Boletin CEIP n° 15: Los trotskistas contra Stalin

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Índice 4

Introducción

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A propósito de El caso León Trotsky Del ancho mundo Noé Jitrik

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Los trotskistas en la URSS (1929/38) Pierre Broué Dossier 1928-1929: El peligro del bonapartismo y el rol de la Oposición El peligro del Bonapartismo y el rol de la Oposición León Trotsky

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El VI Congreso y las tareas de la Oposición León Trotsky

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Cartas desde el exilio Lev Sosnovsky

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Ninguna concesión política al espíritu conciliacionista León Trotsky

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Cómo criticar a los centristas León Trotsky

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Carta a Mijail N. Okudjava Kote Tsindatze Semblanzas

89

Lev Semionovich Sosnovsky Jean-Jacques Marie

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Ante la tumba recién cavada de Kote Tsintsadze León Trotsky


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Clausewitz, arte militar y marxismo Estudio militares “Las notas de Friedrich Engels sobre la guerra de 1870-71” León Trotsky

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Campaña de Apoyo y nuevas adquisiciones

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Sobre los boletines de la Oposición rusa (1929/1941)

Imagen en cubierta: Trotskistas en Siberia celebran el aniversario de la Revolución de 1917. Pancartas: “Dirigir el fuego a la derecha, contra el Kulak, el nepman y el burócrata, no en palabras sino en hechos” y “Viva la dictadura del proletariado” (1928).-

Centro de Estudios, Investigaciones y Publicaciones “León Trotsky” Riobamba 144, Ciudad Autónoma de Buenos Aires CP 1025 - Tel. : [54 11] 4951 5445 www.ceip.org.ar info.ceiplt@gmail.com


Introducción

En este nuevo aniversario del asesinato de León Trotsky queremos rendirle homenaje dedicando este cuaderno del CEIP a la historia de la Oposición de Izquierda rusa, la sección más importante de la IV Internacional, no sólo numéricamente sino porque en sus filas militaban los dirigentes más probados, más lúcidos y más abnegados. Su combate dejó importantes jalones que continuaron y enriquecieron el desarrollo del marxismo revolucionario en el terreno teórico y político, contra la burocracia que se enquistó en el primer Estado obrero de la historia, y por consiguiente, de la experiencia más avanzada de la lucha de clases. Poco antes de su muerte, Trotsky llevó la documentación y correspondencia referida a la lucha de la Oposición rusa a la biblioteca de la Universidad de Harvard, donde fue guardada a su pedido, durante cuarenta años, con el fin de salvaguardar la vida de sus compañeros y preservar su obra. A partir del año 1980, fecha en que se abrió el archivo, el historiador Pierre Broué, quien fue director del Instituto León Trotsky de Francia, realizó una importante investigación cuyos resultados fueron publicados en distintos números de los Cahiers Léon Trotsky, y tradujo del ruso cartas y artículos que daban cuenta de las distintas etapas de la lucha de la Oposición de Izquierda en la URSS. En este número de Cuadernos, publicamos el trabajo de Broué, Los trotskistas en la URSS (1929-1938). Este libro, de limitada circulación y agotado hace muchos años, fue el ensayo introductorio de esta investigación. Los bolcheviques-leninistas como se autodenominaba la Oposición de Izquierda, llegaron a encabezar huelgas en los campos de detención cuando las cárceles estaban pobladas por cientos de miles de prisioneros políticos hasta que fueron fusilados en masa en los Procesos de Moscú, en su mayoría acusados de “trotskistas”. Entre 1928-1936, la URSS atravesó grandes transformaciones que, bajo la dirección de Stalin, se hicieron por medio represivos, provocaron hambrunas, debilitando el camino al socialismo aunque fueron llevados a cabo en su nombre. La crisis del capitalismo mundial llevó a la URSS, sin desocupación y en vías de progreso, a ser vista como una alternativa, lo que ayudó a Stalin a arremeter contra la vanguardia revolucionaria en la URSS y a nivel internacional, en una de las décadas más convulsivas del siglo, con el crack económico en 1929, el ascenso de Hitler en Alemania y la revolución española en 1936, como telón de fondo. Los artículos que publicamos en el último cuaderno del CEIP, “Intelectualidad y trotskismo en la década del ‘30”, reflejan este cambio de estado de ánimo en el ejemplo de la intelectualidad, sobre todo en EEUU, que en su gran mayoría, apoyaron a los partidos comunistas y se consideraban “Amigos de la URSS”. No obstante, un puñado de notables, como el prestigioso filósofo y pedagogo norteamericano, John Dewey, estuvieron dispuestos a enfrentar al Kremlin cuando comenzaron los Procesos que acusaron de las más graves traiciones a la URSS a quienes había sido los dirigentes de la Revolución de Octubre. Y en nombre de valores democráticos universales, estos intelectuales, apoyaron el llamado de Trotsky de poner en pie una tribuna para darle el derecho de defenderse de las acusaciones estalinistas. Nuestra última publicación, El caso León Trotsky, da cuenta de la magnitud y la importancia del combate de los trotskistas contra el estalinismo. Prueba la falsedad de los cargos que levantaba la burocracia estalinista en esos procesos y de qué modo la Oposición jugó un rol como alternativa revolucionaria en condiciones muy difíciles. Dejaron lecciones que Trotsky resaltó en su testimonio, junto a datos sobre la biografía y la talla de dirigentes desconocidos, pero que, sin embargo, estaban forjados bajo el fragor de las epopeyas de todos esos años. Y es por eso que aprovechamos en este nuevo número de Cuadernos, para destacar este libro que reúne las actas que recogieron las pruebas y el testimonio que presentó Trotsky a la Comisión presidida por Dewey, con la reseña de Noé Jitrik, a quien agradecemos por su colaboración. El escritor Noé Jitrik, uno de los críticos literarios más reconocidos en Argentina, autor de numerosos cuentos, novelas y ensayos, da en “Del ancho mundo”, un fresco de la mirada cosmopolita de Trotsky enfrentado a hechos relevantes de su vida y de la época que a modo de biografía literaria rinden homenaje al gran revolucionario ruso.


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*** El año 1928 es considerado por muchos historiadores como la línea de mayor demarcación de la historia soviética. En los primeros meses de ese año comenzó una crisis, provocada por la retención de las cosechas de los campesinos ricos –los kulaks–, que puso en jaque al Estado obrero. Stalin, que durante años había favorecido a esos sectores, se vio obligado a enfrentarlos. Dando un giro 180º de manera improvisada, tomó aspectos del programa de la Oposición de Izquierda, aunque aplicados de manera brutalmente burocrática. Este proceso culminó con la colectivización forzosa y la industrialización acelerada. Dado que Stalin no se proponía restablecer la perspectiva de desarrollo de la revolución, el Gran Viraje –como se lo llamó después– sirvió para consolidar el dominio bonapartista del Estado obrero. Desde 1924 hasta la “crisis del trigo” de 1928, Stalin, en alianza con Bujarin y Rykov –el ala derecha del Partido– había basado su fortaleza en una política que beneficiaba a los kulaks y en el plano internacional, en base a alianzas con sectores de la burguesía, como la que llevaron a cabo con los nacionalistas burgueses del Kuomintang que hizo posible la trágica derrota de la revolución china en 1927. La perspectiva de Stalin era el socialismo “a paso de tortuga” en un solo país, la URSS. En cambio para Trotsky, había que desarrollar la revolución en el plano internacional como una perspectiva realista para alcanzar el socialismo en la URSS. Estas alianzas le permitieron a Stalin, en un momento de relativa estabilidad capitalista y pasividad de las masas en la URSS, poco meses antes del nuevo “viraje de izquierda”, expulsar del partido a la Oposición, a aquéllos que habían denunciado durante esos cuatro años la política que reforzaba el poder de los kulaks, en detrimento de la industrialización y fortalecimiento de la clase obrera, hombres y mujeres que, como cuenta el historiador Pierre Broué, ocupaban los puestos más altos de la dirección. Los protagonistas de las gestas más importantes del movimiento revolucionario ruso, cuadros destacados en todas las áreas del partido, al momento del “viraje de izquierda” de Stalin, se encontraban presos, dispersos en lugares remotos y hostiles – a temperaturas muy bajas y en condiciones precarias- de la URSS. Inclusive el propio León Trotsky fue enviado a Alma Ata en enero de 1928, un pueblo cercano a la frontera china, a 4.000 km de Moscú. Nina, una de sus hijas, muerta ese mismo año, fue una de las primeras víctimas de la represión estalinista. Luego de la deportación de su compañero y privada de su trabajo cayó gravemente enferma y murió de tuberculosis a los 26 años. En 1928, a poco de arribar a Alma Ata, Trotsky esperaba poder contar con sus dos colaboradores más cercanos, que intentaron acompañarlo pero fueron arrestados y encarcelados. De hecho, todos los militantes relacionados de una manera u otra a su secretariado en el pasado, estaban en prisión o deportados. El único colaborador en la casa de Alma Ata fue su hijo Liova, León Sedov, el primero de los dos hijos que Trotsky tuvo con Natalia Sedova y quien tenía actividad política desde su juventud. Sedov organizó la Oposición de Izquierda en las filas de las Juventudes Comunistas y de los estudiantes de Moscú. En estos primeros años de deportación y el exilio forzado a Turquía, un año después, Trotsky mantuvo una correspondencia que reunió cientos de cartas políticas y telegramas con los oposicionistas, difundidas en las colonias de exiliados a lo largo de la Unión Soviética. Trotsky afirmó que en 1928, “entre abril y octubre nosotros recibimos aproximadamente 1.000 cartas políticas y documentos y cerca de 700 telegramas”. Además muchos de ellos comenzaron trabajos de investigación. Trotsky comenzó a preparar y escribir varios libros, entre otros, su biografía y la generalización de la teoría de la revolución permanente al calor de la experiencia de la revolución china, que terminó en Alma Ata. Pero el intercambio de correspondencia entre la Oposición de Izquierda fue haciéndose más difícil desde mediados de 1929 por la persecución y censura estalinista hasta que fue interrumpido totalmente en 1933, meses después que privaran a Trotsky de la ciudadanía soviética. La parte más importante de esta correspondencia fue publicada en el Boletín de la Oposición rusa (Biulleten’ Oppozitsii), el periódico en ruso que era introducido y difundido en los campos de detención y redes clandestinas en la URSS y que reproducía artículos de León Trotsky, su hijo León Sedov y de dirigentes como Christian Rakovsky, K. Tsintsadze, L. Sosnovsky, F. Dingelstedt, entre otros oposicionistas, una obra recientemente adquirida por el CEIP. Con la colección completa de boletines (ver breve reseña al final del cuaderno) junto a investigaciones como la de Broué que mencionamos más arriba, y otras como la de la norteamericana Noemi Allen que publicó junto a un equipo The Challenge of Left Opposition o en Rusia, el historiador Vadim Rogovin, autor de seis volúmenes publicados en ruso y en alemán sobre la era de Stalin entre 1932-1940 y la historia de la oposición trotskista. Además, los periódicos y revistas de la época como The Militant o Lutte de Classes, hoy digitalizados y de acceso público, las bibliografías de Sinclair y Lubitz, y otros trabajos de historiadores; con este universo de fuentes


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bibliográficas, comenzamos un estudio que pretende avanzar en la investigación y en nuevas publicaciones, facilitar el acceso a las fuentes, promover su estudio, para dar pasos que aporten a conocer más acerca de estos combates, sus enseñanzas y las tradiciones de los dirigentes de la sección rusa de la IV Internacional, para difundir en nuestro idioma. Como parte de esta primera lectura y reconocimiento de fuentes quisimos presentar aquí un breve compilado de artículos de Trotsky y dirigentes de la Oposición rusa, inéditos en español, que nos parece dan pautas del combate político de estos primeros años a partir de su deportación. Luego de la expulsión del partido a fines de 1927, las filas de la oposición estaban conformadas por los bolcheviques-leninistas y el grupo de los zinovievistas que no siguieron la capitulación de su jefe (quien pidió el reingreso al partido luego de la expulsión) eran en total unos 4.000 y los “decistas” o el grupo Centralismo Democrático, considerados de ultraizquierda, que eran una minoría. Al cabo de un año de zigzags burocráticos de Stalin (hacia la izquierda a comienzos de 1928, hacia la derecha en el Plenario de Julio y nuevamente hacia la izquierda, en agosto) había 8.000 oposicionistas deportados. No obstante, en las colonias de deportados reinaba la confusión y surgieron fuertes tendencias conciliadoras que confundían el “giro a izquierda” de Stalin con un genuino curso proletario. A inicios de 1929, no sólo se había quebrantado el intercambio económico entre la ciudad y el campo, sino que había sucedido lo mismo con todas las relaciones, en las ciudades, en el Estado e incluso entre el Estado y el Partido. La inflación era incontrolable y la escasez de suministros, deplorable. El odio de los kulaks, campesinos medios y hasta pequeños, se reflejaba en el incendio y asesinato cotidiano de agentes del partido en las aldeas. La pobreza del país y los abusos del gobierno provocaban una reacción tan adversa que todos coincidían en el peligro por el que pasaba la revolución en su 12ª aniversario. Stalin responderá de contragolpe con medidas que avanzaban en el proceso de colectivización forzosa y de industrialización acelerada, superando sus propias estimaciones, las que, sin preparación, ya tenían un carácter aventurero. A la par del agravamiento de las condiciones carcelarias a los bolcheviques-leninistas, con el que Stalin buscaba forzar las capitulaciones, surgieron cuadros y dirigentes de la nueva generación de oposicionistas que, desde 1928, se ganaron el mote de “irreductibles”. En “El VI Congreso y las tareas de la Oposición”, un artículo complementario al documento fundamental “Crítica del proyecto de programa de la Internacional Comunista”, Trotsky consideraba que el trabajo de la Oposición de Izquierda “no debe tener un carácter de archivo o académico, sino que tiene que estar unido íntimamente con el trabajo de los partidos comunistas y la lucha de las masas trabajadoras. En cada cuestión importante hay que dejar un firme jalón bolchevique en la conciencia de los trabajadores de vanguardia”. En estos años para Trotsky el bonapartismo asumió su forma más clásica como árbitro del doble poder entre la clase obrera y los nuevos propietarios, los kulaks. Frente a un creciente descontento de la clase obrera rusa, aunque venía de derrotas como la revolución alemana o la china, los nuevos vientos internacionales con tendencias a la radicalización de masas, en una época de cambios bruscos, podían dar nuevas oportunidades a los bolcheviques-leninistas para lo que precisaban prepararse. Y en caso contrario esos combates quedarían como jalones de la lucha revolucionaria. Múltiples controversias surgieron en torno al carácter del nuevo viraje de Stalin y de los zigzag de un aparato que Trotsky considó centrista hasta 1933; también sobre las perspectivas para la URSS, su relación con la lucha de clases internacional, como se puede ver en “El peligro bonapartista y el rol de la Oposición” que aquí publicamos, donde Trotsky describe también la construcción de la Oposición en la clase obrera. La vía de construcción del socialismo en un solo país junto a la inauguración del “Tercer Período”, así denominado por Stalin –expresión internacional de su viraje en la URSS- serán puestos a discusión en el VI Congreso, el Proyecto de Programa de la Internacional Comunista, una política sectaria y ultraizquierdista con nefastas consecuencias para el proletariado mundial, va a ser otra de las cuestiones centrales que van a ocupar las discusiones de Trotsky y la Oposición de Izquierda. Discusiones en torno al partido y la perspectiva de reformarlo o la de fundar un nuevo partido como planteaban los grupos ultraizquierdistas, sobre el voto secreto en el partido y los sindicatos, serán parte de estas controversias que se abrieron en y entre las distintas colonias de deportados. Discusiones donde los trotskistas pelearon hombre a hombre cada posición del bolchevismo y enfrentaron las capitulaciones de importantes dirigentes como las de Preobrajensky, Radek y Smilga quienes, en julio de 1929, clamaron por su ingreso al Partido renegando de las ideas por las que venían luchando, y agitando en las filas de la Oposición el temor de quedar aislados del partido para alentar más capitulaciones y el favor de Stalin. Trotsky verá en estas capitulaciones un hecho político de relevancia: “Demuestra sobre todo el agotamiento de la generación magna y heroica de revolucionarios que tuvieron la suerte de vivir las experiencias de la guerra y la Revolución de Octubre. Esta capitulación, a pesar de ser formalmente


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absurda, contiene indudablemente elementos trágicos: tres revolucionarios viejos y honorables se marginaron de las filas de los vivos. El camino de la rehabilitación está abierto para gran cantidad de centristas. Para los capituladores está cerrado. Han perdido lo más importante: el derecho a exigir confianza; jamás lo podrán recuperar”. Es un momento donde los trotskistas tienen que dar una pelea sin cuartel para poner freno a las capitulaciones y el escepticismo. Es de este combate del que habla Trotsky cuando se refiere a la calidad de los revolucionarios rusos, ejemplo para toda la Internacional. Aquí publicamos dos artículos que él recomienda sobre dos dirigentes de la Oposición de Izquierda, junto a la biografía de ambos: Kote Tsintsadzé y Lev Sosnovsky. En sus cartas, estos últimos hablan descarnadamente de los sufrimientos bajo las duras condiciones carcelarias que amenazan sus vidas y, al mismo tiempo, llevan adelante apasionadas discusiones con el fin de alcanzar un análisis científico y preciso de la situación política e histórica, desde la que forjaban la tenacidad para una lucha que frente al partido era decisiva. *** Por último publicamos el prefacio al libro de Engels, Notas sobre la guerra franco-alemana de 1870-71, escrito por León Trotsky en marzo de 1924 y traducido al español para este cuaderno, donde el autor vuelve sobre las lecciones de la Revolución de Octubre, especialmente en cuanto al problema militar y el arte de la insurrección. Consideramos este artículo un aporte para el estudio de la cuestión militar que ha sido el tema de un seminario realizado recientemente en el Instituto del Pensamiento Socialista “Karl Marx”.Y al final presentamos las últimas adquisiciones para la biblioteca y archivo del CEIP y los resultados de la Campaña de Apoyo impulsada desde diciembre del año pasado. *** La edición general de este cuaderno estuvo a cargo de Andrea Robles y Rossana Cortez. Celeste Murillo, Guillermo Cruz, Pablo Gastaminza y Mario Irribarren participaron en la traducción de artículos. Laura Arriola, Valeria Foglia, Alicia Rojo, Demian Paredes, Matías Porreti y Julio Rovelli participaron en la producción editorial. Gabriela Liszt en la selección y traducción del artículo de León Trotsky para el prólogo del libro de Engels. Agradecemos especialmente a Nadia Koulikova por la traducción del ruso de Biulleten’ Oppozitsii.


A propósito de El caso León Trotsky

Del ancho del mundo Noé Jitrik Escritor

Quizás Trotski, en los momentos previos a Octubre de 1917, en Siberia, en Londres, en Suiza o donde la suerte lo depositara, y luego después, cuando era múltiple comisario del gobierno bolchevique, negociador por la paz, creador del Ejército Rojo, tenía una mirada de acero y una manera de afirmar tan implacable como el destino que veía realizarse frente a él y, creía con fundamento, gracias a él. No puedo, ni quiero, conjeturar lo que podía pasar por los ojos de los que estaban junto a él, con él y bastante pronto contra él. Entre ellos, el torvo Iosip Djugashvili, que sin duda respondía con monosílabos, miraba de costado y no celebraba los juegos de ingenio y las punzantes frases con que Trotski amenizaba las reuniones. Las miradas fueron cambiando; a medida que perdía poder Trotski miraba o veía las cosas de otro modo; tal vez, inclusive, empezaba a usar más el subjuntivo y el potencial que el indicativo, tal vez empezaba a dudar del rumbo que estaban tomando las cosas y no sólo porque él estaba siendo apartado de ellas sino porque las cosas tenían matices que previamente no había considerado, el ancho mundo debía estársele presentando como un espectáculo diverso y fascinante, más que la pura contingencia, más que la realidad barricada y llena de contradicciones; Stalin, ya no Djugashvili, en cambio, a medida que Trotski se veía reducido y constreñido, a medida que podía perseguirlo, miraba más de frente, ya no murmuraría sino que daría órdenes, del uso del potencial pasaría al del indicativo y sus afirmaciones estarían, estaban, investidas de una imperiosa irrefutabilidad. No es que con ese uso verbal lograba que los simples seres humanos se hubieran asomado a la felicidad, más bien a lo contrario. En esa divergencia de caminos, Trotski argumentaba, explicaba, describía y escribía; el otro, que no lo podía frenar, dictaminaba sin escribir, la duda, que nunca había manifestado, se había ausentado definitivamente de su discurso, el gesto se había convertido en marmóreo y parecía tan irresistible como que cuando alguien intentaba resistirlo caía fulminado, muerto de frío en el mejor de los casos o simplemente muerto con un tiro en la cabeza. Extraordinaria paradoja: Trotski aparecía como sospechoso, siempre explicándose, el otro como el gran conductor, indiscutible urbi et orbe, desde que había logrado expulsar y confinar a Trotski millones de personas renunciaban con gusto a lo que habían sido y podían ser sus propias fuerzas intelectuales o críticas, y aceptaban como irreprochable lo que emanaba de esa ruda y siniestra cabeza. El mundo cercaba a Trotski, lo ahogaba, y en cambio adoraba a su perseguidor, ponía en él su fe y su destino. De modo que Trotski tenía ya otra mirada y sus afirmaciones se apoyaban, o lo intentaba, en argumentaciones, exámenes, palabras; podía, con ello, trascender su propia y dura situación de perseguido y exiliado, rodeado de fieles que de pronto desaparecían o traicionaban, teniendo que entender lenguajes y situaciones que antes eran lejanas y con las que no había que convivir y, a partir de ahí, como instalado en un solitario atalaya, ver algo más que el triste despojo en que se había convertido el producto de un sueño histórico para, casi profeta materialista, advertir y señalar lo que sería una catastrófica salida de la humanidad agobiada por su no menos catastrófica impotencia para conjurar sus propias crisis. No puedo saber cómo pudo producirse ese cambio en la mirada de Trotski puesto que no hubo cambio en sus más raigales convicciones y, por añadidura, prosiguió haciendo lo que había hecho antes de llegar al poder, o sea formarse, informarse, formar sus ideas, informarse de las ideas y de las lenguas ajenas y proponer: ¿los viejos sueños, las racionales utopías que habían estado a punto de convertirse en realidades, el socialismo, la desalienación, las profecías marxistas o los planes leninistas? El poder, podría decirse, pudo ser un lapsus en una existencia marcada por la escritura y el pensamiento. ¿Cómo entender entonces la nueva mirada? ¿Habrá sido así? Me da la impresión de que entender esta ida y vuelta implicaría entender la suerte misma de lo que fue el socialismo y la más imponente lucha que conoció la humanidad para instaurar en la tierra no el reino de Dios sino el de los hombres en toda su plenitud, vanguardia de un proletariado que sólo había conocido explotación, sufrimiento, miseria. Lo único que está a mi alcance –no puedo imaginarlo en Turquía, ni en Francia ni en Noruega- no es indagar en esa constante construcción de su persona física e intelectual y aun política que hacen sus cultores sino valerme de lo que pude saber una vez, cuando, en México, estuve en su casa y vi la conejera en el jardín, y supe


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de sus viajes al interior de México y de las conversaciones con Breton y tantos otros, del modo en que recibió las noticias sobre sus hijos y sus muertes, el escritorio en el que trabajaba y en el que lo frecuentó la muerte. Esa visita, previsible y casi ritual, me abrió la puerta a lecturas que antes no había hecho, Mi vida y la trilogía de Deutscher, no mucho más. Parecía la historia de un vencido que no se resignaba: ni la muerte ni el exilio doblegaban la antigua voluntad pero sí, para seguir en mi idea, permeaban su mirada, podía ver mucho más allá. Por eso, creo, hecho insólito casi único en la historia de protagonistas tan relevantes de la historia, se prestó a ser juzgado y no por sus pares, que lo habrían absuelto sin escucharlo, sino por otras personas que sin compartir sus ideas entendían que había una justicia universal y que había que escuchar a quien estaba cargando con los denuestos más graves que un ser humano puede tolerar y que el estalinismo prodigaba como la causa de todos los males que no podía enfrentar: traidor, conspirador, terrorista, imperialista, enemigo de la patria socialista, en un largo etcétera de adjetivos que crédulos comunistas y bienpensantes en el mundo entero se tragaban sin pensar como si fuera legítima y buena comida; aceptó comparecer ante personas a las que antes, cuando tenía poder, habría muy probablemente desdeñado o considerado incapaces de comprender el fulgurante sentido que tenía lo que guiaba sus actos y sus ideas y, por añadidura, en un escenario propio de la justicia burguesa, no la revolucionaria que él mismo había contribuido a conformar. Su mirada, obviamente, había cambiado. Me refiero al juicio que tuvo lugar en México en 1937 y que creo, incluso, él mismo solicitó. Ahora, por suerte, se han publicado aquí, en Buenos Aires, las actas completas del juicio: no es un libro más sobre Trotski, que sigue dando que pensar y que hablar a escritores de diversas formaciones e intenciones, de muy diferentes lugares, con versiones encontradas, noveladas algunas, documentales otras, atacándolo unas, reivindicándolo otras, esa vida tan particular suscita, no se ha terminado con su muerte, tal vez porque además de una existencia riesgosa y llena de incidentes es la de un protagonista y, por añadidura, en mi opinión, su transcurso desborda ampliamente el encajonamiento político que lo reivindica: su existencia pone a prueba una cultura. El esfuerzo editorial que asume esta tarea tiene una originalidad de que las profusas publicaciones que proliferan en el mundo entero carecen: proviene del Centro de Estudios, Investigaciones y Publicaciones “León Trotski”, que no sólo define su programa en la herencia de su pensamiento sino que se ha consagrado a su obra en todos sus alcances; materiales valiosos, documentos poco conocidos, que atañen a su obra y a su vida, en nuevas traducciones y en publicaciones cuidadas, han sido puestos en circulación, en particular obras del propio Trotski pero también de historiadores e investigadores que encuentran día a día, a medida que se abren archivos en diferentes lugares del mundo, nuevas informaciones sobre la extraordinaria experiencia en la que él desempeñó un papel fundamental. La publicación de las actas de ese “juicio”, El caso León Trotski, es un aporte mayor puesto que si el juicio en sí mismo tiene una significación única lo que ahí ocurrió efectivamente la duplica: no es una réplica de la Apología de Sócrates, cosa que podía ser puesto que se le daba la oportunidad de defenderse de acusaciones y bregar por su prestigio, sino una presentación, por boca de uno de los testigos más calificados, de un fragmento de la historia contemporánea, que muchos vivieron como una impresionante desembocadura de viejísimos anhelos de justicia, producto, además, de un pensamiento iluminado que preconizaba el triunfo de una clase, oprimida durante siglos. Imagino esa mirada en la aceptación de toda clase de preguntas y las respuestas que hacen desfilar un complejísimo proceso; por un lado, desbaratar las grotescas y criminales acusaciones de los agentes estalinianos; por el otro, detalladas explicaciones acerca de cada uno de los acontecimientos en los que tales acusaciones se encuadraban. Imagino, además, la actitud: sentado frente a un tribunal internacional integrado por intelectuales declaradamente no trotskistas y ni siquiera marxistas, y que imponen un modo de juicio que sigue el método del juicio oral norteamericano, responde casi con un gesto de benevolencia al sinuoso fiscal y al límpido Presidente, John Dewey, calificado filósofo y educador, y con infinita paciencia explica, es didáctico y crítico, trae a colación documentos e invoca testigos, valora a compañeros o excompañeros, prevé el curso de los acontecimientos que resultarán de los temas evocados y, por añadidura, lo hace en inglés, de a ratos se traba y pide ayuda y va desmontando toda la red de calumniosas acusaciones con las que los agentes estalinistas intentaron demolerlo durante más de una década. Su argumentación es medida, su respeto por el tribunal ejemplar, la documentación que presenta es a los ojos de quienes hacen de jueces absolutamente probatoria y convincente y si tenían dudas acerca de su actuación y probidad poco a poco ese sentimiento va desapareciendo y en su lugar se percibe un clima de admiración por su potencia intelectual, su extraordinaria memoria y la sutileza con que enhebra su sistema de defensa con sus convicciones ideológico-políticas a las que no renuncia pese a la necesidad de argumentar que pediría algunas


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concesiones o al menos silencios. No trata de ganar para la causa, la IV Internacional en la que estaba embarcado, a quienes están ahí y escuchan y a los demás, que están fuera; en cambio, en un amplio gesto de comprensión histórica, traza un dibujo completo y perfectamente articulado tanto de lo que fueron los comienzos de la Unión Soviética como de su actuación en cada uno de los momentos de su turbulenta existencia, de los problemas previos y los actuales que agobian a ese imperio, de las falacias de los juicios que liquidaron las mejores cabezas del socialismo y en los cuales reside el comienzo de una degradación que culmina, como si lo hubiera estado viendo, no muchos años después, históricamente considerados, en el derrumbe de la URSS y el regreso triunfal del impiadoso capitalismo. Largas, agotadoras jornadas durante las cuales el tribunal no puede ocultar su curiosidad y el interés que producen las respuestas de ese hombre que pese a las desgracias que sazonan su ya prolongado exilio todavía exhibe una elegancia suprema en el razonamiento y el uso del lenguaje, cuestión de respeto por sus interlocutores que muchos de sus seguidores no han tomado en cuenta: no está entre iguales puesto que sigue pensando en términos de revolución proletaria y mundial pero logra hacerse escuchar por ellos sin intentar convencerlos de nada, por la pura fuerza de una fluencia, concepto que nada tiene que ver con efectismos oratorios, meramente acusatorios y repetitivos, como los que empobrecen el discurso de muchos que se consideran sus herederos. Logra un raro equilibrio de una extraordinaria afectividad: se presenta como acechado, pero no empavorecido ni angustiado, razona pero no invade los oídos de los otros, reconoce pero no se arrepiente, admite sus límites pero sigue pensando en la vieja utopía en ese momento en las garras implacables de quien la está socavando en su sentido mismo, evoca pero no se queja, entiende su situación actual pero sigue creyendo en aquello que le señaló un cauce y justificó su vida, eso que, en puridad podemos llamar una “misión”. Surge, corroborando lo que en sus libros anteriores ya estaba presente testimonialmente, esa imagen todopoderosa de una “misión”, como si él, entre tantos otros, con toda naturalidad, hubiera sido llamado a ejecutar una gran obra, un beneficio supremo a la humanidad. Es un hombre del Siglo XIX, fecundo en misionales, pero que se proyecta sobre el XX creyendo o sintiendo que debe cambiar un rumbo o modificar una estructura. El XIX, atravesado por la idea de los “grandes hombres”, para quienes no había límites en lo que se destinaban a hacer, en la literatura, en la música, en la política, en la filosofía, fue un siglo de sistemas; tal vez concluyó al final de la guerra del 14-18 y lo que comenzó fue una suerte de fragmentarismo, tal vez intuido por Nietszche, que recorrió todas las esferas de la producción: las vanguardias en los más diversos órdenes lo encarnaron así como lo manifestaron y lo siguen manifestando las incesantes divisiones en los grupos cuyos comienzos parecían responder a la lógica de los sistemas. Trotski sobrenada este giro propio del siglo en el que le toca actuar e intenta, casi con éxito en los primeros años del bolcheviquismo, sobreimprimir esa ya anacrónica modalidad; en el exilio, y en la escritura que fue su arma definitiva, lo siguió haciendo y, por lo tanto, bien puede ser visto prometeica y conmovedoramente como un titán acorralado, tratando de no hundirse en la soledad de la derrota ni en la perplejidad del que viene de otros tiempos. En cambio, con los resultados que no hay dificultad en reconocer, una prolongación terrorífica de una lógica que ya no correspondía serían desde esta perspectiva el estalinismo, el fascismo, el nazismo, y las dictaduras latinoamericanas, africanas y europeas, todo eso que seguramente Trotski vio y que le hizo cambiar la mirada. ¿Será eso la cifra de su perduración como referente y como “caso”, esa palabra que titula el libro del extraordinario juicio?


Nuevo cortometraje

Mi nombre es Trotsky

Titulo original: Mi nombre es Trotsky Año: 2011 Duración: 28 min. Realizadores: Hernán Aragón – Javier Gabino Sinopsis: Dos historias corriendo en paralelo. Una transcurre en el presente; la otra en Coyoacán, México, en 1937. Julieta tiene 26 años. Es una actriz que acepta representar el papel de una estudiante que investiga sobre los procesos de Moscú. Paralelamente, en el México de 1937, León Trotsky se somete al interrogatorio llevado a cabo por la Comisión Dewey*. La Comisión es un contra proceso que el revolucionario en el exilio organiza para refutar y desmentir todas las acusaciones fabricadas por Stalin. En una historia donde el tiempo se ve alterado, donde el pasado y el presente conviven, Julieta y León Trotsky se encaminan hacia una confluencia. ¿Qué permite que Julieta (tanto la actriz como la estudiante que ella representa) y Trotsky, dos personajes de épocas diferentes y de experiencias tan disímiles, puedan confluir? En la pregunta que Julieta se plantea en el final del film, podremos encontrar una respuesta.

* Las escenas de la Comisión Dewey están basadas en: El libro El caso León Trotsky” Autores: León Trotsky / Comisión Preliminar de Investigación sobre los Cargos Hechos Contra León Trotsky en los Procesos de Moscú. Primera edición en español publicada por Ediciones IPS, Instituto del Pensamiento Socialista Karl Marx. Colección CEIP León Trotsky


Los trotskistas en la URSS (1929-1938) Pierre BrouĂŠ


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El libro de Pierre Broué “Los trotskistas en la URSS (1929-1938)” fue traducido y publicado originalmente por el Partido de Trabajadores Socialistas en Argentina en la década del ‘90. Esta 2da. edición fue digitalizada por Laura Arriola, revisada y mejorada por Demian Paredes, Valeria Foglia y Rossana Cortez.

PRESENTACIÓN A LA PRIMERA EDICIÓN Con la autorización de Pierre Broué, director del Instituto León Trotsky con sede en Francia, nuestro partido ha hecho el esfuerzo de traducir del francés y publicar por primera vez en castellano, como libro, su trabajo Los trotskistas en la URSS (1929-1938). Esta obra es el ensayo introductorio de documentos y trabajos teóricos inéditos de los oposicionistas soviéticos, publicados en los Cahiers León Trotsky números 6 y 7/8, que a pedido del propio Trotsky permanecieron guardados en el archivo de la Biblioteca de la Universidad de Harvard en los Estados Unidos, desde la fecha de su muerte, en 1940, hasta 1980, momento de su apertura al público. El presente trabajo representa un enorme esfuerzo de investigación de Pierre Broué y del Instituto sobre estos documentos, logrando reconstruir la historia, hasta nuestros días prácticamente desconocida, de la lucha y la resistencia de los trotskistas soviéticos, es decir, de la sección rusa de la Oposición de Izquierda Internacional durante los años más negros de la ofensiva y la consolidación de la reacción termidoriana encabezada por Stalin. La apertura de los archivos de la KGB en la ex URSS está permitiendo en estos momentos conocer y completar los puntos oscuros de la historia de la resistencia de los trotskistas soviéticos. Aunque este trabajo tiene ya algunos años, lo consideramos de gran importancia porque demuestra irrefutablemente, y contra todos aquellos que afirmaban lo contrario, tanto los estalinistas irreductibles, como los historiadores o investigadores no estalinistas (o que incluso se reivindican antiestalinistas), que el trotskismo, lejos de limitarse a la sola figura de Trotsky, era en esa época una corriente internacional viva y dinámica, encarnada por la Oposición de Izquierda. Y que la sección rusa era, no sólo la más importante numéricamente, aun en la clandestinidad, la cárcel o la deportación, sino también la que concentraba los cuadros más probados, lúcidos, heroicos y abnegados. Esta obra de Broué demuestra además que la Oposición de Izquierda no sólo no fue una corriente sectaria y aislada, sino que del ’20 al ’40 fue la única corriente de oposición a Stalin con apoyo popular en la URSS, y que concentraba categóricamente la flor y nata del Partido Bolchevique en retroceso, en una situación de reacción a nivel mundial y de la propia URSS. Que la Oposición de Izquierda fue la continuidad histórica del bolchevismo, del cual el estalinismo no fue sino su más abyecta negación, queda definitivamente claro, no solamente por la lucha política y física sin cuartel de los trotskistas soviéticos contra el estalinismo y todo lo que éste encarnaba, sino también y fundamentalmente por la lucha y la investigación teórica, que se expresó en innumerables trabajos de los oposicionistas, elaborados y escritos en las peores condiciones de vida, en la deportación y las “cárceles de aislamiento”, y que corroboran que, como afirma Broué en el Capítulo II de este trabajo: “…difícilmente en la historia del marxismo haya habido período más fecundo y más creativo y resultados menos conocidos o directamente desconocidos…”. Por esta razón, y por la importancia fundamental que tiene para la formación de los revolucionarios trotskistas el conocer y sentirse parte y continuidad de la lucha de los trotskistas soviéticos, que han escrito algunas de las páginas más trágicas y a la vez más heroicas de la historia del siglo XX, pedimos a los lectores que hagan el esfuerzo de extraer de un texto por momentos difícil de leer, lleno de nombres y de hechos frecuentemente poco conocidos, todas las lecciones, la experiencia y las conclusiones de este período de la historia de nuestro movimiento, de capital importancia para el movimiento trotskista argentino y latinoamericano, y para todos aquellos que luchamos por la construcción de un partido revolucionario trotskista ortodoxo, y por la reconstrucción del Estado Mayor de la revolución mundial, la IV Internacional.


Introducción

“Los organismos de la dictadura proletaria no pueden admitir que exista en el país de la dictadura del proletariado una organización ilegal antisoviética que, aunque numéricamente insignificante, posee sin embargo sus propias imprentas, sus comités, intenta organizar huelgas antisoviéticas y prepara a sus partidarios para una guerra civil contra la dictadura proletaria (…)”. “Parecería ser que no todos los miembros del Partido se dan cuenta claramente de que entre la antigua oposición trotskista en el seno del PCUS y la organización trotskista ilegal actual que se encuentra por fuera de las filas del PC de la URSS existe un abismo profundo. No obstante, es tiempo de asimilar esa verdad manifiesta. Es, por tanto, absolutamente inadmisible tomar esta actitud ‘liberal’ frente a las organizaciones trotskistas ilegales activas que se manifiesta a veces en algunos miembros del Partido. Todos los miembros del Partido deben tomar nota de este asunto”. Editorial de Pravda, 24 de enero de 1929 El carácter oculto de los “papeles del exilio” ha contribuido a falsear la óptica de muchos de los trabajos históricos sobre la URSS. A falta de los documentos a los que hoy puede accederse, se ha reducido a la Oposición de Izquierda, luego a la IV Internacional que surgió de ella, a un simple reflejo de los brillantes escritos de Trotsky. En realidad, la organización, luego la corriente bolchevique-leninista en el Partido Comunista de la Unión Soviética, han constituido el nudo de la Oposición de Izquierda Internacional -al interior de la Internacional Comunista- y por ende de la IV Internacional. Existe, a través de los militantes soviéticos, una verdadera filiación, un lazo histórico concreto entre el bolchevismo y el trotskismo, mientras que la versión tradicional no ve entre ellos más que una identidad de puntos de vista, o incluso una simple repetición. El trabajo de notas de las Obras de Trotsky1 nos ha conducido tras las huellas de sus camaradas de combate en la Unión Soviética misma. Mediante nuestro trabajo de documentación, en primer lugar, hemos descubierto el importante rol que jugaron los rusos, miembros de la Oposición, “exiliados” en la diplomacia o las misiones económicas, como lo estuvieron, por ejemplo, en París Christian G. Rakovsky o Preobrajensky2sobre los militantes del PC en el extranjero. En misión gubernamental oficial, estos militantes hacían, en realidad, una parte de su actividad política en el marco de un trabajo “fraccional”; en otros términos, fue por su intermedio que la Oposición rusa llegó al extranjero. Se sabe, por ejemplo, que fue Pyatakov, representante de la Oposición Conjunta en París quien financió la creación de “Contra la Corriente” y se esforzó en vano por unificar los grupos franceses de oposición de 19263. Se sabe, del mismo modo, que las primeras iniciativas para constituir en Checoslovaquia una Oposición Conjunta fueron alentadas y apoyadas materialmente por el diplomático soviético Kanatchikov4. Los recuerdos de la alemana 1 Se publicaron ocho volúmenes luego de dos años, abarcando el período que va de marzo de 1933 a marzo de 1936. 2 Christian G. Rakovsky (1873-1941), socialista rumano, búlgaro, miembro del CC bolchevique luego de la revolución y presidente del Consejo de Comisarios del Pueblo de Ucrania, fue embajador de la URSS en Francia de noviembre de 1925 a octubre de 1927. Evgenii A. Preobrajensky (1886-1938), antiguo secretario del Partido, dirigente de la Oposición de Izquierda, de la cual era el teórico en materia económica, estuvo destinado en París durante un tiempo en 1927. 3 Yuri L. Pyatakov (1890-1937), hijo de un industrial, primero anarquista, se había unido al Partido en 1910; dirigente del Partido en Ucrania durante la guerra civil, fue uno de los primeros de la Oposición de Izquierda en 1923. Estuvo destinado en París durante algunos meses en 1926. 4 Simon I. Kanatchikov (1879-1940), viejo bolchevique ligado a Zinoviev, en 1927 fue jefe de la agencia de prensa soviética en Checoslovaquia. Los informes de la policía checoslovaca de la época lo acusan formalmente de haber financiado a la Oposición en ese país y de haber asistido a la reunión de oposicionistas organizada por Neurath el 23 de noviembre de 1927.


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Ruth Fischer5 abundan en múltiples detalles de este tipo: A.V. Hertzsberg6, agregado de la misión comercial de Berlín, G.I. Safarov7, miembro de la delegación de Estambul, en donde no residía, N.N. Perevertsev8, miembro de una comisión internacional sobre los ferrocarriles en Génova, atravesaba Europa trabajando a cuenta de la Oposición de Izquierda rusa que contaba, por otra parte, con tres empleados permanentes de la delegación en Berlín: Issaiev, Turov y Kaplinsky9. La misma menciona el rol oculto de consejero e impulsor de la izquierda alemana del trotskista ruso E.B. Solntsev10. Precisa que una veintena de funcionarios soviéticos con puestos en el extranjero asistían, por otra parte, en diciembre de 1927 a la conferencia internacional de la Oposición que se realizó al mismo tiempo que el XV Congreso del PCUS, bajo la presidencia del ruso Safarov y en presencia, precisamente, de Solntsev11. En 1928, uno de los lazos de la Oposición de Izquierda con los franceses simpatizantes era un miembro de la delegación comercial, jefe de la oficina de información, el profesor rojo Solomon Kharin, llamado comúnmente Joseph12. Hay que agregar que numerosos militantes comunistas que se unieron a la Oposición de Izquierda lo hicieron a partir de su posición sobre la “cuestión rusa”. Estos hombres habían estado en la URSS, donde frecuentemente habían trabajado, y allí habían sido ganados para la Oposición. El más conocido es, evidentemente, el catalán Andrés Nin, secretario en Moscú de la Internacional Sindical Roja e integrante del soviet de la capital, miembro de la Oposición desde 1923 e impulsor de su comisión internacional. En Moscú, Nin ganó, por ejemplo, al obrero panadero negro Sandalio Junco, quien iba a implantar el “trotskismo” en Cub13. Del mismo modo, el primer grupo de Oposición de Izquierda en Brasil fue fundado por el antiguo representante del PC en Moscú, Rodolfo Cutinho14. La mayoría de los cuadros de la Oposición de Izquierda en China, empezando por Liu Renjing15, adhirieron a la Oposición mientras eran estudiantes en la Universidad de los Pueblos de Oriente en Moscú entre 1925 y 1927. Uno de los primeros trotskistas checos fue un militante de Brno, Vladislav Burian, quien había sido uno de los primeros dirigentes del PC checo refugiado en Moscú en 1925, ganado por la Oposición simultáneamente con el presidente de la Juventud Comunista de Checoslovaquia, Karel Fischer, apodado Michalec, “zinovievista”, 5 Ruth Fischer era el seudónimo militante -convertida en una verdadera identidad- de Elfriede Eisler (1895-1961), quien había sido la jefa de línea de la “izquierda” del PC alemán de 1920 a 1924, y una de las dirigentes de este partido en 1926; había fundado el Leninbund que se pretendía la réplica “alemana” de la Oposición Conjunta de la URSS, pero la dejó luego de la capitulación de Zinoviev y Kamenev ante Stalin. Refugiada en los EE. UU. durante la Segunda Guerra Mundial, publicó allí en 1948 su libro Stalin y el comunismo alemán, un estudio muy polémico que entremezcla recuerdos y testimonios personales. 6 R. Fisher, op. cit., p. 594. Aleksandr Hertzsberg (1892-193?), viejo bolchevique de Leningrado, debió ser excluido en 1927, luego reintegrado al mismo tiempo que Zinoviev y Kamenev. Fue condenado a seis años de prisión en 1935 en el mismo proceso que estos dos hombres. 7 Ibídem, pp. 586-588. Georgi I. Safarov (1891-1942), bolchevique en 1908, emigrado a Francia, luego a Suiza durante la guerra, en la IC había sido especialista en las cuestiones orientales. Estuvo ligado al grupo de Zinoviev y fue enviado a Pekín como diplomático desde 1926. Se había mudado a Estambul en 1927. 8 Ibídem, p. 587. Ruth Fischer precisa que N. N. Perevertsev tenía un permiso que le permitía viajar gratuitamente por todas las líneas europeas. Tenemos pocos datos sobre este hombre que fue uno de los dirigentes de la Oposición en Ucrania y cuyo seudónimo militante era “Pierre” o “Peter” en Europa Occidental. Ruth Fischer lo califica de “zinovievista”, pero capituló mucho después de los zinovievistas luego de haber sido puesto en prisión en Verjneuralsk, donde Yakovin lo describe como un “joven” y donde fue uno de los alentadores del grupo con tendencias izquierdistas del Voinstvuiouchtchy Bolchevique (Bolchevique militante). 9 Ibídem. No sabemos nada de estos tres hombres. 10 Ibídem, pp. 587, 604. Eleazar B. Solntsev (1900-1936), militante de la generación de Octubre, economista, miembro de la Oposición “trotskista” de 1923, era considerado como uno de los jóvenes dirigentes de la segunda generación de la Oposición. Había trabajado algún tiempo como economista en el Amtorg en los Estados Unidos, antes de ser destinado a Berlín, de donde fue llamado en 1928 para ir inmediatamente a la “cárcel de aislamiento”. Ruth Fischer se equivoca cuando sitúa su arresto alrededor de 1935: estaba preso en Verjneuralsk ya en 1930 y un informe de uno de sus camaradas precisa que venía de la “cárcel de aislamiento” de Cheliabinsk, donde fue probablemente detenido en 1929, luego de haber sido encerrado en Petropavlovsk. (Un informe de él sobre la Oposición en el extranjero, fechado el 8 de noviembre de 1928, se publicó en el Nº 7/8 de los Cahiers León Trotsky –N. de T.) 11 Ibídem, p. 604. Hemos encontrado en los papeles del exilio de Harvard numerosas alusiones a esta “conferencia de Berlín”, que constituyó sin ninguna duda una etapa importante de la historia de la Oposición de Izquierda en la IC, pero, en realidad y hasta el presente, es todavía Ruth Fischer quien, en veinte líneas, da la mayor cantidad de informaciones al respecto. 12 Kharin, conocido en la Oposición de Izquierda bajo el nombre de guerra de “Joseph”, capituló en 1929. (Un artículo sobre este asunto se publicó en el Nº 7/8 de los Cahiers León Trotsky –N. de T.) 13 Andrés Nin Pérez (1892-1937), profesor catalán, militante de las JS, luego secretario de la CNT, llegó a la URSS en 1920 y permaneció allí como secretario de la Internacional Sindical Roja. Había sido expulsado de la URSS en 1930 y fue asesinado en España por la GPU en 1937. Sobre su ligazón con Sandalio Junco (1902-1942), de quien la leyenda dice que golpeó públicamente a Stalin en una recepción oficial, y que fue asesinado por un comando del PC en Cuba, ver Robert J. Alexander, El trotskismo en Latinoamérica, p. 217. 14 De Rodolfo Cutinho, educador, miembro del comité central del PC de Brasil en su fundación, delegado en Moscú de 1924 hasta 1927, sabemos solamente que estaba ligado a la Oposición de Izquierda en sus comienzos y que murió prematuramente. Ver también John F. W. Dulles, Anarquistas y Comunistas en Brasil, p. 421. 15 Liu Renjing (nacido en 1899) se unió en 1920 al primer grupo marxista chino de Li Dazhao, y participó en el congreso de fundación del PCC. Estudiando en la URSS se unió a la Oposición de Izquierda con la mayoría de sus camaradas y militó bajo el nombre de “Lensky”. A su salida de la URSS se hizo llamar “Nelsey”, luego “Niel Sih”.


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junto a su amigo serbio Voja Vuyovic, mientras que el joven delegado de Praga a una conferencia de organización de la JC en Moscú, Wolfgang Salus16 se encontró allí con los oposicionistas rusos que lo convencieron de la justeza de la plataforma de la Oposición. Finalmente, no omitiremos decir que la Oposición de Izquierda en América del Norte fue constituida por iniciativa de dos delegados al VI congreso de la IC, el americano James P. Cannon y el canadiense Maurice Spector17, quienes habían encontrado entre sus documentos del Congreso -donde había sido deslizado por manos clandestinas- la “Crítica del proyecto de programa de la Internacional Comunista” que Trotsky acababa de redactar en Alma-Ata18. Pero existe hoy una razón suplementaria para estudiar de cerca la historia de la Oposición de Izquierda en la Unión Soviética luego de su expulsión del Partido en diciembre de 1927. Es que la lucha contra el “trotskismo” constituyó una etapa decisiva en el desarrollo y la instauración del totalitarismo estalinista, y fue contra los “bolcheviques-leninistas” que se puso a punto y se perfeccionó el sistema contemporáneo del aparato policíaco, de la GPU al gulag, recientemente descubierto por tantos falsos ingenuos o auténticos cretinos. Desde este punto de vista, la historia de la Oposición de Izquierda rusa no se nos aparece como un simple episodio, sino como una página capital de la historia de la propia Unión Soviética. Aquí, nos ha interesado, para presentar mejor los documentos inéditos encontrados en los papeles del exilio de Trotsky19, la organización clandestina de los “trotskistas” en la Unión Soviética, desde su entrada en la ilegalidad, en diciembre de 1927, en el curso del XV Congreso, hasta la desaparición de sus últimos sobrevivientes. Recordemos simplemente que la tendencia expulsada en el XV Congreso, la “Oposición Conjunta”, tenía en ese momento dieciocho meses de existencia y había nacido en 1926 de la fusión entre dos de las más antiguas “fracciones” del Partido, la Oposición de Izquierda, llamada “oposición de 1923”, organizada alrededor de Trotsky, y la “nueva oposición” constituida en 1925 en Leningrado por Zinoviev y Kamenev20. Luego de haber privado a la Oposición Conjunta de sus medios de expresión acusándola de actividades “fraccionales”, luego de haber detenido a muchos de sus responsables en una provocación organizada por la GPU, el caso de la imprenta y del “oficial de Wrangel”21, la dirección del partido -Stalin, apoyado por Bujarin- en el XV Congreso dio un paso decisivo, decretando la incompatibilidad entre la pertenencia al Partido y la adhesión a las ideas de la Oposición. Esta última estalló, entonces, en el curso mismo del congreso. Kamenev y Zinoviev, seguidos por el núcleo de la antigua oposición de Leningrado, declararon rápidamente que renunciaban a defender las ideas que habían sostenido hasta el momento. Por el contrario, en una declaración apoyada por Smilga, Muralov y Radek, Christian Rakovsky afirmó la determinación de los bolcheviques-leninistas de continuar el combate por la defensa de la plataforma y de los principios de la Oposición y reivindicó la reintegración de los excluidos al partido, sobre la base de sus derecho22. A pesar de las apariencias, el estallido de la Oposición Conjunta no se hizo sobre la línea de quiebre entre sus dos principales partes constituyentes, los “zinovievistas” y los “trotskistas”. Por una parte, uno de los principales dirigentes de la antigua “nueva oposición”, I. T. Smilga23 -que había combatido a la Oposición de Izquierda de 16 Vladislav Burian (1901-193?), socialista a los dieciséis años, condenado a diez años de prisión luego de la huelga general de 1920, fue elegido al primer ejecutivo del Partido Comunista Checoslovaco. Liberado en 1922, fue separado en 1925 y trabajó en la URSS como periodista bajo los seudónimos de Rilke, Rülke y Rielke. Se unió a la Oposición rusa en 1926. Karel Fischer, apodado Michalec (nacido en 1901?), socialista en 1918, fue el dirigente de las JC checoslovacas; era zinovievista. El serbio Voja Vujovic (1895-1937), antiguo estudiante en Francia, había fundado allí las JC. Dirigente de la Internacional de las Juventudes Comunistas era también uno de los “internacionales” del PC yugoslavo. Wolfgang Salus (1909-1953), hijo de un conocido escritor, militante de las JC luego de 1934, en 1927 fue responsable de la organización de la JC de Praga. Fue durante una conferencia internacional que, según sus conocidos, encontró al propio Trotsky y se unió a sus posiciones. 17 James Patrick Cannon (1890-1974), antiguo miembro de las IWW y del ala izquierda del PS norteamericano, era junto con W. Z. Foster el dirigente de una de las tres “fracciones” que se disputaban la dirección del Partido Comunista en los Estados Unidos. Maurice Spector (18981968), nacido en Nikolaiev, había emigrado muy joven a Canadá con sus padres. Había comenzado a militar en 1917, se unió al PC en 1921 y fue luego presidente de su ala “legal”, el Workers Party de Canadá, en 1922. Había rechazado cualquier tipo de sanción del Partido contra los militantes canadienses que simpatizaban con la Oposición rusa. 18 Cannon escribió el relato de este descubrimiento en History of American Trotskyism (p. 49 de la edición de 1979). 19 Recordemos que estos “papeles del exilio” que constituyeron durante mucho tiempo la “sección cerrada” de los archivos de Trotsky, depositados en la Houghton Library, Biblioteca de la Universidad de Harvard, han sido abiertos al público el 2 de enero de 1980. 20 Grigori E. Radomylski, llamado Zinoviev (1883-1936), y Lev B. Rosenfeld, llamado Kamenev (1883-1936), viejos bolcheviques que, entre 1923-25, habían formado la troika junto con Stalin, contra Trotsky, habían arrastrado tras ellos en 1925, en la “nueva oposición”, al conjunto de la organización del Partido de Leningrado. En 1926, a pedido de Trotsky, habían reconocido los métodos fraccionales utilizados por la troika contra él y llegaron a un acuerdo de fusión con la Oposición de 1923 que él dirigía, dando nacimiento a la “Oposición Conjunta”. 21 Sobre esta provocación organizada por la GPU contra la Oposición Conjunta, ver los documentos reproducidos en los Cahiers León Trotsky, Nº 4, pp. 21-37. 22 Cf. Documentos, pp. 71-73. 23 Ivan T. Smilga (1892-1938), miembro del Partido en 1907, hijo de un campesino letón, fue el benjamín del CC de octubre de 1917 y el hombre de confianza de Lenin antes de la insurrección. Presidente del soviet de la Flota del Báltico, trabajó luego en el Ejército Rojo durante


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1923 a 1925- rompió con Zinoviev-Kamenev y, firmando el texto de Rakovsky, se unió a Trotsky. Por otra parte, una importante fracción de la antigua oposición de Leningrado, jóvenes esencialmente, siguieron a Safarov y rechazaron ir tras sus dirigentes históricos en la vía de la capitulación. Los trotskistas pegaron sobre el entorno inmediato de los dirigentes zinovievistas ganándose, ante sus propios ojos, al mismo secretario de Kamenev, Filip Schwalbe24. Había allí un hecho mayor que ni la capitulación rigurosa, el 27 de enero de 1928, de Zinoviev y Kamenev que declaraban renunciar a las mismas ideas que habían sido suyas, ni a de los “trotskistas” desmoralizados como Yuri Pyatakov, algunos meses más tarde, lograron cambiar: el grueso de las tropas de la Oposición de Izquierda expulsada del Partido, los batallones de los miles de irreductibles, se ubicaban de ahora en más bajo la bandera de Trotsky.

la guerra civil y finalmente en la administración económica. 24 Cf. p. 15.


