Granuja No. 2

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GRANUJA

No.2


GRANUJA

revista

revista de arte y literatura creada para su difusión y pronta degustación no. 2 diciembre 2019 méxico director general andrés gómez correctora de estilo gabriela pérez ramírez distribuidores alexis patiño iván mata portada ariel quijas


EDITORIAL Granuja revista nace de la insaciable necesidad de un espacio para las voces artísticas, literarias y críticas de los jóvenes, cuyas inquietudes nunca descansan cansados del hartazgo producido por la vida cotidiana, el Granuja acoge a todos aquellos cuyas visiones nocturnas no dan descanso los que por la madrugada sueñan con el sonido de las balas golpeando las paredes del insomnio los que al amanecer luchan contra el tedio del día a día y contra la ciudad gris que consume a quienes la caminan los que apenas juntan para el pasaje de autobús y beben alcohol barato Granuja es ese espacio de liberación para aquellos que no se conforman con la contemplación de los días para los que encuentran en el arte y en el discurso un punto de encuentro con los demás aquí se miran de frente la literatura, el pensamiento y el arte, porque al igual que en la vida todo es mezcolanza, y el Granuja está aquí para dejar testimonio de ello.


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ó Urge tu constante proximidad.

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En el sótano de mi“todo bien, gracias”, vive un“con ganas de morderte la espalda” ó Te equivocas; no es insomnio. La excursión en la cama tiene un cometido: hallar el lado donde tu recuerdo duela menos.

í mi bocanción al ritmo de tu versonrisa.

que nos haga temblar sin de rrum

b e s.

Tengo prisa por tus besos l e n t o s.


Repositorio de ideas con órganos y sistemas de papel, abismo lírico, lúdico, y hasta tétrico. Silencioso medio de teletransportación, acceso a odiseas por el tiempo. Mimo de un solo gesto, -a veces- impostor, su aroma inconfundible, no garantiza calidad. Adoctrinante, lección universal de tiempo: -por más que éste pase mantén intacta la esencia-.

Tus ojos. Ojos esgrima -enraizados- en promesas. Ojos donde nuevas tierras. Ojos que muerden mi seco sosiego. Tus ojos verdad, tus ojos presagio, tus ojos espada, problema y remedio tus ojos que riman con misterio. Tus ojos titilantes omnipotentes, laberínticos. tus ojos fulgentes si distantes crujen los míos.


í . No deja de llover, y estamos en uno de los lugares altos de la ciudad a los que se puede entrar con poco dinero: un restaurant de hamburguesas que forma parte de una cadena. Dices que fué no se escribe con acento pero que antes sí, y que por eso tu profesor, el escritor, crítico, ensayista, novelista, dramaturgo, poeta, editor, el Dr. ===, te reprobó y te humilló frente a la clase y ya en privado se te insinuó diciéndote que //////// y yo no sé qué decirte. Nunca sé qué decirte. Nunca sé qué decir. Me confié y agoté mis mhm, así es, qué cosas. Pero el cajero nos pregunta que qué vamos a querer. Pides una hamburguesa con tal y tal ingrediente, como una decoradora de interiores entendiéndose con el vendedor de pinturas de Home Depot. Colores que se apellidan como objetos que tienen nada qué ver. ¿Baya? ¿Merlot? ¿Existe un ser humano que conozca el lugar donde estriba la diferencia entre rojo granate y rojo caoba? No puede ser, le digo al muchacho de las espinillas parado atrás de la caja. A pesar de la inundación y los saqueos, y de que media ciudad ya se fue al carajo, ustedes siguen aquí. Al pie del cañón, señor dice junto a un movimiento de hombros y cejas que se traduce como que no hay muchas opciones. Un paquete tres, con mucha cebolla. —Me dijo señor. —Señor. —¿Qué dices de las papas? —Digo que deberías dejar al pendejo de Octavio. —… —Estás aquí, conmigo, porque no tienes algo mejor qué hacer. —Ya habíamos hablado de esto, Luis. Un berrinche no es hablar. Un bloqueo en Whatsapp y no saber de ella por ocho meses no es hablar. El Estás aquí conmigo porque no tienes algo mejor qué hacer sigue zumbando en mi cabeza cuando empiezo con los aros de cebolla. El viento frío y el vaho de los comensales empañan las ventanas. Se nota que estás furiosa. En las televisiones aparece ese programa de concursos, y un conductor con aspecto criollo y camisa muy ajustada, nos muestra que está ayudando a una comunidad, a cruzar de un tejado a otro por puentes improvisados. Luego comercial de golosinas, otro del gobierno, otra noticia de la inundación y otro de unas pastillas naturistas. Sin que me diga una palabra, se para y camina rumbo a la salida. Salimos por la puerta de atrás a un estacionamiento inexplicablemente vacío, excepto por una cadena que se mueve con el agua que me dice que se robaron mi bicicleta. ¿Como te viniste?/ En camión. El mes ha estado gris, con las nubes saturadas de lluvia. Espera, es Octavio, dices llevándote tu celular al oído. ¿Ese pendejo?, digo y me empujas. Hola amor, ¿cómo estás? Yo estoy con Sussy y Karla, respondes dándome la espalda y tapándote el oído libre con un dedo. Nunca entenderé por qué siempre dirá que está con ellas. Quiero sugerirte un plan mejor pero ya no tengo ganas de ir a otro lado que no sea mi casa. En un reflejo de charco veo a esta quimera de Sussy y Karla que necesita armarse de valor. Sí, ajá, en serio, estoy aquí con ellas comiendo, te mandan saludos. Te digo que vayamos a mi casa. Estás aquí, conmigo, porque no tienes nada mejor qué hacer, suelto sin esperar gran cosa porque no formo parte del grupo de los optimistas ni mucho menos de los prudentes. ¿Qué? Ah, no es nada, hay más gente hablando al lado de mí, es todo. Tapas el micrófono del celular con tu mano. Echas un vistazo al estacionamiento vacío, me llevas al lugar donde tiran la basura y me empujas de espalda a un enorme contenedor. No estoy ocupada, cuéntame cómo estuvo tu día. Por cierto, voy a llegar más tarde, dices al teléfono mientras te hincas, desabrochas mi pantalón y yo cierro los ojos.


