BOLSA f. Especie de saco que sirve para guardar y llevar algo.| Hueco portátil. | Cierta arruga del vestido o de la piel. || FAM. Bolsear, bolsillo, bolsista, bolso, bursátil. MURO m. Pared o tapia.| Muralla.| Obra de albañilería levantada en posición vertical, para cerrar un espacio o soportar un techo.| Tabique.| Cara lateral de un cuerpo, una montaña o una excavación.| Línea de suelo levantada que sirve como cerramiento.|| FAM. Cerramiento, emparedar, mural, muralla, murar, paredón, parietal, valla. TRANSPARENTE adj. Se dice del cuerpo a través del cual pueden verse los objetos con claridad.| Que se deja adivinar o vislumbrar sin declararse ni manifestarse.| Barrera penetrable por la mirada.| Ventana de cristal que ilumina y adorna el fondo de un altar. ||FAM. Transparencia, transparentar. VANO adj. Falto de realidad, sustancia o entidad.| Hueco, vacío y falto de solidez. | Hueco de un muro que sirve de puerta o ventana. || FAM. Vanagloria, vanamente, vanarse, vanidad. VISO m. Brillo o tonalidad diferente de color que produce la luz en una superficie.| Apariencia de las cosas.| Forro que se coloca debajo de una tela para que ella se transparente. || FAM. Visor, vista
En un sitio de construcción hay entre tantos fenotipos, un hombre robusto y chaparro de nariz ancha y chata, piel clara casi amarilla con corta cabellera y amplia musculatura, que destaca sobre sus congéneres al ser el único obrero que porta unas gafas de lectura. El hombre, pasa sus ratos de descanso alejado de los usuales partidos de bancas y la vigilancia de mujeres en falda para cobijarse bajo la sombra de árboles y puertas, en donde mientras come emparedados opta por leer los pasajes de Louis Kahn y el apóstol Pedro, en ellos, encuentra un deseo por la monumentalidad del individuo, una suerte de enigma sobre la grandeza del ladrillo y el carácter, pues considera que en lo pétreo hay una fragilidad tan inmensa que hace de ciertos seres algo imbatible y loable mientras les llega el día del derrumbe. Usualmente su trabajo consiste en cargar materiales y lavar utensilios, aunque pareciere un desperdicio de habilidad para él no lo es, ya que cree que en el ritual del orden existe una suerte de visión sobre el futuro. Así que al culminar cada día de labores, posa un momento frente a una pila de materiales, contemplándolos y preguntándoles sobre su destino y luego, sin respuesta, parte para su casa. Es un hombre demasiado metódico y predecible pero cuando logra sorprender es todo un hito. Un día, al salir de la obra, tras hundir su peine en un barril con agua y hacer unos cuantos movimientos para domar su creciente cabellera, se dirige al salón de belleza más próximo para darle forma al impulso natural del crecimiento. Entra en la barbería y al saludar a ancianos de temple inmaculado y señoras pulidoras de saludos, se sienta en una banca a esperar su turno, mientras unos ojean las páginas de revistas viejas él saca un relicario. En él, hay una casa de plata, un ladrillo dorado para maqueta, un trozo de plano en una servilleta, y una imagen del afamado –mano de piedra- Roberto Durán. Al ser el momento del corte, el peluquero le pregunta que si desea el mismo corte de siempre, el albañil le mira pausadamente y le responde que no, y le enseña su cofre portátil al estilista mientras le dice que quiere parecerse al hombre de la foto. Es una imagen de un hombre de mirada fogosa y apacible con los brazos a media altura y en pose de baile. El peluquero sin demora toma sus herramientas para darle al cliente lo que le pide, diciéndole que podrá llevar el corte de su ídolo más no podrá parecerse a él más que en un leve aire. El albañil le responde que no importa, y le pide que se esfuerce que de lo demás se encarga él mismo. El peluquero le pregunta cómo y el albañil no responde. Tras una imperceptible motilada y una extensa peinada el ruso ha quedado con una especie de melena estática sobre su
cabeza y una exageración de Cantinflas en su fachada, volviéndose una mueca de la imagen en el relicario, le comenta al peluquero sobre un interés particular entorno al teatro y la mimesis, y le explica sus motivos para querer parecerse al mano de piedra. –Verás podador de cabello, la cuestión no es ser sino parecer, el acto de la simulación lo es todo pues a mayor pose mayor credibilidad, si no me crees, ve a interpelar un gremio actoral. ¿Te he mencionado antes que mis ídolos son en su mayoría distorsiones de la realidad? Entre ellos se encuentran Dick El Demasiado, Wolfang Beltracchi, Silverio y Pedro Manrique Figueroa. A un amigo mío en una ocasión le llamaron “bandolero cripto comunista” y a la semana se mandó a hacer un cartel de se busca para lograr fama barrial, su fe en la pose fue tal que logró llevarle a una comisaria bajo el cargo de revoltoso, tal como decía el cartel. Una vez visitando un museo me topé con un telón claro lleno de geometrías irregulares verdes que se confundía con una cortina de baño mínimal pro ambientalista, una especie de bodegón trágico y tacaño en donde lo único sobre el mantel eran los restos de una botella de vino o quizá una planimetría de un jardín sin soportes, no supe qué era lo que representaba pero sé que llevaba por nombre “oasis”. Y en otra ocasión, mientras me encontraba tomando un curso de taquigrafía, presencie a un montón de gentes haciendo planas de su nombre hasta que su firma deviniese en garabato. Lastimosamente he de irme, y aunque me gustaría explayarme más sobre otros casos de simulación, no me gusta hablar tanto. En fin, ahí te dejo esos ejemplos de simulacro místico para que le eches cabeza a la siguiente motilada. A por el mastercopy y hasta luego.Acto seguido el ilustre albañil para copiar la expresión de la piedra, opta por perder el habla y abandonar el recinto.
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Caído Partiendo del par de estructuras que albergan el vano, es decir, formaleta y cimbra por no decir adentro y afuera pues suponen cierta relación arquitectónica de lo construido con lo vaciado, del suelo y el levantamiento, o de la piel y su esqueleto. Pasando por la materialización del espacio como barrera o tecla que crea huecos. Topándose con un juego de culebrita sin pliegues y otro de ahorcado a punto de culminar sin ninguna letra. Arribando como proyectil perezoso al paredón de enfrente. Una barra espaciadora que a manera de obstáculo fácil de sortear pero imbatible a la vista, se emplaza sobre el suelo a manera de dibujo desmedido o escultura tacaña para ser un simulacro de cimiento y un arma caída. Una viguería a ras de suelo que hace las veces de plano tridimensional como de ruina ordenada. Porque caminar implica un traspié.
Sebastiรกn Mira 2015