No hay un país, sector o institución, hospital o escuela, que esté exento de ser impactado por un evento generador de daños, sea este de origen natural o antrópico. Las pérdidas y el deterioro sufridos por los centros educativos no solo son en términos físicos o económicos si no también en términos sociales en función a las horas perdidas en el aula de clases y en la afectación socio-emocional que sufre la comunidad educativa, lo que en consecuencia disminuye la calidad de la educación en detrimento de la integridad del alumnado, personal docente y administrativo de las instituciones educativas. Esta afectación se produce incluso sin sufrir daños producto del impacto directo del evento, porque las escuelas son utilizadas como albergues, sin acudir la mayoría de las veces a estrategias que aseguren el resguardo del centro educativo y el restablecimiento rápido de estos a sus funciones.