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La articulación de la música con la literatura se erige como un elemento imprescindible que ambienta los diferentes escenarios de la historia, enfatizando las acciones de cada personaje interviniente en cada suceso; esto permite articular diferentes mensajes encaminados a enriquecer la estructura del escrito, con el propósito de plasmar y revivir acontecimientos ancestrales o construir un mundo caracterizado por exponer hechos fantasiosos con una finalidad determinada en relación con el eje temático de la obra. Desde periodos antiguos se ha evidenciado la integración de la literatura con la música, registrándose en varias composiciones que exponen un acervo de significados y sensaciones, los cuales transmiten emociones, estados de ánimo, así como un pensamiento crítico, reflexivo o analítico ante una realidad narrada con matices originales que provocan experiencias inolvidables en los espectadores; por tanto, se colige una interdependencia entre ambos elementos artísticos, con el fin de recrear en el resto escenarios correctos derivados de la acciones presentes en la historia, sin prescindir de su finalidad en el público objetivo (López, 2013). Diversos escritores, en su producción mitológica, insertan la música como elemento complementario en la obra, en donde recrean las creencias populares o tradiciones orales de una época específica, procurando generar una gama de sensaciones en el lector que conduzca a involucrarse con la historia expuesta, sintiéndose identificado con algún personaje y/o escena plasmada, lo cual propicie a imaginar sucesos próximos a ocurrir que aseguran la comprensión del mensaje implícito. Por tanto, ambas artes se retroalimentan entre sí, fortaleciendo la producción literaria, pues otorgan una experiencia estética enriquecida en el receptor, evidenciándose por la presencia de diversas manifestaciones con valor educativo, emociones, desarrollo de imaginación, afectos, culturas, entre otros. En ese sentido, la música concede una serie de matices que exponen peculiaridades de cada personaje, es decir, aspectos subjetivos ante un determinado escenario; además, recrea las características de un espacio en particular acorde con la época expuesta en la historia; esto ocasiona en el lector ciertas sensaciones y expectativas. Cabe mencionar que, la música se colige como un arte presente en diversos géneros literarios que propicia de múltiples significados al escrito por medio de mensajes que conceden una gama de expresividad, otorgándole un mayor realce a la participación de cada personaje, asímismo, precisa la suscitación de escenas vitales en el desarrollo como desenlace de la obra, sin prescindir de relacionarse con la época, espacio, emoción y estado de ánimo que induce a la generación de interrogantes con posibles respuestas en los lectores. En países de Latinoamérica se destaca la producción literaria del escritor Alejo Carpentier, pues expone a la música como un pilar en el desarrollo de la obra “El reino de este mundo”, cuya articulación confiere armonía y ritmo al escrito, manifestándose un contexto relacionado con la cultura afro–cubana, lo cual expresa un acervo de ideas convergentes con lenguajes distintos. De esta manera, el arte musical se emplea en la transmisión de un legado ancestral acorde con el proceso evolutivo de la vivencia de los protagonistas, por tanto, facilita entablar comunicación con el resto de individuos involucrados, otorgando una singularidad a la obra que provoca experiencias de lectura peculiares (Bohórquez, 2016). En cada verso de la poesía se denota la articulación del arte musical por su composición caracterizada por acentos derivados de la rima, métrica, y ritmo asignado; escenario similar se


