexicano. “2014 es un año muy especial al conmemorar el centenario del natalicio de uno de los personajes intelectuales más importantes de la historia contemporánea de nuestro país como es Octavio Paz”, apuntó la senadora. Itinerario crítico. Antología del pensamiento político de Octavio Paz es un libro escrito por Armando González Torres, y será presentado el próximo 24 de marzo en el Auditorio Octavio Paz del Senado de la República por la senadora Blanca Alcalá, Jesús SilvaHerzog Márquez, Jorge Javier Romero y el autor. “En el libro tratamos de rescatar aquellos ensayos y escritos que, así como algunas cosas que no se conocen de manera cotidiana por parte del lector”, señaló la senadora. La priista aseguró que esta obra representa la importancia que tiene la libertad, la pluralidad, el sentido de autocrítica y de "no estar conforme con las relaciones establecidas, además representa la oportunidad de centrarse de nuevo en estos valores, del diálogo y de no caer en el sentido del confort". La publicación de este libro cuenta con la colaboración de la Comisión Nacional para la Cultura y las Artes (Conaculta), quien decidió a través del director general de publicaciones del organismo

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otorgarle el proyecto a Armando González Torres, un joven escritor mexicano y conocedor de la obra de Paz para que realizara la revisión del pensamiento político del poeta mexicano. “La obra fue encomendada a un especialista y él decidió dividir esta publicación a lo largo de tres vertientes lo que refiere a él antes y el después de El laberinto de la soledad, el movimiento del 68 y sus últimos textos de 1980 a 1994”. “Para nosotros tiene un gran valor esta publicación porque decidimos arropar el proyecto en el Senado y que fuera implementado por todos los partidos políticos, y la comisión de cultura que es una de las más representativas a nivel nacional”, subrayó Alcalá. Las presentaciones se realizarán en el Senado de la República en donde se develará una placa en conmemoración al centenario del natalicio de Octavio Paz, en el estado de Puebla en la Biblioteca Palafoxiana, en Harvard, Madrid, Chile, concluyendo en Nueva Delhi, un circuito de ciudades en donde el premio Nobel de literatura mexicana, tuvo una relación muy importante. Las presentaciones Además de la presentación del libro, el Senado en conjunto con la Conaculta realizarán un coloquio en el que van a participar personajes sobresalientes de la vida de las letras, de la política pero sobre todo que

fueron amigos de Octavio Paz como Enrique Krause, Mario Vargas Llosa, Fernando Savater, Jorge Edwards embajador de Chile y Felipe González, además de Madrid que representa un lugar donde Paz desplegó esta otra faceta de responsabilidad y donde tiene un gran contacto con los conflictos mundiales. “En este sentido queremos que no sólo sean personajes relevantes, sino amigos y personas que conocieron de cerca a Octavio Paz. “Como presidenta de la comisión de cultura decidí presentar un punto de acuerdo que nos llevara a realizar un programa de actividades conmemorativas, la verdad es que la iniciativa fue aceptada de manera unánime por todos y a partir de ahí nos dimos a la tarea, junto con la comisión, de construir un programa de actividades que resultara realmente significativo desde la mirada del Senado para rendir homenaje a este intelectual mexicano”, explicó Alcalá. El programa que mostrará la obra del escritor fue diseñado por la presidenta, la cámara de senadores y Conaculta, se encuentra dividido en tres ejes; el primero es “Octavio Paz en el mundo de las ideas, el segundo como ciudadano del mundo y el movimiento del 68, y el tercero es Octavio Paz y el reencuentro con la gente”. “Debemos traer a la memoria lo que implica el mundo de las ideas de este personaje, y ahí decidimos hacer un rescate de todo lo que está relacionado con el pensamiento político de Octavio Paz”, comentó. Blanca y Octavio La senadora señaló que además de las obras escritas por Paz, su legado y sus principios ha podido vislumbrar en él a un ser humano excepcional y sumamente sensible. “A mí me parece que sin duda se trata de un hombre sumamente sensible, plural y más allá de la política, y debido a la fortuna de estar más de cerca con Marie José Paz (viuda del escritor), un hombre con una extraordinaria calidad humana". Debido a las presentaciones y conmemoraciones del escritor mexicano, Blanca Alcalá, tuvo una relación cercana con “Marie Jo”, lo

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que ha significado para la senadora, “una experiencia que le ha permitido conocer de manera más profunda al premio Nobel”. “Las vivencias que en ocasiones ella muestra sobre su relación con Paz, denotan a un hombre que le tiene una gran valía a lo que implica el compromiso, el amor, el respeto y bueno en ese sentido me relacioné con él en lo que implica esa importancia que tienen los sentimientos, el ser humano y el reconocimiento a quien comparte la vida contigo”, afirmó la titular de la Comisión de Cultura. Conaculta prepara actividades El Consejo Nacional para la Cultura y las Artes (Conaculta) también prepara actividades para el Centenario del Natalicio del poeta mexicano premio Nobel de Literatura 1990. Como parte de las acciones a festejar, una es que la Secretaría de Educación Pública (SEP), entregará durante un año a todos los alumnos que egresen de secundaria una antología de Octavio Paz para que se acerquen a su obra, informó hace unos días Emilio Chuayffet. A su vez, el presidente de Conaculta hizo un reconocimiento a Marie José Paz, “quien ha sido una colaboradora y una entusiasta de este programa para el cual nos ha brindado numerosos materiales y obras de Octavio Paz”.

Como parte del homenaje, el Conaculta está planeando celebrar y recordar al hombre de letras, al hombre de pensamiento y al hombre que hizo una aportación indudable en las transformaciones mundiales desde el punto de vista de las ideologías, para surgir un nuevo estado histórico del pensamiento en el que enfatizaremos nuestro homenaje. El objetivo de la celebración organizada por Conaculta es que la gente pueda valorar, revalorar, difundir, conmemorar y recordar la vida y la obra de Octavio. La SEP entregará durante un año a egresados una antología del escritor. Las actividades iniciarán el 20 de marzo con una sesión solemne en honor de Octavio Paz en el Palacio de San Lázaro, donde también se cancelará un timbre postal y se anunciará la emisión de un billete de la Lotería Nacional, además de que se hará una lectura por parte de diputados, del poema Piedra de sol. En el Senado, el 24 de marzo se llevarán a cabo actividades como una reflexión sobre su itinerario crítico y una sobre sus textos políticos, algunos no tan difundidos, donde participarán importantes pensadores contemporáneos. Las actividades en conmemoración del natalicio de Octavio Paz se extenderán a otros países como Francia, España, Brasil y Japón. A México llegarán los premios Nobel Derek Walcott, Jean-Marie Gustave Le Clézio y Wole Soyinka, y el escritor peruano Mario Vargas Llosa, quien encabezará un homenaje desde Madrid. En el Colegio Nacional se realizará el encuentro Octavio Paz y el mundo del siglo XXI, donde el 27 y 28 de marzo participarán Miguel León Portilla, Enrique Krauze, Tzvetan Todorov, Hugh Thomas, Ian Buruma, David Brading, Jean Meyer, Juan Goytisolo, Jorge Edwards y Mark Lilla, entre otros. El 30 y 31 de marzo, en el marco de la fecha del natalicio de Octavio Paz, se organizaron dos encuentros en el Palacio de Bellas Artes, el primero con la presencia de Wole Soyinka, Derek Walcott, Charles Simic, Lasse Soderberg, Homero Aridjis y Eduardo Lizalde; mientras que en el segundo participarán Enrique Fierro, Anthony Stanton, Danumio Torres Fierro, Hugo J. Vitale, Aurelio Asiain, Fabienne Bradu, Adolfo Castañón y Elena Poniatowska. La calle Tres Picos en la Ciudad de México se cambiará a Octavio Paz el próximo 31 de marzo. Otras actividades incluirán el cambio de nombre en la Ciudad de México de la calle Tres Picos a Octavio Paz, el 31 de marzo; un retrato coral de Octavio Paz que se llevará a cabo ese

