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ROLLOS ROTOS CÉSAR GARZA 2014
Diseño de portada e ilustraciones: Sabrina Coco Diseño y maquetación de publicación: Nat Gaete Una publicación de Editorial Digital LetrasKiltras Todos los derechos reservados 2
TEXTOS
“Para mi escribir no es una cuestión de libre albedrío, es un acto de supervivencia” Paul Auster
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Una noche, casualmente, decidí escribir sobre tu cuerpo y mí índice llenó de palabras tu espalda. Al día siguiente, la vida me trató bien. Nunca te lo dije, soy lo suficientemente egoísta para negarte y negarme de ser necesario, para inventar historias sobre historias y fabricar verdades aunque se dificulte recordarlas con el transcurrir del tiempo. La escritura en tu cuerpo se volvió parte del ritual erótico, por supuesto que las escenas de “The Pilow Book” venían a mi memoria cuando pasé al siguiente nivel y una estilográfica te hacía cosquillas desde la nuca hasta la espalda baja. A diferencia de Nagiko que exigía a sus amantes escribir sobre su cuerpo, la obsesión de escribirte no solo a ti, sino sobre ti era enfermizamente mía. Después, cuando prácticamente el sueño te había vencido y nos enfrascábamos en los ritos del amor cobijados por un verano que en el norte de México dura siete meses, los símbolos se desvanecían dejando solamente esbozos de los deseos planteados y por supuesto las sábanas sucias. Me di cuenta que los textos plasmados en tu cuerpo eran poderosos solamente en tu espalda, intenté la magia en tu pecho, tu muslos, brazos y aún en las plantas de tus pies sin éxito. Solo tu espalda tenía el poder de fabricar el futuro, el tuyo, el mío, el nuestro. Descubrí además que las tareas más difíciles solo se cristalizaban a medida que la tinta permanecía más tiempo adherida a tu piel, me dediqué entonces a conseguir fórmulas especiales de adhesión prolongada, te aplique prácticamente todo lo que el mercado ofrecía sin importarme las eventuales reacciones alérgicas que de vez en cuando manifestabas. No entendías mi fijación entre tu cuerpo y los textos que nunca pudiste o te atreviste a leer, te hubieras dado cuenta que te tenía atada desde la primer consigna. Hoy, después de cuatro años de adicción, de sueños cumplidos, de autoestima dependiente, los espacios de tu espalda se han agotado y literalmente me doy cuenta que no puedo vivir sin ti, aprovecho el último resquicio a la altura de la tercera vértebra lumbar y me despido.
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BODY PAINTING
“Todos nuestros conocimientos nos vienen de las Sensaciones” Leonardo Da Vinci
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Me levanto temprano, tomo un baño y me enfrento como cada mañana conmigo mismo, reconozco la mirada, las ojeras, los labios, la cabeza rasurada, tomo la crema y el rastrillo dispuesto a preparar una mejor cara. Comienza el rito, me distraigo y corto un poco más de lo necesario, me concentro en el otro lado tratando de emparejar pero simplemente me paso. Lo interpreto como una señal y decido retirar todo, barba y bigote, la claridad de mi piel alrededor de mi boca se manifiesta. Enjuago mi rostro, me llega un flashback de "The Wall" donde el señor Floyd aparece sin cejas, en una rasurada total un tanto accidentada por cierto. Pienso emularlo mientras aún tengo el rastrillo en la mano, la escena entrando a la oficina sin pelos en la cara francamente me inhibe, sin embargo, con el resto del cuerpo, algo se podrá hacer. Entro a la regadera de nuevo, me enjabono y comienzo a retirar el vello de brazos, pecho y piernas, le llamo a Mayra, a pesar de su negativa y bajo amenaza de no pagarle, la convenzo para limpiar mi espalda, sufro dos o tres cortes pero quedo satisfecho, me siento ligero, aunque se que la pérdida de peso es marginal, lo que me quité de encima es más que pelo, si no puedo ser un lienzo nuevo, al menos quiero parecer uno limpio. Estamos como a 24, festejo que el ejercicio de hoy se realice en verano, el tema del festival es la violencia y las decisiones que nos condenan a ella, todas las manifestaciones serán efímeras, desechadas apenas sean presentadas, textos inéditos leídos y quemados, pinturas ahí realizadas e inmediatamente destruidas, los lienzos humanos trabajados y en el montaje de una represión militar lavados por chorros de agua mandando la pintura al carajo, va a estar intenso, a ver cómo nos va, al final se contará con un documental que seguramente sufrirá la misma suerte de la obra que atestigua. La soberbia no le permite al poder admitir sus errores. Ya estamos aquí, hombres y mujeres entre 40 y 50 años en un ejercicio que representa diferentes cosas para cada persona: liberación, exhibicionismo, reafirmación, experimentación o protesta. En lo particular pedí que en la experiencia del body painting me acompañara una mujer, de alguna manera, el ser tocado en todo tu cuerpo por otra persona, aunque sea a través de pinceles o brochas se vuelve un acto de intimidad, en mi caso el contacto deberá ser necesariamente femenino. Se llama Sofía, es estudiante de pintura en la Escuela de Arte del Estado, me quito la bata, un sentimiento de vergüenza enrojece mi rostro al mostrar mi cuerpo en una circunstancia diferente a la amatoria o a la vacacional, mi vientre abultado por los años y la grasa parece reclamarme el atrevimiento, ni hablar. Enciendo un cigarro mientras ella comienza a pasar una toalla húmeda por mi cuerpo, supongo que busca la mejor manera de adaptar su proyecto a mi persona. Cierro los ojos para no incomodarla mientras tarareo “Ruby Tuesday”… …She would never say where she came from. Yesterday don´t matter if it´s gone. While
the sun is brigth. Or the darkest nigth. No one knows. She comes and goes.
Sofía trabaja, en ciertas partes me dan cosquillas y no puedo reprimir el acto reflejo, me 9 7
pide no moverme, se da cuenta de mi rasurada de cuerpo entero y me agradece el haberlo retirado, dice que facilita su trabajo, le comenté la idea sobre mis cejas, me vio sorprendida, que extremo, dijo, que bueno que no lo hiciste, si, conteste.
Goodbye, Ruby tuesday. Who could hang a name on you?. When you change with every new day. Still Im gonna miss you. Hace calor y sudo un poco, la piel es irregular, percibo como en ciertas partes el palo con pelos no corre suavemente, me dices que la pintura es buena ya que cubre bien, el motivo central de la obra lo trabajas sobre mi pecho y brazo derecho, utilizas pinceles pequeños y muchos colores. Usas tus dedos para extender la pintura y me arrancas un escalofrío, has tocado una parte sensible, echaste a andar un metaprograma que acelera mi pulso. Dejo de tararear, instintivamente busco tus ojos sin encontrarlos, “Ruby Tuesday” se diluye en el olvido y nuestra relación se vuelve silenciosa, se ha generado una tensión involuntaria, al menos de mi parte que me hace retener la respiración, estoy como en trance, no puedo dejar de verte, sabes que te observo pero no volteas, buscas concentrarte, atenta, pintas una especie de espiral, la imagen me recuerda aquella serie de los 70´s, "El túnel del tiempo" que veía cuando era niño. Sigues concentrada, viendo mas allá de la obra, en lo que se convertirá, tratando de poner las líneas y los colores necesarios para llevarla a otro plano, a otro tiempo, uno que vive dentro de ti, te miro con insolencia, con descaro, algunos estamos dispuestos a asumir cualquier riesgo, miro a través de tus gafas de bajo aumento tus ojos y las bolsas que los soportan, tu entrecejo ceñido lo oculta parcialmente el armazón de tus lentes, viertes mas pintura en mi cuerpo, respiras lentamente, tu frente muestra algunas gotas, tu blusa manifiesta humedad en los espacios donde nacen tus brazos, te huelo, mujer, así, sin artificios. Por fin me enfrentas, uno, dos minutos, no sé, nuestros ojos se besan eternos sin importarles los testigos, retomas tu trabajo, observo tu pecho, sube y baja mientras pintas, tus senos apenas se insinúan, pequeños, se manifiestan discretos, sin pretensiones ni represiones, libres, poco a poco, tu respiración se acelera, como la mía, aparecen unas minúsculas gotas de sudor sobre tu labio superior, me descubro sediento, me dan ganas de beberte, sorbo a sorbo, degustarte, acabar contigo, cada gota, cada beso, cada color, cada sabor, cada pincelada, cada caricia, cada poro, cada temblor, cada contacto, cada espiral, cada mirada, insolente.
