Ayudame a recordarte, de génesis l pantoja

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AYÚDAME A RECORDARTE

Génesis L. Pantoja


AyĂşdame a recordarte Por GĂŠnesis L. Pantoja


“Nunca pensé que el amor iba a ser así, que te iba a golpear duro en el estómago y te importara o no. Te iba a volver la vida un infierno, tómalo o déjalo eso es lo que se siente”


Sinopsis Emily es una mujer adulta que comienza a trabajar en una editorial después de haberse graduado de su post-grado en publicidad y decide aceptar el empleo que le cambiará la vida, allí conoce a su jefe quien en realidad era un gran amigo de ella en la infancia. ¿O era más que eso? Decide escarbar en su pasado, solo para sacarse de la mente y la piel al guapo y espontáneo de su jefe.


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C

aminaba por el final del pasillo con mis tacones de punta de aguja intentando mantenerme sobre mis dos pies y sin caerme de bruces por lo anterior ocurrido en el piso de abajo, literalmente le había gritado a mi jefe y me había visto mientras peleaba con mi madre por teléfono. Negué con la cabeza, si iba a salir de esto, tendría que hacerlo como una ninja, entrar, salir, nada del otro mundo. ¿Cierto? Una vez entre en la habitación todos se giraron sobre sus cabezas para juzgarme. Mi jefe estaba ahora en el final de la mesa con una sonrisa de medio lado obviamente juzgándome por lo anterior. El estaba como siempre inmaculado detrás de la enorme mesa de roble y el resto de la junta me miraba con sospecha en ellos, algunos simplemente con curiosidad. Mi jefe, León M. Cisneros no era conocido por tener mal carácter pero desde que yo había llegado a esta empresa, era algo tan palpable que me odiaba mientras caminaba para hacer la primera presentación de la mañana. Reajusté mi mini falda negra y mi blusa de seda rosada y comencé con el parloteo que significaba la explicación del proyecto que estaba manejando en estos momentos, sobre la búsqueda y ampliación de una pequeña clínica de la comunidad de la cual yo estaba a cargo. Ellos me miraban como asombrados, y asentían con sus cabezas de vez en cuando, solo la mirada de mi jefe me miraba con desapruebo desde el otro lado de la mesa. ¿Cuál era su problema conmigo? Termine de dar mi conferencia y algunos ejecutivos se acercaron para felicitarme y para aclarar alguna de sus dudas sobre el proyecto en cuestión, otros simplemente se acercaban para hablar con mi jefe sobre trivialidades de la gente rica, como viajes al exterior y mujeres bonitas. Una punzada de celos vino a mí cuando mi antigua compañera de clases en la universidad, Kristina Montes se acercó sigilosamente a mi jefe y le susurró algo al oído. Ella me detestaba desde hacía varios años atrás, y yo a ella naturalmente. Conté hasta cinco, uno, dos, tres…. ¿Que se supone que estaba haciendo? Se había sentado literalmente en su regazo y él le estaba pasando una copa de champán con sus muy largos dedos. Ella era rubia, alta con ojos


celestes, cualquier hombre mataría con estar con ella. En cambio, mi jefe tenía ojos azules como el color del cielo, cabello negro y tez pálida. Podrían ser una gran combinación para hijos genéticamente beneficiados. La sola idea me revolvió el estómago. Y lo peor de todo. ¿Qué me importaba que hacía el con ella? Seguí mi conversación con el resto de las personas haciendo énfasis en los puntos clave e intentando no ver la pequeña escena que estaba sucediendo delante de mí. Todos los ejecutivos estaban felices con mi presentación, todos excepto uno por lo menos. A los pocos minutos todos salieron al bar de la esquina que era de solo gente de la alta sociedad y cuando me invitaron solo negué con la cabeza, yo no era de esas que toleraban muy bien el alcohol. Todos siguieron caminando hasta los ascensores al final del pasillo y de repente solo éramos dos en la sala de reuniones, bueno, honestamente había pensado que me iba a tener que quedar hasta tarde para recoger algunos documentos y ordenar el lugar. Era una adicta al orden, y si, hasta que todo no estuviera exactamente en su sitio no me iba a ir a casa. Tiré algunas cosas a la basura y ordenaba todos los documentos restantes por orden alfabético. Una pequeña tos seca en mis espaldas me sacó de mi pequeña rabieta con el sacapuntas eléctrico. Levante la mirada y allí estaba él. Sus ojos azules divirtiéndose con mi obvia torpeza con el sacapuntas. --¿Te ayudo con eso? Una mano tapando la mueca de su sonrisa. --Yo puedo sola, gracias. La última palabra salió destilando un poco de sarcasmo, esperaba que lo hubiere notado. En vez de eso, se mantuvo allí pensativo. Se paró de su silla inmediatamente y camino en mi dirección, quitándome varios documentos y poniéndolos al azar justo en mi rostro. La ira apoderándose de mi sistema en tres, dos…


Se los arranque de las manos tan rápido que el tuvo que parpadear un poco antes de darse cuenta de lo sucedido. Dio dos pasos hacia atrás y una genuina sonrisa se poso en sus labios. --Vale, nada de fastidiar a la pequeña empleada. Dijo mientras le daba la vuelta a la mesa y se sentaba en su sitio nuevamente, a la cabeza de la mesa. Me giré hacia él una vez que todos los documentos estaban perfectamente arreglados en orden alfabético y entrecerré los ojos hacia él. --Pensé que irías por un trago con los demás—dije burlándome un poco de él, era encantador ver como enfurecía de a poco. Aún recordando la última vez que le saqué la piedra en una conferencia, citando cada una de sus frases como si fuese un gran sabio y todos los empresarios terminaron haciendo palmaditas en la espalda y ovaciones. Fue un gran día. El bufó detrás de mí. Revisé una y otra vez de nuevo los documentos, no era buena idea desatar mi furia con el jefe. No literalmente. --No tenía ánimos de ir por un trago, pensé en acompañarte hasta que cierren las oficinas. Un escalofrío recorrió mi espalda. --¿No tiene algún compromiso de jefe que atender a estas horas? Estoy segura que el archivo de la empresa necesita unos retoques antes de la presentación de mañana. Lo sabía porque su secretaria Clara no paraba de hablar de eso durante nuestra hora de almuerzo, era una especie de gran inversión o algo así. La verdad es que en cosas de empresarios no me metía seguido, excepto en esto. La fundación por la que iba, era algo más de caridad que en beneficio propio, tenía alma. El me miraba desde el otro lado de la mesa con curiosidad. --Señorita Pérez, creo que hemos comenzado con el pie equivocado—dijo mientras se paraba de la mesa nuevamente y algo dentro de mí me decía que corriere en la dirección contraria.


En cambio, me quede en la oficina con ambos brazos cruzados mirándole fijamente. --Eso pensé—dije terminando de recoger algunos documentos y archivándolos en una carpeta de manila rosada. El me miraba con frialdad. --Así que pensé en tomarla como mi aprendiz por el resto de la semana Dejé caer las carpetas en el escritorio y me giré en su dirección. ¿Qué? Su boca se abrió en una esplendorosa sonrisa. --Usted desea que se le apruebe el préstamo para la fundación y yo necesito una persona como usted que me mantenga en mi sitio, bueno, en cosas de negocios por lo menos. Una sonrisa torcida volvió a aparecer en su rostro. En general sabía que la mitad de la junta estaba a favor de mi fundación pero con su ayuda, podría conseguir el resto de votos a mi favor tendría el resto de votos en un abrir y cerrar de ojos. Sería por una buena causa, supuse. --¿Por qué haría algo así?—dije parándome de mi silla y cruzándome de brazos delante de él, mientras estuvimos pardos me di cuenta que ni siquiera con tacones le podía dar la talla en cuanto a altura. Era increíblemente alto y por no decir tan guapo que me hacía sentir un poco nerviosa, casi como si mis piernas temblaran. El dio dos pasos hacia mí y se acercó tanto a mi rostro que quedamos a tres centímetros de cerca, podía sentir el calor emitido por su cuerpo y un leve olor a mentar fresca de su aliento rozó mi rostro. Di dos pasos hacia atrás para mantener mi postura, aunque mi corazón había ya comenzado a bombear sangre a todo mi cuerpo tan rápido que sentí que mi rostro estaba comenzando a ponerse colorado. El aire acondicionado estaba encendido, pero, yo sentía que mi piel hervía por anhelar su contacto. Me mordí el labio para alejar esos pensamientos, el dolor, ayudaba a mantenerse concentrado.


Suspiré al ver que el contenía una carcajada. --Solo es una propuesta, piénselo señorita Pérez. Además que me gustaría mantenerla cerca un tiempo, hay varios proyectos que necesito que publicite dentro de poco, me quitaría el molesto problema de buscar otro ayudante en eso—dijo con algo de fastidio en su voz—Piénselo ¿ok? --Ya lo he pensado—dije manteniendo mi postura—No se vería bien en mi expediente si malgasto mi tiempo en el departamento de finanzas, mi lugar está en publicidad en piso 4—dije mostrándome lo más sensata posible, no iba a dejar manipularme por un niño rico de oficina. El se había puesto tenso, casi como si hubiera leído mis pensamientos o algo. --Su negativa me desconcierta—dijo arrugando el entrecejo. Di dos pasos más hacia atrás para alejarme de él. --No es nada personal, solo me gusta mi área de trabajo—ya había hecho un plan mental, tomar mis carpetas y salir huyendo por el ascensor, cuando unas manos grandes se posaron en mis manos para impedirme que continuara con mi trabajo, levante la mirada para encontrarme con unos ojos azules penetrantes y todo el rubor antes de mi rostro se fue con solo su toque. Me quemaba cada centímetro de piel que él había tocado y deseaba más que todo, sentir la presión de sus labios sobre los míos, sentirlo más cerca. Era casi un pensamiento hipnótico cuando él se apartó abruptamente de mí. Dejándome con los labios entreabiertos y la respiración acelerada. --Lo lamento, me resultas atractiva. Me recuerdas a alguien que solía conocer—dijo con un poco de tristeza en su voz. Oh no, ¿estaría hablando de alguna de sus ex novias? Recuerdo haber leído un par de artículos sobre las numerosas parejas del señor Cisneros antes de conocerlo. Todas rubias y esbeltas, casi todas modelos. Entonces, ¿Cómo era que le recordaba a alguien? Mordí el interior de mi mejilla, nerviosa. --Te podría demandar por acosa laboral—dije de nuevo sin medir mis palabras.


Mi jefe reaccionó rápidamente. --Estoy presente que eso podría suceder, pero, por favor te pido que te pienses bien lo de trabajar para mí. Me harías un tremendo favor personal con todo lo que está pasando en la oficina en estos días—dijo zarandeándose de un lado al otro en su sitio. Lo miré con mala cara. --¿Por qué tanta insistencia?—y el se encogió de hombros ante mí. --No lo sé, pensé que tu proyecto necesitaba un empujón. Varios empleados se negarán a aprobarlos, les falta base para negarse pero en cuestiones de dinero la cosa es diferente—dijo nuevamente—Si no aceptas tu plan de ayuda… No lo dejé terminar la frase. El tenía razón, me acerqué hasta él, y le extendí la mano frente a su rostro. Así que estreché mi mano con la de él y salimos de la oficina de las juntas en silencio. Todos lo demás se había ido temprano a sus casas, miré por encima de mi cabeza y el reloj de la esquina daba más de la nueve de la noche. Tomé una caja de mi escritorio con pequeños caramelos de menta y comencé a tararear en el camino al ascensor. El había desaparecido mientras terminaba de arreglar el lugar, de seguro a su oficina, no me importaba en realidad. Terminé en no menos de diez minutos. Toda la oficina brillaba en pulcritud. Había sido un día largo, y si conocía a mi jefe mañana iba a ser un grandísimo infierno, pero por lo menos seria por una buena causa. Antes de que se cerrara mi ascensor una mano detuvo que se cerraran las puertas y me quedé helada al verlo entrar en el mismo sin chaqueta y sin corbata, solo en pantalón gris pálido y camisa de vestir blanca. No lo había notado antes, pero mi jefe era guapo, no era solo su anatomía musculosa y bien formada, era su actitud, era sexi. Me atoré con una mentita ante mis pensamientos pervertidos. --¿Todo bien?


Dijo tan perfectamente que mis oídos tuvieron que no derretirse ante su melodiosa voz. Asentí. --Me gusto tu presentación de hoy Señorita Emily, los tenías en tu bolsillo en no menos de un par de minutos. Me has dejado maravillado. ¿Elogios de su parte? Algo había hecho bien hoy, por lo menos. --A mí también me gusto, me había preparado desde ayer nada más. No sabía que se tenía que dar una presentación por cada proyecto—dije mientras me recostaba de la pared del ascensor. Por alguna razón estaba más consciente de su cuerpo que del mío propio, cada uno de sus movimientos elegantes y bien sincronizados. Notaba como su pecho varonil subía y bajaba mientras respiraba, el también se veía alterado por algo, tal vez por mi presencia. Contuve un suspiro de alegría al ver que las puertas del ascensor se abrían para darnos paso. El se iba a reír de mi pero luego una tos seca ocupo su lugar, bien. --Hasta mañana, tenga una excelente noche Señorita Pérez—dijo tendiéndome una mano. Dudé en apretar su mano, me ponía algo ansiosa estar a su alrededor, cosa que no admitiría nunca. --Hasta mañana—medio sonreí por cortesía antes de separar el apretón de manos. Al llegar al estacionamiento ambos nos separamos en camino hacia nuestros autos, el a su perfecto BMW en tono gris y yo a mi auto Fiesta Power no tan viejo para ser antiguo pero tampoco era realmente nuevo, lo había comprado de segunda mano por un tío mío. Tiré las mentitas en el asiento del copiloto y encendí de un solo golpe el motor, encendí la radio y puse algo de LMFAO con mi ipod y comencé a tararear nuevamente. Amaba ese grupo.


Me aferré al volante mientras veía acercarse un Audi A4 negro al auto de mi jefe y pararse incómodamente cerca de su puesto de estacionamiento, una rubia se bajó de él. Era Kristina quien al parecer estaba esperando que el bajara para tenderle una emboscada. Sentía nauseas de repente. ¿Cómo puede ser tan hermosa y estar tan arrastrada por un hombre al mismo tiempo? En la universidad ningún chico se le resistía y no los culpaba. Era bonita, con simpática y de una familia adinerada. El paquete completo. Se acercó a la ventanilla de él e hizo una pose con la que estaba segura que estaba enseñando su escote, minutos después ambos salieron del estacionamiento rápidamente. La vida continuaba, y yo mientras más rápido llegara a mi apartamento compartido más rápido podría llamar a mamá y terminar la pelea que había comenzado horas atrás e irme a la cama. La vida apestaba en algunas ocasiones. Puse la música a todo lo que daba y manejé hasta mi apartamento.

*** Mónica era una estudiante de derecho algo frustrada porque no conseguía empleo y cuando llegué a casa todo estaba simplemente desastroso, miles de periódicos y hojas de agendas ocupaban la mitad de nuestra pequeña sala comedor, sus enormes ojos cafés se posaron en mí apenas entré y ella se abalanzó sobre mí en un abrazo de oso. Había tenido uno de esos días. Días en los que simplemente todo le salía mal, vi que los platos en el fregadero estaban todos apilados en una enorme pilas totalmente sucios y el ruido de la televisión ocupaba toda la casa. Con el día que había tenido, esto era la menos que quería encontrar al regresar a casa. Mónica sollozaba en mis brazos como un enorme bebé. Pasé una de mis manos por sus cabellos negros suavemente. Levanto la mirada hacia mí y supe que había sido todo. Ella había roto con su novio.


--El simplemente dijo que no quería seguir saliendo con una perdedora— dijo mientras se limpiaba la nariz con un pañuelo desechable, lo volvió bolita y lo lanzaba a una papelera de la esquina, fallando colosalmente claro está. --¡Que imbécil! ¿Cómo pudo decir semejante cosa?—dije mientras le pasaba otro pañuelo y le ayudaba a peinarse con una banda elástica para el cabello. Gimoteó nuevamente. --¡Lo sé! Se veía tan caballeroso y tierno cuando empezamos a salir, no pensé que me dejaría porque aún no tenía empleo y el sí. --No puedo creer que te haya hecho eso Ahora estaba perfectamente peinada con una cola de caballo alta. Bueno, exceptuando el lugar, era lo único perfecto ahora. --Y lo peor de todo es que creo que se estaba viendo con alguien más mientras salíamos— --¿Qué? --Encontré un brillo de labios en su auto el otro día, siempre se negaba a contestar las llamadas frente a mí de los números desconocidos y a veces me dejaba plantada por cuestiones de negocios. Ahora mi cara estaba roja por la ira. ¿Cómo había salido con semejante bestia por más de tres años? Me crucé de brazos ante ella. --Y lo peor de todo, es que creo que lo amo Se sonaba la nariz por millonésima vez y el agua que había puesto a hervir comenzó en ebullición. --No digas tonterías el no te merece—dije al levantarme del sillón camino a la cocina. Tomé un trapito de cocina y serví el agua hirviendo en varias tazas de café y deposité en ellas bolsitas de té de manzanilla para Mónica y una de té verde para mí.


Nos lo tomamos en silencio hasta que comencé a quitarme los tacones y a masajear con delicadeza los talones. Ella no paraba de mirar su té caliente. --Lamento por el desorden, creo que tuve uno de mis ataques de crisis El lugar estaba del asco, pero la perdonaba. Yo entendía lo que era salir con un perfecto imbécil. --Conseguirás un empleo, ya verás—dije guiñándole un ojo y ella sonrojándose. --No se Em, la cosa esta difícil para conseguir en estos días. Las firmas de abogados ahora solo reciben internos con buenas referencias y tú sabes lo que ocurrió el verano pasado con ese abogado que me daba clases Tomó otro sorbo de su té y el silencio recayó sobre nosotras. Este era un punto sensible para ella, no quería ir allí, no hoy por lo menos. Ya había tenido suficiente con mi día de estrés. Uno de sus profesores en la universidad tenía un amorío con ella, el estaba casado, y ella no lo sabía (quien iba a saberlo, el profesor tenía 26 años. Y no lucía el anillo de casado) lo que cuenta es que su esposa los descubrió y bueno, la más afectada fue Mónica. Salió graduada de milagros de la universidad y él profesor tuvo que cambiarse de empleo y divorciarse, fue duro para ambos. Me levanté para ir por una duche fría. Odiaba pensar en cosas tristes. Mónica atrás de mí había comenzado a cambiar los canales sin control, era una maña que tenía cuando estaba triste o algo le molestaba. Cada quien manejaba sus problemas de forma diferente, pensé. Me metí en la ducha no antes de quitarme toda mi ropa y tirarla en la cesta de la ropa sucia, el agua caliente relajando cada músculo de mi cuerpo y comencé a frotarme con gel de ducha y una esponja que tenía para los días tristes. Al salir me puse una camiseta larga y bragas de encaje negras. Comencé a tirar todo en una bolsa negra enorme para la basura, luego lavé todos los platos y arreglé una tubería que estaba rota debajo del fregadero, estaba exhausta para cuando había terminado y miré el reloj de la cocina, las 12:30 Mónica se había quedado dormida en el sillón con un enorme


pote de helado en sus manos, lo coloque en el refrigerador de nuevo y le coloque una manta de las princesas de Disney, apagué las luces y el televisor y me fui a dormir. Mi cuarto era menos que diminuto, parecía una caja de cerillos en realidad. Con una pequeña ventana con cortinas blancas hasta el suelo, una cama tamaño King que ocupaba toda la habitación y un pequeño ropero con algunos ganchos de madera desocupados, no tenía mucha ropa en realidad. Me puse los aparatos de los dientes y me fui a dormir, este día por lo menos había acabado, me esperaría una semana dura con mi jefe a partir de mañana


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E

l día había comenzado terriblemente mal, primero Mónica había despertado con nauseas incontrolables y decidí llevarla al hospital más cercano aunque aún eran las tres de la madrugada, le puse un par de jeans y un par de zapatos y la arrastré al hospital, le dieron un poco de antieméticos y nos regresamos al apartamento a no antes de las cinco de la madrugada, estaba exhausta y fui por la cafetera en la cocina. Mónica estaba descansando ahora en su habitación y le había llevado una cubeta vacía por si no le daba chance de ir al baño, abrí su ventana y deje que le entrara algo de brisa fresca. Fui por un café inmediatamente, en mi teléfono celular tenía once llamadas perdidas de mi madre y una de un número desconocido, había sido no antes de haber regresado a casa. Pero no lo había escuchado, desbloqueé el modo silencio y comencé a navegar por las redes sociales un poco, todos mis amigos estaban comenzando con su máster en sus carreras y algunos se había ido a vivir al exterior, el sonido de las ligeras arcadas de Mónica me hizo regresar a la realidad. Mi cuenta bancaria era casi inexistente en estos días, ni siquiera tenía un guardarropa sofisticados como el resto de las chicas de la oficina, tenía que compartir piso mientras me establecía porque mis padres no me pasaban nada de dinero desde que había tenido esa pelea con ellos. Estaban divorciados por el amor de Dios, ¿qué querían de mí?, si fuera por papá me mantuviera en su casa en Mérida por el resto de la vida junto a su nueva pareja, y mi madre nunca estuvo pendiente de mí y de repente se da cuenta que soy lo único que en verdad tiene. Borré todas las llamadas de ella de mi teléfono celular y lo tiré el mesón de la cocina. Recosté el cuerpo en el sillón y comencé a ver los infomerciales mientras comía cereal con leche, eso me recordaba a mi infancia. Cuando hubieron terminado ya eran más de las seis de mañana y fui a la habitación de Mónica para ver si estaba viva. Su maraña de pelo negra se movió al verme. --Lamento ser una carga Em Me senté en la orilla de su cama, su habitación era solo un poco más grande que la mía, era más cálida con colores crema en ellos. Negué con la cabeza.


