Letras del Ecuador 204

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ISSN 1390-9452

LETRAS

DEL ECUADOR

Aylan

L

a imagen de aquel niño sirio de apenas tres años de edad, Aylan Kurdi, tendido en una playa de Turquía, cadáver, no solo que se convirtió en testimonio de la crudeza por la que atraviesan miles y miles de seres humanos que huyen de la persecución y de la guerra, sino que conmovió el espíritu de millones de personas sensibles al dolor de sus semejantes. Aylan se convirtió de repente y sin que nadie de los suyos lo quisiera, en un símbolo. Una especie de bandera de la desesperanza que impera en el mundo de hoy, abatido por tantos y tantos males: el odio racial y religioso, la lucha fratricida por el poder, la obsesiva búsqueda de lucros económicos, la exclusión y la discriminación, la falta de solidaridad hacia los demás. Y este niño se ha vuelto también en una especie de llamada de atención sobre los graves defectos del orden mundial de estos tiempos nuestros. Un orden a punto de colapsar que no podrá resistir al progresivo avance de la desigualdad económica, la extendida corrupción, la destrucción del ambiente, la inseguridad y el miedo. Y ante este desolador panorama, deberíamos pensar que el ser humano no solo es materia sino espíritu vivo, caudal de ideas, depósito de la razón, protagonista de la cultura. ¿Podrá ésta, algún día, volverse el antídoto a tantos males como los descritos? ¿Podrá constituir el ancla de salvación? ¿O estará también contaminada? Cuando se observa que la cultura, en ocasiones cada vez más numerosas, no sirve para otra cosa que para el espectáculo y la diversión equívoca de las masas, cunde el desconcierto. ¿Será posible salvarla a ella también? Solo el tiempo nos dará la respuesta.

Dibujo de Washington Mosquera

Los duelos de una cabeza sin mundo: filosofía y lenguaje poético en la obra de Ernesto Carriøn Mónica Ojeda

L

a relación entre poesía y filosofía ha sido, a lo largo de la historia del pensamiento y, por lo tanto, de la historia de la creación, dialogante y simultáneamente conflictiva. Tal vez se deba a que sus límites se nos han mostrado difuminados según qué abordaje, pero también profundamente marcados por una delimitación territorial disciplinaria y teleológica propias; dos agendas que no siempre confluyen y que, a veces, hasta se entorpecen mutuamente. A propósito de este problema, Alain Badiou, en su ensayo «El recurso filosófico del poema» (1992), nos recuerda que Parménides entendía a la filosofía como una disciplina dependiente de la poesía [«La autenticidad reside en la carne de la lengua» (p. 86)], mientras que Platón expulsó a la poesía de la ciudad ideal por considerarla un estorbo para el pensamiento lógico-metódico; después, llegaría Aristóteles, quien fundó la estética al otorgarle a la poesía un posible lugar dentro de la filosofía: una región destinada a su especificidad. Tenemos, entonces, como apunta Badiou, tres formas clásicas de mirar la relación poesía/ filosofía: una primera en la que la filosofía envidia al poema, una segunda en la que la filosofía

excluye al poema y una tercera en la que la filosofía clasifica al poema (p. 86). Heidegger, en «El origen de la obra de arte» (1935) y en «Hölderlin, la esencia de la poesía» (1936), regresa a la noción Parménides, es decir, a la autenticidad residiendo en la carne de la lengua, cuando entiende a la poesía como desocultamiento, una apertura no solo del sentido, como dice Jean-Luc Nancy, sino del ser de las cosas. Este decir de la «palabra esencial» que «nombra por primera vez al ente por lo que es» sustenta una de las tesis de Richard Rorty en Contingencia, ironía y solidaridad (1989). Rorty dirá que: «Una percepción de la historia humana como la historia de metáforas sucesivas nos permitirá concebir al poeta, en el sentido genérico de hacedor de nuevas palabras, como el formador de nuevos lenguajes, como la vanguardia de la especie» (1991, p. 40). Para Rorty —también situado en la misma línea de Parménides— la poesía es capaz de hacer con mayor acierto algo que la filosofía ha intentado desde sus inicios: redescribir, renombrar, develar las trampas del lenguaje; encontrar la autenticidad, hallar la palabra que Gadamer llamó Continúa en la página 3

No 204 enero de 2016

Blanca, Adela Tobar, pastel seco sobre cartón piedra, 50 x 45 cm.

Contenido María Auxiliadora Balladares ensaya la poesía de Blanca Varela • Luis Antonio de Villena comenta la poesía de Cristóbal Zapata • Cartas a David de Franklin Ordóñez Luna • Una vovela inédita de Diego Araujo Sánchez • El problema del cine ecuatoriano • La pintura de Washington Mosquera • Pinturas y dibujos de Adela Tobar • Un tema bajo dos miradas: el ballet clásico y la danza contemporánea • Los últimos galardones culturales • Libros • Actividades de La Casa • La Carga de Alice Trepp


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