La Oposición en 1928

El objetivo de los primeros arrestos, en 1927, y más tarde, del comienzo de las deportaciones en masa de 1928 era el de quebrar a la Oposición como organización, privándola de todos sus dirigentes y cuadros. En las semanas y los meses siguientes, las olas de arrestos, las penas de prisión y de exilio que afectaban cada vez más a muchas centenas de militantes, perseguían el mismo objetivo, con el cuidado suplementario de extirpar, allí donde se manifestaran todavía, los focos de la Oposición. No obstante, los discursos y la prensa oficial lo confesaron a principios de 1929: esos esfuerzos fueron vanos y la Oposición sobrevivió y progresó en todo el transcurso del año 1928. La Oposición era en 1928 muy distinta de lo que había sido en 1927 como “fracción” en el seno del Partido oficial. De allí en más estuvo dividida, por la fuerza de las cosas -y las decisiones de represión de la GPU-, en dos sectores. Por una parte, su sector ilegal, clandestino, formado por los militantes aún no alcanzados por la represión, demasiado o no lo suficientemente conocidos. Por otra parte, el sector prácticamente “legal” -“abierto”, si nos atrevemos a decirlo-, que funcionaba prácticamente a la luz del día en las zonas de deportación (de exilio) a las que se había empezado a llamar “colonias” de deportados, quienes podían reunirse más o menos libremente, discutir, escribir y sobre todo mantener correspondencia. Del primer sector, sabemos poco por fuera de los informes contenidos en los archivos, y cuidadosamente fabricados, teniendo en cuenta las necesidades del secreto de la clandestinidad. Sabemos, no obstante, que luego del arresto y el envío al exilio de Trotsky y de sus compañeros, funcionó en Moscú un “centro” clandestino dirigido por el viejo bolchevique de los Urales, Boris M. Elzin25, cuyo emisario se dirigía por tren a Frunzé para colocar el correo en manos de un militante de confianza, el metalúrgico de Moscú Mikhail Bodrov, quien conduciendo una troika (un carro típico ruso –N. de T) y bajo una gran barba y una blusa típica de mujik aseguraba luego el transporte de valiosos documentos que mandaba a Alma-Ata y ponía en manos de León Sedov26. Sabemos igualmente que existían núcleos de la Oposición en casi todas las grandes ciudades de la Unión Soviética: Víctor Serge nos ha hablado del de Leningrado, en el cual se encontraba Alexandra Lvovna Sokolovskaya, la primera mujer de Trotsky y la madre de sus hijas. Sabemos igualmente que, entre los aproximadamente ciento cincuenta militantes detenidos en Moscú en enero de 1929 se encontraban algunos de los responsables de la prensa clandestina de la Oposición desde 1928, en particular un “veterano” del episodio de la imprenta clandestina de 1927, el gran mutilado y ex chequista Khanaan M. Pevzner27. Uno de los dirigentes de Moscú era Ianuchevsky. Algunos de los impulsores de la Oposición que militaban por fuera de las prisiones y de las colonias no eran ciudadanos libres ejerciendo una actividad clandestina. Eran ilegales, hombres y mujeres conocidos para la GPU, pero que habían escapado de ella y vivían en ese ambiente del Partido donde generalmente eran estimados, beneficiándose de un “liberalismo” del que se quejaba la Pravda. El hecho de que “aguantaran” demuestra en efecto que se movían en un medio que, lejos de serles hostil, les proveía hospitalidad, ayuda y protección. Dos ejemplos: en Bogorodask, los obreros de la usina Glukhov escondieron durante varios días a uno de ellos, al oposicionista Stukolkin, y lograron sacarlo de la ciudad bajo las propias barbas de la GPU28. Por otra parte, en sus memorias recientemente publicadas, la comunista alemana Rosa Léviné-Meyer habla de sus encuentros en Moscú en esa época con G. Ia. Yakovin, uno de los dirigentes del “centro”, marido de su amiga, la historiadora Pankratova. Yakovin dejó Leningrado, donde era muy conocido, y vivía en Moscú, alojado por camaradas: 25 Boris M. Elzin (1875-1937), miembro del Partido en 1899, bolchevique en 1903, fue presidente del soviet de Ekaterinoslav en 1917 y miembro del ejecutivo pan-ruso de los soviets. Fue desde 1923 uno de los dirigentes de la Oposición de Izquierda. Sobre su rol en el “centro”, cf. Víctor Serge, Memorias de un Revolucionario (Seuil, 1951), pp. 265, 280, 334. 26 Iz Orenburgskoi sselki, Biblioteca de la Universidad de Harvard, 17399. Aunque el catálogo indica que el autor de este documento no fue identificado, se trata evidentemente de Víctor Serge, lo que se confirma a través de la comparación con su correspondencia. 27 Serge V., op. cit., pág. 335, y Destino de una revolución, p. 126. 28 “Carta de Moscú”, Biulleten’ Oppozitsii, Nº 1-2, pp. 17-18.


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se procuró incluso un pase que le permitiera entrar al hotel Lux y discutir allí con los comunistas extranjeros. Incluso llegó a volver clandestinamente a Leningrado para asegurarse allí los contactos29. Los informes que iban de la Unión Soviética al extranjero -a Trotsky y su hijo Liova- mencionaban las actividades de este sector de la Oposición: publicación de volantes y también de folletos, difusiones clandestinas, suscripciones para los prisioneros, pero también intervenciones en las reuniones del Partido o en las asambleas obreras -de los desocupados, especialmente-, candidaturas abiertas en los comités de fábricas o en los soviets; y subrayaban también sus innegables éxitos. El sector clandestino “libre” de la Oposición mantuvo verdaderamente una real existencia y actividad a pesar de los obstáculos que se acumulaban, la represión, el comienzo de la apelación a delatarlo y la generalización de la provocación que parece haber afectado en esa época a casi todos los grupos locales. El segundo sector de la Oposición, probablemente el más numeroso ya que no dejó de crecer en detrimento del primero, era el de las colonias de deportados -107 censados en 1928 a través de la correspondencia de Harvard- y pronto, el de las prisiones abiertas especialmente para los bolcheviques-leninistas recalcitrantes, las “cárceles de aislamiento”. Lo conocemos mejor que al primero. Durante los tres primeros trimestres de 1928, en efecto, el grueso de la correspondencia de los deportados generalmente se distribuía, a pesar de que las cartas se abrían cuando salían y cuando llegaban. Una discusión apasionante comenzó entre los exiliados: esos hombres que pertenecían a todos los “ámbitos” del Partido y del Estado soviético y que, algunos meses antes, ejercían todavía altas responsabilidades, pasaron entonces a disponer de un poco de tiempo para meditar sobre la experiencia de los años anteriores, retomar trabajos teóricos, rever los documentos del Partido y de la Internacional, desarrollar entre ellos una suerte de discusión en cadena. Una parte de estos documentos apasionantes que son el fruto de esta situación fue publicada en esa época por el Biulleten y a veces en otros idiomas. Citemos la Crítica del proyecto de programa de la IC, elaborado por Trotsky en Alma-Ata, la carta de Rakovsky a Valentinov conocida bajo el título de Peligros profesionales del poder. Se puede encontrar en Harvard otra Crítica del proyecto del programa de la IC, por Dimitri Lapin, muy apreciada por Trotsky. Pero no tenemos ni la Política agraria del centrismo, de L. S. Sosnovsky, ni los trabajos de Smilga y de Preobrajensky (Las conquistas de la dictadura del proletariado en el año XI de la revolución) ni nuevamente de Rakovsky (Las leyes de la dictadura socialista), ni de Solntsev (La ley del desarrollo desigual en Marx), etc. Difícilmente en la historia del marxismo haya habido período más fecundo y más creativo y resultados menos conocidos o directamente desconocidos: estos títulos no reflejan más que una ínfima parte de la producción teórica de los deportados. No se trata, sin embargo, de un trabajo académico. La Crítica del proyecto de programa… se proponía llegar a todas las secciones de la IC. Se esforzaban por discutir en todas partes los textos que debían expresar una posición colectiva y luego éstos circulaban. Para esta crítica, aun escaseando el tiempo, había no obstante una suerte de procedimiento refrendario a través de las colonias: sobre los dos textos que se oponían, el de Radek no logró más que una media docena de firmas contra muchas centenas del de Trotsky. Pero los problemas políticos que se planteaban no eran ni gratuitos ni abstractos. Por aisladas que fueran, las primeras capitulaciones -los ex zinovievistas, Safarov, Ilya Vardin30, pero también los ex trotskistas Pyatakov, Serebryakov, Antonov-Ovseenko, Krestinsky31- no eran indicadores menos inquietantes de la fragilidad de los hombres que se creían “duros” y cedieron no bien comenzó la represión. Sin embargo, esta “segunda ola” -la primera fue la de Zinoviev-Kamenev- no fue tomada en serio de conjunto y no hizo mermar ni las fuerzas vivas de la Oposición ni mucho menos su moral. La gran mayoría de los oposicionistas en el exilio se reconocían en la interpelación feroz de Sosnovsky al capitulador Vardin: “¡No olvides que tú estás muerto!”32. La evolución de Radek aparecía más peligrosa, tal como se refleja a través de interrogantes y dudas que se expresaron primero en sus cartas. El hombre, lleno de inteligencia, periodista de gran talento, era conocido también por su versatilidad política y su impulsividad. En 1927 era muy reservado frente a la “plataforma de la Oposición”, sugería entre otras cosas que el “Termidor”, cuyo peligro anunciaba la Oposición , podía ser ya un hecho. Negándose 29 Rosa Léviné-Meyer, “Inside German Communism”, apéndice “Jakovin and Pankratova”, pp. 209-213. Grigori Ia. Yakovin (1896?-1938) era historiador y diplomado del Instituto de los Profesores Rojos. 30 Ilya V. Mgueladzé, llamado Vardin (1890-1943), miembro del Partido desde 1907, fue uno de sus dirigentes y de los soviets de Saratov en 1917, luego se unió a la oposición de Zinoviev antes de la Oposición Unificada. 31 Leonid P. Serebryakov (1890-1937), metalúrgico, bolchevique en 1905, fue apresado y deportado varias veces durante el zarismo; fue secretario del CC, miembro de la Oposición de Izquierda en 1923. Vladimir A. Antonov-Ovseenko (1884-1938), primero fue oficial, condenado a muerte por su participación como menchevique en la revolución de 1905, se evadió, colaboró con Trotsky en el exilio, uniéndose al Partido junto a él en 1917. Fue responsable político del Ejército Rojo. Nikolai N. Krestinsky (1883-1938), antiguo estudiante, bolchevique en 1903, había sido secretario del CC y miembro de la Oposición desde 1923. 32 Carta de L. S. Sosnovsky a Ilya Vardin, 30 de mayo de 1928, Biulleten’ Oppozitsii número 3-4, septiembre de 1929, p. 19. Sosnovsky hacía alusión a una costumbre judía en los funerales. Traducida especialmente para este Cuaderno (N. de E.)


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a cerrar, como lo hacía la plataforma, la perspectiva de un “segundo partido”, se ubicó finalmente cerca de los elementos más izquierdistas, próximos a los “decistas”. Ahora bien, a principios de 1928, Radek cambió rápidamente de posición: el endurecimiento del aparato luego de la crisis del trigo y de la huelga de los proveedores de granos; la decisión de aplicar a los kulaks33 medidas de coerción, parecieron demostrarle la existencia de un verdadero “giro a la izquierda” -que juzgó positivo- por parte de la dirección estalinista. En marzo de 1928, mientras estaba deportado en Tobolsk, la benevolencia interesada de la GPU le otorgó la autorización de reencontrarse en lo de Smilga, en Tomsk, con sus más cercanos amigos, Beloborodov y Preobrajensky, este último autorizado a venir desde Kazán. Radek escribió mucho y buscó convencer a sus camaradas de exilio. Las reacciones no se hicieron esperar. No hicieron más que acelerar su paso. Llevado por su propia sangre, irritado en su amor propio por los “ataques de bayoneta” que surgían de todas partes contra él -las palabras son de Trotsky-, se declara en guerra contra la revolución permanente, luego contra la política de la Oposición de Izquierda en la Revolución china. Trotsky no podía no responderle. Lo hizo en una carta fechada el 17 de julio de 1928, con una severa crítica de los temas de Radek, que no rompía, sin embargo, la solidaridad de tendencia con él, porque concluía en la necesidad de “decir esto en interés de la claridad sin temer las tentativas de un adversario ‘monolítico’ de explotar las divergencias entre nosotros”. En efecto, en el momento en que comenzó, en las alturas, la crisis de lo que Trotsky llamó “el bloque de centro-derecha” y cuando se anunciaba ya la ruptura entre Stalin y Bujarin, el mantenimiento de las posiciones de la Oposición y sus progresos volvían inevitables medidas de represión agravadas. Desde fines de septiembre, las condiciones del correo normal que habían gozado los deportados hasta el momento dejaron de ocurrir brutalmente. La GPU tomó medidas que le permitieron efectuar una selección del correo y no dejar llegar más que la correspondencia que había decidido dejar llegar y se hizo de los medios necesarios como para interrumpir totalmente toda correspondencia si era necesario. Como se hizo evidente que estas medidas no eran suficientes, el 16 de diciembre el representante de la dirección colegiada de la GPU, Volynsky, se presentó en Alma-Ata y declaró a León Trotsky: “La actividad de vuestros camaradas de ideas ha tomado en el país, en el curso de estos últimos tiempos, un carácter netamente contrarrevolucionario; las condiciones en las cuales usted se encuentra en Alma-Ata le permiten perfectamente dirigir esta tarea. Este es el motivo por el cual la dirección colegiada de la GPU ha decidido exigirle la promesa categórica de cesar vuestra actividad, si no, se verá en la obligación de cambiar las condiciones de vuestra existencia aislándolo completamente de la vida política: esto planteará al mismo tiempo la cuestión del cambio de vuestro lugar de residencia”34. El rechazo categórico de Trotsky puso al buró político contra la pared. Fue recién luego de tres días de discusión apasionada y tensa que el buró se decidió finalmente y se pronunció a favor de la solución preconizada por Stalin contra la posición más cuidadosa de Bujarin. Trotsky fue expulsado del territorio soviético. Algunos días antes la GPU había arrestado de un golpe a aproximadamente ciento cincuenta personas por la difusión de una carta de Trotsky: entre ellos, viejos bolcheviques, los georgianos Budu Mdivani y Kavtaradzé, el crítico literario Voronsky, héroes del Ejército Rojo y de la guerra civil, Drobnis, Gaievski, Grunstein, Pevzner35. La Pravda no disimuló que se habían beneficiado con muchas simpatías y de un “exceso de tolerancia”: fueron sometidos a “un aislamiento severo en tanto son elementos hostiles a la dictadura proletaria” y la Pravda del 24 de enero amenazaba a quien intentara manifestarles la menor indulgencia. En efecto, esta era una nueva época que comenzaba tanto en la historia de la Oposición de Izquierda como en la de la Unión Soviética misma.

33 Campesinos medios. Durante los años de la NEP se habían enriquecido, fortaleciendo las presiones pequeñoburguesas en el campo. A comienzos de 1928, se negaron a entregar trigo a las ciudades. Este ultimátum llevó a Stalin a cambiar su orientación pro kulak, por la política de colectivización forzosa en el campo. 34 Declaración de Trotsky del 15 de diciembre de 1928 en un texto fechado en el mismo día, T 2912. 35 Polikarp, llamado Budu G. Mdivani (1877-1937), miembro del Partido desde 1903, miembro del comité revolucionario de Georgia en 1921, estuvo con la Oposición desde 1923. Sergei I. Kavtaradzé (1885-1971), también antiguo bolchevique georgiano, había sido comisario de Justicia, luego presidente del Consejo de los comisarios del Pueblo de Georgia. Pertenecía igualmente a la Oposición de Izquierda desde 1923. Aleksandr K. Voronsky (1884-1943), bolchevique desde 1904, periodista y crítico literario, había publicado luego de 1921 y hasta 1927 la famosa revista literaria Krasnaia Nov. Yakov N. Drobnis (1890-1937), miembro del Partido en 1906, miembro del CC ucraniano durante la guerra civil, había sobrevivido al pelotón de ejecución. Primeramente había formado parte de la oposición “decista”. D. S. Gaievsky era un veterano del Ejército Rojo. Sobre Grunstein, cf. p. 28 y sobre Pevner, p. 31.


La crisis de la Oposición en 1929

El año 1929 comenzó en Moscú con el arresto de un centenar de oposicionistas, la decisión de expulsar a Trotsky, y un golpe extraordinario realizado por los oposicionistas de Moscú, la publicación del resumen de las discusiones de Kamenev con Bujarin algunas semanas antes, escrito por Kamenev y destinado a Zinoviev, pero del que Schwalbe facilitó copias a los trotskistas. Pronto el Gobierno recurrió a nuevas medidas de urgencia para quebrar a los kulaks que resistían a las requisas; y ese giro se acompañó de una ofensiva de Stalin abiertamente dirigida contra las posiciones de la “derecha”. El 27 de febrero en la Pravda, Molotov rechazó la teoría de la integración pacífica del kulak en el socialismo, y retomó la afirmación de la Oposición de Izquierda según la cual el kulak constituía la vanguardia de la restauración burguesa. En junio, los tres, Bujarin, Rykov y Tomsky fueron relevados de sus responsabilidades. En noviembre, se hicieron una autocrítica pública. Fue el 27 de diciembre finalmente cuando, en un artículo de la Pravda titulado “¡Al diablo con la NEP!”, Stalin hizo oficial el nuevo curso, ya iniciado de hecho luego de la primavera: la nueva política era, de allí en más, la de la industrialización a ultranza y la colectivización integral con su corolario, la “liquidación del kulak como clase”. Trotsky siguió con atención los acontecimientos en la URSS, informado como estaba, hasta los detalles, de lo que había pasado y de lo que pasaba, incluso en el buró político. Parecía no tener la menor duda. La nueva política que había sustituido a la NEP -pero, ¿por cuánto tiempo?- no era y no podía ser un “giro a la izquierda”, es decir, el reencarrilamiento de la línea del Partido bajo la presión de su “núcleo proletario” en el momento mismo en que el aparato redoblaba, precisamente, sus persecuciones contra la Oposición de Izquierda. El binomio colectivización –industrialización, un llamamiento a la autocrítica y a la denuncia del “peligro de derecha” y de la amenaza del kulak, que Trotsky llamó “zigzag a izquierda”, constituía a la vez una reacción empírica de huída hacia adelante -para salir del impasse de la política pro kulak que había fracasado- y una maniobra burocrática para liquidar las posiciones de los bujarinistas, a quienes Stalin pensaba que debía abatir a partir de ahora. Sin embargo, Trotsky no subestimaba la gravedad de la crisis en la que el bloque de centro-derecha había sumergido al país por su política de los años precedentes. Era consciente de que una política de derecha -neoNEP, concesiones al capitalismo- podría dar resultados positivos en lo inmediato, pero que sería también la puerta abierta a la contraofensiva para la restauración del capitalismo. También estaba convencido de que el aparato en manos de Stalin podía perfectamente lanzarse a tal política luego de haber eliminado a los abogados “derechistas”. Pero no excluía tampoco que el zigzag a izquierda se convirtiera en “aventura burocrática”, llevando a unirse a los campesinos pobres y medios con los kulaks, aunque, a fin de cuentas, no fuera más que para volver rápidamente, ante la derrota, a una política más derechista todavía que la de los derechistas. La Oposición avanzaba entonces con un débil margen de maniobra sobre un terreno minado. Para Trotsky, ésta debía ser la campeona de un verdadero giro a la izquierda, inconcebible sin el fin de las persecuciones, la reintegración de los oposicionistas excluidos, la restitución de la iniciativa a las masas, la resurrección de sindicatos auténticos, la multiplicación de las uniones de campesinos pobres; en definitiva, un programa inaceptable para Stalin y la fracción “centrista”, pero que Trotsky propuso a todo el partido como un objetivo de la realización del frente único impuesto por los peligros del momento. Desde Turquía, donde se había establecido luego de su expulsión, desarrolló en sus artículos, sus cartas, sus mensajes, sus circulares y pronto en los artículos del Biulleten’ Oppozitsii fundado en París, la política cuyas grandes líneas ya había expuesto en su declaración del 12 de julio de 1928 en el VI Congreso de la Internacional36. El conjunto de los deportados de la Unión Soviética, en condiciones distintas y sufriendo fuertes presiones, no tenían la misma visión general. Pronto, una importante fracción de ellos -y, lo que es más grave, una parte del 36 Biblioteca de la Universidadde Harvard, T 3721. Entre los primeros textos del exilio, mencionemos “La crisis del bloque centro-derecha” (20 de marzo) y la “Carta a los obreros de la URSS” (27 de marzo).


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viejo núcleo de la Oposición de 1923- comienza a desarrollar una posición favorable a la dirección del Partido sobre la base de la existencia de lo que llamaban un “giro a la izquierda”. Múltiples factores políticos, sociales, psicológicos, jugaron en el mecanismo que condujo a la crisis de la Oposición de Izquierda. Sus cuadros pertenecían mayormente al mismo ámbito que los de las tendencias dominantes en el aparato, habían surgido en la misma generación, de los mismos combates, y finalmente de la historia del mismo partido. Estaban más o menos profundamente influenciados, ellos también, por la degeneración del Partido, tanto en su mentalidad como en su forma de vida. Sentían la deportación y el exilio como una muerte política y comenzaron a comprender el punto de vista de Zinoviev, presto a a ser servil y a “arrastrarse”, siempre que fuera dentro del Partido, más allá del cual no existían. Entre ellos, por otra parte, sin duda eran numerosos los que se habían comprometido en el combate de la Oposición Conjunta simplemente porque creían en su victoria a corto plazo y en una vuelta rápida a sus funciones y a sus honores. Algunos estaban muy débiles, incluso desmoralizados para enfrentar una represión de larga duración, demasiado escépticos para sacrificarse por una causa en la que casi no creían. Otros obedecían a motivos más directamente políticos. Desde 1923, los oposicionistas se habían enfrentado, ante todo, al ala del Partido que consideraban como el enemigo número uno, la derecha, vanguardia del “Termidor” y de la restauración capitalista, donde los “centristas” no eran, a los ojos de muchos de ellos, más que los cómplices engañados por su miopía. Sinceramente o no, muchos fueron los oposicionistas que vieron en el zigzag a izquierda el comienzo de un punto de inflexión que no sólo les daba la razón históricamente y justificaba la lucha pasada de la Oposición, sino que también les ofrecía la odiada cabeza de sus adversarios derechistas. Industrialización y colectivización, ¿no eran las reivindicaciones esenciales de la plataforma de 1927? La nueva política anti kulak ¿no respondía a sus gritos de alarma durante años y no confirmaba sus perspectivas sobre el “peligro de derecha”? El cuadro contenía todavía muchas sombras, ciertamente, pero si los centristas iban verdaderamente hacia la izquierda, ¿no estarían obligados, tarde o temprano, a apoyarse en el movimiento de masas, en la fracción proletaria del Partido, su “núcleo” obrero, y luego en las masas? ¿No había, con la nueva política, tareas inmensas que garantizar? Para un gran número de estos militantes que se impacientaba por actuar, la cuestión era saber si el lugar de los que habían combatido por la plataforma estaba en Siberia y en Asia central, en el aislamiento y la impotencia del exilio, mientras que la batalla decisiva contra la derecha estaba librándose en Moscú. Como políticos que eran, soñaban con volver a la capital, donde se tomaban las decisiones, porque estimaban que su deber era el de apoyar al “centro” para eliminar a la “derecha” y volver así irreversible el “giro a izquierda”. Esto era lo que pensaba Radek. El buró político, informado por la GPU, conocía su correspondencia y los puntos de vista que defendía. Pronto fue objeto de presiones directas, mientras la GPU se ocupaba de difundir los documentos que emanaban de él y de detener las cartas y resoluciones que lo condenaban. Esto era también lo que pensaba Preobrajensky, y había allí un hecho infinitamente más grave, porque no se trataba de un francotirador como Radek, sino de uno de los “jefes históricos” de la Oposición, que había sido su vocero en 1923 y en 1925-26 en el curso del “debate económico” contra Bujarin. Ahora bien, Preobrajensky, como economista, pensó la parte económica del programa de la Oposición: luego de haber sido el primero en preconizar “la acumulación socialista primitiva”, poco podía espantarse por las consecuencias político-sociales de una colectivización y de una industrialización que eran para él no sólo las piezas maestras del programa de la Oposición -del que pensaba que, en definitiva, era “reconocido” por los dirigentes y de este modo justificado a posteriori-, sino también las condiciones y las premisas de la regeneración del Partido. A fines de marzo, los “tres” -Radek, Preobrajensky, Smilga- pusieron nuevos documentos en circulación. Eran las “tesis” de Omsk. Radek había dado un paso más porque, al mismo tiempo que criticaba la violencia verbal de Yaroslavsky en sus diatribas contra la Oposición, condenaba lo que llamaba “la colaboración de Trotsky con la prensa burguesa”. ¿Fue esta reculada la causa de las vacilaciones de Preobrajensky? Al día siguiente de un encuentro autorizado por la GPU con Ichtchenko, que seguía los pasos de Radek, Preobrajensky hizo saber que no daría un solo paso más con Radek y con Smilga hasta que las autoridades no hubieran restituido a los deportados la libertad total de reunión y de correspondencia a la que tenían derecho. En una carta que puso en circulación en abril, dirigida a todos los oposicionistas deportados, Preobrajensky se presentaba como un unificador de todos aquellos que se decían “conciliadores” y a los que el aparato buscaba convertir en “capituladores”. Muy lúcido, previó que los militantes que quisieran ser reintegrados a cualquier precio en el Partido deberían someterse a “métodos que no pueden aprobar” y que les harían llevar como una “pesada cruz” su nuevo carnet del Partido37. 37 Biblioteca de la Universidad de Harvard, T 15264


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Lo que Preobrajensky quería era negociar. Reclamaba a las autoridades el fin de la represión, el abandono de la aplicación del artículo 58 a los oposicionistas, la vuelta del exilio de Trotsky. Las autoridades estalinistas jugarían con sus aspiraciones. A fin de abril, fue autorizado a volver a Moscú por un tiempo y allí comenzó inmediatamente discusiones con Yaroslavsky y Ordjonikidzé, discusiones que Stalin pareció haber seguido muy de cerca. Ignoramos todo lo referente al desarrollo concreto, las presiones que se ejercieron sobre él, y sus retrocesos sucesivos. Sabemos solamente que en julio Smilga y Radek obtuvieron la autorización para dejar el exilio a cambio de una estadía en Moscú. Interrogado en la estación de Ichim por deportados miembros de la Oposición, Radek reveló su verdadero estado de ánimo y su real orientación: los llamó a “unirse al partido en peligro” y afirmó “no tener nada más en común con Trotsky”38. Stalin no podía aceptar de ningún modo ninguna de las reivindicaciones inicialmente presentadas por Preobrajensky: para él, los antiguos oposicionistas no podían ser autorizados a decir que habían tenido razón y que el Partido se había equivocado en condenarlos. No obstante, jugó a fondo la carta de las supuestas negociaciones, porque ésta alimentaba las ilusiones de los oposicionistas más débiles, permitía aislar a Trotsky desterrado y hacer explotar a tiempo a la Oposición de Izquierda. La semilibertad acordada a Radek, Preobrajensky y Smilga, la difusión sistemática de sus cartas y documentos en los lugares de deportación se acompañaban de medidas que reforzaban el aislamiento material y psíquico de aquellos militantes irreductibles y prestos a denunciar a los capituladores. Mal informado, el exilio bullía de rumores alarmistas. Destinado a los más sinceros o a los más cándidos de los indecisos, las autoridades jugaban con el miedo colectivo, con las convulsiones que amenazaban al campo, con el peligro “blanco” renaciente, con la reaparición de una situación general parecida a la que había prevalecido en la víspera de la insurrección de Kronstadt: todo tipo de argumentos a favor de una unión sagrada que sólo podría obtenerse al precio de concesiones de los dirigentes presentadas como menores. Para otros, se ponían de relieve las “grandiosas” perspectivas abiertas por la nueva política de transformación de la economía y de la sociedad, el “Octubre campesino” (la “tercera revolución”, escribiría más tarde Isaac Deutscher). Para los más débiles, finalmente, se jugaba con el interés material haciendo ver las posibilidades de reintegración en los puestos oficiales de aquellos que retomaran a tiempo el camino correcto. La campaña fue bien llevada a cabo, y dio sus frutos. En junio de 1929, en una carta dirigida a Rakovsky e interceptada por la GPU, Solntsev describía el “pánico” en las filas de la Oposición en deportación e incluso la “descomposición” en sus filas ante lo que él llamaba la “traición inaudita” de la “comisión de los tres”. Otros veteranos se comprometieron a su vez en la peligrosa vía de las negociaciones sin darse cuenta aparentemente que ella no conducía más que a la capitulación. Fue el caso de Iván N. Smirnov, seguido por Beloborodov, S. V. Mratchkovsky y otros, que proclamaron la necesidad de “salvar la unidad de la Oposición” y se alistaron así dentro de la corriente dominante, lo que la descompondría un poco más39. Fue finalmente el 13 de julio que la Pravda publicó la declaración de los tres, refrendada por cuatrocientos exiliados. Se trataba en realidad de una capitulación a secas, que condenaba no solamente las posiciones y la actividad de ese momento de la Oposición sino también sus posiciones pasadas, al mismo tiempo incluyendo la renuncia a las firmas de 1927 al pie de la plataforma. Este texto constituyó una victoria aplastante para Stalin: Radek, Preobrajensky y Smilga habían sido de los dirigentes más escuchados de la Oposición de Izquierda, y habían abandonado finalmente todas sus “reivindicaciones” para volverse simples aduladores, no sólo del curso “izquierdista” oficial, sino de la dirección en general. Nos ha llegado un solo texto que informa sobre un debate en las filas de los “bolcheviques-leninistas” en libertad: el de Lev Z. Kopelev, que en ese entonces tenía diecisiete años y pertenecía desde hacía algunas semanas a la organización de Jarkov. Los oposicionistas mantuvieron una reunión clandestina en un bosque fuera de la ciudad y escucharon el informe del “camarada Alexandre, de Moscú” sobre “la situación actual y los problemas de la Oposición leninista”. Este último explicó que el CC había adoptado el programa de industrialización de 38 El relato de este encuentro se publicó en el Nº 7/8 de los Cahiers León Trotsky (N. de T.). 39 Iván N. Smirnov (1881-1936), hijo de un campesino, miembro del Partido en 1899, ferroviario, luego mecánico, fue uno de los organizadores del Partido antes de la guerra, dirigente de la revolución de Febrero en Tomsk, de Octubre en Moscú. Miembro del Consejo Militar Revolucionario, jefe del 5º Ejército, miembro del Comité Revolucionario de Siberia, fue llamado por Lenin “la conciencia del Partido”. Entró en la Oposición en 1923 mientras era Comisario del Pueblo de Correos y Telégrafos. Era conocido por su temperamento conciliador. Alexandr G. Beloborodov (1891-1938), hijo de obreros, electricista, miembro del Partido en 1907, dirigente de los bolcheviques de los Urales, en 1918 había tomado la responsabilidad de la ejecución sumaria del zar y de su familia. Era miembro de la Oposición desde 1923. Sergei V. Mratchkovsky (1888-1936), nacido en prisión, bolchevique en 1907, jefe de las guerrillas durante la guerra civil, luego comandante de distrito militar, se había unido a la Oposición de Izquierda en 1923. Fue arrestado y excluido del Partido en 1927 por el asunto de la imprenta clandestina.


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la Oposición, que había terminado el peligro del kulak, que Stalin mismo había destruido las bases de su poder usurpado. Así evocaba Kopelev los argumentos de los que, como él, bregaban por el abandono de la actividad fraccional: “Lo esencial era construir fábricas y centrales eléctricas, reforzar el Ejército Rojo. Que Trotsky en el exilio se ocupe de la revolución mundial. Nosotros, en casa, debemos trabajar con el Partido y la clase obrera en lugar de agravar la escisión y socavar la autoridad del Comité Central y del Gobierno soviético”40. En las filas de los deportados, las consecuencias de la capitulación de los tres fueron inmensas. Muchos creyeron que sus dirigentes habían ido a negociar a Moscú en nombre de todos y descubrieron leyendo la Pravda el nivel del desastre. Otros se precipitaron a imitarlos antes de que la puerta se cerrara definitivamente. Pero, sobre todo, la gran mayoría estaba profundamente desmoralizada -y fueron los escépticos quienes, uno tras otro, se alistaron para ser liberados-. No obstante, la capitulación de los tres fue demasiado grosera como para no provocar algunas reacciones de rechazo. De este modo, I. N. Smirnov y los suyos condenaron lo que consideraban como una claudicación y retomaron en las negociaciones las reivindicaciones levantadas antes por Preobrajensky. Sobre todo, no faltaron en el exilio hombres dispuestos a pedir su reintegración al Partido sobre la base de la nueva política de “giro a la izquierda”, y a renunciar públicamente a toda actividad fraccional, pero que estaban lejos de renegar públicamente de sus ideas pasadas y presentes y mucho menos de efectuar un gesto de su parte que significaría la aprobación de la represión contra la Oposición, y en particular del exilio de Trotsky. Christian Rakovsky va a apostar a esto, buscando antes que nada frenarlos en la pendiente por la que corrían el riesgo de deslizarse con I. N. Smirnov, a pesar de todas sus buenas intenciones. Desde Saratov, donde él había discutido el texto con sus camaradas de deportación, Rakovsky envió finalmente el 22 de agosto una “declaración” refrendada además por V. V. Kossior y Mikhail N. Okudjava41 al Comité Central y a la comisión central de control. En un tono muy moderado, con una forma cuidadosamente calculada, la declaración afirmaba la determinación de la Oposición de tomar todas sus responsabilidades en vista de la constitución de un frente único en el Partido contra el peligro de derecha. Se mantenía muy firme en la reivindicación de la liberación inmediata y de la reintegración a las filas del partido de los oposicionistas presos o deportados. Se le reprocharía el hecho de no condenar claramente la teoría del “socialismo en un solo país”, de permanecer ambigua en las cuestiones fundamentales de la revolución internacional. Los que la criticaban diciendo que había girado a favor de los hombres que estaban emprendiendo la retirada, ¿medían la gravedad de la crisis que sacudía a la Oposición? La cuestión fue rápidamente resuelta en los hechos. Primero, en las colonias, donde circulaba al precio de grandes esfuerzos, la declaración reunió un número importante de deportados llenos de indignación por la “traición” de los tres: quinientas firmas en tres semanas, incluidas las de militantes prestigiosos como N. I. Muralov, V. S. Kasparova, K. E. Grunstein, L. S. Sosnovsky. La declaración les cortó los víveres a los conciliadores que se encaminaban hacia la capitulación, como I. N. Smirnov, demostrando “buena voluntad” y “espíritu unitario” frente a la mala fe de los acusadores. Finalmente, la capitulación de Smirnov, Boguslavsky, Mratchkovsky, Beloborodov y otros, en octubre, no tuvo el carácter infame de la de Radek y sus partidarios42: por otra parte, una nueva declaración aparecida el 4 de octubre marcó el realineamiento de la Oposición de Izquierda bajo la dirección de Rakovsky. Es que la brutal desestimación a la demanda opuesta por el aparato a la declaración de agosto, los violentos ataques firmados por Yaroslavsky en la Pravda, las represalias feroces ejercidas contra Rakovsky, expulsado de Saratov y deportado en condiciones inhumanas a Barnaúl, contra Sosnovsky, enviado a la “cárcel de aislamiento” de Cheliabinsk, y finalmente a Tomsk -una verdadera tumba-, terminaron de convencer a los auténticos indecisos, a los conciliadores sinceros, a los ingenuos verdaderos: como lo escribiera Rakovsky en sus tesis de agosto, era la actitud frente a la Oposición de Izquierda, es decir al régimen del Partido, a su democracia interna, a la democracia obrera, lo que constituía la piedra de toque de la existencia de un verdadero “giro a izquierda” y lo que permitía descartar entonces una verdadera recomposición del Partido. Cuando Trotsky colocó finalmente el 25 de septiembre su propia firma en la declaración de Rakovsky que acababa de recibir, pudo escribir que estaba de acuerdo con su contenido político, pero que ella pertenecía a un pasado ya caduco. Comentando los acontecimientos de los últimos meses sobre la base de la correspondencia de la URSS, Isaac Deutscher estimaba que el golpe dado a la Oposición había sido violento: de ocho mil miembros -es decir, dos veces más que en la época de su semilegalidad en el Partido en 1927- con los que contaba en 40 Lev Kopelev, No Jail for Thought (1977), pp. 108-109. 41 Cf. documentos, pp. 78-86. Para V. V. Kossior y M. N. Okudjava, cf. p. 29. 42 Cf. documentos, pp. 87-89.


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deportación a principios de 1929, la Oposición habría caído a fines del mismo año a poco más de mil partidarios solamente43. Trotsky escribía a sus camaradas que, aun cuando no quedaran más que tres, lo esencial era que subsistieran la bandera, el programa, el futuro. La crisis política de la Oposición terminó aunque los debates continuaban y algunas capitulaciones aisladas se agregaban a la larga lista de 1929. Luego de que Radek y sus camaradas trazaron una línea de humillación entre la Oposición y la fracción estalinista en el poder, Stalin trazaría una línea de sangre.

43 I. Deutscher, Le Prephète Hors la Loi, p. 122.


Primeros pelotones de ejecución

Un diario parisino de la emigración blanca fue el primero que se hizo eco de rumores concernientes a la ejecución en Moscú, en diciembre, de Jakov G. Blumkin. El hombre es un personaje de leyenda bolchevique. A los 18 años, joven militante socialista revolucionario de izquierda, entró en la Cheka en Moscú. En 1918, cuando su partido decidió provocar por todos los medios la reanudación de la guerra con Alemania fue a este intrépido joven chequista a quien se le confió la misión clave de la operación. Blumkin, acompañado por uno de sus camaradas, se presentó, en uniforme y en nombre de la Cheka, en la embajada de Alemania, solicitó ser recibido por el embajador Von Mirbach y, sacando su revólver, lo mató a quemarropa. Logró escaparse. Luego, capturado por sus camaradas de la Cheka, asumió orgullosamente la responsabilidad de su acto terrorista. Entonces fue puesto frente a Trotsky, quien comenzó con él una discusión política; a su término, el joven hombre se convenció y solicitó que se admitieran sus servicios para redimirse. Su demanda fue escuchada. A Blumkin, condenado a muerte oficialmente -su ejecución incluso será anunciada a las autoridades alemanas- se le otorgó una gracia y se lo puso al servicio del Ejército Rojo y al de su naciente servicio de reeducación. Blanco de sus antiguos camaradas que intentaron más de una vez abatirlo, se convirtió en un héroe de leyenda luego de varias misiones peligrosas efectuadas durante la guerra civil detrás de las líneas del Ejército Blanco; realizó en el extranjero, especialmente en Medio Oriente, muchas misiones difíciles, organizó el ejército de Mongolia, entregó artículos sobre la cuestión militar a la prensa soviética. La calidad de sus servicios le valió ser admitido dentro de las filas del Partido Bolchevique y pudo destacarse, en la intelligentsia moscovita, como héroe, simbólico a la vez por su pasado, las condiciones de su entrada al bolchevismo, su actividad misteriosa y la aureola que le otorgaban las historias que se contaban de él por lo bajo. Luego de la guerra civil, se convirtió en uno de los especialistas del contraespionaje del Ejército Rojo, ligado durante algún tiempo al Estado Mayor de Trotsky, a quien rendía un verdadero culto: incluso trabajó algún tiempo como su secretario personal, ayudándolo en la edición del primer volumen de los escritos militares, Cómo se armó la Revolución. También estaba muy ligado a Radek. Desde 1923, fue partidario de la Oposición de Izquierda, siguiendo su actividad de contraespionaje en la GPU. Luego del XV Congreso y la exclusión de la Oposición, tuvo un problema de conciencia que planteó a sus superiores, Menjinsky y Trilisser44, a quienes declaró que compartía enteramente las ideas de Trotsky y de otros expulsados y que quería hacérselos saber con total lealtad. Para ellos, no era cuestión de separarse de un agente de ese valor y ya que él no podía trabajar con la Oposición, de ningún modo, por sus responsabilidades profesionales, era evidente que debía mantener sus responsabilidades con la GPU en la medida en que sus superiores depositaban en él, en el plano profesional y personal, una confianza total. En el verano de 1929, a su regreso de India, Blumkin, de paso por Constantinopla, se encontró con Sedov en la calle. ¿Buscó él ese encuentro? Lo ignoramos. En todo caso, solicitó ser recibido por el exiliado, quien, luego de un rechazo inicial, se dejó convencer. No sabemos más de esta entrevista que lo que Trotsky dijo: intercambio de información, discusión sobre la situación de la Oposición en la URSS, las “capitulaciones” y especialmente la posición de Radek. Parece que Blumkin quiso plantearle también a Trotsky la cuestión que ya le había planteado a Menjinsky y a Trilisser: su acuerdo con la Oposición, ¿era compatible con su actividad en la GPU? La respuesta de Trotsky no es ambigua. La GPU era el instrumento de la defensa del Estado proletario y un oposicionista tenía un lugar en ella con pleno derecho: no había ninguna incompatibilidad. Ante la insistencia de Blumkin, Trotsky aceptó enviar un mensaje político general destinado a sus camaradas de la URSS que incluía un alerta contra Kharin 44 Viatcheslav R. Menjinsky (1874-1934), estudiante de derecho, miembro del Partido en 1902, luego periodista. Comisario de Finanzas en octubre de 1917, vicepresidente de la Cheka en 1919, sucedió a Dzerjinsky a la cabeza de la GPU en 1926. Meyer A. Trilisser (1883-193?), miembro del Partido en 1901, luego responsable en la organización militar clandestina, fue secretario del soviet de Irkutsk en 1917 y participó en la guerra civil de Siberia. Devino vicepresidente de la GPU en 1926. Menjinsky y Trilisser eran los superiores jerárquicos de Blumkin.


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y la instrucción de no utilizar en Alemania la intermediación de Urbahns y del Leninbund, con los que se acrecentaban los desacuerdos. ¿Qué sucedió en Moscú luego del regreso de Blumkin el 15 de diciembre? Según el primer informe recibido por Trotsky, fechado el 25 de diciembre de 1929, bajo la firma de un responsable de la Oposición de Izquierda (N. en el Biulleten)45, al llegar, Blumkin había ido a ver a Radek, al que consideraba todavía como un oposicionista, con el fin de comprender su posición. Es fácil imaginar su decepción durante la entrevista que se desarrolló. ¿Le aconsejó Radek a Blumkin volver inmediatamente a la GPU para confesar todo? Como lo afirmaron versiones posteriores a la de “N.”, ¿telefoneó inmediatamente, bajo consejo de Radek, a Ordjonikidzé, único personaje del régimen capaz de respaldarlo en esa circunstancia, pero fue detenido a su salida de la casa de Radek, cuyo teléfono estaba pinchado por espías? O, como lo sugiere una versión reciente sobre este asunto, ¿fue denunciado por una mujer, sin que Radek haya jugado ningún rol? Habrá verdaderamente que esperar a la apertura de los archivos de la GPU para conocer la verdad sobre este punto. Lo que es seguro es que Blumkin -contrariamente a los rumores según los cuales se habría arrepentido y habría reivindicado personalmente su ejecución- ni capituló, ni “cantó”. No existe ninguna “declaración” de Blumkin, y no hubo -la carta de N. lo atestigua- arrestos entre los militantes a los que Blumkin debía comunicar el mensaje de Trotsky; entre ellos, al mismo jefe principal, N. Según Víctor Serge, Blumkin habría solicitado y obtenido un permiso para escribir sus memorias antes de ser ejecutado y habría terminado su manuscrito el 25 de diciembre46. Blumkin, en diciembre de 1929, no fue el primer militante de la Oposición muerto a manos de la GPU. En septiembre de 1928, uno de los más cercanos colaboradores de Trotsky, el antiguo secretario del Comité de Guerra Revolucionario, G. V. Butov, murió en la prisión de Butyrki en Moscú, luego de una huelga de hambre de cincuenta días para protestar contra las acusaciones de “espionaje” de las cuales era objeto, con el evidente objetivo de comprometer a Trotsky. En noviembre, un obrero de la Oposición de Leningrado, trabajador de la fábrica Triángulo Rojo, Albert Heinrichsonhn, había muerto en la prisión de dicha ciudad después de ser golpeado47. Estos hechos fueron graves, conocidos y denunciados, pero pueden ser, en última instancia, considerados como “excesos”, trágicos ciertamente, pero involuntarios. La muerte de Blumkin, en cambio, fue fríamente calculada. Ahora bien, en los meses siguientes se produjeron otros casos concernientes a la ejecución de miembros de la GPU más o menos ligados a la Oposición o comprometidos con ella. Es lo que sucedió con el llamado caso Rabinovitch-Silov, quienes fueron ejecutados a principios de 1930 por un supuesto “sabotaje a los ferrocarriles”. Rabinovitch era un joven oficial de la GPU, Silov un periodista sin partido que había informado a la Oposición sobre el arresto y la ejecución de Blumkin. Se hablaba también en la misma época de la ejecución de uno de los carceleros de L. S. Sosnovsky, acusado de haber servido de intermediario al prisionero de Estado. Stalin había condenado a Sosnovsky a un riguroso aislamiento. La calidad de polemista que lo caracterizaba, su sólida reputación de combatiente antiburocrático y anti kulak, el nivel de sus cartas desde el exilio, su notoriedad como periodista, la ferocidad de sus ataques contra los capituladores, exigían que fuera reducido al silencio. Ahora bien, sus cartas salían y él recibía comunicaciones políticas, se incorporó incluso como “jefe de redacción” de un periódico de prisión que publicaba informaciones que provenían de Moscú. Tal actividad no era posible sin una red clandestina que actuara con la complicidad de miembros en el seno mismo de la GPU. Se ha intentado explicar el asesinato de Blumkin por el deseo de Stalin de golpear personalmente a Trotsky. Los hechos mencionados arriba hacen dudar de esa explicación. Parece más probable que Stalin haya querido dar un golpe definitivo a las simpatías activas que la Oposición encontraba entonces en el seno de la GPU -y de las que da prueba una carta desde Moscú dirigida a Trotsky- porque en ella se encontraban, después de todo, un gran número de militantes bolcheviques sacrificados y entusiastas. La ejecución de agentes de la GPU cómplices de la Oposición de Izquierda, trazando entre el régimen y la Oposición una línea de sangre, demostraba claramente la intención de Stalin de someter a la GPU a su voluntad política y de hacer de ella un instrumento ciego del que tenía necesidad absoluta para quebrar a la Oposición, tanto por medio de la provocación como de la violencia represiva.

45 “Carta de Moscú”, Biulleten’ Oppozitsii Nº 9, febrero de 1930, p. 9. Una copia del mensaje confiado a Blumkin por Trotsky se encuentra en Harvard (se publicó en el Nº 7/8 de los Cahiers León Trotsky –N. de T.). 46 Serge V., Destino de una revolución, p. 116. 47 Serge V., Memorias…, pp. 276-277.


Provocación policíaca generalizada

La GPU debía ser un instrumento de una obediencia total porque Stalin contaba con ésta para quebrar definitivamente y destruir a la Oposición. Uno de los principales medios utilizados, a partir de esa época, fue la provocación, la utilización de agentes de la GPU infiltrados en las filas de la Oposición, incluso “devueltos” luego de una interpelación o un arresto. Evidentemente tenemos poca documentación concerniente a este tipo de asuntos, cuya prueba definitiva sólo se encuentra en los archivos de la policía al servicio del poder. Pero, no obstante, tenemos un cierto número de indicaciones que constituyen otras tantas presunciones. Y, en primer lugar, porque en este período Stalin, quien esperaba resultados más rápidos y sobreestimaba sin duda también sus propios procedimientos, trabajaba a corto plazo y quemaba agentes y hombres que hubiera podido aprovechar como agentes a largo plazo, con la vana esperanza de asestar a la Oposición un golpe definitivo -como lo hará, por otra parte, en la Internacional por lo menos hasta 1933-. Así, en 1929, jugó a varias puntas. En Moscú, si creemos en Víctor Serge, uno de los principales colaboradores de Boris Elzin en el “centro” era un tal Mikhail Tverskoy, cuyos volantes provocadores y denuncias permitieron detener a centenares de cuadros y militantes48. Parece que, siempre según Serge, llevó adelante un juego idéntico en Leningrado en 193049. En 1929, en París, Solomon Kharin, “Joseph”, ganado por los argumentos de Radek a favor de la capitulación, aceptó jugar el rol de informador de la GPU, a la que enviaba direcciones y documentos, especialmente el manuscrito íntegro del primer número del Biulleten’ Oppozitsii. Su traición no impidió la aparición del boletín, pero desenmascaró definitivamente a un hombre que Stalin hubiera querido conservar en el entorno de Trotsky para informarse. Los corresponsales del Biulleten insistían en sus cartas en el hecho de que, de allí en más, los transportes de deportados estaban colmados de agentes, deliberadamente enviados, o deportados auténticos que, en el curso de los interrogatorios, habían aceptado jugar el rol de provocadores o de informantes para “redimirse”. Los más peligrosos eran, evidentemente, los viejos bolcheviques, de quienes nadie se atrevía a sospechar. Muchos testigos mencionaron el rol jugado en Verjneuralsk por uno de ellos, Surnov, antiguo Comisario del Pueblo en la Salud, en la república de Crimea, ubicado durante algún tiempo en la celda de Solntsev, quien logró desenmascararlo50. Ciliga contaba igualmente que, poco antes de su liberación, fue objeto de incitaciones por parte de otro agente provocador, también antiguo bolchevique, Artuk Solovian, que insistía para que mandara un mensaje destinado a Sedov y, sobre todo, para que este último le enviara “directivas”51.

48 Ibídem, p. 265. 49 Ibídem. 50 En el País de la Gran Mentira, Ciliga, A., pp. 182-183. Ante Ciliga (nacido en 1896), croata, devenido italiano luego de los tratados, dirigente del PC yugoslavo, establecido en la URSS en 1926, fue arrestado en 1930; fue liberado en 1935 sin duda por su nacionalidad italiana. Publicó recuerdos en distintas revistas; luego, en 1938, en su libro, En el País de la Gran Mentira. 51 Ibídem, vol. II, p. 194-298.