--No lo eres, ¿necesitas algo más? ¿Una almohada extra? ¿Una revista? Se sentó a mi lado lentamente. --Solo descansar, ¿tienes trabajo hoy? Su voz esperanzada solo un poco. --Si, mi nuevo jefe quiere que trabaje para él en algo—dije tan desmesuradamente que ella me miraba con los ojos como platos. --¿Es el que salió en las noticias el otro día? ¿El que esta forrado en millones o algo así? Ella no era buena ocultando sus emociones. --El mismo, ahora estamos trabajando en la fundación para niños y ancianos de esa comunidad donde crecimos Mónica El orgullo se apodero de sus ojos. --Venga, tú haces cosas geniales por la sociedad y yo relleno una cubeta con vómito hasta el tope Ambas miramos con desprecio y asco la cubeta. Y no paramos de reír hasta estar boca arriba en su cama. Intentando volver a respirar ya que mis costados comenzaban a doler cuando reía tan fuertemente. --Gracias por ser mi amiga Emily La voz de Mónica salió en un susurro. --Gracias por no comerte todo el helado anoche Mónica Ella me miró y comenzó a carcajearse nuevamente. Así lo pasamos hasta que me toco levantarme e irme a duchar y vestirme para ir al trabajo. Me puse una chaqueta de seda con cuello en v con una falda intrépida de un gris pálido, con tacones del mismo tono y un par de perlas de un tono ni blanco ni gris que mi madre me había regalado para mi graduación de la universidad. Me peiné el cabello castaño y me hice un moño alto con una


liga, dejé varios mechones enmarcar mi rostro antes de rociarme una colonia que olía a dulce de canela, mi favorito. Tomé las llaves del auto y mi teléfono celular, pero no sin antes darle una última pasada a Mónica antes de irme. --Me voy, si necesitas algo de la tienda solo llama, ¿esta bien? Ella estaba tecleando algo en su blackberry y miro sobre mí. --Esta bien nena, ten un buen día en el trabajo—dijo con tanto entusiasmo que pareció que ya estaba mejor del todo. Bien por ella. Cerré la puerta de afuera con llave y casi me persigné porque sabía que mi día iba a ser fatal. Sin embargo de todo ello, arranqué mi auto y manejé hasta la empresa tarareando una canción de Britney Spears, toxic. Justo como describía a mi jefe.

*** Mi trabajo quedaba en una de las grandes empresas de la ciudad de Caracas, una de las ciudades más maravillosas y enigmáticas de toda Venezuela. El tráfico me atrapó mientras bajaba por la calle que daba por detrás del estacionamiento, miré mi reloj y apenas eran las 7:40 si llegaba a las 8 estaría librada totalmente. Giré en U mirando a todos lados para que no me detuviera un fiscal de transito y me salí con la mía, llegué al puesto de estacionamiento antes que una camioneta Blazer que iba a ocupar el último puesto vacío del estacionamiento. Bueno, tal vez hoy mi suerte iba a ser diferente. Me bajé de mi Fiesta Power a quien dulcemente le habría nombrado “Patty” y cerré la puerta de un portazo. Al abrirse las puertas del ascensor todo el caos vino a mí, la gente de redacción corría de un lado a otro imprimiendo un par de cosas, la gente de secretaría estaba llevando enormes tazas de café humeante a los directivos, y la gente de los cubículos telefoneaba a otras empresas y manejaba sus


computadoras de tal manera que intenté saborear el caos y lo hermoso del momento. Si esto era así afuera, no quería saber cómo estaban las cosas en las salas de reuniones del directivo. La imagen de él se coló por mi mente. Tropecé con mi tacón con una persona de camino a la oficina de él. Unos ojos azules me atraparon inmediatamente. --Disculpe señor Cisneros, no fue mi intención tropezarle Si así comenzaba mi día… Suspiré mientras sus ojos me examinaban de arriba abajo. --Buen día señorita Pérez—sus ojos seguían escudriñando mi rostro. ¿Qué buscaba? Mantuve mi compostura ante él. Esto iba a resultar más fácil si yo me mantenía enfocada en el trabajo. --¿Qué vamos a hacer hoy?—dije mientras veía acercarse peligrosamente a Kristina por detrás de su espalda. El siguió mi mirada hasta encontrarse con Kristina. --¡Buen día amorcito!—dijo la rubia antes de plantarle un beso en su mejilla. --Buen día Kris, ¿ya conoces a la señorita Pérez? El me señalaba con su muy largo dedo, y los ojos celestes de la rubia se abrían con reconocimiento. --¡Oh! Fuimos juntas a la universidad Central ¿cierto? Asentí levemente. Ella me abrazaba con ternura. Ok, no era tan mala como había pensado. Era amable, y todo lo que eso significaba. --Estuvimos juntas en el acto de bienvenida—dije suavemente.


--¡Oh! Cierto, mi padre pagó por una nueva biblioteca o algo así. Me nombraron la persona más influyente en el campus—sus sonrisa era literalmente perfecta. Tenía que subir el rostro para ver su cara, y eso que yo llevaba tacones. --Lo recuerdo, eras muy famosa. --¿Qué haces ahora?—ella me miraba con atención --Trabajo para el señor Cisneros—dije intentando no mirarlo directamente a los ojos. --¡Vaya! Es bueno tener una amiga que le eche un ojo a mi futuro novio— le dio un codazo a León y este se puso tenso. El me miraba entretenido. --Que bueno que se conozcan, ¿nos vamos a la oficina señorita Pérez? Tenemos muchas cosas que arreglar antes del almuerzo—su voz salió tensa, y no era el único yo también me sentía como una roca. Me sorprendió si podría moverme a la oficina. La rubia me miraba con asombro. --Esta bien, vamos. --¡Chao León! Hablamos para almuerzo—dijo la rubia mientras nos alejábamos de ella lentamente. Era como si estar a su lado mientras caminábamos no era más que suficiente para mí, me sentía protegida y vigilada, y eso que solo éramos unos colegas de trabajo. Mientras pasaba por el umbral de su puerta pensé que tal vez su odio radicaba en que simplemente habíamos comenzado con un mal pie. La puerta se cerró detrás de nosotros y un viento helado se apoderó de mi sistema. ¿Qué era este cambio brusco de ambiente? Podía sentir su mirada en mi espalda. Tragué lento hasta que el dijo la primera palabra. --¿Comenzamos con las redacciones?


Me pasó un montón de documentos en carpetas y sobres. Los saqué para ordenarlos, como hacía con todos mis trabajos. La oficina era muy espaciosa, la más grande de todo el piso en realidad, pero con él, era como que era muy pequeña y que el aire allí apenas alcanzaba para ambos. Mi imaginación estaba tomando rumbos que no quería seguir, el era realmente guapo y deseable, nunca se fijaría en una chica como yo. No teniendo tras sus huesos a una rubia con fidecomiso, por lo menos. El me miraba entre divertido y sorprendido. --¿Alguna idea de cómo manejar a la gente de la fundación Maxwell? Uno de sus dedos estaba sobre su boca y el estaba ocultando una sonrisa. --No conozco muy bien a los ejecutivos de dicha empresa. Tal vez deberíamos organizar una fiesta para recaudar fondos y así conocerlos mejor —dije mirándole fijamente. Su boca hacía algo divertido con su labio superior. --Eso es lo más ingenuo que he escuchado el día de hoy. ¿Se estaba burlando de mí? El ambiente en la habitación se había vuelto a ser cálida y él me dedicaba una sonrisa esplendorosa, quien era él, y porque me sentía como una niña de cinco años cuando estaba con él. --¿Qué planea usted? El sarcasmo salió a borbotones de mi boca y no pude detenerlo y el me miraba con los ojos como platos. Me he pasado. --Pues señorita Pérez, eso es algo que los grandes empresarios como yo hacemos todos los días, para esas fundaciones es necesario atrapar al pez gordo. Engatusarlo y hacerlo firmar un par de planillas con una línea de crédito para nuestra empresa, pan comido— Se levantó de su silla para mirar por la ventana. Que en realidad era más como una enorme pared de vidrio que iba del techo al suelo, al igual que su escritorio de vidrio y un par de sillas en forma extrañas que pareciera de un


material como el vidrio pero estaba segura que eran simple decoración. Terminé de ordenar todos los documentos y lo miré fijamente. Sus ojos azules lucían melancólicos mientras miraba por la ventana. --¿Alguna vez ha pensado en casarse señorita Pérez? Oh, cambiaba de conversación tan bruscamente que me dejaba sin aliento. --Supongo que sí Dije mirándome los dedos, ¿Por qué estaba tan nerviosa? Minutos antes estaba furiosa con el por haber sido burlista y ahora… --¿Por qué no lo ha hecho? Quiero decir, es usted alguien elegible—dijo dejando la última palabra en el aire. ¿Yo era elegible? Supongo, pero uno no puede casarse con uno misma. Tienes que tener pareja para eso, y con mi historial de decepciones amorosas. Mi novio de la secundaria se estaba casando y teniendo su primera hija, me había llamado para acompañarlo en su boda, pero leí que eso era de mala suerte para los novios. Mi novio de la universidad estaba estudiando en el otro lado del país su máster y luego estaba mi último romance, con quien no había tenido una relación como tal, pero las cosas había acabado más que mal, según tenía entendido había conseguido novia días después de separarnos. Que record de novios tan malos. ¿A qué venía al caso? Estábamos hablando de empresa y otras cosas. Si es por elegibilidad el estaba en el puesto número uno para casi todas las solteras de la capital. Era apuesto, rico y según los rumores era tan caballeroso que las modelos y chicas como Kristina Montes estaban en su caza. Le vi girarse para mirarme directo a los ojos. --No lo sé, en la universidad no era como que estuviera buscando novio para matrimonio y ahora supongo que prefiero hacer otras cosas. Dije mirando ahora por la ventana, por alguna razón no podía mirarle a los ojos durante esta confesión algo personal.


--¿Qué clase de cosas? Se había acercado lo suficiente para sentarse en una de sus sillas reclinables que parecían de las que tenían los psiquiatras en sus consultas, de cuero marrón oscuro casi negro. Alejé el pensamiento de mí, la imagen de él acostado simplemente, me desconcentraba. Jugaba con dos canicas de plata con sus largos dedos mientras me miraba. --Salir, ir a las discotecas, no lo sé en realidad. Supongo que solo quiero establecerme en la ciudad sin muchos problemas. Hacer amigos, conocer gente. Comprar un apartamento. El pensaba en algo mientras yo iba hablándole, hizo un pequeño puchero cuando fuimos interrumpidos en nuestra conversación por una de sus secretarias, una peli rojo llamada Clara era buena persona, era cristiana y siempre cargaba una cadena de plata con un Jesucristo colgando de él. Llegó con un par de cafés y me dio una larga mirada al verme allí sentada. Miró de mi jefe a mí en un intervalo de dos veces, si nena, yo tampoco creía que no me estaba reventando el trasero con trabajo pesado. ¿A eso había venido no? Ella sonrió débilmente. --Oh, perdone. Su madre me ha llamado y me ha pedido que le avisara. Disculpe de nuevo—dijo en mi dirección antes de salir por la puerta. --Señorita Clara. Ella se detuvo en seco. --Traiga una botella de agua saborizada para la señorita Pérez y una barra de proteínas para mí. Ella asintió antes de salir por la puerta. --Disculpe nuevamente Cerró la puerta con cuidado. El se paró para tenderme una de las tazas humeantes de café, le di dos sorbos, estaba delicioso. Su sonrisa al verme tomar el café era espléndida. Pensé de nuevo en Clara.


¿Eso era raro? Ella siempre se había comportado amistosa conmigo hasta habíamos salido al cine un par de veces, supongo que con su jefe al frente era otra cosa. El me seguía mirando como si estuviera haciendo un psico análisis. --¿Y porque no hace esas cosas que quiere hacer?—dio dos tragos a su café. No lo había pensado. Me encogí de hombros. El no necesitaba saber de mi situación económica. --Creo que estoy muy joven para pensar tan seriamente. Sus ojos azules mirándome como si hubiera dicho la cura contra el cáncer. No era tan interesante al hablar de mí misma, en realidad, no me gustaba para nada. ¿Por qué a él le resultaba interesante? --La juventud no es punto de estorbo para alcanzar sus metas señorita Pérez. --Lo sé, solo quiero ir despacio. Tampoco hay prisa con ello. Por alguna extraña razón sentía que no estábamos hablando de mi vida profesional ni privada. Un tema que solo él estaba maquinando en perfecta cabeza. --¿Se ha sentido presionada por alguien en los últimos días? Un novio, hermano o tal vez su misma madre. La pregunta me descolocó por un par de segundos. Ahora llevaba su cabello sedoso y oscuro con sus dedos en un lento barrido hasta arriba. Increíblemente sexi, casi olvide respirar. Al ver mi reacción lo hizo de nuevo. --Mi madre. Su mirada se confundió un momento. --Usted pudo evidenciarlo ayer mismo.


La imagen de él viendo como se me volaban los tapones vino a mí mente. Me ruboricé en mi silla. ¿Cómo era posible que podría ser yo tan transparente? Qué vergüenza. --Eso pensé. Sus ojos entrecerrándose lentamente. --¿Algo más?—ese tipo me estaba poniendo nerviosa. --No—sus ojos oscureciéndose a cada minuto, me sentía atrapada en esas cuatros paredes. ¿Esto tenía que ver con mi trabajo para él? No tenía idea. Fuimos interrumpidos por Clara. Una botella de agua mineral en una mano y una barra de proteínas para él. --Lo lamento, no había de las saborizada—dijo hacia mí mientras me servía el agua en un vaso de vidrio y dándomelo sutilmente. --Oh, esta bien Le sonreía agradablemente. Ella era tan atenta. --¿Algo más?—dijo nerviosa la secretaria, Clara. --Todo bien por ahora, le haré saber—la voz del autoritario jefe volvió al ruedo. --Está bien. La secretaria desapareció por las enormes puertas de vidrio y de repente me sentía de nuevo en el interrogatorio. --¿Le gustaría tener un novio señorita Pérez? Lo dijo casi tan perfectamente que lo imaginé practicando frente a un espejo antes de decirlo en voz alta. Creo que pensaba que era lesbiana. Sonreí ante ese pensamiento. --Por supuesto, solo que ahora mismo no estoy buscando novio. No soy lesbiana señor Cisneros, si eso es lo que me esta planteando. Solo soltera por el momento.


Ronda dos. Ya había insultado a mi jefe por segunda vez en el día, me sorprendía que no me hubiera despedido todavía. --Eso es una lástima—dijo parándose de golpe de su silla y abriendo la puerta con fuerza. Me quedé helada en mi silla. --Necesito que haga un par de encargos para mí, tome—me tendió un papel con una pequeña lista de encargos y entregas de documentos que según tenía entendido eso me tomaría todo el día, más abajo estaban dos presentaciones en varias empresas, y un recado para su madre de camino a la empresa en una de las sucursales de las boutiques de su madre. Mierda. Eso me iba a tomar todo el día. Tomé mi teléfono celular y mis llaves, aunque si tomaba el metro iba a llegar más rápido.

***

Cuando me fijé en el reloj de pulsera que llevaba ya eran casi las cuatro de la tarde, solo me faltaba el último encargo que era pasar por la boutique de la madre de mi jefe y dejarle un recado, no entendía porque el mismo no le llamaba y le hacía saber que quería. De igual formas ya estaba en el frente de la boutique, con la carta en la mano y con ganas de entrar, afuera hacía un calor infernal. Di un par de pasos y el viento frío del aire acondicionado llenó mi piel como una brisa fresca, era la boutique más encantadora de la manzana con algunas ropas de moda que yo ni sabía que existían y chicas altas totalmente agraciadas físicamente de compradoras, de repente me sentí como una intrusa, no pertenecía a este grupo social y mis ropas lo demostraban. Aunque no era fea físicamente, tenía ojos verdes esmeraldas y cabello color caoba, piel clara un poco aceitunada y labios delgados, sin muchas curvas en realidad, pero estaba bien para pesar 50 kilogramos. Una


voz aterciopelada me sacó de mi ensueño mientras me miraba en uno de los enormes espejos de la tienda. Me giré para ver a quien le pertenecía la voz, era de una de las hermanas de mi jefe era Caroline De los Ángeles Cisneros, la hija menor de la familia y quien lucía un hermoso vestido azul eléctrico que apenas cubría algunas partes de su cuerpo, su cabello negro azabache como el de su hermano y los ojos de un azul oscuro que hacían derretir corazones. Ella jugaba con una mini falda turquesa que había encontrado en un estante y se la enseñaba a una dama que si pasaba los cuarenta no se le notaba, llevaba un vestido ceñido al cuerpo de un tono blanco brillante con cuello en v que le daba por los muslos y tacones en color crema, su cabello al contrario que la chica era un castaño claro en ondas y ojos color miel, ella era la madre de mi jefe. Ambas no parecían pertenecer al resto de mortales como yo. Eran de otra especie, de dotados millonarios con buena genética. Sostuve la carta en mis manos incapaz de acerca a ellas. La señora levanto la mirada hacia mí y su mirada de asombro me confundió un poco, de repente venía hacia mí con los brazos extendidos y una sonrisa en su boca. Me abrazó como si me conociera de toda la vida. --¡Regresaste, sabía que lo harías! Me quedé estupefacta ante su comentario. No las conocía. --Disculpe, creo que me esta confundiendo con alguien—dije apartándome un poco de su agarre. Ella entrecerró los ojos. --No, no lo estoy. Eres Emily Isabelle Pérez, solías jugar con mi pequeño León en el parque de la escuela, recuerdo que lo dejaste encerrado en la casita del árbol de nuestra casa en más de una ocasión—dijo la señora con tanta amabilidad que tuve que echar cabeza a años atrás—Vivías con tus padres en el centro, antes que ellos se divorciaran—dijo suavemente para que no me lastimara la palabra divorcio. Ella era tierna.


--No recuerdo mucho de mi infancia, señora. Pero si algo así hubiera ocurrido creo que lo recordaría—dije sonando lo más amable posible. ¿Era posible olvidar algo así? No lo creo. --¡Mira quien esta aquí Caroline!—dijo la señora extendiendo sus manos en lo alto para su hija le viera. Los ojos azules de la chica se abrieron y ella llegó dando saltitos y dándome un fuerte abrazo que me dejó sin aliento. ¿Qué estaba sucediendo aquí? --¡Oh, por Dios! ¿Cuándo llegaste a la ciudad?—dijo la chica que se hacía llamar por Caroline mientras me estudiaba con sus perfectos ojos azules. --¿Eh? No podía entender nada de lo que estaba ocurriendo. Si había olvidado algo de mi niñez, supuse que eso no se olvidaría. No… --Ya veo que es verdad, no recuerdas nada de tu vida en Caracas antes de los once años de edad. Así nos lo había explicado tu madre, pero no pensé que había sido cierto—dijo la señora que tan amablemente me tomaba de la mano y me la acariciaba con cuidado. La chica pequeña me miraba con preocupación. --Eso es terrible, supongo que tampoco reconociste a León en el trabajo hoy. El nos llamó en cuanto tu nombre apareció en nómina, no sabíamos cuan grave había sido el golpe. ¿Qué dijeron los médicos?—dijo la pequeña de ojos azules con algo de lástima en ellos. No había hablado de mi accidente con nadie en años. ¿Cómo ellos lo sabían? Y si lo que dicen es cierto, conocía a León desde hace años atrás, ¿Por qué el no me había dicho algo antes? Fruncí el ceño para él. Tantas preguntas, esa debió haber sido la razón. --No tengo recuerdos de haberlos conocidos a ustedes, pero recuerdos vagos de las demás cosas si tengo—dije finalmente y ambas me miraban con su completa atención.


--Lo lamento si no las reconozco, tal vez debería hablar con esto con mi madre primero—dijo obviamente tímida. Ellas se miraron entre sí y me dieron una sonrisa comprensiva. Les entregué la carta en manos de la señora, que no recordaba su nombre y antes de irme me despedí con la mano. --Ahora debes de tener unos 22 años ¿no? Si mi León tiene 25—dijo calculando con sus dedos—Mi niña debes llamar a tu madre, ella te puede contar sobre nosotros con más calma. Aunque no entiendo porque no recuerdas a mi hijo, eran prácticamente inseparables cuando estaban más chicos. La señora me miraba con su completa atención. --Si deseas llamarme aquí tienes mi número de teléfono—me pasó un tarjetita con el logotipo de la empresa y su nombre aparte; “Susanna B. de Cisneros gerente general de Empresas Cisneros y Empresas Calipotte” El número estaba debajo marcado en letras negritas. Sonreía con timidez hacia ella. ¿Qué se supone que se hace en ocasiones como esa? Ella se despidió con un fuerte apretón de manos. --Será un gusto esperar por tu llamada— Ella sonaba incluso más aterciopelada que antes, si es que eso era posible. Di media vuelta y me dirigí hacia la salida de esa boutique .Necesitaba respuestas y sería ahora. Marqué al número de mamá inmediatamente

***

El teléfono repico un par de veces antes que me contestara. La voz de mi madre apareció detrás la bocina segundos después.


--¿Mama? --Hola Em, te estuve llamando ayer casi todo el día. ¡Tengo tantas cosas que contarte!—se escuchaba el sonido del tráfico detrás de la bocina. --Mamá, es importante—escuché a mi madre suspirar profundo por el auricular del teléfono. --Así que ya te los encontrarse, ¿ves?, es por eso que no quería dejarte ir a Caracas Espera, ¿Qué? --¿Tu sabias de esto y no me dijiste nada por más de una década?—tuve que tomar varias respiraciones para resistir el impulso de estrangular a mi madre. --Era por tu bien querida—dijo tan dulcemente que sonó falso. --¿Por mi bien?—intenté controlarme—Ahora me dirás todo lo que sabes, y más te vale que no omitas ningún comentario importante—dije lentamente, casi como si le estuviera hablando a un animal salvaje. Ella tomó un par de respiraciones lentas. --Está bien, solo que por teléfono se nos hará muy largo. ¿Por qué no vienes el fin de semana? Tendremos pastel y té helado si quieres—dijo casi a la expectativa. --¿Me contaras todo? --Todo. Las dos nos quedamos en silencio un momento. --Vale, nos vemos el fin de semana—dije antes de colgar. No tenía una buena relación con mi madre desde hacía varios años, cuando ellos se habían divorciado fue como que simplemente yo no les importara ni un poco, literalmente. Ellos comenzaron a rehacer sus vidas independientemente de mí misma, y me harté a los dieciocho años y me fui de casa.


