Pasión y pureza (muestra)

Page 1

NASHVILLE, TN

375022MSC_PUREZA_CC2019_PC.indd 3

04/11/2021 11:23:15


Contenido Prefacio 9 Introducción por Ruth Bell Graham 15 1  Yo, Señor, ¿soltera? 2  La vida que debo 3  La pasión es un campo de batalla 4  Afectos indómitos 5  ¿Lo desea Dios todo? 6  El razonamiento de la serpiente 7  La primera cita 8  Amor infalible 9  La revelación 10  ¿Dios se da cuenta? 11  Dolor cenagoso 12  Compás de espera 13  Material para sacrificio 14  Honor sobre pasión 15  Muertes pequeñas 16  Vida de la muerte 17  Qué hacer con la soledad 18  Lo que la Providencia dispuso 19  El suspiro rebelde 20  El autoengaño

17 22 26 31 36 40 43 46 49 53 56 58 63 67 70 73 77 81 86 90 7

375022MSC_PUREZA_CC2019_PC.indd 7

04/11/2021 11:23:15


Contenido

21  Lo que les hacen las mujeres a los hombres 22  ¿Qué buscan los hombres? 23  El enredo que hemos creado 24  Sudores ardientes y pies húmedos 25  Nadie conoce los problemas 26  Por fin una carta 27  Apetitos excitados 28  ¿Cuánto puede decirle un beso? 29  No se abstienen de nada 30  Un pecado «pequeño» 31  Una cueva y una fogata 32  ¿Cómo decir que no? 33  Cuatro piernas descubiertas 34  Su protección sublime 35 Impaciencia 36  Ahora te tengo inviolada 37  Pídele a Dios que cumpla con su parte 38  Dios concedió y Dios negó 39  Movimientos confusos 40  Cartas de amor 41  He aquí, este es nuestro Dios, le hemos esperado 42  Del amor a la caridad 43  Un acto nuevo de creación

96 102 107 112 116 119 124 127 131 135 138 142 146 150 153 155 158 162 167 172 176 180 187

Notas 189

8

375022MSC_PUREZA_CC2019_PC.indd 8

04/11/2021 11:23:15


Prefacio En mi tiempo los hubiéramos llamado amoríos o roman‑ ces. Ahora las llaman relaciones. La palabra amor ha caído en malos tiempos. Para muchas personas no significa nada más y nada menos que acostarse con alguien, no importa de qué sexo sea la otra persona. Las calcomanías sustitu‑ yen con la figura de un corazón rojo la palabra amor y la utilizan para casi cualquier cosa, persona o lugar. En algunas reuniones cristianas se pide a las personas que se vuelvan y miren de frente a la persona a su lado, aun‑ que sea un perfecto extraño, y le digan, con una amplia sonrisa y sin vestigio alguno de sonrojo: «Dios le ama y yo también», y demostrarlo con un fuerte abrazo. Esto, aparentemente, hace que algunos se sientan bien. Quizás hasta los convence de que han obedecido el mandamiento más importante y difícil jamás dado a los seres humanos: Amarse los unos a los otros como Cristo los amó. Cuando las personas buscan alguna palabra para describir lo que sienten por un individuo del sexo opuesto, no es en balde. Es algo nuevo. Es algo lindo. Es verdaderamente lindo. Es especial. —¿Qué es especial? —pregunto ocasionalmente. —Bueno, usted sabe, este, una relación.

9

375022MSC_PUREZA_CC2019_PC.indd 9

04/11/2021 11:23:15


Prefacio

—¿Qué relación exactamente? —Bueno, qué sé yo, usted sabe, es como, es decir, es algo bien lindo.

Una maestra de escuela me escribió no hace mucho sobre su «creciente amistad» con un hombre con quien trabajaba. Él se había mudado a un estado distante, y ella se sentía solitaria e insegura sobre su futuro. No estaba segura cuál había sido en realidad su relación ni qué era ahora ni qué podría llegar a ser, pero habiendo recogido pedacitos por aquí y por allá de mis escritos en cuanto a materias del corazón, deseaba saber más. «De ser posible, desearía saber un poco de lo que usted pensaba. ¿Cuáles eran sus sentimientos? ¿Qué pasaba por su mente? ¿Chocaban con frecuencia sus emociones con sus pensamientos? Si tiene unos minutos libres y me puede escribir, guardaré cualquier palabra de sabiduría que me ofrezca».

