Letras Salvajes #15

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LETRAS SALVAJES Revista de Literatura, Arte y Pensamiento de alta velocidad Editor: Alberto Martínez-Márquez

Nueva época, número 15 (Número doble) Junio-agosto 2014


Ilustración de portada: “El mundo a mis espaldas” (fotomontaje, 2014) de Alberto Martínez-Márquez (Bayamón, 2014). Composición, tipografía y diseño: Alberto Martínez-Márquez Cuidado de la edición: Alberto Martínez- Márquez Diseño del logo: Iván Figueroa Luciano Esta revista puede ser reproducida, almacenada en un sistema de informática o transmitida de cualquier forma o a través de cualquier medio electrónico, mecánico, copia fotostática, grabación u otros métodos que permitan su libre difusión y consumo. Esta revista no recibe subvenciones algunas de individuos ni de agencias de gobierno, alianzas público-privadas o entidades corporativas nacionales o transnacionales. LETRAS SALVAJES es una publicación sin fines de lucro, que se rige por la libre economía de la koinonía. Copyleft

2014

Favor de dirigir sus colaboraciones al correo-e: revistaletrassalvajes@gmail.com Para envío de libros, revistas, cd-roms, dvds o cualquier otro material apalabrado o audiovisual favor de escribir a la siguiente dirección: Alberto Martínez-Márquez, Editor Letras Salvajes P.O. Box 250425 Aguadilla, Puerto Rico 00604-0425

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Aquí y ahora: 5 10 3

16 20 28

Nadya Echevarría [prosa] 33 Francisco Nájera [poesía] 36

Sheila Candelario [narrativa]

43

Damarys González Sandoval [arte]48 Miguel Ángel Avilés [ensayo]54

66 73 Henri Cartier-Bresson [fotografía] 80

85 91 Julián Pérez [narrativa] 100 116 Daniil Jarms [narrativa]121


Roberto Arizmendi [poesía]125 134

Fernando Mesquida [reseña]137 142 Alberto Martínez-Márquez [fotografía]146 Letras Salvajes Recomienda. Especial: 151 Libros de Puerto Rico

Retrato sin nombre (Tinta sobre papel, 16” X 20”, 1980), de Oliverio Hinojosa (Cohauila, México, 1953-2001). Cortesía de Juan Manuel Soto-Arriví.

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Maribel Pérez JIMÉNEZ

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Delicado


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Tiempo de vivir

El cambio es inevitable


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No estoy sola


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Costurita

Maribel Pérez Jiménez nace en Arecibo, Puerto Rico. Desde su niñez reside en la ciudad de Carolina. Tiene un Bachillerato en “Fine Arts”, con concentración en Pintura y a su vez estudios en Imagen y Diseño de la Escuela de Artes Plásticas de Puerto Rico. Posee además un Grado Asociado en Decoración y Diseño de Interiores. Su trabajo es muy variado: pinturas en óleo, acrílico, medios mixtos, grabados, fotografía, “collage”, textiles y digital. Uno de los elementos principales del trabajo de la artista es su constante búsqueda de soportes de la materia, los textiles y los diferentes medios de expresión. La artista ha recibido la medalla Dr. José R. Oliver de la Escuela de Artes Plásticas. Fue reconocida por su expresión del cáncer mamario en su obra artística por


el Hon. Kenneth McClintock Hernández, Presidente del Senado de Puerto Rico en el año 2006. En el 2009 fue invitada por el Municipio de Carolina a formar parte de la inauguración de la Oficina de asuntos de la Mujer, exhibiendo parte de sus obras. Estas pinturas fueran adquiridas por el municipio y permanecen como parte del Patrimonio Cultural de Pueblo de Carolina. En su interés por las causas sociales, Marible Pérez entra en el mundo de la Cromoterapia, educándose en conocer los efectos de los colores en las emociones de las personas. Esto le ha permitido en los últimos 3 años ofrecer clases y talleres a diferentes tipos de población. La artista ofrece talleres de arte enfocados a trabajar con la relajación, motivación, autoestima, coraje, violencia, depresión, falta de interés y otros. Además de que utiliza los elementos académicos para que los participantes aprendan a pintar y a expresarse a través de la pintura.

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Ernesto pérez chang RETRATO DE FAMILIA

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e la loma de trapos, algodones, sábanas y ropas ensangrentadas, proviene el hedor que inunda la sala de urgencias y los cubículos atestados de moscas, vapores, quejidos y lloriqueos. Yo buscaba protegerme de tanta pestilencia y ocultaba mi nariz en un pañuelo. Esta nariz que, ha dicho mi madre, nació curvada por la elegancia que heredó de cierto perfil que ya ninguno de la familia recuerda ni siquiera al mirar las fotos que ya no revelan nada, que han querido desmentirla. Sé que está decidida a hacérmelo creer. Persevera, aunque mal disimule no hacerlo, así como yo hasta las últimas consecuencias en mi renuncia al oxígeno porque no deseo aspirar el miasma que emana de los enfermos tan próximos aunque no de mi padre porque sus fluidos no apestan, me repite mi madre una y otra vez, y yo, solo para hacerle desistir de su cacareo, lo confirmé un par de veces a pesar de saber que las moscas están aquí solo por él, pero yo he aprendido a mentirle en circunstancias como estas cuando se espera del hijo un cierto tipo de complicidad. Actúo no para que se sienta mejor sino por una suerte de inercia emocional y por-

que deje de sepultar a mi padre bajo las sábanas empapadas de sudores, orines y heces aunque lo cierto es que tengo fe en los malos olores, en su convencimiento por medio de la asfixia, así mi madre habrá de sentirse culpable, diferente a mí que lo ignoro casi todo sobre la culpa, que puedo prescindir de él, de los dos, de todos como se prescinde de ciertas criaturas molestas. Incluso puedo dejar de asistir a este tipo de ceremonias que comenzarán a multiplicarse como el velado anuncio de nuestra decadencia familiar. Lo sé, todo comienza con una enfermedad, un fallo del sistema y para quien no sabe interpretar los signos, el juego ha terminado mucho antes de comenzar. Si mi padre se queja por el dolor, mi madre lo hace también, esta es su danza china, su única oportunidad de debutar en una coreografía y sé que al tomarme la mano espera de mí una frase de alivio, algún consuelo, pero creo que ha sido sufíciente con que yo asista al espectáculo así que, interpelado por la actriz, como público de privilegio, selecciono el tema que mejor se aviene a las circunstancias: comienzo a hablarle de la muerte con la esperanza de que la lección funcione como un antídoto: no quiero que sostenga mi mano por mucho tiem-

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po, tampoco que la acerque a la carne pútrida del moribundo, debo evitar el contagio. También por eso es mejor la muerte, ¿no crees?, le digo pero ella elige por respuesta la carita de urraca que le ha servido en otras ocasiones. Comprendo que ella desea continuar en su papel, lo cual no justifica que se quede aferrada a mi mano, así que le hago saber que la proximidad me molesta pero ella actúa como si no escuchara. No me queda otro remedio que forcejear y volver a insistir: Sí, la muerte, ¿por qué no? Si me esfuerzo, puedo lograr que deje de ver en mi lo que ha visto siempre, una rémora, algo así como la perilla de su oreja, un trozo de carne que al parecer no sirve para nada pero que de faltar restaría belleza al conjunto. De modo que llora no por mi insistencia sino porque yo me resisto a la representación, que no es lo mismo que gimotear por mi rebeldía. En consecuencia debía sentir pena, en eso pienso, en cuáles han de ser los sentimientos correctos en tales circunstancias. Ella podría sugerirme unos cuantos: sobre todo la falsa compasión, la ternura, también la piedad, incluso lástima por mi propia carne, por nuestra inminente decadencia. Tarareo una melodía que sé le molesta. Es la Canción de las moscas que una vez mi padre me enseñó: ¿Cómo decirles a las reses que morir es un alivio? Ella se tapa los oídos y yo le digo que lo siento. Ciertamente ninguno de los dos la soportamos, mucho menos a las

moscas, nos hacen mudar. No sabemos si es a causa de los zumbidos o simplemente por un prejuicio, tal vez por una suerte de reflejo atávico de cuando nos disputábamos el mismo trozo de carroña. De aquellos tiempos, mi madre aún conserva muy bien los reflejos y defiende a mi padre esgrimiendo un paño como si fuese un garrote. Es una batalla de obstinados, no habrá un vencedor, aunque las moscas tienen sus mañas y he visto a algunas colarse en la boca abierta de mi padre, le provocan la tos a él y a mí una risa incontenible que ni siquiera puede ser reprimida por las muecas de la urraca, atareada con el paño oriniento no sé si en una faena contra los dípteros o en plena zurra. Ella, de cierto modo, castiga al moribundo, tal vez adrede ha empapado el paño en la orina para que le duelan más los golpes, para dejar la huella en la carne pútrida, para indicarle el camino a las moscas, para ablandarles la carne, servírsela como si fuese un banquete. Sin dudas, se trata de una venganza, no de un acto de compasión, es un simulacro, y ella busca que yo la secunde en el ritual, que dé vueltas alrededor del vejete encamado, de lo contrario me hubiese pedido un ventilador, al menos un simple abanico. Me divierte. No obstante regreso a hablarle otra vez de la muerte, de que tarde o temprano vendrán los médicos a ofrecérnosla como alternativa, pero mi padre interrumpe, quiere decirnos algo y ella desea que yo lo escuche, que le preste atención

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aunque sea por esta vez, para que se vaya tranquilo a donde deba irse, pero de la boca llena de espuma y sangre solo salen gemidos, incoherencias, como si nos hablara en otra lengua, como si se valiera de signos que ya no nos pertenecen porque les son susurrados al oído por seres de otro mundo, de cualquier otra dimensión, la de los muertos, la de las almas que se aprestan a partir. Así que ahora, entre él y yo, la brecha es más profunda, a no ser que la muerte súbita nos acerque, nos vuelva compañeros de viaje, colegas. Mi madre me ha pedido que me aproxime, que intente descifrar el acertijo, le digo que para eso tendría que estar muerto o al menos en un estado similar, transitorio, ¿por qué no lo intentas tú?, le digo. Pero sucede que tiene miedo a comprenderlo más que asco de pegar el oído a las fauces asquerosas de la bestia que se retuerce como un gusano gigante parido por las moscas. Se echa a llorar, me dice que no me reconoce y me extiende los brazos pestilentes para abrazarme, como si su pretensión fuera suficiente para redimirme, los brazos que ni siquiera han podido contra las moscas que cagan y ponen sus huevos por todas partes, en mi cabeza, en los párpados del moribundo, en los mismos brazos que ahora reclaman que me incline ante la pupa balbuceante, como si algo edificador pudiera brotar de un cerebro que se desvanece. Aunque las odie, yo aprendo de las moscas, de su molestia, de su afán martiri-

zante, de su habilidad para esquivar los ataques de mi madre que por ahora han cesado. Ella espera por los médicos, a que terminen de observar a mi padre como a una cucaracha a la que hay que aplastar para que deje de mover las antenas pero solo susurran entre ellos secretos de cofradía y no hacen nada, tal vez porque ellos tampoco lo comprenden, no lo intentan, no vale la pena, por eso se van sin decir nada, ni siquiera algo que los pueda comprometer con un dilema que no les corresponde. No hay que tentar. Mi madre persevera en su vocación forzada aunque ha comprendido que no comprende o, mejor, que es más saludable no comprender, aun así se desempeña en su oficio de legionario contra las moscas, en su ministerio de exorcista, de purificadora, así esgrime el fuste como si fuese una tea y me llama para que la secunde: hagamos nuestro papel. Limpiémosle. No se da cuenta que mi padre va dejando de ser terrenal, que se distancia de su especie y que nos deja a las moscas y a nosotros todo aquello que no puede llevar consigo: los fluidos, el vaho, todo su cuerpo ordinario, incluso la bola de carne que le ha devorado hasta el tuétano. ¿Limpiar para quién? ¿Por qué? Ella intenta darle un sentido a sus maniobras, quisiera colocar su poca fe en la depuración. Ha escuchado a algún tonto hablar sobre eso y ha decidido creer, experimentar con el agua. Eso también me ha he-

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cho reír, ver con cuanto apetito disfruta de su torpeza al hablar sobre lo que no conoce. Lo hace por ajustarse a su programa pero no puede porque en él estoy incluido yo, un desconocido, un hijo presto a colaborar, al servicio de su madre, dispuesto a proporcionarle la paz complaciendola en sus caprichos. Ahora quiere ser asistente, cumplir con el esposo cuya voluntad nadie conoce, tal vez quiera estar solo, a resguardo de aquellas manos meduseas que pocas veces lo tocaron cuando debía, cuando él lo deseaba, donde era prudente para saber que una mujer servía para algo y no para ensayar curaciones milagrosas. Una ilusión ante la debacle. Insisto en hablarle de la muerte, de la indiferencia de los doctores, del significado de tantas moscas alrededor del vejete, de un posible contagio al no saber qué era eso que lo devoraba. Le vuelvo a advertir que no me toque. Tenerme cerca no va a cambiar las cosas, mejor para ella si no se me acerca, mejor para mí que no estoy hecho para dar consuelo, mucho menos para recibirlos cuando no los necesito, cuando sé que no se ajustan a ninguna circunstancia, que a fin de cuentas son perversos, nacidos de una aberración que nos hace decir lo que no sentimos, sobreactuar. Le digo que deje de agitar el paño, que si algo quiere el padrecito es que le dejen morir tranquilo, rodeado de sus moscas, él las desea como a vírgenes desnudas sobre él, las ha llamado con su aliento fétido, con sus emanaciones y

ellas han acudido a besarle el cuerpo enfermo, intocable, contagioso, a tocarle con las alas una música como de violines, le cantan una despedida, le adormecen mientras tú les estorbas con tus brazadas inútiles. Y ella se echa a llorar otra vez –no ha dejado de hacerlo-- mientras lo limpia con un poco de agua sucia que ha encontrado en el baño de la sala de urgencias, le restriega las espaldas en carne viva, también los brazos que ya no son sino ramas secas, retorcidas, y ya no queda agua sino sangre cuando ha comenzado a limpiar la cara inflamada por los furúnculos y las llagas viejas y recién nacidas que tanto gustan a las moscas. No puedo, dice que no puede, que le ayude a sostener al muerto-vivo, e insiste en recordarme que esa pieza de carne es mi padre mientras me habla de castigos y recompensas, de un silogismo estúpido del cual ella supone que yo infiera que mi padre está en mí, en mi nariz curvada, como un germen, así como ella tal vez tenga a sus ancestros en su sangre. No me convence, me irrita. No sé cómo puede llorar mientras suelta tales paparruchas. No obstante, río a carcajadas cuando veo el cuerpo de muñeco de trapo de mi padre mientras ella lo sostiene con fuerza, no obstante lo deja colgar como a una marioneta, a veces lo zarandea y él se agita, mueve la boca como reprochándole, a ella, no a mí que verifico la distancia. Me acerco, retrocedo, dudo. Él me comprende. Ahora como nunca antes. Ahora ya

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no tiene nada que decir, solo dejarse llevar pero a mi madre no hay quien la convenza, tampoco quien le haga callar, ni siquiera piensa en lo que hace con el monigote del viejo. Me grita que debo acudir en su ayuda, que estoy obligado a hacerlo y tal vez porque no logro comprender mi instinto develado comienzo a sentir pena por ella, los dos me conmueven como si fuesen desconocidos, como si estuviese en una playa contemplando a lo lejos a dos que están a punto de ahogarse y no puedo hacer nada, me lo impide la tormenta, el resplandor del sol, la inquietud de las aves, las medusas que se esconden tras las olas buscando envenenarme, hacerme perder el juego como a aquellos que se divierten con la muerte, que lloran y gritan inútilmente en medio de una vastedad de aguas agitadas, enloquecidas. Los

miro revolverse en medio de la loma de trapos sucios, él, conforme con su destino; ella también, aunque lo niegue, desea perseverar en su impostura, hacer lo que supone que alguien espera de su condición de criatura ejemplar. Todo por un poco de paz que yo estoy dispuesto a darles mientras les hablo de la muerte porque así, mientras ella me escucha con atención, mientras va dejando de llorar, disimulo que dejo de sentir asco por el moribundo, por los brazos que le han querido limpiar para la muerte, y solo así me aproximo a los dos, les abrazo para brindarles algo de mi piedad y los aprieto fuerte, y estamos los tres sentados en medio de las moscas, la familia por última vez junta escuchando un concierto de alas como violines que interpretan una música de muerte

Ernesto Pérez Chang nace en La Habana, Cuba, en 1971. Escritor y editor. Ha publicado las novelas: Tus ojos frente a la nada están (2006) y Alicia bajo su propia sombra (2012). Es autor, además, de los libros de relatos: Últimas fotos de mamá desnuda (2000); Los fantasmas de Sade (2002); Historias de seda (2003); Variaciones para ágrafos (2007), El arte de morir a solas (2011) y Cien cuentos letales (2014). Su obra narrativa ha sido reconocida con los premios: David, de la Unión de Escri-

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tores y Artistas de Cuba (UNEAC), en 1999; Premio de Cuento de La Gaceta de Cuba, en dos ocasiones, 1998 y 2008; Premio Iberoamericano de Cuento Julio Cortázar, en 2002; Premio Nacional de la Crítica, en 2007; Premio Alejo Carpentier de Cuento 2011, entre otros. Ha trabajado como editor para numerosas instituciones culturales cubanas como la Casa de las Américas, Editorial Arte y Literatura, el Centro de Investigaciones y Desarrollo de la Música Cubana. Fue Jefe de Redacción de la revista Unión. 15


Alejandro cifuente XXI De algún modo soy la noche. Me desvisto de una sombra como un pájaro que se oculta en la neblina y mi cuarto guarda un deseo oscuro, el ala de un pez y la intimidad fingida por la muchedumbre. No azuzo el humo inerte de las entrañas. Viajo con un gatillo en la heladera. Me canso de habitar los fuegos condensados del contento. Necesito una torre, una mano con los dedos destruidos, un gajo de la luna y septiembre que aúlla con las sed de los árboles. Necesito el frontispicio del león como cuerda vorágine alrededor de la cintura. La causa, el resplandor, la fuga de los inviernos en el paraíso. Me despido agreste como la puerta agreste, sin las ojeras que desdeñen tu púlpito de lentejuelas. Soy el vino que corroe, el manjar estéril del viento, el agua derramada contra una pared. Soy la noche adentro de la noche.

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XIV No hace falta que la mano se tuerza con una mueca irreversible. Si cada nube rota corta la huella de tus pasos, los calendarios y la madera como cuenco de tus ojos. Segadores trasatlánticos de rostros húmedos como ponzoña de nieve y relámpago. El trigo, tú y yo. El trigo que habita la textura de la luna. Una bóveda de pan que medita los costos del vacío. Acuarela, boca de un semidiós con el humo limpiándole la dentadura. La palabra como río en una arteria de cenizas. Tu cuerpo atrae los signos de la noche, una caricia silvestre sobre un edificio en ruinas. Las calles como bucles de un pelo desierto. Una hora y otra. Siguen los espejos negando su marco. XIX Mientras la incomodidad escruta una porción de mi cuerpo, el plato andrógino tuerce una mueca sobre la noche inicua. La vehemencia prestada de un pulso inconforme. Así Derrida en junio y mayo. Así la víctima que asesina su jaula no supone paciencia, ni malestar, sino una cuerda que tensa los engranajes del vacío, la llama fortuita, desangelada de un territorio de pájaros. Es invierno y las notas de la ausencia se escriben en una copa.

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III De la intimidad que nos habita como una mano desnuda o un cuerpo disfrazado, nace un cuerpo, una noche carnívora con olor a vino, una ficción de barcos sobre un terreno inexpugnable. Camina con los brazos invisibles de una cruz, con el parto oficio del andrógino, con los ojales rotos. Una rabieta desmenuzada, como pez de silicona, tritura el infinito, el azar seguro, las filigranas negras del azufre. Y en cada mitad hay un alma como pueblo desierto, una estrofa ancha como la luz, un natalicio y un poema que lentamente se suicida. IV Un zapato como medianera desierta y la larva que aprieta en la uña. Ambos mecanismos de un cuerpo silencioso. La vereda de hule y un pez con una arcada de barro. El cigarro desnudo como bombilla de mimbre sobre una noche, la otra noche. Piedras de papel y una jaula con la muerte de Narciso. La imagen intangible de un televisor apagado. Otra boca, detrás de aquella boca.

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Alejandro Cifuente nace en Neuquén, Argentina, en 1980. Actualmente reside en la ciudad de Resistencia en la provincia de Chaco, donde trabaja como periodista en el área de comunicación del Instituto Nacional de Tecnología Industrial (INTI). Durante dos años consecutivos fue finalista en el Certamen Internacional de Poesía de la Editorial Mis Escritos, correspondiente a los años 2011 y 2012, respectivamente. También, fue mención de honor en el IV Certamen Nacional "Jóvenes Escritores Argentinos" de la misma editorial en el año 2012. Además, es actual director de la Revista Antípoda de literatura y arte y miembro de la Unión Hispanomundial de Escritores.

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zulema moret ENTREVISTA CON CONSUELO HERNÁNDEZ

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ntrevista con la poeta Colombiana Consuelo Hernández, antóloga-da en Mujeres mirando al sur: antología de poetas suramericanas en USA. En la entrevista se propone una palabra que sirve de motivo para desencadenar cada respuesta. Consuelo Hernández ha publicado cuatro poemarios: Voces de la soledad (Venezuela, 1982), Solo de violín. Poemario para músicos y pintores (Estados Unidos, 1997), Manual de peregrina (Chile, 2003), Poemas de escombros y cenizas / Poems From Debris and Ashes (Estados Unidos, 2006). La poeta es también autora de dos libros de crítica literaria: Álvaro Mutis: Una estética del deterioro (Venezuela, 1997), Voces y perspectivas en la poesía latinoamericana del siglo XX (España 2009). En 2011 ganó el premio Antonio Machado de poesía con su poema Polifonía sobre rieles (Madrid, 2011). ZM: INFANCIA CH. En el campo. Vista desde este momento muy feliz, con una sed insaciable de saber, de encontrar algo sin límites y de conocer el mun-

do. Mi madre me enseñó muchos poemas, “El botoncito de Azucena” fue el primero que recité en un acto público de mi pre-escolar; lo memoricé cuando tenía cuatro años y aún no sabía leer. Aprendí a leer a los seis años en una escuela rural y mi premio, aún lo recuerdo, un balón rojo brillante, muy liviano. Por mi deseo de conocer el mundo, tenía gran curiosidad por los aviones, me maravillaba verlos pasar por mis montañas andinas y saber que iban llenos de forasteros, con maletas que mi imaginación llenaba de sorpresas. En mi inconciencia e ingenuidad deseaba que cayeran en la finca donde vivía para conocer gente de otros lugares y culturas. Mi padre no vivía conmigo pero lo veía frecuentemente, con una distancia que solo pude entender cuando llegué a la madurez. De él tengo la fortaleza, la valentía y la capacidad para tomar decisiones. Estuve rodeada del amor de las mujeres de mi familia: mi madre, mi abuela, mi bisabuela y mi tía y legué a sentirme satisfecha de la relativa ausencia de mi padre, pues así gozaba de una libertad sin temor a la represión y la fuerte autoridad. Asociaba al hombre / padre con el tirano implacable. Mi figura de autoridad fue mi abuela Melina, estricta, recta y muy sabia, sin embargo nun-

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ca me inspiró miedo, yo tenía la certeza que sus castigos eran moderados. Mi madre, dulce, cariñosa e intuitiva, tenía una alma de bohemia y una vocación por la libertad imposible de realizar en la sociedad de su tiempo. A ella le debo mucho de mi destino y mi carácter. De ella me viene mi sentido del ritmo, mi gusto por la armonía y el balance, un sentido ético de la vida, la memoria de los poemas clásicos e infantiles y canciones populares. La recuerdo siempre cantando, especialmente cuando estaba triste, “el que canta sus penas espanta”-solía decir. De ahí viene la música de mis poemas muchas veces remarcada en los comentarios y críticas. De mi madre aprendí la afición por la lectura, algo excepcional en la mentalidad provinciana de ese tiempo. Ella leía poesía Romántica y modernista, y narradores como Vargas Vila, un escritor que fue prohibido por la iglesia. De hecho su confesor le mandó quemar los libros de este autor para poder absolverla de los pecados que ella en su loca fantasía hubiera podido cometer. Aura o las violetas y Flor de fango terminaron en una hoguera en el centro del patio de mi casa junto a otros libros que el sacerdote desaprobó.

ZM: LENGUA CH: El español... es mi lengua nativa. Nací, crecí y me eduqué hablándolo; incluso cuando me trasladé a Nueva York fue con el objetivo de seguir penetrando en mi lengua y mi cultura. Estudié francés y portugués y hablo un poco de italiano por mi compañero que es italiano; mi lengua materna me ha hecho sentir siempre más cómoda con las lenguas latinas. Por eso escribo en español aunque vivo en Estados Unidos, tal vez es una forma de resistencia, pero sobre todo de conveniencia. Escribir poesía en otra lengua distinta a la materna es exponerse a límites que afectarían el propio desarrollo del lenguaje poético. Dice el poeta Paul Celan que quien escribe en lengua diferente a la materna, miente; creo que tiene razón. ZM: LECTURAS CH: Miles, He leído del tema que se te antoje, además de literatura. Desde medicina a poesía, de yoga a física y matemáticas, de astrología a marxismo, de religión a arte a filosofía y psicología. Pero no me enfrasco en ningún sistema, ningún autor o autora, ni he intentado parecerme a nadie. Sin embargo, muchas de esas lecturas me han dejado sedi-

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mentos que seguramente reflotan en mis poemas y en todo lo que escribo. Toda poeta inventa pero todo texto viene de otro texto, creo que fue Borges el que popularizó esta idea. Todas las personas tenemos una historia poética simultáneamente cimentada en el mundo de la experiencia personal y social y también en el mundo literario del que nos nutrimos. ZM: MEMORIA / RECUERDO CH: Mi memoria es pésima para para detalles y datos. Es más asociativa y analógica que analítica. La memoria es anterior a nosotros, pero es ella la que nos permite los recuerdos de momentos particulares que han marcado la existencia y que por alguna razón, no siempre conocida, hemos privilegiado. Con el tiempo esos recuerdos que han hecho mella, en el ser reviven con otra forma y aparecen como recurso en el poema. Mi credibilidad en los recuerdos es cuestionable, la memoria me devuelve un mundo de recuerdos distorsionado por el tiempo y las emociones. Desde mi memoria veo ahora mi infancia feliz y quisiera volver allí, pero sé que no fue así. Desde mi memoria ¨todo tiempo pasado fue mejor¨ y hasta encuentro como justificar momentos de sufrimiento de dolor, mi memoria ignora o disfraza los momentos de privación en vida de renunciante y de hippie, los fríos que pasé mientras hacia auto stop en las altas montañas de los Andes, o el

calor y el silencio casi absolutos del desierto. Los recuerdos engañan y yo lucho por encontrar la Verdad, más allá de las verdades que no son más que simples concordancias de relatividades. Por eso desconfío de las biografías y más aún de las autobiografías, aunque es uno de los géneros que más disfruto. En la poesía actúa una suerte de memoria selectiva, muchas veces el presente determina cómo se recuerda el pasado, hay un regulador interno que permite recordar lo que cobra sentido en un momento intenso del presente. ZM: MUJER CH: Mi condición, mi naturaleza, la forma en la cual mi energía esencial se despliega, el vaso que moldea mi existencia. Ni más ni menos, mujer de pies a cabeza. Lo que me correspondió ser en esta vida. Como mujer me ha tocado luchar para que se me reconozcan mis derechos y una condición de igualdad con el otro género. Lucho por abrir los ojos a los que todavía les molesta o se resisten a vernos ejercer nuestros derechos. Lucho contra las éticas que en la mayoría de los casos van contra la mujer y no son más que manifestaciones de lo arbitrario, pues una moral universal no existe y será, quizás, la cosa más difícil de establecer. Ser mujer es tener el privilegio de una ventana más grande hacia el mundo, es poder entender más a los hombres de lo que ellos entienden sobre nosotras. La mujer es portadora de una amplia

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historia y de una memoria ancestral que nos ha capacitado para desempeñar múltiples roles y sortear todo tipo de situaciones. En mi poema ¨Itinerario de la mujer¨ hago un recorrido de la historia de nuestro género desde el remoto pasado hasta el presente. Te cito algunos versos: ¨Por desobediente / me condenaron desde siempre / aunque a esta altura de mi vida / puedo decirles que no tiene nada de especial / el árbol del bien y el mal.../ Adán, como ya saben, / nunca fue solidario / y en lugar de protegerme me acusó / en su intento egoísta por salvarse. / Desde entonces empezó mi trajinar: / Fui mujer de Lot / convertida en estatua de sal. / ¿Mi pecado? / Nostalgiar el pasado... / Guardiana de tumbas fui / pájaro y leona alada / cabeza de águila y cola de serpiente / todo este trasmigrar para llegar a ser / virgen y madre / amante de pordioseros, maestros y profetas… / yo soy todas las mujeres del mundo / que hoy corren por mis venas.¨ ZM: MÚSICA CH: Una necesidad. Una adicción. Es una especie de sobrevida y oxígeno para mi creatividad. Me gustan muchos tipos de música, disfruto bailando la música del caribe como la cumbia, el vallenato y el porro colombianos y claro también la salsa y el merengue. Del jazz, especialmente en vivo, me atrae el sentido de improvisación, la conexión con el presente, el modo de dialogar entre

los músicos y la conexión entre los oyentes y los músicos… todos buscando alcanzar el cielo del ritmo. Me encanta escuchar la música clásica y voy a conciertos con regularidad. La música clásica es un puente a otros mundos y una forma de conocer la temperatura humana de otros tiempos y espacios. Este tipo de música me desplaza de manera similar al viaje, pero por otro medio. Igual me pasa con la ópera. Muchos de mis poemas han sido escritos bajo el efecto de la música, es una suerte de desencadenante de relaciones. Así como otras personas pueden utilizar las drogas o el alcohol como puente para su creación, a mi ese trabajito me lo hace la música y también la pintura; ambas tienen un gran poder de seducción sobre mí. De allí mi poemario, Solo de violín. Poemario para músicos y pintores. ZM: NATURALEZA CH: La naturaleza me seduce. Le tengo un profundo amor y respeto incluidos los animales, las plantas. Conozco sus poderes transformadores y fecundadores, me asombra la economía con que trabajan sus leyes. Viví los primeros diez años de mi vida como campesina, en una finca de cafetos, maíz, caña de azúcar, yuca y papa y muchísimos árboles frutales. Quien haya estado en Colombia sabe que es el país que tiene la mayor variedad de frutas; mi preferida es la piña, reina de las frutas. Las plantas me hablan y me acompañan:

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me hace temblar una acacia y me eriza la piel un cerezo en flor o un sauce llorón, puedo escuchar la voz de las magnolias y dejarme seducir por su penetrante aroma, sé de memoria el sabor astringente de las rosas, el dulce de los tulipanes, el meloso de la cayena, el agrio de las azaleas, el seco y amargo de los geranios, el insípido de las azucenas. Conozco el aroma de la menta, de la hierbabuena, el olor metálico del cilantro y me maravilla la manera como la naturaleza empaca las frutas en coloridos estuches, y una organización tan perfecta y única para cada especie. Esta identificación con la naturaleza se ve en muchas de las imágenes de mis poemas. Todos los fenómenos naturales me conmueven y me asombran por esa capacidad única de transformar el entorno y nuestras propias vidas de maneras tan impredecibles y con tanta omnipotencia. He escrito poemas motivada por los terremotos, el sol, los huracanes, la selva, la primavera, los árboles y los ríos. El mismo sentimiento se despierta cuando experimento la cercanía de los animales. ZM: NOMADA / VIAJES CH: Como dice uno de mis versos “soy un miembro más de la nomadería.” Viajera he sido desde que tengo uso de razón. He cambiado de residencia decenas de veces en mi vida, he visitado más de treinta países, a pesar de haber nacido en el campo, en una sociedad absoluta-

mente rural y casi feudal. Mi trashumar se inició a los diez años cuando nos mudamos de campo en El Peñol a Medellín. He vivido en varios países por azares del destino, quizás buscándome, o quizás huyendo de la muerte o yendo a su encuentro. No lo sé. Hay tres países que me han marcado: Colombia, mi país, donde nací y pasé la primera parte de mi vida hasta los 25 años. Venezuela, el país donde transcurrió un período muy importante de mi formación, un país que amo y tengo muy adentro, en el que hice grandes amigos. En Caracas ingresé a la Maestría en Literatura Latinoamericana en la Universidad Simón Bolívar que tenía los más famosos profesores en ese momento. Pues al final de los setenta y durante la década de los ochenta, debido a la crisis de la democracia en Latinoamérica, muchos poetas, escritores e intelectuales se exiliaron en Venezuela y trabajaron en las universidades. Por esta circunstancia tuve como profesores al gran poeta chileno Gonzalo Rojas, el filósofo uruguayo Arturo Ardao, el poeta nicaragüense Pablo Antonio Cuadra. También fueron mis maestros los venezolanos que dieron vida a la intelectualidad venezolana de entonces: el escritor Arturo Úslar Pietri, el dramaturgo Isaac Chocrón, y el poeta y famoso crítico Guillermo Sucre, quien es el autor de la mejor obra que se escribió sobre poesía latinoamericana en los setenta La máscara: la transparencia. En Venezuela empecé mi vida de escritora publicando mis tra-

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bajos en El Nacional, el diario más importante. El tercer lugar fundamental en mi formación es Nueva York, los nueve años que pasé en La Gran Ciudad, en medio de una sociedad multiétnica, donde, como decía Edward Norton, el deporte, la droga, el dinero y la fama, han sido definitivos. Es la ciudad donde también se respira una enorme tristeza, y está cargada de pesar, de melancolía paralela a un frenesí que parece inundar a todos sus habitantes. Es la ciudad que se ama y se sufre, se rechaza y se disfruta más allá de cualquier límite, la misma que uno siente lista para la explosión pero igualmente es la ciudad más cómoda para cualquier inmigrante. Realicé mis estudios de doctorado en New York University y seguí escribiendo, algunas veces para el diario La prensa. De mi experiencia de desplazamiento nació mi tercer poemario Manual de Peregrina, publicado Santiago de Chile por Pentagrama Editores, y me trajo la alegría de poder presentarlo en la Casa de Pablo Neruda en Valparaíso, además de otras universidades y la Sociedad de Escritores Chilenos. Fue muy significativo, pues Chile es el país latinoamericano que tiene la más fuerte tradición poética, el único país con dos premios Nobel y los dos en poesía. ZM: ORALIDAD CH: Es fundamental para mí, en el sentido lingüístico y también freudiano porque mi contacto con el

mundo exterior tiene que ver mucho con el sentido del gusto, con lo que puedo probar. Por otro lado, aún, hoy en el mundo cibernético que vivimos, yo sigo privilegiando la comunicación cara a cara o por lo menos voz a voz. Yo nací en una cultura rural primariamente oral. Mii camino ha sido a contra corriente. Contra la herencia que recibí mientras disfrutaba los cuentos de brujas, espantos y de aparecidos. Contar era el modo natural de comunicación en mi infancia, era parte de la vida cotidiana. Se narraban las noticias del pueblo, los acontecimientos en la vida de los vecinos, se contaban cuentos alrededor del trapiche, de la paila donde se mermaba el guarapo para sacar la miel, luego convertida en panela o en azúcar morena, se contaba alrededor del café, en las largas noches de luna llena. Mi conexión con la oralidad me lleva, en los viajes, a alejarme del mundo de los turistas, para poder penetrar en la autenticidad de gente de cada país, para, de ese modo, conocer de verdad sus costumbres, sus historias. La oralidad tiene una primacía sobre lo escrito y es autónoma porque permanece como cualidad en el ser humano aún después de la existencia de la escritura. Las culturas orales tienen sus propias formas de conservación y registro, por otra parte, la palabra oral no es un objeto como la escritura, es un evento es algo que sucede y se desvanece, por eso su sincronicidad con el presente. La relación con el mundo desde la oralidad es

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muy diferente a la relación letrada. Yo tengo la fortuna de conocer las dos. En mi poesía tal vez se refleja en la estructura narrativa de muchos de mis poemas, pues el lenguaje poético es una metáfora de la manera como nos relacionamos con el mundo.

a la vida, a los seres, las cosas, y tan esencial como el erotismo. Toda conversación sobre este tema me resulta mera especulación y charlatanería y verdaderamente, no la aprecio. Esta es tal vez la manera que tengo para decir cuán central e importante es lo sagrado en mi vida.

ZM: PIEL ZM: VOCACION CH: Mi medio privilegiado para contactar el mundo que me rodea. Que me quiten el olfato, que me desaparezca el oído, pero que me quede la piel que me quede el tacto. ¡Todo es tacto! Sí, no hay medio mejor para aprehender que el tacto. Tacto es el gusto alargado en besos, tacta la piel la frescura de las palmeras en las playas, tacta el oído del aire sus canciones y su música, la vista palpa la luz que baña la retina, y el olfato acaricia el aroma, los perfumes. “Soy tacto, toda tacto... Por eso mi piel se obstina, e insiste en ofrecerse en cada uno de sus pliegues”. ZM: LO SAGRADO CH: Para mí lo sagrado es todo lo que está dotado de más vida y lo puedo hallar en cualquier parte. Me parece muy difícil hablar de lo sagrado y me molestan todas las conversaciones alrededor del tema, especialmente cuando se evoca como algo extraño y más allá de nosotros mismos, algo que hay que alcanzar, ignorando que lo sagrado nos habita y, simultáneamente, nos rodea desde el exterior. Para mí lo sagrado es algo inherente

CH: Puedo resumir la vocación de mi vida en una palabra libertad. Esa vocación ha sido y será siempre mi norte. Tal vez allí resida amor a la poesía, mi tendencia al desarraigo, al viaje siempre yéndome, alejándome en busca de todo y nada. También por eso me abstengo de hablar de compromiso con la poesía porque me suena a carga, a obligación; la poesía me habita y el poema es algo que yo elijo hacer, es libertad y me otorga libertad. Debe ser terrible sentir que escribes por compromiso. Mi condición de docente no está reñida con mi vocación primaria, la docencia es otra forma de ejercer la creatividad y la libertad, mis alumnos pueden ser mis mejores interlocutores, además, siempre son jóvenes, frescos, y en algunos casos innovadores. Con este tipo de alumno es posible establecer una relación muy enriquecedora. La vocación para mí tiene una fuerza de destino. Yo he vivido intensamente, he escrito y he enseñado y aprendo cada día algo porque todos somos maestros pero al mismo tiempo todos somos discípulos.

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Zulema Moret nace en Argentina, actualmente es profesora de Literatura y Cultura Latinoamericana en Grand Valley State University, Michigan (USA). Ha publicado ensayos de arte, Escombros: artistas de lo que queda (2006), la antología, Mujeres mirando al sur: Poetas sudamericanas en USA (2004). Su obra poética incluye: Cazadora de sueños (2003), Cuaderno de viaje solitario (Venezuela, 1985), Cazadora de Sueños (Madrid, 2005), Un ángel al borde de un volcán ardiendo (Argentina, 2008).

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IváN andrés González

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Iván Andrés González González nace en Ponce, Puerto Rico, en 1994. Desde su niñez reside en el municipio de Peñuelas, Puerto Rico. Aunque comenzó estudios en Criminología en la Universidad Interamericana, se decide por estudiar Fotografia Profesional en la Academia Serrant. Se dedica a la fotografia paisajista urbana y rural, así como a la fotografia artistica, fotografia macro o de acercamiento, y a la fotografia de personas. Aparte de su carrera como fotógrafo, Iván Andrés González se dedica a la musica y al arte. Toca instrumentos como el bajo, la guitarra y la bateria. Se influencia musical la comnforman el Rock, o Heavy Metal, al igual que el Jazz y la musica progresiva. Sus obras de arte, mayormente en acrilico sobre lienzo, miran hacia lo abstracto, el cubismo, el impresionismo. Tambien es autor de Graffitis en la escena del área sur de Puerto Rico desde hace varios años. Expresa que el arte no se debe quedar en el lienzo.

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EscrĂ­benos a: espejitosdepapel@hotmail.com


Nadya EchevarríA MAPAS SEMÁNTICOS POR LA LIBERACIÓN DE LA GNOSIS

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ncuentro especial los distintos modos de reunir a mi persona con el universo. De primera gusto por la creación de listas. Tomo mi tiempo para cuestionar mi deseo de forjar un nuevo mapa de intereses. De tal manera construyo a la par una tendencia que se hace política en tanto se autocorresponden sus partes en una defragmentación del interior que cultiva una causa. No tomo estos intereses como atributos, más bien los conecto a mi materia estructural orgánica logrando una interconexión entre sus partes. Un ejemplo. Antropología, Poesía y Medicina conforman un artefacto que a la vez que ahonda en lo que se consideraría como mi función como componente de una sociedad, elabora un plan cuando me enfermo de ella y recupero mi espacio en distintos planos y dimensiones. El lenguaje es quizás el más amplio artificio en el cual articulamos de aquello que se adhiere a la conciencia para una nueva forma de hablar. Contiene además dentro de sí un virus que manipulado se transforma en poder. Tomo nota de esto pues sin la elaboración de mapas, se nos convierte en técnicos profesiona-

les sabelotodos de una sola cosa que termina anulándose a sí misma, se hace cemento, instrumento de control para la persona misma y para la sociedad a la que pertenezca. Disminuyendo las posibilidades de conectar los saberes se mantiene una estructura, bajo parámetros previamente estipulados, estimulada constantemente hacia un mismo lugar de un no saber. Perfecta arma para aniquilar la necesidad por una totalidad que favorezca la vida y la haga florecer en la divergencia que se procura libremente en movimientos, ya no lineares (de amo a conciencia servil) sino con aquellos con los que comparta en el camino portador de redes. Declaro enemigo ese querer atravesar caminos iluminados, asépticos, seguros, en ley y con aprobación de la universidad y el estado. Sin duda alguna así se dominan otras disciplinas tanto como se domina una cultura. Tremendo aporte para el aburrimiento.

DESENTRAÑANDO EL LOGOS (Del diario de Nadege {Año 2002})

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e privatizan los caudales aprobando leyes conspiratorias a una trampa mayor. Siempre hay una trampa ma-

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yor en el orden ontológico de quienes dictaminan caminos “transitorios”. Caminando recuerdo a una antigua amiga de la pontificia cuando en las mañanas antes de que el ecuatoriano nos hablara de Kant y del ahorro de las servilletas en Alemania me hacía siempre la misma pregunta. Nadege, Si Dios creó todo ¿quién creó a Dios? Mi cabeza se hallaba girando gomosamente por alguna galaxia polvorienta buscando algún dios. Yo quería estar en medio de la sintaxis para espiar al verbo en el momentum exacto ¿tendrá manos? ¿tendrá matriz? ¿fornicará con otro dios? ¿será un gay espacial? ¿será mujer? Déjate de cosas... Yo no sabía a quién maldecía cada vez que alguna leprosa rabia me envenenaba la garganta. Como una nave que se hace a la mar. Te diría que hay caminos que llevan más lejos cuando de pronto intentas hablar y te muerdes la lengua y te tragas el mismo veneno por la barrera puesta cada cuanto se provoca una respuesta, siempre ahí tan detenida por un Uno lógico. La causa de causas de un Ser primero que no fue creado, porque fue quien se pensó a sí mismo y se hizo sujeto ordenador desde sí hacia ti, en otro momento anterior a tu aprender de sílabas y a tu oído que recién se acostumbraba el recitar de los pájaros sin jaula. Pues amiga, siento en los labios un ardor por un querer sentirme,te,nos,le,la a ver si se viene el mundo encima con sus historias sofocando posibilidades. El gusto de

occidente por depredarnos nos hace parte de finalidades que no empezamos porque no nos dejaron. Por una posibilidad: fuimos creadas desde antiguos gobiernos donde tributamos cada trozo de nuestras mentes. Prohibiendo paladares nos alejaron de nuestros propios cuerpos. Siempre en movimientos perfectos sostuvimos la suma razón recolectada en tratados de una misma ficción repetida de hombre a hombre. Si me dices a mí, te digo que ese quien no es lo que importa sino cómo, cómo la noción de caos se tergiversa para empujar un diseño mundial y cósmico idealizado con un acto original como pretexto de configurar nuestras partículas a su modo. Con técnicas, leyes, reglas de sociedad, asecho, normalización y control. Mentes que nos conciben como propiedad, primero de Dios lueg-o del estado y del esposo. Bienes de servicio, se naturalizaron roles con tal de que dejásemos en ellos nuestra completa ambición, apetito y poder, para hacer de estos inocentes artefactos de repetición, pautas sin el peligro para los poderosos de que pudiésemos imaginar crianzas distintas que no apabullen ardores de ciencia, fe en nuestras abstracciones y en nuestra cantera mística adonde transmutar la química de los valores que sostienen los días. He ahí el vacío que no llenan las memorias felices ni navidades llenas de abrazos. ¿Dónde hallar ese sentido de totalidad y plenitud que no colman los cursos de yoga y neo budismo zen?

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CACERÍA: LA ESPERA

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tro ciclo bajo el poderío del mal. La humareda se extiende por laberintos de mutabilidad. La amenaza de combate es inminente. Nos preparamos, infectación total. Huimos hacia zona desértica con lo que pudimos salvar. La nave muestra la cercanía de los muertos, la angustia, la letalidad, las relaciones porcentuales entre números y rentabilidad nos indican que nuestros cuerpos son también mercadeados, bien así en nuestra ausencia, a cambio de una

cubierta a plazos fijos. La precariedad para algunos es obsoleta, para otras, un misterio de revelaciones. Algo reflectante aparece en el radar. El RAM frena las ondas, convierte el exceso de energía en calor... Esperamos que no localicen nuestra posición. Nos miramos y sin dudarlo, ya con nuestras herramientas, salimos a pasar la noche avistando lo cercano y lo lejano. Las esterllas debían bajar a acompañarnos y lo hicieron. Entre la mirada y el objeto, en cacería, la espera debe brillar, cosa de no dormirse en la paz del descanso.

Nadya Melissa Echevarria Quiñones nació en el 1984, el año de la muerte, en el pueblo de Yauco. Es editora en Gato Malo Editores, Maestra de Español y Poeta. Se graduó de la Universidad de Puerto Rico con un Bachillerato en Educación y actualmente estudia su maestría en Literatura Puertorriquena y del Caribe en el Centro de Estudios Avanzados de Puerto Rico. Su trabajo poético se puede acceder a través del portal chocarreras.blogspot. com. Próximamente publicará su primer libro, titulado Curas Insurrectas, con GatoMalo Editores.

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Francisco Nájera ORACIÓN Suplico ahora en este mundo Suplico en este mundo pues En donde ahora me arrodillo Aquí en donde me arrodillo Con mis plegarias suplico Llorando es que suplico A los Santos Guardianes A los Guardianes de las aguas A los Guardianes de la tierra A los Santos Guardianes suplico Llorando es que les suplico Guardianes de los días Guardianes de los caminos Que los días nos sean fieles Que los caminos nos lleven A donde iniciamos la ceremonia A donde terminan los cuidados En las cuatro esquinas del cielo En las cuatro esquinas de este nacimiento Arrodillado es que les suplico Con estas mis plegarias les suplico Aquí donde acaba nuestro mundo Aquí donde acaba toda hermosura De rodillas pues Con mi llanto pues Frente a las cuatro Esquinas Arrodillado les suplico

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Señora con las conchas alrededor de su cuello La del venado amarrado La del pajarillo enjaulado Maíz blanco que da luz a su varón Que da luz a las aguas frías Trece veces han dicho que no te conozco Señora que saliste de entre las aguas Los mares Los ríos Señora de los terremotos De los eclipses Pido que me permitas moverte Que no te despidas Señoras y Señores todos A todos los Señores A todas las Señoras Eso les pido

Estar en los llanos verdes llenos de felicidad Señor desnudo El de la vergüenza El de la pérdida Señor lodo Señora enfermedad Señor dinero Dueña de la pobreza Atravesar un río sucio Señora de la violencia Dueña de las masacres Señores de la carne colgada Dueño de la cárcel Señor jaguar en su posición de ataque Señores del camino Los de los grandes barrancos Señoras que se nos enrollan como culebras Señora boca abajo La de los piojos La de los animales que muerden El que mastica nuestros cuerpos Hijo de la muerte Señora tacuazín Muerte que nos acompaña Señora de las flores De las amarillas De las de todos colores Dueña de los vicios Del alcoholismo Los chismes De todos los problemas Señor del viento sombrero Señora de los animales ya muertos Señores de nuestras viviendas Señores que nos están tocando Señores aquí presentes Señora del color negro De lo que cae entre la cal Señores de la marimba mientras estallan varias bombas

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Señora de los cohetes Señor de los caminos de fuego Señores de las procesiones De las imágenes de los Santos Señores de los genitales Mirarlos significa la muerte Señora de las zanjas y de las aguas Subir a los cerros entre las hojas de pino Señor machete Señora chipilín Hojas de güicoy Señor pescado Señor difunto Estar en los llanos verdes llenos de felicidad

Despídete pues ahora de tus montañas Despídete de tus valles Allí donde bajan las nubes blancas Donde el frío atormenta y aprestan las heladas Donde están los árboles verdes y abunda el cacao Acabaremos ahora con tu vida Ya no podrás subir por tus montañas Ni de día ni de noche podrás subir por tus montañas Regocijarte en tus valles Es necesario que perezcas ahora Que no estés ya entre el cielo y la tierra Entre los nubes de los cielos y la superficie de la tierra Por eso te decimos ante la cara de la tierra Ante la cara de los cielos Es necesario que perezcas ahora Que no estés ya sobre la superficie de la tierra

Hermosura de vida que es siempre nueva

Porque yo era Cuatro Personas Mi madre me envió a estar entre ustedes Porque yo era preciosa Cruz Verde Mi madre Santa Bendición Mi madre Santa Cruz de Piedra Me envió a estar entre ustedes Hermosa Danzadora de la Gracia

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Hermosa Madre que gobierna la Gracia A los surcos de la tierra me envió su hermosa diestra A sostener los Cuatro Cimientos Heme pues aquí entre ustedes Soy piedra grabada por la lluvia Sostenedor de los día y de las noches Sobre la tierra ha descendido la hermosura Aquí tiene su casa y se mueve ahora la Serpiente Los cuatro puntos cardinales tienen asiento La hermosa Serpiente que desciende del cielo Con delicadeza rindo cuenta de los Cuatro Puntos De las cuatro Esquinas del Cielo Preciosa Santa Bendición es mi madre Hermosa Santa Cruz Verde Porque yo era Cuatro Personas mi madre Me ha enviado a estar entre ustedes

Endulza pues tu ánimo Y celebra Vas a ver el rostro de Quien habita en lo alto No volverás ya a la tierra Bajo la piel de un bello jaguar De un ciervo Bajo las plumas de un colibrí De un pequeño pajuí Date ánimo pues y piensa únicamente en El No tomes ya miedo No eres más quién ha alzado la voz Quien ha levantado los cantos Ahora vas a alcanzar el silencio Date ánimo pues y entrégate Piensa únicamente en El Y celebra

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PRINCIPIO Sólo el cielo solo Allá arriba Y la cara de la tierra Sin clarear todavía Nada se percibe aquí Ni una sola criatura Ni una sola cosa Sólo este mar recogido En su cuerpo bajo el cielo Nada que pueda ser aún Aquí sin ser bajo el cielo Sólo las aguas inmóviles Las aguas del mar tranquilas En su inmovilidad la sombra Lo que es nada aún El murmullo de la oscuridad En el corazón de esta noche Sólo los Hacedores los Creadores Los Engendradores los Concebidores Aquí entre las aguas inmóviles Entre la luz que nace en su luz El Corazón de los Cielos Emplumada Serpiente de los Cielos En el amanecer de este mundo En principio de este mundo ¿Cómo se habrá de hacer la madrugada? ¿Cómo se habrá de proveerla? Que sea pues todo de esta manera Que las aguas sean ahora vaciadas Que sean removidas de la tierra Para que esta vaya adquiriendo su forma Vaya adquiriendo su solidez Y llegue así la madrugada El principio de la Tierra-Cielo El principio de la soledad

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Niebla verde

Niebla de los montes Te has convertido en muerte Fuego amarillo Te has convertido en muerte Viento del norte Te has convertido en muerte Muerte causada por el sueño Muerte convertida en niebla blanca Niebla negra convertida en muerte Te desataremos nueve veces Te deshaceremos Nueve veces te calmaremos Este tiempo que se deshace niebla Para que se vaya como el aire ¡Arréglate pulso grande! ¡Arréglate pulso chico! Los pulso en medio del tiempo A mitad de la hora ¡Así sea Señores! Así es que te acabas montaña Sobre las doce montañas Sobre las trece lomas Te acabas entre la fila de rocas Te acabas en este filo de ramas Fuego verde Fuego amarillo Viento del norte convertido en muerte

Francisco Nájera nace en Guatemala en 1945. Reside desde hace muchos años en Nueva York. Ha publicado en revistas de varios países. Entre sus trabajos de poesía están: Con la liberad del amor (1987); Canto de María (1989); El payaso de Dios (1997); Espejo de gran placer (1995); Palabra de travesti (2010). También ha publicado algunos ensayos, entre ellos: “Elaboración del sujeto como Poeta Decadente en un poema de Arévalo Martínez.” La Ermita 12 [Guatemala] oct. – dic. 1998: 37- 41; “El género sexual: Violencia y patriarcado en la obra de Juan Rulfo.” Me gustas cuando callas… Los escritores del “boom” y el género sexual. Ed.

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Ana Luisa Sierra. (Editorial de la Universidad de Puerto Rico, San Juan, P. R.: 2002) 151 – 174; y El pacto autobiográfico en la obra de Rafael Arévalo Martínez (Editorial Cultura; Guatemala: 2003). Nájera ha colaborado con Letras Salvajes. Sus poemas, cuentos y ensayos figuran tanto en la primera época de la revista (2003-2006) como en esta segunda época, iniciada en 2010. Entre sus colaboraciones, destacamos sus poemas y un ensayo que figuran en el número especial (LS 12) de Le-tras Salvajes, dedicado a “Lo Queer.”

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Sheila Candelario MÁS ALLÁ (O ACÁ) DE TI Tantos que dicen tener un pasado y tantos que creen que el amor han logrado. Pero al definir el amor es difícil la ecuación. “Mi versión,” Sylvia Rexach

Usted lo llevó a crear un portal hasta ahora impensable, más allá de universos paralelos. Así lo explicó Abel cuando me la presentó en el autoexilio de su cuarto donde se había refugiado hacía tres meses. Déjeme explicarle, por favor. Abel puede viajar en carro del sur al norte de la Isla en una noche sin importar distancia ni gasolina. Medalla y poesía son su credo, de paso, también el mío. Su pasión por la literatura, por las poetas buenas no importa generación, y su visión de eliminar barreras culturales entre los centros urbanos de San Juan, Río Piedras y los pueblos de Mayagüez, Cayey y Ponce, lo sume en una hiperactividad inagotable. Somos poetas de tarima, de público, de jodedera. Abel nos lidera, su primer poemario, Foco Fundido, fue un éxito. La edición se agotó. También salió un par de veces en el programa Cultura Viva y aparecido en las páginas culturales de El Nuevo Día. Hay que darle crédito, no todos hemos llegado al sofá de Johanna Rosalí. Su optimismo casi in-

fantil le ha abierto puertas, aunque se cierren de igual manera. Abel sabe que la novedad cultural es tan efímera como la última tecnología en celulares. Pero su perseverancia ha dado algunos frutos, lo ha acercado a varios escritores del olimpo literario boricua aunque por sólo unos minutos en algún evento, tiempo sufíciente para tomarse con ellos fotos que sin falta veremos por Facebook. Cuando dejó de circular por los cafés y desapareció de las lecturas comencé a preocuparme. Lo llamé varias veces al celular y a la casa. Somos amigos desde la universidad en Cayey. Fui a su boda después que Laura quedara preñada. Estuve en el hospital al nacer Camilo. Lo ayudé a mudarse a la casa del hermano en Barranquitas cuando se separó de la mujer después de año y medio. Pocos saben que aún está casado. Lo conozco bien, lo suficiente para saber que cuando pasa por esas crisis de soledad absoluta le da por encerrarse a fantasear con una mujer que lo haga volar. Creo que cuando estaba en una de esas pasó lo que usted ya sabe. Me pidió que la llamara. Me contó que usted lo había amenazado con denunciarlo a la policía por hostigamiento. Le juro, Selva, le tiene que creer, lo que le dijo es cierto.

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Me pareció curioso la primera vez que recibí un e-mail de Abel. Lo había visto ese verano por televisión en un programa cultural en la Isla. Pensé que tenía talento. Nunca imaginé que conociera mi trabajo acá en Nueva York, ni que visitara con frecuencia mi página web. Siempre grabo mis presentaciones, las subo con regularidad, trato de mantener la página al día. Hay que aprovechar el medio, especialmente si se interpretan los boleros de Sylvia Rexach y se quiere crear un nuevo culto a la música de los años cincuenta desde Nueva York. Sylvia fue mi primera poeta. Desde niña la escuchaba los sábados cuando mami, trasnochada de esperar a papi, le daba por cantar a pulmón “Olas y Arenas” al limpiar la casa. Mi proyecto es celebrar su obra, revivirla, ¿y por qué no por Youtube o Vimeo? Sé que alguien en Loisaida le dio a Abel mi correo, por ahí comenzó la amistad. A la semana ya estábamos hablando por teléfono. Tuvimos un fugaz romance a distancia. Las palabras bien dichas pueden encender hasta las células muertas, pero cuando no se sujetan por par de brazos se apagan de un soplo. Le dije que mejor quedáramos como amigos y nos tomáramos un café cuando viniera por Manhattan. No volvió a llamarme, hasta hace una semana. Me saludó como siempre, alargando en falsetto su Holaaaa, ¿cómo estaaás, Selva? Apenas me dejó devolverle el saludo. Sé que no te he llamado hace meses pero no es por haberte olvidado, ni por no sentir tu voz en mi cuer-

po, ni recordar la imagen de tus suspiros, todo lo contrario, estás aquí conmigo ahora, aquí a mi lado como hacía mucho deseaba, desde que te vi por primera vez en internet sabía que serías parte de mi vida, no existen fronteras ni continentes, Selva, hemos estado juntos hace más de tres meses, me has acompañado en el sueño, en la fiebre del deseo nocturno, ya ni la niebla del campo ni el frío del sereno se meten por la ventana desde que estás conmigo, sí, te liberaste de tu cárcel digital para habitar mi cuarto, te llamo porque tú así me lo pediste, para que todo quedara claro sin engaños ni mal entendidos, pediste que te llamara para informarte que estabas conmigo ahora, que no te quieres ir de mi lado, te llamo porque me dijiste que tenías miedo de que algún día te arrancarías de mí sin saber el daño que nos harías a los dos acá en la Isla, esto no es demencia, es verdad, estás aquí, ¿quieres oírte?, sé que parece una broma patas arriba, una fábula siniestra, por eso quiero que te escuches rogar que no nos robes esta plenitud que finalmente hemos alcanzado, si te vieras, Selva, te ves tan feliz. No entiendo nada. ¿De qué diantres me hablas? Okey, quizás no me estoy explicando bien, estoy un poco nervioso. Selva, podemos conversar, mirarnos, a través del monitor. Hemos estado conviviendo, saciándonos, enamorándonos, creando, escribiendo juntos hace unos meses. Tú me aclaraste anoche que lo nuestro sólo podía trascender si te

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llamaba a Nueva York y confesaba lo que ocurría a tus espaldas. Me aseguraste que después de contarte todo sobre nuestra relación saltarías a mis brazos. ¿Entiendes ahora? Sólo tenía que contarte lo que ha estado pasando acá en mi cuarto para poder vivir plenamente juntos. Dime qué quieres, Abel. Que nos dejes en paz. Estás loco. No, ésto es real. Somos felices, te pido no atentes contra ésto que va más allá de ti. Déjanos en paz. El que debe dejarme tranquila eres tú. Apenas te conozco. Nada de lo que dices hace sentido. Lo que hagas entre las paredes de tu cuarto por allá en Barranquitas no me concierne. Estás en toda libertad de masturbarte como mejor te sirva pero no me vuelvas a llamar, por favor. Selva, esto no son pajas. Nos tienes que prometer que no te interpondrás. ¿Interponerme a qué? Necesitas un psiquiatra. Quedas advertida, ésto existe y existirá a pesar de ti. “Ésto”, como lo llamas, no es real, no existe, no hay nada entre nosotros. Jamás nos hemos visto. Ahora la que te advierte algo soy yo, Abel, no-vuel-vas-a-llamar, no me hostigues, si llamas de nuevo te denuncio. Al principio creí exactamente lo mismo, que se le había volado la chaveta, que mi amigo ya estaba más allá del bien y el mal, pero le aseguro, no es así. Abel nunca ha estado más lúcido. Cuando entré a su cuarto noté que había movido la cama junto a la computadora, puesto cortinas en las ventanas, comprado una alfombra roja, tenía hasta un jarrón con

flores en la mesa de noche y unos chocolates. A usted le gustan los Ferrero Rocher, ¿verdad? Pensé que Laura le había redecorado el cuarto pero me dijo que había sido usted la de la idea, bueno la Selva de acá, que en definitiva, creo, son las mismas. No sé qué programa se inventó o instaló, ni cómo lo hizo, pero lo que vive Abel es un romance verdaderamente interactivo. Usted responde, pregunta, ríe, charla, comenta sus escritos desde el otro lado del monitor. La he escuchado cantar a capela Alma Adentro, visto ensayar con la guitarra, inclusive conocer a Nilda, su prima, la que la acompaña con la flauta. No sé qué está pasando, ni cómo ha podido pasar, pero usted está aquí también, Selva. Nos contó de sus planes para una presentación en agosto en un cafe/bar en El Barrio que se llama Camaradas, será el estreno de Sylvia a Viva Voz. La va a acompañar un grupo de percusión de El Bronx, se me olvidó como se llama, algo con Moyo, me gusta mucho como fusionan la caja, guitarra acústica y flauta. ¿Qué más pruebas quiere? Esto es real, tan real como usted en sus tertulias a las siete de la noche los jueves en Samba en la 106 entre Lexington y Tercera. Tan real como nosotros acá en el Barrio Helechal en la cordillera pensando en ese mundo extraño de por allá que también nos toca. La única diferencia entre la Selva de Nueva York y la que acompaña a Abel es que la de acá se quiere quedar, pase lo que pase. En fin, Abel teme que al igual que usted la creó,

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la vaya a destruir con un delete. Él quiso hablarle pero no pudo explicarle bien. No la culpo por lo que le dijo, ¿quién en su cordura podría creer semejante disparate? Le digo, Caperucita tiene mejores posibilidades de que le crean. Hola, Abel. ¡Selva, hola, qué sorpresa! ¿Cómo estás? Ayer hablé con Sergio. Espero que Sergio te haya podido explicar bien lo que está pasando. No del todo, por eso salgo para Puerto Rico pasado mañana. Necesito, por favor, que nos recojas en el aeropuerto de Isla Verde y me lleves a tu casa. Quiero ver con mis propios

ojos lo que sucede en ese cuarto. ¿Cómo has podido tener acceso a tanta información, tantos detalles de mi vida, violado mi privacidad? Necesitamos hablar, aclarar esta situación y de una vez por todas acabar con este hostigamiento absurdo. Sí, claro, no hay problema. Me alegro muchísimo que hayas decidido venir. Al fin podré darte un abrazo. No te imaginas lo contenta que te vas a poner cuando te diga que vienes a vernos. ¿En qué línea aérea vuelas? ¿A qué hora te recojo?, dije mirándola a los ojos. Selva, sólo sonreía.