Odiaba ese lugar, así que me mudé a Caracas para esa época, desde allí no había regresado a la casa de mi madre excepto en las navidades y en día de la madres, tampoco es como que lo mereceriera, el regresar me llevaba a un etapa oscura de mi juventud. Me encerré en el auto y tomé respiraciones lentas, este fin de semana iba a apestar grandemente. Encendí el auto y lo puse en marcha, para regresar a la oficina.

***

Cuando terminé de aparcar en el estacionamiento del edificio, todos los nervios vinieron a mí de golpe. Oh, mierda. Al parecer conocía a mi jefe de años atrás y por alguna extraña razón no le recordaba, me preguntaba porque él no habría mencionado algo anteriormente. Y por qué me trataba tan mal desde que había empezado a trabajar en la empresa, supongo que algo tenía ver con ello, ¿no? Revisé la pantalla de mi blackberry y miré la hora, las 6:22 pm. Supuse que ya todos estaban saliendo de la oficina, solo tendría que entrar al despacho de su oficina y explicarle el avance de los acontecimiento de hoy. En el camino al ascensor todos los nervios se arremolinaban en mi estómago como una masa dura y pesada. Esto iba a ser catastrófico si él pensaba que no lo recordaba a propósito, mis manos comenzaron a sudar y mi respiración estaba un poco ajetreada cuando abrieron las puertas del ascensor. El pasillo hasta su oficina era largo y con muy buena iluminación y los escritorios de las secretarias suyas estaban a ambos lados del escritorio, el de Clara a la derecha del mismo era de vidrio con una enorme computadora Mac en ella blanca con detalles en rosa y un par de mini libretas con una taza de café vacía rellena de lapiceros y plumones. El de Maritrini estaba al otro lado y era igualmente de vidrio pero era más pequeño, con una laptop rosa en él y miles de carpetas apiladas sobre su escritorio.


Ambas al verme dejaron lo que estaban haciendo y me dieron una sonrisa temblorosa. Clara se levantó de su silla. --¿Está el señor Cisneros?—mi voz salió como un susurro. --Si. Permíteme anunciarte, esta un poco mal humorado hoy. Me aparté de su camino y ella entró con una innata elegancia al despacho. Solo quedamos la otra secretaria y yo. Ella tenía el cabello en ondas sujetado en un moño alto con pasadores y era de un hermoso color dorado o rubio platinado, sus ojos eran color castaño pálido y su boca era en forma de corazón, llevaba un uniforme de falda y pantalón en azul oscuro con una bufanda rosa en su cuello. Me miraba apenada. --¿Te puedo servir un poco de agua o café?—ella era realmente amable, se paró de su asiento para tenderme una servilleta de papel con un trozo de pastel. --Oh, gracias. Con agua bastará. Ya había bebido suficiente cafeína por un día. Tomé mi trozo de pastel y lo devoré en tres mordiscos, no recordaba haber tenido tiempo de almorzar con tanto estrés de un lado al otro. Solo había tomado un café negro a mitad del día. Por lo menos no me había desmayado en mitad de una presentación. Ella me miraba con incomodidad. Salió la primera secretaria con una sonrisa temblorosa. Sus ojos me decían que me preparara para lo que se me venía encima. --Puedes pasar. Emily, trata de no hacerlo enfadar—su voz era casi un murmullo. Oh, esto iba a ser interesante. Pasé por las puertas dobles sin ningún tapujo. El estaba sentado en la silla detrás de su escritorio con una taza humeante de café en ella y el cabello un poco alborotado, estaba increíblemente sexi. Sus ojos pasaron de molestia infinita a sorpresa, luego a comprensión. Mis


manos iban cargadas con el vaso de agua y la servilleta del pedazo de pastel. --Hola—dije suavemente sentándome en una de las silla de vidrio colgantes, lo suficientemente lejos de él para hablar normalmente. --Hola—su voz se suavizó al verme. El sabía que yo sabía. Valga la redundancia de palabras. --¿Cómo te fue donde mi madre?— ¡Oh! El había hablado con ella, lo supuse. Me encogí de hombros. --¿Estas molesto conmigo porque no te recordaba?—miraba mis dedos temerosamente. --No, ya no por lo menos Sentía su mirada en mí y todos los vellitos de mi cuerpo se erizaron en respuesta. --¿No me recuerdas para nada?—había un deje de sufrimiento en su voz. Oh. --No, todos mis recuerdos personales se borraron. Las cosas básicas si las recuerdo. --Ya veo El se había parado de su silla y tomaba entre sus dedos su teléfono celular, creo que era un S3 no lo pude reconocer a distancia. Hablaba con voz fuerte y clara por el auricular de su teléfono. --Si, ya veo. Hablaré con ella más tarde. Ahorita estoy arreglando una situación—dijo mientras se giraba para verme, de repente me sentí tímida. ¿Eso era yo? ¿Una situación? Me removí en mi asiento con vergüenza. Colgó inmediatamente.


--¿No crees que es importante recordarme? Un poco de tristeza se asomó por su voz. Suspiré con vergüenza. --Lo lamento señor Cisneros, intenté hablar con mi madre sobre ello pero quiere darme los detalles este fin de semana en nuestra casa en Valencia. Levanté la mirada para encontrarme con un muy mortificado señor Cisneros. El estaba recostado contra uno de los paneles de vidrio que tenía por ventana. Y sentía mi corazón descender en velocidad, madre mía. Este hombre me ponía con los ojos tan alerta que me daba miedo. --¿Quieres que te acompañe? Es decir, si puedo ir contigo. No he visto a tu madre en años. Supongo que también quiero escuchar ver qué fue lo que te pasó—él hablaba apresuradamente, estaba un poco nervioso supuse. Mis dedos jugando con el dobladillo de mi falda. Oh, él y mi madre en la misma habitación. Tendría que preguntarle primero, el me miraba como si yo fuese a salir corriendo de su oficina en cualquier instante. Me levanté de mi silla con pasos temblorosos hasta él, crucé mis brazos para tapar un poco mis pechos, que por cierto eran diminutos. --Tendré que hablar con ella sobre eso primero—dije intentando no caerme de bruces contra el frío suelo de su oficina. El leve zumbido del aire acondicionado se interponía en el sepulcral silencio que había entre los dos. En ese momento una rubia despampanante apareció por la puerta sin anunciarse, era Kristina quien llevaba ahora un vestido de cóctel en tono crema y tacones de aguja en color rojo fuerte, su cabello estaba suspendido con un broche de oro macizo y dejaba ver parte de su cuello largo como un cisne. Ambos nos quedamos con los brazos cruzados al verla entrar. El desapareció de mi frente para llegar y abrazarle.


--Oh, querido no sabía que estabas con alguien—dijo mirando el reloj de su Iphone 5—Nos tenemos que ir ya, papá quiere que firmes un par de contratos antes de la fiesta de la firma—dijo ella moviendo sus caderas de un lado al otro. ¿Eso era realmente necesario? ¡Ella era despampanante con solo estar allí parada! Por Dios santo. Sus ojos azules celestes se enfrascaron en mí un par de segundos antes de posarse ante la del cuerpo musculoso y escultural de mi jefe. --En un minuto—dijo señalándole la puerta de salida ¿La estaba echando? Oh, mi Dios. Su expresión fue igual a la mía. Ninguna de las dos sabíamos cómo reaccionar así que yo fui temerosa a sentarme de nuevo en mi silla. Oh, mi Dios. Pensé internamente. El estaba un poco desajustado mientras cerraba la puerta detrás de Kristina. Oh… --Lo lamento—dijo en un deje de su voz antes de mirarme con arrepentimiento en sus ojos. --No hay de que disculparse señor Cisneros—miraba en cualquier dirección menos hacia él—Si no hay nada más que agregar, me retiro—dije levantándome de la silla en dirección a la puerta, el estaba a un lado con la mano en la manija. --¿Me avisaras mañana si tu madre me permite visitarle?—dijo con una mirada de súplica en sus ojos. Asentí levemente. --Hasta mañana señorita Pérez— --Hasta mañana señor Cisneros— El me abrió la puerta con lentitud y me apresuré a salir de su despacho. Las tres damas estaban cotorreando sobre nosotros afuera, y al verme sus miradas fueron de asombro. La des Kristina fue de desagrado al contrario que la de las demás.


Pero me apresuré el paso hasta el ascensor. Mi corazón latía con fuerza mientras casi corría pasillo abajo para escapar de él. Di la vuelta presioné el botón de descenso al estacionamiento y cuando se cerraron las puertas me desplomé contra la pared hasta quedar sentada en la esquina del ascensor.


3

E

staba ya hiperventilando cuando llegué a la puerta de Patty, mi automóvil pequé mi frente contra el volante mientras intentaba recuperar el poco aire que podía mantener en ellos. Este día había sido increíblemente largo, tantas subidas y bajadas, tantos recuerdos olvidados, y a pesar de todo, no me sentía tan decepcionada como el día anterior. Manejé con cuidado mientras escuchaba algo de música al azar en la radio, estaban poniendo algo de Kesha en esta, pero no estaba prestando ni un mínimo de atención a la letra, solo estaba escuchando la melodía. Estacione en las afueras del departamento y me bajé de un tirón. Al entrar al apartamento estaba Mónica preparando la cena, un enorme pollo relleno estaba en el mesón de la cocina y una botella de vino estaba sin destapar en ella, el reguero de condimentos y vegetales no era nada normal. Su rostro se encendió al verme. Vino dando brinquitos hasta donde yo estaba. --¿A que no adivinas?—dijo mientras saltaba de un pie al otro como niña pequeña. --¿Qué? --¡Me contrataron en una firma al otro lado de la ciudad!—dijo elevando los brazos en señal de triunfo y una carcajada no pudo escaparse de mis labios, eso era genial. --Wow, eso es una maravillosa noticia Moni— Le decía Moni como abreviatura de Mónica. Ella me miraba con ojos expectantes. --¡Bailemos un rato!—me llevaba de la mano hasta el centro de la salita que era diminuta por cierto y puso una canción de One direction en su ipod. Ella tenía gustos de adolescente con respecto a música, pero no le di importancia, bailamos hasta que nuestros pies no podían más y el horno sonó con un leve sonido que anunciaba que nuestra cena estaba cocinada,


me quité los tacones y enjuagué los vasos de plástico que teníamos, no teníamos copas de verdad, así que con eso nos bastaba. Cenamos en silencio. El pollo estaba divino, no estaba ni seco ni simple, con muchos vegetales dentro como a mí me gustaba y un poco de vino blanco para acompañarlo. Le pasé una servilleta de papel a Mónica que se atoraba con un trozo de pimiento horneado. --¿Todo bien?—dijo inspeccionando mi rostro. --Si La mentira era casi palpable. --Bueno, ocurrió algo en el trabajo hoy—dejé de lado el vaso con vino blanco y ella me miraba expectante. --¿El imbécil de tu jefe?—ella tomaba vino para envalentonarse, le había hablado de mi jefe en tantas ocasiones que ella lo conocía casi tan bien como yo. Más que todo cosa negativas. Asentí con la cabeza y miré en dirección al pollo, solo me quedaba un muslo de pollo en el plato y comencé a pincharlo con un tenedor. --¿Qué hizo ahora?— --Pues verás, resulta que nos conocíamos de antes—dije casi con tanto miedo que ella me reprendiese, no lo hizo así que continué—Antes de mi accidente quiero decir— Ella había dejado su tenedor a un lado y me miraba entretenida obviamente. --Oh, nena—su mano se encontró con la mía al otro lado de la mesa. --Y lo peor de todo es que no le recuerdo, me siento pero con todo ello por eso—dije intentando contener la ira acumulada en mi interior. Mamá me había dicho que yo había nacido en Caracas y que luego nos habíamos mudado a Valencia, no me había dicho cuando así que en mi mente navegaba la idea de que yo era Valenciana por naturaleza. Mónica era de allá, y nos habíamos venido juntas a vivir desde que terminamos la secundaria, mamá y ella no se llevaban bien de todas maneras.


--¿Lo comentaste con tu madre? --Si, iré allá el fin de semana con León si es que mi madre me lo permite— dije casi ahogando un sollozo. No entendía porque me ponía tan triste hablar sobre él. Mónica me miraba con los ojos más temerosos del mundo, como si yo me fuera a quebrar a llorar de un momento a otro. --Lo lamento—dije tomando un par de tragos del vino blanco—Es tu gran día no quiero arruinártelo—dije levantando el vaso de vino blanco al aire. Ella tensó su boca en una dura línea antes de continuar. --¿Dónde queda esa firma?—dije nuevamente con una sonrisa. --Casi llegando a la guaira, tendré que pedirte prestado tu auto mañana por cierto. El mío no quiso arrancar esta mañana, debe ser la batería----Está bien, me iré en metro --Eres tan genial conmigo Em, debería montarte una estatua --Nah, me conformo con que laves los platos—dije señalándole el cerro de platos sucios en el fregadero Ella se carcajeó sin ningún rastro de humor. Le lancé un pimiento en su cabello para que despertara. --Tranquila tonta, te ayudare con los platos si quieres --Oh, eres tan genial—dijo con sus ojos brillando con anticipación. Lavamos los platos cantando una canción que nosotras mismas habíamos inventado semanas atrás, éramos malísimas cantando pero entre tanto jabón y agua cualquier canción era buena para cantar. Ella lavaba y yo secaba los platos antes de ponerlos en el escurridor. --¿Se fue tu vómito incesante? --Si, pensé que podría ser algo que había comido, pero vomité de nuevo esta mañana y los mareos cesaron


Dijo mientras me pasaba una de las bandejas grandes donde había horneado el pollo. --Que bueno—dije intentando no pensar más en mi jefe. Pero era algo casi imposible, era como estaba destinado a estar escarbando en mi mente a cada minuto solo para pensar en él. Que injusta era la vida. Terminamos de lavar los platos y cada una fue a su habitación y cerramos las puertas al mismo tiempo. Necesitaba una ducha, fui por mis utensilios de aseo personal y mi toalla. Entré en la ducha y encendí el agua caliente primero, luego el agua fría, me metí aguantando la respiración, el agua descendía por mi cuerpo hasta tocar mis pies y sentir como el agua me lavaba cada minúscula parte del mismo. Era como estar en mi propio mundo, sola con mis pensamientos. Desenredé mi cabello con un peine y lo enjuagué con champú de manzanilla y crema en las puntas. Me enjaboné el resto del cuerpo con jabón y cepillé mis dientes con esmero. Al salir de la ducha, llevaba una toalla a mí alrededor y el cabello escurriéndose el suelo me puse crema hidratante en el rostro y cuerpo con cuidado de no olvidar alguna parte y puse crema para las ojeras debajo de mis ojos. Al llegar a mi cuarto me puse un camisón de seda y comencé a trabajar en mi proyecto de la fundación de mi laptop, necesitaba arreglar un par de ajustes, mañana quería rematar un par de detalles con mi jefe. Los párpados los sentían como una roca y cerré la computadora y me dejé caer un sueño, justo en los brazos de Morfeo.

***

La luz de la mañana comenzó a colarse por mi ventana apenas se había hecho las seis, la sábana de algodón se había pegado a mi cuerpo de manera extraña y comenzaba a mirar que mi almohada estaba en el suelo junto a mis peluches de forma dispersa. Tenía una manía para patear las cosas fuera de mi cama desde ese accidente, me senté en mi cama buscando aire


fresco y el ruido de los autos afuera de mi apartamento me hizo caer en la realidad, tenía que ir al trabajo y enfrentar a mi jefe por uno días más, después de hoy, solo serían cinco días. Un par de mechones de cabello castaño cayeron sobre mis ojos, tal vez era hora de un corte de pelo, ya mi cabello me comenzaba a dar por la cintura y era realmente molesto tener que peinarlo todos los días, tal vez un nuevo corte… Pensé en hacerme iluminaciones cuando recibiera mi primer cheque, pero la idea de mantenerlo hidratado me desgastaba inmediatamente. Pasé la mano por mi cabello hasta que estuvo desenredado, miraba con cuidado cada pequeño rincón de mi habitación. Era pequeño y confortable, pero no era nada comparado con mi vieja habitación de joven en Valencia, allá tenía una pantalla plana en mi propio cuarto, una cama tamaño King con millones de almohadas y peluches y un closet del tamaño de mi habitación. Esta habitación solo cumplía con lo necesario, medía casi dos metros de ancho por cuatro de largo. Justo lo necesario para que entrara mi cama. Me puse mis pantuflas de conejitos y caminé pesadamente hasta la cocina, Mónica ya estaba allí completamente vestida y preparando café. Ella llevaba un mini vestido de que le daba por el muslo con una chaqueta elegante de un tono azul marino, el vestido era blanco casi color perla, llevaba tacones de doce centímetros del mismo tono que su chaqueta y el cabello recogido en una trenza de medio lado, casi como una tranza francesa. Me tendió una taza de café apenas me vio. --Buen día Mónica --Buen día Emily --Ya veo que esta emocionada con tu nuevo trabajo—di un par de sorbos a mi café y fui a preparar tostadas con miel dentro de la cocina. --Si, anoche casi no pude dormir. --¿Se fueron las nauseas? Negó con la cabeza.


--Podrías estar embarazada—dije tan rápido que mis palabras salieron a flote, no pude detenerlas. --Oh, mi Dios Dejó la taza de café en el mesón. --Dime que se estaban cuidando—dije meticulosamente. Ella me miraba aterrada. --Hubo una vez…No pensé que podría ocurrir algo, ya que al día siguiente me iba a venir la regla—dijo palabra por palabra La sangre se iba drenando de mi rostro. Ella estaba igual de pálida. --¿Lo hizo? Me refería a la regla. --Si me vino a los dos días, pero fue muy breve. Ahora miraba mis manos, su ex se supone que estaba mudándose a otro país en estos momentos. Ella no había mencionado nada sobre él desde entonces, pero ahora, si esto era cierto, tendría que decirle. Me paré justo al frente de ella con los brazos cruzados. --Deberías hacerte el examen de sangre Ella asintió levemente. --Me lo haré el fin de semana, también podría comprar una de farmacia Ambas quedamos en silencio, un bebé. El novio estaba a punto de irse al extranjero, o mierda. --Tranquila, tal vez eran los nervios Dije alentadoramente, pero ambas sabíamos la verdad. Ella no se enfermaba con facilidad. --Creo que iré a la farmacia ahora mismo—el terror apoderándose de su rostro en cada segundo.


--Te acompaño Dije mientras me iba a mi habitación por algo de ropa del trabajo, me puse un pantalón de lino en tono beige y una blusa cuello de tortuga marrón oscura, con tacones del mismo tono. Salimos con paso apresurado del apartamento y tomé mi blackberry y las llaves del auto. Las dos íbamos en silencio hasta estacionar frente a una farmacia cercana. Ella iba con miedo hasta la sección de pruebas de embarazo y yo paseaba con una cestita mientras metía en ella rasuradoras, gel de baño y un bote de champú que me encantaba. Llegué justo a tiempo para alcanzarla en la sección de maternidad, miles de botellas de leche a nuestro alrededor, pañales y latas de formula de bebés hasta que caminamos a la sección de pruebas de embarazo. Tomó dos y las metió en la cestita. Pagamos y nos fuimos. Eran las 7:59 cuando habíamos regresados, iba a llegar tarde. Me bajé en el camino en la estación del metro y ella me miraba con terror en sus ojos. Pobre Mónica. --Te llamaré Dijo Mónica antes de que me bajara del auto. --Suerte en tu primer día, y con eso otro también— Cerré la puerta de un portazo y fui bajando las escaleras del metro de dos en dos.

*** Había olvidado que no cargaba efectivo para pagar el pasaje, oh, ¿ahora que se supone que hare? Miré mis tacones con furia si no fuera por ellos podría ir a un cajero y sacar algo de efectivo. Mi blackberry sonó con violencia y me di cuenta donde estaba, en el metro con mi teléfono


sonando, no era una de las ideas más brillantes que había tenido. Salí corriendo en dirección alejada de la gente, casi en los rieles del metro para que la gente no sospechara que tenía un teléfono caro entre las manos, los hurtos en estos días iban de mal en peor. Saqué el celular y contesté de mala gana. --¿Qué? La voz aterciopelada al otro lado de la línea me sacó de órbita. Mi jefe, oh rayos. --¿Estas bien?— Su voz sonaba furiosa por alguna razón. --Si, solo me he quedado sin efectivo y estoy en el metro viendo mis opciones Dije apresuradamente, un chico con una pinta no muy agradable se había fijado en mí de repente. Oh, mierda. --Vente en taxi, lo pago aquí, no te preocupes --Gracias. Colgué. Caminé entre un montón de personas para evitar la mirada del chico con pinta de asesino en serie, en serio, aquí habían matado por menos a las personas. Casi corrí hasta que un taxi se detuvo frente a mí. --Hacia donde señorita—dijo el conductor en un tono tosco y mal oliente Creo que estaba borracho. --Hacia las oficinas de la empresa Cisneros—dije mientras me secaba el sudor que había despedido por la frente con el dorso de mi muñeca. --A su orden— Nos adentramos dentro del tráfico con facilidad ya que eran no más de las ocho de la mañana, ya la gente normal estaba en sus puestos de trabajo. Al llegar al edificio una de las secretarias al cual reconocí como Clara estaba


esperando abajo. Me bajé del taxi y le di dinero al conductor con dificultad, creo que mostré algo de escote al inclinarme porque el conductor abrió los ojos como platos. Clara me miraba con una sonrisa temblorosa. --¿Qué sucede? Le tendí una mano para que nos adentráramos en la empresa. Ella me siguió con un retumbo de tacones detrás de mí. --Hoy el jefe esta de un mal humor, ha estado preguntando por ti cada cinco minutos. La culpa recayó sobre mí como una roca. Mire con gesto de disculpa a Clara, le había hecho pasar un mal rato. --Lo lamento—dije abriendo la puerta para que entráramos las dos. --¿Segura que estas bien?—dijo ella nuevamente. --Si, es solo que nos tocó salir corriendo en la mañana a comprar una prueba de embarazo—dije mientras le daba un sonrisa temblorosa Ella palideció unos instantes. --Oh, no era para mí—una carcajada nerviosa salió de mi boca—era para mi compañera de apartamento, su novio la dejó hace unos días y ha estado teniendo nauseas consecutivas—dije mientras entrabamos en el ascensor. Ella presionó el piso 38, donde trabajamos. --Oh, es un alivio—dijo tocándose el pecho y me dedicaba una sonrisa de medio lado. --¿Así que el jefe ha estado insoportable? Tal vez la señorita Montes no le dio lo que quería anoche—dije casi de improvisto. Mi boca tomaba control propio muchas veces. Me arrepentí de lo dicho una vez que estuvo afuera. Clara me miraba con los ojos como platos. --¿Qué? Escupí.