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mismo día en el Palacio de Bellas Artes con la presencia de autores internacionales, así como diversas actividades en la Fonoteca Nacional, última casa que habitó el poeta en Coyoacán, que incluyen reproducciones en el Jardín Sonoro y un ciclo de 24 horas de entrevistas con Octavio Paz, entre otras. El principio de un escritor Octavio Paz nació el 31 de marzo de 1914, durante la Revolución Mexicana. Fue criado en Mixcoac, una población cercana que ahora forma parte de la ciudad de México. Lo cuidaron su madre, Josefina Lozano, su tía Amalia Paz Solórzano y su abuelo paterno, Ireneo Paz (1836-1924); este un soldado retirado de las fuerzas de Porfirio Díaz, intelectual liberal y novelista. Octavio Paz se convirtió en un representante del siglo XX. www.milenio.com/cultura/anosOctavio-Paz_0_258574522.html

Este año México se prepara para celebrar a una de sus joyas más preciadas: el poeta Octavio Paz, a 100 años de su nacimiento, con una serie de actividades y eventos que se llevarán a cabo en diferentes sedes de la Ciudad, como el Colegio Nacional, el Palacio de Bellas Artes y la Biblioteca de México. Octavio Paz, nacido en Mixcoac, México un 31 de marzo de 1914, ha sido un símbolo icónico en la historia de la cultura en México. Reconocido globalmente por haber sido el primer Premio Nobel en México, el escritor dejó un legado fenomenal con obras como El laberinto de la soledad, un libro que analiza críticamente la vida del mexicano y su historia con el paso del tiempo, y Piedra de sol, que ha sido un poema como ninguno, al estar escrito por 584 versos. Fue la definición exacta de un mexicano, un hombre que luchó por la injusticia y libertad de su prójimo, además de compartir con todos sus grandes obras que revolucionarían la lectura en México; un hombre ejemplar a seguir. Fue testigo de acontecimientos que marcaron época, como la Guerra Española, el surrealismo, la ideología comunista y la caída del Muro de Berlín. En esta conmemoración se realizaran mesas de reflexión en el Colegio Nacional el 27 y 28 de marzo, con temas tocados por el poeta como la Historia de México; La Rebelión y Revolución; El ayer y hoy, y La letra y el cetro: los intelectuales y el poder. En estas mesas intervendrán autores como Hugh Thomas, Enrique Krauze, David Brading y José Woldenberg, entre otros.

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También se darán a conocer las primeras ediciones de todos los libros de Octavio Paz y otras colaboraciones que realizó con autores como Manuel Álvarez Bravo y Rufino Tamayo. Esto se llevará a cabo en la Biblioteca de México, en la Ciudadela. El domingo 30 y lunes 31 de marzo se tendrá un encuentro en el Palacio de Bellas Artes, reuniendo a por lo menos 37 invitados tanto nacionales como internacionales, entre ellos escritores, arquitectos, artistas, pensadores y críticos para celebrar el natalicio del poeta. Entre las actividades, el 28 de marzo en el Centro Nacional de las Artes se podrá apreciar un recital musical con la cantata para mezzosoprano, quinteto de cuerdas y piano Ofrenda del tiempo del artista ruso Dmitri Dudin, obra basada en el poema Piedra de sol. La Fonoteca Nacional, que arropó al poeta en su última morada, realizará el 25 de marzo eventos como reproducciones con la obra de arte sonoro Paz en el agua. Octavio Paz también será recordado en Madrid, con exposiciones de manuscritos del escritor y grabados del libro de artista que realizó con Gunther Gerzso. Y en París se llevará a cabo una serie de mesas redondas con la participación de destacados artistas y escritores. Octavio Paz fue más que un escritor y poeta; fue y sigue siendo una identidad casi sagrada para el

mexicano, con sus grandes logros tanto diplomáticos como personales. Es un símbolo de justicia y libertad que la población mexicana necesita para la formación de futuros pensadores; es una explicación del por qué la cultura es un factor tan importante en la sociedad mexicana. Tenemos mil y una razones para celebrar cien años de Paz. www.arteycultura.com.mx/un-gran-homenaje-a-100-anos-delnacimiento-de-octavio-paz/

Como parte de la celebración del centenario de nacimiento del poeta mexicano Octavio Paz, la Orquesta de Cámara de Bellas Artes (OCBA), bajo la dirección huésped de Eduardo García Barrio, interpretó la cantata Ofrenda del tiempo, basada en el poema Piedra de Sol, del Premio Nobel de Literatura 1990. Antes de la presentación en la Sala Manuel M. Ponce del Palacio de Bellas Artes, García Barrio expuso que debido al fallecimiento del filósofo y escritor Luis Villoro, acaecido ayer por la tarde, el concierto estaría, también, dedicado a él. Durante la ejecución de la pieza, que conjuntó música, canto y poesía, la OCBA se hizo acompañar de la mezzosoprano Belem Rodríguez, el pianista Dmitri Dudin (autor de la obra) y el actor Alejandro Juárez. "Ofrenda del Tiempo" se integra por los movimientos: "Moderato" , "Adagio" , "Allegro" , "Moderato" , "Adagio drammatico" , "Larghetto misterioso" , "Allegro agitato" y "Largo" , evocando el paso de los días, el Sol y al propio ser humano. Dmitri Dudin compuso la cantata para voz, quinteto de cuerdas y piano. A manera de guía sobre el origen de la cantata. Tras la interpretación, el público ovacionó por varios minutos a los músicos de la OCBA, al autor y pianista Dudin, a la cantante Rodríguez y al actor Juárez Carrejo, así como al director Barrio, por la excelsa interpretación de la obra. Además de Ofrenda del tiempo, el programa incluyó la interpretación de Suite de bailables antiguos, compuesta por:

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"Allemande" , "Minueto" , "Sarabanda" y "Gigue" ; el público también ovacionó la técnica de los músicos. Eduardo García Barrios inició con su padre su educación musical, adquiriendo conocimientos de piano, contrapunto y armonía. Luego profundizó sus conocimientos con distintos maestros en el Distrito Federal, hasta que Gela Dubrova, su maestra de viola, le propuso continuar su formación musical en la entonces Unión Soviética. Vivir en ese país cerca de 10 años lo acercó a grandes maestros, quienes le dejaron una importante influencia en su carrera. Entre ellos destacan el maestro de piano Mikhail Voskresensky y el director de la Orquesta Filarmónica de Moscú, Dimitri Kitayenko. www.eluniversal.com.mx/cultura/2014/im preso/ofrecen-concierto-en-honor-aoctavio-paz--73728.html

Presentación El libro La historia y el laberinto. Hacia una estética del devenir en Octavio Paz, de Javier Rico, fue presentado por Álvaro Matute y el autor. El laberinto de la soledad de Octavio Paz es necesario para los historiadores, ya que está ubicado en un terreno que podemos llamar metahistoria: una historia elevada y profunda que va a las raíces y que se eleva a alturas lejos de lo histórico, de lo que pasó y se consignó, destacó Álvaro Matute, historiador de la UNAM durante la presentación del libro La historia y el Laberinto. Hacia una estética del devenir en Octavio Paz, de Javier Rico Moreno, investigador de la Facultad de Filosofía y Letras de la UNAM. Este ensayo del poeta mueve al ser del mexicano hacia un tipo de manifestación y yo lo definiría como un libro que es de historia pero a la vez no, pero que sí nos hace reflexionar en nuestro presente a partir de nuestra historia antigua, añadió el también investigador del Instituto de Investigaciones Históricas de la UNAM. Sobre el libro, que fue presentado en el marco de la XXXV Feria Internacional del Libro del Palacio de Minería, Álvaro Matute comentó que es una publicación que se centra en recrear la época de los años 40 –periodo en que fue escrito El laberinto de la soledad-, así como la vida e ideología del premio Nobel de Literatura 1990. “En este libro participo con la escritura del prólogo. Empiezo peleando con los historiadores, con el gremio al que pertenezco. Porque pienso que es y no es El laberinto de la soledad un libro de historia. Es un libro que habla de lo que impulsó a lo que pasó, de los estratos que mueven el ser mexicano hacia un tipo de manifestación que sí se da en la historia concreta y que nos lleva a enfrentarnos a nosotros mismos”, destacó.