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LLUVIA
“Todo mi cuerpo en este Otoño se siente crepúsculo en la lluvia” Tagami Kikusha
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Te encontré, me encontraste, no importa, un día nos descubrimos caminando tomados de la mano en la vieja ciudad de hierro, los pasos terminaron por llevarnos a Chapultepec, a sus árboles y sombras. Un extraño temor a ellas te hacía caminar por los espacios irregulares de luz, como si el pisar las sombras fuera a marcar de alguna manera tu destino. Cuando el cielo emitió un rugido y súbitamente comenzó a llover, me sorprendiste con un grito de alegría, levantaste los brazos dando la bienvenida al Dios de los ancestros, uno que no es el tuyo pero que sin duda adoras, le sostuviste la mirada mientras purificaba tu rostro. Yo, por el contrario, en un acto reflejo de un hombre del desierto me metí bajo las hojas de un árbol como si temiera ser contaminado, manchado por una de las mayores bendiciones de la naturaleza. Mientras tu bailabas y yo me escondía, me vino a la memoria esa escena donde el protagonista está en medio de un aguacero y pretende cubrirse con una de esas hojas gigantes que hay en la selva, mientras un simio lo miraba extrañado, ¿cubrirse de qué?, ¿para qué?, tan es solo agua, fuente de vida. Me relajo y doy un paso, dos, diez hasta llegar a tu lado, me animo a levantar la mirada hacia esas nubes que pintaron de gris al cielo, pasan unos minutos, estoy empapado, tú sigues dando vueltas, bailando, no te importan las miradas curiosas de los pocos que con su paraguas pasan a tu alrededor, te ven como si estuvieras loca, no saben que simplemente eres feliz, hay tiempos en los que la felicidad suele confundirse con la locura y viceversa. Con cada vez menos testigos entramos a un prado, te quitas los tenis y echas a correr, contagiado por tu entusiasmo hago lo propio. Al quitarme las botas y los calcetines me saco un peso de encima, el de los prejuicios, sintiéndome de cinco años decido seguirte en una loca carrera como aquellas que narra Carlos Castaneda en su experiencia chamánica. Serpenteamos, derecha, izquierda, derecha nuevamente, brincos, maromas, el aguacero está en su etapa más violenta, después de media hora nos volvemos los únicos habitantes del parque. Por fin te alcanzo, estas jadeante, eufórica, te doy un beso grande y un abrazo fuerte, nuestros labios y lenguas inician un juego que enciende nuestros cuerpos, nuestras manos cobran vida, nuestros dedos desabrochan, las piernas tiemblan y ceden el peso que soportan para depositarlo en el jardín del castillo. Estamos solos, nuestro traje de agua disimula los sudores, en cierto momento me empujas con fuerza, tomas el control, me montas, me recibes, el pasto y la tierra cubren mi espalda, los pequeños guijarros dejan marcas en ella, mi perspectiva es sublime, tú, mujer, en primer plano bautizada por Cocijo, por Tafin, por Tzahui, por Tlaloc, no importa, cada uno de ellos te abraza, las nubes destellan y emiten rugidos ensordecedores. Es ahí, en el momento supremo de nuestros cuerpos, cuando el tuyo mágicamente pierde la solidez y se transforma en lluvia, agua caliente que se derrama sobre mi cuerpo.
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MADONNA
“Un cuadro debe ser pintado con el mismo sentimiento con que un criminal comete un crimen� Degas
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Si algo me gusta del Distrito Federal es su oferta para combatir al ocio, hay de todo, como corresponde a una de las más grandes urbes del mundo desde los tiempos de Marco Tulio Cicerón. El jueves me topé con una exposición de Edvard Munch, decidí conocerlo al recordar aquella frase suya donde se autodefinía como un diseccionador de almas. Arduo trabajo el suyo, la exposición, aunque breve, mostró obras interesantes, me impresionó fuertemente La Madonna, una obra rica en sensualidad, el tocado, la luminosidad del cuerpo, el fondo obscuro lleno de movimiento resaltando la silueta del personaje, ojos cerrados con círculos obscuros alrededor y un rostro que me resultó perturbadoramente conocido. Esa noche no pude dormir, la obra me persiguió durante horas y cuando al fin pude conciliar el sueño ya era hora de levantarme. La Madonna permaneció en mi memoria todo el viernes, no pude concentrarme en la reunión que había preparado con tanto ahínco, a tal grado que seguramente perdí la mejor cuenta de este año, no me importó, la obra de Munch se transformó en mi prioridad, debía descubrir a cuál de las mujeres que conozco evocaba, algo me decía que mi futuro dependía de ello. Por fin en casa, los 40°C combinados con una humedad del 83% pegan mi camisa al cuerpo, definitivamente un hombre de agua, sentencia que me han repetido todas las mujeres que he amado y que han descubierto como me derrito en los momentos donde se corona la intimidad. Aunque puedo vivir en cualquier sitio, el puerto siempre me ha llamado, necesito el calor, las sandalias, la ropa de manta, el sombrero y el habano que se han vuelto parte de mi personalidad, ya llevo acá 30 años, en este bendito malecón he conocido a más mujeres de las que puedo amar, he amado a más mujeres de las que puedo recordar y he terminado por recordar a más mujeres de las que en realidad he conocido. Llego al departamento que tengo en un quinceavo piso, me gusta dormir la siesta en esa hamaca que le compré a un hombre de 85 años y que me pidió que lo ayudara, que necesitaba vender, se llamaba Manuel, me conmovió y aunque no necesitaba hamaca alguna decidí comprar sin regatear, un hombre de 85 que sale a ganarse la vida como uno de 20, merece todo nuestro respeto. Esperanza, la mujer que me ayuda, no se encuentra, mejor, me gusta la soledad, es una chica extraña pero eficaz, tiene todo limpio, cuando me quedo en casa siempre hay comida, la ropa impecable y hasta en alguna ocasión que dormía la siesta, desnudo como siempre, estuvo conmigo persuadida por unas palabras que fingí no haber pronunciado y unos besos que también olvidé haber dado. El rito de las 5 da comienzo, enciendo el abanico de techo que es lo único que acepto como acondicionamiento ambiental dado el escaso ruido que produce, me quito la ropa que deposito en la silla de mimbre, me preparo un whisky doble y me recuestas en la hamaca, cierro los ojos y me propon17 15
go a escuchar el silencio que la tarde que un quinceavo piso te puede permitir. Mientras doy unos sorbos escucho a Esperanza que acaba de llegar. “Hola señor”, me dice, no me molesto en contestarle, siento como se ha quedado en la entrada de la habitación, se que le gusta observar mi desnudez, no me importa, ahora solo doy cabida a los sentidos del oído y del gusto, el silencio y el whisky. Un ligero vaivén me despierta, mi copa vacía yace en el piso. Esperanza, pegada al muro, es quien se encarga de mecerme, está frente a mí, se ha quitado la blusa, su mirada me busca, es como si quisiera asegurarse de que se que existe, pienso si valdrá la pena involucrarme una vez más en su locura, cierra sus ojos quedando de manifiesto sus grandes ojeras, un distintivo muy personal, me mece con la mano derecha mientras con la izquierda se acaricia, guardo silencio, siempre me ha gustado observar la transformación de los rostros producto de la autocomplacencia, la velocidad pendular alcanza su máximo en la altura más baja, recuerdo mis clases de física, voy rápido, me incomodo, le ordeno que pare pero ella responde con una risotada fuera de todo lugar, estoy confundido, la mujer está desquiciada, sus risas se han convertido en carcajadas y ahora mece la hamaca casi con furia, esa fuerza me ha llevado casi a topar con uno de los muros, en la reflexión sé que cuando la velocidad se vuelva cero y alcance la mayor altura, vendrá el movimiento en retroceso impulsado por la fuerza de gravedad sumada a la que imprima la propia Esperanza, seguramente me hará alcanzar el ventanal del muro contrario, asustado le grito que pare, deja de reír y se funde en lo que reconozco un espasmo, es entonces que la veo, el velo, los senos, el pelo, las ojeras, su sensual locura. La Madonna de Munch te saluda.
