Howard Carter El enorme impacto mediático de la tumba de Tutankhamón
le conviftió en elarqueólogo más famoso de todos los tiempos,
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cle (plc ibri r finenciar la brisclLrctla de lrr tunrba cle uu filrróu clcl cLral srilo cortot i:r cl n{rntl)tc. iltenti,,rt:ltlo crl tlit ctrrt. irt'cripcir'ncs. (lrrrter tuvo suerte. F,l ie nlllre tlc c.c r.tirt' clcscnrpollrlra los escrrloncs clue conducían ir Llna tunrb¡. t-nos clías n.rírs tar-
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clc contcmpllblr cl l-nilvor clcsctrbri rr icnto rrq Lleolí)gico dcl siglo rr. o rrl r.ncluos cl urils mcclirrtizrrclo. El
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entcrrnl11iento clc'liltenkhu.r.r<ir-r (c 1.1.1-l 1.32.5 r. (1.). el mirs intlcto clc los hallecl<ls en el \rrlle cle los Revcs, ll nccrripolis cle'[bbas. \0 cs clrrc lit trurLrlr no hLrbicre siclo srtclueaclrt. ¡lero los l¿tclroncs janrás haltírrn llcgirclo a lrt cítmi.rra firnerrrrie ¡rrir.rcipirl. Allí r-rcía el sirrcófago clcl firaón ackrlesccnte. con su frrmosa t't-triscara clc oro. (lertcr elnpleri casi clicz itños cr-r catalosar
Ios frrbLrlosos tcsor0s, trebajo nl (lile sc clcclicír
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El dato En 1923 falleció lord Carnarvon, En 1 929 habían perecido, según la p'e"sa de la
época, once personas relacionadas con la apertura de
la r-mba de Tutanklamón, Ello d o pie a que se especu-
lara sobre la existencia de una maldición contra los que profanaron el féretro.
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illl ahínco. pues eri.l la ctrlmrluacióu cle ul.rrr carrcra labr¡da lentanrentc.
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Howard Carter traba¡a ndo
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que hoy puede
tA BUINA Hebír trrrbejlclo a las órdel.res de grenclcs arc¡ueít-
SALVADÍ] DE
verse en El Ca¡ro.
logos l descurpcñacl<t clrgos iurportantes en el
Scn"icio cle .\ntigiieclades. [']n 190.5. sin enrblrgo, toclo ¡rarccía pcrcliclo. Iinos turistas filnccscs belliclos la en"rprer-rdicrou a .qolpes con los r igilrurte s eqiptios
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Srtrlr ¡rtrrr.
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cliri e estos últir.nos. l,os
europc0s se (lLleiaron al ullclo r- el rrrc¡ueírlgo tUr'o que clinritir. AfortLrrltlrlllnlcnic. en rtr clilIirlr-r
cons
sc crr-rzír lord Clarnarvor.l, Lu-r [rritírr-rico anrante cle la erqucologíil v clispuesto a
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Heinrich Schliemann El millonario alemán que halló Troya
e hizo enmudecer a los cientfficos que se burlaron de
ocos arqueológos han
sido tan criticados y ridiculizados en vida como lo fue Heinrich Sch-
liemann, multimillonario alemán metido a arqueólogo con una única obsesión:
demostrar la base histórica
de \a I líada de Home ¡o. Un texto clásico rechazado por la comunidad científica, que veía en él una fábula de dudosa credibilidad.
Historia o ficción, la fe que Schliemann puso en
Homero fue tal que en 1871 logró, tras muchos trámites, desenterrar en la
Schliemann tuvo que llegar a los tr¡bunales pafa que se reconociefa la veracidad de su hallazgo.
colina turca de Hissarlik una ciudad de la Edad de Bronce que, para sorpresa de todos, llamó Tioya. Sus increíbles hallazgos, entre los que destacan el del Te-
soro de Príamo, con más de 8.000 piezas, dejaron boquiabierta a la comunidad científica, sobre todo a quienes le habían acusado de loco y aficionado. ERRflB ENMENDAD(l itrue Schliemann era
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Homero, resultó no ser la que buscaba, pero el ar-
queólogo pudo rectificar su error veinte años dcspués y reconocer que se había precipitado. Años después de la muerte del maestro, su ayudance Wilhelm Dórpfeld de-
mostraría que la Troya mítica podría ser la ciudad que habían encontra-
do en los niveles sexto y séptimo. Nadie se atrevió a negarlo.
En vida, Schliemann tuvo que hacer frente a toda suerte de críticas: fue acusado de falsificar pruebas y de haber echado a perder vestigios con sus métodos poco ortodoxos. Sin embargo, el valor de su descubrimiento v su acierto en documentar por primera vez los hallazgos mediante fotografías le han convertido, en cierta manera, en un pionero para la arqueología, disciplina que poco después pudo llamarse a sí
misma moderna.
Cierto
Belén Romero
un excéntrico que no tenía
formación arqueológica, pero sí fortuna y obstina-
El dato
ción suficientes para demostrar que Tioya existió. Y, en cierto modo, lo hizo. Sus excavaciones en Hissarlik sacaron a la luz nueve ciudades superpuestas que iban desde 2900 a. C. hasta la época bizantina. La segunda de e llas, que identificó con la Tioya de
Su obsesión por el mundo griego era de tal magnitud que a su segunda esposa la eligió tras un examen sobre historia helena. Poco después bautizaba a sus hijos como Agamenón y Andrómaca en una ceremonia en la que el sacerdote recitó algunas estro{as de la llíada
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William Flinders Petrie El primer arqueólogo que, más allá de buscar tesoros,
sentó las bases para analizar
u
n yaci m iento,
El elaio Harto de la codicia de otros arqueólogos, Petrie recompensaba en metállco a cada empleado que le trajera una preza de valo¡ para evitar que as vendieran en el mercado negro. Se dice que incluso llegó a dormir en una tumba recrén ercavada para protegerla de posibies saqueadores nocturnos,
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Flinders Petr¡e fue el primer aqueólogo que dio importancia a todo resto de un yac¡miento, aunque no fueran ¡oyas ni obietos de oro.