--Ellos no están saliendo --¿No? Las puertas del ascensor se abrieron pero ninguna salía de él. --No --¿Segura? Mis ojos me habían engañado en varias ocasiones entonces, ella tenía un obvio interés en el. No sé cómo alguien podría rechazar a una chica como ella. Asintió con la cabeza y salimos del ascensor. Maritrini nos miraba con furia desde el otro lado del pasillo. Clara me tomó de la mano y me llevó hasta la puerta del jefe. --Hablaremos de esto en el almuerzo ¿vale? Sus ojos esperanzados se entrecerraron un poco. --Vale. Dijo antes de que yo entrara sin anunciarme en la oficina. La puerta se cerró detrás de mí inmediatamente.

***

--¿Qué ha pasado contigo hoy?—la furia siendo expedida por sus hermosos labios. Me encogí de hombros. --Lo siento—dije sentándome en una de las sillas de vidrio a la cual ya me había apegado mucho—Le he prestado el auto a mi compañera de piso y olvide que no tenia efectivo, prometo pagarte lo del taxi en cuanto saque dinero—mis manos temblaban por alguna razón.


El me miraba hecho una furia. --¿Estas segura que estas bien?—dijo pasándose los dedos por el tabique de su nariz. --Si Ambos quedamos en silencio. --Vale Se sentó de nuevo en su escritorio y no me dirigió la palabra hasta pasada dos horas. --¿Tienes planes para esta noche? Wow, eso era repentino. --No creo Nunca tenía planes, en realidad. --Bien. No me dijo otra palabra por el resto del día y me encargué de ordenar los proyectos de la empresa y en crear presentaciones en power point para ellas, luego telefoneé a varias empresas para confirmar los pedidos de ayer, y fui corriendo por algunas fotocopias a la sala de redacción. Clara también estaba molesta conmigo, lo sentía en mis huesos. Oh, rayos. Solo me retrasé una hora. La hora del almuerzo llegó y salí inmediatamente de la oficina, mi jefe no había despegado la mirada de su portátil en todo el rato y ni siquiera levanto la mirada cuando me fui por algo de almorzar. --Ira por comida ¿quieres algo? Mi voz se sentía diminuta al lado de él. --No—dijo con su voz ronca, parecía estar conteniéndose de algo. El silencio recayó sobre ambos.


Definitivamente estaba molesto. Salí como una bala de la oficina. Clara me esperaba con los abrigos en la salida. --Pensé que querías un poco de aire fresco—dijo tendiéndome una chaqueta que tenía preparada para momentos como este. La pasé por mis brazos antes de seguir caminando. --No tienes idea El restaurante era una mezcla entre lo colonial y lo actual, con una pared enorme con una pecera gigante que adornaba la mitad del restaurante, mesas en color negro muy elegantes eran de madera y asientos de cuero todos unidos como un enorme sillón, ni muy elegante ni muy simplista. Nos quedaba a una cuadra de la empresa y Clara señaló una mesa que quedaba cerca del pianista principal. Tocaba una canción de Beethoven muy hermosa, aunque mi cabeza giraba en todas direcciones para este momentos del día y no escuchaba realmente la canción. Llego el camarero con los menús y nos ofreció dos vasos de agua. --¿Esta como una cabra? Dijo finalmente Clara mientras bajaba el menú a la altura de la mesa. --Si, no me ha dirigido la palabra en todo el día—hice una mueca de disgusto. --Se ha preocupado mucho por ti—dijo con algo de suspenso en su voz --¿En serio? --Si. Miré el menú nuevamente, oh rayos. --Nunca lo había visto tan furioso. Eres el chisme del día—dijo Clara antes de morder un trozo de pan fresco que estaba en la cestita al frente de nosotras. Miré nerviosamente el salero con varios arroz dentro de él.


--Oh Llego el camarero de nuevo. --¿Qué les puedo ofrecer señoritas? El acento francés se le notaba a leguas a este camarero. --Para mí un plato de vegetales al vapor, al lado puede colocarme salsa bechamel si puede—dije con una sonrisa en el rostro El me guiñaba ahora un ojo. --Hare lo que pueda—dijo el camarero. --¿Y usted? Se refería a Clara. --Un bollo relleno con pimientos rojos y bañado en salsa fondue, por favor --¿Algo para beber? --Unas copas de vino blanco estaría bien—dijo ella El camarero se fue de nuestra mesa y Clara tenía una sonrisa de oreja a oreja. --Era guapo—dijo sorbiendo un poco de su agua --Si --¿Quieres saber lo de la señorita Montes? –dijo ella quien ahora me miraba con obvia intriga en sus ojos. --Claro—respondí. --Bueno, resulta ser que la señorita Montes es la hija de uno de los empresarios más grandes de Caracas, son dueños de casi todo—dijo casi en un susurro como si de un secreto se tratase. La señora que estaba detrás de nosotras en la mesa de al lado se irguió al escuchar susurros, volteamos hasta donde estaba ella y siguió comiendo su espagueti en silencio. Nosotras seguimos susurrando.


--Estaba al tanto de ello—dije mientras me secaba la boca con una servilleta. --Bueno, resulta ser que el padre de esta quiere comprometer al señor Cisneros con su hija, por bienes de seguros para ambas empresas—dijo mientras se pasaba las manos por su sedoso cabello rojizo. --Oh --Si, es algo por el bien de las dos empresas. No es como que sea un secreto para nadie, pero esta mal hablar del jefe en su mismo recinto—dijo ella guiñándome un ojo antes de apartarse hacia atrás, varios comensales se habían dado cuenta que estábamos susurrando y nos avergonzamos un poco. --¿Pero el acepto eso? No me imaginaba al señor Cisneros aceptando dicho trato, era muy frío y calculador pero tampoco es como que iba a aceptar un matrimonio por el bien de su empresa. Mi yo interna negaba con la cabeza esa actitud. --Nadie sabe, solo sé que se han visto un par de veces. No es como que estuvieren saliendo en verdad, solo son amigos hasta donde sabemos. Nos apartamos cuando llego el camarero con nuestras órdenes. Pero por alguna razón había perdido el apetito. Mordisqueé el brócoli con mis dientes y el sabor de la sal se derretía en mi lengua jugando con diversas texturas, estaba realmente bueno. Probé un poco del vino blanco y también estaba exquisito. Clara se maravillaba con su platillo, se veía humeante y cuando lo dividió en dos, ya que era un bollo, salió el relleno al aire, tenía carne molida y pimientos. Gran combinación. Almorzamos en silencio. --Así que por eso es que se ven tanto Ella secó el borde de su boca con una servilleta y me sonrió. --Por eso mismo


--No me parece nada romántico—añadí --Si --Ni que estuviéramos en el siglo pasado O el anterior a ese, pensé. Negué con la cabeza. Caminamos en silencio hasta el edificio y Clara me miraba por ratitos con cara de perrito lastimado. --Clara que quieres decirme Salté en mi tacón para no caer en un charco de agua. --Es solo que eres muy bonita Emily Todo dentro de mí se detuvo. Oh, mierda. --Gracias --No es en serio, algunas chicas de la oficina hacen apuestas en cuanto tiempo vas a conseguir marido. --¿En verdad? --Si, algunas apuestan a lo grande y dicen que te llevaras un premio gordo como esposa de un magnate o de un empresario de la alta sociedad. La imagen de mi misma convirtiéndome en una esposa trofeo, me desagradó. No había estudiado toda mi vida con altas notas para ser encasillada en eso. Mordí mi uña del dedo pulgar. --No estoy buscando marido, bueno no por el rato—dije mientras íbamos entrando al edificio, el vigilante llevaban uniforme azul cielo con pantalón de vestir azul marino y zapatos negros. Su piel era morena y llevaba gafas oscuras. Lo saludamos al pasar. --Solo es cuestión de tiempo en que alguien te eche el ojo Em—dijo mientras colgaba los abrigos y subíamos por el ascensor hasta la oficina.


¿Cómo le explicas a alguien que quien te trae loca es alguien imposible? La imagen del señor Cisneros vino a mi mente como un relámpago, no entendía como había causado tanto impacto en mí. Cuando iba a entrar a su oficina toqué un par de veces y me despedí de Clara, Maritrini no había ido a almorzar todavía, apenas llegamos ella salió a almorzar. El estaba mordiendo una manzana cuando me vio pasar por el umbral de su puerta. Llevaba la camisa un poco floja con la corbata desarreglada y el cabello revuelto, casi como si acabara de echar un polvo. Me sonrió abiertamente.

***

--Hola Dijo en un susurro. Me senté en mi silla del escritorio, no quería tantear el terreno para ver en que polo de su humor estábamos ahora. Comencé teclear algo en mi ordenador. --Hola—mi garganta estaba seca de repente. El casi se atoró con su manzana. --Lamento si te asusté hoy—hubo un leve arrepentimiento en su voz, levanté la mirada para toparme con la suya para enfrentarlo. --Bueno, ya probaste tu punto—exclamé volviendo a mi computadora, ingresé un par de archivos que estaban en papel al lado de mi computadora. --¿Esta molesta conmigo señorita Pérez?—había un poco de humor negro en su voz. Decidí ignorarle.


--No Tecleé con más fuerza en la computadora. No quería tener que hablar con este hombre, no ahora. --Le creo—dijo vociferando todo el sarcasmo que pudo de su boca. Ignoré su comentario. El seguía mordiendo su manzana roja como si nada. --¿Su madre que dijo? Dejé de teclear inmediatamente. Oh, rayos…Olvide llamar a mamá. --No la he llamado Su mirada fue de preocupación. --¿Acaso le avergüenza viajar conmigo? La sangre ya comenzaba a dejar mi rostro. Oh no, no quería que pensara eso. --No --¿Entonces? Me tendió su S5 en respuesta, cuan equivocada estaba pensando que era un S3. El teléfono era enorme, marqué el número de mamá con dificultad. No quería que semejante teléfono se cayera de mis manos, de repente recordé que en alguno de mis bolsillos tendría mi blackberry podría llamarla más tarde también. El teléfono repicó un par de momentos y mi madre atendió al instante. Genial. --¿Hola? --Mamá soy Em


Nunca había estado tan nerviosa al llamar a mi madre. La mirada escrutadora de mi jefe me atestaba ya. --¿Qué sucede Em? ¿Por qué no me llamas de tu número móvil? La preocupación era demarcada en su voz. --No todo este bien, era para ver si mi jefe puede ir conmigo a tu casa Mi madre comenzó a procesar las palabras. El señor Cisneros estaba jugando ahora con las bolas de plata de su escritorio, estaba igual de nervioso que yo. --Claro Em, invita a quien desees --Esta bien mamá --¿Em? --¿Sí? --Olvídalo, te digo cuando estés acá. Colgué inmediatamente. Mi jefe me miraba con ojos implorantes. --¿Y bien?—hubo un poco de angustia en su voz Le entregue su s5 en las manos. --Todo bien, iremos temprano el sábado por la mañana—dije volviendo a mis papeles. El me seguía mirando con sorpresa. --¿A qué hora paso por ti?—dijo finalmente, no podía mantenerse callado. --¿Por mi? --Si, es lo lógico a menos que tu auto esté disponible para llevarnos a ambos No había pensado en como llegaríamos, pero si fuera por mí, me iría en autobús hasta Valencia. Mi vida de estudiante fue esa por muchos años. Le di un puchero con los labios.


--A las cinco está bien --Vale Seguí tecleando en el computador. --¿Sabes mi número de teléfono? El rió un poco frente a su computador. --Lo sé todo sobre mis empleados señorita Pérez Le volteé los ojos internamente y seguí tecleando en mi computador. Este hombre me hacía salir de mis casillas.


4

A

l terminar la jornada laboral estaba literalmente exhausta, el muy imbécil de mi jefe me había mandado por dos entrevistas con las jóvenes una facultad universitaria alegando que mi presencia era la justa y la necesaria para dichas jovencitas, que creído. Bueno, una vez finalicé eso fui corriendo a la tintorería por un par de conjuntos de trajes del señor Cisneros, oh, también me presenté en una junta de la empresa como la directora de publicidad del piso, cosa que era mi trabajo en realidad. No ir buscando trajes a la tintorería, por Dios. Cuando terminó la jornada laboral ya todos se habían marchado de la empresa, solo quedaba yo con mi laptop de escritorio. Me quité los zapatos de tacón y miré la hora, las 7:40 pm, pensaba quedarme hasta más tarde. Tenía mucho trabajo atrasado, un par de presentaciones más, y varios currículos que había quedado en estudiar, también estaba ese proyecto para finalizar el proyecto que tanto anhelaba. Me centré en el computador hasta fueron no más de las nueve de la noche. Mi teléfono blackberry vibró en mi bolsillo. --¿Diga? --Oh, Em… ¿Vendrás a casa esta noche? Era Mónica. --Oh, sí solo estaba terminando unos detalles de la presentación de mañana. Guárdame cena, por fa… --Esta bien—dijo al otro lado del teléfono. --Nos vemos en un rato Colgué la llamada. Me recosté en el espaldar de mi silla y cerré los ojos por un par de segundos, miré la silla de mi jefe y de repente me pareció increíblemente incomoda donde me encontraba yo sentada. Esto no haría daño a nadie.


¿Verdad? Me fui de puntitas como una niña pequeña hasta el otro lado de la oficina y allí estaba, su silla de cuero marrón casi negra al frente de su escritorio de vidrio macizo. Me senté en su silla dejándome llevar por lo cansada que estaba, me rodé para apreciar el olor de la silla, olía a canela y a menta. Qué raro. Un leve sonido contra la puerta me sacó de mi ensueño. Unos ojos azules se posaron en los míos haciéndome resbalar de la silla tan rápido que mi falda corría peligro en levantarse. El me ayudaba a levantar del suelo. Oh… Una mueca de medio lado se posó en rostro. --¿Estas bien?—dijo con un hilo de su voz, estaba intentando no carcajearse de la risa. --Si Dije mientras me arreglaba el dobladillo de la falda rápidamente. Que vergüenza. --Solo vine por unos documentos de la empresa, nos vemos mañana señorita Pérez—dijo mientras le daba la vuelta al escritorio y tomaba un par de carpetas de manila de uno de los cajones de ella. Mordía levemente mi labio. ¿Por qué me ponía tan nerviosa con él? --¿Todo bien?—dijo mientras evaluaba la expresión de mi rostro, oh…rayos. --Si, solo estaba terminando unas cosas—me apresuré hasta mi escritorio y metí en un maletín un par de documentos al igual que él. Su mirada se pasó de mi rostro a mis piernas rápidamente, y su mirada cambio, ¿era deseo? Tomé mi blackberry de nuevo y salí disparada por la puerta camino al ascensor. Las luces estaba un poco sombrías porque el vigilante del edificio solo dejaba encendidas la mitad de ellas cuando terminaba la jornada laboral,


hasta las nueve de la noche que las apagaba dejando solo las de los pasillo encendidas. El ruido de mis tacones me indicaba que el por lo menos no me estaba siguiendo. Presioné el botón para bajar al estacionamiento y un leve ping me sacó de mi ensueño. --¿Cómo harás para irte a tu casa hoy? Hasta donde recuerdo no trajiste tu auto el día de hoy— Era un número desconocido. Me giré sobre mis tacones para corroborar mis sospechas, mi jefe estaba recostado contra el umbral de la puerta de su oficina con una mueca de lado, era su sonrisa característica. Tragué lentamente, esto ya se estaba pareciendo a una de esas escenas de las películas de terror en donde la chica amanecía descuartizada en una bolsa de basura. Un leve sudor apareció detrás de mi cuello. --Taxi—tecleé para responderle, no porque no podría escucharme a esta distancia, simplemente mi voz no salía en dirección a él. El caminaba en mi dirección tomándome por la muñeca antes de entrar al ascensor sola. Empujó la puerta del ascensor para impedir que se cerrara, ni entrábamos ni salíamos de dicho lugar. Lo miraba de arriba abajo con imprudencia. El era realmente guapo, alejé mis pensamientos de él inmediatamente. --¿Qué sucede? --Yo solo… Dejo la frase sin concluir. --No puedo dejar que te vayas sola a casa, permíteme llevarte—dijo mientras se pasa la mano por su sedoso cabello negro, se le veía preocupado. --Insisto, abajo hay un cajero sacare efectivo y me iré a casa sola. No quiero ser molestia señor Cisneros—mi voz salió desconocida para mí, casi tierna. ¿Qué me estaba pasando?


--Emily—dijo casi en tono regañón, pero algo en esa frase me hizo estremecer. Era la primera vez que me llamaba por mi nombre de manera tan dulce. Ambos nos quedamos mirando fijamente a los ojos en ese momento. Me encogí de hombros. --Esta bien—dije zafándome de su agarre y entrando al ascensor que ya tenía rato abierto. --Vale—dijo él. Las puertas del ascensor se cerraron y ambos permanecimos en silencio.

***

Una vez en el estacionamiento su BMW plateado parecía sacado del auto lavado, el caminaba detrás de mí con lentitud. Me acerqué hasta el lado del copiloto y esperé que sacara el seguro de las puertas para montarme, en cambio el presionó el botón de seguridad y abrió la puerta para mí. Me quedé pasmada en mi sitio. --Entra—dijo mirando mis ojos fijamente. Lo hice sin hacer ningún comentario. Miraba todo el tablero del auto y en lo sofisticado que era, tenía puesto para conectar la blackberry y cualquier aparato para escuchar música, un portavasos muy elegante y una fotografía de él en el puesto del piloto. Era pequeño en esa foto, tendría unos siete años o menos, llevaba el cabello corto negro y sus ojos azules estaban alegres y vivos, jugaba en un parque de jazmines al parecer. Mi cabeza dolió de repente. --¿Qué?—dijo evaluando mi rostro y mirando la fotografía que colgaba en el espejo junto a un relicario muy bonito de madera tallada. --La foto—dijo casi como si fuere un regaño, encendió el auto de manera delicada y salió del estacionamiento rápidamente. Minutos después no podía parar de pensar en el niño de la foto.


--¿Eres tu?—dije mientas jugaba con mi falda levemente. Miré por la ventanilla esperando que no me respondiera, a la final, no estaba obligado a ello. El suspiró levemente. --Así es— --Esta rota a la mitad—dije mirándolo fijamente --Aja—dijo mientras se aferraba con más fuerza al volante, sus nudillos se ponían blancos mientras lo hacía. Estaba enfadado. --Lo lamento, no debí de preguntar—dije girándome hacia la puerta lo más lejos que podía de él. --Emily—dijo casi en un susurro Ahora el me miraba como si yo fuera algo importante para él. Mi cabeza daba vueltas. --No me recuerdas aún—un deje de su voz salió con tristeza. Negué con la cabeza y él se estacionó a la orilla de la autopista. --¿Es en serio?—dijo con furia de nuevo --¿Qué no lo recuerdo? ¿O qué otra cosa?—dije efusivamente. --Ambas --Es en serio, sufrí un fuerte golpe en la cabeza en un accidente de auto. Supongo que esta enterado de ello por su familia—dije haciendo un puchero ante él. --Simplemente es una terrible noticia, no puedo pensar el porqué una persona como usted… Dejó la frase en suspenso y aceleró el auto hasta que estuvimos frente a mi apartamento. --No recuerdo haberle dicho la dirección de mi casa --No lo hizo


--¿Entonces? --La sabía, esta en sus registros en la empresa Le clavé la mirada furiosa. --Eso es ilegal --Ilegal es lo que me esta haciendo usted a mí—dijo en un tono tan filoso que todo en mi cuerpo se erizó. --¿Qué se supone que le hago señor Cisneros? --Nada, olvídelo—dijo mientras abría el seguro de las puertas para que me bajara. Abrí la puerta de golpe y antes de cerrarla le agradecí por haberme traído. --De nada—dijo antes de acelerar y perderse entre los miles de autos que se encontraban en la avenida cerca de mi apartamento. Entrecerré los ojos y entré de golpe hasta que mi apartamento estuvo frente a mí.