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VIENTO I
“Vivir es lo más raro de este mundo, pues la mayor parte de los hombres no hacemos otra cosa que existir” Oscar Wilde
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La carne, los tragos, la compañía, inmejorable, llegas a casa, te recuestas, intentas una lectura que no te atrapa, la gastritis te recuerda que todo exceso cobra sus facturas; dos horas después, ante la imposibilidad de conciliar el sueño, te incorporas, te sirves un coctel de bicarbonato y Omeprazol para calmar de una vez por todas el ardor en tu garganta, esófago y estómago. Son las 3 o 4, realmente tarde si tienes que checar a las 8 en la rutina de tu vida, no importa, ya dormirás, sientes ganas de tocar el aire, te vistes y coges tus llaves. Cobijado por una noche de luna nueva, la sacas a escondidas, en silencio, como si se tratara de una amante prohibida, casada, con hijos, buscas en su alforja, encuentras un trapo, retiras el polvo de su tanque, de sus espejos y direccionales, acaricias su escape pretendiendo que brille en una noche obscura. Descubres una silueta en la ventana del vecino, se ha de preguntar que haces a esta hora, no sabe que antes de montarla siempre la acaricias, es como un rito que practicas desde que la conoces, en el que platicas tus cosas, le compartes tus sentires antes de volverse uno y acompañarse. La enciendes, el suave ronroneo de los días se vuelve casi una estridencia a estas horas, te calzas los guantes y los lentes, metes primera y suavemente te adentras en la noche de tu día. Descubres en el retrovisor la silueta del vecino que te sigue, volviéndose cada vez más pequeña. Te gusta la noche, te atrae, desde niño, sus sonidos, sus misterios, sus historias, que algunas veces haz hecho tuyas, la luz incierta de la máquina no te permite ver los detalles del camino, no importa el hecho, te sientes un tanto a la deriva, te gusta, confías en tus instintos, a veces piensas que la máquina también tiene los suyos, en mas de una ocasión te has descubierto virando sin motivo para un segundo después pasar a lado de una coladera sin tapa, de esas que le roban al municipio por montones y que ninguna autoridad se le ocurre ir a buscar con los chatarreros, te sientes, guardando proporciones, como aquellas carreras de poder que los personajes de Castaneda emprendían en su aprendizaje del chamanismo en noches negras. Llegas al periférico, el tráfico a esta hora es casi en su totalidad de carga pesada, 90, 100, aceleras y rebasas uno, dos autos, 120, 130, dejas de observar el velocímetro para atender lo que puedas del camino y de los almas hermanas. La sientes vibrante, caliente, el poder de 1.200 centímetros cúbicos entre tus piernas, sin connotaciones sexuales por supuesto, te inclinas un poco para cortar el aire, subes un puente y percibes una parte de Torreón notablemente iluminada, con la velocidad, los puntos de luz dejan de serlo al adquirir un movimiento uniforme, coherente, casi sinfónico, todo es relativo. El viento acaricia tu cara, se mete por los huecos de la chamarra y queda atrapado en tu espalda, te sientes bien, libre, vivo, hay quienes viven su vida a cada momento, otros solo existen. Aceleras, la adrenalina es un magnífico estimulante, adictivo dicen algunos, intentas re21 19
basar a un Jetta negro, el conductor, al sentirte a su lado no lo permite y hunde su pie en el pedal derecho, siguen así 10, 15 segundos, los dos empecinados en llegar primero a cualquier lado, no importa, volteas un instante y sus miradas se cruzan, es una chica, te sorprendes, su reacción es muy de varones compitiendo, suben otro puente, 20, 30 segundos, el Jetta sigue a tu diestra, lo cruzan y se topan con una curva derecha, aceleras a tope, cuando sales de ella te encuentras con dos autos que bloquean la ruta, sueltas el acelerador, haces un cambio y frenas atrás y adelante, escuchas el chirrido del Jetta haciendo lo propio, percibes el olor a hule quemado producto de la fricción de las balatas y llantas con el asfalto, recuerdas el concepto de Inercia, las leyes físicas son inamovibles, inmisericordes, por algo las creó Dios, cierras los ojos.
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VIENTO II
“Mis decepciones me han precedido siempre” Cioran
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Fue un error, ya lo sabía, que caso tenía asegurarme de que existía otra persona en su vida, si todos los días del ultimo año se manifestaba de alguna manera, en su mirada ausente, en sus salidas furtivas, en su trabajo desmedido, en sus viajes, en su teléfono encriptado, en las llamadas de silencio, en los mensajes, en sus caricias desenfrenadas del principio, en su dolorosa inapetencia después. Acostar el Rey a tiempo siempre ha sido una decisión inteligente, hay ocasiones en que no tiene caso seguir en el juego, el tiempo solo alarga la agonía, hace las heridas y por consecuencia las cicatrices, más profundas. Mi sentido común me lo decía, hay alguien. Temo enfrentarlo y preguntarle, temo su respuesta. Debe ser cautivadora, inteligente, lo conozco, la juventud o la belleza son parámetros que para él están en un segundo plano. En eso es diferente a la mayoría de los hombres. Tal vez por eso no pude reprimir el impulso de conocerla, saber, ¿quién era?, ¿cómo lucía?, ¿por qué lo cautivaba? Cuando entró a bañarse sabía que saldría con cualquier pretexto, decidí seguirlo, tenía que conocerla. Por fortuna maneja despacio y la violencia que padecemos en el norte de México vacía las calles con la puesta de sol, fue fácil seguirle, en primera reacción respiré tranquila al ver que en la alameda recogía a Raúl, mi hermano, pero conociendo a Raúl y su adicción por las mujeres, decidí seguirlos, seguramente se encontrarían con algunas, el corazón me dio un vuelco cuando los vi entrar a un motel, solos. Regresé a casa, me serví un trago, luego otro, esperando, esperándote, no sé a qué, no sé porqué, soy una mujer fuerte que no está acostumbrada a llorar, pero hoy, lloré como nunca lo había hecho, lloré con la mirada, con las manos, con el cuerpo, con la boca, con la nariz, con los recuerdos, con las promesas, con los sueños, con los proyectos, con mis padres, ¿cómo competir con un varón?, Raúl, ¿Por qué? Son las 2 o 3, imposible dormir, necesito aire, tomo el Jetta, me enfilo hacia ningún sitio, derecha, izquierda, bulevares y calles, subo, bajo, abro las ventanas, el viento frío de la noche me reconforta, seca mi rostro, la estampa furtiva, permanece en mi memoria, tomo el periférico, necesito aire, acelero, rebaso uno, dos camiones, parece haber demasiados, 120, nada importa, hay sucesos que pueden cambiar una perspectiva de vida, 130, aparece en el retrovisor un motociclista, intenta el rebase, acelero, en esto si puedo competir, vamos parejos, volteo un instante, nuestros ojos se encuentran, es un hombre maduro que se sorprende al verme, vuelvo al camino mientras entramos a otro puente, al bajar viene una curva, seguimos en nuestra carrera la moto acelera y la toma primero, acelero a fondo, de pronto, no sé cómo, aparecen dos autos bloqueando el camino, camino, mientras freno con todas mis fuerzas veo como la gente de los autos sale corriendo, huele a quemado, la moto zigzaguea, se derrapa, intento esquivarla, no puedo, el auto brinca al embestirla, el muro de autos se acerca a 100, cierro los ojos, Dios, los sigo viendo entrando al motel.
