El diario de Hermes, de Eliécer Cárdenas Carlos Pérez Agostí
«¿P
ara qué escribo este diario? ¿Para fijar, o releer, uno de esos días de inesperada felicidad?». Estas frases de Los diarios de Emilio Renzi, la destacada obra del no menos destacado escritor argentino Ricardo Piglia, son el epígrafe con el que se inicia El diario de Hermes de Eliécer Cárdenas. «Uno de eso días de inesperada felicidad». Entonces, podemos preguntarnos: ¿qué es, de hecho, ser feliz? Tal vez, siguiendo la lectura de El diario de Hermes, tener lo que deseamos, y que además permanezca lo más posible. Lo que está claro es que toda persona quiere ser feliz, tenemos un deseo de felicidad. En palabras de Pascal: «Estando siempre dispuestos a ser felices, es inevitable que no lo seamos nunca». Ahora, creemos, cobran sentido las palabras de Woody Allen: «¡Qué feliz sería si fuese feliz!».
Ascenso y caída de Hermes Andramuño La nueva novela de Eliécer Cárdenas, que presentamos bajo el sello editorial de Casa Tomada, es la historia (entre tonalidades dramáticas y humorísticas) del ascenso y caída del abogado Hermes Andramuño, intentando superar el penoso estado en el que le ha dejado su ex socio de un bufete de abogados. Su inicial y desafortunada situación se produce entonces, paradójicamente, en escenarios jurídicos, en un juego de desconfianzas y marrullerías mutuas donde la lealtad y la rectitud son absolutamente inexistentes: De repente, me vi apresado y encarcelado. Vázquez me había denunciado por cargos de hurto y estafa, que yo le entregue los cinco mil dólares. Era un miserable en toda la extensión de la palabra, un ladrón. No conforme con aquel despojo, Vázquez inició en mi contra una sistemática labor de descrédito. Inesperada y sorprendentemente, el ascenso: un antiguo compañero de estudios, el ‘Ganso’ Gaona, ahora autoridad principal de la ciudad, le ofrece un puesto importante: dirigir la operación de evaluación del personal, con el compromiso del despido de ciento ochenta empleados. En descarada complicidad, lo de la evaluación sería solo una manera de disfrazar la arbitrariedad burocrática. 110