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Richard Wagner, inmenso dramaturgo musical

Rodolfo Popoca Perches

Por mucho que se hable de Richard Wagner y se le reconozcan todas sus aportaciones a la música, creo que todavía, a 140 años de su muerte, no alcanzamos a dimensionar la importancia de su legado musical. Le reconocemos y disfrutamos inmensamente su obra y la importancia de la misma no se discute, en todo caso cabría la discusión de si realmente el mundo de la música ha asimilado todo lo que Wagner ha aportado al lenguaje musical.

El maestro murió el 13 de febrero de 1883 en Venecia a los 70 años de edad, o cerca de cumplirlos, y a diferencia de otros compositores de ópera, él mismo escribía sus libretos, por lo que resulta limitante decir que era un operista, más allá de eso, Wagner es un verdadero dramaturgo musical, escribía sus libretos con una idea clara y concreta de la música que pretendía hacer en cada una de sus óperas, y lejos de buscar una historia de amor convencional, él manejaba otro tipo de lenguaje en sus producciones operísticas. Fue a él a quien le debemos el concepto de la ópera como arte total, como una síntesis de todas las expresiones artísticas, poesía, artes visuales, artes escénicas, música por supuesto.

Las obras de Wagner, todos sus dramas musicales, específicamente los de su último período, nos ofrecen una impresionante textura contrapuntística, una inmensa riqueza cromática, una orquestación muy colorida, pero sobre

LA ESCENA todo el uso del leitmotiv, una de las principales aportaciones de Wagner al género, utilizado posteriormente en la música para cine, es decir, temas musicales asociados a personajes o caracteres específicos dentro del drama.

Al hablar de Richard Wagner, es obligada la mención de su monumental y fantástica, -usando la palabra fantástica en todas sus posibles acepciones-, tetralogía El anillo del nibelungo, que consiste en cuatro colosales dramas musicales, así prefería Wagner llamarles en lugar de óperas, basadas en la mitología germana, estas obras son: El oro del Rin (Das Rheingold, título original en alemán), La Valquiria (Die Walküre), Sigfrido (Seigfried) y El ocaso de los dioses (Götterdämmerung). Estos cuatro dramas musicales forman parte del llamado Canon de Bayreuth, es decir, las producciones operísticas de Wagner que han sido representadas en el Festival de Bayreuth cuya primera presentación fue en 1876 organizado por el propio compositor apoyado por el mecenazgo de Luis II de Baviera y teniendo como sede el Festìelhaus de Bayreuth, que más que ser un simple teatro destinado a presentar los dramas musicales de Wagner, es un verdadero santuario del arte total, y la asistencia al festival cada verano es considerada por los amantes de la música de Wagner como una suerte de peregrinación a este santuario de la música alemana, se trata de un teatro que el compositor mandó construir con- siderando las exigencias de sus producciones dramático musicales.

Y ya que hablamos del Canon de Bayreuth, este se compone de 10 obras, está la ya mencionada tetralogía El anillo del nibelungo cuya representación completa se realizó en el primer festival, como ya lo mencionamos líneas arriba, fue en 1876. Completan este decálogo Parsifal, que el propio Wagner gustaba de llamar Bühnen Weinfest Piel, es decir “obra festival para la consagración del escenario”. Más tarde Cósima, hija ilegítima de Liszt y esposa de Wagner introdujo otras óperas al Canon de Bayreuth como El holandés errante , Tännhauser, Lohengrin, Tristán e Isolda y Los maestros cantores de Núremberg, esto sucedió en 1886, cuando Cósima se hizo cargo del festival y cumplió así la voluntad de su marido.

Pero sin cuestionar la importancia de cada una de las óperas de este genio de la música, mención especial merece el drama de Tristán e Isolda, que para algunos musicólogos, específicamente estudiosos de la música de Wagner, representa el inicio de la música académica contemporánea. Esta obra, con música y libreto del mismo compositor fue con la que Wagner utiliza por primera vez el término Eine handlung, que interpretamos como drama musical. Tristán e Isolda, que está basada en el romance de Godofredo de Estrasburgo, es consecuencia de su relación romántica con Mathilde Wesendonck, pero también hay mucho en este drama de la filosofía de Arthur Schonephauer, uno de los más grandes pensadores alemanes del siglo XIX. El romance de Godofredo de Estrasburgo, que a su vez está inspirado en la leyenda medieval de Tristán que fascinó la creativa imaginación de Wagner y de muchos de los compositores del romanticismo, lo podemos considerar como la quinta esencia del romance del Medioevo. Para Wagner el drama de Tristán e Isolda es la plena y absoluta realización del amor. En una carta que escribe a su suegro Franz Liszt el 16 de diciembre de 1854, el compositor le expresa lo siguiente: “Nunca en mi vida había disfrutado de la verdadera felicidad del amor, erigirá un monumento a este, el más encantador de todos los sueños en el que, desde el principio hasta el final, el amor, por una vez, encontrará una total realización. He diseñado en mi mente un Tristán e Isolda , lo más simple, y aun así la concepción musical más llena de sangre que pueda imaginarse, y con la bandera negra que se agita al final yo me cubriré… para morir”. Wagner murió el 13 de febrero de 1883 en Venecia, Italia, su obra musical representa uno de los factores que más han enriquecido el inagotable horizonte de la música, insisto, todavía, casi siglo y medio después de su muerte seguimos sin dimensionar en todo lo que vale, toda la riqueza que aportó con su ilimitada imaginación y su insaciable búsqueda de diferentes formas de expresión musical.

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