29 EVANGELIO
Comunión ininterrumpida con Dios Cuando el Hijo de Dios se hizo hombre y el mundo tuvo su primera «navidad», Él abrió el camino a una comunión perfecta con Dios para todos los que creerían en Él– una mirada al Evangelio desde el punto de vista celestial. La primera carta de Juan, capítulo 1, versículo 3, describe nuestra salvación como comunión con Dios: «Lo que hemos visto y oído, eso os anunciamos, para que también vosotros tengáis comunión con nosotros; y nuestra comunión verdaderamente es con el Padre, y con su Hijo Jesucristo». Cuando aceptamos a Cristo como Salvador, entramos en una comunión espiritual estrecha con Dios a través de nuestra relación con Él. La vida de Dios se convierte en la nuestra. Su voluntad se convierte en nuestra voluntad, y Sus objetivos en los nuestros. Aún cuando el pecado estorba nuestra vida
con Cristo en la Tierra, la parte más profunda de nuestra alma despertada a una vida nueva está conectada con el Cristo resucitado a través del Espíritu Santo que mora en nosotros, y de este modo tenemos comunión intensa con el Dios vivo. Dicho de otra manera, la salvación nos lleva a la comunión con cada persona de la Trinidad. Podemos hablar con Yahvé–somos aceptados como hijos Suyos (Rom. 8:15). Oramos a Él como Padre amado nuestro, «¡Abba!», como a Pablo le gusta expresarlo. Lo escuchamos hablarnos en Su Palabra. Viene a nuestra vida pro-
Cuando aceptamos a Cristo como Salvador, entramos en una comunión espiritual estrecha con Dios a través de nuestra relación con Él. veyendo lo que necesitamos para revelarse a nosotros. Disfrutamos de una verdadera comunión espiritual con el Dios eterno. Aún así, desde el punto de vista terrenal, esta comunión parece ser incompleta; está encubierta de nuestra