El Alcázar de Toledo: de fortaleza a museo
EL ALCÁZAR DE TOLEDO: de fortaleza a museo
José Luis Isabel Sánchez
Editorial LEDORIA J M R
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José Luis Isabel Sánchez TOLEDO EN TU MANO Colección dedicada a don Julio Porres Martín-Cleto
* Director de la editorial Ledoria: Jesús Muñoz Romero * Director de Toledo en tu mano: Santiago Sastre * Ilustrador y fotógrafo de la colección: Ángel Villamor y Julián Calles
El Alcázar de Toledo: de fortaleza a museo
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I.- LA FORTALEZA
El militar y geógrafo Alfonso Rey Pastor, director por entonces del Observatorio Sismológico definía en los años veinte del pasado siglo el peñón sobre el que se asienta Toledo como un cerro en forma de trapecio isósceles con bases de 700 y 1.600 metros, surcado por una serie de pequeñas colinas (doce son las más destacadas), de las cuales la más elevada es aquélla sobre la que se asienta el Alcázar, con 548 metros de altura (108 por encima del nivel del río). La altura dominante de la mencionada colina, así como su proximidad al único vado del Tajo en las proximidades del peñón (situado en las inmediaciones de la Huerta del Rey), que permitía su protección contra un posible invasor que tratase de penetrar en la ciudad o su segura Topografía del peñón (Planos de utilización en caso de tener Toledo) que abandonarla, le otorgaría una gran importancia en la organización defensiva dada a la población por sus sucesivos habitantes, que harían de esta elevación su último bastión. Esta zona y sus alrededores fue
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ya habitada por poblados carpetanos, que también ocuparon el cercano cerro del Bu, de características muy similares a las de la mencionada colina. Para facilitar la resistencia desde esta colina y las adyacentes, no cabe duda de que los primitivos pobladores la amurallarían y que mejorarían esta fortificación con el paso del tiempo. Prueba de su importancia a lo largo de los siglos son los numerosos restos arqueológicos hallados con motivo de las excavaciones realizadas para la construcción del nuevo edificio destinado a oficinas, servicios y almacenes del Museo del Ejército. Al entrar los romanos en la Península en el año 218 a.C y llegar a Toledo, la definieron como una pequeña ciudad bien amurallada. En sus inmediaciones se libraron diversas batallas, destinadas a hacerse con el dominio de los vados que permitían atravesar el Tajo, cayendo el peñón en manos de los invasores en el año 192 a.C., tras verse obligados a ponerle cerco. Es lógico que a partir del dominio romano la ciudad dispusiese de una guarnición militar destinada a su protección y a la defensa del vado, y que fuesen mejoradas las fortificaciones que ya poseía y acomodadas a la nueva disposición urbana que tomaría la ciudad, con el fin de prepararla para responder a futuras agresiones de los pobladores autóctonos.
Restos del acueducto romano
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Aunque no se dispone de datos que lo confirmen, es muy posible que sobre la colina alcacereña se levantase algún edificio relevante relacionado con la defensa del importante nudo de comunicaciones nacido como consecuencia de la construcción del puente de Alcántara. Se desconoce si hubo o no muralla que rodease la colina, pues hasta ahora no se han hallado restos de la misma, así como tampoco de la que pudieran haber levantado o mejorado sus siguientes pobladores: los visigodos. El resto más antiguo de los descubiertos durante la mencionada excavación arqueológica es una cisterna de los siglos I-II d.C. Plano de El Greco En las proximidades de esta 16. Colegiata de Santa Leocadia) colina se encuentran algunos de los escasos restos que se conservan de construcciones romanas: el puente de Alcántara, el acueducto, que permitía la traída de aguas a Toledo desde el término de Mazarambroz y, aunque rodeada por la leyenda, la iglesia o colegiata con la cripta en la que fue encerrada santa Leocadia, Patrona de Toledo. En esta misma zona, y como prueba de la importancia de la misma, es donde Juanelo TuCroquis de la cueva según Amador de los Ríos
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rriano construiría sus artificios para elevar el agua desde el cauce del Tajo hasta la explanada norte del Alcázar.