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VIENTO III
“Si no peleas para acabar con la corrupción y la podredumbre, acabarás formando parte de ella” Joan Baez
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Mientras te bañas repasas el plan que preparaste para la inauguración, los proveedores, los amigos, la comida, la banda, la bebida y por supuesto las chavas. Te observas al espejo, te quitas los pelos que sombrean tu cara, te pones desodorante, pasas las manos por cara, cuello, pecho, estomago, nalgas y entrepierna con agua de lavanda, tu preferida. Te detienes frente al ropero, te decides por una camisa blanca, mezclilla, botas y saco azul. Termina por gustarte lo que proyectas, desde hace mucho entendiste que si pretendes ser amado, lo primero que debes hacer es amarte a ti mismo, con todo el compromiso que ello implica. Con el auto descompuesto, tuviste que invitar a tu cuñado, siempre está dispuesto a la fiesta, sin mi hermana por supuesto. Se nota que traen sus broncas, habrán de resolverlas, además, antes de ser mi cuñado fue mi amigo, los años terminan por reclamar sus lealtades. Te diriges a la alameda, ahí quedaron de verse, por fin llega. Al entrar al auto te reciben los sonidos de “I dont want to talk about it” de Rod Stewart, prendes un cigarro en un vehículo donde afortunadamente se permite hacerlo, si algo te molesta son esos sitios donde no puedes meterte el humo que requieres; desde hace mucho descubriste que la combinación de tus olores con lavanda y tabaco potencian tus feromonas, al menos eso te gusta pensar. En un País donde la Cultura de la Legalidad brilla por su ausencia, los derechos son violentados cotidianamente, impunemente, el diputado Calderas lo sabe, desde que tiene credencial para votar leyes ha inaugurado 5 moteles; está convencido que el brindar los espacios y ambientes adecuados para la práctica del amor furtivo es el mejor negocio. A ti te tocó engrasar la maquinaria municipal y organizar la fiesta. Invitaste a todos con quienes tuviste o con quienes habrás de tener contacto, los de obras públicas, tesorería, seguridad pública, alcoholes, alumbrado, limpieza, SIMAS, en fin, todos, la fiesta tiene como objetivo, aparte de la diversión, amarrar los lazos necesarios para asegurar la operatividad. Por fin llegan, lo has hecho muchas veces, entrar en moteles, aunque habrás de reconocer que esta es la primera que lo haces con otro hombre, un hecho que bajo otra circunstancia destruiría tu reputación. Existimos personas que lo único que tenemos es una reputación. Tu función no te permite divertirte como debieras, tienes que organizar todo, atender a los invitados, hacerlos sentir bien, que se diviertan. La banda es muy buena, especialista en rock de los ochentas, está dirigida a un público 29 27
que está en sus 40´s, las modelos y el Sr. Johnnie Walker son invitados especiales. El ambiente se prende al calor del rock y del alcohol, algunos se pierden en los espacios de nuestra celebración. Como en todas las fiestas memorables, llega el momento en que cada quien hace lo que quiere, el éxito está asegurado, los favores futuros también. Te llama tu cuñado, conectó con tres nenas y se trata de seguir la fiesta en el departamento de una de ellas, lejos de políticos obesos y aburridos. Calderas te da su anuencia y se retiran, son las 2, toman el periférico, hay poco tráfico, no sabes en qué momento se da el derrape y enseguida la colisión, mientras giran escuchas los gritos de todos confundiéndose con los tuyos. Ves pasar tu vida en un instante que en ese momento piensas será el último, cuando el auto por fin se detiene, respiras profundo y ayudas a las chicas a salir. Entras de nueva cuenta en un estado de excitación cuando percibes que tres luces van hacia ustedes a gran velocidad, de nueva cuenta los gritos, todos corren excepto tú, no puedes hacerlo, te has quedado anclado al sitio, como esos animales que son hipnotizados por las luz del cazador, una de las luces desparece en medio de los ruidos de los metales, las otras van directo a ti, entonces lo entiendes, tu arena se ha terminado, cierras lo ojos.
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VOLAR
“La vida es lo poco que nos sobra de la muerte” Walt Whitman
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Siempre que vas a volar te abraza la misma ansiedad, la noche previa no puedes dormir y tienes la sensación permanente de que algo se te olvida, lo que te obliga a repasar el contenido de tu mochila, de tu portafolio, de tus recuerdos, te descubres revisando tus cosas una y otra vez de manera casi enfermiza verificando el pasaporte, tarjetas, dinero. Te acomodas en el asiento, de un tiempo a la fecha te gusta la ventanilla, alguien te enseñó a mirar a través de ella, a descubrir la magnificencia de las nubes desde una perspectiva de altura, a intentar calcular su tamaño con ausencia de puntos de referencia, mirarlas desde arriba, intentando como siempre acomodarlas en algún patrón de tus recuerdos. Te despierta de tu ensueño la aeromoza, una morena de cabello rizado que te dio la bienvenida, cuando pasaste a su lado le regalaste un “merci” con la mejor de tus sonrisas, anuncia las salidas de emergencia, hace una breve demostración de cómo utilizar una máscara de oxigeno en caso de que se presente una pérdida de presión en la cabina, al mismo tiempo se transmite un video, la grabación muestra la salida de las máscaras y como los pasajeros deben ponérsela, primero los adultos, luego los chicos. Tu, que te sabes de memoria el discurso, ignoras al monitor y te concentras en ella, sus movimientos, sus brazos y manos, sus gestos, su profesional mirada viendo al fondo del pasillo, evitando engancharse con la tuya o con la de otros, que como tú, simplemente le quitan la ropa. Un pequeño de tal vez cinco años, sentado a tu lado, te separa de su madre, no deja de hablar, es su primer vuelo, las primeras experiencias siempre son memorables, no importa si son malas. Intentas recordarte a sus años, te transportas a la ciudad de México, en Santa María la Rivera, tu padre llegando a casa y tu corriendo a recibirlo, tu mirada se cruza con la madre del pequeño, seguramente estas sonriendo, ella te regresa el gesto. La morena indica donde se encuentran los chalecos salvavidas, explica como ponérselos, se inflan automáticamente nos dice, si eso no sucediera, hay un tubito y habrá que soplar. El avión toma pista, sientes la aceleración mientras imaginas la diferencia de velocidades y presiones de la parte superior e inferior de las alas lo que al final elevará la nave con todos nuestros kilos. La ansiedad que te producen los despegues y aterrizajes se manifiesta en el blanco de tus nudillos mientras clavas tus uñas en el brazo del asiento. Cuando por fin abres los ojos, te asomas y miras la ciudad, observas como los objetos se alejan y empequeñecen como los recuerdos de tu niñez. Aflojas el cuerpo y te desabrochas los zapatos. Abres el libro que tienes entre tus manos y te encuentras con una de esas frases que necesariamente requieren la reflexión: “Cuando una mujer se desnuda su rostro embellece”. Las letras de Fadanelli siempre tienen ese efecto en ti, tratas de recordar a todas aquellas que te han mostrado su cuerpo, no estás seguro de que la sentencia sea cierta, me parece que el tema del embellecimiento solo se da si está ligado al del amor, el efecto doble del que habla Paz.
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En algún momento te duermes. En tu miedo a volar el avión colapsa sobre el Atlántico, sientes los gritos, el caos, por alguna extraña circunstancia que solo se presenta en los sueños sobrevives al impacto, te asomas a tu ventanilla y te encuentras con el mar y la ausencia del ala, sabes que en cuestión de minutos la cabina se irá a pique, recuerdas la clase de la morena y sacas tu chaleco, te lo pones, jalas, no se infla el maldito, comienzas a creer que es tu mala suerte hasta que te percatas que todos tus vecinos sufren la misma decepción, todos habremos de soplar por nuestra vida, que los no muertos interpongan las demandas necesarias. El “gusta algo de tomar” te rescata del naufragio, la mujer del C pide un whisky, cuando la morena voltea hacia ti y está a punto de preguntarte lo mismo, te adelantas y le dices que quieres lo mismo que la dama, buscas leer en el rostro de tu vecina si entendió el verdadero sentido de la frase. Regreso a Fadanelli: “Se ama lo que no es evidente, lo oculto, lo que se puede contemplar una mañana de verano o una noche de marzo solo si se cuenta con un poco de suerte”. De nueva cuenta buscas la coincidencia de tu verdad en esas letras, es cierto que el misterio de lo oculto siempre ha cautivado a los hombres, también es cierto que habremos de apreciar en su justa dimensión aquellos momentos donde la belleza se desnuda ante nosotros, sin importar si es una noche de invierno o una mañana de octubre.. Pides otro whisky, te gusta desde que el ron te presentó a las agruras, cierras los ojos, piensas que 10 horas de vuelo son demasiadas para no intentar ligarte a la madre del “güerco”, recuerdas aquel filme que rompió paradigmas en el 74, donde sin mediar palabra, un hombre como tú, carga en vilo a Emmanuelle para hacerle el amor a 40.000 pies de altura. Se escucha un tronido, tu corazón responde a mil, la nave comienza a perder altura como si estuvieras en la montaña rusa de Chapultepec, hay un ruido agudo que envuelve la escena, supones que proviene de una de las turbinas, se escuchan gritos e imprecaciones, el niño despierta llorando, las máscaras caen, en tu fila, de tu lado, solo una, el niño y tu tendrán que arreglárselas para respirar, maldita mala suerte. Ajustas tu cinturón y tratas de acomodar tu pecho sobre tus piernas, el vientre no te lo permite. Volteas y ves a la mujer, también llora, tratas de imaginar porqué razón no cayó tu máscara, que los no muertos interpongan las demandas necesarias.
