Número 1 Enero 2013
Joaquín Pinto: Álbum particular. Mo Yan, Premio Nobel de literatura. Entrevista a Eliécer Cárdenas. El pensamiento de Edgar Morin. 1 Malabares en su tinta. La flauta de ónix.
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editorial
A QUIJOTEAR
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na vez más, la adarga más vehemente del Quijote, la cultura, sale por los campos de la patria, a buscar, a referir, a contar, a descubrir, la semilla de la imaginación y la palabra, que enriquece la tierra de los creadores. Con enorme esperanza abrimos estas páginas para que en ellas fluya el nuevo pensamiento, las nuevas expectativas, las incansables manifestaciones de la literatura y el arte que se expresan en este tiempo de tecnificación acelerada, tiempo desgraciadamente marcado por la frivolidad y el espectáculo light, tiempo peligroso donde una globalización deshumanizada trata de arrasar con nuestras culturas primigenias y uniformar los distintos elementos simbólicos que han sido siempre el sustento de nuestra nacionalidad. Desde el inefable país del norte nos envían empaquetados, sus comidas basura, su vestimenta estrafalaria, sus pobres héroes alcornoques como Batman, Supermán o el Hombre Araña, (su espíritu mercantilista y guerrerista, que es lo mismo, ha olvidado ya a Whitman, Hemingway, Faulkner o Poe), símbolos y lenguajes banales y torpes que utiliza el poder para mantenernos dormidos en el “entretenimiento” para controlar cualquier tipo de pensamiento que atente contra sus privilegios. Estamos en un momento histórico importante. Los pueblos de Ecuador y América Latina han dicho ¡basta! al capitalismo y al neocolonialismo. Estamos enfrentando la pobreza, la inequidad y la injusticia desde una propia lógica. Nadie puede cambiar nuestro espíritu libre y de sabiduría ancestral, y para fortalecernos es necesario repartir el pan, el abecedario y el libro con la misma ecuanimidad y patriotismo. Buscamos ahora desentrañar los propios símbolos, que no son escandalosos ni espectaculares, sino que pasan por el filtro tierno de la vida cotidiana y de la historia. Entonces, decir nuestra palabra, despojarla de la frivolidad y mediocridad reinante, arremeter contra la banalización de la cultura, porque también en esa trampa cae muchas veces el periodismo, exultando la chismografía y el escándalo. Generación de Lady Gaga, Delfín Quishpe y pollos fritos Kentuky. Estas páginas se abren para recordar lo olvidado profundo y escuchar la palabra que viene.
número uno • enero 2013 Presidente
Raúl Pérez Torres
Vicepresidente
Gabriel Cisneros Abedrabbo
Director de Publicaciones Patricio Herrera Crespo
Editores
Paúl Hermann Violeta Luna Patricio Viteri
Diseño Tania Dávila. Dirección de Publicaciones
Colaboran en este número:
Luis Alberto Bravo, Fernando Balseca, Cecibel Ayala, Paulina Simon Torres. Casa de la Cultura Ecuatoriana Benjamín Carrión Dirección de Publicaciones Av. Seis de Diciembre N16–224 y Patria Telf.: 2 565808 Ext. 426 gestion.publicaciones@cce.org.ec www.cce.org.ec Quito–Ecuador.
casapalabrascce @casapalabrascce casapalabrascce@gmail.com
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índice
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Un recorrido por la trayectoria de Mo Yan Premio Nobel de Literatura cuyas obras no han sido masivamente difundidas en español.
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Eielson pictórico El poeta Luis Alberto Bravo nos muestra una fasceta desconocida del poeta Jorge Eduardo Eielson.
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Cárdenas portátil Paúl Hermann entrevista al escritor Eliécer Cárdenas sobre su trayectoria literaria y las particularidades con que ejerce el oficio de la palabra.
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Malabares en su tinta La más reciente novela de Iván Égüez es lúcidamente diseccionada por la pluma de Fernando Balseca.
Los silencios de Varguitas Tomando como eje a Mario Vargas Llosa, Raúl Pérez Torres recuerda el devenir literario de toda una generación; fortalece su eterno vínculo con las letras; replantea su compromiso militante y lamenta los fraudes del Nobel, del hombre, no del escritor.
Morin en español El filósofo francés Edgar Morin ofreció en el Teatro Nacional de la Casa de la Cultura su conferencia La vía. Para el futuro de la humanidad. Una muestra de su pensamiento a cargo de Patricio Viteri Paredes.
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Poción de medianoche
Título del nuevo poemario de Cecibel Ayala. Una muestra de este magnífico trabajo que inaugura la colección Casa nueva de la Institución.
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Proyecto de Publicaciones La Dirección de Publicaciones de la Casa ofrece información sobre algunas de las colecciones que presentará durante la administración de Raúl Pérez Torres y reseñas de sus publicaciones más recientes.
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A propósito de la publicación que la CCE realizará del Álbum Particular de Joaquín Pinto, Patricio Herrera Crespo ofrece información sobre este valioso manuscrito de finales del siglo XIX e inicios del XX.
Agnès Varda Paulina Simon realiza un brillante recorrido por la trayectoria de Agnès Varda, la única directora de uno de los movimientos cinematográficos más potentes en la historia del cine, la Nouvelle Vague, o Nueva Ola francesa.
Edición de aniversario La poeta Violeta Luna da su particular visión sobre la poética de Arturo Borja, con motivo de la reedición que la Casa ha realizado de La Flauta de Ónix a cien años de la muerte del poeta.
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variaciones
Mo Yan
en un diario
para pintar
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l jueves 11 de octubre de 2012 la Academia Sueca de Estocolmo anunció como ganador del Premio Nobel de Literatura a Mo Yan; es una noticia vieja, pero sucede que debido a la poca difusión que ha tenido la obra del escritor chino en América Latina, parece que hubiese sido impresa en uno de aquellos periódicos que usamos para cubrir el piso cuando pintamos las paredes de nuestra casa y que por extraño sortilegio nos
atrae más que cuando el diario era nuevo. La Academia le confirió el premio por el relato que el autor, de cincuenta y siete años de edad, ha realizado de la convulsa historia de su país, en una descripción en la que confluyen las tradiciones y ritos del mundo rural y en un lenguaje que mezcla el realismo y la magia, así como la ironía y la sensibilidad. Mo Yan nació en una familia de granjeros en 1955 y debido a
la Revolución Cultural, abandonó los estudios en quinto grado. Durante su adolescencia trabajó en el campo y en una fábrica y en 1976 se enroló en el ejército. Empezó a escribir relatos en 1981 y tres años después se inscribió en la Academia de Arte del ejército. Se graduó en 1986, y un año más tarde publicó la novela Sorgo Rojo, llevada al cine por Zhang Yimou en 1988. En 1995, tras publicar la novela de alto contenido sexual Pechos grandes y caderas pequeñas, el escritor fue obligado por el ejército chino a escribir una autocrítica y a sacar su obra de circulación. A Mo Yan sin embargo, la censura no le preocupa, «siempre hay ciertas restricciones a la escritura en cada país», ha dicho «y esos límites pueden representar en realidad una ventaja al forzar al autor a ceñirse a la estética de la literatura». Se ha comparado sus complejos universos ficcionales con los creados por el estadounidense William Faulkner y el colombiano Gabriel García Márquez. De hecho, en
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2011 Mo Yan asistió a la presentación de la primera traducción oficial al mandarín de Cien años de soledad, y manifestó: «tras leer siete páginas de esa novela, en la que entré atraído por su primera frase, encontré inspiración para mi propia obra». A más de las citadas Sorgo rojo y Pechos grandes y caderas pequeñas, el autor ha publi-
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cado Las baladas del ajo (obra recomendada por la Academia Sueca); La vida y la muerte me están desgastando; La república del vino; Shifu, harías cualquier cosa por divertirte y Rana. Las cuales aún no han sido masivamente difundidas en español. Escritores exiliados de China lo han acusado de escribir a favor del régimen comunista y la prensa
Cambios
e supone que debería escribir sobre lo acontecido a partir de 1979, pero mis pensamientos franquean ese límite y vuelan hasta esa tarde otoñal de 1969 en que resplandecía el sol, brillaban los crisantemos amarillos y los gansos salvajes iban hacia el sur. En ese punto, mis recuerdos se fusionan conmigo, y mi memoria deviene mi yo de entonces: un niño solo que había sido expulsado de la escuela pero que, atraído por el bullicio del patio, temeroso y encogido, se deslizaba por la entrada sin portero, recorría un largo pasillo oscuro y desembocaba en el centro mismo de la escuela, un patio rodeado de edificios por los cuatro costados. A la izquierda había un poste de roble con un travesaño sujeto con alambre del que pendía una campana de hierro oxidada. A la derecha, una sencilla mesa de ping-pong hecha de cemento y ladrillos; alrededor, un grupo miraba jugar a dos contrincantes. De allí venía el bullicio. Eran las vacaciones de otoño en la escuela del pueblo, y casi todos los espectadores eran profesores; sólo había unas cuantas alumnas muy guapas. Eran de la selección de ping-pong formada en la escuela y tenían que participar en el torneo de la capital del distrito que iba a celebrarse con ocasión del Día Nacional, de modo que ellas no se habían ido de vacaciones, se habían quedado para los entrenamientos. Todas eran hijas de cargos de la granja estatal; comían bien,
oficial de su país lo ha calificado como al primer chino galardonado con el premio Nobel, ya que los demás –entre ellos los de LiuXiaobo, Gao Xinjiang y Dalai Lama– fueron entregados a exiliados o presos políticos contrarios al Partido Comunista Chino. A continuación ofrecemos las primaras líneas de Cambios, novedad editorial de Seix Barral.
estaban bien desarrolladas, tenían la piel tersa y blanca, y al ser de familias ricas, vestían ropa bonita. Nada más verlas se daba uno cuenta de que no eran de la misma clase social que nosotros, hijos de pobres. Nosotros las admirábamos, ellas en cambio no se dignaban echarnos ni una mirada. Uno de los jugadores era un profesor de matemáticas que yo había tenido. Se llamaba Liu Tianguang. Era rechoncho, pero en cambio tenía una boca enorme, donde, según decían, podía meterse su propio puño, aunque nunca realizó esta proeza delante de nosotros –a menudo afloran a mi mente imágenes de él bostezando en la tarima, con esa bocaza abierta de par en par; era un espectáculo imponente–. Así que tenía un mote, «Hipopótamo»; pero como ninguno de nosotros había visto ese animal en realidad y dado que los sapos también tienen la boca muy grande y para colmo «hipopótamo» (hema) y «sapo» (hama) en chino se pronuncian de manera parecida. Liu el Hipopótamo pasó –es de sentido común– a llamarse Liu el Sapo. La idea no había sido mía, pero él estuvo haciendo sus pesquisas y llegó a la conclusión de que yo era culpable. Liu el Sapo era hijo de un héroe de guerra, y además presidente del comité revolucionario de la escuela; ponerle un mote era un delito grave; así, el que me expulsaran de la escuela y me pusieran en volandas de patitas en la calle era lógico e inevitable.