Por supuesto utilicé unos pocos minutos. Las cartas siguieron llegando, bombardeándome con preguntas rela‑ cionadas con el tema, sugiriendo que la experiencia de alguien de una generación distinta todavía podría servir de guía. He aquí secciones de otras cartas: «Le escribo como una mujer joven que sinceramente busca ser obediente a Dios, conocer sabiduría y discernimiento, ser agradable y fiel y esperar en Él. Mi andar en Cristo es un tanto solitario. Me hace falta conocer el liderazgo espi‑ ritual de una mujer mayor que yo. Sé que se espera que las mujeres mayores instruyan a las jóvenes en algunas cosas. Sé que usted es una sierva y espero me pueda responder». «¿Cómo debe comportarse una mujer si un hombre no está cumpliendo su función?». «¿Cómo sabré que esta mujer es la correcta para mí?».

10

375022MSC_PUREZA_CC2019_PC.indd 10

04/11/2021 11:23:15


Prefacio

«¿Cuán lejos podemos llegar sin un compromiso matrimo‑ nial? ¿Cuán lejos si tenemos ese compromiso?». «¿Cuál es nuestra función como mujeres solteras? ¿Esperar?». «Usted parece ser tan fuerte e inconmovible en su fe. Le digo a Dios una y otra vez que ya no puedo sobrellevar esto: Me rindo. Le digo que estoy enojada. ¿Acaso no falla usted y siente que no puede continuar? ¿Ha tenido momen‑ tos donde ha querido rendirse?». «¿Luchó usted con el deseo de estar con Jim durante todos los años que estuvieron separados?». «¿Le fue duro permanecer soltera si su corazón anhelaba a Jim?». «Si Tom no hubiera llegado a mi vida, todos mis pensa‑ mientos estarían concentrados en el Señor. No habría con‑ flicto. Me molesta tanto: estoy solitaria, y lloro fácilmente, casi como si mi corazón se estuviera quebrando. ¿Es esto parte del plan de Dios?». «¿Cómo lidió con la impaciencia de esperar para estar con el hombre que amaba?».

Respondo a todas las cartas que me llegan. Trato de expresar, una y otra vez, las lecciones provenientes de mi experiencia. He estado allí, donde se encuentran estos hombres y mujeres. Sé exactamente lo que quieren decir. Temo que mis respuestas deben parecerles a menudo cor‑ tantes y secas. «Es muy testaruda. No se conduele. Es muy fuerte de todas maneras; nunca ha agonizado como yo. ¡Y la manera en la que brinda consejos! Haz esto, no hagas aquello, confía en Dios, punto. No puedo lidiar con esas cosas». He escuchado estas objeciones. Las he escuchado por casualidad también: En las cafeterías de las universi‑ dades luego de terminar de dar una charla o en la mesa de la biblioteca mientras hojeaban mis libros, sin darse cuenta de que la autora estaba sentada a su izquierda, con los oídos abiertos. 11

375022MSC_PUREZA_CC2019_PC.indd 11

04/11/2021 11:23:15


Prefacio

Pensé que si plasmaba estas cosas en un libro no pare‑ cerían tan cortantes y secas como lo es una carta de una página. Quizás debo contar más de mi propia historia para que sirva como evidencia de que he pasado por eso. ¿Podré hacerlo sin rigidez, sin parecer tan distante de las personas cuyo vocabulario es diferente, pero cuyos llan‑ tos se revelan como ecos muy claros de los míos? Espero poder. Pero para lograrlo debo correr el riesgo de mostrar demasiado de mí. Debo incluir mis llantos y algunos de los de Jim; mis propias debilidades y mis fallas: no todo, por supuesto (¡si supieran cuánto he dejado fuera!), pero sí algunos ejemplos. Así que el libro ha crecido. Cito las cartas que me han escrito durante los últimos cinco o diez años. Mis propios diarios de hace treinta o treinta y cinco años. Cartas de Jim Elliot. Declaraciones en cuanto a los principios que aplican. La estructura del libro es la historia de cinco años y medio de amar a un hombre, Jim, y de aprender las dis‑ ciplinas del anhelo, la soledad, la incertidumbre, la espe‑ ranza, la confianza y la entrega incondicional a Cristo: entrega que requiere que, independientemente de la pasión que podamos sentir, debemos ser puros. Es, para ser franca, un libro acerca de la virginidad. Es posible amar apasionadamente y permanecer fuera de la cama. Yo lo sé. Nosotros lo hicimos. ¿Entonces no tengo nada qué decirles a quienes ya estu‑ vieron en la cama? Tendría que tener mi cabeza en la arena como para imaginarme que todos mis lectores solteros son vírgenes. Aquellos que han entregado su virginidad también me escriben, algunos desesperados, sintiéndose erradicados para siempre de la pureza. Les escribo para decirles que no hay pureza alguna en nosotros aparte de la sangre de Jesús. Todos nosotros, sin excepción, somos pecadores y pecami‑ nosos, de una u otra manera. Si puedo ayudar a algunos a evitar el pecado, quiero hacerlo. Si puedo mostrarles a otros 12