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RUEDAS
“Solo se vive el tiempo en que se ama” Claude A. Helvetius
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No sabes cuándo comenzaste a seguirla, un día simplemente se volvió parte de tu rutina, de tu existir, morías por que se cumpliera el tiempo en que sabías saldría a pasear, para tu fortuna, el patinar le representaba una especie de droga de la cual era adicta, no todas las adicciones lastiman. Tú, para poder estar a la altura, te hiciste de una bicicleta de montaña, al principio la seguías discretamente, a 20 o 30 metros, siempre zigzagueando atrás de ella, posteriormente fuiste ganando confianza y francamente le pasabas por la derecha, por la izquierda, ibas y venias, trazabas círculos en el asfalto teniéndola a ella como centro móvil, era como si la punta de un gran compás tuviera la vida propia descansando en las ruedas de sus patines mientras tú, que hacías las veces del carbón de ese compás, tratando de mantener la distancia concéntrica con el sujeto de tu deseo, dibujabas lo que las aves seguramente identificaban como los trazos de algo parecido a un caleidoscopio. Perfecto, aunque aún no habías cruzado palabra alguna con ella, su cercanía era suficiente para hacerte feliz, algún matemático de la vida te enseñó que una buena ecuación es aprender a disfrutar cada momento que nos toque atestiguar. Me gusta verte, estudiar tus movimientos e imaginar lo que técnicamente te hace falta para imprimir la aceleración y tomar una mayor velocidad, soy amigo del viento, en ocasiones, para sentirlo hay que correr. Por otro lado me encanta tu cadencia, esa manera de deslizarte sobre este asfalto caliente cual si de hielo se tratara, el recargar tu peso sobre una pierna para enseguida transferirlo a la otra mientras tus brazos se mueven rítmicamente ayudando en su sincronía al tema del equilibrio. Me gusta cómo te detienes en medio del camino a ver algún lagartijo o bicho hermano de estas tierras, me emociona tu capacidad de asombro ante las cosas simples de la vida, aquellas que son invisibles para la mayoría de los mortales. Cuanto daría por qué alguna vez me vieras al menos de esa manera. Me he hecho especialista en acrobacias sobre mi Alubike puedo rodar solo sobre cualquiera de mis ruedas, en la rampa de la universidad donde alguna vez hemos ido, me he animado a realizar el mortal que a todos emociona, excepto a ti, las audacias me han costado algunas caídas y huesos rotos, nada importante, pero a pesar de todo no logro tu mirada. Después de un año de soñarte, de seguirte, de ser ignorado sistemáticamente he decidido enfrentarte, me he ganado el derecho de plantarme frente a ti, obligarte a detenerte, robar la mirada que me has negado y decirte cuánto te amo y que te quiero cuidar por el resto de nuestras vidas. Me decido a esperarte en el parque, en el camino de la fuente que siempre sigues y que en su angostura, al estar yo ahí esperándote no te quedará más que enfrentarme, ahí vienes, reconozco tu silueta, el rítmico sonido de tus ruedas, me planto en la vereda,
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pongo la bici de lado para evitar cualquier intento de esquivarme, 30 metros, siento que me sudan las manos, como cuando tenía 14 y recibí mi primer beso, 20 metros, respiro profundo y trato de presentar la mejor de mis sonrisas aunque los nervios están a punto de traicionarme, 10 metros, me recompongo, me quito apresuradamente el casco y me paso la pañoleta por mi cabeza retirando el inevitable sudor del verano, 5 metros, sigues patinando sin bajar la velocidad, te grito que te detengas ante el temor de que en el contacto inminente te lastimes, pareces no escucharme, es como si tu foco de visión estuviera mas allá de mi persona, extiendo mis manos para atenuar el golpe, siento tu esencia en mis dedos, en mis palmas, en mis antebrazos, en mi pecho, en mi cabeza, en mi cuerpo, sorprendido alcanzo a ver cómo me atraviesas, un escalofrío me recorre la espalda, a la orilla de la vereda descubro una pequeña cruz de madera, con mi nombre en ella, entonces recuerdo, la caída y el golpe seco contra la base de la fuente.
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CAMPEONATO
“Winning is not a sometime thing, it is an all the time thing� Vince Lombardi
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No estaba en tus planes pero tu hermano te llama y te invita a la final, no hay excusa, cuenta con un boleto para ti. La tribuna impresionante, vestida de blanco y verde en colores, sonidos y sensaciones. La masa se comporta con una coherencia increíble, uno de esos extraños fenómenos donde todos somos uno y uno somos todos cual mosqueteros en tiempos de sobrepoblación. Cuando Jonathan, el portero rallado, despeja, el estadio ruge un “Puto” profundo, desgarrador de gargantas, pareciera el despertar de un personaje mitológico, de aquellos que mantuvieron a los griegos atormentados, como a los pueblos las religiones de todos los tiempos. El aire también parece colorearse, tomar cuerpo, la tierra de la Laguna le da la bienvenida al pastor y su rebaño, la adrenalina bendice comportamientos alejados de las convenciones, los aspavientos, los gritos y los gestos de otros se vuelven nuestros. 1 - 0, gol de Ludueña, el estadio se convulsiona, grita fuerte, adquiere un movimiento en cada una de sus células que acarician el sueño del campeonato. Con la ventaja cedemos el balón, estrategia que será aplaudida o recriminada dependiendo del resultado, como siempre cumplir la meta significa todo, sin importar los medios que utilizamos, triste certeza. ¿Cuántos de nosotros nos olvidamos de disfrutar el camino? Medio tiempo, las guerreritas bailan y engalanan lo que hasta el momento es un festejo, los hombres maduros babeamos mientras nuestras mujeres fingen no darse cuenta, entienden que son debilidades del género y en estas latitudes es mejor ignorarlas. Aparecen leyendas del dueño del capital: “Vamos por todo, no solo a jugar”, la sentencia tiene varias connotaciones. Los Black Berries inoperantes, los testimonios que queremos compartir habrán de esperar por mejores señales. Se reinicia el juego que está planteado para el contragolpe, los rayados encima, nos agobian, los errores también saben escribir historias. 2 -0, gol de Peralta. El estadio completo se manifiesta con todo su poder, cualquiera que no venga de verde se arruga. Llega el dos a uno cerca del final, jóvenes azules en la tribuna lo celebran, la cerveza les hace olvidar donde se encuentran, se descomponen y en un comportamiento irracio-
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nal retan a los locales, cuento hasta diez, un brother tiene menos paciencia, los encara, y abiertamente los enfrenta, están ebrios pero no son estúpidos para llegar a las manos, buena decisión. Se termina, somos campeones, recuerdo a Lombardi, en una serie donde cayeron los casi mitos, abandonamos los segundos lugares, vencimos a los regios por partida doble si contamos a los tigres y refrendamos un liderazgo de toda una temporada. Imagino. Pienso en mi comarca, siento sus calles tomadas por su gente, con sus banderas, gritos, bocinas, eufóricos, sintonizados, hay tan pocas cosas que celebrar en esta región, que lo que sucedió esta noche adquiere dimensiones excepcionales. Nos encaminamos al bar del estadio, somos los primeros en llegar, nos adueñamos de un espacio mientras pedimos los tragos de rigor. Celebramos. Detectas a una mujer sola, rubia, hermosa, besa un whisky, sopesas si el alcohol te hace sobrevalorar, decides que no, pasea sus ojos verdes de un lado a otro, espera a alguien, mides el terreno, viejo lobo, despierta tu apetito. Un sonido electrónico emborracha el ambiente, el espacio se viste de jóvenes envueltos en banderas o playeras verdes y blancas, colores que llevamos muy adentro, especialmente esta noche, cualquiera de ellos podría ser tu hijo o tu hija. Te preguntas en qué momento los hombres nos alejamos del buen rock o blues o jazz para escuchar sonidos robóticos, predecibles, que pareciera fueron diseñados para autómatas. Tus ojos se encuentran con la rubia, das otro trago, decides lanzarte, apenas comienzas el verbo cuando un guarro te empuja de manera violenta, en un flashazo recuerdas El amante de Janis Joplin, aquella novela donde el protagonista se mete con una mujer “apartada” por el narco del pueblo, bad choice. En un acto reflejo del Tae de tu juventud levantas la pierna, solo para enfrentar un puño vestido con manopla de fierro. Te derrumbas, todo se nubla, sientes la sangre surgir de tu nariz y boca, escupes lo que sabes que son dos o más dientes, intentas levantarte cuando otro golpe en tu cabeza te lanza al suelo, el bar a girado 90ª grados, los autómatas parecen no darse cuenta, alcanzas a ver una bandera ondeando, somos campeones.
