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Sin mirar al cielo
from LNC Cofrade nº 76
by LNCleon
Xuas S Gonz Lez
Este año no estuvimos pendientes del cielo. La última Semana Santa en la que la meteorología había respetado todas las procesiones en la capital leonesa había sido la de 2017 y, en esta ocasión, el tiempo volvió a acompañar. Y eso, desde luego, contribuyó a que la gente –tanto vecinos como turistas– se echaran a la calle para ver los distintos cortejos que contaron, a su vez, con una alta participación de hermanos en este 2023 en el que las cofradías, en general, han incrementado considerablemente sus listados.
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Unas de las principales novedades ha sido la celebración del Encuentro en la mañana del Viernes Santo. Tras el cambio integral llevado a cabo el año pasado –solo con San Juan y la Dolorosa, mientras la procesión seguía su curso–, recuperaba este, grosso modo, la puesta en escena que conocíamos desde la década de 1990. Con la presencia de los trece pasos en la Plaza Mayor, sí, pero sin que estos ocuparan prácticamente todo el perímetro –que era lo acostumbrado–, y con el Nazareno –y la agrupación musical de Jesús–, junto al resto de pasos, por detrás de las sillas dispuestas por la cofradía para el público.
Por lo que respecta al patrimonio, las incorporaciones más relevantes han sido la imagen de un romano –tras la cruz, dispuesto a colocar el ‘titulus’–, obra de Fernando Aguado, en el paso de la Primera Palabra; el manto que la Virgen del Gran Poder ha estrenado el Domingo de Ramos, en el que el grupo de bordado de la cofradía –que dirige Melchor Gutiérrez San Martin– llevaba trabajando desde 2017; y la túnica del Nazareno de la Cofradía de la Bienaventuranza, confeccionada por el taller de bordado Hermanos Labanda Urbano.
Cabe a su vez destacar que, en el Santo Entierro, fue recuperado el Sermón de la Soledad –que pronunció el obispo, Luis Ángel de las Heras, cmf– y el paso del Cristo del Desenclavo fue acompañado por un ‘piquete de tambores’ de la banda de la Soledad. También en lo musical, esta ha sido la primera Semana Santa en la que la agrupación de Angustias ha contado con mujeres entre sus intérpretes, tras la disolución hace unos meses de la banda –femenina– de cornetas y tambores de la penitencial.
Es también reseñable que el lugar de salida y de llegada de María del Dulce Nombre no ha sido el patio de los Franciscanos, sino una carpa instalada en las inmediaciones, en la plaza de Donantes de Sangre.
Firma invitada ¿Merece la pena?
MONTSERRAT DÍEZ DE LLANOS
Maestre Honoraria de la Cofradía del Santo Sepulcro – Esperanza de la Vida
Quién me iba a decir a mí, que de cría lloraba cuando un papón me iba a dar la mano, que iba a terminar formando parte de una junta de gobierno... Durante los 27 años que llevo en mi cofradía, la del Santo Sepulcro–Esperanza de la Vida, he entrado y salido de la junta de gobierno en varias etapas, ocupando diversos cargos, lo que me ha permitido conocer la cofradía desde dentro, observando diferentes cosas.
Los miembros de las juntas somos hermanos que decidimos asumir una responsabilidad para trabajar por las cofradías, pero nada más. Me sorprende que algunos se consideran más que nadie, y que hay miembros que no dan un palo al agua en todo el año pero, eso sí, llegan puntuales el día de la procesión, con la vara en la mano.
También me resulta increíble ver a hermanos que van a las asambleas a criticar; pero no con críticas constructivas, siempre bien recibidas, sino a sacarle punta a todo lo que ha hecho la junta de gobierno, a veces movidos por rencillas personales. Además, muchos de estos críticos
Una usan demasiado el determinante posesivo de primera persona, así puedes oír: «mi Cristo», «mi Virgen», «mi banda» o «mi agrupación»...; pero qué pocos dicen «mi obligación»… ¡A cuántos he visto el día de la procesión, de calle, colocados para verla pasar!
Sin embargo, estar en una junta de gobierno te permite conocer en profundidad los entresijos de la cofradía y saber por qué se hacen las cosas de una manera concreta; adquieres muchos conocimientos eclesiásticos, de protocolo, de organización...; conoces a mucha gente amante de la Semana Santa y, con el tiempo, algunos se convierten en amigos para toda la vida; se establecen sinergias con otras cofradías o hermandades, de las que también aprendes mucho; participas en congresos, encuentros, salidas extraordinarias y un largo etcétera.
En resumen, y a pesar de todos los disgustos y sinsabores, creo que sí merece la pena formar parte de una junta de gobierno y aportar tu pequeño granito de arena, para engrandecer la cofradía.