registra en los últimos periodos con predominio del verso libre, pues conforma un elemento crucial en el género lírico, que confiere tanto estética como armonía al escrito, ocasionando una experiencia completa en los demás. Por otro lado, la musicalidad conformó una pieza fundamental en la producción literaria de Rubén Darío, representante del Modernismo, cuyo movimiento se regía por defender la poesía estetizante, reivindicando diversos factores o técnicas intervinientes en la sonoridad de cada verso que conllevan a transferir determinado, captando la atención del lector (Nebot, 2011). De acuerdo con Guerrero & García (2010), la interrelación de la música, lenguaje y literatura propicia de un acervo de conocimiento acerca diferentes realidades que induzcan a los lectores a crear percepciones nuevas frente a algunos hechos, a fin de promover el desarrollo de la creatividad, auto expresión, originalidad en la producción de texto o narraciones, entre otros beneficios que encaminan a acrecentar el acervo cultural. En ese sentido, la música conforma un fenómeno con periodo de duración determinado, así como la literatura oral o teatral ejecutada en un lapso de tiempo, cuyo propósito ocasiona en el receptor conciencia reflexiva, siendo resultado de suscitarse un ambiente sonoro acorde con las emociones o sensaciones de los personajes que pretenden manifestar, incluso demostrar particularidades del paisaje, lugar de desarrollo de los hechos en relación con la época histórica, entre otros, proporcionando información que complementa el lenguaje literario, generándose centros de atención con la articulación de ambas artes que conducen a la creación de argumentos en el receptor de inicio hasta fin del escrito (López, 2013). Finalmente, la literatura converge como una fuente de inspiración en la creación de ambientes temáticos, personajes, estilos, formas de música, entre otros aspectos que enriquecen el bagaje cultural; por ello, emplea el arte musical para la recreación de contextos en concordancia con un aspecto histórico, cultural o social que corroboran en la evocación, expresión de emociones, desarrollo de discursos críticos, entre otros, pues se evidencia múltiples significados convincentes con notables matices novedosos que atraen su lectura en los usuarios en aras de conceder aportes a la cultura oriunda de una zona en específico o fortalecer habilidades creativas en el resto. La literatura contemporánea se enmarca con un arte integral que involucra el elemento musical urbano como un conector en la historia, articulando diferentes aspectos culturales que caracterizan una determinada zona en concordancia con el escenario presente en el periodo del desarrollo del trama, lo cual, permita manifestar un lenguaje estético enriquecido y dinámico que ocasione entretenimiento con fomento del cultivo de principios éticos con inserción de matices fantásticas, realistas o ficticias, cuyo aporte exponga con claridad la reivindicación de lo vigente, es decir el predominio de particularidades de las masas sociales, erigiéndose como una fuente de divulgación de industrias culturales. REFERENCIAS BIBLIOGRÁFICAS BOHÓRQUEZ, B. (2016). Música y literatura: un acercamiento de los jóvenes a la lectura desde un ambiente musical a partir de la novela ¡Que viva la música! de Andrés Caicedo. Bogotá D.C.: Universidad Distrital Francisco José de Caldas. Obtenido de: http://repository.udistrital.edu.co/bitstream/11349/3968/1/Boh%C3B3rquezMorenoBlancaYolanda2016.pdf GUERRERO, P., & García, A. (2010). Literatura y música. Un modelo didáctico de interpretación intertextual en educación secundaria. España: Universidad de Murcia. Obtenido de https://digitum.um.es/digitum/bitstream/10201/17581/1/EscobarMartinezMDolores.pdf LÓPEZ, E. (2013). Literatura y música. Brocar, 121 - 143. Obtenido de https://dialnet.unirioja.es › descarga › articul NEBOT, V. (2011). Sobre la musicalidad en Prosas profanas de Rubén Darío. Forúm de Recerca, 437 - 451. Obtenido de http://repositori.uji.es/xmlui/bitstream/handle/10234/77249/fr_2011_5_4.pdf?sequence=1


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é ¡Cuánto te equivocabas, Ramón, que México se escribe con una x que tiene algo de cruz de calvario! Méxxxico, si algo tiene esa triple condena es su pornográfica violencia, su lujuria visual, su público, cual cacique gordo, orondo de mañaneras, escándalo, corrupción feminicidio y telenovelas. Una cruz para tus mujeres, señal siniestra de carretera, para tus vírgenes, putas, mártires que con su sangre mantienen Ecatepec, Tenancingo, Juárez y las sed de las textileras. Sangres en la casa familiar, en el burdel clandestino, en los abortorios secretos donde un cirujano cristiano, al terminar, con su pañuelo celeste se limpia las manos. Cuerpos apilados en el archivero del procurador, en los apandos de Santa Marta, con la lenta esperanza del caracol. Otra cruz para tus niños: los que Duarte vacunó con su avaricia y que con su sonrisa cobarde, enseñando los colmillos, nos recuerda que esta nación caníbal se alimenta de sus hijos. Niños ahogados en el río Bravo o por el smog del periférico, niños golpeados, atropellados, los mismos niños que, aunque violados por las sotanas púrpura del Episcopado, no pueden ver dos gays besándose, porque eso, eso sí es pecado.


Y una última cruz por todo el pueblo crucificado, cristos morenos, cristos sin nombre, cruces en las aceras, de ceniza, polvo y barro, los que aparecen descabezados o en el cráneo un plomo sembrado por un kilo de coca o el coche recién pintado. Cristos envenenados, desplazados por las mineras canadienses, de Chenalhó hasta el Gabacho, por la falta de futuro a las fauces de Amerikkkka y su maníaco. Tus 43 cristos levantados o los otros 10000 sepultados, los que con sus cadáveres pudren los ríos y el futuro más cercano. Los que beben el fango seco de Texcoco a la espera de que eso o el plomo de Culiacán, Acapulco o Michoacán acabe de una vez con todo. Méxxxico, con tus tres cruces herido, saqueado, vulnerado, que por cada uno de tus muertos, por cada uno de tus ejecutados, dios, tu virgen, todo el panteón prehispánico, se congracien con tus sacrificios de tu tzompantli colapsado y nos traigan un poco de paz aunque, tal vez, no la merezcamos.


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Elías limpia el parachoques de su auto y arrastra el cuerpo mutilado por la puerta de la casa. Contempla el piso y comprueba que no lo manchó con sangre. —Estoy a su merced —dice. Michí lo ve con sus ojos verdes y se lambe los bigotes. Elías con su cabello pelirrojo, sus ojos negros y rostro infantil tiene la apariencia de un querubín. —Él es el único testigo de mi crimen — argumenta. La olla está en el fuego y el bigotón no lo escucha hablar. El agua hierve y el rostro de querubín vierte las verduras picadas. —Amor, ¿Tú sabes dónde está Michí? —lo interroga Paola su novia, ella trajo a casa al bigotón, pero Elías no confiaba en él. El pelirrojo le sirve un plato de caldo y mueve la cabeza negándolo. —Sé que tú hubieras hablado —murmura el hombre de ojos negros, mientras recoge las cosas de la cena. Su novia se ha marchado: no sin antes entregarle el frasco de pastillas, pero él no está loco. No lo necesita. Toma las osamentas y los ojos verdes que lo contemplan en las bolsas de basura. —¿Tú viste que no pude esquivarlo? ¡Salió de la nada! —le habla Elías a los restos en el contenedor de basura —¡Maldito venado! —. Por él tuvo que asesinar al gato de la casa: estaba a punto de entrar cuando la vio asomándose por la ventana. Rosa la vecina tendría un accidente. —Mañana prepararé pozole —dice chupándose los labios.