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La cripta de santa Leocadia No hay duda de la existencia de santa Leocadia, virgen y mártir toledana que en el siglo III d.C. sufrió la persecución de Diocleciano, y de quien Parro en su obra Toledo en la mano, escrita en 1857, dice: Dicho está que Santa Leocadia fue natural de Toledo. Educada en el cristianismo, sufrió el martirio por sostener su fe, y después de ser cruelmente azotada y encerrada en una muy estrecha prisión, de orden del Presidente Publio Daciano, que sirvió a los Emperadores Diocleciano y Maximiano en la cruel persecución que iniciaron contra la Iglesia. La cárcel donde la Santa fue encerrada y atormentada, en la cual murió a fuerza de malos tratos, estaba situada donde hemos conocido la iglesia de los extinguidos Capuchinos, que antes fue Colegiata de Santa Leocadia del Alcázar, y es actualmente patio de un cuartel para la tropa que forma escolta del Colegio Militar de Infantería. Es tradición que en la estrecha y lóbrega cárcel en la que fue encarcelada, día y noche trazaba sobre una de sus paredes el signo de la Cruz, hasta dejarlo marcado en la dura piedra. Sobre esta cripta se construyó a mediados del siglo XIII una colegiata en honor de la Santa, ya citada en 1266 y a la que Alfonso X mandó trasladar los restos de Wamba, procedentes de una iglesia de Pampliega (Burgos), y los de Recesvinto, que se encontraban en Gérticos (Valladolid), siendo colocados en la cripta en unos
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123 123 123 nichos excavados en la roca a ambos lados del altar de123 123 123 123 dicado a la Santa. 123 123 123 123 En 1575 Felipe II, acompañado de su esposa Ana de 123 123 123 123 Austria, hizo abrir en su presencia estos nichos, y se 123 123 123 encontraron ambos cadáveres bien conservados, el de 123 123 123 123 Wamba envuelto en un paño de seda encarnada y amor123 123 123 123 tajado con la capilleja y escapulario monacal. 123 123 123 123 En 1626 el Ayuntamiento adquirió los terrenos próxi123 123 123 mos a la cripta para hacer de ellos una plazuela que 123 123 123 123 permitiese a los vehículos acceder a la puerta trasera 123 123 123 123 de Alcázar. 123 123 123 123 Al llegar la invasión francesa sufrió las consecuencias 123 123 123 del incendio que asoló el Alcázar en 1810 y fueron 123 123 123 123 profanados por los franceses los restos de ambos reyes 123 123 123 123 visigodos. La desamortización en 1822 del mencionado 123 123 123 123 convento de Capuchinos, que utilizaba la iglesia para 123 123 123 su culto, trajo consigo el abandono de la conocida como 123 123 123 123 Colegiata del Alcázar. 123 123 123 123 En el mes de febrero de 1845 la Comisión de Monu123 123 123 123 mentos de Toledo dedicó su atención a la búsqueda de 123 123 123 los restos de Wamba y Recesvinto, para lo cual se diri123 123 123 123 gieron a la citada colegiata y, tras dejar expedita la 123 123 123 123 escalera de acceso a 123 123 123 123 la cripta y derribar 123 123 123 una pared que im123 123 123 123 pedía el paso a ella, 123 123 123 123 accedieron los visi123 123 123 123 tantes a ambos se123 123 123 pulcros, de los que 123 123 123 123 se extrajeron los 123 123 123 123 huesos que se con123 123 123 123 servaban, que fue123 123 123 ron llevados al des123 123 123 123 Urna con los restos de Wamba y Recesvinto pacho del jefe polí123 123
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José Luis Isabel Sánchez tico de Toledo para posteriormente ser trasladados en procesión a la Catedral, en cuya Sacristía hoy se encuentran en el interior de cada uno de los compartimentos de una urna de madera y cinc, forrada de terciopelo carmesí, galoneada de oro y con cerraduras doradas. La cripta siguió deteriorándose con el paso del tiempo, sufriendo especialmente por el incendio del Alcázar en 1887. Se encontraba en 1900 rellena de escombros, por lo que se hizo un llamamiento al Ingeniero restaurador don Fernando García-Miranda para que fuese descubierta y puesta en condiciones. Pero ya nada se pudo hacer por ella y con el paso del tiempo llegaría a perderse por completo, desapareciendo para siempre al ser urbanizada la zona al término de la Guerra Civil.