Panorama de la Oposición en 1930

Fue una Oposición de Izquierda casi renovada la que emergió en 1930 de su crisis de 1929, en condiciones de represión infinitamente agravadas. La mayoría de los “antiguos bolcheviques”, incluidos los de la Oposición de 1923, de los cuales algunos de sus más prestigiosos defensores, la habían abandonado, convirtiéndose, como Radek y Pyatakov, en sus enemigos decididos, o como Iván N. Smirnov o Mratchkovsky, en hombres desgastados que no se sentían con la fuerza suficiente como para continuar una lucha por la cual mostraban, sin embargo, simpatía. No obstante, sería un error creer que todos los viejos desaparecieron. Quedaban en la Oposición al menos tres figuras históricas de primer orden: Rakovsky, Sosnovsky, Muralov. Rakovsky tenía entonces 57 años. Nacido en Rumania, había recorrido Europa, había conocido a todos los dirigentes de la II Internacional, había combatido durante la guerra en el núcleo internacionalista. Luego de 1917, cuando se unió a los bolcheviques, fue presidente del Consejo de los Comisarios del Pueblo de Ucrania durante la guerra civil, más tarde “exiliado” como embajador, después de haber sido, desde 1923, uno de los líderes de la Oposición de Izquierda. Dejó en Ucrania numerosos fieles y el recuerdo de su lucha contra la rusificación. Fue el vocero de la Oposición en el XV Congreso -para los oposicionistas, él era el vocero de Trotsky, al que lo ligaba una vieja amistad-. Luego de la declaración de agosto de 1929, fue transferido a Barnaúl, en las condiciones de un frío mortal para su organismo de cardíaco. Se pensaba que nada podía hacerlo retroceder y que Stalin buscaba hacerlo morir sin tener que matarlo. L. S. Sosnovsky tenía 44 años. Era un viejo bolchevique de 1903 que también había conocido la prisión, la deportación y la emigración. Era un gran periodista, muy popular, campeón, desde la época de Lenin, de la lucha contra la burocracia y los kulaks en la Pravda y en Bednota, especializado en la denuncia de las prácticas de los burócratas del Partido. Fue miembro del núcleo de la Oposición desde 1923 y en 1928 y 1929 se distinguió por la violencia de sus ataques contra los capituladores. Stalin quería callarlo, encadenar su pluma irreductible. Y lo logró: ninguna noticia de Sosnovsky se filtró desde el momento en que huyó vivo de la celda de Tomsk destinada a servirle de féretro. N. I. Muralov era también, a los 53 años, un héroe de leyenda. Este hijo de campesinos, agrónomo, era también un bolchevique de 1903. Este gigante fue uno de los dirigentes de la insurrección de 1905, donde fue perseguido por el asesinato de un “centuria negro” pogromista. En 1917, fue él quien comandó en Moscú a los Guardias Rojos que tomaron por asalto el Kremlin. Miembro del Estado Mayor de Trotsky durante la guerra civil, fue comandante militar de la región de Moscú, luego inspector general del Ejército Rojo. Él también fue miembro del núcleo de la Oposición de Izquierda desde 1923, uno de los más cercanos a Trotsky. Estos tres viejos bolcheviques eran muy conocidos. Pero en 1930 había también en las filas de la Oposición otros militantes de su generación que simplemente eran menos conocidos en el extranjero. Estaba primero el núcleo de los comunistas georgianos comprometidos desde 1922 en la lucha contra Stalin. Kote M. Tsintsadzé tenía 43 años. No tenía más de 20 años cuando debió vivir durante meses en Tiflis en el sótano donde los bolcheviques habían instalado su imprenta clandestina. Conoció prisiones y trabajo forzado. Dirigió la Cheka, luego convertida en GPU, en la Georgia reconquistada. Estaba tuberculoso y su salud no dejaba de agravarse. Helena Tsulukidzé, “Lola”, estaba, también ella, tuberculosa. Lado Dumbadzé, otro bolchevique georgiano de la época heroica, antiguo presidente del soviet de Tiflis, gravemente herido durante la guerra civil, apresado en total aislamiento durante casi dos años, estaba en camino de perder el uso de sus dos brazos. Entre los viejos comunistas georgianos -luego de la capitulación de Okudjava y Mdivani- quedaban en prisión Vasso Donadzé, antiguo miembro del CC, Zivzitadzé, antiguo adjunto de Tsintsadzé, los dos hermanos de este último y decenas de otros que no son para nosotros más que nombres. Lado Enukidzé en 1927 era alumno de la Academia Militar, uno de los mejores cuadros del Ejército Rojo: este oficial superior, que aseguró voluntariamente la custodia de Trotsky en su departamento, recibió durante la deportación paquetes de su tío Avelii, secretario del Ejecutivo


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de los Soviets52. Otto Christianovitch Aussem, hijo de un profesor, miembro del Partido en 1899, responsable durante mucho tiempo de la organización militar clandestina, cónsul en París en 1924, y su hermano Vladimir, antiguo soldado en Ucrania, eran viejos amigos de Rakovsky. Se habla muy poco de ellos. Por el contrario, dos nombres vuelven seguido en la pluma de Trotsky al principio de los años ’30, los de Grunstein y Kasparova, que conocemos menos pero que parecen haber tenido una aureola de “viejos bolcheviques”. Karl E. Grunstein pertenecía a la vieja generación; fue militante del Partido Socialdemócrata letón, donde era un firme aliado de los bolcheviques, luego bolchevique; pasó años en prisión y en deportación. Durante la guerra civil dirigió una división y gozó de la estima de Trotsky, al que estuvo personalmente ligado desde la época de la batalla de Kazán, donde estuvo a su lado. Luego de la guerra, dirigió la Escuela de Aviación Militar y se desempeñó en el secretariado de la sociedad de los ex presidiarios. Cubierto de condecoraciones, fue con Muralov uno de los pocos militantes políticos que se convirtió en un militar reconocido por sus pares “profesionales”. Estuvo con la Oposición de Izquierda desde 1923, refrendó en 1929 la declaración de Rakovsky. Fue deportado a Cherdyn con su mujer Revecca y un niño. Veronika S. Kasparova también tiene un largo pasado como militante, bolchevique desde 1904, luego en la sección “mujeres” de la Internacional. Fue deportada con su hijo, igualmente miembro de la Oposición desde 1923. Fue cofirmante de la declaración de abril de 1930, luego de haber refrendado la de agosto de 1929. Boris M. Elzin no tenía más que 55 años, pero era considerado por todos como un “viejo”. Bolchevique en 1903, fue uno de los dirigentes del Partido y de los soviets en el Ural en 1917, miembro del Ejecutivo de los Soviets en octubre. En 1923 fue uno de los firmantes de la famosa “declaración de los cuarenta y seis”, punto de partida de la Oposición y, luego, uno de los dirigentes de la Oposición de Izquierda, uno de los redactores de la plataforma de 1927. En 1928 y durante la primera mitad de 1929 dirigió en Moscú el “centro” clandestino. Detenido, fue enviado a Suzdal, a una prisión insalubre -antiguo monasterio, en un aislamiento total, sufriendo una grave enfermedad, tuberculosis ósea o meningitis cerebro-espinal-. Cuando Stalin le propuso “negociaciones” respondió que él estaba dispuesto con la condición de que Trotsky volviera del exilio y de que los bolcheviques-leninistas fueran autorizados a realizar una conferencia. Vassili V. Kossior era un “viejo” más joven, de 39 años, obrero metalúrgico, bolchevique desde 1907, antiguo instructor de metales, delegado a los IX, X y XI Congresos del Partido, primero miembro de la tendencia “decista”, luego unido nuevamente a la Oposición de Izquierda con un grupo de militantes. Su hermano Stanislav era en esa época uno de los hombres de confianza de Stalin53. Algunos hombres pertenecían a la generación intermedia. Fiodor N. Dingelstedt entró en el Partido en 1910. En febrero de 1917, fue miembro del comité bolchevique de Petrogrado y delegado por el mismo para organizar el Partido entre los marineros de la base de Kronstadt. Fue uno de los primeros diplomados del Instituto de los Profesores Rojos, miembro de la Oposición de Izquierda desde su constitución en 1923. Convertido en director del Instituto Forestal de Leningrado, obtuvo una licencia que le permitió viajar a Londres y escribir allí un libro sobre La cuestión agraria en las Indias, publicado en Moscú en 1927. Fue deportado sucesivamente a Kansk, luego a Rubtsovsk54. Era uno de los dirigentes más conocidos en el exilio por su firmeza. Víctor Serge escribió que “su rostro, con su fealdad inspirada y brusca, expresaba una invencible obstinación”55. No conocemos nada de la carrera militante de Andreii Konstantinov, militante bolchevique desde 1916, salvo su admirable retrato trazado, años luego de su muerte, por su compañera de deportación, María M. Joffé56. El grueso de la Oposición y de sus cuadros de 1930 estaba formado por hombres y mujeres todavía jóvenes, la generación de 1917. En su mayoría estas personas eran obreros, estudiantes secundarios, estudiantes universitarios, cuando adhirieron al Partido en ese año, y combatieron en los años de guerra civil como soldados o como comisarios políticos. Estos jóvenes -la flor y nata del Partido Bolchevique- se reencontraron luego de 1920 en las facultades obreras, las rabfaki, y fueron los cuadros de esta juventud obrero-estudiantil que nutrieron el grueso 52 Avelii S. Enukidzé (1877-1937), hijo de un campesino georgiano, ferroviario, miembro del Partido en 1898, del Ejecutivo de los Soviets en 1917, secretario del Ejecutivo a partir de 1923, fue excluido del Partido y relevado de todas sus responsabilidades por “inmoralidad” en 1935, arrestado, condenado y ejecutado en 1937. 53 Stanislav V. Kossior (1889-1939) era el mayor de los tres hijos bolcheviques de un obrero agrícola polaco. Siderúrgico, entró en el Partido en 1907, combatió en Ucrania durante la guerra civil, luego ocupó responsabilidades del Partido en Siberia y en Ucrania. Fue arrestado en 1938 y ejecutado un año después. 54 En el anexo del Nº 6 de los Cahiers León Trotsky se publicaron las dos declaraciones de los deportados, en las que es imposible dudar de que él fue el inspirador (N. de T.). 55 Serge V., Memorias…, p. 227. 56 Joffé M. M., One Long Night (Londres, 1978).


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de la Oposición de 1923. Algunos de ellos estuvieron entre los más brillantes y mejores alumnos del Instituto de Profesores Rojos, cuyo objetivo era reunir a la élite de los jóvenes cuadros bolcheviques a fin de formarlos en todos los dominios de la investigación política y social. Eran, en el fondo, muy representativos de esta capa social original nacida de la Revolución de Octubre, esta “intelligentsia obrera” empapada de la técnica y de la construcción económica al mismo tiempo que apasionadamente abocada a la causa de la revolución mundial. Muchos de estos jóvenes fueron arrestados y deportados al mismo tiempo que el núcleo de los “viejos”: fueron aquellos que estuvieron ligados a Trotsky, en su secretariado, o que fueron dirigentes de la Oposición de Izquierda. Es el caso de los “secretarios”: Igor M. Poznansky, colaborador de Trotsky desde 1917, organizador de la caballería roja; de N. Palatnikov, un “profesor rojo”; de Nikolai M. Sermuka y de Nikolai Netchaiev, ambos del Estado Mayor del famoso tren blindado. Víctor B. Elzin, que era el hijo de Boris Mijailovich, se unió al Partido en 1917, presidió en 1918 el soviet de Viatsk, luego fue comisario político de una división del Ejército Rojo durante la guerra civil. Diplomado del Instituto de los Profesores Rojos en 1926 como economista, colaboró en la edición de las Obras de Trotsky. Lo mismo para Grigori Stopalov, reclutado en el colegio en 1917, organizador clandestino de los bolcheviques de Ucrania bajo la bota de Denikin, diplomado por el Instituto de los Profesores Rojos en 1923, marido de una educadora de la escuela del Partido, Lembergskaia57. La biografía de Sokrat Guevorkian es casi idéntica: hijo de un obrero del petróleo de Bakú, organizador de sindicatos durante la guerra, excluido, por su actividad, del secundario, adhirió al Partido en 1917, participó en la guerra civil, luego estudió en Moscú en rabfak, más tarde enseñó teoría de la economía política. “Viejo” oposicionista, parece que fue arrestado en 192858 y que habría seguido a Smirnov durante algunas semanas en el verano de 1929. Vassili F. Pankratov era un antiguo marinero de Kronstadt, miembro de la delegación que llegó, en el momento del intento de golpe de Kornilov, para encontrarse a Trotsky en prisión y a Kerensky en su palacio. Durante la guerra civil, sirvió en la Cheka y luego devino jefe adjunto de la GPU en Transcaucasia. Fue arrestado recién en enero de 193059. Kh. M. Pevzner era también un hombre de Octubre, veterano de la guerra civil, en la que fue oficial y donde perdió el uso de un brazo. Trabajaba en el Comisariado de las Finanzas y estuvo implicado en 1927 en el caso de la imprenta60. Según un manuscrito samizdat recientemente publicado en el extranjero, habría sido el yerno del jefe de la GPU, Yagoda61. De hecho, parecería ser que fue el marido de su nieta. Su joven mujer estaba tuberculosa. Grigori Ia. Yakovin también era diplomado del Instituto de los Profesores Rojos. Era un historiador, especialista en la historia contemporánea de Alemania, donde había vivido y sobre la que había publicado un buen libro. Víctor Serge lo describió: “Treinta años, deportista, inteligente, siempre despierto, lindo muchacho, voluntario ardiente”. Rememora su período de “ilegalidad, ingeniosa, audaz y arriesgada”62 en Moscú. Su rol, en el “centro”, fue importante. Eleazar Solntsev, a los treinta años, era considerado como uno de los hombres mejor dotados de su generación. Economista, funcionario del comercio exterior en Alemania luego en Estados Unidos, fue llamado en 1928 y detenido desde su regreso63. Citemos también a los dos yernos de Trotsky. Man Nevelson, el marido de Nina, era estudiante secundario en 1917, cuando organizó las Juventudes Comunistas y luego los Guardias Rojos. Comisario político del Ejército Rojo, era en 1920 jefe del departamento político del 5º Ejército, y se reconvirtió como economista64. Su primo Platón I. Volkov, marido de Zinaida, era maestro: fue detenido un poco después. El azar de los mensajes y de los recuerdos no nos ha dejado más que largas listas y a veces indicaciones de orden personal. Las tres hermanas Chumskaia eran militantes de 1917, como Mussia Magid, quien organizó a los soldados detrás de las líneas de Denikin, como el antiguo dirigente de las Juventudes Comunistas de Ucrania Jakov Byk, como los soldados siberianos Aaron, Samuel y Pavel Papermeister, Leonid Guirchek, antiguo representante comercial en Persia, Vassili M. Chernyj, antiguo comisario del Ejército Rojo, antiguo jefe de la Cheka del Ural, Mijail A. Polevoi; para nosotros no son más que nombres que quedaron en la memoria de Serge y que se conservaron en los papeles del exilio65. Hemos encontrado una mención de estudiantes-obreros más jóvenes 57 Estos elementos fueron sacados de diferentes números del Biulleten’ Oppozitsii, particularmente del Nº 50, de mayo de 1936, pp. 17-20. 58 “Gevorkian Sokrat”, Biulleten’ Oppozitsii Nº 51, julio-agosto de 1936, p.16. 59 Serge V., Destino…, p. 126. Vassili F. Pankratov nació hacia 1894. Desapareció luego de 1936. 60 Biulleten’ Oppozitsii Nº 50, mayo de 1936, p. 18. 61 El Renacimiento del Socialismo en la URSS. Memorias de un Bolchevique-leninista, p. 131. 62 Serge V., Memorias, p. 227. 63 “La muerte de Solntsev”, Biulleten’ Oppozitsii Nº 50, mayo de 1936, p. 17. 64 The Militant, 26 de diciembre de 1931. 65 Serge V., Destino…, pp. 128-130.


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todavía, de Karlo Patskachvili66, hijo de campesinos pobres de Georgia, estudiante en Moscú; de Karl Melnais, dirigente de las Juventudes Comunistas en 1926 y estudiante de matemática, de Sacha Milechin, de Moscú también, de Faina Upstein, de Odessa, reclutada en 1927, detenida en 1932. Algunos de los corresponsales de Trotsky y Sedov, hasta de Rakovsky, son, sin lugar a dudas, cuadros políticos de los que no sabemos casi nada, comenzando por L. Trigubov, un anciano de Kiev, pero también los jóvenes A. Abramsky y N. I. Mekler, de Jarkov, G. M. Bagratov, Boris N. Viaznikovtsev, Mijail Lebel, Tigran Askendarian, G. Jotimsky, Pavel I. Golubchik, I. Ia. Kievlenko, V. Sidorov. Por otra parte, sería necesario consagrar un estudio especial a los extranjeros, que entre los prisioneros eran a veces grupos enteros de responsables, de refugiados, hasta estudiantes, chinos, yugoslavos, búlgaros, austríacos, italianos. Ciliga dio elementos estadísticos sobre la población de la “cárcel de aislamiento” de Verjneuralsk67: 15% de obreros solamente, como le gusta destacar, una mayoría de jóvenes intelectuales judíos, originarios sobre todo de Ucrania y de Bielorrusia (47%), muchos georgianos y armenios (27%), entre los cuales una fuerte proporción de campesinos, 30% de rusos donde predominaban, dice, militares y chequistas. No obstante, el número total de los detenidos de la cárcel de aislamiento nos parece pobre para elaborar una estadística y generalizar las conclusiones. Los archivos de Trotsky aportan algunos elementos suplementarios: sobre 378 deportados de los que, para 1928, nos da el nombre y el lugar de origen, 66% fueron arrestados en Moscú y el 10% en Jarkov. Una evaluación da más del 20% de judíos, de 7 a 8% de armenios y otro tanto de georgianos. Igualmente, hemos podido notar que no se puede reducir la intelligentsia obrera a la categoría curiosamente definida por Ciliga como de “intelectuales judíos”. Los elementos dados por los corresponsales de Trotsky mencionan un número elevado de obreros arrestados por actividades oposicionistas. Los datos suministrados en 1936 por Serge, por otra parte, llevan a cuestionar seriamente las afirmaciones de Ciliga sobre la proporción de los obreros entre los oposicionistas en prisión. Mijail Bodrov, el antiguo correo de la Oposición en Alma-Ata, era un obrero metalúrgico de Moscú. En Oremburgo se encontraban, al mismo tiempo que Serge, Alexis A. Santalov, antiguo tornero de Leningrado, combatiente de 1905 y 1917, el armador de Leningrado Trujanov, el sastre de Minsk Boris I. Lajovitsky, el curtidor (de cueros _N. de T.) ucraniano Jakov Byk y muchos otros68. Sabemos por María M. Joffé que el “estudiante” Patskachvili había llegado descalzo a Tiflis para intentar la aventura que lo llevaría en algunos años a la universidad sin haber ido antes a la escuela secundaria69. Tal es, someramente, la imagen de los miembros de esta Oposición de Izquierda, de los cuales el grueso, a partir de 1930, se concentraba esencialmente en las “cárceles de aislamiento”: estos hombres y mujeres estaban condenados a sobrevivir en las peores condiciones materiales y morales hasta el punto final, la bala en la nuca o la ráfaga de ametralladora.

66 Patskachvili y Milechin son citados por Joffé M. M., op. cit. Y por “MB” en Los Trotskistas en Vorkuta, Sotsiialistitchestkii Vestnik, noviembre-diciembre de 1961. 67 Ciliga A., op. cit., pp. 238-239. 68 Serge V., “Destino…”, pp. 128-130. 69 Joffé M. M., op. cit., p. 58. En lo concerniente a la participación de los obreros en la Oposición de Izquierda, Dante Corneli, un comunista italiano refugiado, miembro de la Oposición de Izquierda, que capituló en 1929, da en sus memorias, Le Ressuscité de Tivoli, algunas informaciones interesantes sobre la fábrica Aviopribor de Moscú, que fue uno de los bastiones de la Oposición Conjunta luego de haberlo sido de la Oposición de 1923: encontró en prisión al mecánico Petujov. Menciona, por otra parte, una resolución de su fábrica de Rostov, Krasnaia Aktsia, exigiendo en 1926 la restauración de las normas democráticas en la vida del Partido. Dante Corneli encontró numerosos obreros en el campo y en prisión, muchos de los cuales provenían de la fábrica de rulemanes Kaganovitch de Moscú, fundada a partir de los trabajadores de Aviopribor.


La vida política de la Oposición

La Oposición Conjunta, bloque de tendencias y de fracciones, había conocido vivos debates internos desde su nacimiento, y antes de ser ilegalizada. El más importante había opuesto al núcleo de 1923 y el grupo llamado del “centralismo democrático”, los “decistas” impulsados por Vladimir M. Smirnov y Timotei V. Sapronov70 que habían logrado influenciar a algunos bolcheviques como Radek o Nin sobre el análisis de la naturaleza social del Estado y del Partido y la necesidad de luchar por un “segundo Partido”. El eco de esta vieja discusión se manifestaba todavía en los nuevos problemas debatidos por la Oposición de Izquierda en 1930. Sobre este asunto, luego de varias décadas, , disponemos de un importante testimonio, el de Ante Ciliga. La apertura de los “papeles del exilio” permite corregirlo en lo que tenía de parcial y al mismo tiempo, completarlo ventajosamente gracias a dos informes de los bolcheviques-leninistas Yakovin y Ardachelia71. Estos dos textos esenciales -y algunos otros de menor importancia- permiten hacerse una idea precisa de la vida política en una de las prisiones reservada a los “bolcheviques-leninistas”, la “cárcel de aislamiento” de Verjneuralsk donde estuvieron encerrados a partir de 1930 entre doscientos y doscientos cincuenta detenidos, de los cuales ciento veinte se reclamaban de la Oposición de Izquierda. El cuadro es indiscutible: a pesar de las condiciones materiales más que mediocres, ya que las instalaciones estaban superpobladas, la “cárcel de aislamiento” era una verdadera “universidad de ciencias sociales y políticas”, “la única universidad independiente de la URSS”, precisa Ciliga72. Los detenidos podían comunicarse entre ellos, publicar diarios manuscritos donde los artículos, firmados, no eran sometidos a ninguna censura, donde debatían sus divergencias, abordaban las cuestiones teóricas y de actualidad, “de la manera más franca, poniendo todos los puntos sobre las íes”. Los diversos agrupamientos políticos de esta prisión eran “verdaderas organizaciones, con sus comités, sus diarios manuscritos, sus jefes reconocidos”. Funcionaban mediante reuniones regulares en el transcurso de paseos, y hasta con escritorio, orden del día, procesos verbales. Había una administración de los “correos” que mantenían, por cuenta de todos, relaciones internas y externas no solamente con la URSS, sino también con el extranjero, especialmente a través de los transferidos hacia otras prisiones. La biblioteca estaba relativamente nutrida, los diarios que se publicaban en la URSS estaban disponibles si uno se abonaba, así como las publicaciones de los Partidos Comunistas extranjeros. Los lazos políticos, finalmente, se mantenían en forma permanente. Ciliga testimoniaba sobre la llegada a manos de los prisioneros de Verjneuralsk de ejemplares del Biulleten’ Oppozitsii y de folletos de Trotsky hasta por lo menos 1934, porque los detenidos, decía, tuvieron la posibilidad de discutir la entrada de los trotskistas franceses en la SFIO durante aquel año73. 70 Vladimir M. Smirnov (1887-1937), miembro del Partido en 1907, dirigente en Moscú en 1917, comisario del 5º y luego del 17º ejército, trabajó luego vinculado a la economía. “Decista” en 1920. Se unió a la Oposición Unificada en 1926, luego rompió con ella. Timotei V. Sapronov (1887-1939), pintor en construcciones, miembro del Partido en 1912, impulsor del grupo “decista”, había capitulado en 1928, luego fue arrestado nuevamente. 71 Pueden encontrarse en los “papeles de exilio” de Harvard dos textos, copias, muy cercanas la una de la otra, que son informes sobre la vida política en la “cárcel de aislamiento” de Verjneuralsk. Uno (Nº 16927) está firmado por Yakovin y Ardachelia, fechado el 11 de noviembre de 1930, el otro (Nº 16832), firmado por “A.” –evidentemente Ardachelia- y no fechado. Pareciera que los dos hombres hubieran dejado la “cárcel de aislamiento” y encontrado enseguida una posibilidad de hacer llegar un informe a Trotsky. Salvo la referencia a Ciliga, las informaciones dadas en las páginas siguientes provienen de los textos de Ardachelia y Yakovin y hemos evitado multiplicar las notas de pie de página. 72 Ciliga A., op. cit., p. 170. 73 Ibídem, p. 237. (SFIO -Sección Francesa de la Internacional Obrera-, partido francés de la Segunda Internacional. En 1936, después de largas discusiones, Trotsky convenció a la sección francesa de la IV Internacional, la LCR, de aplicar la táctica de entrismo a la SFIO, con el objetivo de arrancarle una fracción de izquierda, en momentos en que los trabajadores franceses se radicalizaban, y entraban en masa a ese partido –N. de T.) El autor precisa que los trotskistas han estado informados, pero no han “sabido interpretar” la entrada en la SFIO. Esa no es la opinión de Víctor Serge, quien escribe a su llegada a Francia: “La entrada de nuestros camaradas en los partidos socialistas no ha provocado, que yo sepa, vivas discusiones […]. Solamente se han preguntado si dentro de los partidos socialistas nuestros camaradas podrían mantener su fisonomía política. En esta condición hemos estimado que era justo unirnos a los grandes partidos de masas” (carta a Trotsky del 27 de mayo de 1936, Biblioteca de la Universidad de Harvard, 50133, con el permiso de la Universidad de Harvard).


| Los troskistas en la URSS (1929-1938)|

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El gran debate entre los trotskistas de Verjneuralsk comenzó a fines de 1929 y se desarrolló durante todo el año 1930, cuando la llegada de cincuenta detenidos nuevos duplicó la cantidad de bolcheviques-leninistas, y amontonó a los hombres de tal modo que hizo imposible impedirles que se comunicaran entre sí. La discusión comenzó bajo el signo del “año negro” y de las grandes oleadas de capitulaciones. Luego de las últimas capitulaciones -un grupo de estudiantes moscovitas al principio de 1930-, fueron los contragolpes de aquella oleada los que pasaron a primer plano a partir de entonces. Un pequeño grupo de militantes dirigido por los “viejos”, el georgiano G. Kvachadzé, el armenio Amo Saakian, el veterano del Ejército Rojo VI. I. Rechetnitchenko, buscaba extirpar de las filas de la Oposición las raíces que habían llevado a tantos de sus partidarios a capitular. Denunciaban, ante todo, lo que llamaban las tendencias “conciliadoras” y, finalmente, el estado de ánimo que había llevado a la elaboración de la declaración de agosto de 1929. Durante los primeros días de enero, estos hombres publicaron un primer número del diario Bolchevique Militante, en el cual una declaración de Amo Saakian se distancia de Rakovsky y su declaración. El diario desarrollaba sistemáticamente la cuestión, tomada por Trotsky, según la cual, a partir de ese momento, la Oposición de Izquierda debía dirigirse, ya no al Comité Central y al Partido, sino a la propia clase obrera. Rápidamente, la dirección pasó a un equipo de jóvenes militantes: O. Puchas, M. Kamenestsky, Ia. G. Belinsky, N. Perevertsev, Emelianov, quienes parecían acercarse considerablemente a las posiciones de los “decistas”, a quienes, por otra parte, se unió el último de la lista. La idea central de los “bolcheviques militantes” era, en ese momento, que no se podía reformar el Partido, por una parte, y que, por otro lado, no era posible ningún “giro a la izquierda” de parte de la burocracia. Trotsky era presentado como ocupando la posición principista firme, mientras que Rakovsky maniobraba e intentaba la conciliación con el aparato: el Bolchevique Militante vio la prueba de esto cuando, en mayo, comenzó a hablarse de una nueva declaración de Rakovsky en el Congreso. A la “mayoría” le costó definirse ante los ataques que le venían desde la “izquierda”. Su primera reacción se orientó a abrir ella misma la discusión en las páginas de una revista titulada modestamente Recopilaciones sobre el período actual, de la que aparecieron tres profusos números entre enero y octubre, con artículos firmados que trataban sobre las cuestiones económicas, políticas y tácticas. Su objetivo, escribía Ardachelia, era “esclarecer sobre los problemas de la época”. El restablecimiento del contacto con el exterior facilitó la tarea: el “grupo bolchevique-leninista” logró enviar cinco cartas a la dirección clandestina de la fracción en la URSS y recibió cinco respuestas, así como una decena de cartas y documentos escritos por los “dos viejos”, Trotsky y Rakovsky74. En junio de 1930, la discusión había madurado lo suficiente como para que fuera posible intentar un balance. Los dirigentes de la mayoría -lo que Ciliga llamaba “la derecha”- decidieron elaborar tesis. Estas serían las “Tesis tres”, redactadas por tres de los jóvenes dirigentes de la Oposición, Yakovin, Solntsev y Stopalov75. Su análisis de la situación en la URSS era el mismo que el de Trotsky. Reconocían la existencia de la “crisis del bloque centro-derecha”, del conflicto que estaba al límite entre stalinistas y derechistas, pero subrayaban que se trataba sólo de “una lucha administrativa del aparato contra las consecuencias de su propia política económica”, “destinada al fracaso” y que “impulsa a todos los campesinos al lado de los kulaks”. Para ellos, los “saltos a izquierda”, episódicos y forzosamente limitados, se pagaban por otra parte a un precio muy elevado, el aplastamiento de la vida política del Partido, el estrangulamiento de la izquierda, el aniquilamiento de las aspiraciones obreras que ella encarnaba. Subrayaban el carácter “irracional” del Plan Quinquenal, burocrático, y afirmaban que era imposible construir el socialismo separándose de su base social, la clase obrera, y que el Plan Quinquenal se dedicaba a esto. Algunas semanas más tarde, por iniciativa de Man Nevelson y Aaron Papermeister, se redactaron otras tesis de una corriente que Ciliga bautizaba “centro”. La divergencia descansaba en la política económica. El texto de los “dos” se pronunciaba por el restablecimiento de la NEP, es decir, de relaciones puramente de mercado con el campesinado que los “tres” no creían posibles. Poznansky, luego Dingelstedt, que llegó de Rubtsovsk, se unieron a las posiciones del “centro”. 74 Yakovin y Ardachelia resaltan en su informe del 11 de noviembre de 1930, luego de haber mencionado que las cartas de Trotsky han llegado a la “cárcel de aislamiento” con entre dos y cuatro meses de retraso: “Estos retrasos nos han sido muy útiles; nos han permitido verificar la línea y las posiciones que habíamos elaborado y formulado por nosotros mismos. Y frecuentemente hemos constatado con placer que, frente a los mismos acontecimientos, el desarrollo del pensamiento y las formulaciones eran las mismas en las islas del Ural que en Prinkipo… Es para nosotros la alentadora prueba de los lazos que unen a nuestra corriente más allá de las distancias” (Biblioteca de la Universidad de Harvard, 16927, con el permiso de la Universidad de Harvard). 75 Se trata del texto del cual se publican en el anexo del Nº 6 de los Cahiers León Trotsky (N. de T.) largos extractos bajo el título “La Crisis de la Revolución” que le había sido dado en el B.O. donde estaba firmado “X.Y.Z.”. Este “Texto de los Tres” llamado también “Tesis Tres” fue identificado a través de una serie de contrastaciones cuyo punto de partida se encontraba en la declaración de Trotsky ante la Comisión Dewey.


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Recién en 1930 el grupo del Bolchevique Militante elaboró sus propias tesis, de las que desgraciadamente, por el momento, no conocemos más que los extractos citados por Yakovin y Ardachelia. Para él, la URSS se había convertido en un freno al desarrollo del movimiento revolucionario mundial, y por lo tanto, no era posible hacer frente único ni siquiera con un sector de la burocracia. Las tesis excluían toda posibilidad de giro a la izquierda, se pronunciaban por “la reforma del Estado por acción directa de las masas”. Los “bolcheviques militantes” constituían, en suma, una “oposición” a la dirección de la Oposición, esta “derecha bolchevique-leninista” a la que creían comprometida en una vía que llevaba a la capitulación. Pretendían ser la encarnación del “bolchevismo militante ortodoxo”. En efecto, como lo notaba Ardachelia, se situaban entre los bolcheviques-leninistas y los “decistas”. La mayoría había avanzado en el curso de esta discusión. En mayo, solamente sesenta detenidos habían dado su acuerdo para firmar la declaración de abril de Rakovsky, mientras que cuarenta y siete se situaban en las posiciones de los “bolcheviques militantes”. Pero las dificultades para elaborar las tesis de estos últimos -tres meses-, la llegada de las cartas de Trotsky en contradicción con las ideas que defendían, provocaron una primera ruptura, la de los siete iniciadores de la corriente. Cuando se conoció el texto de la declaración de abril, veinte militantes, de los cuarenta y siete que la habían rechazado, se le unieron. A su llegada de Rubtsovsk, Dingelstedt, Abramsky y Antokolsky se unieron a la mayoría, pero también sostenían la necesidad de hacer desaparecer los órganos competitivos surgidos de las dos fracciones del “colectivo”. A partir de esta posición, la mayoría decidió publicar La Pravda en prisión -todos los meses o cada dos meses, bajo la forma de artículos impresos en cuadernos-, mientras que el Bolchevique Militante se negaba a desaparecer. La existencia de dos órganos que se reclamaban ambos del “grupo bolchevique-leninista de Verjneuralsk” condujo fatalmente a la escisión que se produciría finalmente en 1931. Los documentos surgidos de los partidarios de la mayoría -Ardachelia y Yakovin- se refieren exclusivamente a la primera parte del año 1930. Para los años siguientes no disponemos nada nuevo más que el único testimonio, muy unilateral, de Ciliga. Partidario de la “izquierda” -un derecho que aparentemente nadie le ha cuestionado-, daba una imagen de sus adversarios absolutamente caricaturesca, hablando del “espíritu de sumisión a los jefes”, diciendo que se trataba de “un apoyo a la política oficial” con “crítica de sus métodos”, cuyo único objetivo era “la reforma por arriba”, e insistía mucho y un poco demagógicamente sobre el hecho de que los líderes de las otras tendencias habían surgido del Instituto de los Profesores Rojos76. Es importante, entonces, tomar con prudencia sus resúmenes de los hechos y sus juicios de valor, pero teniendo en cuenta la utilidad de algunas de las indicaciones que da. Menciona, por ejemplo, el alto interés de los detenidos por la situación alemana, la que seguían cotidianamente en Die Rote Fahne (Bandera Roja, el órgano del Partido Comunista Alemán –N. de T.), las largas discusiones entre ellos sobre el fascismo, la clara conciencia que tenían de lo que estaba en juego en Alemania, y este hecho confirma, involuntariamente sin duda, la homogeneidad de esta oposición en prisión y su acuerdo fundamental con las posiciones que Trotsky defendía desde el exilio77. Parece difícil creerle cuando afirma que había “pánico” entre los trotskistas de Verjneuralsk ante el anuncio de la llegada de Hitler al poder78. Se puede, no obstante, suponer que esos militantes, que tenían un análisis correcto de la dimensión de los acontecimientos, comprendían el significado que tenía para el proletariado mundial y, por consecuencia, para ellos mismos. Notemos solamente que se aprovecha al pasar de una anécdota para ubicar a su camarada en prisión, el yerno de Trotsky, Man Nevelson, entre los “patriotas un poco cansados de nuestro Estado soviético”79… Asegura que en 1933, luego de la victoria de Hitler, los “decistas” se pronunciaron por la IV Internacional y fueron acusados por los “bolcheviques militantes” de lanzar una consigna “prematura” y “demagógica”, mientras que la Pravda en prisión mantenía, sin insistir demasiado, las posiciones tradicionales. El asunto, de todos modos, fue resuelto con la llegada -a la URSS y a la “cárcel de aislamiento”- del Biulleten’ Oppozitsii, que convenció a todos los bolcheviques-leninistas de que había llegado el momento de abandonar el combate de “oposición” en el camino de la “reforma”, y que ahora había que construir nuevos partidos y la IV Internacional. Rápidamente se restableció la unidad de los bolcheviques-leninistas80. 76 Ciliga A., op. cit., pp. 176-177 y 192. 77 Ibídem, pp. 170 y 236. 78 Ibídem, p. 237. 79 Ibídem. 80 Ciliga A., op. cit., p. 235, sitúa esta unificación en el verano de 1933 e indica que Solntsev y Kamenetsky fueron, cada uno por su lado, los campeones de ésta. Plantea también la formación de un grupo de trotskistas de “extrema derecha” (Melnais, Barkin, Millmann) y, por otra


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Sería, sin embargo, un error atenerse completamente al cuadro algo restringido y ligeramente deformado de Ciliga, e imaginar la vida política de la Oposición, al principio de los años ’30, tomando el modelo de Verjneuralsk. En otras partes, otras discusiones le confirieron otro ritmo. Primero algunas discusiones sobre hechos puntuales. Se sabe que en general los bolcheviques-leninistas se dividieron alrededor del “Proceso Chajty”, del cual algunos aceptaban su autenticidad, mientras otros denunciaban la fabricación y la maquinación montada según ellos entre Stalin y el principal acusado, Ramzin81. Los días siguientes a la declaración del 29 de agosto y las semanas que precedieron a abril del ’30 fueron consagrados a una correspondencia entre las colonias que cubría todos los problemas políticos. Discusiones apasionadas alrededor de la colectivización y la industrialización se desarrollaron luego de 1929. Junto a los escépticos firmes que no veían, en el mejor de los casos, en esta política más que un “zigzag maniobrero” que precedía a un inevitable giro a la derecha, otras interpretaciones se pusieron a la orden del día. Rakovsky, corrientemente considerado como escéptico en relación a las consecuencias socioeconómicas de la industrialización y de la colectivización, planteó, no obstante, la hipótesis de que, para la burocracia, éstas constituían un medio para acrecentar su poder y sus privilegios, ya que ampliaban sus bases económicas y sociales. En 1930, como un resurgimiento de los argumentos de algunos capituladores de 1929, reapareció la teoría según la cual la consecuencia -automática- de la industrialización y colectivización era reforzar el “núcleo proletario” del Partido comprometiendo indefectiblemente a éste, tarde o temprano, en la vía de la reforma. Era lo que decía Okudjava, criticado por Tsintsadzé82 y a quien Trotsky hizo el honor de una mención crítica a la pasada. Si bien, aparentemente, esta idea no encontraba casi eco en las filas de la Oposición de Izquierda autodepurada, parece que las tesis de Rakovsky sobre una necesidad de recurrir a la NEP como forma concreta de la “retirada” preconizada por todos, dividieron profundamente sus filas. Muy pronto, y como en todo el mundo dentro y en los márgenes del movimiento comunista en crisis, aparecieron teorías “revisionistas” que los bolcheviques-leninistas debatieron con seriedad y alrededor de las cuales polemizaron. Desde 1930, algunos de ellos defendieron y desarrollaron la teoría, ya sacada a luz por algunos “decistas” y sobre todo por los mencheviques, según la cual el Estado ruso sería considerado, no ya como un Estado obrero, sino como un “capitalismo de Estado”: fue un economista de Jarkov, Vladimir Densov, ex alto funcionario del Gosplan83, el que defendió esta tesis en 1931 en las filas de la Oposición. Otros rechazaron esta interpretación que evidentemente ponía en cuestión las bases mismas del programa y de la organización de la Oposición: no obstante, veían la posibilidad de una evolución de este tipo en un futuro más o menos cercano. Por supuesto, una de las discusiones principales más concretas, y a la vez más difíciles en el plano teórico por el hecho de su total novedad, fue la que se planteó en 1930 alrededor de la cuestión de la naturaleza de clase del Estado soviético, y por lo tanto de la naturaleza de clase de la burocracia. En su declaración de abril de 1930, refrendada por Kossior, Muralov y Kasparova, Chistian Rakovsky escribió: “De Estado proletario con deformaciones burocráticas -como Lenin definía la forma política de nuestro Estado- avanzamos hacia un Estado burocrático con supervivencias proletarias comunistas”84. Algunas líneas más abajo definiría a la burocracia como “una gran clase gobernante”, una “clase original” cuya base está constituida por la “posesión del poder del Estado”, “tipo original de propiedad privada”. Este análisis provocó críticas y protestas. Desde el 5 de julio de 1930, en nombre de los deportados de Kolpachevo, G. Jotimsky y A. Cheinkman atacaron vivamente: “Pensamos que la burocracia no es una clase y que no se convertirá en eso jamás […]. La burocracia es el germen de una clase capitalista que domina el Estado y posee en forma colectiva los medios de producción”85. Sabemos por otros deportados que Rakovsky continuó trabajando entre 1930 y 1932, esencialmente sobre la cuestión de los “peligros del poder” ya abordada en su célebre carta a Valentinov de agosto de 1928. parte, la unificación, por fuera del “colectivo”, de los elementos izquierdistas (ex “militantes” y ex “decistas”) en una “federación de comunistas de izquierda”. 81 Leonid K. Ramzin (1877-1948), ingeniero y profesor, condenado a muerte en 1930 por haber “confesado” ser uno de los dirigentes de los saboteadores y conspiradores del “partido industrial”, vio su pena conmutada a diez años de prisión, en el curso de los cuales continuó sus trabajos científicos. Retomó su cargo de educador en 1944. 82 Cf. la carta de K. M. Tsintsadzé a M. N. Okudjava, 10 de febrero de 1930, Harvard, 15.526, cf. documentos, pp. 115-120. Traducida especialmente para este Cuaderno (N. de E.) 83 Ciliga A., op. cit., pp. 179-200. 84 Cf. documentos, pp. 90-103. 85 La carta de Jotimsky y Cheinkman está incluida en una correspondencia de la URSS firmada por L. Trigubov (Harvard, 17.308 infra, documentos, p. 177). Trigubov, que Ciliga presenta como un viejo militante de Kiev, es presentado por Sedov como “el corresponsal en Moscú de la Oposición”.


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Se menciona entre otros trabajos de él que jamás han salido de la URSS, Las leyes de la acumulación socialista durante el período “centrista” de la dictadura del proletariado y Las leyes del desarrollo de la dictadura socialista. Debatiendo el conjunto de esta cuestión bajo el seudónimo de N. Markin, León Sedov, luego de haber recordado las posiciones de Rakovsky y aquellas de los deportados de Kolpachevo, mencionó las tesis de “un camarada autorizado”, encerrado en una “cárcel de aislamiento”, que propuso contentarse por el momento con la fórmula de “enchalecamiento burocrático de la dictadura del proletariado”86. No sabemos nada más sobre una discusión que, sin duda, duró hasta la muerte de los dos últimos militantes de la Oposición de Izquierda.

86 Biulleten’ Oppozitsii Nº 14, agosto de 1930.


La acción política: las huelgas de hambre

Los militantes de la Oposición que quedaron en libertad tenían teóricamente los mismos medios de acción que los otros ciudadanos soviéticos: como ellos, participaban aquí o allá en las huelgas o en las manifestaciones de descontento. Y durante este período parecen haber sido el único grupo que distribuyó o difundió clandestinamente panfletos o textos políticos. Pero el grueso de las filas de la Oposición, los deportados, cuyo número se elevó a alrededor de ocho mil hacia 1933, tenía escasos medios de acción para realizar lo que era su objetivo principal, mejorar las condiciones de detención. Los deportados y los prisioneros conmemoraron siempre mediante manifestaciones las dos fechas, el 1º de mayo y del 7 de noviembre, cantando La Internacional a pesar de la prohibición y enarbolando trapos rojos a modo de banderas. Estas manifestaciones les costaban generalmente muy caras: arresto de deportados, por ejemplo a los de Rubtsovsk en 1930, y sanciones severas en las “cárceles de aislamiento”, aislamiento especial, calabozos, ampliación de condenas. Pero, cuando el régimen se tornó insostenible, sólo quedó el recurso de la desesperación: la huelga de hambre. La primera había estallado a partir de los primeros meses de 1928 en la prisión de Tomsk. La segunda había tenido por escenario la penitenciaría de Tobolsk, donde el régimen era feroz. En 1930, en la “cárcel de aislamiento” atestada -más de cuatrocientos cincuenta prisioneros en ese momento- de Verjneuralsk, el director Biziukov había hecho encadenar desnudos a los prisioneros huelguistas de hambre y los había rociado con agua fría en pleno invierno para obligarlos a ceder. Fue en Verjneuralsk donde se desarrollaron, a partir de 1930, las huelgas más duras, al menos de las que se conocen. La primera estalló a fines de abril de 1931, donde un detenido, “decista”, Essaian, fue herido de un tiro por un centinela. Se formó un comité de huelga de tres miembros, con Dingelstedt, el “bolchevique militante” Kvachadzé y el “decista” Saiansky87. Los ciento setenta y seis comunistas de todas las tendencias en huelga tenían el apoyo de los anarquistas. Reivindicaban sanciones contra los responsables, el cambio de director, garantías para el futuro, la liberación y la hospitalización del herido, la adecuación del reglamento y la mejora de las condiciones cotidianas de vida. El séptimo día se les prometió enviar una comisión especial de la GPU, presidida por Andreeva, para negociar, y entonces levantaron la huelga: el 1º de mayo de 1931, los prisioneros envalentonados en bloque por esta primera victoria se movilizaron en la “cárcel de aislamiento” con retratos de Trotsky y banderas con las consignas de la Oposición. Pero la comisión no llegó. La huelga se reinició a principios de julio. Esta vez, la comisión se presentó y cedió muchas reivindicaciones importantes88. Recién más tarde se sabrá que ciertas promesas no fueron cumplidas y especialmente que Essaian no fue liberado, sino sólo transferido. Bajo represalias solapadas, treinta y cinco detenidos fueron enviados a Suzdal bajo un régimen muy duro. La segunda huelga de hambre se desató en Verjneuralsk en mayo de 1933. En efecto, desde hacía meses, a los condenados cuya pena había finalizado se les “renovaba” automáticamente la sanción administrativamente por la dirección colegiada de la GPU, sin justificación. Los detenidos decidieron entonces advertir a la GPU que retomarían inmediatamente la huelga de hambre si no obtenían la liberación de todos los prisioneros cuyas penas expiraran. El comité de huelga elegido, todavía con Dingelstedt, el “bolchevique militante” Sacha Slitinsky y Jakov Byk, tomó todas las disposiciones para que la huelga comenzara en día fijo, aun en caso de transferencia de detenidos89. Como comenzó la transferencia, la huelga estalló simultáneamente en muchas prisiones. En Verjneuralsk fue quebrada al día número trece. Dingelstedt, Slitinsky y Byk fueron transferidos a 87 Ciliga A., op. cit., p. 197. 88 Ibídem, pp. 198-200. 89 Ibídem, p. 213. Davtian, que había pasado muchos años en Verjneuralsk y había logrado escaparse de la URSS en 1935, hizo un informe para la Comisión Dewey que confirma el de Ciliga sobre este punto. Bajo la falsa identidad de Manukian, este militante armenio se enroló durante la guerra en el grupo FTP-MOI dirigido por Manuchian e inmortalizado luego por la pelícuña El cartel rojo, fue condenado a muerte y ejecutado con sus camaradas de combate.


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la siniestra penitenciaría de Solovki, en las islas Solovietsky, que Ciliga llama “La Guyana ártica”. Allí, los presos políticos -comunistas uzbecos y de Kirguizia, pero también georgianos y caucasianos- estaban mezclados con los presos comunes y eran objeto de las peores vejaciones. Fortalecidos por la experiencia adquirida, los hombres de Verjneuralsk recomenzaron su paciente trabajo, se reagruparon, se reorganizaron. Algunos meses más tarde entablaron el combate por el reagrupamiento de los presos políticos con la obtención de un régimen especial. Obtuvieron, escribe Ciliga, “algunos resultados”90. El rastro de F. N. Dingelstedt, profesor rojo, intelectual judío, luchador heroico, se perdió en 1935 luego de su transferencia en deportación a Alma-Ata. El armenio Arven A. Davtian -“Tarov”-, que tomó parte en las dos primeras huelgas de hambre de Verjneuralsk, quedó en la “cárcel de aislamiento”. Es por él que se conoce el desarrollo de una tercera huelga de hambre, en la célebre “cárcel de aislamiento”, luego de la visita de la comisión de la GPU que “renovó” en diciembre de 1933 las penas de todos los detenidos. La huelga comienza el 11 de diciembre. Dejemos hablar a este comunista armenio: “El 20 de diciembre, transportaron en brazos a los huelguistas de una celda a otra. Esto era para investigarlos. Luego comenzaron a alimentarlos por la fuerza. Fue un espectáculo imposible de olvidar: hubo verdaderas batallas entre los huelguistas y los guardias. Naturalmente los primeros fueron golpeados. Extenuados, fuimos alimentados por la garganta con sondas apropiadas. Los tormentos fueron inauditos. Nos introdujeron en la boca grandes trozos de goma, los huelguistas eran arrastrados como perros destrozados a la ‘celda de alimentación’. Nadie capitulaba individualmente. El día quince de la huelga, nuestro comité de huelga decidió ponerle fin al mediodía porque muchos huelguistas intentaban suicidarse. Uno de los colaboradores de la GPU vino hacia nosotros en la ‘cárcel de aislamiento’ y comenzó a amenazar con enviar a los huelguistas a Solovietsky. Nuestros camaradas lo echaron de las celdas. La decisión del comité de huelga fue aprobada por unanimidad por el conjunto de los huelguistas. El representante de la GPU tuvo que prometer verbalmente (se negaba a hacerlo de forma escrita) la liberación de aquellos que habían terminado su condena. Fue así como, el 22 de enero de 1934, terminada mi condena fui transportado a la celda de los ‘liberables’”91.

90 Ibídem. 91 “Llamado de Tarov al proletariado mundial”, La Verité, 11 de octubre de 1935.


La resistencia

El último texto político presentado en la misma URSS por el conjunto de la Oposición fue la declaración de abril de 1930, redactada por Rakovsky y firmada igualmente por V. V. Kossior, N. I. Muralov y V. S. Kasparova92. La empresa, por otra parte, fue difícil, y un primer proyecto se perdió a causa de una requisa en la casa de Rakovsky. A partir de esa fecha, se sucedieron varias discusiones, pero los deportados ya no tuvieron la posibilidad de elaborar documentos colectivos. Pero esto no fue, como a principios de 1929, el síntoma de una crisis interna. Muy por el contrario, lo que había aparecido como el “último reducto” de la Oposición alrededor de Rakovsky se nutrió de nuevos reclutados, jóvenes y viejos, en deportación, y en las prisiones: en Siberia y en Asia Central, entre los deportados y prisioneros, la Oposición de Izquierda se desarrolló mucho. En los centros urbanos, por el contrario, recibió golpe tras golpe. Podemos seguir el rastro de esas olas de represión casi semana a semana en la correspondencia de los “papeles de exilio”. Fue Víctor Serge quien, en mayo de 1930, contó la serie de pesquisas y de arrestos que acababan de afectar especialmente a los deportados Abramsky, Voskressensky, Antokolsky, a quienes se encontraría muy pronto en Verjneuralsk93. En mayo de 1931, fue una carta de Naville la que mencionó el arresto del último núcleo de los llamados “resistentes libres” y especialmente de su jefe “Michel” -un amigo de Andrés Nin-, que se mantuvo firme ante la GPU94. En octubre de 1930, Trotsky escribió con franqueza al americano Shachtman: la Oposición, como organización, no existe más95. En esta fecha, los jefes de la Oposición estaban en las “cárceles de aislamiento”, Verjneuralsk, Yaroslavl, Tobolsk, Suzdal, incluso en la siniestra “prisión central de la GPU” en Moscú, como el ex clandestino Yanuchevsky. Pero los bolcheviques-leninistas no habían olvidado las lecciones de acción clandestina que les había enseñado la lucha contra el régimen zarista. La represión policíaca no permitía construir un centro en el interior: al no poder realizarse allí, se construía en el exterior, alrededor del Biulleten’ Oppozitsii, que en Rusia se convertiría en el eje del reagrupamiento de los oposicionistas, el organizador, al mismo tiempo que en una revista teórica y boletín de discusión. El envío del Biulleten, del que varias decenas salían bajo una forma reducida que permitía el transporte clandestino, se hacía por mil y un canales distintos. El principal era el de los puertos que iban tocando los barcos soviéticos, Anvers y Hamburgo, lo que daba un rol particularmente importante a los militantes belgas y alemanes. La venta pública del Biulleten en los quioscos y librerías de la mayoría de las grandes ciudades de Europa permitía que les llegara a los soviéticos que viajaban al exterior y muchos de los cuales, precisamente, buscaban este tipo de publicación. De conjunto, el Biulleten continuaría entrando en la URSS, incluso en número reducido, hasta 1933 y probablemente hasta después, como lo prueban algunos elementos de información dados por Serge en 1936. Pero el problema más difícil de resolver era el de la circulación en sentido inverso: de la Unión Soviética hacia Europa occidental, más precisamente hacia Berlín, donde Sedov había instalado el “centro”, la redacción del Biulleten. Interrumpiendo las comunicaciones en este sentido, la GPU mataría dos pájaros de un tiro: ¿qué sería de un Biulleten privado de información proveniente de la URSS? Por otra parte, las rigurosas condiciones de clandestinidad de este trabajo hacían que no quedara ningún rastro escrito, o que al menos, si quedaban, fueran difíciles de interpretar. Hechas estas reservas, indicaremos igualmente todo lo que nos parece fueron las grandes líneas de solución aportadas por Sedov a este espinoso problema. En 1929, por ejemplo, Sedov había logrado conseguir contactos en Berlín y en París El de París era “Joseph”, en realidad, Solomon Kharin, miembro de la delegación comercial en París, del cual sabemos que no 92 Cf. documentos, pp. 90-104. 93 Serge a Trotsky, 30 de mayo de 1930, Harvard 5005. 94 Naville a Trotsky, 28 de agosto de 1931, ibídem, 3503. 95 Trotsky a Shachtman, 31 de octubre de 1930, ibídem, 1082.