***

La puerta del apartamento estaba entre abierta y las luces de la cocina estaban apagadas, solo el televisor de la sala estaba encendido y estaba en modo silencio. Un escalofrío recorrió mi médula espinal con tanta rapidez que tuve que aferrarme con ambas manos de la puerta para no caerme, caminé despacio hasta la cesta tejida donde guardábamos las sombrillas y tomé una de ellas, la verde. Me acerqué sigilosamente hasta la habitación de donde provenían los ruidos, una taza se había caído al suelo en la cocina y los miles de fragmentos estaban esparcidos por todo el suelo como si una pequeña pelea se hubiera presenciado en dicha cocina. Empujé levemente la puerta de la habitación de Mónica antes de entrar de improvisto a ella y un cuerpo me sobre saltó y deje caer la sobrilla al suelo. Mónica estaba enredada en una serie de sábanas de algodón y almohadas, había llorado me di cuenta debido al montón de toallitas humectantes en el


suelo de tal manera que abarcaba casi todo el suelo de la habitación, caminé lentamente hasta donde estaba ella y le presioné con mi mano para ver si se podía despertar, estaba en el suelo enrollada y durmiendo, sus ojos color café se posaron en mi rostro y comenzó a sollozar a mares. Le pasaba la mano por sus cabellos negros desenredándoselos lentamente con los dedos, sabía que esto solo se podía a una cosa. Me alejé de su rostro para preguntarle una vez que sus sollozos habían disminuido en intensidad. --¿Fue positivo? Ella solo asintió con la cabeza. --¿Se lo dijiste a Paul? Paul es el ex de Mónica, el que se estaba yendo al extranjero por su nuevo trabajo en una de las editoriales más grandes del país. Era el encargado de una nueva sub-división de la misma que estaba a punto de abrir en una de las zonas de Miami prontamente. Ella solo no paraba de llorar. La ayudé a levantarse del suelo y fuimos hasta la cocina por un poco de comida y agua, puse a hervir un poco de agua para prepararle un té de manzanilla de Mónica y tiré mis tacones en mi closet. El rostro de Mónica estaba desfigurado por el rímel corrido y el brillo de labios, fui por unas toallas desmaquillantes de mi cómoda del baño y le limpie el rostro con suavidad. El agua hirvió apenas terminé de desmaquillarla, serví dos tazas con agua hirviendo y puse las bolsas de manzanilla del paquete sobre la nevera. Ella me miraba con los ojos llorosos todavía. --¿Em? La miré nuevamente. --Este fin de semana vendrá Paul—hizo una mueca mientras decía su nombre, era obvio que aún lo quería—dijo que no quería tener al bebé— dijo ella mientras se echaba a llorar sobre el mesón de la cocina y todo mi cuerpo se tensó ante ese imagen, todos mis problemas parecían una ridiculez al lado de esto. Me acerqué hasta donde estaba ella y le pasaba la


mano por la espalda esperando que se desahogara todo lo que tenía por dentro. --Eso no es decisión de él nada más, tu qué quieres—dije nuevamente --Nunca pensaría en deshacerme de mi hijo—ahora se pasaba la mano por su vientre plano—la doctora dijo que estaba de cuatro semanas, me había embarazado mientras aún seguía con Paul. Lo voy a tener Em— Ella me miraba con convicción y nunca en mi vida había estado tan orgullosa de ella. Una sonrisa genuina salió de mis labios. --¡Tendremos un bebé en casa!—dije dando brinquitos por toda la cocina y ella se estaba carcajeando en su silla, un par de lágrimas de felicidad salieron de sus ojos. --Un bebé—comenzó a acariciar su vientre y de repente me sentí nostálgica, me aferré al mesón de la cocina y jugaba con las rayas verdes y azules que conformaban la parte plana de ella. Era de cerámica verde azulada. Miré de nuevo a Mónica quien ahora lucía un poco preocupada. --Ser madre soltera no estaba en mis planes—dijo ella mientras se bebía un sorbo de su té de manzanilla—Pero, no seré una asesina— Se refería el bebé. Suspiré de felicidad. Y me aferré a la nevera mientras sacaba un plato de cerámica con restos de la cena de Mónica, era pasticho de berenjena con queso crema encima. Mi favorito, lo serví en un plato y le di un mordisco. Estaba delicioso. --¿Y el trabajo como fue? Su mirada se le iluminó rápidamente. --Fue maravilloso, todos trabajando y haciendo cosas. Conocí a mi jefe y a algunas compañeras de trabajo, todos son muy amables. --Me alegro. Algo dentro de mí se retorció cuando mencionó a la palabra jefe. Pero lo ignoré por mi bien y enterré más profundo el tenedor en mi plato, metí un gran bocado de pasticho en mi boca y lo mastiqué con violencia.


--Disculpa, no he preguntado por tu día—dijo ella secándose las lágrimas con un pañuelo de seda que no había visto hasta ese momento. --Más de lo mismo, mi jefe es un imbécil y mis compañeras de trabajo me tratan de ayudar a sobrellevarlo—dije de nuevo mientras recordaba su ceño fruncido en su coche, ¿por qué le molestaba tanto que no le recordara? Bebí un sorbo de mi té de manzanilla antes de terminar mi plato. --Por lo menos es guapo—dijo mirándome fijamente --Eso no justifica que sea un capullo—me crucé de brazos. --¡Te gusta!—casi brincó de la alegría al decirlo en voz alta. Mi expresión pasó de terror absoluto y pánico. ¿Qué? --Tu cara, se puso colorada—dijo Mónica mientras yo me daba la vuelta para dejar el plato sucio en el fregadero, le puse un poco de jabón líquido a la esponja y lo metí bajo el frío chorro de agua para quitar los restos de jabón. --No es así—dije sonando a la defensiva --Di lo que quieras Em, te conozco y nunca te había visto tan alterada por un hombre— La imagen de él ayudándome a levantar del suelo me hizo rebobinar mi mente, en esa posición, tal vez el había visto mi ropa interior. Oh…no. El rubor se apareció en mi rostro como una enorme mancha. --¿Qué se supone que diga a eso?—tiré el plato al agua de fregadero de nuevo. ¿Cuándo había comenzado a sentir cosas por él? Esto estaba mal. Mónica me miraba con sus enormes ojos color café al otro lado de la mesa. --En verdad te gusta. ¡Mírate!—dijo enseñándome un espejo detrás de mí. El rubor, mí acelerado corazón. Esto no me estaba pasando, no él. Cerré mis ojos con fuerza, y me metí un mechón de cabello detrás de la oreja y


dejé el plato en el escurridor del fregadero. Mónica me miraba desde detrás del enorme mesón. --Em Me giré para verla directamente a los ojos. --¿Sí? --¿Tienes que viajar este fin de semana? Asentí levemente, ella sabía eso. ¿Por qué lo preguntaba? --No quiero quedarme a sola con Paul, me da miedo. Sabes que él se pone violento a veces Me estremecí al recordar la última vez que los vi juntos, fue en una fiesta en la casa de uno de sus colegas. Si no hubiere sido por que estaban rodeados de gente el hubiere terminado matándola a los golpes. Me aferré a mi falda con tanta fuerza que mis nudillos palidecieron. Tragué con fuerza. --Encuéntrate con él en un lugar público, en el café de la esquina puede ser. Puede invitar a Melisa si deseas Melisa era la hermana de Mónica que vivía también en Caracas. Pero casi nunca se veían por cuestiones de trabajo, Melisa era gerente de uno de los bancos de la capital y por eso su horario era muy poco flexible para salir con nosotras. Era generosa y amable, al igual que Mónica. Mónica se mordía el labio con fuerza. --La llamaré, ella aún no sabe de mi embarazo. Espero que no le diga a nuestros padres—dijo nerviosa. --No lo hará Ambas nos abrazamos y me alejé en dirección al baño. Una ducha fría era lo menos que podía necesitar en estos momentos, pero el picor del calor de todo el día en mi piel me llevó como una autómata a la fría regadera y meterme debajo del chorro después de quitarme la ropa con lentitud.


5

E

l día había comenzado y un movimiento brusco de mis intestinos me hizo regresar a la realidad, me paré de la cama y el movimiento de nuevo, no podía enfermarme del estómago un día viernes. Me paré de la cama y fui corriendo al baño echando el pestillo detrás de mí y Mónica estaba en su habitación arreglándose, escuchaba la secadora de cabello a s máxima potencia. Vomite todo lo que tenía en el estómago. Mónica me obligó a llamar al trabajo para decir que me sentía realmente mal antes de ir a su trabajo. --¡Em! --¡No! Ya me siento bien, puedo ir a trabajar—dije mientras me ponía un pantalón de jean y una blusa de lana con cuello de tortuga color crema, y una par de bailarinas en color crema también. Solo me faltaba el cabello y podía tomar la blackberry y salir a la calle. Mónica me miraba con repruebo. --No lo harás—tiró de nuevo a la cama el cepillo de cabello que tenía en las manos. Me tiré en la cama de barriga para buscar el cepillo pero ella lo tomó primero. --Si lo hare, ahora devuélveme el cepillo para el cabello—le tendí una mano para que me lo devolviera. --No --¡Mónica! --Te ves fatal Em, ¡deberías ir al médico! Por un día que faltes al trabajo no querrá decir nada— Sabía lo obstinada que podría llegar a ser Mónica así que en vez de seguir peleando levante las manos en señal de rendición y me senté en la cama. Mi estómago dio otro par de vueltas. --Vale—hice un puchero Ella se ahogó con una risa.


--Me iré temprano, mi nuevo jefe es un amor de persona. ¿Te gusta esta ropa? Dio un par de vueltas delante de mí, llevaba una falda de color marrón opaca con una blusa de vestir blanca con una bufanda color crema, sarcillos de perlas y tacones cerrados de color crema. Estaba impecable, casi para impresionar, además de eso llevaba el cabello en una cola de medio lado con un broche de diamantes que solo la veía usar en ocasiones especiales. --Impresionante—dije con suavidad, ahora mi estómago tenía vida propia y en cualquier momento terminaría de vomitar el resto de mi cena de ayer. --¿Qué crees que te cayó mal?—dijo sentándose a mi lado. --No lo sé, creo que son nervios por lo de mañana—una mueca se posó en mi rostro. --Y que lo digas—dijo mientras las dos nos sentábamos en silencio. El ruido del televisor nos sacó de nuestro ensueño, Mónica se paró de la cama rápidamente y se aferró contra la puerta de mi habitación. --¿Qué fue eso?—pregunté con miedo. --Mareos—dijo con mesura mientras se iba a su habitación nuevamente. A los pocos segundos volvió con su bolso de mano de Gucci y se despidió con la otra mano. --Nos vemos para la cena—dijo yéndose por la puerta del apartamento. Y quedé en la solitaria tarea de anunciar mi enfermedad por el teléfono celular. Repico dos veces antes de atender. --Buenos días oficina del presidente de Cisneros ¿en qué le puedo ayudar?—la voz mecánica de Clara me sacó de casillas, ¿así hablaba con lo demás que la llamaban a la oficina? --Hola, Clara soy Emily --¡Hola Em! ¿Por qué no has llegado aún? ¿Sucedió algo? Me rasqué detrás de la oreja.


--Verás, me he despertado sintiéndome terrible. Con náuseas y demás, creo que iré al médico para que me revisen—dije sonando más enferma de lo que ya estaba, la bilis subió por mi garganta mientras hablaba. --Oh, notificaré al jefe de tu enfermedad. Cuídate ¿esta bien? --Esta bien, nos vemos el lunes --Ok, cualquier cosa te llamo. Colgué. Minutos después fui por mi bolso de mano y me arrastré hasta mi auto en el estacionamiento, sentía tantas náuseas que todo a mí alrededor daba vueltas sin cesar. Me senté en el asiento del piloto y metí las llaves en el encendedor, giré las llaves y el motor arrancó con facilidad. Después de eso me dispuse a manejar hasta la clínica más cercana, algo bueno que mi padre me había dejado era el seguro médico, por lo menos de eso no me lo había negado. La clínica era pequeña pero no por eso fea, tenía enormes ventanales de vidrio en ella y una puerta con sensor al movimiento, como la de los supermercados grandes, entré sosteniéndome la barriga y sentándome al lado de la única paciente que estaba. Una anciana con una vía intravenosa en su brazo izquierdo, una enfermera muy amable me indicó que me acercara hasta la consulta del doctor. El consultorio era pequeño, con una camilla a un lado y un escritorio, encima de este estaba un estetoscopio y un aparato para examinar oídos y ojos, supuse. Cerré mis ojos con fuerza, odiaba venir al médico. Un doctor de gran edad se sentó delante de mí y me hizo el interrogatorio, después me examino el abdomen con lentitud y después me mando reposo, tomar líquidos y unas pastillitas para el dolor, al parecer era una diarrea de origen desconocido. Manejé a casa para recostarme en el sillón nuevamente. La tarde pasó con rapidez y tomaba de mi enorme botella de agua, la cual había rellenado con té verde frío. A eso de las cinco tocaron el timbre. Caminé con lentitud presionar el botón del altavoz del timbre. --¿Diga?


--Hola Em, soy Paul— Oh, mierda. --Hola Paul, Mónica no se encuentra. Está en el trabajo— Un silencio detrás del altavoz. --¿Trabajo? --Si, consiguió en una firma de abogados hace un par de días. ¿Quieres subir y esperarla aquí arriba?—decía mientras presionaba el botón del intercomunicador. Y deseaba no estar metiendo la pata hasta el fondo con esta situación, tal vez debería consultarlo con Mónica antes de dejarle entrar. Moría de nervios. --Vale—dijo por el intercomunicador del edificio. Suspiré. Presioné el botón y bajé las escaleras de dos en dos hasta llegar al enrejado de afuera. Presioné la llave eléctrica y le deje pasar. --Pasa --¿Cómo estas Em? Te veo pálida—dijo mientras me daba un abrazo. --Estoy enferma del estómago—dije mientras el estómago me lo recordaba con un dolor leve. Una mueca apareció en mi rostro. --Subamos entonces—dije señalándole las escaleras. Una vez en el apartamento intentaba distraer a Paul para poder enviarle un mensaje de texto a Mónica para avisarle que su ex estaba en el apartamento, le di un bol de palomitas de maíz y una cerveza del refrigerador mientras preparaba la cena, saqué unas chuletas de cerdo y las adobé con sal y pimienta, las coloqué en una bandeja y las dejé marinar mientras texteaba con una mano. “TU EX ESTA EN EL APARTAMENTO”


Esperé un par de minutos, tal vez Mónica si estaba ocupada en su trabajo. Cinco minutos después recibí su respuesta. “OMG NO PENSÉ QUE SE LLEGARÍA TAN TEMPRANO, GRACIAS POR ATENDERLE EM” Dejé de lado la blackberry y monté las chuletas en una sartén a fuego lento con ajo y hojas de especias. Saqué una botella de vino que había traído Paul la última vez que había estado en nuestro apartamento y lave los vasos de plástico para comenzar a servirla. Eran ya las seis de la tarde cuando la cena estuvo lista. Mónica venía en camino si mal no recordaba y me apresuré a servir la cena. Paul me miraba pensativo. --¿Qué? --Nada, es solo que Mónica me ha sorprendido con lo del bebé—dijo mientras sorbía un poco de su vino blanco del vaso—Espero que tomemos la decisión correcta—dijo nuevamente mientras bebía un poco más de su vaso. --A todos—dije mientras picaba un trozo de chuleta con mis cubiertos. --Pero ¿Tú también piensas que es muy temprano para eso?—dijo el--Todo eso de ser padres, y más ahora, que mi carrera comienza a ascender. No sé si podré manejarlo-Sus ojos verdes incrustándose en mí como una roca. --Temprano o no, ese bebé no tiene la culpa de haber sido concebido— mordí con furia un trozo de pan, me molestaba que los hombres no se tomaban en serio sus responsabilidades. Claro no es solo culpa de él, pero aún así. Mastiqué con violencia hasta que llegó Mónica. --Hey—dijo Paul enderezándose mientras lavaba los platos de la cena. --Hola Paul—


Ella me dio una mirada de súplica, mi hora de la cena había acabado. Tomé el camino más rápido que pude al baño. El agua fría salía en impresionante rapidez y me bañaba de pies a cabeza, puse un poco de champú en una mano y comencé a restregar con violencia, aunque el agua opacaba casi todos los ruidos de la casa, aún podía escuchar discutir a Paul con Mónica, me estremecí en el agua. Cuando termine mi ducha la pelea parecía haber acabado, Paul estaba frente al televisor con los brazos cruzados y Mónica comía su cena con lentitud. Tiré al toalla a la cesta de ropa sucia y me puse una camisa holgada blanca y pantalón de yoga, sequé mi cabello y lo amarré en una cola alta como mi abuela, dando varios giros a mi cabello antes de sujetarlo con un broche, mi puse una mascarilla de aguacate y cerré los ojos. Estaba a punto de quedarme dormida cuando la puerta de mi habitación se abrió de golpe. --¿Em? Mónica estaba al otro lado de la puerta con expresión horrorizada. ¿Ahora qué? --Hay un hombre abajo que dice llamarse tu jefe—dijo sigilosamente. --¿Qué rayos? Miré sobre la cama a mi reloj de gatitos. Las 7:25 pm. Me quité la mascarilla y me pellizqué las mejillas, me solté el cabello y me puse unas bailarinas de color negro que usaba en ocasiones como estas. Bajé por el ascensor. --Hola—dijo el mientras estaba recostado contra la puerta del edificio. --Hola --Quería ver que tal estabas, todos en el trabajo te extrañaron hoy Mordí mi labio. El no podía haberme extrañado, el me odiaba. --Si ya estoy bien, ¿quieres pasar?


Ambos quedamos en silencio. Esto definitivamente era cruzar la línea, empleado-jefe. --Claro, si eso deseas. Las llaves en mi mano ahora pesaban como si más fueran de cemento puro. Pasé la llave por la puerta y le dejé pasar. El camino hasta del ascensor hasta mi apartamento nunca había sido tan largo. Podía escuchar cada pisada de camino hasta el ascensor, me ponía cada vez más nerviosa. El era increíblemente guapo, y lo estaba llevando a que viera el interior de mi piso, pero sobre todo eso, era mi jefe. No había llevado hombres al piso en un par de meses, ya había olvidado lo nerviosa que eso me ponía y casi podía preocuparme de algo que no fuere en respirar por mí misma. Una vez en la puerta las manos me temblaban mientras intentaba meter la llave a la cerradura, esperaba que no se diera de ese pequeño detalle. Abrí la puerta y le dejé entrar primero, estaba como asombrado viendo a todos lados, el suelo, las paredes, los cuadros y los sofás. Como si fuese una gran casa que mereciera ser observada y memorizada en su mente. El me miraba incómodo al verme mientras lo observaba. Me reí de eso. Le indique que se sentara en el sillón al lado de Paul. Mónica se había quedado pasmada en su sitio al lado del mesón. Me encogí de hombros. Mi jefe se había quedado como una roca al ver a Paul en el sillón, y luego me miró con preocupación en sus ojos. Tuve la urgencia de presentarlos a todos. --Paul es el mi jefe el señor Cisneros, el es el ex de mi compañera de piso Mónica, su nombre es Paul. De repente me sentí como en el siglo dieciséis donde las presentaciones eran tan formales. Paul le extendió la mano a mi jefe e intercambiaron miradas. Mónica se secó una de sus manos con su falda y se la extendió también a mi jefe.


--Un placer conocerlo finalmente—dijo Mónica—Es tan guapo como lo describió Emmi—dijo nuevamente y deseé poder ahorcarla con una mano, ella entornó los ojos con una sonrisita en los labios. ¿Estaba nerviosa? Pues ya veo, que no era la única con ese efecto. Paul frunció el ceño. --¿Eres el que tortura a Em todos los días?—una mueca se posicionó en la boca de Paul, no recordaba haberle hablado de él a Paul pero Mónica pudo haber dicho algún comentario sobre él. Me mordí el labio. Oh, rayos. Mi jefe me miraba divertido. --Si soy el que le hace la vida imposible Todos rieron en la habitación inmediatamente. Me relajé visiblemente. --Solo quería ver que tenías todo listo para el viaje de mañana Todos me miraron con sorpresa. Negué con la cabeza. --Había olvidado lo del viaje—reí nerviosamente. --¿Quieres un cerveza?—dijo Mónica a mi jefe --Claro Mi jefe se sentó en el sillón al lado de Paul, y Mónica arrastró a Paul hasta su habitación con obvia rapidez. Lo agradecí internamente. --Lindo lugar—dijo mirando el resto del apartamento, me senté a su lado sin chistar. --Si, aunque estoy pensando en comprar uno sola—dije bebiendo un poco `de agua en un vaso --Buena idea


Ambos permanecimos en silencio. Sabíamos que esta visita no era para solo asegurarse que estaba bien, había algo que no me estaba diciendo y moría de ganas por saber que era. --¿Me puede decir en realidad que vino a hacer a mi apartamento a estas horas? Ambos nos miramos y una mueca de disgusto se apoderó de su rostro. --Es solo que pase todo el día preocupado por ti—dijo mientras se veías los largos dedos jugar de un lado al otro—no tengo idea de porque me siento así sobre ti—su mirada perdida en todos los lugares menos sobre mí. Mordí mi labio. --¿Eso qué quiere decir? --No lo sé, creo que tal vez no fue buena idea en venir aquí. Supongo que debes estar cansada—dijo con preocupación en sus ojos. --Quédate un rato—dije casi involuntariamente. El me miraba tiernamente. --Me hizo mucha falta usted hoy señorita Pérez— --¿No encontró con quien despotricar el día de hoy?—dije un poco burlista y el rió por lo bajo. En la televisión comenzaron a pasar el noticiero de la noche y la sala quedo en silencio otra vez. --Solo hay una señorita Pérez—dijo mientras miraba sin cuidado lo que decía el señor del noticiero, no sabía si lo decía en serio o no. Se terminó su cerveza y la dejó de lado en una mesa. --Señor Cisneros, ¿Por qué me tiene tanto desprecio?—dije suavemente y él quedó helado en su sitio, no sé si por lo que dije o por otra cosa—Desde el primero momento en que pisé su oficina, ha sido un verdadero infierno— El no me miraba. Solo permanecía allí sentado, casi como una estatua. --Porque me importas, me importas desde hace mucho. Y tu ni cuentas te has dado—dijo en un tono amargo como si ese pensamiento le revolviera las entrañas y se las quemara con la bilis.