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I Desperté sin ser yo me convertí en otro en un sollozo fuera de lugar en el pantallazo azul de Windows y la baba de un anciano senil. Desperté con la resaca del mañana mis brazos son máquinas el pecho un motor oxidado que ha dejado de funcionar. II Moriré esta noche al igual que la pasada y la siguiente. Y las que faltan. Voy a cavar mi tumba bajo la cama a teñir de versos mis despojos Voy a formatearme sin respaldo; a venderme por piezas y en chatarra. Estaré enterrado al amanecer. III Ráspame un poco verás que fui re-etiquetado quedé obsoleto y fuera de stock. Me cubro la cara con precios nuevos. Sigo siendo la misma mercancía. IV Perdí uno de mis bytes cuando me enviaba por e-mail.

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I PoseĂ­do por los propios monstruos que has creado: tus ideas. Te atormentan.


II Inevitablemente, sin ningĂşn escape vives con ellas, te someten, te hieren, te buscan, vuelven una y otra vez.


III Has sido tan duro y a la vez tan dĂŠbil que las ideas reposan en ti, te controlan y vives con miedo de desmoronarte.


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Tranquilidad del recuerdo llega mientras se camina, me mima mientras desciendo esta sublime colina. Tan bello, tan pacífico, tan plausible armonía. cielo y clima tan rico para el preciso día… Nubes grises en el cielo, solo un rasguño de sol que brinda leve consuelo a un alma en descontrol. Majestuosos pastizales, llenos de verde tan vivaz dejando tonos tal cuales, alimentando a mi paz. Preciso aquel momento, preciso también el lugar hoy pensamientos enfrento sin poder parar ni cesar. En el acto, un hallazgo encontré entre dicha paz. pues, con placer aquí yazgo mirando verdad tan vivaz… Tranquilidad muy grata, Pues vivir ya te mata … Admirando el florecer de mis frágiles semillas, que conquistan por doquier colinas de otras villas. Así como adornando el campo que hoy invaden tendrán que ir marchitando pues ellas nada evaden… Mi amor en buen resguardo resguardado por mi amor, pues más que un buen gallardo consiguió un gran defensor… Tantas preocupaciones que poco a poco parten, sin darme agitaciones


y sin lograr que me harten. Ya con todo en su lugar logre reconocer el mío pues, después de tanto criar, el destino me sonrió… Pues es verdad muy grata, que vivir ya te mata… No solo con un gran placer he sido aquí laureado, mas bien hoy al parecer hasta aquí he llegado… Era una anhelación, un deseo imposible, pero fue en mi corazón una verdad tan plausible. Descendía y descendía a la par que mi emoción se aumentaba, crecía. Pues, es esta dulce noción un verdadero hallazgo. pero, casi al terminar me dije “hoy aquí yazgo”. O eso me gusta pensar. Hablando de pensar, pensé; “hoy un simple sueño será”, así mi anhelo sede; ahora a sueño volverá. Sueño que se vuelve real. Realmente lo entendí, a mi vida seré leal pues algo aquí comprendí… Encontrándome en el fin, el fin de esta colina, quise ser yo un Serafín que junto a Dios camina. Yo, al pie de la colina y los míos bajo el río que fluye y no arruina mi dulce pensar, pues sonrió. Fue, en tan delicado fluir tan real aclaración que me decidí a repetir aquella composición... Tranquilidad muy grata… pues, vivir ya te mata…


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Y aún no me explico por qué te suicidaste. Mamá dice que fue porque terminaste con Ramiro. Papá…papá no dice nada, apenas habla, se mantiene con la mirada perdida, como si estuviese viendo otro lugar o tiempo y sólo por momentos durante el día regresa a la realidad. No lo culpo. La realidad no es la misma sin ti, Keyla. Tal vez sea de familia. El abuelo Gelasio nos platicó en una ocasión que su primera hija, la tía Martina, se suicidó al cumplir los catorce. Según él, papá tenía sólo diez años cuando ocurrió. Quizá por eso nunca habla de ella. Me pregunto si con el tiempo yo también iré a olvidarte. Parece imposible en estos momentos. Aquí, de pie, bajo el marco de la puerta de tu habitación, miro tu cama bien tendida, otra señal de que ya no estás. Es la primera vez que la veo así, la encuentro enorme. Entró. La yema de mis dedos recorre la colcha morada, está fresca, la última vez que estuve sentado en esta cama fue la mañana de tu cumpleaños número dieciséis. —Abre el mío primero, es el más grande. La cama estaba llena de regalos. Los conté, eran ocho. Uno menos que el año anterior. Tal vez mamá tenga razón, tal vez fue por Ramiro. —Espero que no esté lleno de periódico —hace un año te había regalado un kit de lápices para dibujar, había comprado una caja de cincuenta centímetros cúbicos y la había rellenado de periódico. —Este es diferente —te aseguré. Tomaste mi regalo. Una caja dos veces más grande que la anterior, forrada de amarillo chillante y coronada con un moño rojo. Abriste la tapa y tu cara se iluminó. —¡Es Stitch! ¡Está enorme! El peluche de color azul, con ojos grandes y negros representaba a uno de tus personajes favoritos, medía un metro y su precio rondaba en los dos mil pesos. Había tenido la suerte de encontrarlo en una liquidación, tenía setenta por ciento de descuento. Por supuesto no fue lo que te dije. —Sí, bueno, lo mejor para mi hermanita. Me abrazaste. —Ya, ya, ya que me pegas tus gérmenes —si hubiera sabido que sería nuestro último abrazo no te hubiera soltado. Tomaste otro regalo de la cama, era una cajita pequeña y alargada. La mandaba Alondra. Supe que era un reloj desde antes de que lo abrieras. Los siguientes regalos fueron una bolsa, un par de