opinión
lo que
Varguitas no dijo Raúl Pérez Torres
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ue en Cali, en agosto de 1974, cuando conocí a Mario Vargas Llosa. Era quizá mi primer Congreso de Escritores, y asistía tembloroso y eufórico junto a tres de mis padres putativos, a saber: Pedro Jorge Vera, Alfredo Pareja Diezcanseco y Ángel Felicísimo Rojas, quienes se codeaban gratamente con Gudiño Kiefer, Julio Ortega, Jorge Edwars o Fernando Alegría y nos permitían con benevolencia escuchar y hasta participar de esas misas misteriosas en las que actuaban como expertos oficiantes, misas que se practicaban a puerta cerrada, casi secretamente, luego de las mesas redondas y las conferencias, entusiasmados por el licor y los cigarrillos y una que otra fanática que, como yo, agradecía al Dios de la Literatura esa posibilidad de estar cerca, a la mano, de esos monstruos que con sus mentiras, enriquecían todos nuestros sueños. Más aún si todos ellos eran izquierdistas confesos, antiimperialistas, apoyaban la Revolución Cubana, y los movimientos de liberación de Nuestra América, y ninguno, se presentaba todavía como “marxista de tendencia Groucho”. A nuestra generación, la de los tzánzicos, el Frente Cultural y la Bufanda del Sol, nos había des-
lumbrado ya La ciudad y los perros, esa nueva manera de contar la metáfora del poder y la lucha, y más aún Conversación en la Catedral, 1969, derroche de pericia técnica, que narra los años 50, cuando el general Manuel Odría propició ese envilecimiento colectivo, esa corrupción y frustración que le lleva a preguntarse a Zavalita (personaje inolvidable) ¿en qué momento se había jodido el Perú? Novela sinfónica, de varios instrumentos y ejecutantes. Única novela que el propio Vargas Llosa salvaría de un incendio, como lo dijo alguna vez. Un nuevo novelista, obsesivo, disciplinado, eufórico, valiente, nacía para sumarse a los cortázares, a los rulfos, a los onettis, que empezaban a deslumbrar el nuevo y el viejo continente, y nacía para dar voz a los desposeídos, para dar a conocer las atrocidades del poder, para enjuiciar con su palabra a los tiranos, sean de donde fueren, empezando por el Perú, donde ya habían prohibido La ciudad y los perros y habían quemado el libro en la plaza pública, y luego prohibirían otros de sus libros y sus películas, como Pantaleón y las visitadoras y La casa verde. El boom en verdad, era como un disparo a la burguesía y a las
clases dominantes. Se delineaba una nueva visión de esa América soñada por Martí y probada por Fidel y el pueblo cubano. La utopía estaba cerca, pero como escribía Flores Galindo: «por definición, utopía es lo que no tiene lugar ni en el espacio ni en el tiempo» y como descubre luego Vargas Llosa en su libro sobre José María Arguedas, publicado en 1996: «la obligación moral de dar cuenta de las injusticias de su mundo y de programar su remedio, no es garantía de que su obra alcance artísticamente algún valor». Así y todo en la década del setenta vivíamos un paraíso de las letras, insuflados de fe, de voluntad y poesía, pero como dice Proust, no hay más paraísos que los perdidos, y luego, con el correr de los años, cada cual buscó la cantera de sus propias lágrimas y risas. Ya lo decía la tía Julia, parafraseando a Borges «el tiempo es olvido y es memoria», Julia Urquide, boliviana que vivió con Mario casi una década, la de sus comienzos, que le acompañó a su beca en España y se puso a trabajar como dactilógrafa en la revista Selecciones del Reader’s Digest, porque el dinero de la beca no alcanzaba. Tiempo en el que no importaba que ella fuera
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diez o más años mayor, ella también dolida por la ingratitud del flamante Premio Nobel, que la abandonó cuando ya era mundialmente reconocido y se casó con Patricia Llosa Urquide, prima hermana de Vargas Llosa y sobrina de Julia. En una última entrevista (Julia Urquide murió hace poco en Bolivia) ella, llena de melancolía decía «no me equivoqué con Mario en lo literario, como hombre me defraudó, porque los sentimientos no se venden y Varguitas los vendió, él ha triunfado gracias a mi obstinación y su entusiasmo, cuando empezó el éxito me excluyó». Se refería a La tía Julia y el escribidor (1977) donde él narra sus relaciones íntimas, sin consultarla siquiera, cosa que le pareció impúdica y de mal gusto y le impulsó a escribir su libro contestación Lo que Varguitas no dijo, pero también le costó que el Premio Nobel le quitara iracundo las regalías de La ciudad y los perros que ella recibía puntualmente. Vargas Llosa lo ha reiterado siempre: «el género novelesco no ha nacido para contar verdades, estas, al pasar a la ficción, se vuelven siempre mentiras» o también «todos los novelistas son discretos exhibicionistas»
y él no desperdició «esa pasión de contarse a la vez que cuenta» de la que hablaba su amigo José Miguel Oviedo, y quizá ese libro sea una llaga permanente a su bella y desaforada manera de literaturizar la vida. En todo caso, es enriquecedor rememorar los buenos tiempos de la tía Julia, cuando junto con Varguitas, en una pequeña buhardilla de París, en la década del sesenta, recibían a guerrilleros y militantes peruanos o de cualquier parte, como Lobatón o amigos del legendario Hugo Blanco. Ella evoca las noches con ese muchachito extraordinario, Javier Heraud, asesinado poco después, o con Julio y Aurora Cortázar, José y Pilar Edwars, Carlos Fuentes y Rita Macedo, o las sobremesas con Miguel Ángel Asturias o las salidas a escuchar a Edith Piaf, Yves Montand, Juliette Greco o el inolvidable Aznavour de La Bohemia. Mujer fina e inteligente, la Tía Julia fue secretaria privada de Bánzer y luego de Paz Zamora, y cuando estaba de humor recordaba la boîté de la Plaza San Martín, donde apenas entraban, como una premonición, el trío “negronegro” les cantaban aquel pasillo que dice: «no creas que si tú te alejas yo voy a llorar / tendré que
buscar otro amor pero que sepa amar…». Creo que hay varios Vargas Llosa. Yo admiro y amo su literatura porque en ella está el más auténtico y el más sabio. El Premio Nobel no es una calificación a su extraordinaria obra. También se lo dieron a Obama por la paz y antes a Churchill por la literatura. Y no se lo concedieron a Joyce, a Proust, a Kafka, a Borges, que cómicamente creía que ya se lo habían entregado, ni siquiera a Lezama Lima que al decir de Arguedas, sin haber salido jamás de Cuba, sabía más del Ulises que la propia Penélope. Para terminar me permito recurrir a Chesterton que decía: La Biblia dice que amemos a nuestros amigos pero también a nuestros enemigos. Probablemente son la misma persona. «Las personas que amamos no mueren, quedan encantadas», dice Gonzalo Rojas. Porque hay muertos que no mueren, pero hay también muertos que mueren antes de su muerte, como Vargas Llosa, ese que vive en La ciudad y los perros y en La casa verde, pero que está muerto en su páginas decrépitas del diario El País de España.
Un minuto de silencio por Carlos Calderón Chico
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Era un hombre especial, no pasaba desapercibido. Su fuerte voz acompañada de movimiento de brazos y manos, llenaba el ambiente. El tema: libros, historia y literatura. Con un nuevo proyecto en mente, con un libro o una revista en camino. En los primeros días del año, la muerte se llevó a nuestro querido amigo. Un extraordinario gestor cultural, gran investigador de las letras y la historia; compañero de ruta, asiduo colaborador de nuestros proyectos editoriales. Para quienes seguimos caminando por los senderos de la cultura, su nombre estará siempre presente.
El
actualidad
pensamiento complejode
Edgar Morin
Patricio Viteri Paredes
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La ciencia se ha vuelto ciega por su incapacidad de controlar, prever, incluso concebir su rol social, por su incapacidad de integrar, articular, reflexionar sus propios conocimientos.
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ara el filósofo francés Edgar Morin, nuestra época necesita situar todo en el contexto y en la complejidad de nuestro planeta. Y para él, la complejidad es un tejido de elementos inseparablemente asociados: «Hay complejidad cuando son inseparables los elementos diferentes que constituyen un todo (como el económico, político, sociológico, psicológico, afectivo, mitológico) y existe un tejido interdependiente, interactivo e inter-retroactivo entre el objeto de conocimiento y su contexto, las partes y el todo, el todo y las partes, las partes entre ellas. Por esto, la complejidad es la unión entre la unidad y la multiplicidad». Pero un todo no es la suma de sus partes: el todo tiene cualidades o propiedades que no se encuentran en las partes. Si de un árbol sólo nos fijamos en las raíces, o solamente en el tronco o la copa, no podremos conocer con integridad qué es un árbol, pues el conocimiento de los elementos aislados es insuficiente. En los seres humanos y en los seres vivos el todo también se encuentra al interior de las partes: cada célula contiene la totalidad del patrimonio genético de un organismo; también la sociedad como un todo está presente en el interior de cada individuo en su lenguaje, su saber, sus obligaciones, sus normas. Y, así mismo, cada individuo contiene el todo del cual forma parte. Pero el extraordinario avance científico que se produjo en el siglo XX implicó una hiperespecialización de las disciplinas que, concentradas en sí mismas, establecieron la disyunción entre las humanidades y las ciencias. Es decir, las ciencias obedecían al principio de reducción, que disminuye el conocimiento de un todo al conocimiento de sus partes, y que restringe lo complejo a lo simple.