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Para Álvaro Matute, el propósito de Octavio Paz al escribir una de sus obras ensayísticas más importantes, fue la respuesta y la participación de las mismas en una serie de interrogantes profundas que predominaron en los inicios de la década de los años 40. Lectura ¿Pero por qué hacer un libro sobre otro libro?, ¿por qué escriben libros sobre libros?, cuestionó Matute al auditorio, en su mayoría de jóvenes. La historia de los libros creo que en gran mayoría responde a que han sido escritos sobre otros libros, también sobre cosas que pasan, pero la mayoría han sido escritos sobre libros, respondió. Aprovechando el entusiasmo de los jóvenes asistentes en la presentación de La historia y el laberinto. Hacia una estética del devenir en Octavio Paz, el historiador de la UNAM celebró que los profesores den a sus alumnos a leer El laberinto de la soledad “porque es bueno que caiga en manos de lectores escolares que oscilan entre tercero de secundaria, preparatoria y etapas iniciales de carreras universitarias”. Además, dijo, es un libro que pasó de ser lectura voluntaria a la lectura cautiva (no obligatoria) de algunos escolares que gracias a sus maestros de literatura e historia, los han mandado a leer el principal ensayo de Octavio Paz.

Libro “¿Cómo fue pensado y desarrollado El laberinto de la soledad? La respuesta es leer a Javier Rico, tenemos la obligada estación en el autor. No es un libro biográfico de Octavio Paz pero necesariamente transita por una parte de la vida de Paz y también por sus raíces, es decir, las relaciones con su abuelo y del revolucionario zapatista que fue su padre”, destacó. Álvaro Matute indicó que en el libro hecho por su colega Javier Rico, sobresale el apartado de apéndices en donde se hace un recuento de todas las ediciones y traducciones de que ha sido objeto el Laberinto de la soledad. El autor de la nueva publicación editada por Bonilla Artigas Editores señaló que en 1998 el proyecto de analizar la historiografía en el ensayo de Paz, ganó la beca de la entonces Fundación de Octavio Paz, fecha desde la cual ha sido un libro que se sigue imprimiendo, lo cual demuestra que es una obra crucial para el mexicano y los historiadores. “¿Por qué un poeta se atrevió a entrar al campo de los historiadores para formular una visión de la historia atractiva? Son preguntas que aún nos hacemos pero el cuestionamiento correcto para El laberinto de la soledad es si sigue teniendo la capacidad de seguirnos convocando a pensar en la realidad histórica de México y la capacidad de la poesía para transitar en otros campos del saber”, concluyó. www.cronica.com.mx/notas/2014/818636.html

La Casa de la Cultura de Nuevo León expondrá versos y estrofas poéticas del Premio Nobel de Literatura en 1990, Octavio Paz. "Por buscarte, Poesía, en mí naufragué". A 100 años del natalicio del

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poeta, ensayista, escritor y diplomático mexicano Octavio Paz, la Casa de la Cultura realizará una semblanza conmemorando la larga trayectoria del también Premio Nobel de Literatura 1990. El evento constará de un círculo de lectura, en el cual se enfatizará en el verso y estrofa poética desarrollados por Paz. La cita al recital literario dará inicio a las 18:00 y será ofrecerá de manera gratuita. www.milenio.com/cultura/PoesiaCasa_de_la_Cultura-Octavio_PazPremio_Nobel_Literatura_0_255574591.ht ml

Una poesía inteligente, una poesía que te hace entender, hecha con una carga de vida desbordada, una poesía en la que se implican todos los sentidos, es lo que menciona el escritor mexicano Alberto Ruy Sánchez sobre la obra de Octavio Paz (Ciudad de México, 31 de marzo 191419 de abril de 1998), quien en este 2014 es recordado en el mundo y en México debido al centenario de su natalicio. Hace varios años, Ruy Sánchez fue invitado por una asociación en Estados Unidos para realizar una revisión de la vida y de la obra del Premio Nobel de Literatura de origen

mexicano, la cual está publicada en el libro Introducción a Octavio Paz. “Presentar este libro, que es una introducción al pensamiento, a la obra y a la vida de Octavio Paz, es el centenario...como todas las efemérides es un pretexto para ocuparse de creadores y pensadores que han sido importantes en la cultura mexicana. La obra de Octavio Paz sigue estando muy vigente. Cuando tú hablas de grandes artistas, son como las montañas del mundo. Octavio Paz comparado con todos los demás es el Everest", expresó. El trabajo de Paz siempre estuvo adelantado a su generación; fundador de la modernidad literaria mexicana, el amor y el erotismo marcaron parte de la última etapa de la vida de Octavio Paz. “Él al final de su vida publicó La llama doble. En esa última década de su vida...el erotismo y el amor... ese libro es un proyecto que él quería hacer en 5 volúmenes, quería que fuera el gran ensayo de su vida. Juntó muchísima información, se sentó y organizó toda su selección del erotismo y del amor, pero cuando se fue a la India le pasó eso que realmente afecta una obra, que es que se enamoró. Él tenía 50 años y se enamoró de una señora de 25. Se conocieron y se fascinaron y dos años después se encontraron en París, y durante 38 años no se separaron ni una noche”, comentó. Este 2014 es el año de celebrar a Octavio Paz. Se han preparado alrededor de México decenas de reconocimientos a su obra. Además, España se ha unido a la celebración el próximo 31 de marzo, donde se darán cita escritores como Fernando Savater y Mario Vargas Llosa. www.milenio.com/bajacalifornia/Celebran-centenario-Octavio-PazTijuana_0_255574697.html

De acuerdo con información difundida por Clío TV, productora dirigida por el historiador Enrique Krauze, el documental que ya comenzó a transmitirse abarca los primeros 54 años de vida del poeta.

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Clío TV, casa productora de documentales históricos, presenta la serie Vida y obra de Octavio Paz en el marco del centenario del natalicio del Premio Nobel de Literatura, que se cumple el próximo 31 de marzo. De acuerdo con información difundida por la productora, dirigida por el historiador Enrique Krauze, el documental abarca los primeros 54 años de vida del poeta, repasando los acontecimientos más importantes de su vida pública y privada. "Desde su solitaria infancia en la casa de su abuelo, el intelectual Ireneo Paz, hasta su época como embajador de México en la India, incluyendo sus pasos por España durante la Guerra Civil, por Estados Unidos en la creación de las Naciones Unidas, y por París, donde formó parte del movimiento surrealista del escritor André Bretón" serán abordados en la serie que comenzó a transmitirse en el Canal 5. Asimismo, el programa que será narrado por la actriz Cecilia Suárez y contó con la edición literaria de Christopher Domínguez Michael, también abordará las alegrías y las tragedias, el amor y la muerte, el éxito y el dolor, que forjaron el carácter y marcaron la obra poética y ensayística de Octavio Paz, que hacia el tormentoso verano de 1968 destacaba ya como uno de los más grandes autores de las letras hispanoamericanas. La primera parte será retransmitida mañana 8 de marzo

por el Canal 4 a las 22:00 horas, y el domingo por el Canal 2 a las 23:45 horas. La segunda parte, en la que se ofrece un acercamiento a la vida de poeta entre los años de 1968 y 1998, se transmitirá el 13,15 y 16 de marzo. En la tercera para que podrá verse el 20, 22 y 23 de marzo, se abordará, por ejemplo, su vida estudiantil. Finalmente, en la cuarta parte de la serie dirigida por Carlos Armella., se transmitirá el 27, 29 y 30 de marzo se desarrolla en tres segmentos que se van intercalando una y otra vez: por un lado, la lectura de diversos extractos de la teoría estética de Paz, leídos por la actriz Cecilia Suárez; por otro, una selección cuidadosa del material de archivo en que el autor discute su obra y sus posturas en torno al arte poética, y finalmente una serie de secuencias en las que se recuperan los pasajes central del gran poema autobiográfico Pasado en claro, leídos tanto por Paz mismo como por Cecilia Suárez. A estos festejos se suma la revista Letras Libres, también dirigida por Krauze, cuyo número 183 -ya en circulación- está dedicada al poeta. En esta edición titulada "Paz, hombre en su siglo. Poesía, amor, revolución" escriben Krauze, David Huerta, Michael Wood, Tedi López Mills, Guillermo Sheridan, Christopher Domínguez, Donald Keene, Castañón, Marc Fumaroli y Fernando García Ramírez. www.eluniversal.com.mx/cultura/2014/impreso/presentan-la-serie34vida-y-obra-de-octavio-paz-34-73724.html