Mordí mi labio. --Yo… No me dejó terminar la frase, ya estaba sosteniendo mi rostro con sus manos con delicadeza cuando me di cuenta y acercaba peligrosamente su rostro del mío. Cuando había cerrado mis ojos para esperar el beso él no se acercó más, simplemente me dejó a la expectativa. Abrí mis ojos y el ya ni siquiera estaba cerca de mí. Estaba al otro lado de la habitación caminando de un lado al otro. Me sentí ofendida y confundida al mismo tiempo. Mi mano picaba y tenía las enormes ganas de clavársela en el rostro, por grosero. Pero aún así me la guarde para mí misma, por dejar que el subiera a mi piso. Por dejar que mi jefe traspasara la línea y ahora estaba pagando el precio. En vez de eso suspiré con pesar. --Si eso es todo lo que viniste a decir—me paré en dirección a la puerta—te acompañaré abajo si deseas, aunque ya conoces el camino de regreso—mi voz salió más fría de lo que había querido pero no importaba. Su expresión pasó de confusión a furia. --¿Qué? Te vengo a decir que me importas y que pase el día extrañándote y ¿me respondes así?—su voz salió filosa y un poco animal. Me crucé de brazos. --¿Y qué esperabas que respondiera a eso?— Ambos nos miramos por largo rato hasta que el entendió mi postura, salió por la puerta pasados dos segundos. --¡No es necesario que me acompañes abajo!—gritó mientras tomaba las escaleras --¡Bien!—grité en respuesta y cerré con todas mis fuerzas la puerta. Grité con furia y me caí de rodillas en la sala tapándome el rostro con los brazos. Mónica vino a mí rápidamente preocupada y me abrazó con delicadeza. Sollocé en el suelo hasta que mi espalda me comenzó a doler


6

A

l día siguiente amanecí con los ojos hinchados de tanto llorar y el increíble desapego que era tener que levantarse temprano en sábado. Tiré las sabanas de mala gana a la cesta de ropa sucia y me amarré el cabello en una cola alta, solo para que el dolor de mis ojos desapareciera antes que él se apareciera frente a mi puerta. Si es que aún le quedaban ganas de volverme a ver, claro esta. Recogí un poco la habitación tirando encarecidamente cada mínimos papel en el cesto de basura de la esquina, extendiendo y vistiendo la cama con sábanas limpias y recogiendo de debajo de la cama toda la ropa sucia que había allí almacenado. Cuando regresara del viaje me tocaría lavar la ropa y en vez de pensar en eso, saqué una de mis maletas del closet y metí un par de prendas en él. Un par de shorts y camisetas, ropa interior, medias, bailarinas, y mi muy necesario perfume que olía a rosas y jazmines. Fui a la ducha intentando no hacer mucho ruido, al parecer Paul se había quedado a dormir en el sillón esta noche y Mónica estaba en su habitación. Después del reverendo espectáculo de anoche, la pobre me había tenido que aguantar por más de dos horas sollozando. Encendí el chorro del agua caliente y me metí poco a poco, enjuagué mis partes con jabón con olor a canela y flores y dejé de pensar por varios minutos. Odiaba esto, odiaba ir a visitar a mi madre. Pero la curiosidad siempre había sido una de mis debilidades más extrañas. Cerré la llave del agua y salí de la ducha secando mi cuerpo con la toalla y aplicándome una mascarilla para poros sucios. La dejé actuar unos minutos y la enjuague con agua tibia. Me puse un poco de crema humectante y brillo de labios, un poco de rímel para pestañas y rubor. Me coloqué un poco de perfume y desodorante. Y comencé a escoger la ropa que llevaría al viaje. Terminé escogiendo un mini vestido ceñido al cuerpo en tono morado con espalda cerrada y que dejaba ver la mitad de mi muslo, unos tacones de aguja negros y alisé mi cabello hacia abajo con una planchita. El resultado me maravillo. Me puse unos pendientes de diamantes que me encantaban. Esta era la manía con mis viajes a casa de mamá, ella siempre quería que luciera perfecta y esa idea me daba náuseas.


Tomé un bolso de mano Michael Kors que Mónica me había regalado en mi cumpleaños y metí en el mi blackberry, tarjetas y credenciales, además de un lápiz de labio color rosa solo para retocar si era necesario. Tomé la maleta de mano y la puse en el lado de la puerta. Minutos después mi blackberry comenzó a sonar. Era un mensaje de texto. “ESTOY ABAJO, ESPERO ESTÉS LISTA” Me quede mirando por varios segundos el mensaje de texto. A la final me despedí de Mónica y de Paul con la mano. --Cualquier cosa me llamas—dijo Mónica quien llevaba ropa deportiva de color azul cielo y zapatillas deportivas blancas, al parecer iba al gimnasio esta mañana. Paul estaba haciendo reservaciones en un hotel cerca del apartamento y solo se despidió de mí con su mano. --¡Cuídate Mónica! No dejes que Paul te diga qué hacer—le guiñe un ojo antes de salir corriendo hasta los ascensores con rapidez. Una vez abajo no sabía qué era lo que me iba a esperar, simplemente me mentalicé en que el todavía debería estar molesto conmigo. Yo todavía estaba algo confundida con lo que me había dicho, así que esto era completamente nuevo para mí. Un BMW plateado me esperaba abajo, abrí la puerta del enrejado y él se bajo para tomar la maleta de mi mano, pero ni siquiera se dignó a levantar la mirada en mi dirección. Taconeé en dirección a la puerta del copiloto y algo dentro de mí se descolocó al ver a una rubia sentada allí. Me giré para verlo con el ceño fruncido, pero al ver mi cara todo enojo se disipó de su rostro. Señale con cuidado la puerta del copiloto y lo vi ponerse nervioso. Tomé un par de respiraciones antes de meterme en el asiento trasero del auto. La rubia se giró para verme y dedicarme una de sus sonrisas de oreja a oreja. Era Kristina.


--¡Buen día Emily! Espero no sea molestia, pero aprovecharé el aventón hasta Valencia contigo y con el señor Cisneros—dijo dedicándome una de las tantas patentadas sonrisas en mi dirección. --No hay problema—sentí que perdía toda empatía en la voz, pero su diminuto cerebro no pareció captarlo, en cambio el señor Cisneros parecía algo nervioso por el espejo retrovisor. Este viaje iba a ser largo. La primera hora había sido una completa tortura mientras escuchaba la música favorita de Kristina en el ipod que tenía ella, una completa selección de One direction y Justin Bieber, la música no estaba mal, era ella la que cantaba como si hubieran atropellado a un cachorro mientras cantaba. En el camino iba mensajeando a Mónica con los avances del viaje. “OMG A QUE NO ADIVINAS QUIEN SE VINO CON NOSOTROS AL VIAJE” Mandé el mensaje antes de recibir respuesta. Dos minutos después respondió. “CUENTAME, YA LA MÁQUINA DE PESAS LA DETESTO, CREO QUE COMERÉ UN HELADO PARA REPONER CALORÍAS” Reí por lo bajo y el señor Cisneros había dejado la conversación con Kristina para fijarse que era lo que tanto me entretenía. “KRISTINA, MISTERIOSAMENTE SU AUTO SE LE AVERIÓ” Jugaba con mis dedos mientras esperaba su respuesta. “OMG, QUE VIAJE TAN INTERESANTE” Mordí mi labio en respuesta, no tiene idea. “SI. TE LLAMO MÁS TARDE PARA QUE ME CUENTES QUE PASÓ CON PAUL” “OK, CUIDATE AMIGA” “IGUAL TU, POR CIERTO AL BEBÉ NO LE DEBE GUSTAR QUE HAGAS PESAS”


“A MI TAMPOCO SI VAMOS AL CASO” Dejé la blackberry de lado y me concentré en como el paisaje a mi lado pasaba a gran velocidad. Miles de edificios y tiendas, me sabía el recorrido hasta mi casa desde el apartamento pero nunca me había tomado la sutileza de saber a dónde mirar por la ventanilla, las últimas veces viajaba en autobús y siempre me desconectaba del mundo exterior cuando me ponía mis auriculares y me despejaba la mente para no tener que pensar más. Mi madre, quien en años anteriores era mí pilar, mi roca. Me había defraudado de gran manera al firmar el divorcio con papá. Toda mi vida se vino abajo, en esa época yo tenía unos quince años, usaba frenos y lentes del tamaño de mi rostro, no recordaba nada de importante de mis años anteriores después de mi accidente de auto, y mis padres como no podían manejarlo terminaban peleando entre ellos, hasta que mi papá se canso de todo y se busco una pareja, pero no cualquier pareja. A los pocos años se volvió a casar con un hombre llamado Daniel, él y papá eran realmente felices por lo que mamá cayó en depresión y alcohol y tuve que salir huyendo de casa a los dieciocho, no tuve comodidades apenas me fui por lo que me mudé con Mónica para poder subsistir con la renta y los gastos del hogar. Papá me envía todavía dinero en fechas como mi cumpleaños y navidad, pero siempre se los devuelvo por el correo. Y ahora todo se estaba regresando a mí como una bala. Tomé un par de respiraciones antes de fijarme que Kristina tenía sus ojos azules puestos en mí. --¿Qué? Reprendí. --Nada, es solo que te ves algo enferma—dijo mientras se colocaba un poco de brillo de labios rosa. Entrecerré los ojos. Ella llevaba un vestido más que corto, de lentejuelas y tacones de aguja plateados, su cabello rubio estaba suelto y con muchas ondas, lo que le daba más volumen a su cabellera rubia. Masajeé con mis dedos la sien de mi cabeza.


--¿Estas bien?—dijo mi jefe mirando por el espejo retrovisor, era la primera vez que me había dirigido la palabra en el auto y la rubia a su lado se estremeció evidentemente. --Si --¿Segura?—algo en su voz me indicaba que estaba dispuesto a pararse en un hospital solo para ver que estaba bien --Si, es solo que los autos me marean un poco—mentí Su boca se torció en una línea muy dura. No volvimos a hablar durante todo el viaje, de repente me ponía los auriculares de mi teléfono para escuchar mi música favorita mientras Kristina cantaba a todo pulmón “SOME LIKE YOU” de Adele. Y yo giraba mis ojos para evitar reírme. El resto del viaje fue tranquilo. Cuando comencé a leer los letreros de llegada a la ciudad él tomó una de las desviaciones a una de las urbanizaciones de la gente adinerada, no pregunté qué hacía, tal vez iba a dejar a Kristina en una de esas casas. La yo interna dio dos saltos en espiral ante ese pensamiento. La continua arboleda de árboles era inmensa, algo extraño para ser de esta ciudad, me di cuenta que nunca antes había entrado a esta parte de Valencia por lo que una serie de casas, más parecidas a unas mansiones aparecieron frente a mí. Prácticamente les podías poner un letrero que decía, si, tenemos dinero. Una señora con un bulldog pasó a nuestro lado, luego unos niños en bicicleta y luego un Mustang pasó a nuestro lado dejándonos aturdidos por la fuerza de su motor. Llegamos a una de las casas a la final de la avenida. Tenía una enorme pared de rocas a la antigua con portón y puerta de rejas con rosas rojas en un mini jardín en las afueras. La casa era de tres plantas con pared blanca y lisa y con un jacuzzi en el jardín lateral. Los dos se bajaron del auto inmediatamente. Dudé en si me tenía que bajar, pero la curiosidad me encontró primero. Kristina salió corriendo a los brazos de un señor muy rechoncho que estaba en la puerta.


Más atrás seguía mi jefe y luego yo. --Papá, traje a León conmigo a la casa de Valencia y ella es una de sus empleadas la señorita Pérez—dijo señalándome con su dedo. --Mucho gusto señorita Pérez --El placer es mío—dije un poco nerviosa --Ya veo que expendieron la casa—dijo mi jefe detrás de mí, algo de eso me puso un poco nerviosa. --Claro, pasen adelante ¿no quieren un café?—dijo abriendo la puerta para que entrásemos a su casa. La pared era alta y era de color crema toda la decoración, los muebles, el alfombrado, hasta la enorme pecera que abarcaba toda la salita del teléfono. Una enorme escalera es espiral de madera de pino retocada con baño de oro en las líneas decorativas y un enorme candelabro era lo que básicamente constituía la sala principal. Yo no podía dejar el enorme candelabro de la sala y de repente agradecí internamente en haber puesto un vestido y tacones, del resto me sentiría aún más perdida de lo que ya estaba. El señor Cisneros y el padre de Kristina estaba viendo el resto de la casa y Kristina estaba con su madre en la cocina de esta. Casi una punzada de celos se apoderó de mí nuevamente, ella definitivamente lo tenía todo. Familia, dinero, belleza. Y cuando me giraba para ver una de las esculturas de arte, pude acordarme de que también tendría a mi jefe. Ella había nacido para ser afortunada. Una escultura de una mujer estaba justo enfrente de mí, ella llevaba una botella enorme de agua la cual en realidad dejaba correr agua, casi como una fuente. El señor padre de Kristina me tendió una taza de café y me guiño un ojo. --Es hermosa ¿verdad? Asentí. --La compré en una subasta por un par de miles. Sabía que quedaría hermosa en mi casa—


--Wow, su casa es encantadora. Permítame decírselo—dije suavemente mientras tomaba un trago de café de la taza. --Muchas gracias, señorita Pérez—dijo el señor mientras evaluaba la escultura—Mi esposa está acompañando a mi hijo a un partido de beisbol. Lástima que no está aquí para recibir a Kristina, ella se lleva fenomenal con su madre—dijo de nuevo. Otra punzada de celos. Esta chica era más que afortunada. Tenía todo lo que yo nunca podré tener. Seguí recorriendo la casa mirando las obras de arte y la infraestructura, era obvio que en esta casa tenían buen gusto para las cosas. Una figura rubia con un birrete de graduación delante de mis narices en una foto, Kristina en su día de salida del instituto, piel perfecta, nariz y ojos espectaculares, y dientes perfectos. Sin ortodoncia. Reía para mis adentros. Yo aún usaba protectores dentales en las noches para que mis dientes no se me pusieran feos. Una voz me sacó de mi ensueño. --¿Nos vamos?—mi jefe me miraba con los ojos entrecerrados. Kristina estaba de brazos cruzados detrás de él. --No se pueden ir todavía. ¿Verdad que no papi? --Oh, por supuesto que no. Quédense un rato en la piscina o en el jardín. Tal vez a la señorita le guste pasar tiempo en la biblioteca—dijo gentilmente. Mordí mi labio nerviosa. --Lo lamento, pero mi visita a Valencia era sobre traer a la señorita Pérez. No podemos perder el tiempo cuando su madre nos espera—dijo haciéndome una seña para que saliese de la sala lo más rápido posible. Así lo hice. Kristina quedó molesta en la enorme mansión y la chica mala dentro de mí se sentía victoriosa por primera vez en esta semana.


***

No es como si hubiere esperado mucho de lo que encontraría al regresar a mi casa con mi madre, pero la imagen imponente de mi jefe a mi lado no era ella. Mordí mi labio al ver como la casa de mi juventud se permanecía delante de mí. No era la gran cosa, no como la casa de Kristina en absoluto, era una casa de dos habitaciones compartida con un anciano y su señora, además de mi madre pero de repente me sentí incómoda antes de entrar. ¿Qué se supone que tengo que hacer ahora? El señor Cisneros me miraba también nervioso. --¿Es aquí? Asentí con la cabeza. --¿Bajamos ya del auto? Una mueca apareció en mi rostro. --¿Podemos quedarnos aquí por un rato más?—dije intentando no morderme más el labio, ya casi podía saborear el sabor de la sangre al morderlo tan fuertemente. --Hablemos entonces—dijo sonriéndome tan encantadoramente que casi me quedé sin oxigeno. --¿De qué quieres hablar? Me miró antes de fijarse en los autos alrededor de nosotros. --¿Así que en este vecindario te criaste? --Si --No es como que muy seguro por aquí --No lo es --¿Tienes miedo de tu madre? Te vi peleando con ella el otro día, perdona si soy un poco entrometido, es solo que…--me miraba con sus ojos


perdidos en mi boca, y por un segundo pensé que me besaría, me sorprendí a mi misma deseando que así fuera. --No es eso—dije mirando por la ventanilla para distraerme de su boca en forma de corazón, tan perfecta—mi madre y yo no nos llevamos bien después de su divorcio— --No te agradó mucho la noticia, supongo— --Eso no es, es solo que después del accidente mamá y papá solo se la pasaban peleando y bueno—mordí mi labio, no quería que el supiera más cosas sobre mí pero algo me decía que fuere completamente honesta— mamá tenía problema con la bebida después que papá se volvió a casar— El me miraba con preocupación en sus ojos. --Lo lamento— --Es por eso que me fui de casa a los dieciocho—me traté de reír pero una mueca fue lo máximo que pude lograr—no lo lamentes, esa etapa de mi vida ya pasó, es hora de bajar del auto mamá nos espera—dije mientras tomaba con la mano la cerradura de la puerta y deslizando mis dedos para abrir la puerta. El solo me miraba mientras me bajaba del auto. Mis tacones de aguja se sintieron inestables al bajarme y tuve que tomar un momento para recomponerme de ello aferrándome del auto con fuerza, el había girado por el auto para ir por las maletas y agradecí internamente que no habían tantas escaleras para entrar a la casa. Un pequeño jardín de jazmines estaba al lado de la puerta de la casa, la casa era pequeña por lo que mamá había creado un pequeño jardín en la parte trasera con violetas y jazmines para recibir a las visitas. Tocamos el timbre varias veces y la imagen de mi madre se instaló delante de mí, era igual a mí físicamente solo que tenía algunas líneas de expresión en la comisura de su boca y frente cuando sonreía, tenía cabello castaño muy corto por lo hombros y ojos verdes como los míos eran fríos y calculadores, tenía la piel blanca aceitunada como la mía. Ella me abrazó rápidamente y todos los músculos de mi cuerpo se tensaron ante su contacto. --Em, trajiste a tu amigo—dijo casi tan ferozmente mientras devoraba con la mirada a mi jefe.


Trágame tierra. --Mamá él es el señor Cisneros, mi jefe—dije alejándome unos pasos hacia atrás para que ellos se presentaran. --Un gusto señora—dijo el amablemente—por lo que sé estoy aquí para saber sobre el accidente de Emily—dijo con una sonrisa ganadora de un Oscar. --Así me dijeron, por favor toma asiento en la silla de afuera mientras Emily me ayudo con la limonada de fresa— Ella me tenía presionada con una mano tan fuertemente que tuve que contener un grito de dolor. Pasamos hasta la sala. El lugar no había cambiado en años, los mismos sillones de flores en colores rojos y negros, un cuadro de dos garzas volando y la puerta del dormitorio de mamá, más allá de eso estaba la puerta del baño, la cocina compartida y la habitación de los nuevos inquilinos de mamá, los señores Robinson. Me soltó del agarre apenas estuvimos solas. --No me dijiste que era tan guapo—una mueca se apoderó de su rostro Me crucé de brazos. --No era necesario, solo danos las respuestas que queremos y nos iremos lo más rápido posible. Ambas ganamos, ¿vale? Nunca le había hablado tan fuerte a mi madre, pero últimamente era una mala costumbre. --Haz la limonada yo entretendré a tu amigo—mi madre se contoneaba camino al jardín trasero. Mis manos estaban tan apretadas en puños que las uñas se estaban comenzando a clavar en mi mano y me dolía ya. Suspire y fui por los limones a la cocina. En la nevera de la casa solo había agua en unas jarras de vidrio, queso crema, mantequilla, y unos pocos limones al fondo. Mi madre no era de esas amas de casas tan delicadas y sensibles, tomé una de las jarras de agua y comencé a exprimir los limones sobre él después de cortarlos a la mitad.


Agregué endulzante sin calorías que había en unos sobrecitos de papel sobre la encimera. Cuando regresé al patio trasero mi jefe estaba con el ceño fruncido mientras mi madre le relataba la historia sobre mi accidente, ambos se giraron para verme entrar y me mantuve de pie en la puerta de la casa. ¿Qué era tan alarmante que los dos se quedaron estáticos en sus asientos? --Hija por favor toma siento, le estaba contando a tu León sobre la historia de tu accidente—dijo señalando una de las sillas de madera al lado de su silla mecedora. El patio trasero nunca había sido mi preferido de esta casa, solo había un enorme árbol de naranjo y unos jardines de violetas y jazmines que eran relativamente nuevos, la brisa de la mañana pegó sobre mi rostro haciéndome temblar por los recuerdos perdidos. Odiaba eso, odiaba que la gente supiera más sobre mi misma que yo. Solo quería salir corriendo de ese lugar en dirección a mi apartamento en Caracas y permanecer encerrada por horas. Suspiré para sentarme en la silla de madera al lado de mi jefe. Ambos me miraban con recelo. --Verás, tuvimos el accidente de auto cuando Emily tenía sus doce años de edad, íbamos de camino a Margarita para pasar unas vacaciones. Nuestro matrimonio para esa época no estaba tan bien—dijo mirando a mi jefe con sus ojos verdes esmeraldas, al igual que los míos, tenían pequeñas líneas de azul en ellos—Un conductor ebrio se nos atravesó en el camino y mi esposo intentó maniobrar para la orilla, pero fue demasiado tarde. Nos volcamos contra una de las barricadas y mi pequeña—dijo dándome un fuerte apretón de manos—Ella salió disparada por el vidrio delantero del auto y cayó por uno de los costados del lugar, había miles de rocas y cemento por lo que el golpe fue algo duro. No nos dimos cuenta de lo grave que estaba una vez que despertamos en el hospital y ella estaba ya en quirófano—dijo con un hilo de su voz rompiéndose en mil pedazos. En ese momento un poco de mi memoria comenzó a llegar a mí como si fuera una señal de radio perdida y mi cabeza fuese una antena parabólica de esas que captan las mismas. Me recordé el dolor oprimiendo mi pecho mientras iba entrando en el hospital, las luces parpadeantes del techo


mientras iba ingresando en el mismo y en el dolor. Este mismo eclipsaba cualquier otro rastro de sentimiento que hubiere tenido antes, este solo, me hacía querer salir de mi cabeza inmediatamente y largarme de mis propios recuerdos. No quería recordar esas cosas, quería salir rápidamente de mi propia cabeza y lanzarme contra uno de los acantilados nuevamente pero esta vez, solo para dejar de sentir. El dolor sordo se proclamó en mi cabeza y vi como los enormes ojos verdes de mi madre se clavaban en mí al colocar mi cabeza entre las piernas, tome un par de respiraciones y volví a donde estaban ellos. En el patio trasero de la casa de mi madre. Solo había sido un recuerdo. Un escalofrío volvió a recorrerme la espalda. --Mi ex esposo y yo no sufrimos grandes daños, no más de un par de costillas rotas y rasguños. Pero Emily fue la más afectada, ella se dio un fuerte golpe en la cabeza que le hizo olvidar la mayor parte de su vida anterior. Era como si solo las partes buenas de su vida hubieren sido borradas, o eso nos dijo el médico—dijo mi madre mientras sorbía un poco de su limonada—Recuerda las cosas del instituto y como fue su crianza, pero cuando le mencionamos lo de sus amigos anteriores al golpe fue como si una nube eclipsara sus recuerdos. No recordó nada sobre tu familia y amigos. La intentamos llevar con varios especialistas pero no recomendaron que siguiéramos en ello, era más el daño que le hacíamos que bien, por lo que dejamos de intentarlo pasados dos años—dijo mientras se cruzaba de piernas y tomaba una bocanada de aire lentamente, casi como un suspiro. Mi jefe estaba como una estatua en su silla. --Así que… --Si, ella ha perdido casi todos los recuerdos de ti—dijo ella nuevamente-¿Le constaste lo de tu padre?—dijo ella nuevamente mirando a mi jefe. --¿Qué paso con tu padre?—interrumpí su charla. Ambos me miraron en silencio.