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No existen datos sobre el Alcázar de la época visigoda, ni de otras construcciones que pudiesen estar relacionadas con él, pero parece lógico pensar que escogerían esta colina como punto fuerte y que continuarían manteniendo y mejorando la obra de fortificación iniciada en la ciudad por los romanos. Al seguir Toledo creciendo, se haría preciso ampliar el recinto amurallado, partiendo de las primitivas murallas romanas. Al producirse la invasión musulmana, sus ejércitos se dirigieron rápidamente a Toledo, capital del imperio visigodo, en la que entraron el 11 de noviembre del 711 sin encontrar resistencia alguna y hallando una ciudad amurallada que ocupaba la parte superior del cerro o colina, y un complejo residencial palaciego edificado por los visigodos en la ladera que descendía hacia el puente de Alcántara. Tras el nombramiento de un gobernador o valí para dirigir la ciudad, es de suponer que éste dejase de residir en la zona palaciega y pasase a hacerlo en la colina del futuro Alcázar, desde la que se podía ejercer un mejor control de la población recién conquistada, en la que era lógico no se confiase. La
El Alcázar de Toledo: de fortaleza a museo palabra alcázar es de origen árabe, designándose con ella a un fuerte construido sobre un lugar dominante, que constituía el último punto fuerte de la defensa de una población. Poco a poco la colina se iría convirtiendo en el centro decisorio de la ciudad y desde ella, como lugar privilegiado, se contemplarían las acciones de guerra en que se vería mezclada Toledo a lo largo de los siglos por conservar su independencia del poder cordobés. Esta inestable situación aconsejaría reforzar la colina y levantar en ella una fortaleza que sirviese de residencia al gobernador y a la guarnición militar, de la que se tienen noticias cuando tras la rebelión de Toledo en el año 797 fue ocupada por fuerzas mandadas por el gobernador de Huesca, quien propondría su construcción, levantándose poco después una ciudadela de muros de tapial, rodeada de un foso, que pasaría a la historia porque a él se arrojaron los cuerpos de destacados toledanos mandados decapitar por el futuro Abd-al-
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El al-Hizam según J. Porres (Planos de Toledo)
Arco califal
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Rahmán II en la llamada «Jornada del Foso». A raíz de otra rebelión que tuvo lugar en 829, la fortaleza levantada años antes sería derribada, pero en 837 se inició su reconstrucción. Continuarían las rebeliones de la población de Tulaytula durante los años siguientes, y desde las alturas de la fortaleza se podría contemplar la destrucción del puente de Alcántara en 858, cuando el emir Muhammad I acudió a sofocar una nueva rebelión, y el asedio al que en 930 sometió Abd-alRahmán III a la insumisa ciudad, mantenido durante dos años. Al término del mismo, una vez conseguida la rendición, el emir inició la construcción del al-Hizam o Alficén, espacio fortificado en la cima de la colina, rodeado por una muralla que permitía la defensa de cualquier peligro que viniese tanto del exterior como del interior de la ciudad, así como el control del acceso por el puente de Alcántara. La construcción principal, o alcázar, sería el antecedente de la actual fortaleza, en la que se conserva como único gran resto de aquella época un arco datado en el primer tercio del siglo X. Convertido Toledo en taifa, al-Mamún hizo construir un complejo palatino en la zona noroeste del Alficén, también conocido como palacios o alcázar de Galiana, que fue unido al alcázar mediante una coracha que protegía el tránsito entre ambos, cuyos dos muros se pueden contemplar hoy en día, sobresaliendo a ambos lados de la puerta principal de entrada al Museo del Ejército, tras los trabajos arqueológicos realizados recienteRestos de la coracha sobresaliendo de la mente bajo la explanada fachada principal del Museo del Ejército norte del Alcázar. A esta co-
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racha se debía referir Pedro de Alcocer en su Hystoria y descripción de la Imperial Ciudad de Toledo, cuando al tratar de la ayuda que Esteban Illán prestó a Alfonso VIII para apoderarse de la ciudad, narra cómo los partidarios del Rey se apoderaron del alcázar que dicen de Galiana y desde allí fueron por el muro que hemos dicho que iba de un alcázar al otro. No hay que confundir estos palacios de Galiana con otros de igual nombre, situados en la Huerta del Rey, que todavía perviven, en los que Alfonso VI encontró refugio huyendo de su hermano Sancho II. En 1085 se produjo la rendición de Toledo a las tropas de Alfonso VI. Las Crónicas de los Reyes de Castilla recogen (con cierta exageración) que en aquellos tiempos era considerada la más fuerte ciudad del mundo en su asentamiento, por ser tan grande, y que, tras su ocupación, el Rey mandó hacer un Alcázar, el cual es hoy allí, y un muro desde el Alcázar hasta el monasterio de