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sólo siguió a Radek en su capitulación sino que dejó librados a la GPU los manuscritos del primer número del Biulleten96. En Berlín, el representante de la Oposición -en contacto con los oposicionistas alemanes y especialmente con Sacha Müller, que hablaba ruso- es designado en la correspondencia bajo la inicial “L”. Poco tiempo después, el rol de contacto y de “buzón” en Berlín sería jugado por una joven soviética de 20 años, que era también una vieja militante de la Oposición de Izquierda rusa, camarada de combate de León Sedov y propagandista ardiente de las ideas y tesis de la Oposición entre las juventudes comunistas, Nina V. Vorovskaia. Hija de un viejo bolchevique, obtuvo la autorización del Gobierno para ir a curarse a Europa Occidental su grave tuberculosis. Ella era de plena confianza, porque pertenecía al viejo núcleo dirigente, estaba relativamente protegida por el momento porque siendo hija de un mártir de la revolución, asesinado por los Blancos, conocía personalmente a todos los militantes importantes y corría menor riesgo de ser víctima de provocaciones. Pero no se quedó mucho tiempo. Los médicos decidieron primero una operación que la puso por algún tiempo fuera de circuito. Enseguida, apenas convaleciente, fue llamada por las autoridades rusas y volvió a Moscú, donde murió. Trotsky le consagró un emotivo artículo necrológico97. Los documentos alemanes la designaron bajo las iniciales “N.K.”98. Durante varios meses, en el curso del año 1930, ya no hubo contacto permanente de la Oposición de Izquierda rusa en Berlín. El vacío, sin embargo, fue llenado a fin de año por un hombre del que Sedov escribió a su padre que era totalmente seguro99. Era, probablemente, el que Jean Meichler encontró en París y del que hablaba en una carta a Prinkipo: el “nuevo amigo”, el “Dr. H.K.”, pertenecía a la representación comercial soviética en Alemania, su especialidad era la madera, y tenía dos amigos en la representación soviética en París a los que había ido a buscar para las necesidades de acción y conexión100. Nuestras informaciones sobre esta cuestión se interrumpen con la llegada de Sedov a Berlín. De allí en más, en efecto, el contacto sería él, el centro, la cabeza de la red, el hombre que mantenía y aseguraba todas las conexiones. Muchos rusos vivían en la capital alemana, emigrados de épocas diversas, también estudiantes. Sabemos que Sedov reclutó en Berlín a un estudiante ruso que tenía un pasaporte, Oskar Grossmann, quien, bajo el nombre de “Otto”, se transformó en uno de los dirigentes de los jóvenes de la Oposición alemana. Pero sabemos también que se reunía con muchos viajeros: era, aparentemente, por la vía de la delegación comercial en Berlín que transitaba la mayoría de los viajantes de la Unión Soviética, de los cuales una buena cantidad aportaba informaciones y documentos. Además, León Sedov, viejo conspirador, tenía acceso a los “viajes especiales” de los cuales no sabemos prácticamente nada salvo que eran extraordinariamente difíciles de organizar, que siempre debía argumentar y convencer de su necesidad a aquellos que aceptaban hacerlos, que nunca se trataba de misiones “ida y vuelta”, sino solamente de una u otra, que las personas que habían llevado documentos no traían nada y viceversa101. Las escasas informaciones de que disponemos parecen indicar que, por supuesto, los “viajes especiales” no eran viajes turísticos, muy sospechosos ya que eran escasos en la época, sino que eran desplazamientos normales de militantes de los aparatos de la Internacional Comunista o del KPD (Partido Comunista Alemán) que simpatizaban con la Oposición de Izquierda y aceptaban convertir sus misiones en misiones especiales. Un solo testimonio tenemos sobre esto, aquel del alemán Karl Grohl, que aseguró para Sedov al comienzo de 1933, en febrero, una “misión especial” en Moscú, en ocasión de un viaje realizado por cuenta de la empresa de Münzenber102. La correspondencia de la Unión Soviética que aparecía muy regularmente en el Biulleten era entonces en realidad una correspondencia de un tipo algo particular, heterogénea, formada a la vez por extractos de relatos auténticos de militantes rusos y de textos redactados por Sedov sobre la base de relatos orales, de cartas personales recibidas por sus contactos, etcétera. 96 Cf. n. 12. 97 “Nina V. Vorovskaia”, Biulleten’ Oppozitsii Nº 19, marzo de 1931, p. 36. Nina V. Vorovskaia (1908-1931) era la hija de un viejo bolchevique, Vaclav V. Vorovsky (1871-1923), un antiguo militante de la Iskra devenido diplomático y asesinado en Lausana por un Blanco. 98 Urbahns a Trotsky, 25 de marzo de 1929, Harvard, 5616. 99 Sedov a Trotsky, ibídem, 5482. 100 Meichler a Sedov, 9 de octubre de 1930, ibídem, 12759. 101 Sedov a Trotsky, ibídem, 5482. 102 Karl Grohl (1869-1979), militante del KPD bajo el nombre de Friedberg luego de 1919 -había sido responsable del aparato militaradhirió a la Oposición de Izquierda clandestinamente en 1930 y militaba en ella bajo el nombre de Karl Erde. Publicó sus memorias bajo el nombre de Karl Retzlaw: Spartacus. Aufstieg und Niedergang. Erinnerungen eines Parteiarbeiters. El relato de su misión en Moscú en febrero de 1933 se encuentra en pp. 355-356. Willy Münzenberg (1889-1940) había sido el dirigente de la Internacional Socialista de los jóvenes, luego de la Internacional Comunista de los jóvenes; responsable de la Seguridad Roja Internacional había rápidamente organizado lo que se daba en llamar el “trust Münzenberg”, un conjunto de periódicos y empresas diversas tendientes a sostener la propaganda de la I.C.


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Las primeras provenían, generalmente, de Moscú, pero también de Leningrado, Jarkov e incluso de Tachkent o de muchos lugares de deportación. Evidentemente, estaban firmadas con seudónimos, a veces con simples iniciales, y daban en general informaciones interesantes no solamente sobre la vida del Partido, las intrigas del aparato, el estado de ánimo de las masas y las condiciones de vida, sino también sobre la represión, el destino y la moral de los prisioneros y exiliados. En un primer período, estaban los relatos firmados “N.”, a partir de 1930, los “N. N.”, antes de que apareciera “T. T.”. ¿Quiénes eran estos hombres? Sin duda no lo sabremos jamás. Por otra parte hemos mencionado que uno de ellos era aparentemente el bolchevique de Moscú Andrei Konstantinov, Kostia, miembro del Partido desde 1916, detenido a fines de 1932, ulteriormente deportado a Arjangelsk, y luego a Vorkuta. Conocemos también al moscovita Yanuchevsky -Yan-, detenido sin duda en 1930, transferido de Verjneuralsk a la prisión central de la GPU de Moscú -donde desapareció para siempre-. A esta primera categoría de “informes” más que a las cartas pertenecen los documentos referidos a la deportación y también a la vida en las “cárceles de aislamiento”, transmitidos por los responsables soviéticos a costa de miles de dificultades: así, el texto redactado en Verjneuralsk en junio de 1930 por Yakovin, Solntsev y Stopalov llegó a Prinkipo el 10 de octubre. La demora no fue mucho más extensa entre el comienzo de la primera huelga de Verjneuralsk en 1931 y la información que la describía en el Biulleten’ Oppozitsii, que publicó además la lista nominal de ciento diecisiete huelguistas de hambre distinguiendo “bolcheviques-leninistas” de “decistas”. El segundo tipo de documentos se trata de cartas personales o extractos de las mismas que contenían informaciones concretas, o cartas fabricadas a partir de materiales recolectados por correspondencia o en conversaciones: a partir de confidencias de los responsables que viajaban al extranjero, establecían a menudo hechos interesantes, recogían los rumores que crecían al interior del aparato al principio de los años ’30, daban finalmente informaciones que fueron en general confirmadas, décadas más tarde, luego de la muerte de Stalin. Las más interesantes de entre ellas se encuentran en el período en el que la Oposición rusa comenzaba, a fines de 1932, a salir de su aislamiento y se preparaba a entrar en el “bloque de oposiciones”.


El giro de 1932-33

La crisis que atravesaba el país, el hambre que arrasaba regiones enteras, la miseria y la subalimentación de los trabajadores de las ciudades, el endurecimiento de la represión contribuyeron, sin embargo, a aislar poco a poco a una dirección que ya nadie se atrevía, espontáneamente, a calificar de “genial”. El descontento, la desconfianza ganaron no solamente al Partido, sino también al mismo aparato. Una de las primeras consecuencias fue el comienzo de una reestructuración de la Oposición, la perspectiva de su reconstrucción como organización beneficiándose de la corriente general de oposición a Stalin. Desde este ángulo, los recientes descubrimientos hechos en los papeles de exilio de Harvard103 permiten dilucidar un capítulo muy nuevo en la historia de la Oposición de Izquierda en la URSS. En efecto, desde 1932, las organizaciones o grupos de oposición, las iniciativas contra la política de Stalin no dejaban de multiplicarse en el seno mismo del aparato. En 1930, el comité del Partido de Transcaucasia, dirigido por V. V. Lominadzé104, hasta el momento uno de los favoritos de Stalin, votó una resolución muy dura contra la política económica del Partido, y denunció el abismo que se ensanchaba entre los burócratas del Partido y las masas. En el mismo sentido, el presidente del Consejo de los Comisarios del Pueblo de la URSS, Sergei I. Syrtsov105, elaboró un texto crítico. Estas no eran iniciativas individuales, y la GPU, alertada por las coincidencias que existían entre ellas, lo descubriría rápidamente. Efectivamente, Syrtsov y Lominadzé eran los organizadores de un grupo clandestino de oposición con extendidas ramificaciones, que incluía especialmente a intelectuales bolcheviques como Jan E. Sten, el filósofo, pero también a los cuadros de las juventudes comunistas de la época revolucionaria, Lazar Chatzkin, Nikolai Chaplin106. Por otra parte, se constituyeron otros grupos como, por ejemplo, en el Comisariado de la Agricultura, el que impulsaba el antiguo comisario A. P. Smirnov con el director de transportes y el de abastecimiento de la URSS, Nikolai Eismont y Tolmatchev107. En 1932, estos hombres, a los que Trotsky con justa razón consideraba “capituladores”, hicieron el balance de su intento de reintegrarse al partido y de insertarse en su acción bajo la dirección de Stalin: fue un balance terriblemente negativo ya que su capitulación no había servido más que para desacreditarlos. Los zinovievistas se encontraban regularmente para discutir los problemas del momento, pero también los del pasado. La catastrófica política alemana de Stalin los movilizaba contra él tanto como la crisis económica que arrasaba al país. Zinoviev se arriesgó a plantear la concepción de Lenin sobre el frente único, en oposición al “frente único por la base” preconizado en Alemania por el discípulo de Stalin, Thalmann108. En realidad, los dos dirigentes de la “nueva oposición” comenzaron a medir el alcance de la falta que habían cometido en 1927 al romper con Trotsky para intentar quedarse en actitud servil en ese partido donde, de todos modos, no eran más que rehenes impotentes. De conversación privada en conversación privada, Zinoviev y Kamenev comenzaron a tantear el terreno alrededor de ellos y a buscar aliados. 103 Cf. Cahiers León Trotsky Nº 5, pp. 5-37. 104 Vissarion V. Lominadzé (1898-1934), antiguo dirigente de las J.C. y hombre de confianza de Stalin, que lo envió a China en 1927, se volvió contra su política en 1929 y había constituido un grupo de oposición. Se suicidó en 1934. 105 Sergei I. Syrtov (1893-1938), miembro del Partido desde 1913, había hecho una carrera de apparatchik y presidía en 1930 el Consejo de los Comisarios del Pueblo de la URSS. Más tarde director de fábrica, murió en prisión. 106 El filósofo Jan F. Sten, muerto en 1937, quien había sido miembro de la comisión central de control del Partido, comenzó a alejarse de la fracción estalinista en 1928. Asociado a Lominadzé a partir de 1929, fue arrestado y ejecutado en 1937. Lazar A. Chatzkin (1902-1937), secretario de las J.C. de 1917 a 1922, había igualmente sido dirigente de la Internacional de los Jóvenes. Ligado a Lominadzé, fue sancionado primero, arrestado y ejecutado luego por las mismas razones que Nikolai Chaplin (1902-1938) que había seguido una carrera similar. 107 Aleksandr P. Smirnov (1877-1938), obrero, miembro del Partido en 1896, ligado a los “derechistas”, había sido comisario del Pueblo en Agricultura. Nikolai B. Eismont (1891-1935), abogado, miembro del Partido en 1907, había militado con la Organización Interdistrital y se unió al Partido Bolchevique en 1917. Era comisario en Abastecimiento de la URSS. Vladimir P. Tolmatchev (1886-193?), miembro del Partido desde 1905, era igualmente un antiguo comisario del Pueblo de la URSS y responsable de los transportes. 108 Ernst Thaelmann (1886-1944), estibador de Hamburgo, se unió al KPD a través del USPD, había sido elegido por Stalin como “jefe” del Partido alemán y aplicó sin fallas la política que le fue dictada.


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Del lado de los viejos trotskistas, Iván N. Smirnov parece haber sido el más activo, en el sentido de retomar una actividad clandestina, prudente pero decidida. A su alrededor estaban los que habían capitulado al mismo tiempo que él, el armenio Ter-Vaganian, Ufimtsev109, y hasta Preobrajensky, precursor de la capitulación junto a Radek. Se reunían informaciones, se buscaban contactos. En el mes de junio de 1932, comenzaron las negociaciones con el grupo “izquierdista” de los ex estalinistas separados en 1930, por intermedio de Ter-Vaganian que desde hacía algunos años se había unido a Lominadzé. La idea de un “bloque” de las oposiciones de ex capituladores y ex estalinistas se puso al día. Fue probablemente en la misma época cuando nació clandestinamente un grupo original de oposición, conocido bajo el nombre de grupo Riutin110. El punto de partida fue el desconcierto, luego la furia de los antiguos cuadros “derechistas” del partido ante la capitulación de sus dirigentes y en particular de Bujarin. No solamente el hecho de que los jefes de la derecha habían capitulado sin dar pelea, víctimas de un “régimen” del Partido que ellos mismos habían contribuido a crear, sino también los excesos insensatos de la colectivización parecían darles la razón en relación a las advertencias que habían lanzado vanamente. Degradados a partir de 1928-29, conservando no obstante puestos en el aparato de Moscú, los apparatchikis Riutin y Uglanov111, rompiendo con su fracción en sus formas tradicionales, lanzaron la idea de la conciliación de las oposiciones. Para ellos, Bujarin había tenido razón en el plano de la polémica económica y Trotsky en la del partido. Su plataforma de 165 páginas presentaba un programa de restauración de la democracia interna del Partido y desarrollaba la necesidad de “echar a Stalin”. El grueso de sus partidarios estaba constituido por derechistas como los “profesores rojos” Slepkov y Maretsky, los antiguos protegidos de Bujarin, pero ellos reclutaban también a izquierda, por ejemplo al viejo obrero bolchevique de Leningrado, Kaiurov112. La plataforma circuló en el Partido y aun en las fábricas. En el verano, Riutin fue detenido y encarcelado. En esa época, las cuestiones ya habían avanzado mucho, hacia la izquierda. El grupo de Smirnov discutió con los zinovievistas, con los “izquierdistas” del grupo de Lominadzé y se acordó constituir un “bloque” al cual se llamó a adherir también a los trotskistas. Fue en el momento en que se desarrollaba esta discusión, en septiembre, cuando golpeó la represión: Zinoviev y Kamenev fueron expulsados del Partido al mismo tiempo que los principales dirigentes del grupo Riutin, todos acusados de haber formado una organización para restaurar “al capitalismo y al kulak”. Algunas semanas más tarde, le tocó el turno al grupo de Smirnov, seguido en algunas semanas por el grupo Eismont-Tolmatchev. El bloque no había vivido más que algunas semanas e incluso, no había tenido tiempo de darse una dirección, porque dos de los grupos que lo constituían habían sido decapitados ya en el otoño de 1932. No es, sin embargo, la misma historia que recomienza. Primero porque no es del todo seguro que la existencia del bloque haya sido descubierta en esa época, como lo sugiere el hecho de que los miembros del grupo Sten-Lominadzé no habían tenido que sufrir la represión renovada más que en la forma de algunas medidas de deportación. Oficialmente, Zinoviev y Kamenev habían sido excluidos del Partido por haber estado en conocimiento de la plataforma de Riutin y no haberlo denunciado. Posiblemente, en efecto, la GPU no sabía más que eso. El principal militante trotskista detenido en este período, Andrei Konstantinov, por otra parte, no fue arrestado como tal en diciembre de 1932, sino solamente por emitir palabras imprudentes: cuatro años más tarde, a su salida de la URSS, Víctor Serge no lo ubicó en la categoría de detenidos trotskistas113. Luego, la mayoría del buró político no siguió a Stalin, quien quería una represión acrecentada y reclamaba la cabeza de Riutin afirmando que su “plataforma” era un llamado a asesinarlo114. Por otro lado, la carta en la que Sedov anunció a Trotsky el nacimiento del bloque115 mencionaba igualmente lo que él llamaba “el hundimiento de los viejos”, alusión sin duda a Karl Grunstein, a quien Trotsky, en 109 Vagarchk Ter-Vaganian (1893-1936), viejo bolchevique armenio, había sido jefe de redacción de la revista Pod Znamenen Marksisma (Bajo la bandera del Marxismo). Deportado, había capitulado al mismo tiempo que Smirnov. Nikolai I. Ufimtsev (1888-1938), miembro del Partido en 1906, había seguido del mismo modo a I. N. Smirnov. 110 Mikhail N. Riutin , educador devenido oficial durante la guerra, se había unido a los bolcheviques durante la guerra civil. Apparatchik en Moscú, había inaugurado el empleo de la violencia contra la Oposición de Izquierda. 111 Nikolai A. Uglanov (1886-1940), hijo de campesino, miembro del Partido en 1907, “derechista”, había dirigido la lucha contra la Oposición en Moscú antes de ser él mismo eliminado por Stalin. 112 Aleksandr Slepkov y Dmitri Maretsky, ambos ex miembros del Instituto de los Profesores Rojos, eran los discípulos preferidos de Bujarin. Vassili M. Kaiurov (1876-1936), obrero y viejo bolchevique, dirigía en 1917 la célebre barriada obrera de Viborg. 113 Víctor Serge menciona a Konstantinov (Destino…, p. 144) como solamente “sospechoso de ser trotskista”. En el documento 17399 de Harvard dice que fue arrestado por palabras imprudentes a fines de 1932. Joffé M. M., op. cit., p. 58, lo presenta como un “dirigente de la Oposición de Izquierda” y nada permite poner en duda su testimonio. A. M. Chabion era también parte del Centro en 1932. 114 Para un buen resumen de este asunto, ver Nikolaievsky Boris I., Los dirigentes soviéticos y la lucha por el poder, p. 88. 115 Carta de Sedov a Trotsky, Harvard, 5482.


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su respuesta, calificó de “capitulador”. Pero Sedov precisaba que los lazos obreros habían sido preservados: la Oposición de Izquierda parecía salir de su aislamiento y ser capaz de realizar nuevos progresos. El informe de febrero de 1933 demuestra en efecto un sentimiento de optimismo y sugiere la imagen de un grupo que disponía al menos de numerosos canales de información116. Ahora bien, todo cambiaría bruscamente con la victoria en Alemania de las bandas hitlerianas. Junto con el movimiento obrero y comunista alemán, desapareció la red de Sedov -obligado, además, a dejar Alemania-: las relaciones de la Oposición rusa con el exterior se quebraron definitivamente. Su aislamiento se consumó al fin. Stalin, por otra parte, se beneficiaría con la desmoralización provocada por el desastre, por la inquietud de todos los que dudaban en combatirlo a causa de la amenaza, desde entonces directa, de un enemigo mortal. La disminución relativa del terror durante los años 1933-1934, la mejora de la situación económica, con una buena cosecha y un abastecimiento mejorado, contribuyeron a volver factible esta suerte de unión sagrada que el peligro exterior parecía exigir. Desde el mes de marzo de 1933, Zinoviev y Kamenev, descendiendo un paso más hacia el abismo, capitularon de forma más vergonzosa aún con el fin de ganarse el derecho de volver a Moscú y de ser reintegrados al Partido. Los partidarios del “bloque” parecían haberse dispersado nuevamente, en un período en el que era posible creer que el “liberalismo” de Kirov y de sus aliados había hecho entrar en razón a Stalin. Fue en el marco de este relativo repliegue y en una situación mundial marcada por el triunfo de la reacción y la marcha a la guerra que Stalin pondría en práctica el mecanismo que le permitirá liquidar a los viejos cuadros del Partido, comenzando por los miembros del bloque, destruir definitivamente a la Oposición de Izquierda y aterrorizar y llenar de estupor a las masas soviéticas por décadas.

116 Biulleten’ Oppozitsii Nº 33, abril 1933, pp. 24-26.


El comienzo del fin

La Oposición de Izquierda no podía sobrevivir físicamente a la derrota de la clase obrera mundial, al triunfo momentáneo, sin duda, de la contrarrevolución en Europa, pero de una duración considerable en la escala de la vida humana. En un primer momento, fue el rigor del régimen de detención infligido por la GPU a los hombres y a las mujeres de las organizaciones debilitadas lo que golpeó más duramente las filas de la Oposición, a través de condiciones materiales realmente horrorosas y de un aislamiento cada vez más hermético. La lista de los muertos se alargó. El primero fue KoteTsintsadzé. Inmediatamente fue el turno de otra vieja militante bolchevique georgiana, Elena Tsulukidzé. Luego, el de dos héroes de la guerra civil, Aleksandr Rosanov y Boris Zelnitchenko. Las informaciones que se filtraban no eran a menudo más que alarmantes boletines sobre el estado de salud. Boris M. Elzin sobrevivía apenas, Lado Dumbadzé tenía los dos brazos definitivamente paralizados, Iossif Elzin se moría de tuberculosis, como Filip Schwalbe, que escupía los pulmones, y la compañera de Pevzner, a la que su tío hizo -demasiado tarde- transferir a Crimea. Incluso los jóvenes fueron alcanzados por esta situación: E. B. Solntsev, luego de los años de aislamiento y de muchas huelgas de hambre, sufría escorbuto. Mussia Magid estaba obligada a guardar cama en forma permanente, tuberculosa desde Verjneuralsk, como Vasso Donadzé y N. I. Mekler. En esta empresa de destrucción tan sistemática como hipócrita, dos hombres eran particularmente golpeados, Sosnovsky y Rakovsky. El primero, luego de la ejecución de los camaradas de la GPU que lo habían apoyado por un momento en la prosecución de su combate, fue literalmente enterrado vivo. Ese gran enfermo -diabético- se había visto impedido de seguir el régimen alimentario que hubiera podido salvarlo temporariamente. Stalin, quien temía a su pluma feroz y a su lenguaje popular, no tuvo ningún resquemor en los métodos: todo lo que se sabía de Sosnovsky luego de 1930 es que este gran enfermo iba a morir. Rakovsky, luego de Astrakán y Saratov, se encontró en Barnaúl en condiciones materialmente abominables para su enfermedad cardíaca, porque el frío del invierno llegaba a los cincuenta grados bajo cero durante semanas enteras. Logró, no obstante, trabajar allí, haciendo llegar a Trotsky y a Sedov cartas llenas de bríos, de combatividad y de sabiduría, y logrando hacer pasar al extranjero un voluminoso trabajo sobre Los problemas económicos de la URSS, que hacía eje en el fracaso del Plan Quinquenal y en la necesidad de una “retirada económica”. Sin embargo, el silencio rápidamente se hizo sentir sobre él también, solamente interrumpido por los rumores periódicos que anunciaban, como para Sosnovsky, su muerte en el exilio, que algunos esperaban pero muchos temían, incluso en los alrededores del poder. Se cree saber, por los lazos que Trotsky mantenía en Prinkipo con el nieto de Rakovsky, médico de París, que el viejo luchador, convencido de que no podría resistir indefinidamente a la máquina de reventar a los hombres más indestructibles, decidió finalmente jugarse el todo por el todo en un intento de fuga que lo conduciría hasta Mongolia exterior. Preso nuevamente, gravemente herido, habría sido trasladado a Moscú y curado, sometido al mismo tiempo a insoportables presiones, a las cuales habría resistido, condenado nuevamente al exilio, a Yakutsk esta vez, en el país de la noche polar. Fue finalmente en 1934 cuando los dos hombres, tan salvajemente perseguidos durante años, se hundieron definitivamente117. Capitularon con algunos días de diferencia y fueron llevados nuevamente a Moscú. Esta capitulación -muerte política que no era en realidad más que una etapa en el medio de un calvario que aceptan de allí en más, al renegar de lo que había sido toda su vida-, ¿se explica solamente por la atroz persecución a la que habían sido sometidos estos dos hombres ya viejos, por el agotamiento moral y psíquico de enfermos a los que la vida no les dio descanso? El debate está abierto. Pero, irrefutablemente, el tono y los acentos de la primera declaración de Rakovsky lo sugieren, un factor importante de su decisión fue su apreciación -sobre la base de las informaciones recibidas- de la situación internacional: los dos hombres tenían conciencia, en efecto, 117 La declaración de Rakovsky fue publicada en la Izvestia del 20 de febrero de 1934, la de Sosnovsky el 27 de febrero.


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desde hacía años, del peligro mortal que significaría para la Unión Soviética una victoria de Hitler en Alemania y de sus inevitables consecuencias mundiales118. El obrero oposicionista armenio Arven A. Davtian, antiguo oficial del Ejército Rojo, contaría un poco más tarde que, en la misma época, él solicitaba su reingreso en el Partido, comprometiéndose a callar definitivamente sus ideas, y que se decidía a este gesto en nombre de la necesidad de la unión sagrada contra los fascistas119. Víctor Serge, por su parte, contó cómo el obrero ucraniano Jakov Byk, uno de los antiguos miembros del comité de huelga de Verjneuralsk, recibiendo la declaración de Rakovsky y considerándola digna, creyó en la posibilidad de un compromiso, el derecho reconocido de la Oposición a servir sin renegar de su pasado. Se lo dijo a las autoridades locales que lo mandaron a Moscú en avión. Allí, cuando comprendió lo que se le proponía, solicitó simplemente volver al lugar de donde había venido120. Las reacciones a la capitulación de los dos veteranos no fueron, parece ser, más allá de las de Byk, y fue un error de apreciación idéntico, rápidamente corregido, el que cometieron, según Víctor Serge, al mismo tiempo los dos Elzin, padre e hijo121. Las tres primeras olas de capitulaciones, en 1928-1929, habían templado definitivamente a los hombres de la segunda generación bolchevique-leninista, que bien conocían, y con razón, la fuerza del mecanismo que había quebrado a sus antecesores. Por lo demás, como lo había notado Ciliga en Verjneuralsk, “Rakovsky no jugaba ningún rol autónomo en la Oposición, que reconocía como jefe sólo a Trotsky. Rakovsky era escuchado sólo como representante de Trotsky”122. En resumen, Rakovsky y Sosnovsky no sellaron más que su suerte personal.

118 La frase clave del telegrama de Rakovsky era: “Ante el ascenso de la reacción internacional, dirigida en última instancia contra la Revolución de Octubre, mis antiguos desacuerdos con el Partido han perdido su sentido”. 119 Declaración de Tarov ante la subccomisión de París, La Commune, 27 de agosto de 1937. 120 Serge, Memorias…, p. 336. 121 Carta de Serge a Trotsky, 27 de mayo de 1936, Biblioteca de la Universidad de Harvard, 5013. 122 Ciliga A., op. cit., p. 193


Los últimos años

La victoria de Hitler en Alemania desequilibró a escala mundial la relación de fuerzas entre las clases: en la URSS, esto le permitió a Stalin aportar una “solución final” -sin precedentes en la época- a la cuestión de la Oposición de Izquierda. No es fácil reconstruir la trama de esos años en los que Víctor Serge se preguntaba si no había llegado la “medianoche del siglo”. Ya no había más comunicaciones entre la URSS y Trotsky: ningún militante ni simpatizante se habría atrevido a correr el riesgo de escribir. La GPU no dejaba de aumentar su presión: a partir de 1935, logró ubicar cerca de León Sedov, en París, a uno de sus agentes, Zborowski, que militaba bajo el seudónimo de Etienne y le informaba directamente todo lo que averiguaba123. El pequeño grupo ruso de París estaba desgarrado por las sospechas que difundía Etienne con el fin de protegerse a sí mismo124. Los últimos elementos de información llegaron por correos sucesivos con los últimos militantes que lograron huir de la Unión Soviética: Davtian-Tarov, que llegó a Persia en agosto de 1935; Ante Ciliga, que desembarcó en Praga en diciembre del mismo año; Víctor Serge, finalmente liberado, que llegó a Bruselas en abril de 1936. En el transcurso del año 1937, los hombres que rompieron con la GPU, Ignace Reiss, Walter Krivitsky125, aportaron igualmente elementos, desde otro punto de vista. Estos fueron verdaderamente los últimos. Sin embargo, a través de sus informaciones, se pueden reconstituir algunos fragmentos de lo que sucedió en la URSS en aquellos últimos años en que la Oposición agonizaba. Parece ser que, hacia 1933 o 1934, los deportados de la Oposición habrían alimentado una débil esperanza de mejorar su suerte -posiblemente en el marco de la política de distensión relativa inspirada, y sin duda impuesta a Stalin, por aquella oposición del aparato que había hecho de Kirov su candidato al primer puesto-. Aquí o allá, hubo interrupción de la renovación automática de las condenas y autorización para los antiguos confinados en “cárceles de aislamiento” para vivir en el exilio. Hubo incluso un caso en el que un viejo bolchevique miembro de la Oposición fue liberado sin haber capitulado: se trata de N. I. Muralov, autorizado a trabajar como agrónomo en Siberia. Muchos dirigentes de la joven generación de la Oposición, que habían dejado en esa época la “cárcel de aislamiento”, vivían de forma precaria, en el exilio, a veces junto a su familia. Se sabe, por ejemplo, que Víctor Elzin estuvo desde 1933 hasta 1935 en Arjangelsk, y V. F. Pankratov en Oremburgo. En 1934, E. B. Solntsev, luego de una doble ampliación de condena de hecho, fue autorizado a vivir en el exilio en Siberia. G. Ia. Yakovin vivía en condiciones parecidas en Stalinabad. Guevorkian estaba igualmente “libre”. Pero esto no fue más que una muy breve tregua. El 1º de diciembre, el joven comunista Leonid Nikolayev mató a tiros a Kirov en Smolny: la GPU -Stalin detrás de Yagoda- movió los hilos de su “conspiración” para justificar el baño de sangre que estimaba necesario retomar. En algunos días, la primera ola de arrestos puso punto final a los sueños audaces de semilibertad en el exilio que alimentaron ciertos oposicionistas. Todos fueron 123 Mordka Zborovski, llamado Marc o Etienne (nacido en 1908), había nacido en la Polonia rusa y allí había vivido una parte de su infancia. Realizó sus estudios en Francia, militante durante algún tiempo en las filas mencheviques, luego contactado por la GPU en Grenoble, había entrado en la organización francesa y se convirtió muy rápidamente en el colaborador de confianza de León Sedov. Aunque había sido objeto de denuncias de muchos militantes, había logrado evitar todo tipo de problema, aun luego del robo de los archivos y la muerte de Sedov. Emigrado a los Estados Unidos en 1941, su rol de “informador” fue descubierto y reconocido en 1955: fue condenado en 1958 a cinco años de prisión. Parece que vigilaba y controlaba antes que nada a Sedov, pero que este último, que separaba estrictamente su trabajo “conspirativo”, no lo había puesto en contacto con ningún soviético, y que participaba solamente en el envío de los boletines a otros países y no a la URSS. 124 Se puede volver sobre este tema en las cartas de 1939 en las cuales Lola Estrin rinde cuentas de las diferencias al interior del “grupo ruso de París” donde cada uno busca al provocador. Literator (Víctor Serge) acusa a Dama (Elsa Reiss) o a Paulsen (Lilia Estrin), y recíprocamente, y Etienne saca su ventaja del juego. 125 Ignacio S. Poretsky, llamado Ludwig, o Ignacio Reiss (1899-1937), antiguo militante del PC polaco, fue pasado al servicio de información del Ejército Rojo y devino uno de los responsables de la GPU (NKVD) en Europa occidental. En 1937, había tomado la decisión de romper con Moscú y de unirse a la IV Internacional. Fue abatido en Suiza el 4 de septiembre de 1937. Samuel Ginzburg, llamado Walter o Krivitsky (1889-1941), era igualmente de origen polaco y tuvo las mismas actividades que Reiss. Parece haber intentado prevenirlo de la decisión de asesinarlo y de haber dudado durante mucho tiempo antes de claudicar en diciembre del mismo año. Reiss no tuvo tiempo de hacer revelaciones, aunque sus Carnets contuvieran notas interesantes. Krivitsky, por su parte, “dictó” todo un libro.


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arrestados, sin excepción, con duras condenas: muchos de ellos son desaparecidos. La renovación automática de las penas se retomó como mecanismo inflexible que llevaba adelante la dirección colegiada de la GPU, rebautizada NKVD. Hubo sólo algunas pocas capitulaciones en este período. Se hablaba en 1935 de Verónika S. Kasparova, que era de edad avanzada y estaba muy enferma. Nadie creyó en la capitulación anunciada de Stopalov, en la cual se vio “una maniobra”. Por el contrario, el flujo a los “campos” de decenas de miles de nuevos detenidos, entre los cuales había una mayoría de jóvenes, amenazaba con procurar a los bolcheviques-leninistas tropas frescas, refuerzos de combatientes y futuros cuadros. Rápidamente, se reagrupó a los bolcheviques-leninistas con el fin de aislarlos de la masa de los deportados y condenados. Los “campos” eran cada vez más “campos de concentración”, y las “cárceles de aislamiento” renovaron su población: el trotskista V. F. Pankratov, volviendo a Verjneuralsk en 1935, encontró en la misma celda a Kamenev, Slepkov y Smilga. En 1934 ¿algunos de los hombres de la joven generación en el exilio intentaron reconstituir, si no una organización en las formas, al menos el centro de una red? Se puede dudar junto a Víctor Serge, que creyó imposible semejante empresa. No obstante, en 1935 G. Ia. Yakovin, Kh. M. Pevzner, V. F. Pankratov y E. B. Solntsev fueron acusados de esto. Este último murió en enero de 1936 en el hospital de Novosibirsk luego de una huelga de hambre victoriosa contra una prolongación de las condenas, y la negativa de la GPU a dejarlo vivir en el exilio en Minussinsk con su mujer y su hijo126. Pankratov y Pevzner recibieron ambos cinco años suplementarios en la “cárcel de aislamiento”, fueron enviados uno a Verjneuralsk y el otro a Cheliabinsk, y desaparecieron para siempre, el primero habiendo logrado solamente hacer saber a sus amigos de Oremburgo que el proceso había “sido espantoso”127. Los militantes de la Oposición de Izquierda son ejecutados sin juicio, y muchos de ellos sin duda murieron en el curso de la preparación de las pruebas para demostrar esas amalgamas en las que no es difícil imaginar cuánto hubiera deseado Stalin incluir, en el rol de acusado que confiesa sus crímenes y llora lágrimas de sangre, a alguno de los “irreductibles” que no había dejado de enfrentarlo durante años. Trotsky mismo temía, no sin razón, ante el anuncio de cada proceso, ver figurar a alguno de ellos, quebrado por los métodos perfeccionados, cuya eficacia no subestimaba. Entre todos los hombres que no habían capitulado, Stalin finalmente sólo logró quebrar a Muralov, a quien curiosamente había protegido dejándolo ejercer libremente su profesión de agrónomo en la región de Novosibirsk. Este golpe -muy duro para Trotsky- fue el único. Entre los acusados de los tres grandes procesos de Moscú figuraron algunos nombres de antiguos dirigentes o militantes de la Oposición, pero, a excepción de Muralov, todos esos hombres ya habían “capitulado” años antes y habían renegado públicamente: Zinoviev y Kamenev, Pyatakov y Krestinsky desde 1928; Smirnov, Mratchakovsky, Boguslavsky, Ter-Vaganian, luego de Radek en 1929, y finalmente Rakovsky en 1934. Pero ninguno de los bolcheviquesleninistas mantenidos en las “cárceles de aislamiento” durante años, que permanecieron fieles a la organización y a su programa, colaboró finalmente, incluso bajo tortura, con los procesos prefabricados y la mayoría de ellos pagó esa negativa con su vida. Tenemos sólo un testimonio de lo que eran estos hombres en 1936, el de Víctor Serge. Escribía a Trotsky, el 27 de mayo de 1936, poco después de su liberación y de su llegada a Bélgica: “Somos muy poco numerosos en este momento: algunas centenas, alrededor de quinientos. Pero estos quinientos no claudicarán ya. Son hombres templados, que han aprendido a pensar y a sentir por ellos mismos y que aceptan con tranquilidad la perspectiva de una persecución sin fin. En las ‘cárceles de aislamiento’, nuestros camaradas son sólo algunas decenas en total, sobre centenas de zinovievistas, derechistas y otros gusanos estalinistas. Entre nosotros, no hay gran unidad de puntos de vista. Boris Mikh (Mikhailovitch Elzin) decía: ‘Es la GPU la que fomenta nuestra unidad’. Dos grandes tendencias nos dividen aproximadamente por la mitad: los que creen que hay que revisar todo, que se han cometido errores desde el principio de la Revolución de Octubre y los que consideran al bolchevismo desde sus comienzos como inatacable. Los primeros se inclinan a considerar que en las cuestiones de organización usted tenía razón, con Rosa Luxemburgo, en algunos casos, contra Lenin en otra época. En este sentido, hay un trotskismo cuyas ataduras vienen de lejos (personalmente, soy de esta opinión, pensando siempre que los principios de organización de Lenin se probaron en un período y en un país determinado, particularmente atrasado). Nos dividimos también por la mitad en relación a los problemas de la democracia soviética y de la dictadura (los primeros, partidarios de la más amplia democracia obrera, en el 126 “La muerte de Solntsev”, Biulleten’ oppozitsii, Nº 50, mayo de 1936, p. 17. El texto es de Serge, idéntico, quizás palabra por palabra al que le había escrito a Trotsky y a Sedov sobre este tema. 127 Serge, Memorias, p. 340.


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marco de la dictadura: mi impresión es que esta tendencia es de lejos la más fuerte). En las ‘cárceles de aislamiento’, un grupo llamado del ‘capitalismo de Estado’ (Goskappisty) se ha definido: dicen que el capitalismo de Estado hacia el cual marchan igualmente Mussolini, Hitler y Stalin, es hoy en día el peor enemigo del proletariado. Son poco numerosos, pero hay entre ellos camaradas muy capaces […]. Resistir se vuelve cada vez más difícil, si no imposible […]. En general, no hay más autoridades: los viejos se han desacreditado, los jóvenes intentan pensar por ellos mismos. Por ‘viejos’, entiendo aquí a la generación de oposicionistas del ‘23 al ‘28 de los cuales no quedan más que algunos cuadros admirables, jóvenes de otras épocas como los Yakovin y los Dingelstedt. En las ‘cárceles de aislamiento’ y en otras partes, se encuentra ahora sobre todo a los oposicionistas trotskistas de 1930-1933. Una sola autoridad subsiste: la suya. Usted tiene allá una situación moral incomparable, de devoción absoluta”128. Dejemos de lado la polémica, vana, sobre la cuestión de saber el porcentaje de bolcheviques-leninistas que se ubicaban en las posiciones “revisionistas” de Serge y de aquellos que permanecían fieles a una “ortodoxia” de la que desde hacía mucho tiempo no tenían todos los elementos, análisis concretos de una situación concreta. Ni Serge ni ninguno de sus camaradas de entonces tenían la posibilidad de tener una visión de conjunto sobre estas cuestiones. Tomemos en cuenta simplemente que Serge recibió la misión, de parte de dos viejos militantes, de solicitar a Trotsky la confirmación sobre puntos que consideraban capitales. Boris M. Elzin quería saber si Trotsky pensaba igual que él: que en caso de guerra, la Unión Soviética debía ser defendida incondicionalmente, y Vassili M. Tchernykh, antiguo comisario político del Ejército Rojo, antiguo jefe de la Cheka en los Urales, pensaba que ya no se podía hablar más en la URSS de “dictadura del proletariado”, que la burocracia era “una clase social distinta” y que había que construir un “nuevo partido” en la URSS129. Lo cierto es que los trotskistas de la Unión Soviética mantuvieron a la vez su fidelidad a la persona de Trotsky como símbolo de la Revolución de Octubre y de un partido vivo, y un compromiso indefectible con la democracia obrera, como lo atestigua su propia diversidad, factor, precisamente, de su unidad inquebrantable frente a la contrarrevolución en los años más negros. Luego de las informaciones de Serge se hace un largo silencio sobre la suerte de los trotskistas en la URSS. Es recién en 1961 que los recuerdos de un antiguo prisionero político de Vorkuta aportan los elementos de información que completan un manuscrito samizdat y finalmente el libro de la más ilustre de los escasos sobrevivientes, María Mijailovna Joffé130, la viuda del diplomático soviético amigo de Trotsky que se había suicidado en 1927 y cuyo entierro había dado lugar a la última manifestación pública de la Oposición en Moscú. De ahora en más, a fines de 1936, podemos encontrar el rastro de algunos de esos hombres y mujeres que hemos intentado seguir aquí luego de 1928 y acompañarlos hasta su muerte, el de la “última camada” de trotskistas soviéticos. Estas fuentes, muy diferentes por sus orígenes y la fecha de su publicación, coinciden en algunos puntos esenciales. En efecto, según los tres autores, la casi totalidad de los bolcheviques-leninistas que sobrevivían en esta fecha en la Unión Soviética fueron reagrupados en el curso del año 1936 en la nebulosa de los campos de la Petchora, alrededor de Vorkuta, en ese “presidio más allá del círculo polar”, como decía uno de ellos. Muchos hombres estaban ausentes, víctimas sin duda de la “preparación” de los procesos públicos: ni Dingelstedt, ni Pankratov, ni Pevzner, ni Man Nevelson, ni Víctor Elzin, ni Sermuks, estaban allá. Mucho menos Solntsev, muerto al comenzar el año. Pero hay, de todos modos, decenas de nombres que conocemos: Igor M. Poznansky, el antiguo secretario de Trotsky, G. Ia. Yakovin, el armenio Sokrat Guevorkian, el veterano V. V. Kossior y su compañera Pacha Kumina, Mussia Magid, Ida Chumskaia, los dos hermanos de Kote Tsintsadzé, Jotimsky, Andrei Konstantinov, Karlo Patskachvili, Karl Melnais, Vasso Donadzé, Sacha Milechin, ya mencionados en el curso de este trabajo, así como, 128 Serge a Trotsky, 27 de mayo de 1936, Biblioteca de la Universidad de Harvard, 5013. 129 Carta de Víctor Serge, Biblioteca de la Universidad de Harvard, 17399, con el permiso de la Universidadde Harvard. Una parte importante del texto fue publicada en el Biulleten’ Oppozitsii Nº 51 de julio-agosto de 1936. En este texto, los mensajes son presentados como surgidos de los militantes “A” y “B”. Es en su carta del 5 de mayo de 1936, Biblioteca de la Universidad de Harvard, 5013, donde Serge da la clave e indica que “A” es B. M. Elzin y “B” V. M. Tchernykh. Agreguemos que esto identifica al documento 17399 que surge, según el catálogo, de una persona “no identificada”. 130 Los tres documentos en cuestión son, en el orden de su publicación: M. B., “Los Trotskistas en Vorkuta”, Sotsialistitcheskii Vestnik, noviembre-diciembre de 1961, el documento samizdat, Renacimiento del bolchevismo en la URSS, Memorias de un bolchevique-leninista (París, 1970) y finalmente el libro ya mencionado de María M. Joffé, One Long Night (Londres, 1978). Se encuentra un testimonio idéntico, aunque menos detallado, en las memorias del comunista italiano Dante Corneli escritas luego de veinticuatro años de deportación. Los tres primeros autores dan muchos nombres y permiten realizar muchas recopilaciones. Corneli, por su parte, no conocía más que a los obreros trotskistas que había conocido en la fábrica y algunos escasos individuos. De todas las víctimas de Vorkuta, no menciona más que un nombre de un “trotskista” conocido, aquel de un veterano oficial del Ejército Rojo que había conocido en Rostov, Iván P. Psalmopevtsev, muerto en 1938, de quien precisa que figuraba en la primera lista de los fusilados. La verificación es fácil: I. P. Psalmopevtsev, viejo bolchevique-leninista, firmante en 1927 de la “Declaración de los 83” ya en 1930 estaba preso en Verjneuralsk y figuraba en 1932 en la lista de los huelguistas de hambre de esa prisión.


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por supuesto, la misma María M. Joffé. Hay que agregar, entre otras personalidades, una mujer que fue la amiga personal de Natalia Sedova, Faina Viktorovna Yablonskaia, profesora de historia en el Instituto de Periodismo en 1927, verdadera jefa del Estado Mayor de la Oposición cercana a Trotsky en los últimos días de 1927, y la antigua dirigente de las Juventudes Comunistas, Raia V. Lukinova. El menchevique M. B., escapado de Vorkuta, describió a estos militantes -sus adversarios políticos-, que calculaba en varios millares, de los cuales había mil en el campo donde vivía: se negaban a trabajar más de ocho horas, ignoraban el reglamento sistemáticamente, de forma organizada, criticaban abiertamente a Stalin y la línea general de conjunto declarándose, al mismo tiempo, listos para la defensa incondicional de la URSS. En el otoño de 1936, después del primer proceso de Moscú, organizaron mítines y manifestaciones de protesta, luego hicieron votar una huelga de hambre en asamblea general, después de la intervención de sus dirigentes. Sus reivindicaciones eran, según María M. Joffé: 1) el reagrupamiento de los presos políticos y su separación de los presos comunes, 2) la reunión de las familias dispersas en campos diferentes, 3) un trabajo acorde con la especialidad profesional, 4) el derecho a recibir libros y diarios, 5) la mejora de las condiciones de alimentación y de vida131. El menchevique M. B. agregaba a la jornada de ocho horas, una alimentación suplementaria a la que marcaban las normas, el envío de los inválidos, de las mujeres y de los ancianos fuera de las regiones polares. El comité de huelga elegido comprendía a G. Ia. Yakovin, Sokrat Guevorkian, Vasso Donadzé y Sacha Milechin132, todos bolcheviques-leninistas, los tres primeros, veteranos de las huelgas de hambre de 1931 y de 1933 en Verjneuralsk. La huelga, comenzada el 27 de octubre de 1936, dura ciento treinta y dos días. Todos los medios fueron empleados para quebrarla: alimentación forzosa, suspensión de la calefacción con temperaturas de 50 grados bajo cero. Los huelguistas resistieron. Brutalmente, a principios de marzo de 1937, las autoridades locales cedieron ante una orden proveniente de Moscú: todas las reivindicaciones fueron satisfechas, los huelguistas fueron realimentados progresivamente bajo control médico. Luego de algunos meses de tregua, comenzó nuevamente la represión. La alimentación fue reducida, la ración de pan rebajada a 400 gramos por día, los presos comunes fueron incitados a la violencia. Luego los trotskistas, casi en su totalidad, y los que los habían acompañado en la huelga de hambre fueron reagrupados en edificios aparte -en Vorkuta, en una vieja fábrica de ladrillos- rodeados de alambrados de púas y controlados militarmente día y noche. Una mañana de marzo de 1938, treinta y cinco hombres y mujeres, bolcheviques-leninistas, fueron llevados a la tundra y alineados a lo largo de fosas preparadas y fueron ametrallados. María M. Joffé escuchó ese día el nombre del primero de la lista de los fusilados, Grigori Ia. Yakovin, el “profesor rojo” cuyo nombre era seguido por el de los otros miembros del comité de huelga133. Día tras día, las ejecuciones se continuaron durante más de dos meses, de la misma forma. El hombre que fue encargado por Stalin para la “solución final” del problema de la Oposición de Izquierda se llamaba Kachketin. María M. Joffé, a la cual interrogó durante meses, le atribuía decenas de miles de víctimas. En su conmovedor testimonio, en el que reviven en su lucha cotidiana contra el ataque las personalidades excepcionales de sus camaradas bolcheviques-leninistas, los Konstantinov, Patskachvili, Zina Kozlova, hizo el relato circunstancial de esos asesinatos. Fue un hombre, un antiguo detenido, el que contó en 1938 la primera ejecución colectiva de la que acababa de ser testigo en la fábrica de ladrillos de Vorkuta134. Evocaba la vida en esas barracas: “Teníamos un diario oral, la Pravda Detrás de los Barrotes, teníamos pequeños grupos, círculos donde había mucha gente instruida e inteligente. De vez en cuando publicábamos una hoja satírica. Vilka, el delegado de nuestra barraca, era periodista, las personas dibujaban ilustraciones sobre el muro. Reíamos también. Había muchos jóvenes”135. María M. Joffé cuenta, a su vez: “La fábrica de ladrillos había reunido bajo su techo roto a lo mejor de la élite creadora de los campos; la gente de espíritu valiente y audaz. Con sus argumentos y su formación, su capacidad de dar respuestas lógicas, a veces 131 Joffé M. M., op. cit., pp. 18-19. Alexandre Soljenitsyn hizo muchas alusiones a la huelga de hambre de los trotskistas en Vorkuta, en El Primer Círculo y en El Archipiélago Gulag. 132 Joffé M. M., op. cit., p. 19. 133 Ibídem, p. 35. 134 Ibídem, p. 41. 135 Ibídem, pp. 41-42.


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proféticas, habían aportado un dinamismo vital a la existencia estática intolerable de esa caja increíblemente gélida y llena de enfermos […]. La acidez penetrante de su sarcasmo revelaba la verdad sobre una realidad aparentemente incomprensible […]. Un día se les dio una ración de tabaco: ‘Prepárense para un viaje’. Eso fue como una inyección de elixir de la vida […]. Se precipitaron ese día saludando el aire puro, un camino blanco y posiblemente una nueva vida. Hicieron rápidamente sus paquetes: eran personas que sabían reír y sentir placer […]. Menos de una hora después, como un tronco con las raíces cortadas, caía el primer cuerpo. Luego de él, la hilera entera de hombres y mujeres como nudos muy flojos, como masas informes, caerían en desorden en el fondo de la cantera. Y el peso de los cadáveres de los que los seguían los recubría. Los que tienen un pensamiento auténtico son siempre una minoría. Es de quienes se desembarazan primero: ¡Uno! ¡Dos! ¡Fuego! Parados cerca de sus tumbas, cantaban ‘Torbellinos del peligro’… Las palabras de los cánticos se confundían con las salvas. Kachketin, parado al costado, daba la señal a los verdugos. Todo era borrado, abatido, los cánticos, los espíritus, las vidas. Se pisoteaban páginas de historias inconclusas. ¿Cuánto hubieran podido dar ellos todavía a la revolución, al pueblo, a la vida? Pero no están más. Definitivamente y sin retorno”136.