Sheila Candelario nace en Santurce, Puerto Rico. Es ensayista, poeta, narradora y catedrática de literatura. Ha residido en Nueva York desde 1990. Su poesía y prosa aparecen en su libro Instrucciones para perderse en el desierto (Editorial Palabra Viva, Colombia, 2004). Su narrativa y poesía han sido publicadas en las antologías Narradoras latinoamericanas en Estados Unidos (Editorial Ross, Argentina, 2008), Ejército de Rosas (Boreales, España, 2011), Abriendo Caminos: Antología de escritoras puertorriqueñas en Nueva York 1980-2012 (Editorial Campana, Nueva York, 2012). Su poema ‘Lejana’ fue seleccionado por La Casa del Poeta en Puerto Rico para formar parte de la Antología sobre la frontera a presenterse el 23 agosto 2014). Su obra literaria forma parte del “Special Collections Project, Puerto Rican Writers: History and Context” del Centro de Estudios Puertorriqueños, Hunter College, NY. Como parte de ‘El Puerto Rican Embassy’ su poema ‘Subpoena’ está incluido en una ‘Cåpsula del Tiempo’ depositada en el Centro de Estudios Puertorriqueños, NYC, a abrirse en el año 2059. En la ciudad de Nueva York ha leído su obra en Nuyorican Poets Café, Bowery Poetry Club, Latin American Round Table, Galería Mixta y Cemí Underground, además de compartir su obra en festivales en Estados Unidos, Centro y Sur América. Fue poeta invitada en serie televisada sobre poetas puertorriqueños en Nueva York, “En la Punta de la Lengua”, transmitido en Puerto Rico por WIPR-TV (2005). Co-organizó el “Viequethon”, que llevó a poetas y músicos

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de Nueva York a una manifestación cultural por la paz en Vieques, Puerto Rico (2001). Co-organizó también el simposio internacional en Nueva York “El Salvador 1932: Memoria Histórica, Justicia, Identidad y Derechos Indígenas” (2003). Organizó y participó en “Así Contamos las Mujeres: Narradoras Puertorriqueñas en Nueva York” en El Centro de Estudios Puertorriqueños, Hunter College, (2007). Su ensayo “Espejos Dispersos: Voces Migratorias en la Literatura Salvadoreña” fue publicado por la ONU en el documento del Programa de Desarrollo Humano de El Salvador (2005). Honores: Nombrada 'Una de las 50 latinas más destacadas en la ciudad de Nueva York' (2004) por el Diario La Prensa, reconocimiento por su labor como escritora puertorriqueña del National Conference of Puerto Rican Women (2007), Mujer del Año 2002 de la Parada Puertorriqueña de El Bronx, por su trabajo investigativo a favor de los derechos humanos en El Salvador y su labor como activista cultural en la comunidad. Se graduó Cum Laude en periodismo de la Universidad de Puerto Rico, Río Piedras. Luego de obtener dos maestrías con altos honores en la Universidad de Connecticut, Storrs, y Universidad de Nueva York, Stony Brook, se doctoró en literatura en ésta última en el 2001.

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Damarys GonzĂĄlez Sandoval

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Medallones de luz sobre las hojas caĂ­das


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Flores de Arnica


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Papel de regalo


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Autorretrato 2


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El canto de los pájaros

Damarys Josefina Gonzlez Sandoval nace en Venezuela en 1973. Licenciada en artes plásticas, mención pintura, egresada del Instituto Universitario de Estudios Superiores de Artes Plásticas Armando Reverón (hoy UNEARTE), en el año 2004. Es miembro del grupo literario “Nosotros” de la Casa de la Poesía de Vargas Juan José Breca desde 2009. Docente de dibujo y pintura en la Escuela Técnica Robinsoniana de Artes ‘’Voces de Carayaca’’ desde 2001 hasta la actualidad. Asistió a los talleres de poética de automatismo psíquico y escritura automática con el poeta Juan Calzadilla. Ha dictado talleres de sensibilización literaria por medio de la poesía en diversas instituciones educativas. De igual manera, ha participado en un sinnúmero de recitales de poesía y festivales literarios nacionales. Tiene a su haber el poemario Latidos de Sanación, publicado en 2008. Ha sido merecedora


de la Primera Edición del Premio de Poesía Juan José Breca, en el cual obtuvo Segundo lugar por su poemario: Silueta de una meditación (Casa de la Poesía de Vargas, Estado Vargas, Venezuela, 2011). De la misma forma, participó en la Segunda Edición del Premio de Poesía Juan José Breca, donde obtuvo el Primer lugar, con su poemario El velo de tinta se ha desdibujado en el agua (Casa de la Poesía de Vargas, Estado Vargas, Venezuela, 2013).

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Miguel Ángel AvilÉs DEL REALISMO MÁGICO AL REALISMO TRAGICO: LA TRANSFORMACIÓN SEMÁNTICA EN EL NARCOMÉXICO DE HOY

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l presente trabajo, tiene la misión de reflexionar sobre la transformación que ha sufrido la semántica tanto en el lenguaje oral como en el lenguaje escrito en el México actual, particularmente en el México que desde ahora llamaremos criminalizado. Se propone también fotografiar esos escenarios nacionales que, con basta materia prima, están nutriendo a la literatura negra, esa literatura que, teniendo como plato fuerte a la violencia en ese espectro multicolor, puede echar mano, según lo quiera, de las notas rojas o de las sensacionalistas o amarillas que predominan en todos los medios impresos o electrónicos de este país que, de acuerdo a lo que estamos viendo, no nos queda más que reconocer que dimos un golpe de timón en las variantes literarias, pasando del realismo mágico al realismo trágico. Antes de que se pongan a tomar nota, les advierto que sobre los que nos pasa, no daré remedios. La cosa es tan compleja y con tantas aristas (así dicen los intelectuales cuando no tienen mucho que decir)

que no quisiera estar comandando en el campo de batalla de esta intestina guerra que vivimos. Pero irremediablemente estoy y estamos. De alguna u otra forma, todos estamos y cada quien tienen el compromiso de participar, como mejor lo pueda hacer, para salvar este barco que se hunde. Los políticos, por ejemplo, tienen el reto de convencernos, primero, que esto tiene salvación y, segundo, que, entre gobierno y delincuencia organizada hay distancia, mucha distancia y que, contrario a lo que muchos suponemos, hoy por hoy no son sinónimos. Quiero decir, para ir avanzando en esta exposición, que se tiene que asumir con valentía que esta gran morgue en la que se ha convertido el territorio mexica, tanto en la superficie como en el subsuelo, no es más que la consecuencia de dejar hacer y dejar pasar, y de simulaciones que no tienen la voluntad ni la sabiduría para cambiar esto. De ese escondrijo en el que se guarece la ocurrencia y la innovación es donde salen ideas tan modernas para acabar con el problema como esa sobre la que me ocuparé más adelante, surgida en Sinaloa, que decretó, mediante algunas reformas a la ley de alcoholes, la prohibición de escuchar corridos de mafiosos y contraban-

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distas como si la culpa fuera de los grandes de la música y no de los actores políticos que por años han ido llevando la seguridad de la gente al despeñadero, ahí donde estamos ahorita, pensando que hacer, cada uno en su lugar de acción, antes de que tengamos que dar el último paso y caer al precipicio. Esto, óiganlo bien para que al final no haya compungidos y desilusiones, no es un discurso de campaña ni es un destape de mi parte para la próximas elecciones. Dios me libre, (yo sí tengo cosas qué hacer). Esto únicamente, es el contexto donde quiero moverme para hablar, aunque sea en forma muy general (este es otro recurso de los intelectuales cuando no tiene mucho que decir), de esa transformación, a veces invisible, que ha sufrido la semántica gracias a la incidencia y recrudecimiento del crimen organizado y las acepciones que se utilizan ahora con otro ámbito de interpretación muy distinto al que hace muchos ayeres se tenía. Los que hacemos literaturacomo investigación o como obra en sí- acogemos todo ese glosario de ayeres y ahoras, para tejer nuestras historias: unas desde la comedia, otras desde la tragedia, otras desde la magia, otras desde el humor o la solemnidad pero que sumadas harán, sin duda, la literatura de esta época bañada en sangre que nos tocó vivir. Con el afán de resumir, diré que el realismo mágico es ese género meta-lingüístico y literario de mediados del siglo XX que crea una rea-

lidad alterada o tiene el interés de mostrar lo irreal o extraño como algo cotidiano y común. No es una expresión literaria mágica, su finalidad no es suscitar emociones sino, más bien, expresarlas, y es, sobre todas las cosas, una actitud frente a la realidad. Aunque tiene origines más remotos y hay otros autores que lo antecedieron, abrevio para decir que una de las obras más representativas de este estilo es Cien Años de Soledad de Gabriel García Márquez y debo destacar como aporte, para el objetivo de este trabajo, que se desarrolló muy fuertemente en las décadas de los '60 y '70, producto de las discrepancias entre dos visiones que en ese momento convivían en Hispanoamérica: la cultura de la tecnología y la cultura de la superstición. Además, surgió como modo de reaccionar mediante la palabra ante los regímenes dictatoriales latinoamericanos tan frecuentes en esa época. Desde entonces han pasado varias lunas, pero lo que no termina de pasar es la violencia, más aún, se recrudece por otros caminos y de otras formas y aquí, en nuestro país, es como una nube que fue creciendo, espesándose, poniéndose gris intenso, como esas que en los veranos miramos emerger detrás de los cerros y que, cuando menos esperamos, ya se rompió como una fuente que anuncia un parto y suelta, dolorosa, una lluvia color marrón verdoso, caliente, que arrecia y deja caer, no gotas, sino balas sin destino cierto. “Aquí todavía se puede vivir

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muy bien”, afirmaban con gran seguridad hace algunos años los empresarios, los políticos y aún el diverso contingente que representaba a la clase media mexicana. Pero la violencia empezaba a propagarse por toda la nación y los problemas se hacían cada vez más complejos. Ante tal situación, el gobierno parecía no darse cuenta, o bien, intentaba ocultar la realidad nada mágica, sino trágica y cruda, a los ojos de la sociedad. México había adquirido una cara diferente, los pobres se multiplicaban año con año y no parecía haber alternativas de solución a los múltiples problemas que aquejaban y aquejan al país. Así, los pobres (que son muchos) se convirtieron poco a poco, como los vemos ahora, en presa fácil de los diversos grupos del crimen organizado. Y mientras en el campo cada vez son más las familias que han abandonado el cultivo de productos de subsistencia, para dedicar sus pequeñísimas y desgastadas parcelas al cultivo de la amapola o de la marihuana, en las ciudades los jóvenes ven con admiración a aquellos quienes como ellos salieron de las barriadas, de las colonias proletarias o de las zonas marginales y ahora poseen casas, joyas y automóviles lujosos. “Prefieren una vida corta pero digna a una vida larga en la miseria”, sintetizan algunas autores. Esto no es nuevo, ni lo vayan a creer. El 22 de agosto de 1933, El Continental, uno de los primeros diarios bilingües en la historia común Mé-

xico-Estados Unidos, publicó en su portada: “es un secreto a voces que la señora Ignacia Jasso Vda. de González alias “La Nacha “se dedica a la venta de droga en su domicilio ubicado en la calle Degollado núm. 218. En esta ocasión ocho de sus principales vendedores fueron aprehendidos bajo el cargo de narcotraficantes; sin embargo, se esperan [sic] que salgan libres por la posibilidad que tienen de pagar las altas fianzas.” En realidad, el periódico con base en Ciudad Juárez llegaba tarde a la noticia. Cuando fue llamada a juicio, “La Nacha” tenía unos quince años al mando de la primera organización de mexicanos dedicada al narcotráfico en esa frontera; era ya la reina de esa versión burda del cártel de Juárez, que todavía sembraba mariguana en patios y azoteas de las casas. Eso era la primera década del siglo XX. Eso fue hace 78 años. Pero apenas el jueves 17 de junio de 2011, para que veamos con este simple dato que nuestro realismo no para, leía sobre la detención en Guadalajara, de la zacatecana María Celeste, de 16 años de edad, quien después de ser detenida al enfrentarse a balazos, se confesaba como sicaria de los Zetas y como quien pide trabajo y hubiera leído en un anuncio: “se solicitan sicarios con buena presentación” muestra sus cartas credenciales para que no hay duda que contratarán a un trabajador calificado: “manejo el cuerno, las erres y las cortas”.

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En los años de La Nacha, el México pos revolucionario era una criatura recién echada al mundo, y las cosas tenían otro nombre y otro significado tenían las palabras. María Celeste es de hace unos meses pero hay que darle la palabra en este texto, porque Justamente es esta, la palabra, el único bálsamo que a veces queda para escribir la memoria de estos episodios antes que en el epitafio de un remedo de cronista como yo, o en un boletín salido de la presidencia de Repùblica se lea: “aquí yace un daño colateral que murió al ser víctima de un fuego cruzado de los bandas delictivas del crimen organizado.” Pero antes que eso pase, hay que pensar este México y escribirlo. Decir que no, mediante la palabra y refugiarnos si quieren en la risa, porque, citando a Nietzsche, “el hombre sufre tan terriblemente en el mundo que se ha visto obligado a inventar la risa”. Es aquí, donde al pasar del realismo mágico al realismo trágico, en este mexicanizado salto, la tragedia es risa, quizá como un intento por evadir tanto dolor y no soltarte llorando ante tanto muerto: unos ante la vista de todos, otros en el subsuelo enterrados como granos de maíz, a puños y por encimita, para que al tiempo sean encontrados putrefactos-así parece estar este país- sin que la autoridad competente tenga la capacidad y la fuerza para evitarlo, a no ser que en una más de sus inagotables ocurrencias, pronto nos

anuncien como solución la creación de la policía subterránea. Es aquí, en esta gran puesta en escena, donde vivimos la transformación semántica que advertimos al principio. Nada es de lo que ya fue. Poco queda del significado de antes y en este realismo trágico de magia pero real, la palabra es otra. No es la realidad alterada, como identificamos en dos palabras al realismo mágico, es la realidad a secas y trágica que nos da en la cara. En una definición básica, podemos decir que la Semántica es el campo del lenguaje que estudia el significado de las palabras y de las oraciones y en ese orden, habremos de distinguir enseguida este proceso lingüístico del cambio semántico que no la cosa nostra sino la cosa nuestra, sicilianamente mexicana, ha provocado. Como temo que mis habilidades didácticas vuelvan a ser un fracaso, mejor prefiero que sean los ejemplos los que me saquen del atolladero para explicar lo que acabo de decir y lo haré, por razón de método, en lo que he denominado el narcoámbito o el ámbito lingüístico del narco. Guillermina, como Laurita Garza, es la maestra de la escuela de la periferia de Hermosillo. La cambiaron de adscripción y es su primer día de clases con su nuevo grupo. Se presenta y para romper el hielo. Ella sí con buena didáctica, interactúa con los niños confesándoles sus gustos personales. “A mí me encantan

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los pájaros,” les dice, y les presume algunos, de la variedad que tiene. Enseguida los pone a trabajar y les deja un ejercicio. Los niños, estimulados, agachan sus cabezas y se sustraen de la realidad. La maestra, para romper el silencio que prevaleció por un rato y creyendo que los niños mantenía en la frescura de su mente, la preferencia que les acababa de contar, soltó con la inocencia que le permitía su idiolecto: -“Oigan: ¿no saben donde pue-do conseguir un perico?” Los niños se quedaron atónitos, al fondo se escuchó una risa leve, acá al centro una niña la miró con repudio, pero en el mesabanco del rincón un niño, de los más grandecitos, (que ahora suponemos que pudo haber llevado un porcentaje de las ventas), lanzó: -“Yo, maestra. Pero tiene que ser bien a la sorda, porque a ese compa que lo vende ya lo traen bien campaneando los mulas”. Esto fue un encontronazo semántico: la maestra, ya sabedora de lo que había provocado, prefirió dejar las cosas así y buscar su periquito del amor en otro lado, antes que acompañar a su alumno a la casa de su amigo el tirador de droga y ser detenidos los tres en flagrancia por los guardianes del orden. Esta misma maestra, cuando al calificar los trabajos encargados, les señala los errores de escritura pero no les anota ninguna calificación, ni crucecitas ni nada de eso. Los alumnos acostumbrados a los garabatos y

manchones de su anteriores profes, se quedan medios sorprendidos y al ver esto la maestra, les explica: -“Es que a mí no me gustan las tachas”, dice con cierta condescendencia, pero en los alumnos lo único que les quedó fue una gran tranquilidad porque su nueva profe afortunadamente no era adicta. El caso es que la maestra usó la palabra perico para referirse al 'ave', mientras que los oyentes asumieron que se refería a la 'droga'. Primeramente, este hecho se debe a la propiedad semántica llamada Polisemia, esto es, la propiedad de que una palabra pueda tener más de un significado. Este hecho forma parte del campo de la Semántica que ahora abordamos. Las formas de habla producidas por factores sociales, se han llamado Sociolectos, esto es, la forma de habla compartida por un grupo social que comparte ciertas características sociales como las mencionadas. Haciendo referencia al ejemplo, en el sociolecto de los pupilos es probable que perico haga referencia al 'ave' y a la 'droga', probablemente con mayor predominio de este último debido al entorno social en el que subviven, aunque también es probable que en su sociolecto solo signifique 'droga', infortunadamente. En el sociolecto de la profe, es probable, casi seguro según lo que pasó, que la palabra se refiera solamente al 'ave'. (Bueno, Dios quiera. Vaya usted a saber). Por lo pronto, volvamos al realismo mágico y recordemos lo que li-

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cenció al Gabo para elevar y desaparecer a Remedios, la bella, en los cielos ya que su visión simple y austera de la vida no era de este mundo y, al estar sacudiendo unas sábanas en el patio, junto a Fernanda del Carpio, quien había sido educada para ser reina, comenzó a elevarse y desaparecer en el cielo, como el licenciado Vidriera de Cervantes. Pues sucede que nuestro realismo trágico tiene sus paralelismos con el anterior, dado que esta manera, no de hacer literatura, pero sí para inventar historias, licenció a Vicente Fox para contarnos (o cuentearnos) que El Chapo Guzmán pudiera escapar de Puente Grande en un carro de basura o de lavandería y para salirse como lo hizo, terminó por volverse invisible a los ojos terrenales. Si ambas historias no son mágicas estos no puedo llamarles de otra manera (bueno, sí puedo, pero nos saldríamos del camino del diálogo y eso no va con mi madura forma de hacer política.) Siguiendo con los ejemplos (y aquí continuo lo que al inicio dejé pendiente) tendremos que admitir que lo que hace un año propuso MALOVA, el gobernador de Sinaloa, es también mágico y trágico, mágico porque está convencido que el hecho de que no escuchemos corridos incidirá en nuestra moral y tornaremos al rumbo del bien; es trágico porque esta visión simplista de la complejidad social indica que el propósito del bien común que debe ser la política anda de capa caída en Si-

naloa y en otros territorios. Aquí hay una conexión entre mágico y trágico. Si acaso esta postura respecto al género musical tan tradicional que MALOVA propone no es genuina que creo que sí lo es, así lo cree élsino actuada, pues también cae en lo trágico porque está actuando una tragedia y ésta es un género del teatro. Mágico es también que muchos de nosotros deambulemos por nuestro espacio vital sin haber sido alcanzados por las balas de quienes el presidente Calderón considera sus enemigos y a quienes, según él también, está derrotando en una guerra, ahora sí literalmente, sin cuartel porque los soldados andan en las calles como Felipe por su casa. La impunidad campea de tal manera que creo que nosotros somos personajes rulfianos (otro gran exponente del realismo mágico) y creemos que todavía habitamos en La Media Luna, pero en realidad, trágicamente, somos las ánimas melancólicas de la zozobra y del miedo de lo que oímos y vemos, pero sobre todo de lo que desconocemos. Y es que, salvo que MALOVA tenga un as bajo la manga, no hay hasta ahorita prueba científica que diga que las preferencias musicales sean determinantes para formar una mente criminal. Pero a lo mejor el gobernador del pacífico está convencido, influenciado por el propio realismo mágico que, por ejemplo, los personajes de los corridos que canta el Potro de Sinaloa, puedan cobrar vida y luego se echen a andar de cantina en cantina para sonsacar a cuan-

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to jovencito se encuentre libando en los tugurios de esos lares. O puede que en el gobernador haya más bien cierto temor de verse proyectado en uno de esos corridos que interpreta este popular cantante como ese que se oye así: “Todo llegó sin problema a donde estaba planeado/ y aquel jefe de gobierno hoy se encuentra retirado/ en dos o tres meses tuvo/ lo que nunca había soñado.” Se resisten a entender que el espectro del crimen, desde Cesar Lombroso hasta el director del SEMEFO de la PGR, tiene una explicación mucho mas compleja, como para que la CONAGO, por citar otro ejemplo, le haga caso a MALOVA y recorra todo el país en ridícula pero muy arbitraria caravana, como lo hizo este año, en busca de peligrosas rocolas y discos para quemarlos en la hoguera o de ir a la caza de humildes grupos norteños y agarrarlos seguramente en flagrancia justo cuando estén interpretando la sonsacadora, apologética canción de “Chuy y Mauricio” Si esta relación causa-efecto que propone la corriente malovista fuera verdadera, yo, por ejemplo, no estuviera aquí escribiendo esto, (lo cual ustedes agradecerían), ya que tal vez me estarían atendiendo en el mejor hospital de la localidad, de una avanzada cirrosis hepática como consecuencia de haber escuchado a José Alfredo Jiménez durante más de 35 años de mi cruenta vida. A pesar de todo, le doy el beneficio de la duda al señor Malova, y como el to-

lerante que soy, me pongo a imaginar la preocupación de este representante de la vanguardista política criminal que impera en México y lo veo en su cuarto en penumbras, con un reloj cucú a un lado de una lámpara programado para sonar a las cinco de la mañana, un crucifijo en la pared, una mujer en bata color azul durmiendo a su lado pero de espaldas y él, inquieto, dando vueltas en la cama y justo cuando faltan dos horas para que suene el cucú, se levanta sobresaltado, porque le ha nacido la gran idea para acabar con la violencia: prohibir terminantemente que la plebe escuche mas corridos, porque es ahí donde radica el nacimiento de este flagelo del narcotráfico que sacude a todo Sinaloa y a México. Pero otra vez la realidad se impone y su lógica no me cuadra. Mis propias experiencias de niño son ejemplos en contra de su teoría, después de haber visto desde los seis años como mi madre desnucaba gallinas, descabezaba guajolotes y, con la asistencia de un tío, apuñalaban sin misericordia cada medio año al puerco en turno, de tal suerte que si el razonamiento de los asesores de Malova tuviera sustento, yo, de plano, en estos momentos fuera un peligroso militante de los Zetas. Pero a pesar de su falacia, no ha impedido que tenga sus adeptos y apoyen su creencia. Uno de ellos, el experimentado criminólogo, Marco Antonio Solís “El Buky” hace unos meses se puso la camiseta malovista

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y, en tierras gabachas, declar: “difundir narcocorridos es un asunto delicado pero creo que debe evitarse, porque contribuye realmente a la vulnerabilidad de la adolescencia, en esta época los chavos no están preparados ara recibir este mensaje, no tienen criterio para discernir entre los bueno y lo malo: Mejor hablarles de amor y de cosas bellas…a mí no me da miedo tocar en México porque hay una paz que poca gente conoce, pero desgraciadamente, las imágenes de la paz casi no salen en la televisión”, concluiría el mejor intérprete de “Casas de Cartón”, como si esto del narcocorrido fue un asunto reciente. Cosa que me parece muy injusto para Los Tigres del Norte, o para El Rayo y Salgado (dos interpretes paceños) que allá a mediados de los 70s escuché en su voz, por primera vez, esa de “Camelia La Texana” y todas sus versiones que siguieron; o para el propio Charro Avitía que tan aguardentosamente cantaba el corrido del Pablote, o sea, Pablo González, “El Pablote”, esposo y segundo en la dirección de “La Nacha”, esa que nombramos hace un rato. El Pablote era un hombre poco precavido, ruidoso, amante de las mujeres, los tragos y los pleitos callejeros; Debo de agregar, para que se tranquilice Malova, que “El Pablote” murió a tiros en una cantina durante un duelo con un agente de la policía municipal. Debo de precisar con este tema que si Malova esté en lo cierto, yo seré el primero en hacerle un desagravio

público, pero también el primer perocupado, porque si el gusto por una canción induce y puede provocar un mimetismo en la conducta de la persona, entonces en Los Pinos tenemos un potencial parricida ya que el señor Calderón una y otra vez ha dicho, casi tomándola como himno, que su canción favorita (y la ha cantado muy feo, por cierto) es “El Hijo Desobediente”, y este corrido en su parte medular dice: “Quítese de aquí mi padre/ que estoy más bravo que un león/ no vaya a sacar la espada/ y le atraviese el corazón. Pero pasemos a más ejemplos para constatar que en la psique de la gente ya existe una percepción semántica distinta que tiene que ver con la atmosfera conceptual del narco y lo que antes se podía entender en sentido figurado, cuidado cuando lo escuchen hoy en día porque puede ser una expresión en sentido literal. Por ejemplo, si antes ustedes escuchaban que estaban rodando cabezas, daban por hecho que había un recorte laboral porque habían agarrado en un ilícito a ciertos funcionarios públicos, o que en esa región cundiría el desempleo, pero si ahora se enteran que en Acapulco rodaron cinco cabezas, ténganlo por seguro que tal como lo oyen así fue. Por eso, si en estos días llegases a escuchar que en tu centro de trabajo rodarán cabezas, de inmediato presenten tu renuncia y váyanse lo más lejos ahí. Esa confusión semántica ha llegado, incluso, a mis propios amigos, como Alejandro, periodista de Hermosillo,

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quien hace un par de años sufrió un derrame cerebral, fue llevado a un hospital que estaba con todas las camas ocupadas y él requería convalecer después de su urgente cirugía. La operación fue un éxito pero cuando, somnoliento, se recuperaba de la anestesia, apenitas escuchó lo que era la deliberación de los médicos por atenderlo lo mejor posible, a pesar de la limitaciones del hospital, al recomendado del secretario de salud, y justo cuando Alejandro volvía en si, escucho que alguien dijo: “bueno, señores, entonces hay que darle piso”, cosa que para mi amigo, que había cubierto recientemente algunas ejecuciones, por unos segundos pensó que había llegado su final y que alguien ya había decidido su eliminación de este mundo. Si ustedes no creen que exista esta transformación semántica imagínese, por ejemplo, que están en su casa y su hijo, a quien mandó a la tienda, llega corriendo(o con toda calma porque ya estamos perdiendo hasta la capacidad de asombro) y le dice: “amá: allá afuera está un encobijado” de seguro no supondrías, como muchos años atrás hubieras entendido, que se trata de un indigente titiritando de frio que merece que le tiendas la mano y le des un taco, sino que, lo mas probable, es que agarres de las greñas a tu hijo, lo metas apuradamente a tu casa, cierres todas las puertas y te empieces a asomar por una rendija de la ventana hasta que lleguen los de medicina forense y se lleve al narcoejecutado.