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SOSA
“En la lucha entre uno y el mundo, hay que estar de parte del mundo” Franz Kafka
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Te despiertas, un casi extraño te regresa la mirada frente al espejo, a pesar de lo irónico que le pueda sonar a tu calvicie, estas despeinado, los cabellos de tu diestra, se encuentran aplastados en comparación con los de la siniestra. La barba de cinco días te da un aspecto cansado, parece que el whisky te pasa su factura, terminas pagando los tragos por partida doble, con plata y salud. A tus ojos parece cubrirlos una capa de humedad que te dificulta el enfoque, principalmente el de tu vida. Decides bañarte, retirarte los olores del Cohiba, quitarte el aroma de una mujer cuyo rostro has olvidado y cuyo nombre solo habrás de recordar si ella lo menciona. Abres la fría, que otra se puede abrir en una mañana de 33 grados en el Norte de México, en medio de una de las sequías más crudas de la historia. Vuelves al espejo, aunque te has refrescado te sigues viendo jodido, las crudas arriba de los 50 tienen un efecto devastador, te vistes con uno de tus pantalones peruanos que tanto te gustan y cualquiera de tus playeras negras, esas te gustan todas, cada una encierra una historia, un sitio, una circunstancia, un concierto, una mujer. Tomas un pan y un vaso de leche, te dan nauseas, vomitas, te metes un enjuague bucal y su sabor llama a las arcadas de nuevo, lo que necesitas es una cerveza, te enfilas a La Sevillana, el bar de Víctor, por alguna razón tienes la esperanza de que esté abierto y que tengan algo de la paella que prepara Josué, con una cerveza claro, a eso vas. Almuerzas, te sientes un poco mejor aunque te sigas viendo del carajo, decides visitar al señor Sosa, el viejo tiene toda su vida peluqueando a los hombres de La Laguna, te gusta visitarlo y escuchar sus historias. Hace pasar su máquina por tu cabeza, recorta todos tus cabellos dejándolos más o menos del mismo tamaño, te preguntas cuando le pedirás que finalmente te rasure el cráneo, no te decides porque sabes que será como casarse con la navaja, deberás amarla a tiempos regulares, incorporarás a tu vida una nueva rutina que probablemente habrás de odiar, como te ha pasado tantas veces. Decides que aún no ha llegado ese momento. Se dispone a lavar tu cabeza, ajusta la temperatura, te recuesta, te masajea, como siempre cierras los ojos, te duermes uno o dos minutos, te despiertas de ese micro sueño breve y reparador, cuando una brocha de cerdas suaves pinta tu cara de espuma, la distribuye en todos los espacios que se habrán de limpiar, con sus dedos alcanza la piel entre tu labio inferior y el candado de tu barba, llegando a aquellos sitios donde la brocha no funciona. Pone sobre tu rostro una toalla caliente, das un respingo mientras las manos del peluquero la sostienen con firmeza, sientes tu cara roja, imaginas la dilatación de tus poros como abriéndose a la vida, soltando un poco las ataduras del rostro. Retira la toalla solo para poner de nueva cuenta otra más que ya tenía preparada, el choque térmico en esta ocasión es menor por lo que tu piel no protesta y terminas por relajarte, retira la toalla y sientes como la navaja se resbala por tus mejillas hasta llegar a la frontera de tu cuello retirando la espuma, recuerdas tu reflejo de la mañana, esperas
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haberlo ayudado un poco. El maestro se concentra en tu candado, busca la simetría que los cánones dictan, pasea la navaja por tu cuello, sube y baja con extremo cuidado. Una detonación que proviene de la calle nos hace brincar a todos, parece que algún malo lanzó una granada a una patrulla, se rompieron algunos cristales, la gente sale a ver qué pasa, te incorporas, ves que el señor Sosa te observa asustado, está manchado de rojo, tu primer pensamiento es que lo ha alcanzado alguna esquirla, te fijas en su mano y navaja, están cubiertas de sangre, entonces entiendes, algo caliente te brota del cuello, a tus ojos parece cubrirlos una capa de humedad que te dificulta el enfoque, estas mareado.
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NAUFRAGIO
“Ha llegado la hora de buscar a los perdidos” Nietzsche
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Cenamos, fumamos, bebemos, bailamos, platicamos, nos acariciamos, con la mirada, con las manos, con las palabras. “Ven mami, esta es la primera noche del resto de nuestras vidas” te digo mientras te abrazo fuerte, como lo haría un oso domesticado, casi hasta sofocarte sin importarme estar en medio de una pista atestada de gente extraña, tal vez por eso no me importa, es casi como estar solos, una chica sentada en la barra es la única que parece percibirnos, nos olvidamos del pudor, una de las ventajas de ser nadie es que te vuelves invisible, te susurro algo al oído cuando viene el estruendo, un ruido fuerte, seco, lleno de ecos que cambian de tono y frecuencia a medida que el metal del casco sucumbe para dar paso, inmisericorde, al frío mar del mediterráneo. El miedo a lo desconocido hace presa de algunos, muchos se dirigen a la salida del salón, pero son tantos que aquello se vuelve peligroso, una anciana cae y nadie parece darse cuenta, te veo a los ojos y te digo que es mejor esperar a que la gente se calme, que aquello se descongestione un poco. Súbitamente el piso comienza a inclinarse, 40, 50 grados, me doy cuenta que tomé una mala decisión, caemos, te suelto y me aterra el perderte, rodamos, todos, a babor o estribor, no importa, junto con las copas y platos de las mesas, nos quedamos a obscuras, imagino la salida del generador diesel y el intento fallido del sistema de transferencia para poner en servicio el de respaldo, esto sucede cuando la contingencia es común para todos, le echo la culpa de esta obscuridad absoluta al factor inclinación, seguramente ningún diseño de sistemas de energía considera esta circunstancia como operable. Sobrevienen los gritos de la gente llamando a los suyos, peleando por hacerse oír. En una imagen inverosímil, recuerdo a los vendedores de la calle de Moneda en la ciudad de México, donde el reto es gritar más fuerte que el de al lado. Como si la venta dependiera de ello y no del producto o del precio. Dos mil personas asustadas, muchas gritando en lenguas que no entiendo, en otra asociación extraña, tal vez producto del whisky me veo en la Babilonia de antes construyendo una torre que deberá alcanzar el cielo, confundido, regreso, me encuentro a obscuras en algún piso de un barco que se está yendo al carajo con todo y sus 80.000 toneladas. Es difícil ponerse de pie en un espacio inclinado, los zapatos no ayudan, los líquidos vertidos en el piso tampoco. Algunos me jalan buscando apoyo y yo, egoísta, me zafo, solo me importas tú. Te busco a tientas, entre brazos, piernas, manos, cabezas, al fin te encuentro, te reconozco, esa mano tantas veces besada me llama, te jalo fuerte hacia mí. “Mami -te digo- no tengas miedo”, eso me toca a mí, pienso. Como puedo avanzamos entre cuerpos y jalones hacia donde supongo está la salida, algunos alumbran con celulares, otros con encendedores, yo no tengo luz a la mano, solo la firme convicción de sacarte de ahí. Cuando el pánico invade a los hombres se pierden todos los principios de civilidad, en minutos las dos mil almas atrapadas habremos de demostrar, una vez más, de lo que los seres humanos somos capaces ante la encrucijada de la muerte. 49 47
Avanzo, 20, 30, 40, metros, minutos. Empujo, jalo, pisoteo, blasfemo, golpeo, grito, avanzo, poco a poco, tortuosamente, pero avanzo, vas detrás de mí, tu aliento casi en mi nuca, aunque no emites palabra, te siento cerca, respondes a cualquier estímulo, derecha, izquierda, abajo, en esta lucha por salir de un manicomio in crescendo, el barco se inclina un poco más. Nunca como ahora comprendo esa frase de "Sálvese el que pueda", el ser humano al natural, mezquino, donde el instinto más animal, con todo respeto para los animales, nos domina y hace que olvidemos los valores que hemos cultivado a lo largo de nuestras vidas. Encuentro una puerta, un pasillo, otra puerta. Por fin, sudoroso, agotado, vislumbro la salida a uno de los pasillos que dan a cubierta, la luz de la luna me reconforta, busco tu rostro dispuesto a darte un abrazo pero no eres tú, la mujer que he traído a cuestas durante la última hora no eres tú, comienzo a llorar como un bebé mientras la chica de la barra que nos veía bailar sonríe y me agradece a su manera, a señas.