La hiperespecialización impide ver tanto lo global como lo esencial, e impide tratar correctamente los problemas particulares que sólo pueden ser planteados y pensados en un contexto. Al mismo tiempo, la división de las disciplinas imposibilita aprehender «lo que está tejido en conjunto», es decir lo complejo. Mientras que la cultura general incita a la búsqueda de la contextualización de cualquier información o de cualquier idea, la cultura científica y técnica parcela, desune y compartimenta los saberes haciendo cada vez más difícil su contextualización. El pensador francés utiliza una cita de Heidegger para ilustrar la desazón contemporánea: «Ninguna época ha sabido tantas y tan diversas cosas del hombre como la nuestra. Pero en verdad, nunca se ha sabido menos qué es el hombre». Los cuatro pilares del mundo moderno –la ciencia, la técnica, la economía y la ganancia– dejaron a un lado la integridad humana. La ciencia se ha vuelto ciega por su incapacidad de controlar, prever, incluso concebir su rol social, por su incapacidad de integrar, articular, reflexionar sus propios conocimientos. Por tanto es necesaria y posible la unidad de la ciencia. Una ciencia que sea capaz de aprehender, al mismo tiempo, unidad y diversidad, continuidad y rupturas; es decir una perspectiva transdisciplinaria que atraviese la Física, la Biología y la Antropología. La fragmentación de los saberes no puede capturar la cualidad multidimensional de los fenómenos humanos. El pensamiento complejo trata de relacionar los conocimientos dentro de este tejido interdependiente, restituyéndolos a su contexto, reinsertándolos y religándolos en la globalidad a la cual pertenecen. El ser humano o
«Deberíamos poder vivir sin sacrificar el presente por el futuro, sin abandonar tampoco el pasado: necesitamos conservar una herencia cultural». la sociedad son multidimensionales: el ser humano es a la vez biológico, psíquico, social, afectivo, racional; la sociedad abarca dimensiones históricas, económicas, sociológicas, religiosas, etc. Morin nos dice: «Que se entienda desde ahora mi camino: es un movimiento sobre dos frentes, aparentemente divergentes, antagonistas, pero inseparables ante mis ojos; se trata, ciertamente, de reintegrar al hombre entre los otros seres naturales para distinguirlo, pero no para reducirlo. Se trata, en consecuencia, de desarrollar al mismo tiempo, una teoría, una lógica, una epistemología de la complejidad que pueda resultarle conveniente al conocimiento del hombre. Por lo tanto lo que se busca aquí es la unidad del hombre y, al mismo tiempo, la teoría de la más alta complejidad humana». Es decir que el hombre como individuo, como sociedad y como especie se encuentra en el vértice de la antropolítica de Morin. Pero el hombre, además, debe tomar conciencia de que se encuentra en una comunidad de destino con los otros hombres, con la Tierra-Patria y con el cosmos. Lo que distingue al hombre de un primate es que el primero es, además de un ser completamente biológico, un ser completamente cultural. La cultura acumula en sí lo que se conserva, transmite, aprende. La cultura no es innata sino un hecho humano fundamental, pues está constituida por el conjunto de los saberes, saber-hacer, reglas, normas, interdicciones, estrategias, creencias, ideas, valores, mitos que se transmiten de generación en generación, se reproducen en cada individuo, controlan la existencia de la sociedad y mantienen la complejidad psicológica y social. Edgar Morin concluye: «Deberíamos poder vivir sin sacrificar el presente por el futuro, sin abandonar tampoco el pasado: necesitamos conservar una herencia cultural. Necesitamos mantener la fidelidad a nuestras raíces. Debemos vivir no sólo de un modo utilitario y funcional sino también de un modo poético, siendo el estado poético aquel al que nos hacen acceder el amor, la comunión, la fiesta, el júbilo que culmina en el éxtasis».
Biografía Nace en París el 8 de julio de 1921, en una familia de origen judío sefardí. Desde los 15 años se involucra en actividades políticas revolucionarias y en 1941 ingresa en el Partido Comunista Francés. Al año siguiente obtiene la licenciatura en Historia, Geografía y Derecho en la Sorbona. Participa en la Resistencia durante la ocupación alemana y al finalizar la guerra se casa en 1945. En 1951 ingresa al Centro Nacional de Investigación Científica de Francia (CNRS) y ese mismo año es expulsado del Partido Comunista por sus críticas al estalinismo soviético. En 1960 funda el Centro de Estudios de Comunicaciones de Masas (CECMAS) y en 1962, junto con Roland Barthes, la revista Communications. Fue profesor de prestigiosas universidades francesas, brasileñas y estadounidenses; ha escrito más de 50 libros relevantes y realizó varias obras cinematográficas; le han otorgado muchos premios y condecoraciones en Europa y América. El 26 de noviembre de 2012 dio en Quito la conferencia, La Vía. Para el futuro de la humanidad, en la Casa de la Cultura Ecuatoriana.
Bibliografía Galvani, Pascal y Cecilia Espinosa. Edgar Morin: La vía para el futuro de la humanidad. www.ceuarkos.com/ vision_docente/index.htm Grinberg, Miguel. Edgar Morin y el Pensamiento Complejo. Editorial Alfaomega, México, 2002 Morin, Edgar. Introducción al Pensamiento Complejo. Gedisa, Barcelona, 1998. Morin, Edgar. Los siete saberes necesarios para la educación del futuro. UNESCO, París, 1999. Morin, Edgar. El Paradigma Perdido. Ensayo de Bioantropología. Editorial Kairós, Barcelona, 1996. Multiuniversidad Mundo Real. Edgar Morin, El Padre del Pensamiento Complejo. http://www.edgarmorin.org/ biografia-edgar-morin.html
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Eliécer Cár BIOGRAFÍA PORTÁTIL El pasado diciembre Eliécer Cárdenas estuvo de cumpleaños. 63 velas en el pastel no fueron muchas si se considera todo lo que este novelista nacido en Cañar ha escrito. Fue un activo militante de izquierda e incluso cayó preso durante la dictadura civil de Velasco Ibarra por defender los derechos de los estudiantes. Como muchos escritores de su generación estuvo influido por el indigenismo, el modernismo y el existencialismo y escribió su primer cuento: “Hoy al General” a los quince años de edad. Estudió Jurisprudencia en la Universidad Central de Quito. Se licenció en Ciencias Sociales. Trabajó como reportero y jefe de redacción de diario El Tiempo, se dice supersticioso y católico aunque no practicante, cree en la labor pastoral hacia los indígenas y teme al diablo que todos llevamos dentro.
Uno, de los padres, sólo hereda lo malo, pero ¿incidió en su vida el haber sido hijo de un contador de historias y de una profesora? De hecho, el entorno familiar influyó decisivamente en mi vocación de escritor. Mi mamá, como maestra, me enseñó desde pequeño la pasión por la lectura. En cambio mi padre era un gran narrador oral, me dio un mundo mítico y fantástico que luego aprovecharía en mi labor literaria. Cuando estaba en el colegio tenía fama de rebelde, ¿contra qué se rebelaba? Bueno, mi rebeldía se dirigía principalmente contra los prejuicios de un colegio religioso y clasista, y paulatinamente hacia el conjunto de la sociedad que me parecía injusta e inequitativa. A los 17 años, a causa de una decepción amorosa quiso suicidarse. ¿Pensó cómo iba a hacerlo? Realmente se trató de una salida un poco melodramática, pues en el fondo nunca quise quitarme la vida, porque amo vivir. Quizá se trató de una tentativa inspirada en novelas y películas románticas que veía y leía con avidez.
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En la Universidad hizo taller con Ulises Estrella, Raúl Pérez Torres e Iván Égüez. ¿Cómo recuerda aquel tiempo? Propiamente no formé parte del Taller de la Bufanda del Sol, aunque fue importante conocer a quienes ya tenían un prestigio literario y habían publicado libros, además
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magnetófono
Paúl Hermann
eran animadores culturales de primera importancia, por lo tanto ellos fueron un estímulo para mi incipiente formación literaria de entonces. Su primera novela; Juego de Mártires (1976), trata sobre la frustración de un hombre que vegeta en un empleo público y que narra historias de familia. ¿La literatura debe ser biográfica? Toda narrativa es, de un modo u otro, autobiográfica. En Juego de Mártires enfoqué un mundo de decadencia familiar y de falta de estímulo vital en su protagonista, talvez porque hubo personajes y situaciones familiares que posibilitaron ese argumento, aunque el tema fue transformado radicalmente y es una novela ciento por ciento ficcional. Dice que en 1977 empezó a escribir por las noches Polvo y Ceniza. ¿Continuó siendo un autor nocturno o aprendió a escribir también con luz natural? En l977 ya me había casado, y tenía alguna ocupación provisional, lo que me daba tiempo para dedicarme a escribir sobre todo en las tardes. Así comencé a concebir Polvo y Ceniza, como la historia mítica y popular del bandolero Naún Briones, que ya había tenido una abundante literatura, pero más bien de carácter anónimo, lo que se llamaría una “subliteratura” que narraba sus hazañas, así como poemas populares también anónimos.
