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REGRESO A CITERA
En 1717, Watteau pintó su obra maestra, Pèlerinage à l’île de Cythère, con tal éxito que dio lugar al género de las fêtes galantes. Hoy, la seducción se ha convertido en una obsesión, presente en los estrenos más esperados de la temporada, pero también en una amistad muy peligrosa: el último tabú.
Jumpsuit de algodón, ALVARO CALAFAT.
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EN PÁGINA OPUESTA — Saco y pantalón de lino, DIOR.
Camisa de poliamida, MISSONI. Collar de metal, TWOJEYS.
PÁGINA OPUESTA — Camiseta de algodón, BRUNELLO CUCINELLI. Pantalón de
algodón, LOEWE.
En Los últimos libertinos, Benedetta Craveri recoge un puñado de vidas que para esta escritora ejemplifican a la perfección un art de vivre que marcó un antes y un después. Con ellos, murió un mundo, el Ancien Régime, y nació otro del que somos herederos en todos los sentidos: en nuestro modo de entender la justicia, la ciudadanía y, cómo no, también la sexualidad. Como atestiguan numerosos testimonios de la época, tanto en el terreno de la ficción (Les liasons dangereuses y todo el marqués de Sade) como de la no ficción (Giacomo Casanova), mientras para ellos la seducción no era más que un excitante pasatiempo, para ellas suponía una condena prácticamente segura. Tres siglos después, aunque parece que las reglas han cambiado, en esencia siguen siendo muy similares a las de la eclosión del género galante surgido a raíz del éxito de Peregrinación a la isla de Citera, de Jean-Antoine Watteau. Este óleo, que ilustra el viaje que emprende un grupo de bienaventurados a la isla donde reside el amor, sentó las bases, desde la escenografía hasta el pantone, de lo que la cultura occidental ha entendido como el género romántico. Puede que el amor sea un juego, pero no se puede tomar a broma; al contrario, sus leyes son tan férreas que han resistido el embate de la revolución sexual que trajo el feminismo en el pasado siglo o el movimiento #MeToo en este. Un vistazo a los estrenos más esperados del año nos confirma que, en materia sentimental, el juego de la seducción apenas ha variado desde 1717. Desde And Just Like That, nueva entrega de Sex and the City, pasando por las últimas temporadas de Los Bridgerton y Élite, en la ficción televisiva; por West Side Story, de Steven Spielberg, remake de un musical que fue un éxito en los años 60 del pasado siglo —basado a su vez en otro clásico, Romeo y Julieta, de Shakespeare; todos sabemos cómo acaba, ¿no?— en el cine; o por uno de los libros más esperados del año, Violeta, última novela de Isabel Allende, quien analiza cómo ha evolucionado el juego de la seducción en los últimos cien años, desde los tiempos de la gripe española en los años 20 del pasado siglo hasta los del covid-19, nos encontramos con un planteamiento muy similar: el amor como una fuerza de la naturaleza capaz de resistir cualquier obstáculo, ya sea la infidelidad, la incompatibilidad de caracteres, la enfermedad o la discriminación social. No hay Happy End más efectivo que un «Sí, quiero», a pesar de que el seductor haya demostrado, como en Sex and the City, ser un perfecto botarate. Es más, la figura del seductor, según los cánones del género, apenas resiste un análisis mínimamente favorable si se aplica la ley stricto sensu. Gran parte de lo que nuestros abuelos consideraban como parte del cortejo en la actualidad es condenado como un forma de acoso legalmente punible. No se trata, pues, de que las reglas del juego hayan cambiado, lo que ha cambiado ha sido el planteamiento de un juego basado en una trampa, el desequilibrio sexual. Paradójicamente, el diálogo entre los géneros ha variado tanto que hoy es la masculinidad la que busca una habitación propia, como clamaba Virginia Woolf hace cien años para el sexo femenino. ¿Por qué? Porque, en algún momento, la seducción pasó de ser una lúdica estrategia a una guerra encarnizada que sólo podía resolverse, como señala la marquesa de Merteuil en Las amistades peligrosas, mediante un principio básico: vencer o morir. Si Watteau tuviese que pintar la réplica contemporánea de su obra maestra, serían ellas las que llevasen la barca a la isla de Citera y ellos quienes se enfrentarían al juego de la seducción con todas las cartas marcadas para perder. Lo que, en términos románticos, es como ganar… o casi.
Camiseta de algodón, SAINT LAURENT. Pantalón corto de lana, VICTOR VON SCHWARZ.
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