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ZEPPELIN
“El placer pasivo no es placer en absoluto” Artur Adamov
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Llegaste puntual como siempre, lanzaste tus llaves sobre la mesa, a pesar del frío te quitaste el abrigo y mientras lo colgabas me pediste un whisky con urgencia, algo te había contrariado, te lo serví de inmediato con dos hielos y mineral, como te gusta, el mío en las rocas, doble para calmar el frío que la noche y tu actitud de guerra me habían estampado. Te serví, me senté frente a ti, los dos metros que nos separaban parecían kilómetros mientras el silencio nos envolvía, bebías, ensimismada en tus pensares, encendí un suspiro y traté de imaginar lo que te pasaba, establecí cuatro o cinco variantes de tu historia, cuando abandonaste al vaso, lo tomé y te serví nuevamente, las palabras nos habían abandonado; después de la tercera copa, por fin te dignaste a verme, agradeciste sin palabras el silencio solidario, la ausencia de preguntas y encendiste un Cohiba, siempre te ha gustado el tabaco fuerte, sin filtros, degustas el humo, la paseas por tu boca, casi cruzando la frontera que sin retorno lo llevaría a tus pulmones, lo retienes, lo abandonas lentamente, caprichosas figuras se forman teniendo tus labios como fuente, como aquella lámpara, que al ser frotada, hacía que se apareciera un genio entre volutas de humo, historia que entre muchas curó a un rey de su afición por desvirgar a su esposa cada día. Percibí que te relajabas cuando suavizaste el entrecejo, preparé otros tragos y encendí el estéreo, bajito, apenas un susurro, nos sorprendió Floyd.
So, so you think you can tell... Heaven from hell... Blue skies from pain... Can you tell a green field... From a cold steel rail?... A smile from a veil?... Do you think you can tell? El habano se había consumido, te quitaste los zapatos, me gustan tus pies, pequeños, aunque estén peleados con el césped y con la arena principalmente, no saben lo que se pierden, algún día habrán de superarlo, hay fijaciones que nos hacen perdernos la sal de la tierra.
We are just two lost souls... Swiming in a fish bowl... Year after year...Running over the same old ground...What have we found?... The same old fears...Wish you were here. En algún momento te incorporaste, tenías los ojos cerrados y comenzaste a balancearte al ritmo de la música, entre el humo del tabaco, me incorporé, te tomé del talle y seguí tus pasos suavemente, Wish you were here. Subí el volumen al tope, el Rock merece respeto.
This is the end... Beautiful friend... This is the end... My only friend... The end. Sí, Morrisson despertando de un sueño de 40 años, encendía el ambiente, te movías sin inhibiciones, me recordaste la escena que dirigió Oliver Stone donde el Rey Lagarto danza como aquellos ancestros del norte de América que fueron aniquilados al defender su cultura. 53 51
No safety or surprise, the end...I´ll never look in to your eyes, again. Así, más que bailando, danzando, tú y yo, en un rito liberador, descalzos, en comunión con las vibraciones vueltas sonido, sintiendo el suelo frío.
The end of laughter and soft lies... the end of nights we tried to die...this is the end. Decides quitarte la falda mientras el maestro Dylan nos ataca:
Mama, put my guns in the ground... I can´t shoot them anymore... That long black cloud is comin´ down... I feel like I´m knockin´ on heaven´s door. Abro mi camisa y te muestro por enésima ocasión las ocho cicatrices que firman mi pecho y que tus labios han acariciado, desde el primer momento en que nos conocimos en algún asiento trasero.
Knock, knock, kcnockin´on heaven´s door. La música nos baña, los Stones, Knoplfer, Cocker, Chicago, Credence, Beatles, Zeppelin. poco a poco, con cada rola nos regalamos mas de nuestras pieles mientras las prendas van coloreando el piso, en las rolas mas prendidas brincamos frenéticos, sudando y de vez en vez nos abrazamos sintiendo el agitado latir de nuestros corazones. Durante esos abrazos, cuando Eros se hace presente, me separo de ti, si algo nos ha enseñado la madurez, es que no hay porque apresurar los encuentros, hay que darles su tiempo, cultivarlos, esperar que los cuerpos y sobre todo las mentes estén lo suficientemente compenetradas, para entrarle sin temores, sin protocolos, sin promesas, plenos, profundos, contundentes.
There´s a lady who´s sure, all the glitters is gold and she´s buying the stairway to heaven. Donde las palabras fluyan incontrolables de uno a otro, del otro a uno, jugando, contando, imaginando, fantaseando, tejiendo, soñando, moldeando, esculpiendo, pintando, dibujando, escribiendo, leyendo, creando.
There´s a sign on the wall, but she wants to be sure, ´couse you know sometimes words have two meanings. Besando, hablando, murmurando, recitando, contando, insultando, mascullando, succionando, lamiendo, sonriendo, saboreando, mordiendo, gimiendo, gritando, chupando, mojando.
There´s a feeling I get, when I look to the south and my spirit is crying for leaving... In my thoughts I have seen rings of smoke through the trees, and the voices of those who stand looking. 54 52
Delineando, toqueteando, pellizcando, tocando, acariciando, apretando, araĂąando, abrazando, rasgando, esperando, frotando, soltando, excitando, parando, humedeciendo, endureciendo, lubricando.
And if you listen very hard... The tune will come to you at last... When all is one and one is all... To be a rock and not to roll. Horadando, penetrando, entrando, hundiendo, abriendo, saliendo, rompiendo, explotando, muriendo, extraviando, liberando, resurgiendo, viniendo, sudando, agitando, viendo, oyendo, sintiendo, reviviendo, amando, temblando, sollozando, olvidando, llorando y tambiĂŠn riendo.
And she´s buying a stairway to heaven.
