Mensaje Bíblico 25
BIBLIA
ISRAEL UN PUEBLO
MUY ESPECIAL PARTE 14 EL TIEMPO DE
LOS JUECES
Thomas Lieth Después de la muerte de su líder Josué, quien había conducido al pueblo a la Tierra Prometida, y con el territorio ya repartido entre las tribus, Israel volvió a hundirse en el caos y la violencia. Sus tribus no buscaban la unidad y obedecían solo en parte las ordenanzas de Dios. Aunque en un principio obtenían grandes éxitos, comenzaron de repente a acumularse las derrotas. Los israelitas dejaron de obedecer a Dios y les sobrevino miedo. Además de esto, se mezclaron con los pueblos cananeos, por lo que Dios les quitó su bendición. El ángel de Jehová subió de Gilgal a Boquim, y dijo: yo os saqué de Egipto, y os introduje en la tierra de la cual había jurado a vuestros padres diciendo: no invalidaré jamás mi pacto con vosotros, con tal que vosotros no hagáis pacto con los moradores de esta tierra, cuyos altares habéis de
derribar; mas vosotros no habéis atendido a mi voz. ¿Por qué habéis hecho esto? Por tanto, yo también digo: no los echaré de delante de vosotros, sino que serán azotes para vuestros costados, y sus dioses os serán tropezadero. Jue. 2:1-3 (compárese con Éxodo 34:10 y ss.; Levítico 18:24 y ss.; Deuteronomio 9:1 y ss.). El pueblo violó las órdenes de Dios. En lugar de expulsar a sus enemigos de la tierra, pactó y convino con ellos. Sabemos muy bien cuál fue el resultado de esta decisión: estos pueblos se convirtieron en «azotes para los costados de Israel». En aquel tiempo, se repetía una y otra vez el mismo ciclo: Israel era infiel a su Dios, a consecuencia de esto, sus enemigos prevalecían sobre él y lo oprimían, poniéndolo en servidumbre y causándole grandes males. Cuando ya no se veía la salida, el pueblo se acordaba de Dios y comenzaba a clamar y a implorar su ayuda. Entonces Dios enviaba a libertadores
preparados y capacitados por él: los jueces –como lo fueron, por ejemplo, Débora o Gedeón–. A través de ellos, Dios liberó al pueblo de las manos de sus enemigos. Bajo el liderazgo del juez, la nación alcanzaba de nuevo la paz, hasta que volvía a repetirse el ciclo. Tan pronto como el pueblo comenzaba a andar bien, se apartaba nuevamente de su Dios y los problemas regresaban. Fue una época caótica, de anarquía total, en la cual cada uno hacía lo que bien le parecía. No había mucha solidaridad entre las tribus, y se veían continuamente atacadas y acosadas por numerosos enemigos –los mismos que en desobediencia a Dios no habían expulsado de la tierra–. Sin embargo, durante todo el período de los jueces, en el que reinaba el caos nacional, Dios escribía la historia de la humanidad conforme a Su plan de salvación. Me imagino a Satanás riendo y celebrando cada victoria atribuida por las contiendas y discordias de las doce tribus. Debe haberse