Durante el siglo XIX y parte del XX existió un ceremonial académico que poco a poco se fue perdiendo y que en la actualidad, con timidez, parecer querer resurgir. En el primer tercio del siglo XIX era la Universidad la encargada de dar formación a los bachilleres. En la de Alcalá, estos debían vestir un manto de color, que podía variar dependiendo del centro universitario. Sobre él, apoyada en los hombros y formando una uve en el pecho, se disponía la beca, prenda que imitaba a las estolas eclesiásticas que los sacerdotes usaban para limpiarse el sudor. Del hombro izquierdo, y hacia la espalda, colgaba la rosca, un anillo de madera que diferenciaba a los estudiantes de Bachillerato previo a cualquier carrera, de aquellos que ya la habían iniciado. La cabeza iba tocada con un bonete negro de cuatro puntas que simbolizaban a los cuatro evangelistas y a las cuatro virtudes que ostentaría quien alcanzara el grado de Bachiller: Prudencia, Justicia, Fortaleza y Templanza. Esta disposición indumentaria se fue relajando con el tiempo, principalmente debido a su precio, hasta convertirse en un atuendo anárquico, por lo que terminó prohibiéndose en 1835. El vestuario de los profesores fue establecido mediante un Real Decreto, en 1850, reinando Isabel II. Los profesores debían portar una toga, del mismo modo que las de los abogados. Sobre ella una sobrevesta, o capa corta, de terciopelo negro, con una pequeña capucha. Su origen estaría en la indumentaria que los clérigos usaban para protegerse de la lluvia y el mal tiempo. A esto se añadían las elaboradísimas puñetas, realizadas, normalmente, con la técnica de bolillos y que, además de proteger las mangas, embellecían el conjunto. Estas puñetas solían unirse a la prenda mediante unos botones o corchetes que permitían una rápida sustitución. Para los profesores licenciados se reservaba el birrete con una borla de color. Estos birretes eran hexagonales en sus principios y octogonales, como los universitarios, pasado el tiempo, pues su adaptación a la cabeza era mayor. El traje del profesorado se complementaba con una venera o medalla. Esta venera debía contener un sol con una leyenda alrededor. La medalla debía ser de plata para los profesores y de oro para el director. Este vestuario, por supuesto, no se usaba diariamente sino en actos solemnes o especiales. Normalmente eran usados en la apertura del curso y en los actos de Graduación y Toma de posesión. El ceremonial adoptado por nuestro centro es el siguiente:
Una representación de profesores entran en la sala, vestidos con sus togas y birretes. El público los recibe en pie, a los acordes del himno académico. Al llegar a la mesa presidencial, se descubren y se sientan, a la vez que lo hace el público. Cesa el himno y el profesor padrino se dirige a la cátedra y, cubierto con el birrete, dice:
Discipuli, surgite quaeso. Los alumnos se ponen en pie y gritan
El padrino contesta:
Peto gradum
Et ego, aucthoritate regia, qua in hac
parte fungor, concedo tibi baccallareatus gradum. El director ordena:
Ascende in cathedram superiorem
El público aplaude y cada alumno es llamado a la cátedra, en esos momentos debe llevar la toga sobre un hombro y el padrino formará con ella la uve sobre su pecho, descansando el otro extremo sobre el hombro libre. El tutor lo abraza y le otorga los símbolos del grado con la expresión: ¡Satis!