--Eso es todo lo que me toca manejar—dijo mi madre—El resto te lo puede explicar él—dijo señalando a mi jefe con el dedo y con una mueca de disgusto en los labios. Fruncí el ceño. ¿Qué me estaba ocultando? --¿Qué cosas me vas a explicar?—dije girando mi cabeza en dirección a mi jefe. El se encogió de hombros ante mi pregunta. --Te lo explicaré luego—dijo él mientras se paraba de la silla y le extendía la mano a mi madre—Un placer conocerla señora Pérez—dijo con una sonrisa amble y mi madre tembló ante su comentario. --Señorita Black—dijo para corregirle, mi madre no seguía usando su apellido de casada. No por lo menos para cuestiones sociales, la había capturado usando su viejo apellido para seguir cargándole los gastos del gimnasio a mi padre en su tarjeta de crédito— Ella sonreía de modo tan amable, que por un momento casi me creí su espectáculo. Casi. Nos fuimos pitando de la casa, el ya tenía sus respuestas, y yo ya tenía mi ficha de salida. Deseaba con toda el alma regresar a Caracas, tomar un vaso de vino tinto y mirar la lluvia caer del cielo mientras veía que las nubes grises se comenzaban a formar en el cielo. --Adiós mama—dije extendiéndole la mano ya cuando habíamos cruzado el patio. Mi madre salió hasta el porchecito con una taza de café y una mueca de lado en su rostro.


7

Íbamos ya de regreso en el auto hasta Caracas cuando mi jefe tomó el desvío hasta uno de los restaurantes de la zona, nunca había entrado allí porque siempre me había parecido un poco costoso y yo era de esas que se compraba una arepa en cualquier puesto de comida de la calle. Así que cuando el por fin se detuvo en el frente me sentí incomoda e increíblemente maltrecha como para seguir con este jueguecito retorcido de la amnesia con mi jefe. En los últimos minutos de la conversación con mi madre varias imágenes de mi pasado se habían aglomerado en mi cabeza, una de mi jefe siendo un niño viniendo hacia mí con los brazos abiertos y enredándome en ellos en una abrazo mientras caíamos de espaldas en la hierbas fresca de mi antigua casa, una casa que servía de asiento para mis padres mientras ellos conseguían empleo. Sus ojos color miel estaban sobre mí devorándome como si fuera la cosa más preciosa que hubieren visto y sus sonrisa de medio lado, característica de él se posaba antes de darme un dulce beso en los labios. El me quería, y muy profundamente dentro de mí sabía que yo también le había querido en esas épocas, el tendría en mi imagen mental como unos 14 años de edad, por lo que yo tendría en esa época unos 11 años. Sus cabello negro y liso recaía sobre mi rostro hasta tocar suavemente mi piel y solo me hacia cosquillas. Yo reía fuertemente acostada en la hierba y mi jefe (o mejor dicho León, ya que en esa época no era mi jefe) estaba a mi lado ahora y juntos veíamos como pasaban las nubes sobre nosotros. Era algo maravilloso de poder compartir, recuerdo haberle tomado la mano en ese preciso momento y un breve suspiro salió de sus labios. Mi corazón estaba acelerado al momento en que él se había rodado para quedar tan cerca de mí como era posible. Después de eso, el recuerdo se volvía borroso y no sabía si lo que salía de sus labios era una risa o una frase. Mi mente navegaba de adelante hacia atrás como un barco que iba siempre hacia la deriva.


Un par de lágrimas se escaparon de mi rostro y mi jefe me miraba ahora con los ojos como platos. Por un momento permaneció pasmado en su sitio. Como intentando descifrar que hacer con mis repentinas lágrimas, a lo último se decidió por darme un leve caricia en el hombro lo cual hizo que me sintiera peor conmigo misma. ¿Cómo había podido olvidar a mi único mejor amigo de la infancia? Haberme enamorado de él en esa época, y haberme comenzado a enamorar de él actualmente y no poder detener el constante flujo de lágrimas de mis ojos antes de dignarme a buscar un pañuelo para secar mis lágrimas. Tomé un respiro antes de girarme ante él. El estaba un poco despeinado justo ahora y me veía con los ojos como decidiéndose que hacer conmigo. Tenía el estómago encogido por las lágrimas y lo único que se me ocurrió en ese preciso momento fue extenderme en mi asiento del acompañante hasta el suyo y sujetarlo fuertemente por la camisa, hice un puño con mi mano y lo atraje hasta mi rostro para enredar mis labios con los de él. Al principio se había quedado completamente inmóvil, casi como si mis labios le quemaran apenas los rocé con los míos y el dejó salir un suspiro, lo besé nuevamente y una lágrima se escapó de mis ojos para rodar por mi mejillas y finalmente caer en mi mano derecha que estaba justo en mi muslo. El finalmente entreabrió los labios para recibir los míos y toda la desesperación contenida por él hacia mí se fue extinguiendo mientras nuestros labios se fusionaban en una danza que intentaban reclamar la otra boca como suya, solo me aparté de él lo suficiente para tomar un poco de aire. Le besé las mejillas, los párpados y finalicé con un muy profundo beso antes de apartarme. La idea de alejarme de él me estaba destrozando como nunca. Pero tuve el ligero impulso y recordé donde estábamos, quien era él ahora, y quien era yo justo ahora. Lo demás no importaba. No para mí por lo menos.


El me miraba como si todo el dolor de haberme perdido se hubiera condensado en su rostro y solo tuve el valor de bajar la mirada hasta mirar nuestras manos, aún seguían juntas después del beso. --Emily—dijo casi como una súplica y algo en mi espalda circuló de manera que mantuve maltrecha un momento condensando en fragmentos la situación. Oh, sí. Me había dado cuenta que estaba enamorada de él, aún antes de recordarle. Me había enamorado dos veces del mismo hombre, sin saberlo. Y una punzada de tristeza se coló por mis pulmones hasta el punto en que solo quería estar sola. El me miraba obviamente cabreado. --Lo lamento—dije mordiéndome el interior de mi mejilla—Me he acordado de cuanto te quería, eso es todo—dije suavemente incorporándome en la silla --Oh, Em…eso no es…Esto entre tu y yo no puede ser. Ahora estoy saliendo con Kristina—dijo finalmente y la imagen de la perfecta rubia apareció en mi mente, oh claro, si era un hombre inteligente (como sabía que lo era) no iba a escoger a una simple niña que conocía de niño. Iba a escoger a la rubia que estaba forrada en pasta y que le beneficiaría a la empresa que con tanto esfuerzo le costó montar. --Emily yo solo… No le dejé terminar su frase. --Déjalo ya vale, vayamos por comida. Muero de hambre—dijo poniendo la mejor sonrisa falsa del mundo. En serio, de actora hubiese muerto de hambre era malísima. Sentía las lágrimas comenzar a acumularse detrás de mis ojos y ahora solo quería salir corriendo al tocador para poder desahogarme a gusto. Me había rechazado. Lo sentía en el fondo de mi corazón.


--Ha sido una indiscreción, contando que eres mi jefe y todo eso. No seas un idiota y olvidemos de todo esto—dije cuando la culpa comenzaba a recaer en mi mente. ¿De verdad acababa de besar a mi jefe? Oh, rayos. Esto no podría acabar bien, no para mí por lo menos. Me separé bruscamente de él en busca de un poco de aire y salí del auto para entrar en el restaurante. El aire estaba condensado ahora en humedad, era claro que estaba a punto de llover muy fuerte y me tuve que entrecruzar de brazos para evitar que la brisa fría me llevara hasta la soledad que se estaba comenzando a surcar en mi corazón. El sobre todo era un superior en mí trabajo, no debería de haberle besado. Sentí como toda la sangre dejaba mi cuerpo al oír como la puerta del piloto se cerraba de un portazo. Esto era todo. Iba a ser despedida. --¿Emily me dejarías hablar? Lo miré, estaba totalmente desesperado sus ojos decían que se estaba a punto de volver loco. --Te escucho—dije de mala gana recostándome contra la pared del establecimiento. Ya mis piernas no aguantaban mi escaso peso y me dolían los tacones de aguja. Mal día para que empezara a llover, por lo que la llovizna comenzó a caer en el cielo como unas lágrimas y solo el clima me ayudaría a terminar de caer en un estado depresivo tan intenso. Mordí mi labio para poder armarme de valor para verle a los ojos. --Sabes que te quiero Em, pero más que eso. Siempre te he amado Emily, aún de niños recuerdo el haberte pegado goma de mascar en el cabello por qué me gustabas, recuerdo que te protegía de los bravucones del parque por qué me gustabas. Recuerdo que una vez pude besarte, y eso, fue la cima para mí, aún lo recuerdo y es como si subiera al cielo por varios minutos— dijo finalmente soltando un breve suspiro—Y ahora que somos adultos


simplemente todo es más intenso, quiero más, pero, quiero estar contigo Emily quiero que me pertenezcas solo a mí. Sentí mis piernas aflojarse un poco ante su revelación. Este hombre debería estar loco si sentía que me amaba ¿Cierto? Me alejé de le solo un poco para ser encerrada contra la pared y sus manos a ambos lados de mi cadera. Podía sentir su aliento contra mi cara, olía a mentar fresca y a limón. Me derretía por dentro lentamente. --Te amo Emily Pérez, nunca pensé en volverte a encontrar. Mis padres no me decían dónde estabas viviendo antes y hasta había pensado en contratar un detective privado para dar contigo, pero cuando tu currículo apareció en mi escritorio tuve que verlo dos veces para ver que mi mente no me estaba jugando una mala pasada—dijo soltando un poco de aire entre los dientes, no pude identificar si era un suspiro o una palabra. Tampoco importaba. Lo agarré con ambas manos y atraje su rostro hasta el mío enredando mis dedos en su cabello negro y acercándolo todo lo que podía a mi rostro. Yo también lo amaba. Lo amaba con desesperación. Sus labios eran suaves pero a la vez eran demandantes, me estaba besando como nunca antes en mi vida me habían besado, y pude escuchar un gemido ahogado en su garganta antes de soltarlo del beso. Los dos estábamos con la respiración acelerada y deseosos de probarlos de nuevo cuando me di cuenta que estaba lloviendo a cántaros y si no entrabamos al restaurante pronto, íbamos a quedar empapados de pies a cabeza en pocos minutos. El me tomó de la mano y me atrajo hasta su pecho de nuevo. --No te dejaré ir de nuevo Emily, terminaré con Kristina, haré las cosas bien contigo. Créeme que lo vales—dijo entrelazando los dedos con los míos y depositándome un dulce beso en los labios.


Asentí con la cabeza incapaz de poder hacer algo más, ya que mi garganta dolía por las lágrimas contenidas. Entramos al restaurante y la figura rubia que apareció delante de mí me sacó todo el aire de los pulmones rápidamente.

***

Kristina estaba delante de nosotros con una sonrisa de oreja a oreja, venía corriendo sobre sus tacones como si hubiera nacido en ellos. Abrazó fuertemente a León por lo hombros. --Mi amor, no pensé que te podría encontrar aquí. Vine con mi familia— dijo señalando hacia una de las mesas donde se encontraban una señora ya mayor, el señor que ya conocía y un niño pequeño con cabello rubio. Sentí como León se tensaba a mi lado y soltaba mi mano. --Kristina, no pensé encontrarte aquí—dijo fríamente para apartarla del abrazo. --Oh, querido ha sido una maravillosa coincidencia. ¿Por qué no te acercas a nuestra mesa y almorzamos juntos?—dijo pícaramente y algo dentro de mí se retorcía a tal punto que quería arrancarle la mano que tenía sobre él. Me fui de su lado en dirección a la barra. Si él iba a estar con esa familia, no podría soportarlo, pero si me arrastraba con él no iba a podar mantenerme cuerda por esos segundos. Necesitaba un trago, y era grave. Me acerqué al bar tender del lugar y pedí dos chupitos de tequila. Me pasaron una bandeja con ellos y un salero y dos rodajas de limón. Me tomé el primero y todo me comenzó a dar vueltas, me tomé el segundo cuando noté una mano fuerte y grande en mi hombro antes de girarme. Era León quien me veía algo preocupado.


--¿Qué ha sido todo eso?—dijo sentándose a mi lado en uno de los taburetes de madera—Le he rechazado a su invitación, prometo que terminaré con ella solo que… --¿Qué?—dije sonando totalmente efusiva y malcriada. --Esta con su familia, no quiero despreciarla y arruinarles la tarde. En la noche me veré con ella y lo terminaré ¿vale?—dijo guiñándome un ojo mientras le pedía al camarero un trago de vino blanco en un idioma francés perfectamente colocado. Me sentí descolocada por dos segundos. Y me mordí el labio ante él. --¿Podemos ir por comida?—dije esperando que se terminara su copa. --Claro, te has metido dos tragos de tequila con el estómago vacío. Chica imprudente—dijo empujándome un poco con su mano a la dirección de las mesas de comidas. El restaurante era hermoso. Algo cálido en tonos rojos y con un olor indiscutible de madera añejada, miles de parejas estaban alrededor almorzando y vi que no era un lugar muy familiar, solo la familia rubia estaba allí así que un pequeño escalofrío recorrió mi médula espinal. Ellos estaban aquí, y podía sentir que en este momento yo era la otra mujer. Un sentimiento que odiaba Apenas terminara la comida. Me iría sola a Caracas. Llegó el camarero con un pañuelo en su mano ofreciéndomelo con delicadeza. Le miré extrañada. --Vi que está un poco sobresaltada—dijo amablemente mientras veía mi reflejo en un espejo a los laterales, mi rímel se había corrido un poco por haber llorado y le agradecí con una sonrisa al camarero, al mismo tiempo que moría de vergüenza y pena por haberme presentado con semejantes fachas a uno de los restaurantes más elegantes de la ciudad. Me paré de la mesa en busca de un baño.


--Ya regreso, iré al tocador—dije mirando a ambos hombres, uno me miraba con preocupación y el otro con lastima, supuse. El baño era elegante y solo tenía un bidé en él. Al lado había un váter con incrustaciones de oro macizo. ¿Quién querría que su baño tuviera oro macizo? Miré mi reflejo en el espejo y me mojé la cara con agua, luego me pasé una toallita desmaquillantes y luego me pasé un poco de polvos sueltos. Mordí mi labio para darle color. Estaba lista. Salí del baño y vi como Kristina estaba sentada cómodamente en mi asiento. Esto era ir demasiado lejos. No iba a poder aguantar la culpa. El era su novio. Yo no podía alejarla de la mesa sin parecer mal educada. Así que pensé seriamente en ir al baño ¿y qué? ¿Quedarme encerrada por horas? O podría ir a la barra sin haber probado alimento. Odiaba sentirme atrapada. Así que hice lo que una mujer mayorcita hace. Enfrentar los miedos. Llegué a la mesa y los miré a ambos fijamente, primero a León y luego a Kristina. --Hola Emmi ¿Qué tal todo con tu madre?—dijo guiñándome un ojo y una sonrisa encantadora. ¿Cómo podía odiar a esta mujer? Era demasiado buena persona. --Me fue de maravillas, gracias por preguntar. Disculpa, pero creo que se me quitó el apetito—dije mirando ahora a León directamente a los ojos— Tomaré un taxi hasta el terminal de pasajeros y luego me iré a Caracas— dije finalmente con una sonrisa falsa. El me miraba asombrado. --Pensé que tenías mucha hambre, ya he pedido tu comida—dijo nuevamente en tono frío, obviamente estaba cabreado.


--Lo lamento, nos vemos el lunes en el trabajo—dije intentando huir por la tangente. --Señorita Pérez—dijo en tono amenazador. --¿Si?—intenté sonar lo más inocente posible y el pasó de furia a comprensión, sabía que le estaba dando tiempo de resolver las cosas, además, sabía que no iba a poder aguantar la carga de hablar con él y Kristina en un mismo sitio. Lo sabía. Se pasó una mano por el cabello desenredando algunos cabellos y sacó algo de su bolsillo. Tecleó unos números y escuché como repicaba el teléfono. --Buenas tardes, un taxi para la señorita Pérez en…---ya había comenzado a dar direcciones hasta donde nos encontrábamos y un taxi a los pocos segundos apareció en la entrada. --Vallase en taxi y tenga cuidado. Te llevaré tu equipaje cuando regrese a Caracas—dijo él y Kristina se atoraba con un bocado de su comida. Bien. --Adiós Emmi, lamento que te tengas que ir. Lo hubiésemos pasado en grande los tres—dijo con una sonrisa genuina en su rostro. ¿Cuánto le duraría? Obviamente después que ellos terminaran, ella terminaría odiándome. Tomé mi bolso y me monté en el taxi.


9

L

a noche cayó mientras yo iba en un taxi camino a mi apartamento en Caracas, el viaje en autobús de regreso había estado fatal, me había tocado al lado de un señor con mal aliento y que para suerte la mía, si, le encantaba charlar para matar el rato. Cuando abrí la puerta del taxi no me esperaba tener que enfrentar a la figura pálida de Paul contra el enrejado de la cerca de nuestro apartamento el estaba de rodillas frente a la reja, sollozando con todas sus fuerzas. Nunca le había visto así. En toda mi vida. Me apresuré a pagarla al señor del taxi y salí corriendo para estar a su lado. Miles de imágenes vinieron a mi mente en ese momento, oh, pobre Mónica. Tiré de Paul de su camisa y él me miraba con los ojos vidriosos y asustado. --¡Paul! ¿Qué ha pasado? ¿Estas bien?—dije intentando halarlo hacia atrás por el cuello de su camisa, y una sonrisa torcida apareció en su rostro, nunca en mi vida había visto una mirada como la suya, tan deseosa y horrible en toda mi vida. El se abalanzó sobre mí intentando tocarme un pecho con su mano. Le empujé hacia la acera con todas mis fuerzas. --¿Qué se supone que estas haciendo? ¿Estas borracho?—dije evidenciando el tenue olor a cerveza que despedía de su ropa, boca, de todo su ser. Le miré con el ceño fruncido. --Tu también me deseas Em—dijo mientras me intentaba tocar la cadera y luego un brazo. Me sujetó de tal forma que pensé que no me podría soltar jamás. Tal vez me dejaría cardenales. --Suéltame --No hasta que te de un par de besos, preciosa—dijo arrastrando cada sílaba como si le costara mantener una palabra tras otra. --¡No!


Un señor del edificio iba bajando por el ascensor y cuando me vio forcejear con Paul vino en mi ayuda. Empujó a Paul al otro lado de la acera. --¿Estas bien señorita?—dijo examinando mi ropa y mi cuerpo lentamente. --Si, muchas gracias señor Ramírez --Deberías llamar a la policía muchachita --No se preocupe, el solo necesita una paliza --Necesito un taxi—dijo arrastrando las palabras—Em, consígueme unooooo-Lo miré con el ceño fruncido.

***

Minutos después le había conseguido un taxi hasta el hotel donde se estaba quedando Paul, del resto el ya se las arreglaría. Estaba cansada emocionalmente y físicamente. Solo quería darme una ducha e ir a la cama, subía escalón por escalón para ir al apartamento, ya que cuando estaba realmente cansada prefería tomar las escaleras. (Si ya sé que es raro) Pero bueno, iba subiendo hasta nuestro apartamento cuando al pasar la llave por la cerradura me encontré con Mónica viendo televisión con un cuenco de cereal en su regazo y con la cara lavada, como si hubiera tenido un día maravilloso comparado con el mío. Me arrastré dentro de la casa tirando los tacones a mi habitación y sintiendo el piso frío con mis pies descalzos mientras iba a la cocina por un vaso de agua fría. Mónica seguía mirándome preocupada. --¿Qué cargas? Parece que tuviste un día largo—dijo mientras yo bebía un vaso de agua lentamente. Ella vestía una bata de dormir a medio muslo blanca que solo usaba en ocasiones especiales y el cabello revuelto casi despeinado.


--Lo fue—dije sorbiendo un poco de mi agua y volcando el caso sucio en el fregadero—tu ex estaba en la entrada—dije de nuevo mientras me recostaba del mesón de la cocina nuevamente y ella abría los ojos de par en par. --¿Se fue? ¡No pienso volver a ver a ese idiota!—dijo mordiendo con ferocidad sus cereales pero estos ya estaban blandos, por lo que la acción se vio un poco tonta—Planea irse al exterior igualmente, sin mi hijo o sin mí. Pero tampoco quiere hacerse cargo de él legalmente—dijo de nuevo frustrada. Me froté la cara con ambas manos. No estaba lista para esto. Ya tenía suficiente con mis problemas. --¿Qué piensas hacer? --Conseguiré un abogado. Si no le importa su hijo que firme un acta donde diga que me concede todos los derechos sobre mi hijo—la voz salió filosa de su voz. Ambas nos miramos por un largo rato. --Tomare una ducha—dije caminando al baño. Ella permaneció inmóvil en el sillón. Una vez entré a tomar la ducha al baño comencé a despojarme de mis ropas, luego me quité el maquillaje con una toallita desmaquillantes y me miré en el espejo mientras me quitaba los pendientes de diamantes lentamente, luego me froté los ojos con otra toallita suavemente para no arrancarme las pestañas mientras me quitaba el rímel. Tiré la toallita a la papelera y me metí debajo del agua caliente de la ducha y todos los músculos comenzaron a aflojarse lentamente. Miré con preocupación mis nudillos y revisé que una de mis uñas estaba rota, el en estos momentos debe estar cenando con Kristina. Solos. Golpeé la pared con disgusto y comencé a frotar gel de ducha por todo mi cuerpo, luego aparté mi cabello del agua y lo amarré en una colita alta. Tal vez mañana…No, eso sería mala idea. Pensaba que podría llamarle, pero, ¿con que derecho?


