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TERCERA PARTE: FUIMOS CREADAS

PARA MUCHO MÁS

9 Es bueno ser una mujer 191

10 Hogar 207

Prólogo

hace poco, una joven de mi iglesia se me acercó, después de un servicio dominical, con el rostro lleno de consternación. Había conocido recientemente a un hombre cristiano que vivía en otra ciudad. La comunicación había sido principalmente por mensajes de texto. Estaba entusiasmada con él, con su participación en la iglesia local y con las posibilidades de salir con él.

Sin embargo, de alguna manera, el tema de la ética sexual había surgido en una de sus conversaciones por texto. Él le había explicado por qué quería tener relaciones sexuales antes del matrimonio y por qué lo consideraba una práctica honrada por Dios.

Aunque valoraba su franqueza en una etapa tan temprana de la relación (mucho antes de que el corazón de mi amiga se uniera al de él), echaba chispas al ver cómo él tomaba el nombre de Dios y lo unía a su propia agenda egoísta. Mi consejo no se hizo esperar: «No cuestiones si tus estándares son demasiado altos. Si él está dispuesto a ceder en esto y a tergiversar la Palabra de Dios de esa manera, ¿en qué más podría estar dispuesto a ceder dentro del matrimonio? Él te ha dicho quién es y damos gracias a Dios por eso. ¡Corre!».

Momentos después, otras mujeres jóvenes y solteras se unieron a nuestra conversación. Ya conscientes de la situación a la que se enfrentaba su amiga, ellas lucían, a mi parecer, frustradas e imperturbables. Por curiosidad, les pregunté si esto (una «prueba» de compatibilidad sexual antes de comprometerse con el matrimonio) era un tema común que escuchaban entre sus compañeros. Asintieron con la cabeza y describieron su decepción respecto a lo mucho que se han distorsionado y confundido las perfectas y hermosas intenciones de Dios al crear el sexo, el matrimonio y las mujeres mismas, incluso entre el pueblo de Dios.

Durante el resto de la semana, quedé con una ira santa. Quería hacer o decir algo para transmitir la hermosa verdad a todos los que pudieran escuchar: «Los caminos de Dios son los mejores». Sus caminos no solo son buenos, sino que son gloriosos más allá de nuestra comprensión y para nuestro gozo. Vivir con engaños o falsificaciones es vivir una vida inútil y sin color. Vivir con engaños no es vivir en absoluto, sino morir.

Poco después, Jen Oshman puso este libro en mis manos. Con las falsificaciones ya en mi mente, devoré sus palabras, dando gracias a Dios no solo por su valor, sino también por su sabiduría bíblica. Ciertamente, como dice Jen, hemos vivido en un país lejano. Casi todos los ámbitos de nuestras vidas se han visto afectados, y a veces es difícil discernir lo que es cierto de lo que no lo es. Sin embargo, no debemos olvidar que las ideas que compiten no son iguales. Existe la verdad y luego hay muchas repeticiones de engaños de esa verdad. Jen, en este libro, ha dicho la hermosa verdad. Escuchemos.

Christine Hoover

Autora, podcaster y profesora de Biblia christinehoover.net

Agradecimientos

no hay nada en mi vida (ningún ámbito, ninguna labor, ningún proyecto) que no sea un esfuerzo de grupo. Soy una mujer rica en ayuda que no merezco. Ya sea en las misiones internacionales, en la plantación de iglesias locales, en el ministerio con mujeres, en la escritura, en la crianza de mis hijos o en el amor a mi esposo, puedo señalar a un equipo de personas que oran por mí, que me animan y sostienen mis brazos en alto cuando estoy demasiado cansada para hacerlo yo misma. Y lo mismo ocurre con este libro. Ha sido un esfuerzo de grupo desde el principio. Estas palabras de agradecimiento están lejos de ser suficientes para comunicar la gratitud que siento por cada uno de los miembros del equipo.

A quienes nos apoyan en Pioneers International: gracias por su apoyo financiero y oración durante más de veinte años. De forma muy práctica han hecho posible este libro. No es exagerado decir que no podríamos servir en nuestra localidad o en el extranjero sin su colaboración sacrificada.

