Llamada de Medianoche | Abril 2022

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Actualidades 35 ENSEÑANZA

La magnitud de la misión de Pablo El representante especial: sobre la posición particular del apóstol Pablo. Parte 4. Hechos 11 da una vuelta de hoja en la historia de la salvación: “Ahora bien, los que habían sido esparcidos a causa de la persecución que hubo con motivo de Esteban, pasaron hasta Fenicia, Chipre y Antioquía, no hablando a nadie la palabra, sino solo a los judíos. Pero había entre ellos unos varones de Chipre y de Cirene, los cuales, cuando entraron en Antioquía, hablaron también a los griegos, anunciando el evangelio del Señor Jesús […]. Después fue Bernabé a Tarso para buscar a Saulo; y hallándole, le trajo a Antioquía. Y se congregaron allí todo un año con la iglesia, y enseñaron a mucha gente; y a los discípulos se les llamó cristianos por primera vez en Antioquía” (Hechos 11:1920, 25-26). Vemos aquí cómo el Espíritu Santo vuelve a centrar el verdadero consejo de Dios. Una vez nacida la Iglesia en Pentecostés, la cual Jesús había anunciado en Mateo 16:18, se incluyó tan solo al judaísmo, hasta Hechos 10. El Pentecostés había tenido lugar en suelo judío, dentro del marco judío y en una fiesta judía. No fue hasta que en Antioquía surgió el cristianismo tal y como lo conocemos hoy: una congregación de judíos y gentiles que constituyen el cuerpo de

Cristo y forman “…un solo y nuevo hombre” (Efesios 2:14-16). Así sucedió con la conversión de Cornelio, cuando se insertó oficialmente a las naciones gentiles, incorporándolas a la parte creyente de Israel (Efesios 2:14-16; 3:1 y ss.). Y como con esto surgió algo nuevo, recibieron como señal un nuevo “Pentecostés” (Hechos 10:44-47). Pedro era la persona clave para esto, tal cual le había prometido el Señor (Mateo 16:19). Podríamos decir, sin temor a equivocarnos, que la conversión de Saulo y la posterior conversión de Cornelio, dieron comienzo a la nueva era de la Iglesia como cuerpo de Cristo. El libro de Hechos tiene aquí un rol de transición. A partir de entonces se afirmaría siempre que “Ya no hay judío ni griego; no hay esclavo ni libre; no hay varón ni mujer; porque todos vosotros sois uno en Cristo Jesús” (Gá. 3:28).

El momento crucial en Antioquía Los cristianos de Judea, que habían sido dispersos por la persecución, evangelizaban únicamente a los judíos (Hechos 11:19). Cabe preguntarse la razón: ¿será que no habían oído hablar nunca de la

Gran Comisión de Jesús o que faltó orientación de parte de los apóstoles?, ¿sería importante para ellos la conversión de las naciones? En cualquier caso, seguían teniendo una orientación bastante judía. Sin embargo, algunos judíos que no eran de Judea, sino de Chipre y Cirene, hablaban a los griegos (gentiles) en Antioquía (v. 20). De esta forma, la ciudad se hizo un lugar en la historia de la salvación. Bernabé fue a Tarso para recoger a Saulo (v. 25-26), y no lo llevó a Jerusalén, sino a Antioquía– era algo novedoso: Dios quiso que esta ciudad, alejada de Jerusalén, fuera el nuevo centro misionero. Fue allí donde tuvo lugar la instrucción en la fe, donde los creyentes fueron llamados por primera vez cristianos. Antioquía era ahora la sede de la nueva misión; y fue precisamente en este punto de inflexión que estalló el cristianismo tal como lo conocemos en la actualidad. Fue también allí que comenzó el ministerio de Pablo como enviado especial a las naciones. Dios sacó a la luz el plan que había escondido desde los siglos en sí mismo (comp. Ef. 3:9). Pedro fue la persona clave y Pablo se convirtió en el mayordomo de este nuevo plan de salvación.


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