136 Ibídem, p. 44.


Primer balance

Este breve ensayo histórico nos ha parecido necesario para presentar los documentos de un inmenso interés que componen este número y el siguiente. Hemos visto en ellos un complemento necesario a nuestra investigación de documentos para la presentación de las Obras de Trotsky. Nuestro objetivo estaría en gran parte logrado si provocara en un futuro cercano trabajos sistemáticos sobre la Oposición de Izquierda en la URSS, especialmente a través de los papeles de exilio de Trotsky. Pero nos parece que hemos aprendido a lo largo del camino. Desde luego, el cineasta que emprendiera hoy la tarea de contar esta historia no podría concluirla más que mediante la secuencia descrita por María M. Joffé de la muerte de Faina V. Yablonskaia, “bella y (quien) mantenía la cabeza alta a pesar de sus manos atadas detrás de la espalda”137, debajo del tapado rojo de sangre de la antigua Komsomol Raia V. Lukinova, que yacía sin vida en la nieve138. Pero nuestra concepción de la historia va más lejos que la reconstitución de una de las más espantosas tragedias de este siglo, rico, no obstante, en genocidios. Era común, luego de algunos años, particularmente en el caso de los historiadores americanos, presentar a Trotsky como “completamente aislado” de la realidad soviética durante los años ’30, al punto de haber ignorado totalmente la crisis del aparato y la prehistoria del asesinato de Kirov. Los descubrimientos de los investigadores del Instituto León Trotsky sobre el “bloque de los oposicionistas” de 1932 han mostrado lo incorrecto de estas interpretaciones. Queda por decir que, hasta el presente, los historiadores de la Unión Soviética y del movimiento comunista -incluido Isaac Deutscher139- se han interesado mucho más por Trotsky que por los trotskistas y, en cierto modo, han participado del mismo estado de ánimo. Recientemente, una escuela de pensamiento -que no tiene nada que ver al menos con una cierta forma de pensamiento histórico- se ha esforzado, con resultados poco felices, en demostrar que el “trotskismo” no era en realidad más que una simple variante del “bolchevismo”, poco diferenciada en última instancia del “estalinismo” que ha surgido igualmente de él, y, de este modo, condenada a desaparecer a partir del momento en que sus dirigentes se encontraban “aislados” de ese “poder” que era, en suma, su única razón de ser… Una y otra interpretación, nutridas ciertamente por orientaciones políticas y preocupaciones muy alejadas en principio, plantean no obstante un tema infinitamente más viejo y más constante, alimentado por los adversarios de derecha del “trotskismo”, la socialdemocracia y el estalinismo, los que explican la desaparición “final” de los trotskistas de la URSS por su “sectarismo”, en otros términos por una actitud consistente en negar la realidad -y hacen de ellos una especie de desechos de la Historia-. Nos parece que los documentos sobre los cuales descansa el presente estudio hacen igualmente justicia contra estas últimas interpretaciones. Muestran en efecto que la corriente encarnada en la URSS por la Oposición de Izquierda constituyó, al menos, un dato importante y permanente en la vida política de ese país hasta 1940, por no decir un factor a menudo determinante. ¿Es preciso recordar para estos fines el homenaje rendido a sus adversarios trotskistas de los años ‘30 por el jefe de la “Orquesta Roja”, Leopold Trepper, estalinista desencantado -un homenaje valioso, sin duda, para muchas generaciones-? “Los trotskistas tienen derecho de acusar a los que antes bailaban al son de la comparsa. Que no olviden nunca que los trotskistas tienen, en relación a nosotros, la ventaja inmensa de un sistema político coherente capaz de reemplazar al estalinismo, y al que pueden aferrarse en el profundo sentimiento de soledad de la Revolución traicionada. Ellos no ‘confesaban’, porque sabían que sus confesiones no servirían ni al Partido ni al socialismo”140. 137 Ibídem, p. 34. 138 Ibídem, p. 41. 139 Isaac Deutscher (1907-1967), miembro del PC en Polonia, en 1926, habiendo sido excluido en 1932 del Partido se unió a la Oposición de Izquierda donde rápidamente se convirtió en uno de sus más brillantes periodistas. Emigrado a Gran Bretaña en 1939, fue el primer biógrafo de Stalin, luego de la muerte de éste, fue el autor de una biografía de Trotsky en tres volúmenes. 140 Léopold Trepper, El Gran Juego, p. 64.


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En la URSS, todavía hoy no se dio ninguna explicación coherente que respete la realidad concreta sobre los crímenes estalinistas de los años ‘30 ni sobre la historia del propio estalinismo. Todavía hoy allí, la interpretación “trotskista” de este período de la historia soviética está prohibida a los investigadores y a una generación de jóvenes historiadores que no han conocido a Stalin. ¿Es posible realmente creer que esto sería así, si los trotskistas de los años ‘30 y las explicaciones que ellos daban hubieran estado a tal punto separadas de la realidad de la sociedad soviética de entonces… y de hoy? No nos referiremos aquí a la permanencia de la corriente trotskista en la base, en las fábricas e incluso en los koljoses, incluido el período posterior a la destrucción de su organización en tanto tal, una permanencia que atestiguaron los descubrimientos de Merle Fainsoden en los archivos de Smolensk141, y que confirman hoy los hallazgos hechos en los papeles de exilio de Harvard142. Quisiéramos solamente subrayar a modo de conclusión que las almas bellas que buscan hoy hacer creer que el “trotskismo” era una “variante leninista” muy cercana al estalinismo tienen muchas dificultades para explicar hechos que, ahora, pensamos están irrefutablemente establecidos. Creemos, en efecto, poder afirmar: 1) que los trotskistas fueron, entre 1928 y 1940, los únicos adversarios consecuentes del estalinismo con apoyo popular, 2) fueron esos adversarios los que aterraron -y aun después de su exterminación- a Stalin y los suyos, 3) contra ellos fue necesario emplear los métodos más radicales, la “solución final”, para poder liquidarlos. Si los trotskistas hubieran sido sectarios sin esperanzas, doctrinarios realmente desligados de la vida política y de la masa de la población soviética, sería en efecto imposible comprender, por ejemplo, por qué Stalin lanzó toda la represión de masas desde fines de los años ‘30 -los procesos de Moscú, la gran purga- bajo el signo de la lucha contra todos los que estaban comprometidos en el bloque de 1932 entre las diversas oposiciones del Partido y los trotskistas. Krustchev, quien, como buen cómplice, guardó cuidadosamente el secreto, ¿no dio involuntariamente la clave de la respuesta a esta cuestión revelando la existencia del famoso telegrama de septiembre de 1936 en el cual Stalin acusaba a la GPU de tener cuatro años de retraso? Del mismo modo, sería absolutamente imposible comprender por qué fue que Stalin inventó el sistema de los “campos de concentración” para los bolcheviques leninistas, encargados de suplir las prisiones atestadas. ¿Y por qué, cuando las prisiones y los campos estuvieron superpoblados por cientos de miles de nuevos detenidos, fue a los trotskistas a los que el régimen decidió separar de los otros, creando para ellos esos campos y prisiones especiales que los aislaban -a ellos y sólo a ellos- de la masa de detenidos a los cuales eran, evidentemente, los únicos capaces de darles explicaciones y motivos para combatir? Los historiadores, aun los no estalinistas, hasta los antiestalinistas, de conjunto han dado sobre los años ‘30 una explicación en el fondo paralela a la que nosotros criticamos aquí y en última instancia cercana a la que era evidentemente necesaria para el régimen estalinista. Negar la existencia de un bloque de oposiciones, negar, como algunos lo han hecho, la existencia misma de grupos comunistas de oposición, no ver una realidad en la cual los trotskistas eran solicitados por todas las otras oposiciones comunistas para entrar en un “bloque” con ellos, ¿no era ésta una forma particular de contribuir al aislamiento de los trotskistas, de minimizar su rol? A su regreso de la Unión Soviética, en 1936, Víctor Serge critica vivamente el análisis de la prensa soviética hecho por Trotsky en la cual este último creía poder evaluar en decenas de miles el número de sus partidarios -desorganizados- golpeados 141 Los archivos de Smolensk, del Partido como de la GPU, cayeron en 1941 en las manos de la Wehrmacht en su ofensiva-relámpago. Debieron caer en 1945 en manos del ejército norteamericano. Un condensado de los documentos que contienen fue publicado en la obra de Merle Fainsod, Smolensk Under Soviet Rule. 142 Entre los irreductibles que han sobrevivido a Stalin, aparte de María M. Joffé misma, se puede mencionar al “profesor rojo” N. Palatnikov y al antiguo redactor de Trud, D. Verjblovsky, ambos corresponsales de Trotsky en el exilio, a quienes el alemán Claudius volvió a encontrar en Vorkuta luego de 1953. Entre los capituladores que finalmente han salvado su existencia, se puede mencionar a dos: Boris S. Livshitz (18961949), antiguo profesor rojo, que capituló luego de I. N. Smirnov y retomó junto a él una actividad clandestina que le valió un nuevo arresto en diciembre de 1932. Ignoramos la fecha en la que fue liberado: fue corresponsal de guerra durante la Segunda Guerra Mundial. Sobre Sergei I. Kavtaradzé, cf. n. 35. Fue arrestado en enero de 1930 y durante algún tiempo estuvo detenido en Verjneuralsk. Fue liberado sin “declaración” previa en 1932, rehabilitado en 1940 y devino inmediatamente vice-comisario del Pueblo en Relaciones Exteriores. Lev Z. Kopelev (nacido en 1912) cuenta en su relato autobiográfico, No Jail for Thought, que durante algunas semanas en 1929 había pertenecido a la Oposición de Izquierda clandestina en Jarkov y, por esa razón, estuvo algunos días en prisión en la primavera de ese año: este episodio debía continuarlo algunos años más tarde, especialmente en el curso de su “affaire” al finalizar la guerra. En la obra aquí abajo mencionada, Kopelev indica al pasar que en 1929 la ligazón entre el “centro” trotskista de Moscú y los “bolcheviques-leninistas” de Jarkov estaba garantizada por alguien con el seudónimo de “Volodia”, Kazakievitch, en ese momento estudiante del Instituto de construcción de máquinas de Jarkov. Emmanuil G. Kazakievitch (1913-1962), conocido como escritor judío antes de imponerse como escritor ruso, obtuvo dos veces el premio Stalin de literatura. Entró al partido en 1944. El Cuaderno Azul, uno de sus últimos libros, escrito luego de la muerte de Stalin, incluía alusiones favorables a la Oposición. Kopelev escribe que el episodio de la actividad oposicionista de Kazakievitch probablemente no fue conocido más que por sus amigos cercanos; en efecto, no parece haber sido arrestado nunca. Otro sobreviviente, I. K. Dachkovsky, se pronunció en 1967 sobre Trotsky en una carta a la Pravda reproducida en samizdat, Polititchesky Dnevnik 1964-1970, pp. 258-560.


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por la represión que comenzaba a gran escala. La opinión mundial, entre 1936 y 1938, fue golpeada por un número elevado de viejos bolcheviques que “confesaban” bajo el látigo del fiscal Vychinsky, renegaban ellos mismos y cubrían a Trotsky de las injurias rituales. Un análisis más minucioso hace aparecer, no obstante, que incluso un I. N. Smirnov, quebrado por meses de interrogatorios, encontró la manera de escapar a las tretas del procurador y dar respuestas que eran en realidad una condena de las tesis de la acusación y una defensa del mismo Trotsky143. ¿Pero qué significa que no se haya pensado en nombrar, al lado de los que “confesaron” a los que no “confesaron”? El silencio final de los Lominadzé, de los Sten y de los Riutin, de los Preobrajensky, Smilga, Mdivani y aún de un Sosnovsky, ¿no es tan elocuente como el de los “bolcheviques-leninistas” auténticos? ¿Cuántos de estos “capituladores” murieron sin dar a Stalin la “confesión” que intentó extraerles por todos los medios de extorsión -haciendo a la vez a Trotsky el supremo homenaje de rechazar la última capitulación-? Los trotskistas, a quienes algunos quieren presentar como “aislados” a cualquier precio, ¿no están, para la historia, ligados a esas decenas de miles de bolcheviques que, como ellos, prefirieron la muerte a la confesión, deshonrosa para ellos mismos y para la causa que servían? A partir de ahora, la cuestión nos parece comprensible. Los documentos que, hasta el presente, han dormido en la parte cerrada de los archivos de Trotsky, al menos desde su aparición a la luz del día, han tenido el mérito de barrer todas las interpretaciones de la historia soviética que hacen de ella un compartimiento cerrado de la historia universal, regida por sus propias leyes, escapando a las leyes generales de la historia de las sociedades, y de la lucha de clases en particular. Igualmente tienen el mérito de reubicar la historia soviética en su contexto internacional, la historia mundial del siglo XX, y darle a la victoria hitleriana de comienzos de 1933, en relación a la URSS, la misma significación que se le reconocía hasta hoy en relación a la historia mundial. Los documentos que siguen y que fue necesario, no sin inconvenientes, seleccionar entre tantos otros tan ricos, son testimonios de una extraña cualidad humana, pero también una reflexión a la vez única y preciosa sobre los problemas de una sociedad en transición hacia el socialismo, que justificaría una publicación más exhaustiva. Permítannos, para terminar, mencionar las reflexiones que nos inspiran las observaciones de María M. Joffé en relación a su compañero de presidio Andrei Konstantinov, llamado Kostia. Escribe: “Las personas devienen héroes en los momentos de tensión particular, pero Kostia era siempre así, hiciere lo que hiciera, muy simple, muy natural. […] Sus palabras y sus actos eran parte integrante de él mismo y no hubieran podido ser diferentes; era simplemente él mismo […]. La vida de Kostia se fundía con su objetivo. Él no lo abandonaría nunca”144. Nos ha parecido, en efecto, al término de este trabajo, que la más sangrienta utopía que puede atribuírsele a Stalin es la de haber creído que se podía eliminar a todos los Kostia de la faz de la tierra. Mientras que es la humanidad misma, en el curso de su combate para dirigir su propio destino, la que produce los Kostia de todos los países.

143 En una carta a Trotsky, la secretaria de la Comisión Dewey, Suzanne La Follette, revela que I. N. Smirnov, en su última declaración durante su proceso, destruyó la estructura misma de la acusación proclamando que Trotsky era un enemigo porque consideraba al Estado soviético como un Estado fascista -lo que evidentemente dejaba entender que Trotsky no era un aliado del fascismo, como lo pretendía la acusación-. (S. La Follette a Trotsky, 3 de septiembre de 1937, Biblioteca de la Universidad de Harvard, 2611). 144 Joffé M. M., op. cit., pp. 90 y 94.


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Colonia de deportados bolcheviques-leninistas de Rubtsovsk

De izquierda a derecha, en la primera fila: G. Sidorova, A. Vinokurov En segunda fila: K. Voskressenskaya, M. Abramskaya, G. Mijelevitch, D. Dubinbaum, V. Sidorov Parados: Dingelstedt, A. Abramsky, Ch. Nazarietian, J. Voskressensky, G. Antokolsky.

Colonia de deportados bolcheviques-leninistas de Kansk (Siberia)

De izquierda a derecha: En primera fila: Ichtchenko, Roitman, Matitoichvili, Sirota En segunda fila: Kievlenko y su hijo En tercera fila: Berkovitch, Sujolev, la esposa de Kievlenko, Katia Syraf (la esposa de Solomin), Dika Znamenskaya (la esposa de Pevzner) Parados: Pevzner, Solomin, Bravo, Effetov.


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Lev Sosnovsky y su esposa

Igor M. Poznansky


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De izquierda a derecha

Sentados en primera fila: Ichtchenko, Smirnov, Trotsky, Smilga, Alsky. Parados: Valentinov, Man Nevelson, Rafail, desconocido, V. Elzin, Maliuta

Christian G. Rakovsky en el centro acompa単ado por familiares

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Dossier El peligro del bonapartismo y el rol de la Oposición León Trotsky 21 de octubre de 1928 Nota: Carta circular. El plenario al que Trotsky se refiere no se realizó hasta noviembre. Este es el primer comentario y análisis de Trotsky sobre la reunión que había tenido Bujarin con Kamenev el 11 de julio para instar a un acercamiento con la Oposición contra Stalin (ver Apéndice de este volumen). De acuerdo con Isaac Deutscher (El profeta desarmado), Kamenev se reunió con algunos trotskistas de Moscú el 22 de septiembre. Probablemente fue en esa oportunidad que les mostró a los trotskistas su registro de la conversación del 11 de julio con Bujarin e instó a Trotsky a hacer una declaración ofreciendo la reconciliación con Stalin sobre la base de luchar contra la derecha. Los trotskistas de Moscú probablemente enviaron el registro de la reunión Kamenev-Bujarin y un informe de su reunión con Kamenev a Trotsky, quien lo recibió unas semanas más tarde. Esta carta del 21 de octubre es la primera referencia de Trotsky a la reunión de Kamenev con los trotskistas de Moscú. Mikhail Kalinin y Kliment Voroshilov (“Klim”) eran miembros plenos del Politburó. Kalinin era un conocido bujarinista; Voroshilov, comisario de Guerra, era partidario de Stalin, pero los bujarinistas lo consideraban un partidario potencial por el malestar en el ejército campesino. Ambos, sin embargo, se alinearon firmemente con Stalin en el pleno de julio. A medida que Bujarin quedaba aislado en la dirección, Molotov emergía como el principal vocero y “teórico” de Stalin. Lev Mekhlis era uno de los secretarios personales de Stalin. “Kolya Balabolkin”era un nombre burlón que se usaba para Bujarin. Kolya es la abreviatura de Nikolai. Balabolkin es un apellido inventado, surgido de la palabra rusa balabolka (charlatán, bocón, alguien que habla en exceso y con liviandad). Trotsky parece haber empezado a usar este nombre para Bujarin después de leer el informe de su conversación con Kamenev el 11 de julio. El 30 de septiembre de 1928 el Pravda publicó un artículo muy importante de Bujarin. “Notas de un economista”, que era un ataque a las industrializaciones y el plan quinquenal y un ataque al grupo de Stalin bajo la apariencia de “superindustrializadores trotskistas”. Este fuerte ataque lleva a Trotsky a analizar el antagonismo entre la derecha y el centro y su importancia para la Oposición, y para explicar las presiones que podrían obligar a los centristas a conformar un bloque con la Oposición de Izquierda, contrastando su perspectiva a la de los conciliadores. También especula sobre la fortaleza del ala derecha y sobre las formas del Thermidor y el bonapartismo. Semyon Budeny, un estalinista, era una figura militar dirigente. Andrei Bubnov, un viejo bolchevique y miembro del Comité Central, había estado a la cabeza de la Dirección Política del Ejército Rojo desde 1924, cuando había reemplazado al entonces oposicionista Antonov-Ovseenko. Aquí Trotsky plantea la exigencia del voto secreto como una medida que los trabajadores, intimidados por las prácticas arbitrarias del aparato, verían como un medio para defenderse. Carta-circular (T 3146), dirigida a Ilya Rosengaus, traducida del ruso con el permiso de la Houghton Library, Oeuvres II, segunda serie, agosto 1928/febrero 1929, p. 312-328. Traducida para Cuadernos por Rossana Cortez. Y cotejada con la versión inglesa de The Challenge of the Left Opposition (1928-1929) editado por Pathfinder Press, New York, 1981. Extraida de The Militant, 1 de febrero de 1929. Revisado con la versión rusa original en la Biblioteca de Historia Social. Queridos camaradas: Les escribo antes del Plenario de octubre, en todo caso antes que llegue información sobre este tema a AlmaAta. No tengo nada nuevo que contarles. Solamente quiero recordarles lo que ya se dijo y dar criterios para el análisis de este Plenario inminente. Se cuenta que Zinoviev asegura que Stalin ha triunfado en julio. Desde el punto de vista político, esto es absurdo. El centrismo se debilitó políticamente por este compromiso. Las alas derecha e izquierda tomaron


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simplemente ímpetus renovados. Pero el desarrollo del aparato tiene su lógica propia, que hasta el momento, no ha coincidido con los desplazamientos generales del poder en el partido, y en la clase obrera, y que incluso, con frecuencia, va en sentido contrario. Al abandonar su política, Stalin ha dividido a los derechistas. Ha “separado” de ellos, al menos por el momento, a Kalinin y a Voroshilov, que están totalmente a favor de los nuevos propietarios y a favor del “orden”, pero que actualmente, tienen un miedo terrible de quedar cabeza a cabeza con Rykov, Bujarin y Tomsky, de hecho, los “jefes”. La situación de los derechistas en el aparato es bastante mala. Después de haber retrocedido políticamente y haberse asegurado su mayoría, Stalin ataca en el terreno de la organización. Basta decir que la candidatura de Molotov en el puesto de presidente de hecho de la Internacional Comunista (en lugar de Bujarin) ya se considera como segura. Sí, antes bromeábamos cuando decíamos que Stalin instalaría a Mekhlis en el puesto de presidente de la I.C. La broma no está lejos de la realidad. Kaganovich1 reemplazó a Uglanov, quien ya tiene una historia en la Comisión Central de Control, por haber incitado a las juventudes comunistas contra Stalin. Se puede juzgar la situación real de los derechistas por lo que se cuenta en Moscú sobre Bujarin que corre clandestinamente a lo de Kamenev por la escalera de servicio y que le promete “liberarlo” de Stalin y Molotov para reemplazarlos por Zinoviev y Kamenev. Kamenev aceptaría gustosamente, por supuesto, pero entiende que las promesas políticas de Bujarin no valen más que sus pronósticos económicos. Si la situación fuera buena, el jefe de la Internacional Comunista, el omnipotente Balabolkin no se pondría a correr detrás de los expulsados de ayer, mientras se da vuelta nerviosamente hacia su sombra2. ¿Cuál es el razonamiento de Stalin? No es difícil adivinarlo: “Si salgo de mis dificultades por medidas centristas, denunciaré a los derechistas como capituladores aterrorizados y los haré bajar una posición en el aparato. Si, por el contrario, la situación se agrava, yo mismo iré a la derecha, es decir que desarmaré a la fracción derechista, luego de haberla despojado políticamente. Diré que han inventado los desacuerdos, que tratan de dividir al partido y... los pondré una posición más abajo. Si las medidas de derecha no dan resultados, haré recaer la responsabilidad del fracaso en los aliados de derecha, los patearé vigorosamente e intentaré nuevamente un curso a izquierda, aflojándole un poco la cuerda a Zinoviev y Kamenev que esperan ponerse firmes, como corderos degollados y que no se atreven a marchar con Balabolkin... y entonces veremos”. Este es el plan de Stalin. Su fuerza está en el aparato. Su debilidad mortal es que no tiene en cuenta a los que son sus jefes, es decir, a las clases. Pero, mientras las clases estén calladas, el plan de Stalin funcionará. Si bien las grandes líneas del plan de Stalin para nosotros son visibles de lejos, lo son más aún para los derechistas. Por eso ellos también están tan preocupados: no quieren dejarse liquidar de a poco. Pero, al tener que actuar abiertamente, tienen mucho miedo de que Stalin los elimine de un golpe. El método de Stalin se mostró más claramente durante el Congreso. La cantidad de horas que Bujarin habló fue inversamente proporcional a su influencia, que bajaba día a día. En primer lugar, la política de la derecha en la URSS irrita a los burócratas de los partidos extranjeros por el hecho de la radicalización de las masas y de la presión de la Oposición. En segundo lugar, el aparato está en manos de Stalin y, en la I.C., la religión del aparato no está menos viva que en el partido ruso. Durante el Congreso, Stalin, que estuvo ausente, ganó sobre Bujarin a los nueve décimos de los burócratas reunidos. Stalin no tenía necesidad de estar allí. No tenía nada que decir. Este era el mecanismo impersonal del poder que trabajaba para él. Está claro que los derechistas, lo quieran o no, están obligados a meterse en el agua fría –es decir que deben tratar de llevar su combate contra Stalin por fuera del aparato. Esto es lo que explica la aparición del artículo de Bujarin “Notas de un economista”3. Esta es la valentía de la desesperanza. Es posible que Rykov y Tomsky lo hayan enviado como explorador. Este artículo no solamente es un documento con impotencia teórica, sino también con un profundo desasosiego político. Esta iniciativa sólo le ha hecho mal a los derechistas. Una verdadera “derecha” decidida a llevar adelante la lucha más allá de los alambres del gallinero burocrático, tendría que haber gritado: “Nuevos propietarios, únanse, si no los socialistas van a robarles...” Ya habían lanzado llamados semejantes en la lucha contra la Oposición, pero tenían un carácter cobarde y equivocado. Sin embargo, para oponerse seriamente 1 Kaganovich había sido llamado de Ucrania para tomar el lugar de Uglanov en Moscú. 2 No solamente Trotsky había informado de los encuentros “secretos” entre Kamenev y Bujarin de los que hablaba en su correspondencia sin temor de develarlos, sino tenía en sus manos las notas tomadas en esa entrevista. Uno puede preguntarse si Bujarin, ubicado en el centro de la crisis, en ese momento preciso, no siente el asedio mortal del aparato policíaco mejor que Trotsky. 3 “Zametki ekonomista” (Notas de un economista), Pravda, 30 de septiembre de 1928, era una crítica de los índices de industrialización y de los métodos adoptados bajo la presión de Stalin, lo que Bujarin resumía hablando de la construcción de “la casa de hoy con los ladrillos de mañana”.


| Dossier | 1928-1929: El peligro del bonapartismo y el rol de la Oposición |

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al centro, los derechistas tendrían que haber chillado de verdad, con todas sus fuerzas, como las Centurias Negras, como los termidorianos. Pero a Bujarin todavía le falta estómago para eso. Metió un dedo en el agua fría, pero tiene miedo de sumergirse en ella. Se queda en el borde y tiembla ante su propia valentía. Mientras tanto, Rykov y Tomsky esperan a una distancia prudencial para ver lo que va a pasar, para estar listos a esconderse en los matorrales en cualquier momento. Esta es la disposición de los principales actores en la escena burocrática. Podrán decir que esto, en el fondo, no tiene ninguna importancia. Sería falso. Naturalmente, si las clases se expresaran en voz alta y si el proletariado pasara a la ofensiva política, la disposición de estos actores del aparato perdería los nueve décimos de su importancia; de hecho cambiarían de posición radicalmente, yendo en un sentido o en otro. Pero atravesamos una época –no finalizada aún- de omnipotencia del aparato mientras que, en el país, se acentúa la dualidad de poder. Stalin, Rykov y Bujarin son el gobierno. Ahora bien, el gobierno no tiene un rol sin importancia. Por lo tanto, es necesario estudiar la disposición de los actores burocráticos desde el punto de vista de las clases y no del aparato. ¿Cómo puede materializarse “de verdad” el peligro de derecha? Esta es una pregunta muy importante. Lo esencial es que la derecha tiene su base propia fuera del partido. La derecha es más débil que los centristas en el aparato, pero contrariamente a ellos, tiene una base sólida en el país ¿Cómo puede la fuerza del peligro de derecha realizarse prácticamente? Dicho de otro modo ¿cómo pueden llegar al poder los nuevos propietarios? Lo que tranquiliza a primera vista, es que los partidos políticos de las clases poseedoras fueron totalmente destruidos, que los nuevos propietarios están atomizados políticamente, que la derecha, dentro del partido, por temor al núcleo proletario, y todavía frenada por el pasado, no puede decidirse a apoyarse totalmente en los nuevos propietarios. Estas son las ventajas legadas por el pasado, pero no son garantías en absoluto. La suma de las condiciones necesarias para el Termidor puede realizarse en un plazo relativamente breve. Varias veces tuvimos que llamar la atención sobre el hecho de que la contrarrevolución burguesa victoriosa debe revestir la forma del fascismo o del bonapartismo, pero de ninguna manera la de la democracia burguesa con la que sueñan los descerebrados mencheviques. Hasta ahora, Kamenev no lo ha entendido. Durante su última conversación con nuestros camaradas4, él describía la situación del país como si, dentro de un tiempo, Kerensky5 debería estar a las puertas del poder. En absoluto. Si se quiere nombrar a Kerensky, es más correcto decir que en la actualidad, bajo el régimen de la derecha y el centro, el país atraviesa una fase de “kerenskismo a contrapelo”. La función del período histórico de Kerensky consistió en que, tras de sí, el poder pasaba de la burguesía al proletariado. El rol histórico del período estaliniano consiste en que, tras de sí, el poder está por pasar del proletariado a la burguesía. La dirección post leninista muestra la película de Octubre al revés: el estalinismo es un kerenskismo que va de izquierda a derecha. En un país conmocionado por una gran revolución, un orden burgués no podría tomar una forma democrática. Para triunfar y para defender su victoria, la burguesía tendría necesidad de una concentración superior, puramente militar del poder, que se eleve “por encima de las clases”, pero que tenga al kulak como punto de apoyo inmediato. ¡Helo aquí, el bonapartismo! Termidor no es más que una etapa en el camino del bonapartismo. Esta etapa no debe realizarse obligatoriamente hasta el final. La contrarrevolución, como la revolución, muy bien puede saltar un escalón u otro. En un golpe de estado termidoriano y más aún bonapartista, el ejército juega un rol, considerable en el primer caso, y decisivo en el segundo. Bajo este ángulo, es necesario examinar con la mayor atención los procesos que se desarrollan en el ejército. No olvidemos que, en su informe de junio a la conferencia de militantes de Moscú, el “jefe” de la derecha, refiriéndose a su amigo Klim, decía: “Si todavía recurren a medidas extraordinarias, el ejército responderá con una insurrección”. Esta es una afirmación muy significativa –mitad predicción y mitad amenaza- que dice mucho. Por cierto, puede ser tres cuartos amenaza. Pero ¿quién profiere esta amenaza? Los nuevos propietarios por medio del aparato de mando del ejército. El aparato del ejército por medio de Klim. El primer candidato al papel de Bonaparte, si se puede decir, es Klim. Sería muy inocente objetar que haría un Bonaparte tan insignificante. Existieron Bonapartes de diferentes calibres: no solamente Napoleón I sino también Napoleón III, personaje más bien insulso6. Cuando las clases poseedoras tienen necesidad de ellos, hacen –utilizando una frase de Stalin“príncipes de barro”. Sí, estos acontecimientos pueden volverse de tal manera que Klim (uno de los Klim) se presente como “príncipe”. Seguramente sería un Bonaparte de tercer orden, lo que no le impediría destruir la 4 Trotsky revela aquí a sus camaradas los contactos entre Kamenev y dos bolcheviques leninistas de Moscú, que se cruzaron a la salida de dos reuniones de fracciones simultáneas. 5 Aleksandr Kerensky (1881-1970) había sido el último jefe del Gobierno Provisional, derrocado por los bolcheviques en octubre de 1917. 6 Napoleón I (1769-1821) fue el conquistador de Europa, Napoleón III (1808-1873) fue apodado “Napoleón el pequeño” por Victor Hugo.


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revolución. Sí, se dice que Klim pasó de la derecha al centro-derecha y que apoya al “Jefe”. Pero estos acuerdos de cúpulas se hacen y se deshacen en 24 horas por efecto de las fuerzas externas. Además, no será forzosamente Klim. Si no es él, será Budienny. No faltarán Bonapartes. El “Jefe” ha dicho: “Estos cuadros sólo podrán ser destituidos por una guerra civil”7. Klim agrega: “Si ustedes, los obreros, arman mucho escándalo, recuerden que detrás de mí tengo una fuerza poderosa”. Estas dos declaraciones son elementos de bonapartismo. En el primer caso, el aparato del Estado y del partido es el que habla y se ubica por encima de todo, incluso por encima del ejército. En el segundo caso, es el aparato militar el que habla, y mañana puede tener ganas de “poner a los civiles en su lugar”. Una victoria sin derramamiento de sangre del aparato centrista del partido sobre la derecha no haría desaparecer la perspectiva termidoriana bonapartista, no haría más que modificarla y retrasarla. Una victoria independiente de los centristas –sin la Oposición, sin las masas- no puede lograrse sin una creciente represión, un estrechamiento de las bases de masas del centrismo a través de una fusión de la fracción centrista con el aparato gubernamental de represión, en definitiva, con el aparato de mando del ejército, en donde ya hace mucho tiempo que se liquidó todo punto de vista del partido, porque nadie puede expresar otras opiniones que aquellas que Bubnov recibió la orden de difundir. ¿El resultado de esta fusión será que el “Jefe” montará el caballo blanco, o que rodará bajo los pies del caballo de Klim? Desde el punto de vista de clase, esta es una pregunta sin importancia. Así, llegamos a la conclusión de que una “victoria” de la derecha llevaría directamente a la vía termidoriana bonapartista, mientras que la victoria de los centristas nos llevaría en zigzag ¿Hay una verdadera diferencia? En última instancia históricamente, no la hay. El centrismo no representa más que una variante conciliadora, en este caso hacia los nuevos propietarios, hacia la sociedad burguesa que se esfuerza por renacer. Pero esto no es más que en última instancia. En la etapa actual, los centristas reflejan mucho más las amplias capas de los que “ascendieron” de las filas de la clase obrera, mientras que las raíces de los derechistas se hunden ante todo en los nuevos propietarios, sobre todo en los campesinos propietarios. Ignorar la lucha que ellos libran sería un gran error. Un error del tipo de los Centralistas Democráticos de deformar las diferencias políticas, de ignorar la lucha entre los dos elementos. Los centristas no quieren romper abiertamente con los obreros. Les tienen mucho más miedo que los derechistas, que no quieren ofender a los propietarios. Por embrollados que sean los asuntos del partido, por complejos que sean los matices que aporten al cuadro las dificultades entre personalidades (Stalin, Bujarin, Rykov, Tomsky), es precisamente en esta relación entre las capas superiores de la clase obrera y los grupos de nuevos propietarios en donde se encuentra la base de los reagrupamientos del aparato. Debemos distinguirlos para seguir las etapas de su lucha, comprender su significado y sus límites. Esta lucha no tiene gran significación en sí misma sino que rompe las barreras burocráticas de protección, aclara lo que esconde, empuja a las masas a pensar y a ampliar el campo de su intervención activa. El Plenario de julio fue un momento importante de la retirada de los centristas. Pero sería estúpido creer que fue la última etapa de la lucha, que los centristas han capitulado definitivamente y que a partir de ahora la derecha va a gozar el monopolio. No, por la presión de las contradicciones, la lucha va a estallar con fuerza renovada y no tendrá un rol menor en la historia de la revolución y del partido. Sin embargo, para nada se deriva de esto que los centristas, en su lucha contra la derecha, van a buscar apoyarse en la Oposición. Ni en los tránsfugas de la Oposición, ni en la propia Oposición. Los centristas le temen más a la Oposición que a la derecha. Los centristas combaten a la derecha, le roban su programa (como Balabolkin que protesta en todas las direcciones, tanto a derecha como a izquierda). Decir que un bloque con tal o cual fracción de los actuales centristas es siempre imposible, sean cuales fueran las condiciones, sería de un doctrinarismo ridículo. Muchos de los centristas actuales irán a izquierda. Si nos hubieran dicho en 1924 que haríamos un bloque con los zinovievistas, no lo habríamos creído. Pero ocurrió que la lucha de los centristas de Leningrado contra los ataques del kulak los llevó a hacer bloque con nosotros y a adoptar nuestra plataforma. Tales zigzag tampoco están excluidos por parte de los centristas dirigentes de hoy, si la presión de la clase los obliga a romper abierta y claramente con los derechistas, y si los acontecimientos los acogotan, tales posibilidades históricas no están excluidas. Puede ser un camino que lleve al desarrollo ulterior y a la consolidación de la línea bolchevique, como lo ha sido el bloque con los zinovievistas. Pero habría que haber perdido la cabeza completamente para orientarse en un bloque con los actuales centristas, tal como están en el presente, en lugar de oponer sistemáticamente de manera irreductible y sin piedad, el núcleo proletario del partido a los centristas. 7 Stalin hizo esta afirmación en el Plenario de agosto de 1927, refiriéndose a la burocracia. Trotsky en su testimonio a la Comisión Dewey la utiliza para mostrar el carácter bonapartista del régimen estalinista. Ver en El Caso León Trotsky, sesión IV; VIII y X.[Nota de Ed.]


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A largo plazo, los desacuerdos entre la aplastante mayoría de la Oposición y la pequeña minoría de sus filas que “sueña” que se estaría tan bien si se hiciera un bloque con los centristas y si se ahorraran los sacudones y los peligros que amenazan al partido y al Estado, se reducen a estas dos tendencias. Por desgracia, la rica experiencia del pasado muestra que este camino, supuestamente económico, costaría más caro que todo y los que quieren incitarnos a esto, se deslizan hacia el centrismo. No se puede utilizar la pelea del aparato burocrático de los centristas con la derecha como punto de partida de una reforma radical del partido, que sólo es posible con una intervención decisiva de las masas. Esta intervención de las masas, sólo puede organizarla la Oposición de manera verdaderamente bolchevique, porque ella es independiente tanto de la derecha como del centro y que, por esta independencia, puede aprovechar sistemáticamente todas las etapas de la lucha que ellos libran. Algunas palabras acerca de las opiniones y los consejos de nuestro nuevo amigo Kamenev, durante la conversación ya mencionada. Kamenev, vean, ha descubierto que “L.D. debería hacer un documento en el que dijese: ‘Apelen a nosotros, trabajaremos juntos’. Pero L.D. es un hombre obstinado”, etc. Kamenev, sin embargo, no es ingenuo y por supuesto no cree en lo que dice. Sabe muy bien que una declaración de este tipo no mejoraría la situación de la Oposición desde el punto de vista jurídico, sino que le daría solamente un golpe político al bajarla al nivel de los zinovievistas. Estos últimos obtuvieron una semi amnistía despreciable que los condena a la muerte política, hagan lo que hagan, y esto sólo porque han roto con nosotros. Kamenev lo sabe muy bien. Sus conversaciones y su flirteo sólo tienen como objetivo darle miedo a Stalin que trata con demasiado desprecio a sus futuros aliados. Kamenev quiere hacer subir su propio precio, de manera de poder traicionarnos una vez más, esta vez en condiciones más favorables. A fin de cuentas, solamente los perfectos idiotas pueden dejarse atrapar por sus encantos. Sobre este tema, no habrá dos opiniones entre nosotros. Lo que es muy interesante, son los lamentos de Kamenev con respecto a la cantidad y la aspereza de mis ataques contra su capitulación. “Es necesario que trabajemos juntos”, “Que el que hable del pasado se corte la lengua”, “Qué pena que haya habido una ruptura”, “La vida ha confirmado todas las tesis de la Oposición”. Kamenev tiene una linda voz. Que cante sin temor a Yaroslavsky, demuestra el relajamiento de la influencia del aparato y el aumento de las posibilidades de la Oposición. Esto, nosotros lo inscribimos en su activo. Pero sólo hay que sacar una conclusión: nos hace falta golpear dos veces, tres veces, diez veces más fuerte a los capituladores. La cuestión de la intervención de las masas en este conflicto (interburocrático) es, ante todo, una cuestión de movilización de la clase obrera sobre todas las cuestiones de su vida interna y externa, empezando por las más simples y las más urgentes. Sucede que en algunas cartas encontramos el argumento de que no tendríamos plataforma sobre la “cuestión obrera”. ¿Qué quiere decir esto exactamente? ¿Que nuestra plataforma ha envejecido? La parte “obrera” de nuestra plataforma ha sido elaborada lo más concretamente y con el mayor detalle. Tengo miedo de que simplemente se haya olvidado su aplicación. Parece que muchos camaradas han olvidado esta plataforma. No la aplican y no buscan en ella indicaciones, y por eso reclaman nuevos documentos. Es necesario restablecer la continuidad: cada intervención hecha por un bolchevique-leninista debe derivarse de la plataforma, en la medida de lo posible, y basarse en una cita precisa, relacionada con la situación dada. Las tesis, sobre cualquier cuestión, importante o menor, a la orden del día, deberán empezar con una cita de la plataforma. Este documento se basa en una amplia experiencia colectiva; por otra parte, todas las formulaciones fueron elaboradas y discutidas ampliamente. La aplicación de la plataforma a todas las cuestiones tendrá una inmensa influencia desde el punto de vista de la disciplina en nuestras filas, sobre todo entre los jóvenes. Es evidente que es posible que haya lagunas en la plataforma, tesis perimidas, incluso errores de detalle que demandarán modificaciones, enmiendas o aditivos. Pero es necesario formular con claridad y precisión las enmiendas y aditivos sobre la base de la propia plataforma. La aplicación de la plataforma en cada etapa dada y a cada cuestión concreta como, por ejemplo, la campaña por las convenciones colectivas, siempre presentará dificultades propias, que no pueden resolverse más que con la intervención de nuestros camaradas en el lugar, en las fábricas y oficios. Nuestra idea directriz esencial, el criterio determinante en este terreno, debe ser el aumento de los salarios reales. En cuanto a su amplitud, hay que negociar con los administradores de las empresas en cuestión, con los organismos soviéticos, con las organizaciones del partido y los sindicatos. Como indica la resolución del XI Congreso del partido, la huelga es un medio extremo, pero no es ni ilícita ni antisoviética, ni dirigida contra el partido. Tomar parte en una huelga, incluso dirigirla, puede ser un deber para un bolchevique-leninista, si se han intentado todos los otros medios


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para obtener las legítimas reivindicaciones de las masas, es decir, efectivamente realizables. El grado de las posibilidades de su realización puede estar determinado, como acabamos de decir, por negociaciones en el curso de las cuales los representantes de los obreros escuchen todas las explicaciones y examinen con seriedad los libros de contabilidad. Entonces ¿quién debe llevar adelante las negociaciones? Esto depende del grado de descontento de las masas y del vigor de su presión. En circunstancias favorables, los bolcheviques-leninistas podrán reivindicar la elección de comisiones especiales, delegaciones, etc. para dirigir las negociaciones con la administración sindical regional o con el comité provincial del soviet o del partido, para tomar contacto con la redacción de los periódicos y de las instituciones más elevadas, con informes de todo lo que se habla en estas entrevistas y un informe completo en asamblea general de todos los obreros. El estado de ánimo de los obreros exige de nosotros la mayor determinación y la mayor actividad. Nosotros somos los únicos que podemos suprimir el descontento dirigiéndolo hacia los canales correctos del soviet y el partido. La actual pasividad de las masas, resultado de causas múltiples, expresa una vacilación y una indecisión en las propias masas en un momento en que muchos de los antiguos métodos las han decepcionado pero todavía no han encontrado nuevos métodos. No nos quedaremos por mucho tiempo en esta encrucijada. Debe producirse una nueva cristalización en el seno de las masas y en ciertas condiciones, puede hacerse a una velocidad vertiginosa. Pero ¿alrededor de qué eje? ¿Burocrático? No se hará alrededor de un eje burocrático. Es imposible. Si no nos convertimos en el eje de esta cristalización, serán los mencheviques, los socialistas-revolucionarios, los anarquistas. Y esto significaría efectivamente que la revolución de Octubre se cae al abismo. Unicamente los bolcheviques-leninistas pueden proteger a la revolución yendo hacia las masas rápidamente y abatiendo, si es necesario, los obstáculos erigidos por los burócratas. Ir a las masas no significa ceder a la espontaneidad, como tienden a hacer los decistas. O bien se van a romper la cabeza con su política aventurerista, lo que sólo será un mal a medias, o bien van a ayudar al enemigo a que le rompa la cabeza a la revolución, lo que sería mucho más grave. La política de los últimos cinco años nuevamente ha creado un estado de ánimo anti soviético en la clase obrera, en parte formulado y en parte no –a saber, una orientación hacia la propiedad privada. Hay que movilizar la actividad de las masas para que la diferenciación se opere en ellas en un sentido de clase. Contra los propósitos antisoviéticos claros, deliberados, malintencionados, es necesario que reaccionemos con más atención y más cuidado que el aparato. A cada nueva explosión de descontento, debemos ser los primeros en identificar a los mencheviques, socialistas-revolucionarios, anarquistas que tratarían de mezclarse con ellos. Contra los intentos de los agentes de la burguesía, podemos y debemos reaccionar apelando directamente a los obreros. Podemos estar seguros de que, a medida en que aumente nuestra actividad y se desarrolle nuestra influencia en el ala izquierda de la clase obrera, los esfuerzos de elementos extraños a nosotros e incluso de nuestros enemigos de clase por adherirse a nosotros e inclusive tomar nuestro programa, van a ser cada vez más frecuentes. Debemos estar alertas y poder desenmascarar estos elementos públicamente si es posible. Nuestros flancos y nuestra retaguardia deben estar delimitados de manera clara, con el fin de que las masas sepan cuándo ellas vengan a nuestro encuentro y cuándo se trata de otros que no somos nosotros. Esto vale sobre todo para los “decistas”. Ustedes recuerdan que, incluso entre nosotros, algunos abordaban esta cuestión desde un punto de vista sentimental (“Buenos chicos, como nosotros”). Algunos incluso se negaban a ver una diferencia en nuestras líneas políticas. Vale la pena destacar que, precisamente, camaradas que ayer nomás proponían una fusión completa con los decistas, hoy están junto a los “conciliadores” y disparan lo más posible contra el “decismo” en nuestras propias filas ¡e incluso califican de “decista” a nuestra propia línea! Aunque sea desagradable perder el tiempo en cuestiones secundarias, tenemos que ocuparnos un poco de estos “decistas”, para poner de relieve el carácter sectario de su política y el aventurerismo que demuestra. Como los “jefes” de los decistas, que hasta el momento se los hemos dejado a ellos mismos –y tuvimos razón- han parloteado hasta nunca acabar, nos han dado armas serias contra ellos. Es con sus propios documentos y sobre todo las cartas de V. M. Smirnov que nos quedaremos con sus mejores elementos. No debemos ignorar incluso la más mínima herida, si no la gangrena puede amenazar a todo el organismo. Captaremos a sus obreros, por un lado, por medio de una política audaz y resuelta en las cuestiones esenciales y por el otro, con una campaña explicativa. Todos los materiales que hemos recibido demuestran que se puede y se debe levantar la consigna de voto secreto en el partido y en los sindicatos. La autocrítica ha degenerado mitad en comedia, mitad en provocación. Todo el mundo se da cuenta de esto. Es necesario, en nuestras consignas de transición y, por decir de alguna manera, “parciales”, dar una expresión a las tendencias de los obreros y, mientras tanto, a su todavía no articulado deseo, de desembarazarse de la presión de arriba: “¿Por qué no has votado en contra? – Si se hubiera hecho por


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voto secreto, habría sido otra cosa.” En todas partes se escucha esto. ¿Las cosas irán hasta el voto secreto o bien las insoportables contradicciones se franquearán saltando etapas? Esta es una cuestión particular. Para el período actual, la consigna del voto secreto en el partido y los sindicatos es vital porque hace resaltar la realidad de la presión burocrática, es decir de hecho, la presión de clase sobre los obreros por intermedio del aparato. La consigna de votación secreta en la etapa actual es la mejor expresión de la lucha que comienza contra la dualidad de poder. La votación pública se instituyó para que el enemigo no pueda votar contra la dictadura del proletariado8. La dualidad de poder en el país hace que los obreros no se atrevan a votar a favor de la dictadura [del proletariado] por miedo a la presión de la burguesía, que es refractada por el aparato. Este es el centro de la cuestión. El apparatchik está en la tribuna y mira lo que votan, o bien la mujer de un obrero que le llama la atención, “Mejor no votar”. En estas condiciones, decir que la votación secreta favorece la pasividad y la indecisión, en verdad, es caer en un doctrinarismo idealista. El que plantea la cuestión de este modo opone la consigna del voto secreto, no a la verdadera situación actual, a la que todavía hay que encontrarle una salida, sino a una situación ideal en la que todos los obreros votan categórica y audazmente según su conciencia. Si se llevara esta tesis hasta su conclusión lógica, sería necesario abandonar la consigna de voto secreto para “desarrollar el coraje y la actividad”, incluso en una sociedad capitalista. En China es posible llamar al héroe obrero al voto público: pero por esto, al día siguiente, le cortarán la cabeza. Por eso la consigna de voto secreto (en todos los escalones) en China puede adquirir una importancia vital como consigna dictada por la relación de fuerzas de las clases. Aunque, en nuestro país, el régimen social sea básicamente diferente, esta base ya está en gran parte cubierta de inmundicias. Es falso pretender que el carácter actual de nuestras elecciones y de nuestros escrutinios esté determinado únicamente por el grado de coraje y de resolución del obrero. No, en gran medida, está determinado por el cambio de la relación de fuerzas de las clases. Esta evolución encuentra su expresión objetiva en el aparato de gobierno y el conjunto de su mecanismo. No por nada Stalin ha dicho: “A los cuadros sólo los podremos eliminar con una guerra civil”. Ciertamente, hay en esta frase una buena dosis de fanfarronería y de intimidación burocrática. Ante una seria oleada ascendente de la base, el apparatchik se echará atrás, sin ir hasta la guerra civil. De todos modos, tenemos el deber de tratar el camino de las reformas hasta el final, con la fuerte presión de las masas. En la presente etapa, la consigna de voto secreto empuja a las masas, de su pasividad actual, a la actividad. En toda reunión en que se trate la autocrítica, la democracia del partido, etc., los bolcheviques-leninistas pueden y deben decir: “Para que haya autocrítica, hay que terminar con la presión; déjennos votar de acuerdo a nuestras convicciones sin temor de ser despedidos, es decir, con voto secreto. En ese momento, todo el aparato será mantenido a raya”. Hay que empezar por el partido, antes que por los sindicatos. En cuanto a los soviets, en donde diferentes clases participan en las elecciones, habrá que plantear la cuestión en tercer lugar, después de que se haya acumulado la experiencia necesaria. En lo que concierne a las perspectivas generales de la lucha, interna y externa, voy a limitarme a consideraciones muy generales, reservándome volver a esto próximamente, con el objetivo de analizar la cuestión de manera más concreta para cada uno de los principales países, como en parte se hizo para China. Una parte importante de los documentos que enviamos al Congreso está dedicada a poner de relieve el lazo indestructible que existe entre nuestra lucha interna y la lucha internacional. Los teóricos del “decismo” no entienden del todo esta relación, en general no tienen línea para las cuestiones internacionales. Hacen bloques accidentales puramente aventureros con gente que ha roto con el marxismo como Korsch9 y cía. En sus últimas declaraciones, V. M. Smirnov no es más que una caricatura de izquierda de Stalin. Europa conoce actualmente un período de huelgas relativamente animado. En cierto sentido, esta oleada, desde el punto de vista económico, “retrasa”, porque coincide con una situación económica manifiestamente agravada. El retraso de la oleada huelguística ha sido provocado por las pesadas derrotas precedentes, el crecimiento de la influencia de la socialdemocracia y la política burocrática de pasividad de la Internacional Comunista. Una mayor decadencia económica es seguro llevaría la lucha económica al terreno político y favorecería así el movimiento hacia la izquierda de los obreros. El movimiento se hará con un ritmo diferente según cada país. Pero en un plazo breve, una seria agudización de la situación política en varios países europeos no está excluida. Esto depende de la profundidad, de la duración y de la intensidad de la crisis que viene, no solamente en Europa, sino en Estados Unidos. América superará su crisis a expensas de Europa y puede, por su presión sobre algunos países, Alemania en particular, 8 El voto público estaba considerado en 1917 como un factor de movilización para las masas y una medida de intimidación para los enemigos del régimen. 9 Karl Korsch (1886-1961), profesor de filosofía, ultraizquierdista, estaba convencido de la necesidad de un “segundo partido”.


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llevarlos a situaciones revolucionarias. Aquí también se revela la contradicción fundamental a largo plazo entre las tareas de la época y el grado de madurez del partido comunista. El peligro de dejar pasar nuevas situaciones revolucionarias no está descartado para nada, e incluso no ha disminuido. La aventura de Thallman10 no es una casualidad. El régimen actual es la cantera de los “asuntos de Smolensk” en el plano internacional ¡Y son estos señores de Smolensk y de Hamburgo los que nos condenan y nos expulsan! Su trabajo consiste en deshonrar la bandera del comunismo y en destruir la Internacional Comunista. Cuanto más lo hacen, más demostrarán la gigantesca misión de la Oposición en el plano internacional. Hay que tensar toda nuestra energía para que, en la experiencia de la lucha contra el burocratismo, se formen cuadros verdaderamente bolcheviques, crezcan y maduren. En esto consistirá la diferencia entre los próximos cinco años de la Internacional Comunista y los cinco últimos. Fueron necesarios cinco años para exhumar los sótanos burocráticos y llevar a la arena internacional las cuestiones esenciales y los desacuerdos. Esto ya está conquistado. Ninguna fuerza en el mundo puede hacer desaparecer las posiciones opuestas que se han manifestado ahora. Los cuadros revolucionarios de los partidos extranjeros sólo pueden desarrollarse sobre la base de su propia experiencia. A diferencia de lo que hace el Ejecutivo con la Internacional Comunista, nosotros no tenemos la intención de dirigir a la Oposición Internacional de la manera que la dirige el Comité Ejecutivo de la Internacional. Hay que empezar por un intercambio honesto y amplio de experiencias teóricas, una colaboración en el terreno del análisis marxista de los procesos en curso y una elaboración de las consignas de acción. Los primeros pasos serios se dieron durante el VI Congreso. Queda desarrollarlos, extenderlos y profundizarlos. El resultado de nuestro combate está indisolublemente ligado a los procesos mundiales. Pero sólo los simples de espíritu podrán sacar la conclusión que, en este caso, importa poco la política interna y en particular, que la política interna de la Oposición es una cuestión indiferente para el destino de revolución de octubre. Nosotros no prometemos construir el socialismo en un solo país, se sabe. No hemos dicho y no decimos que tenemos una receta milagrosa que hace desaparecer todas las contradicciones del desarrollo socialista en el cerco capitalista. Lo que tenemos para ofrecer, es una buena orientación, una visión correcta y, por esto, una correcta línea de clase. El eje de nuestra política interna consiste en mantener el poder en manos del proletariado o, más exactamente, en restituirle el poder usurpado por el aparato y en consolidar ulteriormente la dictadura del proletariado sobre la base de un mejoramiento sistemático de las condiciones materiales de existencia de la clase obrera. No hay otra receta y no se necesita otra. La Oposición tiene una línea correcta. La tarea consiste en hacer de ella la línea de la vanguardia proletaria. Para esto, necesitamos hacernos conscientes de la importancia de la misión histórica que nos incumbe y ponernos a trabajar con un coraje verdaderamente bolchevique.

10 La “aventura” de Thallman, a la que alude Trotsky aquí, es sin duda, la expresión más impresionante de la crisis del comunismo: el gran jefe del KPD había cubierto las malversaciones cometidas por su amigo personal Wittorf, tesorero de la organización de Hamburgo en detrimento del partido. Su complicidad se mostró tan patente que con una fuerte mayoría el CC el 29 de septiembre había decidido suspenderlo de sus funciones. Pero es probable que Trotsky no supiera que, tres días antes de la redacción de este texto, el 18 de octubre, el CC se retractó de su voto, por un ultimátum de Stalin.