Aquí vemos cómo ha permeado nuestro realismo trágico el significado de algunas frases y palabras y que estos hechos apuntarían a un tipo de cambio lingüístico, en general, y semántico, específicamente. Pues bien, antes de que se me olvide comentarle, un hecho patente es el uso de la palabra "narco" en la formación de palabras relacionadas precisamente con este campo semántico del narcotráfico: narcoguerra, narcotúnel, narcopolítico, narcojunior, narcopista, narcocorrido, y otras tantas que usted tendrá también en mente. Lo que quiero señalar es que estos hechos lingüísticos están relacionados con la morfología del español. Lo anterior se sustenta porque la palabra narco, además de ser una palabra independiente -un sustantivo o un adjetivo, según sea el caso de su aparición en las frases- ha tomado el rol de prefijo en la formación de las palabras mencionadas arriba. Se podría hablar de lo que en morfología se nombra un pseudo-prefijo por el hecho de que aparece en la producción de un grupo específico de palabras y es una palabra que se puede mencionar por sí sola con un significado independiente. Es algo parecido con lo que sucede con el prefijo latino "auto" que tiene una presencia antigua en el idioma y que puede ser independiente pero también participa en la formación de palabras como "automóvil". Termino diciéndoles que esta transformación semántica y el paso del realismo mágico al realismo trá-

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gico que tiene al país con el Jesús en la boca, tiene otras implicaciones. A mí, por ejemplo, ya me tiene paranoico. Hace poco volé de la pacifica ciudad de Culiacán al puerto de La Paz y me tocó el asiento 10A y el asiento 10B le correspondió a un hombre corpulento y gordo, con gafas negras, cuyos ojos que ocultaban no miraban a ninguna parte porque, para cuando me subí, él ya venía dormido. Por mas escándalos que hice al sentarme en lo que me dejó de asiento, el tipo no se movió para nada. Así permaneció todo el trayecto, sobre todo cuando la azafata nos daba instrucciones para la posibilidad de un amarizaje forzoso, las cuales siempre resultan inútiles porque en caso de un madrazo en el mar de esa naturaleza, aunque nos aprendamos las instrucciones, a todos nos carga la chingada, y ese sí que sería un realismo trágico. El caso es que en torno al gordo, nomás escuché cuando una señora dijo en mi oído: “Viene muerto”, y yo que acababa de leer la policiaca del periódico Noroeste de Culiacán, me puse frió y le hubiera pegado un grito a la azafata sino es que la señora abunda “…es que se desveló toda la noche” refiriéndose semánticamente a que el gordo había sido presa de un sueño profundo debido a su cansancio. "Así es como se hacen los malentendidos", pinchi vieja, pensé decirle pero no lo hice por temor a que,

en la mejor escenificación del realismo trágico, la señora sacara una escuadra cortita y me pegara un balazo en la cabeza. Y es que esto de la semántica actual, de no encontrase en la misma sintonía emisor y receptor, trae repercusiones que llegan a poner en riesgo hasta la seguridad nacional tal como ocurrió el año pasado en Los Pinos cuando nuestro señor presidente quien esa mañana era víctima de una tremenda resaca, producto de su afición al trago, sin reparar en discrepancias semánticas, dijo a sus lacayos: -¡¡¡Tráiganme un Ron bieeen rico!!. Pero sus colaboradores, tan compenetrados en la cruzada contra el crimen, organizaron el militarizado operativo y volaron hasta Tijuana para atrapar al controvertido político -Hank Rhon-, ahora orgulloso propietario de los xoloitzcuintles y así cumplir la instrucción del presidente. Este es el país en el que estamos viviendo, compatriotas: tan mágico, tan trágico, del cual sólo espero que no toquemos fondo en esto de la desfachatez y que un día de estos no vaya a salir uno de esos legisladores tan ilustres que tenemos y de plano formule una iniciativa de ley para modificar el escudo nacional y el día de mañana, dios no lo quiera, veamos en nuestra emblemática figura a un sicario arriba de un nopal, ejecutando a una serpiente….

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Miguel Ángel Avilés Castro nace en La Paz, Baja California Sur, México, en 1966 y renace en Hermosillo, Sonora, en 1984. Es pues, sudcaliforniano por nacimiento y sonorense por adopción. Para atenuar su nostalgia dice vivir en una ciudad imaginaría que inicia en Cabo San Lucas y termina en San Luis Rio Colorado. Abogado por la Universidad de Sonora, desempeña su profesión a través de la mediación, la conciliación y el litigio. Ha laborado en el sector público y el privado. Fue profesor en Universidad de Sonor, la Preparatoria Kino y la Universidad Kino; ambas en Hermosillo, Sonora. Ha colaborado en diversos medios escritos de la región. En 1990 ganó el concurso “Historias de mi barrio”, de la Universidad de Sonora, el Programa Cultural de las Fronteras y el Instituto Sonorense de Cultura. Es Premio Estatal de Periodismo de Sonora 1992 en el género de reportaje. Es autor de los libros Diles que acá estamos (Universidad de Sonora, 1990), Los sordos territorios (Universidad de Sonora, 1997) Ingratos ojos míos (Instituto Sonorense de Cultura, 2004), con el cual obtuvo el Premio Estatal del Libro Sonorense en el género de crónica en 2003, Tres Modos de Morir y una Misma Historia (Universidad de Sonora, 2013) y Estar y No. Juegos de la Memoria (Instituto Sudcaliforniano de Cultura, 2014). Fue antologado en el libro para adolescentes Con un vuelco en el corazón (Escritores de Sonora A.C. y Editorial Garabatos 2008) y en el libro de cuentos para niños La fuga de los calcetines (Escritores de Sonora A.C. y Editorial Garabatos 2008). Desde hace algunos años, además de escribir las columnas El Diván, todas las mañanas disfruta, irremediablemente, de una taza de café bien caliente, de ese que nada más se consiguen en el Mercado Municipal.

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Gamelyn oduardo EL ASFIXIE Las declaraciones unilaterales de voluntad solo vinculan si el receptor se deja llevar y cree. La fe es ciega y está fuerte el asunto de la confianza cuando no nos queda palabra. Habrá que buscar por Oro Centro o en la Casa de Empeño Santa Juanita a ver si encontramos algo de lo que empeñamos en el asfixie. Espero que algún día podamos sacar la cabeza por encima de los intereses. Cien por treinta y cinco. el problema de la isla es uno de la manera en que opera la gravedad en el agua o mas bien de la densidad de las cosas y la pesaera que nos lleva al fondo el problema es que somos todo costa y cumplida la hora final del calentamiento

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cuando arropen decididas las aguas de los glaciales a esta isla alegre y dolida tomaremos cuenta de tanto nos lamentaremos de que la mierda flota y de que si somos lo que comemos los comemierdas no necesitarían balsas ni tan siquiera salvavidas. el asunto es que ya en el fondo se alojarán en nuestros rincones los erizos y nadarás como sabes pescau seguiremos esquivando carnadas redes y peces más grandes que ya se habrán quitado de la dieta del plancton. seremos siempre en fin lo que somos, solo burbujas en la superficie.

NOS VEMOS "Prende el abanico, beibi, que nunca seremos estado". o vamos pa la calle ma, a debatirnos entre hoyos, parchos y tiros. La calle, esta,

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que arde también rat tat tat tat. carajo, ya ni siquiera esperaran a por la noche. ¨la colonia es capota y bondo¨ reímos. mientras dejo el tren delantero en un cráter y pienso que el problema estriba en que se acabaron los parchos como en capri de la de diego, nos vemos. patitas pa que te quiero si hay descojones que se ven mejor desde el frío. vámonos que fuímonos que fuímonos en yola hacia algún rincón recóndito del imperio que solo es mejor como es mejor lo distinto Cheket. en la tierra de las oportunidades imagínate, no vamos ni a necesitar el abanico sino todo lo contrario:

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"Turn on the heat for me beibi, que este frío está del coño"

SOBRE LA RELATIVIDAD DEL TIEMPO hay momentos que quisiera ir contigo a ese lago salado para calcificarnos del primer chapuzón y convertirnos en piedra pa siempre. congelar este momento en el freezer. como la abuela guardar este feeling al lado del envase de mantequilla donde se encuentran las habichuelas que vamos a comernos después. hasta chuparnos los huesos porque ahí es que está la sustancia. y no hay duda que hay relojes que se paran en el momento preciso de detener el tiempo y es que están ya cansados y no debemos prolongar su agonía cambiándoles la batería. También hay maletines de cuero cuya superficie se cuartea y cuyos agarres van cediendo, sí como todo al inclemente paso del tiempo hasta que no queda ni tan siquiera por dónde agarrar el recuerdo o cargarlo al hombro con el peso de tanto hastío.

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y que bueno. a veces quisiera ser más fuerte, tranquilo, pa no comerme las uñas hasta el pellejo cuando veo el reloj y todavía funciona. Y faltan cosas que hacer y facturas por sacar y qué sería Amanda sin sus cinco minutos pregunto o nosotros sin viernes sábado y domingo es jueves. es los jueves que saco a descongelar la carne y que pongo a remojar las habichuelas vienes mañana y todo tiene que estar listo todo perfectamente ubicado para que la lava del volcán nos arrope y nos fundamos pa los arqueólogos del futuro.

INSTIGACIÓN No sé si esto nos lleve a alguna parte pero sé que siempre hay monte para travesuras y para ataques terroristas. Total, el mundo se debate entre ojivas nucleares amenazas de guerra bloqueos, guardias, embargos

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y confusión mientras a mí solo me quedan las ganas de rebasar el perímetro y prender todo esto en fuego. No hay de otra. Ven. Apúrate, actívate aviéntate, avíspate avívate, agúzate, pero ven. El tiempo apremia las condiciones subjetivas están dadas -vamos. Que viene por mí Rosa Emilia y puedo perder la cabeza.

ENCANDILAR He sembrado en el huerto, de las clandestinidades semillas viejas del futuro ya tostadas de esperar. Vamos pa encima -saltando muros, a darle fuego al cañaveral con mil transgresiones y perversiones en que te quiero adentrar. Bahía clara, faro, arenal quiero perderme en tu litoral y en el instante más discreto incendiar toda la ciudad.

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Gamelyn F. Oduardo Sierra nace en Santurce, Puerto Rico, en 1986. Abogado civil, activista social y artesano. Cursó estudios en Ciencias Políticas y en la Escuela de Derecho en la Universidad de Puerto Rico. Durante sus años de estudiante participó de luchas ambientales y estudiantiles lo que le ha dado la oportunidad de dar conferencias en varias universidades a través de los Estados Unidos y México, entre ellas, Tufts University, Boston University, Boston College, University of California at Berkeley, UCLA, la Universidad Nacional Autónoma de México y la Universidad Autónoma de Querétaro. Ha sido conferenciante invitado en el Congreso Nacional para la Descolonización, las Convenciones anuales de la Asociación Americana de Profesores Universitarios (AAUP), del Coalition of Contingent Academic Labor, el National Lawyers Guild y el United National Anti War Coalition, entre otras. Desde adolescente se ha dedicado a las letras, participando activamente en la Revista Pandora de su escuela secundaria. Escribir es una vocación que le ha apasionado desde entonces. Ha colaborado con sus escritos tanto en prosa como en verso para el periódico Noticel, 80 Grados y la Revista Nomastique, con base en la Ciudad de México. Actualmente tiene práctica abierta en San Juan, y es asesor legal de http://Descriminalizacion.org, organización dedicada a buscar cambios progresistas en la política pública respecto a las leyes sustancias controladas en Puerto Rico. También publica activamente en su blog Sentido Común: http://reevolucionenaccion.blogspot.com, dedica largas horas a su taller especializado en trabajos en piel, y está en proceso de publicar su primer poemario titulado Encandilar.

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Alexandra pagán Vélez ¿ANA? ómo adoro el dinero”, vocifera la vecina a eso de las 5:30. Como si al vecindario le importara lo que opina la jodida loca esa… “Cómo adoro el dinero”, insiste. “Puñetaaaaa” y se ríe como si fuese parte de alguna película. Hasta mi sobrinito, cuando recién se mudó, se despertó llorando pensando que algún monstruo se le había metido finalmente en el cuarto. Preferiría mil veces que me despertara gritándole maldiciones a los federales –como antes acostumbraba–, pero cambió de parecer y ahora se declara plenamente capitalista. Hasta al diablo le grita. Un día me asomé y me sacó el dedo, lo cual es poco porque otro día pasó por frente de mi casa y le gritó patitos y maricones a mis vecinos, y les grita cuatro necedades a sus vecinos inmediatos que son dominicanos. Parece una infección, parece lepra en los oídos de mis hijos. Difícil quererla, solo en pocas ocasiones la he visto tranquila, se rumora que es periquera, pero se grita que es una loca, demente, una tipa inmunda que lo hace es vomitar el prejuicio y todo lo asqueroso de nuestra sociedad (aunque de vez en cuando lo haga

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vociferando los titulares de la noticias). Sheila, que trabaja en Gemileo, la “conoce” y le dijo a mi hermana el nombre de ella y yo lo olvidé porque siempre he tenido una memoria muy caprichosa e independiente. Le dijo que ella perdió a su esposo, no recuerdo cómo –de nuevo mi memoria. Luego perdió a su hijo y de allí la locura y los “Cómo adoro el dinero”, “Ah, cabrón”, “Los federales”, etc. Ella es descendiente de una familia adinerada, precisamente su edificio, que está lleno de pintura de aerosol marrón y letreros que indican que tiene cámaras de seguridad grabando las 24 horas (de dónde los habrá sacado, me pregunto), son parte de una jugosa herencia. Ella “recibe” tratamiento psiquiátrico y cuando toma sus medicamentos, hasta se baña y compra plantas en Gemileo y no le grita cosas a nadie… Siempre anda de sombrilla y carrito que arrastra, pero todo eso son pedazos concretos de lo que verdaderamente arrastra. Nuevamente digo, difícil quererla. Me duele imaginarla un día que reciba un golpe, un día que alguien se canse de sus “cabrٕ ón” o “lo que te gusta es la crica” y toda esa sarta de inmundicias que vocifera como si la estuvieran matando. A fin de cuentas es eso, ella vive prácticamente cada día como si

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la estuvieran matando. Y así también nos mata porque cada día me insensibilizo más, y aunque tal vez lo que debo hacer es reportarla a Servicios Sociales, lo que siento es que un día, la idea de que alguien le haga daño, me dejará de doler…

CANAS

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upo que sería su amante al momento que él la llamó por su apodo. Le envió un mensaje a su correo electrónico. Escribió su nombre coronado entre comas: “Vamos a discutirlo en un café, Lita, ¿qué te parece?” Diego, era su galerista, un hombre entrado en años. A Laura o Lita, como le llaman sus amigos o posibles amantes, lo que le gustaba de él era su cabello completamente canoso, una pequeña melena a los hombros que le resaltaba el bronceado como cliché tropical. Llegó al café tarde, como acostumbra porque detesta esperar. Lo vio de espaldas y se detuvo a admirar su melena. Lo único que quería era una excusa para que fueran a su apartamento donde sabía que podría finalmente sentirlo, olerlo y besarlo mientras se juntaran en el sofá o tirados en la alfombra del comedor. Lo imaginaba grande y vigoroso, de piel avejentada y pecas, muchas pecas como estrellitas que anunciaban sus vueltas al sol, sus cometas y eclipses. Lo suponía usando algún medicamento por su edad, le

apetecía oloroso a pacholí y de pies descalzos. Lo deseaba penetrándola por detrás, halándole el pelo… El saludo del mesero la interrumpió e hizo que él se volteara, ambos sonrieron nerviosos. Lita abrazó al mesero y rápidamente fue a la mesa. Tras un café y acuerdos sobre fechas de aperturas de exposición y negociaciones sobre los contratos. Él la invitó a su apartamento. Ambos sabían que lo de mostrarle las pruebas del catálogo era una excusa considerada, pero un pretexto al fin. Se despidieron del mesero con cierta complicidad. Lita no podía parar de arreglarse el pelo por puro reflejo y cuando trataron de salir del café ella aprovechó para disimuladamente olerle el abundante pelo canoso. Diego la miró de reojo y sonrió, le pareció tierno y extraño su gesto, pero muy sexy. Afortunadamente su apartamento estaba tan cerca que caminaron riéndose y hablando boberías que mataran la anticipación. Una vez subieron a su estudio y cerraron la puerta comenzaron a besarse y desvestirse desesperados. Ella le quitó su camiseta hipster con esa torpeza aniñada que a él le enloquecía; más que su increíble capacidad para jugar con la perspectiva y proponer piezas perturbadoras, lo que a Diego le gustaba de Laura era su capacidad de mantenerse niña, joven, inocente. La sospechaba en su temprana juventud junkie y triste, aún más bella, pero complicada por la cocaína y el éxtasis, se imaginaba haciéndole

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el amor mientras ella alucinaba, se le antojaba pensarla diciéndole incoherencias mientras él la penetraba con fuerza. Cuánto hubiese dado por conocerla hace diez años, la hubiese llevado consigo a sus largos viajes por Asia. Ella hubiese sido la acompañante y amante perfecta para esos meses de vida de viajero. Pero ahora ella estaba allí en su apartamento y él le estaba quitando sus pantalones y pantis al mismo tiempo y ella tiraba sus tacones con una patada a la cocina. Y así desnuda, la comenzó a ver. Ella no pudo contenerse y comenzó a acariciarle el pelo con rudeza, le halaba mechones al tiempo que lo masturbaba y besaba. A él todo le resultaba muy de prisa, pero no pudo contenerse y en plena mesita de su comedor le hizo el amor. Amor, sexo, juego, estaban desahogando una carencia y unas ansias de tenerse que habían sido reprimidas por tanto tiempo, demasiado tiempo. Ya bastaba de prudencias, era imposible detener eso que habían puesto en marcha hace meses, esas enormes ganas de toquetearse y chuparse, de sentirse y amarse. En la mesita ella lo montó y con la mano le tapaba todo el rostro, le mordía el pelo, le arañaba el pecho. Él la sujetaba a la cintura tratándola de dirigirle el ritmo, de asistirle en las embestidas que daba mientras cerraba sus ojos y de pronto le sorprendía que ella le arrancara pelo. No pudo más y se quejó, ella lo calló

con un beso jugoso que bajó hasta su abdomen y de allí le hizo sexo oral. Esa tarde se convirtió en una noche larga de vino, sexo y sushi. En la mañana Laura ya no estaba, él no la sintió irse. Cuando vio que ella no estaba se acarició el pelo y recordó la extraña forma en la que ella le hacía el amor, no pudo más que reírse. Ella no le contestó el teléfono, y el día de la apertura de su exposición, no fue. Lo único que supo fue que otro galerista comisionó su segundo proyecto. Mucho tiempo después Diego fue a la exhibición de Laura con la esperanza de volver a verla. Igualmente ella no fue a la apertura y una de las piezas que recibía a los visitantes en la exposición era un cofre con mechones de canas. Demasiados como para ser únicamente suyos.

CRÓNICA DE LOCAL

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l Local es un antro, mi amigo José le insiste a mi hermana que no es lugar para una mujer de su edad, whatever that means… A mí me encanta el lugar, ella también va, le aclara mi hermana; como si el que yo fuera lo hace más apto para una mujer de su edad. Si Alexa va, que yo vaya no es nada, me la imagino… Pero lo que me gusta del local son esos aires de que quien va allí está al garete o es artista o es un artista al garete… con eso no digo que todos los que vamos estamos en esa ca-

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tegoría, sino que esa es la pinta del sitio. Que, de hecho, tiene sus paredes pintadas, todas, salvo la que queda frente a la barra que tiene un mapa inmenso con unas anotaciones de los lugares que han visitado “los locales”. Las anotaciones son unas bicicletitas de lo más simpáticas porque los de El Local son también del Bicijangueo, así que parte del arte que una mira en las esquinitas de la entrada está asociada a eso de las bicicletas. Son los pequeños detallitos de El Local lo que lo hacen un sitio que da gusto mirarlo, porque cuenta la historia de sus “locales”, de un grupo que crece y se expande, pero que se compacta… como todo hype. El Local era una casa… ancestralmente hablando, ahora goza de ser un espacio de jangueo, de ver pelis y teatro, y bandas y cantantes, y circo y gente peculiar, y la que no lo es tanto... Increíblemente los baños están en condiciones decentes en la mayoría de las ocasiones y también tienen grafitis, de Poncili, me parece. El Local nunca empieza a la hora que dicen, que si dice a las 9 será después de las 10 y así… En ese sentido me parece orgánico, esa cosa de que ancestralmente haya sido una casa hace que se sienta muy gregaria la cosa, como si entraras a la casa de alguien que tiene casualmente un super party, pero tienes que pagar tus bebidas… Tiene una salita en la que se puede jugar Wii, pero como soy muy mala en esos juegos, prefiero el sofá de la entrada o el que queda al lado de la barra, que debo

decir, que el bartender que mejor me cae le dicen Potro. Lo conocí una vez en un bbq de un amigo y me parece humildón, una vez vi que le dijeron “La Potranca”. Veo El Local como una metáfora de la ciudad, como la casa de la gran familia, como otro local más de esos que algún día uno preguntará: te acuerdas de El Local, como cuando uno pregunta: te acuerdas de Longbranch…

JUSTICIA POÉTICA A Pacho

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uando sostuvo la escopeta entre sus manos, respiró profundo. Estaba harto de la estupidez de su familia, harto de no tener dinero, harto de ser un white trash que no sirve para nada... harto, harto, harto... No estaba deprimido, estaba furioso, rabioso, harto. Miró hacia la sala donde su padre veía televisión y a lo lejos su madre reñía entre dientes, tiraba los trastes, se secaba el sudor con el antebrazo, y gruñía por la falta de dinero y la gotera del trailer. Su bata estaba decorada con gotas de grasa y las pantuflas con ketchup. Esa mujer solo sabía discutir, fregar platos, insultar, y regañar y joder... joder con una perseverancia que merece reconocimiento por la dedicación y maestría en el arte... Cómo la detestaba, estaba tan harto de ella que no

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podía comprender ni imaginársela de alguna otra forma. Buscaba pretextos y siempre encontraba uno porque genuinamente su trailer es una cochinada por los largos años de uso y descuido. “Nah, all she want’s is a raise in the Welfare check.” Mientras, su padre elevaba el volumen del televisor convencido en ignorarla. Descansaba sus manos en la enorme barrigota de cervecero, aquella que desde niño empezó a desarrollar y a aprender a utilizar para algunos bailes de bufón; como instrumento musical y hasta de marioneta para su nieto. Tenía las piernas abiertas y estaba plantado en el couch que alguna vez rescató de un basurero. Tan solo vestía su ropa interior, recién había llegado de su trabajo y, como tenía por costumbre, se sentó a ver los programas de Fox en lo que esperaba a que le sirvan la cena: hot dogs con mashed potatoes que complementaría con su inseparable Coors Light. Entonces, comería, vería el televisor y bebería cervezas hasta que quedara dormido. Así, tirado en el couch hasta el otro día que se levanta a las 6:00 de la mañana para tomar el bus, el tren, el bus y caminar hasta la Ford Motor Conpany y trabajar. Rutina sagrada... Asqueado de su suerte, de su vida, de sus vecinos, de su ex-novia y de sus amigos apretó la escopeta por la culata. Notó que sus manos y sus pies estaban resbalosos, como la cocina, como las paredes, como la mesa, como la frente de su padre... La excitación hacía que sudara co-

piosamente, su camiseta estaba mojada en las axilas, en el centro del pecho y en su espalda. A lo lejos, Madonna entonaba “American Dream”. Los vecinos del trailer que quedaba más abajo siempre escuchan a Madonna con el volumen más alto y a Snoop, P. Diddy, Christina Aguilera, Missy Elliot, J Lo, Busta Rhymes; todo lo más hip y cool. Alguna vez entró a buscar harina para el café y pudo admirar el equipo de sonido de última que graciosamente estaba colocado justo arriba de la puerta de entrada. Lo habían adquirido de un robo que algunos chicos hicieron a Target. “We ain’t gonna buy anything hot, boy,” le dijo el padre y así desperdiciaron la oportunidad perfecta de tener un televisor con pantalla gigante a precio de mercado de pulgas. “This ain’t gonna happen no more,” masculló convencido de su empresa. A través de la ventana veía un columpio formado con una goma de truck y un árbol inmenso que aseguraba sombra y frescura al trailer de sus padres. Gracias a ese árbol su trailer no se inunda cuando llueve; sin embargo, cuando la lluvia es torrencial, la cocina se inunda y por eso tuvieron que retirar la alfombra. El problema ahora es que los gabinetes de la cocina están acolchonados por efecto de las gotas y se están desprendiendo en hojas que muestran distintas capas de grasa colectadas a lo largo del tiempo. Recordó las veces que trepó ese árbol y las veces que cayó de él. Rió, recordó a John y

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sus dientes rotos, recordó los juegos de fútbol y a Trisha. Trisha fue el amor de su vida, tenía su nombre tatuado en el hombro. Trisha, con su risa y su cuerpo en la distancia. Trisha y las escapadas al building abandonado. Trisha... “Shut up, stupid bitch!” gritó el padre hastiado. Nuevamente miró la escopeta, abrió la gaveta que tenía al frente y sacó un solo cartucho. Los gritos de sus padres y el sonido del televisor ensordecieron el ruido que hizo al cargar la escopeta. Ensimismados en sus insultos, los padres no se percataron de que su hijo se sentaba en la silla del comedor que quedaba justo al lado del televisor. Con extrema dificultad colocó su dedo índice en el trigger mientras hacía que la escopeta apuntara a su rostro, les ofrecería algo un tanto diferente a la programación de Fox. Cuando el padre lo miró se escuchó una detonación mortuoria. Un fuerte empujón y una sensación de calor llevó a un sueño al hijo suicida que quedó con la cabeza hacia atrás mostrando la pintura abstracta que su rostro dejó en la pared. Sus brazos cayeron a ambos lados y la es-

copeta quedó acostada entremedio de su padre y el televisor mientras la madre dejaba de pelear para emitir un si bemol de angustia que notificaba al vecindario la terrible tragedia. Más tarde, en ER removían dientes y cabellos. Él... vivía... Los médicos podrían salvarlo. Él viviría, el disparo solo atravesó la boca y la nariz. Solo perdió su mandíbula, sus dientes, su nariz y gran parte de la piel de su rostro. Él sobreviviría su intento suicida. Él podría recuperarse, los médicos del seguro harían lo que estuviera en sus manos para que pudiera masticar y tragar; extraerían piel de sus nalgas y de su espalda para tapar la osamenta facial. Él sobrevivió. Lo más seguro Trisha iría a verlo, lo más seguro le llevaría flores del patio del guetto, lo más seguro le tendrían pena, lo más seguro... En la sala de espera, muy angustiados, muy nerviosos, sus padres discutían. Lejos en el trailer unas gotas de sangre se deslizaban con parsimonia por la pared y una lluvia intensa empezaba a empapar al árbol.

Alexandra Pagán Vélez nace en Yauco, Puerto Rico, en 1978. Es doctora en Literatura Puertorriqueña, poeta, narradora y ensayista. Ha colaborado en numerosas revistas, tanto impresas como cibernéticas. Entre éstas Hostos Literary Review, El Boletín del Ateneo Puertorriqueño, Revista del Instituto de Cultura, Revista de Estudios Hispánicos, Contratiempo y Los Poetas del Cinco. Textos suyos fi-

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guran en varias antologías: Los otros cuerpos (2007), Los rostros de la hidra (2008), Convocados (2009) y Plomos (2012). De su autoría son el cuento juvenil El diccionario y el Capitán (2010), el híbrido Del Alzheimer’s y otros demonios (2014), y los libros de cuentos Relatos para domingos (2014) y Amargo (2014). Es editora en el proyecto Calamar y colaboradora en Editorial Preámbulo. Administra el blog: alexandrapagan.blogspot. com/.

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Henri Cartier-Bresson

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Londres, 1951


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Hyères, 1932

Natcho Aguirre, Santa Clara, México, 1934


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Prostitutas, Alicante, Espa単a, 1933


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Dessau, 1945

Shanghai despuĂŠs de la guerra


Conocido como “El ojo del siglo,” Henri Cartier-Bresson nace en Chanteloup, Francia, en 1908, en el seno de en una familia de industriales. Cursó estudios en el Lycée Condorcet de París. Desde 1930 se dedicó a la fotografía, a pesar de que sus comienzos se centraron en la pintura. A los 22 años se traslada a Costa de Marfil, donde realizó diversos trabajos como cazador y, lo que fue más importante para su carrera, tomó sus primeras fotografías. En 1931 compra su primera Leica, con la que capturó un sinfín de instantáneas sin ser visto. Así nacerá un estilo personal de fotografía, el llamado instante decisivo, consistente en el arte de capturar en una fotografía aquel preciso instante en el que confluyen forma, luz y humanidad. Sus fotografías se han publicado en periódicos, revistas y libros, también se han expuesto en diferentes museos. En el transcurso de la II Guerra Mundial estu35 meses encarcelado en campos alemanes de prisioneros. Tras tres intentos, huyó a París y trabajó para la resistencia francesa. Realizó fotos sobre la ocupación y retirada alemanas. En 1945 dirigió, para la oficina de información bélica de Estados Unidos, el documental Le retour (El retorno). Dos años después organizó una exhibición de sus fotos en el Museo de Arte Moderno de Nueva York (MOMA). El mismo año fundó con Robert Capa y otros fotógrafos la agencia Magnum. Viajó por India, China, Unión Soviética, Canadá, Cuba, México y España. En 1955, por invitación del Museo de Louvre de París, fue el primer fotógrafo que expuso su obra allí. Algunas de sus colecciones fotográficas publicadas son: The Decisive Moment (1952), The World of Henri Cartier-Bresson (1968) y Henri CartierBresson (1980). En 2000 crea con su mujer Martine Frank la fundación que lleva su nombre para reunir su obra y crear un espacio de exposición abierto a otros artistas. Henri Cartier-Bresson fallece el 1 de agosto de 2004 en su casa de l'Islesur-la-Sorgue (al sur de Francia) a los 95 años de edad. (Tomado de http://www.buscabiografias.com/bios/biografia/verDetalle/4382/Henri%20Carti er-Bresson)

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Carlos López Dzur RESCATE DE TU ALMA PARA UNA BARCA DE GLORIA Cuando no había edades y mi sombra se gestaba en gravitones, cuando sólo se medía el punto omega en el horizonte cuántico de mi eventual irrupción en el espacio, yo escupí luz, yo el Único, el Real Ontológico que sólo sentía la piedra dura, el Pene solo sin la penetralia, yo, No-Alma, inversa exhalación hacia la Nada / Anatta del Vacío, al fin, abrí mi boca… Y di el Primer Beso para que Mi Amor no sea denso y, ¡cómo serías tú, Nashash, golosa de mi baba! ¡Cómo amaste el gesto de mis labios! Te fuiste ígneamente como mariposa a la Tierra, como nocturna emisaria a proclamar Mi Beso, por calles planetarias, venusina y venérea, te desarrajaste, con qué guandaja humildad hablaste, enamorada, el lenguaje de mis luces que yo te salpiqué de mecos, a ti, Anatta, y que por eso hoy eres apetitivo erótico para el universo, femenina epitimia de mi Timo y la primera Neshamá, entidad que me ama y canta mi Beso y mi derrame. Beso el paraíso que te di, lo beso contigo, beso sobre el beso, porque qué emputamiento me sublimas, qué reverencia me coitas con tus adoraciones; ahora quiero las serpientes para que me cuiden los jardines, cuando encarnen y viajen a mis mundos.