¿Imaginó el éxito que tuvo Polvo y Ceniza? No pensé en el éxito de la novela, más tuve dudas porque era la época de las novelas introspectivas, por lo menos en el Ecuador. Pensé que podían calificar a mi obra como un remanente del realismo social de los 30, aunque por supuesto yo había procurado apartarme lo más posible de esa literatura de denuncia, basada en esquemas de buenos y malos. Por entonces ya había asimilado los procesos modernos de la novelística latinoamericana, el neorrealismo italiano, y la obra de William Faulkner, que fue decisiva no sólo para mí sino para una serie de narradores ecuatorianos y latinoamericanos. La novela ganó el Concurso convocado por la CCE, pero Galo René Pérez no la publicó. Le recuerdo esto para preguntarle: ¿Editar en Ecuador ha sido difícil? Lamentablemente y por alguna razón que no me explico, las bases del concurso de novela convocado por la CCE de entonces, no incluía la publicación del libro, y así tuve que esperar a que un amigo mío ya fallecido, que era un poco de todo, inclusive editor, realizara la primera edición de Polvo y Ceniza, con trabajos en varias imprentas a las que debía dinero. De todos modos, la primera edición se agotó rápidamente, gracias también a que mi
papá se dedicó a regalar ejemplares a todos cuantos conocía. ¿Su mejor trabajo es Polvo y Ceniza? Creo que hay un prejuicio en torno a Polvo y Ceniza, quizá por ser mi obra más conocida y para muchos la única que han leído de mi autoría, sin embargo considero que tengo otras obras a la altura de Polvo y Ceniza, aunque no han sido difundidas como ella, por ejemplo Los diamantes y los hombres de provecho, Una silla para Dios, Háblanos Bolívar, Las humanas certezas, Los libros de relatos: Siempre se mira al cielo, La incompleta hermosura, etc. Polvo y Ceniza ha sido publicada por varias editoriales del Ecuador y del extranjero, pero también ha tenido ediciones piratas, esto es algo que le ha negado dinero, ¿pero no ha alimentado también su ego? Creo que toda persona tiene en mayor o menor medida su ego, pero en mi caso me ha producido satisfacción saberme leído, aunque de hecho mis obras no me han producido mucho dinero, incluida Polvo y Ceniza. Otras novelas históricas se hicieron antes, A la Costa, por ejemplo, pero ¿funda usted en Ecuador la novela del bandolerismo? No precisamente. En los años 30 del siglo veinte, el escritor Gerardo Gallegos escribió una 13
interesante novela sobre el bandolerismo fronterizo que se llama Eladio Segura, pero no se trata de un bandolero social como Naún, sino de un simple salteador de caminos, sin ninguna aureola en el pueblo. ¿Sintió después de Polvo y Ceniza una inmensa responsabilidad? Después de Polvo y Ceniza, simplemente seguí escribiendo, apartándome, por supuesto, de la temática del bandolerismo, que la retomé muchos años después con El Árbol de los quemados, en una saga que concluye con una novela aún inédita. La crítica que en eso se parece a los arcanos, había decidido de antemano que yo sería el autor de Polvo y Ceniza y el resto ya no importaba, y así se dieron los casos insólitos de que comentaban desfavorablemente mis obras posteriores sin haberlas leído siquiera. Cosas de nuestra crítica. Tres años después de Polvo y Ceniza, publicó Del silencio profundo, novela sobre un lustrabotas y su familia que, pese a sus dos ediciones, ha tenido escasa difusión. ¿La trabajó pensando que podría superar su trabajo anterior? Fue una novela lírica, en la cual la pobreza de una familia humilde alcanza creo yo, niveles de humanidad y poesía, por supuesto, sin tratar de edulcorar en manera alguna la miseria.
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Su viaje a Cuba en 1986, el respeto de Cuba por sus héroes, ¿lo motivó a escribir y a publicar Háblanos Bolívar? Háblanos Bolívar se publicó poco después de mi primer viaje a Cuba, que fue en l981, y no tuvo nada que ver con ningún culto a los héroes porque el tema de la novela no es Bolívar, sino el ha-
llazgo de unos manuscritos que probarían en la novela que el Libertador fue asesinado, teoría que frecuentemente ha sido planteada en la realidad, creo que sin fundamento. En el 85 editó un libro de Relatos Siempre se mira el cielo, con cuatro historias sobre niños… No solamente son historias sobre niños, hay también una en la cual el personaje es un adulto. Fue mi segunda obra de relatos, ya que la primera es Hoy al General. Las humanas certezas, su siguiente novela, recoge sus experiencias como político y su relación con una comunidad indígena del Cañar. ¿Sintió la necesidad de expresar, no sólo el mundo mestizo, sino también el indígena? Efectivamente, Las humanas certezas surgió de una campaña política en las comunidades de Cañar, traté en ella de abordar el mundo mítico a través de personajes que son animales, un árbol y objetos inanimados como una camisa, para narrar la historia de una comunidad en lucha entre la tradición y el progreso. Los diamantes y los hombres de provecho es una novela en la que puso de manifiesto sus preocupaciones revolucionarias. ¿Se propuso hacer literatura políticamente comprometida, o eran temas que se imponían por sí solos? Los diamantes y los hombres de provecho es una de las obras que más aprecio, porque es la más autobiográfica, a partir de amistades que tuve en los inicios de mi vida política, como estudiante de izquierda, pero no solamente es una novela política, sino una novela de formación, eso que los alemanes llaman una Bildung
Roman, o novela formación, de aprendizaje. Publica posteriormente la novela histórica Diario de un idólatra, en la que se plantea mayores desafíos técnicos. ¿Ha querido ser un autor experimental o considera que para escribir una nueva novela hay que limitarse a narrar con corrección y belleza una buena historia? En mi obra narrativa, siempre ha existido un afán de experimentar, de no repetirme, y de abordar nuevas temáticas, lógicamente bajo puntos de vista y técnicas diferentes. Diario de un idólatra es una de las novelas más experimentales que he escrito. Ha publicado además libros para niños. ¿Es algo que lo gratifica? Para mí ha sido un deber escribir para la infancia, porque son los lectores de hoy y del mañana y es preciso cultivar la lectura desde la más tierna edad. Creo que es muy gratificante escribir para niños. Es un autor prolífico. ¿Tiene un horario fijo? Me considero un autor prolífico, y eso que no escribo más allá de media hora diaria, eso sí todos los días, salvo sábados y domingos. ¿Son placenteras las horas que le dedica a la escritura? Más que placenteras, me parecen vitales los minutos que dedico a la escritura creativa, sea novela, cuento, teatro. ¿Reescribe? Por supuesto, es necesario reescribir, aunque por lo general no paso de una segunda escritura. Siempre tuvo tendencia a la novela social…
Efectivamente, para mí la novela debe recrear mundos y personajes con todas sus contradicciones internas y exteriores en un universo social, inclusive mis personajes más solitarios están permeados por lo social. ¿Hay en su obra intenciones didácticas? Conscientemente no he tratado de dar lecciones con mis obras, aunque quizá se desprenden forzosamente en algunas circunstancias. Hemingway decía que para escribir bien hay que estar enamorado. ¿Comparte esa opinión? Sigo otra frase que me parece más interesante, que pertenece a Malcolm Lowry, y que dice «puedo escribir con hambre o con frío, llueva o escampe, eso es lo que hace maravilloso escribir». Hemingway también decía que el periodismo es bueno para la literatura siempre y cuando uno se retire a tiempo. Usted, como redactor primero, y jefe de redacción después, de diario El Tiempo, no podría compartir esa opinión… Por cierto que el periodismo siempre es un riesgo latente. Hay que evitar la confusión de escribir relatos de ficción en periodismo o escribir crónica periodística en creación literaria. El Pinar de Segismundo es una novela que habla de los años más ricos del país en lo que a cultura se refiere, es una de esas novelas que todos habríamos querido escribir. ¿Usted elige los temas o los temas lo eligen a usted? Se trata más bien de intuiciones literarias, uno halla un tema, pero tiene que irlo imaginando minu-
ciosamente antes de escribirlo. En efecto, El Pinar de Segismundo es una especie de homenaje irónico a nuestros mayores en literatura, con sus manías, sectarismos y obsesiones. El Pinar de Segismundo es una novela con mucho humor. Hacer reír a los lectores con una obra literaria es algo muy difícil de lograr. ¿Usted siempre quiso hacerlo? Es una novela que necesitaba del humor para ser accesible, caso contrario creo yo que hubiera sido un acto fallido y los personajes habrían salido acartonados e inauténticos. No olvidemos que son personajes literarios, aunque lleven los nombres de personas reales. ¿Se siente influido por lo que lee cuando está escribiendo? Sí, siempre necesito leer a alguno de mis autores favoritos cuando estoy escribiendo, por ejemplo a Carlos Fuentes, A Dos Passos, Cesare Pavese o José de la Cuadra.
El Pinar de Segismundo (Fragmento) -¡Señor! -espetó la voz áspera de aquel a quien el pueblo denominaba “Profeta”-, la cultura no es esto. Yo pensé en otra cosa muy distinta al firmar el decreto que fundaba la Casa. Señaló con su largo imperativo índice, al montón de impresos desparramados en el escritorio-: Ustedes, los intelectuales izquierdizantes creen que ya no leo. Lo hago, cuando me queda un poco de tiempo libre y me engolfo en mis obras favoritas: Lamenais, Taine, Spencer, la historia nacional del arzobispo González Suárez. Pero ahora han llegado a mis manos estos verdaderos engendros de anarquía, perversidad e incultura. Sí, señor, de incul-tu-ra. ¿Cómo es posible que la institución que usted dirige publique tanta basura de albañal?
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¿Otros escritores le han enseñado cosas sobre el oficio? Creo que todos los escritores que he leído, inclusive los menos importantes me han enseñado algo. También la conversación con otros colegas instruye, y eso es bueno. ¿Qué ha aprendido sobre literatura de otras artes? Nunca se aprende lo suficiente, pero creo que la literatura permite abordar las diversas artes, desde la óptica de la creación, pin-
tura, música, teatro, danza, cine sobre todo. ¿Piensa que los escritores ecuatorianos competimos entre nosotros? Los escritores ecuatorianos, generalmente no competimos. Nuestro mercado es muy pequeño y más bien necesitamos ir juntos antes que competir, aunque claro, especialmente los más jóvenes consideran a la carrera literaria como una competencia a veces desleal.
Usted ha querido vivir en Cuenca para tener una vida menos tensionante, ¿pero esto no le ha privado un poco del reconocimiento que ha merecido? El Ecuador es un país pequeño y se puede vivir en cualquier parte sin que eso perjudique seriamente una carrera literaria. Por supuesto, vivir en la capital genera ciertas ventajas, pero estas son más de oportunidades de viajar que literarias en sí. Talvez ventajas editoriales, pero Cuenca es una buena ciudad para escribir.
butaca
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Lolita
Camera buff
Toda la precisión técnica, todo el simbolismo del cineasta norteamericano al servicio de la obra literaria más lograda de Vladimir Nabokov. Fue presentada en 1962 y desde entonces se ha convertido en la inspiración de miles de cineastas y amantes del séptimo arte alrededor del mundo. El film cuenta la historia de Humbert, catedrático europeo de edad madura, que se enamora de la belleza y malicia de una adolescente; todo lo que hace por hacerla suya y las intrigas que terminan por desbarrancarlos.
Inmenso y poético tributo al cine del director polaco Krzysztof Kieslowski. En un país situado detrás del telón de acero, el trabajador de una fábrica se ve convertido en el encargado de registrar los sucesos laborales con la cámara que compró para filmar el nacimiento de su hijo. Más temprano que tarde descubre que siente más pasión por el cine que por su propia familia y más necesidad de registrar poéticamente su universo que documentar la política laboral.
