Título del original alemán: Mein Andersopa Traducción de L. Rodríguez López Texto de Rolf Barth e ilustraciones de Daniela Bunge © 2018 Carl Hanser Verlag GmbH & Co. KG, München Derechos negociados a través de Ute Körner Literary Agent – www.uklitag.com © Para España y el español: Lóguez Ediciones 2019 Todos los derechos reservados ISBN: 978-84-949257-6-4 Depósito Legal: S 86-2019 Printed in Spain: Grafo, S.A. www.loguezediciones.es
RO L F B A R T H | DA N I E L A B U N G E
M I OTR O
to B e A u Li
Lรณguez
Éste es mi abuelito.
Y éste es mi otro abuelito. Sí, yo tengo dos abuelitos en una misma persona. Y sucedió así…
Me llamo Nele, tengo siete años y voy a segundo de primaria. Mi mamá y yo vivimos en la misma calle que mi abuelito. Mi abuelito es un señor muy distinguido. Siempre lleva americana, una camisa blanca como el jazmín y corbata. Incluso en verano. Nunca he visto al abuelito sin afeitar. Él siempre es amable. Con todos. Él lo llama la vieja escuela. A la que también pertenece levantarse el sombrero para saludar si se encuentra con una vecina en la calle. Mi abuelito me cuida siempre cuando mi mamá trabaja, se reúne con amigos o tiene algo que hacer.
Pese a que abuelito es pensionista, tiene todo el día ocupado: va a la compra, a veces cinco veces al día. No porque haya olvidado algo. Quiere mantenerse activo, como él dice. Su vivienda está siempre limpia y ordenada y sus plantas aromáticas delante de la casa nunca han visto una mala hierba. Además, abuelito es un apasionado pescador. Aunque con poca suerte.
La mayoría de las veces únicamente baña a las lombrices. Entonces, en lugar de pescado fresco, hay espaguetis con hierbas aromáticas del jardín.
Desde que hace dos años murió su mujer, mi abuelita, abuelito necesita tener el día ocupado. “Si tengo algo que hacer, no la echo tanto de menos”, dice.
Abuelito y yo damos todos los días un pequeño paseo con Óscar, mi perro. De regreso, visitamos a abuelita en el cementerio. Nos sentamos debajo de un tilo y comemos bizcocho mármol, que hace abuelito con la receta de abuelita, y lo acompañamos con cacao y café del termo.
El año pasado, abuelito viajó con mamá y conmigo de vacaciones. Este año no quiere. No se siente tan bien, dice. Para que no se encuentre tan solo, abuelito recibe todos los días una postal nuestra. A nuestro regreso de vacaciones, voy enseguida a visitarlo. Lo he echado de menos. Cuando abre la puerta, me llevo un susto: ¡Abuelito está sin afeitar y lleva la corbata en la espalda! Qué extraño… ¡¿Y en su camisa… hay restos de comida…?!