ruina Horacio Silvestri Horacio en silencio traza líneas en algún cuaderno. Alrededor estamos todos compartiendo el mate, o la birra. Alrededor las botellas acumuladas, el termolar, el perro tomando una siesta, las ojotas, los envases de productos, las bolsas de basura. Más allá de las aberturas de la construcción sencilla que nos alberga está nuestro entorno de frondoso verde. Horacio suele referir a algunos autores para comenzar sus enunciados, ahí, con las ruinas alrededor, reflexionamos y analizamos lo dicho por otros, nos apropiamos de frases, de máximas. Ahí están, en el cuaderno, el papel o el bastidor; a fibra, tiza o acrílico –a pulso (buen pulso), plasmadas imágenes de Guaranípolis, que no son más que apropiaciones individuales, como de aquellas frases textuales, de eso tan perceptible y cotidiano que usualmente se oculta. Porque la obra de Horacio es sobre hacer aún más visibles las cosas intrascendentes, acaso embellecerlas, y sobre admitir que nos nutrimos de todo y todos, lo que consumimos y que finalmente nos consume y que queda en fragmentos, en envases que devienen finalmente ruinas de las construcciones y deconstrucciones cotidianas. maria julia rossetti
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Tenía diez años Y aquel día lo único en lo que pude pensar Fue una nube Gloria a esponjosa brillante Tan quieta aquí, tan rápida allí, me había atrapado. Muy adentro de aquel libro Persiste el romance Igual que en mi Olor a papel. Frenó en la esquina Justo frente a mi La rueda de goma y metal La lluvia de menta y fatalidad. Tierra y La Tierra Y, ¡Qué oscuridad! Y, ¿Por qué esa polvareda? Me golpeó una estrella fugaz. ¡¿A qué ritmo nos estamos moviendo?! Veo el estanque rojo y las hierbas rojas Pero no se imaginen ningún rojo parecido a la sangre... Y ahora, El tiempo nos ha separado en todas direcciones Madre, He buscado la aventura. Madre, Me he acercado al peligro. Madre, Ahora se asoma lo salvaje. Madre, Hay romance en el origen. ¡Lo encontramos! Pero nos está evitando. Le recitamos sus historias a los gritos, Entre llantos: ¡Nosotros también hemos sido hipnotizados mirando a través de un vaso de vidrio claro y grueso! Cuando a través de el espiamos al pájaro, al cardenal. Si, lloramos y lloramos Y él solo nos ofrecía su perfil, maravilloso, a veces la encantadora espalda. Decidimos perseguirlo a las corridas Y al fin, en la fuga, se dio media vuelta y suavemente nos dijo: Punto Ciego. florencia polo