EL DILEMA DE RAMA DULCINEA - Novela corta

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Novela corta

El dilema de RAMA DULCINEA: “Yo no te amo pero tampoco quiero perderte”.

S. V. Narva Lima – Perú


“Soy el cantor de América, autóctono y salvaje. Mi lira tiene un alma, mi canto un ideal”.1

Contenido Informe Sinopsis 1 José Santos Chocano, Blasón. De Alma América


Introducción Personajes Capítulo 1: ¿Te encargo mi bolso? Capítulo 2: Soy así Capítulo 3: ¿Y se puede saber qué haces? Capítulo 4: ¡Carmelo: por ti no pasan los años! Capítulo 5: Nadie lo sabe Capítulo 6: Estoy en la ducha. Después hablamos Capítulo 7: Me siento tan sola Capítulo 8: Hablaré con mi mamá Capítulo 9: No sé lo que quiero Capítulo 10: No, por favor, no. Capítulo 11: No quiero perderte Capítulo 12: Te aprecio mucho. Eres tan bueno Capítulo 13: Duérmete en el piso Capítulo 14: Déjame: esta es mi noche Capítulo 15: Te odio, te odio Capítulo 16: No quiero verte nunca más Capítulo 17: Creo que así somos las mujeres ¿no? Capítulo 18: ¿Y el Danubio Azul? Capítulo 19: Una misteriosa invitación Capítulo 20: ¿Y la luna de miel? Epílogo Acerca del autor Informe


Un amor de ida y vuelta. Una amistad que todo lo puede, la bondad que rompe cadenas, el sentimiento más puro e inmortal... Estas son sólo algunas de las definiciones que podrían aplicarse a la relación que se establece entre Carmelo Jordán y Rama Dulcinea, dos jóvenes que se conocen en el ejército y cuya historia de amor, sin que ellos lo sepan, está concebida para que dure más allá de la muerte. Y es que cuando Carmelo conoce a la joven Dulcinea, encontrará en ella la mujer dulce y bella que lo cautivará por siempre, lo que le lleva a rendirse a sus encantos y caer perdidamente enamorado de ella. Sin embargo, el rechazo de Rama a casarse con el militar hará que cada uno inicie una historia por su cuenta: ella enviudará casi antes de casarse mientras que él permanecerá soltero por siempre. Pero como el destino es caprichoso, y esto es una novela, ambos vuelven a encontrarse en el mismo lugar en el que comenzaron su historia de amor, y esta vez Rama Dulcinea no rechazará a Carmelo Jordán como esposo. Un amor de ida y vuelta, como decíamos al inicio de este resumen, que los mantendrá unidos hasta el día de su muerte, que acontece el mismo día. Una novela de amor con momentos de reflexión y pensamientos que se aderezan con pequeños toques de literatura de viajes. Se trata de dos personajes atados a las alas de un mismo destino que los conduce por diferentes caminos y recovecos, para depositarlos nuevamente, en el atardecer de sus vidas, en el mismo punto de partida donde comenzaron, de modo que se convierten en un matrimonio que permanecerá unido casi tres décadas. Estamos ante un final ágil, cíclico, que concluye donde comenzó y con los mismos personajes. Ya para cerrar el círculo, el autor ofrece al lector una reflexión sobre el matrimonio dentro del cual el respeto, el diálogo, y por encima de todo el amor, son elementos fundamentales para su mantenimiento y buena salud por siempre.2

2 Hera Ediciones, Agencia Literaria. Informe de lectura, Barcelona, España, febrero 2015


Sinopsis Rama Dulcinea era limeña y tenía una mejilla tan hermosa como la mejilla de la luna y tan suave como la inspiración del poeta. En contraste, Carmelo Jordán procedía de las arenas calientes de Israel y era paisano de profetas y escorpiones. Tenía la piel tan azotada por los vientos del desierto y tan curtida por la soledad de los mares que parecía pellejo de rinoceronte. Rama Dulcinea

tenía unos ojitos color miel que insinuaban cierta

melancolía y una voz de terciopelo que era portadora de un alto valor curativo porque tranquilizaban los ánimos y suavizaban las penas del buen judío; pero él tenía una mirada acuciosa y profunda, una voz de trueno, el alma acrisolada como un pedernal y unos puños tan duros y pesados que parecían talegos de plomo. Las manos de Rama Dulcinea eran de seda y parecían crisálidas de las que acababan de emerger las mariposas pero cuando hacían contacto con los puños de plomo del buen judío, éstos se convertían en llamas de fuego que incendiaban su alma. En suma, cuando Rama Dulcinea hablaba, era tierna y comprensiva; cuando callaba, encantadora y apacible; cuando sonreía y jugaba, era simplemente angelical; pero cuando dormía o lloraba, se convertía en un suspiro que se mimetizaba con el viento...