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crrcl:.r. Ana Echeverría
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Henri Breuil El abad francés que se convirtió
en la primera autoridad mundial en afte rupestre.
n 1896, un joven de 19 años creyó haber
hecho un descubrimiento sensacional en los alrededores de Coeuvres. En realidad, se trataba de tres esqueletos de marmotas, que el joven había tomado por restos humanos
prehistóricos. Este primer
fracaso no le desalentó. Henri Breuil no sólo apren-
dió paleontología: llegó a ser la primera autoridad mundial en materia de arte rupestre. VEREt¡ICTf¡ INFATIBTE Aunque las pinturas de
Altamira se conocían desde
1879, la comunidad científica desconfiaba de su au-
Profesor en el Instituro
tenticidad. Fue Breuil, va
de Paleontología, catedráti-
sacerdote, quien demostró la veracidad de un arte paleolítico, al descubrir pinturas similares en dos grutas francesas: Combarelles y Font-de-Gaume. Desde entonces viajó por Francia, España, Namibia o China, compaginando la arqueología con sus actividades religiosas y docentes.
co universitario y miembro del Institute de France, ad-
El dato Sentía tal pasión por su oficio que a veces sus textos resultan un tanto románticos, De hecho, su sensibilidad le jugó alguna mala pasada. Escribió que la Dama Blanca de Brandberg, en Namibia, era el retraio de una muchacha europea, Hoy sabemos que se equivocaba"
quirió tal prestigio que
sus
colegas le consultaban ante
cualquier descubrimiento. Su veredicto se consideraba infalible. En una ocasión no
dudó en llamar "boy-scouts subterráneos" a unos espeleólogos que cuestionaban la autenticidad de las pintJras de la cueva de N4iremont. A él se deben las primeras
interpretaciones rigurosas del significado de las figuras rupestres, así como una clasificación general del Paleo-
lítico Superior que aún se considera válida. Pero el mejor legado del abad fue su amor incondicional por el arte primidvo Ana Ecfieveilía
Breuil era consultado ante cualquier nuevo hallazgo, Su op¡n¡ón resultaba incuestionable.
Kathleen Kenyon La primera mujer que se hizo un nombre como arqueóloga
tras ceftificar la antigüedad de la bíblica ciudad de Jericó,
onvertirse en la pri-
alcanzaba así la celebridad
mera mujer que presidía la conservadora Sociedad Arqueológica de
en el mundo académico,
Oxford, siendo aún estudiante, ya presagiaba la determinación de Kathlcen Kenyon. Inmediatamente tras su graduación ya fraguó sus conocimientos sobre el
que aceptó e incluso adoptó su técnica. De hecho, hasta bien entrados los años sesenta, muchos arqueólogos en Tierra Santa siguieron inspirándose en ella para sus trabajos en la z,ona.
terreno en las ruinas de Zimbabwe y en la ciudad
DAMA DEt IMPERIf¡
romana de Verolamiurn (al
queóloga de campo. Su
norte de Londres), donde
ines¡imable labor académica completa un perfil a to-
aprendería, junto a Sir NIor-
timer Wheeler, el método de excavación estratográfica. Una técnica que, aun-
que le resultó inadecuada en yacimie ntos extensos, fue la clave del éxito de sus trabajos en Jericó. CIUDAD REMflTA
El yacimiento de Tell-al Sultan, la colina bajo la que
aguardaban
los
restos
amontonados de la antigua Iericó, se reveló como el sitio perfecto para la récnica que Kenyon había ido perfeccionando durante los últimos veinte años. Su aplicación permitió establecer
Kenyon no fue sólo una ar-
das luces portentoso. Prueba de ello es que ni siquiera durante la Segunda Guerra Mundial, que la obligaría a quedarse en suelo inglés. se
resignaría a perder el tiempo, que aprovechó para impulsar y dirigir el Instituto de Arqueología, donde luego ejercería de experta docente sobre arqueología palestina (1949-1962).
El
trabajo de toda una
vida, sus libros y sus descubrimientos se vieron recompensados con numerosos
honores internacionales,
por ¡rrimera vez el marco histórico de una de las primeras ciudades de la Anri-
yon como Dama de
güedad, con más de 3.800
co.
años de existencia. Kenvon
a
los que la reina Elisabeth II puso la rúbrica final cuando
en 1973 distinguió a Kenla
Orden del Imperio BritániBelén Romero
El dato Su cronología propuesta para Jericó puso en tela de juicio el episodio bíblico de la toma de la ciudad por Josué, ya que, según la ar-
queóloga el sitio estaba deshabitado por entonces. Como cabía esperar, estas declaraciones fueron el pistoletazo de salida a una agria polémica entre arqueólogos que no ha cesado en la actualidad.
Los métodos de Kenyon fueron
segu¡dos por numerosos arqueólogos que excavaton en Tier¡a Santa en busca de lugares bíbl¡cos,