Este libro se lee de derecha a izquierda
ISBN: 978-84-96646-29-2
LĂ“GUEZ
Esta obra ha sido publicada con una subvención de la Dirección General del Libro, Archivos y Bibliotecas del Ministerio de Cultura, para su préstamo público en Bibliotecas Públicas, de acuerdo con lo previsto en el artículo 37.2 de la Ley de Propiedad Intelectual
Título del original: Traducido por Laura Serrano © Mango 1999 © para España y el español: Lóguez Ediciones 37900 Santa Marta de Tormes (Salamanca) 2008 Depósito Legal: S. 1.112-2008 ISBN: 978-84-96646-29-2 Printed in Spain Gráficas Varona, S.A. (Salamanca) www.loguezediciones.com
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LĂ“GUEZ
NOTA DE LA EDITORIAL Nuestra amiga Núria Ventura nos recomendó hace años La libreta del dibujante y es ahora cuando podemos ofrecer esta maravillosa obra, premiada con “La manzana de oro” en la Bienal Internacional del Libro para Niños de Bratislava y con el “Octogone de chêne” de la C.I.E.L.J. como mejor álbum en Francia. Nos decidimos por la versión bilingüe de Éditions Mango Jeunesse, manteniendo, como en el original árabe, su lectura de derecha a izquierda, de forma que los lectores en lengua castellana puedan comprobar que un libro no tiene que ser leído forzosamente de la misma forma en todas las civilizaciones. Por ello, la cubierta se encuentra en el lugar de la contracubierta y la traducción castellana viene ubicada en el margen, como quiere la tradición pictórica árabe, donde la caligrafía forma parte integrante de la obra. La libreta del dibujante fue realizada por un artista egipcio, Mohieddin Ellabad, con una mirada bondadosa, mostrando que los dibujos son percibidos, antes que nada, como exponentes de nuestras culturas. Así, el tubo de pintura color “carne” que él utiliza para pintar la piel, ha sido fabricado en Occidente, de donde fue importado a Egipto, pero su mano, junto al dibujo, tiene otro color, el de su propia piel. De la misma manera, los personajes se mueven según la tradición gráfica árabe, en sentido inverso a nuestros héroes occidentales. En cada una de sus páginas, el autor se interesa por las múltiples posibilidades de ver lo dibujado, lo pintado, convirtiéndolo en fuente de descubrimientos y sorpresas.
PEQUEÑOS RECUERDOS Desde siempre, guardo pequeñas cosas que pueden parecer sin importancia, pero que me recuerdan ciertos momentos de mi existencia. Al mirarlas, los viejos tiempos reviven con todos sus detalles. En esta página, presento algunas de esas cosas que conservo. Son recuerdos que avivan nuestra memoria. Y sin la memoria, el pasado se esfumaría y ya no habría pasado. En verdad, uno no se da cuenta de que el mundo está lleno de toda clase de recuerdos: Las pirámides, las esfinges, los edificios antiguos, los objetos en museos y bibliotecas o bien otras cosas (sea cualquiera su tamaño, incluso gigantesco) son ayudas para la memoria que hacen revivir el pasado, incluso el más lejano.
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¡SIENTE Y MIRA! Desde hace mucho tiempo, colecciono fotografías con motivos diversos y, entre tanto, tengo una buena cantidad. Cuando miro mi colección, puedo “sentir” el olor de cada una de ellas. Para mí, la imagen de arriba huele a colonia de rosas. En la imagen en blanco y negro con el arco de triunfo, encuentro el olor de los productos de limpieza para parqué. En la foto de color, el pequeño puerto, huelo a anís. En la imagen en blanco y negro de la mezquita, percibo el olor de las almendras frescas, mezclado con el perfume de madera vieja y húmeda.
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UN VIEJO SUEÑO De niño, yo vivía cerca de la mezquita del sultán Hassan. El tranvía que pasaba a lo largo de la gran avenida giraba en la esquina de la mezquita produciendo un ruido terrible. Para mí, nadie en el mundo era tan importante, tan impresionante como el conductor de aquel monstruo enorme e imponente. Soñé durante mucho tiempo con conducir un tranvía cuando fuera mayor. Sin embargo, no me convertí en conductor de tranvía. Ni siquiera sé conducir un coche. Pero aprendí a dibujar y me hice sencillamente ilustrador. Con esta profesión, tuve la posibilidad extraordinaria de dibujar al conductor de tranvía como había soñado serlo yo.