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Ahora envío relámpagos para guiñar mi Ojo colocado en la desnudez y te sorprendo cuando te arrastras por mi Amor, por aquel chispo de luz que has llamado Mi Beso y yo sólo escupía mi densidad para formar un espacio, en la infinita compresión de mi bragueta y mira, Serpiente, lengüecilla vibradora de mi beso, cómo se han formado kelites, vasijas, rumbos de mi energía y te duplicas cuando echas nostalgias de mi beso en el aire y mira las evas vaporosas densificándose fuera de Mí y de Tí. Son las nuevas realdades ontológicas, pero las atrapa la carne. Beso entonces los atributos de la Inmensidad. Que sean mis modos de sustancia. Prakara sea la vasija de mi beso. Dales tu prototipo, Putarraca Sublime Jiva / Atma, de tu Yo individualizado (para que me quieran como tú, Neshamá, Anatta redimida por mi beso, alma primera, como objeto poseso que hoy marca el primer tiempo, antes y después del beso, puerta del Universo paralelo, te guiñará el ojo, veme en el relámpago. Te observo y te pongo en el jardín junto a esos seres del Séptimo Día. Regocíjate en ellos, putarraca, compañera mía, cantora de beso, y voy a darte mi nombre para que no me llames por el beso sino por mi fidelidad.

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BENDITA SEA LA SERPIENTE ¡Qué hermosa es la brama de la Inmensidad! La saliva que pega el infinito es esplendorosa y el componente de las skandhas es m luz por algo la escandalosa llama a mi desperdicio luz de mi beso y por las calles se destrampa con avisos de que la he besado; yo tiré moco al espacio de los Vientos, rompí gravitones, me acomodé en el grajo para evitar la compresión infinita y hacer espacio a mis güevos y Neshamá va espiritualosa, ebria de mi thymos, toda emociones porque yo la he besado y mi beso se hizo alma. Beso a Anatta, la No-Alma, la reconozco como mi delicia. Pido a esa serpiente compañía. Que no me deje solo. Sea mi hembra en lo oscuro. Sea la primera luz de mi Logos. Sea mi epitimia, sabor de mis gargajos. Aroma de mis sobaquinas. Feromona de mi deseo. Yo la escupí para hacerla serpiente, distante a mis calzones y su desnudez es hermosura y yo le guiño el ojo en los relámpagos. Me gusta ver a esa diabla, escandalosa, lúbrica, enamorada. Beso a Anatta y me sorprendo que yo escupo luz y la luz es hermosa como ella, que yo escupo separación y ella es unitiva, distribuye mi aliento y se enamora de mi esencia. Bendita sea la Serpiente del Paraíso.

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NOSTALGIA DE LOS BESOS DE HASHEM Dame un nombre para hacerte presente cuando te invoque. Yo te llamé mi beso y los gasté besando a mis evas y adanes en ese cubujón de infinito que es el jardín que me diste. Es Edén, te lo agradezco. Lo forjé con lo que me diste de pensamiento cuando me llamaste Neshamá para tragar la nata inútil de la No-Alma, no más anatta, no más soledad, alma quiere el beso del Ignoto, el oscuro amante de la Inmensidad. Neshamá, la enamorada, hebra que se fue rodando al paraíso, kundalínica exhalación de tu escupido, te suplica dáme tu nombre, yo, Neshamá, estoy feliz de hallar brazos para que te abrace el que te ama, yo doy el fuego, ellos pondrá sus manos, yo doy la idea de caricia y me entrego a tí, con el amor de ellos, yo me arrastro por calles y avenidas, digo que tu amor existe y que yo tenía pies y me cedes sandalias y paracaídas y muelle levedad y burbujas para quedar en el aire; yo nací hambrienta de luz, tú, a puros tosidos y ñáñaras me escupite sustento y ahora soy una esbelta Serpiente de gracia, con tu luz alimentada, y me llaman la Autonomía, la Sabia, la Antigua presencia del Logos, la que canta con Tehilim tus estertores y santifica la luz con que te manifiestas. Entonces, ofréceme tu nombre, Amado. Nostalgia de tu besos tengo cuando me degasto y mi boca seca al pensar que no te invoco plenamente si no tengo Tu Nombre.

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PARA QUE MEJOR SE ENTIENDA MI BESO Circuncida el prepucio de tu corazón. Deuteronomio 10: 16

Amada mía, si supieras, que tú me circuncidaste y a tí daría todos mis nombres, mi divino Jah, pero no me llames, Adonai elohim, ni me llames Señor, Tu Dueño, Serpiente, niña de Linda Hebra, primera de mis niñas en el Edén, que sea Mi Nombre el Nombre con que experimenté circuncisión en días de la Compresión infinita de mi Verga Santa y escupí en mi Mano para lavar el espacio y me jalé el prepucio en salpiqueo de gozo y fue así el mappiq que pongo en Jah, mi nombre más sagrado. Pero tú, Neshamá, primera sacerdotisa a quien conmueven mis placeres creativos, dime simplemente Hashem, el más sencillo de mi nombre e instrúyelo. El nombre del Autor del Beso es Hashem. El nombre del puñetero divino que ama la Serpiente y chispotea con Semen el espacio, el nombre que Hashem dio a quien lo ama es Alma / y el alma que lo ame, también lo circuncida. El alma es la navaja que circuncida el corazón. Neshamá es la serpiente que muda la piel. Neshamá el mappiq, la marca del placer con que el beso se extiende como riejo enardecido de pasión. Neshamá es logos y es emoción, ya jamás habrá No-Alma ni skanda que se disuelva con la animalidad. La Neshamá que guarda el Nombre de Nombres de Hashem entra y sale de la muerte, entra en la luz del Primer Beso y se eterniza como Adam y Eva en un Edén para siempre.

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Carlos López Dzur nace en San Sebastián, Puerto Rico, en 1953. Es poeta y narrador formado durante la promoción de autores del decenio de 1970 en Puerto Rico. Estudió en las universidades de Puerto Rico (recintos de Mayagüez y Río Piedras), San Diego State y Universidad de California (Irvine), donde le fue premiado su libro El hombre extendido (1986). Obtuvo el premio anual «La Lira» del Centro Cultural Luis Rodríguez Cabrero de San Sebastián del Pepino en 2013. Hizo estudios doctorales en UCI en Filosofía Contemporánea. Publicó su primer libro de cuentos, Sarnas de la ira parda, con la Editorial QeAse (Puerto Rico) en 1980. Incluido en antologías de prosa y poesía internacionales. Su primera novela, con tema puertorriqueño, Las hienas, se publica con la editorial madrileña Lord Byron en 2013. Ha vivido 35 años fuera de su amada isla. La compositora bielorusa Galina Gorelova, directora de la Sinfónica de Música Filarmónica Contemporánea de Moscú, ha musicalizado textos de este poeta, a quien ha incluído, junto a Pablo Neruda y César Vallejo, en la Gira de conciertos de Serie Canciones Poéticas de América Latina. Textos poéticos de López han sido traducidos al inglés, el portugués y el francés, y su poesía antologada en volúmenes colectivos o generacionales en España. Cuba y México. Algunos de sus libros publicados son La casa (1988), dos ediciones de El hombre extendido y las novelas Simposio de Tlaculios (2000), Las máscaras del tabú (2001), Épica de San Sebastián del Pepino (2013), Seth el hombre bestia (2014), El libro de la guerra (2014) y Memorias de la contracultura (2014).

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Nancy bird-Soto THEORY/LATIN-A-THEORY/ ATHEORY

I

t was set off toward the end of the second full day at the Roundtable on Latina Feminisms at John Carroll University in Cleveland, Ohio. We, presenters and attendees alike, had been immersed in the interweaving of topics such as: identity, selfimage, self-knowledge, creativity, borders and borderless-ness, when the word rang in its full glory. The word: theory. As it was pronounced around me for the umpteenth time in my life, “theory” was spelled in my mind, letter by letter, prefix and suffix, as prefix and suffix hold each other together without a center where to take hold. And it made me think. What is theory? Better yet: what is a-theo-ry? The Oxford Dictionary of American English defines theory as “a supposition or a system of ideas intended to explain something, especially one based in general principles independent of the thing to be “The roles and structures of patriarchy have been developed and sustained in accordance with an artificial polarization of human qualities into the traditional sexual stereotypes” (Daly 15). 1

explained.” Principles are the conceptual matter that functions as a basis, as a foundation, for any organizing unit or form of knowledge. So, in getting to the marrow of the word “theory,” it was necessary to split it into its two components. According to the same dictionary, “theo” means “relating to God or deities” and “ory” serves in “denoting a place for a particular function.” In this light, theory is that which houses God/the godly, i.e., that which directs our dynamics. Furthermore, theory is what allows that governing principle to, literally, take place. When Edna Acosta-Belén and Christine E. Bose say that “the original impetus of Latino/a and women’s studies was to critique prevailing paradigms and produce new knowledge about traditionally marginalized groups” (1113), those prevailing paradigms being critiqued respond to a theory embedded in an ethos. Such ethos is rooted in the governing principle of the patriarchy1 and/or the exaltation of that which is deemed desirable and intelligible 2 . As posited by Judith Butler: “It may well be that my sense of belonging is impaired by the distance I take, but surely that estrangement is preferable to gaining a sense of intelligibility by virtue of norms that will only do me in from another direction” (3 2004). 2

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The exaltation of the “desirable” requires pitting the intelligible against the element that does not constrict itself to the norm. In the context of “U. S. third world feminism,” Chela Sandoval posits the idea of a “new taxonomy” with the purpose of countering the imposed unintellibility/invisibility of those subjects that do not conform. In her words: “this new taxonomy should also bring into view a new set of alterities and another way of understanding ‘otherness’ in general” (9). In other words, it signals a new theoretical framework that un-deifies the imposed standard (i.e. a larger-thanlife, af-fluent, able-bodied, Christian/religious, Caucasian, heterosexual male). As Mary Daly explains, “the male’s viewpoint is metamorphosed into God’s viewpoint” (47). Thus, that viewpoint has been made the standard and is unequivocally phallogocentric (as upheld by groundbreaking figures of the so-called modern condition), which makes all that is associated with woman/femaleness/femininity also unequivocally Other/ed. Moreover, as Jose-

phine Donovan observes, “both Marx and Freud were concentrating primarily on men and masculine circumstances when they developed their theories; the legitimacy of such concepts applied to women may be seen as intrinsically suspect” (79). How can the Othered subject develop, or at lest begin to signify, their own a-theory, then? That is the attempt of this reflective essay. Musing through the echoes of the word “theory” as they resonated cognitively and spiritually in me on that late April 2014 afternoon, I wanted to venture into a theory in which it is not about housing a God or an imposed standard, but something more attuned to different forms of knowledge, accounting from the personal to the collective and from experience to theoretical supposition. Could we go beyond gender while balancing out the fact that, precisely, we are understood (or not) on the basis of our gender, identity, and perceived abilities? What if we can avoid ending up just “turning the tables3” so that we can access more portals into different ways of knowing4? That is, can we go beyond

In Ana Louise Keating’s own words about the issue of mere (and fruitless) oppositionality: “By ‘oppositional’ I mean binary either/or thinking and us-against-them dynamics that pit one person, one group, or one way of thinking/acting against another–with no room for compromise, for creating new answers, or for developing any type of third space. This dichotomous oppositionality locks us into the status quo and reactionary stance.” http://thefemi-

nistwire.com/2014/04/post-oppositionalpolitics/

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Michel Foucault’s description of “subjugated knowledges” is useful in this exploration of ways of knowing. In his words: “Subjugated knowledges are thus those blocs of historical knowledge which were present but disguised within the body of functionalist and systematizing theory and which criticism—which obviously draws 4

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Theory, and engage in a-Theory (atheo/ry)? Lugones and Price consider how: “those who speak with certainty have the underlying faith that their perceptions, speech, and actions are undoubtedly correct or true. Certainty expels doubt. The world is monistic” (95-96). As such, those subjects not only reject doubt but also confine themselves to a worldview that while it may provide temporary comfort, its simplistic scope is nothing but a fantasy or a self-manipulating lullaby. In that simplistic scope, “certain judgments simplify the richness of the world and displace subtlety, contradiction, and especially irony” (Lugones and Price 96). In the interest of exploring the possibility of an a-theory, and especially in the context of the Latina experience, I would like to reflect about how the displacement of subtlety, contradiction, and irony reminds us of how we must confront privilege 5 in our interactions with others, outwardly and also inwardly. My own Latin-a-theory Sifting through the vibratory resonance of the word “theory” and speaking from my own coordinates upon scholarship—has been able to reveal” (82). Katie McDonough’s online article provides a direct description of what privilege (racial, but can be extended to class/gen5

of identity, let’s grapple with the contradiction and irony right away. As a subject enunciating this particular discourse—a discourse that straddles the traditional boundary between academic and other prose, as well as that between epistemology and ontology through musings and reflections—I proceed to state who I am, in terms of biodata. I am person born in Puerto Rico in 1975; thus a citizen of the United States by birth. I am a woman, born in a Hispanic nation, raised Catholic, but intrinsically not religious, although spiritual. I am a Puerto Rican woman who has lived (so far) all of her adult life in the Midwest; thus I am also a Latina. I am someone who learned that the term Hispanic refers to that which linguistically has ties to Hispania and that the term Latino/a refers to that which linguistically has ties to the Roman Empire and the romance languages. I am one to understand the complexities of both terms and how each have been politically charged (Hispanic) or culturally infused (Latino), as Suzanne Oboler has argued. I have a PhD and am currently associate professor of Spanish. I am the first one in my family to earn such a degree and to even attend graduate school. I also come der/economic status) and therefore the need to “check it” is: “recognizing, identifying and challenging the insidious operations of racism.” It should be noted that title of her article presents a problematic generalization about “white America.”

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from a working-class background. I have financially fully supported myself since age 22. While in graduate school, I managed to do so through teaching assistantships, lectureships, part-time jobs that included: working at a movie theater one summer, four and a half years as a Community Support Provider assisting an individual with developmental disabilities, tutoring in Spanish, and working at a Survey Center the summer right after earning my PhD. Also, though years of a 9-month paycheck, I took out student loans for which I still have about another two decades to pay off. Because of the Hispanic/Latina aspect of my identity, there was a point during my years as a graduate student that I qualified for an Advanced Opportunity Fellowship (AOF). Those are granted to students of traditionally underrepresented groups in academia if and only if they also meet the following criteria: a certain GPA and the assessment of two recommenders for the fellowship, which while being an honor to receive plus its accompanying stipend, it amounts to under what a TAship would earn me (at the time), which was about $700 a month (for a semester or 4 ½ months). So once again, the concept of theory as a governing principle in a worldview reverberates as a specific memory comes to mind, an exchange that not only comprises contradiction and irony, but also the subtleties of unchecked privilege. It is the memory

of an exchange with a fellow graduate student who protested verbally to me the reason for receiving an AOF. She thought it was unfair, and claimed that there should be no privileges or so-called free rides. And without contextualization, in theory, she was right about the fact that there should be no privileges. Indeed, this was a moment to face the concept of privilege inwardly and outwardly. This was also an opportunity to take personal and collective circumstances into account. The protestation came from someone who never had to struggle financially and whose monthly rent was covered by her father for years. (It never occurred to me to judge her circumstances as fair or unfair.) On her part, she protested with certainty, adding that if someone receives a fellowship, there should be no reason why that person should not accomplish more than the standard. “We don’t know that,” I quipped. “We don’t know if someone is going through a health crisis, or depression, or some other issue.” Slightly agreeing with this perspective, she declared that if she were offered a fellowship, she “would never take it” because she “would not need it.” Certainty in the conditional tense can allow us to project a constructive outcome or a “would never take it/would not need it” persona that is as false as our tendency to mask vulnerability is true. We could be anything…in the conditional. We can project what we would most cer-

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tainly do or not do, with the comforting subtleties granted to us by the conditional tense. The AOF was created to try to counteract a problem that is still pervasive today: the underrepresentation of “minority” groups. The concept of “minority” responds to a theory embedded within a sociological ethos in which—after centuries of historical conflicts, exploitation, and lack of cultural recognition—has situated the sociocultural Others in the margins, as if they were, indeed, minors unable to make their own decisions or stand up for themselves. Moreover, “minor/ity” carries the connotation of a subject that needs tending to because they have not reached their full potential—their adulthood, physically and metaphorically. The risk of tokenism becomes a possibility, for as Mary Daly indicates: it “does not change stereotypes or social systems but works to preserve them, since it dulls its revolutionary impulse” (14). Along the risk of tokenism, the problem is compounded by the fact that the same overarching theory 6 influencing the social dynamics of inequality is one that would not allow for the “discomfort” of lifting the “minority” status. Lifting such status challenges deeply entrenched notions of class, gender, and race/

ethnic dynamics. It would force us all to explore our privilege blind spots (as many or as little as they may be in each individual case), and hopefully, to engage in dialogue, thus infusing the “revolutionary impulse” of rendering Othered groups visible, with the potential to undo stereotypes and social stigmas. Saying that there should be no reason why a “minority” (with a fellowship) should not accomplish more than the standard carries the double-edged sword of how is that standard measured. Did you not accomplish enough? Then, it was a waste to offer that opportunity to you. Did you accomplish enough or exceeded expectations? Then, it was a waste too; either you did not “need” it or, of course, it made everything “easier” for you. This is the perennial dilemma of the minority experience and the risks of tokenism in an atmosphere of unchecked privilege. I do not internalize the term “minority” for myself, just as I know that I am read as such in various contexts. Plus, I am Hispanic/Latina beyond the “minority” status, and as I continue to find throughout my years as a professor, many Othered groups, are still in desperate need of finding role models beyond stereotypes or narrow views about iden-

The problematic concept of “minority” and its role in this particular example, make me think of the God (Theo) in the word theory, and what Daly discusses about it: “The widespread notion of the ‘Supreme

Being’ as an entity distinct from this world but controlling it according to plan and keeping human beings in a state of infantile subjection has been a not too subtle mask of the divine patriarch” (18).

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tity. From contextual conditions, from experience, and from the very ironies and contradictions that envelop me as well as the sociocultural matrixes where I am and perform, I feel compelled to incur into what may be called a Latin-a-theory. María Lugones calls for the performance of “a transformation of communal relations” while exhorting to reject the “gender system” imposed on so-called minorities (1). In order to reject that system, the subject needs to understand which governing theories are creating paradigms of relating, starting at the familial level. How about A-theory? Theory, in its incarnation in sociocultural paradigms, is not something separate from our experience. It is not something that is just discussed in a classroom or put to the test in an isolated environment. Theory—as in the source for our “intelligible” communal relations—permeates our daily lives, from our upbringing onwards. Historical processes, religious beliefs, and the overall arrangement of social dynamics draw upon an ethos of being (ontology) and a theory for all interrelations (epistemology). Therefore, when my grandmother Daly refers to conditioning when addressing the issue of “women’s complicity” in defending the ruling paradigm (49). 7

gave me a birthday card to wish me a happy one when I was a kid, not without avoiding to put in writing the fact the she would have liked to have a grandson, it is obvious that communal relations on all levels respond to pervasive paradigms of what is preferred, desirable and intelligible. The imposed “gender system” that Lugones refers to is at work in the context of a society with a colonial history that upholds the patriarchy as well as other hierarchies based on class, race/ethnicity, and economic status. In the birthday card message, my grandmother exhibited the conditioning 7 imposed by the sociocultural institutions of power. The same did my other grandmother when she would call me “improper” for not looking or “behaving” like a doll, and so did my aunt when she told me that what I really needed to learn was to tend to household chores because that was what would count for when I got married. In all the aforementioned instances, the underlying common denominator is that the male—the godly—is what is desirable, proper, and the one to be served. And one may wonder, isn’t the one who needs tending to, the one who needs to be cooked for and looked after, actually the “minor”? Who or what is this God or godly entity (theo-) that is lodged (-ory) in a

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word that needs the mutual implication of its beginning/prefix and its ending/suffix to be, having no core concept to which one or the other may be attached to independently? Is theory then just a supposition, a working premise in which to summon analogy, a detached space that only functions in theory, and precisely—because it is theo-ry—it goes unquestioned? Plowing through this conceptual loop, I propose—with more queries than answers—the possibility of an a-theory. If a-theism may be that which does not recognize theism, and thus it does not relate (or comprehend) the theistic worldview, a-theory may be that which does not recognize theory in its deified rendition. Atheory, therefore, does not reject theory, but becomes its own form— an atheory—which allows for a subject, any subject—to reject the unchecked harmful notions of being and interrelating sanctioned by tradition. Could that graduate student’s protestation at the time about the AOF be channeled differently? Could the idea of “no need for it” be used in the sense that we get to the point where the issue of underrepresentation is overcome? It appears as if the conditional tense is more promising once we do away with binarisms, mere substitutions, and unaware reactions. It requires action to break the mold and tear down the walls of misdirected resentments. To embrace Others, we also need to be

aware of our own privilege (as minimal as it may be) and to joyfully embrace our own Otherness. To conclude, it is my hope that an atheory of collaboration and understanding may unveil more space for the intertwining of knowledges, and moreover, continue paving the way toward more compassion. Works Cited: Acosta-Belén, Edna & Christine E. Bosé. “U.S. Latina and Latin American Feminisms: Hemispheric Encounters.” Sings: Journal of Women in Culture and Society 25.4 (2000): 113-119. Print. Butler, Judith. Undoing Gender. New York & London: Routledge, 2004. Print. Daly, Mary. Beyond God the Father (1973). Boston: Beacon Press, 1985. Print. Donovan, Josephine. Feminist Theory. New York: Continuum International Publishing, 2004. Print. Foucault, Michel. Power/Knowledge. Selected Interviews. 1972-1977. Ed. Colin Gordon. New York: Pantheon Books, 1980. Print. Lugones, María & Joshua M. Price. “Faith in Unity.” Constructing the Nation: A Race and Nationalism Reader. Eds. Mariana Ortega &

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Linda Martín Alcoff. Albany: SUNY Press, 2009. Print. Lugones, María. “The Coloniality of Gender.” Worlds & Knowledges Otherwise (2008): 1-17. Print. Maparyan, Layli & AnaLouise Keating. “The Promise of Post-Oppositional Politics: A Conversation.” The Feminist Wire. 7 Apr 2014. Web. McDonough, Kelly. “‘I’ll never apologize for my white privilege’ guy is basically most of white America.” Salon. 4 May 2014. Web.

Oboler, Suzanne. Ethnic Labels, Latino Lives. Minneapolis: University of Minnesota Press, 1995. Print. Oxford Dictionaries. http://www.oxforddictionaries.com/us. Web. Sandoval, Chela. “U.S. Third World Feminism: The Theory and Method of Oppositional Consciousness in the Postmodern World.” Genders 10 (1991): 1-22. Print.

Nancy Bird-Soto es catedrática asociada en el Departamento de Español y Portugués de la Universidad de Wisconsin-Milwaukee. Entre sus publicaciones académicas se encuentran los libros: Sara la obrera y otros cuentos: El repertorio femenino de Ana Roqué, Escritoras puertorriqueñas de la transición del siglo XIX al XX: Carmela Eulate Sanjurjo, Ana Roqué y Luisa Capetillo (ambos con Edwin Mellen Press) y, en prensa para el otoño de 2013: Los hipócritas de Franca de Armiño (Editorial Tiempo Nuevo). Es columnista invitada de la Revista Cruce.

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Alberto Julián Pérez EL GAUCHITO GIL

A

ntonio Mamerto Gil Núñez nació en la estáncia “La Trinidad”, cerca del pueblo de Mercedes, o Pay Ubre, como él lo llamaba, el 15 de septiembre de 1844. Su padre, un gaucho oriundo del departamento de Goya, era peón de la estancia. Su madre, una china hija de madre paraguaya y padre correntino, había nacido en un pueblo cerca de la frontera paraguaya. Era una mujer muy linda, de ojos negros y pelo lacio y renegrido, que se recogía en dos trenzas. Su padre se la llevó de su tierra a Pay Ubre, donde tenía trabajo. Era un gaucho muy hábil y respetado en la zona, se destacaba en los rodeos, sabía arrear con destreza e internar a los animales en los bañados para que comieran el pasto más tierno. Era gaucho de los de antes, que jamás se quedaban a pie. Sabía enlazar potros salvajes y salir montado como el que más. Antonio, que tenía la cara linda de su madre y ojos muy negros, se quedaba con ella en el rancho cuando su padre salía a trabajar. Su hermano mayor, que le llevaba seis años, acompañaba al padre a los rodeos y las yerras. Su madre le hablaba a Antonio en castellano y en guaraní, y aunque él no llegó a dominar bien

la lengua indígena, le entendía cuando le hablaba. 1850 fue un año difícil en Corrientes. La guerra civil no terminaba nunca, los combates iban y venían, y los gauchos seguían a los caudillos del lugar cuando los buscaban. No ir era de cobardes y de flojos, y los gauchos se preciaban de su coraje, no podían soportar una mancha a su reputación. Su padre se fue a la guerra con otros gauchos y no volvió. Le dijeron que lo habían muerto en un entrevéro con los gauchos de un comandante entrerriano. La madre quedó sola con sus hijos en el rancho de adobe. El patrón de la estancia, cuando supo que el gaucho Gil no había vuelto de la patriada contra los entrerrianos, le pidió a su mujer que los ayudara, como correspondía. El patrón siempre se preciaba de proteger a sus gauchos en momentos difíciles. Al hijo mayor, que era fuerte y hábil como lo había sido su padre, aunque joven todavía, le dio trabajo en su estancia como peón. Su señora llevó a la china a trabajar a la casa, ayudando en la cocina y la limpieza. Les dio un cuarto, a la madre y a su hijo menor, en una vivienda vecina al caserón de la estancia, donde se alojaba la gente de servicio. Antoñito, que era un niño muy menudito y tranquilo, hacía mandados y ayudaba en lo que podía a su madre. Cuando no tenía que

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hacer jugaba solo en el corredor del caserón, mientras su madre hacía las tareas. El casco de la estancia de la Trinidad era grande, trabajaban allí más de treinta personas, entre peones y sirvientes. Tenían tres esclavos negros, un hombre y dos mujeres, que servían en la casa. La señora de la estancia, que tenía tres hijos, había hecho venir a una maestra de Corrientes para que les enseñara a leer y escribir. Por la mañana, después del desayuno, la maestra se sentaba con los niños bajo la enramada, y allí les hacía aprender el abecedario, les dictaba palabras y los ponía a escribir. Antoñito miraba con curiosidad. La señora de la casa, viendo la curiosidad del niño, le dijo a la maestra que le enseñara también. Antoñito, que era despierto e inteligente, aprendió a leer y escribir con gran facilidad, antes que los otros niños, que le agarraron envidia y lo acusaban de todo tipo de cosas para que su madre lo castigara. Le decían que les robaba los dulces y les pegaba. La señora de la estancia no les creía y miraba al niño con simpatía. En el 51 llegaron noticias del pronunciamiento de Urquiza. El dueño de la estancia era federal y no le gustaba nada que Rosas pudiera caer. Sabía que los unitarios conspiraban contra el país y Rosas había mantenido a los franceses y a los ingleses alejados de la frontera, acorralados en la ciudad vieja de Montevideo durante muchos años. Era un estanciero próspero y se había enri-

quecido con la política de Rosas. Todos los años arreaba sus animales hacia el sur y los vendía en Buenos Aires a los saladeros, que preparaban charqui para los mercados de esclavos del Brasil. También tenía comercio de cueros, que embarcaba en el puerto de Corrientes. Hacia allá salían sus carretas cada tantos meses. Se fue con sus peones gauchos a Buenos Aires, a defender a Rosas, siguiendo a un comandante amigo y no regresó en muchos meses. Cuando volvió se supo que había caído mucha gente en la lucha. Rosas había sido derrotado en Caseros y se había ido del país. Ahora el General Urquiza, de Entre Ríos, estaba al frente de la Confederación. Había brasileños y otros extranjeros por todos lados. Poco después, la maestra que les enseñaba a los chicos regresó a Corrientes. No vinieron más maestros. A veces, la esposa del patrón, por la tarde, se sentaba en la enramada con los niños y les hacía leer la Biblia en voz alta. Si Antoñito estaba allí le pedía que leyera. Le gustaba leer el Génesis y el Evangelio de San Juan. Leía con voz clara y casi nunca se equivocaba. Leía de corrido, a diferencia de los otros niños, a los que casi no se les entendía. La madre de Antoñito siguió trabajando en la cocina. Era una mujer linda y los gauchos la cortejaban. Le decían piropos y cumplidos que ella no respondía. Finalmente aceptó a un enamorado, Juan Prieto, un gaucho rumboso que usaba aperos llamativos y se emborrachaba cada vez

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que había baile. Al hombre le molestaba que el niño estuviera siempre entre él y la mujer. Le dijo que Antoñito estaba muy apegado a sus polleras y que tenía que hacerse hombre. Ya había cumplido once años. El tenía un peón amigo que se lo llevaría a los rodeos, para que aprendiera el trabajo del campo y se hiciera gaucho. Lo mandaron a Antoñito con Pancracio, un gaucho que usaba el pelo largo y vincha, y era famoso por su habilidad con el cuchillo. Pancracio se encariñó con Antoñito, le enseñó a amansar los caballos, a trabajar con el ganado, a marcar, a carnear y a cuerear. Fue Pancracio el que lo empezó a llamar Gauchito en lugar de Antoñito, y los otros hicieron lo mismo. “¿Gauchito cuánto?”, le preguntó alguien. “Gauchito Gil”, respondió el muchacho y ya ése fue su nombre. Cada tanto regresaba a visitar a su madre, que se fue a vivir a unrancho con el gaucho Juan Prieto. Una vez que llegó se dio cuenta que estaba embarazada, iba a tener un hermanito. El niño nació prematuro y murió enseguida. Su madre perdió mucha sangre en el parto y poco tiempo después moría ella también. El Gauchito lloró mucho, amaba profundamente a su madre. La enterraron en un camposanto en Paz Ubre. A los dieciséis años se había quedado huérfano. Pancracio, que tenía varios años más que él, le enseño también a vistear y a cazar nutrias en los bañados. Tiempo después Pancracio salió

con un encargo de su patrón a Corrientes, y el Gauchito se fue a trabajar como ayudante de un cazador que vivía en los esteros. Se llamaba Venancio. Cazaban aves y el hombre vendía las plumas más finas, que eran muy apreciadas. El Gauchito se hizo hábil en el uso de las boleadoras. Casi nadie tenía fusil, que era un arma de los ricos, y un buen tiro de bolas podía ser más efectivo que un escopetazo. Cazaban con trampas y con bolas. El Gauchito podía bolear a los patos en el aire, tenía una destreza notable. También corrían a los avestruces. En los esteros andaban en canoa. Pescaban grandes peces y de eso vivían. Dormían en una choza de junco que se habían armado. El Gauchito se enamoró del paisaje de los esteros, de sus sonidos y de las noches estrelladas. El cazador hablaba poco castellano, se había criado en la frontera y le hablaba en guaraní. El Gauchito le entendía y le respondía en castellano. Cuando tenía 18 años empezó a extrañar la vida en las poblaciones. Regresó a la estancia donde había crecido y le dijo al patrón que estaba buscando trabajo. El patrón le dijo que un amigo suyo había muerto en una batalla grande que habían peleado en el arroyo Pavón, en Santa Fe, y que su esposa necesitaba ayuda para organizar el trabajo de la estancia. El patrón lo había visto crecer en su casa y sabía que era un muchacho listo e inteligente. Le dio una carta y lo envió a “La Estrella”, cerca de Mercedes.