No
Old boy
En 1988, cuando los Estados Unidos consideraron que las dictaduras que crearon en los países latinoamericanos debían llegar a su fin, Augusto Pinochet se ve obligado a convocar a elecciones para intentar continuar en el poder de manera democrática. La campaña por el No la realiza un publicista joven, desde el interior mismo de medios adscritos al poder, apoyándose en el discurso de la nueva época. Película imprescindible en la que se puede escuchar a Gael García hablando con acento chileno.
Cierto día un ser vital y mundano es encerrado en una habitación sin más compañía que un televisor que trasmite películas violentas; estimulado por estas y para no enloquecer, Old boy se convierte en un auténtico maestro de las artes marciales, y cuando es liberado aniquila a sus captores sin más armas que su cuerpo y un martillo. La razón por la cual fue encerrado, el director koreano Kim Ki Duk la revela al final.
boceto
Patricio Herrera Crespo «
E
n 1882 compré este libro al hijo del señor Sebastián Viderí en 2 pesos, el modelo de encuadernación, es bien hecho», escribía Joaquín Pinto en la primera página de lo que sería su Álbum particular, un pequeño libro de 12 x 20.5 cm. que recogería, en sus 201 páginas, apuntes en dibujos y palabras de uno de los más grandes artistas ecuatorianos del siglo XIX. Joaquín Pinto (1842 – 1906) que, a decir de José Gabriel Navarro «…fue un raro ingenio, inteligente, culto y creador, laborioso en su profesión, pintor ilustre y gran acuarelista», desde pequeño demostró su inclinación a la pintura por lo que buscó adquirir conocimientos en la escuela de Cipriano Borja y posteriormente en los talleres de varios artistas. Sin embargo, el que más influyó en su preparación fue el pintor Nicolás Cabrera, quien, además, acercó a Pinto al Tratado de Pintura de Manuel Samaniego y le aconsejó que copiara los cuadros de los Profetas de Goríbar. Fue entonces, según Navarro que «Pinto encontró su maestro y su camino y por él se fue con talento y sin titubear».
A la muerte de su maestro, Pinto se dedica de lleno a la pintura y a profundizar sus conocimientos en una formación autodidacta. Recibe la influencia de las acuarelas costumbristas de Charton y Manosalvas, que posteriormente le llevaría a realizar acuarelas sobre los personajes costumbristas que Juan León Mera presentó en sus coplas, en un intento por rescatar el folclor y las tradiciones populares que completaría con otra serie años después. Dibujó y pintó el Ecuador, recorriendo sus paisajes. Bocetó y anotó lo que sus ojos miraban y admiraban: montañas, valles y llanuras, flora, fauna, incorporando anotaciones para registrar sus características y ubicación. También documentó las excavaciones que monseñor Federico González Suárez realizó en el norte del país, dibujando posteriormente una serie de piezas cañaris que fueron incluidas en los libros Estudio histórico sobre los Cañaris (1878), Atlas Arqueológico (1910) y Los Aborígenes de Imbabura y del Carchi (1910). Igualmente ilustró el libro Faune Malacologique de la Republique de l’Equateur, libro de malacología publicado en 1897 en el Boletín de la Sociedad Zoológica de Francia, para el que compuso 36 óleos sobre papel, de caracoles y moluscos. En los últimos veinte años de su vida, Pinto se dedicó también a la enseñanza, dictando clases particulares en su domicilio, y la cátedra de dibujo en el colegio San Pedro Pascual. Posteriormente dirigió en Cuenca la Academia de Dibujo y Pintura y a continuación dictó cátedra en la Escuela de Bellas Artes en Quito hasta su fallecimiento, el 24 de junio de 1906. Con esta etapa coincide su decisión de escribir y dibujar sus vivencias en este pequeño libro al que llamaría Álbum particular, recordando que ya en sus viajes por el país bocetó, dibujó y registró con apuntes, ubicación, características y otras referencias los sitios que visitaba y que trasladaría al lienzo o al papel. También fechó muchos de sus bocetos, dibujos, apuntes y obras con el seudónimo
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Ipton, nombre compuesto por las letras de su apellido. El libro se encuentra en el Museo de la Casa de la Cultura desde 1938, cuando la colección particular de don Alfredo Flores y Caamaño fue adquirida por el Gobierno Nacional para la creación del Museo Único que después sería absorbido por la CCE. Este coleccionista había sido uno de los compradores de la obra de Joaquín Pinto que fue vendida por su familia que enfrentó graves problemas económicos después de su fallecimiento. Por este legado, la Casa de la Cultura cuenta hoy con la más grande muestra de Joaquín Pinto. Alrededor de 220 obras que incluyen bocetos, dibujos a lápiz y carboncillo, tintas, óleos, acuarelas y pasteles. Además tres libros: El estudio de los Aborígenes de Imbabura y Carchi, otro con cinco láminas de paisajes en acuarela y el Álbum Particular, motivo central de este artículo. Según la museóloga en arte Verónica Muñoz R., quien ha realizado un estudio del libro, «se trata de un cuaderno de trabajo de 12 x 20.5 cm., en pasta dura», forrado con papel marmoleado y papel café imitación cuero. Tenía 199 páginas numeradas por Pinto. Es precisamente el coleccionista Alfredo Flores y Caamaño quien, en 1930, escribe en las dos primeras hojas sin numerar, lo siguiente: «Álbum particular de don Joaquín Pinto. Total de páginas 199, Dibujos 117 sin contar dobles, triples, etc. en cada página. Páginas blancas, lecciones y preceptos, las demás. Páginas que faltan: 27, 34, 66». Volviendo a la investigación de Verónica Muñoz ahora falta también la página 16, por lo que se cambió la numeración de las páginas 17 y 18 que aparecen como 16 y 17, pasando directamente a la 19. Además están en blanco, pero numeradas, las páginas 95, 96 y de la 126 a la 167. Sobre el contenido del libro dice Muñoz: «se puede dividir en dos partes principales, la primera compuesta
Esta rara joya bibliográfica, un legado trascendental en la historia del arte ecuatoriano, por pertenecer a uno de los más grandes pintores, y que ha permanecido en custodia de la Casa de la Cultura Ecuatoriana.
por bocetos, estudios preparatorios, apuntes visuales, garabateos, etc. En repetidas ocasiones se puede encontrar en la misma hoja bocetos de temas variados. La segunda parte se distingue por contener apuntes de texto, con frases, comentarios, transcripciones,
apuntes de libros de pintura, estética, etc. Muchas páginas tienen texto en las dos carillas». Esta rara joya bibliográfica, un legado trascendental en la historia del arte ecuatoriano, por pertenecer a uno de los más grandes pintores, y que ha permanecido en
custodia de la Casa de la Cultura Ecuatoriana, será dada a conocer al público por decisión de la actual administración que ha resuelto realizar una edición facsimilar. El Álbum Particular de Pinto estará en manos del público en el primer trimestre de este año.
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Malabares
en su tinta Fernando Balseca
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unque uno de los ejes temáticos de esta novela es consignar las peripecias que aparecen en la búsqueda de un muchacho llamado Irigilbert, que ha desaparecido misteriosamente, se puede afirmar que todo Malabares en su tinta es el relato de un plural rastreo de lenguajes, de historias, de imposibles certezas, de personajes y personas que llevamos dentro y fuera, de sueños desvanecidos; en fin, es una narración que se propone un esfuerzo por explorar la totalidad, lo cual ha sido el cometido de las grandes novelas. Tenemos, pues, un texto en el que el autor/narrador trata de plasmar la idea de que, en el momento en que se produce la escritura –y la posterior corrección–, es posible decirlo todo y abordarlo todo de manera coherente. Asombra este esfuerzo por recorrer parte de una vida como si fuera la vida entera. A lo largo de las 350 páginas se introducen varias voces que cuentan su visión de los hechos narrados; sin embargo, la sensación del lector es que ese conjunto de hablantes podría ser el resultado de una sola voz creadora, llamada “mi Señor” por uno de los narradores. No cabe duda: el poder de la ficción es tan bien manejado en estas páginas que nos hace creer que en la pluralidad existe un uno y que en el uno se expresa una comunidad. A fin de cuentas, si lo
pensamos un poquito, siempre hay muchos yoes en una sola persona, no se diga en unos personajes que están ahí para constatar los alcances creadores de la palabra literaria. Así, los personajes se entrometen en los parlamentos de otros personajes, intervienen, subrayan, manifiestan sus desacuerdos, lo que crea una sensación de que la verdad no proviene, bajo ninguna circunstancia, de un solo polo sino que es producto del cruce de información y de memoria de muchos actores y participantes. La literatura, en medio del ambiente social en que vivimos actualmente, viene a demostrar, una vez más, que es una forma adecuada para quebrar esa creencia por la cual alguien puede pensarse dueño de la verdad. En este sentido, la novela
de Iván es política, porque provee a sus lectores de instrumentos para entender críticamente el entorno en que cada uno vive, en soledad y en colectividad. Dado que leemos aquí y ahora, hay una serie de alusiones que pueden ser interpretadas como un clarísimo intento por hacer del discurso de la literatura uno que interviene en realidad, para ampliar en los lectores la perspectiva de ver las cosas. Lo primero que salta a la vista, incluso antes de enterarnos cabalmente qué mismo va contando la novela, es el gusto siempre renovado de Iván Égüez por la palabra literaria, pues el libro que tenemos entre manos muestra también un entusiasmo convencido por la experimentación verbal, por el juego lingüístico, por las asociaciones de palabras, por resaltar el significante de los vocablos. Casi todos los narradores presentes en el libro tienen la conciencia de que, para producir literatura, deben mostrar los límites de la lengua natural. En definitiva eso es literatura: más que un mero ejercicio que traslada informaciones, se trata de una textualidad que pone en crisis el significado mismo del lenguaje del que parte el escritor. Por eso, esta novela consigue crear una nueva sensación de realidad, logra en cada una de sus páginas demostrar el paradigma fundamental de la expe-
biblioteca
riencia artístico-literaria, que es mostrar no solamente la desnudez del mundo sino de las palabras que se colocan una tras de otra para nombrarlo. De esta forma, las voces del relato mantienen la comprensión unificada de que el valor más importante de la literatura es el hallazgo de nuevas expresividades. Lo curioso es que Iván consigue hacer esto no sólo con la lengua castellana, sino además con el inglés. También sabemos que la novela es una forma en la que cabe todo; por tanto, en un momento, al final de la novela, uno de los narradores asume la defensa literaria del “estilo”, un aspecto del que ya casi
no se habla en los círculos literarios y en los lugares en los que se la estudia sistemáticamente pues algunos han preferido destacar otros contextos de la literatura. No es que haya teoría literaria en este libro; aunque sí podemos comprobar que la posición del escritor queda consignada como parte de una lucha estética; la literatura no es sólo un decir especial acerca del mundo, sino también un decir sobre el propio trabajo de la escritura. Sin embargo, Iván hace una apuesta no sé si llamarla más clásica, de defensa del estilo; postura con la que concuerdo, pues esa es la marca del lenguaje literario propiamente dicho que se atreve a ir más allá del sentido que nos provee la lengua materna. Tal vez esta vocación por la expresión le ha inspirado al estudioso Víctor Ivanovici, en la solapa del libro, a rememorar la obra Tres tristes tigres de Guillermo Cabrera Infante. Efectivamente, mientras disfrutaba de estas peripecias verbales, la mayoría de las cuales se resuelven en la paradoja
y en el humor, pensaba en las posibles dificultades de traducir esa novela a otras lenguas, pues es tan cercana al dialecto ecuatoriano que costará más de un dolor de cabeza hallar la expresión precisa en otros registros lingüísticos. Esto, ciertamente, no es un defecto de la novela; pues sus resonancias significativas son tan importantes que esta puede ser comparada, en lengua castellana, con Tres tristes tigres, como ya se dijo, en lengua portuguesa con Grande sertao: veredas, y en inglés con el mismísimo Ulysses. La literatura es un juego, apunta al placer, que suele expresarse más de una vez con una sonrisa. A esta experiencia nos lanzan permanentemente los narradores de Malabares en su tinta, quienes saben de los vuelos que consigue alcanzar la sorpresa lingüística. Iván es un maestro de la lengua: como lector y escritor ha podido detectar casi todos los efectos singulares que la asociación de palabras y la aliteración conllevan: “la lívida fruta”.
