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Camisa de algodón, PRADA. Pantalón de poliéster, J. W. ANDERSON. Lentes de acetato, BOSS. Reloj Royal Oak Jumbo Extraplano en platino con esfera verde ahumado, AUDEMARS PIGUET.

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AL DO OUTSIDER (O NO)Fotografía: RAFA GALLAR Por: JAVIER QUESADA Chaparro es mucho más que un artista. Pero su concepto del arte no tiene nada que ver con una torre de marfil, sino todo lo contrario: «Quiero que la mayor cantidad de gente se sienta bienvenida conociendo mi trabajo, no excluyéndolo». Para él ha sido el mejor modo de amar y ser amado.

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Suéter de lana, MISSONI. Camiseta de algodón, SAINT LAURENT. Pantalón de algodón, MISSONI. Lentes de acetato, POLAROID.

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«Al final, aunque muchas veces lo ocultamos, queremos ayudar, queremos que nos reconozcan, queremos que nos quieran… Queremos querer. El arte ha sido mi gran herramienta. Todos los días agradezco las cosas maravillosas que me ha dado a mí y mi familia»

El mundo del arte —el mundo, en general— se debate entre dos modelos: el que sigue planteándose al artista como una especie de ser ensimismado, obsesionado consigo mismo y su papel en la sociedad (siglo xix); y el modelo contrario, una especie de empresario artístico tipo Warhol, rodeado por la corte pretoriana de su Factory, generando dinero como metáfora del arte (siglo xx). Aldo Chaparro (Lima, Perú, 1965), artista mexicano de adopción, vocación y corazón, prefiere ser un artista del siglo xxi (y hasta del xxii). «Yo he logrado equilibrarme un poco a la inversa de lo que, en teoría, es esa visión romántica del artista que trabaja en casa y deja la parte administrativa y financiera a la galería», explica. «A mí todo eso del artista que es un loco, que no hace Relaciones Públicas y no toca el dinero… Es que a mí esa parte, que considero muy importante de ser artista, me gusta y la disfruto. Además, ahora tenemos el regalo de las redes sociales, que han venido a otorgar a los artistas una independencia maravillosa… Por supuesto, hay artistas que todavía funcionan con ese esquema que yo considero un poco del pasado, pero no he llegado a la situación que vivo ahora recluyéndome», añade. Su situación es, desde luego, privilegiada. Fotografiamos a Aldo en su estudio de Madrid, donde estaba poco antes de recalar en Venecia, para asistir a una exposición organizada por la galería parisina 193 simultáneamente con la Bienal. Aunque tenía agenda muy apretada, nos hizo un hueco y logramos fotografiar una portada por la que yo suspiraba desde que regresé a L’Officiel para dirigirla, hace ya dos años y medio. Gracias, Aldo, por hacer que tanto el arte como la vida —si es que en tu caso hay alguna diferencia— sean mucho más fáciles para todos. Y, por supuesto, también para su equipo, compuesto hoy por 19 personas, que trabajan en los estudios de Lima, Ciudad de México, Madrid, Los Ángeles, Monterrey y Valle de Bravo. Ellos son su familia; «mi equipo es mi pequeña utopía», como él mismo admite. «Algo que realmente me hubiera gustado estudiar es Recursos Humanos. Gracias a que mucho de mi trabajo lo administro yo en diferentes ciudades, tengo la oportunidad de administrar el dinero que normalmente se llevaría la galería con mis propias reglas: por ejemplo, antes de la pandemia teníamos un chef en el estudio que nos cocinaba a todos. Cuando uno de los muchachos se encarga de un proyecto, desde hablar con un cliente, decidir qué piezas le muestra y supervisar la producción de esa pieza hasta que, finalmente, el cliente la tiene en su casa; por todo ese trabajo, recibe el 10%. A veces, tengo que dar el 50% a la galería, el 10% a mi asistente y a mí me queda el 40%. Normalmente, un artista no hace eso y no importa lo que haga, siempre que a él le quede el otro 50% libre. Pero a mí eso no me interesa, lo que quiero es que todos en el estudio tengan oportunidad de crecer», explica. «Vigilo que cada una de esas 19 personas me usen a mí como plataforma, de modo que su carrera como artistas se expanda a través mío». Incluso el propio horario del estudio está diseñado para que puedan crecer profesional y personalmente. «Entramos a las 12 del día, de modo que si se levantan temprano pueden tener cinco o seis horas para ir al gimnasio, trabajar y hacer su vida». Pero el éxito es un arma de doble filo, especialmente el mundo del arte —también de la moda—, donde los egos y las envidias van de la mano. «Si al hecho de que mis ventas sean buenas, se añade que soy una especie de outsider dentro del sistema, el resultado es que hay gente que eso no le gusta. Sigue habiendo algunos curadores, museos, etc. que necesitan que todo pase a través del sistema tradicional», señala. Cuando en el 91 vino a México, no se imaginaba que este iba a ser un viaje al éxito. «Algunas piezas han tenido una gran repercusión y son la punta del rompehielos para, una vez que estoy dentro, trabajar mis otras piezas y otros formatos: los tótems, obras en mármol, textiles, Super 8…»

EN PÁGINA OPUESTA — Chamarra de poliamida, camisa de seda y pantalón de algodón con poliamida, DIOR. Zapatos de piel de ante, MANOLO BLAHNIK.

Reloj Royal Oak Jumbo Extraplano en acero con esfera azul «Bleu Nuit», AUDEMARS PIGUET

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Camisa de seda, sandalias de elastano y poliamida, FENDI. Pantalón de algodón, JACQUEMUS. Lentes de acetato, PALOMO SPAIN X MULTIÓPTICAS.

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EN PÁGINA OPUESTA — Abrigo y pantalón de lino, JIL SANDER. Reloj Royal Oak Jumbo Extraplano en platino con esfera verde ahumado, AUDEMARS PIGUET.

Reloj Royal Oak Jumbo Extraplano en acero con esfera azul «Bleu Nuit», AUDEMARS PIGUET.

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Editor de moda DANIEL ZEPEDA Estilismo CATERINA OSPINA MODEGrooming FERNANDO TORRENT Asistente de estilismo LARA ONTIVEROS Asistente de fotografía GERMÁN ARBOS

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