Introducción


Corría el friolento mes de julio y la ciudad de Lima yacía nublada y resbalosa, mojada y quejosa. Las cafeterías de los barrios más intelectuales se veían llenas de gente que se frotaban las manos mientras consumían café tras café y se engolfaban en largas tertulias. Al desfallecer la tarde, las narices de los oficinistas se llenaban del humo limeño que soplaba el viento desde las tabernas y conseguía que muchos de ellos sucumbieran ante sus persistentes insinuaciones

y amanecieran como moscas desmayadas sobre las mesas,

oliendo a tabaco y licores, sin aplausos ni flores. En semejante contexto, los fines de semana miles de limeños pugnaban por salir al campo a tomar aire limpio y un baño de sol. Afortunadamente a unos sesenta minutos de la gran Lima se encontraba Chosica, un distrito amplio y feliz que con sus verdes campamentos, sol radiante, cielo azul y ríos cristalinos se convertía en el destino favorito de quienes lograban escapar del frío invernal. Fue precisamente en uno de esos campamentos que Rama Dulcinea y Carmelo Jordán se conocieron. Ella participaba como alumna aprendiz y él como asesor juvenil de inteligencia militar, pero desde que se conocieron y durante los siguientes cinco años sólo una vez Carmelo Jordán logró visitarla a su casa y sólo una vez salieron juntos a la Alianza Francesa y al Parque Castilla de Miraflores. Mientras ella avanzaba en sus estudios castrenses bajo un estricto cronograma académico, él continuaba al frente de una misión diplomática encomendada por el gobierno de su país al sur de Lima hasta que en abril de 1987 fue destacado a Cajamarca, en la sierra norte de Perú y un año más tarde Rama Dulcinea fue a visitarlo. Naturalmente, los verdes prados, el azul del cielo y sus tapices de algodón así como la soledad y el frío de la serranía les proveyeron el marco perfecto no sólo para conversar con tranquilidad sino también

para hacer turismo vivencial durante el tiempo que quisieran.


Efectivamente, desde las ventiscas del amanecer hasta las ventoleras del atardecer, salían a caminar tomados de la mano por los diferentes circuitos turísticos de la ciudad y en horas de la noche se daban la ocasión para contemplar las enormes mejillas de la luna mientras tomaban un café elevado a la púrpura y escuchaban una música romántica instrumental. Como el viento soplaba en su favor y el tiempo parecía congelarse en el reloj, decidieron aprovechar la ocasión para hacer un viaje largo hacia la zona nororiental del Marañón; pero cuando ya habían avanzado dos días en la ruta, surgió un despreciable percance de dimensiones insuperables que tronchó de cuajo y sin piedad aquella experiencia amorosa que desde entonces empezó a sangrar como una rosa en botón. Tres días después la bella Rama Dulcinea tuvo que regresar a Lima y tres años más tarde Carmelo Jordán saldría con destino a Jerusalén. Tiempo después, Rama Dulcinea se uniría en honestas nupcias a un joven italiano de apellido Matakán en la ciudad de Lima, pero para sorpresa de todos, su hermoso vestido blanco se convirtió en un aborrecible traje negro porque esa misma noche, antes de terminar la ceremonia nupcial, el joven italiano sufrió un infarto fulminante al miocardio.

Desde entonces los

calendarios parecían consumirse a gran velocidad y Rama Dulcinea sentía que la esperanza de formar por fin una familia se alejaba a una distancia cada vez mayor y se convertía en un imposible. Tuvieron que pasar casi tres décadas y una cadena interminable de penurias hasta que ella decidiera viajar por segunda vez a Cajamarca con la intención de reflexionar sobre su soltería no deseada. Por otra parte, Carmelo Jordán pasaba inesperadamente al retiro de las fuerzas armadas de Israel con el grado honorífico de coronel y mientras se


tomaba su acostumbrado café púrpura en el hotel “Gran Rey David” de Jerusalén, recibió una llamada telefónica del aeropuerto Ben Gürión que le anunciaba la salida de Líneas Aéreas de Israel con destino a Lima (Perú) y debía reconfirmar su viaje. Dos días después el militar se encontraba de nuevo en Cajamarca y alojaba nada menos que en la misma habitación que lo había hecho en abril de 1988 y después de dejar sus viejas maletas de cuero en total desorden, se encaminó al balcón y de pie se puso a contemplar la belleza de la Plaza de Armas en total silencio y soledad. Sumido en sus pensamientos pudo ver que una hermosa galería de recuerdos desfilaban a gran velocidad en el patio interior de su mente y sufrió un acceso de intensa nostalgia que lo obligó a respirar profundamente por un buen tiempo y para salir de aquel trance se tomó una ducha. Para su fortuna, mientras el agua casi helada le aceleraba la circulación, escuchó que por su ventana se colaba la melodiosa sinfonía del “Lago de los cisnes” y sintió que su alma se enganchaba de nuevo a su estrella favorita y se sentó a escribir: “Rama Dulcinea, dulzura tan antigua y tan nueva, estoy escuchando esta tenue melodía que me llega del mismísimo lago de los cisnes, que me acompaña tan de cerca como tu recuerdo mientras el viento hace remolinos en el cielo. En mi mente veo tu lejana silueta debajo de la catarata y el agua cristalina deslizarse presurosa entre tus hermosos senos desnudos y mi memoria parece romperse como una pequeña pompa de jabón mientras la música y el viento me hablan de ti…”.3

En los 20 capítulos que siguen, el coronel Jordán nos cuenta todo lo que pasó.

3 Wikipedia. La enciclopedia libre. Figuras literarias. Visitada: noviembre 2012. Paráfrasis.


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