metrónomo
Chancho en piedra Lo mejor es mascar lauchas
Extremoduro Material defectuoso
Los Bunkers Música libre
Yan Tiersen Dust lane
En su más reciente producción discográfica, la banda de rock chileno Chancho en piedra ofrece, entre muchas otras sorpresas, una versión libre del poema de Nicanor Parra, Canción de cuna. Se puede encontrar, apartando el follaje que los músicos crean con guitarras eléctricas, textos ásperos pero también una alta dosis de metálica ternura.
Después de La ley innata, obra cumbre del rock programático en español, la banda de Extremadura, España, entrega a sus seguidores un disco con temas contundentes; algunos ganan por TKO y otros por puntos, pero todos noquean. No se podía esperar menos de Antón Iñaki, letrista que llegó a esta producción después de publicar su novela El viaje íntimo de la locura.
Cuando las canciones de Silvio Rodríguez empezaban a sonar nostálgicas, esta banda afincada en México tomó 12 de las letras más icónicas del trovador cubano y las cantó con acordes de rock. Un disco para que las nuevas generaciones se enamoren de la poesía, un disco al que hay que aplaudirle los “arreglos” y que Silvio Rodríguez agradeció sinceramente.
Acercarse a los universos musicales de Yan Tiersen es como escuchar, por vez primera, los sonidos de Pink Floyd o The Police o Bob Marley, y no nos referimos a los géneros, sino a las propuestas, a los recursos, a las notas que tejen una partitura colorida, experimental y, al mismo tiempo, anclada en las tradiciones y el academicismo.
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Jorge Eduardo
Eielson
Luis Alberto Bravo
A
diferencia de lo que le ocurría al personaje ficticio Paranoico Pérez con relación a un siempre adelantado José Saramago, Jorge Eduardo Eielson no desilusionó nunca ni
evitó desarrollar sus inquietudes artísticas, en apariencia con mucha relación (deuda o influencia) de autores como Yves Klein, Piero Manzoni o Alberto Burri. En la actualidad Eielson es un reco-
nocido y consagrado poeta. Esta categorización no habría gustado para nada al artista, quien no entendía a la poesía como una expresión limitada a su forma escrita sino que traspasaba con naturaleza
Réquiem por Marilyn Monroe, por Jorge Eduardo Eielson
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variaciones hacia otros soportes y expresiones. Más que hacer un homenaje a modo de copy paste de poemas, quiero reivindicar al artista. Pues considero que el Eielson artista visual es aún el dark side del poeta Eielson. La vida y carrera artística del peruano corrió paralela a la que desarrollaban por esa época Klein, Burri, Rauschenberg, etc. Ya en 1949, había expuesto en la Galería Colette Adlendy, el mismo lugar donde siete años más tarde (entre 1956 y 1957) Yves Klein expondría el inicio de su época azul: Bleu. Coincide en 1953, en sendas exposiciones en la Galleria dell’Obelisco, de Roma, con Rauschenberg (aún el neodadá no era algo consciente ni tomaba precisión). Eielson debería ser reivindicado como un antecedente directo del neodadaísmo y del pop art: en 1962, apenas dos meses de la muerte de Marilyn Monroe y cinco años antes de que Warhol realizara su famosa serigrafía, Eielson desarrolló Acto final (Obra de teatro en un acto), una especie de ejecución teatral de difícil ejecución –influido seguramente por el performance Yves Klein como director de orquesta, de 1958– en la cual la Marilyn Monroe de una fotografía escapaba de esa dimensión para volver a la realidad objetiva. Eielson denominó este acto, como una misa solemne, algún crítico lo denominó “poesía dramática”, otros discreparon debido a su ausencia de parlamentos, teatralidad, y contrapunto físico. De cualquier modo, Eielson se adelantó a tantos otros como Andy Warhol, o Ernesto Cardenal, al llevar a un ícono de la cultura popular a su obra artística (incluso ya había mencionado a la Monroe en un poema de Habita-
Eielson debería ser reivindicado como un antecedente directo del neodadaísmo y del pop art ción en Roma, de 1957, es decir, el interés hacia una conversación intelectual giraba por un asunto de seducción y no por mero sensacionalismo). Años después reivindicaría al fallecido piloto de Fórmula Uno, Ayrton Senna. Pero la cultura pop, ya había interesado a Eielson, claro, no de modo consciente al movimiento que lideraría Warhol. Un año antes, 1961, había desarrollado (su muestra Jeans) donde presentaba ropas rasgadas, cortadas, quemadas, es decir, esto se adelantaba a la efervescencia del uso decadente del jean en el resto de la década de los 60, y su estela en los 70, 80 y 90. «Las ropas tratadas e insertadas en el cuadro tradicional, representan, en realidad, la necesidad del artista de tener una huella humana en la propia obra. Con una cierta anticipación respecto a la moda de los jeans y de los mitos de los años 60» (Rachele Ferrario). Sus excéntricas esculturas subterráneas, serían una respuesta a las esculturas vivientes de Piero Manzoni (ambos vivían en Milán) y a la vez, a las esculturas monocromáticas de Yves Klein. Pero correrían irregular suerte, de todas ellas, las que más se mantienen en la memoria, son los papeles azules que lanzó al viento con un texto escrito en ellos: «Este pedazo de papel azul es un fragmento del Universo». Estas irónicas respuestas a los discursos de Klein y de Manzoni serían rechazadas por Eielson (de ningún modo sería un Lado B de nadie). Diría en una entrevista realizada en 1998: «En Italia hay la convicción de que el uso de la
tela rústica es invención de Alberto Burri, así como en Francia, hasta hace algunos años, el azul ultramar, el famoso IKB (International Klein Blue) era patrimonio exclusivo de Yves Klein. Por lo que a mí respecta no he tenido nunca en cuenta el hecho de que una expresión fuese “exclusiva” de un artista más que de otro. Ya ha sucedido que alguno hiciera los “nudos”: ¡a mí no me importa, basta que sean bellos!». Materia utópica pasarán a engrosar los excéntricos pedidos que hiciera Eielson a la NASA. Primero solicitó que el Apolo XI, colocara en la Luna, una de sus esculturas. Hecho que fue denegado. Posteriormente pidió que dispersaran sus cenizas en el satélite, pues consideraba a la Luna, el cementerio ideal para los poetas. Nuevamente su pedido fue denegado. Quien escribiera «Mi corazón sigue latiendo estúpidamente / desde el amanecer del 13 de abril de 1924» falleció un martes 8 de marzo de 2006.
Cuerpo enamorado Miro mi sexo con ternura Toco la punta de mi cuerpo enamo /rado Y no soy yo que veo sino el otro El mismo mono milenario Que se refleja en el remanso y ríe Amo el espejo en que contemplo Mi espesa barba y mi tristeza Mis pantalones grises y la lluvia Miro mi sexo con ternura Mi glande puro y mis testículos Repletos de amargura Y no soy yo que sufre sino el otro El mismo mono milenario Que se refleja en el espejo y llora.
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Cecibel
Ayala: poeta
Poción de medianoche Gota a gota remojaste mis labios, vertiendo agua viva de tu flauta. Todavía no tenías nombre, pero ya viajaba en tu mirada de ramajes oscuros, hasta secretos jardines sin retorno.
Ya no amo la carne herida de tus párpados órbita que va regando de sangre las piedras esa gala de frialdad vacía.
Y a veces, abrazando una piedra te decía: ¿beso sabio o beso ardiente?
¿No ves que todavía es pronto para sucumbir a las sombras que la tarde arrastra en hervidero?
Todavía no tenías nombre cuando te miraba, tallo nervioso bajo un clavel en llamas.
Fiel a la renuncia con el alma entre los dientes, de lo extático a lo crudo, vete de mí.
Gota a gota tu latido me recorría como un instante de vana saciedad. Y ahora que ha pasado tanto tiempo, ávida de embriaguez, miro cómo se adormece la tarde. Sé que ya no podré resistir la emboscada final.
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Radiosa
Todo cae nada más empezar y todo es despertar.
Y si alguna vez recorrí el hielo de tu palma bien abierta, esperando saciar el último zarpazo, con el alma entre los dientes, ¡huye de mí! Tu inmaterial omnipresencia ha esquilmado la máscara de mis ojos.
casa nueva Ultramundo Te espero con todo lo que aún habita en mí: un esquivo fragor que resopla en las llanuras. Te encuentro en cada piedra, en el claro donde los ríos han dibujado su forma más serena. Te escribo para prolongar la ilusión de un viaje sin retorno, por el susurro que te envuelve en la inmensidad. No soy más que la faz del tiempo que se ahogaba en el único palpitar.
de nuestros cuerpos húmedos y agitados. Éxtasis Recorro los hilos de plata que van trazando nuestras miradas, acaricio tu nombre, como un río herido bajo mis pies, bajo el ardor que hacías latir en mi vientre, mientras te alejabas abatido hacia la sombra, intentando no comprender nada. Recorro el silencio que bajo mi lengua has depositado como una droga clandestina.
