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La conciencia cristiana

Iglesia Gracia Soberana de Gaithersburg. Por los pasados 14 años he tenido el privilegio de pastorearlos. Poder servirlos cada domingo ayuda a mi alma, porque me obliga a clamar por la refinación de mi pensamiento en temas de conciencia. Deseo animarlos a obedecer donde la Biblia es clara, pero también enseñarles a crear convicciones propias donde puede haber apertura de criterio. Le doy gracias a Dios por Cristo, que nos permite relacionarnos a pesar de la dificultad de caminar diferencias en unidad.

Por último, al Dios trino. Gracias porque nos da la mayor libertad que necesitamos, libertad del pecado por medio de la redención en Cristo.

Joselo Mercado Maryland, 2022

Introducción

Martín Lutero compareció ante la Dieta de Worms el 17 de abril de 1521. Fue convocado por el mismo emperador Carlos V para que se retractara públicamente de la teología bíblica que estaba promoviendo con sus escritos. Lutero pidió un tiempo para pensar después de que se le presentaran sus escritos y fueran declarados heréticos. Al día siguiente, se presentó ante la asamblea y no se retractó de su teología. Sus palabras con las que renunció a retractarse son famosas:

A menos que no esté convencido mediante el testimonio de las Escrituras o por razones evidentes —ya que no confío en el Papa, ni en su Concilio, debido a que ellos han errado continuamente y se han contradicho—, me mantengo firme en las Escrituras a las que he adoptado como mi guía. Mi conciencia es prisionera de la Palabra de Dios, y no puedo ni quiero revocar nada reconociendo que no es seguro o correcto actuar contra la conciencia. Que Dios me ayude. Amén.1

De acuerdo con fuentes tradicionales, Lutero finalizó este discurso diciendo: «No puedo hacer otra cosa, esta es mi postura. Que Dios me ayude».

Este es un momento monumental en la historia del cristianismo y la humanidad. Pocos han tenido tanta influencia y efecto en el

La conciencia cristiana

mundo. Se podría trazar mucho del desarrollo de la cultura occidental y todos sus beneficios hasta un monje que vivía en lo que es la actual Alemania durante el siglo xvi, el cual se negó a retractarse de la proclamación del verdadero evangelio. Esa decisión radical produjo tales efectos, que aun en este tiempo disfrutamos de cosas que damos por sentado, como la libertad religiosa, el acceso a las Escrituras y una sociedad con una ética de trabajo positiva. Todo esto y mucho más porque este monje respondió a su conciencia informada por la Palabra.

El tema de este libro es la conciencia cristiana. Creo que es uno de los temas más descuidados en el último siglo, a pesar de que tiene una importancia vital en la vida del creyente. El cristianismo contemporáneo se ha dedicado a la búsqueda de emociones y experiencias, en lugar de cultivar una conciencia informada por la Palabra de Dios. Esto se ha generalizado hasta el punto de alcanzar a la mayoría de las tradiciones cristianas. Hasta las tradiciones más conservadoras se muestran satisfechas con su conocimiento bíblico, pero lo que observamos con tristeza es que, en momentos claves, es evidente que sus conciencias no fueron informadas para actuar de acuerdo con la Palabra. Muchos creyentes reformados critican a las personas que siguen ciegamente lo que «apóstoles» proclaman, pero no ven que la misma práctica se aplica a las personas que siguen ciegamente a celebridades reformadas. Si tu defensa bíblica se basa simplemente en citar a un pastor famoso, lo más probable es que tu convicción no sea bíblica, sino que se sustenta principalmente en seguir casi ciegamente a alguien.

Los tiempos que estamos viviendo son decisivos y complicados. Por eso tengo la profunda convicción de que la iglesia debe regresar a la práctica de estudiar este tema de la conciencia, porque es de vital importancia. Durante la mayor parte de nuestras vidas, estamos tomando decisiones de conciencia, donde la Palabra nos dice que pecamos, no por la decisión que tomamos, sino por tomarla sin conocimiento ni convicción bíblica. No me estoy refiriendo a decisiones que podríamos llamar dogmáticas, en donde hay áreas que son sumamente claras en cuanto a los límites que la Palabra de

Dios establece con luz meridiana. El problema con nuestra conciencia radica en que la mayoría de nosotros vivimos en lo que llamo «la zona Romanos 14», donde tomamos decisiones individuales en las que cada creyente puede diferir, pero que deben tomarse con profunda convicción bíblica.