En el marco del centenario del natalicio del poeta mexicano Octavio Paz (1914-1998), la Universidad Autónoma Metropolitana (UAM) dedica las páginas de su revista Casa del Tiempo del mes de marzo al Premio Nobel de la Paz 1990. La edición incluye una selección de poemas del mexicano, entre los que destacan “Elegía interrumpida”, “Bajo tu clara sombra”, “Seven P.M”. y “El mismo tiempo”, comentados por Pablo Molinet, informó la UAM en un comunicado.

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La segunda sección “Profanos y grafiteros”, alberga una carta de Octavio Paz a Jorge González Durán, así como las condolencias por la muerte de Durán. También en esa sección se ubica el texto “Ingreso de Octavio Paz a El Colegio Nacional”, de Huberto Batis; “Octavio Paz: ¿Águila o sol?”, escrito por José Francisco Conde; “Correspondencias entre Reyes y Paz. Un epistolario” de Ramón Castillo, y “El mundo cambia si dos se forman”, por Jesús Vicente García. En “Ménades y Meninas”, Jorge Vázquez Ángeles y Miguel Ángel Muñoz, entregan los textos dedicados al poeta: titulados “El silencio y la palabra. Octavio Paz, Luis Barragán y el premio Pritzker” y “Octavio Paz: el privilegio del arte”, respectivamente. Además el arquitecto Antonio Toca entrega la segunda parte de su

análisis “integración plástica en México”. La revista mensual también realiza un pequeño homenaje al bailarín mexicano, recientemente fallecido Guillermo Arriaga. En su sección “40+10”, Adriana Malvido y Sofía Gamboa presentan un texto biográfico y una entrevista dedicada al bailarín. En “Antes y después del Hubble”, la revista publica la respuesta de Jaime Labastida al discurso de ingreso a la Academia Mexicana de la Lengua de Roger Bartra, y las reflexiones de Jaime Augusto Shelley, en su texto “Espectros, íncubos y súcubos”. Además de “International Standard Book Number”, texto en el que Paul Jaubert explica los usos y la importancia del ISBN en el medio editorial y bibliográfico. Finalmente, en “Francotiradores” aparece la pluma de Llamil Mena Brito y Mateo Pizarro. La revista Casa del Tiempo, en su edición de marzo dedicada a Paz, resume su vida, obra, así como sus correspondencias con la tradición, las artes y la arquitectura del poeta mexicano. www.rotativo.com.mx/entretenimiento/cultura/253147-revista-de-la-uamdedica-su-edicion-de-marzo-octavio-paz/

…acudo a mi razón por una fatalidad de mi apetito, por una condición de mi naturaleza que, puesto que vivo en el cristianismo y he sido bautizado, se siente mal y necesita de la redención… aunque ha perdido la certidumbre de la gracia redentora. Mas si ha dejado de creer en lo que redime, no deja de presentir que busca una redención.

1

O.P.

Se cumplen 100 años del nacimiento de tres de los principales escritores mexicanos del siglo XX: Octavio Paz, Efraín Huerta y José Revueltas. 2014 es un año particularmente pródigo en aniversarios en el ámbito literario. En México, especialmente, se cumplen 100 años del nacimiento de tres de los principales escritores del siglo XX: Octavio Paz, Efraín Huerta y José Revueltas; en el caso del primero, Premio Nobel 1990, el 31 de marzo próximo, motivo por el cual ha comenzado una serie muy amplia de festejos y eventos. Hace unos días, el congreso acaba de nombrarlo como el Año de Octavio Paz y por todas

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partes diversas instituciones están realizando actividades relacionadas. En España, el Instituto Cervantes presentó en enero una conferencia en la que participaron el escritor Juan Villoro y el filósofo Fernando Savater, y ya se anuncian más eventos para el 2 resto del año. Sobra decir que la mayor parte de las celebraciones gira alrededor de la importancia de Paz en la poesía y el ensayo, pues fueron los géneros que trabajó mayormente. Esencialmente poeta, Paz se destacó por ejercer ese oficio desde una perspectiva crítica y en estrecha relación con la tradición, aunque es suya la idea de una “tradición de la ruptura”, que practicó continuamente desde los años 30 del siglo pasado hasta su muerte. Autor precoz, visitó España a los 23 años y participó en el Congreso Internacional de Escritores Antifascistas en Valencia, en donde conoció a la plana mayor de escritores y poetas que apoyaron la causa republicana, algunos de los cuales se reencontrarían con él en su exilio mexicano. Más tarde, viajó por Estados y Francia, donde sus aficiones surrealistas lo acercaron al grupo de André Breton. En 1949 dio a conocer la recopilación poética Libertad bajo palabra (reeditado y ampliado varias veces) y, un año después, El laberinto de la soledad, una de sus obras más conocidas. Diplomático de carrera, vivió en Japón e India; allí experimentó la influencia del pensamiento oriental

que se deja ver en varios de sus libros. De 1957 es el poema extenso Piedra de sol. A su regreso a México, continuó su labor de editor en las revistas Plural y Vuelta, además de que siguió publicando intensamente hasta su muerte en abril de 1998. Reconocido como un poeta muy atento a la problemática de la otredad y de lo sagrado, sus acercamientos al plano de lo religioso se dieron en varios registros: primero, en varios poemas sobre el asunto, donde se percibe una auscultación minuciosa y 3 existencial; segundo, en su abordaje de la naturaleza de la poesía, que vio muy próxima a la experiencia religiosa; y, finalmente, en la vertiente crítica, una valoración de lo religioso situada siempre desde la perspectiva de la decepción causada por las instituciones, pues se refirió específicamente, por ejemplo, a “la soberbia de los teólogos” y tuvo fuertes roces con representantes católicos, sobre todo a partir de la aparición de su libro sobre Sor Juana Inés de la Cruz (1982), en donde evidenció rotundamente la cerrazón del catolicismo novohispano a la avidez intelectual de la gran monja jerónima. Esta preocupación por la otredad o por lo sagrado en modo alguno hace de Paz un poeta religioso en el sentido restringido del término, pues su permanente profesión de agnosticismo niega toda posibilidad de religiosidad, como algunos estudiosos católicos han querido ver, no obstante que algunos han producido análisis sumamente atendibles. Entre ellos, destaca Rafael Jiménez Cataño, mexicano también, profesor de la Universidad de la Santa Cruz (Roma), quien en dos ocasiones ha publicado un libro de amplio aliento que aborda esta veta de la obra paciana, pero sin ubicarlo necesariamente en el espectro de la fe 5 (www.rafaeljimenezcatano.net/ldee.php) Así lo explica: “Paz no habla nunca de un descubrimiento de la falsedad de sus anteriores convicciones sino de una decisión de no seguir más a Dios, de una pérdida de la fe. Es una herida que ha permanecido abierta y de vez en cuando, a veces en los ensayos pero sobre todo en la poesía, se ve sangrar. […] Los aspectos del cristianismo que no consigue digerir son fundamentalmente los relacionados con el problema del mal (libertad y gracia, pecado y redención) y la Iglesia como institución” (pp. 5859).