aretes de plata, un Funko Pop de Stitch, el libro Coraline, de Neil Gaiman y unos zapatos negros; los primeros cuatro eran obsequios de tus amigas, el último era de parte de mamá. —¿Te quedan bien? —Sí, perfectos —esa fue la última vez que le diste un beso a mamá. Estabas por abrir el regalo de papá cuando el timbre sonó. Bajé al recibidor y a través de la mirilla divisé a un hombre con uniforme de repartidor. —Paquete para Keyla Moctezuma. —Sí, aquí es. —Lo siento amigo, debe firmarme alguien mayor de edad. Llamé a mamá, pero decidieron bajar todos. —¿Quién lo envía? —preguntaste mientras mamá firmaba la orden de entrega. El hombre no respondió. Sólo cargó aquella caja, que era casi tan larga como él. Después se retiró sin agregar más. El obsequio tenía unas etiquetas en las que se leía la palabra “Frágil”. Por lo que te ayudé a recostarla. —¡Es un espejo! Una nota cayó al suelo mientras lo sacábamos. Para mi querida Keyla: Espero que con este espejo veas lo hermoso de la juventud. Con amor, el tío Salomón. En realidad era nuestro tío abuelo. Un hombre al que sólo habíamos visto un par de ocasiones. Rico, cascarrabias y viejo. Según papá, era veinte años mayor que nuestro abuelo Gelasio. El abuelo ya había fallecido y el tío Salomón seguía dándose la gran vida. En ocasiones nos enviaba postales de sus viajes, pero nunca regalos. Por eso a todos nos sorprendió el que ahora lo hiciera. —Papá, papá —tuve que llamarlo varias veces para reaccionara. —Eh…¿qué? —Dice Keyla que si ahora abrimos el tuyo. El regalo de papá fue el mejor. Un celular de última generación. Mamá ya ha registrado toda la casa y el móvil continúa perdido. Ahora que lo pienso, tampoco he visto el peluche que te regalé. Lo que sí está es el espejo. De forma ovalada, hecho de latón y con patas para que pueda sostenerse por sí mismo. Me miro en él. Traigo el mismo suéter azul que aquella noche. Está un poco manchado de sangre de la manga izquierda, quizá por eso no me deshice de él. Me acaricias el cabello con una mano mientras pones la otra en mi hombro. Yo acuno mi mejilla en tu mano y recuerdo. Volteó y te has ido.


—Álvaro —me llamaste. Había ido cinco veces a tu habitación. Atraído por tu voz que me nombraba incesante. Sólo ahora me he animado a entrar. Sé que estás muerta, pero no puedo ignorar mis sentidos. La primera vez que te escuche fue un día después de tu entierro. Era sábado. Tu voz me despertó. No fue hasta que estuve delante de la puerta de tu habitación cuando caí en cuenta que eso era imposible, que habías muerto. De todas formas abrí la puerta. No había nadie. —Álvaro —es tu voz nuevamente. Viene del espejo. Me acerco. Pego mi oreja en él. Siento unas garras que me jalan hacia adentro. El mundo es de dos colores. El firmamento oscuro, sin estrellas y el suelo de color azul acero. Frente a mí esta un demonio. O eso me parece. Su cara es roja con colmillos grandes y torcidos saliendo de la boca. Corre hacía mí. Me atraviesa. Lo veo salir del espejo. Quiero ir tras de él. Pero estoy encerrado. Golpeó el espejo con todas mis fuerzas pero no cede. El demonio luce como yo. Me mira por unos momentos, es idéntico a mi excepto por los ojos amarillos. Tú también tenías los ojos de ese color cuando fuiste a la cocina. Te habíamos organizado un convivio en casa, estabas charlando con una de tus amigas, (lo siento, siempre confundo sus nombres, la del lunar en la frente) cuando recibiste una llamada. Mamá dice que era Ramiro. Subiste a tu alcoba a contestar. Cuando regresaste noté el cambio en tus ojos. Te pregunté si estabas bien, pero me ignoraste. Fuiste directo a la cocina. Nos dimos cuenta veinte minutos después. Se nos hizo raro que no salieras. Al verte en el suelo con el charco de sangre a tu alrededor lo supe de inmediato. Mamá no lo procesó hasta que te tomé entre mis brazos. Te habías cortado el cuello de lado a lado. Aun siento que se me apretuja el corazón al recordar el grito de nuestra madre. Escucho pasos acercarse. Alguien está abriendo la puerta. Es papá. Trae un bate en la mano. Se para delante del espejo. Yo le hago señas, pero parece que no me puede ver. Está llorando. Toma vuelo y le da un batazo al espejo. Escuchó el sonido del cristal. El espejo comienza a romperse y con él el lugar que habitamos. Puedo verte de nuevo, junto a mí. Me tomas de la mano.