Terminé mi ducha y me enrollé una toalla alrededor de mi cuerpo y cerré la llave del agua. Camine despacio a mi habitación y cerré la puerta con cerrojo, hoy simplemente, no tenía ánimos para nada. Tiré la toalla al respaldo de la cama y me dejé caer entre las sábanas de mi cama. Me quede dormida inmediatamente.

***

A la mañana siguiente estaba yo casi saliéndome de la cama, la mitad de mi cuerpo estaba literalmente fuera de ella y las sábanas, oh, las pobres sábanas estaban enrolladas y en el suelo desde hace rato. Miré el resplandor de la mañana y miré en dirección a mi reloj de gatitos en la pared. Eran las 5:23 Am. Maldecí para mis adentros. Eran las cinco de la mañana en un domingo y yo sin sueño, me levanté de golpe de la cama y me puse la bata de dormir del estante, había pasado la noche desnuda y agradecí internamente que no hubiera un incendio o algo parecido, tenía un leve trauma con dormir desnuda desde un incidente parecido. Quité el cerrojo de la puerta y pasé a la cocina, se escuchaban los ronquidos de la habitación de Mónica y abrí la nevera rápidamente, tomé un cartón de leche y un bol de la repisa, volqué la caja de cereales y les puse un poco de leche fría, jugaba con los cereales mientras se iban humedeciendo con la leche y todos mis pensamientos se desviaban a mi jefe. ¿Cómo era posible que me gustara desde niña y no le recordara en absoluto? Aparte de toda la amnesia por el trauma, debería recordar aunque sea una pizca de ello. Deseaba con todo mí ser que así fuera. Recordar cómo era jugar con él al escondite, o algo parecido. Por lo menos fui feliz al recordar mi primer beso, lo suaves que eran y en lo tanto que le quería. Terminé mi plato con cereales y fui por otra ducha fría. Cuando salí de la ducha apenas eran las 6 de la mañana. Así que me puse los deportivos que


tenía debajo de la cama, y un mono para trotar, me puse mi sostén deportivo, y una blusa deportiva que hacía juego con los zapatos. El conjunto me lo había regalado uno de mis ex novios de la universidad, él estaba obsesionado con el deporte, hacía pesas y trotaba todos los días. Nunca había usado este conjunto desde que había dejado la universidad. Tomé las llaves de la casa y salí por la puerta de enfrente.

*** Una vez que acabé de correr un par de kilómetros veo que mi cara está cubierta de sudor y apenas puedo respirar conmigo misma. Mis pies arden y de repente me siento sofocada. Me siento en una de las sillas de hierro del parque e intento tomar un par de bocanadas de aire fresco. Antes de empezar a trabajar corría todos los días antes de ir a la universidad, hasta tenía amigos a los cuales les fascinaba ir al campo y hacer pequeñas carreras en ellos. Tiré de mi cabeza hacia atrás y miré como las nubes se comenzaban a mezclar haciendo una enorme nube blanca. El día estaba perfecto, pero por alguna razón, me sentía mal conmigo misma. Regresé a pie al apartamento. Una figura morena estaba recostada contra el enrejado de mi apartamento. Mi jefe. ¿Qué hacía aquí? Miré las maletas en el suelo y lo supuse. Sus ojos azules se encontraron con los míos y un sentimiento de paz me recorrió el cuerpo. --Hola—dije mordiéndome el labio inferior con tanta fuerza que creo que un poco más y lo rompo. El levantó la mirada de mis pechos a mis ojos y dio un profundo respiro, creo que lo sorprendí con el top. --Hola, he venido a traerte tus maletas. Y a ver como estabas—dijo acercándose peligrosamente hacia mí—Kristina y yo vamos a salir de ahora en adelante, por cuestiones de negocios—dijo lentamente para esperar que yo captara el mensaje. Oh, por Dios.


--¿Tu y ella? ¿Juntos?—mi voz salió algo incoherente. --Si Ambos quedamos en silencio viendo como los segundos pasaban. El inclinó hacia un lado su cabeza e intentó acercarse a donde yo estaba. --¿Estas bien?—dijo de nuevo al estudiar mi rostro y yo intenté poner una mejor cara forzando una sonrisa en el rostro. --Estoy bien ¿quieres pasar?—dije señalando el edifico detrás de nosotros. --Estoy bien aquí afuera, nos vemos mañana—dijo jugando con las llaves de su auto y metiéndose dentro de él antes de girarse para darme un guiño de despedida—Cuídate Em—dijo antes de encender el auto y perderse entre los autos de la autopista. Solo quedé yo viendo como se marchaba y con las llaves en mi mano. De repente sentí un dolor agudo en el estómago, tal vez esto significaba que había escogido a esa otra mujer sobre mí. De nuevo. Tomé por el mango las maletas y me dispuse a entrar de una al apartamento, haciendo caso omiso a Mónica que ahora estaba levantada y preparando algo de café en la cafetera, se giró para verme y se quedó helada con la taza de café en sus manos. --¿Va todo bien Em?—ella se acercó a mi lado con grandes zancadas y poniendo su mano en mi regazo—Te ves pálida—dijo de nuevo dejando de lado la taza de café. --Si—dije llevando las maletas a mi habitación y cerrando la puerta detrás de mí. Si esto iba a empeorar, no quería saber cómo. Solo me dejé caer en el respaldo de la cama con los cerrados y contando mis respiraciones. Mónica se asomó por la puerta a eso de las doce del día, con una bandeja con comida. Constaba de sopa de pollo, ensalada griega y un vaso de jugo de naranja. Ella se veía un poco maltrecha en realidad, pero por su expresión supe que tal vez yo estaba peor que ella. Tomé una cuchara y me llevé el primer sorbo de sopa a la boca. Ella me miraba cuidadosamente. --¿Estas bien?


Negué con la cabeza. ¿Cómo podía decirle que me había enamorado de mi jefe y el estaba saliendo con otra mujer? Mi garganta comenzó a cerrarse en cuanto terminé ese pensamiento. --¿Emily? ¿Qué va mal?— Ella intentaba sonar lo más comprensiva del mundo, pero la verdad, me hacía sentir como una niña pequeña que necesitaba atención. --No es nada, sigue durmiendo por favor-Asentí con la cabeza. --Vale—ella me dejo de lado para apoyar su mano en mi regazo. Nos mantuvimos en silencio un par de segundos antes que ella volviera a comentar algo.


10 Los siguientes días fueron de mal en peor, solo quería terminar mi trabajo en la oficina para irme a enterrar debajo de mis mantas en mi cama nuevamente, mi rutina era comer algo, ducharme, ir a trabajar y volver a casa a dormir, para luego volver a comenzar con la rutina de nuevo. El señor Cisneros tenía una reunión de empleados a eso de la diez de la mañana y yo como siempre, tenía que darle el reporte del día del acontecimiento en cuanto a mi proyecto de investigación. Caminé en dirección a su oficina y toda la sangre comenzó a drenarse de mi rostro. Toqué un par de veces antes de entrar a su oficina. El estaba pulcro y limpio al otro lado de la oficina, con su corbata desabrochada un poco y le colgaba en uno de los extremos de su cuello. Casi como perfectamente arreglado, el me miraba como si fuera la última chica a la cual querría en su oficina en estos momentos. Y justamente yo pensaba lo mismo. Dejó abajo su teléfono celular y me miró con mala cara. Sentí la necesidad extraña de excusarme y salir corriendo de la habitación. --Los reportes de la empresa para la investigación que manejo—dije mientras colocaba los documentos sobre la mesa antes de apartarme al otro lado de la oficina. Casi podía sentir el olor a libertad al otro lado de esa puerta, cuando él me miraba con mala cara. --Señorita Pérez, estos reportes están mal redactados y los gráficos en la página ochenta y tres están un poco equívocos---dijo casi en un tono presuntuoso y amargado. Eso era imposible, había revisado tres veces esos documentos y las cuentas estaban perfectas. El sabía que tan dedicada era con mi trabajo por lo que una alteración de ese tipo no había podido ser pasada por alto por alguien con personalidad tipo A como yo. El se mordía el labio inferior con suavidad.


--Disculpe mi error. Los revisaré nuevamente—dije antes de intentar quitarle los documentos de las manos. --Que no vuelva a ocurrir Ambos nos quedamos mirando fijamente por varios segundos y el no pudo aguantar la risa. --Lo lamento, es que eres adorable cuando te enfadas Emily --Eso es totalmente inapropiado señor Cisneros—le reprendí El frunció el ceño. --Por supuesto que no, somos amigos ¿no? --No lo somos—aclaré --¿A no? --No Me crucé de brazos antes de comenzar a dar zancadas fuera de esa oficina. El me detuvo con una de sus manos sobre mi cadera. --No te molestes Em, se que sientes algo por mí, y créeme es halagador viniendo de una mujer tan hermosa como tu. Pero Kristina y yo tenemos las mismas ambiciones— No podía creer lo que estaba escuchando. Mordí mi labio inferior con furia. --¿Y entonces porque me tienes sujetada por la cadera? ¿Por qué insististe tanto en ir a la casa de mi madre? ¿Y por qué siempre me miras como si me desearas?—tomé un par de respiraciones antes de continuar—Si no te intereso déjame ir y ya— El fruncía el ceño ante mí. --No puedo, quiero que seas mía Le aparté la mano de mi cadera con fuerza.


--No puedo ser suya, porque estoy saliendo con alguien más—dije mientras me atoraba con las palabras. Su rostro decayó inmediatamente y su mano pasó de mi cadera a sus bolsillos inmediatamente. --¿Con quién estas saliendo?—dijo en un tono bajo, casi primitivo. --No es de tu incumbencia, ahora déjame salir de la oficina o gritaré. Te juro que lo haré— El se apartó de mi frente dejándome salir y sentía que mi corazón golpeteaba con furia contra mi pecho, corrí por los pasillos hasta llegar al pequeño cafetín del lugar y me dejé caer contra una de las sillas de hierro del mismo. Mi corazón estaba más contraproducente que nunca. Sabía que le quería, sabía que quería que el fuere mío, pero no sabía porque le había mentido. No es que le debiera ninguna explicación a él. Pero igual me sentía mal conmigo misma, quería salir corriendo y encerrarme en mi habitación el resto de la tarde.

*** La hora del almuerzo vino de manera tan súbita que mis compañeras de oficina me tocaron la puerta del despacho y ni siquiera me había dado cuenta de la hora que era. Miré el reloj de pared y ya daban un poco más de la una de la tarde, Clara y Maritrini era empleadas del señor Cisneros casi a tiempo completo, y sentía en mis pesados hombros que no había pasado tiempo con ellas en años. Íbamos a almorzar en un pequeño café que quedaba cerca del edificio, al cual Maritrini había descubierto días atrás. Aún cuando las había visto en viernes, no hace más de dos días atrás. Clara llevaba el cabello recogido en una cola baja con una liga de color rosa y uniforme azul marino con tacones negros muy altos, no sabía como ella podía manejar semejantes tacones. En cambio Maritrini era más estrambótica, con su cabello rojizo y aretes de oro con pequeños diamantes en ellos, ella llevaba uniforme al igual que Clara solo que el de ella tenía una bufanda de color crema muy exquisita en su cuello.


Ambas eran totalmente simpáticas y amables, le guiñé un ojo al camarero cuando se acercó a tomar nuestras órdenes. --Buen día señoritas, ¿algo en especial para aperitivo? El camarero tendría no más de los treinta y jugaba con su barba mañanera sin afeitar mientras tomaba nuestras órdenes. Maritrini no podía dejar de echarle el ojo encima. Apenas se fue ella comenzó la charla. --¿Verdad que es muy mono?—dijo Maritrini mientras bebía un poco de su té verde helado con un pequeño sorbete y Clara entornó los ojos hacia mí. --Eres una enamoradiza Mari— Ambas reímos. No había compartido tanto con Maritrini, pero se veía que era alguien agradable al trato. Además que era muy hermosa. --No es mi culpa que los chicos lindos me rodeen—se defendió ella --Ah sí, claro—dijo Clara mientras rompía una bolsita de azúcar y la derramaba sobre su café negro lentamente--¿Cómo te fue con el jefe este fin de semana?— Maritrini había dejado ya su bebida en la mesa de nuevo. --¿Ustedes salieron? ¿Juntos?—exclamó ella en la mesa y las personas a nuestro alrededor se nos quedaron viendo un momento. --No, solo me dio la cola para Valencia para poder ver a mi madre—dije secándome el dorso de las manos con la falda. ¿Por qué hablar de él me ponía tan nerviosa? --No te creo—dijo ella entrecerrando los ojos ante mí. --Es cierto—dije de nuevo jugando con el borde de la servilleta de papel en mi mano. --¿Qué mas hicieron? Ambas se miraban con interrogante en sus ojos. Oh, rayos.


--Bueno, me acompañó hasta donde mi madre y compartimos un rato. Se encontró con su novia, la señorita Montes y luego me fui en taxi hasta el terminal—dije intentando controlar mi voz mientras hablaba. No quería sonar más patética de lo que ya me sentía. Clara dejó su baggel sobre el plato para pasarme la mano por encima de mi mano. --¿Estas bien?—dijo ella con obvia preocupación. --Eso creo— Ni siquiera yo me creía esa patraña. --Es un cretino— Maritrini de repente se había quedado muda en su asiento. Solo me miraba con sus ojos de corderito mientras subía y bajaba la cabeza para asentir cuando Clara necesitaba que alguien le afirmara sus palabras. Y yo….Solo quería correr en dirección contrario. ¿Desde cuándo mi vida se había vuelto tan complicada? --Estoy bien, de igual forma mi proyecto será avalado el día de mañana. No tendré que volver a ver al señor Cisneros aunque trabaje para él --¿Segura de eso? La mire con mala cara. --Por supuesto que sí— Ella se cruzo de brazos ante mí. --Si el señor Cisneros ayudo a que apruebes ese proyecto, me imagino que querrá hacerse cargo de eso—dijo Maritrini de nuevo mientras sorbía un poco de su bebida. --¿Cómo? Mi voz salió un poco temblorosa. Nunca pensé que esto iba a ser de esta manera.


--El señor Cisneros maneja cada uno de los proyectos de Cisneros Compañía. Su madre se encarga de todas las cosas como recursos humanos y demás, pero la parte administrativa, queda a su cargo—dijo Clara mientras me miraba fijamente a los ojos. Un mechón de su cabellera rubia cayó sobre su rostro, tapándole el mismo. --Nunca pensé en esa posibilidad—dije nuevamente mientras me mordía el labio inferior. --Pues es más que clara, yo que te lo digo— --Si no renuncio, debo soportar verlo siendo feliz con esa rubia. Y si me mantengo en mi puesto, podré realizar mi mayor meta a nivel personal y profesional—dije de nuevo mirando mis nudillos. ¿Desde cuándo una tenía que aguantar tantas cosas para conseguir un proyecto? Todas nos quedamos mirando la comida en nuestro frente mientras nos servían un poco más de bebidas en nuestras copas. Y el tiempo comenzó a transcurrir más de risa hasta que todas nos tuvimos que marchar cada una a su puesto del trabajo. Para mi mala suerte cuando llegué a mi escritorio me esperaba una nota que firmaba León Cisneros. “Ven a mi oficina, luego de tu almuerzo” Doblé el papelito y lo lancé a la cesta de basura camino a su oficina. Esto iba a ser todo, pensaba que renunciar era la única manera de deshacerme de él.


11 Su oficina siempre estaba impecable pero esta tarde estaba especialmente limpia, con un leve aroma a limón fresco y a toronja con canela. Delicioso. Me incorporé en una de las sillas a su lado con cuidado mientras él me miraba con sus ojos como platos evaluándome. Extendió una carpeta de manila con un sobre dentro con mucha delicadeza ante mí. Lo abrí con cuidado con un abre sobres y dejé de lado el sobre, miles de documentos aparecieron ante mí. Definitivamente esto significaba lo que creía que significaba. ¡Me habían aprobado el proyecto! Mi cara pasó del sobre a su rostro en cuestión de minutos. El me miraba con autosuficiencia a través de sus ojos por detrás de sus enormes pestañas largas. Y todo en mi piel comenzó a calentarse bajo su intensa mirada. --¿Es mi proyecto? El asintió con la cabeza. --No quiero que te vayas de la oficina con las manos vacías, Maritrini me ha contado de tu plan de dejar la empresa por lo que sucedió entre nosotros—dijo de nuevo mientras pasaba un pulgar por debajo del reborde de su labio inferior. ¿Maritrini era amiga del jefe? Sabía que era su empleada, pero nunca pensé que le iría con el chisme. Mordí mi labio inferior, esto es una mala situación. Planeaba irme por la puerta grande. Dejando el empleo y yéndome por la puerta de entrada con todo mi orgullo intacto. El me miraba con algo de furia en sus ojos. --¿Lo aceptaras o qué?—dijo con cierta petulancia en sus palabras. Me crucé de piernas preparándome para huir.


--No quiero nada de usted—dije con la mayor valentía que pude. --¿Cómo? Su cara cayó en picada en una depresión evidente. --Ya me escuchó, en la mañana recibirá la carta de despido voluntario no se preocupe—dije parándome de la silla e intentando salir por la puerta. --¡Emily! No me dejes por favor, se mía—dijo casi implorando mi nombre entre sus labios algo dentro de mí comenzó a calentarse. Emily. Su nombre en sus labios era la cosa más exquisita que había escuchado jamás. --No puedo, esto no es lo que yo quiero con mi vida. Tengo ambiciones diferentes y tu solo querría tener una novia trofeo como Kristina—dije de nuevo mientras me alejaba un poco de su cuerpo tan seductor y bien torneado, solo estar cerca de él me encendía como un fósforo. --Dejare a Kristina, te daré un aumento, solo por favor no me dejes— suplicó de nuevo—No sé cómo manejar esta situación, yo suelo manejarlo todo pero contigo todo es diferente. No puedo manipularte. Eres diferente a cualquier otra persona para mí, te quiero Emily Pérez. Te deseo desde que nos conocimos— Mi boca cayó en picada tan grande que solo esperaba que una mosca no entrara en ella en esos momentos. ¿El me deseaba? ¿A mí? Eso no tenía ningún sentido. Intenté alejarme de su cuerpo con violencia. Cuando unas manos grandes y fuertes se posaron sobre mis hombros impidiéndome salir por ella. Unos labios se posaron en mi nuca y el calor de su piel tuvo contacto con la mía y todo mi ser comenzó a temblar por la ansiedad. --Déjame ir—


Le presioné. --No te vayas Em, no me dejes de nuevo—su voz salió casi como una súplica y me sentí la peor persona del mundo por estar haciendo lo que estaba haciendo. Me presioné contra su calor y entreabrí mis labios para decir algo, algo que me permitiera alejarme de este hombre que ponía mi mundo de cabeza y me hacía sentir segura al mismo tiempo. Ese hombre, aunque nunca me había tocado intencionalmente, me había hecho fantasear con él de tantas maneras como me era posible en mis tiempos libres, era el mismo al que estaba a punto de dejar ser feliz con su novia y el mismo al que probablemente ya le había roto el corazón anteriormente. Me aferré a su mano que ahora recorría con velocidad mi espalda y entrelacé sus dedos con los míos para hacer que ellos jugaran una danza de la cual, nunca le había aprendido el ritmo, pero, sabía perfectamente que venía ahora. Me giré para verlo directamente a los ojos y le di un suave beso en los labios. El gimió por la sorpresa y gruño cuando me alejé de él. Pero sus ojos ahora eran feroces cuando me miraban. Mojé mis labios con saliva para poder armarme de valor e intenté conectar sus suaves dedos con el borde de mis labios de nuevo, pero, a pesar de todo lo maravilloso que había sido ese beso. Un leve golpe en la puerta a nuestras espaldas nos sacó de nuestro ensueño. --¿León? La voz aguda que ambos conocíamos atravesó mis tímpanos hasta que mi piel antes caliente se heló ante su contacto. Esto era todo. Mi romance con él había sido tan fugaz como la luz naranja del atardecer. --¿Por qué te vas?—dijo suavemente contra mi frente, sus labios contra mi piel de nuevo--¿No me recuerdas todavía? Tú y yo íbamos a permanecer juntos toda la vida, me lo prometiste Em— Su voz se rompió en la última frase. Me odié a mi misma inmediatamente. --Ayúdame a recordarte—dije de nuevo mientras me alejaba un poco ante su contacto. El me besaba con ferocidad contra la puerta y en un intento de


escaparme, me deslicé por debajo de su torso y toqué con delicadeza el pomo de la puerta. --Te quiero León, pero no eres lo que yo merezco. Merezco mucho más. A pesar de eso, te deseo lo mejor—dije con la mejor sonrisa falsa que pude. Volvieron a tocar cuando yo abrí la puerta con velocidad y escapé por el pasillo que daba con la escaleras de emergencia, allí el no iría tras de mí y lo sabía, más que todo por que la persona que estaba tocando la puerta era su novia Kristina y lo abrazó de tal manera que era imposible que se escapara de ese agarre tan fácilmente. Bajé las escaleras con rapidez para poder llegar hasta mi automóvil Patty. Encendí el ipod de mi auto, y puse la canción favorita de mi mejor amiga Mónica apenas encendí el reproductor, Best Of You de Foo Fighters. Me perdí en la carretera con el suave sonido de la música y el aire cálido de la tarde.

FIN


CONTINUARA

Emily Pérez intentará huir del seductor señor Cisneros, se cambiará de trabajo en una de los sectores que el señor Cisneros no manipula y este no la dejará ir tan fácilmente. Mónica por su lado tendrá al bebé y su novio volverá a intentar conquistarla, solo que ahora, no será tan fácil de conquistar. Miles de cosas peligrosas se aproximan a la vida de Emily, sobre todo, porque Kristina se encargara de hacerle la vida imposible a ella.


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