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Desde España, ha sido Juan Malpartida quien se ha referido con un cuidadoso enfoque a la las “preocupaciones espirituales” del autor de Árbol adentro (1987), su último volumen de poesía: “Aunque Paz dejó muy pronto de ser creyente, fue siempre, ya que no religioso, sí espiritual. Una espiritualidad ajena a toda teología. Las diversas teologías le interesaron como expresiones del mundo de las ideas y de las formas; también de los sentimientos ante el más allá. Le dieron que pensar, pero 6 no qué creer”. Este poeta español encuentra esa orientación de, digamos, desencanto y búsqueda al mismo tiempo, en una zona muy concreta de la poesía de Paz:

Aquí nos ocuparemos del segundo aspecto enunciado líneas arriba, es decir, a la forma en que Paz vinculó la poesía con el tema de lo sagrado, especialmente en El arco y la lira (1956), primer “resumen” de su “poética”, al que le seguirían Los hijos del limo (1974) y La otra voz. Poesía y fin de siglo (1990). Desde muy joven, en un texto ya clásico, “Poesía de soledad y poesía de comunión” (1943), identificó la raíz de la poesía lírica con el ansia humana de entrar en comunión con otros, y con algo más allá de la persona, la otredad, mediante un abordaje muy personal de la obra de San Juan de la Cruz en la clave de la reconciliación y su comparación con la de Francisco de Quevedo: Esta reconciliación se da plenamente en San Juan de la Cruz. No es necesario recordar la naturaleza de la sociedad en que el santo vivió; todos saben que fue una de las últimas épocas de la cultura humana en las que las fuerzas contrarias de razón e inspiración, sociedad e individuo, religión y religiosidad individual, lejos de oponerse, se complementaban y armonizaban. En esa sociedad, donde, quizá por última vez en la historia, la llama de la religiosidad personal pudo alimentarse de la religión de la sociedad, San Juan realiza la más intensa y plena de las experiencias: la de la comunión. Un poco más tarde esa comunión será posible. Las dos notas

Hay varios poemas de “Calamidades y milagros (1937-1944)” [segunda sección de Libertad bajo palabra, pp. 119-182 de la edición citada] en los que se hace evidente esta ausencia de Dios, nuestra búsqueda en pos del ser supremo y, finalmente, la aceptación de que nos toca carecer de él. En uno de ellos, “La caída”, encontramos tres versos en los que el poeta resume la situación en la que se encuentra él mismo, y sintetiza también una

extremas de la poesía lírica, la de la comunión y la de la soledad, las podemos contemplar, con toda su verdad, en la historia de nuestra poesía. La poesía española posee dos textos, igualmente impresionantes aunque de distinto valor: los poemas de San Juan y un poema de Quevedo: Las lágrimas de un penitente. Los de San Juan de la Cruz relatan la experiencia mística más profunda de nuestra cultura. Estos poemas no admiten crítica, interpretación o consideración alguna. El mismo santo fracasó cuando quiso trasladar su vértigo a términos conceptuales. (Naturalmente que no me refiero a la imposibilidad del análisis psicológico, filosófico o literario, sino a la absurda pretensión que intenta explicar la poesía.) La poesía es inexplicable.

tradición heredera del racionalismo del siglo XVII y XVIII. Crítica de los absolutos y también de la ilusión de la metafísica, la razón nos hace soberanos, aunque al mismo tiempo nos revela nuestro ser desfondado: “Y nada queda sino el goce impío/ de la

Para él, explica Jiménez Cataño: “El lenguaje que consigue revelar la otredad es el poético” (p. 50). Y vaya que lo manifiesta en el libro en cuestión, donde, en párrafos enteros de argumentación, encuentra los lazos entre la poesía y la revelación, en el sentido religioso. Veamos algunos ejemplos que son como una extensión de lo anunciado en 1943. Así comienza su argumentación:

razón cayendo en la inefable/ y helada intimidad de su vacío”. (p. 64)

Religión y poesía tienden a realizar de una vez y para siempre esa posibilidad de ser que somos y que constituye nuestra manera propia de

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ser; ambas son tentativas por abrazar esa “otredad” que Machado llamaba la “esencial heterogeneidad del ser”. La experiencia poética, como la religiosa, es un salto mortal: un cambiar de naturaleza que es también un

con los profetas o sacerdotes que eran tomados por la divinidad para exponer sus oráculos. En su exposición sigue muy de cerca las ideas de Rudolf Otto y Martin Heidegger, pero también ve que la poesía, al liberarse de las amarras religiosas es capaz de seguir explorando los territorios que la razón por sí misma no puede alcanzar ni aprehender:

regresar a nuestra naturaleza original. Encubierto por la vida profana o

Como la religión, la poesía parte de la situación humana original —el estar

prosaica, nuestro ser de pronto

ahí, el sabernos arrojados en ese ahí que es el mundo hostil o

recuerda su perdida identidad; y

indiferente— y del hecho que la hace precaria entre todos: su

entonces aparece, emerge, ese “otro”

temporalidad, su finitud. Por una vía que, a su manera, es también

que somos. Poesía y religión son

negativa, el poeta llega al borde del lenguaje. Y ese borde se llama silencio,

revelación. Pero la palabra poética se

página en blanco. Un silencio que es como un lago, una superficie lisa y

pasa de la autoridad divina. La

compacta. Dentro, sumergidas, aguardan las palabras. Y hay que

imagen se sustenta en sí misma, sin

descender, ir al fondo, callar, esperar. La esterilidad precede a la

que le sea necesario recurrir ni a la

inspiración, como el vacío a la plenitud. La palabra poética brota tras eras

demostración racional ni a la

de sequía. Más cualquiera que sea su contenido expreso, su concreta

instancia de un poder sobrenatural: es

significación, la palabra poética afirma la vida de esta vida. Quiero decir:

la revelación de sí mismo que el

el acto poético, el poetizar, el decir del poeta —independientemente del

hombre se hace a sí mismo. La

contenido particular de ese decir— es un acto que no constituye,

palabra religiosa, por el contrario,

originalmente al menos, una interpretación, sino una revelación de

pretende revelarnos un misterio que

nuestra condición. Hable de esto o de aquello, de Aquiles o de la rosa, del

es, por definición, ajeno a nosotros.

morir o del nacer, del rayo o de la ola, del pecado o de la inocencia, la

Esta diversidad no deja de hacer más

palabra poética es ritmo, temporalidad manándose y reengendrándose sin

turbadoras las semejanzas entre

cesar. Y siendo ritmo es imagen que abraza los contrarios, vida y muerte

religión y poesía. ¿Cómo, si parecen

en un solo decir.

nacer de la misma fuente y obedecer a la misma dialéctica, se bifurcan hasta cristalizar en formas irreconciliables: por una parte, ritmos e imágenes; por la otra, teofanías y ritos? ¿La poesía es una suerte de excrecencia de la

La poesía puede, con religión o sin ella, acercarse a los límites de la existencia y hacerla decir, no su verdad absoluta, sino el balbuceo que siente nostalgia de la otredad y de los instantes originarios, fundadores de la existencia misma. En ese sentido, la poesía puede, también, ser una doble revelación. Y así concluye:

religión o una como oscura y borrosa prefiguración de lo sagrado? ¿La

La palabra poética y la religiosa se confunden a lo largo de la historia. Pero

religión es poesía convenida en

la revelación religiosa no constituye —al menos en la medida en que es

dogma?

palabra— el acto original sino su interpretación. En cambio, la poesía es revelación de nuestra condición y, por eso mismo, creación del hombre

Paz encuentra que el acto de “posesión” por el lenguaje para que el poeta escriba equivale a lo sucedido

por la imagen. La revelación es creación. El lenguaje poético revela la condición paradójica del hombre, su “otredad”, y así lo lleva a realizar lo que es. No son las sagradas escrituras de las religiones las que fundan al