San Pablo. A falta de otros datos más precisos, ésta parece ser la primera noticia sobre la construcción del alcázar cristiano. También Pedro de Alcocer hace referencia a la fortaleza en su mencionada obra, al narrar que entre las condiciones impuestas para la rendición de Toledo estaban que a Alfonso VI le fuesen entregadas las puertas, y puentes, y alcázar de la ciudad. Más creíble es una cita posterior, recogida en los Anales toledanos, al referirse a unos desórdenes que tuvieron lugar en la ciudad en el mes de mayo de 1116, durante los cuales el alcalde fue detenido y posiblemente muerto en el Alcázar (Prisieron Alvacil Abzeit Abenharet y penáronlo en Alcázar), aunque queda la duda de si se está refiriendo al mandado construir por Alfonso VI o a los palacios situados en sus proximidades en el interior del Alficén, y a los que a veces se les daba este mismo nombre, como hace Pedro de Alcocer al describir que tras la entrada de Alfonso VI en la ciudad aposentóse en el Alcázar que decían de Galiana, que estaba situado en
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el mismo lugar, donde ahora está el monasterio de Santa Fe y el hospital del Cardenal. Más adelante, Alcocer da cuenta de que el Rey hizo hacer el Alcázar, que hoy es en esta ciudad, aunque algunos dicen, que no le acabó él, sino el rey don Fernando el Santo, y otros que el rey don Alonso su hijo: aunque otros dicen que al tiempo que el rey ganó esta ciudad, ya estaban hechos ambos alcázares, sino que el que hoy lo es, era de tierra, y que él le hizo hacer de piedra, como hoy está: mas por cualquier de los dichos reyes, que el dicho alcázar haya sido acabado, se tiene por cierto que fue comenzado por el dicho rey don Alonso: y que él hizo hacer el muro que hoy va del uno al otro. Esta confusión se mantendría hasta principios del siglo XIII, en el que ya solamente se conservaba el situado en la cima de la colina, con fines exclusivamente militares. En 1139, al regresar Alfonso VII a Toledo tras la toma del castillo de Oreja, o Aurelia, en la Chronica Adefonsi Imperatoris se dice que el Rey fue recibido en el Alcázar, y en éste y en los palacios reales permaneció algunos días. A este hecho corresponde una leyenda según la cual encontrándose el Monarca en Oreja y desprotegida Toledo, se aproximó a la ciudad un ejército enemigo que iba en ayuda de los asediados. Doña Berenguela, esposa del Rey, vio desde el Alcázar cómo se acercaban y les envió un embajador que les transmitió un mensaje de la Reina en el que decía: ¿No veis que es mengua de caballeros y capitanes generosos guerrear contra una mujer cuando tan cerca os espera el Emperador? Si queréis pelear id a Aurelia, y allí es donde debéis acreditar que sois valientes y hombres de honor. Ante estas palabras, cuentan las crónicas que los musulmanes se retiraron sin atacar la ciudad. Durante los siglos XII y XIII los sucesivos monarcas irían engrandeciendo el Alcázar para residir en él. Según la leyenda, sus estancias serían testigos de los amores de Alfonso VIII con
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la hermosa judía Raquel, que encontró la muerte a manos de los toledanos. Tanto Fernando III «el Santo» como su sucesor, Alfonso X «el Sabio», lo ensancharon y embellecieron, siendo el último de ellos quien mandó construir cuatro esbeltos torreones, entonces coronados por terrazas almenadas, y la fachada oriental, la que da frente al castillo de San Servando y la más antigua de las cuatro, que lógicamente sufriría algunas modificaciones con el paso del tiempo y cuya diferencia con las restantes se advierte claramente por su aspecto medieval, más de castillo que de palacio. Poco a poco fueron desapareciendo los palacios de la época taifa que compartían con el alcázar los terrenos de la alcazaba. Antes del nacimiento del Rey Sabio comenzaría su donación a diferentes órdenes religiosas, que levantaron en aquellos terrenos sus conventos. En el siglo XII una parte fue cedida al convento de San Pedro de Dueñas, otra pasó a manos de los franciscanos y, más tarde, de éstos a la Concepción Francisca, y el resEl puente de Alcántara to se destinó a Casa de la Moy al fondo la Concepción Francisca neda hasta la época de los Reyes Católicos, quienes cederían en 1504 estos terrenos al cardenal Mendoza para levantar en ellos el Hospital de Niños Expósitos o de Santa Cruz. Mientras tanto, la fortaleza iría creciendo en amplitud y comodidad, con el fin de destinarla a residencia real. El Alcázar sería durante el reinado de Alfonso XI un primitivo centro de instrucción, pues en él se formaban los componentes