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La viuda lo recibió. Era una mujer de unos treinta años, hermosa, y de cuerpo algo grueso. La mujer se llamaba Estrella, como la estancia. Había sido bautizada así en nombre suyo. El Gauchito le llamó la atención. Era un muchacho de cuerpo pequeño, con cara de niño. Aparentaba menos edad que la que tenía. Lo mandó de ayudante del capataz de su estancia. Tenían mucho que hacer. El gauchito trabajaba bien con los animales. Era buen jinete, y sabía arrear y cuidar del ganado. Visitaba las aguadas y se aseguraba que los animales tuvieran buenos pastos. Un día un gaucho se burló de él y lo insultó y el Gauchito sacó su cuchillo y lo desafió a pelear. El capataz los desarmó y los hizo azotar. Les dijo que en la estancia, por orden de la patrona, no se permitían las peleas a cuchillo. Para el arreo los gauchos usaban el rebenque y el lazo. El Gauchito prefería las boleadoras. Como era pequeño de estatura, se las ataba alrededor del pecho, en lugar de la cintura. Decía que le resultaba más cómodo. Era el único gaucho que utilizaba las bolas para arrear. Con un tiro de bolas hacía caer a las vacas que escapaban. Una vez que estaban en el monte boleó a un jabalí. Los otros gauchos festejaron su hazaña y comieron el jabalí asado a las llamas. Lo abrieron en dos, lo clavaron en una cruz de hierro, hincaron la cruz en la tierra, lo cubrieron con una montaña de ramas de espinillo que juntaron e hicieron una enorme fo-

gata. Pocos minutos después extinguieron el fuego. La carne estaba a punto. A los 20 años se dejó crecer el bigote para parecer más grande. Tenía un rostro bondadoso y ojos penetrantes, y muchos lo miraban con sorna y lo consideraban algo afeminado. Como buen correntino, respetaba las creencias de su tierra. Se hizo grabar en el esternón un tatuaje de San La Muerte a punta de cuchillo. San La Muerte lo protegía cuando estaba en el monte y en los esteros, donde abundaban las alimañas peligrosas. Había ocelotes, víboras y yacarés. También San La Muerte protegía a sus fieles de los peligros de la guerra. Las luchas civiles asolaban la región. Cada dos por tres venían a buscar gente para alguna refriega. El Gauchito no había ido a la guerra todavía, pero sabía que en algún momento le iba a tocar. Por la noche, si no andaba lejos, en un arreo, regresaba a dormir a la estancia. Dormía en un galpón de techo alto, junto a los otros peones. Las noches de luna salía a contemplar el campo. A la patrona, Doña Estrella, le gustaba sentarse en el corredor de la casa. La mujer lo observaba y se empezó a interesar en él. Algunas veces cuando salía a mirar el campo la viuda lo llamaba para hablar. Le preguntaba por sus cosas y cuando le dijo que sabía leer le pidió que le leyera la Biblia. Lo hizo pasar a la casa y a la luz de la lámpara leyeron. La escena se repitió con cierta frecuencia. Lo convidaba con

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cognac o ginebra. El Gauchito, que era muy tímido, hacía todo lo que ella le decía. Un día pasó lo inevitable. La señora, que lo deseaba, lo empezó a acariciar y lo besó. Después se lo llevó al dormitorio e hicieron el amor. El Gauchito era un muchacho tierno y apasionado. La mujer se enamoró de él. El Gauchito se dejaba hacer. Ya casi no iba a dormir al galpón. Los demás peones lo empezaron a celar. Se dieron cuenta que tenía tratos con la patrona. Poco después llegaron a la estancia dos hermanos de Doña Estrella. Por varios días el Gauchito no se acercó a la casa. Uno de los hermanos era militar, y vestía uniforme. El otro vestía ropa de ciudad. Venían de Corrientes. Días después se hizo presente el Capitán Alvarado. El Capitán era pretendiente de Doña Estrella. Era un hombre influyente, Jefe de la Guarnición Militar y de la Policía. Era un hombre como de 40 años, alto de cuerpo y de porte marcial. Era amigo del gobernador y en la región le temían. El Capitán empezó a venir regularmente por las tardes, después del trabajo. La señora le pidió una vez al gauchito que les cebara mate, y allí pudo ver a todos de cerca. No sabía por qué los hermanos de Estrella habían ido a la estancia. Estaba preocupado, pensaba que quizá quisieran aprovecharse de ella, que era tan rica. Cuando se fueron los hermanos la situación se normalizó. El Capitán la visitaba de vez en cuando durante el día y salían a pasear a ca-

ballo, o ella lo invitaba a almorzar. También les gustaba tomar mate juntos en el corredor de la casa. Pasaban tiempo solos en el interior de la vivienda, pero el Capitán no se quedaba por las noches en la estancia. Doña Estrella estaba infatuada con el muchacho. Lo invitaba por la noche a la casa. Le gustaba bañarlo en una tina, perfumarlo y luego llevarlo a la cama y jinetear encima de él. El Gauchito era de piel blanca, sin vellos, y era de cuerpo más pequeño que el de ella. Ella lo acariciaba, jugaba con su bigote y le decía que lo quería. El Gauchito se fue enamorando de ella. Nunca había estado con una mujer antes. Los otros peones miraban con envidia la relación del Gauchito con la patrona. Alguien hizo llegar al Capitán los rumores sobre las visitas nocturnas del muchacho a la viuda. Al tiempo regresó a la estancia el hermano militar de Doña Estrella. Se quedó allí varios días. Venía de la guerra. Los dos, aparentemente, hablaron de negocios. Después vino el Capitán. El Capitán lo mandó llamar al Gauchito. Le dijo que se venían malos tiempos, y que él iba a tener que internarse en el monte con un rebaño de ganado. Había guerra y no querían que les confiscaran todos los animales. El Gauchito, junto con otros peones, se llevaron los animales al monte. Allí vivieron por varios meses, sin regresar al casco de la estáncia. Cuando volvieron los recibió el Capitán Alvarado. El Capitán les di-

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jo que iban a dormir en un puesto alejado de la casa, y que no abandonaran el sitio si él no los autorizaba. El Gauchito, que extrañaba a Doña Estrella, merodeaba por las noches los alrededores del casco. Intentó acercarse y dos policías que estaban vigilando se le echaron encima. Se cubrió la cara con el pañuelo, sacó el facón y peleó con ellos. Hirió a uno y logró escapar. Al día siguiente el Capitán de la policía lo vino a buscar y se lo llevó detenido. Lo acusó de tratar de robar en la casa y de herir a un policía. El Gauchito negó que hubiera sido él. Lo hizo azotar y estaquear. Lo dejó un día tendido al sol. Doña Estrella, que se enteró, vino a pedir por él. Dijo que era un buen peón y que debía perdonarlo. El Capitán no quería entrar a competir con el muchacho. Le dijo que se fuera lejos, que no volviera a la estancia. Era sospechoso de haber herido a un policía y si regresaba podía irle muy mal. Estaban reclutando gente para la guerra contra el Paraguay. El Gauchito lo vio como una oportunidad para probarse. Era 1866, ya había cumplido 22 años. Fue a Corrientes y lo destinaron a un cuerpo de infantería. La guerra se peleaba en los esteros y el Gauchito conocía ese tipo de terreno. La vida militar no era lo que pensaba. Había que pasarse mucho tiempo en el campamento, esperando órdenes. Se aburría. Se hizo de buenos amigos. Eran casi todos gauchos como él. Los oficiales hablaban poco con ellos, venían de las ciu-

dades del litoral. Un soldado le llamó mucho la atención. Andaba siempre con una carpeta, que apoyaba donde podía, y allí se ponía a dibujar. Hacía croquis y dibujos del campamento y los alrededores. También dibujaba a otros soldados, en diferentes posiciones. Ponía el lápiz delante de la vista para tomarle el tamaño a las cosas y calcular las distancias. Le decían Cándido. Peleó junto a él en la batalla de Sauce. En la batalla de Curupaytí lo hirieron mal y perdió el brazo derecho. El Gauchito lo vio cuando lo llevaban al hospital de campaña. Se dio cuenta que era el dibujante. El otro lo reconoció también. Le dijo que no iba a poder dibujar más ni pintar. El Gauchito le respondió que si realmente era pintor, iba a aprender a pintar con la otra mano. El hombre lo miró agradecido. Moría mucha gente. Los porteños sobre todo sufrían los rigores del clima: la humedad, el calor, los insectos. Muchos se enfermaban. Para el Gauchito vivir en los esteros era normal. Curupaytí fue una verdadera carnicería. Tuvieron que avanzar por los esteros contra las posiciones del enemigo, pero no llegaban nunca. Los que morían quedaban semihundidos en el agua. En esa batalla el Gauchito se extravió. Llegó la noche y vio un terreno elevado seco. Fue allí, se tendió en el suelo y se durmió. De pronto lo despertaron ruidos de hombres que se acercaban. Hablaban en guaraní. Se dio cuenta que eran soldados paraguayos. Agarró su

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fusil y aprestó la bayoneta para defenderse. Se quedó quieto. Los otros pasaron a varios metros de él y no lo vieron. Decían que eran hombres del Capitán Ayala y que los argentinos estaban casi derrotados. A la mañana pudo regresar a sus posiciones. La batalla duró varios días y, tal como decían los paraguayos, los argentinos perdieron. Pero eran muchos más. Pasaron los meses y la guerra se empezó a inclinar del lado argentino y sus aliados brasileños y uruguayos. Llegó al campamento un oficial periodista. Era Capitán. Combatió en Sauce y Curupaytí, donde recibió una herida. Le llamaba la atención verlo leyendo regularmente y escribiendo. Un día se acercó a él para observar lo que escribía. El otro se sorprendió al ver que miraba el papel. Le preguntó si podía entender lo que decía allí. El Gauchito le dijo que sí, que sabía leer. El otro no salía de la sorpresa. Los gauchos eran casi todos analfabetos. El Gauchito le dijo que había aprendido a leer en la estancia de sus patrones, donde su madre era la cocinera. El otro se presentó, era el Capitán Mansilla y trabajaba para un diario de Buenos Aires, La Tribuna. También cumplía funciones militares en su regimiento. Le preguntó si le quería ayudar. El Gauchito le dijo que sí. Le pidió que pasara en limpio los artículos que escribía. El Gauchito tenía una letra muy clara y perfilada. Escribía en una mesa de campaña, junto a la tienda del Capitán. Se pasaba horas trabajando y casi dibuja-

ba cada letra. Mansilla le preguntó si había leído algún libro. El Gauchito le respondió que la Biblia. Mansilla le preguntó si algún otro. El Gauchito le dijo que no. Se hizo inseparable del Capitán y lo seguía a todos lados. Mansilla le pedía que le leyera en voz alta los diarios que le llegaban de Buenos Aires. Mansilla le hablaba mucho. Estaba en contra del gobierno, no quería al Presidente y criticaba la dirección de la guerra. Las crónicas que escribía analizaban la situación con un tono negativo y pesimista. Su Regimiento estuvo estacionado varias semanas sin moverse. Mansilla se aburría de la vida en el campamento. Por fin recibieron órdenes de adelantar sus posiciones. Todo el Regimiento marchó y se ubicaron más cerca del enemigo. Hicieron terraplenes para protegerse de las balas y cavaron trincheras. Mansilla tenía un gran sentido del humor y le gustaba hacer bromas y contar chistes a sus soldados. Las horas eran largas y no había mucha acción. Los paraguayos tenían pocas municiones y casi no disparaban. Era una guerra de nervios. Estaban siempre observando al enemigo y esperando. Mansilla propuso que avanzaran a la bayoneta, pero el Mando superior se opuso. El Capitán regresó a su puesto furioso y se subió encima de los terraplenes. Empezó a agitar los brazos. Los paraguayos le gritaban cosas. Los argentinos respondieron. Algunas balas paraguayas picaron sobre las fortificaciones. Le pi-

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dieron a Mansilla que bajara, antes que lo hirieran. El empezó a reírse a carcajadas. Se bajó los pantalones y les mostró el culo a los paraguayos. Los soldados empezaron todos a reírse. Esa tarde terminó sin mayores incidentes. Mansilla había sido el héroe del campamento. Pocos días después avanzaron y desalojaron a los paraguayos de su posición. Tuvieron que cargar a la bayoneta, de frente y a cara descubierta contra el enemigo. Hubo muchos muertos. Un soldado paraguayo se le vino encima. El Gauchito logró hacerse a un lado y atravesarlo con la bayoneta. El otro estaba expirando y lo miraba a los ojos. El Gauchito vio que era un muchachito de no más de 15 años. Le sostuvo la cabeza y el otro murió en sus brazos. Siguió peleando, pero esa noche no pudo olvidarse de la mirada del joven soldado moribundo. La guerra siguió su curso. El continuó en el regimiento. Poco a poco los fueron diezmando. Ya no quedaban ni la mitad de los hombres. Al Gauchito lo hirieron en un hombro y estuvo varios días en la retaguardia. Lo vendaron y lo atendieron unas mujeres, que hacían de enfermeras, hasta que recuperó las fuerzas. Cuando volvió al frente ya Mansilla no estaba, lo habían hecho regresar a la ciudad. El Estado Mayor lo había retirado del frente. Poco después enviaron a su regimiento a Corrientes y lo acuartelaron. Su unidad permaneció allí durante varios meses, hasta que termi-

nó la guerra. Licenciaron a todos y les dieron unos pocos pesos para que volvieran al pago. Cuando el Gauchito llegó a Pay Ubre se enteró que Doña Estrella, la patrona, se había casado con el Capitán Alvarado. Lo habían licenciado de la policía y ahora administraba la estancia. El Capitán recibió con desagrado la noticia del regreso del Gauchito. Sabía lo que había pasado entre él y su mujer. El Gauchito consiguió trabajo en un campo. Atendía a los animales. Los llevaba a las pasturas y las aguadas. Tenía un buen caballo y salía a galopar por las tardes después del trabajo. Sintió tentación de acercarse a la estancia de Doña Estrella, pero no lo hizo. Le costó mucho adaptarse otra vez a la vida de peón. La guerra lo había cambiado. Tenía pesadillas por las noches. Se despertaba transpirando, gritando. Veía los ojos del muchachito que había matado y había muerto en sus brazos. Se despertaba llorando. Un día lo vino a buscar la policía al campo donde trabajaba. Era el año 1871. Le dijeron que no lo querían en el pago. Las cosas estaban difíciles, había muchos cuatreros y le convenía irse de allí. El Gauchito entendió, pero no hizo caso. Al tiempo se enteró de que en Corrientes se habían levantado contra el gobierno. Se preparaban para la lucha. El Jefe de la policía se presentó en la estáncia y dijo que pronto llegaría un Comandante a buscar soldados para la guerra civil, y que se prepararan para luchar. El Gauchito sintió que no te-

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nía nada que ganar y que realmente no quería volver a la guerra, y menos a una guerra entre hermanos. Se dijo que siempre los hombres son hermanos entre sí, aún cuando hayan nacido en otra nación. Esa noche tuvo un sueño. Se le apareció Cristo, rodeado de una luz blanca. Tenía el rostro de un adolescente. El reconoció los ojos del soldado paraguayo muerto. Dios le habló en guaraní y le dijo que el hombre no debe derramar sangre de hermanos. Le pidió que rezara a San La Muerte para que lo protegiera. Al otro día llegó una partida de soldados. El Comandante explicó que ellos eran azules liberales, y estaban en contra de los autonomistas y que se prepararan, que se los llevaban a todos a pelear. Tuvieron que seguirlos. Hicieron una gran redada en varias estancias sin preguntarles a los peones de qué parte estaban. Los obligaron a ir con ellos. Los gauchos eran todos federales y colorados. Siempre habían visto a los liberales como enemigos. Dos gauchos le vinieron a hablar. Quedaron en huir esa noche y escapar hacia los esteros. No los encontrarían. El Gauchito conocía muy bien el terreno y sabía cómo vivir allí. Se fugó con los otros dos. Sabía que se hacían desertores y serían gauchos fugitivos. Se perdieron en los Esteros del Iberá. En una isleta hicieron una choza y se quedaron a vivir allí. Los otros dos eran un mestizo, hijo de padre brasileño y madre correntina, Francisco Gonçalves, y un criollo, Ramiro Pardo. Se pasaron

muchos meses pescando y cazando en los esteros, esperando que terminara la guerra civil y hubiera paz. Francisco llevaba en su montura una Biblia. No sabía leer. Cuando se enteró que el Gauchito si sabía, le pidió que le leyera los Evangelios. Todos los días por la tarde leía un rato en voz alta y los otros escuchaban. Les gustaba sobre todo el relato de la pasión, cuando entregan a Cristo y lo crucifican. Decían que el mundo estaba lleno de traidores. Había pasado un año por los menos, y el Gauchito se atrevió a salir de los esteros. Enfiló hacia un poblado donde había una pulpería. Quería ver si conseguía noticias. La guerra había terminado. Compró yerba y ginebra. Vio encima de unas barricas algo raro. Eran unos cuadernos impresos. Tomó uno y lo hojeó. El cuaderno decía El gaucho Martín Fierro. Estaba en verso. El patrón le dijo que lo había escrito un periodista de Buenos Aires y lo vendía por unos pocos centavos. Se llevó uno. Le dijo al pulpero que quería vender pieles y plumas, que si se las compraba. El hombre mostró interés. Le respondió que sí. El Gauchito prometió volver con una carga. Regresó a los esteros. Sus compañeros de aventura quedaron encantados con las noticias del fin de la guerra. Podían dedicarse tranquilamente a cazar nutrias y venderle las pieles al pulpero. También garzas, sus plumas eran muy valoradas. Les gustó mucho el libro que trajo el Gauchito. De ahí en más lo preferían

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a la Biblia. Todas las tardes les leía unas estrofas del Martín Fierro. Ellos habían escuchado cantar a los gauchos en los fogones y en las pulperías. En las estancias siempre había una guitarra para el que quisiera improvisar. Pero los versos del Martín Fierro eran los más lindos que habían escuchado. Le pedían que les leyera las estrofas una y otra vez. También discutían la historia que contaba y se hacían preguntas. Estaban de acuerdo de que en el pasado el gaucho había sido más feliz que en esos momentos. Sus padres, de jóvenes, habían vivido bastante bien, tenían sus terrenos, algunas vacas y una tropilla. También trabajaban en las estancias y nadie los molestaba ni los perseguía. “Eran otros tiempos”, dijo Francisco, “los tiempos de Rosas”. El Gauchito recordó que el Capitán Mansilla siempre le decía que ya no quedaban criollos, y que por culpa del gobierno iban a desaparecer los gauchos. Después de la caída de Rosas vinieron malos tiempos. Al padre de Francisco, un Comandante le quitó su campito. El otro dijo que a su padre lo habían perseguido para quitarle la mujer. Lo mandaron a la frontera, a luchar en los fortines de la frontera de Córdoba. Su madre se había ido a vivir con un Sargento y a él lo envíaron a trabajar a una estancia, como boyero. Ya no volvió a ver a su madre. A todos les gustó que Martín Fierro se defendiera. Era muy hombre. El ejército era una desgracia. Los oficiales eran unos ladrones que de-

jaban al gaucho en la miseria. Cuando el Gauchito les leyó la parte en que Martín Fierro desertaba todos se identificaron con él. Celebraron también la parte en que Martín Fierro se encuentra con el Sargento Cruz. Para ellos la amistad era algo sagrado, no se debía abandonar a los amigos, mucho menos si estaban en dificultades. Estuvieron juntos varios meses más. Cazaban aves acuáticas y guardaban las plumas; también atrapaban nutrias y otros animales y conservaban los cueros. Cada tantos meses el Gauchito iba a la pulpería con los tres caballos cargados. Volvía con dinero y con noticias. De inmediato se repartían el dinero y lo guardaban en el cinturón. En 1874 hubo una nueva guerra civil. Sus dos compañeros pensaron que era un buen momento para regresar y mezclarse con la población. La policía estaba entretenida y ocupada con la leva, no los buscarían. El Gauchito prefirió quedarse un poco más y le pidió a Francisco que le dejara la Biblia. El otro accedió. De todos modos, no sabía leer. Se despidieron. Los dos enfilaron hacia el sur de la provincia. Antes que los gauchos Gonçalves y Pardo llegar a Goya una partida los detuvo. Los acusaron de ser ladrones y cuatreros. No los juzgaron. Cuando supieron que eran desertores decidieron ajusticiarlos. Uno dijo que los llevaran a Goya y los mataran allá. Pero no quisieron tomarse el trabajo de llevarlos prisioneros. Los fusilaron al costado del camino. El

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Gauchito nunca supo que sus amigos habían muerto. Se quedó viviendo en su isla, en los esteros. Se sentía bien solo. Desarrolló una intensa vida espiritual. Leía El gaucho Martín Fierro y la Biblia. Pasaba mucho tiempo meditando. Por las tardes, cuando caía el sol y el cielo se teñía de rojo, se tendía en el suelo y se concentraba en un punto en el centro de su frente. Empezó a tener visiones. Conversaba con los santos, sobre todo con San La Muerte. Se le aparecía su esqueleto y le decía que lo protegía y velaba por él. El Gauchito contestaba que no tenía miedo de morir. El quería ver a Dios un día. Sintió que todo eso que pasaba era una preparación para otra cosa. En algún momento tenía que volver al pago que había dejado, y para ese entonces él sería otra persona. También veía en sus visiones al adolescente paraguayo que había matado en la guerra. Le decía que ya no iba a derramar más la sangre del hombre. Que la sangre era preciosa. Finalmente, en 1875 se decidió a dejar su refugio. Llevaba una cierta cantidad de dinero que había ahorrado con su venta de plumas y cueros. Iba muy prolijo. Se había dejado el bigote, pero se quitó la barba. Se afeitaba con su facón, que había afilado cuidadosamente. Era un facón con mango de asta de ciervo, muy valorado. También llevaba sus boleadoras atadas al pecho. Era un cazador consumado y no moriría de hambre mientras tuviera sus boleadoras. Se man-

tuvo alejado de los lugares en que había vivido o que antes frecuentaba. Cuando se sentía convencido de que no había pasado por esos pagos, se animaba a acercarse a los caseríos. Se detenía en el rancho de algún paisano y le pedía hospitalidad. Encontró que el campo estaba menos poblado que antes, había muchas taperas. No eran buenos tiempos para los gauchos. Llevaba con él su poncho rojo y cuando le preguntaban si era federal no lo desmentía. Decía que era, como todos los pobres, defensor de los gauchos. Una vez se paró en un rancho y encontró una situación desoladora. Vivían en él un gaucho, su china y sus dos hijos. Un hijo estaba muy enfermo. Tenía una fiebre que lo consumía. Su cuerpo estaba lleno de llagas y bubones. Hacía días que estaba inconsciente, y esperaban que muriera esa noche. Movido por la compasión, el Gauchito se arrodilló frente a su catre y le tocó la frente. Luego dirigió su mano hacia las llagas y los bubones. Sacó la Biblia y se puso a leer el capítulo 9 del Evangelio según San Mateo. Cuando llegó a la parte en que Jesús sana a los enfermos, el niño moribundo abrió los ojos y se incorporó en el lecho. Los padres retrocedieron con miedo. El niño se puso de pie y pidió agua. Le trajeron agua, la bebió y dijo que tenía hambre. El padre carneó un cordero e hicieron un asado. Le pidieron al Gauchito que se quedara a pasar la noche en el rancho. A la mañana el niño tenía la piel bien, no quedaban

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rastros de las llagas y estaba sonríendo. El Gauchito anunció que seguía viaje. No lo querían dejar ir. No sabían qué darle. El hombre le dijo que se llevara un caballo ladero. El Gauchito andaba en un tordillo. Dijo que no le hacía falta, que estaba contento de que el chico estuviera bien. Se fue. No entendía bien lo que había pasado. Dios había intervenido. Había curado por su intermedio. Lo había elegido como vehículo suyo. Le había dado un poder. Quedó obnubilado. Llegó hasta un bosquecito. Decidió quedarse allí por varios días. No cazó ni comió. Sólo bebió agua de un arroyo. Hizo ayuno por una semana. Se pasaba el día tumbado bajo los árboles, meditando. Leía la Biblia. Al atardecer salía a caminar. Espiritualmente fortalecido decidió seguir viaje. Pidió trabajo en una estancia. Le dieron una tropilla de potros jóvenes, algunos redomones y algunos sin domar, para que los amansara. Era buen jinete y buen domador. Escuchó una voz que le dijo que no los golpeara. Eran criaturas de dios, le entenderían si les hablaba. Decidió obedecer a la voz. No castigó a los animales. Les hablaba. Los caballos parecían entenderle. Les fue quitando las cosquillas y los miedos. Los abrazaba. Los animales se restregaban contra su pecho. Luego los montaba y los potrillos se comportaban como animales mansos que hubieran sufrido la montura por mucho tiempo. Los hacía andar sin ponerles el freno. Les aplicaba una presión con las piernas

en el costado y los animales obedecían. Un gaucho le preguntó que dónde había aprendido eso, que si había vivido con los indios. Respondió que no, que él solo había aprendido. Después les puso el freno y dejó que los montaran otros. Los animales respondieron como caballos mansos. Siguió viaje y fue a otra estáncia. Le ofrecieron trabajo de peón. Tenían mucho ganado. Aceptó. Volvieron a aparecer las visiones. Una vez, junto a una aguada, se le apareció Cristo. Le dijo que el Gauchito era, como él, un cordero. Le pidió que no tuviera miedo, que él lo iba a recibir en su reino, pero que no derramara la sangre del hombre. El cordero estaba en el mundo para lavar los pecados y redimir al hombre. Un día cuando llegó a la casa del patrón vio un carruaje que había venido de la ciudad. Preguntó a los otros peones qué pasaba. Había llegado el médico. La mujer del patrón estaba muy enferma, le dolía el costado. Tenía un ataque de apendicitis. A la mañana la sacaron al corredor de la casa. Todos se acercaron a verla. Tenía la tez amarilla. El médico dijo que no se podía hacer nada. Al llegar la tarde la mujer no hablaba, no podía tragar. El médico dijo que buscaran a un cura porque iba a morirse, que le dieran la extremaunción. Mandaron a buscar al pueblo a un vecino que se hacía pasar por cura y a veces celebraba misa. Mientras pasaba esto, el Gauchito decidió probar si Dios le concedería un favor. Sin

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decir nada se acercó a la mujer y empezó a rezar en silencio. Nadie se dio cuenta. Le pidió a Cristo que la salvara, y a San La Muerte que no se la llevara. Después de diez minutos la mujer abrió los ojos. Les dijo que había tenido una visión. Había venido del cielo una paloma blanca y había depositado el rocío en su boca. Nadie entendió bien lo que quería decir, pensaron que deliraba. La mujer se incorporó en el lecho. Le preguntaron si le dolía algo. Dijo que no, que estaba bien, que no le dolía nada. Preguntó que por qué estaban todos reunidos allí y se levantó. El Gauchito se retiró al galpón donde dormía y le agradeció a Dios. Nadie se dio cuenta de lo que había pasado, pero el Gauchito supo que había sido Cristo, que había intercedido y le había concedido su súplica. Días después dejó su trabajo y se internó en el monte. Se detuvo bajo un árbol e hizo ayuno por una semana. Se preguntó qué significaba todo eso, que qué iba a hacer con su vida. Que por qué lo había elegido Dios y qué quería de él. Le dijo a Dios que si él servía para lavar la sangre del pecado que se lo llevara, que él estaba en sus manos. Era 1877 y el gauchito estaba por cumplir 33 años. Había vivido muchos años escapando. El único amor que había conocido era el de la viuda. Había ido después a algunas fiestas y bailes, pero raramente se acercaba a una mujer. En cada una veía algo de la que había sido su amada y retrocedía. Bebía unas copas de vino y se iba.

