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Daniel y la luna cuento anónimo suizo
La clara luz de la luna llena brillaba a través de la ventana, precisamente junto a la pared donde estaba la camita. Por ello le era imposible dormirse al pequeño Daniel. Continuamente miraba hacia el claro librosparacompartir.wordpress.com rostro de la luna. Ésta tenía ojos, que ahora empezaban a parpadear; tenía boca, que comenzaba a moverse de repente. librosparacompartir.wordpress.com
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-Daniel, ¿por qué no duermes aún? -le preguntó la luna. -Porque tú me estás mirando. -Entonces no te miraré más -le dijo la luna, y cubrió su cara con una nube. Al momento se durmió Daniel. Entonces soñó que la buena luna había partido muy lejos y no volvería ya nunca más. Daniel se puso a llorar. Entonces la luna apartó rápidamente la nube que la cubría y se rió del pequeño Daniel. -¡Mírame! Aquí estoy -dijo. librosparacompartir.wordpress.com Pero el pequeño Daniel tenía los ojitos tan llenos de sueño, que no podía ver bien a la luna. 4
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-¡Acércate! -dijo ella-. ¡Sube hasta mí! Entonces fue Daniel quien se rió de la luna y dijo: -¿Cómo voy a subir si estás tan alta...? -Te mandaré mis rayos. Y la luna, en efecto, mandó todos sus rayos, de modo que parecían una carretera de oro. Daniel comenzó a subir por ella, hasta que estuvo muy cerca de su amiga. Pero entonces se hizo gigantesco el rostro de la luna: los ojos eran como lagos, la nariz como una poderosa montaña y la boca como un librosparacompartir.wordpress.com profundo, muy profundo valle. El pequeño Daniel quedó aterrado ante tal vista, y retrocedió corriendo. Pero el librosparacompartir.wordpress.com
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camino de rayos había desaparecido y cayó de cabeza hacia la tierra, rodeado por completo de oscuridad. Cuando llegó abajo, se produjo un fuerte ¡bum-bum! El pequeño Daniel se incorporó aterrado y empezó a llorar fuertemente. Al oír el llanto, acudió rápidamente su madre y tras ella vino su padre, y tras el padre, vino su hermana mayor. Cuando vieron al niño con su pijama, sentado al pie de librosparacompartir.wordpress.com la cama, preguntaron los tres a la vez: -Daniel, ¿qué sucedió? -Me caí de la luna -sollozó. 6
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Entonces se rió el padre, y la hermana se rió también; pero la madre levantó al pobre Daniel y le preguntó: -¿Dónde te duele? -Aquí, en la cabeza -dijo Daniel. Su madre le acarició el lugar dolorido, mientras le cantaba: “Cúrate pronto, cúrate ya. No llores, Daniel, no llores más. Las hadas buenas pronto vendrán, y tuslibrosparacompartir.wordpress.com dolores te sanarán. Cúrate pronto, cúrate ya.”
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-Bueno, ahora puedes dormirte de nuevo -dijo después-; pero desearía aconsejarte una cosa: ¡no vuelvas a subirte nunca más a la luna! ¡Está demasiado alta para un niño tan pequeño como tú! Daniel lo prometió, y así lo ha cumplido puntualmente hasta el día de hoy.
FIN
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