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de la llamada Compañía de los Cien Donceles, sobre los que el historiador Pedro de Salazar escribía lo siguiente en su Origen de las dignidades: Donceles han dicho algunos que son Pages, y no están en lo cierto, porque sin duda son gente de guerra aunque criada en palacio, esto se muestra claro en la Crónica del Rey, capítulo doscientos y ochenta y tres, donde tratando de Alfonso Hernández Alcayde los Donceles, en el cerco de las Algeziras, dize de esta manera: «Este Alcayde y estos Donzeles omes que se El Hospital de Santa Cruz habían creado desde muy pe(Colección Luis Alba) queños en la cámara del Rey y en la su merced, y eran omes bien acostumbrados, e habían buenos corazones, e servían al Rey de buen talante en lo que les él mandaba, e estos fueron comenzar la pelea con los Moros, e eran fasta ciento de a caballo, que andaban a la guerra». Pedro I vivió sus amores con María de Padilla en las regias estancias del Alcázar, donde mantuvo encerrada en una celda a su legítima esposa, Blanca de Borbón, en cuya defensa intervinieron los nobles toledanos en el mes de octubre de 1355. Una recreación de esta celda se ofrecía a los visitantes en los sótanos del Alcázar antes del traslado del Museo del Ejército. De todas las obras realizadas con el fin de que la fortaleza se hiciese más confortable y se adaptase a las necesidades de cada momento, la más destacable sería la del edificio
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Restos del palacio de los Trastámara bajo la fachada norte
construido entre los siglos XIV y XV, reinando la dinastía Trastámara, del que se ha descubierto recientemente un espigón que da idea de la importancia que tendría, hasta ser destruido para edificar el Alcázar de Carlos V. Reinando Juan II, Toledo se levantó en armas contra el condestable don Álvaro de Luna en 1449 debido a un aumento de las contribuciones destinadas a mantener la guerra contra los reyes de Aragón y Navarra. Al frente de la misma se puso el alcaide del Alcázar, Pedro Sarmiento, entregando la fortaleza al príncipe Enrique, hijo del Monarca, cuya autoridad no reconocía. Sucedió a Sarmiento el condestable don Álvaro de Luna, quien hacia 1451 mandó labrar un salón en el piso principal. También se sublevó Toledo años después contra Enrique IV el Impotente, poniéndose a favor del Infante don Alfonso. Todas estas luchas tenían como telón de fondo el Alcázar, cuya posesión aseguraba el dominio de la ciudad. Desde que Toledo se mostró partidaria de doña Isabel, a la que siempre mostraría su lealtad, la Reina frecuentó el Alcázar,
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en cuyo piso bajo del torreón S.O., a nivel del patio y encima del de Juan II, hizo construir un rico salón. A los Reyes Católicos se atribuye la construcción de la fachada de poniente (la que da a la actual cuesta de Carlos V), aunque teniendo en cuenta la similitud de sus ventanas con las de la fachada norte o principal, también podría ser obra de Carlos I o de Felipe II. Como complemento a estas obras, en septiembre de 1502 la reina Isabel dio normas para hacer una plaza ante el Alcázar. Toledo fue siempre fiel a los Reyes Católicos, pero no así a Carlos I, contra quien se levantaron los comuneros en defensa de los fueros y libertades, obligando al alcaide del Alcázar a rendirlo. Derrotados los rebeldes en Villalar y ajusticiados, doña María de Pacheco, viuda de Padilla, se hizo fuerte en el Alcázar. Las tropas reales cercaron Toledo, acampando en las inmediaciones del convento de la Sisla, hasta que, tomada la ciudad, días después tuvo que huir con su hijo a Portugal. En 1525 Carlos I convocó Cortes en Toledo y se alojó en el Alcázar, poco después de recibir la noticia de la derrota de Francisco I en Pavía, disponiendo se depositasen en este palacio la espada y el Rendición de Francisco I en Pavía (José María guantelete del rey de Alarcón Cárceles. 1879. Museo del Ejército) los franceses. Era en aquellos tiempos el Alcázar un palacio-fortaleza formado por múltiples y diversas edificaciones realizadas sin orden alguno. A la vista del grabado de la obra Civitates orbis terrarum, el autor de la Historia del Alcázar de Toledo describía cómo era éste antes de su restauración:
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Toledo hacia 1542 (grabado de Braun y Hogemberg para la obra Civitates orbis terrarum)
Tomada desde el SE. de la ciudad, en él se ven con toda claridad las fachadas de Oriente y Mediodía y el torreón en que se unen, el cual se eleva notablemente sobre ellas. También se divisan con bastante precisión los torreones NE. y SO., mucho menos elevados que los anteriores, pues sobresalen apenas de los muros de las anteriores. La del Mediodía es un sencillo muro aspillerado y coronado también de un adarve. Flanqueándola, en su centro hay una torre cuadrangular de menor base y mayor altura que las torres de sus ángulos. Sobre el cuerpo general del edificio se destaca el torreón del ángulo NO., una torre de igual forma y dimensiones de la situada en la fachada del Mediodía y que, dividiéndolo en dos mitades, flanquea indudablemente el muro de la occidental, y por último, cubierta por una cúpula de forma piramidal, otra torre, también cuadrangular y de mayor base y altura que todas las demás torres y torreones, se eleva, al parecer, en el centro de la fachada Norte.