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LA BIZANTINA
“Un caballero se avergüenza que sus palabras sean mejor que sus hechos” Miguel de Cervantes Saavedra
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Estoy cansado, entro a la Bizantina, esperando que un cigarrillo y un café me relajen contra toda probabilidad científica, si eso no funciona, recurriré al Buchanan de rigor, ese no falla, aunque por la noche los jugos gástricos (parafraseando al sueco de Sven en una connotación hermana) literalmente me partan la madre. Me gusta el lugar, una casona de mediados del XX donde cada cuarto es un sitio del que puedes adueñarte, tirarte en un rincón y sacar tu libro en lo que el cafecito hace de las suyas, me gustan sus puertas, viejas, de madera firmada por el tiempo, con tierra en cada uno de sus intersticios, me gustan las obras que entre el dueño y su camarilla exhiben, rompiendo los esquemas, experimentando, rozando la delgada línea entre lo que conmueve y lo que resulta demasiado, aún para el más avezado amigo de la morfina. El sitio está casi vacío, veo a un par de niños que aprovechan el cuarto del faje para tocarse a su gusto, el requisito para estar en esa sala es entrar acompañado, no importa por quien, ni su sexo, ni su edad, lo único que no admiten es fornicar. Me instalo en un rincón a un lado del baño donde me espera un almohadón con una lámpara que arroja una lucecilla que me permitirá avanzarle al libro en turno, cuando me traen el café descubro al fondo de la habitación, en la parte oscura, el brillo del cigarrillo que crece y disminuye al ritmo de la chupada, está frente a mí y me doy cuenta que soy lo que se dice un blanco fácil, mi falo de luz apenas alumbra el texto y extraño mis anteojos. El pudor es cuestión de alumbrado” según Fuentes, de testigos, diría Andrés o mejor aún, de conocidos diría yo, me visualizo en una playa nudista en Ibiza y me convenzo de nuevo. Ya me cansé de leer, sin los malditos lentes no duro más de una hora, claro que hay otros factores como la iluminación, el tamaño de letra, la tipografía, el contraste con el papel, el movimiento, pero el más importante de todos y no nos hagamos pendejos es la edad, en ese sentido es de humanos sentirnos iguales, como si el tiempo no pasara, pero en los trances de soledad es cuando el cuadro se rompe, nos escupe a la cara y en un momento nos percatamos de las marcas de la vida a lo largo de nuestra frente, alrededor de los ojos y de nuestra boca, como siempre, el problema no es estar, sino sentirse viejo. El café está delicioso, la música sabrosita y el cigarro del fondo que sigue delineando siluetas en su viaje del cenicero a los labios, ¿cómo serán?, me gusta jugar, trato de imaginar las posibles opciones y las historias que puedan desencadenar cada una de ellas. - Es una mujer en sus 40s que quiere hacer los que no hizo en sus 20s, en automático me acuerdo de aquella rola de Amparo Ochoa donde termina con “más vale vivir llorando, que morir y sin saber cuándo.” - Es una mujer en sus 20s, fumando compulsivamente al descubrirse embarazada sin tener la certeza de quien pueda ser el padre, aunque sabe que el cigarro no es conveniente en su estado, poco le importa pues tiene decidido deshacerse del feto, sin embargo, tiene los ojos hinchados, el mito de la madre tiene su peso. 59 57
- Es un hombre esperando impacientemente a su mujer, alguien le dijo que acostumbra a verse con su vecina en el socorrido cuarto del faje y espera sorprenderla, anhela sorprenderla, la táctica es la sorpresa e indignación, la estrategia sin embargo (¿Mario?) apunta a besar sin miramientos a la vecina mientras penetra a su mujer o viceversa, que no es lo mismo, pero es igual. (¿Silvio?) - Se trata de un chavo, con el conflicto de haberse enamorado de su tía, aquella que lo alimentó mientras su madre trabajaba, la que siguió bañándolo a los 12, la que le provocó su primera erección siendo un niño, como en aquella novela de Vargas Llosa; la que lo masturbó mientras le leía un texto de la Pizarnik, la que hizo de los encuentros sexuales todo un rito donde los detalles eran lo más importante para lograr su satisfacción, en fin, aquella que lo arropó, que le dio confianza y lo hizo hombre demasiado temprano, demasiado diferente y para su desgracia, demasiado solitario. Estoy por plantear mi siguiente hipótesis cuando el cigarro se acerca, siempre me emociona ver cuál de las opciones es la más cercana. Se trata de una mujer de edad indefinible, distingo una palidez extrema, enfermiza, flacucha, de lacios cabellos y andar nervioso, pasa a mi lado y me dirige una mirada breve mientras da una chupada antes de lanzarme un escupitajo en medio del humo exhalado que cae en mi libro abierto, no alcanzo a encabronarme cuando se mete al baño y me pregunto si la conozco, de dónde la conozco, ¿Que mosca le picó a esta pinche vieja?, no termino de limpiar mi libro cuando un recuerdo me sorprende, Laura, la esquelética de la secundaria, era huérfana, me parece, recuerdo aquella tarde cuando al perder una apuesta con los cuates la seduje, es fácil enamorar a una chica solitaria que vive con su abuela, la broma llegó demasiado lejos cuando la desvirgué mientras los amigos observaban y posteriormente, se encargaron de que toda la escuela se enterara, no es algo de lo que me enorgullezca, carajo, solo tenía 14, dejó la escuela y nunca más supimos de ella, llegué a extrañar ese andar nervioso por los pasillos solitarios, era la primera en llegar y la última en irse a casa, por alguna razón me atraía aunque nunca lo dije. Es ella, al fin tendré la oportunidad de disculparme, siempre cargaremos con las acciones vergonzosas hasta que las enfrentemos, una morena pretende utilizar el baño pero Laura no abre, pasan 20 minutos mientras imagino la manera de abordarla, reinicio el juego, me gusta imaginar las posibles opciones y las historias que puedan desencadenar cada una de ellas, eso ya lo sabemos, en todas salgo raspado, no es para menos, pero al fin podré abordar ciertos temas con un poco de menos culpa. Llega la dueña del café, mete la llave y abre la puerta, solo alcanzo a escuchar el grito de la morena y a vislumbrar una jeringa en el suelo junto al cuerpo de Laura, la cabeza queda en mi ángulo de visión y definitivamente reconozco esos cabellos lacios pegados a la cara, los ojos abiertos y dilatados no dejan de mirarme, me falta el aire, no puedo reprimir el vómito sobre “La región más transparente”, la escena se nubla y me descubro llorando al reencontrar a mi primer amor y a su desprecio, el último día de su vida.
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OSCURIDAD
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Una persiana de luces te acompaña en tu trayecto al quirófano, es el efecto de las lámparas en el pasillo, reflexionas. La luminosa y fría sala te recibe, notas surrealistas depósitos para los desechos, estómago, pulmones, corazón. Imposible, asumes que es el efecto del somnífero, una voz femenina te dice “todo saldrá bien”, sientes cuando un nuevo líquido entra en tu sangre; en el breve segundo que te queda de conciencia, volteas tu rostro, en un cristal percibes el reflejo de la doctora, un escalofrío recorre tu médula cuando la reconoces, ausente de labios y con una oscuridad profunda en las cuencas de sus ojos. 62 60
ACERCA DEL AUTOR
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César Garza, nace en Torreón Coahuila, México en 1962, cuando a los 5 años aprendió a leer y finalmente pudo descifrar los caracteres de una historieta, entendió que las letras serían sus compañeras de toda la vida. Conoce el Amor a los 14 cuando al estar cerca de una chica se da cuenta que el pulso se le acelera y la palabra lo abandona, a ella la apodaban “la carnicera”, apelativo que siempre le causó cierta aprensión, hasta que se enteró que el padre efectivamente tenía una carnicería, lo cual le devolvió la tranquilidad. Cuando se gradúa de Ingeniero, su madre se puso contenta, al terminar su maestría su madre se puso mucho más contenta todavía, pero al iniciar el doctorado con medio siglo a cuestas, la madre daba gracias a Dios, a la virgen de Guadalupe y a San Martín de Porres por haberla bendecido con un hijo tan estudioso. Tiene dos hijos, uno de ellos estudioso de la música que alcanza a elevar el espíritu del padre cuando interpreta La Catedral de Agustín Barrios Mangoré, el otro, con una carga genética soportada en las ciencias, ha terminado una maestría en robótica por lo que su padre está contento y su abuela, eufórica, está a punto de irse de rodillas a la Villa con una penca de nopal colgada de la espalda como marca la tradición. Cuando la empresa donde trabaja arranca una estrategia para determinar las habilidades y competencias de sus trabajadores, se ve sometido al test Benzinger, Birkman, 360 y otros, los resultados de alguna manera explican el porqué de tarde en tarde, de vez en vez, se sienta a escribir.
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ÍNDICE Textos 1 Body painting 5 Lluvia 9 Madonna 13 Viento I 17 Viento II 21 Viento III 25 Volar 29 Ruedas 33 Campeonato 37 Sosa 41 Naufragio 45 Zeppelin 49 La bizantina 55 Oscuridad 59 Acerca del autor 61 Índice 65
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ROLLOS ROTOS CÉSAR GARZA 2014
Una publicación de LetrasKiltras Ars longa, vita brevis
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