El VI Congreso y las tareas de la Oposición 18 de septiembre de 1928

Nota: Trotsky continuó evaluando el VI Congreso mientras le seguía llegando nueva información sobre él. El 22 de agosto Varga y Manuilsky dieron informes al congreso sobre el estado de la URSS, apoyando las políticas del PCUS y condenando a la Oposición expulsada. Antes, Kuusinen había presentado sus tesis sobre los países coloniales y semicoloniales. La cita de Lenin sobre los “idiotas obedientes” que leyó Bujarin en el VI Congreso la utilizó para minimizar las concesiones que hizo al admitir que el principal peligro era la desviación de derecha. Bujarin esperaba que se iba a enfrentar una “desviación de derecha” impersonal por medios ideológicos, y no por medios organizativos dirigidos contra individuos. En esta carta, Trotsky explica la dinámica del “giro a izquierda” por las presiones sobre los estalinistas por el movimiento hacia la izquierda de los trabajadores en Europa, así también como por el efecto del trabajo de la Oposición. También aborda la evolución de la dirección del grupo Centralismo Democrático, discutiendo los argumentos de V. N. Smirnov, el dirigente más conocido del grupo, y trata sobre la relación entre la política internacional y el destino de la República Soviética. Traducido de la versión inglesa del original ruso de The Challenge of the Left Opposition (1928-1929) editado por Pathfinder Press, New York, 1981. Traducción para Cuadernos por Guillermo Crux.

Estimado amigo: Se han recibido casi todos los informes periodísticos sobre el Congreso. Todavía faltan las tesis podridas de ese podrido de Kuusinen1. Evidentemente, aún están reflexionando sobre estas tesis para darles una apariencia más “elevada”. La imagen general del Congreso se vuelve cada vez más clara, pero eso no la hace más reconfortante. Por supuesto que la parte sobresaliente del Congreso no fue ese programa ecléctico, escrito a las apuradas, que tendrá que ser revisado radicalmente, sino la resolución sobre la Oposición. No esperábamos otra cosa. Teníamos bien claro que la dirección iba a intentar ocultar su obra bajo la más pesada de las “lápidas”. Ahora esto ya se ha consumado. La predicción se volvió un hecho. Hay que sacar conclusiones. Ya hice algunos comentarios sobre el Congreso en la carta anterior. Ahora quiero completarlos. Desde ya que aquí no estamos hablando de un balance completo. Esa tarea nos va a demandar un tiempo sustancial a todos nosotros, porque será necesario decir todo lo que requieren los intereses del movimiento comunista pero que el Congreso no dijo. Aquí me quiero limitar a lo que me parece que son algunas consideraciones indiscutibles que dimanan de la resolución central del Congreso sobre la Oposición. ¿Cuál fue el plan de acción de los dirigentes hacia la Oposición en vísperas de la “era” de la represión? Eliminar a la Oposición de un solo golpe rápido. “Vamos a expulsar a los dirigentes, unas cien personas, luego exiliaremos a veinte, y ahí se acabará todo.” Un error típico de burócratas: sobreestimar el poder del aparato de influir sobre los hechos. Hubo una parte adicional del plan de acción, que es de naturaleza deliberadamente provocativa: usar la represión y la calumnia para llevar a los líderes de la Oposición hasta un punto en el que hicieran declaraciones o realizaran acciones que, aunque más no fuera a posteriori, “justificaran” las represalias contra ellos a ojos de las masas de trabajadores y que levantaran una barrera infranqueable entre la Oposición y el núcleo obrero del partido. Ninguna de las dos partes del plan de acción se ha realizado. Han ocurrido miles de expulsiones, cientos de arrestos y deportaciones. Pero el fin no está a la vista, porque la Oposición continúa saliendo a la luz oralmente y por escrito. Las capitulaciones han tenido un carácter puramente individual. Desde abajo hay un flujo de 1 Otto W. Kuusinen (1881-1964), profesor de filosofía, dirigente de la revolución de 1917 en Finlandia y fundador del P.C. finlandés, era secretario del Ejecutivo de la I.C.


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elementos nuevos. Por otro lado, incluso las provocaciones no han funcionado. La Oposición no ha tomado el camino del “ultimatismo” hacia el partido, no le dio la espalda, y cuando se proyectó el giro a “izquierda” dijo: Estamos honestamente dispuestos a ayudar al partido, es decir, a su núcleo proletario, para que este giro a izquierda vaya hacia un curso bolchevique correcto. Luego siguió el giro a derecha de julio, que demostró que la actitud conciliadora era algo totalmente inadecuado y transformó en un caso completamente perdido la perspectiva de aplastar las filas de la Oposición y aislar a su dirección. Estas fueron las condiciones bajo las cuales se reunió el Congreso. En la columna del debe del Comité Ejecutivo de la Internacional Comunista (CEIC) estaban: las derrotas más brutales en todo el mundo, errores de cálculo groseros que se desprendían de la línea política incorrecta, la necesidad en vísperas del Congreso de cambiar de política en Francia y Gran Bretaña en la dirección de la Oposición, el doble zigzag en la política doméstica -como si fuera bajo órdenes- exactamente el día anterior al Congreso. (Este zigzag de febrero - julio se parece terriblemente a un diagrama de ilustración de la política de la Oposición.) Se había llegado a una situación extremadamente desfavorable para el Comité Central del PCUS. Sólo una dirección fuerte y con autoridad, capaz de pensar en el futuro, podría haber vuelto sobre sus pasos, es decir, reabrir la puerta para la Oposición y corregir así el error del XV Congreso del partido, que no produjo para nada los resultados esperados. Pero el débil Comité Central, políticamente en riesgo, vacío de autoridad moral, necesitaba recurrir a medidas “fuertes”. Lo que se arrancó del Congreso a través de los métodos de atropello de Bujarin, Kuusinen y Manuilsky2, un trío que personificaba todos los tipos de debilidades, fue simbólico a su manera. La resolución temeraria sobre la Oposición -jugarse el todo por el todo contra ella- es la expresión más clara de la debilidad y la bancarrota ideológica de la dirección. Había otra circunstancia que llevaba a una decisión “irreversible”. En el partido y en la clase trabajadora ha estado creciendo una fuerte protesta contra las deportaciones, que transforman a la notoria “autocrítica” en una semicomedia y una semiprovocación. La dirección, vacía de autoridad, quiere tener algo que esconder por adelantado ante esta creciente ola de protesta. “Hasta el próximo Congreso,” intentan decir, “no se puede hacer nada.” Y sin embargo todos saben por la experiencia de los últimos cuatro años que, cuando es necesario, una decisión de un Congreso de la Comintern se anula más fácilmente que una decisión de un comité ejecutivo soviético provincial. Hay una pregunta que sigue sin responder: ¿cómo puede ser que el Congreso haya tenido acuerdo con esa decisión? Y esta pregunta tiene dos aspectos: 1- la composición y el nivel del Congreso y 2- la situación en la que éste se reunió. Esto es lo que le dijeron al Congreso: El destino de la Comintern depende del destino de la URSS, y el destino de la URSS está ligado a la dirección del partido gobernante; apoyen a esta dirección hasta el final, cierren sus ojos, y voten. Si el VI Congreso hubiera estado a la altura de sus tareas y hubiera tenido en cuenta las lecciones del V Congreso, cuando el grupo de Zinoviev ya había llevado a cabo esta especie de experimento sobre la Comintern, el Congreso habría entendido que su tarea no es salvar el “prestigio” de alguna dirección, sino ayudar a que el partido gobernante restablezca una dirección capaz de hacer frente a las tareas históricas. ¿En qué condiciones ha surgido del laboratorio centrista de derecha de los últimos cinco años? Del informe de Piatnitsky3 finalmente sabemos que la Comintern tiene cuatro millones de miembros. De ellos, hay 1,75 millón en los partidos y 2,25 millones en la Juventud Comunista. A primera vista las cifras no parecen muy desalentadoras. Pero pronto se ve claramente que del total de miembros partidarios, la URSS tiene 1,2 millón, de manera que en todos los demás partidos del mundo hay menos de 600.000. En la Juventud Comunista de la URSS, ya hay más de dos millones de miembros, así que en todos los otros países del planeta hay menos de 200.000. Entonces, todos los países del mundo capitalista dan cuenta de alrededor de un tercio de la Comintern, mientras el PCUS da cuenta de dos tercios. La Juventud Comunista por fuera de la URSS constituye la doceava parte de la Internacional Juvenil Comunista. Esta última cifra es absolutamente devastadora; el progreso del movimiento, el progreso de las ideas revolucionarias, siempre se mide por el flujo de juventud. Porque la juventud es –sin ofender a los burócratas y filisteos- el barómetro de su clase. Si uno tiene en mente 2 Dimitri Z. Manuilsky (1883-1959), miembro del partido en 1905, estuvo acercado a Trotsky en la emigración. Había trabajado en Ucrania, luego a partir de 1922 en la I.C. y hasta el VI Congreso era miembro de su presidencia. 3 Ossip Aronovitch apodado Josif Piatnitsky (1882-1939) era tesorero de la I.C. y jefe de la oficina de sus relaciones, la O.M.S. En ese entonces era miembro del Secretariado y del Ejecutivo de la I.C.


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las cifras de arriba sobre la Comintern y la Internacional Juvenil, que finalmente se difundieron para que todos la escuchen, y el grado de su dependencia completa del PCUS, entonces no es difícil de entender cuánto la Comintern, con su actual composición, se ve impedida de tomar una posición independiente con respecto a cada dirección sucesiva del PCUS. La realidad es que los primeros Congresos eran inconmensurablemente más independientes de la dirección leninista que lo que lo fue el V Congreso con respecto a Bujarin y Manuilsky. Basta recordar que durante el III Congreso, Lenin, muy alarmado, discutió conmigo (de manera “fraccional”) el problema de qué tácticas deberíamos adoptar en caso de que nos encontráramos en minoría en el Congreso sobre la cuestión estratégica básica del momento. Y este peligro nos amenazó. Ahora, Manuilsky no corre ningún riesgo de quedar en minoría. Para lograr un resultado tan feliz fue necesario en el transcurso de cinco años desorganizar sistemáticamente y remover del poder la dirección de los partidos comunistas. En Alemania el Comité Central de Brandler fue removido. Luego, el Comité Central de Maslow-Fischer fue expulsado. Ambos Comités Centrales estaban lejos de ser irreprochables. De entre ellos se podría haber formado una dirección sólo por un proceso de una larga experiencia. Aún así, esos dos comités centrales eran muy superiores al actual de Thälmann. En Francia se expulsó a los grupos centrales de varios comités centrales; Loriot, Souvarine, Rosmer, Monatte, Treint, Suzanne Girault y otros. Otra vez, en Francia un comité central sólo se podía formar como resultado de una selección partidaria seria sobre la base de la propia experiencia del partido y con la asistencia cuidadosa y meditada de la Comintern. El actual comité central encabezado por Sémard es incomparablemente inferior a los que lo precedieron. En Bélgica, en la víspera del VI Congreso, se consumó indiscutidamente un golpe partidario, expulsando del partido al grupo fundador de Overstraeten, alrededor del cual se creó el partido. Vujovic me dijo que en vísperas del V Congreso se hizo todo lo posible para derrocar al grupo Overstraeten: pero estaba tan íntimamente ligado con el partido que incluso la dirección de Zinoviev no tuvo éxito con el golpe. Ahora el partido belga está destrozado y Overstraeten ha sido remplazado por Jacquemotte, quien salió recientemente de la socialdemocracia. En Italia, la única dirección seria que surgió fue el grupo de Bordiga, prácticamente el fundador del partido. Cuántas veces escuché, de tantos y tantos de los actuales Polonios4, declaraciones sobre Bordiga como un “verdadero dirigente.” Ahora se dice que el “bordiguismo” está superado; es decir, que el partido mide una cabeza menos, y tal vez peor aún. En Italia, como en todas partes, se apuesta al burócrata obediente y, en consecuencia, mediocre. Pero el burócrata mediocre no va a conquistar el mundo. Pasa muy a menudo que lo que le preocupa no es tanto conquistar el mundo como evitar perder su puesto. Y pensar que Bujarin fue lo suficientemente incauto como para presentar, por cualesquiera sean sus motivos privados, a este mismo Congreso una cita de una carta inédita en la que Lenin advertía a Zinoviev y Bujarin que si expulsaban a gente inteligente, pero no necesariamente obediente, para reemplazarlos por “idiotas obedientes”, estarían asegurando la ruina de la Comintern. Pero precisamente el curso que Lenin planteó en esta carta, mostrado como una reducción al absurdo, ahora se ha llevado a cabo en sus tres cuartas partes. En este momento Smeral es una de las figuras dirigentes de la Comintern. La experiencia devastadora del “Día Rojo” ha demostrado lo que es la dirección bajo Smeral del Partido Comunista Checoslovaco. “¿Qué llevó a esta persona hacia nosotros?”, me preguntó una vez Lenin sobre Smeral, considerando mi conocimiento cercano de la vida interna de la vieja socialdemocracia austríaca. (Yo viví en Austria entre 1907 y 1914). Le respondí: “Smeral se volvió comunista simplemente porque durante la guerra, junto con Renner, habían puesto todas sus fichas en la monarquía de los Habsburgo, y no en la república checa. Cuando, a pesar de todo, se fundó la república, se encontró en una posición desesperada frente a la ‘opinión pública’ nacional, así que se compró un boleto de tren para Moscú.” “Eso es muy, muy probable”, respondió Lenin a mi explicación. A Smeral se lo toleró como un punto de apoyo temporario. Ahora que es uno de los principales dirigentes de la Comintern, está expulsando a Rakovsky, Radek, y a otros. Pero sigue siendo el mismo Smeral de siempre, y los hechos demostrarán que esto es así. El socialdemócrata provinciano Kuusinen, que apuñaló la revolución finlandesa de 1918 y no aprendió nada de la experiencia; Rafes, un ex ministro bajo Petliura, ahora “director” de la revolución china; Martinov, quien no necesita referencias… todos estos son los funcionarios centrales permanentes y los inspiradores diarios de la Comintern. La política de reincidir está ligada inevitablemente con la búsqueda de apoyo en figuras menores. 4 Polonio es un personaje de Hamlet, de William Shakespeare. Es un obsecuente consejero del rey Claudio de Dinamarca, y tiene como misión espiar a Hamlet, mortalmente enfrentado al primero.


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Thälmann, Sémard, Jacquemotte, Smeral, Ercoli [Togliatti] y los demás, por supuesto que son conscientes de sus propias debilidades y saben que –como resultado de la lucha por la autopreservación dentro de la dirección del PCUS- los grupos fuertes en todos los partidos han sido despedidos de las posiciones de dirección y hasta expulsados de la Comintern. Los dirigentes recién designados entienden que sólo se pueden aferrar a sus puestos recurriendo masivamente a “medidas extraordinarias”. Esta es la razón por la cual ellos mismos tienen un “interés material” en las decisiones que parecen ser “irreversibles”. Aquí su debilidad interna sale al auxilio de la actual dirección débil del PCUS. Y el resultado es claro: la debilidad multiplicada por la debilidad le dio al VI Congreso la apariencia falsa de una “fortaleza de hierro.” Se habló mucho en el Congreso sobre la desproporción entre la influencia política de los partidos comunistas y la cantidad de militantes que tienen. En tanto esa desproporción exista (y está exagerada groseramente, para disfrazar la terrible debilidad numérica de los partidos comunistas) requiere explicación. El hecho es que existe una desproporción fundamental entre, por un lado, las tareas y las oportunidades de la Comintern, y, por el otro lado, el carácter de su dirección. La Comintern vive a expensas del capital acumulado por la Revolución de Octubre. El giro de las masas hacia el comunismo es grande (aunque no aumenta continuamente, como lo mostrarían los optimistas oficiales). Son contradicciones objetivas las que empujan a las masas hacia el comunismo. Pero la línea equivocada, el régimen despreciable, la fanfarronada burocrática, la falta de voluntad y la incapacidad para aprender que tienen los burócratas, sustituir con órdenes la vida de las ideas… estas son las razones del estancamiento, incluso del declive directo de la cantidad de militantes y, en muchos casos, de la influencia política de los partidos comunistas. Conocemos muy bien lo difícil que es formar auténticos cuadros de dirección. La sociedad burguesa pudo rescatarse tras la guerra imperialista porque el movimiento revolucionario tuvo insuficientes partidos comunistas y, en segundo lugar, porque los partidos comunistas tuvieron direcciones insuficientemente maduras. Ahora se están haciendo circular latiguillos completamente equivocados y simplemente estúpidos para decir que el problema no está en los dirigentes sino en las masas y que estamos cifrando nuestras esperanzas en “direcciones colectivas”, etc. Esta forma de contraponer dirigentes y masas no tiene nada en común con el marxismo. El proletariado necesitó de Marx, de Engels y de Lenin. Ningún colectivo burocrático partidario de ningún tipo podría haberlos remplazado. A la II Internacional le tomó más de una semana, incluso más de un año, para producir dirigentes tales como Bebel, Jaurés, Victor Adler, etc. No fue por casualidad que durante la guerra imperialista, en parte incluso antes de la guerra, salieron a la luz gente como Loriot, Monatte, Rosmer, Souvarine, Brandler, Bordiga, Overstraeten, etc. Se puede ponerlos entre la espada y la pared y hacer que cometan errores. Pero reemplazarlos por medio del departamento organizativo de Piatnitsky es una tarea imposible. Después de todo, la abrumadora mayoría de los delegados al VI Congreso –es decir, los elegidos de entre los elegidosllegaron al comunismo (en su mayor parte desde la socialdemocracia) después de la Revolución de Octubre, y muchos de ellos recién en los últimos años. Para la mayoría de los delegados, unos 278, era la primera vez que estaban presentes en un Congreso comunista. La política de apoyarse en el burócrata se complementa apoyándose en la inexperiencia, la falta de preparación, la inmadurez, y la confianza alegre. A todo esto se lo quiere hacer pasar por “dirección colectiva”. Pero por sobre este “colectivo” atomizado se eleva el dominio de un solo hombre, que no se basa en la representación de la línea correcta sino en el aparato. Por sus políticas y su régimen durante los últimos años, la Comintern le ha desbrozado el camino sistemáticamente a la socialdemocracia, ayudando a consolidarla, y le ha brindado servicios incomensurables al Consejo General del Congreso de Sindicatos5 [de Gran Bretaña] y a Ámsterdam6. Cuando señalamos esto, los que perpetraron este crimen histórico se atreven a hablar de nuestra “desviación socialdemócrata”. La socialdemocracia no podría esperar mejores colaboradores que los de la dirección actual. De seguir este curso no hay salida. Pero la expulsión de la Oposición sólo ha fortalecido este curso. La decisión “irreversible” del VI Congreso muestra lo lejos que han llegado las cosas, cómo se ha atascado el carro, y lo profundo que tiene que ser el proceso desde abajo para sacar al carro de la Comintern del pantano en el que está y llevarlo a la ruta –por medio de una lucha abierta, sistemática y sin cuartel contra la dirección oficial. No hay nada más peligroso, bajo circunstancias difíciles, que las ilusiones, que embellecer la situación, o relajarnos confiando en el “curso objetivo de los acontecimientos”. Si la Oposición no le aportara toda la ayuda necesaria a este curso objetivo de los acontecimientos, con toda su energía, totalmente consciente de sus res5 La central sindical británica ligada al laborismo, conocida como TUC por su sigla en inglés, que aún mantiene ese nombre. 6 La Federación Sindical Internacional o Internacional de Ámsterdam, que agrupaba a los sindicatos socialdemócratas de todo el mundo.


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ponsabilidades, entonces ella misma se transformaría simplemente en una lastimosa válvula de escape para los burócratas centristas, que están llevando a la Comintern y a la Revolución de Octubre a la ruina. Un proceso de giro hacia la izquierda por parte de las masas trabajadoras en Europa podría tener una importancia decisiva para el ritmo de nuestros éxitos en la URSS y, si lo consideramos más ampliamente, para el destino completo de la dictadura proletaria. Esperábamos un giro interno hacia la derecha inmediatamente después del XV Congreso partidario. Ese fue un error parcial nuestro, de carácter completamente secundario, dentro de una predicción en general correcta. Al contrario, luego del Congreso partidario le siguió un zig-zag a izquierda que duró cerca de medio año, aunque el zig-zag a nivel internacional no ha concluido, incluso ahora. Es muy probable que el punto más alto del “izquierdismo” haya ocurrido en febrero, como lo muestra no sólo el editorial de febrero de Pravda sino también por las decisiones del pleno de febrero del CEIC. Hay una conexión inmediata entre los dos. La primera etapa del movimiento a izquierda de los trabajadores en Europa ya ha vuelto imposible la política de “frente único” de Stalin y Martínov. El halago frecuente de parte de la socialdemocracia y la burguesía al “realismo” de Stalin era embarazoso para la posición comunista oficial. Era necesario mostrar que la causa por la que se estaba exiliando a la Oposición no era su carácter de izquierda. Este requerimiento sectario y faccioso coincidió con la exacerbación de la crisis del abastecimiento de granos. Se podría haber encontrado una salida rápida a esta crisis hacia la derecha, es decir, haciendo comenzar “julio” en febrero. Como dijimos, esto es lo que esperábamos, subestimando hasta cierto punto las dificultades que nosotros mismos habíamos creado para cualquier giro hacia la derecha. Además, no prestábamos suficiente atención a las necesidades “coyunturales” internacionales del grupo centrista dominante, que se intensificaron por el movimiento hacia la izquierda de los trabajadores europeos, especialmente en las vísperas del Congreso. El curso interno de la dirección y su curso internacional en febrero eran de la misma especie, principalmente centrista de izquierda. En julio apareció una divergencia: el curso interno giró a la derecha, mientras el curso de la Comintern seguía siendo centrista de izquierda, combinando dentro de él, como ha sido la costumbre, todos los matices que van desde el oportunismo abierto hasta el ultraizquierdismo. El programa también se parece a esto. El lazo de continuidad entre la política hacia el interior del país y a nivel internacional es la hostilidad mortal hacia el ala de izquierda, genuinamente bolchevique, que encuentra expresión en la resolución crucial del Congreso que trata sobre la Oposición. El VI Congreso, a pesar de todo el trabajo de preparación, selección y camuflaje, a pesar de la unanimidad compulsiva, reveló un proceso de diferenciación que se profundiza dentro de su estrato dirigente. En el período que se aproxima este proceso se profundizará aún más relacionado con el curso general de la lucha de clases y el movimiento hacia la izquierda de las masas trabajadoras. La dualidad de “julio” en relación al curso interno y al curso internacional se acrecentará cada vez más y será evidente para todos. Los agrupamientos fraccionales en la Comintern se volverán más fuertes, en vez de debilitarse. Todo esto creará una gran receptividad hacia nuestras ideas y consignas en la vanguardia proletaria. El VI Congreso no ha concluido la historia de la Oposición; por el contrario, ha comenzado un capítulo nuevo y más importante. Nuestra responsabilidad más importante es entender que representamos una corriente internacional, y que sólo con ese carácter tenemos derecho a existir y a contar firmemente con la victoria. En relación con esto será necesario, aunque molesto, que nos detengamos en los últimos descubrimientos del teórico ultraizquierdista V. Smirnov. Una carta suya, que está circulando de mano en mano y que recibí hace varios días, tiene un sabor tan fuerte a safarovismo7 desenfrenado que uno tiene el deseo natural de desecharla. Pero en la carta hay algunos puntos de principios que son profundamente hostiles al marxismo sobre los que hay que echar luz en interés de los pocos, pero saludables, obreros revolucionarios que aún siguen a Smirnov. En su carta, Smirnov intenta mofarse de mi planteo de que las derrotas de la revolución alemana, de la huelga general británica, de la revolución china, etc., se reflejan “directa e inmediatamente” –como escribe él- en nuestro proletariado, intensificando las tendencias centristas en su interior. “¿Cómo? ¿De qué manera?”, se pregunta nuestro perplejo crítico ultraizquierdista. Parecería que para cualquier revolucionario consciente, más aún para un marxista, aquí no hay ninguna pregunta. Durante mucho tiempo nuestro partido educó a los trabajadores para que consideren la Revolución de Octubre como parte de la revolución mundial, y para que contaran con la asistencia inminente de los alemanes y los británicos, que tienen un nivel tecnológico y cultural más alto. “Resistir” y “aguantar” –estas eran las consignas que teníamos en los primeros años. En 1923, especialmente en la segunda mitad, la expectativa de un resultado revolucionario en Alemania estaba en su máxima intensi7 Safarovismo: alude a la actitud de capitulación. Safarov envió una carta que fue publicada en la Pravda el 31 de mayo de 1928.


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dad. Nuestros periódicos, nuestros oradores, no hablaban de otra cosa. El que piensa que la expectativa de una revolución alemana no tocaba hasta la médula de todo lo más avanzado y consciente de nuestra clase obrera, mira a las masas con los ojos arrogantes del viejo estudiante radical que en en el fondo piensa que lo único que le interesa al trabajador son los convenios de las negociaciones colectivas. De hecho, la cuestión misma del mejoramiento de los convenios colectivos de trabajo en 1923 estaba relacionada con la victoria del proletariado alemán. El aplastamiento de la revolución alemana fue un golpe terrible para nuestros trabajadores, hizo sentir todo su peso sobre ellos y aplazó hasta un futuro más distante sus esperanzas de un cambio en sus destinos. Intensificó una preocupación estrecha sobre las cuestiones laborales locales, aumentó la atomización y la pasividad, y permitió que salieran de lo más profundo de las cavernas el chovinismo, el espíritu de las Centurias Negras, etc. Y como respuesta a esto (aunque, por cierto, no sólo a este tema), nos cayó del cielo la teoría del socialismo en un solo país. Se promocionó durante mucho tiempo al bloque con el Consejo General8 como una tabla de salvación. Purcell fue nombrado maquinista honorario y muchas otras cosas. La huelga general británica elevó nuevamente las esperanzas de nuestros trabajadores… y otra vez las defraudó. Todo esto fue un golpe en la conciencia revolucionaria de las masas de la forma más directa e inmediata. Una reacción psicológica profunda que afecta a las masas se vuelve un factor político de gran importancia. Las derrotas internas –el nivel de vida, el régimen, los elementos crecientes de doble poder- se amplifican por golpes que son de carácter internacional y reducen el vigor del proletariado como clase. La revolución china, hasta donde puedo decir, debido a su carácter masivo, su alcance, su duración, levantó a nuestras masas una vez más con las expectativas más tensionadas. Su derrota horrenda fue una catástrofe interna aquí. Aunque tal vez sea invisible para una mirada superficial, no es menos real que también fue una catástrofe para nuestro proletariado. ¿Cómo puede ser que no se logre entender esto? ¿Cómo puede ser que no se vea? ¿Cómo se puede concebir una dirección revolucionaria que no lograra dar cuenta del profundo proceso molecular que se estaba desarrollando en las propias masas? ¿Puede ser, sin embargo, que una explicación justificable de estos procesos recaiga en lo podrido de su dirección? Sólo puede argumentar así un metafísico fatalista que piensa que la dirección simplemente “refleja” los procesos que se desarrollan en las masas. El dialéctico sabe que la dirección, dentro de límites muy amplios pero aún así finitos, afecta estos procesos, los puede acelerar, desacelerar o desviarlos. Esto se puede ver más claramente por el simple hecho de que estas mismas derrotas en Gran Bretaña, Alemania y China fueron el resultado de una dirección oportunista. Los procesos centrífugos en la clase obrera, que se han intensificado debido a estas derrotas, no disminuyen la responsabilidad de la dirección en lo más mínimo; ni tampoco nos liberan para nada a nosotros, los oposicionistas, de la necesidad de contrarrestar activamente las tendencias hostiles, vale decir, de la obligación de nadar contra la corriente. No obstante, estos procesos también explican los “éxitos” temporarios, pero aún así bastante prolongados, de la dirección, centrista de derecha y estrechamente nacional, y de la posibilidad misma de derrotas organizativas “triunfantes” de la Oposición. Por otra parte, sólo una comprensión clara de los procesos objetivos a escala internacional (y la consecuencia de las derrotas se vuelven un factor “objetivo” en la conciencia de los trabajadores); sólo esa comprensión puede brindar la orientación necesaria para la victoria sobre el centrismo y el medio más rápido posible para superar las actuales tendencias centrífugas en la clase trabajadora de la URSS. Es cierto que las cosas no se pueden reducir para nada a los efectos de las derrotas del proletariado extranjero, las cuales, como ya se dijo, tienen un lazo de causalidad con nuestra dirección nacional. Nuestra Plataforma y varios otros documentos de la Oposición muestran los giros políticos y sociales internos en la URSS como causas y resultados, al mismo tiempo, de la política oficial. Relacionado con esto está el problema que, para ser breve, denominé tentativamente como la movilización política por parte de la “cabeza” centrista de derecha de una “cola” formada por elementos pequeño burgueses, burocráticos, de nuevos propietarios (especialmente en la lucha contra la Oposición), que tendría como consecuencia inevitable que la “cola” burguesa golpee cada vez más contra el aparato centrista, su “cabeza”. El problema del burocratismo soviético está relacionado particularmente con esto. Aquí también V. Smirnov, al igual que Safarov o Slepkov, trata de descubrir en nosotros un deseo de esconder detrás de la “imaginería” de la cabeza y la cola, vale decir, de esta representación condensada, una especie de artilugio nemotécnico, que simboliza las relaciones de clase que ya hemos analizado. En esto, él descubre en nosotros un intento de eludir el análisis de clase. ¿Esto no es casi una payasada? Después de todo, 8 El Consejo General del TUC británico, como se indica más arriba.


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¿acaso el propio V. Smirnov agregó algo, aunque sea un poquito, al análisis de la Oposición, que no sea su creciente “abstracción del factor internacional”? Una carta excepcionalmente interesante e importante del camarada Rakovsky al camarada Valentinov, con fecha del 2 de agosto de 19289 está dedicada a analizar la mecánica especial de la degeneración y los métodos de dirección bajo la dictadura, es decir, a factores internos, “superestructurales”, pero decisivos directamente. En una palabra, esta carta describe para seguir investigando algunos temas de importancia excepcional. Sin embargo, los procesos internos en nuestro país desde el fin de la guerra civil han sido de carácter evolutivo. Los cambios que se han acumulado han ocurrido en forma más o menos inadvertida. Las convulsiones en el mundo fueron, por un lado, conmociones que revelaron o descubrieron “de un plumazo” los cambios que han ocurrido, incluso los cambios ideológicos; por el otro lado, estas conmociones aceleraron o desaceleraron grandemente el ritmo del cambio. Para poder entender la interacción dialéctica entre los factores “internos” y “externos”, es suficiente imaginar qué impacto tendría en nuestras relaciones internas, qué giros políticos dejaría al descubierto y qué realineamientos de fuerza produciría. La historia del grupo Centralismo Democrático, que en su mayoría está formado por revolucionarios incondicionales, tiene su propia “dialéctica”. Separados de la Oposición y forzados a encerrarse en sí mismos ideológicamente, debido a lo inadecuado de sus fuerzas dirigentes, comenzaron a darles la espalda a las cuestiones internacionales. Algunos de sus representantes directamente nos acusaron de “desviar” la atención de la gente de los problemas internos a cuestiones chinas. Así, los teóricos del grupo, habiendo caído en la introversión y el sectarismo intentan, como en el dicho alemán, transformar en virtud su propia desgracia. Ahora V. Smirnov ha llegado tan lejos como para negarse a entender cómo y de qué manera pueden afectar a nuestro proletariado las derrotas del proletariado internacional, es decir, se niega a entender por qué los grandes sucesos revolucionarios y contrarrevolucionarios siempre producen poderosas oleadas internacionales, por qué la victoria de la revolución en un país alienta las revoluciones en otros países y lo mismo a la inversa. No se puede caer más bajo en la línea de la estrechez nacionalista y ultraizquierdista. Y lo peor de todo, después de meterse en un callejón sin salida, Smirnov pierde su equilibrio espiritual e intenta buscar en una explicación marxista de los procesos que se desarrollan en el proletariado una “justificación” para el centrismo o los ingredientes para el camino de la capitulación. Esto ya es safarovismo de lo más puro, pero en carne viva. Pero ya hemos visto tanto el exterior como las entrañas de Safarov y no encontramos nada de valor. Pero volvamos a problemas más importantes. Como resultado de cuatro años de lucha obligamos al CEIC, a último momento, justo antes de levantar la cortina, a modificar a las apuradas el programa, pasando de uno de tipo nacional a uno internacional. En el Congreso, Bujarin explicó que la razón de la capitulación catastrófica a la Oposición (aunque puramente superficial) fue la circunstancia de que, después de todo, por primera vez habían venido a un Congreso de la Comintern delegados de África y Sudamérica, y que esto no era una broma, y entonces el programa debía tener un alcance africano-americano acorde a esto. Parece que Bujarin recién aprendió de estos nuevos delegados que en la época del imperialismo es menos permisible que nunca “abstraerse del factor internacional.” También se “tomó nota” de la hegemonía mundial de los Estados Unidos, tras un retraso de varios años, y fue incluida mecánicamente en el programa. Como ocurrió con la historia de todas las cuestiones internas, esto demuestra que la iniciativa para investigar los procesos económicos y políticos mundiales y la interacción de estos procesos con los giros políticos y sociales de la URSS continúa siendo responsabilidad de la Oposición. Esto significa que debemos dedicarnos a un trabajo serio. Se debe desarrollar una división adecuada del trabajo; en el sentido de un estudio detallado, concreto, diario, de todos los aspectos básicos de nuestra vida interna, de la vida de los distintos países capitalistas, los países coloniales, su economía, su política, sus movimientos sindicales, sus luchas nacionales, su militarismo, etc. Debemos usar adecuadamente nuestro tiempo para formar cuadros para el PCUS y la Comintern. Una correspondencia precisa y bien organizada con todas las regiones locales, una lectura precisa de los periódicos, incluso de los provinciales, con el objetivo de seleccionar materiales sobre cuestiones particulares y sobre un punto de vista particular; todo esto rendirá frutos invalorables. Será necesario que los camaradas que tienen una predisposición para esto, o que tienen datos relevantes, se pongan a trabajar sobre lenguas extranjeras. Por cierto, esta división del trabajo tiene que tener un carácter internacional. Todos los “centinelas” deben seguir con atención los procesos que se desarrollan y alertarse mutuamente a tiempo. Por supuesto, incluso en el exilio este trabajo no debe tener un carácter de archivo o académico, sino que 9 Conocida como Los peligros profesionales del poder.


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tiene que estar unido íntimamente con el trabajo de los partidos comunistas y la lucha de las masas trabajadoras. En cada cuestión importante hay que dejar un firme jalón bolchevique en la conciencia de los trabajadores de vanguardia. Ya se ha hecho algo en este sentido, alrededor de las cuestiones de la industrialización, el kulak y el abastecimiento de granos, el régimen burocrático, los acontecimientos de Alemania, Gran Bretaña, China, etc. Pero la vida no se detiene. Es imposible continuar viviendo sobre los intereses del capital, como hace la dirección actual de la Comintern, que desperdicia el capital fijo del Partido Bolchevique. Se necesita trabajo intenso, colectivo, sistemático. La tenacidad revolucionaria ahora se debe manifestar en ese trabajo, sin importar las condiciones desfavorables. Sin una orientación correcta no puede haber una línea política correcta. Más aún, sólo una línea política correcta le permitirá a los bolcheviques-leninistas, en cada cuestión importante que afecta a las masas, dejar jalones cada vez más profundos en la conciencia de círculos cada vez más amplios de trabajadores avanzados. Por una parte, este trabajo asume entonces el carácter de investigación teórica en el sentido más amplio del término, es decir, dentro del alcance, aunque limitado, del oposicionista más joven y menos experimentado, y por otra parte, este trabajo va a adquirir un carácter propagandístico, nuevamente en el sentido más amplio del término, incluyendo la agitación militante. En determinada etapa la investigación teórica y el trabajo propagandístico deben traspasar la frontera completamente hasta llegar a ser un trabajo políticamente efectivo, es decir, de masas, o, para decirlo de otra manera, fusionarse con el partido y la clase trabajadora. ¿Cuándo y en qué etapa? Por supuesto, esto no se puede predecir. En distintos países en diferentes etapas. Nuestra época se caracteriza por los giros bruscos. Esto se aplica al movimiento obrero en su conjunto y, por consiguiente, a la Oposición –y en especial a ella–. Para que no nos perdamos la oportunidad cuando nuestras ideas se puedan ligar con un giro de masas en la Comintern y en la clase trabajadora, será necesario observar la regla básica de toda la política, y más aún de la política revolucionaria: se debe escuchar nuestra voz en cada cuestión histórica inmediata o general que afecte los intereses de la clase trabajadora. En su discurso de cierre en el Congreso, Bujarin declaró que la resolución contra la Oposición significa nuestra “muerte política”. Estas palabras temerarias son producto de la cobardía, de la debilidad, y de una necesidad de autoconsolarse. En política nunca nadie tomó en serio a Bujarin; nunca se tomó en serio a sí mismo y nunca lo hará; estas palabras “intimidatorias” suyas son las que menos que menos se pueden tomar en serio. No le faltaba razón a Zinoviev cuando con mucha exactitud –habría que hacerle justicia– dijo que Bujarin era un histérico y que se podía esperar cualquier cosa de él, incluso que tomara los hábitos monásticos. Cuando Tseretelli amenazó a los de Kronstadt a comienzos del verano de 1917, le advertí que cuando algún general blanco empezara a preparar la soga del cadalso para el propio cuello de Tseretelli iba a terminar llamando a los marineros de Kronstadt para que lo salven. Como sabemos, durante el levantamiento de Kornilov esta predicción se volvió realidad con mucha mayor exactitud que la que hubiéramos supuesto en el momento. Las políticas de la dirección actual están llevando a complicaciones mayores. Se está trenzando incansablemente la cuerda burguesa ustrialovista10 al cuello de la dictadura proletaria. Cuando el problema se vuelva serio –y me temo que esto va a ocurrir más pronto de lo que parece– los mejores elementos del aparato actual van a tener que pedirnos ayuda. Les advertimos esto. No hace falta decir que nos haremos camino incluso sin que nos llamen. Todo lo que necesitamos es que la vanguardia proletaria escuche nuestra voz todos los días y sepa que a pesar de los aullidos histéricos estamos más vivos que nunca. También es necesario que no nos dejemos aislar ni siquiera una hora de los centros del movimiento obrero y sumarnos a la vida y la lucha de la vanguardia revolucionaria. Y para esto necesitamos hacer un trabajo sistemático continuo hacia nosotros y hacia los demás, sobre la base de una división correcta del trabajo y una cohesión ideológica firme. Saludos cordiales, León Trotsky

10 Por Nikolai Vasilievich Ustrialov (1890-1937), un ex kadete y ex guardia blanco que más tarde fundó el “nacional-bolchevismo”, un intento de fusionar elementos del estalinismo y del fascismo en una nueva corriente nacionalista e “imperialista” para la URSS. Murió en las purgas durante los Juicios de Moscú.


Cartas del exilio Lev Sosnovsky

Nota: Estas cuatro cartas fueron publicadas en los Boletines de la Oposición (bolchevique-leninista) Nº3-4. Nosotros aquí reproducimos sólo dos: una dirigida a Vardin y la otra a Trotsky. Fuente: La Lutte de Classes Nº 17, enero de 1930. Traducidas para este Cuadernos por Pablo Gastaminza. Publicamos a continuación cuatro cartas del camarada L.S. Sosnovsky; escritas en Barnaúl, es decir, el lugar adonde él fue deportado, en el transcurso de 1928. Estas cartas tratan temas sociales y políticos, así como temas de la vida cotidiana y de las costumbres. Tres de estas cartas estaban dirigidas al camarada Trotsky. Ellas hablan de lo que pasa en las aldeas de Siberia, en el Partido y en todo el país. Como todos los otros trabajos del camarada Sosnovsky, incomparable observador y publicista, estas cartas están imbuidas con el aliento de la vida real. La gran cualidad de Sosnovsky, sin la cual no podríamos imaginar un publicista de gran envergadura, es la frescura de las impresiones. Las frases hechas, los diagramas establecidos por las oficinas no podrían influir sobre él. Más allá de las formulas y las cifras, él busca y sabe encontrar a los seres vivos, y los comprende en dos planos: el individual y el de clase. Es precisamente esta frescura de visión y esta capacidad de ver lo que pasa en el país, lo que ha hecho del camarada Sosnovsky uno de los líderes de la Oposición bolchevique-leninista. Estas cuatro cartas datan ya de más de un año. La última fue escrita el 22 de agosto de 1928. Si bien estos documentos fueron redactados tras las huellas inmediatas de los acontecimientos y se basan en hechos de ese entonces, no han perdido su interés. Ellos conciernen a los primeros pasos del “curso a izquierda” de los estalinistas, el cual fue inaugurado oficialmente el 15 de febrero de 1928. Sosnovsky devela de manera magistral las contradicciones de este “curso hacia izquierda” que, engañando vilmente a la Oposición, se ha dispuesto a demolerla como organización. La opinión del camarada Sosnovsky sobre los que han capitulado está estrechamente relacionada a esta apreciación del “curso de izquierda”, de sus contradicciones y perspectivas. La carta a Vardin parece escrita ayer, más aún cuando los que han capitulado en la tercera línea (Radek, Preobrajensky, Smilga) no han agregado ni una sola palabra a lo que han dicho y hecho sus lamentables predecesores. Las cartas publicadas a continuación explican bastante por qué su autor fue arrestado en Barnaúl, donde había sido deportado y encarcelado en “aislamiento” en Cheliánbinsk, donde aún se encuentra. La redacción del Boletín dirige a L.S. Sosnovsky, así como a todos los deportados y prisioneros bolcheviques-leninistas, el caluroso saludo de la oposición. La Redacción del Boletín de la Oposición (bolchevique-leninista) Barnaúl, 30 de Mayo de 1928 Camarada Vardin1, Le reenvío la carta que usted dirigió, el 13 de abril, a Sarkis2. Una vez más, y varias veces, me he preguntado si yo tenía razón en atacarlo en mi carta anterior, que le fue transmitida por intermedio de Vaganian3. Sí, yo tenía 1 Vardin era el seudónimo de Ilya M. Mgeladzé (1890-1943), escritor y periodista, había capitulado con Safarov. (N.deE.) 2 Sarkis era integrante de la Oposición encabezada por Zinoviev y Kamenev luego que estos últimos rompieron su alianza con Stalin, alianza que se conoció como la troika. (N.deE.) 3 Vagarshak Ter-Vaganian (1893-1936): Bolchevique de la Vieja Guardia, fue el dirigente de la revolución soviética en Armenia. Escribió numerosas obras referidas al problema nacional, y fue el primer director del periódico comunista Pod Znameniem Marxisma (Bajo la Bandera


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razón absolutamente. Pero, antes que nada, ¿Por qué ha hecho tanto escándalo alrededor de un “cadáver de ahogado”? Usted lo enterró con mucha ceremonia en lugar de arrastrar la carroña al basurero. ¿Cuántos argumentos de primer orden no utilizó contra Sarkis?¿Y para qué? Para tomar usted el mismo camino. Los oportunistas y los centristas vociferan para hacerse escuchar en todo el mundo: “Este es el enemigo: el trotskismo”. En 1923, en este coro poco respetable, usted vociferó junto con los otros, bajo la batuta de los directores de orquesta: Stalin y Zinoviev. Después del XIV Congreso, ustedes dejaron de gritarle al trotskismo, y, por boca de Zinoviev, declaraban su arrepentimiento, no sin confusión, admitiendo que en la lucha de 1923 era Trotsky quien tenía razón, y no ustedes, acólitos de Stalin. Al elaborar la plataforma4, documento de una importancia internacional e histórica que ha salvado las banderas del bolchevismo, ninguno de ustedes intentó hablar del “trotskismo histórico” como de un peligro. Luego se redactaron unas contra-tesis para el XV Congreso. Allí tampoco dice nada sobre las “tergiversaciones del antiguo trotskismo”. Y después de esto, hasta el Congreso mismo, los boletines de la Oposición salieron con su colaboración, la de ustedes y la nuestra. Y ni una palabra sobre las “tergiversaciones del antiguo trotskismo” Y solamente cuando usted estaba en Siberia, entre los condenados, en virtud del artículo 58, que es aplicado a los guardias-blancos de Chajty, solamente entonces usted se acordó, junto a Safarov5, que existe un peligro de “antiguo trotskismo”; que existe una tesis de Trotsky sobre el Termidor y que con todo esto usted podría sacar un beneficio ante Stalin. Usted tenía razón cuando le escribía a Sarkis que él no iría al paraíso si declaraba a Stalin y Mikoyan6 que ellos habían fracasado. Por esto Sarkis ha escrito tan bondadosamente que él, Sarkis, estaba quebrado y que pedía perdón por sus pecados. Este aventurero ha tirado por el inodoro toda esta correspondencia con su prójimo, redactada para la salvación de su alma. El supuso que la Oposición había vencido desde el punto de vista político, pero que había sido demolida en su organización: esto era un “pase de magia” de un alumno digno de la escuela política de Zinoviev. Sarkis “tocó su instrumento” únicamente para poder presentarle a Stalin su declaración en bandeja, no solamente la suya, sino la de todo un grupo. Ya que las declaraciones en grupo cotizan en mercado mucho más alto que las confesiones individuales y las apostasías de algunos de renegados. Pero actualmente, usted también se muestra discípulo de Zinoviev. Usted también siente que acercarse a Stalin hablándole de su fracaso, no daría el resultado deseado. Usted desea ir hacia él arrastrándose sobre su vientre, tiene esta necesidad en sus entrañas. De ahí viene que usted hable del “antiguo trotskismo”, al que usted ha convertido en un blanco. Usted no solamente se ofrece en calidad de antiguo “acólito” del trotskismo (función que ocupó hasta el XIV Congreso) bajo la dirección de Slepkov-Martynov-Rafes7 y compañía. Este tiempo transcurrido al servicio de los otros ya es pasado. Ahora, usted debe ocupar un puesto de guardia carcelario delante de las células de trotskistas, autores de la plataforma y de las contra-tesis. Trate de demostrar que hay razones para mantenernos en prisión después del XV congreso. Trate de justificar la aplicación del artículo 58. Esto es lo que pueden proponerle a sus exámenes de partidario arrepentido de la “oposición trotskista”. Según ciertos pasajes de las cartas de Sarkis vemos que él ha bajado, no de golpe, sino de una manera suave, en sus partes blandas, al camino de una filosofía “adaptada a la cobardía”. Las cartas que le dirigió a Sarkis parecían decir que usted era adversario de esta filosofía. Usted tiene razón: con semejante filosofía, uno se convierte más fácilmente en un servidor (digamos incluso un lacayo) que en un militante revolucionario. Pero, para decirlo conscientemente, la declaración que usted ha hecho junto con Safarov afirmando que están dispuestos a extirpar al trotskismo (mientras tratan de guardar cierta apariencia de inocencia), es aún más repugnante. Esto es lo que hará reír a Slepkov. Valía la pena pasar de la Vozdvijenka a la Staraïa Plochtchad8 corriendo los riesgos del artículo 58. Hasta las mismas gallinas podrían reírse de esto. del Marxismo). Miembro de la Oposición de Izquierda, fue expulsado del partido en 1927, capituló en 1929 y fue enviado al exilio en 1933. Ejecutado después del primer juicio de Moscú. (N.deE.) 4Se refiere a la Plataforma de la Oposición Conjunta que se formó entre la Oposición de Izquierda y la Oposición encabezada por Zinoviev y Kamenev. (N.deE.) 5 Giorgi I. Safarov (1891-1942) Militante del grupo de Leningrado de Zinoviev y dirigente de la Liga Juvenil Comunista. Expulsado del partido en 1927, se negó a capitular con los zinovievistas y fue deportado con los trotskistas, pero capituló al poco tiempo. (N.deE.) 6 Anastas I. Mikoyan (1895-1971), suplente del buró político era comisario de comercio. (N.deE.) 7 Alexandr A. Piker, apodado Martynov (1865-1935), ex menchevique, teorizaba con colores bolcheviques la vieja teoría de la “revolución por etapas”. Alexandr A. Slepkov (1900-1937), secundario simpatizante de los cadetes a comienzos de 1917, se había unido a los bolcheviques; luego se convirtió en uno de los más brillantes intelectuales del entorno de Bujarin. Moisei Rafes (1883-1937), hijo de la burguesía judía, dirigente del Bund de 1912 a 1917, se hizo bolchevique y fue comisario político durante la guerra civil; luego fue secretario de la sección agitprop en el secretariado de la IC. (N.deE.) 8 Staraïa Plochtchad, en Moscú: Allí se encuentra el Comité Central del Partido Comunista Ruso.


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Ustedes comprenden bien lo que es importante en política. De un punto de vista puramente humano, esto es odioso. Yo le he pedido a Vaganian que le cuente un detalle ritual de los funerales judíos. En el momento de sacar al muerto de la sinagoga para llevarlo al cementerio, un bedel se inclina sobre el difunto, lo llama por su nombre y le dice: “Sábelo bien, tú estás muerto”. Esta es una excelente costumbre. L. Sosnovsky 26 de Mayo de 1928. Barnaúl. Querido L.D. Su última carta del 5 de mayo lleva el sello del correo de Alma-Ata del 7 de mayo y me fue entregada el 24 del mismo mes, es decir hace menos de un mes y seis días. En general he notado, por varias cartas que yo he recibido aquí, una diferencia en las fechas del remitente y las del correo, lo que me hace suponer que hay un doble trabajo de parte de la censura (en la expedición y en la recepción). Una reflexión sobre este tema no sería inútil ya que todos los caminos llevan al mismo lugar. He recibido en mayo una carta de Radek9. En esta carta hay una frase que exige una respuesta que yo he intentado dar. El escribe que, en cuanto a su composición proletaria, la “mayoría” del partido es un poco mejor de lo que suponíamos antes. Ante todo, no se entiende claramente que es lo que él quiere decir por “composición proletaria”. A continuación yo le he hecho notar que cuando él la suponía peor que ahora, la mayoría no hacía detener y exiliar a los obreros bolcheviques por centenares. Radek ha comenzado a pensar mejor sobre la composición proletaria del partido, precisamente cuando los arrestos de los obreros bolcheviques han tomado un carácter de masas. Ahora, acerca de la carta-tesis de Preobrajensky10. Usted había tomado conocimiento de ella. Yo le he respondido primeramente por este telegrama: “Menos diligencia, menos exageración, menos ilusiones: acuérdese del 5 de diciembre de 1923”11. A continuación yo le envié una carta corta. En general todo el mundo discute esta pregunta: ¿hay un nuevo curso (a izquierda)?, y si existe ¿cuál debe ser nuestra actitud? La juventud (exiliada) lleva una discusión muy apasionada (por carta). Como usted, yo tengo una gran veneración por Shchedrin12. No tengo en mis manos sus obras, pero puedo recitar de memoria una página entera del “Asile monrépos”. ¿Se acuerda usted de ese personaje que decide ocuparse de los asuntos “internacionales”? El escuchó decir que el gobierno ruso zarista, después de haber liberado a los “pequeños hermanos” búlgaros ha decidido honrarlos con una constitución. El preguntó a un político búlgaro: “¿Es verdad que ustedes van a tener una constitución?”. El otro le respondió: “En efecto, tendremos una constitución, es decir, un Reglamento de Prohibiciones”. El diario de Kubtzowsk “El labrador de las Estepas” (Kubtzowsk es una nueva ciudad regional entre Barnaúl y Semipalatinsk) ha publicado el discurso de Stalin pronunciado ante el activismo de Moscú con una redacción un poco modificada. La Pravda escribía: “Nosotros, camaradas, debemos mantener abierta la válvula de la autocrítica”. En el diario de Kubtzowk se ha escrito: “Nosotros, camaradas, debemos mantener abierta la trampa de la autocrítica”. ¿Cuál de estas dos redacciones (juego de palabra en ruso) es la más exacta? ¿Qué es lo que vamos a tener: la autocrítica o el artículo 58? ¿La Constitución o el Reglamento de Prohibiciones? 9 Karl Radek (1885-1939) Influyente revolucionario en los partidos socialdemócrata ruso, polaco y alemán, antes de 1917. Ingresa al bolchevismo en 1918. Miembro del CC desde 1919 a 1924. Designado Secretario de la Comintern en 1920, tiene responsabilidad particular sobre Alemania y China. Firmante de la Declaración de los 46 en 1923. Miembro de la Oposición Unificada, fue lentamente separado de la dirección de la Comintern. Expulsado del partido en 1927 y deportado a Ishim. Capituló en 1929. Luego de ser nuevamente expulsado en 1936, fue condenado a 10 años de cárcel en el segundo Juicio de Moscú. Fue muerto en prisión. (N.deE.) 10 Evgeni Preobrajensky (1886-1937) Secretario del Comité Central del PC en 1920-1921, autor de La nueva economía (1926),

donde analiza los problemas de la economía soviética. Miembro de la Oposición de Izquierda, fue expulsado del partido en 1927, rehabilitado en 1929, expulsado en 1931 y nuevamente rehabilitado poco después. Apareció en público por última vez en el XVII Congreso del Partido (1934) donde, al igual que otros ex militantes de la Oposición de Izquierda se autocriticó por su pasado y denunció a Trotsky. Durante las purgas siguientes se negó a firmar una confesión y fue fusilado sin juicio previo. (N.deE.) 11 El 5 de diciembre de 1923 el B.P (Politburó) aceptó la resolución de Trotsky sobre la democracia en el partido para pisotearla inmediatamente después. 12 Mijail Shchedrin (1826-1889), cuyo verdadero apellido era Saltykov, escritor, periodista y satirista ruso del siglo XIX. Fue sometido al exilio y a la persecución zarista. (N.deE.)