Finalmente decidió que era tiempo de volver a sus pagos. Quería visitar la tumba de su madre. Sabía que era peligroso, pero rezó, y pensó que Dios iba a decidir cuando fuera su hora. El 6 de enero de 1878 fue a Mercedes a las celebraciones de Reyes. Se dijo que quería ver a la gente, pero realmente lo que quería era saber algo de Estrella. Pensó que ella estaría ya grande, pero él la seguía queriendo. Fue a la misa, y después a la fiesta. Había empanadas y vino. Al rato empezó la guitarreada. El pueblo estaba animado. Al atardecer fue al cementerio a visitar la tumba de su madre. Por la noche durmió en el camposanto, tapado con su poncho. A la mañana siguiente regresó al pueblo y se acercó a un almacén a tomar una caña. Quería enterarse de las novedades. De pronto sintió una mano que le sostenía el brazo. Se volvió y se encontró con la mirada del antiguo Jefe de policía y esposo de Estrella. “Sabía que iba a volver”, le dijo. Le apuntó con una pistola y le ordenó que marchara con él. Fueron a la comisaría. “Enciérrelo”, le dijo al Comisario. “Es un ladrón y un desertor”. Se pasó la noche en el calabozo. Pensó qué iba a ser de él. Se dijo que a lo mejor era la última noche de su vida. La mañana del 8 de enero el Comisario lo sacó del calabozo y lo entregó a una partida que lo esperaba. “Llevenseló”, le dijo a un Sargento, que era el jefe de la partida. “Es un ladrón, un cuatrero y un desertor. Ya saben lo que tienen que hacer”. El Juez de Paz es-

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taba en la Comisaría en esos momentos y quiso interceder. “Si cometió un delito, hay que juzgarlo”, dijo. “Debemos someternos a la ley”. El Comisario lo miró con sorna. “Si se creerá que es Avellaneda”, se burló, “Hay demasiado gaucho bandido en esta tierra”. “Iré al Gobernador”, respondió el otro, “si nada hizo pediré el indulto. Basta ya de derramar sangre inocente. Los delitos hay que probarlos”. Los policías le ataron las manos y se lo llevaron. Cuando habían andado dos leguas el Sargento detuvo la partida. Desensillaron junto a un algarrobo. El Sargento lo hizo bajar y lo paró junto al árbol. Le dijo a sus hombres que prepararan los fusiles. “¿Por qué me vas a matar, Sargento”, preguntó el Gauchito. “Soy inocente, vas a derramar sangre inocente”. El Sargento le quitó la camisa y dejó su pecho desnudo. Apareció en su lado izquierdo tatuada la imagen de San La Muerte. Le apuntaron. El Gauchito los miró. Los policías bajaron las armas. Dijeron que no podían disparar contra San La Muerte, porque se condenarían. El Sargento, con rabia, tiró un lazo por encima de una de las ramas del algarrobo, le ató los pies y lo colgó, cabeza abajo. “No me mates”, Sargento, “soy inocente”, repitió. “No le creas al Comisario. Hazle caso al Juez”. En ese momento el Gauchito tuvo una visión. Vio a un niño cubierto de vendas, caminando por el cielo. Tenía los mismos ojos que el Sargento. Comprendió que era su hi-

jo. El Sargento sacó el cuchillo de asta de ciervo que le había quitado al Gauchito Gil y se preparó. El Gauchito se dio cuenta que había llegado su hora. Dios lo quería. Pensó en su visión. Dios buscaba decirle algo. Al fin entendió. “Sargento”, dijo, “tu hijo está muy enfermo y se va a morir. Después que me hayas matado reza por mi alma. La sangre de un inocente sirve para lavar los pecados. Reza por mí y tu hijo se salvará. Invoca mi nombre y yo lo curaré. También te perdonaré a vos por derramar mi sangre, porque así lo quiere Dios. Invoca mi nombre y se hará el milagro”. El Sargento lo miró con burla y le dijo que no se preocupara, que su hijo estaba bien. Después de un tajo le abrió la yugular. El Gauchito se desangró rápidamente y expiró. Lo bajaron del árbol y lo dejaron a un costado. El Sargento no quiso perder tiempo en enterrarlo. Estaba preocupado por lo que éste había dicho sobre su hijo. Lo cubrieron con hojas y ramas. El Sargento ordenó a sus hombres que regresaran a la comisaría, que él tenía algo importante que hacer. Salió al galope hacia su rancho. Al llegar ya se olía la tragedia. Su mujer lo recibió llorando. Su hijo menor, de diez años, estaba muy grave. No podía respirar. Le dijo que se estaba muriendo. El Sargento comprendió todo. Se hincó de rodillas ante el lecho donde yacía su hijo y se puso a rezar. Invocó al Gauchito Gil, y le pidió al difunto que le perdonara su crimen, y que su sangre ino-

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cente sirviera para lavar sus pecados. Cuando se levantó, su hijo abrió los ojos y empezó a respirar normalmente. Llamó a la madre y le pidió que le trajera algo de comer. El Sargento agarró su caballo y volvió al galope hasta el algarrobo donde había quedado el cuerpo del Gauchito. Quitó las ramas que cubrían su cadáver y se abrazó a su cuerpo. Tomó el poncho rojo que le había quitado y cubrió el cadáver. Se arrodilló ante él y le pidió perdón. Con su facón empezó a cavar una sepultura al pie del algarrobo. Cortó una rama de espinillo e hizo una cruz. Besó la frente del Gauchito y depositó su cuerpo en la tumba. Colocó sobre su pecho los dos libros que había encontrado en su apero: la Biblia y el Martín Fierro, y cruzó sus manos sobre ellos. Ayudarían a su alma en el viaje. Lo cubrió de tierra, colocó la cruz y ató el poncho rojo en sus brazos. Hizo un fuego y con carbón escribió: Gauchito Gil. Se persignó, montó en su caballo y regresó a su rancho. Al llegar le contó a su mujer lo que había pasado. Le dijo que había derramado la sangre de un inocente. Que Dios lo había castigado y enfermado a su hijo. Que invocó la sangre del Gauchito y Dios lo perdonó y lo salvó. El Gauchito había hecho el milagro. La mujer le creyó. Era muy religiosa. Decidieron hacer una peregrinación a pie a la tumba del Gauchito. 500 metros antes de llegar al algarrobo, el Sargento empezó a andar sobre sus rodillas y a rezar. Su mujer caminaba a su lado, agradeciéndole

al alma del difunto. Hicieron una fogata y se quedaron toda la noche junto a la tumba. El Sargento regresó al día siguiente a su trabajo y le contó a sus hombres lo que había pasado. Todos le creyeron. Era gente de una fe profunda. Creían en Dios. Pensaron que si el Gauchito había hecho un milagro, podía hacer otros. Uno de ellos tenía a su madre enferma con manchas en la piel. Pensaba que podía ser lepra. El agente fue con su madre a la tumba del Gauchito y se puso a rezar. Le pidió que sanara a su madre. Dos meses después habían desaparecido las manchas. Comprendió que el Gauchito había hecho otro milagro. La voz de lo que había pasado se extendió en Mercedes. El 8 de enero del año siguiente, al cumplirse un año de su muerte, el agente y su esposa decidieron visitar su tumba. No eran los únicos. Allí estaba también la familia del Sargento. Al rato empezaron a llegar otros. Se juntaron como unas treinta personas. Llevaban flores rojas y las depositaron sobre la tumba. El poncho rojo del Gauchito estaba todo desteñido y deteriorado por el agua y el sol. El Sargento clavó otro poncho rojo sobre el tronco del algarrobo, frente a la tumba. Después dirigió las plegarias. Le pidió perdón por haber derramado su sangre, y le rogó para que los protegiera. Pidió que su sangre inocente derramada lavara sus pecados. Después de eso comieron y bebieron, y esa noche regresaron a Mercedes, fortalecidos.

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Alberto Julián Pérez es un narrador y ensayista argentino. Es profesor de literatura hispanoamericana en Texas Tech University. Ha publicado las narraciones La Maffia en Nueva York (1988); Melodramas políticos (2011). En la actualidad se encuentra preparando un libro de cuentos. Entre sus últimas publicaciones de ensayo crítico se encuentran Revolución poética y modernidad periférica (2009); La poética de Rubén Darío (2011) y Literatura, Peronismo y liberación nacional (2014).

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Guillermo zayas martíNez

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Etéreos I


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Carnal

Introspecci贸n


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Fal贸nico


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Éxtasis

Guillermo Zayas Martínez nace en Puerto Rico. Obtuvo un Bachillerato Summa Cum Laude en Bellas Artes con concentración en Pintura de la Escuela de Artes Plásticas de Puerto Rico, donde fue honrado con la Medalla Dr. José R. Oliver a la excelencia del Departamento de Pintura. Guillermo Zayas Martínez ha participado en exposiciones colectivas desde el 2002. En el 2003 fue el ganador del Concurso Agenda Wal-greens/Loréal y también obtuvo la Beca Maestre de la Fundación Carlos Maestre. Su primera exposición individual En cuerpo y alma fue parte de las actividades programadas para la se-


mana Basquiat en noviembre del 2006 y nominada por la Asociación Internacional de Críticos de Arte (AICA), Capítulo de Puerto Rico en la categoría Prima Obra. Durante el 2007 fue reconocido como Joven Destacado en la Pintura por la Comisión Puertorriqueña de la Juventud y la UNESCO de Puerto Rico. En el 2008 representó a Puerto Rico en la sexta edición de la Feria Internacional Arteaméricas Miami. También ese año su exhibición individual LIBRES sirvió de antesala a la inauguración del Festival de Teatro del Tercer Amor en Coribantes. Actualmente, Zayas Martínez es representado por A Cueto Gallery donde se mantiene activo presentando su propuesta artística. Guillermo Zayas Martínez colaboró en el número 12 de Letras Salvajes, dedicado a Lo Queer.

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Daniil Jarms ILUSIÓN ÓPTICA

S

imón Simiónovich se calza los anteojos, mira al pinto y distingue, posado en una rama, a un campesino que le muestra el puño. Simón Simiónovich se quita los anteojos, mira al pino, y no distingue a campesino alguno entre las ramas. Simón Simiónovich, con anteojos, vuelve a mirar al pino y distingue nuevamente, posado en una rama, al campesion que le muestra el puño. Simón Simiónovichj no quiere dar crédito al fenómeno, y lo considera una ilusión óptica.

LAS COSAS

O

rlov comió muchos frijoles fritos y murió. Y cuando Krylov vio a Orlov muerto, también murió. Pero Spridolov murió sin razón alguna. La esposa de Spridolov se cayó en la cocina y también murió. Pero los hijos de Spridolov se ahogaron en un estanque. Mientras tanto, la abuela de Spridolov se volvió alcohólica y se fue de vagabunda. Pero Mikhailov dejó de peinarse y se enfermó.

Kruglov le dio un latigazo a una dama y enloqueció, Perehvostov compró un alhambre por 400 rublos y se sintió tan deprimido que le prendieron fuego. Las personas buenas no están aptas para tener una posición segura en la vida. UN SONETO

H

oy me sucedió algo extraño: de repente olvidé si primero venía el 7 o el 8. Fui con mis vecinos para conocer su opinión sobre esa secuencia. La extrañeza de ellos y la mía fueron grandes cuando, de pronto, descubrieron que ellos tampoco podían recordar cuál era el orden de esos números. Ellos se acordaban de contar 1, 2, 3, 4, 5, 6,; pero olvidaban qué número seguía. Entonces decidimos ir a la tienda más cercana, la que está en la esquina de las calles Znamenskaya y Basseinaya, para cónsultar ese asunto con la cajera. La cajera nos sonrió como padeciéndonos, se sacó de la boca un martillito y, moviendo su nariz con suavidad hacia adelante y atrás, nos dijo: -En mi opinión, el siete viene después del ocho sólo si el ocho viene después del siete.

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Le dimos las gracias a la cajera y contentos salimos de la tienda. Pero luego, pensando con cuidado en lo que dijo la cajera, nos pusimos tristes porque sus palabras estaban vacías de significado. ¿Qué se supone que haríamos? Fuimos al Jardín Primavera y empezamos a contar árboles, pero al llegar al seis nos deteníamos y empezabamos a discutir. Algunos opinaron que el siete era el que seguía; pero otros decían que era el ocho. Estuvimos discutiendo mucho tiempo cuando, por un golpe de suerte, un niño se cayó de una banca y se quebró las quijadas. Eso nos distrajo de nuestra discusión. Y cada quien se fue a su casa.

ANDREY SEMYONOVICH

A

ndrey Semyonovich escupió en un vaso de agua. Inmediatamente el agua se puso negra. Andrey Semyonovich torció los ojos y miró atentamente al interior del vaso. El agua estaba muy negra. El corazón de Andrey Semyonovich empezó a latir fuerte. En ese momento el perro de Andrey Semyonovich se despertó. Andrey Semyonovich se acercó a la ventana. Sucedió que el perro de Andrey Seyonovich salió volando y como un cuervo se posó sobre el techo del edificio de enfrente. Andey Semyonovich cayó de rodillas y se puso a chillar. A la habitación llegó corriendo el camarada Popugayev.

–¿Qué te pasa? ¿Estás enfermo? –preguntó el camarada Popugayev. Andrey Semyonovich guardó silencio y se restregó los ojos. El camarada Popugayev echó un vistazo al vaso que estaba sobre la mesa. –¿Qué has echado ahí dentro? –le preguntó a Andrey Semyonovich. –No sé –respondió Andrey Semyonovich. En un instante desapareció Popugayev. El perro entró volando por la ventana, se echó sobre su lugar de costumbre y se durmió. Andrey Semyonovich se dirigió a la mesa y tomó un trago del vaso con agua ennegrecida. En ese momento, el alma de Andrey Semyonovich se llenó de luz.

UN SUEÑO

K

alugin se quedó dormido y tuvo un sueño. Estaba sentado entre unos arbustos y un militar pasaba frente a estos. Kalugin se despertó, se rascó la boca, volvió a dormirse y tuvo otro sueño. Pasaba frente a unos arbustos, y entre los arbustos estaba sentado y oculto un militar. Kalugin se despertó, puso un diario bajo su cabeza para no humedecer la almohada con su baba y volvió a dormirse y a soñar. Estaba ahora sentado entre unos arbustos y un militar pasaba frente a estos. Kalugin se despertó y

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acomodó el diario, se durmió y volvió a soñar. Pasaba frente a unos arbustos, y en los arbustos estaba sentado un militar. A esa altura Kalugin se despertó y decidió no seguir durmiendo, pero en seguida se durmió y tuvo un sueño. Estaba sentado detrás de un militar y pasaban caminando unos arbustos. Kalugin gritó y cambió de posición en la cama, pero ya no pudo despertarse. Entonces durmió cuatro días y cuatro noches sin interrupción, y al quinto día se despertó tan flaco que tuvo que atarse las botas a sus pies para que no se le cayeran. En la panadería donde siempre compraba pan de trigo no lo reconocieron y le dieron pan con mezcla de centeno. La Comisión Sanitaria inspeccionó el edificio, encontró allí a Kalugin, lo declaró insalubre e inservible y ordenó a la cooperativa del edificio que lo arrojara a la basura. Así fue que plegaron a Kalugin en dos y lo arrojaron junto con los desperdicios.

ANCIANAS QUE CAEN

D

ebido a su excesiva curiosidad, una anciana cayó de su ventana y se estrelló contra el suelo.

Otra anciana se acercó a su ventana y miró a la que se había estrellado, pero debido a su excesiva curiosidad también se cayó y quedó estampada sobre el suelo. Fue entonces que una tercera anciana cayó de su ventana; y luego una cuarta; y después, una quinta. Cuando la sexta anciana cayó de su ventana yo me aburrí de haber estado viéndolas y me fui al Mercado Maltsev donde dije: “¿Hay alguien que le regale un mantón a este pobre ciego?”

EL CUADERNO AZUL Nº10

H

abía un hombre pelirrojo que no tenía ojos ni orejas. Tampoco tenía pelo, así que lo llamaban pelirrojo teóricamente. El hombre no podía hablar, ya que no tenía boca. Tampoco tenía nariz. Tampoco tenía brazos o piernas. Ni estómago, ni espalda, ni columna vertebral, ningún órgano interno. ¡No tenía nada! Por lo tanto, no está muy claro de quién se trata. Sería mejor que no hablemos más de él.

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Daniil Jarms nace en San Petesburgo, Rusia, en 1905. Su verdadero nombre es Daniil Ivánovich Yuvachóv. Se le considera un precursor de la literatura absurdista e, incluso, de la corriente surrealista. Cultivó el minirelato y la literatura infantil. Fue uno de los fundadores de la Asociación para un Arte Real (OBERIU, por sus siglas en ruso), compuesto por músicos, escritores y artistas de vanguardia que operó al margen de la oficialidad soviética entre las décadas de 1920 y 1930. Desde muy joven estuvo bajo la mira del régimen soviético. Había sido expulsado de la universidad por actividades antisociales. Fue declarado enemigo del Soviet por ir en contra de los valores del materialismo dialéctico, propugnado por el estado. En 1931 Jarms fue enviado por primera vez a la prisión de Kursk. En 1937 las autoridades confiscaron sus libros infantiles, que habían sido su único modo de subsistencia. Fue arrestado en 1941 bajo sospecha de traición, en pleno sitio de Leningrado, bajo sospecha de traición. Al poco tiempo, fue llevado de la prisión a una clínica de enfermos mentales, donde moriría de hambre en 1942. Aunque Jarms fue rehabilitado en 1960, su obra no fue dada a la luz hasta la perestroika. Gracias a su amigo Yákov Druskin, sus obras pudieron ser rescatadas del olvido.

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Roberto Arizmendi SABIO PRESAGIO DE TU ENIGMA He de saber por ti lo que en verdad te nombre, lo que deba decir el viento sin palabra o lo que el mar infinito te describa. Nada de ti adivinaré más nunca. Sólo tendré la precisión del canto, cuando cantes y el exacto escrutinio de tus pasos cuando a tiempo describas el sendero. En el sueño andaré buscando tus colores para entender el tiempo de tu tiempo, el agua que emerge de tu fuente y el sabio presagio de tu enigma. Nunca caeré en la seducción de adivinarte para no restregar la historia con profetas, sólo tu voz delineará las noches cardinales y tu tacto señalará mi geografía. El desierto infinito y la playa sin dominio serán santo y seña de tu nombre; el exacto valor de esencia y pensamiento que te precisan sin condición de tiempo ni osadía. La certeza de mi historia limitará el augurio para no caer en la seducción del pronóstico irrestricto. Tu sola palabra delimitará mi sombra y será mi esencia producto de tu amor y tu embeleso.

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HACER DE TU GOZO, EL GOZO MÍO Quiero morir contigo ¿por qué no me prometes un cumpleaños más? Ángeles Mora

A pesar de su fuerza innegable, el Nilo es apacible juega con la ilusión, el asombro y la esperanza, su color azul se reafirma en cada tramo recorrido un verde fundido con el dorado de la arena marca su seña intemporal, lindero exacto. Resaltó tu sonrisa en medio de sonrisas y estaba destinado el tiempo preciso a ser cuna de gozo entre las aguas, gesto primaveral, Venecia sin tabúes y decisión de construir a toda costa un sortilegio. Ocho mástiles marcan el derrotero pero el camino se traza a voluntad y habremos de sembrar cada mañana para poder cosechar sonrisas y decoros en medio de vendavales y distancias. Legendarios trayectos marcarán la senda. el Taj Mahal, altar de amor que lo reafirma todo, nos espera, con el devenir impredecible de la vida pero recorreré tu senda, sin temores, para hacer siempre de tu gozo el gozo mío.

EL RETO DE LA VIDA Para Robiro y Emerio Gutiérrez Molina

No seremos después los mismos que antes porque al comprometer las manos para construir el mundo le dimos sentido al porvenir, a ese futuro incierto que estamos construyendo con cada pensamiento renovado

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con cada acto de amor con cada palabra que nos descubre el universo. La historia dirá si pudimos pulir a tiempo la piedra en su exacta dimensión y su textura para edificar de otra manera nuestra casa y dibujar linderos distintos al horizonte preestablecido o dejamos que las horas se llevaran para siempre el sueño incapaces de doblegar inercia, adversidad y circunstancia. El tiempo dirá si hicimos historia o sólo repetimos.

COMENCÉ POR DELETREARTE MIS INSOMNIOS Cuando la vida descubrió tu nombre yo navegaba en mi crisol de búsqueda obstinada. Mientras las calles son historia renovada yo voy escribiendo otras historias más bellas, diferentes… donde combino colores y humedades. Tú no sabías el tono preciso del alba de mis días, ni el insondable nicho de mis sueños. Uno va construyendo los espacios sin predeterminar con precisión futuros, aprendemos sólo a perfilar los sueños y a convertir un breve minuto en un paraíso ilimitado. Supe de ti y en ese espacio impredecible yo inventé palabras nuevas para explicar el viento de la tarde. Comencé por deletrearte mis insomnios y fuiste realidad de mis ficciones. Nada es más real que tu sueño ilimitado

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cuando inventas palabras para precisarme tus historias. Cada voz sonora te pronuncia, la fuerza del mar y la placidez del cielo expresan sin temor la calidez de tus sorpresas y ahora, el cálido viento del desierto te perfila. 128

TU PIEL EN LA MEMORIA La sombra se disuelve en tu recuerdo eres un vendaval sin nombre desde el instante en que el adiós desgaja sin misericordia el horizonte. Los colores se diluyen en mis manos el tiempo sabe de ausencias y demoras hasta que el sol abriga sinsabores y el cielo perfila mosaicos de lluvias y promesas. No tu adiós me da el contorno del futuro sino el preciso sabor de tus instantes que se tornan augurios cuando el aire funde los tonos de la vida y de la historia. Nada hay detrás de ti sino tu esencia el dulce néctar de tu lozanía una cierta palidez del tiempo que se pierde y el gozo de vivir un silabario nuevo sin pecado. Cuando te has ido, sólo me queda la memoria; repaso entonces tu desnuda piel que añoro o me adentro en los espacios que toco sin mirarte y que son sueños de tesoros sin destino. Me gusta que hagas falta porque es la indubitable certeza de que habré de encontrarte de nuevo en cualquier lugar del mundo.


Estarás ausente, con tu piel sedienta, tus labios de ansia y tu sonrisa de colores deshaciendo cuentas, calendarios y construyendo tu asombro sin demora. Yo aguardaré tu arribo sin programa cualquier día y a cualquier hora, sin precisar lugar, vestido, ni sábanas de abrigo; sólo el gozo de una sorpresa que se anuncia. Un día aparecerás entre la niebla, al despuntar el alba en media madrugada o cuando el último viento de la tarde sople y sin palabras sabré que marcarás la historia.

NEGACIÓN QUE NO ENCUENTRA SU NOMBRE. El tiempo alineaba los escombros mientras la sed daba cuenta precisa del infierno defenestrado por el opio. Era tiempo de ruinas sin hálito de asombro. Nunca escuchamos salmos ni sermones comulgábamos piedras de molino ante el asombro salvaje de una mirada sumisa puesta por Miguel Ángel Buonarroti en La Piedad, ahora arrinconada. En medio del estero cualquier sueño era eterno al compás rutinario del repaso del pie que recorriendo el fango encontraba el dolor de un sol incierto. Tu recuerdo es en sí la sombra de un pasado la abortada lucidez radiante de la luna en tonos azules de Van Gogh

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su noche delirante la sombra equinoccial de una historia perdida inútil tiempo de tejer redes sin destino. La gaviota entonces, así, era un destello un perfil enhiesto del ansia de tenerte cuando tus dos pechos lúdicos, tus oídos tus dos ojos o tus dos sonrisas dicotómicas sólo afirmaban el universo dialéctico la negación del ser, el cínico desgano o la vigencia de simulaciones obvias que no se adivinaban. No había templos para incienso y cantos ni vientos precisos para escudriñar caminos; idolatrabas todo, hasta tus resabios y egoísmos mientras rampantes deidades o reptiles sin nombre te obcecaban. Era la voz de la sombra, la discordia, la sangre encubierta derramada, la lluvia que se anuncia y se disipa, el amor en cenizas sin cúspides ni aliento incapaces de tejer la mínima esperanza, porque no había tiempo para acunar el alba ni colores precisos para delinear el horizonte.

UN SAMBA DE SAUDADE Para Rosy, Nayeli y Layín

Si la vida se acaba no hagan caso. Si una mañana no estoy aquí ya más, acomoden mis cosas, resérvenles lugar y denle acomodo al corazón de nueva cuenta.

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Si un día no puedo compartir comida y tiempo dividan en tres la nueva vida y una vez cada cinco años, diez, alguna vez, cosechen una flor y hagan un samba sin dolor sin llanto, que ahí estaré bailando y cantando con ustedes.

ERES MÁS MI CERTEZA QUE MI LLANTO Hay noches en que hablo a la mitad del sueño para llamarte o días en que insisto en decirte unas palabras y cubres tus oídos. Por las mañanas inicio el camino cada día, esbozo una sonrisa aunque me injurien, devuelvo las caricias tiernamente expresadas a través de la mirada, amo el tiempo de asombro y busco destellos de mar en el espacio urbano. Sé que arrastro mi locura porque tú tienes oídos sordos para mis sonrisas; no dejas que florezca el viento al que me asío y sin embargo, insisto en construir para ti algunas palabras o convertir cualquier espacio en un bom dia. Otras veces descubro una suerte de rencor cuando me miras como si fuera yo el causante de tus yerros o la tijera con que pizcas tus nostalgias o tus desvaríos. Declaro que no he sido artífice de historias diferentes a la mía, aunque muchas veces soñé teñir con tonos más bellos otras vidas. Se va secando la voz; se pierden las palabras.

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Eres más mi certeza que mi llanto y terco me aferro a tu cariño, aunque no tengo más aliento para el hastío ni valor para enfrentar el desengaño. Me niego al dolor -tú lo supiste desde siemprepero hay momentos en que no puedo más con las heridas. Sé que alguna vez, en el silencio de la noche, sin escuchas ni testigos, dirás para mí unas palabras, pero temo que para entonces, habré desandado los caminos…

Roberto Arizmendi nace en Aguascalientes, México, en 1945. Ensayista, profesor e investigador universitario, conferenciante, promotor cultural y asesor educativo en instituciones de educación media superior, universidades y sectores gubernamentales. Ha publicado sobre una treintena de libros de poemas, epistolarios y literatura testimonial. Algunos de sus poemarios son: Entre bruma y humedad del puerto (1998), Estampas de viaje (1998), Inventar la lluvia (1999), Poema vuelto canto (2001). En medio de la noche (2002), Sueños (2004), Navegante de sueños y utopías (2005), Sabio presagio de tu enigma (2007), Tu piel en la memoria (2008), El tiempo consentido (2008), Saberte de memoria (2009) y Signos para la historia (2010). (Foto por Alberto Martínez-Márquez)

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Miguel ángel Avilés ESTA CIUDAD DE TODOS, LUMINOSA

E

scribo estas líneas blancas para salvarme del olvido o de plano, perder la memoria para siempre. Escribo literatura para aliviarme de algo y porque se, además, que ahí, cruzando la desesperanza, está otro mundo posible. Escribo hoy, justo cuando hago como que despierto y este autobús que me trae, ha desviado su ruta para abrevar su destino en un rancho grande que no conozco. Me convenzo antes del arrepentimiento que la vida es un destello de luz que dura un guiño, por eso vuelvo a ese descamino de aquella tarde de sol que me puso frente a un llano silvestre donde habitaban una docena de vacas esqueléticas, recluidas en un corral de tablas largas y astilladas: era 1984, cuando en Hermosillo aún no se traicionaba a dios con tanto sacrilegio. Nunca imaginé que esta sería la ciudad donde un doncel enclenque se quedaría a barbechar historias: el azar o una muesca de dolor en cada afán pudo ser la causa, o tal vez fue ese calor de agosto o a lo mejor esa charca anclada en esta ciudad-desierta que me evocaba un retrato de

mar que aun traía en el recuerdo. Quién sabe. Pero si bien nadie se muere de nostalgia, ha de ser con los años una herida abierta y amarga que nunca sana: retoza en una taza de café, o en una hornilla de leña o en una voz o en un ladrido nocturno, o en una calle sin luz o en un huerta tapizada de hojarasca o en una fruta sazonada o en un despertar de mañana donde todas las caras que te miran son extrañas. ¿Quién me trajo a esta ciudad vestido de andariego? ¿Quién me puso frente a mí, como si se pusiera mi cordón umbilical frente al espejo? ¿Quién me apartó de otras geografías para traerme a este aposento reseco y amurallado por los cerros?¿Qué le queda a esta ciudad de lo que era antes? ¿Quien se robó a esa ciudad de catres en el patio y de célebres costumbres.? Ese día entré por la ruta de los corrales y tres vacas se hicieron las disimuladas cuando les pasó rozando la sombra de un autobús “Tres Estrellas de Oro” que me trasladaba desde Los Mochis en el asiento número 6 o 7 o 9 o 25, no me acuerdo. Si ese es el distintivo de Hermosillo, me dije, mañana a primera hora iré a saludar al sheriff y buscaré al viejo gambusino para que me

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cuente sus historias y presenciaré algún duelo y me tomaré una copa en el saloon para ver bailar un buen can can como en el viejo oeste. No dije tanto pero ahora pienso que lo pude haber dicho luego de adentrarme a conocer lo limítrofe y el corazón de una villa que apenas si bosquejaba las trampas del pecado con una zona de tolerancia en el ocaso que hacia como que se entremezclaba con la decencia, esa que estaba hacia acá pintando territorio en las calles que no llevaban prisa y recorrían a vuelta de ruletero, unas peseras de piel hundida y cicatrices oxidadas que iban y venían no tan lejos, transportando muchedumbre dispuesta a vagar por los alrededores de una plaza con faroles cortos de vista y arboles atiborrados de extraños pájaros negros que anunciaban presagio , y adivinaban futuros, estos de hoy, que ya están aquí arrebatando vidas y edificando cementerios encubiertos. Pero ninguna gitana leyó mi mano para decirme que con el tiempo me quedaría. Tampoco presentí destinos sin regreso. Solo me eché a caminar desde una piedra bola y andando me topé con un cerro enorme y luminoso que parecía un platillo volador gigante. No divisé por ningún lado a ninguna águila devorando una serpiente. Tampoco pirámides de rústica cantera. Estaban, en cambio, tiendas que hoy son ruinas o recuerdos como “La Parisiense de los Camou", "El Centro Mercantil", "La Placita Hi-

dalgo" y sus 15 de Septiembre, , "El Cine Lirico", "El Danubio Azul", "La fonda de La Chagua" y el tiempo que nunca se está quieto. La Cosalteca, La Conasupo, y una tienda Mazón con un santaclous de repetidos chistes que, para fortuna de chicos y grandes, se irían por desgaste más adelante. Harán los años se había ido ya también la fuente de sodas El Limoncito, y ese lago en el parque que ahora el rey midas lo quiere convertir en mercancía y en oro para sus arcas. Habían caído heridos de muerte Corral y Zamarripa y se habían amado en El Flamingo candorosas parejitas que ahora de seguro ya andan abueleando. En gusto se rompían géneros. Habían partido las épocas de carnaval, cascarones, mascaritas y de carros alegóricos vistosos, que te traían otro calor desde el parque Madero hasta la Serdán. Era la baraja del tiempo que dictaba la suerte, era los pétalos de la historia que se iban marchitando. Pero eran a la vez, semillas que la tierra hacia brotar como al pasto verde y nombraba a la ciudad con otros nombres. Desde esa montaña central que les describo las familias podían divisar la Ceca y la Meca de su pueblo y nunca la vista se perdía. Allá están las residencias de los pudientes: y lucían amplias casonas del centenario; acá están guareciéndose del agua la casa de los jodidos. Allá Villa de Seris, allá la hacienda de la flor, allá El Ranchito y El Mariachi,

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estos dos pueblos que ya no escuchan esa partida del tren que les pasaba tan cerca. Echen a volar tanto recuerdo y, cualquiera que haya sido su casita o su barrio o su sacrosanto territorio, saldrán a recorrer lo que fue y lo que queda de esta aldea. Venga, ande, venga y satisfaga lo que mejor le venga en gana. En el corazón de esta ciudad está el mercado con sus humores y olores, a un costado están siempre la vendimia de sabores y están los viejos sabios de canas y los locos. Cuadras más adelante si se quiere, está la oscuridad y lo atrayente: templos del deseo y la efímera conquista: La Taberna, El Rancho Alegre, y lo que queda del Bar Lourdes. Ahí es donde el diablo trabaja como barman, ahí es donde los delincuentes de cuello azul vestidos de policía hacen su agosto cada madregada, ahí es donde la puta de ocasión, con su filantrópicas caricias, puede convertirse de pronto en una dama voluntaria y no al revés, porque en estas ermitas que le rinden orgulloso tributo a la indecencia, se finge menos. Nada que veamos hoy pudo parecer extraño en aquel entonces. Ni esta plaza con tantos ecos de Viva México, ni estas cruces del fuego que son pasado y serán futuro por los siglos de los siglos, ni esta catedral donde se va a rezar para que la paz tan deseada este contigo y con nosotros diariamente, ni estos árboles mayores, ni estos carros que pa-

san volando así como se van los años y se va sin más remedio la existencia, ni esos muertos de bocacalle ejecutados en esta capital que de pronto se vuelve un pueblo sin ley como en el viejo oeste. Por más que se intente su deceso, las ciudades nunca mueren. ¿Porque ya no comen del mismo modo las palomas? Todos los días se baten a duelo con la indolencia y las ganas de arrebatar sus tradiciones. ¿Dónde han quedado los changarros de la esquina de tu barrio? Todos los días la sangran a golpe de saqueo y arrebatinga pero ahí llegaran las transfusiones de sangre popular para salvarla. ¿Dónde están los viejos de sombrero que vendían frituras en las plazas? ¿Dónde esas mujeres morenas que parían tejidos de colores con sus manos? ¿Dónde está la pareja que hacia collares de sustento? ¿Dónde está el payaso que convocaba sonrisas y homenajeaba reuniones? ¿Dónde quedó la niña que llegaba con papá y lo amaba como a un dios cuando la paseaba en bicicleta? No lo sé pero presiento, no lo sé pero casi se los juro, que todos los días, todos, están los curas de la avaricia prestos a correr por la unción de los enfermos y esperar con su gula contenida el bien morir de esta ciudad de tantos años. Pero basta que amanezca para verla ahí de nuevo: adulta, hecha plena mujer, enamorada de sí, con los ojos bien abiertos, luminosa. .