375022MSC_PUREZA_CC2019_PC.indd 12

04/11/2021 11:23:15


Prefacio

que el mensaje del evangelio es la posibilidad de un nuevo nacimiento, un nuevo comienzo y una nueva creación, así deseo hacerlo. La vida amorosa de un cristiano es un campo de batalla crucial. Allí, como en ninguna otra parte, se determinará quién es el señor: el mundo, el yo y el diablo, o el Señor Jesucristo. Por eso es que tomo el riesgo. Mi propia historia de amor podría ser más o menos de interés para unos pocos; las cartas del tipo «Querida Abby» y mis respuestas podrían ser divertidas; pero mi preocupación principal es que los lectores consideren la autoridad de Cristo sobre las pasio‑ nes humanas y que afirmen sus corazones en la pureza. En la providencia de Dios, he tenido tres oportunidades de reflexionar y tratar de practicar los principios acerca de los cuales aquí escribo. He estado casada tres veces: con Jim Elliot, quien fue asesinado por indios en la jungla ecuatoriana; con Addison Leitch, quien murió de cáncer; y con Lars Gren, quien se siente bien al momento de escri‑ bir esto. Lars ha durado casi seis años, lo que es más que Jim o Add. Por eso, dice ser el «líder». ¡Espero que me gane a mí! No contaré las historias de los tres. El segmento de Jim Elliot debe bastar como el marco de lo que deseo decir. He aquí una cronología de ese segmento: 1947: ambos estudiantes en Wheaton College, Illinois. Jim visita en la Navidad nuestra casa en Nueva Jersey. 1948: Jim me confiesa su amor justo antes de graduarme. Verano, yo estoy en Oklahoma, él viajando con un equipo evangélico. No hubo correspondencia entre nosotros. Otoño, decide escribirme cuando me voy a la escuela bíblica en Canadá. 1949: Jim se gradúa. Va a su casa, en Portland, Oregón.

13

375022MSC_PUREZA_CC2019_PC.indd 13

04/11/2021 11:23:15


Prefacio

Yo trabajo en Alberta, entonces visito su casa. 1950: Jim está en su casa, trabajando, estudiando, prepa‑ rándose para el trabajo misionero. Yo estoy en Florida. Pasamos dos días en Wheaton cuando se casa mi hermano Dave Howard. 1951: Nos encontramos de nuevo, cuando Jim viene al este a hablar en reuniones misioneras en Nueva York y Nueva Jersey. 1952: Febrero, Jim se embarca para Ecuador. Abril, yo parto hacia Ecuador. Paso varios meses en Quito, viviendo con familias ecuatorianas para aprender español «por inmersión». Agosto, Jim se muda a Shandia, en la jungla oriental, para trabajar con los indios quechuas. Septiembre, me mudo a San Miguel, en la jungla occidental, para trabajar con los indios colorados. 1953: Enero, nos encontramos en Quito. Jim me pide que me case con él. Se anuncia el compromiso. Junio, me mudo a Dos Ríos, en la jungla oriental, para comenzar a estudiar quechua, la condición de su propuesta: «No me casaré contigo hasta que lo aprendas». 8 de octubre, nos casamos en Quito. 1955: Nace Valerie, nuestra hija. 1956: 8 de enero, Jim muere por las lanzas aucas. (Para la historia completa, véase Through Gates of Splendor [Porta‑ les de esplendor], Shadow of the Almighty [Sombra del Omnipotente] y The Journals of Jim Elliot [El diario de Jim Elliot]).