Azur Esta mañana desperté en la hierba mojada de tu vientre; cegada por la luz que manan tus ojos de inhumana belleza, al sucumbir ante la tentación de no dejar huellas, aunque te hayas convertido en el objeto de un culto autista. Abrazo tu mirada y haces que mis mares revelen la verdadera raíz de mis secretos. Cuando el agua no te corta, elevas mi cuerpo hacia ritmos semejantes a los que se despliegan entre las eclosiones planetarias de tus ojos. Amado.
Cecibel Ayala Cayambe, 15 de mayo de 1986. Tiene estudios de Comunicación Social en la Universidad Central del Ecuador. El escritor Miguel Donoso Pareja se refirió a su anterior libro, El Cazador, como a un texto sin clasificación posible que arroja apenas una luz en las tinieblas que llevamos dentro. Los poemas que presentamos corresponden a su reciente poemario Poción de medianoche.
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«Agnès Varda ha sido a fin de cuentas desde siempre una auténtica ensayista del cine, puede que incluso la más determinada y tenaz de los últimos decenios». 26
Alain Bergala.
Agnès
Varda Paulina Simon Torres
A
gnès Varda fue la única directora mujer de uno de los movimientos cinematográficos más potentes en la historia del cine, la Nouvelle Vague, o Nueva Ola francesa, un modo de ver el mundo con mayor naturalidad y emoción, con más independencia creativa y mayor libertad económica.
En la década de los cincuenta los críticos más famosos del mundo encabezados por François Truffaut, se proponen devolverles a las películas la vitalidad, en una época en la que el cine comercial y las adaptaciones literarias empiezan a poblar la cartelera y el modo de filmar y producir una película se encarece, se complica
escaleta y pierde emotividad. Para los fundadores de Cahiers du Cinema este cine acartonado de la época no dejaba lugar a la emoción, a la interpretación, al disfrute. El público debía acostumbrarse a ver historias fáciles en las que cada detalle de la trama está resuelto sin permitirle al espectador entrar en la historia. Y en el caso de los directores de cine, sucede que con estas producciones en serie, pierden la capacidad de crear, la libertad de inventar y dirigir historias originales. Entonces los escritores y cinéfilos expertos empiezan a hacer sus propias películas. Varda es parte de este círculo muy masculino conformado por el mismo François Truffaut, por Jean-Luc Godard, Claude Chabrol y Eric Rohmer. Aunque por los sesentas se la identificaba con un segmento de creadores de la Nueva Ola, un poco más políticos, más de izquierdas del que formó parte su pareja por más de 30 años, Jacques Demy; su gran amigo el documentalista Chris Marker, recientemente fallecido y Alain Resnais.
Varda, nacida en 1928, es considerada la madre y por muchos, la abuela de la Nouvelle Vague. Se dice que su película La Pointe Courte puede considerarse realmente como la primera película de este movimiento. El filme cumple en gran medida con las consignas del grupo de no ceder a la profesionalización y los protocolos rígidos del cine. Varda, que tenía una preparación artística como escultora y fotógrafa, debuta en el cine con esta obra y marca una primera pauta de lo que será su trabajo a lo largo de los años, tanto inscrita en el movimiento de la Nouvelle Vague, como en sus experiencias más contemporáneas con un cine documental íntimo, en primera persona, a manera de diario, pero siempre en el contexto de lo social, lo político y lo artístico. Si se destaca el papel de Varda como la única mujer entre los caballeros de la Nouvelle Vague, es porque además de su estilo muy personal cinematográficamente, siempre fue una activista política y una feminista militante que ha dejado escrito en sus obras im-
portantes manifiestos; así como apologías a la belleza y al amor también. Ella misma ha dicho de su modo de filmar que se trata de Cinécriture, escribir con cine o escribir sobre el cine. Esta noción se siente especialmente en lo reflexivo de sus documentales en los que hace un recorrido con imágenes por su vida y las pone en paralelo con dimensiones y referencias totalmente emotivas y brillantes. Cuando uno es espectador de la obra de Agnès Varda siente como si ella pudiera mirarlo a uno sentado en el cine, siente como si dialogara con una abuela entrañable. Ver las películas de Varda tiene mucho de aprendizaje y mucho de catarsis; es entender el mundo y es entenderse a uno mismo en un contexto universal. Documentales como Los cosechadores y la cosechadora y Las Playas de Ágnes hablan del sentido de la vida, de la proximidad con la vejez y la muerte; pero ante todo de un modo, no solamente de filmar, sino de vivir: reciclando, recuperando,
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coleccionando objetos, ideas, emociones, recuerdos, películas. Sus cortos, por otro lado, son ensayos artísticos y visuales, que exhiben sus creencias políticas, su activismo, y el modo profundo e íntimo que tiene Varda de disfrutar el mundo, de ver París, de comunicarse y comentar cada detalle con su público. Otra de sus obras más sentidas es el largometraje de ficción Jacquot de Nantes, un bello homenaje a su esposo, el cineasta Jacques Demy, en el que hace gala de su talento como cineasta, como artista visual y contadora de historias. Retrata a Demy desde su biografía, pero también desde la fantasía, el amor, las ilusiones de su niñez y la combinación de la ficción con los retazos de las películas que él filmó.
La Nouvelle Vague y ese sentido de libertad creativa, naturalidad, vigor y emotividad del que se hablaba en los cincuentas y sesentas, y que son algunas de las marcas indelebles del cine de Agnès Varda, son de otra época, pero resultan absolutamente vigentes para el cine de nuestro tiempo. La lucha es la misma cuando se habla de un cine independiente y de autor, en el momento que viven las cinematografías del mundo, arrinconadas por un cine comercial, de industria, inmenso y con muy poca originalidad. También como espectadores es un buen momento para ver el cine de Agnès Varda y dejarnos atraer con esa voluntad de contar única y ese estilo que lo combina y resume todo para abrirnos los ojos a un universo de sensibilidad, pleno e inspirador.
CARTELERA
La Cinemateca del Ecuador, gracias a la Alianza Francesa de Quito y al Institut Français tienen el placer de presentar del 6 al 10 de febrero, en la sala Alfredo Pareja, una pequeña muestra de la obra de Agnès Varda: dos documentales imprescindibles de su obra más actual: Los cosechadores y la cosechadora (2000) y Las playas de Agnès (2008). También, su ficción Jacquot de Nantes (1991). Finalmente, una colección de cortometrajes, que son ensayos artísticos y visuales, que exhiben sus creencias políticas, su activismo, y el modo profundo e íntimo que tiene Varda de disfrutar el mundo.
Muestra Agnès Varda: Ser y filmar FEBRERO 2013
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Hora
Miércoles 6
Jueves 7
Viernes 8
Sábado 9
Hora
Domingo 10
17:00
Cortos 1
Las playas de Agnès
Cortos 3
Los cosechadores y la cosechadora
16:00
Cortos 1
19:30
Los cosechadores y la cosechadora
Cortos 2
Jacquot de Nantes
Las playas de Agnès
18:30
Jacquot de Nantes
libros Son cien años de la muerte de Arturo Borja y la vigencia de su obra es indudable. Escritores, críticos literarios, maestros y lectores han comentado y siguen celebrando su escasa e importante producción.
Arturo
Borja: E
humor Violeta Luna
n edición de aniversario, de noviembre 2012, la Casa de la Cultura acaba de reeditar La flauta de Ónix, con una nota preliminar de Raúl Pérez Torres, actual presidente de la Institución. La verdad es que de un total de cuarenta y cuatro poetas que entre 1890 y 1920 sobresalieron en la escritura intimista, de pulimento idiomático y temática americanista, se tomaron solamente cuatro como referente del llamado “primer modernismo”. Estos cuatro, cuya característica fue el suicidio, constituyen, al decir de Raúl Andrade, la Generación Decapitada. Con los restantes se completaría el cuadro más notable de nuestra poesía ecuatoriana de comienzos del siglo XX. Algunos de ellos como Alfonso Moreno Mora, José María Egas, Hugo Mayo, Miguel Ángel León, Miguel Ángel Zambrano, Gonzalo Escudero y Jorge Carrera Andrade, sin tener el estigma de la muerte fatal tienen la misma localización literaria, exceptuándose los dos últimos, considerados propiamente postmodernistas. Lo que viene después ya es solamente mera influencia. Ya lo advierte Mario Benedetti cuando expresa: «A través de los siglos, la poesía siempre es la misma. Lo que cambia es el estilo de la repetición». Fuere lo que fuere, hoy nos interesa la palabra doliente y mística de Arturo Borja: ese extraño ser humano de lúcido y patético estilo que más allá de las desviaciones propias de esa época, conoció la ineludible trampa de lo ignoto, de ese pasadizo irreverente en donde se estrangulan los débiles y enfermizos intelectos. Con el humor en gris, viviendo siempre a la sombra de su madre locura o su madre melancolía, como un niño desvalido que no termina de sufrir, Borja asume sin embargo su gravedad física y su gravedad psíquica, la asume con esa lucidez del moribundo, como ese «vespertino trozo de paisaje en el agua» al que menciona en su texto Mi juventud se torna grave.
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Comprende perfectamente, con esa claridad del último reflejo que vivir no es más que sumergirse en la eterna y cruel dialéctica de ese preguntar y responder, confirmar y rechazar, imprecar, contradecir o maldecir, hasta llegar al fondo de la luz o la inconsciencia. Como en ningún otro, el potencial imaginativopatético es muy marcado en el lirismo de Borja. No hay texto que no contenga una carga de tropos, especialmente símiles y metáforas. Por otro lado los instantes emotivos hallan cauce en la elegancia exclamativa e interrogativa, en esa ternura escondida bajo el nombre de añoranza. Borja sin duda es sobrio a pesar de sus beatíficas alucinaciones. Evita el prosaísmo y enriquece de sutil erotismo ciertos temas en los que la búsqueda de lo exótico lo vuelve rebuscado. Otras veces no deja de manifestar su neurastenia cotidiana y es ahí cuando se llena de una clarísima ironía que raya en el sarcasmo del epíteto preciso, como en su Epístola, dirigida a Ernesto Noboa: «Hermano poeta, esta vida de Quito, estúpida y molesta, está hoy insoportable con su militarismo idiota e inaguantable…».
