36 Actualidades La tercera carta desde el Cielo «Y escribe al ángel de la iglesia en Pérgamo: El que tiene la espada aguda de dos filos dice esto: Yo conozco tus obras, y dónde moras, donde está el trono de Satanás; pero retienes mi nombre, y no has negado mi fe, ni aun en los días en que Antipas mi testigo fiel fue muerto entre vosotros, donde mora Satanás. Pero tengo unas pocas cosas contra ti: que tienes ahí a los que retienen la doctrina de Balaam, que enseñaba a Balac a poner tropiezo ante los hijos de Israel, a comer de cosas sacrificadas a los ídolos, y a cometer fornicación. Y también tienes a los que retienen la doctrina de los nicolaítas, la que yo aborrezco. Por tanto, arrepiéntete; pues si no, vendré a ti pronto, y pelearé contra ellos con la espada de mi boca. El que tiene oído, oiga lo que el Espíritu dice a las iglesias. Al que venciere, daré a comer del maná escondido, y le daré una piedrecita blanca, y en la piedrecita escrito un nombre nuevo, el cual ninguno conoce sino aquel que lo recibe» (Ap. 2:12-17).
E
n su mensaje a la iglesia de Pérgamo, el Señor la alaba por retener Su Nombre: «pero retienes mi nombre» (v. 13). ¿Qué nombre? El nombre maravilloso que Dios nos ha dado para nuestra salvación: ¡el precioso nombre de Jesús! Esta iglesia, que se encontraba en el centro estratégico de satanás, no permitió que su mirada se oscureciera por la pompa pagana, por los deseos de la carne o los deseos de los ojos, aunque esto hubiera sido fácilmente posible, ya que las prácticas paganas como el culto a las serpientes y el culto al emperador eran sumamente populares entre toda la población de la ciudad.
SERIE
El misterio del progreso en la fe Una interpretación del último libro de la Biblia. Parte 23. Apocalipsis 2:13.
La palabra española «retener» es, en realidad, una traducción débil y pálida. Podríamos decir más bien que se trata de un aferrarse fuertemente al nombre de Jesús, o incluso un agarrarse de Él con toda la fuerza. En Pérgamo había
una lucha de vida o muerte, pues se les quería quitar a la fuerza a los creyentes lo que tenían. Siempre es esta la meta del enemigo: arrebatarnos lo que tenemos. Por eso leemos reiteradas veces en las cartas la advertencia: «pero lo que tenéis, retenedlo hasta que yo venga» (Ap. 2:25). O también: «He aquí, yo vengo pronto; retén lo que tienes, para que ninguno tome tu corona» (Ap. 3:11). Se trata de retener lo que es de valor eterno. En Pérgamo, se les exigía a los creyentes que soltaran el nombre de Jesús, porque satanás habitaba allí; el enemigo no soporta la confrontación con este Nombre, y esto nos coloca en una tremenda lucha. «Y todo aquel que invocare el nombre del Señor, será salvo», dice la Escritura en Hechos 2:21. Tan pronto como se pronuncia el nombre de Jesús con fe, la oscuridad diabólica es quebrada. Al que se aferra a este Nombre, que se agarra fuertemente de Él, nada le puede dañar. Será vencedor y po-
drá decir: «Todo lo puedo en Cristo que me fortalece» (Fil. 4:13). –¡Oh, que usáramos mucho más el nombre de Jesús! A Antipas, la lucha le costó la vida. El mismo Señor Jesucristo lo dice: «…en los días en que Antipas mi testigo fiel fue muerto entre vosotros» (v. 13). Nosotros todavía no experimentamos ataques satánicos tan masivos. El enemigo actúa todavía de manera más civilizada y sus métodos son sutiles, pero su objetivo es siempre el mismo. Quiere que neguemos el nombre de Jesús en nuestra vida diaria, imponiéndonos a nosotros mismos, siendo egoístas, envidiosos y calumniadores. Quiere que guardemos silencio cuando deberíamos hablar, que sigamos el ejemplo de Pedro cuando dijo: «No conozco a este hombre de quien habláis» (Mr. 14:71). A continuación, el Señor sigue elogiando a su iglesia en Pérgamo. Él nunca se olvida de nada. Le dice: «…no has negado mi fe» (Ap. 2:13). Esto es muy importante. Existen dos tipos de fe. Jesús dice: «El que cree en el Hijo tiene vida eterna» (Jn 3:36). Este es el primer paso: la fe en Jesucristo como Salvador perso-