Así como Lutero afirmaba que ir en contra de la conciencia es peligroso, más peligroso es no tener una conciencia informada. Debido a que el evangelicalismo ha reaccionado al legalismo en las últimas décadas, los evangélicos se han enfocado en abrazar lo que se ha denominado «las libertades cristianas», es decir, cristianos que practican conductas basadas en conclusiones personales y no en la Palabra de Dios. Soy un fiel defensor de las libertades cristianas que nacen del proceso de informar nuestras conciencias por la Biblia, pero no de negar la Palabra de Dios con conductas que la Biblia claramente condena, bajo la excusa de que es libertad. El problema radica en que muchas no están informadas con convicciones bíblicas. Desde la década de 1980, hemos visto a muchos creyentes seguir ciegamente prácticas y pensamientos que líderes cristianos apenas sugerían, sin crear convicciones firmes y bien informadas por la Palabra de Dios. Eso ha producido que hoy en día no se desee considerar ninguna exhortación bíblica a la obediencia porque suena legalista. El tema de la conciencia es importante porque, cuando lo entendamos, podremos considerar principios bíblicos sólidos y profundos que nos permitan llegar a convicciones sobre cómo debemos practicarlas para la gloria de Dios.

El riesgo al que se expone una iglesia que no desarrolla el cultivo de conciencias bíblicas es regresar al tiempo de los jueces, donde «no había rey en Israel; cada uno hacía lo que le parecía bien ante sus ojos» (Jue. 17:6). Tengo que afirmar con tristeza que la iglesia ha abrazado el espíritu del momento; hemos sucumbido ante la filosofía posmodernista que promulga que la verdad es relativa, en lugar de ir a las Escrituras y dejar que dirijan nuestras conciencias guiadas por la Palabra. Confiamos en nuestro razonamiento o intuición por encima de la Palabra para tomar decisiones trascendentales; tomamos

La conciencia cristiana decisiones de vida o muerte con una superficialidad que nos debería hacer temblar.

Ya no tenemos ídolos de madera, pero nuestras opiniones son el ídolo del momento. Ignoramos principios bíblicos sumamente claros porque no pasamos el tiempo suficiente estudiando temas e informando nuestras conciencias para así poder discernir entre el bien y el mal. No debemos olvidar las palabras del profeta:

Mi pueblo es destruido por falta de conocimiento… (Os. 4:6)

Es mi oración que este libro te ayude a dedicar tiempo para observar con cierta profundidad el trasfondo teológico de este importante tema. Luego consideraremos casos de estudio de temas relevantes para aplicarlos al estudio teológico. El propósito de este estudio no es llegar a conclusiones prácticas, sino comprender cómo se debe guiar el estudio, la meditación y la aplicación de temas de conciencia. Abarcaremos temas como la educación, el entretenimiento y la adoración.

Uno de los pilares de la iglesia protestante es el énfasis en el cuidado que se debe tener con las decisiones de conciencia. Se trata de tener la capacidad de identificar áreas donde los creyentes pueden diferir, pero, a la vez, ambos pueden traer gloria a Dios por medio de la aplicación de principios bíblicos de una forma que refleje un sometimiento fiel a la Palabra de Dios. En consecuencia, estamos hablando de un trabajo arduo que demanda un estudio concienzudo de la Palabra, tiempo de meditación y la disposición a actuar con convicción y sin dilación. Toma tiempo pensar y, en ocasiones, ir contra la corriente. Sin embargo, es un pilar fundamental de la iglesia porque defiende el evangelio y la gracia al no imponer requerimientos que la Biblia no impone a los creyentes, pero motiva a una vida en santidad, producto de convicciones bíblicas personales fuertes.

Tengo que reconocer mi convicción de que este tema no es el más atractivo del momento. No obstante, insisto en escribir sobre la conciencia porque pienso que hay pocos temas más importantes que este en el mundo que vivimos, a pesar de que se trata de un tema que ha sido relegado. Hoy más que nunca, ante un mundo hostil contra el cristianismo, necesitamos cristianos que informen sus conciencias con las verdades del evangelio, para que cuando la hostilidad se acerque, podamos, como Lutero, encomendarnos al Señor porque nuestra conciencia no nos permite hacer otra cosa.

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