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Fernando Mesquida LA CREACION DE LEONARD. LA VOZ RECUPERADA DE CHEMA COTARELO ASTURIAS Escribir/para curar/en la carne abierta/ en el dolor de todos/ en esa muerte que mana/ en mí y es la de todos. Escribir/para hallar la paz/ después de haber hablado/ con los muertos.

Chantal Maillard

“P

oemas de Leonard von Scotrodfinger”, de José María Cotarelo Asturias, es un libro que nos invita a emprender un viaje nostálgico hacia la reconstrucción imaginaria de un personaje, como puente hacia alguien que existió. Es la virtud del arte y la sensibilidad, que permite adentrarnos en la subjetividad de alguien, que en la realidad el autor no llegó a conocer, pero que sin embargo sigue presente en su alma. Acompañar al poeta en esa aventura y participar en el descubrimiento de otro yo, desde la belleza de una poesía que mantiene un tono en el que el sentimiento no llega a la desesperación, sino que se mantiene en una contención de resonancias clasicistas, es uno de los grandes valores de este poemario de tonos elegíacos.

Ante el lector aparecen unos textos fragmentados, recuperados de un poeta envuelto en sombras y misterio, como se nos cuenta en las primeras páginas. Y ello nos situa ya ante una importante metáfora en la recreación del personaje. Como los textos encontrados, que son incompletos, el acercamiento al otro yo, tendrá también sus zonas oscuras, aspectos que jamás podrán ser conocidos. El caso es que, aún habiendo sido reales, los recuerdos y los sueños, también podrían haber estado sujetos al olvido o a la transformación. El impulso primordial que lleva a la creación poética de otro ser, queda reflejado en las páginas iniciales del propio autor: un hermano al que no llegó a conocer, muerto prematuramente. Leonard surge entonces para llenar la conciencia de una ausencia, de una insatisfacción y será el recurso que permitirá al autor un desdoblamiento poético que permitirá dar voz al otro desconocido, en un juego de espejos en el que a veces nos podemos confundir, de manera que ya no llegamos a saber quien es realmente uno u otro. Y ese quizás sea uno de los grandes aciertos de la obra. El otro ausente ha cobrado vida en nosotros, de manera que es difícil a veces deslindar el yo del poeta y la identidad de su propia

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creación, tras someterse a un ejercicio consciente de abandono del propio de yo, de separarse temporalmente de su identidad, para adentrarse en la del otro. En ese empeño, surgen unos textos que se abren hacia otros derroteros, la magia del lenguaje lo ha permitido y las resonancias que se generen en el lector serán también diversas, y en su conciencia cobrará vida alguien cuya existencia fue breve. El arte también puede redimirnos, es capaz de sublimar sentímientos que buscan un cauce para liberarse y alcanzar el vuelo de la expresión. Desde esta perspectiva, el poemario puede ser entendido como un acto de amor, un homenaje al hermano perdido. Quién sabe si también el legítimo deseo de afirmar una identidad ante una sombra de persistente presencia, que precisa ser penetrada y comprendida para así aliviar al poeta y concluir el duelo de una ausencia. Pero antes, el artista, en un acto de generosidad, parece renunciar a algo de sí mismo para llegar a ser el otro, como se nos dice en el prólogo “experimento el ser otro para no ser”,

entendida esta renuncia como un distanciamiento del yo, que nos recuerda el camino seguido por la mística. Y no es gratuito que la parte central del poemario lleve por título “del amor”. Pero no se trata de una renuncia en la que el propio yo se ha disuelto, sino que al producirse un ensanchamiento de la conciencia, ambas identidades quedan integradas en él. El viaje hacia la creación de Leonard comienza en la primera parte titulada “Del otro”, cuyos poemas pueden ser leídos como un testimonio íntimo de la memoria de la infancia del poeta en relación a la pérdida: “Mi primer recuerdo fue un dolor/ una muerte una presencia”, donde ya surge el sufrimiento como impulso inicial para dar paso a la inmersión en el otro al “sentirse partícipe del cuerpo ausente”. En esta primera parte tiene lugar el desarrollo de un juego de identidades, la expresión de una renuncia en pos del reencuentro, que nos va llevando gradualmente al alumbramiento de Leonard en la noche: “Tuve que alejarme para verme/desaparecer, irme un tiempo/ pa-

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ra reconstruirme/ y saber de mi”. Y en estos versos encon-tramos una de las más claras mues-tras de una simbiosis que llega a confundirnos y esta sea quizás la intención. La vía para alcanzar al otro, no puede ser otra que el desdoblamiento, y así darle vida para que puedan recuperarse los recuerdos de la infancia, las impresiones de la naturaleza, que conformaron los primeros estratos de la memoria, de la propia identidad. De esta manera, abriéndose el camino hacia una suerte de una ontología poética llegamos a uno de los momentos más reveladores de todo el poemario, aquel en cuyos versos podemos leer “Hubo un niño con el que conviví/ y al que podría reconocer fácilmente/ Hubo un vínculo, un perfil, un cadáver, /que he arrastrado toda mi vida,/ que he contemplado, compartiendo una complicidad, un gesto, un silencio./ No era yo y era yo,/ sustitución del otro/ por el que tanto tuve/ y a tanto amé/ y al que ahora doy forma/ para saber tal vez,/ entonces/alguna vez,/ cual he sido de los dos.” Versos en los que se nos muestra de una manera rotunda la huella emocional de la pérdida y como consecuencia de ella la doble identidad del poeta, y su aceptación para dar voz al hermano muerto: “Pero yo he de escribir estas cosas,/ no por mí; por él, que no pudo/ pronunciarse, ni oler las rosas/ que depositamos en su tumba de tierra”. En esta reconstrucción del ser nos encontramos ante profundas reflexiones poéticas, que nos acercan

a una ontología que surge inevitablemente al hilo de la búsqueda, para culminar proclamando “El otro, /yo/ mismo”. En la parte central del poemario, encontramos ya una voz más unívoca, lograda la fusión de identidades, hay un solo poeta que nos habla de su experiencia amorosa, que bien pudiera ser Leonard o su creador refiriéndose a la expansión del sentimiento en el personaje poéticamente creado. Nos encontramos ante un canto al amor, en el que algunos poemas respiran cierto aire panteísta (supo que la hierba/ y la rosa y la hormiga/ eran formas de amor). Hay una armoniosa integración de sentímientos en elementos de la naturaleza, evocándonos la sensibilidad de los primeros románticos. Una voz poética que experimenta la sublime emoción del encuentro amoroso, podría ser la del hermano, devuelto a la vida en el espacio poético, precisamente en una de sus más hondas dimensiones, en la que no faltan tampoco tonos más sombríos, alentados por la posibilidad de la pérdida (Cuando ella se muera) o cierto desencanto ( Da pena ser feliz), mostrándonos así la ambivalencia presente en toda experiencia. Asistimos pues, al nacimiento y cenit del sentimiento amoroso para llegar a un desenlace en el que esta presente la muerte y la angustia de la pérdida, que puede llevar al fin, en tanto que la realidad era vivida y sentida poéticamente a través de la amada. (Cuando ella se muera/ ¿Qué

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será de las estrellas,/del azul de los cielos,/del sol mismo?) La tercera parte titulada “De la forma” podría ser entendida como una reflexión poética sobre la creación, que nace desde la soledad, y en la que de manera explícita el poeta reconoce que “Amó, tomó conciencia del yo/ en el otro, de su realidad simbólica,/…… hacia nuevas formas del amor,/ hacia una nueva realidad/ objetiva de la creación/”. Se trata de versos que dan cumplida respuesta a la búsqueda iniciada. Hacia el final, se nos desvelan algunas claves para entender lo expresado en algunos versos de la parte central- “Del amor”-, hay alusiones a una mujer a la que alguien ha amado sin ser su amante, ni su esposo ¿Puede ello ser entendido como una expresión del

amor a un hermano con el que en vida no pudieron desarrollarse los vínculos de la fraternidad? La cuestión latente en el libro de José María Cotarelo es si el arte puede redimirnos de una ausencia, de una muerte. Leer los “Poemas de Leonard von Scotrodfinger”, significa adentrarnos en este proceso, entender las motivaciones del poeta, acompañarle en una creación poética en la que cobra vida alguien que apenas conoció la vida. Si tras cualquier muerte solo nos queda el recuerdo o lo escrito por quien se marchó, podríamos decir, reconociendo a quien fue devuelto a la vida, que de Leonard nos va a quedar este poemario, dispuesto a perdurar, a pesar de la breve y lejana existencia de su autor.

Fernando Mesquida Garrido nace en Palma de Mallorca en 1958. Es Licenciado en Psicología y Especialista en Psicología del Lenguaje por la Universidad Pontificia de Salamanca. De espíritu inquieto y cosmopolita, sus estancias en las ciudades de Cambridge y Calcuta, ejercieron sobre él una influencia magistral y humana destacable. Durante los últimos años ha desarrollado su actividad profesional en Recursos Humanos del Hospital Universitario Virgen de las Nieves, siendo autor de diferentes comunicaciones y ponencias sobre el tema. Su primera experiencia como escritor se remonta a su infancia, cuando fue radiado un relato suyo inspirado en Julio Verne, autor que leía con asiduidad. Lector asiduo de filosofía y poesía, así como de escritores de la generación del 98 y la narrativa

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de Dickens en lengua original. Recientemente se ha publicado su libro Luces de Bengala, sobre su experiencia como voluntario en 2007 en el Instituto Indio de Madres y Ni単os de Bengala Occidental, ONG con la que se encuentra vinculado y con la que tiene una ni単a apadrinada. 141


Mara romero TRASHUMO DE MIRADA DE JUAN MANZ (Museo de los Yaquis, Febrero 2014)

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l día de ayer Presentamos Trashumo de Mirada, el penúltimo libro del Maestro Juan Manz; la cita fue en el lugar donde duermen los recuerdos de los Yaquis y los cimientos de nuestra Historia, el maravilloso Museo de los Yaquis, también nuestra más casa, desde que esta Marina Arteaga como su directora; ¡!haaaa!! Velada de casa llena, con las palabras del Maestro Juan Diego González, siempre tan exacto con sus tinos sobre la Obra del Manz, Y Manz quien nos elevo tan alto, pero tan alto con su lectura, hasta ese lugar, donde seguramente alcanzo a escuchar hasta el propio Rey David. Trashumo de Mirada fue inspirado en una plática que Manz tuvo con la escultura realizada por Miguel Angel, y que se encuentra en la Galería de la Academia de Florencia, en Italia; a nadie nos extraño que la divina escultura de mármol con corazón le hablara al Maestro, el diálogo es el que sacude y sorprende. Manz enaltece la plática con íntimo reclamo, sin ser un devoto cristiano, se enfrenta al Creador por medio de

uno de sus hijos preferidos, el mitológico David, representado en esta obra de arte. El poemario tiene tres tonos, tres David en tres momentos, es un círculo que cierra con la conclusión básica y súper poética muy al estilo de Manz, metáforas donde llueven figuras tras figura, no nos da tregua ni respiro, no hay aire que alcance todos los presentes que entramos en una convergencia espiritual donde la poesía nos lleva de la mano; en los versos Manz cuenta una historia y en el interior de la historia todos escuchábamos un rumor cadencioso, una promesa profética en un continuo desdoblamiento; una congregación de versos donde el poeta por medio del mítico personaje habla con Dios. Tal Irreverencia esta permitida en aquellos que tienen el Don, el Juan Manz lo tiene y sin remedio, siempre lo ha tenido, nació para ser poeta…así comentaba su hijo Juan Manz Cota cuando el final de la presentación vaciaba su alma de recuerdos infantiles donde la soberana presencia de su Padre Juan Manz Alaniz siempre estaba representado con la lectura, con el verso… en un tiempo que como decía el hijo “NO ENTENDIAMOS PORQUE NOS FELICITABAN “AHORA LO SÉ… LO SE MUY BIEN… PADRE “

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Trashumo de mirada convoca una fuerza, una provocación continua, así se siente en toda su estructura, el poeta quizá lo hace sin querer, pues está en trance, y sólo así pone en juego la instancia de la fe religiosa; el David se cuestiona su papel, acepta sus errores y también

La palabra invocada: Los rasgos que mi creador impuso al mundo ya cristianizado crucificado una vez más, en nombre del divino, tratando de suavizar el gesto rapaz de los nuevos ascendidos al poder a fuerza de palabras 143

se justifica, y se reivindica, así la palabra cae rendida pues, la palabra terrible: Anda cuestiónale a tu modo esa manera burda de sepultar lo escrito con la sangre, del mayor hijo de los hombres, esa subliminal forma de borrar todo vestigio del reino que no era de este mundo, e instaurar uno más a conveniencia del sentido y la soberbia de esta tierra.

Pero también la palabra llena de virtudes: Anda interrógale el porqué es sin dudas mejor ir por la vía venida: la vía vana, que solo viene porque el camino convenido para complacer a sus andantes. Hay veces me hace pensar que el poeta anhela la divinidad a través de la pala-bra… ¿lo logra? ¿No sé? ¿Es el poeta? ¿O es el David..? ¿No


sé quién? Pero lo que si logra es un trabajo lleno de virtudes que nos empuja en un parpadeo a todos los participantes hasta llegar a un estado de ánimo avasallante, los versos cae como gotas gruesas de agua por donde nos podemos ver nosotros mismos, son destellos de torbellino, frases en versos suntuosos que parecen

salir de un espejo cóncavo y aún así…tiene una tenaz resistencia: Sabes, yo deseaba ser quien cobijara tus misterios y predicara tu mensaje pero ya estoy convencido de que tú no eres capaz de avalar ni uno sólo de los fútiles secretos que te hayan sido impuestos por el hombre Tú no finges Señor El dolor que llevas dentro Tú no puedes “fingir como el poeta el dolor que en verdad siente” ¿Trashumo de mirada, nos conmueve, un personaje tan divino como terrenal, una historia tan actual en el mundo un protagonista fantástico creado por Dios? Tampoco sé… pero si, un poemario que nos arranca de nuestro estado de ánimo y nos guía a la contemplación de una magnifica prosa clara, justa, limpia, una creación de atmosfera que nos incluye y reivindica el acto de la poesía.

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Mara Romero nace en Ciudad Obregón, Estado de Sonora, México, en 1962. Es poeta, narradora, performera y promotora cultural. Ha publicado los poemarios Identidad de vértigo (2003), Beethovenianos (2004), Peregrinar de gritos (2008) y De tu olor y de mis miedos (2009). También tiene a su haber un volumen de cuentos: Óxido 2245 (2009). Pionera del arte del Performance en Cajeme, ha presentado un sin número de performances y Espectáculos de Poesía Visual, de diferentes e importantes Escritores y figuras relevante del arte en un intento de promover su legado en una dinámica distinta.

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Alberto Martínez-Márquez

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Alberto Martínez-Márquez. Nace en Bayamón, Puerto Rico en 1966, en pleno apogeo de los Beatles, la Bossa Nova y la gestación de lo que más tarde se llamaría Salsa. Poeta, narrador, ensayista, dramaturgo, traductor, performero, artesano y fotógrafo amateur. Piensa que alguna vez logrará su sueño de convertirse en un afamado músico. Mientras tanto, practica en los karaokes de las barras y cafetines de Aguadilla, Isabela, Ponce y Villalba. Dicen que no puede vivir lejos de la costa. También aseguran que hizo un pacto con el demonio, en el que éste último salió perdiendo. Desde entonces le ha sido vedada la entrada al infierno; como antes le fue prohibido entrar al cielo. Ha publicado nueve cuatro poemarios en papel y tres en formato PDF; un libro de cuentos; y co-editado dos antologías de poesía y tres académicas. Nunca superó que su padre le llamase majadero.

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Letras Salvajes recomienda Especial: Libros de escritores/as de Puerto Rico 151

Rosalina Martínez González, Cadáver de bailarina y otros poemas. Edición de la autora, 2011. Los 29 poemas que forman parte de este interesante poemario—dividido en cinco partes—constituyen una penetrante meditación sobre la fugacidad de la vida y la presencia abrumadora de la muerte De ahí el tono existencial y nihilista que recorre el poemario de principio a fin. Como puede constatarse en la última estrofa del poema “Cadáver de bailarina”: “…voy a ahogar tus recuerdos/ en el pozo del vacío/ para recoger el icono en trizas/ que desfigura tu nada.” En esta exploración del devenir del tiempo inciden cuerpos, bailes, fotografías, placeres y deseos a través de los cuales la poeta implícita traza nuevos caminos a través de los inextricables senderos de la palabra. Cadáver de bailarina es un poemario intenso y desenfadado que augura un buen comienzo a su autora.


Núñez, Neftalí Omar, Editor. Etc. s.l: Ediciones de Facto, 2012. Este conjunto antológico de poesía y prosa de escritores del Sur de Puerto Rico (y un escritor del Sur de la República Dominicana), es representativo quienes formaron parte del Círculo Literario Revolución Expresiva de la Pontificia Universidad Católica de Ponce y de la Peña Literaria de la misma ciudad, entre los años del 2006 al 2010. Según el propio editor expresa, según consta en el prólogo, el “propósito es simplemente dar a conocer mediante el artefacto libro algunos de los mejores textos de varios escritores que vienen practicando la literatura con consistencia y seriedad en el área sur de Puerto Rico… desde la última década.” Más que justo. Y sin embargo, la antología ofrece mucho más de lo que promete. Detrás de la portada con brillo surgen voces emergentes de valía como lo son los poetas Sonia Galindo, con su contundente verba desmitificadora; Héctor Pérez Babilonia, barajando imágenes de la surrealidad nuestra de cada día; Jonathan Flores, con una poética de corte Bukowskiano que poetiza sin sutilezas desde la dura prosa de la vida; Susan Hernández, deconstruyendo los discursos patriarcales y construyendo una feminidad alternativa; y Neftalí Omar Núñez, seduciendo con sus chispazos lúdicos que ponen al descubierto los equívocos con los que se pretende sostener las bases del mundo actual. En cuanto a la narrativa se refiere, Debbie Ortiz (“Una lectora ávida”), César Daniel Santiago (“Doomsday a la J Pop”), Manny Rosa (“Tinglar”) y Edwin Vázquez Ascencio (“El descenso y los infiernos”) deparan encantadoras sorpresas, con un dominio cabal del lenguaje y un extraordinario manejo de las técnicas de narrar.

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Anagilda Garrastegui. Del desvelo a la poesía (2006-2012). San Juan: Casa de los poetas, 2012. La poesía de Anagilda Garrastegui participa de lo que T. S. Elliot denominó alguna vez como poesía reflexiva. Esto es, una poesía que se adentra en el pensamiento para crear, recrear y descrear los avatares de la existencia del ser y su fijación en la temporalidad. La poesía de Garrastegui indaga, reflexiona y filosofa en la medida en que no se aparta de su vertiente lírica. Como bien puede apreciarse en esta primera estrofa de un soneto de corte conceptista: “Hay cosas que se secan con el tiempo/ espinas que te pican todavía/ ilusiones ya libres de osadía/ y sueños derrotados por el viento.” Véase este otro ejemplo: “Mientras haya un pájaro/ que cante/ en la enramada/ de mi cerebro/ viviré en paz/ con el Tiempo.” La tercera parte del poemario revela un giro espiritual en la que hay ecos de San Juan de la Cruz: “cuando esta sombra extraña/ me acaricia, siento que el aire/ se estremece/ siento que el alma su ilusión/ alerta/ siento que el pensamiento resplandece.” El libro concluye con una elegía a Filiberto Ojeda, luchador por la independencia de Puerto Rico asesinado por el FBI en 2005. Véase el inicio del poema 5: entre palabra y el silencio el asombro la incrédula convicción la sangre por todo el piso y una voz sin su canción

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María Arrillaga. Ciudades como mares. Poesía 1966-1993. San Juan: Isla Negra, 2012. Este libro recoge toda obra poética de María Arrillaga a partir de sus experiencias en la ciudad de Nueva York en la década de 1960 con New York in the Sixties (compuesto en inglés); pasando por los libros premiados por el Ateneo Puertorriqueño y el Instituto de Literatura Puertorriqueña en las décadas de 1970 y 1980 (Vida en el tiempo, Poemas siete cuatro siete y Frescura); hasta desembocar en los años de 1990 con Yo soy Filí Melé. Arrillaga transita los temas del amor, el placer, la paz y la justicia social como puertos seguros para lanzar su verbo al aire y trocarlo en poesía vital y necesaria: “Poesía es un sillón,/ y lo que siente un hombre pobre. /Es un cajón donde se come/ el escozor de la amargura cotidiana.” El cuerpo en la obra de María Arrillaga se convierte en el espacio de libertades que se redime por medio de la palabra: “Revienta jazmín/ leche flor para mí/ -Corona de miel-/ Creación.” Este libro incluye una selección bilíngüe de la obra de Arrillaga, escogida y traducida por Katheleen Imbruno, que lleva por título I am Filí Melé. Conviene revisitar la poesía de Arrillaga, a fin de evalorarla y reinsertar su obra dentro de la Generación de Poetas de los Setenta.

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Walter J. Mucher Serra. Umbra. Guaynabo: Escarabajo Escriba, 2012. Dividido en dos partes, “Sombras de plata” y “Tablas y candelabros,” este libro incluye cuatro guiones cortos y dos monólogos dramáticos, respectivamente. Mucher, quien es miembro de la Generación de Poetas de los Ochenta, se ha dado a conocer principalmente como poeta y narrador. Poco se conoce su obra dramática esparcida en un volumen antológico y revistas literarias. El mundo que construye Mucher en estos trabajos está tupido de apariencias, y contra ello chocan sus personajes en busca de sentido. De ahí que los per-sonajes que teje Mucher, tanto en los guiones como en los monólogos, nos parezcan seres desfasados con respecto a la realidad inmediata. El absurdismo y el existencialismo son los dos motores que impulsan la propuesta escritural de Mucher. ¿Qué es la realidad, en última instancia? ¿Cuál es nuestro propósito en ella? Los personajes de “El café” discuten sobre las bondades o riesgos del café, sumidos en una discusión filosófica (que hubiera hecho las delicias de Schopenheuer), cuyo final nos revela el artificio del diálogo, mientras nos sume al espectador en otro artificio. De hecho, “El café” es el único de estos guiones filmados por Mucher. “El fotógrafo” y “Umbra” son dos ejercicios vanguardistas de sumo interés que descansan completamente en el juego de las imágenes. “Umbra,” que es la pieza está trabajada desde la perspectiva del montage a lo Einsenstein. El aparente sinsentido de las acciones exhibidas, tanto por El Hombre de “El fotógrafo”, como La Mujer de “Umbra” nos revelan una peripateia o cambio de circunstancias: todo lo que entra dentro de nuestro campo de visión, y por ende, de pensamiento, es decididamente relativo porque es aparencial. “Umbra” de Walter Mucher Serra no es una lectura fácil, tratándose de los medios para los que han sido escritos los textos. Sin embargo, vale la pena leerlo y pronfundizar sobre lo que el autor plantea en los mismos.

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René Marqués. La carreta. Edición anotada de Marithelma Costa. Guaynabo: Editorial Plaza Mayor, 2013. Uno de los clásicos de la literatura puertorriqueña vuelve a reeditarse. Esta vez, al cuidado de la escritora puertorriqueña radicada en Nueva York, Marithelma Costa. La carreta es una obra teatral que describe el azaroso drama de la emigración puertorriqueña de principios de 1950. Luego de desplome de la economía agraria, miles de boricuas se trasladaron hacia la zona metropolitana de San Juan en busca de oportunidades, y de ahí a la promesa del mundo industrial que parecía prometer la urbe neoyorquina. René Marqués traza la angustiosa trayectoria de una familia que si-guiendo la quimera del progreso, sucumbe bajo el peso aplastante de la modernidad. La introducción de Costa sitúa la obra en su justo contexto histórico, pero también registra la historia de las ediciones de la obra y sus puestas en escena a nivel nacional e internacional. Además de la crono-logía y las necesarias anotaciones al calce, Costa incluye un pertinente aná-lisis de contenido, fotos de las representaciones y de las giras promocio-nales de los autores y del propio dramaturgo. Además, se ofrece una bi-bliografía selecta y actividades sugeridas para el estudio de la obra.

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Carlos López Dzur. Épica de San Sebastián del Pepino. San Juan: Kooltouractiva, 2013. A la usanza de Spoon River Anthology, la célebre élegía de Edgar Lee Masters, Carlos López Dzur intenta reconstruir la memoria de los varios pasados de este pueblo localizado al noroeste de Puerto Rico. San Sebastián de las Vegas del Pepino fue uno de los centros cañeros más importantes de la región, pero también fue el epicentro de importantes gestas históricas y cuna de una gama de personajes memorables, actores del drama sociopolítico de su tiempo. El pasado, en estos poemas que configuran la Épica de San Sebastián del Pepino, es algo más que una mera remembranza o una visión nostálgica de los tiempos idos. El pasado, para Carlos López Dzur, en todo su “vaivén dialéctico y cauce del porvenir,” se yergue en raigambre de una memoria eternizada que hace del poema su habitáculo esencial y fulcro de la consciencia. Es por ello que el poeta implícito expresa lo siguiente en el poema final: “Siempre hubo y habrá quien sepa/ que la identidad nacional es el huevo,/ esfera, cascarón, pepa donde estamos metidos:/ klipot, vasija mística del luz,/ el tesoro en vasos de barro/ del que habla la Torá el rabí.” En Épica de San Sebastián del Pepino la poesía deviene un encuentro con una historia otra, dispersa, fragmentada, que se torna una en la medida que nos contemplemos en ella y abrazamos su mismisidad.

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Nadia V. Celis y Juan Pablo Rivera, editores. Lección errante: Mayra Santos Febres y el Caribe contemporáneo. San Juan: Isla Negra, 2011. Se trata de un aporte necesario al estudio de una de las escritoras contemporáneas más significativas de Puerto Rico: Mayra Santos Febres. Una pléyade de importantes estudiosos, conocidos y noveles, de la literatura contribuyen a la exégesis de la ingente obra de la narradora, poeta y ensayista afroboricua. Los marcos de análisis que concurren en esta colección son tan diversos como lo son las múltiples propuestas de lectura. Es preciso destacar el ensayo de Annette Passapera, “Blogosfera y configuración mediática de la escritura en Lugarmanigua,” que analiza el blog como una redefinición del acto escritural y de las formaciones icónicas y canónicas. Igualmente, el trabajo de Nadia Celis Salgado comporta particular relevancia de la producción escritural de Santos Febres. Intitulado “Heterotopías del deseo: Sexualidad y poder en el Caribe de Mayra Santos,” la lectura de Celis sitúa los espacios físicos y corporales como centros desde los cuáles se negocia el poder. Este esfuerzo de Celis y de Rivera por congregar un atinado material herméutico comprensivo de la obra de Mayra Santos, concluye con una fascinante entrevista de Celis a la autora. En la entrevista de marras, Mayra Santos Febres expresa sin ambages sus ideas sobre la negritud, la feminidad y la identidad caribeña. La bibliografía de la escritora natural de Carolina, Puerto Rico, armada por los editores de Lección errante, incluye traducciones de los libros de Santos Febres y textos críticos de su obra.

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Desarmando las fronteras del arte y del saber.


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