A mi iglesia local, Redemption Parker: es una de mis mayores alegrías llamarlos familia. Gracias por su entusiasmo, por orar, por su cuidado, por soportar mis dudas y temores, y por valorar mi papel en el cuerpo local, así como en la comunidad de iglesia en general. Su apoyo es el viento en mi velero. Estoy especialmente agradecida al Señor por nuestros ancianos, que me apoyan mucho, por los estudios bíblicos de mujeres que me dan vida y por Sandie, Steph, Molly, Christine y Amanda, por darme seguimiento con diligencia mientras escribía y por elevar en oración cada necesidad y preocupación. Se me salen las lágrimas, incluso ahora, al considerar lo precioso que es RP para mí.

A mis compañeros en el ministerio de Acts 29 y TGC: muchas gracias a los innumerables pastores, esposas de pastores y mujeres en el ministerio que me han animado. Nuestra comunidad ministerial más amplia ha sido una fuente de fuerza e inspiración. Ver cómo nos animamos unos a otros en esta comunidad es un gran gozo. A Kellie y Sara, mis hermanas locales de A29, gracias por su cuidado continuo y por preguntar siempre por qué orar.

A mi excelente equipo editorial: Andrew Wolgemuth, gracias por responder incansablemente a mis casi interminables preguntas y preocupaciones. Estoy agradecida de llamarte amigo y hermano. Dave DeWit, no creo que haya un mejor defensor de las escritoras por ahí. Estoy muy agradecida por tus palabras de apoyo, tus comentarios prácticos y tu genuino deseo de que mis esfuerzos tengan éxito. Todd Augustine, gracias por tu paciencia cuando quise hacer grandes cambios, por tu confianza en este trabajo final y por acompañarme en todo este proyecto. Tara Davis, gracias por tu corazón para editar. Hiciste que este libro mejorara tanto con tus habilidades como con tu sensibilidad.

A mis amigas: Shar, Martha, Whitney, Lauren y MaKayla, gracias por comprometerse sumamente en este trabajo conmigo. Todas han pasado horas pensando de manera crítica, compartiendo sus ideas, corrigiendo mis puntos ciegos y dando libremente de su sabiduría. No puedo expresar en su totalidad el apoyo y el alivio que fue contar con la colaboración de ustedes en este trabajo. Gracias por haberme dado todo lo que tenían. A Carrie, Meghan, Kim, Jen, Kristie, Rachel y otras amigas de todo el mundo que oraron y me animaron a menudo, sus mensajes de texto y correos electrónicos fueron siempre el empujón que necesitaba ese mismo día. Gracias. yo, como tú , quiero ser aceptada. Quiero la aprobación y el aplauso de los demás. Detesto causar conflictos u ofender. Me gusta ser de agrado a los demás.

A mi familia: mamá, hay mucho de ti aquí. Gracias por inculcarme el deseo de leer, pensar y escribir con seriedad. Mark, eres mi compañero en todos los sentidos. Has aportado mucho a este proyecto. ¿Cómo puedo agradecerte que hayas soportado todos los altibajos de este trabajo? Y los has superado con alegría, firmeza y nada más que confianza en mí y en el llamado y el equipamiento de Dios en mí. Te amo. Rebekah, Zoe, Abby Grace y Hannah, ustedes fueron una fuente constante de imaginación para mí mientras escribía. Gracias por haber mantenido innumerables conversaciones sobre estos temas conmigo. Me han enseñado mucho. Las amo.

Por último, a mi Padre en el cielo. He pecado contra el cielo y contra ti. Sin embargo, velaste por mí cuando aún estaba muy lejos. Corriste hacia mí, me abrazaste con compasión y me colmaste de tu amor. Gracias por invitarme a tu banquete.

Pero estos días son de extremos, y es difícil conseguir la aceptación total. La mayoría de nosotras (ya sea en un aula, en una sala de juntas, en una cafetería o en Internet) mantenemos un perfil bajo y estamos en silencio lo más que se pueda para no ser vistas como arrogantes o groseras. Queremos «ser» genuinamente humildes y amables, y también queremos que nos «perciban» así.

Eso es lo difícil de este libro. Soy consciente de que algunas partes ofenderán tanto a los seculares como a los espirituales, tanto a los deconstruidos como a los cristianos, tanto al hermano menor como al mayor. Y eso no me gusta. No quiero ofender.

Entonces, ¿por qué dedicar tiempo a denunciar nuestros engaños culturales? ¿Por qué criticar las promesas falsas de nuestra época en lugar de pasar desapercibida? ¿Por qué ofender potencialmente tanto a los que están en el mundo como a los que están en la iglesia?

