LETRAS
ISSN 1390-9452
DEL ECUADOR
Siempre por primera vez
E
sto de decir que las cosas que hacemos lo hacemos por primera vez, es grave defecto nacional. Ocurre, sobre todo, en los ámbitos de la gestión pública donde cada funcionario quiere lucirse más que el otro y obtener, así, reconocimientos y loas de sus congéneres. Se busca el mérito por la originalidad, que por lo demás no existe, y ello, de por sí, ya es un defecto, y grave. Pero esta conducta supone un daño mayor: la escasa importancia que con ello se concede a la institucionalidad, con todo lo que ésta significa para bien de una sociedad. Nada hay nuevo bajo el sol, recordémoslo. No debemos perder el rumbo de lo realmente valedero, que es el cuidado de la memoria colectiva, de los hechos del pasado y los méritos de quienes nos precedieron. Si esto no ocurre, vamos permitiendo este tipo de autoalabanzas, que suenan a narcisismo fácil, siempre precario. Típico defecto burocrático. No seamos, entonces, un país en el cual eso de «la primera vez» nos deslumbre. Mucho cuidado. Al contrario, escudriñemos un poco en la historia y fortalezcamos las instituciones, lo único valedero al final de cuentas.
Coche festivo, tinta, Guillermo Muriel
Memoria y futuro los ensayos de Fernando tinajero Diego Araujo Sánchez
E
n agosto de 1967 apareció Más allá de los dogmas, el primer libro de ensayos de Fernando Tinajero1, en una serie de publicaciones de la Casa de la Cultura en la cual vio también la luz Entre la ira y la esperanza, el primer libro de Agustín Cueva2. Las dos son obras de mirada crítica más polémica, novedosa y penetrante acerca de la cultura ecuatoriana, el papel de los intelectuales, la sociedad, el arte y la literatura en el país. Mirada renovadora, iconoclasta, con la luz de la pasión juvenil, la efervescencia, las fortalezas y debilidades de esos años en los cuales, con Cuba, la revolución pasó de ser una lejana utopía a constituir una experiencia factible. El ensayo es la ciencia, menos la prueba explícita, define Ortega y Gasset al género en las primeras páginas de sus Meditaciones del Quijote. «Para el escritor —explica el filósofo y ensayista español— hay una cuestión de honor intelectual en no escribir nada susceptible de prueba sin poseer antes ésta. Pero le es lícito borrar toda apariencia apodíctica, dejando las comprobaciones meramente indicadas, en elipse, de modo que quien las necesite pueda encontrarlas y no estorben, por otra parte, la expansión del íntimo calor con que los pensamientos fueron pensados»3. El ensayo no renuncia a la objetividad, al rigor, a la exactitud de la ciencia; pero al descargarse del peso explícito de la prueba, puede conservar el fuego interno con el que los pensamientos fueron
pensados. La forma subjetiva, personal, nueva, de mirar las cosas es fuente esencial del poder creativo e iluminador del ensayo. En 2014 aparece el más reciente libro de Fernando Tinajero, El siglo de Carrión y otros ensayos4. La figura de Benjamín Carrión es el hilo conductor de una trama que permite al autor comprender el curso de todo el siglo XX en el Ecuador. En esas páginas, Tinajero observa que Milan Kundera tenía razón al considerar que solo la novela puede llegar a los subsuelos de la especie y del tiempo, a los ignotos pliegues y ocultos recovecos a los que está vedada la entrada a la ciencia. Sin embargo, El siglo de Carrión no es una novela, sino un ensayo. «Ni historia ni sociología, por lo tanto —reconoce Fernando Tinajero—, pero es ambas cosas y además literatura; mirada apresurada si se quiere, sobre un siglo complejo y abreviado; leve mirada de turista que atraviesa pasajes temporales y va tomando de ellos apenas una sombra, un chispazo, una fugaz composición de alguna imagen, y cambia fácilmente la dirección de la mirada como los pájaros cambian la ruta de los vuelos»5. Y agrega: «Si esa es justamente la condición maleable del ensayo, sus páginas se tensan siempre sobre el tiempo y buscan definirse en un lugar desconocido que se llama futuro. Lo hacen incluso cuando parecen entretenerse en el pasado o en los mundos abstractos y lo hacen porque son inseparables de la pasión por fabricar un mundo —otro donde quepamos todos, Continúa en la página 3
No 203 octubre de 2015 Contenido
El centenario Velasco Ibarra
Autorretrato, Guillermo Muriel, acrílico, 55 x 75 cm., circa 1980. Colección M
Alejandro Carrión • Las tensas relaciones entre y Alejandro Carrión • Eduardo Solá Franco: escribiendo en el aire sobre lo que no es • Guayaquil nocturno, grabados de Antonio Belollio y textos de Rodrigo Chávez González • Tres poemas de Ernesto Carriøn • La obra artística de Guillermo Muriel • Apuntes para la formulación del plan nacional de lectura del ecuador • Libros • Actividades de la Casa • Luminofoto Silva • Las ilustraciones de roger ycaza de