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hombre, pues se apoyan en la palabra

Pierde el alma su sal, su levadura,

poética. El acto mediante el cual el

en concéntricos ecos sumergida,

hombre se funda y revela a sí mismo

en sus cenizas anegada, oscura.

es la poesía. En suma, la experiencia religiosa y la poética tienen un origen

Mana el tiempo su ejército impasible,

común; sus expresiones históricas —

nada sostiene ya, ni mi caída,

poemas, mitos, oraciones,

transcurre solo, quieto, inextinguible.

exorcismos, himnos, representaciones teatrales, ritos, etcétera — son a veces

II

indistinguibles; las dos, en fin, son

Prófugo de mi ser, que me despuebla

experiencias de nuestra “otredad”

la antigua certidumbre de mí mismo,

constitutiva. Pero la religión

busco mi sal, mi nombre, mi bautismo,

interpreta, canaliza y sistematiza

las aguas que lavaron mi tiniebla.

dentro de una teología la inspiración, al mismo tiempo que las iglesias

Me dejan tacto y ojos sólo niebla,

confiscan sus productos. La poesía

niebla de mí, mentira y espejismo:

nos abre la posibilidad de ser que

¿qué soy, sino la sima en que me abismo,

entraña todo nacer; recrea al hombre

y qué, si no el no ser, lo que me puebla?

y lo hace asumir su condición verdadera, que no es la disyuntiva:

El espejo que soy me deshabita:

vida o muerte, sino una totalidad:

un caer en mí mismo inacabable

vida y muerte en un solo instante de

al horror de no ser me precipita.

incandescencia. Y nada queda sino el goce impío

Para terminar, citaremos completo el par de sonetos titulado “La caída”:

de la razón cayendo en la inefable y helada intimidad de su vacío.

7

1

A la memoria de Jorge Cuesta I Abre simas en todo lo creado, abre el tiempo la entraña de lo vivo, y en la sombra del pulso fugitivo se precipita el hombre desangrado. ¡Vértigo del minuto consumado! En el abismo de mi ser nativo, en mi nada primera, me desvivo: yo mismo frente a mí, ya devorado.

O. Paz, “Vigilias: diario de un soñador”, en Primeras letras (19311943). México, Vuelta, 1988, p. 78. 2 Cf. el Quincenario de Octavio Paz, http://issuu.com/lcervortiz/docs/op2014-1. Se encuentran disponibles también los números 2 y 3. 3 Cf. L. Cervantes-Ortiz, “Intertextualidad, afinidad y búsqueda: dos poemas de Octavio Paz sobre Dios y sus antecedentes en Cernuda”, en La otredad remota. En el centenario de Octavio Paz, de próxima aparición. 5 Cf. R. Jiménez Cataño, Lo desconocido es entrañable. Arte y vida en Octavio Paz. México, Jus, 2008. La primera edición, con menos textos, llevó por título Octavio Paz, poética del hombre y fue publicada por la Universidad de Navarra en 1992.

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6

J. Malpartida, “Octavio Paz”, en Letras Libres, España, núm. 2, noviembre de 2001, p. 63, www.letraslibres.com/revista/entrevis ta/octavio-paz. 7 O. Paz, “La caída”, en Libertad bajo palabra [1935-1957]. Ed. de Enrico Mario Santí. Madrid, Cátedra, 1988 (Letras hispánicas, 250), pp. 127-128. www.protestantedigital.com/ES/Magacin/ articulo/6312/Centenario-de-octavio-pazi-la-revelacion-poetica

Soy hombre: duro poco y es enorme la noche. Pero miro hacia arriba: las estrellas escriben. Sin entender comprendo: también soy escritura y en este mismo instante alguien me deletrea. O.P. “Hermandad”, Árbol adentro, p. 37.

En octubre de 1987 apareció en Barcelona, Árbol adentro, último volumen poético de Octavio Paz. No sería su último libro, pues en 1993 aparecería La llama doble. Amor y erotismo, y, dos años después, Vislumbres de la

India. Ese poemario es el libro de madurez con que se cierra la obra de un autor que valoró su trabajo siempre en el ámbito de lo que denominó “la búsqueda del comienzo”, es decir, la intensa vocación de asediar con el lenguaje presente la “otra voz”, la voz primigenia que, cuando lo sagrado representaba el origen de todas las cosas, los poetas se sentían en relación con él. Paz siempre se refirió a esa búsqueda como algo casi obligatorio para los poetas modernos y señaló que dicha búsqueda era parte de la naturaleza más auténtica de la lítica. El árbol está por todas partes en esta poesía, de principio a fin: el chopo, por ejemplo, en Piedra de sol es la imagen central con que abre el flujo verbal incontrolable. O “El cántaro roto”, también de La estación violenta, donde la figura del árbol es omnipresente (http://fuentes.csh.udg.mx/CUCSH/argos/antologi/paz.html). En esa línea, Elena Poniatowska tituló Las palabras del árbol (1998) su homenaje al poeta de Mixcoac y el poeta y crítico mexicano Manuel Ulacia (1953-2001, nieto del transterrado Manuel Altolaguirre) llevó a cabo una de las más amplias reconstrucciones de la poesía de Paz en El árbol milenario (Galaxia Gutenberg, 1999). El texto que da título al libro es un poema de amor que concentra los constantes temas y las metáforas pacianas recurrentes. Aquí, el árbol es el núcleo de un poema de amor cargado de un erotismo apenas esbozado y que, tomando la imagen de las ramas, crece hacia adentro del hablante lírico. En él refulgen las imágenes desarrolladas continuamente por Paz: “Creció en mi frente un árbol,/ Creció hacia dentro./ Sus raíces son venas,/ nervios sus ramas,/ sus confusos follajes pensamientos./ Tus miradas lo encienden/ y tus frutos de sombras/ son naranjas de sangre,/ son granadas de lumbre./ Amanece/ en la noche del cuerpo./ Allá adentro, en mi frente,/ el árbol habla./ Acércate, ¿lo oyes?” (p. 137). El poema con que concluye Árbol adentro, “Carta de creencia” (o, en lenguaje religioso, “confesión de fe”) es, a su vez, un texto de mediana extensión (12 páginas y media) y está concebido como una obra musical. María Elvira Luna Escudero-Alie explica, sobre esto: “El título de este poema […] se refiere, según el propio Paz, a la declaración de nuestras creencias; ‘a la carta que llevamos con nosotros para ser creídos por personas desconocidas’(en el texto Liminar a La llama doble). Paz anuncia en el Liminar señalado, unos nexos, unos vasos comunicantes entre su poema “Carta de creencia”, y 1 su libro en prosa: La llama doble.

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La primera parte, “Cantata”, ubica el momento, el ambiente; es una reflexión sobre la indecisión espaciotemporal para situar lo que vendrá: “Entre la noche y el día/ Entre la noche y el día/ hay un territorio indeciso./ No es luz ni sombra:/ es tiempo”. El “creyente”, que es el amante hablando a su compañera, va tanteando entre dudas el espacio y el tiempo para hablarle, para escribirle, lentamente y confesarle todo lo que representa para él. Es un monólogo/diálogo: “Hora, pausa precaria,/ página que se obscurece,/ página en la que escribo,/ despacio, estas palabras. […] Yo escribo:/ hablo conmigo/ hablo contigo”. Algo sucede, imperceptiblemente, pero que el hablante captura con su capacidad poética. El mundo, todas las cosas, comienzan a transfigurarse: “Mientras lo digo/ las cosas, imperceptiblemente,/ se desprenden de sí mismas/ y se fugan hacia otras formas,/ hacia otros nombres”. “Las palabras son puentes”, concluye, son vehículos para que el amor se diga a sí mismo. Pero: “También son trampas, jaulas, pozos./ Yo te hablo: tú no me oyes./ No hablo contigo:/ hablo con una palabra,/ Esa palabra eres tú,/ esa palabra/ te lleva de ti misma a ti misma./ La hicimos tú, yo, el destino”. La mujer también es una palabra. Él la mira también entre la bruma del sueño, del a posteriori amoroso en donde ella se vuelve intemporal y va a encarnar a la primera mujer, una y otra vez: “Tú no