Porque Jesús es el camino, la verdad y la vida. Nadie puede salvarse y nadie puede prosperar fuera de Él. Él es nuestra única esperanza. Y muchas de nosotras hemos perdido nuestra esperanza en las mentiras de nuestra época.

Que Jesús nos acepte en Sus términos es infinita y eternamente más valioso que la aceptación de los demás.

El evangelio no es «solo» que somos pecadoras que necesitan un salvador. El evangelio comienza con un buen Creador que nos ha estado persiguiendo incluso desde antes de que nos entregáramos al pecado. Si tú y yo vamos a estar bien, tenemos que «conocerlo». Tenemos que conocer y acatar el carácter, el diseño y los propósitos de nuestro Creador y Salvador. Sin Él no tenemos nada, nada de sustancia, nada eterno, nada a lo cual aferrarnos en el caos y en nuestro dolor.

Los engaños de nuestra época son una desviación de las intenciones de nuestro buen Dios, una desfiguración de los dones buenos que nos ofrece. Tal como Dios nos pide que lo amemos y que amemos a los demás, lo hacemos señalándonos a nosotros mismos y a nuestros seres queridos hacia Él. Dios es la esperanza para nuestro mundo herido.

Adoptar la perspectiva de que «Jesús es el único camino» es sin duda costoso. Puede costarnos amistades, oportunidades profesionales y finanzas. Pero, utilizando las palabras del apóstol Pedro, «Señor […], ¿a quién iremos? Tú tienes palabras de vida eterna. Y nosotros hemos creído, y sabemos que tú eres el Santo de Dios»

(Juan 6:68-69).

Solo Jesús es el Santo de Dios y solo Él tiene palabras de vida eterna. ¿En qué otra cosa podríamos creer? ¿En quién más podemos confiar? ¿A quién más ofreceríamos a los demás?

Las palabras acogedoras, verdaderas y firmes de Jesús han estado cortejando a la gente durante milenios y eso no va a parar ahora. Nuestro Dios no está asustado. No está ansioso. No le preocupa ofender, porque para los que tienen oídos para oír, Su Palabra habla vida. A medida que los valores y lo que es normal, permisible y celebrado va cambiando en el siglo xxi, las palabras de Jesús no cambian.

Él es un ancla en la tormenta. Una constante en un mar de cambios. Un refugio duradero cuando es difícil distinguir en medio de la confusión. Y cuando tú y yo, que seguimos a Jesús, sostenemos la palabra de verdad, somos como estrellas que brillan en el firmamento oscuro (Fil. 2:15).

Nuestros hogares y nuestros corazones mantendrán la esperanza cuando nuestros vecinos y seres queridos estén agotados por tratar de seguir el ritmo de los ídolos de nuestra época. La firmeza acogedora de los seguidores de Cristo será una luz resplandeciente en la noche oscura. Nuestras vidas, por muy contraculturales, embarazosas e incómodas que sean, señalarán a Jesús, que dice: «Vengan a mí todos ustedes que están cansados y agobiados, y yo les daré descanso» (Mat. 11:28).

Así que sigue leyendo y aférrate a Cristo porque lo más importante es Su aceptación. Sigue leyendo porque tú, como yo, crees que Él vino para que seamos salvas solo por medio de Él. Jesús es el camino. Él es la verdad. Él es la vida. Cristiana, al seguir a Jesús, «ofreces vida».

Primera Parte Aqu Est S

Vivimos en un momento único que llegó a nosotros por una línea de tiempo específica en la historia. La primera parte analiza cómo hemos llegado hasta aquí, centrándose especialmente en las ideas que condujeron a la revolución sexual y que surgieron de ella. En la medida que tratamos de entender dónde estamos en el mapa de la historia, también recordaremos la Palabra de Dios, que es un lente atemporal a través del cual podemos ver las tendencias cambiantes.

El Dios que hizo el mundo y todo lo que hay en él es Señor del cielo y de la tierra. No vive en templos construidos por hombres, ni se deja servir por manos humanas, como si necesitara de algo. Por el contrario, él es quien da a todos la vida, el aliento y todas las cosas. De un solo hombre hizo todas las naciones para que habitaran toda la tierra; y determinó los períodos de su historia y las fronteras de sus territorios. Esto lo hizo Dios para que todos lo busquen y, aunque sea a tientas, lo encuentren. En verdad, él no está lejos de ninguno de nosotros (Hech. 17:24-27).

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