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Creo que todo diagnóstico sería prematuro. Hay un precedente, justamente después del plenario del Comité Central en abril, es decir, después de la decisión sobre la autocrítica, las detenciones se redoblaron. El caso de Bleskow es muy característico. En los recortes de diario que yo le he enviado hay una carta de un cerrajero de la fábrica de Petrovsky (en Ekaterinoslav) dirigida a Zatusky. En esta carta, el cerrajero Bleskow hacía partícipe de sus dudas a Zatusky: se ha abierto un abismo entre los obreros y el partido. Es vergonzoso callarse pero está prohibido hablar: el burgués especialista puede matonear impunemente a los obreros, etc. Esta carta no estaba destinada a ser publicada, pero Zatusky la dirigió a la redacción con un prefacio halagador. Si este prefacio hubiera sido hecho por un oposicionista se le habría dado una explicación muy simple a este asunto: los oposicionistas son eternos pesimistas, gente sin fe, alarmistas que no ven el lado bueno, etc. Pero Zatusky es el presidente de la Comisión Central de Control del Partido de Ucrania; persigue no sin éxito a los opositores, es él quien ha recomendado la carta de Bleskow diciendo que traducía fielmente la voluntad y el pensamiento del proletariado. La Rabotchagaya Gazeta ha desaprobado a Bleskow y a Zatusky en términos muy violentos. Toda una página del diario estaba titulada “Contra los alarmistas y los llorones”. Otra hablaba de “Revelaciones” de Bleskow y del éxtasis desplazado de Zatusky. Este artículo calificaba la crítica de Bleskow de deshonesta y de contrarrevolucionaria. El autor de este artículo estaba muy sorprendido de que Zatusky haya podido presentar esta carta (la de Bleskow) como la expresión del pensamiento de los obreros más avanzados. Yo ya le he escrito a usted que este ataque de la prensa estaba inspirado por el Comité Central. Algunos hechos nuevos vienen a confirmar mi suposición. Hace algunos días, el líder de la Pravda, al comentar la consigna de la autocrítica, nombraba a la carta de Bleskow como una muestra de una crítica malsana y peligrosa. Sin embargo, Bleskow es un viejo rabcor (corresponsal obrero), conocido de muchas redacciones. Su carta está imbuida de la pena que puede experimentar cada proletario honesto, a quien la obra de la Revolución le es preciada. ¿Podría un menchevique criticar con tanto cuidado todas la imperfecciones de nuestro aparato de Estado, y al mismo tiempo, hacer propuestas prácticas? ¿Y por qué iría él a quejarse personalmente a Zatusky? Finalmente, no podemos pasar por alto el testimonio de un funcionario tan probado como Zatusky. Es imposible que él pueda confundir la crítica de un llorón-menchevique con la de un obrero honesto. ¡Pobre Zatusky! Ha perdido todo sentido de la realidad ¿Cómo va a rehabilitarse ahora? ¡Y decir que hay aún optimistas que creen en este famoso “curso hacia izquierda”! Si inclusive Zatusky se ha vuelto un sospechoso ¿qué pruebas hace falta todavía? Si usted conoce optimistas de este tipo, enséñeles esta historia de la caída de Zatusky. Aquí hay otra. Inmediatamente después de la publicación de la carta de Bleskow sobre el “bandidaje papelero” que afectó a todas nuestras fábricas, la Central para la Economía Nacional de Ucrania mandó a hacer una investigación que constatase la exactitud de los dichos de Bleskow. Esto no le ha impedido a Petrovsky (Presidente de la República Soviética de Ucrania) declarar en la Conferencia de los Corresponsales Obreros que en la carta de Bleskow él no encuentra más que cinismo y jactancia ¡Estas son sus auténticas palabras! ¡Una buena demostración del monolitismo y de la homogeneidad de la Dirección de Ucrania! Petrovsky califica de cinismo y jactancia aquello que Zatusky reconoce como la verdadera expresión del pensamiento de los obreros. Y el proletariado ucraniano lee todo esto y se pregunta: ¿Qué es lo que iremos a tener, la autocrítica o el artículo 58, la Constitución o el Reglamento de Prohibiciones? ¡Yo creo que este es un hecho de una enorme importancia política! A propósito ¿sabe usted quién era el secretario regional de Stalin? El famoso Moisenko quien se volvió tristemente famoso por sus intervenciones “permanentes” en el XIV Congreso. Él vociferaba tanto que Zinoviev le decía: todas sus “réplicas” reunidas formarían el discurso más largo del Congreso. Yo recuerdo la cara repugnante de este personaje: una cara de asiduo cliente de las casas de té de las “centurias negras” que el zarismo empleaba en los progromos. Es este “tipo” quien gobernaba en Yusovka, actualmente Stalino. Un día el Comité Central le infligió una sanción pública por embriaguez, robo y excesos. Se le ha prohibido igualmente ocupar posiciones de responsabilidad. De Stalino él se cruzó a Poltava, donde se enteró oficialmente de la decisión del C.C concerniente a sus “proezas” en Stalino. Un camarada exiliado de Poltava me contó cómo este Moisenko llevaba “orgullosamente”la bandera del “leninismo al ciento por ciento” en la última discusión. Nuestros opositores en Poltava se comportaron como “pollos mojados”. Teniendo en sus manos documentos condenatorios contra este individuo, ellos dudaron en desenmascarar a este “jefe” y en demostrar a los obreros


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la corrupción del régimen estalinista que tolera semejantes dirigentes en el partido. Ellos no querían, según sus palabras, mezclar los asuntos sucios, de este “tipo”, en la discusión de principios. ¡Qué ingenuos! Esto era tanto o más necesario cuanto que el asunto de Stalino, es decir, el caso Moisenko ya estaba juzgado cuando Moisenko gobernaba en Poltava. El diario con la resolución del CC llegó a Poltava durante el plenario del Comité Regional que presidía el mismo Moisenko. Los delegados se pasaban secretamente el periódico con la resolución y el “leninista cien por ciento” seguía presidiendo la asamblea. Yo le aseguro, mi querido L.D, que ninguno de los delegados osó decirle a ese filibustero: “¡Vete sinvergüenza! ¡El C.C te ha desplazado de todo puesto de responsabilidad!”. No, ellos estaban ahí, con la Pravda en la mano, expectantes. No fue hasta que el periódico cayó en sus manos, que nuestro “héroe” se fue del plenario. ¿Hay un espectáculo más deprimente que este de los delegados que permanecían mudos y escuchaban dócilmente el parloteo de un bribón “negado” por el poder central? ¿Cuál Gogol, cuál Shchedrín podría describir una cobardía más concentrada, más repugnante? ¿Qué se le puede exigir a simples militantes de esta sana organización estalinista (con o sin comillas), si los miembros del Comité, con la resolución del C.C en mano, se quedan hipnotizados como un conejo frente a la serpiente? ¡Ellos se dicen: el C.C está lejos, mientras que Moisenko está aquí presente! El que habla de la salud de la organización en casos similares, se parece al enfermo ingenuo que le dice al doctor: “¡En general, estoy bien, pero no sé cómo ha desaparecido mi nariz!”. En efecto, en Artemovsk, en Stalino, en Smolensk, hemos presenciado una verdadera parálisis de varias organizaciones. ¿Y el proceso de Chajty? Yo he leído con mucha atención el acto de acusación de los inculpados de Chajty. Da la impresión de un drama en el desierto. ¡Ninguno, ni los sindicatos, ni los soviets, ni la RKI (Inspección Obrera y Campesina), ni organizaciones de la economía nacional; ninguno fue un obstáculo! ¡Esta ausencia total es aterradora! Acuérdese del tratado de Lenin: “¿Se sostendrán los bolcheviques en el poder?”13. Él deposita su confianza en cada obrero, cada soldado, cada obrera para la construcción del Estado soviético. ¡Y ahora, en su onceavo año de existencia, la cuenca del Donetz es un desastre! Vuelvo a mis reflexiones sobre el sistema. Querido L.D, es necesario pensar en esto incluso desde el punto de vista del futuro. Sacando el régimen estalinista, siempre queda la cuestión de saber hasta qué punto este sistema combinado de Estado-sindicato-cooperativa-partido-juventud, permite ver todo desde lo alto. Tome como ejemplo Smolensk. A la cabeza de este distrito se encontraban verdaderos bandidos. En la base no se levantó ninguna voz para denunciar a esta banda ante del C.C y la Comisión Central de Control. Millares de encubridores taciturnos con sus carnet del partido en el bolsillo (sobre esto, los sin-partido disgustados llaman a esa carta “el carnet de pan”). Y en las alturas, todo un enjambre de instructores y controladores que vienen a inspeccionar, revisar y dar órdenes a todo el departamento de Smolensk, cada uno en su rama (Partido, Juventudes, C.G.T, Comisariados del Pueblo, Cooperativas, etc.) Yo creo que, si hubiera venido, enviado por cualquiera de esas organizaciones, a este pueblo gobernado por una banda de “compadres” cuyas “proezas” saltan a los ojos, habría visto enseguida que en el departamento hay “algo que anda mal”. Si los dirigentes del partido son así ¿cómo deben ser los economistas, los comerciantes, los cooperativistas, a quienes la NEP los afecta de cerca? Y aún más, un detalle bizarro: en todos estos asuntos (Artemovsk, Stalino, Smolensk, aparte de Chajty), la GPU no jugó ningún rol. Así, todas estas “langostas” de instructores, controladores y revisores no vieron nada y pusieron su firma en las actas, diciendo que encontraban las cosas “en perfecto estado”. Otro enjambre de “langostas” se queda en el centro para “aclarar” los informes, los diagramas, los gráficos. Se basan en las actas que llegan de Smolensk, Artemovsk, Stalino y otros. Estas tablas y diagramas les sirven como material para los reportes y exposiciones en los congresos en donde se pronuncian discursos de 6 horas. Incluso en el Congreso de las Juventudes, un tal Rujimovich acompaña su interminable exposición de largos y no menos interminables diagramas sobre la industria. Si pensamos que bajo Lomov, la dirección de la Cuenca de Donetz hubiera podido caer en manos de contrarrevolucionarios, se ve cual es el valor que hay que darle a las estadísticas y al control. Pero ¿cuánto dinero nos ha costado el control y la contabilidad de la economía de Smolensk-ArtemovskStalino? Por supuesto, yo no estoy por la eliminación de las cifras, pero creo que éstas se han tragado demasia13 Se trata de un folleto que escribió Lenin en octubre de 1917. (N.deE.).


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dos millones que nosotros necesitamos para la industrialización, las viviendas, la educación, etc. Ahora bien, en lugar de esta información engañosa, nos es necesario encontrar los medios para una información justa que reflejaría el verdadero estado de las cosas. Mire adonde nos lleva este absurdo de papeleos y de burocratismo. Yo tuve la oportunidad de ver en el VSNGH (Concejo de la Economía Nacional) el sistema (muy ingenioso) de movimiento de los expedientes, entre diferentes servicios. Como he dicho, el movimiento es muy ingenioso. Pero esto es lo que pasa al final de ese movimiento. En el VSNGH hay un pequeño hombre que sólo pega las estampillas en los paquetes a expedir y los envía al correo. Tanto uno como otro no son trabajos muy complicados. Pero este pequeño hombre se pone a beber vodka que conseguía a cambio de las estampillas que tenía a su cargo. Amontonaba los paquetes en un viejo armario. La mitad del correo del VSNGH iba a la oficina postal, la otra descansaba tranquilamente en su armario. Este asunto no fue descubierto hasta que el borracho ya había sido despedido de esa administración. Alguien abrió por azar el viejo armario y allí encontró todo el stock de paquetes y de la correspondencia del VSNGH. Es necesario pensar que el mecanismo de todo el trabajo del VSNGH ha sido concebido de tal manera que el control automático de todos los engranajes del aparato es imposible. Trate de volver a montar todas las piezas de un automóvil y olvidar una: esto se notaría al momento de ponerlo en marcha. En el VSNGH se enviaban paquetes urgentes e incluso muy urgentes (por ejemplo, para la campaña de la siderurgia), mientras que esos paquetes enterrados en el armario no inquietaron en lo absoluto, ni por lo alto ni por lo bajo, al mínimo engranaje del mecanismo del VSNGH. Que los paquetes hubieran llegado a destino, que fueran enterrados en “algún lugar seguro”, nuestros chupatintas no se inquietan por tan poco ¿Es su trabajo de alguna utilidad para alguien? Esto no los atormenta. En la Vieja Plaza, el aparato de Stalin ha crecido hasta las 12.000 personas ¡Y en Kherson, y en Odesa! Todo el mundo conoce ahora el caso del famoso Asatkin en Vladimir, caso que fue acallado por sus protectores (de Asatkin) y que se parece mucho al caso de Smolensk: ahí se descubrió un fondo de 2 millones a disposición del comité regional destinado a la corrupción del aparato, con el fin de volver dócil al secretariado. Y la misma historia se repite en muchos otros lugares. Aparte de la democracia interna en el Partido, incluso es necesario revisar cuidadosamente el “funcionamiento” de todos los otros aparatos. No es inútil para esto acordarse de nuestro pequeño mecanismo opositor del tiempo de la discusión. Una pieza, un mecanógrafo, un teléfono. Contra nosotros, todo el Leviatán de Uglanov14 con sus radios de acción y sus instituciones “accesorias” que se encuentran no lejos de la calle Miasnitzkaja. Y aún luchábamos L. Sosnosvky

14 Nikolai Uglanov (1886-1940) Bolchevique en 1907, participó en la revolución en Petrogrado. Hizo carrera como apparatchik y fue líder del partido en Moscú desde 1924 a 1928 y combatió contra la Oposición. Vinculado a la derecha de Bujarin, fue purgado en 1928, expulsado del Partido en 1932, arrestado en 1936 y fusilado en prisión en 1940. (N.deE.).


Ninguna concesión política al espíritu conciliacionista León Trotsky 2 de octubre de 1928

Nota: Esta es una carta a Boris Elzin, uno de los oposicionistas “intransigentes”. Esta carta es de particular interés en razón del análisis de las tendencias conciliacionistas que imperaban en la Oposición. El 11 de septiembre, Nikolai Uglanov, seguidor de Rykov y Bujarin, y jefe de la organización partidaria de Moscú, realizó un informe sobre la situación económica ante una reunión del comité de partido de Moscú. El reporte apareció con cierto retraso en Pravda el 21 de septiembre. En él, Uglanov evitaba el tema de las requisas de granos y no hacía mención alguna sobre la campaña contra los kulaks, al mismo tiempo que atacaba en forma agresiva a la Oposición y rechazaba su análisis acerca de las tendencias centrista y de derecha en la dirección del partido. El comité aprobó una resolución en este espíritu. Por subvaluar la campaña contra los kulaks, el comité fue amonestado en un artículo editorial de Pravda del 15 de septiembre. El 25 de septiembre, Uglanov habló ante el comité del partido de Moscú nuevamente, esta vez insistiendo explícitamente que la causa de los problemas económicos radicaba en el retraso de la agricultura respecto de la industria. Pero Uglanov, junto con otros bujarinistas, cayeron presa de las maniobras de los estalinistas. El mismo día que Trotsky escribió esta carta, el comité de partido de Moscú le envió una carta abierta a los miembros del partido en la que repudiaba la resolución de septiembre. Este fue el comienzo de la campaña abierta contra el ala derecha y sus seguidores. Mientras tanto, desde finales del verano, la salud de Trotsky se había deteriorado, y empezaron a llegarle rumores de que sería trasladado nuevamente. Los oposicionistas de toda la URSS comenzaron a enviar telegramas a Moscú protestando por el clima insalubre en que se lo obligaba a vivir, y por la falta de adecuada atención médica. Algunos exiliados planearon una huelga de hambre colectiva en su defensa. Trotsky insistió en que estos planes fueran cancelados, por temor de que tales acciones pusieran en aprietos a los miembros de la Oposición involucrados en ellas. También rechazó el rumor de que las autoridades lo trasladarían de nuevo. En octubre, el bloqueo postal se volvió más severo y Trotsky comenzó a quedar aislado de sus correligionarios y amigos. Con permiso de la Harvard College Library. Traducido del ruso por George Saunders. Traducido de la versión inglesa del original ruso de The Challenge of the Left Opposition (1928-1929) editado por Pathfinder Press, New York, 1981. Traducido por Mario Iribarren para Cuadernos. Estimado camarada Elzin: No le he escrito durante largo tiempo, y yo soy responsable por ello. Para decirle la verdad, pensaba que Liova lo mantenía más o menos al tanto de las cosas. Y aparentemente, eso es lo que sucedió. En su última carta, usted escribió principalmente acerca de los oposicionistas conciliadores. Usted nos exige que nos pronunciemos contra ellos en forma más contundente. Con su idea básica, no puede haber concesión alguna en esta área, y por supuesto concuerdo con usted en un todo. En la medida en que el conciliacionismo ha buscado adoptar una expresión política propia, ya sea en forma de propuestas particulares, tesis, etc., se ha topado con nuestro rechazo casi unánime. Como resultado de ello, presentamos un frente bastante compacto ante el VI Congreso. Descontando a Serebriakov1, que se hunde cada vez más en el filisteísmo, todos los camaradas firmaron la resolución presentada ante el Congreso. Con esto no quiero decir, en absoluto, que todos los camaradas piensan lo mismo. Indudablemente, hay pequeños matices de diferencia, así como también otros más sustanciales. Hemos visto que los camaradas que abrigan tendencias conciliacionistas han comenzado a buscar 1 Leonid Petrovich Serebriakov,(1887- 1937): Bolchevique desde 1905. Entre 1920 y 1921, secretario del Comité Central del Partido Comunista de la Unión Soviética, y jefe del Comité Principal director del servicio universal del trabajo. En 1921 estuvo en el Comisariado del Pueblo de Ferrocarriles de la RSFSR como comisario de la administración principal, siendo entre 1922 y 1924 subcomisario del Pueblo. Fue uno de los líderes de la Oposición de Izquierda. Fue juzgado en el “Segundo Juicio de Moscú”, también llamado “proceso contra el centro paralelo trotskista”, siendo condenado a morir fusilado. Fue rehabilitado en 1988.


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puntos de acuerdo no sólo con los centristas (llegando a fabular con puntos de acuerdo que no existen), sino puntos de diferencia con nosotros, que se centran, inexorablemente, en los viejos temas en disputa: los dos partidos y la revolución permanente. Está absolutamente claro que lo que estamos enfrentando aquí es un estado de ánimo, o sea, algo muy resistente a los argumentos. Decidir por adelantado que estos estados de ánimo están inevitablemente destinados a cobrar forma política, y extraer las conclusiones pertinentes, sería por el momento prematuro, como mínimo. Sería totalmente imperdonable empujar a los camaradas en esta dirección cuando las actitudes conciliacionistas se han apoderado de ellos, o bien cuando han perdido pie. Estamos atravesando un reflujo muy profundo del proceso histórico, y las vacilaciones en el estado de ánimo de algunos camaradas son inevitables, por más que no nos gusten. Algunos recobrarán el equilibrio, pero otros lo perderán por completo. Una cosa está clara: no puede haber ninguna concesión política en este respecto. Por supuesto, usted habrá leído el discurso de Uglanov. Es el “más jugoso” de todos los discursos oficiales del periodo reciente. Especialmente buena es la parte que trata acerca del “nuevo problema” de la Oposición. Otros informes complementan esta parte del discurso de Uglanov, y evidencian que el topo de la historia prosigue su labor infatigable, más allá de los artículos rebosantes de truenos y amenazas que pululan por ahí. Q. E. D. [quod erat demonstrandum: es lo que había que demostrar] Los camaradas están ahora muy preocupados por el tema de mi transferencia fuera de Alma Ata, pero no creo que esto suceda. ¿Adónde me enviarían? A Rakosvky, que fue enviado a Astrakán por orden del Comité Central, le negaron el derecho de ir a Kislovodsk para curarse, cosa totalmente necesaria para él. Después de todo, la cuestión del “prestigio” –ese fetiche de los débiles– se ha planteado abruptamente. Me siento mucho mejor ahora y estoy trabajando normalmente. Sólo el otoño mostrará qué tan estable es la mejoría. De todas maneras, creo que voy a seguir viviendo aquí. Los camaradas que han enviado telegramas y protestas deberían limitarse a eso. No sería aconsejable dar más pasos desde el punto de vista práctico. No lograrían su cometido y podrían complicar la situación innecesariamente para muchos de nuestros amigos. Insisto en esto muy firmemente. ¿Está usted trabajando sistemáticamente en algo? El Congreso me distrajo un poco de los planes que había hecho con respecto al trabajo de investigación. Espero poder retomarlo este invierno, si el curso de los eventos me lo permite. Le envío un caluroso apretón de manos y le deseo lo mejor.


Cómo criticar a los centristas León Trotsky 22 de octubre de 1928

Nota: Carta dirigida a los oposicionistas exiliados en Cheboksary, capital de la República de Chuvasia, sobre el río Volga, a ochenta millas al oeste de Kazan. Esta carta ofrece un perfeccionamiento de la descripción de Trotsky sobre el giro a izquierda y sus implicancias para la política de la Oposición. Trotsky estaba trabajando en una polémica contra Stalin, Bujarin y Zinoviev sobre la revolución permanente y otras cuestiones de teoría marxista, cuando recibió, casi al mismo momento de su carta, el largo memorándum de Radek (“sobre la revolución democrática”), que criticaba el concepto de la revolución permanente de Trotsky y expresaba un temor de que la Oposición perdiera su influencia si seguía aislada del partido. Trotsky dejó de lado su trabajo“contra la ideología oficial de la era de la reacción” para responder a Radek, de acuerdo con la sección introductoria de la Revolución Permanente de Trotsky (de“octubre de 1928”). Aparentemente, adaptó partes sustanciales de su borrador para usarlo en la Revolución Permanente. Con el permiso de la Biblioteca de la Universidad de Harvard. Traducido del ruso por George Sunders. Traducido de la versión inglesa del original ruso de The Challenge of the Left Opposition (1928-1929) editado por Pathfinder Press, New York, 1981. Traducción para Cuadernos por Celeste Murillo. Estimados camaradas de Cheboksary: Respondo su carta del 22 de septiembre con un poco de demora porque he estado muy ocupado durante las últimas semanas. Contestaré punto por punto: 1. Mi salud durante el periodo reciente ha mejorado considerablemente, después del uso prolongado de quinina. Estoy trabajando nuevamente sin interrupciones. Me estoy preparando para un gran viaje de caza. Si la malaria regresará este otoño o no, el futuro dirá. 2. Estoy muy contento por sus comentarios sobre la “Crítica del proyecto de Programa”1. Lamentablemente, el trabajo debió escribirse muy rápidamente. Después de enviarlo, encontré algunas deficiencias, y desde entonces he hallado en mis archivos algunas trascripciones, citas y documentos que podrían aprovecharse para complementar y precisar lo que se dice en la crítica. En fin, ya es tarde, ¿qué podemos hacer? Lo diremos en otro momento. 3. Espero que les llegue “La cuestión china después del VI Congreso”. Este trabajo está dedicado a las tareas y perspectivas inmediatas en China y, en particular, presenta los argumentos para la consigna de Asamblea Constituyente. 4. Ustedes plantean la cuestión de la “revolución permanente”, por así decirlo, desde un punto de vista retrospectivo, es decir, mirando hacia el pasado. Sí, la cuestión ha sido planteada y debe ser respondida. Tengo un borrador inicial sobre este tema, contra Stalin y Bujarin, quienes jamás han comprendido el enfoque de Lenin o el mío sobre la cuestión, y contraponen ambos enfoques precisamente en el área fundamental que más los une. Cuando me libere de las tareas más urgentes, retomaré la “revolución permanente”, esto es, terminaré el viejo borrador. Necesitaré no menos de dos o tres semanas para eso, sin embargo, porque es un tema muy amplio. 5. Me dan una buena “paliza” por las formas en que he definido el “curso de izquierda”. Con bastante habilidad critican, debo confesar, todas las imperfecciones de mi terminología con respecto al zigzag centrista. Algunas veces hablo de un “giro”, otras, de “cambio”; en un lugar hablo de un giro que “se está llevando a cabo”, y en otro, de uno que “ha sido llevado a cabo”; y así sucesivamente. Todo esto es real, pero aquí ustedes tienden, aunque levemente, a reemplazar gramática por política. Ninguna ciencia ha creado una terminología precisa 1 Se refere a la “Crítica del proyecto de programa del VI Congreso de la Internacional Comunista” que está incluida en La Tercera Internacional después de Lenin.


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para los zigzag centristas. Se llevó a cabo un giro (por supuesto, un giro hasta cierto punto) en febrero; esto es, se produjo un cambio de dirección en el curso. Pero este giro a izquierda todavía “se está llevando a cabo”, dado que se está extendiendo a otros países y otros partidos (por ejemplo, el partido checoslovaco). Cuando uno analiza un proceso que no ha terminado, y una contradicción interna en él, puede caer en esquematismos si busca una terminología precisa y acabada y coloca períodos donde no debería. Por lo tanto, podría entenderse que su carta dice que la lucha de la derecha contra los centristas ha terminado y que julio fue el balance definitivo. La carta del camarada Nevelson2 concede la posibilidad de que en una determinada nueva etapa los centristas podrían acercarse a nosotros (por supuesto, sólo influenciados por importantes causas objetivas: contradicciones, presión de las masas, etc.). Discuto este tema con mayor detalle, sin embargo, en la carta a algunos camaradas, que adjunto [ver “Los peligros del bonapartismo y el rol de la Oposición”, publicado en este Cuaderno] y que por lo tanto no repetiré. 6. El camarada Nevelson, en su carta sobre la dirección de nuestro ataque, llega a la absoluta e indiscutible conclusión de que nuestro principal ataque debe ser dirigido contra el centrismo como el camuflaje y la fuente de apoyo para la derecha en el partido. Lamentablemente, el camarada Nevelson no se dio cuenta de que eso es lo que hemos venido haciendo todo este tiempo. ¿Contra quién dirigimos nuestro ataque en todos nuestros artículos y discursos, en la Plataforma, etc.? Contra Stalin. Y contra Bujarin, en la medida que este último se identificó él mismo con Stalin. En nuestra Plataforma dedicamos una docena de líneas a la derecha. Simplemente señalamos su presencia. No es necesario más que eso para los trabajadores. En su forma abierta y directa, la derecha no atrae a los trabajadores. Todo el fuego de nuestra crítica, todo este tiempo, se ha concentrado casi exclusivamente en los centristas. Pero existe otro aspecto no menos importante que no puede ser dejado de lado. Los centristas se apoyan, mediante el aparato del partido, en la masa indiferenciada de los miembros del partido, incluso de los trabajadores. La derecha se apoya, mediante el aparato del Soviet [a saber, gobierno], en los nuevos propietarios. Hasta aquí, el centro y la derecha han hablado y actuado “monolíticamente”. Stalin usa todo el poder de los elementos propietarios contra nosotros y usa el apoyo de los trabajadores contra Rykov. Una ruptura entre el centro y la derecha significaría una fisura de clase, donde los elementos propietarios arrastrarían a Rykov mucho más a la derecha y los trabajadores empujarían a Stalin mucho más a la izquierda. A largo plazo, podría haber una guerra civil entre nosotros y el ejército de la derecha, y un frente común entre nosotros y el ejército de los centristas. Hablo deliberadamente de ejércitos, a saber, de clases, y no de los pequeños grupos de las alturas. Sería un suicidio seguro suavizar nuestra crítica al centrismo con el objetivo de acercarnos a las masas que hoy siguen a los centristas. Sin embargo, es absolutamente correcto y políticamente útil, para llamar a estas masas, decir: “¿Temen que haya una ruptura? ¿Temen que haya conmoción? Entonces permítannos intentar dar el giro que se está llevando o ha sido llevado a cabo por su dirección –en la que ustedes confían pero nosotros no, en lo más mínimo–, permítannos intentar dar este giro (esté completo o en proceso) hacia un punto de partida para un verdadero curso de izquierda. Estamos listos para ayudarlos durante todo este camino. Para empezar, permítannos plantear a la dirección una serie de demandas modestas (el regreso de los oposicionistas al partido, una preparación decente para el nuevo Congreso partidario, una reducción del presupuesto del partido, etc.) y de esa forma permítannos probar la línea política y la simple honestidad de la dirección”. Esta forma de abordar al público es absolutamente correcta. En una célula o en una reunión de trabajadores todos los oposicionistas harían exactamente este planteo, si son bolcheviquesleninistas y no centralistas democráticos desenfrenados que le han dado la espalda al partido, habiendo tomado la decisión de que “el partido es un cadáver” (V. Smirnov). En la medida que este tono de mi planteo al público les moleste, en ese caso, me parece que se equivocan. No hay concesiones de principios en mi enfoque. Puesto que no está excluida la posibilidad de que el zigzag a izquierda se transforme en giro a izquierda (no estaba excluida ayer y puede probarse que no estará excluida mañana) –con una condición muy pequeña–: la creciente actividad de las masas y la creciente influencia de la Oposición sobre esas masas. Con eso terminaré. Temo haber escrito demasiado y en algunos casos haber exagerado tanto con respecto al pasado como al presente. Sin embargo, por favor no se tomen esto a pecho. Sólo puedo alegrarme por su tan atenta y meticulosa lectura de nuestros documentos. La meticulosidad es una gran vieja tradición marxista. Estrecho sus manos y les deseo lo mejor a todos.

2 Man Nevelson, yerno de Trotsky. el marido de Nina, era estudiante secundario en 1917, cuando organizó las Juventudes Comunistas y luego los Guardias Rojos. Comisario político del Ejército Rojo, en 1920 era jefe del departamento político del 5º Ejército. Economista, estuvo preso en la prisión de Verjneuralsk.(N.deE.)


Carta a Mijail N. Okudjava Kote Tsintsandze 10 de febrero de 1930

Nota: Carta de K. M Tsindatzé a M.N. Okudjava, Biblioteca de la Universidad de Harvard, 15546, con el permiso de la Universidad de Harvard. Los dos hombres eran georgianos. Okudjava se inclinaba hacia la “conciliación”, es decir, hacia la capitulación, y Tsintdadzé se esforzaba por impedirlo. Okudjava había hecho circular un texto sobre esta cuestión. Cahier Léon Trotsky Nº 6. Traducido del francés por Pablo Gastaminza. Esta carta fue publicada en el Builletin Opozitsi Nº 11 de mayo de 1930. Querido Micha: He recibido tu carta, así como una copia de la carta de Ch. G3., y ambas me han dado malas noticias. La primera sobre tu salud, que no es muy buena y la segunda sobre los problemas políticos. Mi salud tampoco es buena, es francamente mala. La hemoptisis ha tomado un rasgo preciso: en diez días, tuve una hemorragia cada dos días. Con respecto a mi corazón, es aún peor, pero no pierdo la esperanza de una mejoría. Tal vez sea una esperanza vana, pero la tengo y estoy vivo. Sobre tu salud, hay que estar alerta. Es necesario exigir que seas transferido al sur. Allá estarás mejor. Trata de plantear la cuestión de tu transferencia a Yalta. Ahora pasemos a la política. Te asombras, mi querido Micha, de que la “Carta a los amigos” haya podido llegarte4. No hay nada de asombroso en ello, ya que esta carta genera desacuerdos entre la Oposición, y esto le conviene al aparato5. El aparato quiere aprovechar esos desacuerdos para separar otro grupo de nosotros. Lo conseguirá, porque en una parte de la Oposición que se encuentra en el exilio y en el aislamiento, la consigna “volver al partido, a pesar de todo” se ha vuelto popular. Yo he notado que la preocupación fundamental de muchos camaradas es la de saber qué declaración escribir, cuál le gustará más a Yaroslavsky-Stalin (hablo sobre la base de las informaciones que dispongo). A partir de aquí, ellos están dispuestos a tomar como excusa de su partida la más mínima coma o el más mínimo punto mal puestos por el autor de la “Carta a los Amigos”. Se ha hecho de la declaración una especie de fetiche6. Cada vez que la dirección gira a izquierda, varios camaradas comienzan a inquietarse y a buscar salir de una atmósfera sofocante, pero caen en un ambiente aún más sofocante. Espero que no sospeches que yo te ubico en esta categoría. No, en absoluto. Quiero decir, simplemente, que es necesario ser muy prudente en la apreciación del período actual. El contenido resumido de tu carta es el siguiente: la política del centrismo se fue en bancarrota; la realidad, indiscutiblemente, le ha dado y le da la razón a la Oposición: dada la derrota, bajo la presión de la masa del 3 Se refiere a Christian Gregorovich Rakovsky (Nota original) (1873-1941) Ex presidente del Consejo de Comisarios del Pueblo de Ucrania durante la guerra civil, amigo personal de Trotsky, fue uno de los principales dirigentes de la Oposición y su dirigente en la URSS luego del exilio de Trotsky y la capitulación de la “vieja guardia bolchevique” en 1929. Desde su deportación hasta su capitulación, o sea desde 1927 a 1934, Rakovsky logró conservar relaciones con el centro de deportados de Biisk y, por intermedio del “centro” de Moscú, él mismo informaba a León Sedov en el extranjero. (N.deE.) 4 No podemos saber de cuál documento se trataba. 5 El aparato retenía en el correo las cartas que le parecían poco capaces de favorecer su causa, pero por el contrario, facilitaba la circulación de textos que le parecían útiles, voluntariamente o no. 6 Las frases anteriores parecen indicar que el autor de “La Carta a los amigos” hacía críticas “de izquierda” a la declaración de agosto de 1929. Pero parecería que estas críticas eran moneda corriente. De cualquier manera, destaquemos que Tsintsadzé notó que los bolcheviqueleninistas, tentados a capitular, están listos a invocar como pretexto cualquier crítica a la declaración de agosto de 1929. Sin embargo, en la correspondencia de Harvard, encontramos cartas de deportados quienes, como Boris Viaznikovtsev, han criticado “por izquierda” esta declaración antes de capitular. (Nota original). Se refiere a la Declaración al Comité Central y a la Comisión Central de Control 22 de agosto de 1929 que escribieron K. Rakovsky, V. Kossior y M. Okudjava. Fue la respuesta de la Oposición a la capitulación de los tres (Radek, Preobrajenski, Smilga, el 10 de julio de ese año.(N. de E.)


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partido y nuestra lucha, la dirección se vio obligada a encontrar una salida arriesgándose en el camino de la izquierda. Al mismo tiempo, ella se ha probado capaz de rearmarse (todas las expresiones resaltadas corren por mi cuenta, K.Ts.), es decir de comprometerse definitivamente en la vía leninista. No se pueden ignorar los desplazamientos pasados y presentes que no pueden encontrar lugar en la maniobra, la dirección se ha arriesgado en los hechos, sobre los carriles leninistas. Esta es nuestra línea, por lo tanto es necesario aceptar la línea general con más claridad y decisión, rechazar la lucha fraccional, escribir una declaración, exigir la reintregación al partido “de toda la Oposición”. Consideras la apreciación de L.D. como un error, consideras que su orientación no es la nuestra; según tu opinión, L.D. subestima los cambios, él los considera como una “coincidencia táctica” provisoria. Crees, estás convencido de que la línea general de la dirección es enteramente la línea leninista que conocemos, es decir, la nuestra. Tales son la posición de L.D. y la tuya. En este caso, estoy del lado de L.D. Te basas únicamente en el hecho de que lo que pasa hoy, es para ti una verdad absoluta, constituye un viraje real y definitivo del centrismo: para ti, actualmente, no hay centrismo, sino leninismo puro y auténtico. Para mí, todo lo que pasa hoy es pura maniobra. No veo leninismo auténtico en este viraje. Considero, como tú, que el centrismo ha fracasado y que se ha visto obligado a buscar una salida por izquierda. Pero no estoy de acuerdo contigo en cuanto a que lo crees capaz de adoptar definitivamente un curso de izquierda. Un compromiso forzado hacia la izquierda no es una prueba que pueda convencer de la autenticidad de una línea o de la otra. Las condiciones objetivas de la vida pueden forzar a cualquier organización a operar cualquier cambio, pero éste no constituirá su naturaleza, su verdadero rostro. Al menor cambio de situación, bajo la presión de la derecha, el centrismo estará “obligado” a operar un giro a la derecha. Todo el pasado del centrismo lo prueba. Dices que la actividad de las masas es la garantía de que la dirección “no pueda girar a la derecha” y que ella seguirá en el actual camino. ¿Hasta qué punto esta actividad es real? ¿Por qué medios puedes comprobarla? ¿Dónde están los medios para verificar la independencia de las masas? ¿En los comunicados oficiales? Hay que ser muy prudente con los comunicados oficiales sobre la actividad de las masas y su impulso (recuerda el primer trimestre del plan quinquenal). Además, los métodos de aplicación de estas medidas de izquierda me inquietan mucho. Se tiene la impresión de que alguien quiere hacer fracasar el curso a izquierda. Los alarmantes comunicados sobre el fracaso del primer trimestre del plan quinquenal me confirman el temor de que tales métodos de aplicación del curso a izquierda, tanto en la ciudad como en el campo, ocultan los riesgos de interrupción de este camino. Y, al respecto, la cuestión del régimen del partido se plantea en toda su amplitud. A fin de cuentas, los éxitos en todos los frentes dependen de lo que representan las organizaciones locales del partido (autoridad, nivel de conciencia, popularidad, etc.). Desde este punto de vista, nada, o casi nada, está hecho. El resultado de la lucha contra los derechistas es nulo; todas nuestras organizaciones están llenas de ellos; en el lugar de un funcionario, ponen otro de la misma calaña. De aquí la conclusión: el simple cambio de los funcionarios del partido no hace más que agravar la situación (Bakú, Leningrado, etc.) y durante este tiempo, la persecución del ala izquierda continúa con más ensañamiento que antes. Por todas partes se escucha hablar de nuevos arrestos, de deportaciones, de encarcelamientos en aislamiento, etc. Incluso a los capituladores no se les tiene confianza. Se les hace tapar pequeños agujeros en el aparato soviético. No se los admite en el partido. Los capituladores han justificado su capitulación diciendo que hay que ayudar al partido ¿Quién ayuda al partido? ¿Dónde y cómo? El aparato no quiere su ayuda: “esto no es necesario -dicenprescindiremos de ustedes”. El frente principal es el partido; éste se resquebraja. La dirección lo ve, pero se contenta con paliativos: reemplaza algunos funcionarios, pero no piensa en cambiar el régimen interno del partido para que se desarrolle el espíritu de iniciativa. No quiere confrontar a la Oposición de Izquierda con los derechistas que hacen fracasar el curso a izquierda. Varios camaradas consideran que, hasta ahora, la persecución a la Oposición de Izquierda es una cuestión secundaria, enteramente subordinada a los problemas económicos. O bien ellos explican esto por la “inercia”. Tú tampoco hablas para nada de la persecución. Yo no le doy a este tema menos importancia que a los cambios en el terreno económico, porque éste también está ligado al régimen interno del partido, del que depende toda la suerte de los progresos económicos y de los demás progresos. Hablas de reconocer la línea general ¿La cuestión de la persecución del ala izquierda forma parte de la línea general? Yo pienso que no solamente forma parte, sino que constituye casi la mitad de ella. En efecto, toda la lucha se desarrolla alrededor de esta línea general. Yo te lo pregunto ¿consideras leninista la actual actitud de la dirección hacia la Oposición? En resumen, ¿consideras leninista una tendencia que inscribe en su bandera: sean cuales sean las condiciones, aplastemos al ala izquierda? Esta es la lógica de las cosas: si se acepta la línea general sin condiciones, se debe también reconocer como correcta y leninista la persecución a todo lo que está a la izquierda, es leninista, en el partido. Yo sé que tú no piensas esto; pero si los cambios actuales no dejan ninguna duda en cuanto a la realidad del giro, y, según tu opinión, estos cam-


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bios son perfectamente reales (aparte de algunas “supervivencias”, no ha quedado nada de la antigua política oportunista), podríamos preguntarnos ¿por qué la dirección persiste en no querer liberar a la Oposición aunque sea del artículo 58? A esto, tú tampoco respondes. Resulta que esto es un tema sin importancia. Yo no lo considero así. Yo no pienso que se trate simplemente de la obstinación de la dirección, ni de la inercia, ni de “supervivencias”, sino de una política deliberada de represión a la Oposición de izquierda. En este aspecto, las previsiones de la dirección van más lejos de lo que algunas personas piensan. Stalin sabe que hay una coincidencia táctica provisoria con la Oposición de Izquierda y no una unidad estratégica (L.D.). Por consiguiente, él elimina de antemano el obstáculo de izquierda en caso de viraje a derecha. Durante este tiempo, todavía no ha sido excluido ningún derechista, ni encarcelado, ni deportado. Yo estoy de acuerdo contigo acerca del fracaso del centrismo, en el hecho de que fue obligado a tomar un curso hacia la izquierda, que se han producido desplazamientos hacia nuestras posiciones, desplazamientos muy grandes e importantes, que debemos reconocer con más decisión, apoyarlos, contribuir a realizarlos y exigir la reintegración de “toda la Oposición” en el partido. Pero para aceptar toda la línea general, esto no basta. L.D también estará de acuerdo en declarar esto. Estoy más que convencido de ello. El no está en contra de un bloque, él está a favor, pero pone en guardia a la Oposición contra un camino que le haría perder su personalidad como corriente de ideas. No tienes más que un solo punto de partida: el desplazamiento a izquierda. Tú lo consideras como un verdadero giro de la línea para siempre, pero L.D. tiene otras bases: es posible otra evolución de los acontecimientos, es decir, que pueden producirse giros a la derecha bajo la presión de los derechistas y de las fuerzas anti-soviéticas. Lo que le preocupa particularmente, es la situación internacional que no evoluciona en favor de la revolución a causa del trabajo destructor ligado al “tercer período” de la I.C. Su análisis es más profundo y a más largo plazo, mientras que tu táctica sólo se refiere al momento actual, e incluso en un solo terreno de lucha (U.R.S.S.), ya que no sabemos lo que sucede en el extranjero7. “Hay cambios, eso es una base suficiente”. Incluso reconocemos que, a pesar de una apreciación diferente, nos pusimos de acuerdo sobre la necesidad de escribir una declaración, aunque sólo sea para el XVI Congreso. ¿Qué deberíamos decir? ¿Cómo expresar lo que es indispensable expresar desde el punto de vista de la Oposición? Yo te pregunto: 1) ¿Escribirás en esta declaración que el centrismo se fue a la bancarrota? (en tu carta analizas notablemente su bancarrota), 2) ¿Escribirás que el centrismo se vio obligado a hacer un giro a izquierda después de la derrota del bloque con la derecha? (que analizas muy bien también) 3) ¿Qué significa la exigencia del regreso de “toda la Oposición”? ¿Esto significa que no haremos declaraciones individuales, ya que ellas destruyen a la Oposición como corriente? 4) ¿Escribirás que consideras que la línea de la Oposición es correcta, es decir, que no se trata de renegar de sus convicciones? 5) ¿No te solidarizarás con el camarada Trotsky, es decir con el supuesto “trotskismo”? (en realidad, no solidarizarse con L.D. –y eso es lo que se nos exige– significará en el fondo que éramos partidarios del “trotskismo” y no de la Oposición leninista, y que durante seis años, no supimos dónde estaba el “leninismo” y dónde el “trotskismo”). Si respondes afirmativamente a todas estas preguntas, es decir si el contenido de nuestra declaración es: 1) la justificación de la línea de la Oposición; 2) la derrota del centrismo; 3) el mantenimiento de nuestras concepciones; 4) el regreso al partido de “toda la Oposición” (y no de individualidades), etc., más el rechazo honesto e incondicional del trabajo fraccional y el apoyo incondicional del curso adoptado después de la XVI Conferencia del partido, estoy de acuerdo con esa declaración, y L.D. por supuesto, estará de acuerdo también. Entre nosotros sigue estando esta diferencia sobre tu posición de aceptar sin reservas toda la línea general. Por lo demás, todo lo que dice la carta es excelente. ¿Podemos no hablar de estas cosas si queremos seguir siendo revolucionarios? No escribimos para nosotros, ni para la dirección, sino para las masas. Cada uno de nuestros pasos debe estar calculado con el fin de educar a las masas, y especialmente a la juventud, en el espíritu revolucionario. Yo no discuto la forma de la declaración, pero en el contenido, debe tener los puntos de los cuales hablé antes. No podemos aceptar simplemente la línea general sin comentarios. En una palabra, yo no discuto la forma, la lengua, el estilo, etc. de la declaración. Que esté redactada de manera de “no ofender” a nadie. Pero debe ser de tal manera que las masas nos comprendan, que entiendan lo que ha sucedido durante estos diez años. Nosotros no podemos desorientar a las masas como lo hicieron la “troika” e I.N Smirnov8 con “los revolucionarios nacidos en prisión” (Mratchovsky)9. ¿Aceptará esto la dirección? ¿Aceptará nuestra declaración? Está claro que 7 Este elemento de información es interesante y permite explicar la escasez de referencias a la política de la I.C. en los textos de una tendencia, de la cual, la razón de ser era precisamente, que ella se basaba en una política mundial. 8 Recordamos que la troïka -Preobrajensky, Smilga, Radek- había capitulado en julio e I.N. Smirnov en octubre de 1929. 9 Uno de los elementos biográficos del cual el viejo bolchevique Sergei V. Mratchkovsky y sus amigos se enorgullecían más, era que él había nacido en prisión, su padre y su madre eran condenados políticos.


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no, ya que nosotros no queremos volver al partido politicamente invertebrados, que es lo que ellos quieren. Por consiguiente, te pido que me respondas más concretamente cómo te imaginas en la práctica nuestra nueva intervención con esta declaración y la exigencia de la vuelta al partido de toda la Oposición. Yo propongo que “golpeemos” una vez más a las puertas del partido en el XVI Congreso, pero nuestra declaración debe incluir los puntos mencionados antes, más lo que hay de nuevo y que ya existe en los métodos de aplicación del curso de izquierda. Para eso, es necesario que se nos permita ponernos de acuerdo, aunque sea sólo con aquellos que han firmado la última declaración. Dos palabras sobre las adhesiones: tú las explicas fundamentalmente por los cambios, es decir, por la convicción que nuestros cuadros habrían adquirido de la realidad del giro. Si examinamos las adhesiones por grupos, más o menos considerables, yo no pienso que se trate de convicción. Los cambios, desde luego, han tenido una importancia colosal, pero no enteramente decisiva, en particular en las filas de los líderes de la Oposición. Quiero preguntarte: si no hubieran existido las deportaciones, los aislamientos, la hambruna y el frío, las torturas mentales y físicas ¿habría existido tal adhesión o no? Dada la represión, las convicciones no tienen tampoco un rol decisivo, ya que no se puede exigirle a todo el mundo que sea heroico. Es determinante que las adhesiones se dieran sobre todo entre los deportados, y en las cárceles de aislamiento, y en las fábricas y usinas, solamente cuando se ponen en marcha los órganos represivos del partido y el Estado (G.P.U., C.C.C.). Es determinante también que, en varios lugares, la depuración haya revelado que los capituladores que regresaron del exilio siguen trabajando en sus puestos. Con el látigo en una mano y el “desplazamiento” hacia la izquierda en la otra, es posible crear en muchos una tendencia a la capitulación. Entre los que nos han dejado, están: 1) los que creen sinceramente en el desplazamiento (el porcentaje es débil); 2) los que ceden a la presión, pero que mantienen sus posiciones (porcentaje bastante grande); 3) los que se embrollan en cuestiones polémicas (entre los dirigentes); 4) los que admiten la adhesión como una maniobra para seguir trabajando (porcentaje débil); 5) los que tienen la esperanza de una victoria fácil (porcentaje bastante grande, igualmente entre los “dirigentes”). Es todo por el momento. Con mis saludos comunistas. K(ote)


Semblanzas

Lev Semionovich Sosnovsky Nota: Les bolchéviks par eux-mêmes, Georges Haupt y Jean-Jacques Marie, Maspéro, 1969, p. 238-239. Traducido al español para este cuaderno por Rossana Cortez. Periodista irónico y apasionado, Sosnovsky se convirtió desde el fin de la guerra civil en el símbolo de dos combates complementarios, según él: la lucha contra la burocracia y la lucha contra los kulaks que llevó adelante en las columnas de la Pravda y en las de Bednota1, del que fue redactor en jefe desde 1918 a 1924. Miembro del Comité Ejecutivo Central y uno de los portavoces de su fracción comunista, pronto orientó su intransigencia hacia la maquinaria del Partido y del Estado. En sus artículos, muestra a esos “aparatchiki que no son ni fríos ni cálidos”, desmenuzando todas las circulares, grabando, anotando, llenando montones de papeles, clasificando, sellando, etiquetando y que “están contentos cuando reina la calma en su organización”. Apoya a Trotsky en la querella sindical en 1920-21, es uno de los firmantes de la carta denominada “de los 46”, miembro de la Oposición de Izquierda, luego de la Oposición Conjunta. En 1924, toma parte decisivamente en el famoso caso de Dymovka, en donde desenmascara a los asesinos de un Selkor (corresponsal campesino) del periódico Bednota, lo que le permite lanzar ataques brutales contra los kulaks, a quienes acusa de haber tramado el asesinato. El XV Congreso lo expulsa por trotskista. Yaroslavsky cuenta a los presentes que Sosnovsky había declarado a la Comisión Central de Control: el Partido se ha aniquilado al mismo nivel que el Kuomintang. Fue deportado en 1928 y, en el verano de ese mismo año, desde su lugar de deportación, Barnaúl, escribe y dirige a Trotsky tres “cartas del exilio”y una cuarta carta al oposicionista Vardin que acababa de capitular. Estas cartas le valen ser condenado a seis años de prisión en la cárcel de aislamiento de Cheliabinsk. Las cuatro cartas fueron publicadas en el núm. 3-4 del Boletín de la Oposición [Dos de estas cartas se publican en este cuaderno (N.deE.)]. Sosnovsky estudia en Siberia todos los síntomas de la lucha entre el bedniak (campesino pobre) y el kulak (campesino rico) cuya existencia acaba de ser admitida oficialmente, y relata las palabras de un bedniak descontento: “Los mitines para el bedniak, las tierras para el kulak”. El 30 de mayo de 1928 escribe a Vardin, quien se unió a Stalin al descubrir los males del “antiguo trotskismo”: “Con semejante filosofía, uno se convierte más fácilmente en un servidor (digamos incluso un lacayo) que en un militante revolucionario (…) Yo le he pedido a Vaganian que le cuente un detalle ritual de los funerales judíos. En el momento de sacar al muerto de la sinagoga para llevarlo al cementerio, un bedel se inclina sobre el difunto, lo llama por su nombre y le dice: ‘Sábelo bien, tú estás muerto’. Esta es una excelente costumbre”. Sosnovsky resiste durante mucho tiempo las presiones y las amenazas. Uno de sus guardias es fusilado por haber transmitido una carta suya. El 27 de febrero de 1934, pocos días después del XVII Congreso, el “Congreso de los vencedores”, capitula. Trotsky comenta: “Las declaraciones de capitulación de Sosnovsky y de Preobrajenski revelan el mismo estado de ánimo: cierran los ojos ante la situación del proletariado internacional. Esto es solamente lo que puede darles la posibilidad de aceptar las perspectivas nacionales de la burocracia soviética.” En 1935, Sosnovsky es reintegrado al Partido. En 1936 es expulsado nuevamente del Partido, luego fusilado ese mismo año, porque se niega a prestarse a la comedia de las confesiones fraguadas. Jean-Jacques Marie 1 Derevenskaia Bednota (El campesinado pobre en el campo). Diario campesino publicado por el CC del P.O.S.D.R.(b), Petrogrado, 1917, se fusiona con Derevenskaia Pravda (La verdad rural) para convertirse en Bednota. (N.deE.)


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Ante la tumba recién cavada de Kote Tsintsadze Nota: The Militant, 15 de fe­brero de 1931. Publicado en Escritos de León Trotsky (1929-1940), digital, CEIP, 2000.

