La leyenda árabe de Aroche y Moura Dentro de nuestra Sierra, es la única que tiene dimensiones internacionales, contribuyendo sobremanera a propiciar el acercamiento y potenciar las relaciones fronterizas
FÉLIX SANCHA SORIA
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SABIDO es que las leyendas son narraciones o relatos de sucesos fabulosos que muchas veces tienen una base histórica, transmitidas por tradición oral o escrita. Uno de sus principales componentes es el anonimato; es decir no las crea alguien con nombre y apellido; deben también ser aceptadas por la comunidad donde nacen y tener cierto grado de espontaneidad o comunicación por la memoria colectiva. Finalmente, se caracterizan por su funcionalidad al basarse en alguna necesidad existente en el grupo que las crea. Vamos a hablar en esta ocasión de una leyenda muy hermosa que pone en conexión dos poblaciones vecinas como son Aroche y Moura; por tanto, une dos realidades estrechamente vinculadas por la historia de España y Portugal. Dentro de nuestra Sierra es la única que tiene dimensiones internacionales, contribuyendo sobremanera a propiciar el acercamiento y potenciar las relaciones fronterizas. En la Sierra hay numerosas y bellas leyendas, algunas publicadas por conocidos literatos que les han dado una gran divulgación como la Julianita, la Zulema y el Cristo de la plaza de Aracena o el Valle de la Desposada de Galaroza. Sin embargo, la leyenda que cuenta los amores entre Bráfama y Saluquia es la gran desconocida. Incluso en el mismo Aroche este relato aruccitanomourense no suele estar arraigado en el marco popular, permaneciendo ausente del imaginario de los niños.
Tampoco aparece en los folletos turísticos de su Ayuntamiento, quedando almacenado en las cabezas de eruditos locales o en alguna página web de internet; no ocurre lo mismo al otro lado de la 'Raya', en Portugal, donde la villa de Moura la tiene entre sus signos de identidad más queridos, siendo un tema recurrente y que ha conformado sus signos heráldicos. ¿Por qué caminos llegó hasta nosotros esta leyenda? Tenemos conocimiento de que inicialmente las leyendas se suelen transmitir por tradición oral hasta que hay alguien que las fija al papel. Si las leyendas siguieran encerradas en la oralidad irían variando rápidamente producto de la pérdida de memoria que sufrimos los humanos, se transformarían e incluso desaparecerían. Cuando se escriben, se garantiza su pervivencia e integridad. La leyenda de Bráfama y Saluquia ha podido llegar a nosotros gracias a que diversos autores e instituciones la han recogido en algunas publicaciones. Por una parte tenemos la recopilación en castellano que hizo Paulino Díaz Alcaide en su libro: 'Aroche: turístico, histórico y monumental' publicado en 1965. Éste había copiado la leyenda del libro autobiográficvo del pintor arocheno José Ordóñez Valdés, titulado 'Ochenta años de vida, de obra y de historia' (1958). Asociaciones Culturales como 'Senabra' también la han divulgado en los medios de comunicación. La Cámara Municipal de Moura sacó hace algunas fechas un pequeño librito en portugués y la recoge en los folletos de información turística municipal. Los sucesos se desarrollan en la Sierra de Aroche en la segunda mitad del siglo XII (1165) donde grupos de cristianos intentan recuperar las plazas árabes de Aroche y Moura. Como se puede suponer los principales papeles de la leyenda lo representan Saluquia, alcaldesa del castillo de Moura y Bráfama, príncipe residente en Aroche y alcaide de su castillo. Para darle un mayor realce al relato se recurre a utilizar el nombre romano de ambas poblaciones, por una parte Moura será Arucci la Nova y Aroche Arucci Vetus. Al hilo de ello, los especialistas en el campo arqueológico han demostrado que no existieron estas dos Arucci, sino sólo una: la Vetus, que se encontraba en el sitio conocido como El Torrejón, término
de Aroche. La leyenda comienza con una descripción del castillo musulmán de Moura. Se habla de la reconstrucción de la antigua fortaleza morisca por el jefe árabe Boaçou que había sido arrasada por las huestes cristianas de Alfonso Henríquez. Todo ello fue posible tras la recuperación por Miramamolim Abinusuf de parte de las tierras alentejanas conquistadas por los cristianos. El nuevo castillo fue cedido a la hija de Boaçou la bella Saluquia que lo gobernaba como alcaldesa. Se introducen después otros dos personajes que tendrán un destacado papel en la leyenda, las sirvientes esclavas de la alcaldesa: Fátima y Zuleima. Del ambiente en el que se desarrolla la leyenda dan fe estas palabras: "Por eso, Saluquia era adorada en su