Quién podría poner en duda que Marianita Cristina se revela poetisa de altos quilates desde su primer libro, que, por otra parte, marcó el rumbo de los posteriores, si bien cada uno de los siguientes fue acentuando el don poético, diversificándolo, haciéndolo florecer como una rama, cada vez más nueva y cada vez más rara.
Mejor dicho, la planta poética de la autora iba brotando flores, de variados colores y perfumes, como en una constante labor de crecimiento interior, lúcido y translúcido, en pos de nuevas dimensiones, en sentido vertical y horizontal, hasta tratar de cubrir con sus más distantes pétalos la gama universal de la poesía.
Humberto García Ortiz
1987