estás dormida ni despierta:/ tú flotas en un tiempo sin horas”. La segunda parte de esta “Cantata” insiste en reflexionar sobre la ambigüedad de las palabras. Y entonces llega el momento de las definiciones, donde el lenguaje del misterio comienza a hacer su aparición: “Amar:/ hacer de un alma un cuerpo,/ hacer de un cuerpo un alma,/ hacer un tú de una presencia./ Amar:/ abrir la puerta prohibida,/ pasaje/ que nos lleva al otro lado del tiempo”. Nuevamente se define esa realidad humana que es capaz de sostenerse encima del tiempo: “Amar es perderse en el tiempo,/ ser espejo entre espejos”. Y se afirma ya la naturaleza religiosa de la atracción temporal de dos personas en su carácter subversivo: “Es idolatría:/ endiosar una criatura/y a lo que es temporal llamar eterno”. Amar es dejarse seducir por las obras del tiempo, enredarse en él y seguir aspirando a la eternidad: “Todas las formas de carne/ son hijas del tiempo,/ simulacros”. El horizonte moral no es ajeno porque al quedar atrapados en el momento la revelación del ser se atisba de manera abismal y casi teológica en la imagen de la caída: “El tiempo es el mal,/ el instante/ es la caída;/ amar es despeñarse:/ caer interminablemente,/ nuestra pareja/ es nuestro abismo”. “¿Accidente o predestinación?” es la pregunta para tratar de explicar el encuentro amoroso entre estas dos ¿libertades?: “Trasgresión/ de la fatalidad natural,/ bisagra/ que enlaza destino y libertad,/ pregunta/ grabada en la frente del deseo”. El amor enfrenta la muerte con suprema dignidad: “El arte de amar/ ¿es arte de morir?/ Amar/ es morir y revivir y remorir:/ es la vivacidad./ Te quiero/ porque yo soy mortal/ y tú lo eres”. Y la ternura aparece, jovial, contundente y llena de erotismo: “En el jardín de las caricias/ corté la flor de sangre/ para adornar tu pelo”. Pero sin olvidar la reflexión crítica sobre el lenguaje: “La flor se volvió palabra./ La palabra arde en mi memoria”. Amar es un arte reconciliatorio con la totalidad de lo sagrado y lo humano, vertical y horizontalmente: “Amor:/ reconciliación con el Gran Todo/ y con los otros,/ los diminutos todos/ innumerables”. Y el celo por la búsqueda de los orígenes retorna. Se aproxima la mirada genesiaca, adánica y edénica, donde la historia bíblica rejuvenece y brota de manera casi natural en un presente perpetuo: “Volver al día del comienzo./ Al día de hoy”. Los cielos escriben su palabra que a veces es leída, deletreada (como en el otro poema, “Hermandad”) y los seres humanos también lo hacen, desde su naturaleza mortal: “En la altura/las constelaciones escriben siempre/ la misma palabra;/ nosotros,/ aquí abajo,

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escribimos/ nuestros nombres mortales”. Y es ahí donde el par bíblico afirmar su presencia en medio del mundo hostil y del juicio divino, en la estela de Milton, aderezando su destino con el destino común y la marca de la condena entre ceja y ceja. La expulsión, sin ser gratuita, no tiene el poder de romper el compromiso amoroso que los lleva a enfrentar lo desconocido, pues el mundo también los ha hechizado y sus pasos caminarán por el rumbo del desengaño quevediano, pues en la soledad del mundo ellos dos podrán reinventar el Edén cada vez en sus permanentes reencuentros:

Tal vez amar es aprender a caminar por este mundo. Aprender a quedarnos quietos como el tilo y la encina de la fábula. Aprender a mirar. Tu mirada es sembradora. Plantó un árbol. Yo hablo porque tú meces los follajes.

Se ha señalado muy bien la estrecha relación entre este poema y la reflexión en prosa de La llama doble, donde la idea de la otredad, en lo sagrado y en la experiencia amorosa, corre por caminos paralelos: El tema de la “otredad” también se halla presente en el poema. El amor aparece como insatisfecho perpetuo en el poema, y entonces aquí tenemos otra correspondencia con: La llama doble. El amor también nos ayuda a acceder a un mejor conocimiento del mundo y de nosotros

La pareja es pareja porque no tiene Edén. Somos los expulsados del Jardín, estamos condenados a inventarlo y cultivar sus flores delirantes, joyas vivas que cortamos para adornar un cuello. Estamos condenados a dejar el Jardín: delante de nosotros está el mundo

En Milton, la primera pareja humana sale del Paraíso de la mano a enfrentar la oscuridad del mundo. En Paz, el amor es reflexivo en su delirante erotismo, es lección vital, anticipo de madurez reaprendida, golpe de la mirada. Y siempre el árbol está como testigo de una fe poética privilegiada. Con él se cierra toda esta poesía, con esta “Coda”:

mismos.

El amor es un camino que termina en la muerte; ¿es acaso una preparación para ésta? Amar, finalmente, es establecer la armonía perdida- la establecemos precisamente al hallar a nuestra mitad escindida- “Amar es aprender a mirar”, dice Paz en su “Coda” y entonces nos recuerda a Platón: “El amor es una visión”. El amor en tanto desafío al tiempo está presente en el poema también. El nacimiento del amor según el Paz de La llama doble, y el Paz de “Carta de creencia” es el mismo; la atracción física. El amor en tanto libertad para elegir aparece también en el poema. [2] Por su parte, el costarricense Gustavo Solórzano Alfaro ha dedicado un libro completo a este poema, al que define como “un testamento, […] la cara oculta y pública de Octavio Paz: quién soy y quién quiero ser, de qué modo me presento al mundo y en qué creo. El poema es el ser humano transfigurado, el verbo hecho carne, el ser humano convertido en naturaleza, de nuevo y para siempre: el ser humano es árbol, río, piedra, ave y montaña; sueño, tristeza, dolor y 3 alegría: hombre y mujer abrazados, el andrógino reencontrado”.

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Notas 1 M.E.Luna Escudero-Alie, “La llama doble y ‘Carta de creencia’: correspondencias”, en https://pendientedemigracion.ucm.es/ info/especulo/numero25/o_paz.html. La cita exacta de Paz dice así: “En el prólogo a un libro reciente, La llama doble, he señalado la relación íntima de ese libro con ‘Carta de creencia’. La expresión, ahora no muy usada, designa a la carta que llevamos con nosotros para ser creídos por personas desconocidas, en este caso, la mayoría de los lectores. También puede interpretarse como una carta que contiene una declaración de nuestras creencias” (Delta de cinco brazos. Barcelona, Galaxia Gutenberg, 1998, p. 123). 2 Idem. 3

G. Solórzano Alfaro, La herida

oculta. Del amor y la poesía. Una lectura del poema “Carta de creencia” de Octavio Paz. San José, Universidad Estatal a Distancia, 2009, p. 188. www.protestantedigital.com/ES/Magacin/ articulo/6324/Centenario-de-octavio-pazii-lduocarta-de

Elena Poniatowska, Ana Bundgaard, Jorge Mantilla, Gonzalo Navarrete Muñoz y Sara Poot Herrera unen sus voces para recordar al poeta. Aunque fueron dos meses de estancia en Mérida, Octavio Paz dejó una huella que sigue vigente en la actualidad: un poeta generoso con todos, dedicado, que logró trascender de una cultura a otra con una poesía que hace vibrar en cada palabra. Anoche, Elena Poniatowska, Ana Bundgaard, Jorge Mantilla, Gonzalo Navarrete Muñoz y Sara Poot Herrera unieron sus voces y recordaron anécdotas, pasajes y parte del legado del Premio Nobel de Literatura durante la mesa redonda “Octavio Paz en Mérida en 1937”, en el auditorio del Centro Cultural Olimpo. La actividad fue organizada por el Ayuntamiento de Mérida en coordinación con la Feria Internacional de la Lectura Yucatán, Filey 2014 y UCMexicanistas. Los panelistas, se indica en un comunicado, fueron recurrentes a la hora de hablar del escritor mexicano. Quienes lo conocieron, como Elena Poniatowska, lo definieron como una persona generosa y dispuesta a encontrar el talento en todos. Asimismo en varias ocasiones se refirieron también al legado que el Nobel de Literatura dejó en su poema “Entre la piedra y la flor”, un poema ambicioso por la fuerza metodológica respecto a la poesía, que hacía que más de uno se transportara y quedara fascinado con la esencia misma de las palabras. Gonzalo Navarrete Muñoz, cronista de la ciudad, fue el primero en tomar la palabra, y tras breve introducción de la llegada de Paz a Mérida, en 1937, expuso: “Octavio Paz no necesita homenajes, los que lo necesitamos somos nosotros”.