Se necesitaron circunstancias verdaderamente ex­traordinarias, como el zarismo, la clandestinidad, la cárcel y la deportación, muchos años de lucha contra los mencheviques y, sobre todo, la experiencia de tres revoluciones para forjar combatientes de la talla de Kote Tsintsadze. Su vida estuvo ligada por entero a la historia del movimiento revolucionario durante más de un cuarto de siglo. Participó en todas las etapas de la insurrección proletaria, desde los primeros círculos de propaganda hasta las barricadas y la conquista del poder. Realizó la pesada tarea de la organización clan­destina, y cada vez que los revolucionarios caían en las redes de la policía se dedicaba a liberarlos. Luego enca­bezó la comisión especial de la Cheka en el Cáucaso, el centro mismo del poder durante el período más heroico de la dictadura proletaria. Cuando la reacción contra Octubre provocó cambios en la composición y el carácter del aparato del partido y su política, Kote Tsintsadze fue uno de los primeros que comenzó a combatir estas nuevas tendencias hos­tiles al espíritu del bolchevismo. El primer conflicto estalló estando Lenin enfermo. Stalin y Orjonikije, con ayuda de Dzershinski, habían dado el golpe en Georgia, donde reemplazaron al núcleo de bolcheviques de la Vieja Guardia por funcionarios arribistas como Eliava, Orajelashvili y otros de la misma calaña1. Precisamente ante esta cuestión Lenin se preparó para dar la batalla implacable contra la fracción de Stalin y el aparato en el Decimosegundo Congreso del partido. El 6 de marzo de 1923, Lenin escribió al grupo georgiano de la Vieja Guardia, uno de cuyos fundadores era Kote Tsintsadze: “Sigo el caso de ustedes con todo mi corazón. Estoy in­dignado por la rudeza de Orjonikije y la complicidad de Stalin y Dzershinski. Estoy preparando para ustedes al­gunas notas y un discurso” (Obras Completas). Todos conocen el curso posterior de los aconteci­mientos. La fracción stalinista aplastó a la fracción leni­nista en el Cáucaso. Esta fue la primera victoria de la reacción en el partido e inició el segundo capítulo de la revolución. Tsintsadze, enfermo de tuberculosis, con varias dé­cadas de militancia revolucionaria sobre sus espaldas, y perseguido a cada paso por el aparato, no abandonó su puesto de lucha ni por un solo instante. En 1928 fue deportado a Bajchi-Sarai, donde el viento y el polvo rea­lizaron su obra funesta con lo que quedaba de sus pul­ mones. Transferido a Alushta, el invierno helado y llu­vioso completó la destrucción. Algunos amigos trataron de gestionar su interna­ción en el Sanatorio Gulripsch de Sujumi, donde en va­rias ocasiones anteriores se le pudo salvar la vida, du­rante ataques sumamente críticos de su enfermedad. Orjonikije “prometió”, desde luego; Orjonikije “pro­mete” muchas cosas a todo el mundo. Pero su espíritu cobarde -lo grosero no quita lo cobarde- hizo siem­pre de él un instrumento ciego en manos de Stalin. Mientras Tsintsadze combatía literalmente a la muerte, Stalin frustró todos los intentos de salvar al viejo mili­tante. ¿Enviarlo a Gulripsch en la costa del Mar Negro? ¿Y si lo salvan? Podría establecer la comunicación entre Batum y Constantinopla. ¡No, imposible! Al morir Tsintsadze, desaparece una de las figuras más atractivas del viejo bolchevismo. Este combatien­te, que más de una vez arriesgó la vida y sabía muy bien cómo castigar al enemigo, era un hombre de dul­zura excepcional en su trato personal. En este terrorista templado, el sarcasmo bonachón y el agudo sentido del humor se combinaban con una ternura que casi se po­día llamar femenina. La grave enfermedad que nunca lo abandonó no pudo quebrar su resistencia moral, ni siquiera pudo ha­cerle perder su buen humor y su tierno amor por la humanidad. 1 En 1922 estalló un conflicto a nivel del aparato central del partido en Moscú, entre la dirección de los bolcheviques georgianos y Stalin; el tema central del conflicto era la relación de la República de Georgia a la propuesta de integrar las repúblicas soviéticas en la Unión de Repúblicas Socialistas Soviéticas. Orjonikije, secretario del Buró Regional Transcaucasiano, tomó las riendas de la Federación Transcaucasiana, formada por Armenia, Georgia, y Azerbai­jan, que se había organizado pasando por alto las objeciones de Georgia, como paso previo a su afiliación como unidad a la URSS. En el transcurso de la lucha, Stalin y Orjornikije llevaron a cabo una purga en la dirección georgiana y esta­blecieron un grupo que se subordinaba el aparato partidario. Cuando Lenin supo lo que estaba ocurriendo, y que Orjonikije había agredido físicamente a uno de los georgianos, se alarmó por la violación de los derechos de las minorías nacionales no-rusas y por los métodos utilizados En los días 30 y 31 de di­ciembre de 1922 escribió algunas notas sobre el tema, que aparecen bajo el título Acerca de la cuestión de las nacionalidades o sobre la autonomización en sus Obras Escogidas. El último de una serie de ataques que lo postraron hasta su muerte le impidió lanzar una contraofensiva en el Decimosegundo Congreso. Felix Dzershinski (1877-1926): uno de los fundadores del Partido Socialdemócrata Polaco, encabezó la Cheka desde su fundación en 1917 y el Consejo Supremo de la Economía Nacional desde 1924 hasta su muerte. En el conflicto georgiano se desempeñó como miembro de una comisión investigadora de Moscú que justificó totalmente a Stalin y a Orjonikije.


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Kote no era un teórico. Pero su pensamiento claro, su pasión revolucionaria y su colosal experiencia política –la experiencia viva de tres revoluciones– fueron un arma mucho más poderosa, seria y resistente que la doctrina asimilada formalmente por aquellos que care­cen de su fortaleza y perseverancia. Al igual que el Lear shakespeariano, fue un revolucionario de pies a cabeza. Posiblemente, su carácter resaltó más en el curso de los últimos ocho años, de lucha ininterrumpida contra el surgimiento y consolidación de la burocracia carente de principios. Tsintsadze luchó instintivamente contra todo lo que se asemejara a la traición, la capitulación o la desleal­ tad. Comprendió la importancia del bloque con Zino­viev y Kamenev. Pero jamás prestó su apoyo moral a este grupo. Sus cartas demuestran que sentía una repugnancia natural –no hay otra forma de decirlo– hacia los revolucionarios que, para garantizar su per­manencia formal en el partido, lo traicionan renegando de sus ideas. En el Nº 2 del Biulleten’ Opozitsi hay una carta de Tsintsadze a Okudshava2. Es un documento extraor­dinario por la tenacidad, la claridad de miras y la con­vicción que revela. Ya hemos dicho que Tsintsadze no era un teórico, y dejaba voluntariamente que otros for­mularan las tareas de la revolución, el partido y la Opo­sición. Pero cada vez que su oído captaba una nota en falso, tomaba la pluma y no había “autoridad” capaz de impedirle expresar sus sospechas y responder. Donde mejor se demuestra esto es en su carta del 2 de mayo del año pasado, publicada en el Biulleten Nº 12-13. Este hombre de acción, este organizador, defendía la pureza de la doctrina mucho mejor que algunos teóricos. En las cartas de Kote tropezamos frecuentemente con frases como las siguientes: “estas vacilaciones son una mala ‘institución’”, “¡ay de los que no saben es­perar!”, o “en la soledad los débiles se contagian de toda clase de cosas”. El coraje inconmovible de Tsint­sadze alentaba sus fuerzas menguantes. Hasta su en­fermedad era, para él, un duelo revolucionario. En una de las cartas que escribió algunos meses antes de morir, dijo que lo que estaba en juego en su batalla contra la muerte era la pregunta “¿quién triunfará?” “Por ahora, yo llevo ventaja”, agregó con ese optimismo que jamás lo abandonó. En el verano de 1928, refiriéndose a su situación y su enfermedad, Kote me escribió desde Bajchi-Sarai: “(...) muchos de nuestros camaradas y amigos se han visto obligados a terminar su existencia en la cárcel o en el exilio; sin embargo, en última instancia, esto servirá para enriquecer la historia revolucionaria: nuevas generaciones aprenderán la lección. La juventud bolchevi­que, aprendiendo las enseñanzas de la lucha de la Opo­sición bolchevique contra el ala oportunista del partido, comprenderá dónde está la verdad (...)” Tsintsadze sólo podía escribir estas palabras, tan sencillas y sin embargo magníficas, en una carta ínti­ma dirigida a un amigo. Ahora que ya no vive, se la puede y debe publicar. Es la síntesis de la vida y la moral de un revolucionario de alta escuela. Hay que pu­blicarla porque es necesario enseñar a la juventud no sólo con fórmulas teóricas sino también con ejemplos de tenacidad revolucionaria. Los partidos comunistas de Occidente todavía no han forjado combatientes de la talla de Tsintsadze. Esa es su gran debilidad, y aunque la determinan razones históricas, no obstante, es una debilidad. La Oposición de Izquierda de los países occidentales no es una excep­ción, y debe tener plena conciencia de ello. El ejemplo de Tsintsadze puede y debe servir de en­señanza, sobre todo para la juventud de la Oposición. Tsintsadze fue la viva negación del arribismo político, es decir, de la tendencia a sacrificar los principios, ideas y objetivos de la causa a los fines personales. Eso de ninguna manera se contrapone con la sana ambición revolucionaria. No, la ambición política cumple un gran papel en la lucha. Pero revolucionario es aquel que subordina totalmente su ambición personal al gran ideal, aquel que se somete y se hace parte de él. Durante toda su vida y en el momento de su muerte Tsintsad­ze repudió sin misericordia el coqueteo con las ideas y la actitud diletante hacia éstas por ventajas personales. Su ambición fue la inconmovible lealtad revolucionaria. Que sirva de lección para la juventud proletaria. 7 de enero de 1931 León Trotsky

2 La carta referida puede verse en este Cuaderno (NdE)


Las notas de Friedrich Engels sobre la guerra de 1870-1871 León Trotsky 19 de marzo de 1924

Nota: Este prefacio de Trotsky a la obra de Engels (marzo), junto a “Los problemas de la guerra civil” (julio) y “Lecciones de Octubre” (septiembre, prólogo a su compilación de artículos de 1917) –todos escritos del año 1924, mientras la troika (Stalin, Zinoviev y Kamenev) comenzaba su ofensiva contra el “trotskismo”–, creemos que demuestran como Trotsky intentaba apelar e instruir al partido y a los obreros avanzados (contra los intentos de la troika de borrar este pasado) en las lecciones que se desprendían de la Revolución de Octubre, especialmente en cuanto al problema militar y el arte de la insurrección. Prefacio al libro de Engels Notas sobre la guerra franco-alemana de 1870-71.Traducido del francés al español de Cahiers du Mouvement Ouvrier Nº 46, abril-junio de 2010, París, CERMTRI, p. 41. También cotejado con la versión francesa publicada en www.marxists.org correspondiente a Quatrième Internationale, 1957. Traducido al español por Gabriela Liszt. El libro de Friedrich Engels está constituido, en su mayor parte, por una crónica analítica de la guerra francoalemana de 1870-71. Estos artículos fueron publicados en el periódico inglés Pall Mall Gazette durante el desarrollo de la guerra. En consecuencia, el lector no debe imaginarse que encontrará en estas notas una suerte de monografía sobre la guerra o cualquier tipo de exposición sistemática de la teoría del arte militar. No, la tarea de Engels consistía en partir de la estimación general de las fuerzas y de los medios de los dos adversarios y en seguir día tras día el modo de empleo de estas fuerzas y medios, con el objetivo de ayudar al lector a orientarse en el desarrollo de las operaciones militares e incluso levantar un poco, cada tanto, lo que se denomina el manto del futuro.

Hay que seguir paso a paso todas las operaciones de la guerra franco-alemana sobre el mapa Los escritos militares de este tipo ocupan al menos las dos terceras partes del libro. El otro tercio consiste en notas dedicadas a los diversos terrenos especializados del oficio de la guerra, siempre en una relación estrecha con el desarrollo de la guerra franco-alemana: “Cómo combatir a los prusianos”, “Análisis razonado del sistema del ejército prusiano”, “Zaragoza-París”, “La apología del emperador”, entre otros. Es evidente que no se puede leer y estudiar un libro de este tipo como otras obras puramente teóricas de Engels. Para comprender totalmente las ideas y estimaciones de carácter concreto, positivo, contenidos en este libro, es necesario seguir paso a paso todas las operaciones de la guerra franco-alemana sobre el mapa, y junto a esto, también tener en cuenta las consideraciones de la literatura de la historia militar más reciente. Semejante trabajo de crítica científica, evidentemente, no puede ser una tarea para un lector medio: exige nociones militares preliminares, mucho tiempo y un interés particular por este terreno. Pero, ¿estaría justificado semejante interés? Opinamos que sí. Se justifica ante todo desde punto de vista de la apreciación correcta del nivel y la perspicacia militar del propio Engels. Un estudio profundo del texto extremadamente rico de Engels, la comparación de sus juicios y pronósticos con los juicios y pronósticos contemporáneos de los autores militares de la época seguramente sería muy interesante. Esto no sólo sería una contribución importante a la biografía de Engels –aunque su biografía sea un capítulo importante en la historia del socialismo–, sino también una ilustración especialmente impresionante del problema de las relaciones recíprocas entre el marxismo y el oficio de la guerra. Engels no sugiere ni una palabra de marxismo o de dialéctica en todos estos artículos: esto no tiene nada de asombroso, ya que él escribía anónimamente para un periódico archiburgués, y en una época en la que el nombre de Marx todavía era poco conocido.


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El autor examina todos los elementos del oficio militar Pero estas causas externas no son las únicas que llevaron a Engels a abstenerse de cualquier argumentación de teoría general. Podemos estar persuadidos que, aún cuando Engels hubiera tenido en ese entonces la posibilidad de tratar sobre las peripecias de la guerra en un periódico marxista revolucionario –con una libertad ampliamente mayor en cuanto a la expresión de sus simpatías y antipatías políticas–, sin embargo habría abordado el análisis y la apreciación del desarrollo de la guerra de una forma apenas diferente que como lo hizo en el Pall Mall Gazette. Engels no introdujo una doctrina abstracta en el terreno de la ciencia militar desde el exterior y no estableció para nada recetas tácticas descubiertas por él como criterios universales. A pesar de la brevedad de la exposición, vemos con qué cuidado el autor examina todos los elementos del oficio militar, desde la extensión del territorio y las cifras de la población de los países involucrados hasta investigaciones biográficas sobre el pasado del general Trochu con el objetivo de conocer mejor sus métodos y costumbres. Detrás de estas notas, se siente que hay un trabajo enorme, precedente y en curso. Engels, que no sólo era un profundo pensador, sino también un excelente escritor, no le brindaba al lector materiales en bruto. Esto podría dar una impresión superficial de algunas de sus observaciones y generalizaciones. En realidad, no es nada de eso. La elaboración crítica a la que ha sometido los materiales empíricos es extremadamente profunda. Esto se desprende de que el desarrollo ulterior de los episodios de la guerra ha confirmado repetidamente los pronósticos de Engels. No hay lugar a dudas de que un estudio profundo de este trabajo de Engels por parte de nuestros jóvenes teóricos de la guerra en el sentido indicado, demostraría aún más con qué seriedad Engels trataba la dirección de la guerra como tal. Pero también para aquellos que, precisamente, leerán y no estudiarán el libro –y esta será la gran mayoría, incluso entre los militares–, la obra de Engels suscitará un gran interés, no debido a su exposición analítica de las diversas operaciones militares, sino por la apreciación general del desarrollo de la guerra y por los juicios en diversos terrenos militares, abordados de manera dispersa en muchos lugares de su crónica de guerra y, en parte, como ya lo hemos dicho, también en artículos completos.

La vieja idea de los Pitagóricos La vieja idea de los Pitagóricos, de que el mundo estaría regido por el número –en el sentido realista y no místico del término– puede aplicarse muy bien a la guerra. Ante todo, el número de batallones. Luego, el número de fusiles, de cañones se expresa cuantitativamente en el alcance y precisión de las armas de fuego. Las cualidades morales de los soldados se expresan en la capacidad de soportar largas marchas, de mantener las posiciones bajo el fuego del enemigo por un tiempo prolongado, etc. Sin embargo, cuanto más se avanza en este terreno, más se complica. El número y carácter del equipamiento depende del estado de las fuerzas productivas del país. La composición del ejército y de su mando está condicionada por la estructura social de la sociedad. El servicio administrativo de intendencia depende del aparato estatal general, que está determinado por la naturaleza de la clase dominante. La moral del ejército depende de la relación recíproca de las clases, de la capacidad de la clase dirigente de convertir las tareas de la guerra en fines subjetivos del ejército. El grado de capacidad y talento del mando depende, por su parte, del rol histórico de la clase dirigente, de su capacidad de concentrar en sus objetivos a las mejores fuerzas creadoras del país, lo que, nuevamente, diferirá, si la clase dominante juega un rol histórico progresivo o si se sobrevive y simplemente lucha por su existencia. Sólo aludimos aquí a las relaciones fundamentales, e incluso esquemáticamente. En realidad, la dependencia de los diferentes terrenos de la dirección de la guerra entre sí y de todos estos, en su conjunto, con respecto a los distintos aspectos del orden social es mucho más compleja y más ramificada.

Los factores morales Al fin de cuentas, en el campo de batalla, todo esto se resume en el número de los modestos soldados, de comandantes, de muertos y heridos, prisioneros y desertores, en las dimensiones del territorio conquistado y en el número de trofeos. Pero, ¿cómo se puede prever el resultado final? Si fuese posible relevar y determinar por adelantado todos los elementos de una batalla y de una guerra con precisión, entonces incluso no habría


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guerra, pues nadie tendría la idea de salir al encuentro de una derrota establecida de antemano. Pero no se trata de una previsión exacta de todos los factores. Solamente los elementos materiales más inmediatos de la guerra son susceptibles de una expresión en cifras. No obstante, en la medida en que se trate de la dependencia de los elementos materiales del ejército con respecto a la economía del país en su conjunto, una evaluación y, en consecuencia, también las previsiones, tendrán un valor mucho más limitado. Esto se aplica particularmente a lo se denominan los factores morales: el equilibrio político en el país, la resistencia del ejército, la actitud de las retaguardias, el trabajo coordinado del aparato de Estado, el talento de los comandantes, etc. Laplace dijo que un cerebro que fuera capaz de comprender todos los procesos que se desarrollan en el universo, infaliblemente podría predecir todo lo que se produciría en el futuro. Esto se deriva indudablemente del principio del determinismo: no existe fenómeno sin causa. Pero, como se sabe, no existe semejante cerebro, ni individual ni colectivo. Por eso es posible que incluso los hombres mejor informados y más geniales se equivoquen muy frecuentemente en sus previsiones. Pero está claro que cuanto más se aproxime a la previsión justa, cuanto mejor se conozcan los elementos del proceso, mayor será la capacidad de articularlos, evaluarlos y combinarlos, mayor será la experiencia creadora y más vasto el horizonte. En su crónica militar, tan modesta en su objeto, Engels siempre permanece fiel a sí mismo: aporta en su trabajo la mirada penetrante de un hombre capaz de combinar análisis y síntesis en el arte militar, y que ha pasado por la gran escuela de teoría social de Marx-Engels y la escuela práctica de la revolución de 1848 y de la I Internacional. “Comparemos (…) las fuerzas que están en camino de prepararse para destruirse recíprocamente; para simplificar las cosas, sólo nos ocuparemos de la infantería. La infantería es el arma que decide el resultado de las batallas; un insignificante equilibrio de fuerzas en caballería y artillería, incluso ametralladoras y otros aparatos que hacen milagros, no será muy determinante ni de un lado ni del otro”.

Aún más en nuestra época Esto, que era grosso modo correcto para Francia y Alemania en 1870, indudablemente no lo sería para nuestra época. En la actualidad, es imposible determinar la relación de fuerzas sólo por el número de batallones. Sin dudas, la infantería aún sigue siendo el factor principal de las batallas. Pero el rol del coeficiente técnico en las fuerzas armadas ha crecido considerablemente y esto en una medida desigual observando a los ejércitos: tenemos en cuenta no sólo las ametralladoras, que eran todavía un miracle working en 1870; no sólo la artillería, fuertemente acrecentada en número e importancia, sino también recursos completamente nuevos: el automóvil, tanto para fines militares como para los transportes en general, la aviación y la química de guerra. Sin tener en cuenta estos “coeficientes”, una estadística que sólo tenga en cuenta el número de batallones, en la actualidad sería totalmente irreal. Sobre la base de estos cálculos, Engels llegó a la conclusión: Alemania dispone con creces de un mayor número de soldados formados que Francia, y la superioridad de los alemanes se pondrá de manifiesto cada vez más con el tiempo –a menos que al principio Luis Napoleón aventaje al enemigo y le inflija golpes decisivos, antes de que este último pueda utilizar su superioridad potencial.

La estrategia Así, Engels llega finalmente a la estrategia, a este terreno independiente, el más elevado del arte militar, que sin embargo está relacionado, a través de un complicado sistema de palancas y correas de transmisión, con la política, la economía, la cultura y la administración. En cuanto a la estrategia, Engels considera indispensable hacer las inevitables reservas realistas desde el principio. “Es necesario recordar siempre que no se puede esperar un éxito decisivo de un plan estratégico por sí solo. Tales o cuales impedimentos inesperados pueden intervenir siempre: un contingente de tropas que no llega a tiempo, en el momento en que más se lo necesita; o bien el adversario hace una maniobra imprevista, o incluso toma medidas de seguridad imprevistas; y finalmente a la inversa: una tenaz resistencia de las tropas o la feliz iniciativa de un general pueden preservar, en este caso, a un ejército vencido de las peores consecuencias de su derrota –es decir, de la pérdida de conexión con su base”.


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La pérdida es inevitable si fracasa el plan Esto, sin dudas, es correcto. Contra semejante concepción realista de la estrategia, a lo sumo el difunto Pfuel1 o uno de sus admiradores retrógrados podrían encontrar objeciones, considerado lo esencial en todo el plan de guerra, y esto de la forma más completa en que las circunstancias lo permitan; consideración de los elementos que no pueden ser determinados de antemano; formulación de órdenes de una manera suficientemente flexible como para que puedan adaptarse a cada situación y a cada una de sus variantes imprevistas; y lo principal –determinación a tiempo de cualquier modificación fundamental en la situación y la correspondiente modificación del plan, hasta su reorganización total–, es precisamente en esto en donde reside el verdadero arte de la conducción de la guerra. Si se pudiera conferir al plan estratégico un carácter definitivo, tener en cuenta por adelantado el estado del tiempo, de los estómagos y de las piernas de los soldados y las intenciones del adversario, entonces un autómata que sepa las cuatro operaciones podría ser un capitán victorioso. Por fortuna o por desgracia, esto no sucede. El plan de guerra no tiene, de ninguna manera, un carácter absoluto, y la existencia del mejor plan está aún lejos de garantizar la victoria, como Engels indica con razón. Por el contrario, todo fracaso del plan hace inevitable la pérdida. Todo comandante que mínimamente merezca ser tomado en serio, que por esta razón rechazara todo plan, debería ser internado en un manicomio. ¿Qué pasa entonces con el plan estratégico de Napoleón III? Ya sabemos que la enorme superioridad potencial de Alemania residía en su preponderancia en la cantidad de material humano formado. Como lo destaca Engels, la tarea de Bonaparte –gracias a operaciones rápidas y decididas– consistía en hacerle imposible sacar provecho de esta superioridad al enemigo. Se podría pensar que la tradición napoleónica, precisamente, tendría que haber favorecido esta forma de actuar. Pero lamentablemente, la realización de planes de guerra tan audaces depende también –suponiendo que todos los elementos permanecen iguales– del trabajo correcto de la intendencia; sin embargo, todo el régimen del Segundo Imperio, con su burocracia desmesurada e incompetente, de ninguna manera era capaz de asegurar el cuidado y el mantenimiento de las tropas. De allí se derivan las fricciones y la pérdida de tiempo desde los primeros días de guerra, el abandono general, la imposibilidad de aplicar cualquier plan y, como consecuencia de esto, el desmoronamiento.

El efecto nefasto que puede tener la irrupción de la “política” En algunos sitios, Engels alude al pasar al efecto nefasto que puede tener la irrupción de la “política” en el desarrollo de las operaciones militares. A primera vista, esta observación parece ser opuesta a la concepción de que la guerra sólo es, al fin de cuentas, la continuación de la política. En realidad, no hay contradicción aquí. La guerra prolonga la política, pero con medios y métodos propios. Cuando la política, para solucionar sus tareas fundamentales, se ve obligada a recurrir a la ayuda de la guerra, esta misma política no debe perturbar el desarrollo de las operaciones de guerra para sus tareas secundarias. Si Bonaparte efectuó acciones manifiestamente inoportunas desde el punto de vista militar para, según la opinión de Engels, influenciar favorablemente a “la opinión pública” con éxitos efímeros, había que ver allí, indudablemente, una irrupción inadmisible de la política en la conducción de la guerra, volviéndola incapaz de dominar las tareas fundamentales planteadas por la política. En la medida en que, en la lucha por la conservación de su régimen, Bonaparte se vio obligado a admitir tal intervención de la política, ya estaba implícita la condena evidente del régimen por sí mismo, y tenía que hacer inevitable el próximo desmoronamiento. Cuando el país vencido, después de la derrota y la captura total de sus fuerzas armadas, intenta construir un nuevo ejército bajo la dirección de Gambetta, Engels sigue este trabajo con una comprensión sorprendente de los asuntos de la organización militar. Caracteriza perfectamente las jóvenes tropas indisciplinadas que se forman de manera improvisada. “(Tropas) –dice– dispuestas a gritar “traición” si no se las pone inmediatamente frente al enemigo y dispuestas a huir rápidamente cuando la presencia de este último se hace sentir seriamente”. Es imposible, en este momento, no pensar en nuestros primeros contingentes y regimientos en los años 1917-18. Engels sabía perfectamente en dónde residían, una vez cumplidas todas las demás condiciones, las principales dificultades de la transformación de una masa humana en una compañía o en un batallón. “Todos 1Ernst Heinrich Adolf von Pfuel (1779-1866) fue un general de infantería de Prusia. Prestó servicio en el comando prusiano en París durante 1814-15 durante las guerras napoleónicas. Gobernador de Berlín, ministro de Guerra y Primer Ministro.


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aquellos que han visto ejércitos populares improvisados en el lugar de entrenamiento o bajo fuego –se trate de Baden Freischaaren, Bull-Run Yankees, Guardias móviles o Voluntarios británicos– habrán notado rápidamente que la causa principal de la impotencia y de la inconsistencia de estas tropas residía en el hecho que los oficiales no sabían lo que debían hacer.

Cálculos rigurosos Es instructivo, en grado sumo, con qué seriedad Engels trata a las tropas de carrera de un ejército. Cuán lejos está este gran revolucionario de toda charlatanería seudo revolucionaria –que precisamente, en esa época, era muy popular en Francia – sobre la virtud salvadora de un levantamiento de masas, de una nación armada (con total celeridad), etc. Engels sabe muy bien qué importancia tienen los oficiales y suboficiales en un batallón. Realiza cálculos rigurosos sobre los recursos en oficiales que se han quedado en la República después de la derrota de las fuerzas regulares del Imperio. Sigue con una atención extrema el nacimiento en el nuevo ejército, llamado de la Loire, de los rasgos que lo distinguen de una multitud armada. Así, por ejemplo, constata con satisfacción que el nuevo ejército no sólo se dedica a marchar con unidad y a obedecer las órdenes, sino que incluso “ha entendido una cosa muy importante, que el ejército de Luis Napoleón había olvidado completamente: el servicio de infantería ligera, es decir, el arte de proteger los flancos y la retaguardia contra los ataques imprevistos, preservar el contacto con el enemigo, sorprender a los destacamentos, procurarse información y prisioneros. Engels se manifiesta así en todos los artículos “del periódico”: audaz en su amplitud de pensamiento, realista en el método, perspicaz en las grandes y pequeñas cosas y siempre meticuloso en la elaboración de los materiales. Cuenta la cantidad de cañones, de fusiles rayados y lisos entre los franceses, examina repetidamente la artillería alemana, piensa en las propiedades del caballo de la caballería prusiana y no pierde nunca de vista las cualidades del suboficial prusiano. Situado por la marcha de los acontecimientos frente al problema del sitio y la defensa de París, explora la calidad clave de sus fortificaciones, la potencia de la artillería en los alemanes y los franceses, y examina de manera muy crítica el problema de saber si hay en el cerco de París tropas regulares que se las pueda calificar como aptas para el combate. Qué pena que no tuviéramos este trabajo de Engels en 1918: seguramente nos hubiera ayudado a superar más rápida y fácilmente el prejuicio, entonces ampliamente expandido, con el que se intentaba oponer el “entusiasmo revolucionario” y el “espíritu proletario” a una organización establecida por profesionales, a la disciplina impecable y al comando de formación. El método de crítica militar de Engels se expresa muy claramente, por ejemplo, en la nota XIII, que se ocupa del rumor lanzado por Berlín concerniente a “una marcha resuelta sobre París”. El artículo sobre el campo fortificado de París (nota XVI) provoca la entusiasta aprobación de Marx. Un buen ejemplo de la manera en que Engels aborda los problemas militares se nos ofrece en la nota XXIV, que trata sobre el sitio de París. Desde el inicio, Engels plantea dos puntos fundamentales: “El primero es que París no puede esperar ser ayudada, en caso de necesidad, por un ejército francés que venga desde el exterior (…). El segundo… concierne a la ineptitud de la guarnición de París para llevar adelante una ofensiva a gran escala”. Todos lo demás elementos de su análisis se apoyan en estos dos puntos.

Opiniones sobre la guerra de francotiradores Muy interesante son dos juicios que realiza sobre la guerra de francotiradores y sus posibilidades de aplicación, una cuestión que, incluso en el futuro, no perderá su importancia para nosotros. El tono de Engels se hace cada vez más seguro en cada nota. Seguridad justificada en la medida en que está confirmada, por un lado, por la comparación real con lo que “verdaderos” militares han escrito sobre estos temas y, por otro, por una prueba aún más efectiva, la de los propios acontecimientos. Proscribiendo sin escrúpulos toda abstracción de su análisis, considerando la guerra como una cadena material de operaciones, considerando cada operación desde el punto de vista de las fuerzas y los medios realmente existentes y de sus posibilidades de combinación, este gran revolucionario procede como… un especialista de la guerra, es decir, como un hombre que aunque sólo en virtud de su profesión o vocación, razona con los factores internos de la conducción de la guerra. No es sorprendente que los artículos de Engels hayan sido atribuidos a las celebridades militares de la época, lo que hizo que, en el círculo de sus amigos se le diera a Engels el sobrenombre de “general”. Sí, él trataba las cuestiones militares como un “general”, quizás no sin importantes falencias en algunos terrenos militares ni sin la indispensable experiencia práctica, pero por el contrario, con la ayuda de una cabeza como ningún general llevaba sobre sus hombros.


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¿Qué cambia finalmente dentro del marxismo? Pero, podría preguntarse. ¿Qué cambia finalmente dentro del marxismo? A esto se podría responder que, hasta cierto grado, es aquí donde encuentra su expresión. Una de las premisas filosóficas fundamentales del marxismo es querer que la verdad sea siempre concreta. Esto significa que no se debe disolver el oficio de la guerra y sus problemas en categorías sociales y políticas. La guerra es la guerra y el marxista que quiera aportar juicios en este terreno debe recordar que la verdad de la guerra también es concreta. Esto es lo que enseña el libro de Engels en primer lugar. Pero no es sólo esto. Si no tenemos el derecho de disolver los problemas militares en problemas políticos generales, también es inadmisible separar los primeros de los últimos. Como ya lo hemos mencionado, la guerra es una continuación de la política por medios particulares. Este profundo pensamiento dialéctico fue expresado por Clausewitz. La guerra es una continuación de la política: quien quiera comprender la “continuación” debe conocer lo que le precedió. Pero la “continuación por otros medios” significa: no es suficiente estar bien orientado políticamente para, por ello mismo, poder apreciar correctamente los “otros medios” de la guerra. La mayor e incomparable ventaja de Engels residía en que, al mismo tiempo que interpretaba el carácter propio de la guerra –con su técnica interna, sus métodos, tradiciones y prejuicios–, era también el mayor conocedor de esta política a la que, en última instancia, la guerra está subordinada. Demás está decir que está enorme ventaja no podía ahorrarle a Engels errores en sus juicios y en sus pronósticos militares concretos. Durante la guerra civil de EEUU, Engels había sobrestimado las ventajas puramente militares manifestadas por los Sudistas en el primer período y, por esto, se inclinaba a creer en su victoria. Durante la guerra austro-prusiana de 1866, poco tiempo antes de la batalla decisiva de Koniggratz-Sadowa, que puso la primera piedra de la preponderancia prusiana, Engels preveía un amotinamiento en la Landwerh (ejército territorial) prusiana. De la misma manera en la crónica de la guerra franco-alemana, se podrá encontrar, sin duda, errores en detalles, aunque el pronóstico de conjunto de Engels haya sido incomparablemente más correcto en este caso que en los dos ejemplos citados. Sólo personas muy ingenuas pueden pensar que la grandeza de un Marx, Engels o Lenin reside en una infalibilidad automática. No, ellos también se equivocaron. Pero en los juicios que se refieren a las cuestiones más importantes y más complicadas, habitualmente cometen menos errores que los demás. Y también en esto, que los errores, cuando se examinan seriamente sus motivos, se revelan con frecuencia mucho más profundos e instructivos que la opinión de los que, fortuitamente o no, tuvieron razón contra ellos en tal o cual caso.

Basta de apoyarse en Engels En Engels no hay lugar para abstracciones del tipo de que cada clase debe poseer una táctica y una estrategia propias. Él sabe muy bien que el fundamento de todos los fundamentos de una organización militar y de una guerra está determinado por el nivel de desarrollo de las fuerzas productivas y no por la pura voluntad de clase. Naturalmente, se puede decir que la época feudal tenía su propia táctica e incluso una serie de tácticas conexas; que de la misma manera, la época burguesa conoce no una, sino varias tácticas; y el socialismo también conducirá seguramente a la elaboración de una nueva táctica de guerra, si conoce la penosa suerte de tener que existir durante un período prolongado junto al capitalismo. En esta formulación general, esto es correcto, en la medida en que el nivel de las fuerzas productivas de la sociedad capitalista es superior al de la sociedad feudal y el de la sociedad socialista será aún más elevado. Pero nada más. Pues de ninguna manera se deduce de ello que el proletariado, recién llegado al poder, sólo disponiendo de un nivel de producción muy bajo, pueda forjar inmediatamente una nueva táctica que –a priori– sólo puede resultar del desarrollo creciente de las fuerzas productivas de la futura sociedad socialista.

No confundir los primeros pasos del proletariado con la sociedad socialista Antiguamente, hemos comparado muy frecuentemente procesos y fenómenos económicos con procesos y fenómenos militares. En el presente, quizás sería beneficioso para nosotros oponer algunos problemas militares a los problemas económicos, pues ya hemos adquirido una gran experiencia en este último terreno. La porción más importante de la industria trabaja bajo las condiciones de la economía socialista, al ser el Estado obrero propietario de la industria y al trabajar para y bajo dirección de este último. Gracias a esta circunstancia, la


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estructura socio-jurídica de nuestra industria se distingue profundamente de la industria capitalista. Esto se manifiesta en el sistema de gestión de la industria, en la elección del personal de dirección, en las relaciones entre la administración de la empresa y los obreros, etc. Pero, ¿en el propio proceso de producción? ¿Habremos entonces creado nuestros propios métodos de producción socialista, opuestos a los de los capitalistas? Estamos aún muy lejos de ello. Los métodos de producción dependen de la técnica material y del nivel cultural y productivo de los obreros. Con el desgaste del equipamiento y la insuficiente ocupación de nuestras empresas, el proceso de producción se encuentra ahora a un nivel incomparablemente más bajo que antes de la guerra. En este terreno, no sólo no hemos creado nada nuevo sino que sólo podemos aspirar a asimilar, al cabo de una serie de años, los métodos actualmente introducidos en los países capitalistas más avanzados y que se aseguran una productividad del trabajo mucho más elevada. Pero si esto es así en el terreno de la economía, ¿cómo podría ser, a priori, de otra manera en el del ejército? La táctica depende de la técnica de guerra existente y del nivel militar y cultural del soldado. Por supuesto, la estructura política y socio-jurídica de nuestro ejército es radicalmente diferente de la de los ejércitos burgueses. Esto se manifiesta en la composición del mando, en las relaciones entre este y la masa de soldados y, ante todo, en los objetivos políticos que entusiasman a nuestro ejército. Pero de allí no se deduce que podamos crear desde ahora, con nuestro bajo nivel técnico y cultural, una nueva táctica en sus principios, y más perfecta que la que han alcanzado las bestias depredadoras más civilizadas de Occidente. No es necesario confundir –como lo enseña el mismo Engels– los primeros pasos del proletariado que ha conquistado el poder –y estos primeros pasos se miden después de años– con la sociedad socialista, que ya se encuentra en un elevado grado de desarrollo. En la medida en que crezcan las fuerzas productivas sobre la base de la propiedad socialista, nuestro propio proceso de producción tomará forzosamente un carácter distinto que bajo el capitalismo. Para transformar cualitativamente el carácter de la producción, no necesitamos un cambio completo de la propiedad, etc.: sólo necesitamos un desarrollo de las fuerzas productivas sobre las bases ya establecidas. Lo mismo se aplica al ejército. En el Estado soviético, sobre la base de una comunidad de trabajo entre obreros y campesinos, bajo la dirección de obreros avanzados, crearemos seguramente una táctica nueva. Pero ¿cuándo? Cuando nuestras fuerzas productivas superen o al menos alcancen aproximadamente las del capitalismo.

Cuanto mejor reconozcamos nuestro retraso menos fanfarronadas haremos De más está decir que frente al caso de colisiones militares con los Estados capitalistas, disponemos de una ventaja, muy pequeña, es verdad, pero sin embargo una ventaja que puede costarles la cabeza a nuestros eventuales enemigos. La ventaja reside en que nosotros no tenemos antagonismo entre la clase que gobierna y la que compone la masa de soldados. Somos el Estado de los obreros y campesinos, y el ejército de los obreros y campesinos al mismo tiempo. Pero esta no es una superioridad militar sino política. Sería totalmente injustificado sacar conclusiones de esta ventaja política que lleven al orgullo y la presunción militar. Por el contrario, cuanto mejor reconozcamos nuestro retraso, haremos menos fanfarronadas; aprenderemos con más regularidad la técnica y la táctica de los países capitalistas avanzados; mucho más fundada –en el caso de un conflicto militar– estará nuestra esperanza de adentrarnos, como una cuña cortante, de naturaleza no simplemente militar sino también revolucionaria, entre la burguesía y las masas de soldados de sus ejércitos. Me pregunto si conviene aludir aquí el famoso descubrimiento del no menos famoso Tchernov sobre el “nacionalismo” de Marx y Engels. El presente libro da una respuesta clara a esta cuestión también, sin modificar nuestro juicio anterior, sino por el contrario, fortaleciéndolo de manera totalmente concluyente. Los intereses de la revolución eran el criterio supremo para Engels. Apoyaba los intereses nacionales de Alemania contra el Imperio de Bonaparte, porque los intereses de la unificación de la nación alemana en las condiciones históricas concretas de entonces representaban una fuerza progresiva, potencialmente revolucionaria. Nosotros nos guiamos por el mismo método cuando, en la actualidad, apoyamos los intereses nacionales de los pueblos coloniales contra el imperialismo. Esta toma de posición de Engels encontró su expresión, por otra parte muy discreta, en las notas del primer período de la guerra. Y como podría haber sido de otra modo: para Engels era imposible apreciar la guerra franco-alemana de otra manera, para agradar a Luis Napoleón y a Tchernov, en contradicción con su sentido histórico, sólo porque él era alemán. Pero tan pronto alcance la tarea histórica progresiva de la guerra, esté asegurada la unidad nacional alemana y por añadidura, esté derrocado el Segundo Imperio, Engels modifica radicalmente sus “simpatías” –si queremos


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expresar sus pensamientos políticos con la ayuda de esta palabra sentimental. ¿Por qué sucede esto? Porque más allá de las conquistas, ahora se trata de garantizar la preponderancia de los Junkers prusianos en Alemania y la Alemania prusificada en Europa. En estas circunstancias, la defensa de la Francia desmembrada se convierte o puede convertirse en un factor revolucionario. Engels se ubica aquí enteramente del lado de la guerra de defensa francesa. Pero al igual que en la primera mitad de la guerra, no permite que sus “simpatías” –o al menos se esfuerza para no permitírselo– influencien su apreciación objetiva de la situación militar. En los dos períodos de la guerra, parte del examen de los factores materiales y morales de la guerra, y busca una sólida base objetiva para sus previsiones. No es superfluo señalar, al menos rápidamente, cómo, en su artículo sobre la fortificación y el refuerzo de la capital francesa, el “patriota” y “nacionalista” Engels considera con simpatía las posibilidades de una intervención inglesa, italiana, austríaca y escandinava a favor de Francia. Sus especulaciones desarrolladas en las columnas de un periódico inglés no son otra cosa que una tentativa de provocar la intervención de una potencia extranjera en la guerra contra la querida patria de los Hohenzollern. ¡Esto es mucho más pesado, seguramente, que un vagón lleno de plomo!

Causas puramente revolucionarias El interés de Engels por las cuestiones militares no tenía causas nacionales sino puramente revolucionarias. Surgido de los acontecimientos de 1848 como un revolucionario maduro, teniendo detrás de él al Manifiesto Comunista y a los combates revolucionarios, Engels consideraba la cuestión de la conquista del poder por el proletariado como una cuestión completamente práctica, cuya solución no depende en última instancia de los problemas militares. En los movimientos nacionales y los acontecimientos militares de los años 1859, 1864, 1866, 1870-71, Engels está en búsqueda de las palancas inmediatas para una acción revolucionaria. Examina cada guerra nueva, descubre sus posibles relaciones con la revolución y busca vías para asegurar la futura revolución a través de la fuerza de las armas. Es allí donde se encuentra la explicación de la manera viviente y activa, para nada académica y no sólo agitadora, de tratar los problemas del ejército y de la guerra que encontramos en Engels. En Marx, la posición de principio era la misma. Pero Marx no se ocupaba especialmente de las cuestiones militares; para esto, tenía completa confianza en su “segundo violín”. En la época de la II Internacional, este interés revolucionario por las cuestiones militares, como por lo demás, por muchas otras cuestiones, casi se perdió completamente. Pero el oportunismo quizás encontraba su expresión más clara en la actitud superficial y altanera con respecto al militarismo, como de una institución bárbara, indigna de la atención socialdemócrata esclarecida. La guerra imperialista de 1914-18 vuelve a rememorar –con una falta de respeto tan inexorable– que el militarismo no sólo es un objeto de agitación y de discursos parlamentarios rutinarios. La guerra sorprende a los partidos socialistas y transforma su actitud de oposición completamente formal con respecto al militarismo en una actitud tímidamente genuflexa. Es a la Revolución de Octubre a la que le toca, no sólo restablecer la actitud revolucionaria activa frente a los problemas de la guerra, en los principios, sino también, en los hechos, dar vuelta la flecha del militarismo contra las clases dirigentes. La revolución mundial llevará adelante esta tarea a su término.


Campaña de apoyo y adquisiciones

Desde fines del año pasado impulsamos una campaña de apoyo al CEIP apelando a la colaboración de aquellos que valoran nuestra labor en vistas de ampliar los recursos del centro. Con esta campaña nos proponemos mejorar las posibilidades de acceso a la biblioteca y el archivo, adquirir bibliografía y fuentes para desarrollar nuestras investigaciones y preparar nuevas publicaciones. En este año, los aportes que hemos recibido nos permitieron realizar algunas adquisiciones de libros y fuentes, y disponer de ingresos regulares para avanzar en nuestros objetivos. Nuevos aportes nos permitirán además de sostener estos avances, concretar tareas de ordenamiento, catalogación y digitalización de nuestros materiales. Creemos que avanzar en estos objetivos permitirá consolidar un centro que, además de difundir el legado de León Trotsky y su corriente, pueda poner a disposición de estudiosos e investigadores las herramientas para realizar nuevos aportes al conocimiento en este campo. Aquí presentamos las adquisiciones de estos últimos meses. Agradecemos asimismo los aportes en forma de donaciones. Y reiteramos nuestro agradecimiento a todos los aportantes, en este caso lo hacemos particularmente a la Biblioteca José Aricó, de Córdoba. Boletines de la Oposición – 1929-1941 [ruso] (Biulleten’ Oppozitsii), 1800 páginas, Pathfinder, 1era. edición (ruso). Ver breve reseña en p. 102. Archivo de Trotsky: La Oposición comunista en la URSS (1923-1927), 1990, 4 vol., 255 + 252 + 256 + 280 páginas [ruso]. Compilado por Yuri Felshtinsky, de los Archivos de Trotsky en la biblioteca de Houghton, Universidad de Harvard, Cambridge (sobre todo cartas, memorandos, etc., por León Trotsky). Lenin, de Jean-Jaques Marie, Madrid, POSI, 2008. Stalin, de Jean-Jaques Marie, Madrid, Ediciones Palabra, 2003. Writings of Leon Trotsky (Supplement I 1929-33), Pathfinder Press, New York, 1979. Writings of Leon Trotsky (Supplement 1934-40), Pathfinder Press, New York, 1979. La última lucha de Lenin. Discursos y escritos, 1922-23, por V. I. Lenin, Pathfinder Press, New York, 2ª. ed., 2010. El ocaso de la Comintern, 1930-1935, de Edward Hallett Carr, Madrid, Alianza, 1986. Bujarin y la revolución Bolchevique: Biografía política [1888-1938], de Stephen Cohen Madrid, Siglo XXI, 1976. Stalin: biografía política, por Isaac Deutscher, México, Ediciones Era, 1969. La revolución inconclusa: 50 años de historia soviética, 1917-1967, por Isaac Deutscher, México, Ediciones Era, 1971. María Joffe One Long Nigt: A tale of Truth, de María Joffe. New Park Publications, 1978.


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The Social and Political Thought of León Trotsky, por Baruch Knei-Paz, Oxford University Press, 1978. Trotski. Una biografía, por Robert Service, Barcelona, Ediciones B, 2010. Liova corre hacia el poder, de Marcos Aguinis, Buenos Aires, Editorial Sudamericana, 2011. Cómo cambiar el mundo, por Eric Hobsbawm, Barcelona, Crítica, 2011. El hombre que amaba a los perros, de Leonardo Padura, Buenos Aires, Tusquets editores, 2010. La guerra civil española, de Hugh Thomas, Madrid, Hispamérica, 1980, 6 tomos (donación de Nicolás Bend.) Tres estudios sobre Hegel, de Theodor W. Adorno, Madrid, Editora Nacional. Dialéctica negativa, de Theodor W. Adorno, Madrid, Editora Nacional, Madrid. Crítica y clínica, de Gilles Deleuze, Madrid, Editora Nacional, 2003. Lógica del sentido, de Gilles Deleuze, Madrid, Editora Nacional, 2002. Nietzsche y la Filosofía, de Gilles Deleuze, Madrid, Editora Nacional, 2002. Spinoza y el problema de la expresión, de Gilles Deleuze, Madrid, Editora Nacional, 2002. Escritos sobre Hegel, de Georges Bataille, Madrid, Editora Nacional, 2003.


Boletínes de Trotsky y la Oposición de Izquierda rusa (1929-1941)[ruso]

Los Biulleten’ Oppozitsii [Boletín de la Oposición, BO]1 fue el periódico de la Oposición de Izquierda rusa (impreso en caracteres cirílicos) fundado y dirigido por León Trotsky. Tribuna y publicación de los trotskistas rusos, fueron publicados 65 ejemplares, varios de ellos, números dobles. La obra completa contiene 1.800 páginas. Y fue impresa en distintos países del extranjero (Berlín, Zurich, New York o Paris, según el período) e introducida de manera clandestina a la URSS. La compilación de todos sus ejemplares fue editada por única vez en 1973 por la editorial norteamericana Pathfinder Pr. Y está compuesta por IV tomos. Tom I - IV. - New York, NY : Monad Pr., distributed by Pathfinder Pr., 1973.- ISBN 0-913460-01-X Tom I (1929-1930) [= nos. 1/2 (July 1929) - 17/18 (Nov./Dec. 1930)]. [564 pp.] Tom II (1931-1933) [= nos. 19 (1/2 (March 1931) - 36/37 (Oct. 1933)]. [496 pp.] Tom III (1934-1937) [= nos. 38/39 (Febr. 1934) - 60/61 (Dec. 1937)]. [410 pp.] Tom IV (1938-1941) [= nos. 62/63 (Febr. 1938) - 87 (Aug. 1941)]. [434 pp.] León Sedov, el hijo de Trotsky de 23 años en 1929, se convirtió en el editor y encargado de la distribución e ingreso hacia la URSS del BO, así como de reunir la correspondencia y establecer los contactos para recibir los artículos de los oposicionistas rusos. 1 En la página web a cargo del bibliógrafo Wolfgang Lubitz se puede encontrar una reseña comleta (http://www.trotskyana.net/Leon_Trotsky/ Biulleten__Oppozitsii/biulleten__oppozitsii.html). Otras fuentes conultadas: Naomi Allen y George Saunders; The Challenge of Left Opposition (1928/9); Isaac Deutscher, El profeta desarmado y El profeta desterrado, Ediciones Era, México DF, 1969, El caso León Trotsky, Ediciones CEIP, 2010.


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A inicios de 1928, León Trotsky y la gran mayoría de los oposicionistas de izquierda fueron deportados a lugares remotos de la URSS. Al año siguiente, Trotsky fue expulsado a Turquía y luego privado de la ciudadanía soviética. De esta manera y con los bolcheviques-leninistas - como se llamaban en la URSS - en cárceles, “aisladores” y campos de detención, Stalin pensaba eliminar a la Oposición. En la medida que no conseguía el objetivo fue imponiéndole condiciones carcelarias más duras, los mayores tormentos físicos y morales. Stalin finalmente tuvo que recurrir al asesinato para lograrlo. En los Procesos de Moscú, entre 1936-1938, casi todos bolcheviques-leninistas, fueron víctimas de la represión estalinista y la mayoría de ellos, fueron asesinados o muertos por desnutrición, torturas, etc. Incluso en países occidentales, amigos, simpatizantes y seguidores de Trotsky fueron blanco de los asesinatos de la GPU. Biulleten Oppozitsii reflejó desde sus páginas las peleas más importantes, las tradiciones y las condiciones del combate de la Oposición dirigida por León Trotsky, en el plano internacional, y en la URSS, llevada adelante por los “irreductibles”, como llamaban a los trotskistas en las cárceles. Los boletines contienen en su gran mayoría artículos de su fundador, de Christian Rakovsky, León Sedov y de numerosos dirigentes rusos, sobre todas las cuestiones fundamentales de fines de la década de los ’20 y de la década del ’30. Los artículos de Trotsky fueron traducidos al español en distintas obras casi en su totalidad. En su testimonio a la Comisión Dewey, Trotsky entregó el Boletín de la Oposición como prueba: “porque es la expresión más genuina de mis opiniones políticas: la expresión verdadera y permanente de mis opiniones políticas durante mi último exilio”2. Isaac Deutscher afirma que la circulación del Boletín de la Oposición era limitada. Entre 1929/30, “El Boletín circulaba en Moscú: los hombre del partido que regresaban de cumplir misiones en el extranjero, especialmente los miembros de las embajadas, lo introducían de contrabando y se lo pasaban a amigos. Aunque sólo un número muy reducido de ejemplares entraba de esta manera – el tiraje del periódico no parece haber excedido nunca los 1.000 ejemplares, los comentarios de Trotsky y previsiones y los pasajes más significativos de sus invectivas se propagaban por vía oral. Stalin no podía descansar en sus laureles y contemplar el fermento con ecuanimidad.3” Sin embargo, la amplitud de la difusión estaba dada por sus variadas formas de reproducción, ya sea en pequeños tamaños en función de disimularlo mejor, en formato fotográfico, del tamaño de una caja de fósforos, “se copiaban algunos artículos, los artículos más importantes del Boletín, o extractos de los artículos para enviarlos a diferentes compañeros en Siberia y Rusia”4. Además como afirma Trotsky, “nuestro Boletín no era tan rico como para publicar la obra en su conjunto. Publicábamos sólo las partes más importantes de este trabajo”5. En el período 1928-1929, fue el de mayor intercambio de correspondencia y noticias. Trotsky afirma que en 1928, “entre abril y octubre recibimos aproximadamente 1.000 cartas y documentos políticos y alrededor de 700 telegramas. Durante este mismo período enviamos 550 telegramas y no menos de 800 cartas políticas, incluso una cantidad de trabajos sustanciosos, tales como la crítica del Proyecto del Programa de la Internacional Comunista, y otros. Sin mi hijo, no podría haber realizado ni siquiera la mitad de este trabajo6. El archivo sobre la sección rusa que Trotsky presentó a la Comisión Dewey fue enviado a la biblioteca de la Universidad de Harvard y cerrado, a pedido de Trotsky por 40 años. Dicho archivo contiene la correspondencia con los oposicionistas en las colonias a lo largo de la Unión Soviética. Algunas eran las llamadas “cartas circulares” escritas por Trotsky, frecuentemente eran enviadas en múltiples copias y alcanzaban a docenas de oposicionistas. Servían para discusiones, artículos o declaraciones para el exilio, introducidas de manera clandestina para evitar la censura postal. A partir de 1929, que las condiciones carcelarias se fueron agravando cada vez más, las comunicaciones comenzaron a ser más restringidas. A partir de 1933, si bien llegaban algunas informaciones, no sucedía lo mismo con la correspondencia. En 1936, la salida de Victor Serge de la URSS permitió a Trotsky contar con muy buena información. Estaba en Siberia con Elzin, uno de los opositores más destacados. De cara a la represión estalinista cada vez más aguda, la mera posesión de un ejemplar del BO era razón suficiente para ser arrestado lo que restringió su circulación dentro de la URSS.

2 El caso León Trotsky, op. cit. Sesión I. 3 Deutscher, Isaac, El profeta desterrado, op. cit., pp. 87-88. 4 El caso León Trotsky, op. cit., Sesión VII. 5 Ibídem, Sesión IV. 6 Escritos León Trotsky (1929-1940), versión digital, CEIP, 2000, 20 de febrero de 1938.





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