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¡LA GALLINA ESTÚPIDA! Cuando yo tenía ocho años, había una estupenda revista para niños. Cada vez que iba a salir un nuevo número, nosotros, los pequeños, no podíamos dormir. Teníamos la impresión de que no amanecía nunca y nos levantábamos mucho antes que otros días. Mi hermana esperaba impaciente mi regreso en el balcón cuando, a la hora del desayuno, yo volvía de comprar el periódico de papá y la revista. Ella me preguntaba a voces por el contenido del nuevo número. Yo le contestaba, a gritos desde la acera, por ejemplo: “¡Trae una historia prometedora! ¡Se titula La gallina estúpida!”. No había tenido tiempo de leer ni una sola palabra pero me gustaba el título. Y la ilustración hacía evocar en mí toda clase de imágenes. Ahora intento reproducirla de memoria y me doy cuenta de que mi dibujo no se le parece. La gallina de mi infancia era menos gorda y su cuello era más largo. ¿Sientes tú también la impaciencia por leer una historia en una revista o en un libro?
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¿DE DÓNDE VIENEN LAS HISTORIAS? Un día, mi padre decidió darme toda la propina del mes de una sola vez. Era para que aprendiera a ser responsable y a repartirlo a lo largo de todo el mes. Ya entonces, yo soñaba con escribir e ilustrar historias. Por eso, no pensé mucho ni hice cálculos antes de ir a la papelería donde me compré una pequeña libreta roja para escribir y dibujar sobre un bonito papel. Era una bonita libreta, agradable al tacto, además de oler bien. Pero jamás pude utilizarla durante el día. No quería que mi padre me riñera por haberme gastado todo el dinero de una sola vez. Así que la sacaba por la noche, cuando todo el mundo dormía. Entonces la miraba, la acariciaba y pensaba en todas las historias que yo quería escribir y dibujar en las hojas de mi pequeña libreta secreta. Pero jamás pude hacerlo. Así, mi bonita libreta se ha mantenido vacía hasta el día de hoy. Sólo cuando me hice mayor, me acordé, gracias a ella, de las historias y dibujos con los que había soñado, convirtiéndolos en verdaderos libros.
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DOS TARJETAS POSTALES La semana pasada, recibí una tarjeta postal de un amigo, de viaje en un país lejano. Se veían un lago, un barco, montañas. En el mismo día, en una librería de libros antiguos, di con una tarjeta postal de hacía casi cien años. Para mi gran sorpresa, reconocí el paisaje. ¡Conocía bien el lugar porque es ahí donde se encuentra mi estudio, donde ahora trabajo en este libro! Reflexioné sobre esta curiosa coincidencia: ¡La primera postal había sido enviada desde un lugar a otro y la segunda desde una época a otra!
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EL SELLO Siempre me ha gustado mantener correspondencia con amigos residentes en países extranjeros. Habré enviado cientos de cartas y recibido otras tantas. Con particular impaciencia esperaba las contestaciones de Karim, que vive en la “Costa de los Perfumes”. Siempre ponía el mismo sello en el sobre y jamás lo cambió en todos esos años. Pero su poder de evocación no disminuyó ante mis ojos (lo dibujo de memoria) Así, yo me perdía en el mágico mundo que se contemplaba en su sello. En sueños, veía miles de imágenes, viajaba a ese maravilloso universo y tenía envidia de Karim, que vivía en un lugar tan mágico, con paisajes tan maravillosos. Más tarde, cuando me hice dibujante e ilustrador de libros, escribí numerosas historias sobre el extraordinario mundo que evoca para mí ese sello. Hice decenas de dibujos e incluso poemas. Ni siquiera en sueños osé visitar a Karim para quedarme, aunque sólo fuera una hora, en ese fantástico lugar. Estaba demasiado lejos y el viaje hubiera sido demasiado caro. Han pasado decenios. Me hice adulto y he viajado mucho. Desde hace un tiempo, por mi trabajo, se me pide ir a diferentes países y, entre ellos a la “Costa de los Perfumes”. Mi corazón se aceleró por la emoción. Pero no pude encontrarme con Karim, que estaba fuera por motivos de trabajo. Así que me apresuré hacia aquel lugar, a la orilla del mar, de colores totalmente mágicos, que se veía en el sello. Tristemente, descubrí que no tenía nada de extraordinario, que únicamente se parecía a miles de otros rincones de nuestro país o de otros. ¡No había ninguna magia! Una vez que me rehice de la decepción y mi tristeza desapareció como nube empujada por el viento, escribí a Karim. Le daba las gracias por haberme permitido soñar todos aquellos años gracias a sus cartas y a sus sellos. Sin ellos, jamás me hubiera inventado todas esas historias, jamás hubiera escrito todos esos poemas y jamás habría hecho todos esos dibujos.
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