14

375022MSC_PUREZA_CC2019_PC.indd 14

04/11/2021 11:23:15


Introducción En la abundante correspondencia que esperaba mi regreso a casa, había una nota diciendo que Lars Gren había lla‑ mado y que por favor le devolviera la llamada. Ahora bien, Lars es una de mis personas favoritas, casada con otra de mis personas favoritas, Elisabeth Elliot. Así que llamé. Elisabeth respondió, sorprendida de que Lars me llamara, sin saber de qué se trataba. —¿Estás trabajando en otro libro? —le pregunté a Elisa‑ beth. Respondió que justamente había terminado uno, Pasión y pureza. Sentí que no podía ser más oportuna, más certera y le dije que estaba deseosa de leerlo. Cuando Lars me respondió la llamada, me reí al saber que, sin consultarle a Elisabeth, me preguntaba si estaría dispuesta a leer el manuscrito, y dijo que comprendería si yo estaba muy ocupada. Cuando se está tan interesada en un tema, es un privilegio obtener una primicia. Así le dije a Lars. Hoy llegó el manuscrito y me senté a ojearlo. De inmediato cautivó mi atención. No era lo que espe‑ raba. Claro, sabía que valdría la pena leer lo que Elisabeth hubiera escrito y sería una agradable lectura. Pero este es 15

375022MSC_PUREZA_CC2019_PC.indd 15

04/11/2021 11:23:15


Introducción

un libro sobre cómo someter nuestra vida amorosa bajo la autoridad y el señorío de Jesucristo. Elisabeth lo ha hecho cálidamente personal, respaldando sus argumentos con recuerdos, diarios y viejas cartas de amor a Jim Elliot. Ella escribe con intensidad y cautela. Diseminadas a través del mismo hay palabras ricas y correctas de la Biblia, antiguos y bellos himnos y citas de autores favoritos: cada uno tan apropiado porque han satisfecho una necesidad viva. No lo dejé hasta que lo terminé. Pensé acerca de la confusión de los jóvenes de hoy en día (así como de los mayores), cristianos y no cristianos. Y desearía que todos pudieran compartir la historia de amor de Jim y Elisabeth Elliot, una exitosa (aunque breve) «órbita en el espacio» porque siguieron explícitamente las guías de Dios. Alguien dijo: «La mejor forma de revelar una rama torcida es poner una derecha a su lado». Así que, en medio del pensamiento contemporáneo tan torcido de hoy, Elisabeth Elliot Gren ha sacado una rama derecha. Y también bellamente inolvidable. Ruth Bell Graham

16

375022MSC_PUREZA_CC2019_PC.indd 16

04/11/2021 11:23:15


1 Yo, Señor, ¿soltera? No había una gran vista desde la ventana. La característica principal eran los basureros detrás del comedor. Las ventanas cerradas no bloqueaban ni el tremendo estrépito y estruendo de la recolección temprano en la mañana ni el ofensivo eflu‑ vio de la cocina diaria. Sin embargo, estaba muy contenta de tener ese pequeño cuarto. Era particular, lo que había deseado y finalmente obtuve cuando estaba en mi último año universitario. Tenía una cama, un armario, un librero, y en la esquina, cerca de la ventana, un escritorio con una silla y una lámpara. Un lugar para el silencio y la soledad, un «retiro», como al que Jesús dijo teníamos que ir a orar. Hacía mi estudio y algo de mi oración en el escrito‑ rio. Había árboles de arce y un viejo olmo detrás de los basureros y con frecuencia me distraía por la multitud (¿el rebaño? ¿la manada?) de ardillas que allí vivían. Las observaba prepararse para el invierno, subiendo y bajando, transportando provisiones frenéticamente; rezongando, chirriando y moviendo sus colas. Veía las hojas del arce cambiar de color y caer, veía que la lluvia las pegaba en la negra entrada para los vehículos. Veía la nieve caer sobre esos árboles y los basureros. No es nada difícil colocarme de nuevo en la silla de ese escritorio. Ahora, cuando me siento en un escritorio 17

