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ara los que no me conozcáis, soy un biólogo valenciano que tiene la suerte de dedicarse a la conservación de la naturaleza y la biodiversidad ayudando con la gestión de la Fundación Victoria Laporta Carbonell. Siempre he alucinado con las fotografías de naturaleza que encontraba en prensa y revistas especializadas, y me preguntaba cómo se conseguía captar esos momentos, esos paisajes idílicos o esas especies tan complicadas y en unas condiciones tan especiales como lo hacéis muchos de vosotros. Hace unos años conocí a Alfonso Lario y, poco después, me presentó al que entonces era el «presi», José Benito Ruiz, cuyos
trabajos y filosofía me impactaron. Con el asesoramiento de ambos, empezamos a montar unos hides para fotografía y a mostrar lo que cuidábamos cada día en la reserva de Buixcarró. Me invitaron a asistir al congreso de Noja en 2014, y creo que fue allí, al ver el ambiente en la Asociación; al conocer a compañeros fotógrafos y su trabajo; al escuchar ponencias como las de Uge Fuertes y Pedro Javier Pascual, Antonio Liébana, João Cosme, la fuerza del proyecto Made in China de Britta Jaschinski o el tesón con las grullas de Klaus Nigge —por nombrar algunas intervenciones que permanecen vívidas en mi memoria—, cuando decidí leer,
estudiar, practicar e intentar aprender sobre fotografía. Desde entonces, solo he faltado a un congreso —por un accidente— y espero cada año, con muchas ganas, que llegue el momento de reencontrarme con los compañeros, las charlas, las expos, la Iris y, sobre todo, el fantástico ambiente. Además, ahora intento colaborar más o menos activamente desde la Comisión de Sostenibilidad. Como sabéis, este año es especial, y quiero contaros los dos motivos que han hecho que me decida a escribir este breve artículo. En primer lugar, he sido de los pocos afortunados que han
Nustera distigma, precioso coleóptero trabajando, polinizando una flor de la curiosa planta Thapsia villosa.
podido salir de casa casi a diario y pisar nuestros montes y bosques; no había mucha más opción, ya que gestiono una finca forestal en la cual la COVID-19 ni frenó el ritmo de los ecosistemas ni, por lo tanto, nos permitió quedarnos en casa y olvidar nuestros proyectos de ayuda a la biodiversidad (contando, además, con que en 650 hectáreas de monte solo podía encontrarme con la fauna y la flora de la Sierra de Mariola, sin riesgo de contagiar o ser contagiado por nadie). Creo que vale la pena compartir algunas de las reflexiones y sentimientos que esta maravillosa primavera de 2020 me generó a través del visor de la cámara. En segundo lugar, la Fundación, pero con el apoyo de muchos amigos fotógrafos y de la Fundación Asisa, está acabando de editar un bonito y coral libro (con 62 autores), que se titula Mariola en imágenes. Cuando recopilábamos fotos de este maravilloso enclave (conocido por su diversidad botánica y el tradicional uso de las plantas por los seres humanos), nos dimos cuenta de que había pocas imágenes de su flora y de los diversos insectos que la acompañan (salvo las preciosas y llamativas orquídeas y mariposas), por lo que hemos intentado compensarlo como parte del proyecto, y de ahí vienen las fotos que ilustran este artículo. Lo primero que quiero compartir con vosotros es la extraña sensación que he tenido al «subir» al monte a diario, sin cruzarme con otros vehículos, ciclistas, senderistas o runners, y no solo por la soledad o tranquilidad que esta situación me transmitía, sino también por lo atípico
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REFLEXIONES DE LA PRIMAVERA 2020
Bombus pascuorum, un himenóptero del género de los abejorros, polinizando una flor de la importante y conocida alfalfa (Medicago sativa).
del comportamiento de muchos animales: un cárabo posado en un quitamiedos de la carretera ya bien amanecido el día; un zorro corriendo a mi lado con un ratón en la boca; dos cernícalos copulando sobre un poste de la luz, o jabalíes, ciervos y muflones en campos de cultivo pegados a zonas habitualmente transitadas; y en pleno día, en definitiva, la naturaleza ha tenido un respiro importante con nuestra obligada ausencia. No hace falta decir que no me alegro de esta pandemia y sus catastróficas consecuencias: la gente que se nos ha ido
(y en algunos casos se nos han ido solos, sin poder despedirse), las importantes consecuencias económicas que esta crisis lleva asociadas y cómo nos ha afectado psicológicamente a muchos la impotencia, la incertidumbre (sin olvidar el miedo y el estrés que han padecido nuestros niños) y el cambio en nuestras costumbres y modo de vida. Pero estoy convencido, y esto es una opinión personal, de dos cosas: • Esto es un aviso más que nuestro agotado planeta nos envía a todos. Tanto el cambio climático como la pérdida 33