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“La voluptuosidad en efecto no puede ser definida como una categoría lógica. (…) la impotencia del lenguaje es irrisoria” Georges Bataille Tendrá que entenderse desde lo diferente, para alcanzar aspectos desconocidos tanto por quienes llevan a cabo el proyecto, por como quienes observan el proceso. Pero no para encerrarlo o esclerotizarlo sino para darle un avistamiento inaudito. El cuerpo del masoquista se pone en riesgo para que le sean atravesados magnitudes insospechadas y tanto más de novedosas. Todo ese sometimiento y anudamiento tiene una complejidad que va más allá del cuerpo organizado. Es un cuerpo inorgánico innovador erotizado por fluctuaciones imperceptibles. No es una enfermedad, un desviado, un pervertido en el sentido que el sistema cataloga con esas valoraciones. Será tanto eso, como un anormal insistente, buscador de regiones desconocidas en la geografía del corpus. Una arquitectura sicalíptica atravesada por ondas tanto de dolor como de deseo. El placer ha quedado rebasado y suprimido, para dar paso a lo eminente –e inmanente- de lo infinito. Este cuerpo zurcido a fuerza de construirse otra corporalidad es cierto que también contiene sus riesgos de aniquilación o exceso. Habrá que contener la conveniente prudencia con la que podamos actuar sin caer en la oquedad. Porque como comentamos no se trata de exterminar la subjetividad –el Yo-, sino la organización. Evanecer los estratos para diluirlos en beneficio de un flujo a-subjetivo. Claro, hasta dónde nuestras energías nos lo permitan. Tratar heroicamente de materializar el espíritu. “Vayamos todavía más lejos, todavía no hemos encontrado nuestro CsO, deshecho suficientemente nuestro yo. Sustituid la anamnesis por el olvido, la interpretación por la experimentación. Encontrad nuestro cuerpo sin órganos, sed capaces de hacerlo, es una cuestión de vida o de muerte, de juventud o de vejez, de tristeza o de alegría. Todo se juega a ese nivel”. (Deleuze, 2002, pág. 157). No es asunto de estantiguas, sino la funcionalidad de un genuino planteamiento. La gran revelación y distinción que hay con una interpretación de tipo sicológico o psiquiátrico; aquí es el proceso anti-psicoanalítico con un cuerpo in-animado. Un proceso emisor de pulsiones que deriven en horizontes inhóspitos a riesgo de engendrar auténticos choques reveladores. Lo que toda operación de diván intenta es descifrar a los supuestos espectros y convertir todo lo que venga del abismo del inconsciente en conjeturas familiares. Pero lo que habrá que erradicar son las subjetividades y significancias. Por ello falla el proceso de entendimiento, y de desplazamiento. Ya que es un nuevo movimiento. No es una atrofia, un vicio, sino una línea de vida extraña por ser desconocida pero extraordinariamente temeraria por las zonas que se están dispuestas a recorrer. En tanto más inconcebibles mejoran en su frondosidad. Hay dos ristras que son expuestas: lo que vaya a acontecer, y lo que está sucediendo. Tanto que son pliegues diferentes de lo que se quiere que emane del cuerpo masoquista, y lo que


se obtendrá de su procedimiento. Pero que son dos lados de la misma moneda. Una es la técnica que se apropia uno para la creación de un cuerpo en génesis; y el otro para hacer desplegar las intensidades que requiera la singularidad dispuesta a traslucirlas. La realidad hecha por el masoquista es un cuerpo sin órganos acoplado en condiciones particulares con la inquietud de que transiten por él tanto o más potencias de contrición no para que sean petrificadas en culpa, vergüenza o venganza; sino que tengan la osadía de circular para el desenvolvimiento y descubrir lo impensable: lo invivible. El filósofo Gilles Deleuze nos advierte que resulta embustero decir que el masoquista busca el dolor al igual que también inquiera el placer de forma degenerada. Se explora por un cuerpo des-organizado en el que pueda ser rebosado por el estertor, en eficacia de la naturaleza exclusiva con la que ha sido edificado este armazón apodíctico. Se construye una metrópoli repleta de suplicios, para el deambular de los cardúmenes. El prodigio de un masoquista en su propio imperio que él ha originado y segregado. “El masoquista busca un cuerpo sin órganos, pero de tal tipo que sólo podrá ser llenado, recorrido por el dolor, en virtud de las propias condiciones en que ha sido constituido. Los dolores son las poblaciones, las manadas, los modos del masoquista-rey en el desierto que él ha hecho nacer y crear”. (Deleuze, 2002, pág. 158). Un proyecto de ensayo de proporciones afiligranadas, porque lo que no se debe permitir del cuerpo inorgánico es el raquitismo, la desmesura, o el suicidio. Es cierto que existirán siempre esos riesgos, pero la cautela deberá estar siempre prorrogada. Está latente el peligro de una concavidad permanente. En cada incidente será variante lo que haga deslizar o bloquear al cuerpo sin órganos del masoquista. Un amarre, una cosida, un golpe, una patada, un rasguño, un miembro no lo suficientemente sujetado. Se tendrá siempre que hacer una revisión para saber qué sirve en el momento idóneo para su dichosa particularidad. El cuerpo antropomórfico empobrece los designios del masoquista. La corporalidad que busca es aquella que se encuentra repleta de grifos, aposentos, depósitos, receptáculos, y conductos. Una intencionalidad legitima para cada miembro. Un croquis siempre en original. El cuerpo sin órganos del masoquista no demanda ser un espectáculo, así como tampoco tiene que ver con traducciones de la sique; sino la misión es la transmigración de las fuerzas. Componente que se diluye en determinadas circunstancias para dar origen a lo no pensado. Aquí no es la asignación de lo negativo, nocivo o pernicioso. Más bien, es la averiguación de lo desconocido para poder encontrar una nueva piel, un nuevo pensamiento: un cosmos inédito. Una lascivia geográfica en pro de lo veraneante, y jamás atrapado en los estereotipos. Puede que existan otros medios –tal vez más virtuosos o menos arduos- e igual por descubrir. Pero lo que apelamos es lo que cada cuerpo requiera en su singularidad para hacer algo distinto. Algo (desconcertadamente) propio. Bibliografía. Deleuze Gilles & Guattari Felix, Mil Mesetas Capitalismo y Esquizofrenia, Ed. PRE-TEXTOS.