375022MSC_PUREZA_CC2019_PC.indd 17

04/11/2021 11:23:15


Pasión y pureza

distinto y leo cartas de jóvenes confundidos, una vez más me convierto en esa joven que contemplaba la nieve. Lo que vestía no era muy diferente a lo que ahora visten: los estilos fácilmente retornan en 35 años. Tenía dos faldas, tres suéteres y unas pocas blusas, con las cuales hacia lo mejor que podía para combinarlas y dar la impresión de que usaba diferentes vestidos. Los miércoles eran fáciles. Todos en la clase usábamos la misma chaqueta de lana, con el emblema de la universidad cosido sobre el bolsillo del pecho. Mi cabello me hacía batallar muchísimo: Era rubio, no tenía rizo alguno y crecía cerca de 2,54 centímetros al mes. Cuán fácil hubiera sido usarlo suelto y liso, pero eso era impensable en ese entonces. Mis rizos eran todos «una farsa». Solo podía pagar un permanente al año. Entretanto dependía del viejo sistema de tubos, rizando mechones de cabello alrededor de mis dedos cada noche antes de acostarme, asegurándolos con un broche para el cabello. Si no podía hacer mucho con mi cabello, menos podía hacer con mi rostro. Como la mayoría de las jóvenes, deseaba ser hermosa, pero parecía en vano manipular mucho lo que se me había dado, aparte de usar un dis‑ creto toque de un pálido lápiz labial (algo llamado Tangee, que costaba 10 centavos) y un toque de polvo en mi nariz. Ese año necesitaba aquel pequeño y acogedor cuarto, quizás más que nunca. Tenía que lidiar con algunos asun‑ tos que habrían de dar rumbo a mi vida. Durante el verano anterior había terminado de orar respecto a si habría de ser misionera. Sí lo haría. Luego de lo que mis amigos, los Hermanos de Plymouth, llamarían un ejercicio y lo que ahora las personas llaman una lucha, por fin estaba claro. La lucha no era sobre cualquier renuencia por cruzar un océano o vivir bajo un techo de paja, sino sobre si esto era idea mía o de Dios y si debía ser cirujana (me encantaba disecar cosas) o lingüista. Llegué a la conclusión de que era 18

375022MSC_PUREZA_CC2019_PC.indd 18

04/11/2021 11:23:15


Yo, Señor, ¿soltera?

Dios quien me llamaba y que el llamado era a la lingüística. Pedí certeza del Señor y la obtuve, así que eso fue. Pero había otro asunto que no se había terminado de manera alguna. Dios sabía que para ese asunto me haría falta un lugar a solas. Era respecto a estar sola, por el resto de mi vida. Decía: «Yo, Señor, ¿soltera?». Parecía entre‑ meterse entre mí y mis libros de texto griego cuando me sentaba en el escritorio, entre mí y mi Biblia cuando tra‑ taba de escuchar a Dios hablar. Era una obstrucción a mis oraciones y el tema de mis sueños recurrentes. Con frecuencia le hablaba a Dios acerca de esto. No recuerdo habérselo mencionado a nadie por muchos meses. Las dos jóvenes que compartían la suite de la cual mi cuarto era un tercio, no eran del tipo salvajemente popular a las cuales hubiera envidiado. Eran jóvenes calladas y sensibles, un tanto mayores que yo. Una era estudiante de música que pasaba la mayor parte de su tiempo practicando órgano en el conservatorio, la otra había sido WAVE (la rama feme‑ nina de la marina estadounidense), y era una experta en tejer calcetines de rombos. Ambas tejían incontables pares de calcetines y guantes y los enviaban a otros lugares por correo. Un día Jean me dijo: «Cuando tomas una aguja en tu mano, estás completamente perdida, ¿no es así?». Comparada con ellas dos, sí lo estaba. Al terminar la universidad, Jean se casó. Bárbara todavía está soltera. No recuerdo ninguna conversación con ellas acerca del amor y el matrimonio (aunque debemos haber tenido alguna), pero estoy completamente segura de que para las tres la soltería significaba una cosa: virginidad. Si estabas soltera, no te habías acostado con ningún hombre. Si habrías de ser soltera permanentemente, jamás estarías en la cama con un hombre. Por supuesto, eso era hace cien años. Pero aun cien años atrás, para muchas personas, cualquiera que creyera seriamente eso y lo cumpliera hubiera sido vista como 19