pequeña corte. Todas las tardes, apenas el sol se escondía tras las lejanías del mar, la bella mora y su comitiva subían al minarete y allí, en tanto, extendiendo la vista hasta el círculo oscuro del horizonte de serranías, pasaban largo rato interpretando leyendas de guerra y de amor, hasta la hora solemne de la oración a Allah, que los labios murmuraban en una prez de fe venida de lo íntimo, con tal elevación y misticismo como si fuera la propia alma a remontar su vuelo a través de la súplica religiosa". Inmediatamente aparece la trama central, los amores de la pareja. El padre Buaçou había concertado con Bráfama la boda de su hija Saluquia, por lo que el arocheno debía trasladarse hasta la villa de Moura para desposarse con ella. Comienza el meollo con una conversación entre Saluquia y las esclavas que está teñida de miedos y temores por el peligro que puede correr Bráfama en su desplazamiento hasta Moura. A continuación, para aminorar un poco la tensión, se narra una aventura por parte de la esclava Fátima aprendido de otra vieja esclava llamada Zara. A estas alturas la narración da un giro y se desplaza al otro polo, Aroche. Se describe la salida de Bráfama desde la villa aruccitana para cubrir las diez leguas (unos cincuenta kilómetros) que lo separaban de Moura. Junto con él marchaba su séquito nupcial de rigurosa gala. Tras
sortear las primeras estribaciones de la Sierra de Aroche se hizo la noche, por lo que debieron de guiarse por la luz de la luna. Debemos de tener en cuenta que esta zona de la Sierra es un espacio bastante abrupto y, por tanto, de gran dificultad para caballos y caballeros. Al amanecer se encontraban a unos cinco kilómetros de Moura. El nerviosismo de los caballos presagiaba la tragedia. En el horizonte apareció una partida de cristianos dispuestos a la lucha. Los hijos de la Cruz superaban no sólo en número a los sarracenos sino también en equipamiento. Bráfama como aquellos héroes legendarios lejos de huir decide pelear. Sabe que no tiene posibilidades de vencer por lo que coloca una rosa blanca junto a su pecho, advirtiendo a sus gentes que si alguno se salvara la lleve a manos de Saluquia. Los soldados cristianos eran mandados por los portugueses Álvaro y Pedro Rodríguez, dos experimentados luchadores que combatían desde hacía tiempo en el Alentejo. Los cristianos, amparados en su número, acabaron rápidamente con los sarracenos. Álvaro Rodríguez mató a Bráfama. Una vez librada la batalla había que conquistar la amurallada villa de Moura. Los cristianos idearon un ardid consistente en vestirse con las ropas de los moros muertos. Álvaro Rodríguez se colocó el manto del Bráfama. Desde las almenas de Moura se vio venir una gran polvareda que no era otra que las de los cristianos disfrazados de sarracenos. Saluquia sin darse cuenta del engaño ordenó que se abrieran las puertas de la villa y que su corte les fuera a recibir. Desde el minarete las sirvientas de la Alcaldesa lanzaban pétalos de rosas sobre el cortejo. Inmediatamente se descubrió el ardid comenzando la matanza. Algunos árabes corrieron al castillo a avisar a Saluquia, la cual mandó que se cerraran las puertas. Al llegar a ellas los cristianos comenzaron a forzarlas. Mientras tanto Saluquia subió al minarete apretando en sus manos la llave de la fortaleza. Antes de que pudieran tomar toda Moura, Saluquia se lanzó al vacío. Ya en el suelo uno de los cristianos le quiso arrebatar la llave para
abril la fortaleza, pero fue detenido por Álvaro Rodríguez, que estaba impresionado por la muestra de heroísmo. Se acercó a ella y le limpió con una parte de su manto el rostro lleno de sangre. En aquel momento la rosa blanca cubierta de manchas de sangre de Bráfama cayó sobre los labios fríos de la princesa mora. Se cumplían así los deseos de Bráfama de unir la sangre de ambos. Álvaro Rodríguez mandó que se hicieran homenajes fúnebres y ordenó que desde aquel día Arucci la Nova pasaría a llamarse Mora en honor a Saluquia. Esta leyenda ha sido la base del actual escudo heráldico de la Cámara Municipal de Moura donde aparece la torre o minarete y el cuerpo yacente en el suelo de la mora Saluquia vestida de plata. Aroche, por el contrario nada ha conservado en su heráldica de aquella leyenda, estando formados su escudo y pendón municipales por muebles procedentes del sello medieval que le otorgaron los Reyes Católicos en 1491. Pero sí se ha mantenido la costumbre de llamarle a la villa mourense Mora como reminiscencia de aquellos hechos. Finalmente sólo me resta ponerme a disposición de todos aquellos que estén interesados en acceder a esta desconocida y hermosa leyenda.