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pensarán que se trata de un asunto ridículo y sin importancia pero para mí es un menester de primordial atención alerta roja suenan las sirenas mis glóbulos blancos buscan al intruso mis órganos se resguardan en un caparazón pero es inútil ya ha invadido mi cuerpo a continuación, presento el siguiente listado de los síntomas: -tos había una vez un hombre que soltó palabras bonitas a mi oreja -fiebre en la noche solía buscarme para acunarlo con mi boca que resbalaba lento por el ombligo -dolores de cabeza silencio después de dormir -ojos rojos la fuga en un camión de las nueve

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BASTA digo, ya basta la culpa es de mis genes por heredarme unos ojos que no saben distinguir otros ojos la culpa es de quien yo quiera echarle la culpa pero lo que más deseo ahora es engrapar mis ojos para no bailar un vals en mi boda de 500 invitados.

no le temo a tus palabras porque atienden a mi silencio no le temo a la soledad porque recolecto sueños de invierno sueños que paren lunares en la sed de siempre desde aquellos años no he titubeado para abrir los ojos mostrarme desnudo para desplegar mis raíces mostrarme sin corazón en la cacería continua de mis huellas …………pues busco beber el agua que fluye en tu piel de hueso.


á Vuelvo a la ciudad de Maracaibo en la costa venezolana, esperando encontrarme con mis tías y mi madre, pero no con mis hermanos, pues sé que vendieron el apartamento familiar sin avisarme y se han ido todos a diversas partes del mundo, algunas del continente Africano y europeo, pero también ciudades más cercanas de Chile y Argentina, buscando una mejor vida para ellos y su familia. Paseando por esta ciudad siempre caliente como un horno, llamada por algunos la ciudad del sol amado, me consigo a Dayana, una vecina, compañera de juegos locos de adolescencia y confesiones calenturientas. Tenía tanto tiempo sin verla. Me cuenta que se quiere ir a vivir a Italia con su novio, el de nacionalidad europea gracias al abuelo, guerrero en la primera y la segunda guerra mundial. Allá podrá cumplir su sueño; llevar a su Mama a un concierto de Paul McCartney para que, cuando esta lo tenga bien cerca, a punto de firmarle su más reciente disco en vinil, sacar rápido un arma calibra 35 y pegarle un tiro entre las cejas para qué no pueda seguir torturando a la humanidad con su horrible música. Estoy en una gran fiesta organizada por acróbatas y payasos maracuchos del complejo cultural Huevo Circo. Viven acá arrumados en un terreno hasta hace poco baldío. Hacen fiestas en una carpa con los colores de lavandera venezolana, en la que venden alcohol. Tienen un enorme collage digital impreso sobre loneta con el que decoran el espacio, en el aparece el rostro alucinado de Juan Mendoza, el gran maestro de la pintura psicodelia zuliana y creador del maracuchismo del siglo XXI junto Bob Marley y Marilyn Monroe. Me dan dos bolsos grandes que me dejo con ellos mi hermano, antes de irse del país, uno está lleno de cascaras de Naranja y cambures, el otro tiene ropa vieja que no se pudo llevarse pues sabe con mi sueldo de artista no puedo comprar franelas nuevas y siempre ando todo remendado. Me voy de viaje, para aliviar la tensión de la metrópolis decadente, a la finca de la abuela de mi ex novio Bradeaux en un municipio aledaño llamado Cabimas, la doña tiene ya 105 años, pero me recuerda perfectamente. Le tomo una foto entre la vegetación, alimentando a las gallinetas de Guinea con maíz, temiendo como siempre que esta sea su última foto. Correteo a las aves de corral y las grabo a ver si con ellas logro armar un proyecto de reality show para youtube. Las entrevisto. Paso allí una semana, entierro las cascaras de naranja y de cambur para que sirvan de abono orgánico y me despido, regreso a Maracaibo cargado de legumbres, carne y huevos azules. Voy a la oficina abandonada de mi hermano, violar la cerradura, tratare de dormir. Es de noche. Hace demasiado frio. Cuando logro entrar en descubro que alguien ya duerme allí. Es como un cadáver que a duras penas respira, cubierto por una sabana de los pies a la cabeza en medio de la penumbra, sobre un gigantesco pentagrama dibujado con sangre, grabado a punta de cuchillazos en el suelo de madera, rodeado de velas a punto de provocar un incendio.