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La fortaleza El palacio imperial Presidio y cuartel La Casa de Caridad El Alcázar, centro de formación militar La cuarta destrucción del Alcázar Bibliografía
p. 11 p. 27 p. 39 p. 45 p. 51 p. 85 p. 99
El Alcázar de Toledo: de fortaleza a museo
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NORMAS DE PUBLICACIÓN EN LA COLECCIÓN TOLEDO EN TU MANO 1.- Los originales que se presenten deben ser rigurosamente inéditos. Versarán sobre aspectos relacionados con la ciudad de Toledo, preferentemente edificios y personas. Quedarán excluidos los trabajos que se ocupen de temas excesivamente generales y aquellos que traten cuestiones que se refieran a la provincia de Toledo. 2.- La extensión debe estar comprendida entre los 35 y 50 folios aproximadamente. 3.- Los textos deben ser escritos con la intención de estar destinados, por decirlo con el título de un conocido poema de Blas de Otero, a la inmensa mayoría. Dado el carácter divulgativo de la colección los trabajos no tendrán notas ni a pie de página ni al final. Las referencias, por tanto, deben ser incorporadas al texto. En la parte final se incluirá una bibliografía. 4.- Todos los trabajos irán acompañados de ilustraciones que ejemplifiquen y ayuden a comprender el texto. 5.- En el libro se incorporará una breve referencia biobibliográfica del autor. 6.- Los autores que presenten sus trabajos deberán someterse a las normas de estilo y a las sugerencias que, con vistas a facilitar la comprensión y también la publicación, propongan tanto el editor como el director de la colección. 7.- Además de su aparición en papel se hará una versión electrónica del libro, con vistas a que los internautas puedan descargarse la publicación. La versión digital del libro podrá diferir de la edición en papel. No sólo se pueden incorporar más elementos que potencien la imagen del libro (una
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José Luis Isabel Sánchez
entrevista o presentación del autor y también más ilustraciones) sino que también se podrá alterar el orden y la estructura del libro, pero sólo con el fin de facilitar su divulgación por este medio. 8.- El editor y el director se reservan el derecho de decidir la inclusión de los trabajos en la colección, así como el orden de publicación de los mismos. 9.-Se realizará un contrato de edición entre el autor y la editorial y se establecerán también las condiciones para percibir una compensación económica en concepto de derechos de autor. 10.- El objetivo prioritario es poner la ciudad de Toledo y los toledanos en manos de los lectores, de ahí el título de la colección, que realiza un guiño al célebre cronista e historiador Sixto Ramón Parro. No se trata de estudios sesudos dirigidos a la Academia. Resulta prioritario el carácter divulgativo de los trabajos. Esto no desmerece la calidad de estos estudios, pues, parafraseando a Ortega y Gasset, la claridad debe ser la cortesía no sólo de los filósofos, sino de cualquier investigador. Todo lo que se estudia y se conoce puede ser expuesto con claridad para disfrute de los lectores. PRIMEROS TÍTULOS DE LA COLECCIÓN 1 El Alcázar de Toledo: de fortaleza a museo (José Luis Isabel Sánchez) 2 El vuelo de Ángel Palomino. Una aproximación a su vida y a su obra literaria (Santiago Sastre y Rafael González Casero) 3 El puente de San Martín (Bienvenido Maquedano) 4 La iglesia de Santas Justa y Rufina (Mario Arellano y Margarita Castro Arellano)
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Dulcedo quedam mentis advenit