375022MSC_PUREZA_CC2019_PC.indd 19

04/11/2021 11:23:15


Pasión y pureza

extravagante. Quizás éramos la minoría. No puedo estar segura en cuanto a eso. Ciertamente la mayoría profesaba creer que era mejor limitar la actividad sexual a esposos y esposas, aunque sus vidas privadas demostraran esta con‑ vicción o no. Ahora, sin embargo, en los últimos años del siglo veinte, los tiempos han cambiado, según nos dicen. Por miles de años la sociedad dependió de cierto orden en el asunto del sexo. Un hombre tomaba una esposa (o esposas) de acuerdo a reglas reconocidas, y vivía con ella (o ellas) bajo reglas reconocidas. El que jugueteaba con la esposa o las esposas de otros hombres lo hacía bajo su propio riesgo. Una mujer sabía que poseía un tesoro invaluable: su virginidad. Lo resguardaba celosa‑ mente para el hombre que pagara un precio por ella (un compromiso al matrimonio con ella y solo ella). Hasta en las sociedades en donde la poligamia era permitida, había reglas que gobernaban las responsabilidades de los cónyuges, de las cuales dependía toda la estabilidad de la sociedad. De alguna manera, hemos adquirido la idea de que pode‑ mos olvidar todas las reglas sin que nos pase nada. Decimos que los tiempos han cambiado. Por fin estamos «liberadas» de nuestras inhibiciones. Ahora tenemos «Sexo y la mujer soltera». Tenemos libertad. Podemos, en efecto, «tenerlo todo y no quedar enganchadas». Las mujeres pueden ser depredadoras si lo desean, tanto como los hombres. Estos no lo son, a menos que lo hayan probado seduciendo tan‑ tas mujeres como les sea posible, o tantos hombres, porque ahora se puede elegir de acuerdo a la «preferencia sexual». Podemos acostamos con aquellos del sexo opuesto o los del nuestro. No importa. Es una mera cuestión de gusto, y todos tenemos el «derecho» a nuestros gustos. Todos son iguales. Todos son libres. Nadie se amilana ni necesita privarse de nada. Es más, nadie debe negarse nada que real‑ mente desee: es peligroso. No es saludable. Es enfermizo. 20

375022MSC_PUREZA_CC2019_PC.indd 20

04/11/2021 11:23:15


Yo, Señor, ¿soltera?

Si se siente bien, y no lo haces, eres paranoico. Si no se siente bien y lo haces, eres masoquista. Mis compañeras de cuarto y yo creíamos que soltería era sinónimo de virginidad no porque éramos estudiantes universitarias de hace cien años cuando todos creían eso. No era porque no conocíamos nada mejor. No era porque éramos muy inocentes como para no haber oído que las personas han estado cometiendo adulterio y fornicación por milenios. No era porque todavía no estábamos libera‑ das ni siquiera porque éramos estúpidas. La razón es que éramos cristianas. Valorábamos la santidad del sexo. Me senté en el escritorio junto a la ventana y pensé mucho y arduamente acerca del matrimonio. Sabía la clase de hom‑ bre que deseaba. Tendría que ser un hombre que valorara la virginidad, la suya, así como la mía, tanto como yo. ¿Qué desean las mujeres hoy en día? ¿Qué desean los hombres? Es decir, en lo profundo. ¿Qué desean en rea‑ lidad? Si «los tiempos» han cambiado, ¿habrán cambiado también los anhelos humanos? ¿Qué de los principios? ¿Han cambiado los principios cristianos? Respondo con un no las últimas tres preguntas, un no enfático. Estoy convencida de que el corazón humano tiene hambre de constancia. Al cambiar la santidad del sexo por aventuras casuales, sin discernimiento alguno, perdemos algo que realmente necesitamos. Cuando ya no se valo‑ ran ni se protegen la virginidad y la pureza, hay aburri‑ miento, monotonía y letargo en todo en la vida. Al tratar de encontrar satisfacción en todas partes, no la encontramos en ­ningún lugar.

21

375022MSC_PUREZA_CC2019_PC.indd 21

04/11/2021 11:23:15


Turn static files into dynamic content formats.

Create a flipbook
Issuu converts static files into: digital portfolios, online yearbooks, online catalogs, digital photo albums and more. Sign up and create your flipbook.