Busco un sitio menos mortuorio e inflamable en el cual vivir. Me encuentro en la calle a mi amiga Dayana, dejo al italiano. Ahora está acompañada por un chico 10 años más joven que ella, casi un adolecente, un poco tonto debido a las hormonas en éxtasis. Supongo que solo se la quiere coger y que ella provecha para sacarle dinero. Con él vamos a tomar sangría en el emporio comercial de su familia llamado Centro Petrucci. Entramos a una de sus famosas tiendas, en la que venden ropa para tallas gigantes. Recuerdo las publicidades en la televisión, personas muy regordetas comiendo y exhibiendo coquetos sus prendas de lujo frente a la cámara. Nos burlamos de los maniquíes enormes, les cambiamos las prendas a los masculinos por las de los femeninos y nos carcajeamos mientras fumamos porros. Hablo con mi mama por teléfono celular y mientras veo las blusas de mujer. Está preocupada por los noticieros, se anuncian tsunamis y revoluciones como hamburguesas a mitad de precio. Me dice que pase lo que pase recuerde quien soy, que no olvide los momentos familiares que pasamos juntos, las fiestas decembrinas, los cumpleaños. Me suplica que no pierda la razón, que no me drogue. Un padre y una hija en la tienda casi vacía se toman un selfie pretendiendo que son muy unidos y felices, el hombre es gordo y mayor, de pelo blanco, le cuesta respirar, tiene una expresión de miedo a la muerte en su rostro marchito.


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é A Eduardo Farías, familia y amigos del sur-sur

Cada mes tiene algún detalle que nos recuerda en qué mes del año estamos. Enero: la resaca de año nuevo, febrero y el aire tintado de rosado, marzo con las alergias primaverales, abril para los niños, como mayo es de la madre y el trabajo, junio para el padre, julio... bueno, casi todos, pero de todos, octubre se abre paso con su manto de otoño que cubre las tragedias humanas de América Latina, como el 2 de octubre (de 1968) en México y ahora podría inscribirse y escribirse sobre la memoria de la Espiral chilena. Hace 46 años, un mes antes, se instauraba el “Régimen Militar” donde se llevaría a cabo una dictadura que hasta hoy ha logrado mantenerse presente; herida que no sana o más bien manzana caída muy, pero muy, cerca del árbol. Al toque de piedra, nuevamente se encendió la sociedad Chilena en contra de las disposiciones políticas que continúan asfixiándola al milímetro para que en un acto de prestidigitación la presidencia de Piñera decretara estado de guerra, pero ¿contra quién? Misma pregunta que habría de haberse en Rusia y México, quizá en unos la guerra podría haber sido la manera justa de enfrentarse, pero cómo se le puede llamar guerra a quien solo tiene su cuerpo, piedras, carteles, palos y cacerolas. Llegado este punto, sabiendo todo lo visto hasta entonces de mano de las redes sociales, cabe replantear el juicio que se les da a las manifestaciones. Antes se podría considerar que solo eran una manera en que la gente molesta al resto de la gente, cuando en verdad


toda manifestación es un grito de auxilio y como tal, es necesario ponerle un poco más de atención a lo que exponen porque la realidad no es única e irrepetible para cada quién, es la misma solo que vista con distintos cristales. Debe caer el susurro y dar cuenta que los enemigos no son los otros, son los que dejaron ser parte de nosotros al momento de embriagarse con las mieles del poder, escalón que en ningún lugar les ha dado permiso de solo ver al resto por encima del hombro y a los que le conviene, hacerlo de frente; a estirar una sonrisa para las fotos de los encabezados bajo mensajes de que está logrando un cambio. Hace 61 años se iniciaba la carrera del internet. Hace 23 años se registró la conexión de 10 mil millones de computadoras a través del internet, Esto dicta que nos encontramos en la época donde es imperante hacer consciente que la ignorancia ya no forma parte de la mayor parte de la humanidad gracias a la tecnología, gracias a la conectividad y el libre tránsito de información, ahí, sin juzgar orígenes y formas, dispuesta a dar lo que cada quién decida buscar. Estamos en la época en que debe dejarse de lado el pecado de voltear la mirada porque, a pesar de que las luchas tengan nombres distintos, siempre existirá algún motivo que nos vincula: luchar por los hijos; por hermanos, padres, por la propia tierra que nos da el alimento de cada día. Cada código binario bien puede ser un casquillo o una camilla. México se ha manifestado y Chile se manifiesta, ninguno es distinto al resto de América Latina y viceversa, todos son parte del mismo espejo cuarteado, nublado con la sangre y el humo acumulado durante años de estar en pie de lucha, claro ejemplo de que no existe la opción de rendirse, sino que ese privilegio solo se restringe exclusivamente a


quienes han traicionado este espejo, rayándolo con uñas ennegrecidas de tanto que han quitado a su propia madre y hermana, por más ordenes que hayan (o no) seguido al pie de la letra. Desde hoy, debe alzarse el memorial de octubre que cubrirá América Latina con su manto de otoño, no a modo de sábana para cadáveres, sino capa que arropa el calor de héroes y heroínas cansados de caminar con los pies ampollados; golpeados por piedras, puños, patadas y macanas; afónicos de tanto grito; de ojos irritados por las especias humeantes; quemados, baleados, privados de lo que se supone corresponde ser propios por el derecho de ser humanos, a pesar de la letra chica con que se escribieron dichas premisas. En octubre Chile no está solo, tiene los ojos que están leyendo estas palabras, es lo menos que se puede ofrecer al sacrificio que ha otorgado Chile para evidenciar, nuevamente, cómo los traicioneros piensan en lo fácil que es olvidar lo pasado. En octubre y en todos los meses de cada año hay que recordar que ningún pueblo de América Latina está solo; las nubes, la tierra, dos océanos nos han mantenido unidos y ahora, con la brisa de los datos binarios, nos acercamos más, debemos tomarla para obtener fuerza en la vela y navegar hacia el mejor puerto posible. Los ojos del mundo ya no dejan de estar atentos a lo que sucede, realidad que ningún cristal ya no podrá transformar para cada persona.


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