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Acto seguido el alcalde Renán Barrera Concha agradeció a los organizadores la propuesta de recordar la visita de Octavio Paz a la ciudad. Asimismo, comentó que la lectura es una necesidad social y como apoyo a las actividades de fomento a la lectura y políticas públicas es que el Ayuntamiento de Mérida se sumó a las actividades de la Feria Internacional de la Lectura (Filey) instalando la sala “Libro Libre”, que ofrece más de 500 títulos para disfrutar e intercambiar textos. Llegó a Mérida siendo joven y poeta En su intervención el maestro Jorge Montilla recordó que Octavio Paz llegó a Mérida con dos condiciones: siendo poeta y joven: “decía que la ciudad estaba llena de luz, misma que se reflejaba en el trabajo de nuestros artistas, y a pesar de su breve estancia, nos deja queriendo a Yucatán”. Tocó el turno a la investigadora Ana Bundgaard, quien confesó que a pesar de no saber mucho de Octavio Paz, expuso una semblanza del escritor y cómo su obra ha marcado con los años su trabajo académico. En su opinión, Octavio Paz es un poeta transcultural que logró fusionar y trascender de una cultura a otra, mantener ese diálogo a través de las palabras, pues igual se movía entre mexicanos y extranjeros, entre política y la literatura: “Los libros de Octavio Paz que leo me habitan el

alma. Como catedrática, cada palabra que leo me hace sentir y reconocer que fue un gran poeta que nos dejó una gran herencia cultural, una voluntad de ir más allá”. Ana Bondgaard se siente identificada por un lema de Octavio Paz, “Comprensión es ejercicio espiritual”. A su vez, la escritora Elena Poniatowska, quien esta noche de miércoles recibirá el Premio Excelencia a las Letras “José Emilio Pacheco” en el marco de la Filey, refirió varias cualidades de Paz, a quien conoció en 1953: “Le gustaba jugar con papelitos, jugar con palabras, era generoso y dispuesto a encontrar el talento en todos”. "La poesía se cumplió en él" Según recordó, en una ocasión el escritor le dijo “lo tuyo, por apresurado que sea, siempre tiene algo, no lo publiques sin que lo haya visto. Se hacía responsable de todos, por eso puedo afirmar: la poesía se cumplió en él”. También comentó que a su paso por Yucatán, Octavio Paz estuvo rodeado de personajes a quienes aún no se les ha hecho justicia, como Juan de la Cabada, Ermilo Abreu Gómez y otros mexicanos que tuvieron relación con la guerra civil de España. Para cerrar la mesa redonda, la investigadora Sara Poot, quien dirige Uc Mexicanistas, refirió varios momentos de Octavio Paz en los dos meses que estuvo en la ciudad: “En 20 días Paz estaría cumpliendo 100 años y me gustaría pensar que el joven poeta llegó a Mérida un 11 de marzo de 1937, venía por un encargo y por conocer la belleza de nuestra tierra, claro llegó bien acompañado”. Durante sus participaciones, Gonzalo Navarrete reiteró el llamado de que alguna calle de la ciudad lleve el nombre del poeta, “le debemos eso y más”, y Sara Poot, hizo lo propio, pero de que en alguna piedra de la Plaza Principal lleve grabada poesía. En la presentación, que reunió a un centenar de personas, estuvieron presentes el Lic. Fernando Gutiérrez Cervera, subdirector de Desarrollo Institucional, en representación de Irving Berlín Villafaña, director de Cultura, quien entregó reconocimientos a los cinco panelistas; Christian Rivero Ramírez, María de Lourdes Peniche Zapata y José Manuel Civeira García, subdirectores Artístico, de Fomento a la Cultura y Fomento a la Lectura, respectivamente. Entre los asistentes también se encontraba el escritor yucateco Agustín Monsreal, quien también fue homenajeado esta semana en la Filey. http://sipse.com/entretenimiento/filey-octavio-paz-dos-meses-estanciamerida-profunda-huella-mesa-redonda-80063.html

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El Senado de la República se une a la conmemoración del centenario del nacimiento de Octavio Paz con dos iniciativas principales. Por un lado, con el objetivo de acercar la poesía y el pensamiento del Premio Nobel de Literatura 1990, el Senado, en colaboración con algunas empresas (no se dieron detalles de cuántas ni cuáles, en conferencia de prensa), se realizará una campaña de difusión en los parabuses de la ciudad de México y otras localidades del país, con fragmentos de poemas de Paz, para así invitar a los jóvenes a que se acerquen a la literatura. “El mobiliario urbano se convertirá en un diálogo poético; los fragmentos y la imagen invitarán al lector a la reflexión”, dijo la senadora Blanca Alcalá, presidenta de la Comisión de Cultura del Senado. Esta campaña, denominada La ciudad se

viste de Paz, se realizará entre marzo y abril. Por otro lado, con el apoyo de la Dirección de Publicaciones del Conaculta lanzarán 4,000 ejemplares de Itinerario crítico, una antología de textos políticos de Paz, que fueron seleccionados por el ensayista Armando González Torres. Está dividido en tres partes: el antes y después de El laberinto de la soledad, con textos de 1931 a 1967; el movimiento del 68 y su experiencia como embajador en India; y la etapa de los textos de 1980 a 1994, cuando ya tenía un reconocimiento universal. La senadora Alcalá detalló que la presentación del libro se realizará el 24 de marzo y posteriormente se dará a conocer en España, Estados Unidos, Chile e India, en mayo, junio, julio y octubre, respectivamente. “La antología incluye textos emblemáticos, pero también ensayos completos de la juventud de Paz, con el objetivo de mostrar la evolución intelectual del pensador mexicano”, comentó. Además, se develará una placa conmemorativa en el Auditorio Octavio Paz, en el recinto del Senado, para recordar la influencia del escritor, quien no sólo influyó en la literatura, cultura o educación, sino también en el ámbito político con sus constantes críticas. Que se baje de la estatua Para Ricardo Cayuela, director de Publicaciones del Conaculta, actividades como La ciudad se viste de Paz hacen que los jóvenes vuelvan o se acerquen a leer a Octavio Paz. “En México tendemos a construir estatuas inmóviles, por lo que en este centenario queremos que Octavio Paz baje de la estatua, del pedestal y se mezcle con los jóvenes”, dijo. En el mismo acto adelantó que preparan un homenaje para los destacados escritores mexicanos Efraín Huerta y José Revueltas, quienes fueron cercanos a Octavio Paz y también se cumplen 100 años de su nacimiento este 2014. Blanca Alcalá aseguró que esta misma semana el Senado podría decretar el 2014 como el Año de Octavio Paz. http://eleconomista.com.mx/entretenimiento/2014/03/12/poesia-octavio-pazllega-transporte-publico

www.octaviopaz.mx

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