Borja sin duda es sobrio a pesar de sus beatíficas alucinaciones. Evita el prosaísmo y enriquece de sutil erotismo ciertos temas en los que la búsqueda de lo exótico lo vuelve rebuscado. Textos suyos, de jovial y perfecta factura en los que afloran como en un juego de consonancia sus reiterativas interrogantes y afirmaciones son por ejemplo Visión lejana y Bajo la tarde. Quién sabe si lejos del borrón fatídico de la muerte, el itinerario del poeta hubiera sido pródigo, o tal vez, como tantos precoces talentos hubiera caído en el estancamiento. Pero, aparte de cualquier suposición, su obra es sencillamente un indicador de calidad, un paradigma lírico como lo es también la poética de Noboa Caamaño, Fierro y Silva. Ya quisiéramos que las actuales voces, las nuevas “promesas” tuvieran una décima del numen de esta generación, al menos la valentía de mostrarse honestos, sin poses ni caretas, de ser auténticos y leales con ellos mismos y sobre todo tener la lucidez para ser verdaderos creadores y seres humanos maduros. Arturo Borja cumple ciento veinte años y no ha muerto en vano.
Arturo Borja 30
libros Proyecto editorial CCE
pasión por los
libros
El compromiso de la Dirección de Publicaciones de la Nueva Casa de la Cultura Ecuatoriana no es con la cantidad, sino con el escrupuloso control de sus ediciones, con la cuidadosa selección de cada uno de los títulos que conformarán sus colecciones, con los poetas, narradores, ensayistas, artistas plásticos de nuestra sociedad, que apenas comienzan o que han trazado ya un camino, con los hombres y mujeres de todas las provincias del país y de todos los sectores de nuestra sociedad.
Esenciales
Letras claves
Casa nueva
Libros que leemos sin que nadie nos diga que debemos hacerlo, libros que consultamos para hallar respuestas, para saber cómo expresaron los grandes maestros de nuestras letras aquellas cosas que nos preocupan ahora, libros para mantener siempre viva nuestra memoria, para rendir tributo a los ecuatorianos que trazaron los primeros caminos de nuestras letras, que marcaron generaciones.
Libros de los escritores ubicados entre los fundadores de la literatura nacional y aquellos que apenas empiezan; de los buscadores de palabras que dejaron caminos de letras para poder volver a casa, libros de la ciudad y sus márgenes sin miedo a los laboratorios literarios. Palabras maduras para los nuevos lectores de nuestro tiempo.
La Dirección de Publicaciones sabe que si no se apuesta por las letras nuevas llegará el día en que perdamos la palabra, la voz, en que los ecuatorianos dejemos de comprender nuestra identidad cultural, de fortalecernos como nación, por eso ha destinado una colección para recoger los textos de escritores, hombres y mujeres, dispuestos a dar su paso inaugural, a ofrecernos sus singulares obsesiones y propuestas estéticas.
Colección clásicos del Ecuador
Colección letras modernas
Colección nuevas palabras
Se prevee además, publicar una colección de lo mejor de la nueva literatura latinoamericana gracias a la hermandad que la CCE mantiene con instituciones y embajadas de varios países de la región. Mediante una colección de Ensayo, se pondrá en escena las reflexiones de los ecuatorianos en torno a los más diversos temas y ofrecerá herramientas a los constructores de pensamiento, argumentos para el debate, múltiples perspectivas sobre las nuevas preocupaciones de nuestro tiempo. Otra colección estará dedicada a la Interculturalidad. Esta cobijará, como un amplio paraguas, las preocupaciones de todos los pueblos que conforman el país, pero también se ocupará de las prácticas cotidianas de nuestra gente, de las hibridaciones culturales que nos dan identidad, de nuestras expresiones contraculturales y manifestaciones juveniles. Anunciamos finalmente, una colección llamada a constituirse en referente de nuestras artes plásticas y visuales para difundir nuestra cultura en imágenes.
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Con tinta fresca La flauta de ónix
Arturo Borja
Hay poetas que pasan por la vida como relámpagos que se queman en su propia luz. Estrellas fugaces que dejan llamas en el corazón de los hombres. Seres que ardieron en la palabra para alumbrar nuevos horizontes. Arturo Borja es uno de ellos. A cien años de su muerte terrenal, debemos, tenemos que recordarlo. Él y sus compañeros de vida, infortunios y versos –Humberto Fierro, Ernesto Noboa y Caamaño y Medardo Ángel Silva–, inauguraron una singular poesía ecuatoriana, la “poesía viva” que dijera Jorge Enrique Adoum. Sobre las ruinas de un romanticismo agotado, anquilosado por reglas ya caducas, el Modernismo permitió que nuestros poetas expresaran dolorosamente toda la fértil sensibilidad de su vivencia humana. Este movimiento nos dio la poesía más fecunda y armoniosa de aquella época. La poética de Borja es un reflejo de esa fuga imposible en la que perseveraron nuestros bardos de principios del siglo XX. Evadirse del medio hostil, “municipal y espeso”, significó también para él una evasión de la misma vida, una negación radical del futuro. Sus versos son las luminosas huellas de su paso angustiado por este mundo. Raúl Pérez Torres
El Caminante mira como pasa el camino Bruno Sáenz
Con este título sugestivo, Bruno Sáenz Andrade no nos presenta un nuevo poemario sino que recopila sus ensayos, trabajados entre 1982 y 2009, esto es, en diferentes épocas en su trayectoria como artista y testigo de la palabra, desde hace cerca de treinta años. Para Bruno no es el Caminante el que pasa, sino que es el camino el que le va mostrando las maravillas del arte, como hondo reflejo de la vida. En su libro nos confrontamos con la obra de algunos de sus artistas preferidos, en música y en literatura. Sobre esta última asignatura llama la atención del lector los intentos repetidos del autor por descifrar la esencia de la poesía, tanto, desde el punto de vista, más de poeta, que de académico, como cuando se adentra en la obra de Borges en un inspirado ensayo, o en los más minuciosos exámenes de la obra de dos altas cumbres de nuestra poesía: Gangotena y Jara Hidrovo, mostrándonos su temática, sus técnicas y su inefable inspiración. Para Sáenz la poesía es un misterio o una interrogante, misteriosa interrogante, diría, yo, sobre la vida humana.
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libros
Obituario del silencio Enver Álvarez Endara
Corazonar con el silencio, con el silencio imaginante, corazonar más que orar; pasionar con la palabra apasionante y apasionada, intuir que lo poético es un son del corazón, no sólo obituario…; aunque el amor pueda ser el leitmotiv obsesivo de este texto, el poeta cumple con razón su objetivo expresivo y estético: demostrar lo que dijo el joven Marx: «El hombre en tanto ser sufriente, es un ser apasionado, la pasión es la potencia del hombre, persiguiendo con energía su objeto»… Diego Velasco Andrade
Sombrilla lunar Adriano Valarezo
Adriano Valarezo ha publicado con el auspicio de la CCE y del conocedor editor que es Patricio Herrera, un pequeño gran tomo con mágico título: Sombrilla lunar, queremos rendir homenaje, sugiriendo la pronta lectura de los relatos que en distintas dosis están desplegados en las 95 páginas de fácil, ágil, honda y placentera literatura, que hacen el corpus y el animus del libro. Adriano de leyente a escribiente. Queda claro que los libreros, cuando buenos, son cultores de saberes, coleccionistas de autores, escritores de buenas letras y codiciados cómplices de nuestro vicio mayor: la lectura. Oswaldo Paz y Miño J.
Poción de medianoche Cecibel Ayala En su segundo trabajo, esta poeta cuya palabra, ha dicho Miguel Donoso Pareja, «arroja apenas una luz en las tinieblas que llevamos dentro», nos entrega treinta y tres poemas de inmensa factura, bordados con asociaciones sorprendentes. Poesía poderosa, escrita con tinta nueva y que, más alla de una inmensa sensibilidad, muestra un profundo conocimiento de la tradición liteteraria. Poción de medianoche es el primer libro de la colección Casa nueva de la CCE.
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libros También te besaré en Lisboa
Oswaldo Páez Barrera
Obra de corte político-social que muestra una faceta de los grupos subversivos formados en varios países latinoamericanos, enemigos del imperialismo yanqui. Rafael López, supuesto nombre del protagonista, se involucra en una célula de izquierda revolucionaria y escribe un diario que lo lleva por ciudades y países de América. Entre sus amigos guerrilleros están Lena Doria, una peruana abatida en una redada fronteriza; y, Carlota Banderas, ecuatoriana oriunda de Cayambe, con quien mantiene una peligrosa relación.
Bases y estrategias de la gestión (de lo) cutural Fabián Saltos Coloma
Aporte para la fundamentación metodológica orientada al diseño de políticas culturales acordes con la realidad ecuatoriana mediante reflexiones sobre la gestión cultural y las transformaciones sociales. Fabián Saltos Coloma, propone una serie de herramientas conceptuales que permiten comprender a la Gestión Cultural del ámbito profesional y científico, enmarcada en el Sistema Nacional de Cultura y la Ley Orgánica de Cultura. Saltos enfatiza en los fundamentos y modelos de la gestión cultural pública, privada y comunitaria, tomando experiencias exitosas como la de la comuna Agua Blanca, en la provincia de Manabí.
Disquisiciones y Divagaciones Victor Ivanovici
Raúl Pérez Torres dice que en este libro, Victor Ivanovici, vuelve con un atado de oro «... trae a Góngora, Bécquer, Lorca y algunas Carabelas para las Indias donde viajan nuevamente Borges, Carpentier, García Márquez, y Octavio Paz, ese oso gramático que decía: “soy una historia, una memoria que se inventa...”, razón de ser de este libro que nos devuelve los espacios habitables para la poesía eterna». La Casa de la Cultura presentará este libro en el marco de las conferencias que Victor Ivanovici ofrecerá durante el mes de enero en centros culturales del país.
Convocatoria La Dirección de Publicaciones de la Casa de la Cultura Ecuatoriana invita a escritores, comunicadores, gestores culturales y artistas, a colaborar con la revista Casapalabras, con ensayos inéditos sobre temas de arte y cultura. Se receptarán en el correo electrónico: casapalabrascce@gmail.com, textos de entre 3 y 5 cuartillas escritas a espacio simple, letras Times New Roman, 13 puntos. 34
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